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lunes, 1 de julio de 2024

Acerca de la voracidad

Fuente:  Chiozza OBRAS COMPLETAS • TOMO XII (pag 61-66)

a. Aspectos normales de la voracidad

 Apoyándonos en Bateson (1966), sostuvimos que el lenguaje humano es pobre en vocablos que se refieren a los sentimientos y es rico en palabras que nominan cosas o aluden a acciones (Chiozza y colab., 1993i [1992]). Por eso, en el estudio psicoanalítico de los afectos, es necesario hallar el núcleo prima rio de significación de los vocablos que se recortan como figura en el contexto de una investigación.

 El idioma castellano utiliza la palabra “devorar” para referirse a un modo particular del comer, típico de las fieras carniceras, que engullen rápidamente el alimento recién cazado. Dicho término es usado, de un modo casi figurado, para describir en el ser humano un comer rápido, ansioso y sin un tiempo adecuado para la masticación

Metafóricamente, “devorar” suele aplicarse para hacer referencia a la acción del fuego (Moliner, 1991) que en un incendio consume “vorazmente” bienes preciados15.

15 La vinculación de la voracidad con el “engullir veloz” queda manifestada en la palabra “vorágine”, con la que está emparentada etimológicamente. “Vorágine” signifi ca “abertura profunda en el mar por donde se hunden o sumen rápidamente las aguas” (Montaner y Simón, 1912); “torbellino”, “remolino impetuoso que hacen las aguas en el mar” (Codex, 1976). 

“Devorar” proviene del latín devoro-devorare, que tiene el mismo significado que su raíz más simple, el verbo voro-vorare. Ambos significan “devorar”, “tragar”, “engullir ávidamente”, “comer con ansia” (Blánquez Fraile, 1975). 

Creemos, sin embargo, que el verbo latino de-voro sería el más indicado para significar un “comer ansioso”, en tanto que el morfema voro remitiría por su significado original a un alimentarse normal, ya que es el radical que se utiliza en las múltiples palabras compuestas que diferencian a los animales por la característica de su dieta alimentaria. Es así que lo encontramos en los términos “omnívoro” (literalmente: el que come de todo), “carnívoro” (el que come carne), “herbívoro”, “frugívoro”, “insectívoro”, etc. La hipótesis de que el verbo voro tiene un significado primario de “comer normal” podría sustentarse, además, en la afirmación de algunos autores que consideran que deriva de la palabra griega bora (Blánquez Fraile, 1975). Bora significa “pasto”, “alimento” (Bibliográfica Española, 1945). 

 De lo dicho hasta aquí podemos concluir que la voracidad es un deseo oral de incorporar y destruir que, cuando funciona en armonía con el conjunto del yo, es decir cuando está ligado libidinosamente, se integra dentro del comer normal. Cuando se incrementa y se recorta como figura visible, es indicio de un fracaso en el proceso de incorporación. Sus características más típicas están referidas a la velocidad y a la cantidad de la ingesta

b. La voracidad y su fuente libidinal específica 

 Para los psicoanalistas de habla hispana, la palabra “voracidad” describe un deseo que se refiere en general a toda la fase oral y no se restringe  a lo canibálico, propio de la fase oral secundaria. Esta significación amplia de “voracidad” proviene de la habitual traducción al castellano de la palabra inglesa greed, utilizada por M. Klein en su obra. Sin embargo, esta traducción no es totalmente precisa y, a veces, encontramos en su lugar el vocablo castellano “avidez”. 

Debe tenerse en cuenta, también, que el inglés posee, además de greed, la palabra avidity y voracity, equivalentes literales de las palabras castellanas “avidez” y “voracidad”. Con la expresión greed, M. Klein (1957a*, pág. 17) se refiere a un mecanismo destructivo de incorporación, a un “deseo vehemente, impetuoso e insaciable, que excede lo que el sujeto necesita y lo que el objeto es capaz y está dispuesto a dar”. 

La finalidad inconciente de este “deseo vehemente” es “vaciar por completo, chupar hasta secar y devorar el pecho; es decir, su propósito es la introyección destructiva”. Puede observarse que M. Klein no se ocupó de discriminar, dentro del mecanismo destructivo de incorporación, formas específicas propias del “succionar” (fase oral primaria) y del “devorar” (fase oral secundaria o canibálica). 

 Como vimos, dentro del conjunto de parcialidades que componen el mosaico que llamamos “oralidad”, es posible diferenciar una forma específica del deseo oral cuya cualidad inherente le es dada por la función dentaria. Este deseo, en la medida en que no alcanza la satisfacción mediante la acción que cancele la excitación en la fuente, se experimenta como sentimiento de voracidad. 

 La hipótesis de una vinculación específica entre la voracidad y la libido “dentaria” se sostiene en varios argumentos: 

 1) La voracidad, como el devorar, alude a la ingesta de sólidos, por eso el adjetivo “voraz” se aplica con mayor justeza para describir una forma de comer que para hacer referencia a un modo de beber. Se habla, entonces, de un “comer voraz” y de un “beber con avidez”16. 

16 “Avidez” deriva del verbo latino aveo, que significa “desear vivamente, con ansia”. De este mismo verbo derivan “avaro” y “avaricia” (Blánquez Fraile, 1975). “Avidez” significa “ansia”, “codicia”, “afán”, “anhelo”, “deseo vehemente” (Montaner y Simón, 1912). Estas significaciones no permiten deducir que la avidez sea un sentimiento específicamente vinculado a la oralidad.

