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miércoles, 23 de julio de 2025

La agresividad, ¿es tributaria de la pulsion de muerte?

Dentro de la tríada de textos tempranos en los que Lacan aborda lo imaginario, destaca “La agresividad en psicoanálisis”, un escrito articulado a partir de una serie de tesis. Allí se introduce una distinción fundamental entre la agresión —como fenómeno concreto— y la agresividad, entendida como un efecto estructural que se manifiesta en la práctica analítica y que pertenece al orden de lo imaginario en el sujeto.

Este planteo permite desplazar la agresividad del plano de lo fenoménico hacia el de la estructura, lo cual marca una ruptura teórica decisiva. De hecho, este mismo pasaje del fenómeno a la estructura lo encontramos en el tratamiento lacaniano de la angustia. No se trata entonces de registrar manifestaciones agresivas, sino de interrogarlas como efecto de constitución subjetiva.

Si consideramos la agresividad como inherente al armado imaginario del sujeto hablante, cabe preguntarse: ¿hasta qué punto esta está ligada a la pulsión de muerte? Aunque este concepto ha sido reformulado a lo largo del tiempo, puede pensarse hoy en relación con la "acefalía de lo simbólico", y lo pulsional —en tanto empuje sin cabeza ni finalidad— se inscribe en el eje imaginario del esquema L.

El psicoanálisis es, ante todo, una experiencia del sujeto, y no hay sujeto sin imaginario. Por eso, la agresividad aparece como índice de esta estructura constitutiva. Concebir la praxis analítica como experiencia de sujeto implica asumirla como un trabajo, una elaboración dialéctica del sentido del discurso. Pero si el significante, en sí mismo, no significa nada, entonces ese sentido no puede ser reducido a una simple significación, sino que debe orientarse hacia el sin sentido como horizonte posible.

Así, cabe una última pregunta fundamental: ¿a dónde, o a quién, se dirige el sujeto en tanto es hablado? Lacan lo afirma desde sus primeros textos: la palabra implica al Otro como destinatario. En esa dirección se inscribe el decir, aunque no haya garantía de una respuesta. No existe palabra pura o neutra: toda enunciación comporta un destinatario, incluso si este permanece en silencio.

viernes, 7 de febrero de 2025

El orden simbólico y su límite en el psicoanálisis

El psicoanálisis sostiene, como principio fundamental, que el orden simbólico es incompatible con cualquier intento de totalización. Desde esta perspectiva, se configura el vínculo esencial entre lo simbólico, el sujeto y el deseo. No obstante, lo simbólico nunca logra abarcar completamente el campo de lo posible en términos de significado.

Precisamente porque se sitúa fuera de la lógica de la unificación, lo simbólico se arraiga en lo elemental, no solo en el sentido de lo básico, sino también en lo que Lacan, en La angustia, denomina un rasgo de simplicidad. Incluso, este carácter elemental puede entenderse como una apuesta por la enseñanza.

En este sentido, el significante llega a considerarse desde la perspectiva del elemento. Así, lo elemental sostiene una "nomenclatura del parentesco", concepto que resuena con la influencia inicial de Lévi-Strauss. Esta nomenclatura actúa como índice de una nominación que permite trascender la dimensión imaginaria de los vínculos familiares, introduciendo una temporalidad distinta de lo instantáneo. De ahí surge la afirmación de que "el nombre es el tiempo del objeto", vinculada a la operación de reconocimiento y a la lógica del pacto, en sintonía con la noción hegeliana del tiempo de la cosa.

Sin embargo, detrás de esta estructura subyace otro nivel de lectura: la articulación del orden simbólico con la muerte, no en su dimensión biológica, sino en su relación con la pulsión de muerte y la insistencia del símbolo. Este vínculo abre un horizonte que apunta hacia lo innombrable, el litoral y el borde de lo simbólico.

Para alcanzar esta dimensión, se requiere un orden simbólico depurado de sentido, despojado de cualquier carga antropológica, lo que permitiría una exploración más radical de sus límites y posibilidades.

martes, 24 de septiembre de 2024

La compulsión a la repetición ¿Cómo abordarla en la clínica?

¿Cómo se manifiesta en la clínica la compulsión a la repetición?

Sigmund Freud pudo comprobar y leer en su práctica clínica aquello que denominara “compulsión a la repetición” o “eterno retorno de lo mismo”: pacientes que repetían experiencias desagradables y penosas que causaban sufrimiento a sus vidas, también personas y/o familias enteras atravesadas por un “fatal destino que los persigue”. Asimismo, sujetos en los que toda relación afectiva llegaba a un lamentable desenlace, pesadillas que remitían una y otra vez al acontecimiento traumático e incluso juegos infantiles en donde se observaba que el niño o la niña repetía -lúdicamente- una experiencia desagradable que les ha tocado vivir en un tiempo anterior.

¿Cuál es el funcionamiento psíquico subyacente a la compulsión a la repetición?

Freud nos enseña que el “eterno retorno de lo igual” pone en evidencia al campo pulsional de carácter primario y demoníaco.

El sufrimiento que acarrea la com-pulsión demuestra la existencia de una fuerza psíquica primordial, originaria y muda -que por no poder ser reprimida- no llega a ligarse al inconsciente, razón por la cual no puede ser simbolizada, ni puesta en palabras. Se trata de una fuerza destructiva del aparato psíquico, que se expresa más allá del Principio de Placer, denominada por S. Freud: “Pulsión de Muerte”.

¿De qué modo se relaciona el campo pulsional mortífero con la compulsión a la repetición?

Este campo pulsional, más allá del Principio del Placer, carente de ligazón simbólica, se expresa de forma directa y abrupta en la vida de una persona, induciéndolo a una satisfacción pulsional sin Ley (absoluta), sin falta. En ese momento, queda suspendida, para el sujeto, la operatoria de la castración.

Las presentaciones clínicas más habituales son: las compulsiones alimentarias (anorexia, bulimia), la compulsión al juego (ludopatía), las adicciones de cualquier índole, los actings out y pasajes al acto a repetición.

El sujeto, dominado por la com-pulsión, se hace objeto de la misma.

Tal como J. Lacan lo expresa, aquello que es expulsado del campo simbólico (Pulsión de Muerte sin ligadura al inconsciente) retorna a través de lo real: “No cesa de no inscribirse”, por este motivo, es traumático.

La Pulsión de Muerte fracasa en el intento de ligarse al inconsciente y encuentra su salida y su “satisfacción” a través de la acción compulsiva. Dicha “satisfacción” le resulta al sujeto paradojal, contradictoria, en tanto le retorna como cruel y perturbadora de su subjetividad.

¿Hay salida para la compulsión a la repetición? Todo padecimiento psíquico tiene una salida, aunque en el momento resulte difícil imaginarla. Trabajo terapéutico mediante, se intentará un cambio de posición subjetiva, que implica un pasaje de la posición de pasividad e indefensión -en la que el sujeto está ubicado- a un sujeto agente de su propio deseo.

El proceso de la cura en las Compulsiones

En el proceso de la cura se tratará, en una primera instancia, de ayudar al sujeto a que reconozca aquello que se repite y el sufrimiento que la compulsión le genera (a través de una escucha e intervención activa por parte del analista), para luego situar con el paciente el inicio de sus acciones compulsivas. En este sentido, la orientación de la cura será subjetivar su propia historia, con el propósito de que pueda hacer un corte con la satisfacción absoluta que persigue la pulsión -que, por imposible, retorna en padecimiento-.

La ganancia subjetiva que se obtiene al aceptar no tener una satisfacción absoluta, es poner a operar la castración y, con ella, la dimensión de la falta que engendra el deseo: Sólo podemos desear aquello de lo que estamos faltos.

-Intervenciones Clínicas-

La intervención privilegiada para las Compulsiones en la clínica es lo que Freud denominara “Construcciones en Psicoanálisis”.

