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jueves, 16 de diciembre de 2021

Dibujo de la figura humana: indicadores de regresión

Las defensas son los recursos que utiliza el Yo para hacer frente a aspectos de la realidad interna-externa que en alguna medida son generadores para el sujeto de conflicto, frustración, temory angustia. Así también frente a deseos y necesidades que en alguna medida ejercen su presión sobre el Yo y que este en alguna medida no puede resolver o manejar exitosamente.
A diferencia de los mecanismos de afrontamiento que son más conscientes, las defensas son totalmente inconscientes.

Podemos decir que todo mecanismo de defensa mas allá de cual se trate constituye una estrategia psicológica automatizada e inconsciente cuya función reside en preservar al sujeto de lo que le resulta inaceptable o intolerable.

Existen muchos mecanismos de defensa algunos menos limitantes para el yo y más ligados a los procesos psíquicos secundarios (represión, formación reactiva, sublimación) y otros más extremos relacionados con los procesos psíquicos más primarios como la disociación, el aislamiento, y defensas maniacas en general como la negación que alteran la percepción adecuada de la realidad.

Las defensas cuando son efectivas preservan en el individuo ese balance necesario entre sus deseos, impulsos, necesidades y las posibilidades de satisfacerlos y canalizarlos en la realidad.

Debajo de todo armado defensivo subyacen procesos dinámicos que responden a fantasías inconscientes. En las relaciones con los demás (relaciones objetales) en cada sujeto subyace un tipo de fantasía en donde ese otro es vivenciado desde algún lugar, por ejemplo como alguien contenedor, idealizado como también persecutorio, temido, entonces las defensas se edifican para preservar tanto al Yo como al objeto, las defensas permiten entre otras cosas una convivencia con los objetos y consigo mismo al mantener alejados y disociados en alguna medida aspectos como comentamos mas frustrantes y rechazados de si como de los otros.

Así los mecanismos de defensa, son mecanismos inconscientes que se encargarían de minimizar las consecuencias de un evento demasiado intenso, para que el individuo pueda seguir funcionando normalmente. Gracias a las defensas que el yo instrumenta en alguna medida más o menos satisfactoria y con mayor o menor costo psicológico, el sujeto consigue vencer, evitar, escapar, ignorar o sentir angustias, frustraciones y conflictos activos y vividos en relación a sí mismo y al ambiente en donde esta inmerso.

En términos esenciales la regresión como mecanismo defensivo implica que el sujeto en su forma de comportarse, afrontar la realidad, utiliza modos y funcionamientos que no corresponden a lo esperable para su edad o etapa vital, sino muy anteriores.

En general como en todas las defensas hay niveles leves, medios o intensos de las mismas. En el caso de la regresión podemos ver a un yo que por alguna razón claudica o no puede asumir y resolver alguna circunstancia actual en su vida y vuelve a utilizar modos de resolución que eran eficaces en otro momento de su vida (muy anterior), por ejemplo comportarse de forma más pasiva y vincularse de modo más dependiente cuando hasta ese momento venia comportándose de una manera más activa y autónoma. La regresión puede afectar a determinados vínculos o ser más extrema y generar una reorganización estructural de la personalidad en un nivel más primitivo de funcionamiento por ejemplo a modos de organización más psicóticos. Esto puede suceder ante una situación traumática significativa (estrés postraumático), donde la presencia de este recurso defensivo surge en razón de que se ha generado un grado de daño psíquico en el sujeto.

Cuando se trata de regresiones mas ligadas a una estructura neurótica el nivel de regresión es parcial y circunstancial. En la clínica con niños por ejemplo ante el nacimiento de un hermanito el niño puede adoptar conductas mas infantiles como no querer dormirse solo y pasarse al cuarto de sus padres, llevarse el dedo a la boca, volverse muy caprichoso, etc. En adultos volverse muy demandante y dependiente en sus vínculos de pareja, evitación de problemas y su asunción, en adolescentes no poder terminar el secundario o en estudiantes universitarios posponer la rendición de los exámenes finales prolongando mucho más tiempo la duración de su carrera.

En el campo de las técnicas proyectivas gráficas en muchos casos al observar un dibujo nos encontramos con que el mismo presenta en forma coexistente indicadores de pautas más primitivas junto con otras más adecuadas evolutivamente.