 2) La voracidad describe un modo particular de comer y no se refiere sólo a la cantidad. En este aspecto puede diferenciársela de la gula y la glotonería, que, además, fundamental mente involucran al sentido del gusto.  

3) La voracidad se caracteriza por un comer rápido, cuantioso y sin masticar. Esta descripción nos introduce en la necesidad de aproximarnos a una discriminación más fina: la voracidad parece extraer sus cualidades de la función de los incisivos y caninos (morder y desgarrar), y no de la actividad propia de los molares (masticar). En apoyo de esta especificidad puede argüirse que la voracidad de las fieras carniceras se basa en la función de los incisivos y los caninos en des medro de la función molar. Los felinos, por ejemplo, tienen más incisivos y menos muelas que el hombre. Recordemos, por otra parte, que debido a la importancia que tienen los colmillos en los cánidos, a estas piezas dentarias se las llama también “caninos”. 

 También desde el punto de vista de la evolución infantil puede sostenerse que la especificidad de la voracidad se circunscribe a las fantasías con los incisivos y caninos. El período del desarrollo libidinal que llamamos “fase oral canibálica”, durante el cual la forma natural de amar es la “devoración” del objeto, se organiza primariamente alrededor de la emergencia de los incisivos. Cuando, más tarde, nacen los premolares y los molares, si bien contribuyen con sus cualidades propias a la oralidad, el interés libidinal del niño está centrado en el dominio “muscular” del mundo. 

La masticación, que implica un ejercicio muscular regular y sostenido, conjuga fantasías dentarias “molares” y fantasías musculares de apoderamiento. Cuando surgen los caninos, además de aportar sus cualidades propias vinculadas al diente como arma, se asocian tanto a la función incisiva como a la molar. 

 c. La voracidad como afecto

 El psicoanálisis sostiene que los afectos, al modo de ataques histéricos universales y congénitos, se conservan como reminiscencia de acciones justificadas en la filogenia. Desde el punto de vista metapsicológico, son el registro de la descarga sobre el cuerpo propio de una moción pulsional que originariamente debía descargarse en la acción eficaz capaz de cancelar la excitación en la fuente pulsional. Se encuentran en una relación de complementariedad con las acciones eficaces que les corresponden (Chiozza, 1976h [1975]). 

 Dado que la voracidad es el afecto específico que se vincula complementariamente con las acciones de morder y desgarrar, propia de los incisivos y caninos, podemos preguntarnos ahora ¿cuál será la historia filogenética presente en este afecto? 

Creemos que la voracidad fue un recurso justificado en nuestro pasado carnicero. El apresuramiento en engullir constituía entonces una forma de evitar que la presa fuera arrebatada por un rival. El hartarse, por su parte, habría surgido de la necesidad de aprovechar el alimento, almacenándolo como reserva hasta la próxima expedición de caza. 

Otras veces, el engullir sin masticar se realizaba con el fin de transportar la comida hasta la madriguera, para regurgitarla y alimentar con ella a los compañeros y a las crías. Sea como medio de defensa y almacenamiento, sea como forma de transporte, la voracidad se presenta como una acción plena de sentido y, a la vez, eficaz. 

 Desde otro punto de vista, siguiendo las ideas de Freud acerca de que el caníbal, al devorar una parte de su rival vencido, buscaba identificarse con una cualidad admirada del enemigo, debemos pensar que la ingesta canibálica era tanto más voraz cuanto mayor la carga ideal depositada en el objeto. En esta línea de pensamiento, podemos imaginar que la “vorágine” pulsional que llevó a los hijos a matar y devorar al protopadre (amado, odiado, temido y admirado) se acompañó de las más intensas vivencias de triunfo y persecución, las mismas que impidieron una adecuada identificación. Los hermanos que se atrevieron, aliándose, a matar y devorar al padre, no lograron una asimilación completa que les permitiera ser, a ellos mismos, como el padre. Lograron, en cambio, una identificación que, disociada como núcleo, “quiste” u objeto interno, dio origen al superyó. De este modo, la devoración del padre, plena de penuria paranoide, puede ser una conducta comprensible y, desde ese punto de vista, “justificada”. No fue, sin embargo, suficientemente eficaz, ya que no dio por resultado la asimilación completa del modelo admirado. 

 Creemos que estos argumentos permiten afirmar que la voracidad es un afecto, una descarga actual que, enraizada en una historia ancestral, rememora, repite y revivifica las mismas vivencias que le dieron origen. La escena inconciente en la que se inserta posee una y otra vez el mismo significado: el apresuramiento por apropiarse de un bien que se ex perimenta como escaso, la búsqueda de una satisfacción que, esquiva, parece a punto de ser arrebatada por otro, y la incorporación triunfal de un ideal persecutorio que permanece como un objeto interno, como un “quiste” no desmenuzable, indigerible. 

 d. La voracidad como rasgo de carácter 

 Considerar la voracidad como un afecto inherente a la pulsión sexual que surge de la fuente oral “dentaria” nos permite también comprenderla como un rasgo de carácter. 

