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jueves, 3 de julio de 2025

El trauma como huella del Otro y el giro en la teoría del Principio de Placer

Las neurosis de guerra pusieron de manifiesto, para Freud, fenómenos clínicos que lo llevaron a reconsiderar algunos de los fundamentos de su teoría, en particular el modo de entender el funcionamiento del proceso primario.

La conceptualización del trauma desde una perspectiva estrictamente económica —clave dentro de la metapsicología freudiana— supuso también una desimaginarización radical del fenómeno traumático. En este marco, el trauma deja de pensarse como un impacto excepcional desde fuera del aparato psíquico, para ser comprendido como una consecuencia estructural de la constitución del sujeto en su relación con el Otro.

El desamparo originario, la absoluta dependencia del cachorro humano, instala desde el inicio una marca traumática. Lo traumático no es aquí un evento, sino el efecto estructural de una falla de mediación entre el deseo enigmático del Otro y el sujeto que intenta ubicarse ante él. Lo que en el Otro aparece como sin respuesta, sin ley que ordene o regule su deseo, deja una huella imborrable en el psiquismo.

Este giro teórico se formaliza en Más allá del principio de placer, texto clave donde Freud introduce la dimensión específicamente analítica del trauma. A partir del análisis del sueño traumático, señala que el más allá del principio de placer implica la existencia de un tiempo lógico anterior a la tendencia onírica del cumplimiento de deseo. Como él mismo escribe:

Si existe un ‘más allá del principio de placer’, por obligada consecuencia habrá que admitir que hubo un tiempo anterior también a la tendencia del sueño al cumplimiento de deseo... No son imposibles, aún fuera del análisis, sueños que, en interés de la ligazón psíquica de impresiones traumáticas, obedecen a la compulsión de repetición.

Este señalamiento introduce una excepción a la lógica del principio de placer, una ruptura en la economía del aparato que apunta a aquello que no se deja ligar, que permanece por fuera de la articulación simbólica. No se trata de una lógica formal, sino del indicio de un borde, de un resto que, al no ser integrable, parece sostener —desde su exclusión— la estructura misma.

martes, 25 de febrero de 2025

El Sueño como Escritura del Inconsciente

La interpretación de los sueños no nació con el psicoanálisis; tiene una larga tradición que se remonta a civilizaciones antiguas. Freud mismo señala en La interpretación de los sueños cómo estas culturas utilizaban los sueños para prever el futuro y trazar estrategias frente a lo desconocido.

El psicoanálisis, sin embargo, transforma radicalmente esta perspectiva. Para Freud, el sueño no es un mensaje que anuncia el porvenir, sino un texto que contiene una cifra del pasado. Este pasado, lejos de ser lineal, se actualiza en el sueño y en la transferencia, mostrando la plasticidad del tiempo inconsciente.

Lo que el sueño cifra es el deseo inconsciente, un material que se ofrece al desciframiento mediante la interpretación analítica. Esta interpretación no busca un sentido literal en el sueño, aunque los sueños puedan producir efectos de sentido. Más bien, apunta a descifrar los significantes que constituyen el texto inconsciente del sujeto.

Freud eleva el sueño al estatuto de un escrito, comparándolo con un rebus o un jeroglífico. En este marco, interpretar un sueño significa leerlo como un texto en el que la instancia de la letra en el inconsciente deja su huella.

Lacan retoma y profundiza esta idea, considerando el sueño como un testimonio de la escritura del inconsciente. En el relato del sueño, lo esencial es aislar aquellos significantes determinantes en la historia del sujeto, elementos que constituyen el entramado textual de su inconsciente.

De este modo, el sueño no es un mero fenómeno onírico, sino un horizonte desde el cual el psicoanálisis puede explorar la escritura del deseo, un texto siempre abierto al desciframiento.

jueves, 13 de abril de 2023

La Angustia y las Intervenciones del analista (Isidoro Vegh)

El 11/4/23 tuvo lugar la Conferencia Magistral a cargo del maestro Dr. Isidoro Vegh en la Institución Fernando Ulloa. Lo cierto es que en el 2021 el autor abordó el tema en  La angustia y la ansiedad; la angustia y lo siniestro: distinciones clínicas y en el 2017, en Clínica de la angustia: su lógica

Vayamos a "la previa" y luego a las notas de la conferencia.