El analista, con una escucha activa, donará palabras y decires (campo de lo simbólico) a trazos de la historia infantil que para el sujeto quedaron apartados de la simbolización, en estado mudo (traumático). Hacer hablar al sujeto para luego ir construyendo los tramos de su subjetividad, implica para el analista un trabajo intenso -plagado de resistencias del Ello y del Superyó-. El analista se enfrentará, al decir de Freud, a “una dura batalla a la que debe estar preparado”.

miércoles, 4 de septiembre de 2024

La agresividad ¿Por qué se manifiesta y cómo intervenir?

En la vida cotidiana, así como en la intimidad del consultorio, podemos encontrarnos con sujetos que se comportan de manera agresiva.

Esta agresividad puede dirigirse hacia otros (enojos, hostilidad, violencia verbal o física) o hacia sí mismos (autolesiones, adicciones, conductas antisociales, autocastigo, suicidio).

¿Cómo se explican estas diferentes manifestaciones de agresividad? La enseñanza clínica de Sigmund Freud.

El comportamiento humano es producto de la acción conjunta de la Pulsión de vida y la Pulsión de Muerte. Si se produce una desunión, se libera la Pulsión de Muerte en estado puro –mortífero-, generándose así una “satisfacción” sin miramientos y sin tope que, al expresarse de forma abrupta, resulta sumamente peligrosa, manifestándose como autodestrucción y/o agresión hacia el otro.

La Pulsión de Muerte, como nos enseña Freud, es ineliminable, pues es propia de la psiquis humana. Nos dice: “El ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad”.

Sin embargo… No todos los sujetos manifiestan en su vida cotidiana estas tendencias agresivas de forma brutal. ¿Por qué?

¿Qué se descubre en la práctica clínica cuando se manifiesta la agresividad en su forma más pura?

Por razones que son siempre singulares y que habrá que construir en un análisis, se descubre que, en los sujetos que padecen la acción desmedida de la Pulsión de Muerte, su Otro primordial no ha podido donar suficientemente el campo libidinal –amoroso- en tiempos de su temprana constitución. El amor permite que el empuje pulsional agresivo se integre con las Pulsiones de Vida (Eros), que es la fuerza vital, promotora y hacedora del deseo.

¿Qué-hacer como analistas frente a la Pulsión de Muerte?

La Intervención privilegiada: A través de las Construcciones en Psicoanálisis –intervención privilegiada para la Agresividad-, el análisis permite ligar la Pulsión de Muerte con la Pulsión de Vida.

De esta manera, ingresa en la vida del sujeto la trama simbólica (inconsciente), que estaba fuera de juego.

Consecuencias Clínicas de las Construcciones en Psicoanálisis

Las Construcciones en Psicoanálisis permiten reconstruir tramos de la historia infantil del paciente, que por haber sido sumamente traumáticos, quedaron sin palabras y sin elaboración.

Hablar sobre lo traumático descongela los significantes superyoícos crueles y mortíferos –naturalizados por el sujeto-, que fueron convertidos en Agresión hacia otros o autoagresión.

¡¡Clave Clínica!!

Elaborar lo traumático –a través de las construcciones de la historia infantil- permite que la Pulsión de Muerte se ligue a la Pulsión de Vida y, de esta manera, encuentre un tope y un impedimento para descargarse en forma directa, menos que menos brutal, sobre los otros o sobre uno mismo.

lunes, 8 de julio de 2024

La satisfacción: una antología freudiana

Fuente: Isacovich, Lila (2018) "La satisfacción: una antología freudiana"

La palabra deseo evoca un movimiento de concupiscencia o de apetencia. El deseo inconciente tiende a realizarse restableciendo los signos ligados a la primera experiencia de satisfacción.

Lo que define esa primera vivencia de satisfacción es que la imagen mnémica de una determinada percepción permanece asociada a la huella mnémica de la excitación resultante de la necesidad. Al presentarse de nuevo esta necesidad, se producirá, en virtud de la conexión establecida, un movimiento psíquico dirigido a recargar la imagen mnémica de aquella percepción e incluso a evocarla, es decir, a restablecer la situación de la primera satisfacción. Ese movimiento es lo que nosotros llamamos deseo. Algo que tiende a.(1)

En lo sucesivo, la satisfacción queda unida a la imagen del objeto que ha procurado la satisfacción. Cuando aparece de nuevo el estado de tensión, la imagen del objeto es recargada. Esta reactivación (el deseo) produce algo similar a la percepción, es decir, una alucinación. Si entonces se desencadena el acto reflejo, inevitablemente se producirá la decepción.

El conjunto de esta vivencia -satisfacción real y satisfacción alucinatoria- constituye el fundamento del deseo. En efecto, el deseo tiene su origen en una búsqueda de la satisfacción real, pero se forma según el modelo de la alucinación primitiva. El sujeto busca siempre, por caminos directos (alucinación) o indirectos (acción orientada por el pensamiento) una identidad con la percepción que quedó unida a la satisfacción de la necesidad. Esta satisfacción primitiva tiene un carácter irreductible y una función decisiva en la búsqueda ulterior de los objetos: lo que determina la institución de la prueba de realidad es el hecho de haber perdido los objetos que anteriormente habían proporcionado una satisfacción real. La vivencia de satisfacción constituye el concepto fundamental de la problemática freudiana de la satisfacción. En ella se articulan el apaciguamiento de la necesidad y el cumplimiento del deseo.

Freud no identifica necesidad con deseo: la necesidad, nacida de un estado de tensión interna, encuentra su satisfacción por la acción específica que procura el objeto adecuado (por ejemplo, alimento). El deseo, en cambio, está indisolublemente ligado a huellas mnémicas y encuentra su realización en la reproducción alucinatoria de las percepciones que se han convertido en signos de esa satisfacción.

Con todo, esta diferencia entre satisfacción de la necesidad y realización alucinatoria del deseo no siempre está tan claramente afirmada en la terminología de Freud: en algunos trabajos se encuentra la palabra compuesta WUNSCH BEFRIEDIGUNG: deseosatisfacción, aunque, por la propia definición del deseo, la expresión satisfacción del deseo, en sentido estricto, sólo se aplicaría a la identidad de percepción. No cabe otra manera de concebir tal satisfacción o realización del deseo.

Por eso, Freud emplea el término WUNSCHERFÜLLUNG: cumplimiento de deseo, para referirse a los diversos modos de realización que encuentra el deseo. La manera como el Diccionario de Laplanche y Pontalis(2) zanja esta cuestión es definiendo el cumplimiento de deseo como una formación en la cual el deseo se presenta imaginariamente como cumplido. Agrega que las producciones del inconciente (sueño, síntoma, y por excelencia el fantasma) constituyen cumplimientos de deseo en una forma más o menos disfrazada. Pero no se trata de un problema meramente terminológico, sino relativo a la naturaleza de la satisfacción: ¿cómo obtiene el sujeto su satisfacción si el deseo es precisamente lo que no se colma?.

La naturaleza de la satisfacción parece ser paradojal,(*) en consonancia con lo característico de la pulsión.

Voy a puntualizar simplemente una de las definiciones que da Freud(3): “La pulsión nunca cesa de aspirar a su satisfacción plena, que consistiría en la repetición de una vivencia primaria de satisfacción,…” No podemos dejar de subrayar aquí la yuxtaposición con la definición del deseo.

Esta condición de la pulsión nos reenvía al deseo en tanto movimiento que, como resto de la vivencia de satisfacción, tiende a la búsqueda de la satisfacción perdida. El carácter universal de la pulsión es el de un “esfuerzo, inherente a lo orgánico vivo, de reproducción de un estado anterior. Esta manera de concebir la pulsión nos suena extraña. En efecto, nos hemos habituado a ver en la pulsión el factor que esfuerza en el sentido del cambio y del desarrollo, y ahora nos vemos obligados a reconocer en ella justamente lo contrario, la expresión de la naturaleza conservadora del ser vivo”.(4) Este es un primer aspecto paradojal.

