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sábado, 11 de mayo de 2024

Prueba pericial psicológica/psiquiátrica , según la UFEM.

Prueba pericial psicológica/psiquiátrica 

 Al ser una prueba que requiere una nueva participación de la víctima, sólo debe realizarse cuando es estrictamente necesaria según la teoría del caso y el resto de las evidencias colectadas. Si así fuera, también debe evaluarse la pertinencia de hacer peritaje psicológico y psiquiátrico, ya que en ocasiones una evaluación solamente psicológica resulta suficiente y someter a la víctima a una segunda revisión psiquiátrica resultaría revictimizante. 

 Los peritajes psicológicos sobre las víctimas sólo deben estar orientados a demostrar la violencia ejercida contra ellas y la extensión del daño causado por el agresor, aunque es posible que algunas personas no presenten secuelas psicológicas a pesar de haber sufrido situaciones de violencias sexuales. 

Nunca deben incluirse puntos periciales o preguntas que pretendan determinar “si el relato de la víctima presenta verosimilitud”, lo cual desvirtúa la finalidad de la evaluación pretendida pues busca poner en tela de juicio el relato de la denunciante en vez de indagar respecto a una eventual secuela del delito. 

 En ningún caso se deben utilizar los peritajes o informes psicológicos para indagar en la conducta sexual o social de la víctima, ni para evaluar su personalidad u otros aspectos de su vida privada146. 

 La tarea pericial psicológica tiene como base la implementación del proceso psicodiagnóstico que se realiza siguiendo los parámetros estandarizados de técnicas de exploración psicológica reconocidas y aceptadas mundialmente según las Reglas Internacionales del Psicodiagnóstico y del Código de Ética del Psicodiagnosticador147. 

 La peritación psicológica marca un recorte de la subjetividad de una persona: es el estudio de un sujeto en un momento y en un tiempo determinado; es un recorte anacrónico en su historia. Su finalidad es probatoria, no terapéutica y como tal puede ser una medida útil para demostrar la violencia ejercida contra ella y constatar secuelas psicológicas y la extensión del daño causado por el agresor, acreditando de este modo indirectamente los hechos investigados. 

 En el marco de estas técnicas, el punto central de cualquier exploración psicológica es la entrevista psicodiagnóstica que guía todo el proceso de evaluación, la que no puede ser suplida por la valoración de la prueba producida durante el juicio, materia propia de la actividad jurisdiccional o de las partes 

 La CIDH sostuvo al respecto que “Los exámenes psicológicos se deben orientar exclusivamente a constatar las consecuencias de la violencia doméstica sobre la salud psíquica de la víctima, con el objetivo de comprobar la agresión sufrida. En ningún caso se deben utilizar para indagar en la conducta sexual o social de la víctima, ni para evaluar su personalidad u otros aspectos de su vida privada”. Cfr. Informe de acceso a la justicia, 2007, párr. 19. 

 Es por ello que, en su caso, deberá objetarse la formulación de preguntas hacia la víctima durante el debate orientadas a explorar su psiquis, no sólo porque ello no cumple con los parámetros estandarizados de técnicas de exploración psicológica, sino por los efectos revictimizantes que traería aparejados. VIII.2. 

Impertinencia del “test de fabulación” 

 Se conoce como “test de fabulación” al estudio pericial orientado a evaluar el perfil de personalidad y tendencias conductuales generales. 

El instrumento comúnmente utilizado para ello es el Inventario Multifacético de Personalidad de Minnesota II (MMPI II). Este test consta de aproximadamente 600 preguntas y su administración dura entre 90 y 120 minutos. 

Este examen pretende concluir que una persona presenta una inclinación a la fabulación, pero no permite determinar si ha mentido sobre los hechos puntuales relatados150. La realización del test de fabulación en forma generalizada y preponderante a las mujeres víctimas de violencia de género constituye una práctica discriminatoria basada en estereotipos de género151

 El presupuesto de esta medida es la falsa noción de que las mujeres son mendaces y que tienen una tendencia a exagerar o tergiversar los hechos, y no se utiliza en otro tipo de casos en los que el testimonio de la víctima es fundamental para conocer lo ocurrido (por ejemplo, hurtos en la vía pública en los que sólo el damnificado reconoce al autor). Además, en la medida que implica someter a las mujeres víctimas de violencia a un extenso cuestionario orientado a evaluar su personalidad, constituye una injerencia sobre la persona y puede causar un nuevo traumatismo o agravar su situación de estrés y angustia (revictimización). 

 En el caso de las personas que atravesaron un hecho de violencia sexual, la realización del test de fabulación constituye una práctica discriminatoria basada en estereotipos de género. Por estos motivos, en todos los casos, las fiscalías se deben oponer a la administración del test de fabulación a las personas que fueron afectadas por episodios de violencia sexual. En su lugar, para determinar la veracidad de los hechos relatados, deben valorar su testimonio con perspectiva de género y en conjunto con la totalidad de los elementos de prueba colectados. 

 148. Cafferata Nores, La prueba en el proceso penal, 2da Edición Actualizada. Editorial Depalma. Buenos Aires, 1994, pág. 37. 

 150. UFEM/DGPG, Guía de actuación en casos de Violencia Doméstica contra las Mujeres, ya citada, pág. 36. 

 151. Corte IDH, Caso Espinoza Gonzáles vs. Perú, cit., párr. 279-280. Corte IDH, Caso Véliz Franco y otros vs. Guatemala, cit., párr. 213. 74 | Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres | MPF Los estudios periciales que se realicen sobre la persona denunciante sólo pueden estar destinados a acreditar las secuelas del hecho delictivo sufrido

martes, 30 de enero de 2024

Síndrome de acomodación al abuso sexual infantil: qué es, y características

En entra entrada veremos qué es el síndrome de acomodación al abuso sexual infantil propuesto por Roland C. Summit, pues algo que se suele pedir en las pericias penales.

A lo largo de las últimas décadas se ha investigado profundamente la problemática del abuso sexual a menores y sus consecuencias.

Muchas de esas secuelas son de tipo psicológico. Esa es la perspectiva que aborda el síndrome de acomodación al abuso sexual infantil, un constructo que analizaremos con detalle en los siguientes párrafos para conocer en qué consiste y qué implicaciones tiene para las víctimas.

¿Qué es el síndrome de acomodación al abuso sexual infantil?

Las personas que han sufrido de un abuso sexual mientras eran menores de edad, no son solo víctimas del hecho atroz en sí mismo, sino que pueden a su vez ser victimizadas posteriormente como consecuencia del suceso sufrido. Este fenómeno es el que exploró Roland C. Summit, cuando en el año 1983 propuso la existencia del síndrome de acomodación al abuso sexual infantil.

Este autor desarrolló este concepto para tratar de establecer los pasos por los que, según él, pasaban todos o la mayoría de los niños que habían sido sufrido de abusos sexuales de una manera reiterada. Dicho esquema muestra un proceso psicológico de acostumbramiento a dicho tipo de maltrato. Para ello, sugirió la existencia de cinco etapas o hitos por los que deberían pasar los menores durante ese proceso.

Más adelante exploraremos esas cinco etapas del síndrome de acomodación al abuso sexual infantil. Summit, además, habla de la relación que generalmente tiene el abusador con la víctima, puesto que en un alto porcentaje de casos, suele ser una persona cercana, ya sea un familiar, un profesor, monitor, amigo de la familia, etc.

Esta relación tiene un efecto directo sobre la percepción de la situación por parte del niño, los sentimientos de vergüenza, indefensión e incluso culpabilidad, como veremos cuando describamos las fases del síndrome de acomodación al abuso sexual infantil. Y es que dicho proceso describe, siempre desde el punto de vista del autor, la forma habitual de respuesta del niño abusado a nivel psicológico.
Las etapas del síndrome de acomodación al abuso sexual infantil según Summit

Como mencionamos, el síndrome de acomodación al abuso sexual infantil que propuso Roland Summit consta de cinco etapas. A continuación describiremos cada una de ellas en detalle para comprender el esquema que este autor puso sobre la mesa.

1. El secreto

El síndrome de acomodación al abuso sexual infantil comienza con la etapa del secreto. Por lo general, esta es la característica típica que tiene lugar al principio de toda conducta de abuso. Recordemos que hemos mencionado que normalmente el agresor es un individuo de un entorno cercano al niño. Por lo tanto, esa persona suele hacer hincapié a la víctima acerca de la necesidad de no contar nada a nadie.

De esta manera, el niño que sufre una agresión sexual, lo cuál ya le convierte en víctima, obviamente, además lo es (normalmente) de una persona con la que tenía una cierta confianza, en ocasiones incluso siendo alguien muy cercano. Pero, además, se le obliga a guardar secreto sobre ello, lo cual puede aumentar todavía más la angustia, la ansiedad y el malestar del menor.

En ocasiones ese secreto se impone mediante amenazas, ya sea de hacerle daño a él o a su familia, o incluso profundizando en el sentimiento de culpa y de vergüenza si los demás se enteran de lo que han hecho. Todo ello son formas de seguir victimizando al niño, más allá del propio abuso al que ha sido sometido, y se hace a través del miedo.

Por ello, este primer nivel del síndrome de acomodación al abuso sexual infantil es crucial para entender las implicaciones que tiene a nivel psicológico en el niño la percepción de la agresión recibida.

2. La impotencia

La víctima, al saberse vulnerable y no poder pedir ayuda a nadie, porque le obligan a guardar el secreto bajo amenazas, o bien porque por vergüenza, creyendo que ha hecho algo malo, se encuentra impotente, desamparada. Esa es la segunda fase que incluye el síndrome de acomodación al abuso sexual infantil.

Puede que el niño no sepa por qué ha ocurrido este suceso, que esté confundido, o que no tenga capacidad para entender lo qué ha pasado ni sus implicaciones. Más aún cuando la agresión ha provenido de alguien en quien confiaba o incluso quería, alguien que debería protegerlo y en realidad ha hecho todo lo contrario.

Todo ello genera una profunda sensación de indefensión, que además se ve agravada por la obligación de guardar el secreto acerca de la agresión. La percepción del niño es la de que no puede escapar del abuso, al que se tendrá que enfrentar de manera reiterada, sin poder hacer nada para evitarlo.

Si además el agresor representa algún tipo de autoridad para el menor, esta sensación de impotencia y desamparo se acrecentará, pues aumentará la confusión y la percepción de inevitabilidad del abuso.

3. El atrapamiento y la acomodación

La tercera etapa que se alcanza en el síndrome de acomodación al abuso sexual infantil, según Summit, es la del atrapamiento y la acomodación al propio abuso. Esta idea puede resultar extraña o chocante, pero lo cierto es que muchas veces, el niño que sufre agresiones sexuales de manera habitual, sabiendo que no puede decírselo a nadie y que por lo tanto nadie va a ayudarle, tristemente termina por acostumbrarse.

