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miércoles, 5 de junio de 2024

El amor en la neurosis obsesiva

No hay un desarrollo específico sobre el amor en la neurosis obsesiva en Freud y Lacan, sino que es algo que hay que construir mediante las referencias. Por ejemplo, estas referencias están en: 

  • El mito individual del neurótico 
  • Variantes de la cura tipo.
  • Seminario V.

El amor en los tres registros

El amor no es un concepto simple, sino que admite un despliegue. Lacan lo trabaja en los tres registros en distintos momentos de su enseñanza, que se articulan unas con las otras.

El amor imaginario. Aquí se ponen en juego algunas variables que tienen que ver con la dimensión especular del amor, es decir, la identificación. El amor en su dimensión especular implica el amor al semejante, lo igual y lo afín. Se ama a lo que es igual a uno mismo, lo que sostiene el narcisismo y a lo que sostiene al yo. 

El amor imaginario, a su vez, se contrarresta con la agresividad, en la medida que el semejante presenta un elemento que vaya en contra del narcisismo y fragmente la imagen. Puede ser un cuestionamiento, una interpretación, no seguir con la afinidad. Lo que no es la mismidad, pone en juego a la agresividad porque fragmenta el espejo.

El pasaje de amor a la agresividad es bastante habitual y está presente en los trabajos del narcisismo y las cuestiones de lo imaginario. Si tomamos los aspectos imaginarios, estas conductas pueden ser extremas, tanto un pegoteo narcisista como la agresividad. El pasaje de las pasiones imaginarias del amor al odio pueden ser abruptas. Esta clase de amor implica a la agresión, depende si la imagen está completa (amor) o fragmentada (agresividad). No hay una sin la otra y lo que pacifica esos planos es lo simbólico, presentado como lacan como el pacto simbólico de los significantes. El pacto simbólico de los significantes da lugares, roles y leyes al funcionamiento imaginario.

La otra dimensión imaginaria es el reconocimiento. El semejante que reconoce al sujeto en su imagen completa es al que se ama, o sea que también sostiene al narcisismo.

La idealización. Esta dimensión del amor está entre simbólico e imaginario, porque remite a un elemento de lo simbólico que comanda a este último: el ideal del yo. Se ama a aquello que se idealiza, aquello que se ubica del lado del ideal del yo. En el lenguaje popular aparece como admiración y está en el plano de lo que Freud ubica de la relación del amor con la sugestión en Psicología de las masas. Cuando uno ama, queda hipnotizado por aquel que ama y uno queda sugestionado. Para que eso pase, hay que ubicar al amado en el lugar del ideal del yo.

El amor simbólico: amor como falta. "Dar lo que no se tiene" implica la castración, la falta a nivel de lo simbólico que pone en juego la dimensión del amor en relación al falo y la castración. Se trata del amor ligado a la dimensión del deseo. El deseo es en falta, pero no se trata del deseo que se desplaza por los significantes que el amor que implica al deseo. Se trata de un amor en falta, situado en dar lo que no se tiene. 

Para dar lo que no se tiene, solo puede darse en posición de falta y de castración. Esta dimensión del amor en falta puede o no articularse -incluso ir en contra- del amor imaginario. Mientras en el amor imaginario se sostiene la imagen completa del narcisismo, en el amor de dar lo que no se tiene implicará una falta a nivel del narcisismo, una división subjetiva. Adelantamos que esto, en la neurosis obsesiva, suele ser difícil pues requiere ubicarse en el lugar de falta.

El amor real (registro). Lacan lo trabaja, por un lado, a nivel de la pulsión y el objeto a. esta dimensión del amor no implica al deseo como la simbólica, sino al goce. Implica la relación que el amor tiene con el objeto a y lo que Freud trabaja como punto de fijación. Se ama desde el fantasma, según Lacan. Se hace lazo amoroso con el otro en el punto cumple con una condición fetichista de goce. El ejemplo en Freud es "el brillo de la nariz" (glanz/glance), donde encontramos el rasgo de atracción que le gustaban a ese hombre y que lo enamoraban. Glance en inglés es brillo, mientras que glanz en alemán es mirada, lo que pone en juego, fantasmáticamente, lo que guía la pasión amorosa.

En esta dimensión real, ligada al objeto fetichista y al fantasma, se pone en juego la dimensión de la pasión. Apasiona algo en la dimensión del objeto, no en el deseo sino en el goce. Es un punto en el amor que lo vuelve pasional. El sujeto no puede dominarla, sino que se lo lleva puesto, porque tiene que ver con una dimensión real: la pulsión -o el goce- que se impone. 

Lacan también trabaja el amor real al hablar del amor como contingencia, en el sentido de tyché, el encuentro no previsto ni ubicado según las leyes previas del significante y el fantasma. Del otro lado aparecen signos donde no debería haber relación sexual. Allí donde no hay encuentro posible, aparece del otro lado un signo que provoca un efecto amoroso. Ese elemento es contingente, novedoso en el amor, que se pone en juego como segunda dimensión del amor real.

💚Como vemos, las teorizaciones del amor tienen bastantes puntos de la teoría, desplegándolo como concepto en las distintas dimensiones. 

En cuanto a la neurosis obsesiva, Lacan desde el comienzo pone en juego distintos aspectos que tienen que ver con lo amoroso. Hace referencias particulares al amor de los obsesivos, que tiene que ver con sus variables estructurales. En la clínica aparecen varias presentaciones de esta neurosis, aunque en la teoría aparezcan teorizaciones reducidas y tipificadas.

La pregnancia del amor imaginario

De entrada, en Variantes de la cura tipo, Lacan plantea que el obsesivo imaginariza las cuestiones del amor. El obsesivo, dice Lacan, arrastra hacia la jaula de su narcisismo al objeto de amor. Por ejemplo, el Hombre de las ratas lo hace con su padre idealizado y también a la dama de sus pensamientos. 

El obsesivo se ubica en el amor por la vía del semejante, a nivel de lo imaginario. Ama aquello que lo que sostiene su propio narcisismo, lo que le devuelve una imagen completa. Lo que no sostiene su narcisismo le resulta una amenaza, a la cual responde con agresividad.

Esta posición en lo amoroso, esta tendencia a la imaginarización de lo amoroso, implica pensar en términos de lo igual. Un obsesivo busca a alguien que le sostenga su narcisismo, ya sea de superioridad, su saber, su capacidad de proteger, de poder, etc. También aparece el "amor siempre igual", el amor aburrido y dormido en el obsesivo, rutinario, lo conocido. 

La dimensión que implica este tipo de amor, sostenida por Lacan en toda su obra, es la inflación imaginaria en la que se sostiene el obsesivo. Esto está en El mito individual del neurótico (anterior al seminario 1) hasta el seminario 24, cuando habla de la fábula de la rana que se puede parecer al buey. Esto ya está situado a nivel del sinthome del obsesivo: la dimensión imaginaria y del yo es la que el obsesivo se sostiene y padece. Por lo tanto, cuando el obsesivo se enamora aparece imaginarizado.

La dimensión del deseo en la neurosis obsesiva: el deseo imposible

En la obsesión, el deseo aparece imposible, según leemos en el seminario 5. El deseo aparece como imposible porque encierra una paradoja. El deseo es deseo del Otro (están incluídos ahí el deseo propio y el del Otro) y la paradoja es que desea al Otro sometiéndose a él, o desea para si. Lacan hace unas referencias al amor, que tienen que ver con una báscula en el obsesivo, que es darle todo al Otro y someterse a él, o eliminar al Otro para satisfacer su propio deseo. En ambas puntas el deseo se vuelve imposible y el obsesivo pasa de una punta a la otra. Es dar todo al otro o destruirlo para que todo sea para él. 

En la histeria, el deseo es insatisfecho y la solución es mucho más elegante, según Lacan. En la neurosis siempre hay una estrategia para evitar confrontarse con lo enigmático del deseo del Otro. El histérico sustrae algo que pone en reserva y así captura el deseo del Otro. Por ejemplo, en la Bella Carnicera (falta el caviar), Lacan lo trabaja como opuesto al deseo imposible. El histérico logra, con su deseo satisfecho, reducir la cuestión a un punto. En cambio, el obsesivo pasa de los dos extremos que vimos: todo para el Otro o todo para él.

La estrategia del obsesivo es degradar el deseo del Otro a la demanda, porque según dijimos, ese deseo es enigmático y esta estrategia le permite controlarlo. El obsesivo vacila entre someterse a la demanda del Otro como deseo (en realidad, lo que dice que el Otro desea, la demanda), en una posición oblativa de darle todo ó bien del aislamiento: eliminar al Otro. En esta última dimensión, hay una dimensión destructiva del Otro. Por ejemplo, el obsesivo espera la muerte del amo. No es sadismo, sino un intento de quitarse al Otro de encima. En el amor, estas dos posiciones se ponen en juego.

El obsesivo también demanda que se le demande, para llevar un control del Otro y su deseo enigmático. Puede, de esa forma, someterse a la demanda u oponerse.

La segunda paradoja que se pone en juego que tiene que ver con el dar lo que no se tiene, el amor en falta. El los extremos de darle todo al Otro o dárselo a si mismo no se pone en juego el amor simbólico. Es una especie de simulacro del amor castrado, porque dar todo al Otro se asemeja a dar lo que no se tiene, pero no es eso. En muchos casos, los obsesivos parecen ponerse en falta, pero en realidad es una posición oblativa. Cuando el "dar todo" se acaba, el obsesivo vira hacia el aislamiento. El amor en falta no es una oscilación entre dar todo o nada, sino que tiene que ver con amar desde la división subjetiva. 

La pasión del obsesivo

La dimensión del objeto a nivel de la pasión en la neurosis obsesiva está planteada por la pregnancia de dos objetos en Lacan: el objeto anal y el objeto mirada. Estos objetos se ponen en juego a nivel de la pasión del obsesivo, no en el deseo ni del amor imaginario.

En cuanto a la dimensión anal, aparece la oscilación -en términos pulsionales y del fantasma- entre el regalo excrementicio y la retención. dar lo que el Otro espera como objeto agalmático para el Otro y el retener, sustrayéndose a la demanda del Otro. En este plano anal del objeto, esto se pone en juego a nivel del goce. es darle al Otro lo que espera (que debería amar y agradecer) o bien retener ese regalo bajo el modo de la oposición y la retención. Esto está ligado también a la relación que tiene el obsesivo con la demanda del Otro. 

El obsesivo aquí también puede someterse a esta demanda u oponerse, en un nivel pasional, capturado en esa demanda. En este punto, el obsesivo no elige, sino que no puede evitarlo. Está capturado en la dimensión amorosa de la demanda del Otro. En algunos casos, el obsesivo se somete en extremo a esta demanda ó pasa a oponerse agresivamente, incluso al nivel del capricho.

Los dos tiempos en el amor obsesivo, tal cual lo enseñó Freud, son fundamentales, tanto para el deseo como para el goce. Esto suele confundir a las personas que aman a a los obsesivos, porque no es una forma única de amar, sino que tiene dos tiempos.

