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viernes, 18 de julio de 2025

Sutura, nombre propio y el poder de lo imposible

Aquí retomamos la sutura como operación, una noción que Lacan trabaja con fuerza en el Seminario 12, donde relanza sus elaboraciones sobre el nombre propio, ya presentes en La identificación (Seminario 9), pero ahora con un abordaje topológico mucho más elaborado. Sin embargo, este giro topológico no implica un abandono del andamiaje lógico anterior, sino más bien una ampliación: lógica y topología se constituyen como coordenadas esenciales para pensar el estatuto tanto del nombre propio como del sujeto.

La sutura, en tanto operación, se apoya en lo formulado en el Seminario 9, donde la identificación es definida como una operación que hace lazo. Es en este marco que la noción de sutura se despliega en dos dimensiones fundamentales:

  1. La dimensión lógica, que permite formalizar una lógica del significante propia del psicoanálisis —más allá de los límites de la lingüística—. Esto fue especialmente trabajado por Jacques-Alain Miller en su texto La sutura, donde reproduce su exposición en el seminario de Lacan. Allí, se muestra cómo la lógica del significante hace posible formalizar la falta en el Otro, que se propone como horizonte en La identificación.

  2. Esta lógica del significante se distancia del modelo puramente diacrítico de De Saussure. Mientras la lingüística estructural piensa el significante en términos de diferencias puras y relaciones horizontales, Lacan introduce una aporía estructural: la falla, el vacío, la imposibilidad, no son accidentes, sino el punto axial del funcionamiento del significante en el sujeto.

Por eso, la enseñanza de Lacan no solo da cuenta de una lógica del significante, sino que se afirma como una clínica de lo imposible. En El reverso del psicoanálisis (Seminario 17), Lacan define el psicoanálisis como tributario de ese “poder de lo imposible”, en contraste con la “impotencia de la verdad”. Esta afirmación no implica abandonar la verdad, sino redefinir su lugar: la verdad no como totalidad accesible, sino como borde, como límite estructurante.

Desde esta perspectiva, el sufrimiento del sujeto aparece como testimonio de aquello que, al no poder decirse en la verdad, retorna en el cuerpo. El síntoma, en tanto retorno de lo reprimido, se convierte en huella de ese imposible de decir —lo que no entra en el discurso, pero insiste. Así, la clínica lacaniana no busca abolir la verdad, sino sostener un trabajo con sus límites, hacer lugar al vacío y al no-todo, y formalizar allí el espacio donde el sujeto puede inscribirse.

miércoles, 5 de marzo de 2025

El borde entre dolor y la satisfacción

El vínculo entre el deseo y la máscara no puede reducirse a una simple relación de ocultamiento y revelación, ni responder a la lógica de lo interior frente a lo exterior. Se trata, más bien, de una conexión que rompe con la noción tradicional de espacio euclidiano y nos obliga a pensar en términos topológicos, donde la estructura del deseo se muestra excéntrica respecto a la satisfacción.

Desde esta perspectiva, el deseo no se inscribe en un centro fijo, sino en un movimiento desplazado, lo que nos lleva a preguntarnos si su lógica responde a la de una superficie unilátera, con torsiones o interpenetraciones que imposibilitan una lectura lineal. En esta dinámica, algo queda siempre por desear, y es en ese resto donde Lacan sitúa el “dolor de existir”, trazando un límite entre el sufrimiento y la satisfacción.

Esta reflexión encuentra su base en la distinción freudiana entre la experiencia de satisfacción y la experiencia de dolor, ambas generadoras de un excedente: el deseo y la angustia. La clínica muestra que el deseo se acompaña de una dificultad estructural, mientras que la angustia señala el borde que lo delimita, introduciendo la dimensión del peligro que el propio deseo puede implicar.

Lacan avanza en este camino al situar las dos funciones del objeto a: como causa de deseo y como plus de goce. Esto nos lleva a una pregunta fundamental: ¿bajo qué condiciones una satisfacción puede volverse inseparable del dolor? Pero ya no se trata solo del dolor de existir…

lunes, 9 de diciembre de 2024

Las intervenciones del analista frente al sufrimiento infantil

 En la Clínica Infantil, los motivos más comunes de consulta suelen estar relacionados con inquietudes manifestadas por los padres o cuidadores respecto a sus hijos. Estas preocupaciones incluyen dificultades de atención en la escuela, donde los niños parecen enfocados en otras escenas, comportamientos calificados como “malos” que se traducen en movimientos hiperquinéticos sin un rumbo claro, regresiones conductuales como encopresis o enuresis, crisis de angustia repentinas y actitudes de negativismo persistente.

Para orientar las intervenciones en estos casos, es fundamental reflexionar sobre aspectos clave del mundo interno y relacional del niño. Es importante comprender cuál es su lugar dentro de la estructura familiar, los rasgos o situaciones con los que se identifica, las idealizaciones o mandatos que recaen sobre él, así como los recursos subjetivos y defensas psíquicas con los que cuenta. También se debe analizar cómo expresa su angustia, cuál es el estado de su narcisismo en el momento de la consulta y si posee la capacidad de juego simbólico, esto es, un juego que no sea meramente automatizado. Es esencial observar si el niño o niña puede construir una narrativa lúdica y qué escenas tiende a repetir en este espacio de expresión.

En este trabajo clínico, es imprescindible dar cabida a las preocupaciones de madres, padres, cuidadores e incluso del entorno educativo. Sin embargo, es fundamental no quedar atrapados por las demandas que estos Otros significativos puedan plantear. La prioridad del analista debe ser el bienestar del niño y su proceso subjetivo.

El sostén que ofrece el analista es un recurso invaluable. Este sostén permite al niño desplegar sus fantasías y miedos inconscientes, escenificar sus conflictos edípicos y encontrar, a través del juego, una salida simbólica que le permita integrar sus experiencias.

La mirada del analista debe estar orientada siempre hacia la potencia infantil, hacia aquello que el niño tiene la capacidad de construir en su presente y que podrá expandirse en el futuro. Es crucial recordar que el psiquismo infantil está en plena estructuración y que ningún estado, por angustiante que parezca, es definitivo. Frente a las preocupaciones de los adultos y del propio niño, resulta vital sostener la certeza de que “nada es para siempre”.

miércoles, 4 de diciembre de 2024

El sufrimiento de los pacientes: no es el hábito, es la posición

El psicoanálisis, en su especificidad clínica, no se presenta como una terapéutica orientada a modificar conductas. Más bien, su propósito radica en abordar, desde el motivo de consulta, alguna pregunta que interpela al sujeto y lo implica en aquello de lo que se queja.

Desde esta perspectiva, la práctica analítica se enfoca en el sujeto en relación con su posición respecto del deseo como deseo del Otro. Las conductas que el sujeto menciona, aquellas de las que se queja, sufre, o incluso dice querer cambiar sin lograrlo, no son más que una fachada, un revestimiento que oculta y a la vez preserva algo más profundo.

Lo que se protege tras ese ropaje es la posición fundamental del sujeto, ese eje central que organiza su existencia y que se construyó en su vínculo con el deseo del Otro. Esta posición, por su naturaleza fantasmática, está sostenida por una ilusión: la consistencia del Otro.

Por ello, en el trabajo analítico no se trata de intervenir directamente sobre el hábito en el sentido de conductas repetitivas o costumbres que deban modificarse. Más bien, lo que se pone en juego es la posición subjetiva que el sujeto ocupa y que da forma a su modo de estar en el mundo.

El término "hábito" aquí adquiere un doble sentido. Por un lado, se refiere a lo imaginario, aquello que el sujeto hace habitualmente y que parece requerir cambio a nivel superficial. Pero, por otro lado, también remite a un disfraz, una vestidura que el sujeto utiliza para esconderse y protegerse, mientras sostiene su posición en relación con el deseo del Otro.