La angustia ¿De cuál peligro nos despierta?

La angustia es definida por Jacques Lacan como un afecto. Cuando se hace presente, irrumpe de manera repentina y brusca, sin mediación de representaciones simbólicas. Trae aparejada repercusiones displacenteras sobre nuestro cuerpo: opresión en el pecho, palpitaciones, tensión e inquietud en nuestra musculatura.

J. Lacan en el Seminario 10 “La Angustia”, relaciona el surgimiento de la angustia (en su momento crítico) con aquello que Freud expusiera en su texto “Lo siniestro”: la angustia es ese instante -sin palabras- en donde lo que nos es familiar se nos aparece como extraño (unheimlich).

La función de la angustia. ¿De qué peligro nos anoticia?

Siguiendo con los desarrollos de J. Lacan en el Seminario 10, cuando la angustia se nos manifiesta aparece como un huésped inesperado, que nos anoticia de un peligro inminente: quedar en posición de objeto a merced del Otro primordial de nuestra historia o quien en el tiempo presente ocupe -fantasmáticamente- su lugar (una pareja, un jefe, un hermano).

¿Por qué la angustia como fenómeno tiene su origen en los tiempos fundantes e instituyentes de nuestra subjetividad?

La operación de alienación: Está configurada por el tiempo de la indefensión del infans al nacer. Por carecer de recursos biológicos y psíquicos para poder vivir, necesitaremos que haya un Otro primordial, que desde su deseo -Su falta- signifique nuestras necesidades -a través del lenguaje y su cuerpo- transformándolas en demanda (de comer, de sentarnos, de controlar nuestros esfínteres) Posición pasiva de objeto.

La operación de separación: Está configurada por el tiempo de la crianza (niñez, pubertad y adolescencia). Ocurre cuando podemos formularnos una pregunta: “Entre todas las demandas del Otro primordial, ¿qué me quiere?”. Así como también cuando nos damos una respuesta: esto ocurre cuando recortamos un “objeto privilegiado”, un “objeto parcial” (oral, anal, fálico, escópico, invocante) para quedar implicados -a partir de aquí- con el Otro primordial (a nivel de la fantasía). Ya no como cuerpo entero. Posición activa del sujeto.

¡¡Importante!!

La angustia: su relación con los dos destinos posibles para ese objeto parcial y privilegiado que hemos recortado de las demandas del Otro

Un destino posible para el objeto que cae recortado como el privilegiado entre todas las demandas del Otro, es que actúe como recordatorio de la falta (no ser para el Otro un cuerpo entero). Esta falta provoca un movimiento deseante en tanto, como sujetos, sólo podemos desear aquello de lo que estamos faltos.

Otro destino posible para el objeto que cae recortado como el privilegiado entre todas las demandas del Otro, es que sea usado -por un mecanismo de regresión- como tapón de la falta del Otro (deseo del Otro). Este taponamiento provoca un congelamiento de nuestro deseo. Si el deseo queda, así, fuera de juego, nos ocasionará un sufrimiento crónico –un “penar de más”-.

¡¡Clave Clínica de la Angustia!!

La angustia, a la manera de un peligro -si se nos aparece-, tiene una enorme e importante función: anoticiarnos que, como sujetos, hemos hecho una regresión sacrificial: Ofrecernos como objeto para anular la castración del Otro.

Por este motivo, J. Lacan nos dice que “la angustia se manifiesta cuando Falta la Falta”. Este es el punto preciso en donde, como sujetos hacemos un abandono de nuestra condición deseante.

Fernando Ulloa: “La única subversión que el psicoanálisis propone es la del sujeto cuando asume su deseo”.

Crisis de Angustia: Esa “Catástrofe Subjetiva”

La Crisis de Angustia -una presentación clínica tan frecuente en nuestro tiempo- es causada por una irrupción pulsional sin límite (angustia masiva) que es experimentada como un verdadero tormento subjetivo. Con fuertes y conmocionantes síntomas sobre el cuerpo: taquicardia, mareos, sensación de ahogo, dolor agudo de estómago, temblores.

