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martes, 18 de febrero de 2025

Las lágrimas de Eros - Georges Bataille

Marco Teórico y Contexto: Ensayo filosófico-erótico sobre la relación entre el erotismo, la muerte, la violencia y lo sagrado.

Las lágrimas de Eros de Georges Bataille (publicado póstumamente en 1961) es una obra singular y provocadora que explora la intersección entre el erotismo, la muerte, la violencia y lo sagrado. Bataille, un pensador heterodoxo y transgresor, se sitúa fuera de las corrientes filosóficas dominantes, y desarrolla una reflexión personal y radical sobre la experiencia humana en sus dimensiones más extremas y contradictorias (Bataille, 1961).
La obra se inscribe en la tradición del pensamiento libertino y anti-religioso, pero va más allá de la mera celebración del placer o la negación de Dios. Bataille busca comprender la profunda conexión entre el erotismo y la muerte, entre el deseo y la transgresión, entre la belleza y el horror.
Las lágrimas de Eros no es un tratado sistemático, sino una colección de reflexiones, imágenes y fragmentos que iluminan diferentes aspectos de la experiencia erótica, desde la pintura prehistórica hasta el arte moderno, pasando por la literatura, la religión y la etnología. La obra está profusamente ilustrada con reproducciones de obras de arte de diferentes épocas y culturas, que complementan y enriquecen el texto.

Análisis de los Conceptos Clave: Una Deconstrucción Filosófico-Erótica
Erotismo: La Transgresión de los Límites y la Continuidad del Ser:
Para Bataille, el erotismo no es simplemente la sexualidad, sino una experiencia más amplia y profunda, que implica la transgresión de los límites que separan al individuo de los demás y de la continuidad del ser. El erotismo es una ruptura del orden establecido, una disolución de la identidad individual, una apertura a lo desconocido y a lo prohibido.
El erotismo es fundamentalmente ambiguo: es a la vez placentero y doloroso, creador y destructor, sagrado y profano. Es en esta ambigüedad donde reside su fuerza y su misterio.
Muerte: La Conciencia de la Finitud y la Fascinación por lo Prohibido:
La muerte es una presencia constante en la obra de Bataille. La muerte no es solo el fin de la vida, sino una dimensión fundamental de la experiencia humana. La conciencia de la muerte es lo que nos distingue de los animales, y es también lo que nos conecta con el erotismo.
La muerte es fascinante y repulsiva a la vez. Es el límite absoluto, lo desconocido por excelencia, y, por lo tanto, un objeto de deseo y de temor. El erotismo, en su dimensión transgresora, se acerca a la muerte, juega con ella, la desafía.
Violencia: La Ruptura del Orden y la Experiencia del Exceso:
La violencia, para Bataille, no es solo la agresión física, sino una fuerza más general que rompe el orden establecido, que desgarra los límites y que libera las energías reprimidas. La violencia puede ser destructiva, pero también puede ser creativa, catártica y reveladora.
La violencia está íntimamente ligada al erotismo y a la muerte. En el acto sexual, en el sacrificio ritual, en la guerra, la violencia se manifiesta como una fuerza que transgrede las prohibiciones y que acerca al individuo a la experiencia del exceso.
Lo Sagrado: La Experiencia de lo Prohibido y la Comunicación con lo Trascendente:
Bataille reinterpreta el concepto de lo sagrado, alejándose de las definiciones religiosas tradicionales. Lo sagrado no es lo divino, lo puro o lo bueno, sino lo prohibido, lo ambiguo, lo peligroso, lo que desborda los límites de la razón y de la moral. Lo sagrado es la experiencia de la transgresión, del exceso, de la continuidad del ser más allá de la discontinuidad de la existencia individual.
El erotismo, la muerte y la violencia son vías de acceso a lo sagrado, momentos en los que el individuo experimenta la ruptura de su identidad y la comunicación con una realidad que lo trasciende.
"La petite mort": Bataille utiliza esta expresión francesa (literalmente, "la pequeña muerte") para referirse al orgasmo, como una experiencia que simula la muerte, una disolución temporal del yo en la continuidad del ser.
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Críticas y Debates: La Tensión entre la Transgresión y la Responsabilidad
La obra de Bataille ha sido objeto de controversias y críticas:
¿Apología de la Violencia?: Se le acusa de hacer una apología de la violencia, de glorificar el sadismo, el masoquismo y otras formas de perversión sexual (Sontag, 1969).
¿Nihilismo?: Se argumenta que su pensamiento es nihilista, que niega cualquier valor o sentido a la existencia humana, y que conduce a la desesperación o al cinismo.
¿Oscurantismo?: Se critica su estilo oscuro, críptico y provocador, que dificulta la comprensión de sus ideas y que puede parecer elitista o incomprensible para el público en general.
Propuesta superadora de críticas: Se propone entender a Bataille no como un moralista que busca justificar o condenar determinadas prácticas, sino como un filósofo que busca comprender la complejidad y la ambigüedad de la experiencia humana. Su obra no es una apología de la violencia, sino una exploración de sus raíces y de su significado en la cultura humana. Su pensamiento no es nihilista, sino trágico: reconoce la finitud, la contingencia y el sufrimiento de la existencia, pero también afirma la posibilidad de la experiencia extática, de la comunicación con lo sagrado y de la creación de sentido. Su estilo oscuro y provocador es una estrategia deliberada para desafiar las convenciones del pensamiento y para obligar al lector a reflexionar por sí mismo.
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Cuestiones Abiertas en Filosofía, Ética y Estudios Culturales:
¿Cuál es la relación entre el erotismo y la muerte? ¿Por qué la experiencia erótica se asocia a menudo con la violencia, la transgresión y lo prohibido?
¿Es posible una ética de la transgresión? ¿Cómo podemos conciliar la búsqueda del placer y la experiencia del exceso con la responsabilidad por los demás y con el respeto a la dignidad humana?
¿Qué significado tiene lo sagrado en la sociedad contemporánea? ¿Hemos perdido la capacidad de experimentar lo sagrado, o lo sagrado se ha transformado y se manifiesta de nuevas formas?
¿Cómo se relaciona la obra de Bataille con otras corrientes de pensamiento como el surrealismo, el existencialismo, el psicoanálisis y la filosofía de Nietzsche?

jueves, 3 de marzo de 2022

¿Educar para la paz?

Días convulsionados. Por estos días, la frase de María Montessori estuvo por todos lados, en respuesta a la invasión de Rusia a Ucrania:
«Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz, la gente educa para la competencia y este es el principio de cualquier guerra. Cuando eduquemos para cooperar y ser solidarios unos con otros, ese día estaremos educando para la paz.»