 La libido, que en el curso del desarrollo se organiza alrededor de distintas zonas erógenas, se subordina final mente al primado de los genitales. La integración, sin embargo, no es completa: ciertas magnitudes de excitación se mantienen como investiduras libidinales tempranas y otras experimentan diversas aplicaciones dentro del yo (Freud, 1940a [1938]*). 

 Freud indica una fórmula respecto de la formación del carácter a partir de las pulsiones constitutivas: “Los rasgos de carácter que permanecen son continuaciones inalteradas de las pulsiones originarias, sublimaciones de ellas, o bien, formaciones reactivas contra ellas” (Freud, 1908b*, pág.158). 

 En el carácter voraz vemos la “continuación inalterada” de una pulsión parcial cuya fuente es la zona erógena dentaria (incisiva y canina). Se trataría de una persona que, hambrienta de oportunidades y temerosa de que le sean arrebatadas, devora y no asimila; se “indigesta” de proyectos que no puede desmenuzar (masticación) y analizar (degradación biliar) (Chiozza, 1963a) debidamente. En la búsqueda insaciable de una satisfacción que no llega, se desvive en la disputa por incorporar nuevos “alimentos”, sea que se trate de la comida, el amor, el conocimiento, las ideas, la posición social, el prestigio o los bienes materiales. 

Lo que caracteriza al voraz, y lo diferencia, por ejemplo, del envidioso “hepatobiliar”, o del in satisfecho “diabético”, es la incorporación exagerada que lo inhabilita para continuar el proceso de asimilación. Esa actitud de “ingestión insaciable” se apoya en distintos sentimientos: 

 1) La sensación de aprovechar “ahora o nunca”, ya que, al modo de un animal carnicero, no sabe cuándo volverá a presentarse una ocasión propicia. 

 2) La amenaza de sufrir el despojo por una “rapiña” real o pretendida. 

 3) La tentación de incorporar triunfalmente algo que, vivido como inalcanzable, se presenta circunstancialmente como “a pedir de boca”. 

 En una dirección opuesta a la del carácter voraz encontramos, como formación reactiva, una inhibición de la conducta agresiva “dentaria” que impide aprovechar las ocasiones que la vida brinda. Esta formación reactiva, o inhibición, generaría la actitud pusilánime a la cual se alude con la frase popular “Dios da pan al que no tiene dientes”. Muchas veces este dicho es producto de una proyección: la queja de quien, insatisfecho, ve las oportunidades ajenas mientras desaprovecha las propias

Otra forma de inhibición de la voracidad, asociada a las significaciones que describimos en el canibalismo, puede encontrarse en la actitud mística del vegetariano absoluto. 

 e. La voracidad y el remordimiento 

 El diccionario define al “remordimiento” como “inquietud, pesar interno que queda después de ejecutada una mala acción” (Montaner y Si món, 1912). 

Garma (1954) vinculó el remordimiento con la úlcera gastro duodenal. Sostiene que el ulceroso se halla en una estrecha dependencia amorosa con una persona que lo frustra en sus deseos genitales actuales, y que esta frustración suele ir unida a una gran exigencia en el campo profesional. Esos fracasos condicionan la regresión libidinal a la fase oral digestiva, caracterizada por la fijación a la imago de una madre interna mala que re muerde (vuelve a morder) y corroe desde adentro. Dicha imago corresponde, en parte, a proyecciones de los propios deseos oral-digestivos de comer, roer y morder a la madre, que nacen de las sensaciones de carencia o hambre. Dicho de otro modo: el ulceroso se halla sometido a un superyó que, basado en representaciones psíquicas de una madre internalizada mala, de características orales, lleva a sentir la culpa bajo la forma específica del remordimiento. 

 En la misma línea de ideas, nos parece enriquecedor vincular el re mordimiento con la voracidad. La voracidad es, ante todo, un ansia vehemente de morder y devorar dirigida a un objeto “externo”. Creemos que el remordimiento es el sentimiento que corresponde a la voracidad vuelta hacia la persona propia. Mediante este mecanismo, el objeto es resigna do y sustituido por la persona propia manteniéndose inalterada la meta (en este caso, el morder), pero la meta pulsional activa se muda en pasiva (Freud, 1915c*).

lunes, 28 de agosto de 2023

La noción de falta de objeto

Hoy ubicaremos la noción de objeto desde la lectura que hace Lacan de los textos freudianos, donde nos trae los ejes de un desvío muy fundamental en las lecturas. Se trata de un ideal de relación de objeto armónica y completa que el texto freudiano contradice.
La noción de objeto se presenta de entrada en una búsqueda de objeto perdido. El objeto es siempre a reencontrar, por eso se trata de la búsqueda del objeto. Así lo puntualiza Lacan, siguiendo la letra freudiana.

En los “Tres ensayos de teoría sexual”, Freud nos plantea un concepto fundamental como el de sexualidad infantil y nos dice que dicha sexualidad contiene los rasgos de la pulsión sexual y el camino de su desarrollo.

Le da todo su valor a la latencia como fenómeno psíquico que se pone en juego entre los cinco, seis o siete años hasta cuando comienza la pubertad.

La latencia divide en dos partes la sexualidad en el hombre, por obra de la represión. Es un tiempo donde se forma lo que después serán inhibiciones de la pulsión sexual, los diques del asco, la vergüenza, la estética y la moral.