¡¡Importante!! Ya Sigmund Freud, en 1894/95, nos advierte: “Estos síntomas físicos no son fáciles de distinguir de una afección cardíaca”. Por este motivo, hay que primero descartar causas orgánicas a través de una consulta médica.

La Crisis de Angustia está motivada por una angustia masiva e indeterminada -sin representaciones psíquicas-, a diferencia de la angustia señal (que le señala al sujeto algo preciso y determinado: que se halla ubicado como objeto para taponar la falta del Otro).

Diferencias entre la Angustia Señal y la Angustia Masiva:

La Angustia Señal: Sus características
  • La angustia señal lo anoticia al sujeto de algo preciso: que se halla ubicado como objeto para taponar la falta del Otro.
  • Es una señal dirigida al Yo del sujeto, proveniente de la trama inconsciente.
  • En la angustia señal, el sujeto se sostiene en el mundo a través de su trama fantasmática.
  • La angustia señal es susceptible de interpretación, como intervención privilegiada del analista.
La Angustia Masiva (propia de la Crisis de Angustia): Sus características
  • Irrumpe en la subjetividad de manera traumática, sin aviso previo y de manera ilimitada.
  • Puede provenir de: la realidad externa (ejemplo: pandemia), del Ello (pulsiones sin dique) o del Superyó (exigencias desmesuradas, sin límite alguno).
  • El sujeto queda arrasado, se desarma su fantasmática que lo sostiene en el mundo. Aparece, así, el puro cuerpo.
  • Las intervenciones del analista se orientan a las construcciones, es decir, a armar -nuevamente- la trama fantasmática.
En las “Crisis de Angustia” lo que se halla suspendida -temporalmente- es la función del Nombre del Padre, aquella que marca la prohibición de: “ser” un objeto entero a merced del Otro.

La función Nombre del Padre es -más allá de quién la ejerza- una función de corte, a la que Freud denominó “Prohibición del Incesto”.

En la Crisis de Angustia, la función de corte -Nombre del Padre- está momentáneamente suspendida, el sujeto vivencia el horror del desamparo primario, entendido como una posición de entera pasividad frente al Otro de los primeros cuidados (tiempo necesario de Alienación para sobrevivir y hacer nuestra entrada al lenguaje).

¡¡Clave Clínica!! En el momento tan perturbador -por lo terrorífico- de estar en total posición pasiva frente al Otro (tiempo traumático), las coordenadas del mundo (temporales/espaciales) se borran y/o desaparecen. Hay una pérdida momentánea de la trama fantasmática que nos orienta en el mundo -a través de nuestro deseo-.

Intervenciones Clínicas en la “Crisis de Angustia”:

Como analistas, -fundamentalmente- acompañaremos y alojaremos al sujeto. Le transmitiremos que existe una causa para ese padecimiento tan intenso e intolerable.De a poco y a través de preguntas, trataremos de situar en qué momento de la vida particular del sujeto irrumpió la Crisis de Angustia.

Cuando poco a poco el sujeto va recuperando la subjetividad arrasada por la angustia masiva -a través de la donación por parte del analista de las representaciones simbólicas (construcciones)-, se volverá a instalar la trama fantasmática y, con ella, el sentido y la orientación de su existencia.

Notas de la conferencia "La Angustia y las Intervenciones del analista" (Isidoro Vegh)

¿Por qué reímos cuando nos cuentan un chiste? Es algo invariante de nuestra estructura, todos lo hacemos. Cuando estamos tristes, lloramos, por ejemplo ante un duelo que concierne a nuestro ser. La palabra duelo y dolor tienen la misma etimología. El duelo es un dolor cuando transitamos la pérdida de un ideal de algún ser querido. La angustia también es una manifestación que tiene sus invariantes: sensación de opresión en el pecho, de no encontrarse bien en ningún lado, respiración agitada, taquicardia, sudoración en las manos. Son signos que indican que hay alguien dominado por la angustia.