Es una cuestión terrible, ya que sucede como consecuencia de los dos puntos anteriores que habíamos visto. Por un lado la obligación de mantener silencio, probablemente a base de amenazas, y por otro, la desprotección percibida por este hecho. Estos factores cristalizan en una situación de atrapamiento en la que el menor percibe que no tiene más alternativa que seguir padeciendo los abusos.

Por lo tanto, termina acomodándose a ellos, no en el sentido de estar satisfecho con la situación, evidentemente, pues es un drama terrible que ninguna persona debería vivir, y mucho menos un menor. El sentido de acomodarse es el de acostumbrarse, por una falta de opciones. En otras palabras, el niño termina aceptando que ha de ser víctima de esos abusos, pues no puede evitarlo de ninguna forma.

4. Divulgación tardía

La siguiente etapa vivida en el niño según el síndrome de acomodación al abuso sexual infantil es la de la divulgación atrasada. A lo que se refiere este hecho es a revelar el secreto acerca de las agresiones de las que está siendo víctima. Este acto muchas veces ocurre, según Summit, de manera espontánea, tras algún conflicto, o por alcanzar una edad en la que puede reunir el valor necesario para contarlo.

El problema es que este hecho puede dar lugar a otra forma más de victimización, y es el descrédito. Muchas víctimas de abusos, que deciden de una vez por todas contar la terrible situación que han vivido, se encuentran con que su propia familia no les cree, y piensan que el menor se está inventando los hechos, que los está confundiendo con otras conductas o que son fruto de su imaginación.

Se trata de una situación extremadamente difícil de encajar, y muchas personas recurren al mecanismo de defensa que es la negación. La cuestión es que esta actitud no hace sino ahondar en la herida del niño. Muchos adultos, incluso, culpan al niño por no haber dicho nada antes, lo cual es, de nuevo, una forma de volver a convertirlo en víctima.

5. Retractación

Pero el ciclo no termina en esa confesión. El síndrome de acomodación al abuso sexual infantil aún tiene una última etapa, que no es otra que la retractación. Efectivamente, aunque la revelación de los hechos puede suceder por un momento de explosión o por reunir las fuerzas para ello, eso no significa que el miedo haya desaparecido por completo.

En cuanto el temor a las represalias regresa, el niño puede retractarse de su confesión, alegar que era todo mentira, que se lo ha inventado o utilizar cualquier excusa. Esto sucede porque el miedo a las consecuencias, tanto para él como para su familia, es tan fuerte que no se ve capaz de tratar de escapar de esos abusos.

La fase de retractación, explica Summit, es frecuente, salvo en los casos en los que el niño perciba que cuenta con un apoyo total de su familia y sienta que tiene el apoyo necesario para estar protegido frente al agresor por haber desvelado el secreto de los terribles actos a los que le estaba sometiendo.

Críticas al síndrome de acomodación al abuso sexual infantil

El llamado síndrome de acomodación al abuso sexual infantil no ha sido aceptado por todos. Ha recibido algunas críticas, para empezar, por utilizar la palabra síndrome, lo cual puede inducir a creer que es un diagnóstico de una psicopatología, cuando en realidad no es así.

Igualmente, autores como Mary de Young criticaron este concepto por haber sido sobreutilizado en las décadas de los 80 y 90 para realizar acusaciones de abusos sexuales a menores que después resultaron no ser tales.

Es importante tener en cuenta, por lo tanto, que se trata de una teoría formulada por un único autor, pero no cuenta con el reconocimiento ni el respaldo de instituciones como la Asociación Americana de Psicología (APA).

Referencias bibliográficas:
De Young, M. (2008). The day care ritual abuse moral panic: A sociological analysis. Sociology Compass. Wiley Online Library.
Olafson, E., Corwin, D.L., Summit, R.C. (1993). Modern history of child sexual abuse awareness: Cycles of discovery and suppression. Child abuse & neglect. Elsevier.
Summit, R.C. (1983). The child sexual abuse accomodation syndrome. Child abuse & neglect. Elsevier.

martes, 21 de marzo de 2023

La importancia y relevancia del testimonio de los niños y niñas víctimas de delitos contra la integridad sexual

Los denominados delitos contra la integridad sexual han sido caracterizados como de difícil probanza en el desarrollo del proceso penal. Esto porque es considerado e identificado como “delito de alcoba”, donde el victimario aprovecha la intimidad o privacidad en que se desarrollan los hechos y la ausencia de testigos o terceros para realizar su obra criminal, su desfogue sexual. Asimismo, la vulnerabilidad de las victimas –niños y niñas-que presentando signos de angustia, vergüenza, pudor, sentimientos de culpas, deben narrar y dar conocer públicamente ante los estrados de la justicia el o los episodios que los tuvo como protagonistas, con las secuelas de estigmatización y victimización sexual que ello representa, lleva aun más la dificultad probatoria de este tipo de delitos.

Sin embargo, hoy podemos afirmar que la mayoría de los casos judicializados de delitos sexuales- no todos- pueden ser identificados fehacientemente e investigados y, elevados para su juzgamiento. Ello se ha logrado con motivo de diversas circunstancias, tales como: una mejor capacitación de magistrados y funcionarios judiciales en materia de investigación de este delito, mayor experiencia de aprendizaje en la visualización y adecuada valoración de los indicadores de sospecha de abuso sexual por parte de los peritos oficiales médicos psiquiatras y psicólogos, agentes estatales y operadores que trabajan en el área de la justicia y minoridad, aplicación de nuevas técnicas de validación de los testimonios y las denuncias correspondientes, un gran esfuerzo de todo el sistema judicial para impedir la re victimización o victimización secundaria y terciaria, la creación de organismos específicos (unidades judiciales, centros de asistencia a las victimas contra la integridad sexual, organizaciones no gubernamentales y asociaciones civiles que asisten y orientan a familiares de menores que han sido abusados sexualmente, etc, destinados a resguardar y amparar al menor sexualmente abusado, un mayor estado de alerta y de conocimiento sobre el cumplimiento de la obligatoriedad de denunciar, un incremento de la confianza del justiciable en el sistema, campañas promovidas por el Estado para prevenir y educar a la población en general acerca de qué hacer, cómo, cuándo y dónde denunciar y recurrir en caso de resultar víctimas de violencia y agresión sexual y, la colaboración de los medios de comunicación en su misión de ilustrar y prevenir a la sociedad.

Ahora bien, en materia de investigación penal de los delitos sexuales, dado que la mayoría de los casos, como se dijo antes, ocurren en ámbitos de intimidad frente a la ausencia de testigos, lleva a que los jueces condenen con menos exigencias probatorias que las exigidas en el resto de los delitos tipificados en el Código Penal Argentino. Con esto se quiere poner de resalto que el testimonio de los niños y niñas victimas aparece como la prueba dirimente dado que la mayoría de los casos, como antes se dijo, se comenten en ámbitos privados ajeno a la mirada de terceros.

En este sentido, el relato de la víctima constituye una prueba indirecta, empero, empero, ello no resulta óbice para afirmar que el hecho ha ocurrido en el mundo exterior del modo en que afirma la víctima, y que la persona que aparece como imputada lo ha cometido.

En virtud de lo dicho, el tribunal de juicio al momento de juzgar un hecho de esta entidad, amerita de manera completa e interrelacionada las pruebas colectadas, respetuosa de la sana crítica racional, que lleva a concluir de modo razonable y con el grado de certeza, la existencia del hecho y la participación cierta del imputado. Así, el relato del menor víctima suele ser complementado con testimonios (especialmente de familiares directos de la víctima)y pericias psicológicas que no hacen más que corroborar y reafirmar los dichos de la víctima.

En relación a ello, el Máximo Tribunal Superior de Justicia de la provincia de Córdoba (Rep. Argentina), en numerosos fallos se ha pronunciado sobre la importancia y relevancia del testimonio de niños y niñas víctimas de delitos contra la integridad sexual, como así también ha considerado y sostenido la importancia del valor convictivo de los dictámenes periciales psicológicos que se les debe asignar en este tipo de delitos.

Así se ha pronunciado, cuyas partes relevantes se transcriben a continuación: “…esta Sala tiene dicho que frente a delitos contra la integridad sexual, el testimonio de la víctima aparece como la prueba dirimente, puesto que esta clase de hechos suele cometerse en ámbitos de intimidad, ajenos a las miradas de terceros. En consecuencia, los elementos de juicio que corroboran el relato de las víctimas constituyen, en su mayoría, prueba indirecta. Empero, ello no resulta óbice para sostener una conclusión condenatoria, en la medida en que los indicios meritados sean unívocos y no anfibológicos (T.S.J. Cba., Sala Penal, S. n° 41, 27/12/84, “Ramírez”) y a su vez sean valorados en conjunto y no en forma separada o fragmentaria (T.S.J. Cba., Sala Penal, "Avila”, S. n° 216, 31/8/2007; “Díaz”, S. n° 12, 20/2/2008; “Boretto”, S. n° 212,15/8/2008; "Aranda", S. n° 333, 17/12/2009; "Risso Patrón", S. n° 111, 19/05/2008; entre muchos otros)…”.

Esta doctrina sentada por el máximo tribunal, demuestra que si bien el Juez es perito de peritos y que, en consecuencia, no está obligado a aceptar la opinión de los peritos simplemente porque éstos la enuncien, sostiene claramente que el examen psicológico que en la práctica judicial resulta de gran relevancia para el diagnostico del abuso sexual de niños y niñas y, tambien para evaluar el grado de verosimilitud del relato del hecho denunciado y para precisar el estado psicoemocional o psicoafectivo de la víctima. Además, junto con el examen psiquiátrico contribuye a la detección y cuantificación de las perturbaciones psicológicas o madurativas psicointelectuales que el hecho pueda haber ocasionado permitiendo el diagnóstico que dará inicio al tratamiento adecuado y evitará la victimización judicial.

Con relación a ello, el Tribunal Superior de Justicia se ha pronunciado de la siguiente manera: “…Sobre el particular, recordaré brevemente que el juez -y las partes- acuden al perito para proveer a determinada constatación fáctica de una base técnica que ante las partes se presente objetiva y controlable, carece de todo sentido prescindir luego de su dictamen sin exponer las razones de tal solución, como así también contraponer a la opinión profesional el parecer meramente individual del magistrado -o de la parte- en un área ajena a sus incumbencias específicas (T.S.J., Sala Penal, "Cortés", S. n° 8, 1/07/1958; "Castro", S. n° 31, 28/04/2006; "Risso Patrón", S. n° 49, 9/06/2006; "Battistón", S. n° 193, 21/12/2006; cfr., C.S.J.N., "González c. Trenes de Buenos Aires S.A."; "Medina c. Siam Di Tella, S.A.", 05/12/1978)…”.

A ello hay que agregar que El royal College of Physicians de Londres ha dejado aclarado que “ el relato preciso del niño es el único y más importante elemento de diagnostico del abuso sexual infantil” 1. Entonces, por lo general, salvo excepciones, los niños siempre dicen la verdad y, por ende, sus relatos son aceptados como verdaderos.