Un caso


Se trata de un dibujo correspondiente al protocolo del DFH (dibujo de la figura humana) realizada por un joven. La producción grafica realizada presenta indicadores significativos asociados a un mecanismo de defensa que hemos comentado: mecanismo de Regresión como defensa prevalente.

OBSERVACIONES GRAFICAS:
Indicadores gráficos de regresión:
• Tratamiento monolineal de brazos, manos, cuello.
• Transparencias.
• Presencia de línea media.
Otros indicadores gráficos generales y significativos:
 Tamaño muy grande.
 Sombreado piernas.
 Brazos cortos.
 Contorno doble de cabeza.
 Ojos sin pupilas cabello ennegrecido con sombreado angular e impulsivo.
 Cabeza grande.
 Hombros pequeños.
 Brazos alejados del cuerpo.
 Trazo miscelánea largo.
 Repasados en línea media.
 Borrados en piernas y pies (se borra para hacerlo más grandes).

Estos indicadores dan cuenta de una autoimagen y sentimiento de si ambivalentes, se observan sentimientos de dependencia, y a la vez dificultades para establecer relaciones interpersonales satisfactorias, conviven dependencias y reacciones de hostilidad. Los mecanismos de regresión afectan principalmente a la madurez y percepción del otro y particularmente al control de impulsos.

El DFH vehiculiza el aquí y ahora en la percepción de sí y del entorno por parte del sujeto, así como se posiciona frente a sus demandas. Al encontrarnos con estos indicadores impulsivos y de gran dependencia e inmadurez emocional vemos que hay un sentimiento de inadecuación, y aunque trata de encontrar un punto de equilibrio, su actitud es mas desde una actitud narcisista y reclamante respecto al entorno (emplazamiento central inferior sumado al tamaño grande y sumado mayor rigidez) que de afrontamiento efectivo.

Para finalizar este material, el beneficio secundario de la Regresión es que evita que la persona se posicione en el presente y tome opciones maduras para enfrentar la situación, todo esto plantea al evaluador y posteriormente en el ámbito terapéutico el explorar las circunstancias, o conflictos o deseos subyacentes insatisfechos que han generado el uso de este mecanismo de defensa.

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Los tiempos lógicos y cronológicos

El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho.

El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río;

es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre;

es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.

El mundo, desgraciadamente es real;

yo desgraciadamente soy Borges.

J. L. Borges, "Nueva refutación del tiempo"


Me ha parecido, pues, necesario que al mismo tiempo que abordo el discurso de un niño y/o de un adolescente en su infatigable inmortalidad e incesante sexuación, considerar indagar y lo digo con cierta cautela, significantes, letras, números, cuadros y musicalidades, que no puedo ignorar, a partir de dos ángulos distintos, que implican anudar: lógica y tiempo.

La palabra “lógica” según el Diccionario Etimológico de la lengua castellana de Joan Corominas, 1987, deriva del griego y se refiere al discurso, al verbo. A la disciplina que trata de los principios y criterios sobre la validez de las inferencias y demostraciones. Para el psicoanálisis implica una estructura dialéctica y analógica, que puede formularse en lenguaje matemático.

El término “tiempo” deviene del latín tempus, temporis (tiempo, momento, ocasión propicia, estado temporal en un momento determinado). El sentido originario de tempus remite más bien a una noción instantánea o de fracción considerada en la línea temporal, frente a vocablos latinos como aevus o aetas que remiten al tiempo en su extensión durativa. (Joan Corominas, 1987). También, proviene de una raíz indoeuropea, di o dai, que implica la acción de «dividir». Para el psicoanálisis el tiempo es efecto del discurso, e incluye los conceptos de retroacción y anticipación entre otros.

Así, tenemos una lectura diacrónica, a través del tiempo, y otra sincrónica, en un mismo tiempo. Desde luego, y en el devenir del caldero de la lengua que bulle, ambas modalidades de lectura pueden ser desplegadas dialécticamente.

En la primera, la diacrónica, las nociones y relaciones son desenrolladas de una manera sucesiva, una detrás de otra, hay un antes y un después —lógica por contigüidad—.

Mientras que las trenzas de cuerdas, una diacrónica.

Aquí, historizamos desde el presente el pasado, pero a la manera de una novela familiar.