La inteligencia artificial puede escribir "Estoy triste", pero, ¿Puede sentir lo que siente el cuerpo humano cuando está triste? Lo mismo con la angustia, ¿Puede la IA sentir la opresión en el pecho de la angustia? Los sentimientos, pasiones y afectos son elementos esenciales de nuestra constitución como humanos.

Angustia y ansiedad. En la primera clase del seminario de la angustia, Lacan distingue la angustia de la emoción, del embarazo, del tropiezo. La ansiedad se produce en el sujeto por apremios que le llegan desde el ello (tentaciones), el superyó (mandatos), del yo (que sostiene el ideal de la armonía) y también de las irrupciones de lo real.

En la ansiedad, vemos al sujeto nervioso y podemos confundirlo con la angustia. La ansiedad es un efecto de estos apremios variados que no encuentran la letra para su resolución. Ni la letra, ni la circunstancia adecuada. El ansioso se mueve agitado, no se puede calmar... 

La angustia es algo diferente. 
La angustia de muerte surge ante la irrupción traumática. Allí Freud indica que hay que ponerle palabras para poder ligar simbólicamente eso que irrumpió desde lo real.
El ataque de pánico, también llamado crisis de angustia. Para Víctor Iunger, es un tiempo de suspensión de la función paterna. Se trata de un momento de vacío de no poder apuntar hacia ningún lado, de sensación de muerte y vacío que no lleva ni impulsa a nada.

Freud trabajó la angustia señal en dos tiempos distintos, con dos teorías diferentes. La primera refiere a la angustia que aparece en las neurosis actuales, neurosis que surgen porque en lo actual hay una represión que lleva a la neurastenia, a la masturbación, a la eyaculación precoz y que produce un acúmulo de libido sin descargar. Esa energía sexual no descargada pasa a convertirse en síntomas. La represión produce angustia.

En la segunda teoría, es al revés: la angustia produce la represión. Para Freud la angustia tiene que ver con la castración, una amenaza de castración que se centra en el órgano del pene y que produce que el sujeto renuncie al incesto para salvaguardar su narcisismo del órgano que no quiere perder.

Lacan propone que no se trata de la pérdida del órgano, sino de la castración del Otro. Para Lacan no se trata del pene como órgano, sino del falo como un significante. Recordemos que si decimos "El inconsciente está estructurado como un lenguaje", la palabra clave es "como": se trata de un conjunto de elementos discretos, donde falta al menos un elemento. No hay conjunto que tenga todos los elementos, al menos uno tiene que faltar.

Amplío esto con ChatGPT:
La teoría de conjuntos, desarrollada por el matemático Georg Cantor en el siglo XIX, establece que para un conjunto finito no vacío, siempre hay al menos un elemento que falta en otro conjunto. Esta afirmación se conoce como el Principio de Faltante o el Principio de Omisión.

Formalmente, si A y B son conjuntos finitos no vacíos, y A está incluido en B (es decir, todos los elementos de A están en B), entonces existe al menos un elemento en B que no está en A.

Este principio se utiliza en la teoría de conjuntos y en la matemática en general para demostrar la existencia de elementos faltantes o para establecer propiedades de conjuntos. Por ejemplo, se puede utilizar para demostrar que hay diferentes tamaños de infinitos, o para probar que hay números irracionales entre los números racionales.

Es importante tener en cuenta que este principio se aplica solo a conjuntos finitos no vacíos. Para conjuntos infinitos o vacíos, pueden aplicarse otras reglas y principios de la teoría de conjuntos. Además, el Principio de Faltante no especifica cuántos elementos faltan en B en relación con A, solo asegura que al menos uno falta.

El significante que falta es el significante fálico, falo simbólico, que falta en el ser hablante sea hombre o mujer. Esto hace que el inconsciente responda a una lógica de incompletud. El problema es cuando esa incompletud se tapona.

Cuando Lacan dice que la angustia "no es sin objeto", refiere a que no se trata de uno consciente, como establece la psicología para los miedos. Hay un objeto causa de la angustia. También dice que la angustia surge ante el deseo del Otro.