La dimensión de la mirada es otra de las formas pasionales de amor en la neurosis obsesiva. Esta se liga con lo que veíamos entre lo imaginario y lo simbólico: la idealización y el ideal del yo. En la neurosis obsesiva no hablamos solo de la idealización simbólica de tomar al otro como ideal, sino una captura del sujeto a nivel de la mirada. El obsesivo, así, queda apasionado por esa idealización. Es una forma de amor que aparece en la literatura de manera idealizada, apasionada, al estilo del amor cortés (la hazaña, la valentía) que se bate contra los dragones para rescatar a la princesa. En estos géneros, el objeto amado está idealizado y la satisfacción pulsional del objeto mirada que captura al obsesivo, que queda apasionado. Muchos amores obsesivos comienzan de esta forma: apasionados, que los arrastra, no se pueden detener y luego dan lugar a otras formas. Se trata de una conjunción entre la idealización simbólica y de la mirada.

La dimensión de la degradación de la vida erótica

Freud lo trabaja en términos de la oposición entre la madre y la puta. Tiene que ver con el amor simbólico del dar lo que no se tiene, pero requiere de cuestiones que no abordarlos aquí. Se trata de una dimensión que puede darse en el obsesivo, pero la disyunción de la vida erótica es también masculina.

En resumen, la posición amorosa en el obsesivo:

- Pone en juego lo imaginario, lo afín.

- El pasaje entre los opuestos de la oblatividad y el aislamiento.

- La pasión de la dimensión de la satisfacción anal de dar el regalo o retenerlo.

- La pasión de la idealización del objeto mirada.

Más allá de situar los puntos sintomáticos en la clínica, interesa ubicar los modos amorosos en la neurosis obsesiva. Los síntomas que le perturban su amor son harto conocidos (ej. la duda, la procrastinación), lo interesante aquí es cómo se enamora un obsesivo y de qué lazo amoroso se trata. Estas formas se ponen en juego por sus variables estructurales, no por sus síntomas.

Tanto el amor contingente (lo real del encuentro) como "dar lo que no se tiene" son puntos de conflicto para el obsesivo. El amor en falta se pone en contra de la dimensión imaginaria del amor, no fácil de soportar para el obsesivo, pues requiere una posición de división y eso rompe con su narcisismo y su imagen completa. Esto ocurre en momentos de mucha angustia, porque aparece la falta.

La dimensión de lo contingente, el punto del encuentro con lo no previsto y lo que no está establecido a nivel del narcisismo ni del fantasma que clasifique los objetos, también inquieta al obsesivo. Estamos hablando algo de lo propiamente femenino, la aparición del algo del "no todo", algo de lo hetero. El obsesivo, ante esto, traduce en términos de demanda, de narcisismo o de oblatividad... El obsesivo no soporta fácilmente lo "hétero" ni la contingencia, ni la falta.

En el seminario 17, Lacan habla de histerizar al obsesivo. Se trata de la puesta en forma de la entrada en análisis, que es el discurso histérico: que el agente quede en lugar de sujeto barrado. Un paciente no pasa a este discurso tan fácil, si el analista aparece en su discurso de analista como objeto, el paciente huye. 

La entrada a un análisis es a partir de la división subjetiva, que se pone a trabajar en análisis. Esta histerización se da para cualquier análisis, sea una histeria o neurosis obsesiva. El obsesivo, producto del análisis, tiene que empezar a soportar su división subjetiva: soportar su falta, flexibilizar sus modos de amar, etc. La división se da en tanto distancia entre el yo y el sujeto, cosa que al obsesivo le cuesta. La histeria, en cambio, lo hace naturalmente desde los 4 años. Un obsesivo, lo logra a los 45 y cuando lo hace es algo que no lo puede creer: salirse un poco del yo y del narcisismo. Desde ahí, puede soportar algo de su división, tratar de dar lo que no se tiene, etc. 

Lacan también formaliza que el análisis feminiza a todo quien entre en el dispositivo analítico, es decir, pone en juego la dimensión del no todo y de lo hétero, de lo otro. La operación de feminización del análisis produce también una flexibilización. Puede ser el Otro goce o lo otro. Nada de esto es fácil para el obsesivo y no es algo que aparezca al inicio de un análisis, porque soportar lo otro va más allá del narcisimo, de la falta, de la idealización... 

Fuente: Notas de la conferencia "El amor en la neurosis obsesiva" dictada por Patricio Álvarez Bayon del 7/7/22 en Causa Clínica.

viernes, 19 de junio de 2020

La voz y la mirada en la clínica psicoanalítica.

Notas de la conferencia dictada por Benjamín Domb, el 23/04/2019

Todas las necesidades del ser humano están contaminadas por otra satisfacción, que es otro goce, que es el goce fálico, el goce de la palabra. Los seres humanos gozamos, no comemos pasto. Comemos comidas que nos gustan porque nos da satisfacción. Esto tiene que ver con que somos seres hablantes.

¿Cuál es la importancia clínica de las pulsiones? Muchas patologías que nos encontramos en la clínica de hoy en día se refieren a las pulsiones. Las pulsiones están mezcladas y articuladas. Hagamos una rápida referencia:

Pulsion oral: El objeto oral es el pecho. bulimia, anorexia, drogadicción. Alcoholismo. Cigarrillo. ¿Qué podemos decir de la oralidad? La gente se droga, come desaforadamente, por la angustia. Son remedios que uno encuentra para mitigar la angustia o la depresión. Todo esto comienza con la teta, que es lo que la madre le da cuando el chico llora. Los padres muchas veces no saben qué hacer con la angustia del niño y le tapan la boca. Los sustitutos de las pulsiones son para tapar la boca. Hay muchas suplencias de la teta, del chupete. 

Pulsión anal: Su objeto son las heces. La constipación, la diarrea. La tacañería. Hay sujetos que no pueden perder absolutamente nada. Retienen, no tienen posibilidad de dar. Hay otros que se hacen cagar. Se tratan de patologías derivadas de la pulsión anal.

Estas pulsiones, la oral y la anal, son “de la vieja época”, las descritas por Freud. Lacan agrega la voz y la mirada.

Pulsión escópica: El objeto de la pulsión escópica es la mirada. No es lo mismo la mirada que la visión. Lacan dice que los ojos están hechos para no ver. Lacan pone el ejemplo de la latita que está en el mar, que te ve. El ejemplo más claro para mi es cuando uno se mancha la camisa: esa mancha lo mira a uno. La mancha es una mirada. Alguien que se arregla y se pasea, también lo mira a uno. La mirada es lo que te convoca a la visión, como los cuadros de las pinturas también tienen que ver con atrapar la mirada. 

Las patologías referidas a lo escópico son las patologías del narcisismo, al cuerpo, a cómo te ves. Tiene que ver con el estadío del espejo. Tiene que ver cómo te miraron. Hay una poetisa, Elvira Sastre, que define la soledad como mirar a alguien que no te mira. Cuando el Otro no te mira, estás sonado. Esto puede ser por la neurosis de los padres, que hacen que el chico tenga problemas en su constitución. 

Pulsión invocante: Es una pulsión que tiene que ver con la voz (objeto), que no tiene que ver con cantar. La patología que tiene que ver con la voz del superyó. El psicótico escucha voces que le hablan, es una voz que no se introyectó.

Todos los objetos de la pulsión son objetos que se pierden. Uno no toma la teta toda la vida, sino que se toma un tiempo. Los objetos perdidos se sustituyen por otros objetos que la sociedad ofrece constantemente para que uno satisfaga las pulsiones, por ejemplo la droga. Las heces también se pierden, así como la mirada y la voz. 

La voz se pierde cuando uno adquiere el lenguaje y comprende. El sujeto se queda con el significante y el sentido y la voz se pierde. Queda tapada por el qué me quisiste decir, qué dijiste. Un analista puede captar el sonido y el sentido. La poesía implica capturar el sonido y el sentido. Borges hacía mucho incapié en que la musicalidad y en el sentido estaba la buena poesía. Lacan, al final de su enseñanza, dijo que el psicoanalista tenía que ser un poco poeta. El buen poeta capta el sonido con el sentido, entonces la misma palabra que puede querer decir en un sentido una cosa, en el sonido puede decir otra. Una buena interpretación hace coincidir el sentido con el sonido. 

El ser viviente está separado por un abismo del ser existente humano, dice Heidegger. Entre el viviente y su voz, entre el viviente y su lenguaje se abre un abismo. Cuando uno adquiere el lenguaje, pierde la voz. Queda capturado por el lenguaje, por eso que me dijiste y la voz se pierde. Sabemos que los pacientes que le gritan a las parejas, justamente se escucha el grito y se pierde un poco el sentido de lo que dicen. El chico no nace con lenguaje, sino con el llanto, el gorgojeo o el laleo, pero no tiene lenguaje. Al adquirirlo, se pierde la voz. 


Heidegger hablaba de La Voz, así con mayúscula, que era la voz de la consciencia, la voz interior. El psicoanálisis habla de superyó, que te habla de manera cruel. Y también tenemos las voces de la psicosis, que siempre son denigrantes y maltratan (insultan, degradan). La voz no ha sido introyectada y la voz te habla desde afuera. El superyó también maltrata, pero una cosa es tenerlo adentro y otra cosa es que te hable de afuera. Al adquirir el lenguaje se abre un abismo con la voz. El perro tiene voz, ladra, pero no tiene lenguaje. El lenguaje marca una diferencia con los animales. El hecho de hablar condiciona al cuerpo. No es lo mismo el cuerpo del que habla del que no habla. Isidoro Vegh dio un ejemplo: a él le gusta la ópera y parece que ahora viene subtitulada. Uno escucha la voz, porque no entiende latín ni italiano, pero cuando le ponen el subtítulo y se pone a leer, se pierde la voz. A uno le puede gustar un tema en francés o en japonés y gustarle la melodía, ahí se escucha la voz. Pero cuando entiendo lo que quiere decir, pierdo la voz.

La patología del superyó que te ordena se ve mucho en la neurosis obsesiva. El superyó no es el ideal del yo, en el grafo del deseo de Las formaciones del inconsciente y en La subversión del sujeto, Lacan pone la voz en relación al Otro completo, al Otro inicial. La voz está en relación a un Otro absoluto. Lacan dice “El Otro no existe”, pero cuando uno nace y se es una cachorro humano prematuro, sin valimiento propio, hay un Otro que lo sostiene. En general es la madre, y Melanie Klein fue quien habló de ese superyó temprano, que es el superyó materno. Si se efectiviza la castración y se introyecta la voz, se conforma la pulsión invocante. La castración se transmite desde el inicio desde el discurso de la madre. La castración está en la estructura y ella la transmite. El niño también atraviesa el complejo de castración, que tiene que ver con la presencia del Nombre del Padre. Este complejo es fundamental para que haya un neurótico y es lo que lo diferencia de la estructura psicótica. En la forclusión del Nombre del Padre no hay castración. ¿Qué quiere decir la castración? Que todo no se puede y que hay pérdida: al hablar, se pierde la cosa. 

