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domingo, 23 de agosto de 2020

Problemáticas clínicas del acto

En esta ocasión, veremos las problemáticas clínicas del acto. Para ello, nos apoyaremos en Inhibición, síntoma y angustia, para luego pasar a las problemáticas del acto. Inhibición, síntoma y angustia (1926), Frud dice al comienzo:

En la descripción de fenómenos patológicos, nuestra terminología nos permite diferenciar entre síntomas e inhibiciones, pero no atribuye gran valor a ese distingo. 

Cuando Freud habla de inhibición, síntoma y angustia, Freud se refiere a fenómenos que conciernen a la clínica. Si de estos tres se trata, lo que está en juego allí es el deseo inconsciente. Cuando pensamos en el síntoma, el deseo inconsciente está allí comprometido. Fernando Ulloa decí que la única subversión que el psicoanálisis propone es la del sujeto cuando asume su deseo. Podemos decir que inhibición, síntoma y angustia aparecen ante un deseo que no se asume. La angustia es el mayor testimonio de la proximidad y la realización del deseo. Señala tanto el punto de encierro para avanzar en la dirección del deseo que causa al sujeto, como también es la señal de que se va en ese camino.

Podríamos extraer de ese texto la noción de síntoma y pensarla como una de las formaciones del inconsciente. Junto al síntoma podmos pensar en el sueño, el acto fallido, etc. y se puede aseguear que en tanto formaciones del inconsciente, se sustentan en las leyes del proceso primario: desplazamiento y condensación. En tanto formaciones del inconsciente, se sustentan en la palabra y su articulación. Por ejemplo, el relato del sueño y de lo que se habla en el síntoma. Se soporta en la palabra y en la articulación significante. De las formaciones del inconsciente se habla con el analista, por eso Freud hace su trabajo en relación al chiste para mostrar cómo funciona el inconsciente y sus leyes. Las formaciones del inconsciente siguen la lógica de las representaciones. Lo que en ellas opera es la lógica representacional: el sujeto queda representado en significantes y de manera enigmática, como vemos en el relato del sueño. El sujeto no sabe qué significa, lo mismo que en el síntoma, que se repite y hace padecer al paciente a pesar de su intención y su voluntad. El paciente lleva ese enigma a su análisis, compartiendo la ignorancia sobre eso e intentándole encontrar su sentido, que es descifrable. Acá entra la importancia de la interpretación en análisis.

La clínica psicoanalítica, ¿solamente se sustenta en las formaciones del inconsciente? ¿Es lo único que acontece en la clínica? No, no todo en la clínica aparece por la vía de la representación. Eso que no aparece por la vía de la representación, aparecen por la vía de las presentaciones. Esta última lógica es la que tiene que ver con el acto, la acción y la actuación. No es algo que se representa entre los significantes, en el discurso o en lo que se hable, sino que es algo que se presenta. Eso que se muestra se pone en escena, se hace. No todo lo que tiene que ver con el acto es problemático, aunque en esta ocasión nos centraremos en lo que sí podría serlo. 

El término que usó Freud agieren fue traducido como "actuar". En el caso Dora, Fragmento de un análisis de un caso de histeria (1905). Allí, Freud dice:
yo le recordaba al señor K., ella se vengó de mí como se vengara de él, y me abandonó, tal como se había creído engañada y abandonada por él. De tal modo, actuó {agieren} un fragmento esencial de sus recuerdos y fantasías, en lugar de reproducirlo en la cura.

En 1914, en el texto Recordar, repetir, relaborar, Freud toma nuevamente  este verbo agieren 
Si nos atenemos al signo distintivo de esta técnica respecto del tipo anterior, podemos decir que el analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúan. No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin saber, desde luego, que lo hace.

Está haciendo una distinción entre lo que es recordar, enfatizando las instancias donde el paciente no recuerda y ahí donde no recuerda, repite. Este es el carozo del asunto, que tiene consecuencias en la clínica. Hay una diferencia entre las representaciones de las que se habla (que invita a la palabra), en oposición a lo que se actúa.