A|S
$
a|

El Otro (A) es necesario para que nazca un niño. Debe desearlo, es decir, hacerle falta. Se trata de un Otro atravesado por la falta, que le permite desear ser madre de un hijo. En ese primer tiempo, está la S sin barrar porque se trata de un sujeto por venir. Para Freud, el niño adviene como sustituto del falo que el padre no le dio. En este primer momento, el niño está identificado al falo imaginario.

En un segundo tiempo, el sujeto y el Otro está barrados producto de la ley de prohibición del incesto, una doble prohibición que va hacia el niño y hacia la madre. El Otro barrado es el inconsciente.

Debajo está el famoso objeto a, que tiene 2 nombres distintos. Si es el objeto que deseo pero me falta, es un objeto causa de deseo. Otro de los nombres del objeto a es el de "plus de gozar". Un paquetito de goce.

Todo esto es la constitución normal de un sujeto. Si uno hiciera un rombo entre el $ y el a, tendría la fórmula del fantasma. El deseo se articula en el fantasma y es diferente al anhelo de tal cosa. 

Ahora bien, el paciente viene al consultorio porque sufre. ¿Qué le pasó?

A|S
a
$|

Vemos una inversión entre el objeto a y el sujeto. Del otro lado está el Otro barrado, que es el inconsciente. Es decir, donde debería estar el sujeto hay un objeto como tapón de la falta y se posterga como sujeto deseante. De eso sufre. La tarea del analista es invertir nuevamente la fórmula del fantasma, ordenarla como corresponde para recuperar su posición deseante. 

No es lo mismo el goce enlazado al deseo que los goces que sostienen una fijación (fixierung), que son las que producen inhibiciones, síntomas o angustia. Cuando la angustia surge en el curso de un análisis, es que el paciente está próximo a atravesar un umbral, a hacer un paso de liberación.

Caso: "Ante la ley" de Kafka.
"Ante la ley" es un breve cuento escrito por el autor checo Franz Kafka, que fue publicado póstumamente en 1925. El cuento trata sobre un campesino que intenta acceder a la ley, pero se encuentra con una serie de obstáculos y un guardián que le impide el paso. El cuento es alegórico y se interpreta como una reflexión sobre la búsqueda del sentido de la vida, el acceso a la justicia y la burocracia.

La historia comienza con un campesino que llega a una puerta que da acceso a la ley, pero encuentra que un guardián lo bloquea. El campesino espera pacientemente durante años, intentando convencer al guardián de que le permita el acceso a la ley, pero el guardián siempre le pone obstáculos y le dice que no puede permitirle el paso en ese momento.

A lo largo de la historia, el campesino se enfrenta a diversas tentaciones y distracciones que lo alejan de su objetivo de acceder a la ley. Sin embargo, él sigue esperando y creyendo que en algún momento podrá entrar y obtener la justicia que busca.

Finalmente, cuando el campesino está a punto de morir, le pregunta al guardián por qué nadie más ha venido a buscar la ley. El guardián le responde que la puerta estaba destinada sólo para él y que ahora se va a cerrar para siempre. El cuento termina con el campesino aceptando su destino y esperando la muerte.

El analista que dirige la cura tiene que saber que ante esa angustia, el sujeto debe pasar el umbral. Que se anime a hacer caer ese goce que tapona el lugar de la falta. Son las distintas especies de goce que describió Freud y que funcionan como goces parasitarios. Los goces parasitarios son los que separan al sujeto de su deseo.

El hombre de los Lobos: Cómo intervenir cuando el sujeto está por atravesar el umbral de la angustia.

En el historial del Hombre de los Lobos, él llega en un estado crítico en donde ya no podía vestirse solo. Freud lo atiende y de a poco se va recuperando de ciertos aspectos. En el historial, aparece el famoso sueño de los lobos. En el sueño, se abren las ventanas y ve un árbol, donde ve a los lobos y siente una angustia terrible. 

En las asociaciones, los lobos están erguidos, en cuatro patas. Freud construye la escena primaria: el  niño estuvo expuesto a la escena donde el padre estuvo erguido penetrando a su madre. Freud incluso estima la hora en que los padres tuvieron la relación, en base al horario de las represiones. 