Hay una última definición de Lacan sobre la pulsión: el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir. Es una definción que está en el seminario del Sinthome (23). Está hablando de 3 instancias:

  • El decir, que es el decir del Otro, de la madre. Lo simbólico.
  • El cuerpo, donde resuena ese decir del Otro. Lo imaginario, porque en el ser humano el cuerpo es imaginario. No es el cuerpo del animal de la biología, sino que se constituye a partir del Estadío del Espejo. 
  • El eco. Lo real, el objeto a, como podría ser la voz. 
Esto Lacan lo dice discutiendo con lo que él llama los filósofos ingleses, porque no son psicoanalistas. Para ellos, todo se reducía a lo pre-edípico, que era lo oral o anal. Ellos dividían las etapas (oral sádica, etc), pero eliminaban absolutamente lo que tenía que ver con el padre y la castración. Se ocupaban de la maduración del yo, como los conductistas y los cognitivistas. Para el psicoanálisis, el hecho de hablar trastoca el cuerpo.

Los psicóticos no tienen pulsión, lo digo así. No está esa otra satisfacción, vemos esa cosa automática en fumar o en comer. Tampoco hay lazo social. En el psicótico la terceridad, que puede ser padre o lenguaje, no se ha inscripto. En el seminario III Lacan habla del inconsciente a cielo abierto en la psicosis, eso quiere decir que todas las figuras de la que habla el psicótico son exteriores a la estructura, no están incorporadas, no se produjo la identificación que se produce en las neurosis. El psicótico queda además aislado, sin lazo social.

El psicótico habita el lenguaje, pero no el discurso. No tienen un yo constituido, así que no se apropian del discurso ni del cuerpo. Por eso en los hospitales se ven cosas terribles, como una chica que se arrancó la nariz o un ojo. El cuerpo de la psicosis es del Otro, no es propio. Cuando Lacan habla de la pulsión como eco del decir, un decir implica que esté ligado a un sujeto. Hablar no es un decir, un decir implica castración, deseo en tanto al sujeto. No hay algo del orden del decir cuando se constituye la psicosis. Por supuesto, hay una amplia gama de psicóticos, es el uno por uno, y hay gente que puede habitar una estructura psicótica estabilizada  y nunca desencadenar. Cuando hablo de un decir, me refiero a que la madre no use a su hijo como un tapón, porque hay madres que aunque amen terriblemente a sus hijos, lo usan de tapón de sus faltas. No es un sujeto ni nadie que quieran ver crecer. No se trata del hijo como objeto de deseo, sino de un tapón y a veces como resto. Entonces, el decir tiene que incluir un deseo y por ende, la castración. 

Las pulsiones se constituyen a partir de la demanda del Otro, que puede ser “tomá la teta” o “hacé caca” para la pulsión oral y anal. La analidad y la oralidad se constituyen a partir de un pedido de la madre de que un niño coma o que haga “un regalito”. Eso tiene que ver con demandas, concretamente. Frente al deseo del Otro, se constituye la pulsión invocante y escópica. Si no hay deseo y demanda del Otro, el sujeto no se constituye. Yo hago esta distinción, pese a que en toda demanda hay un deseo. La mirada y la voz, que son más consecutivas, transmiten algo del orden del deseo. La demanda en cambio es más inmediata. En la topología que Lacan enseña hay toda una vuelta con la demanda que no siempre incluyen un deseo. Antes hablábamos de psicosis, y el psicótico no demanda. Te pueden pedir algo concreto, pero no demandan amor. La demanda es demanda de amor, que no es el “Dame agua, dame un cigarrillo” del psicótico. El deseo implica la falta y eso no tiene que ver con los ideales sociales. El deseo se puede transmitir más por la mirada y la voz.

No hay relación sexual. Significa que la palabra se impone entre uno y el otro y en tanto hay lenguaje no hay relación. En los animales hay relación sexual, porque está regida por el instinto, la biología, como el celo. Solo las tienen en el caso del celo y con fines recreativos. En cambio en el ser humano hay unas apetencias, otra satisfacción. El goce del hombre, por otro lado, no es el mismo que el goce de una mujer. Hay un goce extra en las mujeres que el hombre no tiene por tener un pene. Si una mujer puede entregarse a ese goce, ella puede, desde la posición femenina, gozar con todo su cuerpo. En el ser humano, no hay relación sexual y eso da lugar a la neurosis, que es una manera de suplir esta falta. Se tienen hijos porque no hay relación sexual. Que no haya relación sexual es un real que permite inventar diversas cosas, como vivir una vida. Enfrentar lo real de la vida es ver qué hace uno con eso que le dieron. 

El agujero de la castración depende del Nombre del Padre. Depende de que haya algo que ponga un límite. La sexualidad fálica depende de que haya castración, Nombre del Padre. En cambio, la sexualidad femenina está más allá del padre. Los ideales son una cosa y otra es lo que uno hace con su vida. Cuando Lacan hace el nudo borromeo, Lacan pone muerte n lo simbólico, cuerpo en lo imaginario y vida en lo real. La vida es del ser viviente que no habla y nosotros en nuestra estructura tenemos algo que no habla, no todo se puede decir. La castración es el límite que pone un padre, punto. Sea quien sea, hétero u homosexual, el que separa al niño del Otro, castra. La represión, en cambio, es que no todo puede decirse. La palabra no alcanza y por ese agujero donde la palabra no alcanza, no todo es simbólico. Hay algo que es real, que no se dice porque es absolutamente imposible hacerlo. 

La voz y la mirada son especies del objeto a. Lo real va más allá del objeto a, si bien el objeto a forma parte de él. El objeto a puede ser también un objeto tapón. El cuerpo está agujereado y el narcisismo tiene que ver con la piel, con la unificación de la piel. Por otro lado, los oídos son los únicos agujeros que no se cierran solos. Lacan mismo, durante su enseñanza, separó el objeto a de lo real. El objeto a es el objeto de la pulsión y se constituye cuando se pierde. Un niño que acaba de tomar la teta sigue chupando sus propios labios. El objeto viene a taponar un agujero y hay un sin fin de objetos ofrecidos para tapar el agujero. Si bien parte del objeto a es real, no es lo único real que hay. Lo real es el agujero, sea de la boca, del ano, de los ojos o de los oídos. Y el agujero de la vida también es real. ¿Qué hago con la vida? La vida es un real que hay que habitar. Lo que un analizante dice es un relato de lo real, más allá que el análisis concretamente también lo sea. 

Lacan habló mucho de la pulsión escópica, desde el estadío del espejo a los esquemas ópticos. En cambio, de la pulsión invocante hay menos. Sin embargo, Lacan llega a decir en el seminario de la angustia, que si hubiera un elemento a privilegiar como originario y fundante, sería el sonido de la voz. A partir de que un sujeto aparece en este mundo, escucha la voz: le hablan, le cantan y eso lo tranquiliza. A veces la voz es tranquilizadora, voz que luego se pierde. La voz luego se transforma en la voz del superyó. 

Lacan dijo que luego de hacer un psicoanálisis, venía algo llamado contra-psicoanálisis. Si el psicoanálisis era el análisis de todo lo que había pasado y se había enredado en la vida en relación a su historia por la vía simbólica, se olvidaba que había una vida real. Lacan dice al pasar, cuando habla de los toros y del nudo, que había que hacer un contra-psicoanálisis: después de analizarse había que volver a la realidad. Y hubo muchos, por ejemplo en la EOL, que creyeron que todo era contra-psicoanálisis. Entonces rechazar hablar, los sueños, no hablar del padre, del Edipo, de la transferencia, porque eso es análisis. Creo que hay que tomar que Lacan se daba el lujo de decir lo que se le cantaba. El psicoanálisis es acerca de todo lo que en la vida te dejó atrapado en la relación con los Otros y hay un solo psicoanálisis, que incluye lo simbólico, lo real y lo imaginario. No se trata solo de lo real, no debemos reducir a un párrafo la enseñanza de Lacan. ¿Cómo se va a tratar del contra-psicoanálisis si se pasó 30 años reinventando el psicoanálisis?

domingo, 22 de septiembre de 2019

Construcción del fantasma. Problemáticas Clínicas


Notas de la conferencia dictada por Silvia Amigo, el 10/09/2019

La traducción de la obra de Freud de López Ballesteros traduce trieb por instinto. Cuando yo estudiaba, tenía que hacer el esfuerzo por leer pulsión. Trieb en alemán significa impulso y drive en inglés. La traducción de Lopez Ballesteros es del alemán directo, pero sigue la línea de Strachey, que tradujo trieb por instinto. Ya Amorrortu habla de pulsiones. 

Entonces, lo que mueve al humano no es el instinto: Freud introduce, a fines del siglo XIX y comienzos del XX a la pulsión. La palabra aparece por primera vez en Proyecto de una psicología para
neurólogos y el movimiento de la trieb se va a iniciar desde el Otro que cuida al niño hay algo que no se puede inscribir, que e la ausencia de la cosa. Freud dice esto desde el inicio, en este texto que no fue destinado a su publicación. Proyecto de una psicología para neurólogos forma parte de la correspondencia con Fliess, es escrito por él en el tren y se lo manda a Fliess, quien constituye el primer sujeto supuesto saber de la historia, con quien Freud hablaba. Hoy sabemos que el saber de Fliess era delirante: él proponía que la sexualidad se asentaba en los cornetes de la nariz y que había que quemarlos para curar histerias. Más allá de eso, Freud supuso que Fliess sabía y eso hizo que él pudiera producir teoría. Durante muchísimo tiempo.

La pulsión aparece porque algo falta. Ese movimiento va a renovarse si y solo si algo falta. Freud dijo que la pulsión se mueve porque hay una diferencia entre la satisfacción esperada (una unión mítica con la madre, con el Otro) y la satisfacción hallada. Cuando decimos madre, nos referimos al ser humano que desea tener un niño. El deseo de madre puede o no estar en cualquier persona. La satisfacción hallada es parcial a esa satisfacción absoluta y eso constituye la fuerza constante de la pulsión. 