En la justicia Argentina, y particularmente en Córdoba, el procedimiento técnico de investigación psicológica considerado de importancia vital para la investigación de los delitos sexuales en menores, y también de la violencia familiar y maltrato infantil, es el denominado “Cámara Gessel”, en donde el Fiscal a cargo de la causa tiene la dirección exclusiva de la entrevista, participando de la misma el mismo Fiscal, el abogado defensor del imputado, si hubiere imputación en la causa, el Defensor de menores (Ministerio pupilar), pudiendo estar presentes los padres o tutor, dependiendo el caso.

Este método se ha impuesto como un procedimiento científico apto y calificado para validar las denuncias, optimizar la recolección de elementos probatorias en las investigaciones de abusos sexuales de menores, mejorar la credibilidad en el sistema judicial para la solución de estos delitos y humanizar el procedimiento penal, evitando la victimización judicial.

Por último, la Sala Penal del Tribunal Superior de justicia de Córdoba, ha seguido pronunciándose con respecto al tema traído a estudio.

Ha dicho que: “…el relato de un niño no puede ser analogado en su tratamiento al de un adulto; sin embargo, en la praxis tribunalicia son frecuentes los casos en los que se advierte que el operador judicial -ora el Juzgador, ora las partes los somete a un minucioso examen lógico, en desmedro de los rasgos distintivos que le confieren la madurez y afectividad propias de su edad. Semejante abordaje olvida, en primer término, que si a la valoración de toda prueba obtenida en el proceso ha de aplicarse la sana crítica racional (art. 193, C.P.P.), ésta se integra con la lógica, pero también, y en igual medida, por las reglas de la experiencia común y la psicología (T.S.J., Sala Penal, "Battistón", S. n° 193, 21/12/2006; "Cuello", S. n° 363, 27/12/2007, “Fernández” S. 213, 15/08/2008). Sobre la cuestión que nos ocupa, puede afirmarse con holgura que es una regla de la experiencia común -en cuanto constituye un hecho notorio, aprehensible espontáneamente por el intelecto como verdad indiscutible (T.S.J., Sala Penal, "Quiroga", A. nº 329, 24/08/2001; "Quiñones", S. n° 13, 24/02/2005; DE LA RÚA, Fernando, La Casación Penal, Depalma, Bs. As., 1994, pág. 163)- que el relato de un niño no puede ser objeto de un estricto control de logicidad. En ninguna esfera de su vida en relación -familiar, escolar, social, etc.-, quien se comunica con un niño lo hace con la expectativa de obtener de su pequeño interlocutor un razonamiento impoluto, sin fisuras, sin olvidos, sin contradicciones, sin imprecisiones. ¿Por qué entonces ha de aplicarse distinta vara para mensurar con inmutable rigor la narración que ofrece un niño cuando es convocado a declarar en un proceso penal?...”

Continua diciendo: “… La psicología, por su parte, también ofrece un inestimable aporte para la valoración del relato infantil, en tanto explica los mecanismos e interacciones inherentes a la psique del niño que subyacen a esta peculiaridad arriba referida y constatada por la experiencia común. Es precisamente por dicho motivo que resulta aconsejable -aunque no imprescindible, atento al principio de libertad probatoria receptado en el artículo 192 del código ritual- validar sus dichos con un abordaje experto. Las pericias psicológicas, en este sentido, ofician casi a modo de intérpretes del relato del niño y cuando se agregan al proceso no es posible separarlas de aquél, por su capacidad explicativa de los defectos u omisiones que puedan encontrarse en la narración del menor.

Por ello, cuando existe una pericia psicológica que se expide sobre la fiabilidad del relato, la lectura de este último debe ir necesariamente acompañada - cual sombra al cuerpo- de la explicación experta, en tanto aquel extremo se encuentra dentro del ámbito de conocimientos especiales de los que carece el Juzgador (o que, disponiendo de ellos, no pueden motivar su decisión por no ser controlables a las partes) y que por ende no pueden motivar su decisión…”.

Las consideraciones que preceden, resta agregar, lo son en plena sintonía con las directrices que emanan de documentos internacionales. Como derivación de la obligación asumida por los Estados de "proteger al niño contra todas las formas de explotación y abuso sexuales" al suscribir la Convención de los Derechos del Niño (art. 34), y brindando un marco práctico para el trabajo con niños víctimas y testigos de delitos dentro del proceso de justicia bajo el prisma de la Declaración sobre los principios fundamentales de Justicia para las víctimas de delitos y del abuso de poder (O.N.U.), se proclama que "cada niño tiene derecho a que se le trate como un testigo capaz y a que su testimonio se presuma válido y creíble, a menos que se demuestre lo contrario y siempre y cuando su edad y madurez permitan que proporcione testimonio comprensible, con o sin el uso de ayudas de comunicación u otro tipo de asistencia2.

En conclusión, el testimonio de niños y niñas víctimas de delitos sexuales receptado en Cámara Gessel, deberá valorarse en forma conjunta y ponderarse conforme a la pericia psicológica practicada , atento su capacidad explicativa y científica, a tenor de las reglas de la sana critica racional, lo que implica respetar los principios de la ciencia, de la recta razón (lógica) y la experiencia común. Así, los dichos de las víctimas se verán corroborados y validados por las conclusiones del experto (psicólogo), no descartándose los aportes de la psicología como saber auxiliar del derecho para el juzgamiento de este tipo de delitos, sino por lo contrario, deberá ajustarse en sus justos términos, dando validez y precisión al relato de la víctima, para que el juzgador al momento de resolver valore en forma conjunta todo el caudal probatorio, para así arribar al dictado de una sentencia condenatoria o absolutoria.

1Cornaglia Carlos A., “Abuso sexual de menores- Criminal Plaga”, Ed. Advocatus, Córdoba, 2011, p.190.

2Justicia para los Niños Víctimas y Testigos de Delitos, apartado B.2.d, Oficina Internacional de los Derechos del Niño, Canadá, 2003, en "Infancia y Adolescencia. Derechos y Justicia", Oficina de Derechos Humanos y Justicia, Colección de Derechos Humanos y Justicia Nº 5, Poder Judicial de Córdoba, pág. 169).

ÍNDICE BIBLIOGRÁFICO

Cornaglia Carlos A., “Abuso sexual de menores- Criminal Plaga”, Ed. Advocatus, Córdoba, 2011.

Justicia para los Niños Víctimas y Testigos de Delitos, apartado B.2.d, Oficina Internacional de los Derechos del Niño, Canadá, 2003, en "Infancia y Adolescencia. Derechos y Justicia", Oficina de Derechos Humanos y Justicia, Colección de Derechos Humanos y Justicia Nº 5, Poder Judicial de Córdoba.

www.justiciacordoba.gob.ar

domingo, 20 de marzo de 2022

La angustia amordazada. Adultos en análisis que fueron abusados en su infancia

Notas de la Conferencia Virtual dictada por Élida Fernández, el 28/9/21, titulada "La angustia amordazada. Adultos en análisis que fueron abusados en su infancia". Formó parte del Ciclo de Conferencias 2021 "La angustia: su presentación en la clínica", de la Institución Fernando Ulloa.
Casos clínicos. Se trata de dos caso de hace 30 años, donde en Argentina aún no estaba visibilizado nada que tuviera que ver con el abuso sexual infantil. En ambos casos, pasaron años hasta que, una vez instalada la transferencia, emergió el relato de esto que habían padecido y que de alguna manera habían forcluido de sus vidas.

En muchos historiales actuales aparece el abuso sexual totalmente banalizado, como si fuera un dato más de la biografía. Eso que habría que destacar, se termina perdiendo entre otros decires. Es una forma de desoír este fenómeno, como algo de lo que no vale la pena hablar. La propuesta es pensar que los abusos son algo importante en la vida de los sujetos.

Caso Ana
Consulta derivada por una colega. Hacía 5 años que se había hecho una cirugía estética muy importante en la cara. Al verse al espejo, hace sufre un ataque de angustia, se horroriza de lo que ve y no se reconoce. Pide la consulta con urgencia. Despliega una historia muy sufriente: está casada, tiene 3 hijos, el marido tiene una buena posición social y ella es profesional y trabaja. Sufre por no ser deseada por su marido, motivo por el cual se hizo la cirugía.

Luego de las entrevistas iniciales, comienza su análisis y dice que hay algo de lo que no quiere hablar. Con lo cual, pone en primer lugar un secreto. 

Ana había dicho que había algo de lo que no quería hablar, cosa que la analista acepta apostando al devenir del análisis y a la instalación de la transferencia y a que ella podrá confiar en algún momento y poder hablar de esto.

Con el tema del secreto, tenemos que hacer una diferenciación. Muchos psicoanalistas plantearon la función del secreto como un derecho y una función imprescindible en la subjetivación para poder tomar distancia del Otro. Este tema lo trabajó Piera Alaugnier, sobre el derecho a tener un secreto, dice que el secreto constituye para el niño una primera forma de separarse del Otro.

Pero también tenemos la vertiente del secreto inconfesable. Se trata de una injuria narcisista inelaborable. La transmisión del secreto está asociada al fantasma. Esto inelaborable del fantasma se presenta en las lagunas dejadas por el secreto. El secreto inconfesable va a estar referido a una muerte. En el caso de los abusos sexuales infantiles, lo que se asesina es la infancia. 

El padre, según Ana, la amaba y ella también a él. Era maestro mayor de obras, y tenía la característica de que empezaba a construir la casa, pero nunca la terminaba. Ella vivió gran parte de su infancia en una casa en permanente construcción. El padre muere tempranamente y queda sola con su madre, la que decide irse a vivir a la casa de la abuela de Ana. relata una infancia muy sufriente, con un abuela y una madre que la castigaban mucho, que la encerraban sin que ella pudiera saber por qué tantos castigos. 

Avanza el análisis y el tema de no ser deseada por su marido y el sufrimiento que esto le trae. Tres años después, Ana estaba desayunando sola, abre el diario y se encuentra con un artículo sobre el abuso sexual infantil. Lo lee y hace un ataque de angustia similar al que la trajo a análisis. Llama a la analista con urgencia. Relata que su secreto era una fantasía que siempre la acompañaba y no quería dejarla, que encubría algo que la avergonzaba terriblemente: de los 4 a los 7 años fue abusada por su abuelo.

Con mucha cautela, la analista fue preguntando. A los 7 años de ella, su abuela se suicidó. Lo que Ana se pregunta, en su ataque de angustia, es por qué lo sedujo. ¿Por qué hice esto? Ella se hace totalmente responsable de haber seducido a su abuelo. 