En este sentido, el hábito funciona como una suerte de ornamento: por un lado, embellece o da forma a la posición subjetiva; por otro, le otorga una ilusión de consistencia. Es precisamente esta consistencia ilusoria la que permite al sujeto mantener la fantasía de que puede causar el deseo del Otro, sosteniéndose en una ficción que vela la falta estructural del Otro. Así, el hábito no es solo lo que se hace, sino también lo que protege y oculta.

viernes, 29 de diciembre de 2023

El sufrimiento infantil ¿Qué-hacer en la clínica?

¿Cómo reconocer en la clínica si un infante sufre?

Es frecuente recibir en el consultorio niños y niñas que expresan su sufrimiento, siempre de acuerdo a las particularidades de su subjetividad y su historia. Desatentos (o mejor dicho, con la atención puesta en otra escena), otros que padecen conductas regresivas (encopresis, enuresis), infantes que se mueven sin orientación ni rumbo, y tantos otros que presentan crisis de angustia a la manera de berrinches y negativismos persistentes.

¿Qué-hacer para ayudarlos?

Te compartimos 5 recomendaciones que te resultarán beneficiosas.

1° RECOMENDACIÓN

Cuando recibimos a un niño en tratamiento, resulta fundamental preguntarnos:

✅¿En qué lugar está ubicado ese niño en su complejo familiar?

¿Con qué rasgo y/o situación el niño o la niña se halla identificado?

¿Qué idealizaciones y/o mandatos recaen sobre el infante?

¿Cuáles son los recursos subjetivos y/o defensas psíquicas que prevalecen en ese niño o niña? ¿Qué idealizaciones y/o mandatos recaen sobre el infante?

¿De qué forma, con los recursos que ya posee y aún con los que no, expresa su angustia?

¿Cómo se halla configurado su narcisismo en el tiempo de la consulta?

¿Posee la posibilidad del juego simbólico, es decir no automatizado?

¿Puede el niño o la niña armar de manera lúdica una historia, que exprese alguna narrativa?

¿Qué escenas repite en el juego?

2° RECOMENDACIÓN

Intentaremos tener siempre presente que nuestro paciente es el niño o la niña.

En la clínica infantil nos encontramos con múltiples actores que van más allá de nuestro paciente: madres, padres y cuidadores preocupados, docentes e instituciones que solicitan el logro de ciertos “objetivos escolares”, y otros discursos terceros, con prejuicios arraigados, en los que corremos el riesgo de quedar atrapados.

Por este motivo y por tanto más, resulta siempre fundamental mantener una disponibilidad abierta hacia el niño o la niña, que lo aloje y lo abrace en su sufrimiento, en su subjetividad irrepetible, ayudándolo a que pueda a abrir la puerta para “ir a jugar su juego”, en el que se incluya con su propia traza subjetiva entre sus otros familiares y sus otros semejantes.

3° RECOMENDACIÓN

Un tesoro inigualable: nuestro sostén

Una función fundamental del analista en la clínica infantil es “el Sostén” -al decir de Winnicott-, esto implica posibilitarle al niño o la niña un despliegue de sus pulsiones. El analista funcionará como el que puede recibir y devolver de manera ligada el des-borde pulsional. Nuestra palabra, narración, presencia, intentará oficiar de espacio seguro para que el infante escenifique sus encerronas edípicas, orientandolo siempre a que encuentre su subjetividad encuentre una puerta de salida.

4° RECOMENDACIÓN

Estar siempre dispuestos a lo que “sí” puede ocurrir: una apertura al acontecimiento

Como analistas, nos apartaremos de la “posición negativista” que es la que pone el foco en aquello que el niño o la niña no puede hacer, ni decir, ni representar, ni jugar, ni crear. Intentaremos corrernos, así, de la angustia de los Otros familiares y/o los establecimientos educativos y recreativos.

Por el contrario, nos sostendremos en lo que se halla en plena potencia, es decir, en plena capacidad de estar construyéndose en tiempo presente, y que encontrará un despliegue mayor en su futuro mediato.

5° RECOMENDACIÓN

Enseñanza fundamental: Clave Clínica

El niño o la niña nunca están parados en el mismo lugar, aunque no nos sea visible de manera directa. Y nosotros, como analistas, así se lo haremos saber y oficiaremos de apoyo y respaldo con nuestras palabras, nuestros gestos y nuestras acciones.

El pago en un análisis

 Frente a la pregunta sobre aquello con lo que un sujeto paga en un análisis, el sentido común nos haría suponer rápidamente que uno paga con dinero, lo cual puede ser fuente de no pocas quejas. Sin embargo, el dinero representa un medio simbólico, que pone en juego otra cosa.

El sujeto llega a la consulta analítica porque algo, una satisfacción, se transforma en un penar de más. Una satisfacción que fantasmáticamente regulaba la distancia a la castración del Otro se transforma en un excedente que lleva al sujeto al malestar, lo que está indisociablemente ligado a su sexualidad

Justamente lo que autoriza a un analista a intervenir es ese penar de más. El sujeto pena de más, y en la medida en que la pulsión participa de la sexualidad el psicoanálisis se ocupa de ella.

En este sentido, entonces si la consulta analítica está motorizada por el penar de más será efectivamente con eso, con lo que el sujeto deberá pagar.

De este modo, un análisis lleva a un sujeto a una coyuntura en la que debe “decidir” si conserva o paga (es decir, si conserva o pierde aquello que le hace penar de más). Y en este punto es importante tener en cuenta que el sujeto accede de este modo a una salida, de ese penar. Y sólo puede salir por donde entró, lo que significa que ese malestar que comandó la consulta es una respuesta al deseo como deseo del Otro.

jueves, 11 de agosto de 2022

Cuando el pedido no es una demanda: intervenciones clínicas

El pedido es una demanda en el sentido genérico, pero no es una demanda en el sentido analítico. Un paciente va a un servicio por una demanda espontánea, en la mayoría de los casos, y se encuentra con una terapéutica orientada desde el psicoanálisis, generando una tensión en el campo sintomático. El paciente pide una terapéutica al Hospital, pero que muchas veces no está orientada en el análisis.

¿Cómo pensar estos pedidos sin demanda y cómo se cruzan con nuestras concepciones teóricas? ¿Cómo intervenir?

Pensemos en una neurosis o psicosis funcionales. Por ejemplo, hay neurosis obsesivas que nunca llegan a la consultan porque trasladan todo su bagaje de funcionalidad al carácter o a la forma de ser. Entonces, dicen "Siempre fui así, soy así, las cosas son así", son personas que quizá pidan algo, pero nunca una demanda de conmover a ese ser. En las psicosis funcionales, vamos a encontrar que muchos fenómenos adosables a un trastorno mental son justamente lo que les permite funcionar. 

Luego tenemos "los mandados sin demanda" En tanto funcionan, no demandan. Pero, empujados por el discurso de la ciencia, nosotros tenemos que producir alguna maniobra preliminar para ver si es posible un tratamiento. ¿Es posible intervenir sobre el pedido e incidir sobre la no demanda?

El encuentro de dos discursos. Por un lado está el que el analista sostiene y es en el que se formó. Y por otro lado está el discurso del patjhos, de aquel que padece y que consulta, por el motivo que sea, pero no piden ni un análisis ni una psicoterapia orientada desde esa perspectiva. Cada vez aparecen más cuestionamientos a la formación psicoanalítica, sumado a los profesionales que se interesan cada vez más por la orientación cognitivo conductual. Esto, lejos de ser un problema, abre al juego y a la oferta. La hegemonía de la psiquiatría dio paso a la hegemonía del psicoanálisis de orientación lacaniana, que tampoco fue la felicidad de los prados: como en toda hegemonía, genera exclusiones y segregaciones, además de otros problemas éticos. Actualmente estamos ante una tercera etapa, que es la caída de la hegemonía del discurso analítico y la aparición de dispositivos integrados, que enriquece el intercambio.

Pensemos en los vectores de la demanda terapéutica y la demanda analítica:

La S central se refiere al síntoma. El analista que trabaja en una institución se ve interpelado entre la demanda terapéutica y la analítica. 