Estas construcciones no provienen de la educación, sino que tienen que ver con las etapas de construcción psíquica. Son los mecanismos de la sublimación y las formaciones reactivas de la pulsión.

Algunas veces la latencia no es silenciosa e irrumpe un monto de excitación sexual que no pudo sublimarse y produce síntomas.

La latencia, entonces, divide la sexualidad humana en dos tiempos, la etapa oral, anal y fálica por un lado, y por el otro la pubertad.

La elección de objeto también se da en dos tiempos, la primera entre los dos y cinco años, y la segunda con la pubertad.

Etapa oral

El chupeteo es modelo de las exteriorizaciones sexuales infantiles. La pulsión se satisface en el cuerpo propio (autoerotismo). Parte del chupeteo, pero avanza diciendo que otro sector de la piel o de las mucosas puede convertirse en zona erógena.

El concepto de zona erógena es importante. Cualquier sector del cuerpo o de los órganos internos puede tener la propiedad de la erogeneidad. Este desplazamiento lo vemos claramente, nos dice Freud, en la histeria.

Los labios del niño se tornaron zona erógena y la leche le dio placer. O sea que, al comenzar, la satisfacción erógena quedó unida a la necesidad de alimentación.

La meta sexual de la pulsión infantil es producir satisfacción por estimulación de la zona erógena. La necesidad de repetir la satisfacción se da, por un lado, por un sentimiento de tensión, de displacer, y por otro lado, por una sensación de estímulo proyectada a la zona erógena. El modelo de satisfacción es mamar.

Etapa anal

Al igual que la zona de los labios, la erogenización de la zona anal se apoya en funciones corporales. Este sector del cuerpo tiene un alto valor erógeno.

En la infancia, los trastornos intestinales procuran excitaciones en esta zona, ya sea por constipación o por múltiples evacuaciones. El juego entre expulsión y retención provoca sensaciones que son un fuerte estímulo.

También podemos considerar, nos dice Freud, que el hecho de que un lactante se rehúse a vaciar el intestino en el lugar donde se lo indica el adulto sea un signo de futuro nerviosismo (niños díscolos).

El contenido de los intestinos es tratado por el niño como una parte de su propio cuerpo. Representa el primer regalo que hace al adulto y expresa con él su obediencia o su desafío.

El “regalo”, más tarde, el niño lo significará como “hijo” según las teorías sexuales infantiles: un niño nace porque algo se ingiere y es dado a luz por el intestino.

La retención de las heces es una de las raíces del estreñimiento en los neuróticos.

Etapa fálica

En los varones y en las niñas, la etapa fálica se relaciona con la micción (glande y clítoris). Por las secreciones, por los lavados y cuidados higiénicos, son zonas de mucha excitación y de sensaciones placenteras.

Este tiempo también se caracteriza en el niño pequeño por el onanismo, que establece la primacía de esta zona erógena para la actividad sexual posterior.

Tenemos que distinguir tres fases en la masturbación infantil: la primera corresponde al tiempo de lactancia, la segunda se desarrolla hacia el cuarto año, y la tercera en la pubertad.

Si el onanismo de lactancia desaparece, puede volver a presentarse la pulsión sexual en esta zona cerca de los cuatro años, hasta que una nueva sofocación la detenga, o bien puede seguir sin interrupción.

Si continúa ininterrumpidamente hasta la pubertad, es problemática, ya que indica una excitación que no pudo ser sofocada o reprimida.

La segunda activación sexual infantil deja huellas inconscientes profundas que determinan su carácter y la sintomatología de la neurosis.

La vida sexual infantil, nos aclara Freud, muestra componentes pulsionales que, a pesar del lugar privilegiado de las zonas erógenas, son la pulsión del placer de ver y de exhibir, y el de la crueldad. Aparecen con independencia de las zonas erógenas, y más tarde entran en relación con la vida sexual.

El niño pequeño tiene curiosidad de ver los genitales de otras personas, quiere exhibir su cuerpo y andar desnudo por la casa. Luego, la vergüenza pone un dique y los niños se convierten en mirones.

La crueldad es característica del carácter infantil. La posibilidad de detenerse frente al dolor del otro se desarrolla más tarde. Freud lo conecta con la pulsión de apoderamiento: niños que ejercen una particular crueldad hacia los animales y los compañeros de juego.

Entre los tres y los cinco años se inicia una actividad que permanece unida a la pulsión de saber o investigar. La pulsión de saber de los niños recae con intensidad sobre los problemas sexuales y se despierta por ellos.

La pregunta fundamental sobre el origen de los niños y la suposición de que todos los seres humanos poseen un genital como el suyo pulsan e impulsan estos enigmas. Así es como el niño construye las teorías sexuales infantiles.

La investigación sexual de la primera infancia es solitaria. Es un primer paso hacia la orientación autónoma en el mundo y establece un apartamiento del niño de las personas de su entorno en los que fundaba su confianza.


Luego de la latencia, es decir, el tiempo de la represión, viene una oleada pulsional que abre otro tiempo.

Este nuevo tiempo nos trae una nueva meta sexual que se alcanza con la cooperación de todas las pulsiones parciales y las zonas erógenas que se subordinan al “primado de la zona genital”. La pulsión sexual se pone al servicio de la función reproductora.