¿Educar para la paz? - se preguntan desde la cuenta @obscenaeslaviolencia. Y dice:
"Una escuela q canta el himno nacional y sigue enarbolando próceres no transversaliza la ESI.
Una escuela q es exitista y elitista no está trabajando con la potencia de cada sujeto para que dé lo mejor de sí. Una escuela con educación sexual integral e interseccional no postula idolatrías, ni fanatismos, ni evalúa con números a las personas, ni las hace competir por ser "el mejor compañero", o "sobresaliente", ni "el mejor esfuerzo". Eso solo logra incentivar ideales de éxito irreales a los que se accede mediante la violencia, perpetúa un paradigma meritócrata y capacitista, y lo peor: refuerza jerarquías de género y sexualidad, por lo que reproduce la heteronorma y la cultura de la violación. ¡Dejen de hablar de ESI en instituciones fascistas que aun mantienen a la religión, al nacionalismo y al autoritarismo adultocentrado como filosofía básica!

Por otro lado, se agregó el hecho de la mujer abusada por 7 varones a plena luz del día en el barrio de Palermo. Desde Varones Antipatriarcales, dijeron:
Basta de hacernos los giles. No importa dónde, ni cuándo.

La violencia incalculable y sistemática del patriarcado no conoce lugar ni hora. Otra piba fue violada, esta vez de manera multiple, por seis varones cis heterosexuales a plena luz del día, en la vía pública, en uno de los barrios más concurridos de la Ciudad de Buenos Aires.

Una publicación en redes dice que no violaron en manada, ni en grupo: “violan en equipo: cooperan, se turnan, hacen campana, tienen un objetivo en común, están organizados”. Con la misma fuerza y ganas con las que organizan el picadito, en equipo.

La impunidad que otorgan los privilegios por el solo hecho de ser varones hace pensar, que podemos satisfacernos a costa del cuerpo y el dolor de otra persona. No una, ni dos, ni tres, SEIS veces. Seis varones que pensaron que podían violar sin importar las consecuencias. Validando entre ellos su masculinidad, reafirmando, entre ellos, que la calle *y otros cuerpos* les pertenecen.

Los hijos sanos del patriarcado, hacen uso de la impunidad que les brinda el sistema. El patriarcado permea en todos los estratos sociales y culturales, en las familias, en las escuelas, como también en el Estado. Que tilda a los abusadores de locos o enfermos, cuando sabemos lo lúcidos que están cuando cometen atrocidades.

Esperamos que este hecho aberrante interpele a los varones. Que nos permita hablar de las violencias que ejercemos y de las que somos cómplices. No son monstruos, ni enfermos los que violentan, *SOMOS* VARONES, amigos, hermanos, familiares. Es hora de hacernos cargo y romper el linaje de la violencia.

jueves, 3 de junio de 2021

Los Niños en la Guerra (Winnicott, 1940)

Uno de los aportes más interesantes de Donald Winnicott fue su estudios de niños que habían sufrido el contexto de la guerra.

"Los niños muy pequeños resultan sólo indirectamente afectados por la guerra. El ruido de los cañones rara vez perturba su sueño. Los peores efectos se refieren a la separación con respecto a ambientes y olores familiares, y quizás de la madre, y a la pérdida de contacto con el padre, cosas que a menudo es imposible evitar. Con todo, puede ocurrir que tengan más contacto con el cuerpo de la madre del que se produciría en circunstancias ordinarias, y a veces necesitan conocer cómo se siente la madre cuando tiene miedo.

Muy pronto, sin embargo, los niños comienzan a pensar y a hablar en términos de guerra.
En lugar de charlar con los términos de los cuentos de hadas que se le ha leído y repetido, el niño utiliza el vocabulario de los adultos que lo rodean, y tiene la mente llena de aeroplanos, bombas y cráteres.
(...)
A esta edad un niño no comprende la idea de una lucha por la libertad, y sin duda es previsible que vea una considerable dosis de virtud en lo que un régimen fascista o nazi presuntamente proporciona, un régimen en el que un individuo idealizado controla y dirige.

Esto es lo que ocurre dentro de la propia naturaleza del niño a esa edad, y no sería raro que sintiera que libertad significa licencia.

En la mayoría de las escuelas se tenderá a poner de relieve el Imperio, las partes pintadas de rojo en los mapas del mundo, y no resulta fácil explicar por qué no se habría de permitir que en el período de latencia del desarrollo emocional los niños idealicen (ya que no pueden dejar de idealizar) su propio país y nacionalidad.

Un niño de 8 o 9 años seguramente jugará a "ingleses y alemanes", como una variación sobre el tema "vigilantes y ladrones" u "Oxford y Cambridge”. Algunos niños manifiestan una cierta preferencia por uno u otro bando, pero eso puede cambiar de día en día, y a muchos no les importa mayormente. Se llega luego a una edad en la que, si se trata de jugar a “ingleses y alemanes", el niño preferirá identificarse con su propio país.
(...)
A menudo es posible ver un anhelo definido y consciente por el régimen nazi o fascista en un niño que se demora en el borde, temeroso de lanzarse a la pubertad, y es evidente que ese anhelo debe ser tratado con simpatía, o bien ignorado con simpatía, incluso por parte de aquellos cuyo criterio más maduro en cuestiones políticas les hace ver con disgusto toda admiración por un dictador. En cierto número de casos, esta pauta se establece como una alternativa permanente de la pubertad.

Al fin de cuentas, el régimen autoritario no ha surgido de la nada; en cierto sentido, es una forma de vida bien reconocida y practicada por grupos que ya no tienen edad para ella.
(...)
"niño con una tendencia antisocial para quien la guerra tiende a convertirse, cualquiera sea su edad, en algo esperado, algo que extraña si no se produce. De hecho, las ideas de tales niños son tan terribles que no se atreven a pensarlas, y las manejan mediante actuaciones que son menos crueles que los sueños correspondientes. Para ellos, la alternativa consiste en oír hablar de las terribles aventuras de otra gente. Para ellos el cuento de terror es un somnífero, y lo mismo puede decirse de las noticias de guerra si son suficientemente espeluznantes.

A otro grupo pertenece el niño tímido que desarrolla fácilmente una orientación pasivo-masoquista, o que tiende a sentirse perseguido. Creo que a ese niño le preocupan las noticias de guerra y la idea misma de la guerra, en gran parte debido a su idea fija de que los buenos siempre pierden. Se siente derrotista. En sus sueños, el enemigo derrota a sus compatriotas, o bien la lucha es inacabable, sin victoria para ningún bando, e implica siempre más y más crueldad y destrucción.