El término agieren se traduce como acting-out, que es una terminología inglesa. El tema es que ha tenido una derivación peyorativa todo aquello que implique actuar: se lo ha entendido como simulación. Se lo desacredita como si fuera una actuación. La indicación clínica es que hay que lugar a estas manifestaciones, porque aunque tengan otra lógica que la del significante, esas manifestaciones están diciendo algo, tienen un sentido aunque no sepamos cuál es. Tienen una dirección y si acontenecen en el transcurso de un análisis, bien podría estar implicado el analista como aquel a quien le va dirigida esa atuación. En el caso Dora, vemos que Freud dice que actuó con él: lo abandonó como ella se sintió abandonada.

Las modalidades del orden de la representación, por ejemplo el síntoma, es interpretable. El paciente nos ofrece el relato del síntoma o el sueño, que tienen una textura de la palabra y se puede trabajar con eso al modo del decifrado o la interpretación. La pregunta inquietante del acting-out es si algo que se muestra no es interpretable, pues al darlo a ver no es algo de lo que los pacientes hablen, sino que es algo que hacen y no lo refieren como problema. Podemos decir que la relación de los pacientes con estas actuaciones es de egosintonía y al yo no le molesta. Es algo que se da ver a alguien, con lo cual invita a que este alguien se entere e interprete, pero la dificultad justamente es que eso no es interpretable. ¿Qué se hace con eso en la clínica?

El síntoma y su comaparación con el acting out. Si bien el síntoma es interpretable, éste no va dirigido a un otro. El síntoma se autosatisface, en oposición al acting out, que se dirige a un otro y no es interpretable. 

Otro par opuesto que podemos establecer es el valor enigma que podría generar el síntoma, mientras que el acting out no le genera pregunta al sujeto, aunque pueda conllevarle un padecer. El síntoma en análisis es una pregunta que se le hace al analista y se lo hace partícipe. 

Las lagunas mnémicas. Originalmente, el análisis para Freud consistía en llenar las lagunas mnémicas. Los pacientes padecían de un recuerdo omitido que debía recuperarse. El enfermarse venía por olvidar; la cura, por el recuerdo. Freud termina advirtiendo que el llenado de las lagunas mnémicas es un imposible. Si es imposible recordar todo, entonces se actúa. Lo que llamamos acting out, tiene lugar en la clínica porque la propia estructura lo promueve. La imposibilidad del recuerdo y la puesta en representación, da lugar a que advengan las presentaciones.

En todo tratamiento, es factible que las modalidades de acting-out aparezcan y para determinados sujetos, pueden predominar más estas modalidades que las de la representación. Hay sujetos que viven instalados en la modalidad de las presentaciones y esto inquieta a la familia, a la pareja y al analista que lo atiende, porque lejos de ser pacientes que se sientan y hablan, estos pacientes están siempre presentes porque están siempre en una modalidad de actuación y puesta en escena.

El pasaje al acto
Hay una modalidad de las patologías del acto que no se puede ubicar en Freud. Así como agieren es un repetir en lugar de recordar, el pasaje al acto es ubicado por la psiquiatría francesa. Aquí entran todas las conductas que podemos calificar de impulsivas. El pasaje al acto englobaba actos bruscos, violentos, que implican el atentado contra actos o sí mismo, como suicidios, delitos, agresiones. Lo que a nosotros nos preocupa es cómo poder entender esto que la psiquiatría describe con un valor de estructuración y sus coordenadas subjetivas en juego. ¿Por qué un sujeto respondería así ante determinados hechos? ¿Qué determina que a un sujeto no le quede otra alternativa más que un suicidio o una atentado contra otra persona?

Lacan incorporó el pasaje al acto al cuerpo psicoanalítico. Lacan dice que el sujeto se constituye en relacion a un Otro y esta es una de las coordenadas. Para esto, necesita que este Otro lo aloje en su deseo. Se requiere que ese Otro sea alguien castrado, para que ese infans pueda ocupar un lugar en esa falta. El infans, para devenir sujeto, debe decifrar el lugar que ocupa y a qué lugar es convocado por el Otro.

Cuando el sujeto queda confrontado a que ese Otro no lo aloja, no está en falta o no lo ubica como "su majestad el bebé" que le permita alojarse, entonces ese Otro se le transforma en alguien que lo desaloja y lo rechaza. El sujeto se queda así sin esa escena en la que él tiene un lugar garantizado. Frente a esa contingencia, el sujeto puede hacer un pasaje al acto: si el Otro no aloja al sujeto, ¿Qué lugar le queda en esta vida? Esta es la lógica de la melancolía, identificado al puro resto.