Sabemos que el padre del Hombre de los Lobos tuvo muchas internaciones por depresión y se terminó suicidando. Años después, también se suicidó la hermana. Un hermano psicótico y la mujer de él también se suicidó cuando comenzó el nazismo. Fue criado por la Ñaña, quien lo crió como a un hijo, pues ella había perdido al suyo.

Tras años de tratamiento, Freud detecta que el cuadro no se mueve. Freud le dice que a fin de año se terminará el análisis, se resuelva o no se resuelva. El analizante, apremiado por esto, recuerda cosas que hasta ahora no había contado.

Recuerda a otra criada llamada Grusha, que en ruso significa "pera". 

El recuerdo de la niñera fregando el piso, por cierto degradada en su postura, trajo a la luz esa motivación. Todos los posteriores objetos de amor fueron personas sustitutivas de esa, que a su vez había devenido el primer sustituto de la madre por la contingencia de la situación. La primera ocurrencia del paciente sobre el problema de la angustia ante la mariposa puede discernirse fácilmente, con posterioridad {nachtraglich}, como una remota alusión a la escena primordial (la hora cinco). 

El corroboró el nexo entre la escena con Grusha y la amenaza de castración mediante un sueño particularmente rico en sentido, que él mismo atinó a traducir. Dijo: «He soñado que un hombre arranca las alas a una "Espe"». 
«¿Espe?», no pude menos que preguntar; «¿qué quiere decir usted?». 
«Pues el insecto de vientre veteado de amarillo, capaz de picar. Debe de ser una alusión a la grusha, la pera veteada de amarillo». 
«Wespe {avispa}, dirá usted», pude corregirle. 
«¿Se llama Wespe? Realmente creí que se decía Espe». (Como tantos otros, se valía del hecho de hablar una lengua extranjera para encubrir sus acciones sintomáticas.) «Pero Espe, ese soy yo, S. P.» (las iniciales de su nombre).''' 
La «Espe» es, naturalmente, una Wespe mutilada. El sueño lo dice claramente: él se venga de Grusha por su amenaza de castración. 

Yo propongo otra interpretación. Freud sigue pensando la castración del falo y como amenaza. Pero si hablamos de la castración del Otro, que el Otro deje de sentir que su hijo es el falo imaginario, es retornarle a la madre la posibilidad de desear. 

Al hombre de los lobos le angustiaba ver a una mariposa cuando abría sus alas, como las piernas de una mujer, cosa que Freud anotó. Yo interpreto que no es un sueño de angustia, sino un sueño de liberación de una mujer, que puede ser la madre, Grusha, etc. Cuando sale de las piernas de la mujer, él tiene nombre y apellido: S. P. Emerge como sujeto.

El problema que tenemos es que eso se puede interpretar cuando se trata de algo que pasó "por el colador del inconsciente", es decir al inconsciente como lógica de incompletud. Como vimos en el diagrama de flujo, hay pulsiones que vienen del ello que no pasan ni pasarán nunca por el colador del inconsciente y no responden a la interpretación simbólica. También hay frases inamovibles que vienen del superyó que no pasaron tampoco. Si pasaran, el inconsciente dejaría afuera del goce parasitario. 

No se puede interpretar como aquello que alguna vez pasó por el colador del inconsciente e hizo una regresión. La interpretación clásica, simbólica, es aquello que pasó por el inconsciente, se postergó como deseo y quedó fijado a un goce parasitario. Lo que nunca pasó por allí, que yo llamo fijación primaria, requiere intervenciones en lo real y en lo imaginario. Por ejemplo, si uno toma lo que le dijo el paciente a la letra y hace un chiste con eso, puede ser una excelente intervención psicoanalítica. Lo mismo si uno toma una queja del paciente "¿Qué gano yo enfrentándome a padre?", uno puede preguntar qué ganaron los judíos cuando enfrentaron al faraón... la libertad. Esa intervención puede tener valor psicoanalítico.

En un final de análisis, se trata de ayudar al analizante con intervenciones simbólicas, en lo real y lo imaginario. También a construir en lo real nuevos canales de goce, es decir, un sinthome.