En la segunda, la sincrónica, se analiza lo que se da en un momento dado. Así, los denominados modelos, esquemas, grafos, superficies topológicas, y nudos, implican la posibilidad de una lectura sincrónica, porque sus conceptos y enlaces remiten a la —lógica por simultaneidad—.

También, y es sorprendente saber, que ambas, contigüidad y simultaneidad, junto con la semejanza (analogía) y la causalidad, corresponden a las lógicas de lo inconsciente.

Estos criterios postulados por Freud (1950a, 1900a), regulan los desplazamientos y condensaciones de investiduras en lo inconsciente, y que reitero y dejo constancia: la simultaneidad (autoerotismo), la simultaneidad y la pasividad (constitución del yo placer purificado), la simultaneidad y la actividad, denominada contigüidad (yo cinético vía trastorno en lo contrario), la semejanza-analogía (complejo del prójimo) y la causalidad (teorías sexuales infantiles y yo real definitivo). Finalmente, la semejanza (que instaura vía juicio la diferencia sexual), la analogía (que posibilita lo distinto del das Ding - objeto a) y la causalidad (que posibilita las fantasías primordiales o fantemas, y el tiempo edípico).

Estos criterios son importados epistemológicamente por Lacan desde Freud, Saussure y Román Jakobson, como metonimia y metáfora. Aunque, en verdad, Lacan opta por la posición de Pierce (1965), que afirma que el signo no implica una díada, no tiene un carácter doble como sostenía Saussure, sino que se constituye como una relación triple.

Ahora bien, ya Lacan desde 1945, en «El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada», procura anudar dos dimensiones fundamentales, lógica y tiempo. En este lazo cobran importancia, variables temporales, algunas nuevas como la prisa o precipitación, cuya antítesis lo constituye el aguardar y otras ya indagadas e inventariadas como: el a-posteriori, la anticipación, la fijación, la regresión y la progresión. Estas dimensiones estructuran la acción del viviente.

Pero, detengámonos un momento en la presentación de estos lazos y efectos, porque en los tiempos lógicos de la niñez y la adolescencia nos resulta de gran utilidad tener en cuenta sus principales características.

Entonces, se impone una breve referencia ya que han sido, en otros textos de mi autoría, elaborados detenidamente.

A-posteriori (Freud, nachträglich, Lacan, aprés- coup): Se trata de una articulación de diferentes escenas, que habilita la decantación de un efecto de significancia —singular—.

Anticipación: Se refiere a un acto del pensar de carácter preparatorio de un desenvolvimiento posterior, por ejemplo, en la pubertad el sujeto puede “anticipar” temporalmente la muerte del propio yo.

Fijación: Ligazón privilegiada de la libido con objetos, imágenes, o tipos de satisfacción libidinal vinculados a fases previas. Las fases no son restos de un vivenciar anterior, recuperado cronológicamente, por el contrario, son formas de la demanda atribuidas retroactivamente al pasado.

Regresión: Proceso de organización libidinal del sujeto, derivado de un retorno en sentido inverso al desarrollo o progresión libidinal ante la frustración, con la perspectiva de una satisfacción fantasmática. Este movimiento puede ser analizado de acuerdo a diferentes modalidades, a saber: tópica, temporal y formal. En sentido tópico, la regresión se efectúa, a lo largo de una sucesión de sistemas anímicos. Puede ser indagada fundamentalmente en el sueño, en la alucinación patológica y en ciertos rasgos circunstanciales con relación a la memoria. Por ejemplo, la regresión a la fase del espejo, sitúa al sujeto en la alienación de una captura imaginaria sumamente radical. En sentido temporal, la regresión supone un retorno del sujeto a organizaciones libidinales previas del desarrollo. Se refiere a las pulsiones, al yo y a los objetos que se segregan de él.

En sentido formal, la regresión incluye el paso a modos de expresión y de comportamiento de un nivel previo. Como el retorno de las modalidades de funcionamiento del proceso secundario al primario.

Progresión: Implica considerar los procesos psíquicos en tres sentidos posibles, cuya prescindencia no es posible: a) como un movimiento de avance, progresivo de la excitación, desde el extremo perceptual hasta el extremo motor del aparato psíquico (sentido tópico), b) según el desarrollo de la libido y del yo (sentido temporal) y c) según la construcción de modalidades de expresión y figuración cada vez mas complejas (sentido formal).