Si nos es lícito admitir que todo lo vivo muere, regresa a lo inorgánico, por razones internas, la meta de toda vida es la muerte.(5) La vida sería un rodeo para llegar a la muerte, y la meta de la pulsión, alcanzar la muerte.

Así se engendra la paradoja de que el organismo vivo lucha con la máxima energía contra influencias (peligros) que podrían ayudarlo a alcanzar su meta vital, la muerte, por el camino más corto.(6)¿Qué lleva a que la vida se sostenga a pesar de lo que pulsa por llegar a la muerte?

En el proceso de deseo, la inhibición por el Yo procura una investidura moderada del objeto deseado que impide su alucinación.(7) Si esa inhibición por parte del Yo faltara, una carga demasiado intensa de la imagen produciría el mismo indicio de realidad que una percepción y el sujeto sería incapaz de distinguir una percepción real de una alucinación. Si el Yo ha respetado esa barrera que se interpone en el camino regrediente de la vía alucinatoria, y ha vuelto su atención hacia las percepciones nuevas, tiene perspectivas de alcanzar la satisfacción buscada, pero necesariamente resultará devaluada en relación con aquella primera satisfacción que le sirve de referente.

…todas las formaciones sustitutivas y reactivas y todas las sublimaciones son insuficientes para cancelar su tensión acuciante. La diferencia entre el placer de satisfacción hallado y el pretendido engendra el factor pulsionante, que no admite aferrarse a ninguna de las situaciones establecidas, sino que, “acicatea, indomeñado, siempre hacia adelante”. El camino hacia atrás, hacia la satisfacción plena, en general es obstruido por las resistencias en virtud de las cuales las represiones se mantienen en pie, y entonces no queda más que avanzar por la otra dirección del desarrollo [progrediente], todavía expedita, [aunque] en verdad sin perspectivas de clausurar la marcha ni de alcanzar la meta”.(3) 

La meta ha quedado por detrás. No es fácil admitir que ése sea el verdadero estado de cosas: que el sujeto sea una especie de perro mordiéndose la cola. Se presenta aquí la paradoja bajo otro aspecto: lo que empuja hacia adelante la pulsión, son las resistencias de represión que ponen una barrera al camino regrediente. Esto es algo en principio no esperable si lo que prima es el supuesto de que la pulsión es el impulso vital al cual el sujeto debe renunciar en parte en favor de las presiones culturales.

Al contrario, parecen ser los efectos de esas presiones, las resistencias de represión las promotoras del desarrollo vital, aún a expensas de la meta específica de la pulsión: la de restablecer un estado anterior.

Esta concepción también se opone a la común opinión que sostiene que el sujeto renuncia a la satisfacción en pos de mandatos culturales que originan la represión de las tendencias pulsionales. Sin embargo, ya Freud nos anticipó que, por el contrario, “la conciencia moral es la consecuencia de la renuncia de lo pulsional. Que es esa renuncia de lo pulsional (impuesta a nosotros desde afuera) la que crea la conciencia moral, que después reclama más y más renuncias”.(8)

Se hace claro entonces, que el impulso “vital” obedecerá a la ligazón libidinal con aquel objeto de amor que tememos perder en caso de ceder a las exigencias de la pulsión. El amor ha acudido en nuestra ayuda para salvaguardar la vida. El aspecto más contundente entonces que toma la paradoja es que si la satisfacción se asocia al placer, y éste ha sido definido como la tendencia dominante de la vida anímica a mantener constante la tensión interna de estímulo, resulta ser que esa homeostasis, equivale a tensión nula, a la descarga completa de tensión. Ese equilibrio, que para nuestro sentido común es vital, sin embargo sólo es asequible en la muerte. Vale decir, que el correlato del placer en su máxima expresión, es la muerte. El principio del placer está regido por el arribo a la satisfacción plena, alcanzable sólo en la vuelta al estado de quietud. Paradoja con la que todo sujeto está condenado a confrontarse en el devenir de su vida.

Los hombres enferman de neurosis a consecuencia de la frustración de la satisfacción de sus deseos, cuando la libido no tiene la posibilidad de una satisfacción ideal acorde con el Yo. Así, la privación, la frustración (aquí Freud homologa ambos términos) de una satisfacción real se convierte en la condición primera para la génesis de la neurosis.(9)

Encontramos aquí este contrapunto entre satisfacción ideal -podríamos inferir precisamente, “acorde con el Ideal del Yo o que satisfaga al Ideal”- y satisfacción real.

Pareciera que la satisfacción real a la que Freud se refiere es la sexual. Los síntomas sirven a la satisfacción sexual en calidad de sustitutos de esa satisfacción que falta en la vida.(10) Por eso puede decir tanto que los síntomas “no ofrecen nada real en materia de satisfacción” como también que “son una satisfacción real alcanzada por la libido aunque extraordinariamente restringida y apenas reconocible”.(11) Una satisfacción “real” que prescinde casi siempre del objeto y resigna por lo tanto el vínculo con la realidad exterior. Es también un retroceso a una suerte de autoerotismo ampliado como el que ofreció las primeras satisfacciones a la pulsión sexual,(12) por eso muestran a menudo un carácter infantil e indigno.(10)

¿Habría acaso una satisfacción que no fuera sustitutiva, una satisfacción de índole real?. En función de la naturaleza del deseo, toda satisfacción es sustitutiva, por más sexual que sea.

Los síntomas son una nueva modalidad de satisfacción pulsional irreconocible para el sujeto que siente esta presunta satisfacción más bien como displacer o sufrimiento y se queja de ella.(12) Implican un gasto de energía psíquica. Se trata de una satisfacción gozosa.

En cuanto a los sueños, habiendo aceptado en todos los casos que el sueño es un cumplimiento de deseo porque es una operación del sistema Icc, que no conoce en su trabajo ninguna otra meta que el cumplimiento de deseo ni dispone de otras fuerzas que no sean las mociones de deseo,(13) sin embargo Freud se pregunta: ¿cuál es el sujeto de ese deseo? ¿se trata de un cumplimiento de deseo para quién?. El soñante desestima sus deseos, los censura, no le gustan. El cumplimiento de tales deseos no puede brindarle placer alguno. Eso contrario entra en escena en forma de angustia: sueños punitorios, sueños de angustia, traumáticos.

Algo o alguien se satisface en la angustia.

En relación con las fantasías, son, como los sueños, cumplimientos de deseo. Cada fantasía singular es el cumplimiento de deseo, una rectificación de la insatisfactoria realidad. Son deseos ambiciosos narcisistas, o son deseos eróticos. Aunque Freud ya había advertido -antes que Clemente, el personaje de Caloi- que, en la mayoría de las fantasías egoístas de los hombres se descubre en un rinconcito a la dama para la cual el fantaseador lleva a cabo todas sus hazañas y a cuyos pies él pone todos sus logros.(14)

No hay ninguna duda de que el demorarse en los cumplimientos de deseo de la fantasía trae consigo una satisfacción. Es que no basta la magra satisfacción que se puede arrancar a la realidad. “Esto no anda sin construcciones auxiliares” cita Freud a Theodor Fontane. El reino de la fantasía es una reserva en el alma sustraída del principio de realidad. La ganancia de placer en la fantasía se hace independiente de la aprobación de la realidad.(15) Las fantasías establecen y proporcionan las formas en que los componentes libidinales reprimidos procuran su satisfacción.(16)

También el chiste es una modalidad de satisfacción que surge de una satisfacción denegada. Elude esa limitación pero al mismo tiempo la reconoce; y es eso lo que da la prima de placer al chiste. El chiste levanta una represión secundaria con el consiguiente ahorro de energía psíquica. Conseguimos un efecto cómico, un sobrante de energía que se descarga en la risa cuando dejamos penetrar en la conciencia los modos de funcionamiento del pensar primario.

Así como en el síntoma hablamos de una satisfacción ligada al goce, el goce del síntoma, en el modo de satisfacción que procura el chiste hay pérdida de goce, un gasto de inhibición ahorrado.