Caso Pedro
Es derivado por su amigo tras haber Pedro sufrido un infarto. Pedro accede a la entrevista sin muchas ganas. Estaba separado de su mujer, tenía dos hijos adolescentes y hacía diversas actividades en la construcción. La analista no esperaba más que una entrevista. Pedro habla lleno de odio de los hijos, de la ex mujer, del socio...  Lo que llamaba la atención era el odio hacia sus hijos, que lo vieron todo el tiempo que se les permitió acceder a la terapia intensiva. Cuando la analista le pregunta por el odio a sus hijos, él se da cuenta que no tiene una respuesta, de manera que en esta primera entrevista se puede plantear un interrogante que hizo que el análisis siguiera.

En el análisis, surge que Pedro abandonó la escuela secundaria a los 14 años y nunca más volvió a estudiar nada. Al preguntarle por qué, Pedro se pone a llorar a los gritos y dice que él nunca pensó que tendría que hablar de esto... Él estaba haciendo el secundario pupilo en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, dirigido por curas. Había un cura que era su maestro, muy idealizado por Pedro y al que él le decía Padre. Habla de este cura confesor que a sus 14 años abusa de él. El abuso lo llenó de vergüenza y de odio. Se escapó del pueblo y la policía lo trajo de vuelta al hogar. Nadie preguntó nada. La madre y los hermanos dijeron "Pedro es vago, no le gusta estudiar".

En sesiones posteriores, Pedro puede hablar de este tema que no pensaba hablar con nadie. Él había pretendido seccionar esto de su historia, como que nunca había ocurrido. Transcurrido un tiempo, entra a sesión diciendo que el cura se murió. "Fui un cobarde, nunca lo pude encarar" y se pregunta por qué nunca lo denunció.

En ambos casos vemos que los abusos pudieron ser contados una vez establecida la confianza transferencial y después de haberse asegurado que contarlo no hubiera significado una revictimización. Las diferencias que se pueden marcar es que Ana se coloca en un lugar activo, mientras que Pedro está lleno de odio, que ha desplazado hacia todos sus conocidos. En un momento, Pedro se pregunta si esto que le pasó con el Padre no hizo que él no pudiera llevar a cabo el lugar de padre amorosamente con los hijos. 

Distinción de traumas
Hay que diferenciar lo que es la inclusión del niño en la vida familiar, donde hay otros adultos responsables, que lo enfrentan traumáticamente (en el sentido de no tener palabras para incluir eso en la vida) de lo que es el deseo del Otro hacia un niño, que siempre es traumático. El niño nace totalmente desamparado y depende del cuidado del Otro. Si bien el lugar previo al niño es fundante, también es cierto que produce una situación traumática. Este trauma constituye la subjetividad. 

Cuando hablamos de los abusos sexuales en la niñez, no hablamos del trauma fundante, sino de un trauma vivido y experimentado brutalmente, el niño como objeto de goce de un otro en el que el niño no participa subjetivamente de esa escena. El niño queda relegado a un goce oscuro del que no tiene la menor idea. Las víctimas suelen reprocharse por qué no se dieron cuenta, por qué no hicieron algo. Ana no podía hacer nada, por estar en una situación familiar donde su madre y abuela eran cómplices de ese silencio y mirar hacia otro lado. Los abusos no suelen ocurrir sin la complicidad de otros adultos, que deberían cuidar al niño. 

En el abuso no solo se pone al niño como objeto de un goce oscuro que el niño no puede representar, ni entender ni decidir, sino que después esto se redobla con la sanción de los otros adultos. Por ejemplo, los castigos que le dan a Ana y en la respuesta familiar de Pedro cuando él se escapa del colegio, donde nadie preguntó por qué dejó la escuela ó por qué se escapó. 

En cuanto al trauma, Freud muy tempranamente se preguntó por la etiología de las distintas neurosis y puso en el centro de la escena la escena sexual prematura que ha debido reprimirse por el reproche que genera a raíz de una situación posterior que genera su recuerdo y lleva a la conformación del síntoma. Así, para Freud, las diferencias principales entre las neurosis se muestran en el modo en que algunas de las representaciones reprimidas retornan y en la formación de síntomas. En la carta 69 a Fliess, en el manuscrito K de 1896, Freud le escribe a Fliess que ya no cree en sus neuróticas. San Felipo, en su investigación sobre el trauma, detectó que a lo que Freud llamaba "mis neuróticas" no eran a sus pacientes histéricas, sino a una teoróa etiológica que implica a la represión, compuesta en 1896 por tres textos: La herencia y la etiología de las neurosis, Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa y La etiología de la histeria. Esto es a lo que Freud llama "mis neuróticas", que se conoció como la teoría de la seducción y posibilitó la diferencia entre los hechos acontecidos y la fantasía como producto de la subjetividad. 

Actualmente hay un debate, donde se plantea que Freud intentó tapar el abuso sexual que sufrían sus pacientes. El tema es que a Freud lo que lo abocaba en ese tiempo era la construcción de su teoría. El hecho de poder pasar del hecho vivido a la fantasía le dio la posibilidad de teorizar el aparato psíquico y darle un lugar muy importante a la fantasía inconsciente. 

No obstante, es importante discriminar de lo traumático que puede encontrar un infans frente al deseo del Otro de los traumas acontecidos por abusos de otros en los que el infans confiaba, cuando lo cierto es que ningún niño puede poner palabras para ese hecho. Este abuso sexual infantil produce una herida en el cuerpo, en la subjetividad y produce la pérdida de la infancia y la confianza, entronizando al miedo.

Lacan puntualizó en la clase del 12 de noviembre de 1958 que el trauma, en tanto cumple una acción represora interviene a posteriori.
"Concierne a ese momento fundante pre político que es el ingreso al lenguaje, cuando algo se desprende del sujeto en el mundo simbólico mismo que está integrando. Eso ya no será del sujeto, no hablará más de ello, no lo reintegrará. Sin embargo permanece en alguna parte, hablado, a través de algo que el sujeto no domina, será el primer núcleo de lo que luego habrán de llamarse sus síntomas.

Entre estos momentos del análisis que describimos y el momento intermedio entre la acuñación simbólica y la represión simbólica, no hay una diferencia esencial, solo hay una diferencia en este momento: nadie está presente para darle la palabra. Una vez constituido su primer núcleo, la represión comienza. Hay ahora un punto central alrededor del cual podrá luego organizarse los síntomas. Las sucesivas represiones del mismo tiempo, ya que la represión y el retorno de lo reprimido son lo mismo. 

para lacan, el trauma es el primer encuentro con lo real, con lo imposible de simbolizar y queda como una piedra constitutiva de los síntomas y en tanto hace al deseo del Otro, que siempre es opaco, dará lugar a la constitución del fantasma, con la pregunta de qué me quiere. Cuando hay una irrupción, no del deseo, sino del goce del Otro, no hay posibilidad de poner palabras, representar y construir algo de la subjetividad. El niño quedará con un daño que, con mucha suerte, se podrá transformar en una cicatriz. 

Al alojar estos casos, escucharlos, surge una pregunta: ¿Cuáles son los efectos de poder hablar en un análisis de esta situación traumática? 

Con Ana, vemos que se adjudica tener toda la responsabilidad de haber seducido a su abuelo, de manera que la analista sanciona que lo que su abuelo hizo le produjo gran daño, que ella no pudo elegir por tener 4 años. Que a esa edad, los niños son dignos de ternura y cariño, no de una violación. Todo el trabajo se encamina en sacarle la responsabilidad de lo que ella fue víctima y pasarla a los adultos responsables de su crianza. Luego de la muerte de su abuelo, el abuelo había desaparecido de la escena y nadie dijo nada acerca de ello, lo cual genera otro agujero: alguien puede desaparecer sin que nadie diga nada de ello. Ana comenzó una búsqueda para encontrar a su abuelo junto a su familia, que al enterarse de esto se modifican los lugares. Ella se desentiende si su marido la ama, no la ama, y empieza ella a poder subjetivarse y a pensar que si ella no está bien con el matrimonio, podría pensar en separarse, cosa que jamás había podido hacer.

Con respecto a Pedro, puede empezar a ubicar el odio en relación a ese trauma vivido con este cura, que a su vez amaba y puede comenzar a recuperar los lazos dañados con sus hijos. Esto fue un trabajo largo, complejo, pero que se pudo lograr. 

Ambos pacientes intentaron guardar los abusos como secretos inconfesables, los que le trajo problemas a ambos. El poder incorporar a su historia, a su vida y poder narrar por primera vez esto y pasar a subjetivar algo de esto, tomando esta historia como propia, les permitió distinguir dónde estaban atrapados. Ana se liberó de su preocupación permanente de ser amada por este marido y preguntarse por la relación con su abuelo: ¿La deseaba, la amaba? 

En Pedro, la posibilidad de asumir que algo se había interrumpido, la posibilidad de estudiar, y que él había dejado de lado. Con el tiempo, pudo volver a estudiar. 

Cuando nos encontramos con el abuso en los relatos de los pacientes, debemos alojarlo, engancharlo, qué está encerrado ahí, en eso inabordable e imposible de simbolizar y que necesita cierto despliegue en un relato. Esto que nunca entró en lo simbólico, que no tuvo ninguna representación para ser pensado, lo que logra es formar parte de un avatar superyoico. Si nos detenemos a escuchar lo que cada uno dice, lo que finalmente encontramos es un reproche. Ana se pregunta cómo pudo seducirlo; Pedro odia desatadamente a los que lo rodean, pero termina en una imposibilidad de escucharse en aquellas cosas que él podía desear. También se acusa de su cobardía. 

Tardíamente, en Freud aparece el superyó, que se forma a partir de la negación de la autoridad paterna. Cuando lacan lee que el superyó es la imposibilidad de la autoridad paterna, lo no legislado por la ley hace que a mayor autoridad paterna, menor superyó y a menor autoridad paterna mayor superyó. El superyó es lo no legislado es lo que hace que en el entorno no se pueda sancionar un delito, lo imperdonable ni el daño. Por lo tanto, lo que se produce es un efecto furioso del ataque de la orden imposible. En principio, antes de cicatrizar las consecuencias de un abuso, lo que aparece es la condena del superyó.

jueves, 26 de agosto de 2021

Los (ab)usos del niño y la niñez

A los perros locos les damos un golpe en la cabeza; 
al buey fiero y salvaje lo sacrificamos...; 
ahogamos incluso a los niños que nacen débiles y anormales. 
Pero no es la ira, sino la razón lo que separa lo malo de lo bueno."
SENECA

Cuando se habla de abuso sexual infantil, la condena moral y social es inmediata: nadie duda en atribuirle significaciones aberrantes a tamaña incursión de la sexualidad adulta sobre los espacios de la niñez. Nadie duda al momento de diagnosticar al victimario como "enfermo" o "perverso", adosando a la condena moral los significantes que la medicina les presta. O bien como "delincuente", para darle estatuto jurídico a la condena social que se impone. Nadie duda tampoco, en pronosticar infranqueables desajustes y anomalías en el devenir psíquico y social de la víctima. Este campo, el del abuso sexual infantil, está regido por algunos postulados que son presentados como obvios. Es pertinente la utilización de este término (obvio), en la medida que su etimología remite a "lo que ocurre a todo el mundo", o sea a lo general. De lo general participa el prejuicio, en tanto es aquel juicio que se emite sin interrogación.