Y concluimos con “prisa o precipitación”, un concepto que es evidente por sí mismo, y que implica una urgencia por concluir, una decisión, un juicio, un ritmo específico.

Estos procesos permiten enlazar los diversos factores que cobran eficacia en las llamadas series complementarias [vivencias, fantemas, disposiciones y pulsiones]. Es decir, como se sueldan las vivencias con los elementos del ello, (pulsiones, fantemas y disposiciones).

El análisis opera como un juego
“Las matemáticas sirven para eso: corregir al objeto. Es un hecho que las matemáticas corrigen y que lo que corrigen es el objeto mismo.

De donde [surge] mi reducción del psicoanálisis a la teoría de los conjuntos.” ¿Transferencia en Saint Denis?
JOURNAL d´Ornicar?
¡Lacan para Vincennes!

En el contexto del Seminario XII, “Problemas cruciales del psicoanálisis”, Lacan (1965/66) se consagra a la pregunta por el juego y nos dice que se trata de un término de amplia extensión, que abarca desde el juego de un pequeño, pasando por los juegos de azar, hasta la llamada teoría de los juegos de Von Neumann.

Agrega, luego que el análisis tiene todos los caracteres de un juego. Ya sea en sus formas más simples o más elaboradas, el juego implica la dialéctica en sus tres términos y un cuarto —distinto—, inferido por analogía, que lo integra y no le quita verosimilitud.

Una regla, aunque esté enmascarada y encubierta, es considerada como aquello que es propio del juego. “Una regla que está excluida de él como prohibida, ese punto que es, precisamente, aquel que, al nivel del sexo, les designo como el punto de acceso imposible, dicho de otro modo, el punto donde lo real se define como lo imposible. El juego reduce ese círculo de la relación del sujeto al saber; esa relación tiene un sentido y no puede tener más que uno sólo; es el de la espera. El sujeto espera su lugar en el saber. El juego es siempre de la relación de una tensión, de un alejamiento por donde el sujeto se instituye a distancia de lo que existe ya en alguna parte como saber; si en el tiempo yo creía, aún, que algo se juega”. (Lacan, 1965/66, p. 357)

En este marco, desearía intercalar de forma explícita las nociones de nuestra praxis, es decir, a los cuatro conceptos propuestos por Lacan (1964) que, desde luego, están en el fundamento del psicoanálisis con niños y adolescentes: Inconsciente, pulsión, transferencia y repetición.

Recordemos que el análisis es una praxis. Pero, ¿qué suele entenderse por praxis? En principio se trata de un término de raigambre marxista y sartreana, {*} que en el discurso procura un orden de verdad, al que se accede sólo por un camino singular: la trasferencia. Es el proceso por el que nuestra teoría se convierte en una parte de la experiencia vivencial en el marco de la transferencia en su disparidad subjetiva. También, el campo de la praxis puede ser comprendido como una tramitación simbólica de lo real.

Fuente: Diego Moreira, "Los tiempos lógicos y cronológicos"

viernes, 4 de septiembre de 2020

“¿Alguien trajo facturas para el mate?”


¿Qué es esa satisfacción, en los bordes del cuerpo, donde “uno se concentra como si fuese un concierto”? ¿Por qué esa “mirada que coagula, mirada que atrapa, de la que uno no se puede despegar”? ¿Qué pasa cuando “un padre ejerce el goce de la voz”? ¿Por qué las agendas viejas son decepcionantes? ¿Cuál es el ancla que consiguieron Mozart y Borges? Y otras cuestiones desde el psicoanálisis.

Con la pulsión pasan cosas raras. Cuando decimos pulsión oral, por ejemplo, hay una fuerza, un empuje que no funciona acorde con las reglas de una biología pura, que sólo estuviera comandada por el orden de la vida. Yo planto trigo, pongo los fertilizantes, hay sol suficiente y el agua necesaria, el trigo crece, proporciona sus granos. El ser humano come todos los ingredientes que necesita, una dieta balanceada, sabe qué es necesario, termina de comer, ¿y qué hace?: “¿Tomamos un cafecito?” “¿Y una copita de coñac?” “¿Querés un cigarro?” “¿Lemoncello?” “Bueno, es el Día de la Madre, brindemos, champagne.” “Yo traje una tortita.” Entre una cosa y la otra, ya son las cinco de la tarde: “¿Alguien trajo facturas para el mate?”. ¿Qué pasa con ese empuje que, a pesar de lograr su satisfacción, persiste? ¿Por qué persiste?