Para que todo este pasaje se produzca con éxito, nos dice Freud, es preciso que se cuente con las disposiciones originarias y todas las particularidades de las pulsiones. Esto quiere decir que el pasaje no se da per se ni en todos los sujetos igual.

A las perturbaciones de este pasaje las que llama “inhibiciones del desarrollo”.

Es característico de esta etapa el crecimiento de los genitales externos y el desarrollo de los genitales internos.

Este aparato debe ponerse en marcha por estímulos externos (por excitación de las zonas erógenas), desde el interior del organismo y desde la vida anímica. Estos tres factores generan un estado de “excitación sexual”. Este estado provoca un sentimiento de tensión y alteraciones en los genitales (erección del miembro masculino y humectación de la vagina en la mujer) que es preparatorio para el acto sexual.



Dijimos, entonces, que durante esta metamorfosis las zonas erógenas se insertan en un nuevo orden, y tienen un papel importante en la introducción de la excitación sexual.

La excitación se conecta por una parte con el placer, y por otra con el aumento de la tensión que termina siendo displacentero. La excitación sexual reclama más placer, es pulsionante.

Freud aquí nos plantea un problema: “¿De qué modo el placer sentido despierta la necesidad de un placer mayor?”.

Las zonas erógenas cumplen un papel muy importante. Mediante su estimulación brindan un cierto monto de placer, y es desde aquí que se inicia un incremento de la tensión para llevar finalmente al acto sexual. El placer último, el de la descarga (el orgasmo), es un placer de satisfacción, y con él se elimina la tensión de la libido.

Este placer final es nuevo y depende de condiciones que sólo se instalan con la pubertad. El placer de las zonas erógenas pertenece a placer preliminar y deriva de la vida sexual infantil.

La activación autoerótica de las zonas erógenas es igual en ambos sexos en la niñez, y la diferencia de los sexos en este punto se establece en la pubertad.

El texto nos aporta una tesis en relación a las manifestaciones autoeróticas y masturbatorias: “La sexualidad de la niña pequeña tiene un carácter enteramente masculino”. Hace una distinción entre masculino y femenino, y se refiere a la pulsión activa o pasiva (que, nuevamente, debemos pensar como posiciones).

Junto con el cambio de lo autoerótico a la nueva meta sexual se da el hallazgo de objeto.

Nos dice Freud que el hallazgo de objeto está preparado desde la más temprana infancia.

El hecho de mamar el pecho materno se vuelve modelo para todo vínculo de amor. El hallazgo o encuentro de objeto es un reencuentro. Siempre se trata de restaurar la dicha perdida.

La elección de objeto es guiada por indicios infantiles, renovados en la pubertad, cuyos modelos de amor han sido los padres. Por la barrera del incesto esa elección se orienta hacia otras personas.

Lacan toma este texto en el Seminario IV: La relación de objeto, donde coloca sus aportes a este texto, la noción de falta de objeto y los tres registros (Real, Simbólico e Imaginario) en relación a las categorías de la falta. Así, nos puntualiza los desvíos de los psicoanalistas que siguieron a Freud.

lunes, 24 de agosto de 2020

La alimentación y el respeto por los tiempos del bebé

Una de las preocupaciones principales y más angustiantes de padres y cuidadores es si el bebé come bien, si tiene hambre, "si se llena", si crece.

Alimentarse es una necesidad básica, fundamental e indispensable para el desarrollo físico y cerebral. Pero no se trata exclusivamente nutricional: también es un asunto de vínculo. Cuando alimentamos al bebé desde sus primeros días, nos dan señales previas al llanto.

Por ejemplo, prestemos atención a la mirada del bebé. Desde que el bebé se prende a la teta o al biberón, ya sea con o sin dificultad, el bebé busca la mirada de quien lo alimenta. Sus ojos tienen hambre de ser mirados. Si lo interrumpen, el bebé se enoja, come y pausa. Mira a quien lo sostiene, lo descubre. El bebé come, traga, chupa, se agarra. Se duerme. A veces come y al ratito quiere hacerlo otra vez. Esto es totalmente normal. Un bebé puede tomarse 40 minutos o estar más tiempo ahí.

En el mejor de los casos, el adulto responde a la demanda de la necesidad del bebé respetando su ritmo con dedicación y mucha paciencia. Ahora, cuando el bebé empieza a comer sólidos, no sabemos darle el mismo tiempo. Nos asusta que se ahogue, no queremos que se manche, queremos que trague, que coma bien. Nuestra vida apurada hace que pasemos desde un alimento perfecto hacia "hacer lo que podemos"

Comer alimentos sólidos es un gran cambio, para los padres y para los bebés. Bueno sería si podemos incorporar al niño en la mesa familiar desde el inicio, si podemos elegir ese momento para entender sus pausas, su falta de ganas. Solo queda del lado del adulto tomarse el tiempo (¡Que siempre falta!) para dedicarle al bebé. Porque para el cachorro humano, comer es mucho más que alimentarse.

martes, 19 de mayo de 2020

La ontogénesis del aparato psíquico



En esta ocasión vamos a continuar con el desarrollo de la ontogénesis del aparato psíquico. Anteriormente hablamos de la primera oral, la cual se divide un yo placer purificado, que funciona alucinatoriamente. Esa alucinación primitiva, para Freud, es el primer acto psíquico y el primer deseo. Nada de carencia en ser, como dice Lacan. El primer deseo, ante el embate de la necesidad, cuando ya hay inscriptas huellas de satisfacción.