La dimensión analítica apunta al síntoma, ordenando los trastornos, los malestares y el pathos en tanto pueda darle forma a un síntoma. El síntoma no solo porta una solución de compromiso, sino que también porta una demanda de carácter inconsciente. 

La dimensión terapéutica se centra en ser una respuestas al pathos. No solo a la patología, sino al pathos de los goces, intentando dar una respuesta terapéutica a eso. Quien sostiene esta idea, apunta a curar o normalizar el pathos. 

Nosotros sabemos que los goces, en tanto no son goces del cuerpo como imaginario, solo permiten hacer operaciones sobre el cuerpo real o el simbólico, pero no agota a lo real, que sigue estando allí. Lo que si se puede es cambiar la posición del sujeto a lo largo de un tratamiento frente a lo real y por ende, a algunos goces que se pueden acotar. Acotamiento no es agotamiento, sin embargo. El discurso psiquiátrico sostiene que los goces se pueden agotar; el psicoanálisis va por el lado del acotamiento. Por ejemplo, para la psiquiatría el delirio, en tanto pathos, puede ser agotado, aunque ningún médico sostiene en la práctica que una psicosis pueda ser "curada". No hay posibilidad de estado anterior al pathos. 

La dimensión analítica encuentra al agente tensionado por esos dos vectores no simétricos. La dimensión analítica es un vector ético que tracciona e interpela a la dimensión terapéutica a su eje ético: la ética del bien decir, una ética sostenida en el deseo y en un trabajo o acotamiento de los goces, orientado desde el síntoma. Toda intervención, toda relación con el pathos ó el paciente (transferencia), toda economía que acontezca en el cuerpo (RSI), debe estar al servicio de una política: el síntoma.

Táctica, estrategia y economía están al servicio de ser orientados desde la política del síntoma. Si uno decide mantener la política del psicoanálisis en una institución, el analista también hace síntoma, porque la dimensión terapéutica, que para el psicoanálisis llega por añadidura de la dimensión analítica, en este campo de la salud pública, la dimensión terapéutica es el sentido de esa fundación, además que el paciente lo pide. raramente un paciente viene a analizarse, sino que demanda una terapéutica. De manera que el analista no solo debe saber hacer con su síntoma, sino también con su ética.

De lo que se trata es de sostener una terapéutica, pero como subraya Lacan en Variantes de la cura tipo, una terapéutica que no es como las demás. 

En este esquema superior vemos la TÁCTICA, que son las intervenciones, al servicio de una ESTRATEGIA (que es la transferencia), con un vector ÉTICO  que regula los dispositivos, que es la ECONOMÍA. Por último, la función del analista se ordena bajo una política.

Podemos pensar en un campo de pedidos sin demanda. Siguiendo a Lacan en Saber y verdad, penúltimo de los Escritos 2, hay una permanente tensión entre saber y verdad, dos campos heterogéneos que por eso separamos:

La división entre saber y verdad nos sirve para saber de qué tipo de pedidos se trata: hay pedidos que vienen del campo del saber, como el discurso médico, el psicológico y el discurso tóxico. El discurso tóxico es un saber que tiene el consumidor, que rivaliza con el saber del médico y psicológico y definitivamente rechaza el saber analítico. El consumidor adicto es un desconfiado del inconsciente. El adicto rechaza cualquier planteo diferente al de la palabra, un rechazo casi forclusivo de querer saber. Esto genera agotamiento en quienes intentan mantener una terapéutica centrada en el psicoanálisis en los pacientes con patologías de consumo.

Otras demandas que vienen como pedido de tratamiento que vienen del campo del saber son las demandas sociales, escolares. Las demandas médico-psicológica son las demandas del orden de la interconsulta, como los médicos clínicos con pacientes que no le responden a la terapéutica, el psiquiatra que deriva porque no le funciona la medicación. 

Los pedidos del campo de la verdad son el pathos del paciente. También las demandas familiares, el pathos de la familia, de la pareja, de los hijos, sea cual sea el pedido. 

Para pasar del campo del pedido a la demanda es necesaria una operación preliminar, que podemos llamar, siguiendo a Badiou, una operación de forzamiento. Badiou, en Lógica del acontecimiento, habla del forzamiento, que no es obligar, sino forzar el carácter de la neutralidad. El analista tiene dos principios: neutralidad y abstinencia. Cuando no hay pedido, hay una paradoja. Debe poner en suspenso la neutralidad: no todo es lo mismo. Muchas veces el analista debe recortar, señalar, denotar que ahí hay algo. Cuando el sujeto ve que su discurso de saber, su discurso tóxico o su hábito no le funcionan del todo, cuando el sujeto viene a quejarse que quiere sacarse de encima una pareja, un síntoma, un hábito... hay algo de decepción en relación al estado anterior. El analista debe subrayar que hay algo del no-todo del saber: algo tiene que fallar en el orden del saber y en la verdad.

Si logramos este forzamiento como maniobra preliminar, pasamos de un pedido terapéutico a quizás algo del orden de la demanda. Cuando el sujeto toca el agujero del "no todo" (centro de la imagen), se da cuenta que el no todo del discurso tóxico o el no-todo del discurso de la familia continúa siendo funcional, abriendo un horizonte de dos salidas posibles.

En general, los pedidos del campo del saber van hacia el campo de la verdad, al estilo consciente. Por ejemplo, un médico que hizo todos los protocolos y su paciente sigue teniendo úlcera. El saber pide verdad y la verdad ¡Pide saber! ¿Cómo romper ese circuito cerrado? Con la operación de forzamiento que vimos, suspendiendo la neutralidad, pero sin suspender la abstinencia. Esto es, no mostrar el deseo personal de "yo quiero que te trates". Solo debería subrayar algo así como "Esto que me decís, que siempre hiciste X cosa y ahora no te funciona, es clave".

Si el sujeto logra meterse en el agujero del no-todo, puede abrir a la dimensión de la demanda. En el campo de la demanda se invierte la ecuación, aparece el campo de "OTRA VERDAD", que es la verdad del pathos y no la verdad de la forma de ser. estamos en el territorio del campo pulsional. El saber del discurso de la ciencia, el saber de la psicología, deviene "OTRO SABER", un saber no-todo que es parte del campo de lo inconsciente. 

En la demanda no hay saber/verdad, sino un saber no-todo y una verdad no-toda. Si eso acontece, hay espacio para el trabajo analítico... creo. No es una hipótesis científica ni una creencia religiosa, sino una conjetura de trabajo. Hacemos existir al inconsciente en tanto somos lectores, pero esa es una operación de forzamiento. Muchas veces esta operación no podrá realizarse, como vimos en Psicoanálisis y Medicina. Muchas veces la demanda consciente del sujeto no coincide con la demanda inconsciente. A veces, quien pide una terapéutica, lo que pide es que lo confirmemos en su condición de enfermo. A veces piden que le quitemos el pathos y otra veces ni siquiera eso: quiere que le confirmemos que no está enfermo, que no es pathos. La diferencia entre demanda consciente e inconsciente quedará para otra entrada.

jueves, 21 de octubre de 2021

El sufrimiento psíquico: Del trauma a la fantasía

 Los conceptos de sufrimiento, trauma, fantasía y síntoma son términos sumamente enlazados en la obra de Freud, que resultan centrales para la clínica. La propuesta de la dra. Amalia Baumgart, plasmada en dos consignas que considero propiciatorias, es el punto de partida para desarrollar este pequeño texto que intentará dar cuenta, de manera parcial, el desarrollo histórico freudiano de estos conceptos. Además, teniendo en cuenta que es la fantasía la que le da estabilidad y durabilidad al síntoma como formación del inconsciente, propongo puntuar qué elementos nos permiten construir tal concepto.