Cuando un paciente cuenta que tuvo uno o más intentos de suicidio, el analista debe preguntarse por las coordenadas en las que el sujeto se sostenía. Si eso aconteció en un momento, ¿Por qué no podría volver a acontecer nuevamente? Esto puede ser una modalidad del sujeto de habitar el campo del deseo del Otro. 

Caso "La joven Homosexual"
Es un texto de Freud de 1920. La joven homosexual era una adolescente cuyo padre la lleva a la consulta con Freud porque ella había intentado suicidarse. A los padres les preocupaba la relación que ella tenía con una mujer bastante mayor que ella, donde llamaba la atención el carácter mostrativo que tenían sus acciones. Por ejemplo, paseaban juntas del brazo por la sociedad vienesa de esa época. La familia era acomodada y esas acciones molestaban al padre, que era empresario. 

La joven no solo se paseaba con esta mujer, sino que en un momento tiene el impulso y se arroja a las vías del tren, aunque el tren no estaba pasando en ese momento. A Freud le llama la atención este tipo de acto, además del de paseare con la Cocot y se pregunta por su sentido. Freud interpreta que el acto de pasearse era una mosytración dirigida al padre. Los padres de la joven iban a tener otro hijo, entonces Freud dice que allí hay un reclamo edípico, en tanto el hombre no la eligió a ella cmo su mujer. Frente a esto, le muestra al padre cómo debe comportarse un caballero con una dama. La joven tenía conductas que la ubicaban en el lugar del caballero frente a la Cocot, dándole obsequios, siendo gentil con ella.

Ahora, ¿Por qué tuvo lugar la conducta de arrojarse a las vías del tren? En algún momento, la joven se cruza con el padre mientras se paseaba con la mujer. Él las mira con una actitud recusatoria respecto de la acción que está teniendo la joven. Ella queda anonadada por la mirada del padre, que en lugar de alojarla, la rechaza. Frente a este estado que entra esta joven, la Cocot interrumpe la relación porque no quería hacerse cargo del estado en que la joven estaba entrando. Es decir, ella también la rechaza. 

La primera parte implica la mostracióna ese Otro, que es su padre. No hay nada allí del orden del discurso. Lejos de eso, lo que hay es algo del orden de la acción y de la actuación, que Freud menciona como agieren. El padre capta que el mensaje es para él, porque lo inquieta de tal manera que lo hace consultar a Freud.

La segunda parte es una coincidencia de dos instancias: el encuentro con su padre que la rechaza y el desamparo de la mujer con quien ella se paseaba. Tanto el padre como la mujer representaban para la joven homosexual el campo del Otro. El Otro, que a al sujeto ya no alojaba. Al no poder convovar al padre ni a la Cocot en su deseo, ¿Qué sentido tiene su existencia? Ese intento de suicidio es un pasaje al acto porque es el intento de culminar con una escena que ya no la aloja.

Caso 2
Un muchacho con consumo problemático de sustancias. Él dice que tenía la habilidad de entrar a lugares donde era difícil salir de allí con vida y se jactaba que él se las ingeniaba para adquirir la sustancia que consumía, que era cocaína y que podía salir a los dos o tres días con vida tras haber estado dos o tres días en estado de inconsciencia. 

En el consultorio había una ventana detrás del analista y el paciente comenta que esa ventana le hacía acordar a un ventanal que tenía en la casa paterna y que toda la familia estaba reunida en un espacio similar al consultorio cuando él tenía 13 años. Él salía por esa ventana hacia el patio y a la vista de todos prendía un cigarrillo de marihuana y que eso no conmovía a nadie. El padre podía seguir en la reunión sin acusar recibo y se la pasaba durmiendo. 