La pulsión se diferencia del instinto, porque en el instinto nada falta. Miren un animal, por ejemplo los mamíferos superiores, instintivamente se para en sus 4 patas y se dirige a la ubre de su madre. Eso no es pulsión. En los bebés humanos hay un reflejo arcaico, que es el reflejo de succión. Eso no es un instinto, sino un reflejo neurológico arcaico, como el Babinski, el moro y todo lo que se toma en al Apgar cuando nace el bebé. El reflejo de succión dura entre 3 y 6 meses. Si no se instala la pulsión oral, el bebé no va a succionar. Es decir, la traducción de trieb por instinto trajo un montón de problemas. Si uno habla con un analista kleiniano, que tiene aportes importantes, es probable que que se ponga rápidamente de acuerdo con que en el inconsciente, en la representación palabra… Pero lo que es difícil que nos pongamos de acuerdo es sobre el concepto de pulsión. Para la corriente kleiniana, que es riquísima, la pulsión es algo con lo que se nace innatamente. Son montantes innatos de pulsión de vida o de muerte. Esa diferencia hace a la clínica, porque no es lo mismo pensar que uno nació con estrella o nació estrellado, con más o menos pulsión de vida o de muerte, que pensar que el montaje de la pulsión debe instalarse y que no se nace con eso. Lo que lo prueba es que en el hospitalismo, el chico al que se le pasa el reflejo arcaico de succión no succiona y por lo tanto hay que ponerle una sonda. El montante de la pulsión se tiene que adquirir y puede fallar. En el hospitalismo, nadie desea a ese niño, porque el hospital puede darle aliementos, higiene. Salvo que una enfermera se encariñe, nadie va a dirigirle una palabra humana deseante.

¿Cuál es la diferencia entre un mamífero superior, como un chimpancé o un gorila, y el ser humano? La famosa historia de que habla. El hablar interfiere con la biología, que entonces queda intervenida. En la biología, una vez satisfecha la necesidad, se terminó. No hay terneros con chupete. En los bebés humanos, vemos que se calman chupeteando y que el chupete no les da ningún alimento. La pulsión de ninguna manera es innata y tampoco los humanos tenemos un instinto que no oriente en el mundo exterior. Dependemos de cómo se nos trata al nacer y para que la pulsión se instale, tiene que vibrar en la voz de la madre algo que no se puede explicar en ningún manual: tiene que venir del inconsciente que ese niño le haga falta. 

Un niño puede hacerle falta de muchas maneras, como algo muy querido, como un objeto de maltrato, le hace falta para algo. Freud hizo una ecuación que fue muy rechazada, dijo que el niño equivalía a un falo, un órgano de goce que a la madre le faltaba. Lacan va a aportar una noción importante: el niño marca lo que a la madre le falta, no lo que viene a colmar, y además que el niño es un objeto de goce para la madre. Esto suena horrible, pero todos sabemos de los problemas e inconvenientes que los niños les traen a los padres. Si el niño no reportara una cuota de goce para ellos, nadie tendría hijos. 

La pulsión depende de si el niño pudo o no pudo formar parte del fantasma de los padres. Tiene que vibrar algo que haga sentir al niño que es algo que a la madre le falta. Hay pulsiones que están apoyadas en necesidades vitales. Están apoyadas, pero trascienden la necesidad vital. La pulsión oral, donde la madre da el pecho, está apoyada en la necesidad de alimentarse. Pero todos sabemos que si se instala la pulsión oral, el niño no va a comer solamente lo que necesita para alimentarse: chupará el chupete, objetos, rehusarse a comer. El decir que no del niño es una formación. Por ejemplo, en la anorexia mental el niño come nada. Los adultos no comemos lo que nos hace falta: comemos de más, de menos, y hay cosas que no queremos comer, por más que sean sanas. Todos tenemos problemas de toda índole con nuestro aparato digestivo.

Freud va añadir pulsiones que no van a tener nada que ver con la necesidad vital. En el humano, una vez que se ha instalado la pulsión oral, lo que se va a llamar carácter oral (orogenital), que Freud la asocia a la histeria, no es solamente comer comida, sino comerse al Otro. “Mirame”, “No mires el fútbol”, “¿A quién miraste por la calle? Mirame a mi”. Es “quiero tu ser”. La oralidad no es solamente la voracidad de comida, sino la voracidad del ser del Otro, querer comerse al Otro. 

En la pulsión anal hay un apoyo en la necesidad de higiene, en la posibilidad de quitarse de encima el sobrante del cuerpo. No se trata solo del esfínter anal y el escíbalo (la caca). La analidad es la proyección de toda la musculación estriada, que es voluntaria, sobre el orificio anal. En la analidad vamos a tener la motricidad, el placer de moverse, el dominio, la apropiación, la ganancia del territorio, la avaricia, la codicia, y lo contrario, como el desprendimiento. El carácter anal es un carácter de dominio y obediencia y no solamente es cagar, cagar al otro, hacerse cagar. 

Estas pulsiones estaban apoyadas en necesidades vitales, pero van a trascenderlas. No hay ninguna necesidad de dominar ni de obedecer, pero hay gente que lo hace. La oral y la anal son pulsiones que tienen que ver con la demanda al Otro y del Otro. En principio, la pulsión anal es educativa, es la demanda de la madre. El escíbalo es lo primero que se cede. En el destete, para ir a la pulsión oral, el niño se desteta bien cuando la madre cede el pecho. Es ella quien se saca el pecho de encima y entonces el niño puede tomar la mamadera solo, puede comer fuera de la madre. La madre cede y pierde el pecho y el niño arma una oralidad más o menos viable. 

Hay otras pulsiones, como encontramos en el seminario de la angustia de Lacan cuando habla de los objetos de pulsión, que tienen que ver con el deseo. Aquí ya no hay ninguna necesidad. Encontramos la pulsión escópica: la pulsión del espectáculo. Spectare en latín es mirar y espectáculo es lo que se da a mirar. Ver es algo que produce placer, como ver una película o una muestra. O nos hacemos ver. Lacan añade la pulsión invocante a partir de algo que Freud había dicho de que lo visto y lo oído en la infancia son fundamentales para que el sujeto arme o no la fantasía.

La voz, el mandamiento, el gritar y el imponer la palabra, el placer de hacerse oír, el canto, todas las funciones que tienen que ver no solamente con la voz fónica (la que escuchamos), sino también con la voz áfona: silencios que hablan. La voz no es el mugido animal. La laringe es una columna y las cuerdas vocales son un esfínter que escanden la columna de aire, produciendo un corte en ella. Si ustedes ven el funcionamiento de las cuerdas vocales humanas, van a verlo. 

Entonces, hay pulsiones que tienen más que ver con la necesidad y pulsiones que tienen más que ver con el deseo al Otro y del Otro y el armado de la pulsión que arma un carácter (por ejemplo, un carácter espectacular), que ya veremos de qué depende.

Freud dice que las pulsiones se elaboran en fantasía, o también -dice Freud- la fantasía es la elaboración psíquica de la pulsión. La pulsión como montante tiene 4 elementos: 

- Fuerza constante, 
La fuente: los agujeros del cuerpo que conectan con el mundo. Boca, ano, borde de los párpados, orejas. El único orificio que no se puede cerrar es la oreja, por lo cual hay que tener mucho cuidado con lo que se dice, porque no hay forma de librarse de la palabra. Son orificios del cuerpo trabajados por el significante. Si ven a un psicótico, van a ver que la boca no tiene tensión. Se babea, la expresión es bizarra. La mirada perdida, que es indicio de gravedad en el niño. Un niño que es mirado con deseo acomoda la mirada a la mirada de la madre. Ahí hay un indicio de desconexión grave. Los párpados son esfínteres que se acomodan a la mirada. 
- El objeto. Es lo más lábil de la pulsión, porque cualquier cosa puede servir para que la pulsión dé su vuelta. La satisfacción hallada siempre es menor que la satisfacción esperada, por eso siempre queda un resto que hace que se siga moviendo. 
- El fin es la satisfacción, que siempre es menor que la esperada.

De estos 4 elementos se arma el primer cuerpo del niño, que es el cuerpo pulsional. Freud decía que la pulsión está en el límite de lo psíquico y lo somático. Es decir, todavía no es enteramente psíquica. Cuando haga la división entre ello e inconsciente, va a decir que el ello es pulsional. Y ello no es lo mismo que inconsciente. En los seminarios de la lógica del fantasma y el acto analítico, van a ver como Lacan pone en puntas distintas de un gráfico e inconsciente.

A lo que Freud va a llamar psíquico es a la elaboración en fantasía de la pulsión. A la vez, este montaje de 4 se da en los destinos de la pulsión: 

- La transformación en lo contrario.
- La vuelta contra sí mismo, que ya exige el segundo cuerpo, que es el cuerpo narcisista y imprescindible para constituir una fantasía, que es la unidad del cuerpo. El cuerpo pulsional son rebanadas de pulsión, es lo primero que siente el bebé: trayectos pulsionales desordenados. El cuerpo narcisista es uno: uno se ve como lo vieron, cosa que no siempre se da esta devolución de qué somos para el Otro. El odio y el amor tiene que ver como la pulsión enviste o no inviste lo que en el espejo del Otro no entra, que es esa parte de uno que el Otro no puede reflejar. Una parte de uno siempre es ajeno para el Otro. El Otro, en el mejor de los casos, acepta lo que en uno no se adapta a las imágenes que el Otro le propone.
- La sublimación, de la que hoy no vamos a hablar, que es la capacidad de darle a la pulsión una satisfacción que no sea corporal. 

Este primer ingreso de la pulsión es ya sexualidad infantil. No depende de la genitalidad, sino del contacto con el Otro, si en el Otro vibra que el niño no es solamente un objeto de goce, sino que resalta lo que le falta a la madre. Es decir, si es coronado o no con el brillo fálico que Freud llamó His majesty, the Baby, su majestad el bebé.

¿Qué es la elaboración en fantasía? Por empezar, Lacan habla de fantasma. Cualquier francés entiende que hablar de fantasme es hablar de fantasía. Fue traducido al castellano homofónicamente como fantasma, pero sepan que en francés es fantasía. En francés está también la palabra fantaisie, pero fantasma se usa para una construcción permanente del sujeto. En cambio, faintaisie puede usarse para dónde uno quiere ir este verano de vacaciones. 

El fantasma es la escena donde el sujeto se responde una pregunta crucial: ¿Qué quiere el Otro de mí? Por lo cual, poder armar un fantasma implica que el sujeto se orientó con esa respuesta, que necesita de la interrogación del niño y de un adulto que aguante la interrogación del niño. El niño no le dice “Mamá, ¿qué querés vos de mí?”, pero le va a preguntar por qué hace esto, por qué va a tal lugar, por qué no viene el tío, etc. Y preguntas más incómodas todavía. El niño, avalado para preguntar, en la primera edípica se contesta, en su fantasma, una elaboración de su mundo pulsional. Se trata de una respuesta subjetiva a qué se fue para el Otro, válida únicamente para ese niño. cada niño viene a ocupar un lugar distinto en el deseo, aún de la misma madre. 

Que se haya formado un fantasma implica que el sujeto ha tenido la oportunidad de contestarse qué fue para el Otro. Que el paciente tenga que atravesar el fantasma para que recupere sus pulsiones y no quede fijado en una, de acuerdo. Pero para poder atrevesar una puerta, tiene que primero haber una puerta. Entonces, primero tenemos que verificar que haya fantasma. Hay muchas curas en las que no hay un fantasma. Hay fracasos definitivos, como en la psicosis, donde la pulsión no está bien montada. Hay esbozos de pulsión, porque no se encontró bien la falta en el Otro. Entonces, sería absurdo llevar un análisis fantasmático allí donde no lo hay. También hay neurosis graves donde el fantasma tiende a desarmarse con mucha facilidad. 