En otro grupo encontramos al niño sobre cuyos hombros parece descansar el peso del mundo, el niño que tiende a deprimirse. De este grupo surgen los individuos capaces del más valioso esfuerzo constructivo, sea bajo la forma de protección a niños más pequeños o de producción de algo valioso en una u otra forma artística. Para esos niños la idea de la guerra es espantosa, pero ya la han experimentado en sí mismos. No hay esperanza, ni desesperación, que les resulte nueva. Se preocupan por la guerra tal como se preocupan por la separación de sus padres o la enfermedad de su abuela. Sienten que deberían estar en condiciones de solucionarlo todo. Supongo que para esos niños las noticias de guerra son terribles cuando son realmente malas, y jubilosas cuando proporcionan real tranquilidad (...) estos chicos sufren más a causa de la variabilidad en el estado de ánimo de los adultos que por los altibajos de la guerra misma.
(...)
se cree que los niños no pensarían en la guerra si no se les hablara de ella. Pero quien se tome la molestia de averiguar qué es lo que ocurre bajo la superficie de una mente infantil descubrirá por sí mismo que el niño ya sabe mucho sobre la codicia, el odio y la crueldad, así como sobre el amor y el remordimiento, el ansia de triunfar y la tristeza."
Fuente: D. Winnicott (1940) "Los niños en la Guerra"

jueves, 13 de mayo de 2021

Pretexto para agredir

Einstein había sido seleccionado por el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual, a cargo de la Liga de las Naciones, para que elija a un pensador de su elección con el fin de discutir sobre la temática que él desease -siempre que tenga relevancia para la Liga de las Naciones. Albert eligió a Sigmund, y le preguntó ¿por qué la guerra?, ¿qué se puede hacer para prevenir la guerra?. Tema sumamente importante, sobre todo en aquella época, ya que el mundo acababa de vivir la Primer Gran Guerra, y no querían que se repita.

Eligió a Freud y le preguntó: “¿hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra?

"Todo lo que promueve el desarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra" (Carta de Freud a Einstein)

Freud no se mostró muy optimista en su respuesta. Sin embargo, termina su carta a Einstein con esta frase que tiene un leve dejo esperanzador.

La cultura exige ciertas renuncias pulsionales en favor de ideales éticos y estéticos. Gran parte del efecto civilizador de la cultura -para Freud- es la limitación de la pulsión de destrucción.

En su carta a Einstein, Freud escribe esta frase:
"Muchas veces, cuando nos enteramos de los hechos crueles de la historia, tenemos la impresión de que los motivos ideales sólo sirvieron de pretexto a las apetencias destructivas"

Como es su naturaleza: pone el acento en aquello que está en las sombras, en lo que no se dice, el motivo oculto.

A veces lo importante es la pelea en sí, y aquello sobre lo que se pelea es accesorio; una excusa que permite la expresión de la agresión. ¿Qué mejor excusa que “El Bien”?

lunes, 10 de agosto de 2020

Tiempos del trauma

Me viene bien lo que decía mi antecesor en la mesa [Marcelo Barros]. A partir de lo que planteo como título de trabajo: “Tiempos del trauma” me interesa, frente a estos movimientos que describía muy bien Barros como “traumas del siglo”, tratar de delimitar el concepto de trauma en psicoanálisis. Porque hay una extensión del concepto de trauma. En cualquier momento podemos ver televisión y encontrar una cantidad de personas a las que se nombra como traumatizadas por diversas circunstancias. La lista es larga: violencia política, delitos sexuales, catástrofes naturales. Pero, lo que define lo traumático en psicoanálisis, es que se da en dos tiempos. Si tenemos en cuenta lo que Freud dice en “El Proyecto de una psicología para neurólogos”, lo que sucede con Emma y el pastelero, transcurre en dos escenas. No hay una única escena traumática que determine una causalidad lineal, sino que son al menos dos y la segunda viene a recordarnos que vivimos en la realidad que de vez en cuando la realidad se desgarra por lo real.

Hace unos años estaba en Villa Gesell, tuvo mucha trascendencia el episodio, cayó un rayo en la playa y produjo la muerte de algunos chicos. La primera reacción es la reacción de cualquiera frente al trauma: quedarse congelado en el instante del trauma, en el instante donde la realidad se trastoca. Por eso, no tengo nada que decir sobre la clínica de la emergencia que lo primero que hace es tratar de poner en palabras el suceso traumático. Hablar del trauma. Es lo que todos hacemos frente a cualquier situación que, sacude nuestra realidad. Un pequeño accidente de automóvil lo contamos. Y lo contamos mientras estamos fijados, decía Freud, detenidos en el instante del trauma. Lo contamos de la misma manera, en un tiempo presente, detenidos en el instante donde la realidad se quebró.

Por eso decía que si la emergencia hace algo con eso es propiciatorio. Pero entiendo –y ahí es donde nos diferenciamos– que el psicoanálisis tiene otra cosa para decir: no alcanza con hablar, aunque sea imprescindible ¿Por qué? Porque el trauma no se deriva de la violencia con que una situación aparece, sino de cómo esa irrupción afecta a un sujeto de manera singular. Es decir, podemos acordar sobre lo disruptivo de determinadas situaciones como las que enumeraba recién: cataclismos, guerras, violencia sexual. Pero también, como Freud dice, frente a estos acontecimientos hay una respuesta del sujeto, por eso, no todos quienes atravesaron la guerra son afectados por una neurosis traumática. Entonces, hay dos escenas, entre una y la otra la significancia de un sujeto. No significado, significancia. El significado se desliza a lo general del diccionario y la significancia apunta a la vigencia de lo singular en cada una de todas las víctimas del trauma. Ahí es donde el psicoanálisis tiene algo que decir, porque en ese espacio es donde emerge la posibilidad de otro tiempo, de otro tiempo que es el del fantasma. Es decir, frente a la irrupción se prolonga algún tiempo el instante siempre presente o actual del trauma. Volviendo al ejemplo de la caída del rayo, al cabo de unos días quienes habían estado cerca empezaron a agregarle otros condimentos, a imaginarizarlo a partir de sus fantasmas. Cuando no es algo demasiado violento, sucede cuando presenciamos algún accidente menor, se tiene presente el momento y luego se empieza a diluir con los “A Dios gracias”, “Afortunadamente pasé por otro lado”, “No me tocaba a mí” o cosas por el estilo que son intentos de restablecer la realidad para cada uno.

Ahora bien, esta reconstitución de la realidad ¿alcanza para el tratamiento del trauma? Por el contrario, allí se inaugura otro tiempo que es el tiempo de cualquier análisis que comienza con el fantasma, esto es lo que el sujeto nos trae de su realidad. Es decir, contrariamente a lo que sugiere el sentido común o las distintas prácticas que hablan del trauma, el psicoanálisis llega al trauma siempre a través del fantasma. Ahora bien, llegar al trauma a través del fantasma supone que la escena que retorna en el análisis implica un tiempo anterior y es la respuesta del sujeto que fue inicialmente traumatizado por lalengua, como decía Luján [Iuale].