El paciente usaba el pelo muy corto y en el cuero cabelludo tenía distintas cicatrices que él va contando e historiza. Una de ellas era muy notoria y al preguntarle el analista por ella, el paciente dice que no se acuerda. Cuenta una instancia en donde fue a hacer un reclamo a un comercio al que llegó un minuto antes del horario de cierre y que el responsable de la tienda el impidió ingresar. Esto lo altera y empieza, en un estado de violencia, los gritos llaman la atención de la gente y él termina forzando la puerta de vidrio y estalla. Frente a esto, dice que dejó el tumulto y se fue. Al terminar la sesión, él se saluda con el analista y él hace una mención sobre la cicatriz que tiene en la cabeza: si se te ocurre algo, decilo. El paciente saluda y se va. A los 20 segundos que se va, vuelve y abre repentinamente la puerta del consultorio, mira al analista y dice "Vos sos un hijo de puta", pero en tono cómplice y gracioso. El analista se lo queda mirando. 
Vos no me dejás pasar una -dice - Si se te ocurre algo avisame...
El paciente se va.

El paciente había tomado el "Si se te ocurre algo avisame" por la ocurrencia que tuvo en el comercio, donde estalló la puerta y ocurrió el revuelo. En algún momento, esto marcó el eje de la transferencia. Él alojó al analista en un lugar opuesto a lo que él decía del padre. Lejos de ser un dormido, el analista es alguien que no le deja pasar una.

¿Qué hacer en la clínica con estas modalidades que no son están dentro del circuito de la palabra, sino que valen por su valor de mostración? ¿Cómo hacer para que estas actuaciones entren en el discurso y que el sujeto confíe en la puesta en palabra por sobre la acción? ¿Cómo hacer que esas actuaciones egosintónicas logren ser relatadas en el anñalisis? Cuando de eso se empieza a hablar, allí hay una oferta para que pueda ser interpretado.

El paciente llama ese fin de semana en el medio de una pelea complicada -una de tantas- con la pareja y dice "Me dijiste que si se me ocurría algo te avisara". El tema no quedó resuelto en esta instancia, porque habían muchas de estas instancias. Lo que hay que ubicar es cómo se va abriendo cierta brecha donde empiea a generarse una puesta en discurso y el analista podría ser alguien que ocupe el lugar donde valga la pena conversar algo.

En la clínica no sirve tratar de prohibir estos movimientos o este tipo de actos, no se puede pactar que el sujeto no haga determinadas acciones porque no depende de su voluntad. El analista debe soportar estos despliegues, lo que tampoco quiere decir consentirlos ni dejarlos pasar cuando el analista advierte algo de eso. Hay que hacer un trabajo artesanal para hacerlo entrar en el  trabajo discursivo.

Finalmente, Lacan, en el Seminario X de la angustia dice que hay que ingeniársela para que el caballo empiece a dar vueltas en el picadero. esto sería que antes de pensar que antes de dormar al caballo, tiene que dar vueltas en el picadero. este es un intento de domesticar a estas manifestaciones, en el sentido de hacerlo entrar en el circuito de la palabra. Lo que está en el registro de las manifestaciones puede pensarse como algo que está en estado salvaje y no está domesticado por el significante y sus leyes.

Fuente: Conferencia de Damián López "Problemáticas Clínicas del Acto " dictada el 16 de junio en la Institución Fernando Ulloa

lunes, 15 de julio de 2019

Las locuras: concepto y clínica.


Apuntes de la conferencia de Damián Lopez, dictada el 5/06/2018

La clínica de la neurosis siempre remite a algo del orden de la pérdida. Entiendo que no hay un solo psicoanálisis, sino que está el psicoanálisis de cada quien, siempre y cuando pueda dar cuenta de él.

Desde los orígenes, las locuras interrogaron al psicoanálisis y están desde el punto de partida. Las locuras son un término general que luego se han ido particularizando. Se referían con locuras a todo lo que hacía referencia al desorden mental. La pregunta que me hago es por qué la psiquiatría dejó de hablar de las locuras. Bleuler unificó muchísimas manifestaciones clínicas de la esquifrenia para intentar dar con una descripción englobante. Voy a leer una breve cita de Bleuler, cuando hace su propuesta a partir de la esquizofrenia:

Hay también una esquizofrenia latente, y estoy convencido de que es la forma más frecuente (....). En esta forma podemos ver, en germen, a todos los síntomas y a todas las combinaciones de síntomas que están presentes en los tipos manifiestos de la enfermedad. Suscitan la sospecha de esquizofrenia personas que son irritables, extrañas, caprichosas, solitarias o exageradamente puntuales»

A partir de ese acto de nominación de alguien, que justamente tiene el poder de nominar y por eso tiene un discurso dominante, a partir de ahí se determina un diagnóstico. Hago una pequeña referencia a Colette Soler, psicoanalista francesa, que en su libro La querella de los diagnósticos dice que el diagnóstico es una injuria para el sujeto, porque viene aportado por el Otro; le es ajeno a él. Dice que así, el tratamiento analítico sería algo así como un pasaje de ese acto de nominación dado por el Otro a hacerse un nombre. Sería la forma que tendría cada quien de subjetivar aquello que podríamos llamar su patología. 