1893 - El “Proyecto…” Nuestro recorrido comienza por el primer texto donde Freud inaugura la idea de un aparato psíquico que aún lo describe en gran medida utilizando conceptos de la neurofisiología logía de aquella época. A Freud le preocupa qué es lo que le da fuerza al ser humano para vivir… y para formar síntomas neuróticos. Sospecha que el desvío de estas fuerzas, en algunos casos, es lo que produce los síntomas.

1894 - Las neuropsicosis de defensa. El aparato psíquico es conceptualizado como un aparato defensivo, cuya capacidad de separar la representación irreconciliable del afecto, deja a la primera excluida de la consciencia y como “no acontecida” para ésta. Sin embargo, es esa representación sustraída la implicada en la formación del síntoma, producto del empleo de la excitación ligada anteriormente a ella Freud plantea 3 soluciones:

En la histeria, la representación se separa del afecto y va al cuerpo. Entonces tenemos la histeria, atravesada por la pulsión y un cuerpo que habla.

En las obsesiones, la energía se desplaza hacia otra representación.

En la psicosis alucinatoria, la representación directamente se arranca del yo y adviene desde el exterior.

1896 - Nuevas aportaciones a las neuropsicosis de defensa. Freud establece que lo que enferma es el reproche por una situación sexual (en el sentido de genital, para esta época) real vivida en un momento presexual, en la infancia, y que Freud trata como traumática. El reproche reaparecerá años después cuando Freud trabaje el sentimiento inconsciente de culpa, algo muy frecuente de ver en la clínica.

1897 - Cartas a Fliess n° 69. Es un texto conocido por la frase “Mis histéricas me engañan”. Freud cuenta que sus pacientes lo estaban engañando en cuanto a la realidad efectiva de los hechos traumáticos vividos que sus pacientes denunciaban. Sin embargo, Freud se da cuenta que en estos “engaños” hay una estructura, con guiones típicos y que ocurren en números limitados. 

1900 - La interpretación de los sueños. Aparece la conceptualización del aparato psíquico con el esquema del peine, la primera tópica, inspirado en el arco reflejo de la neurología. Se trata de una sucesión de instancias que comienza por el polo perceptivo y termina por el polo motor. Freud dice que el aparato psíquico puede graficarse como un aparato óptico, como esas cámaras fotográficas antiguas de esa época.

1905 - Tres ensayos… Aparecen ubicadas tres fantasías primordiales: de castración, de seducción y de coito entre los padres. En todas, hay un sujeto activo y otro pasivo.

Además desarrolla la historia de la sexualidad infantil y sus fases. Freud hace un quiebre entre sexualidad y genitalidad.


1905 - Fragmento de un análisis de un caso de histeria. En este texto hallamos el “caso Dora”, donde Freud describe que la paciente, que abandonó el tratamiento como venganza, “actuó {agieren} un fragmento esencial de sus recuerdos y fantasías, en lugar de reproducirlo en la cura.” 

1908 - Fantasías histéricas y su relación con la sexualidad. En este texto aparece la notable escena que Freud describe acerca de la histérica que con una mano se arranca la ropa como un hombre y con la otra se defiende como una mujer. Freud lee la fantasía inconsciente “en escena” (no es producto de la asociación libre, pues la paciente no habla) y describe que la misma está proyectada sobre la motilidad, actuada pantomímicamente, en lo que se conoce como ataque histérico. Freud interpreta que ella, con una mano es el padre y con la otra mano es ella. En el caso de la histeria, una parte es masculina y en la otra es femenina. 

Podríamos decir que entre otras cuestiones,  el texto introduce a que el aparato psíquico obedece a la bisexualidad.  La bisexualidad tiene una consecuencia teórica, pues amplia el repertorio de identificaciones. El paciente no se identifica solamente con quien ama, sino también con el que odia. 

1914 - Recordar, repetir, reelaborar. Nuevamente, Freud utiliza el verbo agieren para decir que sin saberlo, “el analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúan. No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite

1915 - Pulsiones y sus destinos. Mucho puede decirse este texto, pero subrayaré las versiones gramaticales de la pulsión, que responde a la conjugación gramatical: voz activa, la voz pasiva y la vuelta sobre si mismo.

1919 - Pegan a un niño. Freud introduce el masoquismo en la clínica. Freud explica una primera teoría del sadismo originario (que reformula en 1924 con “El problema económico del masoquismo”): el sadismo originario vuelve hacia el interior y esto explica el concepto de autorreproche, donde el sujeto se culpa.

Con unos pocos casos, Freud construye la lógica de esta fantasía, que tiene tres ejes: 

1) Mi padre pega a un niño (odiado por mí, agrega). 

2) Yo soy pegado por mi padre (escena inconsciente, construída por Freud según la versión edípica). 

3) Un niño es pegado.

Nuevamente, aquí tenemos tres perspectivas: un activo, un pasivo y un tercero que mira. Nuevamente, la pulsión en términos gramaticales. Esa es la gramática de la pulsión: activo (hago), pasivo (me hacen), reflexivo (me hago hacer).

1923- El yo y el ello. Segunda tópica. Freud resume su teoría del funcionamiento del aparato psíquico y se dedica a trabajar sobre el ello, el superyó y el yo. Freud pasa a darle muchísima importancia a lo pulsional. El yo está planteado como la parte más organizada del ello y al mismo tiempo es el representante del mundo exterior en el aparato psíquico. El yo tiene que mantener un equilibrio entre el superyó, las exigencias del ello y el mundo externo.

1937: Construcciones en psicoanálisis. El trabajo analítico como construcción de la sexualidad infantil olvidada por efecto de la represión.

lunes, 8 de marzo de 2021

Sufrimiento emocional en el test del árbol

El test del árbol alude a aspectos más inconscientes y biográficos históricos de la personalidad y el psiquismo del sujeto, con lo cual en muchos casos es el relato sobre el dibujo realizado que da el sujeto, lo que nos permite comprender alguno de los indicadores más significativos que gráficamente podemos observar. 

En este dibujo podemos ver un tamaño muy pequeño aunque emplazado en la zona central izquierda. Es un árbol con ramas cerradas en ángulo pero como aplastadas ya que caen hacia ambos lados. La de la izquierda es única rama y presentan como atravesado una rama (simbólicamente significativa), el árbol no se asienta sobre una base estable, presenta suelo ondulado, raíces a la vista (pero no hace transparencia, ídem en la rama mencionada). 

La impresión global es de tristeza, vulnerabilidad. Estos indicadores gráficos dan cuenta de sufrimiento psíquico y emocional. Podríamos ver indicadores depresivos. Al integrar luego con el relato (siempre los relatos es bueno leerlos a posterior de analizar el dibujo, para lograr una comprensión mayor y ver las correlaciones o diferencias entre la producción grafica y la escrita). 

El relato amplia el sentido de los indicadores gráficos mencionados, da cuenta de traumas vividos (el árbol fue secado, maltratado, talado cuando no era necesario). El desenlace no es positivo la escritura grafológicamente desciende y tiene sobre todo al final palabras poco legibles. Esto nos da cuenta del profundo estado de depresión que atravesaba la persona al momento de la evaluación. Se trataba de una adolescente. En los dos últimos años había tenido muchas pérdidas amigo, abuelo, ruptura de pareja, esta información se obtuvo de la escala Sucesos de vida administrada.

viernes, 22 de enero de 2021

Derivación al psiquiatra: ¿Cuándo un psicólogo o psicoanalista cree que es necesaria la medicación?

El tratamiento es un proceso, como dice Freud: comienza y se desarrolla por la evolución del vínculo transferencial. 

Vemos que la posición de los psicólogos respecto a la medicación varía. La mayor parte de las veces si se llega a la necesidad de la medicación es porque el analista piensa que ya no puede ligar por medio de interpretación/construcción la actuación transferencial. Si eso ocurre, se suele descubrir retrospectivamente que se escapó la tortuga o el caracol.... Eso significa que hay resistencias en el analista y/o el supervisor, además de las del paciente. 