El objetivo de esta trabajo será precisamente, interrogar esas obviedades, intentar dar luz a lo que subyace a ellas, a la vez que dar cuenta de algunas paradojas con las que nos iremos enfrentando y que, postularemos, tienen implicancias decisivas a la hora de abordar esta problemática desde las diversas instancias que constituyen el campo social.

Desde el marco del cual nos ocupamos, comencemos preguntándonos por lo que aparece con cierta evidencia, pero que tal vez no lo sea tanto: ¿qué es un niño?, o mejor aún, ¿qué es la Niñez?. No haremos aquí un catálogo de las concepciones de la niñez en la historia (cuando las hubo) sino que puntuaremos aquellas que puedan ayudarnos a responder por las significaciones de la utilización de los niños en el espectro de las prácticas sexuales humanas.

Avancemos una primera hipótesis: Niñez es el espacio por excelencia dónde pueden rastrearse los dispositivos de poder de una sociedad dada, dónde se juegan sus afirmaciones, sus contradicciones y también sus mecanismos de autoperpetuación.

La asociación "niñez-poder" parece ser una constante a lo largo de la historia. Desde la omnipotencia de los antiguos en relación a sus descendencias, hasta algo del orden de la impotencia en nuestras sociedades contemporáneas, una lógica de fuerzas parece haber regido las relaciones entre los infantes y la sociedad adulta. Basta con escudriñar un poco en la noción de "patria potestad", modificada pero vigente en la actualidad, para que esto se nos haga evidente. La "patria potestas" atribuía al padre de familia romano el derecho de disponer de la vida de sus hijos1. Al tener el poder de darla, ¿por qué no arrogarse también el poder de quitarla? Bastaba el gesto de no levantarlo del suelo (dónde era colocado luego del parto), para que la cría quedase así expuesta a los designios de la muerte. Es cierto que este derecho mortífero fue sufriendo transformaciones. En el siglo III DC se atempera esta omnipotencia paternal y los mismos jueces del Imperio exigen que los padres no den muerte a sus hijos, sino que los juzguen. Pero sólo en el siglo VI, con el Código Justiniano se puso fin al derecho absoluto de los padres, aunque ésto no fuese sino un gesto jurídico que no alcanzara para suprimir de la realidad los alcances de esa práctica. Transformación de los mecanismos de poder, que van sufriendo profundos cambios, sobre todo con la aparición del Cristianismo, pero que no los hacen menos absolutos. Siguiendo a M. Foucault2, diremos que aquel formidable poder de muerte se fue desplazando hacia un poder que se comenzó a ejercer sobre la vida. ¿De qué manera?. Administrándola, controlándola, regulándola. Para remitirnos al terreno de la niñez, veremos que es así como aparecen, en el siglo XVII dispositivos que responden al nacimiento de una interrogación y una preocupación por el niño, que pasa a ser objeto de interés para las administraciones y para el campo jurídico. Puede fecharse allí la aparición de la escuela, y con ella podríamos decir, por vez primera una concepción del niño como un ser distinto, diferenciado del adulto. La ciencia médica que aborda la infancia comienza a "pediatrizarse", al tiempo que aparecen los primeros esbozos de una psicopatología infanto-juvenil con Zacchias y sus clasificaciones de la imbecilidad.

Variaciones de la temática del poder sobre la niñez, que modificará sus postulados y sus modos de aplicación, pero que mantienen una constante como premisa: lo central es el interés del adulto, en su forma individual o en su proyección y perfeccionamiento, cuyo nombre es sociedad. El niño quedará subrogado a esos intereses, y las modalidades de esa primacía tendrán las sutiles formas de los dispositivos de poder de cada época.

La pregunta que se decanta de esta pincelada histórica que hasta acá hemos esbozado podría ser: el abuso sexual, ¿es un nuevo "síntoma" social, o acaso un fenómeno antiguo que los nuevos discursos sobre el poder y la sexualidad evidencian como zona de problematización actual?

¿Podría pensarse, por ejemplo, que la Grecia Antigua se ocupase del abuso sexual como lo pensamos en la actualidad? Ciertamente no. Aún cuando algunas leyes citadas por Esquines en el "Contra Timarco" diesen cuenta de ciertas prohibiciones tendientes a proteger a la niñez. Lógicamente, la de los niños libres, no la de los esclavos. La noción de "abuso" en el plano de la sexualidad, en el plano de las aphrodisia, la moral de los placeres, estaba inmersa en la intención de dar el mejor "uso" (chresis) de esos placeres, la manera debida, dentro del marco de dominio (enckrateia) que convenía al hombre griego libre. Deontología y ascética de una moral de hombres, hecha para y por los hombres. En ella los niños (ni tampoco las mujeres y los esclavos) tenían lugar de relevancia. Si, en cambio, uno de los puntos más delicados, foco de reflexión y problematización permanente del pensamiento griego clásico en referencia a la sexualidad, estaba dado por la relación con los muchachos, en quienes hoy reconoceríamos vestigios de la niñez. Este foco se va desplazando en la evolución hacia la mujer (y sus implicancias con el tema de la virginidad, la conducta matrimonial, etc.), y con los siglos XVII y XVIII, hacia el interés manifiesto por la sexualidad del niño. Y, como plantea Foucault, de una manera general por las relaciones entre el comportamiento, la normalidad y la salud. En este punto estamos, con el psicoanálisis en una mano, y en la otra con las crisis de los modelos sociales vigentes, para pensar el abuso sexual de la niñez en la actualidad.

¿Qué introduce el descubrimiento freudiano en nuestra cultura occidental? Que la sexualidad es constitutiva del sujeto humano. Y que, en particular, las huellas que ésta deja en la infancia son no sólo perdurables, sino el punto de amarre donde irán a asentarse los elementos que configuran al psiquismo del adulto, más allá o más acá de toda diferenciación clínica ulterior. Aprovechemos para despejar un malentendido corriente: la sexualidad no es el sexo. Es por ello que el psicoanálisis freudiano se permite sondear la primera allí dónde nada del segundo se hace evidente.

El síntoma neurótico con Freud, es decir, despojado de las connotaciones de la medicina, se erige como un cifrado en cuya trama la sexualidad, aquella que el Otro introduce (Otro materno), va trazando los surcos de un saber no sabido, uno de los nombres primeros de lo inconciente en la obra de Freud. Revolucionario descubrimiento, si se lo contextúa en el clima burgués de la Europa de fines de siglo. La sexualidad, más allá de los juicios morales que alzaban voces escandalizadas, se promovía como patrón común entre lo "normal" y lo "enfermo". Y si como si eso no fuese ya bastante como para dejar boquiabierto al conservadurismo vienés, la sentencia de aquel médico intrépido: existe sexualidad infantil, el niño es un perverso polimorfo3. Se visualiza entonces, el pasaje del niño como habitat posible de los demonios en la Edad Media, al niño sexuado de nuestras sociedades contemporáneas. Ya no será pues, el niño de los tiempos de Pascal, dónde si se hablaba de infancia era para decir que el niño no es un hombre. Más cerca, por el contrario, del romanticismo inglés, uno de cuyos representantes, el poeta William Wordsworth, Lacan cita resaltando el verso "el niño es el padre del hombre" de una de sus Odas4.

Una disgresión. Esta concepción de la infancia como cuna que preside la identidad adulta, ¿puede considerarse como precursora de lo que podríamos llamar un verdadero "culto de la niñez" en la actualidad? No lo creemos. Es innegable la aparición en los discursos de postulados que asignan al niño su pleno derecho e incluso su privilegio en las dinámicas sociales. Sin embargo, en el imaginario social el "culto a la niñez" tiene una faceta más bien mítica, saturada de proyecciones "adultas". Captamos la realidad del niño, deformándola mediante metáforas y símbolos, mediante un sistema de convenciones. Acordamos aquí con Doltó5. El saber del psicoanálisis agrega un matiz "científico" (insistimos, en el imaginario social, no en la práctica psicoanalítica con niños: al menos en lo deseable) a una mirada poético-mitológica en la cual aquellas herencias culturales que pueden ser criticables no pocas veces se hacen presente en ella. Primera paradoja: el conocimiento, inédito, de los procesos que se juegan en la niñez no llevan necesariamente a su traducción social en actos que apunten a valorizarla en su verdadera magnitud, en su tratamiento del niño como "persona". Pensemos sino en nuestro tema, el abuso sexual en niños. Lejos de limitarlo a la perversión de unos pocos, podemos postular que en ese fenómeno se juega precisamente un muro de oscurantismos en el cual se inscriben una pléyade de mitos, fantasías, angustias, culpas y silencios que encuentran su modo de operación más acabada en los tratamientos que de las víctimas de abuso se hacen. Nos referimos con ello sobre todo, a las intervenciones institucionales (policiales, jurídicas, de salud, de educación, etc.). También a lo que ocurre en las familias, no exentas de la acción de ese oscurantismo. Examinaremos luego brevemente lo que puede subyacer a esos dispositivos institucionales. Quede claro que lo que decimos no apunta tanto a desresponsabilizar al victimario, como a interrogar a los que suceden a su actuación.

Volvamos entonces, al psicoanálisis y a lo que de él pueda extraerse como pertinente para lo que aquí tratamos.

Hablar de "abuso" sexual de niños presupone la existencia de un "uso" sexual de los mismos, uso que, teniendo en cuenta el alcance que ha dado al término "sexual" el psicoanálisis, es justamente éste último el que revela. Conocida es la ecuación simbólica que establece Freud, al poner en línea al niño y al falo, sustituto imaginario del pene. También puede ser considerado sustitutivamente, como dinero, regalo o heces. Nos dice Freud: "...en las producciones de lo inconciente -ocurrencias, fantasías y síntomas- los conceptos de caca (dinero, regalo), niño y pene, se distinguen con dificultad y fácilmente son permutables entre sí" 6. El desarrollo freudiano de estas equivalencias se ubica en el eje de los conceptos centrales de la teoría, y que son narcicismo-complejo de castración, en armonía con las teorías sexuales infantiles. Si retomamos nuestra pregunta inicial, que habíamos respondido designando a la niñez como campo de operación del poder, diremos ahora, ¿qué es un niño? Pues bien, niño es: a)un concepto con el cual lo inconciente labora ; y b)en tanto concepto, es una suposición de los adultos, y se refiere al narcisismo de éstos. Lo interesante de pensar al niño como una representación, como un concepto, es que nos lleva más allá de concebirlo sólo como una etapa de la vida. Freud, demostrándose hegeliano en este punto (ya que para Hegel el concepto es "la muerte de la cosa"), atribuye cuatro características a los conceptos tratados en lo inconciente: pueden ser equivalentes, sustituíbles, permutables y separables. El denominador común es que se definirán siempre como siendo otra cosa que lo que aparentan, permitiendo así una "variabilidad de usos" de acuerdo a la lógica que se juegue en un proceso determinado. Por ejemplo, y para decirlo brevemente, no es el mismo niño el de la equivalencia pene-niño ligada al narcisismo materno, que el niño-caca separable en la lógica de la demanda y la pulsión anal, o que el niño-regalo del registro de los dones simbólicos propio de la operancia de la castración. Diversas posiciones, que luego Lacan completará, proponiendo al niño como respuesta a tres situaciones: una referida al deseo materno, ubicando al niño como falo de la madre, otra referida al deseo materno en correlación a la función paterna, y allí puede aparecer el niño como síntoma de la pareja parental, y otra referida al fantasma matermo, donde el niño puede ocupar la posición de objeto en él (como ocurre en las psicosis)7. No es intención de este trabajo desarrollar estos puntos, pero si destacar entonces, el desplazamiento y significaciones múltiples que pueden abarcar al niño como concepto bajo la dinámica del inconciente humano. Entonces, y a modo de interrogante: ¿qué equivalencias estarán en juego en las determinaciones inconcientes del victimario del abuso sexual infantil? A su vez, ¿cómo habrá sido simbolizado su lugar de hijo para sus padres o de niño para su entorno social? Interrogantes que habrá que responder en el caso por caso.