Estamos acostumbrados a pensar en una psicopatología que está conformada por una tripartición: neurosis, perversión y psicosis. Cabe pensar quién propuso esa tripartición. ¿Fue Freud? ¿Freud la tomó de la psiquiatría? ¿Freud propone esa tripartición así sin más? ¿Alcanza esa tripartición para dar cuenta todo lo que nos presenta la clínica? A veces se fuerzan los diagnósticos para que entre en alguna de las categorías. Las locuras es un concepto clínico que todo el tiempo señala el límite de  la tripartición neurosis, perversión y psicosis, poniendo en cuestión otros conceptos de la clínica. En general, hay consenso en esta tripartición, pero debemos habilitarnos a no consensuar tan rápidamente. De no hacerlo, se corre el riesgo de psicotizar al psicoanálisis. 

Psicosis y locura. Se suele hacer esta equiparación que quedó como resabio, dada por la psiquiatría como sinónimos. Los signos que se manifiestan en la clínica no dicen de qué estructura se trata. No por estar presente un delirio significa necesariamente que estamos frente a una psicosis. O porque haya algo del orden de una alucinación, que necesariamente sea una psicosis. Se puede delirar y alucinar también en las estructuras neuróticas. Por otra parte, esto no es complementario para las psicosis. En la psicosis no aparecen elementos de la neurosis: no hay síntoma neurótico en la psicosis. Y esto se debe a que hay operaciones de estructura que son fundantes, donde una permite a la otra pero no al revés. Me refiero a la represión en la neurosis y a la forclusión en la psicosis. La forclusión es excluyente, no permite que haya fenómenos represivos. 

Freud sacó a la histeria del campo de las psicosis. Además, toma algo que estaba olvidado que era la neurosis obsesiva y propone que comparte estructura con la histeria: ambas son neurosis y su determinante es la represión. Luego ubica otro campo que es el de la psicosis.  Voy a tomar unas pequeñas citas de un texto de Neurosis y psicosis (1924). En esto texto, diferencia neurosis de transferencia, psicosis y otro grupo, que son las neurosis narcisistas. Las divisiones están dadas por el conflicto entre instancias. Dice que en la neurosis el conflicto es entre el yo y el ello; en la neurosis narcisista el conflicto es entre el yo y el superyó; en la psicosis, el conflicto es entre el yo y el mundo exterior. Freud marca estas 3 modalidades de la clínica. Hacia el cierre del mismo trabajo, Freud dice:

"Las inconsecuencias, extravagancias y locuras de los hombres aparecerían así bajo una luz semejante a la de sus perversiones sexuales; en efecto: aceptándolas, ellos se ahorran represiones". 

Freud propone que aceptar las locuras implica un ahorro de represiones, es decir que para las locuras no es necesaria la represión. Tomemos esto como hipótesis. Este artículo concluye con una pregunta:

¿Cuál será el mecanismo, análogo a una represión, por cuyo intermedio el yo se desase del mundo exterior? Pienso que sin nuevas indagaciones no puede darse una respuesta, pero su contenido debería ser, como el de la represión, un débito de la investidura enviada por el yo.

Voy a adelantar algo: ese mecanismo análogo a la represión deriva posteriormente en el concepto de desmentida. Justamente por eso menciona a las perversiones, porque las desmentida es la operación preponderante no excluyente, pero sí preponderante en las perversiones. Acá Freud toma la desmentida para pensar que es el mecanismo preponderante en estos cuadros, como la represión lo es para las neurosis. 