Entonces, cuando alguien es aspirado por este vacío del tiempo es justamente porque este vacío no es un agujero. Lo traumático que nos llega a través de lalengua es la incompletud del Otro, llega como exceso por la demanda o por el deseo del Otro, siempre traumático. Entonces, desde esta perspectiva y pensando en el título de la Jornada, ¿qué es lo que se escribe? Todo no, siempre va a quedar un resto irreductible de lo real. Lo real, es lo que no cesa de no escribirse, pero también, es aquello que demanda incesantemente la escritura. Ahora bien, ¿qué escribimos? Lacan es claro: no hay una traducción de una sustancia a la otra. Es decir, lo que es simbólico es simbólico, lo que es imaginario es imaginario, lo que es real es real. No se pasa de una a la otra, se puede incidir, anudar, pero no hacemos un cambio de sustancia. En ese sentido, lo que se puede escribir es la letra que se desprende de esa temporalidad reversible, imaginaria o sucesional, simbólica, que nos trae el relato del fantasma y que contornea lo real que no se puede escribir. Es decir, lo que mejor se puede –a mi modo de ver, por supuesto– hacer con el trauma es llegar a leer la letra que convierte un vacío en un agujero. Es decir, que aquello que en determinado momento captura al sujeto se constituya como agujero, que permita una caída que implique algo propiciatorio para el sujeto. Lo que no quiere decir que se haya reducido el instante del que empezamos hablando ni que desaparezca. Comentaba Marcelo [Barros], lo que Freud plantea en el Moisés y la religión monoteísta sobre dos posibilidades de salida para el trauma: una salida positiva y otra negativa. ¿Cuál es la salida positiva? Que se actualice el trauma. La salida negativa es que se olvide, porque cuando se olvida retorna como fobia o inhibición.

Para concluir, les quiero leer algo que muestra una dimensión social del trauma por la que pasó toda América Latina en la década del 70’, me refiero al terrorismo de estado. Este texto que tengo acá se llama Memorias del calabozo y reproduce una conversación entre Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro, dos militantes tupamaros; Mauricio Rosencof luego fue director de cultura en Montevideo y Fernández Huidobro Ministro de Defensa. Pero en los 70’ eran militantes tupamaros, los encarcelan, los torturan, los sacan de la cárcel y los mantienen en un régimen de aislamiento como rehenes de la Dictadura Militar Uruguaya, mientras los trasladan de un lugar de detención a otro. Es interesante todo el texto, yo sólo les voy a leer unos renglones, no abunda en el horror, mantiene la sobriedad y hasta tiene algunas pinceladas de humor. Mauricio Rosencof, además de haber sido funcionario, es poeta. Fernández Huidobro también ha escrito, no ficción pero escribe. La cuestión es que reproduce una conversación. Imagínense el marco en el que estaban detenidos, en un aislamiento tan completo que los lleva a desarrollar un sistema de comunicación a través de golpes en las paredes de la celda. Es muy conmovedor todo. Pero lo que yo quiero compartir con ustedes es una escena que recorta Mauricio Rosencof.

Estaban aislados, cada tanto les autorizaban visitas y como recurso para irradiar el terror, les sacaban la capucha frente a los familiares. Rosencof cuenta lo siguiente:
Hay una visita que yo no la olvido. Alejandra (la hija) era chiquita, venía con la intención de darme una sorpresa. Yo sabía que ella tenía un problema en la vista que estaba en manos de un oculista. Y ese día la sorpresa que traía era presentarse ante su padre, coquetonamente con los lentes puestos. Traía las manitos para atrás ocultando el estuche con sus lentes. Y al verme, en las condiciones que me vio, de alguna manera su corazoncito no quiso agregar a lo que yo estaba viviendo su propio drama. Se le llenaron los ojos de lágrimas y en vez de darme la sorpresa y hacerme cerrar los ojos y cuando los abriera reaparecer con los lentes colocados, cuando vio que empezó a lagrimear, me mostró los lentes y dijo: “Ay, papá, qué horrible, estos lentes me hacen llorar”. Esta visita, esta pequeña historia la voy a llevar conmigo mientras viva.
¿Por qué les quería contar esto? Porque esto que no se olvida, esto sobre lo que ha sido necesario hablar, esto sobre lo que ha sido necesario escribir, a nosotros nos llega fuera del instante, en otro tiempo, como una elaboración del fantasma. De ese resto real, esto es algo que también dice Freud del trauma: siempre son restos de lo visto y oído, no sabemos más que su relato. Lo que Rosencof encuentra en esa mirada es lo que nadie quiere ver, es lo que su hija no quiere ver: el desamparo del padre, la humillación del padre. Lo que el propio Rosencof ubica como traumático en medio del horror de su paso por los centros de detención de la dictadura militar durante más de once años. Afortunadamente para él sobrevivió, no lo pudo olvidar –como dice- y lo escribió. Afortunadamente para nosotros.

Fuente: Héctor Zablocki (2017) “Tiempos del trauma” Desgrabación corregida por el autor de su participación en la jornada “Las escrituras del trauma”, 1 de Junio de 2016. Espacio de investigación en psicoanálisis. Centro de Salud Mental Nº1 “Dr. Hugo Rosarios”. CABA.

Héctor Zablocki es Psicoanalista y Director de “Triempo” institución psicoanalítica. Podés ver su conferencia El cuerpo y el síntoma en la neurosis obsesiva (¡Son 3!)

miércoles, 22 de julio de 2020

El psicoanálisis ante la guerra.

Por Silvia Ons.
El psicoanálisis nació antes de la Primer Guerra Mundial, Freud no necesitó de ella para descubrir la importancia de la crueldad. En todo caso la guerra -según le confesó a su amigo holandés Van Eden- confirmó que el psicoanálisis había acertado con la tesis de que "los impulsos primitivos salvajes y malignos de la humanidad no han desaparecido, sino que persisten reprimidos en el inconsciente y esperan la ocasión propicia para desarrollarse".[1]

Freud no vio a la guerra de lejos, ya que ella atravesó su vida: sus tres hijos participaron en las acciones bélicas, durante años su práctica como analista se vio condenada a la ruina y Sophie, la hija favorita murió a causa de su vulnerabilidad a la infección provocada por los desastres. En ninguna otra contienda en el mundo hubo una matanza semejante a la de Verdún entre los años 14-18. Su valor traumático se recorta aún más si se piensa en su acontecer luego de lo que se llamó el siglo de las delicias y también du grand ennui, del gran aburrimiento, del gran tedio y de la gran prosperidad de la clase media.