La construcción de un sujeto de su fantasma y su reconstrucción en análisis en transferencia, indican en qué estructura clínica estamos y eso nos lleva a dirigir la cura de una u otra manera. 

Voy a apoyarme en el hombre de las ratas para ver cómo contesta y arma su fantasma Paul Lawrence, un neurótico obsesivo intenso. Paul Laurence va a ver a Freud porque se siente un ser despreciable, un deudor, una persona sin ética, sin moral, un gusano y demás autorreproches. Freud le dice sus honorarios y él le dice que lo tiene que consultar con su madre.

Paul había ido con un amigo, quien le dijo que él no era un ser despreciable, que era una persona honrada, bondadosa y eso lo calmó un rato. Al otro día, seguía pensando que era un ser abominable, despreciable, etc.

Freud va lentamente preguntando por qué se siente así. Entonces cuenta que haciendo el servicio militar pierde las lentes y que al no querer detener al regimiento para que las busquen, decide telegrafiar a su óptico en Viena para que le envíe un nuevo par de lentes. Le llega el nuevo par que valían 3,80 coronas. A la vez, cuenta que había un capitán checo que era particularmente cruel, inclinado a los castigos corporales y a la severidad extrema. Recuerden lo que hablábamos de la analidas. Este capital cuenta que en el Oriente había un tormento que se les hacía a los prisioneros de guerra, que era particularmente espantoso y que no quería comentar. Freud le dice que podía no contárselo, pero que entonces él no lo podía analizar. El castigo consistía en adosar un recipiente al ano del prisionero y pasarle ratas que iban carcomiendo su intestino. Freud comenta que en la cara de Paul Laurence se notaba un asco mezclado con voluptuosidad.

A la vez, el teniente cruel le dice que tiene que devolver 3,80 coronas al teniente A por las lentes e inmediatamente se le alza el mandamiento “Tú debes devolver 3,80 al teniente A”. Él se sentía un ser inmundo, un deudor, una persona que no saldaba sus deudas porque no había devuelto al teniente A las 3,80 coronas. En el historial aparece toda una vuelta para que el teniente B le pagara al teniente A y él se siente aliviado, porque el mandamiento era “Tú debes devolver las 3,80 coronas” y luego se descubre que él había pedido un certificado para que en haras de su salud mental el teniente A aceptara las 3,80 coronas. Cuando se dio cuenta que Freud no iba a hacerle ese certificado, Freud le dice que él sabía que no era al teniente A que había que devolverle las 3,80 coronas. ¿Quién había pagado las 3,80 coronas? La empleada del correo, que confiaba en el honor de un oficial y por eso adelantó el dinero.

Freud le dice que él siempre supo que le tenía que dar el dinero a la señorita del correo. Ahí empieza el típico devenir del neurótico. La neurosis no es un mal destino, pero hay neurosis con un padecer de más y después está el infortunio corriente. La vida no es fácil, pero el Hombre de las Ratas sufría de más. Freud hace una referencia a los mandatos de los reyes absolutos y él se pregunta por qué ese mandato tenía esa naturaleza. El rey y el capitán rey no pueden equivocarse. Eso es a lo que Freud va a llamar la religión del padre. Se trata de un padre -o a cualquiera que el sujeto ponga en ese lugar- al que no se puede cuestionar. Freud se pone a ver qué asocia el hombre de las ratas con esto.

Aparece una historia del padre del hombre de las ratas. Él también había hecho el servicio militar y al parecer los soldados juntaban dinero y el padre tomó el dinero y se lo jugó. En alemán, Spiel-ratten es juego. Raaten es plazos. 

Lo que los analistas lacanianos llamamos asociaciones significantes, condensación y desplazamiento significantes, Freud los llama asociaciones externas. No valen por ser homofónicas y juego de palabras, sino porque van al núcleo de la vida esencial del sujeto. Digo esto porque en los congresos se hacen muchos juegos de palabras sobre cualquier material homofónico que no tiene nada que ver con el decir del sujeto ni con sus objetos de fijación. Los objetos de fijación son los objetos de pulsión que se fijan en el fantasma, donde el sujeto se responde qué fue para el Otro. Entonces, Raten, raaten y spiel-ratten van a ser asociaciones externas, porque son simplemente por el sonido, pero que remiten a una historia: las deudas del padre. Resulta que para no quedar en el bochorno absoluto que era en esa época ser un oficial que no saldaba sus deudas, un amigo le presta el monto para pagar la deuda, pero el padre jamás lo devolvió. Aparece, en el hombre de las ratas, una historia con el dinero y la voracidad por el dinero que tenía el padre.

Aparece también, relacionado a deberle algo a una mujer, otra historia, que tiene que ver con los valores del siglo XIX. El padre del hombre de las ratas le había prometido casamiento a la hija de un carnicero. Es decir, clase media baja. En ese siglo, prometer casamiento era casarse. Como se dice, no se jodía con eso. Pero la familia Rubenski había adoptado a una pariente lejana (la madre del hombre de las ratas) a la que le había entregado la dote matrimonial. Y al padre del hombre de las ratas le prometieron un puesto en la empresa de los Rubenski que le aseguraba un muy buen pasar económico para el resto de la vida. El padre deja plantada a la hija del carnicero y se casa con su prima, que era la madre del hombre de las ratas, protegida de los Rubenski. En alemán, Hielratten es casamiento. 

Entonces, hielratten, raaten y spiel-ratten, tienen que ver todas con agachadas del padre y la cosa de la analidad del padre con el dinero de acumularlo y dominar. A la vez, el hombre de las ratas, como neurótico obsesivo, cumple al pie de la letra el mandamiento de ser como el padre a ser como el padre (deudor) y a no ser como el padre, un tipo que salda sus deudas. 

Aparece otra historia: cada vez que se le da una cifra cualquiera, como los honorarios de Freud, el hombre de las ratas hace una ecuación: tantas ratas, tantos florines. Él no sabe explicar por qué lo hace, pero le parece absurda y completamente loca. Freud empieza a construir el fantasma fundamental del hombre de las ratas: si el padre se casa por dinero con la prima protegida por los Rubenski, él nace de un pacto anal. La prima le va a dar a él florines y el padre le va a dar a la prima hijitos, que a en alemán a los bebés se les dice ratitas. Tantas ratas, tantos florines es la fórmula en donde él se responde que es una rata intercambiada por un florín. Él está preso, digámoslo preso, en el culo del padre. Está oprimido.

En tantas ratas, tantos florines, va a aparecer lo que Freud ubica como una de las protofantasías. Hay 3 protofantasías que siempre se contestan en el fantasma fundamental del sujeto. 

La escena primaria. No es tanto cómo es el coito de los padres. El niño puede tener curiosidad por el coito de los padres, pero lo que se pregunta el niño es de qué pacto nací yo. ¿Del amor, del cálculo, de la conveniencia, de la casualidad, del azar? 

Escena de seducción. Se trata de qué objeto fui para el Otro. En este caso, una rata intercambiada por un florín. 

El fantasma de castración. Cómo dejé de serlo. Y como dejar de serlo es también un fantasma, porque el fantasma es ya una escena, no una realidad. Si uno lo puede representar (tiene siempre un marco visual donde uno se ve en esa situación), el fantasma fundamental contesta a las 3 protofantasías de Freud. 

Freud tiene la delicadeza de marcar cómo el hombre de las ratas encuentra en “tantas ratas, tantos florines” la fórmula a la que le debe su vida. Con lo cual, no la puede desoír.

Aparece el tema que el hombre de las ratas no se está recibiendo de abogado. Espera y espera para doctorarse, amparándose en la enfermedad. Freud dice que la enfermedad le sirve para no recibirse. Él no se recibía porque estaba enamorado de una tal Gisela. Sus padres no estaban de acuerdo con ella y le ofrecían casarse con una prima Rubenski. Es decir, se encontraba en la misma situación que su padre. Él ya había declarado el amor a Gisela y los padres le decían que no. Gisela le aseguraba que no iba a ser un pacto de ratas por florines. A la vez, muy al estilo neurótico, le dice a Freud que Gisela ha sido operada de los ovarios y es estéril. Freud le pregunta si le sacaron uno o dos ovarios, porque se puede tener hijos con un solo ovarios. Y bien al estilo neurótico, porque la letra está difuminada y el analista corta por el borde de la letra, él le dice que no sabe. Freud le hace ver que no puede estar seguro de que ella sea estéril.

¿Cuál es la posición inconsciente del hombre de las ratas? Amando a Gisela se asegura que no haya ratitas ni florines. Pero a la vez no se decide a desafiar a la voluntas de la familia, casándose con Gisela. Entonces no se recibe, porque mientras no se reciba no tiene que decidirse con quién casarse. La inhibición de recibirse va hacia si ir o no más allá del padre ideal, de la religión del padre, no del padre real. Se trata no solo del padre que prohíbe cosas (no te casarás con Gisela), sino que también prescribe cosas, como elegir a la mujer que le guste y que no sea del círculo endogámico. 

Puedo en situación vital de elegir, habiéndose recibido de abogado, con quién se iba a casar, el hombre de las ratas posterga la decisión y hace toda la historia de los 3,80 coronas que le debería a una mujer. ¿Va a decidir lo mismo que el padre y a repetir un matrimonio que repita ratas por floriones?

El hombre de las ratas cuenta que su sexualidad infantil fue muy profusa y que a él le encantaba ver a sus niñeras desnudas, bañándose, tocándose. Cuenta que le gustaba masturbarse desde muy pequeño y que el padre le prohibía satisfacerse. O sea, que el padre violaba todas las normas y le prohibía una satisfacción bastante habitual en un niño. Por lo cual, no pudiendo avanzar en sentido de su deseo, él retrocede en lo que Freud va a llamar regresión: habiendo conocido la etapa fálica y la diferencia de los sexos, vuelve a una fijación anal. Esto no implica el tormento de las ratas y el ano, sino una obediencia ciega a la palabra del padre, el rey, el capitán cruel.

Lo que va a destrabar el análisis es la fijación. La regresión es a una etapa de demanda del Otro, recuerden que la pulsión anal tiene que ver con la demanda educativa del Otro, salir de una obediencia acrítica del padre. Poder diferenciar qué valores son respetables de lo que le ha transmitido el padre y cuáles valores emite el propio síntoma complicado del padre. 

El hombre de las ratas va a salir de las obsesiones. Comenta que era muy religioso de chico y que empieza a no creer. Pero al mejor estilo neurótico, su Dios personal era un padre al que no podía cuestionar. Con lo cual, quedaba atornillado a la obediencia de mandamientos de un padre idealizado. Cuanto más idealizado es un padre, un jefe, una pareja, un líder, es que es más obvio que no funciona. Alguien que funciona no necesita ser exaltado a los cielos. Y la lectura a la letra que hace Freud es lo que al sujeto le va a llegar. Si es una verdadera letra, señala el objeto de pulsión que fue elegido para ser elaborado psíquicamente en fantasía. No cualquier juego de palabras es una interpretación.