Tomemos otra pulsión, la escópica: hay goce en el ver. Es grato para un caballero observar a una mujer hermosa; para una mujer, a un caballero que le guste; nos gusta ver una buena película. Goce de la mirada. Pero, de pronto alguien va a cenar con una persona que quiere y enfrente hay un televisor y él queda atrapado por la mirada, hasta que: “Vení, sentate del otro lado”. Es el fascinum. Es la mirada medusante, la de Medusa, la mirada que coagula, la mirada que atrapa, de la que uno no se puede despegar. ¿A ustedes nunca les pasó que pasaron por el living, estaba prendido el televisor y quedaron atrapados, y después se preguntaron qué estaban haciendo ahí?

También nos interroga el objeto. Como dijo Freud, el objeto es lo más variable: el menú del restaurante lo testimonia así.

Y tenemos también la fuente de la pulsión. Uno pensaría que la pulsión oral se satisface con la panza llena. No. El genio de Freud advierte que se satisface en el borde de los labios, en el enclave de los dientes; no tiene nada que ver con el estómago, el esófago, la faringe, el intestino grueso, el delgado. Con la pulsión anal, lo mismo. Cuando uno hace sus necesidades cada mañana, ni se entera de lo que se está procesando en el intestino delgado, en el intestino grueso, en el duodeno. El momento de la satisfacción, cuando uno no quiere que lo interrumpan, cuando se concentra como si fuera un concierto, es el momento en que participa el borde anal. El ejemplo extremo de la satisfacción –sólo un genio como Freud pudo señalarlo– es un labio besando a otro labio. Piensen un poco con los términos del ideal higiénico: ¿para qué sirve un beso? Sólo para intercambiar gérmenes. Sin embargo, ¿quién renunciaría a un beso bien dado con alguien que ama, que desea?

Somos vivientes raros. Porque uno ve en National Geographic, con esas lentes de aumento, insectos con cuerpos inesperados, bichos raros. Pero si ese bicho viera las cosas que hacemos, diría: “Esta gente sí que es rara. Se enfrentaron, se mataron tantas veces, llegan a poner en riesgo su propia supervivencia...”. Sólo el ser humano hace estas cosas. ¿Por qué? Es que la irrupción del lenguaje, encarnado en el Otro, arruinó el instinto. El lenguaje es la ruina del instinto. Sarmiento –que era genial– se equivocó. “Civilización o barbarie” es: civilización y barbarie. La barbarie no existe fuera de la civilización. No hay sapitos que digan que torturaron por obediencia debida. Sólo el sujeto come lo que le hace mal, no come lo que precisa, come de más, come de menos, sufre de anorexia apátrida –como dice Inodoro Pereyra, defendiendo a su mujer la Eulogia que era gorda–. El lenguaje nos otorga libertad; podemos comer variedad de alimentos, mientras que la vaca sólo come pasto. Pero tendemos a comer lo que nos hace mal. De más o de menos. Perdimos lo que define al instinto de la hormiguita, una fuerza que sabe qué objeto le conviene.

Ronquido de padre
Cuando desde el lugar de un padre se ejerce el goce de la voz, el grito, esa voz no es del orden del dicho. Cuanto más se grita, menos pasa la palabra. La voz llena el vacío del Otro. Conviene destacar que la voz, para que tenga el valor del imperativo categórico, eso que llamamos el superyó sádico, es una voz que va ligada a una palabra que demanda obediencia, que indica un mandato. Pero que no se reduce a ese mandato o a ese dicho. No es –dice Lacan en el Seminario “La angustia”– la voz de la música. Es una voz que va articulada a una orden. Y que se presenta así en la medida en que no está interrogada.