La medicación no hace al paciente más apto para analizar. Si uno observa los efectos de la medicación ansiolítica se notan en primer lugar los similares a la represión, en especial los olvidos, que comienzan luego de los 20 o 30 minutos. En los antidepresivos se notan los efectos de disminución de la libido; en los antipsicóticos, una desconexión de sentido de los acontecimientos.... Todos esos fenómenos, psicoanalíticamente, corresponden con el incremento de mecanismos de defensa. Es decir, con la inconscientización. De esta manera, el paciente puede estar menos ansioso, menos deprimido, pero como un triunfo de las defensas, todas ellas patógenas y que empobrecen al yo.

Evaluar la causalidad del sufrimiento. Si la causalidad del sufrimientos psíquicos se considerara única, determinada por la vuelta del inconsciente reprimido, tendríamos una sola terapia psíquica: la psicoanalítica. 

Lo cierto es que el dispositivo clásico de la terapia analítica solo es adecuado para las neurosis de transferencia y no para cualquier patología, en donde se incluyen las neurosis actuales y las traumáticas (ver Psa. salvaje o silvestre). 

Además, nadie está a salvo de haber errado con la indicación terapéutica y desayunarse algún día con un paciente que se brota durante o por el análisis. Y, por si no fuera suficiente, ¿quién garantiza que a una simple y bien reconocida neurosis de transferencia no se le agregue un "nerviosismo" por causas endocrinas o tóxicas?  

Si todo fuera determinado por el inconsciente y curado por el psicoanálisis, habríamos descubierto la panacea sin habernos dado cuenta. 

viernes, 27 de marzo de 2020

¿Alivio sintomático durante las crisis?


Por Lucas Vazquez Topssian
No hay novedad alguna en decir que la pandemia actual de COVID-19 ha alterado la vida de casi todo el mundo, literalmente hablando. Desde que la enfermedad irrumpió, los psicólogos trabajamos de día, de noche, por teléfono, por cámara del celular en Whatsapp, Skype o Facebook, rearmando los consultorio digitalmente en la nube de Úbeda. Allí atendemos los diversos y nuevos padecimientos que la situación actual conlleva.

Aún así, no todos los casos hablan de una intensificación del sufrimiento. Resulta que una estimada colega y mentora me comentó haber notado, bastante extrañada, que en el medio de todas estas dificultades algunos pacientes graves súbitamente mejoraron. Por poner un caso, un paciente con depresión que apenas lograba levantarse de su cama antes del confinamiento obligatorio, ahora se había puesto a remodelar su casa, a tirar lo viejo, a poner cortinas nuevas y a pintar las paredes. ¿De qué se trata todo este renacimiento fenixíaco?

Lo primero que se me ocurrió fue que es algo parecido a la trama de la película Melancholiade Lars Von Trier, y del análisis que se hace en esta conferencia. En el final de la película (perdón por el spoiler), Justine renace al mismo tiempo que el mundo está llegando a su fin, conteniendo a su familia mediante la memorable escena de la casa mágica que ella hace para sus sobrinos. 

También se me vino el vago recuerdo de haber leído algo al respecto, en alguna parte... Así que con Mónica, la colega en cuestión, dedicamos el tiempo libre a ponernos a buscar en la obra de Freud dónde estaba mencionado este fenómeno. ¿Más allá del principio de placer? ¿Duelo y melancolía? Nada de eso. Lo único que encontré al respecto fue esta carta que le mandó Ernest Jones a Angel Garma del 23 de agosto de 1942:


Querido Dr. Garma:

Ha habido una notoria disminución de las neurosis desde que hay guerra, lo cual atribuyo a que las penas y peligros de vida alivian la necesidad de autocastigo.

Con cordiales saludos,

Su muy sincero

Ernest Jones.

P.S. Tengo un niño pequeño que colecciona estampillas pero no tenemos mucha correspondencia con otros países en la actualidad. Quizás cuando usted me escriba la próxima carta será usted tan amable de adjuntar algunas estampillas de Sud América.



Ahí lo tenemos: en situaciones de sufrimiento social ocurre una disminución de padecimientos neuróticos. Ernest Jones lo llamó "la extraña desaparición o disminución notoria de las neurosis durante la guerra". Del mismo modo, podríamos afirmar lo contrario: la neurosis se hace notoria en situaciones donde está dada la posibilidad de satisfacción. En esos casos se nota que el impedimento de satisfacción es de origen interno.


Por otra parte, si un padecimiento, una angustia, una pena, un síntoma, son curados con una mejoría en la situación socioeconómica, con una amistad, con un amor, con un buen consejo, con unas buenas vacaciones, y cosas por el estilo, no eran padecimientos neuróticos. No todo sufrimiento es neurótico y por lo tanto el psicoanálisis no está indicado para todos.

viernes, 28 de febrero de 2020

El análisis de cualquiera: los inanalizables.

No se trata de tener ciertos problemas, tampoco de responder algunas preguntas. Mucho menos de conocerse, con la especularidad que implica el reflexivo. Y, pase lo que pase, se trata del deseo de análisis. La pregunta es dónde comienza, como se mantiene y en qué momento se convierte en un goce que no pide otra cosa que su existencia. 

Sin deseo de análisis, aunque alguien visite con regularidad a quien lo recibe según las reglas del dispositivo analítico, el asunto se convierte en inanalizable. Quiero decir, no basta el sufrimiento y/o el alivio que circula, cuando falta ese deseo de otra cosa que no es demanda de “resolver problemas” –aunque se presente de esa manera– sino esa inquietud de sí que dice algo de la pregunta encarnada en cada singularidad. 

Gianni Tognoni, especializado en políticas sanitarias dice algunas cosas de interés: 
1. La medicina es como una rama de la economía. Y los médicos sólo quieren ganar más. 
2. Los laboratorios lanzan cada vez nuevas versiones de los mismos remedios. 
3. El plan oficial argentino Remediar es una trampa para el sistema de Salud Pública. 
4. La sobremedicación no está controlada: “El tratamiento de la demencia senil en ancianos. Los medicamentos que hay no ayudan en nada y no terminan con la enfermedad, sólo de vez en cuando los despiertan un poco. La contrapartida es un aumento enorme de ventas.

Los trastornos sexuales son otro gran mercado. Por ejemplo, muchos jóvenes toman Viagra en la primera cita: es una locura y, sobre todo, porque no les hace nada. Muchos médicos recetan también una droga similar a las mujeres cuando se quejan de no haber tenido sexo al menos dos veces en los últimos tres meses. Eso no es serio. Hace poco escuché algo sobre una nueva enfermedad: ‘el síndrome de las piernas inquietas’. Si uno de vez en cuando mueve las piernas por nervios, puede tomar un nuevo remedio que actúa como placebo. Es como si fuera un chiste, pero es increíble la cantidad de enfermedades que se inventan para ganar más dinero” (Diario Perfil 29/10/06). 

Gianni Tognoni, doctor en filosofía y medicina, es también un referente internacional en farmacología y epidemiología y dirige el Instituto Mario Neri Sud en Roma. Bastan estos datos para confiar en que sabe lo que dice. El mercado de la salud inventa enfermedades, los mismos medicamentos cambian de nombre y de presentación y vuelven a circular, los laboratorios premian a los médicos que más recetan con invitaciones a congresos, etcétera. 
¿Qué tiene que ver esto con el psicoanálisis? Se genera una posición donde cada uno es asistido para resolver un problema del que sería el receptor pasivo. 

Cualquiera que haya practicado el psicoanálisis sabe que debe sacar a quién lo consulta de esta posición: es lo que Jacques Lacan llamó en su momento “rectificación subjetiva”. Lejos de encontrar una solución para el problema planteado en estos términos, primero habrá que confrontar al sujeto con el problema que dice tener. 

Esa medicina descripta por Gianni Tognoni también alimenta la cortina de humo de la crítica al psicoanálisis. Cada semana alguna publicación explica al consumidor cómo debe ser un psicoanalista: como por arte de magia, siempre se trata de algo que de seguirlo en la práctica volvería imposible el análisis. No tiene que haber malentendido alguno, el consumidor debe saber de antemano los pasos a seguir, no aceptar lo que no entienda que es para su bien, etcétera. Es que la economía de la medicina no quiere que le distraigan la clientela. 