En lo siniestro decimos que el deseo parece realizarse. El sentimiento de lo siniestro y el desprendimiento de angustia se suscitan frente a la coincidencia entre el deseo y su cumplimiento.(17)No es precisamente placer lo que produce este modo de la satisfacción.

Evidentemente, hay modos de satisfacción que son sentidos como placer pero otros francamente displacenteros e incluso angustiantes.

¿Qué es lo que los seres humanos dejan discernir, por su conducta, como fin y propósito de su vida? se pregunta Freud en “El Malestar en la Cultura”. La ausencia de dolor y de displacer; vivenciar intensos sentimientos de placer. Es simplemente el programa del principio del placer el que fija su fin a la vida. Este principio gobierna la operación del aparato psíquico desde el comienzo. No obstante, su programa entra en querella con el mundo entero. Es absolutamente irrealizable; las disposiciones del Todo lo contrarían. Se diría que el propósito de que el hombre sea dichoso no está contenido en el plan de la creación.

Lo que se llama felicidad corresponde a la satisfacción más bien repentina de necesidades retenidas: sólo es posible como un fenómeno episódico. Estamos organizados -nuestro aparato- de tal modo que sólo podemos gozar con intensidad el contraste, y muy poco el estado. Y citando a Goethe dice “Nada es más difícil de soportar que una sucesión de días hermosos”.(18)

A modo de ejemplo, la histeria, que pone de relieve de manera tan paradigmática la naturaleza del deseo procurándose ella misma la insatisfacción. Como si hiciera falta.

(1) LAPLANCHE, J. – PONTALIS, J. B. – “Diccionario de Psicoanálisis”, Ed. Labor, Barcelona, 1974, p.96.
(2) op. cit., p.86.
(*)“Paradoja: (Del lat., paradoxa) f. Especie extraña u opuesta a la común opinión y al sentir de los hombres. Aserción inverosímil o absurda, que se presenta con apariencias de verdadera. Figura de pensamiento que envuelve una contradicción”. Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española, Ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1986, p.1011.
(3) FREUD, S. – “Más allá del principio de placer”, en O. C., Amorrortu Ed., Bs. As., 1990, p.42, cap.5, T.XVIII.
(4) idem., p.36.
(5) idem., p.38.
(6) idem., p.39.
(7) FREUD, S. – “Proyecto de psicología”, p.372, Parte I, pp.417, 418, Parte III, T.I.
(8) FREUD, S. – “El malestar en la cultura”, p.124, cap.7, T.XXI.
(9) FREUD, S. – “Los que fracasan cuando triunfan”, p.323, T.XIV.
(10) FREUD, S. – “Resistencia y represión” en “Conferencias de introducción al psicoanálisis”, p.273, T.XVI.
(11) FREUD, S. – “Los caminos de la formación de síntoma”, p.327, T.XVI.
(12) idem., pp.326, 333.
(13) FREUD, S. – “Sobre la psicología de los procesos oníricos” en “La interpretación de los sueños”, p.560, cap.7, T.V.
(14) FREUD, S. – “El creador literario y el fantaseo”, p.129, T.IX.
(15) FREUD, S. – “Los caminos de la formación de síntoma”, p.339, T.XVI.
(16) FREUD, S. – “Tres ensayos de teoría sexual”, p.206, T.VIII.
(17) FREUD, S. – “Lo ominoso”, p.238, T.XVII.
(18) FREUD, S. – “El malestar en la cultura”, p.76, T.XXI.

jueves, 4 de enero de 2024

La agresividad hacia uno mismo: Pulsión de Muerte

En el año 1920 Freud postuló que en el psiquismo existen dos fuerzas opuestas, que se hallan ligadas -en el mejor de los casos-:

La Pulsión de Vida (Eros): tiende a la conservación y la unión entre los miembros de la especie.

La Pulsión de Muerte (Tánatos): una fuerza psíquica, primera, primordial y demoníaca que pulsa en el psiquismo y tiene como fin la regresión hacia lo inorgánico (la muerte).

S. Freud circunscribe de manera precisa a la Pulsión de Muerte definiéndola como “pulsión autodestructiva”, es decir, aquella que se dirige hacia uno mismo, produciendo sobre el sujeto un gran padecimiento. Las Presentaciones Clínicas más frecuentes son:

✅ La repetición una y otra vez de experiencias dolorosas.

✅ La Neurosis de Destino bajo el eterno retorno de lo mismo (generación tras generación).

✅ Las exigencias sádicas del Superyó (autocastigos, inhibiciones severas).

✅Las compulsiones / acting out / pasaje al acto (autolesiones, consumos problemáticos, intentos de suicidio).

La Pulsión de Muerte -primaria y demoníaca- desligada de la Pulsión de Vida y no inscripta en el inconsciente, se expresa de forma directa y abrupta en la vida del sujeto, induciéndolo a una satisfacción pulsional sin ley.

Dirigida al interior del sujeto como pulsión autodestructiva, la Pulsión de Muerte se incrustará como un trauma que insiste en ligarse al inconsciente, sin poder lograrlo.

¡¡Importante!!

La Pulsión de Muerte sólo encontrará su satisfacción de manera sufriente y masoquista para la subjetividad.

Por razones que son siempre singulares y que habrá que construir en un análisis, se descubre que, en los sujetos que son atacados con extrema crueldad por la Pulsión de Muerte -bajo la forma de autodestrucción-, el Otro primordial no pudo donar suficientemente su campo libidinal (amoroso) en tiempos de su temprana constitución. Esto hubiese permitido y facilitado que este empuje pulsional autoagresivo se integre con las Pulsiones de Vida (Eros), esa fuerza vital, promotora y hacedora del deseo.

¡¡Clave clínica!! ¿Qué-hacer como analistas frente a la Pulsión de Muerte -autodestrucción-?: Intervenciones Clínicas

Allí donde prima en el sujeto la Pulsión de Muerte bajo la forma de autodestrucción, el análisis promoverá la ligadura libidinal de la Pulsión de Muerte con la Pulsión de Vida. A través de lo que Freud denominara “Construcciones en Psicoanálisis”, que resulta ser la Intervención Clínica privilegiada en estos casos.

¿Por qué son eficaces las Construcciones para trabajar analíticamente con la Pulsión de Muerte?

Porque las Construcciones en Análisis le permiten al analista reconstruir tramos de la historia infantil que han quedado apartados de la simbolización, para así otorgar movilidad a fragmentos discursivos congelados y/o significantes superyoicos mortíferos -naturalizados por el sujeto- que se hallan separados y desligados de la Pulsión de Vida.

sábado, 14 de octubre de 2023

El masoquismo en el ser humano

“La meta esencial del ser humano no es su propia felicidad” – S. FreudS. Freud concluye, porque así lo comprueba en su práctica clínica, que “no está en la naturaleza del hombre la búsqueda de su propio bien a través del Principio del Placer”.

La Pulsión de Muerte -introducida formalmente en 1920- es la encargada de destronar al Principio de Placer. Definida como una irrupción pulsional muda que está por fuera del campo simbólico (terreno del inconsciente y de las palabras).

¿Qué es el “Masoquismo primario”?

En el año 1924 Freud escribe el texto denominado “El problema económico del Masoquismo”, obra en la que da un paso más en la conceptualización de la Pulsión de Muerte, orientado por su clínica. Introducirá el concepto de “Masoquismo primario” para afirmar que el Masoquismo forma parte de la estructura psíquica de manera primitiva.

El Masoquismo Primario está fundado y constituido por la Pulsión de Muerte. Es irreductiblemente inconsciente y no puede ser abordado por medio de alguna interpretación/es.

¿Cómo se manifiesta el Masoquismo primario en la vida de un sujeto?

El Masoquismo se manifiesta, se da a ver, por hechos concretos que se comprueban y se confirman en la clínica.

¿Cómo se nos muestra? A través de:

. La autodestrucción del sujeto -consumo de sustancias de manera compulsiva, autolesiones, acting out y pasaje al acto-.