Si bien -decíamos- el poder de la agresión no había sido un secreto antes de 1914, la guerra marca a fuego el descubrimiento de la pulsión de muerte que no es lo mismo que agresividad. Son los sueños de las neurosis de guerra que retrotraen a los pacientes al momento traumático, los que lo llevan a Freud a reformular su tesis de que el sueño sea el cumplimiento de un deseo.[2] La guerra pues, como trauma al que se vuelve, más allá del principio de placer.

Ningún descubrimiento freudiano fue más rechazado por los propios analistas que el concepto de pulsión de muerte. Incluso después de la segunda guerra mundial, ellos no le daban crédito considerándola una noción biológica cuando en realidad la biología no conoce nada de ella. Es que el propio Freud tardó en asimilar la idea, cuando le fue propuesta por la analista rusa Sabina Spielrein.

Hoy en día muchos psicoanalistas tienden a reducir la guerra a la pulsión de muerte, cuando en realidad Freud toma a la guerra -desde la clínica- para reformular el trauma y la pulsión pero, según pienso, no explica a la guerra por la pulsión sino por la manera en la que la cultura trata a la pulsión. La guerra lo lleva a Freud a profundizar en la cultura, en su malestar, en el porvenir de sus ilusiones, en la psicología de masas. A propósito de este acontecimiento escribe dos trabajos específicos, uno a poco de comenzar "De guerra y muerte. "Temas de actualidad" (1915),[3] otro, mucho después mediando el descubrimiento de la pulsión de muerte "¿Por qué la guerra?" (1932) en respuesta a una carta de Einstein.[4]

En el primer trabajo, Freud se refirió a la desilusión que trae consigo este suceso, y la resume en dos puntos: "la ínfima eticidad demostrada hacia el exterior por los Estados que hacia el interior se habían presentado como guardianes de las normas éticas, y la brutalidad en la conducta de individuos a quienes, por su condición de partícipes en la más elevada cultura humana, no se los había creído capaces de algo semejante".[5] Más esta desilusión descansa en la ilusión errónea de creer que los sujetos se habían elevado a un nivel ético que habíamos sobreestimado.

Freud se pregunta cómo el individuo alcanza un nivel superior de eticidad. Primeramente rechaza de plano la idea acerca de la bondad originaria del hombre. Esta concepción que es la del mito del origen en Rousseau[6] conduce inevitablemente a una visión paranoica del mundo, ya que estima que el mal proviene de la corrupción de las costumbres a las que opone la inocencia natural. El mal sexual hunde sus raíces en un exterior amenazante, anidando en un universo foráneo al del cándido sujeto. Pero, ese corazón propio bueno definido por Rousseau como "transparente como el cristal" es un corazón maniqueo que ha divorciado sin dialéctica el bien del mal, mal que entonces queda expulsado en los confines de la alteridad. Más certero, San Agustín[7] supera su propio maniqueísmo al reconocer que cuando de joven robó las peras, no lo hacía simplemente para disfrutar de ellas, sino por el goce en la trasgresión misma, concluyendo en el engaño de recurrir a un poder impersonal del mal.

La primer conjetura -la de que el hombre nace bueno- es desterrada por Freud por completo. La segunda conjetura consistiría en suponer que las malas inclinaciones del hombre le son desarraigadas y, bajo la influencia de la educación y del medio cultural, son sustituidas por inclinaciones a hacer el bien. Sorprende entonces que en los así educados la maldad aflore con tanta violencia. Freud explica este fenómeno con el argumento que la cultura fuerza a sus miembros a un distanciamiento cada vez mayor respecto de sus disposiciones pulsionales. Y Freud no duda en llamar hipócrita a quien reacciona siempre de acuerdo a preceptos que no son la expresión de sus inclinaciones. Entonces, si los pueblos, los individuos rectores de la humanidad y los Estados abandonan las restricciones éticas en época de guerra, ello obedece para Freud a la incitación a sustraerse de la presión continua de la cultura, dándole satisfacción a las pulsiones refrenadas.

Sin embargo, en la respuesta que le da a Einstein en su artículo "Por qué la guerra" Freud concluye que "todo lo que promueva el desarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra".[8] Hay entonces culturas que rechazando la dimensión pulsional hacen que ella se acreciente llevando a la guerra, y otras que posibilitarían un destino pulsional diferente que trabajaría "contra la guerra". Es muy interesante la manera en la que Einstein diferencia cultura de "intelectualidad", diciendo que es más bien la llamada "intelectualidad" la más proclive a las desastrosas sugestiones colectivas ya que el intelectual ha perdido contacto con la vida.[8] Es importante recordar que la fiebre bélica patriótica había atacado a novelistas, teólogos, poetas e historiadores: El poeta alemán María Rilke celebró el estallido de las hostilidades con los "Cinco cantos" en los que veía al increíble Dios de la guerra. S. Zweig, más tarde pacifista, tuvo sin embargo posturas militares los primeros días de la guerra. T Mann la vinculaba con la purificación, de la cual nacía la esperanza.[9] Freud mismo experimentó al comienzo cierta credulidad partidista vivenciando e mismo ese fenómeno de masa que describiría en "Psicología de las masas y análisis del yo".[10] En el grupo, dice en este trabajo, se borra lo diverso apareciendo lo uniforme, prevalece la identificación al líder y hay una inhibición colectiva de la función intelectual. Surge un sentimiento de potencia infinita, la multitud influenciable y crédula es proclive a todo tipo de sugestión, que puede arrastrarla a las mayores atrocidades. Cabe recordar aquí la diferencia trazada por Bataille[11] entre el mal pasional y el mal infame. El mal pasional no es calculador, ni está legitimado por ningún poder. En cambio el mal infame sirve a un poder, creando incluso una buena conciencia, pues se sabe en concordancia con un objetivo oficial del Estado. No se trata de éxtasis nacidos del espíritu de revuelta, sino de los excesos de los espíritus serviciales. Freud plantea que la masa se funda en lazos homosexuales y toma como ejemplo de masas artificiales a la iglesia y al ejército, lugares de exclusión de lo femenino. La guerra se apoya siempre en certidumbres: la de la raza -es decir la sangre, la nacionalidad-es decir la madre tierra -y la religión- es decir la creencia, como certezas apoyadas en la exclusión de lo diferente. La guerra va dirigida a lo semejante en lo que tiene de diferente y a lo que de semejante –ignorado en el sujeto-tiene el diferente.