Ese engrama fusional yo placer se purifica cuando logra dividirse de las experiencia de displacer que constituyen al objeto hostil. Por eso, la primera oral es divalente, con todo el amor concentrado en el yo placer purificado, donde están indiferenciados el cuerpo de la madre y el bebé y objeto hostil, donde también están indiferenciados aspectos odiados de la madre y del propio bebé, como podría ser la pancita que le duele.

Poco a poco, esta escisión originaria, que coincide con la esquizoparanoide de Melanie Klein y con la división que reconoce Piera Alaugnier, hace que fracase la alucinación primitiva. No se puede vivir alucinando. Entonces, ante el fracaso, vuelve el llanto, el grito y el pataleo y asíste la mamá. Con lo cual, se produce la tercera experiencia fundante, que es la experiencia de consuelo. La experiencia de consuelo le enseña al bebé que tiene que patalear y que con alucinar no se gana nada. Por lo tanto, el primer aprendizaje para Freud es retener la alucinación y poder esperar. Incluir la urgencia, incluir la necesidad en el yo y poder esperar. Ahí es cuando cambia el llanto del bebpe y al ser respondido por la mampá, se transforma en llanto de llamada.

La vivencia de consuelo se establece cuando ya hay una separación del objeto, cuando hay una madre exterior como objeto que puede acudir y consolar al bebé. Esas experiencias de consuelo, comienzan a hacer que el yo represente la separación con la mamá. Primer está fusionado, pero al transformarse su llanto en llamado y ser respondido, se producen dos procesos interesantes: incluye aspectos del objeto hostil en sí mismo, reconoce que mamá tiene aspectos buenos y malos, que para su gusto a veces tarda. Se va cerrando la escisión originaria, pero no totalmente. Ya vamos a ver que un poco de esta escisión sigue a lo largo de la ontogénesis, pero tenemos al yo que reúne aspectos buenos y malos en sí mismos y es el yo que retiene investidura o que retiene energía que antes expulsaba nirvánicamente y que el Proyecto lo llama yo de la catexia colateral.


El yo de la catexia colateral, en vez de alejar mediante llanto y gritos, se inviste energétivamente. Esto no solo le sirve para esperar, sino para llamar. Ya hay un llanto de llamada y ejerce un proceso intelectual importante que Freud llama juicio del semejante. A nosotros nos parece muy sencillo, pero el juicio del semejante es que existe una mamá que puede aparecer por algún lado y cuando lo hace, el juicio es "mamá está ahí". Ese es el primer juicio fundador de todos los largos rodeos intelectuales que vamos a hacer de ahí en adelante.

La estructura que se ha diferenciado del objeto es compleja y por eso llamamos ontogénesis del aparato psíquico. Es ello y yo, hay una costrita que es la que hace el juicio del semejante, la que retiene la alucinación. Esa costrita, más adelante, va a ser el yo de realidad definitivo, pero comienza a diferenciarse del ello que todavía es en su mayor parte el aparato psíuico. Las pulsiones siguen fundándose, por ejemplo, en la segunda oral predominan las pulsiones oral canibalística. En la primera oral son las pulsiones oral pasiva de succión, pero no son las únicas. Hay multiplicidad de pulsiones. Freud señala sadosmasoquismo originario, voyeurismo, exhibicionismo, el encuetro de miradas entre el bebé y la mamá, que después se va a ir diferenciando en la medida en que se diferencien yo de objeto.

En la segunda oral tenemos el nacimiento de lo que va a ser yo r.d. mucho más adelante con el juicio del semejante, que es el primer juicio y la constitución del objeto. Este yo de la segunda oral es lo que en Introducción al narcisismo llama el nuevo acto psíquico, porque es el yo que ya tiene representación corporal y ese yo que a partir de acá puede hacer identificaciones que no son fusionales como la identificación de la primera oral, que es fusional.



A partir de acá, como ha comenzado a diferenciar el objeto, es que hace identificaciones que pueden ser llamadas primarias. Es decir, ha diferenciado al objeto y pueden hacer identificaciones que son de retorno del objeto. Antes, como no diferenciaba, eran identificaciones originarias, es decir fusionales, sin diferenciación del objeto. Las relaciones lógicas de la primera oral son por identidad o fusionales, pero en la segunda oral comienzan las relaciones por semejanza. Otra manera moderna de llamarlas ha sido especulares, por semejanza. Aún así hay que diferenciar identificaciones fusionales de identificaciones especulares.

El nuevo acto psíquico es la capacidad del yo de representar su propio cuerpo con más unicidad que antes, diferenciándose del objeto y a la vez diferenciarse del ello. Esto es sin consciencia, hay una representación corporal que no es solo la proyección de una superficie, como dice Freud, sino que también es la representación de un conjunto de perceptos corporales y sensaciones, que son con el correr del tiempo encerrados por la representación del ambiente, que se da de a poco.

El juicio del semejante es un acto intelectual primaria, yo - no yo. La representación corporal es primaria, es estar cinscunscripto por la piel. En ese sentido, podemos acordar con la descripción que hace Winnicott como el bebé configura su esquema coporal en base a la manipulación y el sostén que hace el papá y la mamá. En eso Winnicott es impecable. También podemos acordar que la representación de la piel, la que Ansieu le dio mucha importancia, es una representación del límite del yo.