. La culpa acechante y eterna que martiriza al sujeto, junto a la necesidad inconsciente de un castigo que se siente merecido.

. La compulsión a la repetición de un “destino cruel”, como lo es tropezar siempre con la misma piedra que hace fracasar una y otra vez al sujeto.

Un “placer” sufriente: esa gran contradicción subjetiva

El Masoquismo puede ser definido como la “satisfacción paradójica” de la Pulsión de Muerte (contraria a toda lógica), en tanto el sujeto experimenta una satisfacción -inconsciente- en el sufrimiento.

Hagamos aquí una aclaración fundamental que Freud nos aporta: “El Masoquismo otorga un placer que no puede ser sentido como tal por la consciencia. El sujeto sólo vivencia un padecimiento psíquico de alto voltaje”.

J. Lacan conceptualizó a esta “satisfacción sufriente” nombrándola: “goce”.

Un aporte clave para nuestra práctica

Cuando Freud introduce -hacia el final de su obra- la conceptualización del “Masoquismo primario”, da un verdadero giro radical con respecto al alcance que tendrá de aquí en más la clínica psicoanalítica; en tanto brinda una nueva herramienta de intervención clínica fundamental: las “Construcciones en Psicoanálisis”. Ellas serán las que, a partir de entonces, Freud utiliza para poder abordar las presentaciones clínicas masoquistas, tan frecuentes en la práctica.

Una fina distinción clínica entre el “Superyó” y las “Presentaciones Masoquistas”

Si bien el Superyó está configurado por las Pulsiones de Muerte, sus mandatos insensatos, crueles y sádicos, aparecen en la consciencia y en el relato de los pacientes. Por lo tanto, el Superyó permite el abordaje clínico a través del primer método psicoanalítico, que sabemos se despliega a través la asociación libre.

En cambio, las experiencias Masoquistas padecientes están configuradas por la Pulsión de Muerte en su estado puro -irreductiblemente inconsciente-, la cual permanece en la estructura psíquica como un resto no elaborado ni elaborable.

El Masoquismo: Un tope a la clínica simbólica

La clínica de las Presentaciones Masoquistas es una práctica que deja forzosamente por fuera el “arte de interpretar”. Es imposible interpretar la Pulsión de Muerte en su estado puro, que no se liga a ninguna representación-palabra.

Las Presentaciones Masoquistas ponen un tope a la clínica simbólica. Se abrirán dos modalidades para nuestra práctica: (a) la clínica en su vertiente simbólica (asociación libre, para el terreno de los síntomas, las angustias y/o sufrimientos superyoícos) y (b) la clínica en su vertiente real (construcciones en psicoanálisis, para las presentaciones masoquistas -la autodestrucción del sujeto, la culpa eterna junto a la necesidad inconsciente de castigo y la compulsión a la repetición-).

jueves, 5 de octubre de 2023

La pulsión de muerte

En 1920, Freud designa la Pulsion de Muerte como una fuerza psíquica primera y primordial, que pulsa en el psiquismo, y tiene como fin la regresión hacia lo inorgánico (la muerte).

Los componentes fundamentales de la Pulsión de Muerte

. No puede ser representada en palabras, es muda.
. Empuja para imponerse sobre las futuras generaciones familiares.

¿Cómo se reconoce en la clínica la Pulsión de Muerte?

. Pacientes que repiten, una y otra vez, experiencias dolorosas (a través de acciones desligadas de la palabra).
. Familias que, a través de las sucesivas generaciones, repiten un “destino cruel”.

El “eterno retorno de lo mismo”, el sufrimiento interminable, demuestra la existencia de irrupciones pulsionales, mortíferas, por fuera del inconsciente y la palabra. Es una potencia destructiva que se expresa más allá del Principio de Placer y logra imponerse en la vida de un sujeto. A esta fuerza aniquiladora, Freud la denomina “Pulsión de Muerte”.

¡Importante!

¿Cuáles son las modalidades clínicas que muestran el predominio de la Pulsión de Muerte?

. Las compulsiones.
. Los actings out.
. Los pasajes al acto.
. Las vidas atravesadas por el eterno retorno de lo mismo (repetición de un destino desgraciado).
. Los sujetos cruelmente sometidos a los mandatos y exigencias sádicas del superyó.

¿Cuál es la “puerta de salida”? ¿Cómo contrarrestar la fuerza de la Pulsión de Muerte y sus efectos mortíferos?

Deberá producirse una ligazón con la Pulsión de Vida (Eros). ¿Por qué? Si la Pulsión de Vida se enlaza a la Pulsión de Muerte, conseguirá anudarse al inconsciente y a la palabra, cortando así su despiadado reinado y sus efectos devastadores en la vida del sujeto y/o una familia.

En las presentaciones clínicas atravesadas por la Pulsión de Muerte, ¿cuál fue la carencia que sufrió el sujeto en los primeros tiempos de su constitución?

El Otro de los primeros cuidados se vio impedido -por diferentes razones- de donarle al infante el campo de su amorosidad. Por este motivo, la Pulsión de Muerte pudo ingresar sin freno.

¡Clave Clínica!

Por intermedio de las construcciones, el analista: reconstruirá trazos de la historia infantil en estado mudo (traumático) e interrogará los mandatos crueles del superyó, otorgándole palabras y decires (Eros). De este modo propiciará el freno de la repetición pulsional sufriente, para que emerja el deseo del sujeto, el cual producirá una fuerza vital a favor de la vida.

miércoles, 6 de septiembre de 2023

¿Por qué repetimos aquello que nos hace sufrir?

 Resulta muy frecuente escuchar en la clínica -como así también en la vida cotidiana- afirmaciones tales como:

·         “Otra vez me pasa lo mismo. Siempre se me repite la misma historia”.
·         “Siempre elijo mal a mis parejas”.
·         “Otra vez tropiezo con la misma piedra”.
·         “Siempre que me pasa algo bueno, después viene algo malo”.

Es un fenómeno netamente humano repetir hechos sumamente displacenteros (a nivel afectivo, laboral, académico), que se vuelven a experimentar de manera incesable y que, en apariencia, caen por fuera de nuestra voluntad.
 
Una fuerza que pulsa por aniquilarnos: La Pulsión de Muerte

La repetición, una y otra vez, de experiencias dolorosas y displacenteras, le hace descubrir a S. Freud la existencia de la Pulsión de Muerte, que está por fuera del inconsciente y del campo simbólico (de la palabra).

Es una fuerza cuya potencia es tan excesiva y abrupta, que intenta aniquilar la protección que posee el aparato psíquico para que tengamos una vida vivible.

Sufrir otra vez por lo mismo: ese trauma que insiste 

La Pulsión de Muerte, al no estar inscripta en el inconsciente, se incrusta en la subjetividad y actúa como un trauma que insiste -una y otra vez- en su afán de ligarse al campo de lo simbólico, sin lograrlo.

La Pulsión de Muerte es el único néctar que alimenta al Masoquismo Primario. Así lo demuestra la clínica.

Porque el Masoquismo, comandado por la Pulsión de Muerte, es mudo, aquello que vivenciamos una y otra vez de manera dolorosa, se nos aparece como un hecho sustraído a nuestro poder, a nuestra voluntad. Nos sentimos pasivos frente a lo que otra vez se repite como experiencia sufriente.



Intervenciones del analista frente a la compulsión a la repetición 

El fenómeno de la compulsión a la repetición, en tanto queda fuera del campo del inconsciente, le reclama al psicoanalista alejarse de las clásicas intervenciones, como lo es la interpretación. La compulsión a repetir le pide al analista transformarse en un lector de la fibra que atraviesa las experiencias dolorosas que se repiten una y otra vez en la vida del sujeto, causándole un sufrimiento que pareciera no tener fin.
 
Le cabe al analista tomar la compulsión a la repetición como una enorme oportunidad, en tanto le brinda la posibilidad de encontrar la clave, el núcleo, de aquello que se repite una y otra vez de manera inexorable.
 