Vamos a valernos ahora de una lógica, también prestada del psicoanálisis, para acercarnos a alguna otra comprensión del fenómeno sexual en niños. Tomaremos una categoría en la actualidad, excesivamente vapuleada: el trauma.

Existe una teoría del trauma en Freud. Aquella de sus primeros escritos sobre la histeria, que si bien fue abandonada por él mismo (vía teorías sexuales infantiles), aún podemos sacar de ella valiosas contribuciones. Sintéticamente, esa teoría implicaba que a una vivencia sexual acaecida en la infancia, es decir, imposible de ser asimilada por los recursos psíquicos del o de la infante, venía a adosársele un segundo acontecimiento sobrevenido en época post-puberal, el cual entraba en conexión asociativa con el primero (entonces reprimido y olvidado), y allí se producía, como efecto de este enlace, un síntoma en el cual se actualizaba esa primera escena, esa vivencia sexual primaria. Con esta teoría podemos atribuirle a Freud -¿por qué no?- el derecho a erigirse como uno de los primeros victimólogos. El trauma, en el sentido freudiano, no es entonces, de la misma estofa que, por ejemplo, para la medicina, para la cual basta un sólo hecho puntual para quebrar el equilibrio, para conmover, fracturar o desompensar un sistema, para el caso, el organismo. Para Freud, no basta la incidencia de una escena única, acorde con una causalidad lineal: se necesitan al menos, dos. El trauma -y esto es lo crucial- conviene a una estructura binaria. Con una escena, no habría consecuencias; con la segunda, no sólo se resignifica la primera, sino que ésta se crea, precipitándose recién allí un efecto -el síntoma-. La etiología es eficaz en el momento de la ligazón de y con la segunda escena traumática. Digámoslo así: el acontecimiento traumático, la circunstancia decompensante, se funda por retroacción cuando al hecho primero se le asocia, recae sobre él, una segunda y posterior (en el tiempo) serie de factores desencadenantes. Lo traumático tiene allí verdaderamente su génesis. No antes. "Kafka crea a sus precursores". La genial intuición de Borges8 da un modelo sutil de esta suerte de efecto retroactivo: el estilo kafkiano puede ser rastreado en sus antecesores literarios; pero si Kafka no hubiese escrito, no lo percibiríamos, es decir, no existiría.

Se trata entonces de dos tiempos, dos momentos que se asocian. Podríamos esquematizar el efecto de retroacción, de aprés-coup, de una manera por de más sencilla:


Si seguimos este razonamiento para la temática del abuso sexual en niños, ¿qué locarizaríamos cómo el primer momento, en S1?. Obviamente, el hecho de victimización del niño, el abuso sexual en sí. En el segundo momento, S2, habría que ubicar entonces, la compleja red de discursos que hemos venido esbozando. Discursos del poder y del saber (sobre todo acerca de la sexualidad y del Bien), que se cristalizan de la forma más conveniente allí donde son hablados: en las instituciones. Instituciones en el momento segundo: las que reciben al niño victimizado, cuando el hecho sale del ámbito de la privacidad. En otras palabras, Policía, Juzgados, Salud y Educación. Pero también aquella compleja institución, que no pocas veces mantiene el hecho entre los muros del "de eso no se habla", y cuyo nombre es "la familia". En líneas generales, a ese momento segundo (recordémoslo: en el tiempo, no en el desencadenamiento traumático) pueden confluir todos los factores de aquello que los victimólogos conocen como "victimización secundaria", que con esta lógica bien podría ser calificada de primaria, constituyéndose así en nuestra segunda paradoja, la de los procesos de revictimización del niño.

Podemos ubicar también allí, en el segundo momento (S2), en los mecanismos que reciben al niño victimizado, aquello que pertenece al orden de la moral, entendida ésta como el conjunto de postulados imaginarios que rigen las relaciones de los individuos entre sí en una sociedad dada. Si ubicamos la moral en ese tiempo dos, tiempo fundamentalmente institucional, la moral como aquello del orden del "Hacer el Bien", ¿a qué otro orden puede estar sustituyéndose, si es que hay otro posible? Demos un ejemplo, antes de responderlo. Un niño es victimizado sexualmente. El hecho cobra luz y comienzan a desplegarse los dispositivos institucionales habituales: declaraciones en Policía, exámenes médicos ginecológicos y físicos, audiencias judiciales, pericias psicológicas varias, notificaciones escolares, "contención" pedagógica y familiar, etc.. Denominador común: la intencionalidad (a más de buscar la culpabilidad el victimario) de hacer el bien, lo mejor para ese niño o niña que ha sufrido el pasaje por ese acontecimiento traumático. Ese "Hacer el Bien" presupone una lógica, la de lo general (la moral pertenece a ese orden). Podría enunciarse así: "para todo niño (general) victimizado, existen procedimientos (morales-legales) también generales". Ahora, y como saben los victimólogos, ¿y si no toda evaluación psicológica, si no toda audiencia judicial, es lo más conveniente? ¿Y si el niño -"ese" niño- no sufre sino mucho más por todos esos procedimientos que por el hecho sexual mismo? ¿ Y si son esas intervenciones las que hacen del hecho, acontecimiento, es decir fundan el trauma en tanto tal? Respondamos ahora sí a nuestra pregunta: a ese lugar de la moral en el tiempo segundo puede y debe ir algo de otro orden, y ese algo es la Etica. La Etica de y para el Niño. Deberá hacerse del abordaje del niño victimizado una ciencia de lo particular (patafísica9) cuya esencia no puede sino constituirla la Etica, definida ésta como el respeto por lo singular de cada sujeto niño. En tal sentido, opondremos al "hacer el bien" propio de lo moral a un "Bien Hacer" de la Etica con la niñez y la infancia. Si en el lugar que designábamos como el tiempo primero del trauma, ha habido ya un particular "uso" del niño, responder desde las instituciones con el Discurso del Amo vehiculizando sólo una moral y no una ética, cierra el círculo de lo que con propiedad puede llamarse entonces "abuso", donde lo sexual no es sino sólo una de sus múltiples caras.

En el pasaje que va desde el o los momentos del abuso sexual del niño a su recepción institucional, ese niño pierde toda identidad, toda historia, y pasa a ser meramente "un caso". Serio, pero porque hace serie: la de los números -de expediente, de legajo, de historia clínica-. Ya no será Fulanito o Menganita, sino "el chico o la chica violado/a". O maltratado, ya que en este punto lo que decimos vale en general para otras tantas patologías sociales actuales. Con el "caso" comienzan en los dispositivos institucionales a hacerse diversos "usos" de ese niño. Esos usos, resignificando lo sucedido o supuestamente sucedido (no es desigual para el caso), apuntan todos a sostener fantasmáticamente postulados y escenas que encuentran así su justificación de existencia en el material aportado. Precisemos algunos de esos usos posibles:
La palabra del niño, en una escala valorativa, es de un rango menor a la del adulto (a pesar de la Convención). Ellos no tienen los pies en la tierra. Fabulan, se dice. Y allí irán los psicólogos a confirmar esas capacidades fabulatorias.
Con el saber de la sexualidad infantil (que antes mencionábamos), y que desplaza todo sesgo de inocencia idealizada del niño, en tanto sexuado, ¿por qué no pensar que en una forma no manifiesta pero si posible, se le estará adosando a esa niñez sexuada el correlato de la culpabilización, de manera similar al fenómeno de la mujer abusada? Otra modalidad puede ser extender en índice acusatorio al entorno del niño, en el cual la familia, con su educación o cultura, pueda haber facilitado la ocurrencia de los hechos (y allí serán mandados los asistentes sociales a confirmarlo). Quienes trabajan con niños víctimas de abuso y su entorno, saben de las diversas viscicitudes de la culpa en sus tratamientos.
Fantasear concientemente o gozar en forma inconciente con una escena del tipo "un niño es violado o manoseado", ¿será prerrogativa de "mentes enfermas", o podrá hacerse extensible ese fantasma a un espectro humano mucho más amplio, incluyendo en el mismo a no pocos operadores institucionales que toman contacto con esos niños y cuya relación con lo inconciente nunca ha sido problematizada? ¿No habrá también algo del orden del goce -llamémoslo "voyeurismo institucional"- en toda esa suerte de burocracia de los dispositivos organizacionales del abuso sexual en niños?. En todo caso, se sabe, un relato puede ser también un medio del goce, más allá del rechazo conciente o superyoico que pueda producir. Discúlpesenos tamaño atrevimiento.
Etcétera. Porque esta lista no puede ser cerrada sino que se abre a la multiplicidad de significaciones -sociales, psicológicas, históricas- que subyacen a los límites de la moral de los bienes del niño, allí dónde se dejan ver las operancias de los dispositivos de la sexualidad y el poder que hemos venido esbozando.

Quedará entonces, finalmente, oponerle al ab-uso de la niñez, cuyo estatuto no es ya contingente sino estructural (pasaje del abuso del niño al uso de la Niñez), una verdadera revisión de las formas de tratamiento, familiar, institucional y social, de esta problemática. Revisión cuya brújula no podrá ser sino una Etica de la Niñez, como hemos dicho, rebajada y reducida hoy a una moral hecha por adultos, de y para ellos. Como hace cientos de años.-

Notas

(*) Versión revisada de artículo publicado en Revista Actualidad Psicológica Nro.232, Bs. As, junio de 1996

(1) Sobre este punto, véase la inagotable obra de P. Aries y G. Duby, "Historia de la vida privada", Ed. Taurus

(2) M. Foucault, "Historia de la sexualidad", Ed. SXXI, México, 1987. La estoica cita de Séneca que hace de epígrafe a estas líneas no pretende sino ilustrar la ideología que respecto a la infancia ha dominado más de dos tercios de la vida cultural de Occidente.}

(3) S. Freud, "Tres ensayos para una teoría sexual infantil", O.C., Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1981

(4) La oda de Wordsworth, de la cual Lacan extrae la cita en su seminario "La ética del psicoanálisis", es "Mi corazón palpita", que tiene los siguientes versos: Mi corazón palpita cuando contemplo/Un arco iris en el cielo:/Así fue cuando comenzó mi vida./Así es ahora que soy un hombre./Que así sea cuando envejezca./Oque muera!/El niño es el padre del Hombre:/y que yo pudiese desear que mis días estén/Unidos unos a otros por una natural devoción. (Trad.: Ana Burbaki, en Referencias en la obra de Lacan Nro.7)

(5) F. Doltó, "La causa de los niños", cap. 3 "Memorias de la infancia", Ed. Paidós, Bs. As., 1991

(6) S. Freud, "Sobre la transmutación de las pulsiones, en especial del erotismo anal", O.C. Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1991.