Lacan dice que la interpretación gira sobre la homofonía, la gramática y la lógica. La homofonía es lo que llamamos asociaciones externas, como ratten, raaten, spiel-ratten, etc. Son eficaces porque le llegan por la vía asociativa propia del paciente. La gramática es la gramática de la pulsión: comer, dejarse comer, hacerse comer. Cagar, ser cagado, hacerse cagar. Hay movimientos de gramática pulsional y la interpretación va a conmover al sujeto si apunta no solo a la homofonía, sino que está tejida a la gramática pulsional. La lógica del fantasma, que es la lógica del inconsciente a la que Lacan le dedica un seminario entero, es cómo hacer con ese fantasma que a la vez orientó al sujeto en el pacto de sus padres. Se trata de un fantasma que le dio una respuesta de qué era en el deseo de sus padres, aunque no pueda descifrarla en sus propios medios. 

Lo que él va a poder hacer en análisis es la construcción del fantasma. En el caso de neurosis obsesiva que vimos, el fantasma ya está. El hombre de las ratas avanzaba fálicamente con su pulsión de ver sobre las mujeres. Regresa a una obediencia y a un acatamiento y a la voluptuosidad y lo vive en transferencia. En varios momentos de la cura, él le dice “Si, mi capitán”. Es decir, transfiere en Freud la figura de ese mandamiento. El hombre de las ratas salda su deuda con la mujer de correos, se recibe de abogado y nunca sabemos qué pasó después. La Primera Guerra lo convocó como primer teniente de reserva y murió en ella. No sabremos qué fue de su pulsión escópica, por ejemplo, ya que en el historial aparece que muchas veces él mira a las mujeres. Tuvo que regresar a la anal porque estaba prohibido por su padre. 

Cuando él se masturbaba frente al espejo, ya de adulto, a las 12 de la noche se paraba frente al espejo desnudo, tomaba su pene y en desafío se masturbaba. Entonces, pensaba que le iba a pasar algo al padre o a Gisela. Entonces, estaba a la vez el deseo de muerte del padre y de penetrar a Gisela. Para sorpresa de Freud, él se entera que el padre ya estaba muerto. O sea, el hombre de las ratas desafiaba a su padre muerte. Para explicarlo, el hombre de las ratas decía que le pasaría algo en la eternidad… En la que decía que no creía. En realidad, sí se trata de matar al padre, en el sentido de poder salirse de un mandamiento insensato. En el caso del hombre de las ratas y de lo más patológico de la neurosis, que es el padecer de más, es que los analistas tratamos de aliviar. Tratamos de que el sujeto pueda encontrar sus fuentes pulsionales originales y que no quede fijado al objeto, en este caso, al objeto anal del pacto en el que él nació, que lo fijaba a un objeto que no era el original. Si ustedes ven la neurosis infantil, van a ver la cuestión escópica y justamente lo que él había perdido eran las lentes. 

Se trata de un caso muy transparente en el que se ve cómo opera la regresión a objetos de la demanda, habiendo el sujeto ya entrado a objetos del deseo. Porque se encuentra porque debería haber matado al padre, no haciendo un desafío de patotero, sino viendo la insensatez y pudiendo decir “Soy hijo de un padre con limitaciones” y haciendo una crítica del personaje paterno y materno. Recordemos que la madre también aceptó ese pacto. 

¿Qué pasa con la pulsión con aquel que ha atravesado el fantasma fundamental? Retoma sus pulsiones y sus intereses infantiles con una orientación que la da el marco del fantasma, pero liberándose de las fijaciones, que Freud llama fijaciones patológicas. Son fijaciones que lo obligan, por ejemplo, a estar fijado a una rata que entra por el culo. Es la escena del capitán cruel. Es una escena en la que está atrapado y se va a liberar en un análisis, pudiendo colocar con los impulsos de la infancia -los originales que él tenía- con los que él se va a sentir mejor en la vida. 

Pregunta: Cuando hablaste de las protofantasías, las pensaste como una pregunta fantasmática.
S.A.: La escena primaria: cómo se unieron mis padres, no solo en el coito, sino qué los unió. La de la seducción, qué objeto fui para el otro. La seducción no es solamente sexual genital, sino qué objeto fui para el otro. Y la tercera protofantasía es de castración. El fantasma de “Mi padre me pega”, es mi padre me prohíbe ser ese objeto seducido. Es función del análisis que no ser el objeto de la madre no venga de una prohibición del golpes, sino de una ley que uno internalice. Es decir, hacer del padre una posición inconsciente, como dice Lacan, y no un capitán cruel. Estas 3 protofantasías van a quedar anudadas en lo que Lacan va a llamar fantasma fundamental. Todo esto que vimos se hace en el marco de la transferencia y no sin ella.

Pregunta: Vos diferenciaste lo que pasaba en la psicosis.
S.A.: Recordemos los parámetros de la psicosis: Freud va a decir en Pérdida de la realidad en la neurosis en el la psicosis que en la neurosis, cuando el sujeto tiene un problema, se refugia en su fantasía. La libido vuelve al fantasma. En la psicosis no, se pierde la realidad. Por eso Lacan va a decir que el fantasma hace banda de Moebius con la realidad. El fantasma hace que cada uno vea la realidad de forma distinta, porque cada uno ve la realidad organizada por su propio fantasma.

En la psicosis no hay ese organizador. Pero para definir psicosis, vemos que en Una cuestión preliminar para todo tratamiento posible de la psicosis, Lacan dice que se necesita de la foclusión del nombre del padre más la imposibilidad de poder hacer frente a la aparición de un padre en lo real. ¿Qué es la aparición de un padre en lo real en relación a la posición simbólica del sujeto? Por ejemplo, en el caso del hombre de las ratas, sería el mismo elegir una mujer, recibirse de abogado, pagar o pagar sus deudas. Como es neurótico, se refugia en una inhibición: no se recibe, posterga, pero la pasa mal. El psicótico, no tiene los recursos de la inhibición, el síntoma y la angustia, que tejen la trama del padre faltante. Por eso los analistas jamás atacan de frente a la inhibición, el síntoma y la angustia, porque sabe que el sujeto los necesita para algo. Esa es una diferencia con el resto de las demás psicoterapias. No queremos hacer una cosa breve que le saque el síntoma al sujeto, sino que tenemos que averiguar por qué y para que necesitó inhibición, síntoma o angustia y para que luego pueda prescindir de ellos.

En la psicosis, decíamos, no estan estos recursos de la neurosis. En el desencadenamiento, las cuerdas de lo simbólico, lo real y lo imaginario se separan. 

- Lo simbólico aparece en lo real como alucinación auditiva y el delirio elabora la alucinación auditiva. 
- Lo real se desencadena con un goce que se le supone al Otro absoluto. Los psiquiatras anteriores a Freud hablaban de empuje a la mujer. Es a La mujer sin tachar, a un goce supuestamente todo. El Otro lo goza porque lo persigue o erotómanamente.
- Lo imaginario se desencadena con la pérdida del cuerpo: despersonalización, fenómenos de transparencia, hipocondría delirante (certeza de tener un órgano podrido, que no anda, etc).

El delirio es el intento de armar un fantasma. En Schreber, él cose sus cuerdas con un delirio de ser la mujer de Dios que va a dar origen a una nueva humanidad. Él, de pasar de ser el objeto de la maldad divina, representado por Flechsig (el doctor que lo curó en su primer hipocondría delirante y en su primera internación) y la mujer de Schreber tenía la foto de Flechsig en la mesa de luz. Flechsig se transforma, en el delirio, en el emisario de Dios que primer lo goza, lo tortura, lo convierte en un cadáver leproso y luego Schreber acepta: soy la mujer de Dios, para tener a los hombrecillos hechos a la ligera, los hijos de Dios. 

O sea, el delirio es un remiendo mal hecho a una ruptura del tejido psíquico. De hecho, con ese delirio, escrito por Schreber mismo en sus memorias para mostrarle al tribunal que él no era peligroso para terceros ni pasa sí mismo y lograr salir de la internación para usar su dinero. Él usa ese dinero para publicar “Memorias de un enfermo nervioso”, interesado por mostrarle al mundo que él era la mujer de Dios. Él termina amigándose al Dios oscuro. 

En la psicosis, el analista no discute el delirio por ser justamente un remiendo a la ruptura del tejido psíquico. Por eso Lacan va a decir que el analista es el secretario del alienado. Por ejemplo, actualmente yo tengo una paciente cuyo delirio es que hablan de ella en los bares y le dicen “Hacé tal cosa”. En general, tiene que ver con el dinero o el sexo. Yo simplemente le digo que no hay que escuchar a todo el mundo, que a la gente le gusta hablar. No hay que tocar que no hablan de ella, porque esa megalomanía sufriente que ella tiene, que no la deja estar tranquila en un bar, es una forma de decir “Acá estoy, soy tan importante que todo el mundo habla de mi”. Entonces, el secretario del alienado es el que va tratando que no desencadene. Uno no puede discutir el delirio.

En Introducción al narcisismo Freud dice que el delirio es un intento de curación. Freud es muy respetuoso con los fenómenos patológicos, porque sabe que son el modo que el sujeto se sostiene en la existencia. La fórmula de Lacan, que a mi me parece muy justa, es hacerse secretario del alienado. En la psicosis el delirio viene al lugar del fantasma en la neurosis. Obviamente, no es lo mismo tener un fantasma que pensar realmente que la gente habla de uno en las mesas de los restaurantes, todas las veces y siempre. Todos los delirios son distintas maneras de coser el agujero en la trama.

Pregunta: ¿Cómo es eso de la mirada y el tono muscular en la psicosis?
S.A.: En general las psicosis desencadenan después de la adolescencia. Las hebefrenias a los 13-14, la esquizofrenia simple a los 15-16 y la esquizofrenia paranoide a los 17-19. Las paranoias, en la adultez. Los ciclos maníacos depresivos, después de la adolescencia. Cuanto antes desencadenen, peor, porque el sujeto tiene menos recursos. 

En la infancia se ven a los chicos no fijando la mirada, babeándose, sin tono muscular. Los analistas leemos el aspecto de la persona, sin juzgarla. Que esté aseada, elegante en sus términos para sus gustos, que no esté bizarramente presentada, es un discurso sin palabras. Cómo una persona se presenta, su cuerpo es un cuerpo erógeno. Una persona puede estar sana biológicamente y tener mal conformado el cuerpo pulsional y narcisista. El cuerpo erógeno es la combinación de ambos y del cual los analistas nos ocupamos. Suele haber cambios en el cuerpo erógeno a lo largo del anñalisis, que se ven a simple vista.