Frente a la compulsión a la repetición, nos dirá Freud: el analista deberá actuar como un cirujano, en tanto intentará hacer un recorte preciso -dentro de los relatos del paciente- no sólo de lo que se repite, sino y principalmente, de ese hecho particular, ese “verdadero detalle subjetivo” que se pone en juego en cada repetición compulsiva.
 
La orientación clínica del analista se dirigirá a que el paciente registre -a nivel del afecto, en el aquí y ahora de sus relatos que aluden a sus compulsiones- la hebra, el fino filamento tanático que habita dentro de su subjetividad. Para hacer -si así se dispone- un acto creativo, una novedad en su vida, que le oponga a la muerte la Pulsión de Vida, porque ella es la que está en el carozo del deseo.

lunes, 14 de marzo de 2022

Pulsión de muerte

"Lo que Freud llamaba la «pulsión de muerte» sigue siendo un factor importante de los fracasos sociales humanos, aunque yo lo describiría en términos menos misteriosos y poéticos. Ese factor, tal como yo lo veo, es un componente estructural de la mente cultural humana.

Damasio - El extraño orden de las cosas (2018)

martes, 23 de febrero de 2021

Puede buscarse a la felicidad todo lo que se quiera; de ahí a encontrarla...

El psicoanálisis contradice la afirmación basada en el sentido común, de que todos buscamos la felicidad. En los primeros años de la teoría psicoanalítica, es el principio de placer lo que explica el funcionamiento de toda nuestra vida psíquica.

Es decir que, como ya decía Aristóteles, el objetivo principal de todo lo que hacíamos era obtener la felicidad, ya fuera a través de disfrutar de la vida mediante el placer, o la consecución de algún tipo de bien moral, intelectual, afectivo, social etcétera.

Sin embargo, Freud se dio cuenta de que muchas veces repetimos los mismos errores o tomamos elecciones que nos llevan a sufrir y que no podemos evitar aún a sabiendas de que nos traerán un mal.

Podemos incluir en este tipo de fenómenos cualquier tipo de conducta autodestructiva, tan típica de los sujetos neuróticos, aunque nadie se salva de ellas por muy supuestamente sano que esté.

Es ésto lo que lleva a Freud a sugerir, en contra del sentido común y de toda la tradición filosófica ( los psicoanalistas saben bien que la filosofía, con todas sus cogitaciones y fórmulas, en la práctica rara vez sirve para vivir mejor) que hay un más allá del principio placer, que denomina como compulsión a la repetición y pulsión de muerte.

miércoles, 10 de febrero de 2021

El superyó en la vida anímica

El superyó es un factor fundamental en la vida anímica. Sin tenerlo en cuenta la comprensión del alma se retrotraería a las épocas anteriores al psicoanálisis. De todas las resistencias con que se choca en un tratamiento analítico tanto en el paciente como en el analista la del superyó es la que tiene más peso en determinar su pronóstico.

La gravedad de los cuadros clínicos está fundamentalmente ligada a la severidad del superyó. El superyó es la condición de las represiones que nos alejan de la realidad.

Estamos demasiado acostumbrados a considerarlo normal pero pasamos por alto que la transformación de una compulsión externa en una interna es un fenómeno patológico.

Sólo un yo que ha retirado la libido de sí mismo considera al superyó como protector. La creencia más difundida es que nos protege y conviene para la vida en sociedad, autoengaño llamativo porque los analistas de ese modo tenemos que desestimar todo lo que sabemos del funcionamiento anímico y confundimos así represiones (que son inconscientes) y dominio de los impulsos, que es el resultado de un buen análisis.

Es un verdadero caballo de Troya que se introduce en el psiquismo y produce una alteración general de sus leyes de funcionamiento: lo que una vez era placentero ahora se vuelve displacentero y lo que una vez fue penoso y frustrante se torna una fuente de autoestima, de orgullo narcisista. El superyó puede definirse en los términos en los que lo hace el poeta Gaspar Nuñez de Arce:
Conciencia nunca dormida
Muda y pertinaz testigo
Que no dejas sin castigo
Ningún crimen en la vida
La ley calla y el mundo olvida
Más quien sacude tu yugo?
Si Al Sumo hacedor le plugo
Que a solas con el pecado
Fueses tú, con el culpado
Delator, Juez y verdugo

El superyó hace notar su presencia en el yo a través de sentimientos de culpa, sentimientos de inferioridad (en el fondo siempre una inferioridad moral) y de angustia.

Hay una confusión general entre superyó y sentimientos de culpa conscientes, pero no son coincidentes, como Freud mismo lo mostró en la histeria. Sin embargo muchos siguen aseverando que hay individuos que no tienen superyó porque no muestran culpa consciente. Debemos considerar que el superyó adquiere formas distintas de acuerdo al cuadro clínico y en las regresiones intensas del yo no es extraño que el superyó se descomponga y retorne a su origen, el exterior, con sus prohibiciones y reproches. En algunos cuadros como en la paranoia aparece ese retorno como proyección y en otros cuadros clínicos aparece como conductas crónicas que generan el reproche, la crítica, el desprecio habituales del medio que rodea a dichas personas. A tal punto que habitualmente se utilizan los nombres de cuadros psicopatológicos como formas de reproche, p.ej. histérico, psicópata, etc.

El superyó social fomenta los nacionalismos enfrentándonos con todos los diferentes a nosotros. Unifica a las masas en su sometimiento.

Es la formación reactiva más poderosa contra la capacidad de amar y de hacer.

Es un representante del instinto de muerte; su objetivo, la perfección, consiste en la ausencia de sexualidad. Por eso el destino sublimatorio de los instintos es tan valorado socialmente, porque la sublimación consiste en la desexualización. Una confusión habitual es confundir la sublimación con su producto: el verdadero valor que le da la sociedad a la sublimación apunta a la desexualización, y no a la obra producida. Un ejemplo claro: la obra de Van Gogh no fue valorada socialmente en la época de su producción y sí lo es en la actualidad. Y además, sabiendo de su vida y su epistolario con su hermano, en ese apasionamiento descubrimos que no había tal sublimación.

Son varios los factores que influyen en la formación del superyó:

1)La intensa y duradera dependencia infantil por la extrema inmadurez e inermidad.
2) Los instintos de muerte que no pueden ser volcados al exterior y cumplen su actividad destructiva dentro del psiquismo. El superyó es un cultivo puro de instinto de muerte: sólo prohíbe y castiga.
3) La herencia del complejo de Edipo: prohibiciones y castigos por los deseos prohibidos.
4) La identificación con el superyó de los padres.
5) La herencia del narcisismo infantil.
6) Traumas con su compulsión a repetir que se transforma en imperativos. Por eso cuantas más situaciones traumáticas se viven más intenso es el poder del superyó. La tragedia Edipo Rey muestra claramente que la Peste y su interpretación culpígena fue la que desencadenó.
7) como representantes del lazo ambivalente con los muertos.
8) La renuncia instintiva: es habitual la creencia de que el sentimiento de culpa lleva a la renuncia instintiva, pero un paso adelante del psicoanálisis muestra que es la renuncia masoquista la que permite instalar al sentimiento de culpa en el psiquismo. Por eso en la obra de Freud la concepción del masoquismo primario antecede a la aparición explicita del término “superyó”, nos muestra que uno es la condición del otro.
9)Obediencia retardada, el poder del padre muerto: es frecuente la observación de hijos que se rebelan contra prohibiciones paternas pero luego de la muerte de estos se someten a ellas.

La formulación que hizo Freud de los objetivos del tratamiento fue variando aunque manteniendo un hilo conector: llenar las lagunas mnémicas, hacer consciente lo inconsciente, levantar represiones, donde estaba el ello devendrá yo y por fin: hacer al yo más independiente del superyó. Así notamos que no forma parte del tratamiento analítico la eliminación del superyó y que el objetivo final, el cambio psíquico, apuntará al posicionamiento del yo: hacerlo consciente de su sometimiento al superyó transferido en el analista. De este modo las satisfacciones logradas no tienen el significado de acercarse al ideal y son consideradas como fruto de las aptitudes y el trabajo y no provocan agradecimiento a “los cielos”.