El análisis de cualquiera tiene como condición que exista un deseo de analizarse, algo que difiere del pedido de solución de un problema. Ese deseo puede leerse entre las palabras de un pedido, pero no se trata del pedido mismo. “Quiero entenderme con mi pareja”, dice el que busca ayuda para separarse. “Yo me castigo”, interpreta quién se dedica a castigar al partenaire con sus quejas. 

Dicho lo anterior, es analizable cualquiera que lo desee y tenga la suerte de encontrarse con otro que sepa que el inconsciente responde cuando el que pregunta ya está adentro. No todos los que sufren quieren analizarse, pero cualquiera que se analiza sufre de alguna cosa.

Fuente: Germán García (2006) "El análisis de cualquiera", publicado en Imago Agenda

sábado, 19 de octubre de 2019

El humor de Tute



miércoles, 9 de octubre de 2019

¿Qué es el masoquismo? Consecuencias sobre el sujeto en posición de objeto

Notas de la conferencia dictada por Alberto Fernández - 21/05/2019

Este título de ser un sujeto en posición de objeto nos da la posibilidad de pensar al masoquismo más allá de la idea popular que se tiene acerca de quien encuentra placer en el dolor o el masoquismo en relación a la escena perversa.

Freud pescó que el masoquismo no es únicamente una cuestión de placer en el dolor. En la psiquiatría de la época se le llamaba algolagnia y Freud no toma este término. Masoquismo tampoco es un término de Freud, sino de Krafft-Ebing, de donde él lo toma. Freud hace un desarrollo que intentaré mostrarles.

Tomar la idea del sujeto en posición de objeto nos permite también reflexionar sobre los masoquismos que Freud clasificó: el masoquismo femenino, moral y el perverso. El masoquismo moral es el menos espectacular, pero el más cercano a nuestra experiencia de nuestra práctica cotidiana. Este tipo de masoquismo se diferencia del masoquismo perverso.

El alcance ético del masoquismo toca la cuestión de dónde está el bien. Si el bien está en el placer o en el mal. Varias religiones y algunas corrientes filosóficas toman ciertas referencias a esto. El masoquismo pone en crisis el reinado del principio del placer. Muestra de un modo evidente que el ser humano no necesariamente quiere su propio bien. Es algo sencillo pero enorme por su alcance.  Produce una disyunción entre el bien y el placer y serias diferencias entre corrientes y discursos ideológicos y filosóficos donde piensan que en la condición humana está en juego el placer. El psicoanálisis no niega que en el humano la dicha y la felicidad se obtengan vía el placer. Pero también dice que no es lo punico que está en juego en la condición humana. También está en juego lo que padecemos, lo que no anda, lo que no marcha.

Entonces, decíamos que el masoquismo implica una cuestión ética que pone en crisis el reinado del principio de placer. No es el placer lo único que domina la vida anímica del sujeto. No suele ser fácil admitir que las distintas formas de violencia y agresividad hacia los otros forman parte de lo humano; mucho menos es admitir que nos agredimos, nos desvalorizamos y humillamos a nosotros mismos.

Desde Freud, el masoquismo es un dato de estructura, porque forma parte de eso que él llamó pulsión de muerte. Él decía que la pulsión de muerte es un supuesto indispensable, es decir, que no puede no estar. Habita el psiquismo humano. Y este supuesto indispensable, a partir de lo cual hay masoquismo, también tiene otras expresiones. En el campo subjetivo estas expresiones son la culpa, la compulsión a repetir lo traumático, la agresividad a los otros, las distintas formas de autodestrucción. También constatamos que en los impasses de la cura de nuestra práctica la reacción terapéutica negativa, que luego veremos cuando tomemos el masoquismo moral.

La inclusión de la pulsión de muerte, cuyo descubrimiento hace cambiar a Freud su práctica y su teoría en 1920, es a partir del texto Más allá del principio de placer. No solo está la posibilidad de pensar que la pulsión de muerte está en lo psíquico, en el amor, en las relaciones y en el goce, sino que también está también en el campo de la cultura. Por eso Freud hablaba también de El malestar en la cultura.

Freud decía que habían 3 fuentes de sufrimiento en la humanidad: las catástrofes naturales, la enfermedad del cuerpo y la insuficiencia de las leyes para poder generar relaciones armónicas en nuestra sociedad. No se trata únicamente de nuestra sociedad actual, sino de la sociedad en total. Hay siempre algo inevitable que marca este signo de sufrimiento. Esto él lo ubica en ese lugar psíquico de autodestrucción. Lacan, en cambio, lo sitúa como la imposibilidad de lo simbólico para significar mejores leyes, ordenamientos simbólicos que rijan el comportamiento de lo social.

En relación a las 3 fuentes de sufrimiento, en la catástrofe un psicoanalista tiene poco que hacer. Puede hacer un poco más en relación a las enfermedades del cuerpo. Y si tiene la posibilidad de no retroceder a poder pensar qué puede hacer el psicoanálisis en relación al lazo social, especialmente cuando se trata de la relación del sujeto al Otro. Para hablar de masoquismo social hay que tener precauciones epistemológicas, que de algún modo respondan a los términos conceptuales de la teoría desde donde son trabajados y que tengan su pertinencia de objeto de conocimiento.

Decía esto que en relación a tomar lo que no va, lo que no marcha, está en todos los campos de la vida humana. Y algunos de estos campos nos conciernen especialmente a nosotros. Lacan va a llamar a esto el lugar de lo real, es decir, aquello que no anda, que no marcha.

Hasta aquí la dimensión ética del masoquismo. Luego hay que decir que el masoquismo forma parte de la constitución del sujeto. El masoquismo era considerado, básicamente, una perversión. Freud lo planteó como un componente de la constitución psíquica de cualquiera, a partir de que él afirmó el carácter polimorfo de la sexualidad infantil. En este carácter polimorfo de la sexualidad infantil, el masoquismo es constitutivo. Por lo tanto, el masoquismo es constitutivo del sujeto. Acentúo esto porque que el masoquismo forme parte de la estructura del sujeto es independiente de que alguien sea masoquista. Esto le da al masoquismo el estatuto de ser parte de la estructura del sujeto y no del avatar que ha tenido tal sujeto en relación al masoquismo.

Freud denomina masoquismo primario al residuo o resto que queda de la mezcla pulsional entre las pulsiones de vida y pulsiones de muerte. Este es un residuo irreductible que Freud sitúa en la mezcla pulsional, que es el dualismo pulsional. Retengamos la idea de resto, residuo.

Lacan, por su parte, plantea un masoquismo primordial a partir de la entrada del sujeto en el lenguaje. Ningún sujeto es causa de sí, ningún sujeto puede decirse sin el lenguaje, necesita de él. Depende de la palabra, aunque la palabra no lo pueda significar del todo. Esta operación, que es muy importante, es la alienación. La alienación consiste en la dependencia del sujeto respecto del lenguaje. Le es necesario para decirse.

¿Cómo combinamos masoquismo con la entrada del sujeto al lenguaje? Retengan que si el sujeto necesita de la palabra, entonces depende del significante y del lenguaje. La dependencia del Otro es más interesante de lo que es un sujeto en posición de objeto. Voy a ser más fuerte aún: en relación al lenguaje, el sujeto está coordenado a representarse para existir. No tiene otra que representarse para existir y está condenado a esto. Por lo tanto, está sometido al mismo. Dependiente, condenado y sometido. Quiere decir que efectivamente, en la estructura de la constitución subjetiva, esto ya está funcionando en términos de lo que va a tener que arreglárselas el sujeto, con su lugar de objeto. También recordemos que en cuanto a la dependencia y el sometimiento, hay que recordar la condición de prematurez en la que nacemos. Desde el nacimiento, el bebé, por su prematurez depende del Otro, que podría ser la madre.