Dice Freud: "el amor a la mujer rompe los lazos colectivos de la raza, la nacionalidad y la clase social y lleva así una importantísima labor de civilización." [12] Ruptura pues de las razones que han motivado toda guerra.

Lacan llama heterosexual a quien gusta de las mujeres sea macho o hembra. El "gusto" -y no tanto el amor o el deseo- abre el campo para una estética. Al respecto cabe remarcar que Freud se considera pacifista por una razón no sólo ética sino estética que reconoce fundamentos orgánicos. "La nuestra –dice- no es una mera repulsa intelectual y afectiva: es en nosotros, los pacifistas, una intolerancia constitucional, una indiosincrasia extrema, por así decir. Y hasta parece que los desmedros estéticos de la guerra no cuentan mucho menos para nuestra repulsa que sus crueldades". Esa "intolerancia constitucional" de la que habla Freud es un mecanismo distinto al de la represión, se trata de una marca en lo real que ha incidido en el gusto.

La mujer encarna no sólo lo heterogéneo del otro, sino lo otro del sujeto que le es ajeno. Son los preceptos universalizantes, las prescripciones válidas para todos, lo monotonoteista de la religión- según una feliz expresión acuñada por Nietzsche- quienes me conducen a estar en guerra conmigo mismo por rechazar en mi lo diverso.

En lo singular de cada viviente alberga recónditamente un poder creador que es pacifista porque no se somete.

Notas
* Versión ampliada del trabajo publicado en Página 12 el 8 de mayo de 2003 bajo el título " El mal infame sirve al poder".
** Silvia Ons, Analista miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.
1- Freud, S., "Carta al Dr F Van Eeden", en: Obras completas, Amorrortu Editores, tomo XIV, Buenos Aires, 1984, p.302.
2- Freud, S., "Más allá del principio de placer", op.cit., tomo XVIII, pp 31-3.
3- Freud, S., "De guerra y de muerte. Temas de actualidad", op.cit., tomo XIV.
4- Freud, S., "¿Por qué la guerra?", op.cit., tomo XXII.
5- Freud, S., "De guerra y de muerte. Temas de actualidad", op.cit., tomo XIV, pp.285-6.
6- Rousseau, J.J., Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad de los hombres, Alambra, Madrid, 1978.
7- Agustín, Confesiones, Sarpe, Madrid,1983.
8- Freud, S., "¿Por qué la guerra?", op.cit., p.185.
8- Ibíd, p.198.
9- Jones, E., Vida y obra de Sigmund Freud, "Los años de la guerra", Paidós, Buenos Aires, 1976.
10- Freud, S., "Psicología de las masa y análisis del yo", op.cit., tomo XVIII, p.134.
11- Bataille, G., La literatura y el mal, Taurus, Madrid,1987.
12- Ibíd, p.134.
 Fuente: Ons, Silvia (2003) "El psicoanálisis ante la guerra" - EOL.  

viernes, 27 de marzo de 2020

¿Alivio sintomático durante las crisis?


Por Lucas Vazquez Topssian
No hay novedad alguna en decir que la pandemia actual de COVID-19 ha alterado la vida de casi todo el mundo, literalmente hablando. Desde que la enfermedad irrumpió, los psicólogos trabajamos de día, de noche, por teléfono, por cámara del celular en Whatsapp, Skype o Facebook, rearmando los consultorio digitalmente en la nube de Úbeda. Allí atendemos los diversos y nuevos padecimientos que la situación actual conlleva.

Aún así, no todos los casos hablan de una intensificación del sufrimiento. Resulta que una estimada colega y mentora me comentó haber notado, bastante extrañada, que en el medio de todas estas dificultades algunos pacientes graves súbitamente mejoraron. Por poner un caso, un paciente con depresión que apenas lograba levantarse de su cama antes del confinamiento obligatorio, ahora se había puesto a remodelar su casa, a tirar lo viejo, a poner cortinas nuevas y a pintar las paredes. ¿De qué se trata todo este renacimiento fenixíaco?

Lo primero que se me ocurrió fue que es algo parecido a la trama de la película Melancholiade Lars Von Trier, y del análisis que se hace en esta conferencia. En el final de la película (perdón por el spoiler), Justine renace al mismo tiempo que el mundo está llegando a su fin, conteniendo a su familia mediante la memorable escena de la casa mágica que ella hace para sus sobrinos. 

También se me vino el vago recuerdo de haber leído algo al respecto, en alguna parte... Así que con Mónica, la colega en cuestión, dedicamos el tiempo libre a ponernos a buscar en la obra de Freud dónde estaba mencionado este fenómeno. ¿Más allá del principio de placer? ¿Duelo y melancolía? Nada de eso. Lo único que encontré al respecto fue esta carta que le mandó Ernest Jones a Angel Garma del 23 de agosto de 1942:


Querido Dr. Garma:

Ha habido una notoria disminución de las neurosis desde que hay guerra, lo cual atribuyo a que las penas y peligros de vida alivian la necesidad de autocastigo.

Con cordiales saludos,

Su muy sincero

Ernest Jones.

P.S. Tengo un niño pequeño que colecciona estampillas pero no tenemos mucha correspondencia con otros países en la actualidad. Quizás cuando usted me escriba la próxima carta será usted tan amable de adjuntar algunas estampillas de Sud América.



Ahí lo tenemos: en situaciones de sufrimiento social ocurre una disminución de padecimientos neuróticos. Ernest Jones lo llamó "la extraña desaparición o disminución notoria de las neurosis durante la guerra". Del mismo modo, podríamos afirmar lo contrario: la neurosis se hace notoria en situaciones donde está dada la posibilidad de satisfacción. En esos casos se nota que el impedimento de satisfacción es de origen interno.


Por otra parte, si un padecimiento, una angustia, una pena, un síntoma, son curados con una mejoría en la situación socioeconómica, con una amistad, con un amor, con un buen consejo, con unas buenas vacaciones, y cosas por el estilo, no eran padecimientos neuróticos. No todo sufrimiento es neurótico y por lo tanto el psicoanálisis no está indicado para todos.

lunes, 9 de diciembre de 2019

El psicoanálisis en tiempos de crisis.

Próximos al fin de año, asistimos a acontecimientos gravísimos en América Latina, donde nos encontramos la mayoría de los lectores: golpes de estado, violaciones a los derechos humanos, persecución de minorías y por motivos políticos, brutales represiones policiales y violencia institucional.

Como psicoanalistas, no podemos desentendernos de estas situaciones. Aún si pudiéramos, este contexto no dejaría de influir en la situación de aquellos que se presentan en la consulta y cómo nos enfrentamos a eso. Por ese motivo, dedicarremos unas palabras a la situación de la clínica en estos tiempos.