Vayamos ahora Las neuropsicosis de defensa (1984). Hace mención a la Amentia de Meynert. Meynert fue un neurólogo que devino en neurocirujano y fue el primero en cuestionar el circuito de la hipnosis, a la que Freud se agregó. La psicosis de Meynert es también conocida como psicosis alucinatoria de deseo. Freud la despliega como un mecanismo de defensa mucho más eficaz que la represión de la neurosis. En este texto, Freud ubica que la neurosis es un mecanismo para resolver algo que se le presenta al sujeto y dice que hay algo que tiene aún mayor eficacia

Pregunta: ¿Eficacia para qué?
La instancia de la represión en la neurosis ayuda, pero no resuelve. El síntoma en la neurosis es un retorno de lo reprimido, es efecto de la represión secundaria. Se trata de una resolución de compromisos, conlleva a una satisfacción pulsional. La hipótesis es que si esto es así, habrá habido una represión originaria. La represión no es eficaz, actúa pero no resuelve. El síntoma es una solución de compromiso, que hace que haya satisfacción en el síntoma, pero hay satisfacción de más y se consulta a análisis porque hay padecimiento y se desconoce qué está pasando. El tema está en ver cómo las pulsiones, levantando la represión, sigan su recorrido o la senda que estaban teniendo y que no esté ligada a una representación reconciliada al yo. Pensemos en una operatoria que pudiera ser más eficaz que la represión, es decir, que no se produzca esta formación de compromisos: ahí es donde Freud piensa la psicosis alucinatoria de deseo. El caso conocido es el de la mujer que mece al leño porque perdió a su hijo. Ahí, el leño está exactamente en el lugar del hijo, no es “como si”. El caso que Freud da es el siguiente:

"Una joven ha regalado a cierto hombre una primera inclinación impulsiva, y cree {glauhen] firmemente ser correspondida. [...] Los desengaños no tardan en llegar; primero se defiende de ellos mediante la conversión histérica de las experiencias correspondientes, y así conserva su creencia en que él vendrá un día a pedir su mano; no obstante, se siente desdichada y enferma, a consecuencia de que la conversión es incompleta y de los permanentes asaltos de nuevas impresiones adoloridas. Por fin, con la máxima tensión, lo espera para un día prefijado, el día de un festejo familiar. Y trascurre ese día sin que él acuda, l-'asados ya todos los trenes en que podía haber llegado, ella se vuelca de pronto a una confusión alucinatoria. El ha llegado, oye su voz en el jardín, se apresura a bajar, con su vestido de noche, para recibirlo. Desde entonces, y por dos meses, vive un dichoso sueño cuyo contenido es; el está ahí, anda en derredor de ella, todo está como antes (a ni es de los desengaños de los que laboriosamente se defendía. Histeria y desazón están superadas; mientras dura su enfermedad, ni se habla de sus dudas y padecimientos de los últimos tiempos; ella es dichosa en tanto no la molestan, y sólo rabia cuando un decreto de su entorno le impide hacer algo que ella con total consecuencia derivaba de su beatífico sueño".

Subrayo “inclinación impulsiva”, porque esto es arborizado expansivamente.

Un beatífico sueño. Se trata de un sueño vivido sin oposición, característica que marcaría su diferencia con la paranoia. El delirio de la paranoia es más o menos sistematizado, pero el delirio es un recurso en la psicosis paranoica que genera estabilidad en la estructura. Es un delirio restitutivo, restituye una realidad. En la paranoia existe esto, pero la diferencia es que en la paranoia el delirio es siempre un fracaso porque el yo está permanentemente amenazado. 

"Esta psicosis, no entendida en su momento, fue descubierta diez años más tarde por medio de un análisis hipnótico [cf. pág. 48, n. 6]. El hecho sobre el cual yo quería llamar la atención es que el contenido de una psicosis alucinatoria como esta consiste justamente en realzar aquella representación que estuvo amenazada por la ocasión a raíz de la cual sobrevino la enfermedad". 

Es decir, no viene el muchacho, ella alucina que él viene y se comporta como si el muchacho estuviera allí con ella. Todo funciona bien mientras nadie le diga que eso no es así.

"El yo se arranca de la representación insoportable, pero esta se entrama de manera inseparable con un fragmento de la realidad objetiva, y en tanto el yo lleva a cabo esa operación, se desase también, total o parcialmente, de la realidad objetiva".

La realidad objetiva, en este caso, hay que pensarla como realidad en el lazo social.

"Esta última es a mi juicio la condición bajo la cual se imparte a las representaciones propias una vividez alucinatoria, y de esta suerte, tras una defensa exitosamente lograda, la persona cae en confusión alucinatoria". 