No se trata de retroceder ante la angustia, de decirle al paciente que no se angustie por su jefe que es parecido a su padre... sino de que mate simbólicamente al jefe, de creer que el jefe es el Gran Otro que se las sabe todas. Si mata a su jefe, también está matando a su padre. Tótem y tabú describe un fantasma estructurante: a un niño pequeño, se le dice "No metas el dedo en el enchufe... porque lo digo yo". El niño recibe eso como una prohibición de goce. Años después, el padre puede explicar que seguía a una ley para proteger a su hijo. 

Del fantasma del padre de la horda, hay que prescindir. En ese sentido, todos somos criminales simbólicamente hablando. El mito del padre de la horda es menos hipócrita que el mito del Edipo contado como un cuento. El Edipo, en realidad, es una lógica. 

En el seminario El Sinthome, Lacan dice que cuando se hace un empalme entre el inconsciente y lo imaginario, es decir cuando se pone al descubierto el fantasma imaginario por el inconsciente que lo sostiene, al mismo tiempo se hace un empalme entre el síntoma y lo real parásito del goce. Ahí se descubre por qué los síntomas persisten y los sueños se olvidan. Los síntomas persisten porque están sostenidos por la fijación a un goce parasitario. 

En el Sinthome, Lacan habla de la perversión con dos sentidos: la palabra perverso, un padre que se desvía de la función, pero también la buena versión del padre. Un padre se supone que busca el goce en el cuerpo de una mujer, por lo que la libera de ser todo el tiempo madre. También él canaliza su goce y no se transforma en un padre abusador. También se espera que un padre proteja a sus hijos, eso concierne a la función paterna. Un buen padre introduce una restricción de goce y soportar que su hijo lo odie. Un padre que solo quiera que su hijo lo ame no sirve de nada. El padre de Joyce era un quebrado, un inútil, que obligaba a la familia a mudarse de casa en casa a lugares cada vez más pobres. Jung dijo que allí donde su hermana se ahogó en la esquizofrenia, Joyce salió adelante mediante la escritura.

martes, 30 de agosto de 2022

Sexualidad, el carácter de la verdad y la mentira

Entrada previa: El psicoanálisis en la historia del pensamiento

Lo interesante es que en Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad", Freud supo postular la sexualidad como esencialmente polimorfa, aberrante. Así quedó roto el encanto de la supuesta inocencia infantil. Por haberse impuesto tan pronto, no se examinó detenidamente qué representa esta sexualidad en su esencia.

La sexualidad en Freud no es considerada como algo natural, sino más bien antinatural. Hasta entonces, la sexualidad se pensaba en términos de evolución, de manera que los etólogos hacían comparación del ser humano con los animales. Freud describe algo totalmente diferente, al proponer que la sexualidad hbumana está ligada al deseo y que además tiene una historia, cosa que no tiene la sexualidad de los animales. Hay, de esta manera, una sexualidad infantil y en el adulto.

Lo que se descubre de la sexualidad es que cualquier parte del cuerpo puede ser una zona erógena y que el objeto de satisfacción puede ser cualquiera. Krafft-Ebing fue un autor contemporáneo a Freud y escribió Psychopathia sexualis" (1886), el primer libro dedicado enteramente a las llamadas perversiones sexuales: travestismo, fetichismo, sadomasoquismo, homosexualidad, la zoofilia, etc. En el libro está el caso del fetichista de las trenzas, que toma Freud en El fetichismo

En Krafft-Ebing vamos a encontrar diversas prácticas que el considera aberrantes, incluso aquellas que para hoy serían normales. Freud va a decir que la sexualidad no responde a fines reproductivos, como los juegos, los besos, etc. ¿Pero cuál es la verdad en el orden de la sexualidad?

Habíamos visto que ni siquiera Sócrates podía decir que había una ciencia del amor y en Freud, la sexualidad va a ser algo erróneo, antinatural y traumático. Lo traumático lo encuentra a partir de escuchar a las histéricas .

