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sábado, 26 de diciembre de 2020

Las inseguridades y lo reprimido

Si bien hay muchos puntos de nosotros mismos en los que podemos sentirnos en menos, la inseguridad a la que apuntamos tiene un estatuto distinto en nuestro psiquismo: es intolerable.

Suelen ser puntos tan intolerables que ni siquiera se nombran. Incluso, es tan sutil su presencia en la consciencia que a menudo es difícil poner el pensamiento sobre ellos aunque sea unos pocos segundos; muchas veces están ocultos para nosotros mismos. Sin embargo, gran parte de la personalidad está construida alrededor de estas inseguridades -estos agujeros negros- como defensa, intentando compensarlas, negarlas, disimularlas; y lo que es peor... ¡sin éxito!

Es imposible suturar estas fallas porque no responden a la lógica convencional, no hay cantidad de dinero, belleza, reconocimiento, poder, que pueda eliminarlas. Su insistencia proviene de otra fuente: lo inconsciente.

¿Por qué insiste? Quizás la verdad más profunda, más necesaria -de ahí su insistencia- de nuestro ser, se exprese en ella. Lo que introduce hace posible la circulación del deseo. De lo contrario, quedaríamos capturados en la estática perfección de la imagen narcisista; esta grieta tiene su función.

Sin embargo, se puede tener una relación más disfrutable con ellas. Hace falta explorarlas y elaborar lo que allí está en juego. Lo único, como siempre, no es gratis. Darles lugar tiene un gran costo narcisista.

lunes, 14 de diciembre de 2020

La dependencia a los elogios del depresivo

Como el depresivo está fijado a etapas en las que el suministro de estima viene del exterior, se transforma en una persona muy dependiente de elogios, aprobación hasta niveles de tiranía con el objeto. Pero como toda fijación es el resultado de un trauma, es lógico que por más que se le suministre los elogios esperados estos tendrán corta duración e irán buscando un objeto tras otro repitiendo la situación traumática de estima insatisfactoria. Debido a los puntos infantiles de fijación es esperable que el depresivo no tenga consideración por el otro.

La introyección y/o identificación con las fuentes de autoestima lleva a independizarnos del aporte externo y lo llevamos encima como superyó. La autoestima es un objetivo del yo que indica sus dependencias y sometimientos infantiles. Una meta del psicoanálisis es independizar al yo de esas estimas, es decir, hacerlo independiente del superyó.

La formulación que hizo Freud de los objetivos del tratamiento fue variando aunque manteniendo un hilo conector: llenar las lagunas mnémicas, hacer consciente lo inconsciente, levantar represiones, donde estaba el ello devendrá yo y por fin: hacer al yo más independiente del superyó. Así notamos que no forma parte del tratamiento analítico la eliminación del superyó y que el objetivo final, el cambio psíquico, apuntará al posicionamiento del yo: hacerlo consciente de su sometimiento al superyó transferido en el analista. De este modo las satisfacciones logradas no tienen el significado de acercarse al ideal y son consideradas como fruto de las aptitudes y el trabajo y no provocan agradecimiento a “los cielos”.