La creencia en un superyó protector es una desmentida de la inermidad que tenemos frente a los poderes de la vida y del destino.

martes, 13 de octubre de 2020

Diccionario de psicoanálisis: ¿Qué es el sadismo?


El sadismo es una forma de manifestación de la pulsión sexual que busca hacer sufrir a otro un dolor fisico o, al menos, hacerle sufrir una dominación o una humillación.

El término sadismo proviene del nombre del marqués de Sade, escritor francés (1740-1814) cuya considerable obra da un amplio lugar a la algolagnia (ligazón del placer y del dolor) activa pero también pasiva.

El psicoanálisis reconoce al sadismo como una de las posibildades inscritas en la naturaleza misma de la pulsión sexual. Con todo, ni Freud ni sus sucesores postularon por ello sistemáticamente una agresividad normal como dato constitutivo de las sociedades humanas.

Es cierto que la consideración de la sexualidad infantil lleva a describir una especie de perversión polimorfa original en la que el sadismo tiene su lugar. Sin embargo, en Pulsiones y destinos de pulsión (1915, en Trabajos sobre metapsicología), Freud destaca que al principio el sadismo busca la dominación del compañero, el control ejercido sobre otro. El lazo entre dolor y excitación sexual aparece primero en el masoquismo, que constituye una inversión del sadismo, con vuelta hacia la propia persona. Sólo entonces infligir un dolor puede devenir una de las perspectivas del sadismo: allí, paradójicamente, el sujeto goza de manera masoquista por identificación con el objeto sufriente.

La hipótesis de la pulsión de muerte, del mismo modo, viene más bien a contradecir la idea del funcionamiento sádico primordial en el hombre. Si la pulsión de muerte es pulsión de destrucción, es sólo en el sentido de que el hombre tiende hacia su propia pérdida. El sadismo, más nítidamente todavía que el masoquismo erógeno, se presenta ya más complejo, opera una intricación de las pulsiones de muerte y de las pulsiones sexuales.

J. Lacan se refirió al sadismo en el Seminario X, 1962-63, La angustia, para ilustrar una forma particularmente evidente de «positivización» del objeto a (véase objeto a). A este objeto, que ordinariamente juega como objeto perdido, y en tanto tal causa del deseo, el sádico piensa poder exhibirlo, recortándolo primero en el cuerpo de su compañero. Las descripciones que se encuentran en Sade son particularmente explícitas en este punto.

Fuente: Chemama, Roland (1996) "Diccionario de Psicoanálisis". Amorrortu editores.

jueves, 1 de octubre de 2020

El dolor

El dolor es una reacción vital contra el instinto de muerte. Sin dolor, no habría registro de una noxa y la vida queda expuesta sin señal de alarma. Al registro del dolor Freud lo llama el guardián de la vida. Si el guardián de la vida anímica, el principio del placer-displacer está suficientemente despierto, el paciente mostrará la señal de alerta que es la molestia, el dolor, la angustia, y el rechazo a ese padecimiento. Por eso las personas suelen postergar su análisis hasta que sus síntomas interfieran suficientemente en su vida cotidiana. Es que el displacer es una reacción vital ante todo aquello que nos ataca.

Ángel Garma se refería al dolor como una formación reactiva contra el instinto de muerte, así como el asco es una formación reactiva contra la sexualidad.

S. Freud. dice, en El Problema Económico del Masoquismo:
"Si dolor y displacer pueden dejar de ser advertencias, para constituirse, ellos mismos, en metas, el principio del placer queda paralizado, y el guardián de nuestra vida anímica, por así decir, narcotizado." 

En Introducción del Narcisismo, Freud cita a Wilhelm Busch, al pie de página en AE XIV, 79, y habla del dolor de muelas que padecía un poeta: "en la estrecha cavidad de su muela se recluye su alma toda". También dice que, en el dolor y en la enfermedad, la disposición para amar decae que "en la enfermedad el yo es lo único que se ama y se protege".

martes, 12 de mayo de 2020

Las distintas organizaciones del yo

Ya hemos dado las bases constitutivas del aparato psíquico: representaciones cosa, representaciones palabra, cómo están sometidas a diferentes regímenes económicos. Sobre las bases de esas representaciones y con ellas, en base a la interacción con el otro humano, se van a ir formando las instancias psíquicas.

En Freud, hay varios yoes primitivos. Hace años había una discusión entre kleinianos y no kleinianos de si había suficiente yo al nacer, como para aplicar defensas tan sofisticafas como introyección, proyección, identificación proyectiva, etc. Las defensas se aplican sin que haya un yo parecido al yo de realidad definitivo. Se aplican por movimientos de placer-displacer, o huida, por principio de Nirvana.

Vamos a comenzar por las estructuras yoicas freudianas. Lo primero que señala Freud es un yo real inicial: responde al principio de Nirvana. Freud lo llama yo porque es en el bebé el punto en que siente la urgencia. Es el punto en que siente el hambre, aquel punto en el cual no se puede huir. No está bien nominado, porque de ahí en adelante todo lo que sea percepción o llegada de nuestra necesidad corporal primero y psíquica después, va a ser el punto del cual no podamos huir de la llegada de nuestras urgencias. Sin embargo, este yo inicial aplica este primer principio que intenta responder a la constancia, que es el principio de Nirvana. Este yo hace la descarga que el Proyecto llama descarga neuronal primitiva. Expulsa la excitación, o al menos lo intenta mediante gritos, llantos, pataleos. Es el llanto absolutamente desesperado del recién nacido, que se agita intentando expulsar el hambre que como señal le llega al cerebro desde su estómago. No hay ningún tipo de elaboración. Por suerte para el bebé, alguien acude y lo alimenta y cierra el circuito de la descarga neuronal primitiva. Esto, que se describe en el Proyecto de Freud, deja huellas mnémicas.

La huella mnémica de los cuerpos fusionados del bebé en la escena de satisfacción y el cierre de la urgencia como huella mnémica, con la reiteración de las escenas de satisfacción, se consolida. También registra las vivencias de insatisfacción, los dolores de panza, los cólicos, los gases atravesados y lo malo que le suceda, en un conglomerado que Freud llamó objeto hostil. Ese objeto hostil forma un conglomerado representacional displacentero que va a estar totalmente separado del conglomerado placentero, que poco a poco va a ir consolidando. El objeto hostil, en cuanto haya una vivencia que se acerque a despertarlo, va a reinstalar la descarga neuronal primitiva. Es decir, el llanto desesperado. Por lo tanto, tenemos un bebé que pasado cierto tiempo ya tiene un psiquismo disociado. Yo placer purificado se llama el conglomerado de experiencias fusionales buenas. Objeto hostil, el conglomerado de experiencias malas. Este va a seguir sosteniendo la descarga neuronal primitiva que responde al principio de Nirvana.

Algo se transforma con la presencia del yo placer y es que una vez que consolida ante el próximo embate del hambre, en lugar de llorar desesperado Freud propone que va a tener la primera actividad psíquica. El yo placer purificado va a pasar a percepción. Ese pasaje a percepción es la primera actividad psíquica, el primer deseo y se llama alucinación primitiva. Freud la deriva de su experiencia con sueños. Considera que el sueño es la actividad más primitiva del aparato psiquico y considera que en el bebé debe ser su actividad psíquica más primitiva. Afortunadamente tenemos confirmación neurológica de esto, aunque esa confirmación neurológica nos plantea problemas. parece haber registros neurológicos de que aún los fetos avanzados tienen registro de sueños REM. O sea, hasta se adelanta a las escenas de satusfacción. No sabemos con qupe sueña un niño antes de nacer, quizá representan lo que están viviendo. En todo caso, no es contradictorio con la primera tesis freudiana de que la primera actividad sea la de alucinar.