El mayor éxito puede ser entendido a partir de un beneficio obvio, porque la desestimación en sumamente eficaz al querer separar conjuntamente representación y afecto. En cambio en la represión hay un divorcio entre representación y afecto. Acá, la operatoria recae sobre la representación y el afecto. 

Pasemos a otro texto de Freud: Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños (1915). Dice, de la formación de la fantasía del deseo. 

"La formación de la fantasía de deseo y su marcha regresiva hasta la alucinación son las piezas más importantes del trabajo del sueño, pero no le pertenecen a él con exclusividad. Al contrario; se encuentran también en dos estados patológicos: en la confusión alucinatoria aguda, la amentia (de Meynert), y en la fase alucinatoria de la esquizofrenia. El delirio alucinatorio de la amentia es una fantasía de deseo claramente reconocible, que a menudo se ordena por entero como un cabal sueño diurno". 

Fíjense cómo está en juego el deseo: se realiza el deseo a través de la psicosis alucinatoria.

"Tengamos en claro que la psicosis alucinatoria de deseo —en el sueño o dondequiera— consuma dos operaciones en modo alguno coincidentes. No sólo trae a la conciencia deseos ocultos o reprimidos, sino que los figura, con creencia plena, como cumplidos".

O sea, el deseo se realiza. Ahora, vayamos a Lacan: él propone como su eje de lectura la obra freudiana. Propone además sus 3 registros: real, simbólico e imaginario. Dice que estos 3 registros ordenan todo lo que acontece en la subjetividad y diríamos que también se puede ordenar todo lo que acontece en la clínica. Uno piensa los eventos de la clínica desde los registros. Hagamos un pequeño repaso de los registros:

Lo real: lo que no cesa de no inscribirse. La apoyatura freudiana que tenemos para esto es lo reprimido primordial, el ombligo del sueño, el núcleo patógeno y el trauma, donde hay una fantasía en el lugar de un agujero. 

Lo imaginario: todo aquello que cierra por el lado del sentido. Cuando le pedimos a un analizante que asocie libremente, que rompa las amarras del sentido común, lo estamos invitando a que hable y que se genere un punto de inflexión. Lo imaginario tiende a la cerrazón del sentido. A veces los pacientes preguntan ¿Me entendés, no? Y no, no lo entiende, porque justamente si lo entendés estamos en este plano.

Lo simbólico: instala la legalidad de lo que es dicho. En el campo de lo simbólico operan las representaciones, que en Freud podemos decir que el cuerpo no es orgánico, sino que es un cuerpo que además del órgano está determinado por representaciones. 

Las locuras pueden abordarse en Lacan en el texto Acerca de la causalidad psíquica. Lacan en ese texto toma de Hegel el concepto de la inmediatez. La inmediatez, según Hegel, siempre convoca al semejante (Hegel dice la otra consciencia) y lo desconoce. Desconoce esta otra consciencia. Psicoanalíticamente, diremos que la locura desconoce al semejante. Esto es interesante por el concepto de narcisismo, porque podemos pensar el narcisismo como la constitución del yo, donde Freud habla del acontecimiento de un nuevo acto psíquico donde se constituye un yo. Existe la constitución del yo y esa constitución del yo, mientras se identifica con esa imagen, es que a partir de ese primer objeto se pueda pensar en los objetos que son a imagen y semejanza. Las imágenes que son a imagen y semejanza se incorporan; las que no, se expulsan. Concepto de yo - no yo. Y esta constitución concluye con las 2 primeras personas de la conjunción verbal: el yo se constituye en relación al “tu”. A esto hay que llegar, no se parte de ahí. Solo se llega a eso si y sólo si hay una mediatización simbólica. Sino, nunca va a dejar pasar primero a nadie en el subte, porque no va a tener registro del otro y lo avasalla. Uno piensa en qué violento que es, pero en realidad es que amenazado se siente que se tuvo que tirar de cabeza al asiento. El yo se constituye en relación a un tu. La inmediatez que menciona Lacan en ese artículo anula esa dimensión del semejante (Lacan lo toma del texto de Hegel de Fenomenología del espíritu: el loco desconoce a la otra conciencia). Las locuras desconocen la mediatización. 