Entonces, tono muscular, tono de los esfínteres, mirada, arreglo y demás nos dice algo. Hay gente que uno la ve y se da cuenta de que está mal. 

Pregunta: Los casos de neurosis graves donde los fantasmas se desarmaban con facilidad, ¿cómo los pensás?
S.A.: Si no se arma el fantasma, domina una pulsión acéfala, que no tiene cabeza. Lo que se llaman impulsiones, por ejemplo comer de más o no comer nada, o vivir moviéndose, gente que consume cosas sin límites. Las impulsiones son pulsiones que no encontraron como organizarse, porque no hay un fantasma que las organice. Todo lo que es pulsionalmente desatado no está organizado pulsionalmente. Los chicos, decía Freud, son perversos polimorfos hasta que ellos organicen un mundo fantasmático. Se forma un esbozo de fantasma en la primera vuelta edípica y la culminación en la segunda vuelta edípica. 

Hay pacientes que no siendo psicóticos, organizaron su fantasma de manera muy frágil. Ante ciertas alternativas de la vida, que en la vida abundan, entran en impulsión. Por ejemplo, comer nada, como el caso de la anorexia vera. La anorexia vera es el cuadro donde el único recurso para restarse al Otro es no comer. Ahí tenemos la pulsión oral e irse del Otro hasta morirse. Son pacientes que hacen lío, y el libro que escribí es una especie de trabajo de estos pacientes que nadie quería tomar.

Lacan va a decir que toda pulsión es de muerte porque toda pulsión sola viola el principio del placer. En un punto, hay que inhibir a la pulsión para que no lleve a la muerte biológica. En estos pacientes donde el paciente se mueve sin orientación fantasmática, en el borde de la fantasía, no paran. Son peligrosos y vengativamente los analistas los declararon inanalizables. En este caso no se trata de atravesar, sino de construir un fantasma inacabado. 

Pregunta: ¿Hay relación entre la inhibición y el fantasma? ¿Qué podés decir de la procratinación? 
S.A.: Vale el caso por caso. En la procrastinación del hombre de las ratas es una inhibición con un fantasma claro que había que atravesar para que él no siguiera siendo una rata intercambiada por un florín. La inhibición de procrastinar de ser abogado era para protegerse de una elección que no tenía elementos. Él no había nunca pensado lo que ya sabía, como dice Freud. Él ya sabía todo, pero no sabía lo que significaba. 

En un análisis, uno piensa lo que ya sabía. Uno nunca piensa las consecuencias de lo que sabe ni como lo elaboró. En general, la procrastinación obsesiva responde a no querer someterse a un fantasma, por ejemplo “tantas ratas, tantos florines”. En otros casos, como en las psicosis, no querer tener relaciones sexuales puede ser una elección para no desencadenar. Eso ya no es una inhibición, sino temor al desencadenamiento. Ambos casos hay que respetarlos, aunque son distintos. En el caso de la inhibición neurótica, puede ser levantada; en otros casos, mejor así. Cada caso es particular y un diagnóstico estructural no está mal para dirigir una cura.

Pregunta: ¿Y las adicciones?
S.A.: También son caso por caso. Las adicciones son epifenómenos de cualquier estructura. La adicción complica cualquier estructura, pero es epifenómeno y no indica estructura.

viernes, 14 de junio de 2019

El cuerpo y el síntoma en la neurosis obsesiva (1)


Clase del 26/04/2018
La nosografía de Freud y Lacan responden a una lógica particular que el psicoanálisis introduce, nos hace hablar de neurosis, psicosis y perversión y dentro de las neurosis, neurosis obsesiva, histeria y fobia. De la fobia, se discute si es una estructura. Una de las formas en las neurosis están planteadas por Freud en relación con el malestar en la cultura. La neurosis se va a incrementar en la medida que la cultura nos va imponiendo mayores prohibiciones.Las prohibiciones son, en última instancia, al sexo. Con Lacan, que lee esto de otra manera, hay una homologación de la cultura al lenguaje. Entonces, lo que uno puede decir es que todas las neurosis son la respuesta al malestar del sujeto en el campo del lenguaje. Esto implica que hay una discordia entre el sexo y el lenguaje. Esta discordia, Freud la ubica:

1) En la seducción que viene de un adulto. La seducción dejaría una huella en el inconsciente. El recuerdo de esta escena se reprime y como retorno está el síntoma.
2) Freud se da cuenta que la seducción podría ser parte de una fantasía y no necesariamente requerir la intervención de un adulto perverso. De esta manera, la fantasía es producto del empuje pulsional, para tramitar ese exceso. Esto impacta en el inconsciente, en lugar del recuerdo del primer punto tenemos la fantasía y ahí el síntoma.
3) Freud se pregunta de dónde surge la pulsión. La fantasía es la primera respuesta a un exceso que se plantea ante cambios corporales ante la emergencia de algo sexual que se reprime. Y como consecuencia de esto, aparece el síntoma. ¿Pero de dónde surge la pulsión? Por ejemplo, en Sobre la sexualidad femenina del ‘31, Freud dice que la pulsión surge como consecuencia de los cuidados del Otro. Es decir, que el otro, que era contingente el la primer teoría de la sexualidad y el síntoma, es decir, su intervención en cuanto seduce al niño y gestaba el origen de la neurosis, en la última formulación de Freud lo que nos dice es que hay un otro necesario en la génesis de la pulsión. Es decir, que en el sujeto humano y su sexualidad no es sin Otro. Esto, por supuesto, tiene su fundamento en lo que Freud abreva en la clínica de la histeria.

El cuerpo siempre está presente, se trate del síntoma que se trate, porque es el lugar donde se goza. El goce no tiene nada que ver con el placer. El goce, en particular el goce en el síntoma, es el lugar y el modo en que la pulsión se satisface, muchas veces a expensas del placer. Por eso nos autorizamos a decir que hay goce en el síntoma y no placer. El goce es una satisfacción anudada al síntoma. Es por esto que una de las definiciones de síntoma podría ser el lazo que se establece entre una palabra y un goce. Sobre ese lazo va a intervenir el psicoanalista.

Vínculos entre síntoma y estructura. Hay versiones de los post freudianos y post lacanianos que se olvidan que la estructura no está en lo profundo. Ni el inconsciente ni la estructura están en la profundidad. Si uno se desliza por esa vía, puede pensar que el inconsciente está en las profundidades. El inconsciente está articulado a lo que se dice cuando no se dice, pero el síntoma muestra la estructura. Cuando uno piensa en la histeria, la referencia inevitable al síntoma es la conversión, que es lo primer que se dice: en la histeria el síntoma está articulado al cuerpo. Y a partir del síntoma se devela la estructura. Lo que la define la estructura en la histeria es un síntoma que ancla en el cuerpo.

Freud propone 3 mecanismos diferentes frente al apremio pulsional que vienen del Otro. El modo de responder frente a esta emergencia es mediante una fantasía, que se reprime. El afecto va a tener 3 destinos de acuerdo a las 3 grandes neurosis:
  • En la histeria, en el cuerpo.
  • En la fobia, en un objeto exterior.
  • En la neurosis obsesiva, a una idea.

Lo que se reprime en la neurosis obsesiva está en superficie, pero desvinculado del afecto. Esto hace que alguien pueda relatar la muerte de su madre sin que se le mueva un pelo y llorar desconsoladamente por el final de una película.  Esto que se ve implica esta desvinculación de la carga significante. En términos freudianos, la representación y el afecto se divorcian y aunque la representación que provocó ese exceso permanezca en el consciente, al no tener la carga, se puede decir perfectamente -cosa que no sucede en la histeria- y justamente lo más complejo es cómo restituir el vínculo.

En la histeria, por antonomasia, el síntoma es la conversión. Es decir, el cuerpo tomado en la palabra. Por ejemplo, la paciente de Freud que decía “no puedo dar un paso más” y eso se traducía en una parálisis histérica. Lo que no quiere decir que en la obsesión no esté afectado el cuerpo. Un caso clínico de hace muchos años: un paciente llega tras haber pasado toda una noche en vela. Se había peleado con la novia y esperaba a que la novia lo llame. Le asaltaba la duda de si el teléfono le funcionaba. Entonces, levantaba el teléfono para saber si tenía tono, pero con la duda de si en ese momento que lo había levantado justamente ella no había llamado y le dio ocupado. Así se pasó toda la noche y a la mañana siguiente fue a análisis. En este proceso, que parece cómico, se agota el cuerpo. Hay otros modos de satisfacción del síntoma y lo que cuenta generalmente el obsesivo es que viene agotado de pensar, que se pasó noche de insomnios dándole vuelta a una idea. En la clínica del obsesivo, nunca hay que menospreciar la idea. Ese es el síntoma obsesivo.

Les decía que cualquier síntoma es la respuesta a la discordia que tenemos entre el sexo y el lenguaje. En los bordes del cuerpo es donde se gesta la pulsión. En ese sentido, también decíamos que no hay que ir a buscar a lo profundo la estructura, ni el síntoma, porque está en la modalidad de demanda que adquiere. ¿Cómo se plantea la demanda en el estadío anal de la sexualidad? Ahí se ve claramente que la pulsión depende de la intervención de la madre. A una determinada edad, el Otro materno interviene para crear una disciplina higiénica. Es decir, frente a lo que sería el deseo de expulsar excrementos, el Otro interviene aportando una disciplina. Interviene sobre el cuerpo, pero además habla. Un Otro, la madre, interviene sobre el cuerpo de un niño para decirle que eso que podría ser una necesidad, se tiene que disciplinar. En el proceso de esta disciplina higiénica, esto se convierte en don. Aquello que era introducir un hábito, en determinados momentos se convierte en otra cosa. Por ejemplo, las madres dicen muchas veces que el nene dejó un regalito. Lo que en apariencia puede ser una necesidad, por la intervención del Otro retorna a ese orificio corporal convertido en otra cosa, algo que tiene que ver con la ofrenda a ese Otro. Ahora bien, afortunadamente hay veces que los chicos cagan en cualquier lado. No existe la complementariedad absoluta entre lo que es la demanda del Otro y la respuesta del sujeto. Lo que se instala después y se ve en la clínica hunde sus raíces en esta pulsión anal y se expresa en un todo para el Otro. Ese “todo para el Otro” define la clínica del obsesivo, que es lo que tiene que ver con la demanda.

El cuerpo está en juego y evidentemente no es el cuerpo viviente ni el organismo. En psicoanálisis no hay una dualidad cuerpo-mente como lo planteaba Descartes, sino organismo-sujeto. Es decir, el cuerpo que hablamos nosotros no es solamente el organismo ni el viviente, sino el cuerpo intervenido por un Otro que habla. Un Otro que habla y no habla de cualquier cosa, sino de lo que desea. A un niño al que se lo introduce en la disciplina higiénica anal, se le dicen muchas cosas. Hay una discordia entre sexo y lenguaje, hay un Otro que interviene sobre un orificio corporal, que se puede erogenizar más o menos, que lo convierte a través de la palabra en algo que no tiene que ver con lo que originalmente estaba en el origen como necesidad.