(7) J. Lacan, "Dos notas sobre el niño", en "Intervenciones y Texos II", Ed. Manantial, Bs. As., 1991

(8) J.L.Borges, Otras Inquisiciones (1952), "Kafka y sus precursores", O.C., Emecé Editores, Bs. As., 1974

(9) Dirá Alfred Jarry en su Patafísica: "será la ciencia de lo particular aunque se diga que no existe ciencia sino de lo general. La Patafísica estudiará las leyes que rigen las excepciones y explicará el universo suplementario a éste (el tradicional)". Que sea una referencia tomada del campo del arte, y este caso, atinente de un paradigmático gestor del escenario teatral,nos ayuda a pensar los montajes que pueden hacerse enderredor de nuestra temática.

Fuente: Camargo Luis (2000) "Los (ab)usos del niño y la niñez "- Revista Fort Da

jueves, 18 de marzo de 2021

El abuso y el maltarto infantil, entendido desde las relaciones objetales

Atendiendo a las polémicas que rodean el abuso sexual y físico, David y Jill Savege Scharff aportaron una perspectiva relacional a la integración de las teorías psicoanalíticas y del trauma para comprender los abrumadores efectos del trauma físico y psicológico, incluido el abuso sexual, las lesiones y los defectos de nacimiento. Los Scharff recurrieron a su terapia de relaciones objetales con individuos, familias y parejas que se recuperan del trauma.

Scharff (1992) propone el siguiente esquema, basado en Winnicott sobre el holding (sostén) en una díada suficientemente buena y otra con fallas en el ambiente o traumática por abuso físico y/o sexual:



lunes, 1 de marzo de 2021

Abuso sexual en niños: Aspectos psicológico-emocionales y su detección en gráficos de las victimas

El abuso sexual en niños es una situación ampliamente difundida que deja secuelas dificil de elaborar a lo largo de la vida.

El abuso sexual a menores es la actividad encaminada a proporcionar placer sexual, estimulación o gratificación sexual a un adulto, que utiliza para ello a un niño, aprovechando su situación de superioridad respecto a ella.

Las formas más comunes de abusos sexuales a menores son: el incesto, la violación, la vejación y la explotación sexual.

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Técnica de perfilación de pedófilos y pederastas.

ABUSO SEXUAL. CONSECUENCIAS PSICOLÓGICAS
Podemos distinguir consecuencias a corto y a largo plazo. a largo plazo, los abusos determinan una presencia significativa de los trastornos disociativos de la personalidad como son alcoholismo, toxicomanías y conductas delictivas, aparte de graves problemas en el ajuste sexual, tales como por ej. rechazo al propio cuerpo, sentimientos de fealdad es decir baja autoestima.

Las consecuencias son diferentes si el abusador es un familiar, un extraño u otro niño (aunque se habla de abuso cuando el agresor es significativamente mayor que la víctima o cuando está en una posición de poder o control sobre ella); también es diferente si la relación sexual ha sido violenta o no.

Los abusos en familia suelen ser más traumáticos, ya que para el niño suponen además sentimientos contradictorios en cuanto a la confianza, la protección, y el apego que esperamos y sentimos con relación a nuestros propios familiares

Efectos en general del abuso en el niño.
Los menores víctimas de abuso pueden convertirse muchas veces en potenciales agresores; suelen manifestar además, conductas hipersexualizadas como la masturbación compulsiva, conductas seductoras, o un exceso de curiosidad por los temas sexuales.

Si las víctimas son niñas suelen manifestar depresión y ansiedad. En el caso de los niños puede ocurrir, que se manifiesten más agresivos o que se conviertan en abusadores de otros niños. Estadísticamente la mayoría del abuso se produce de varón a mujer y la mayoría de las mujeres no son abusadoras sexuales.

Es importante señalar que no todos los niños manifiestan el mismo grado de afectación, para algunos, el abuso, puede significar un trauma y para otros las consecuencias pueden ser diferentes.

Es importante también considerar la definición de trauma, este es el resultado de un acontecimiento al que la persona no encuentra significado, y que experimenta como algo insuperable e insufrible.

Así la dinámica del trauma en la situación de abuso puede verse como aquella que altera el desarrollo cognitivo y emocional de la víctima, distorsionando su autoconcepto, la visiòn del mundo y las habilidades afectivas.

Luego del incidente aparece lo que en la clínica llamaos el trastorno de estrés postraumático se manifiesta en las personas después de un acontecimiento catastrófico e inhabitual en algunos es mas silencioso en otros generan cambios de conducta significativos.

Los síntomas más frecuentes del trauma son, vueltas al pasado y sueños con representación del suceso ocurrido, insomnio y depresión.

Síntomas que suelen persistir durante mucho tiempo, años, y a veces, durante toda la vida. Respecto al el tratamiento del trauma los niños que han sido víctimas de el algunos autores como Félix López, catedrático de Sexología de la Universidad de Salamanca en sus investigaciones, ha llegado a la conclusión de que no todas las víctimas necesitan terapia, pero todas necesitan ayuda. Así la víctima puede necesitar una terapia, el agresor la necesita siempre. 

Las manifestaciones negativas de los menores suelen ser: confusión, tristeza, irritabilidad, ansiedad, miedo, impotencia, culpa y autorreproche, vergüenza, estigmatización, dificultad tanto en las relaciones de apego como déficit en las habilidades sociales, aislamiento social, desconfianza hacia todos, o a veces, hacia personas del sexo del agresor, baja auto-estima, impulsividad, trastornos del sueño o de la alimentación, miedo, problemas escolares, fugas del domicilio, depresión, labilidad, conductas autodestructivas y/o suicidas, etc.

Indicadores gráficos más frecuentes
Dibujo de una mujer adulta abusada sexualmente.


En el dibujo de la figura humana tenemos el grafico que mas indicadores nos da, ya que como sabemos se relaciona con el sentimiento de si, la autopercepcion y al mismo tiempo no solo del sujeto en relación a si mismo, sino también a como se percibe con respecto al otro. 

Por ello cuando el sujeto niño o adulto se siente amenazado o poco seguro con respecto al otro el DFH es el censor mas apropiado para comprender y reconocer .

Así podemos ver en el DFH. Como signos de abuso sexual como hipótesis a explorar:
- Ojos enfatizados y grandes o bien pequeños u omitidos, los primeros como una necesidad de ver y tenerlo todo bajo control, los segundos porque ver, genera sufrimiento . En ambos vemos el resultante de un proceso defensivo, mas paranoide y mas de negación maniaca el segundo.
- Manos demasiado grandes
- Manos sombreadas
- Piernas juntas
- Sombreado de la cara, cuerpo, extremidades.
- Trazos que atraviesan el dibujo
- Transparencias: graficar genitales
- Manos en la zona genital
- Dibujo o detalle inusual en esa zona genital
- En la graficación de la boca como un palillo o agregado externo a los labios
- Desde lo contratransferencial la impresión de la figura, puede aparecer como con signos de impotencia, angustia, desvalimiento.
- Pueden aparecer en las niñas figuras humanas graficadas con mucha seducción, rasgos faciales cosmetizados, esto en mujeres adultas seria un rasgo de histeria, en niñas como de cierta precocidad sexual.
- En el dibujo de la casa pueden exacerbarse mas la altura que la anchura, chimeneas raras o mal trazadas o con retoques.
- Sin puertas , ni ventanas, resistencia a dibujar la casa
- Exceso de cerca.
- Árboles de forma fálica.

viernes, 29 de enero de 2021

El perfil del agresor sexual

Elementos de análisis
Al analizar el comportamiento, partimos de unas preguntas del orden del cómo, cuándo, dónde y por qué se comete un crimen. ¿Qué armas utilizó? ¿Cómo se aproximó a la victima? ¿Qué hizo después? ¿Cuándo lo hizo? ¿Dónde lo hizo? ¿Cómo llegó y cómo se fue del lugar? ¿Desplazó a la víctima, cuántas escenas hay?, entre otras preguntas que vamos haciendo. Otras preguntas tienen que ver con la motivación y con la víctima.

Las evidencias del comportamiento nos hablan de las características del agresor, ya sean estas físicas, psicológicas, sociales o geograficas de un posibe sospechoso. El perfil establece una serie de características que probablemente tenga ese sujeto, pero no identifica a nadie. Con el perfil, los investigadores estrechan el cerco de quién es el agresor.

Los elementos importantes de analizar son diversos. Uno de los más importantes es la escena del crimen, pues brinda mucha información. Dónde está situada, cómo llegó el agresor allí, qué ocurrió, si hay manchas de sangre, las evidencias que pueden allí recogerse. Hay diversos especialistas como los peritos en balística, medicina forense, etc. 

En cuanto al análisis de conducta, lo que si puede aportar es el saber dónde hay que mirar, dónde analizar. Incluso, saber dónde debería haber algún tipo de evidencia física y no la hay. Por ejemplo, si el agresor entró por la puerta, debería haber una huella dactilar en el picaporte. Si no la hay, quizá el agresor utilizó algún tipo de mecanismo para no imprimirla.

Otro elemento fundamental va a ser la victimología. La víctima da gran cantidad de información en tanto la interacción que tuvo con el agresor. Por ejemplo, qué características tiene la víctima, qué rutinas lleva a cabo, cómo se desplaza, con quién se junta, etc.

El modus operandi son los métodos que el agresor emplea para asegurarse el crimen, la huida y evitar que lo descubran.

La firma se refiere al tipo de conductas que no son necesarias para cometer un crimen, pero que sin embargo el agresor hace porque necesita expresar algún tipo de necesidad emocional o psicológica. Por ejemplo, en el primer caso el agresor pide a la víctima que le ponga una nota. Esto no le asegura el éxito del hecho delictivo, de hecho lo expone, y es algo que hace porque lo necesita.

La evidencia psicológica tiene que ver con todas las conductas que el agresor llevó a cabo en la escena.