La diferenciación del yo con el objeto es paulatina y a medida que madura, hay mayor grado de tensión entre el yo y el objeto. Las identificaciones cada vez van a ser más diferenciadas, aunque todavía sean por semejanza o especualares. Nosotros vamos a tomar la división Freud-Abraham, que es primera oral, segunda oral; primera anal, segunda anal; falo y falo Edipo-castración; naufragio del complejo de Edipo, represión primaria y yo y superyó.

¿Qué sucede con el objeto hostil? El bebé incluye en su yo la panza que duele, a la madre que tarda. La segunda oral es una etapa ambivalente, a diferencia de la primera que es divalente. La ambivalencia se va cerrando porque hay etapas en que aumenta, por ejemplo en la etapa anal. En esta última etapa hay muchas fijaciones y mucho conflicto. Es una etapa donde se va diferenciando el objeto y en la estructura psíquica, el yo del ello al mismo tiempo. Y por supuesto, en la misma medida en que van aumentando las capacidades intelectuales del yo, se van abriendo pulsiones, es decir, el ello crece: pulsión de dominio, pulsión de saber, sadomasoquismo, todo eso va creciendo conjuntamente.

Freud acentúa que en la segunda oral lo característico es la diferenciación yo de objeto. Lo que sucede es que al diferenciar al semejante, comienzan a haner identificaciones de vuelta de la diferencia objetal. En la separación de primera a segunda oral, lo que ha hecho el bebé es separar su cuerpo del cuerpo de la madre. Esa separación es fundamental, que son las identificaciones fusionales. Después que haga identificaciones de vuelta de la elección objetal no hay problema. Las identificaciones fusionales son graves, responden a patologías graves e implican desconexiones de las sensaciones del cuerpo, que se desorganiza. En un caso de una pscótica paranoide católica, la analista le pregunta si fue a misa. Ella responde que no. La analista, sabiendo que ella era católica, le dice "Qué raro que no hayas ido" y ella responde "¿Para qué? Fue mi mamá". Este es un ejemplo de identificación fusional, de la primera oral.

Aún en la etapa anal, los chicos suelen tener una especie de transmisión del pensamiento. Les das una manzana pelada y se tiran al piso llorando, porque la querían con cáscara. Esta separación de cuepro y psiquis todavía es un proceso inconcluso, pero el cuerpo tiene que ser antes. Actualmente tenemos muchos ejemplos de transitivismo mental, o de enajenación mental, de pensamiento mágico. La formación de masas funciona así.

Fuente: Este texto se redactó con el encuentro n° 19 "La ontogénesis del aparato psíquico" del canal Freud Deconocido.

Próxima entrada: La ontogénesis del aparato psíquico y las pulsiones

viernes, 21 de octubre de 2016

Las Etapas de la Evolución Psicosexual desde Freud.

La teoría de Freud es conocida como la evolución de la vida afectiva y tiene que ver con la persona en su totalidad. Desde el momento de nacer el hombre incompleto es un ser en búsqueda de equilibrio, busca la no necesidad puesto que el equilibrio existe cuando no se necesita nada. Freud formula los estadios del desarrollo de la sexualidad del niño, a los cuales corresponden los estadios de desarrollo afectivo e incluso los del desarrollo psíquico en su totalidad. Estos estadios se hallan relacionados con la génesis del aparato psíquico y resultan de una serie de desarrollos: desarrollo de pulsiones y desarrollos del ello, yo. Y superyo, y de las interacciones de los diversos desarrollos. Cada estadio se compenetra con el siguiente, de modo que la transición de uno a otro es gradual. Por esta razón la duración de los tiempos otorgados a cada estadio, deben ser considerados como de tipo promedio.

ETAPA ORAL (0 a 2 años)
La etapa oral de succión es la base para la relación con otros y en la etapa canibalística se empieza a establecer la relación objetal. durante los primeros meses de vida, la lengua, la boca constituyen la principal fuente de placer. Las primeras manifestaciones de la sexualidad aparecen enlazadas a la función vital de incorporación de alimentos. En la búsqueda del equilibrio el recién nacido recurre a lo único que tiene a su alcance : la boca que es por donde ingresa el alimento (primer equilibrador para la primera necesidad) y asociado a el esta el afecto materno que implica seguridad protección. La tendencia bucal se hace autoerótica: cuando el bebe esta frustrado, ansioso elimina o disminuye esta situación mediante el chupeteo.
Con respecto al aparato psíquico el yo comienza a funcionar en la ultima etapa de este estadio. El principio del placer comienza a entrar en conflicto con el principio de realidad.
Si esta etapa oral ha sido superada correctamente, sin grandes traumas, el sujeto habrá aprendido a incorpora no solo alimentos sino también cariño, la información, será en adelante un sujeto receptivo. Sino el descontrol en cualquier ámbito de lo oral, será evidencia de la superación incompleta de esta etapa, ej.: “comerse las uñas porque estoy nervioso”.
privación : depresión, esquizofrenia, bulimia o anorexia.
sublimación: canto y estudio.