Masoquismo femenino, masoquismo perverso y masoquismo moral.
Masoquismo femenino. En primer lugar, despejemos la idea de que el masoquismo femenino sea que las mujeres son masoquistas. El psicoanálisis no plantea eso. Freud siguió a Krafft-Ebing, de quien tomó la nominación de masoquismo, quien planteaba que la castración era característica de la mujer, así como también ser poseída sexualmente y parir. Freud no pensaba que las mujeres fueran masoquistas; a punto tal que cuando comentaba el tema del masoquismo femenino en El problema económico del masoquismo, él comenta de casos de hombres y no de mujeres.

El masoquismo femenino no corresponde a las mujeres como una cuestión de sexo anatómico. Es más, Freud dice que el masoquismo femenino es el más accesible a la observación. Lacan, a su turno, lanza un enunciado que va a reorientar este tipo de deslizamiento imaginario: dice que el masoquismo femenino es un fantasma masculino. Es decir, se trata de cómo un hombre arma su fantasma de encuentro con su objeto de deseo y no algo inherente a la mujer. Es impresionante el corte que él produce a ese deslizamiento imaginario que venía de Krafft-Ebing y Freud.

Comentemos en este punto un aspecto que va de la idea sacrificial y sometimiento que sugiere el concepto de masoquismo femenino a lo que es la mentalidad cultural sobre la mujer tratada como objeto sexual, con todo el peso denigratorio que conlleva dicho imaginario y uno de los ejes importante de la reivindicación de género de los últimos años.

El objeto a, del que Lacan dice que es su único invento, tiene la característica de resto y por otro lado el objeto a es causa de deseo. Es causa de deseo y por otro lado residuo. También digamos que lo pasivo y activo suele asociarse con femenino y masculino. Si pensamos a lo pasivo como hacerse objeto del otro y lo activo en buscar el objeto en el otro, entonces difícilmente vamos a encontrar ahí una relación directa con el sexo anatómico. Ya es un sujeto que se hace objeto en otro, en ese punto es pasivo, hombre o mujer. Y un activo que busca el objeto en el otro puede ser también de cualquier sexo. Nos estamos despegando de la cuestión de la relación con el sexo anatómico. Lacan decía, del encuentro amoroso, que es el encuentro de alguien que no lo es con alguien que no lo tiene. Es muy ingenioso, porque tampoco dice del sexo y sin embargo es cierto que no solo hay esta tensión variante en el encuentro amoroso con esto que nunca encaja del todo y que también marca que hay una imposibilidad del lado de cada uno. ¿Ser qué? Ser el falo, lo cual es imposible.

Si tomamos el objeto a como causa, tomemos a su vez la idea de mascarada femenina, que consiste en sostener la apariencia de ser ese objeto que el otro quiere a título de semblante. Sostener ese objeto para convocar el deseo del otro. Para este sujeto, es importante que el otro lo busque, lo halague, lo desee. Hace tiempo atrás, una mujer que yo tenía en análisis decía que nada la conmovía, que todo la aburría y que lo único que tenía ganas era de seducir, que eso le daba sentido a su vida, que el otro la deseara. El halago masculino indica a la mujer que el objeto causa está de su lado y ahí está convocado en hacer jugar el juego del amor y del deseo. Con lo cual, esto sostendrá el fantasma masculino. Recuerden lo que decíamos del masoquismo femenino, ese enunciado de Lacan diciendo que se trataba de un fantasma masculino. Esta mascarada femenina de convocar el deseo sostendrá el fantasma masculino, que tiende a objetalizar al otro, a aizarlo, porque recorta partes del cuerpo en la relación con el otro. Partes del cuerpo seductoras o atractivas, estamos hablando de causa de deseo.

Este movimiento de deseo funciona, en el caso del fantasma masculino que aíza, que convierte en objeto algunas partes del otro, en la medida que funcione la mascarada femenina, en la medida hacer semblante de tener ese objeto que causa. Hay un dilema con este sujeto, porque queda expuesto a tener que encarnar el objeto que causa y suscita el deseo, pero que al mismo tiempo abre a la fragmentación. Si abre a la fragmentación, el objeto queda muy expuesto o ella puede quedar como objeto. Esta condescendencia en relación al fantasma masculino hará funcionar el circuito del encuentro en cuanto funcione la mascarada femenina sosteniendo el fantasma masculino. Ahora, esto funciona como señuelo, como semblante. También está el amor que unifica y a partir de la condición de ser deseada, se alcanza el todo que se pretende ser para el otro, sensación buscada y muy plena en el campo del encuentro amoroso. Entonces, tenemos la diferencia en la denigración cultural respecto del tema de la mujer como objeto, a la importancia que tiene en el encuentro la mascarada femenina que hace de señuelo y semblante de algo que desea el otro, que lo genera y lo mueve.

Masoquismo perversoSe trata de un tipo de masoquismo con mucha prensa en la cultura, en la literatura, en el cine. Un sujeto perverso en general no demanda un análisis, porque tiene una posición distinta al saber que el neurótico. El neurótico fácilmente supone un saber al otro y esto es imprescindible para empezar un análisis. Lo real de la vida -lo que no funciona- puede mover a alguien a consultar y esto es imprescindible para el inicio de un análisis, pero no es lo único. También tiene que estar la suposición de saber en el analista, que para eso va al analista. Esto que está en el neurótico no es tan frecuente en el sujeto perverso.

El sujeto perverso cree saber todo sobre el goce y en general funciona como el personaje de la satisfacción permanente y sin freno. Es “la voluntad de goce” de la teoría psicoanalítica, propia del sujeto perverso. Esta voluntad de goce y este saber del goce es algo que fascina al neurótico, porque el problema que tiene la estructura neurótica es que desea según la ley y eso es más acotado. El perverso aparece en un campo de goce mucho más amplio. Les recomiendo las películas “Nueve semanas y media” y “Las 50 sombras de Gray”. Hay otras mejor hechas, pero ambas películas plantean la propuesta de un camino de goce con escenas que se arman a propósito y otro que sigue eso, fascinado.

El perverso puede consultar a un psicoanalista, pero es difícil cuestionarle su goce. Consultan por cualquier tema como una ruptura de pareja, problema con los hijos. etc. Pero es difícil que consulte porque es masoquista, por ejemplo. Es por eso que no hay tanta literatura psicoanalítica al respecto.

El neurótico despliega su posición en el fantasma, dnde arma su relación al Otro. El sujeto perverso avanza sobre el montaje de eso en una escena. Esto es una diferencia muy importante. El perverso propone, instruye. Lo vemos en el masoquista perverso, que convence e instruye al otro. Algunos redactan contratos, que son muy interesantes. Hay un libro sobre masoquismo increíble, de Deleuze, La presentación de Sacher-Masoch. Masoch fue un escritor del siglo XVIII de cierta valía. Pasó a la posteridad a partir de que se tomara su apellido para denominar al masoquismo. Deleuze describe los contratos que firmó el personaje del libro, Severino, con Wanda, en donde se ve con mucha claridad los elementos que debían estar en la escena masoquista. En estos contratos se leen los elementos sustanciales del sujeto masoquista, por ejemplo el montaje reglado de la escena, la monotonía que tiene la misma. La escena se tiene que repetir una y otra vez. La escena perversa inscribe una ley a ese goce, por eso el mismo contrato es una ley. Lo que allí se inscribe es el sometimiento y la devoción del sujeto. Se ve allí la ausencia de amor y la falta de acto sexual tradicional. Todo eso está descrito en esos contratos, además de las reflexiones de Deleuze.

Decíamos que el neurótico estaba en relación a su fantasma y por el otro el perverso, que avanza haciendo una escena en relación al fantasma. Lacan decía que al neurótico el fantasma le va como las polainas al conejo, es decir, si quiere avanzar sobre eso va a tropezar o va a tener miedo. Por eso fascina mucho cuando alguien aparece sin detenerse ante estos tropezones y constituye la escena en toda su dimensión.