Pregunta: ¿Qué es un borde del cuerpo?
Son los orificios del cuerpo, por ejemplo, el orificio anal. Inicialmente, está destinado a la satisfacción de una necesidad, pero por la intrvención de un Otro se subvierte y no solo se erotiza sino que también se divorcia de la función. Lo que inicialmente es expeler, lo que se transforma en valorado es justamente lo contrario: retener. Del retorno de la pulsión, tiene que ver con el paso por el campo del Otro. Y esto es lo que le pasa al obsesivo.

No nos olvidemos de la diferencia que hace Freud entre instinto y pulsión. Un gato no tiene ningún problema con la gata. Los problemas los tenemos nosotros porque hablamos. El instinto se satisface de una única manera, la pulsión no. Por el hecho de hablar, tenemos tanto lío con respecto al sexo, justamente porque la necesidad se pierde.

La complejidad de la demanda anal está en la base de lo que es el síntoma obsesivo. Lo clásico que se dice es la asociación del obsesivo con la retención, a la pulcritud. Si, son aspectos, depende de cómo lo agarran. Inevitablemente, esa dualidad se está jugando siempre. No se queden con la fenomenología de creer que porque alguien es prolijo es un obsesivo. Puede serlo, pero seguramente se evade en otro lado. Esto hay que tenerlo en cuenta porque esa presentación hace a la formación reactiva de justamente cómo lidiar con ese exceso anal.

Una de las cosas que diferencian a la histeria de la obsesión es que el síntoma histérico hace lazo. Nunca es solo, es en relación al Otro. Razón por la cual el síntoma histérico tiene esa cualidad inquietante de suscitar el deseo e incluso producir cierto deseo de saber en el Otro. Por eso surge el psicoanálisis. En la obsesión y de cómo se divorcia cierto afecto de la idea, hace que el síntoma obsesivo se comporte, según Freud, como un asunto privado del enfermo. No es algo que haga lazo, más bien es algo que aísla. Y por supuesto, no suscita el deseo del Otro. Más bien, lo apaga. ¿A qué responde? Hay algo que produce un determinado exceso que llega a lo psíquico que es imposible de tramitar y que se instala como malestar. La presentación que conlleva este exceso se aisla. El exceso queda vehiculizado a otro y por eso se preguntan después por qué esta idea trivial los jode tanto. esa misma dinámica del síntoma de no hacer lazo tiene que ver que hunde sus raíces en este mecanismo, de ir separando este exceso pulsional de su anclaje a la palabra. Por eso es tan complicada la clínica de todos los días del obsesivo al pedirle asociaciones, porque nos van a hacer una teoría. Y lo peor que puede ocurrir en la clínica de la obsesión es darle letra a la teoría. interviniendo por ese lado del sentido discutiendo argumentos. Por la vía del sentido, nunca va a llegar a eso de lo cual realmente no habla. En Inhibición, síntoma y angustia, Freud dice:

Según toda nuestra experiencia, el neurótico obsesivo halla particular dificultad en obedecer a la regla psicoanalítica fundamental. Su yo es más vigilante y son más tajantes los aislamientos que emprende [...] En el curso de su trabajo de pensamiento tiene demasiadas cosas de las cuales defenderse: la injerencia de fantasías inconcientes, la exteriorización de las aspiraciones ambivalentes.

El neurótico obsesivo se la pasa fantaseando con cuestiones inconfesables que le producen tanto displacer contarlas. Por lo cual, esto que irrumpe es lo que aparta, además de la ambivalencia. La ambivalencia muchas veces es tenida en cuenta como algo sumamente lineal (amor-odio), pero lo cierto es que el obsesivo padece de esta ambivalencia, por ejemplo con la culpa inmotivada. Por ejemplo, a alguien se le puede ocurrir el deseo de que se muera Fulano. Esto es humano, pasa con los padres. Esto se hace tan insoportable, que desaparece de la consciencia. Pero por haberlo pensado, lo que queda es la culpa. La culpa, que después no se sabe por qué. Entonces, lo que digo es que esta ambivalencia que por ejemplo uno le puede desear la muerte a la persona que más quiere y que en determinado momento lo ofuscó, son esos los datos que uno tiene que tener en cuenta y que a veces se los saltea por leer rápido a Freud. Esto está todos los días en el consultorio. Hay textos que pareciera que hoy no tuvieran tanta prensa, sobre todo una pasión por lo nuevo que nos habita en esta época. Lacan dice que la clínica psicoanalítica consiste en volver a interrogar todo lo que Freud dijo. Sigo con la cita de Inhibición, síntoma y angustia:

No le está permitido dejarse ir; se encuentra en un permanente apronte de lucha. Luego apoya esta compulsión a concentrarse y a aislar: [...]

A veces el obsesivo quiere hablar de algo y aunque uno le diga que la regla es que él asocie, él dice que no.

[...] lo hace mediante las acciones mágicas de aislamiento que se vuelven tan llamativas como síntomas y que tanta gravitación práctica adquieren; desde luego, en sí mismas son inútiles, y presentan el carácter del ceremonial. Ahora bien, en tanto procura impedir asociaciones, conexiones de pensamientos, ese yo obedece a uno de los más antiguos y fundamentales mandamientos de la neurosis obsesiva, el tabú del contacto. Si uno se pregunta por qué la evitación del contacto, del tacto, del contagio, desempeña un papel tan importante en la neurosis y se convierte en contenido de sistemas tan complicados, halla esta respuesta: el contacto físico es la meta inmediata tanto de la investidura de objeto tierna como de la agresiva.

Les leo esto porque me parece que responde lo que trataba de comentarles de esta dinámica del síntoma de la neurosis obsesiva que ancla en el aislamiento y además esa dimensión que hace que en el síntoma obsesivo por lo menos intente ser sin otro, a diferencia de la histeria. La histeria hace lazo social; el obsesivo complica el lazo social y si bien no es tanto lo que se ve en esta época, uno de los síntomas clásicos de la neurosis obsesiva tiene que ver con el contacto con el otro sexo. Hay cierto empuje del discurso actual que marca que todo es posible. El síntoma del obsesivo es justamente la dificultad del contacto con el otro sexo. El clásico síntoma de quedarse pensando en qué le va a decir al día siguiente y que se agote ahí mismo. Esto es lo que decía Freud, agiornándolo un poco, diríamos que el síntoma obsesivo sí implica al cuerpo, pero no tomado por la palabra ni como metáfora, sino que lo implica en estos procesos laterales y además no es propenso a establecer ese lazo social como en la histeria, en la medida que en la histeria la interrogación se dirige al Otro. Entre el neurótico obsesivo y el Otro, siempre hay cierto velo que lo separa del mundo y le dificulta el contacto.

Pregunta: ¿Cómo hacer para que el obsesivo se dé cuenta que repite estos pensamientos? ¿Cuál es el abordaje?
H.Z.: No solo lo sabe, sino que lo padece. Si hay alguien en análisis harto de la repetición, es el neurótico obsesivo. Es el paciente que se recuesta y dice que está harto de hablar siempre de lo mismo, que no sabe qué va a pensar el analista. Esto es casi un cliché. “Estoy harto de mí, no sé usted” se escucha todos los días.

No hay una cuestión de género en la neurosis obsesiva. Hay mujeres y hombres obsesivos, así como la histeria se puede presentar en hombres y mujeres.

Si nosotros entramos en la racionalidad del argumento obsesivo, no salimos más. En general, ellos tienen esa racionalización armada mucho mejor de lo que nosotros podemos hacerlo o decirles. Entonces, no es por ahí. Vos preguntabas por el abordaje, y diría que es el caso por caso. Damos coordenadas a grandes rasgos que avanzan en la modificación de la estructura, pero siempre es uno por uno. Algo obvio, que puedo decirte hoy, es que el sentido del síntoma no es darle un sentido, sino abrirlo a muchos. De lo que padece el neurótico es de un sentido coagulado. Por eso yo les decía que una definición del síntoma es el lazo que se establece entre la palabra y el goce. Uno apunta, justamente, a desarmar este lazo, pero la única forma de desarmarlo es interviniendo por la palabra, al menos, cuestionando el sentido que trae.

Hay algo que a mi me resulta interesante con ciertos caminos que toman algunas vertientes del psicoanálisis que dice Lacan en el momento de concluir, en el último seminario. Dice que lo que se hizo por la palabra se deshace por la palabra. Por lo tanto ahí aparece lo artesanal de nuestra labor: qué del sonido y el sentido puede hacer jugar el analista cuando interviene, para que eso que aparece coagulado y con un solo sentido, se abra a varios. Estos sentidos el analista no los conoce de antemano. Cuando uno hace sonar una palabra que dijo un paciente, a ese mismo paciente le suena de otra manera. Que le suene de otra manera implica que ese sentido se deja un poco de lado para dar lugar a otros. De lo que se trata es que a esa maraña de sentidos y significaciones uno pueda mandarla a otro lado. Mandarla a otro lado quiere decir que esto “que es así”, por lo menos se abra a la posibilidad de que sea a otra manera, de las cuales el analista no conoce a priori. En la medida en que creemos que tenemos idea a priori de qué sentido tiene eso que dice, entramos en la trampa que nos propone.

No hay recetas para esto, se habla de cortes, del sinsentido, pero estos conceptos hay que ponerlos a trabajar en el día a día y uno por uno. Por ejemplo, con el tiempo de sesión: hay veces que uno percibe que va a volver a decir exactamente lo mismo de otra manera. Hay una cierta reversibilidad del trabajo en la sesión en donde uno tiene que estar atento a donde se termina. Un obsesivo puede quedarse confortable hablando y en algún momento hay que decirle que llegamos hasta acá. Y eso a veces produce un efecto lateral sobre ese sentido coagulado.

Este rasgo de la demanda del obsesivo de “todo para el Otro”, hace que haya que cuidarse qué imagen uno le devuelve, porque en donde él pesque que a nosotro nos gustan los juegos de palabras, va a venir con sueños interpretados, y va a armar otro sistema dentro de ese marco de ofrecimiento al Otro para darle una buena imagen de sí.

Pregunta: (inaudible)

H.Z.: A todos nos ha pasado de reprocharnos, en tiempo prudencial, un error que cometimos. Y después de un rato uno acepta que el pasado no se cambia y sigue adelante. No es ajeno a nadie meter la pata. El problema en el obsesivo no es que parte de esa metida de pata y que la justifica a esa idea que lo mortifica. Esta idea está completamente desvinculada a punto tal que el hombre de las ratas se le arma algo así como “si yo mantengo una relación con la mujer que amo, se va a morir mi padre que ya está muerto”. Entonces, no hay lógica, no hay racionalidad que lo sostenga. Pero la carga que está enlazada y que proviene de otro lugar… O más agiornado, el goce concomitante a esa idea es lo que la hace mortificante.