Reconocemos que hay distintas voces. Una es la voz imperativa, la voz del padre, el trueno de Zeus necesario. Pero también es necesario ir más allá de él. Un gran poeta, Vinicius de Moraes, dijo: “El que no escuchó roncar a su padre no sabe qué es tener padre”. Pero a un padre que siempre ronca, ¿quién lo aguanta? Voz imperativa, voz del superyó, voz de la conciencia moral, voz sádica, cruel. Pero tenemos, además, otra voz. Una madre que ama a su bebé, cuando le canta una canción de cuna, le brinda otra voz; no es la voz imperativa del superyó, es la voz del buen amor. Y tenemos, finalmente, la sublimación de la voz, que es la música. La música, tiene, por el hecho mismo de ser la sublimación de la voz, una característica: sólo por proyección le podemos atribuir un relato. Como dice un gran filósofo, Vladimir Jankélévitch, en La música y lo inefable (ed. Alpha Decay, 2005): sí, hay títulos que sugieren: La consagración de la primavera, de Igor Stravinski; Las cuatro estaciones, de Vivaldi; Preludio para la siesta de un fauno, de Debussy; La pastoral, de Beethoven, y tantos otros, pero son tan sólo títulos alusivos. Porque la música, como la voz a la que sublima, no es del orden del dicho ni del sentido.

Agenda vieja
Cuando el sujeto se encuentra ante una escena en la cual no puede avanzar, es inexorable que apunte para el otro lado, a la regresión. Por ejemplo, ¿quién no perdió alguna vez a un novio, una novia, un marido, una mujer, una amante? Es de lo más común que, en ese tiempo donde se quiebra una relación que para el sujeto ha sido importante, se apele a la agenda, se repasen números viejos. “No tengo recursos para avanzar, pero quiero pasar a algo distinto, probemos con lo que fue.” A veces, pocas, da resultado. La mayoría de las veces produce decepción. Nuestro tango lo dice, aunque “llorón”, bajo la forma del destino inexorable: el sujeto vuelve vencido a la primera dirección de la agenda: la casita de los viejos. ¿Por qué fracasa este recurso? También lo dice el tango. Con una filosofía que no se reduce a metafísica: “La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”. Agreguemos, como Lacan dice respecto de Hamlet, la vergüenza de haber sido el falo de mamá y el dolor de ya no serlo. Si no lo supera, tal vez busque una mujer que repita a ese Otro primordial. Tal vez no pueda interrogar su atrapamiento y lo viva como la consecuencia de un destino inexorable. Un análisis ayuda al sujeto a que haga de un destino un estilo. Hacer de un destino un estilo implica hacer, del lugar de objeto de goce para el Otro, el lugar vacío que invite a la creación.

El ancla
El fantasma es un conjunto de significantes anclados por un objeto de goce. Objeto de goce que tampoco es natural: se gesta en los encuentros del sujeto con el lenguaje del Otro. Se gesta en una contingencia, que depende de la relación, desde el comienzo, del sujeto con el Otro. El padre de Mozart le enseñó música desde los dos años, pero respondió un pequeño que tenía talento para la música. Borges nació rodeado por los libros del padre, pero la biblioteca cobijó a un pequeño que en las letras encontró el gusto de su existencia. Ellos fueron guiados por el padre, pero eso se da en muchos casos y depende de una contingencia: lo que llega del Otro y cómo el sujeto responde. Otra historia surge cuando el sujeto renuncia con sus sueños, cuando, ante su incapacidad para avanzar de acuerdo a sus sueños, resuelve invertir el recorrido: en lugar de realizar sus sueños, queda al servicio del Otro. El sujeto se siente degradado, sufre. Es lo que llamamos el antihéroe. Podemos encontrarlo en el monólogo de Anton Chejov “Sobre el daño que hace el tabaco” o en personajes representados por Chaplin o Woody Allen. Suelen ser personajes extremos en los cuales advertimos el riesgo que para cada uno implica ignorar el precio de una pérdida necesaria. Cuando una pérdida no es una desgracia, es una pérdida eficaz. En cambio, cuando el sujeto no paga la entrada, sólo tendrá una función deslucida; más de lo mismo.

Fuente: Isidoro Vegh (28/05(2013) “¿Alguien trajo facturas para el mate?” - Página 12 * Fragmentos de Senderos del análisis. Progresiones y regresiones, que distribuye en estos días ed. Paidós

viernes, 13 de septiembre de 2019

El humor de Tute