Para Freud, es muy importante la madre porque son experiencias fundanetes del aparato, la experiencia de satisfacción y la experiencia de consuelo. Esas las provée la madre. Sin esas experiencias, el aparato claudica y se desarma. El yo placer purificado, antes de que venga la madre, logra alucinar. Por un ratito, alucina y cuando esto falla, llora.

Primera oral o primer estrato psíquico.
En este estrato psíquico son importantes tres estruturas: yo real inicial, que es el punto de la urgencia inevitable del cual, por llanto y pataleo se trata de escapar y corresponde  al principio de Nirvana. Las experiencias de satisfacción constituyen al yo placer purificado y las experiencias de dolor y desagrado, disociadamente, constituyen al objeto hostil. O sea, que tenemos 2 yoes y un objeto hostil. Esto hace que el primer estrato esté cruzado por una gran disociación.

Hay que enfatizar que también todo el amor está concentrado en el yo placer purificado y el objeto hostil es odiado. Para Freud, el amor y el odio son de temprana constitución. Es absolutamente contradictorio Winnicott, que dice que el odio es reactivo. Por lo tanto, también esto va a ser releído a la luz de las super pulsiones Eros y Muerte. El amor hacia el yo placer purificado va a ser un predominio casi absoluto de Eros. También tiene contaminación de muerte porque al funcionar alucinatoriamente, dura pico tiempo. Por lo tanto, fenece. No hay nada que sea puro Eros ni pura Muerte en el aparato psíquico.

El objeto hostil es el que promueve sentimientos de odio y aversión en el bebé y desencadena, mediante el principio de Nirvana, la descarga neuronal primitiva. El yo p.p. tiene como funcionamiento, justamente, el funcionamiento alucinatorio. Habíamos dicho que estos dos funcionamientos presentan disociadamente de manera exquisita el funcionamiento del principio de placer, que es realización del deseo, ahora, ya, inmediatamente, mediante la alucinación y evitación compulsiva del displacer, mediante el intento expulsivo del objeto hostil.

Está el yo placer purificado, que desde las descripciones del Proyecto implican huellas mnémicas fusionadas de inscripciones del cuerpo del bebé y de la mamá. El bebé, cuando es amamantado, no puede discriminar entre su cuerpo y el de la madre. Por lo tanto, inscribe fusionadamente esas huellas. Por lo tanto, es lo que más tarde, más allá del proyecto, Freud va a describir como la identificación primaria anterior a la elección de objeto. Como también va a llamar identificación primaria a la identificación cuando se hace la diferencia de objeto. Yo me hice cargo de llamar a esta identificación originaria o identificación fusional. Por lo tanto, este es el narcisismo originario fusional que está tajantemente dividido de todo lo malo que se expulsa odiándolo y tratándolo todavía con la expulsión nirvánica.


Segunda oral.
Si las experiencias buenas predominan sobre las malas, como diría Melanie Klein, se va produciendo poco a poco una unificación paulatina de los perceptos del propio cuerpo, porque en el objeto hostil está expulsada la panza que duele por el hambre, que queda expulsada como exterior. Por lo tanto, poco a poco el bebé tiene que ir aceptando que la boca deseante es la boca en la cual se produce la satisfacción, que la pancita que le duele es esa pancita en la cual cae la leche que se satisface, que su cuerpito que es sostenido por la madre es parte de esa pancita que duele y de esa boca deseante que se satisface. Es decir, para Freud se va componiendo la representación corporal unificada. Ese es el nuevo acto psíquico de Introducción al narcisismo y es la constitución del yo de la segunda oral.

Es imposible que no se constituya la representación del yo sin que se constituya, al mismo tiempo, la representación del objeto de mamá, que el Proyecto llama juicio del semejante. Ahí comenzarían ya los procesos intelectuales, sería el primer juicio o movimiento propiamente intelectual: yo soy distinto al objeto mamá y se abre una apertura en la cual el bebé puede esperar a la madre, pero hay algo que se recupera del yo real inicial para siempre: asumir que el lugar de la urgencia es uno mismo y esto es muy importante. El lugar de la urgencia va a marcar para siempre a la construcción de todo el aparato psíquico como lugar del cual no me puedo escapar. Por eso, en base a eso, se van a construir el principio de placer, pero va a ser seguido por el principio de relidad. El principio de Nirvana va a tratar siempre de hacer escapar de ese lugar del cual no se puede huir y el principio de realidad va a ser el sostenedor de hacer centrar de ese lugar del cual no se puede escapar, de lo que se es, de lo que es todo el aparato psíquico.

Al diferenciar por juicio del semejante, Freud también llama identificaciones primarias a las identificaciones que se hacen de vuelta de la diferenciación del objeto. Por eso, las identificaciones originarias fusionales (1° oral) se diferencian de las identificaciones de vuelta del objeto (2° oral), es decir, que ya han diferenciado al objeto. Estas últimas, entonces, se llaman identificaciones primarias, que son las que corresponden a las que en Introducción al narcisismo dice como nuevo acto psíquico: la constitución de un yo diferenciado.

Recapitulemos: Gracias a esta inscripción de esa identificación originaria o fusional es que el yo puede conservar dentro de si las experiencias de satisfacción como lo bueno. Ahora, posteriormente las experiencias displacenteras también son integradas al yo. En la primera oral, lo displacentero queda separado del yo por una defensa, que es la escisión. Posteriormente, se pasa a la 2° oral y se integran esas experiencias displacenteras o dolorosas. Además, el yo integrado asume como unidad las experiencias dolorosas y satisfactorias que vienen del cuerpo, y las experiencias psíquicas buenas y malas que vienen del psiquismo.

- La primera etapa es bivalente, porque hay puro amor por un lado y puro odio por el otro.
- En cambio, la segunda oral es una etapa ambivalente, según el aporte de otros autores también. Se puede amar y odiar al objeto, porque a veces el objeto viene rápido y otras veces el objeto no está. Tiene que ver con el famoso fort-da de Freud: su nietito se bancaba que su madre no esté.

Yo ideal e ideal del yo no es una diferencia freudiana, sino post freudiana. Tomamos hoy esa diferencia porque parece perfecta. Podemos considerar que yo ideal es un yo complaciente a la pulsión e ideal del yo es un aspecto del superyó que le propone al yo un proyecto de vida. Pero Freud usa a estos conceptos indistintamente. Podemos decir que yo ideal son los restos fijados de los yoes antiguos. La complacencia de las pulsiones tiene que ver con su majestad el bebé. Cuando Freud habla del ello, sigue pensando en fijaciones pulsionales. Esas fijaciones de antiguos yoes se condensan en una estructura llamada yo ideal, que puede ser tranquilamente la fijación "his majesty the baby". La ambivalencia, así como la omnipotencia, irán bajando poco a poco.

Freud homologa amor con Eros y odio con Muerte. Podemos atrevernos a desacordar con Freud en este punto, porque Eros-Muerte están planteados como pulsiones muy primordiales. El modelo que él toma es el del metobolismo, es decir, son prepsicológicas, porque actúan en la naturaleza. El psiquismo las hereda desde lo natural. Los afectos básicos con los que nacemos como la capacidad de amar u odiar, aunque son filogenéticos, tienen procesamientos muy complejos en la medida que se avanza ¿en los estratos del aparato psíquico. Entonces, es muy simplista identificar al amor con Eros y al odio con Muerte. Por ahí, en el bebé podría ser, pero en un amor de pareja ya es muy complejo y culturalizado, es muy difícil.

Tiene distinto nivel categorial la pulsión oral, el narcisismo fusional originario, la dialéctica Eros Muerte, la disociación constitutiva, la identificación fusional y los afectos amor odio. Son diferentes categorías que se dan simultáneamente. Todo este trabajo es organizar la teoría freudiana.

Fuente: Entrada confeccionada con los encuentros 17 y 18 "Las distintas organizaciones del yo", primera y segunda parte, del canal Freud Desconocido.