En las locuras también están presentes las vías de la acción en lugar de la palabra. La palabra es la mediatización simbólica y la acción es la inmediatez. Pensemos en el pasaje al acto y el acting out en los estados locos. 

¿Conocen sujetos que no pueden no decir la verdad? En el campo de las neurosis, aprendimos que la verdad nunca puede decirse toda. La verdad puede decirse solamente a medias, la verdad es inaprensible y lo que vemos más a menudo es que esa verdad está escrita en otra parte: en las formaciones del inconsciente. Síntomas, el sueño… Cuando se dice la verdad, en algún punto se arrasa al semejante. Se trata de una verdad sin filtro, porque la verdad con filtro es la verdad que se dice al modo de lo que se puede escuchar. No se dice más que lo que el otro quiere escuchar. Acá tenemos otro vector para pensar esto que se llama estados locos.

La transferencia en la locura. ¿A qué lugar es convocado el analista? ¿Qué lugar para el analista si no hay lugar para el semejante? Porque quien posea una verdad, difícilmente consulte a un analista. Son pacientes que buscan la complicidad del analista, no habilitan a la faltaEsto que yo digo, ¿es o no es así?”. En el texto Algunos tipos de carácter descubiertos en el labor analítico Freud trabaja los que fracasan al triunfar, los que delinquen por sentimiento de culpa y las excepciones. Las excepciones son aquellos que están exceptuados porque sienten que la vida está en deuda con ellos. Al contrario de los que delinquen por sentimiento de culpa y los que fracasan al triunfar (no pueden asumir su deseo sin padecerlo), no hay sentimiento de culpa.

La propuesta lacaniana es binaria, en el sentido si hay represión o no, si algo se inscribe o no. Ordena muchísimo la clínica, indiscutiblemente, pero es difícil para esta lógica discontinuista tomar ciertos rasgos de la clínica que no entran dentro de las neurosis ni las psicosis. Las locuras interrogan permanentemente la psicopatología a la que estamos acostumbrados. La escuela inglesa, en este sentido, ha avanzado mucho, porque tiene una propuesta continuista: propone que todos tenemos núcleos neuróticos, núcleos psicóticos. Entonces, para la clínica kleiniana, podría haber pasaje de estructuras porque todos tenemos todo. Winnicott era un clínico sagaz, y tenía un discípulo que era Masud Khan. Él tiene un texto, Locura y Soledad. Entre la teoría y la práctica psicoanalítica. Para él no hay pacientes inanalizables, para él hay que hacerle frente. Debemos pensar cómo abordar el caso por caso. 

A él le derivan una paciente que había destruido el consultorio de la analista anterior. La paciente concurre puntualmente a la primera sesión, y cuando él le indica que se puede quitar el abrigo porque hace mucho calor, ella se niega, porque debajo sólo lleva su camisón, ya que no tuvo tiempo de vestirse. Masud Khan le dice de un modo firme pero amable, que si ella no puede distinguir la diferencia entre su dormitorio y el espacio analítico, no van a poder trabajar, de modo que interrumpe la sesión y le indica que la espera al día siguiente vestida como es debido.

Sabemos de los avatares del deseo. El deseo en la histeria es insatisfecho; en la neurosis obsesiva, postergado y en la fobia, prevenido. Pero imaginemos que hay un sesgo en la clínica donde el deseo es posible. En las locuras, el deseo queda realizado. Ahí podemos conjeturar cierta intervención del analista que el analista pueda hacer en los casos en que estos pacientes se las ingenian para dejar toda falta aparte. 

En estas manifestaciones, el punto del desconocimiento y el arrasamiento del otro es lo que hace padecer al sujeto. Pensemos también que la problemática también viene contada por otros. Son pacientes traídos por otros. 

Intervenciones que hacen de borde. Quizá la intervención de masud Kahn no sea eficaz, pero hay que apostar a establecer bordes. Pensemos que para que haya un desborde, tiene que haber un borde. 

Diagnóstico diferencial de locura con la perversión: En la locura aparece el atisbo subjetivo. Lo que comanda a la perversión es la no separación entre saber y goce: es un saber-gozar. El saber gozar lo posiciona de tal manera donde el otro es el que queda permanentemente en el lugar de objeto. En la locura se desconoce al otro, pero este otro no queda en el lugar de objeto de goce.