ETAPA ANAL (2 a 3 años)
Las heces son la primera entrega del niño hacia el mundo. En la anal expulsiva el placer está en destruir sádicamente y en la anal retentiva el placer está en tener el control de los objetos. entre los dos y cuatro años el otro extremo del aparato digestivo se constituye en la zona erógena: el ano. Existe una sensación de placer relacionada con la excreción. Hay que tener en cuenta que este es el periodo donde esta realizando el aprendizaje de control de esfínteres. Por otra parte el niño se siente orgulloso por ser capaz de producir y obsequia su producto a su madre. Presiente que puede controlar la reacción de los demás que están pendientes de el. Por primera vez va a ser el quien va a dar y otro quien recibe y ejercita esa novedad. De aquí saldar el sujeto capaz de enfrentarse bien con lo laboral, alegre de producir, capaz de tarea fecunda. De aquí surgen los primeros parámetros de orden prolijidad, aseo, etc.
En este estadio el yo esta totalmente formado, es plenamente un sujeto independiente de los otros. Con el comienzo de la educación del control de esfínteres, el niño comienza a interiorizar prohibiciones lo que favorece que comience a formarse un precursor del superyo.
Lo mas importante de este estadio no es el placer de retener o expulsar sino que por primera vez se produce un agudo conflicto entre las ideas de los padres y el deseo del niño por hacer lo que quiere.
fantasías : acto sexual en forma de lucha, de intercambio de materias fecales y el parto anal.
sublimación: creación, trabajos manuales y colecciones.

ETAPA FÁLICA O EDIPICA (3 a 5-6 años)
Se dan los complejos de castración  y los complejos de Edipo y Electra. En este estadio pasan a ocupar el primer lugar los órganos genitales. El niño se procura placer a través de la manipulación de esa zonas y existe un gran predominio de tendencias exhibicionistas.
Complejo de castración: en esta etapa el niño se siente orgullo sus órganos sexuales y el temor de que algo le pase se denomina angustia de castración. Señala la entrada de la niña en el complejo de edipo y la finalización de este periodo en el niño. La angustia de castración inaugura en el nene el estadio de latencia.
Complejo de Edipo: puede ser considerado como el apogeo de la sexualidad infantil. En esta etapa el niño experimenta en relación a sus padres deseos amorosos y hostiles. Consiste en el amor hacia el progenitor del sexo opuesto y celos hacia el progenitor del mismo sexo. El ni{o quiere ser como su papá y reemplazarlo en todo, se puede decir que hace de su padre un ideal., se identifica con el, a la vez toma a su madre como objeto de amor. Comienza a percibir u entre el y la madre el obstáculo es el padre, surge entonces el deseo de suprimirlo. El niño lo supera con la amenaza de castración y en la el caso de la niña renuncia cuando comienza a ilusionarse con ser madre, por lo que se empieza a acercar a su mamá.
En este estadio el se constituye el superyó como instancia diferenciada del YO, esto es así porque el niño internaliza prohibiciones. El superyó es heredero de los padres, no solo como fuente de amenazas y castigos sino como o fuente de amor y protección.
El complejo de Edipo constituye la culminación normal del desarrollo psicosexual del niño Desempeña un papel fundamental en la estructuración de la personalidad y en la orientación respecto a la elección de pareja.
Al final de esta etapa las tres instancias psíquicas están constituidas. El Ello permanece como la capa profunda de donde surgen tendencias en búsqueda d satisfacción. El Yo asume funciones de relación con el mundo exterior, el superyo representa las tendencias morales y los ideales. El éxito que el Yo tenga respecto a
  • ·    La adaptación a las exigencias del mundo exterior.
  • ·    A la satisfacción adecuada del ello.
  • ·    De las exigencias del superyó.

Va a determinar las características de la personalidad del sujeto.

ETAPA DE LATENCIA (6 a 12 años)
La energía libidinal se orienta a desarrollar las facultades del yo y a sublimar. Empieza la extraversión. aparentemente la crisis afectiva a quedado de lado, el sujeto puede dedicarse plenamente a otra tarea como incorporarse a la sociedad, a la escuela, etc. Los impulsos sexuales y agresivos quedan como dormidos hay un aquietamiento temporario o en estado "latente”.

ETAPA GENITAL (12 años en adelante)
Surge fuertemente la libido pero inconcientemente aún con objetos paternos. La contradicción se controla por la intelectualización y el ascetismo. La libido se desarrolla cuando se logra superar totalmente la castración. Durante la pubertad surgen transformaciones debidas al crecimiento físico donde hace irrupción las hormonas al torrente sanguíneo. Comienza la atracción hacia el sexo opuesto. El adolescente se angustia por su soledad y por eso va a recurrir a uniformarse en el vestir a adoptar un lenguaje común, hacer lo que el grupo festeje, a buscar un lugar para si en el grupo. Y en un intento de demostrar que no necesita a nadie va a rebelarse en contra de los padres, de las normas que estos imponen.
El ser que se busco a si mismo, su integridad, su equilibrio, el placer de la no necesidad a través de la incorporación (etapa oral), la producción (etapa anal), de la relación con el otro(etapa fálica) ahora debe asumir su propia plenitud. Si a la adolescencia logra utilizarla para encontrarse en vez de para aturdirse, si utiliza sus posibilidades intelectuales nuevas cerca de los 18 años podrá acceder a una definición coherente de si mismo, se habrá encontrado y terminara de estructurar su personalidad, revisara los valores infantiles, quitara los que ya no les sirve y elaborara su escala de valores personal.