Lacan hace una precisión en relación al ofrecimiento que tiene el masoquismo hacia el goce del Otro, lo cual es fantasmático. Lo que el fantasma vela y lo que en realidad el masoquista busca es la angustia del Otro a través de identificarse al objeto a. Como resto, el perverso se identifica al objeto, como despojo, como humillación, denigración o basura. La perversión está en relación a la renegación de la castración, mientras que la neurosis está en relación a la represión. La renegación del masoquista perverso se da en identificarse y ser objeto resto, lo que hace es restituirlo a la estructura y así reniega que a ella le falte algo. Esto que falta, él lo restituye por la vía de hacerse ese objeto. Se trata de un objeto denigrado, de despojo.

Cuando se piensa al partenaire del masoquista perverso, se piensa popularmente en uno sádico. No necesariamente es así, porque no hay complementariedad sádico-masoquista. Esto es porque si el partenaire del masoquista fuera un sádico, el masoquista se privaría de instruírlo, de convencerlo. El perverso, en el terreno de la seducción, va haciendo la puesta en escena de a poquito en un modo de convencer, de instruir. Este camino en un sádico es innecesario y este atajo no le entusiasma al masoquista. Hay que recorrer el camino, o sea, él va armando el montaje de la escena: el lugar, el látigo, los lugares, las reglas. Esas reglas siempre le otorgan todo el poder al partenaire, para poder hacerse objeto del Otro. Severino, el personaje de La Venus de las Pieles, una de las novelas más importantes de Sacher-Masoch, decía que esa mujer vestida de pieles y con látigo que lo humilla hasta hacer de él un esclavo, que es esa es su criatura. Pero para eso, tenía que montar toda la escena y hacer los contratos.

En general, el partenaire del masoquista perverso no se va a encontrar en el campo del sádico perverso, sino entre los neuróticos. El sujeto se va a fascinar con la propuesta, aunque no todo va a ser fascinación, sino que también va a haber un punto donde se angustie y se quiebre, como sucede en estas películas que les mencioné. Esto es porque el neurótico no aguanta la presencia de un sujeto transformado en despojo muy desvalorizado, en basura. La dificultad del neurótico con el perverso es la de avanzar por un terreno que no se rige según su deseo, sino que se rige por una ley que en principio fascina, pero es un territorio totalmente desconocido. Otra cuestión que puede generar el quiebre es sentir que queda atrapado en una escena fija, sin salida. La escena perversa -masoquista, sádica o la que sea- siempre tiende a tener una fijeza. Se arma la escena con elementos que no cambian. Entonces, el neurótico puede sentir que queda atrapado en una escena fija. Además, en la escena perversa no es tan importante la cuestión amorosa, por lo que el neurótico puede temer que al quedarse sin el recurso del amor pueda sentir que queda fácilmente descartable, lo cual no es sencillo de sostener.

Si un contrato determina la forma de derechos y obligaciones, en la firma explícita del consentimiento contractual, el personaje queda atrapado en los deberes. Esas cláusulas lo van reduciendo a un nivel de objeto y esa es la idea: un objeto residuo y desechable. El masoquista perverso trata de realizar esa identificación en esta mostración sobre la escena. Con ese procedimiento pone en juego la renegación de la castración.

Masoquismo moral. En contraste con la escasa demanda de análisis del masoquista perverso, el que puebla nuestra experiencia es el masoquismo moral. Yo lo llamo masoquismo neurótico. Tiene menos prensa y espectacularidad que el masoquismo perverso. Hay una desconexión entre su actitud y las escenas de sexualidad y también, la gran diferencia, es que el neurótico consulta porque le pasan cosas. Es cierto que esta cuestión de la posición de masoquista moral no aparece en la consulta con tanta claridad. Viene como cualquiera a plantear algo de su vida que no anda. En el transcurso del análisis aparecerá este posicionamiento fantasmático respecto a su identificación a ser un objeto más desvalorizado. Es el sujeto donde aparece más claramente la mortificación psíquica, en donde aparece la cuestión del maltrato del otro, o porque el destino y la vida… Aparece el lamento, tanto el maltrato sea de la pareja, de la familia, del trabajo, la vida misma. hay una cuestión de víctima permanente acerca de eso. No siempre les va a mal en su vida, pero en los autorreproches acerca de su posición ante el otro de lo que le pasa en la vida siempre aparece una necesidad de mostrarse mal y enfatizar al padecimiento, como si fuera el único e importante de la existencia. Pueden convertir un débil y cotidiano inconveniente en un drama terminal.

El masoquismo va más allá de una queja de la dificultad o la infelicidad común, como Freud decía. Es el padecimiento lo que importa, ya sea por circunstancias de la vida, en manos de alguien o circunstancias del destino. Se pone primer plano el padecimiento y se deja de lado cuando aparece algo donde el sujeto pueda ser valorado. Hay una fijeza que tiene el fantasma del masoquismo moral. Por ejemplo, un hombre relata peleas con su esposa acerca del tema de los hijos. Se divorcian, pasan 4 años y cuando tienen que reunirse para resolver cosas de los hijos, él cuenta lo que habló con su ex, pero de la misma manera que cuando estaba en la separación. Reproducía la escena donde él era maltratado y se llevaba la peor parte. La escena estaba intacta, él la mantenía igual.

Otra mujer, permanentemente sufría sus relaciones amorosas porque llegaba el momento donde el otro la dejaba. Ella decía quedar abandonada, en menos, que no estaba a la altura, etc. Después de un cierto trabajo, ella vuelve a salir con alguien y en un momento ella advierte que no lo amaba. Por primera vez en su vida, ella plantea el corte. Ahí ella cambia su posición subjetiva. Cuando ella se refería al corte, su tendencia era contar como que él la había dejado. Ahí está esa fijeza del masoquismo moral, del ser menos, del padecimiento.

Pregunta: ¿Qué relación hay entre masoquismo moral y superyó?
A.F.: El masoquista moral tiene permanentemente el peso de la culpa, las auto prohibiciones, los autorreproches. No son conceptos equivalentes, sin embargo.

Pregunta: ¿Cuál es el lugar del analista?
A.F.: El masoquismo moral es inconsciente, no es un anhelo yoico. En la transferencia, hay que tener cierto cuidado de no caer lo que en el lazo social sucede: se los reprende por su actitud de ponerse en menos y no moverse para ser más valiosos. Ahí quedamos fuera de la posibilidad de intervenir en un piso diferente del que está en juego, que es la construcción del fantasma. El paciente ignora la construcción de su fantasma masoquista, por eso decimos que es inconsciente.

Pregunta: ¿Cómo es que el masoquista perverso busca la angustia del otro?
A.F.: Lo que aparentemente busca es el goce del otro, pero lo que verdaderamente busca es la angustia. Esto es porque la angustia del otro viene a encarnar el objeto que finalmente cubra la castración del Otro. Este es el circuito que cierra, a partir de la angustia del otro. Es lo que le confirma que él es el objeto basura que falta para cubrir la castración y renegar de ella.

La diferencia entre masoquismo moral y perverso es que el primero encarna al objeto desde el fantasma, mientras que el segundo lo hace desde la escena.

Pregunta: ¿Cómo diferenciar masoquismo de las melancolías, en el sentido del sujeto como resto?
A.F.: En la melancolía la identificación al objeto es masiva como ruina y caída, no como humillación. El manto que cubre al melancólico no solamente es sobre sí mismo, sino sobre el mundo. Lo que para un melancólico podría cumplir con ese objeto ruinoso podría ser tirarse por la ventana, por ejemplo. Hay mucha diferencia entre una posición y la otra, la identificación en distinta.

Pregunta: (pregunta por el fantasma masculino)
El fantasma masculino plantea la cuestión del búsqueda del objeto, en relación al masoquismo femenino, que llega a enunciarse como “Haz de mi lo quieras”, es decir, un objeto ofrecido a la entrega.