Hay situaciones de crisis que de tanto en tanto se van repitiendo a través de la historia. En Buenos Aires, Argentina, los tiempos de dictadura militar fueron años muy difíciles y la salud pública se vio bastante alterada. En esos tiempos, el psicoanálisis estaba por fuera de las posibilidades de estudio. Era una formación por fuera de la Universidad, por ejemplo en los consultorios de los psicoanalistas. Había que entrar de a uno, porque no podía haber grupos en las esquinas ni en las puertas de los edificios. El impulso por estudiar, por saber, por meterse en el psicoanálisis fue un tiempo muy productivo para muchos, pese a la crisis.

En lo referido a la salud pública, no se podía trabajar desde el psicoanálisis en los sistemas de salud, ni en las clínicas ni en los hospitales, ni en la internación. No había ley de ejercicio profesional para el psicólogo. Cuando volvió la democracia se formaron colegios de psicólogos, donde legislan el ejercicio profesional. Fue un tiempo muy oscuro donde el psicólogo solo era un auxiliar del médico, por no mencionar el secuestro y la desaparición de estudiantes y de psicoanalistas. El psicanálisis estaba forcluído, por fuera, no tenía ningún lugar porque era considerado por ellos como subversivo.

Con el comienzo de la democracia, esto fue cambiando. Para la formación de los analistas en Buenos Aires, comenzarona  surgir muchas escuelas de psicoanálisis que están abiertas hasta el día de hoy, que brindan un espacio, una formación, una transferencia de trabajo para la formación.

Otra situación que podemos mencionar es la crisis del 2001 en Argentina, que también afectó a países cercanos. Hubo un nivel de desempleo y desbarranque económico muy importante. Muchas empresas cerradas, mucha gente en la calle, una situación de pobreza y precariedad importante. Eran tiempos en que se cuestionaba la política y las instituciones de manera muy fuerte, todo lo que era el marco simbólico. La sociedad tambaleaba. En las consultas habían muchas crisis de angustia, ataques de pánico, situaciones de borde. Esto que va sucediendo alrededor, impacta en la subjetividad y cómo va a reaccionar a esto que viene de afuera.

Otro de los puntos tiene que ver con los honorarios en ese tiempo, no solo los que son pactados entre analista y paciente, que queda arreglado en ese lugar, sino que surgieron una nueva forma de paro que eran unos bonos que circulaban en lugar del dinero. Como las empresas no tenían dinero en efectivo para pagar, se inventó una moned nueva que eran unos bonos con una promesa de pago. Había una cuestión de los pacientes que le planteaban esto al analista, quien a su vez se interrogaba qué hacer con este modo de pago.

Más allá de lo anecdótico, los elementos que se pusieron en juego en estos tiempos eran pedidos de interrupción bastante frecuentes. Esto hace que el analista tenga que volver a colocar el síntoma, a volver a colocar el proceso del análisis e intentar avanzar sobre la resistencia. A propósito de todo esto, en el texto Más allá del principio del placer, Freud ubica dos cuestiones que tienen que ver con los estimulos que vienen de afuera con los efectos que producen y los estímulos internos. Y va a decir Freud que lo que provoca más sufrimiento son los estímulos internos. Podríamos pensar que la manera en que los sujetos van a procesar las situaciones son individuales y hay que ver qué recursos y qué posibilidad tiene para esto.

Cada época está atravesada por un discurso cultural. La época posmoderna está caracterizada por la disolución de la subjetividad. Por sobre la ética del deseo, se da una engañosa propuesta de un goce desmedido, irrefrenable, que el mundo del consumo intenta todo el tiempo colmar. Hay mucho objeto y poco sujeto. A partir de los años '70, hubo una transformación de las reglas de juego de la ciencia, la literatura, la política. En esta posmodernidad, a consecuencia de las Guerras Mundiales, totalitariosmos, campos de concentración y las crisis económicas.

El lazo social permitiría acotar ese goce obsceno, pero la modalidad actual del lazo social oscila, por un lado, el individualismo; por otro lado, la masificación de los fundamentalismos. El narcisismo en juego tiene una dimensión en el hombre posmoderno que lo aleja de la idea de sujeto.

En nuestro tiempo y en América Latina en particular, el discurso capitalista tiene como consecuencia crisis económicas que producen precarización en la población, a niveles cada vez más graves. Esto potencia la falta de sostén simbólico, que el gran Otro scial y su ley deberían brindar a los ciudadanos. La consecuencia directa es una violencia cada vez mayor. Cuando la disminución de la calidad de vida y la falta de trabajo toman niveles alarmantes, se produce un arrasamiento de la subjetividad.

Por otro lado, tenemos la ciencia, otra bandera del capitalismo, que promete seguir avanzando en lo real. No tiene límite, promete nuevas técnicas reproductivas, clonación, cambio de sexo, todo tiempo de intervenciones para asegurar la juventud eterna. Intervenciones también en el genoma humano, soñadas por la ideología nazi. Las neurociencias pretenden que el psiquismo se reduzca a lo neuronal y el inconsciente a un producto de ese funcionamiento. El deseo, así, no sería más que una secreción química.

Los pacientes de estos tiempos solicitan a la medicina no sentir nada: ni angustia, ni tristeza ni dolor. No hay implicación subjetiva. Se medican "depresiones" por la muerte de un ser querido, en lugar de implicarse en un trabajo de duelo, en elaborar una pérdida. El psicoanálisis nos enseña que el sujeto se constituye en una trama simbólica: palabra, gesto, reconocimiento, amor y prohibiciones. Se aloja en un lugar simbólico. En nuestra clínica nos consultan con frecuencia pacientes desamparados simbólicamente, arrasados por un exceso de goce, que por ejemplo van de acting en acting, de consumo en consumo. Jóvenes perdidos, creyendo en éxitos fugaces, poco valorado el esfuerzo personal.

Como efecto del desamparo simbólico de la época,  la angustia no se pudo constituir como señal. Aparece el ataque de pánico, un ataque que inmoviliza, que paraliza, donde algo de la muerte se vive en el cuerpo.

Por otra parte, asistimos a afecciones narcisistas: falta de deseo, el sin sentido, que arrojan al sujeto a distintos modos de consumo. También escuchamos en estos tiempos la falta de ritos alrededor de la muerte. Todo debe ser rápido, veloz, descarnado. Los ritos, o sea el acompañamiento simbólico, que implica a los familiares, la gente del lugar, los compañeros de trabajo, hacerse acompañar por los otros es un acompañamiento simbólico que tiene que ver con el rito, favorece la detención de la tramitación de los duelos.

La familia, como institución reguladora y formadora, se encuentra en interrogación. El lugar del padre, desdibujado. Hay padres maternales, con mucha dificultad de colocar una prohibición, un no.