¿Qué aporta el análisis de conducta?
✔ Una visión distinta, más global e integradora.
✔ Se centra en la motivación del crimen
✔ Abre nuevas de investigación, prioriza.
✔ Aporta conocimientos sobre la conducta humana.
✔ Ayuda a comprender el crimen a los investigadores.
✔ Prioriza sospechosos, optimiza recursos.

Importante: el análisis de conducta es una herramienta más que ayuda en la invetigación criminal. No sustituye a la investigación tradicional.

Violencia contra las mujeres
La violencia se puede construir a partir de dos elementos: la emocional y la instrumental. 

Cuando hablamos del perfil de un agresor sexual, no hay un único perfil. La agresión sexual está vinculada a una conducta a una conducta normal, que es el sexo. El problema surge cuando esta actividad se lleva a cabo sin el consentimiento de alguna de las partes. Hay muchos elementos que determinan que una persona pueda tener esos deseos o tendencia a querer satisfacer una necesidad sexual de esa manera. Por ejemplo, hay alicientes que motivan esta conducta, como presentar a las mujeres como objetos de consumo.

Otros determinantes son el resentimiento, el control, el poder, el sexo, la agresión, el odio, la violencia. La motivación puede variar mucho depende el tipo de agresor. Cuál es la fantasía que se satisface es algo a esudiar en cada caso. 

Hay otros elementos que se repiten en distintos agresores sexuales. Por ejemplo, el haber sufrido una agresión sexual o crecer en un ambiente donde eso sea normal y se legima. Hay estudios que plantean que una de cuada cuatro personas que abusan han sido víctimas de pequeñas. Esto no significa que haya una causalidad entre una y otra cosa.

Los agresores presentan distorsiones cognitivas sobre la mujer y la sexualidad. Por ejemplo, que cuando una mujer dice que no, en realidad quiere que le insistan. O que si usan determinadas ropas, es que quiere sexo. 

Los agresores aprueban la violencia y minimizan o justifican los hechos ("Ella me ha provocado"). Pueden tener una sexualidad acentuada y que exploren este campo de manera más tenaz. Muchos tienen una baja autoestima que intentan compensar. Presentan problemas para relacionarse con el otro sexo, ausencia de empatía.

Los abusadores pueden tener rasgos psicopáticos o ser antisociales. La agresión sexual es un crimen hostil, pues el nivel de violencia que se lleva a cabo es alto y requiere de una distancia emocional.

Hay un estudio que se hizo acerca de la victimología en España.

Estudio de agresores sexuales con víctima desconocida (2018, Ministerio del Interior)

Como vemos, tanto los autores como las víctimas suelen tener entre 18-35 años. La mayoría de las agresiones suelen ocurrir en la vía pública.


Las armas son utilizadas en un 28% de los casos, mientras que otro 28% no las utiliza. El otro 33,5% utiliza la intimidación. 

En cuanto al lugar donde ocurren los ataques, tenemos:
Vemos que la tasa de éxito es menor en las agresiones cometidas la vía pública, por la presencia de testigos. Los casos del domicilio suelen valerse del engaño, donde el agresor tiene más tiempo para cometer el hecho.

Las tipologías son variadas, pero hay una que hace Jorge Gimenez. Para él, está la agresión por un lado, propia de los animales, y la violencia, que es propia de los seres humanos. Él propone 2 ejes de importancia: el del sexo y en el otro eje la violencia.

En función de la importancia del sexo o la violencia, se establecen distintas tipologías. Lo que nos preocupa más es cuando está centrado en la violencia, que puede dar lugar a los casos de asesinatos en serie. Esta clasificación parte del FBI, que incluye al: 
Violador por compensación (trata a su masculinidad como algo inseguro que intenta reforzar; dificultades para interactuar con mujeres y por eso las agrede). Este tipo de agresor no suele imponerse, necesita que la víctima colabore de alguna manera. A veces se intuye que puede haber una relación entre ambos. Es similar al violador que Canter describe como intimidad.

Violador por poder. Son más violentos, toman a las mujeres para satisfacerse sexualmente, controlándolas. Este tipo de agresor es muy seguro de sí mismo.

Violador por venganza. Este tipo de violador tiene una gran rabia en contra de las mujeres, de las que se sienten ofendidos. Pueden agredir a una sola mujer o a otras. Los ataques son llevados a cabo de manera inmediata y breve, porque el componente sexual no es importante. Lo que el individuo busca es descargarse emocionalmente contra la víctima, utilizando violencia sexual. Para él no es importante lo sexual, se trata de una descarga de ira.

Violador sádico. Se excita con el dolor de la víctima. Suele tener un nivel de fantasía imporyante, muy planeado, muy elaborado. Busca el sufrimiento de manera deliverada. Les interesa pasar tiempo con la víctima. Su ataque suele ser mediante el engaño, pues le permite interactuar con la víctima antes de que cometa la agresión, lo que le causa placer. 

Violador oportunista. Ataca en comisión de otro delito.

Violador en pandilla. Son casos menores y utilizan la fuerza grupal.




Ahora presentaremos tres casos (uno en la vía pública, otro en el domicilio y otro en zona rural) para hacer los perfiles.

Caso 1: vía pública
Victimología:
✔ Un total de 19 víctimas
✔ Mujeres muy jóvenes, de entre 15 y 24 años, violando a dos mayores de edad.
✔ La primera de ellas es menor.
✔ Chicas más bien menudas, delgadas, y pequeñas de estatura

Lugar de actuación: Zona este y oeste de Madrid

Modus operandi /firma: Se trata de la manera en que los agresores cometen sus delitos. 
✔ Patrón similar y estable.
✔ Abordaba a las mujeres por la espalda, a punta de navaja, les ordenaba que no le mirasen a la cara. Aquí comenzamos a observar actos concretos que se encaminan hacia una finalidad: hay una premeditación, por el hecho de llevar una navaja encima.
✔ Lo hacía cerca de zonas rodeadas de parques y descampados por la noche.
✔ Les pedía el DNI y les exigía que apagasen el teléfono móvil.
✔ Las llamaba por su nombre y les decía que sabía dónde vivían.

¿Por qué elegía este tipo de chicas? Porque eran más fáciles de controlar. No se trataba de un hombre muy corpulento

Otra cosa curiosa en este agresor es que no paraba de hablar con sus víctimas: les preguntaba por sus parejas, por sus actividades sexuales, qué les gustaba hacer. Incluso cuando consumaba el hecho, les pedía que le pusieran nota... ¡Al agresor! No es algo que todos los agresores hagan y toca analizar por el qué de esta conducta. Esto lo hacía para aterrorizarlas mediante la amenaza.

El tema de llamarlas por su nombre, se refiere a la firma. Él trata de establecer alguna una relación con ellas.

Algo fundamental de determinar es el grado de violencia del agresor, para ubicar al sospechoso. ¿Qué tipo de evolución llevará? ¿Va a parar, se va a volver más violento? En este caso, el agresor se excitaba con la resistencia de la víctima; si la víctima era sumisa, él desaparecía. Por eso hacía que sus víctimas se enojaran. Cada vez se volvía más violento, les tapaba la boca a las víctimas y hacía conductas que las humillara.

En este caso, se trata de un violador por compensación, pero que poco a poco se va tornando más violento y sádico. Las tipologías son guías, pero ningún agresor encaja en la tipología totalmente. Hay predominios, matices. 

Este hombre tenía 30 años, pareja y trabajo. Estuvo 7 años fugitivo hasta que lo capturaron. Actuaba por las noches, pues al dejar a su novia actuaba. Seguía a la mujer al bajarse del autobús y cuando podía abusarla, lo hacía. Fue capturado porque una de las víctimas le dijo que le había gustado lo que pasó y le sacó el teléfono. Ahí se detecta la necesidad de ser aprobado, cosa que no veríamos en un violador por venganza.

Caso 2
Lugar de actuación: Valladolid (provincia de España).
Tipo de agresor: agresor sexual en serie.
Asaltos:



Victimología: Chicas de 18-20 años que vuelven a casa solas. Poco corpulentas.
Modus operandi: Cuando van a entrar al portal se abalanza sobre ellas, usando un pasamontañas que le cubre el rostro. No utiliza demasiada violencia, por lo que varios asaltos se frustran por la resistencia de la víctima, que le impide controlar a la víctima. Esto nos da pistas de qué tipo de agresor se trata.

En cuanto al perfil geográfico, todos los ataques se producen en el centro de la ciudad, en su casco urbano, en lugares donde el nivel socioeconómico es bajo:

Nos podemos preguntar si este mapa podría decirnos dónde vive este agresor.

Este hombre merodeaba en los bares y esperaba a que alguna de las chicas se separara de su grupo y estuviera sola. Cuando estaban ingresando al portal, se ponía el pasamontañas y las agredía. El nivel de violencia que utilizaba era bajo. Se trata de un violador por compensación con un nivel bajo de violencia, por lo que falló en muchas ocasiones, al no poder imponerse.

Con los elementos que tenemos, si hacemos círculos con programas geográficos especializados, lo que vemos es que se cumple donde vive:

Él se desplazaba a diferentes lugares donde cometía los hechos. Alrededor del círculo rojo hay una zona llamada franja de seguridad, donde el agresor no suele actuar porque puede ser reconocido. 

Caso 3
Se trata de un caso anterior al año 2000, donde el agresor tenía un tipo de selección de víctimas. Luego de ese año, esto cambia.  
Víctima: Antes del 2000, seleccionaba mujeres casadas, rubias y jóvenes. 
Lugar: en la casa de la víctima.
Modus operandi: Llevaba guantes para evitar dejar huellas, uso de navaja como amenaza, impedía que le vieran la cara. La esperaba en la puerta de su casa.

Después del año 2000, el agresor fingía ser fontanero (plomero) que necesitaba entrar en la vivienda porque había un problema de agua en el piso de la vecina de abajo. Deja de ocultar la cara. Cuando se aseguraba que estaba sola, sacaba la navaja y la agredía.
Víctima: chicas jóvenes extranjeras. ¿Por qué este cambio?
Lugar: casa de la víctima.
Período de actuación: 5 años (1997 - 2002)
Número de víctimas: 29. En ocasiones, múltiples víctimas a la vez.
Hora de actuación: mañana (muchas a primera hora y última)
Algunas víctimas dicen que tiene apariencia de recién duchado, lo cual podría indicarnos que el agresor no se ha tenido que desplazar mucho. El horario también nos indica que podría tener relación con el horario de su trabajo.

El atacante, que ejercía gran control sobre sus víctimas, cambia de conducta justamente porque él se casa en el año 2000. Esto no puede determinarse por el análisis de conducta, pero uno sí puede preguntarse por qué cambió el patrón.

La ducha es porque era profesor de educación física y entre las clases que daba en el colegio donde trabajaba, cometía esas agresiones. Su modus operandi era muy planificado, por lo que entra dentro de los predadores sexuales, un atresor de poder. Elegía muy bien a las víctimas. 

Fuente: Notas de la conferencia dictada por Silvestre Cabezas García "El perfil del agresor sexual"