En las neurosis actuales, nos encontramos en nuestra práctica con una gran dificultad en el compromiso subjetivo. Por lo tanto, esto lo constatamos reflejado en la transferencia. Son necesarios otros tiempos para la inclusión de quien consulta en el trabajo en el lenguaje y para el anclaje transferencial. Como analistas, debemos pensar en otras formas de sostener el acto analítico frente a las demandas que vienen. En este sentido, Lacan nos planteó que el trabajo del analista es artesanal: se trata del sujeto y no de la manada. Este punto ya lo había planteado Freud en Psicología de las masas y en el texto de El malestar en la cultura.

Freud nos dejó una enseñanza como analistas frente a la época que a él le toco vivir, nada fácil por cierto. Como judío en la Europa de esos tiempos, Freud sufrió la segregación previa al tiempo del nazismo. Habían cupos para la universidad, no todos podían estudiar. Había mucha dificultad para ingresar posteriormente a los lugares de investigación. En su biografía hay muchas anécdotas de la segregación que sufrieron él y su padre.

Durante el nazismo, Freud fundó una institución psicoanalítica que fue prohibida y terminó cerrándose. Se quemaron los libros, la Gestapo detuvo a su hija Anna por 48 horas y es a partir de ese suceso que él decide exhiliar. Hacía tiempo que sus colegas y alumnos querían que él se fuera, pese a que Freud quería seguir quedándose. Lo de la hija fue definitorio. Freud sufrió segregación, persecución, prohibición, quema de libros. Un hijo de él murió en la guerra, otra por enfermedad. El mismo Freud tuvo una enfermedad en la boca. Algunos biógrafos dicen que se trataba de cáncer; otros que era una lesión. Lo que sabemos es que le causó mucho sufrimiento. Sin embargo, su deseo de avanzar con la clínica, de investigar, de estudiar, de escribir, más allá de los dolores de su vida, le permitió dejarnos un camino y una obra maravillosa.

A pesar de los tiempos difíciles que nos toca transitar en los diferentes países de América latina; aunque sea también difícil de sostener, hay que sostener el trabajo, el estudio, las preguntas sobre nuestra clínica. El anclaje simbólico nos va a permitir encontrar refugios contra el malestar y la violencia. En anclaje simbólico siempre coloca alivio y tiene que ver esto con nuestra posición ética en el psicoanálisis, con una postura que esté del lado del sujeto.

martes, 19 de noviembre de 2019

Una carta de Rilke a Freud con algunas notas de la época


En 1913 Freud y Rilke dan un paseo. Discuten acerca de la transitoriedad de las cosas. Tiempo después de esa caminata, Freud escribirá «Lo perecedero». Ambos contemplan la naturaleza. Rilke se lamenta: «todo esto perecerá en el invierno». El profesor sostiene que justamente, porque todo eso va a perecer, debemos valorarlo. Pronto estallará la guerra.


El 17 de febrero de 1916, Rilke escribe en una carta al padre del psicoanálisis: «Mi estimado profesor Freud, estoy demasiado cansado, demasiado contrariado, demasiado confuso como para llegar hasta su casa (...) estoy en estas diarias situaciones inconmensurables (...) lo más extraño son los escombros sobre el ánimo acumulándose día a día (...) a menudo estuve a punto de intentar salvarme del entierro mediante una entrevista con usted. Pero finalmente prevaleció la decisión de llevar el asunto solo, mientras a uno le quede aún un turbio trozo de soledad (...) reverenciándolo sinceramente siempre, su R. M. Rilke». 


Freud le escribe a Lou Andreas Salomé que su hijo Ernst considera a Rilke su maestro y que tiene una hija que sabe todos los poemas de Rilke de memoria. El maestro escribe que la guerra nos demostró la fragilidad de toda nuestra cultura, pero insiste en que nada debe desvalorizarse porque vaya a perecer.

En el mundo terminaba la Primera Guerra Mundial. Freud iba hacia «Duelo y melancolía», Rilke hacia la afirmación de la vida y de la muerte en «Las elegías de Duino», Lou Von Salomé había dejado atrás su encuentro con Nietzsche y con Rilke y ya era discípula de Freud, Vallejo marcha hacia la cumbre de «Trilce», Mandelstam hacia los campos estalinistas, los físicos hacia la idea de que el observador modifica lo observado, Joyce hacia el «Ulises», Eliot hacia «La tierra baldía», Kafka hacia esa cima que representaron sus cuadernos, entre otros tantos acontecimientos. 


De alguna manera, en aquella caminata, Freud y Rilke en su conversación y a través de sus obras, tanto como los artistas mencionados, estuvieron a la altura de la vida y de la muerte, todo eso que perece o perdura en este mundo.

Texto de Javier Galarza. 

Relacionado: En esta conferencia, el texto "Lo perecedero" es tomado por Raúl Yafar para plantear la existencia de un discurso depresivo.

jueves, 8 de agosto de 2019

En vísperas de las elecciones, Freud, en "El porqué de la guerra":


El afán de poder que caracteriza a la clase gobernante de todas las naciones es hostil a cualquier limitación de la soberanía nacional. Este hambre de poder político suele medrar gracias a las actividades de otro grupo dominante guiado esta vez por aspiraciones puramente mercenarias, económicas. Pienso especialmente en ese pequeño pero resuelto grupo, activo en toda nación, compuesto de individuos que, indiferentes a las consideraciones y moderaciones sociales, ven en la guerra, en la fabricación y venta de armamentos, nada más que la oportunidad para favorecer sus intereses particulares y extender su autoridad personal. 

Ahora bien, reconocer este hecho obvio no es sino el primer paso hacia una apreciación del actual estado de cosas. Otra cuestión se impone de inmediato: ¿Cómo es posible que esta pequeña camarilla someta al servicio de sus ambiciones la voluntad de la mayoría, para la cual el estado de guerra representa pérdidas y sufrimientos? (Al referirme a la mayoría, no excluyo a los soldados de todo rango que han elegido la guerra como profesión en la creencia de que con su servicio defienden los más altos intereses de la raza, y de que el ataque es a menudo el mejor método de defensa.) Una respuesta evidente a esta pregunta parecería ser que la minoría, la clase dominante hoy, tiene bajo su influencia las escuelas y la prensa, y por lo general también la Iglesia [como religión oficial institucionalizada]. Estos servicios a su servicio les permiten dirigir, organizar y gobernar las emociones y sentimientos de las masas, inconscientes como el sujeto sometido a hipnosis de los verdaderos motivos de su acción diferida [la sugestión colectiva], y convertirlas también en un instrumento a su servicio.