Lacan va a decir que la sexualidad tiene que ver con la ética del deseo. Va a decir que "no hay relación sexual", frase que debe ser completada: no hay relación sexual que dé cuenta de un goce perfecto (incestuoso). Más que relación sexual, para lacan lo que hay es un aparejarse. Aparece el cuerpo que podríamos designar con el término de aparejo.

Dice Lacan:
"La integración de la sexualidad a la dialéctica del deseo requiere que entre en juego algo del cuerpo que podríamos designar con el término de aparejo - entendido como aquello con lo que los cuerpos pueden aparejarse en lo que toca a la sexualidad, que ha de distinguirse de aquello con que los cuerpos pueden aparearse".

Aparejo, por otro lado, es el conjunto de instrumentos, herramientas y objetos necesarios para realizar un trabajo o una acción.

La primera mentira de la histérica. Lo cierto es que Freud presenta una relación difícil con el concepto de verdad desde el inicio. y más aún con el concepto de realidad. En los primeros escritos, el concepto de realidad y de verdad son cuestionados. Es necesario referirse al proyecto para poder entender ciertas premisas que impugnan el concepto de realidad tradicional y efectiva (wirklichkleit) y el concepto lógico deductivo.

Por empezar, Freud hace suyo un concepto aristotélico: proton pseudos histericon. la expresión procede de los primeros analíticos de Aristóteles y se refiere a la primera premisa falsa en un silogismo. esa expresión había sido utilizada por un médico vienés, Max Herz, en una monografía presentada en un congreso de neurología, en la cual Freud era secretario en 1896.

Freud, de esta manera, ubica un primer falso enlace inicial en el caso Emma:
Emma está hoy bajo la compulsión de no poder ir sola a una tienda. Como fundamento, un recuerdo de cuando tenía doce años (poco después de la pubertad). Fue a una tienda a comprar algo, vio a los dos empleados (de uno de los cuales guarda memoria) reírse entre ellos, y salió corriendo presa de algún afecto de terror. Sobre esto se despiertan unos pensamientos: que esos dos se reían de su vestido, y que uno le había gustado sexualmente.
(...)
La paciente puede quedar curada de su fobia a las tiendas tras el desciframiento de que su miedo a entrar en ellas es miedo al encuentro con los hombres, pero este logro terapéutico no cura su rechazo sexual. Es a esto a lo que se refiere Lacan en su intervención en Strasbourg, que: "...bajo el pretexto de hablar de defensa, se puede llegar a decir que el síntoma es mentiroso, pero una defensa no es en absoluto mentirosa, lo que es mentiroso es aquello contra lo que el sujeto se defiende".

La exploración ulterior descubre un segundo recuerdo que Emma pone en entredicho haber tenido en el momento de la escena I. Tampoco hay nada que pruebe esto último. Siendo una niña de ocho años, fue por dos veces a la tienda de un pastelero para comprar golosinas, y este caballero le pellizcó los genitales a través del vestido. No obstante la primera experiencia, acudió allí una segunda vez. Luego de la segunda, no fue más. Ahora bien, se reprocha haber ido por segunda vez, como si de ese modo hubiera querido provocar el atentado. De hecho, cabe reconducir a esta vivencia un estado de «mala conciencia oprimente».

La segunda escena resignifica a la primera, siendo que la primera no es verificable. Por eso, el síntoma revela una verdad escondida detrás de una falsa apariencia (fenómeno). Esa verdad no tiene relación lógica con la verdad deductiva. hay un goce que se mantiene y es referido a la verdad del síntoma.

Cuando queremos estudiar un cuadro clínico mediante las evidencias, estamos en problemas, porque no nos podemos adelantar a qué se encuentra detrás. Podemos tomar los índices y abducir una cierta conclusión. El médico deductivo implica una premisa mayor y una conclusión menor ; el método inductivo consiste en una premisa menor y una conclusión y premisa mayor. El método abductivo es intermedio entre estos dos. La cuestión es, que podemos anticiparnos a algunas cuestiones apres-coup de lo que podemos inferir, pero de ninguna manera uno puede llegar al núcleo de una verdad objetiva. Lo único que tenemos es una lectura de la realidad, subjetiva, que es la que nos interesa.

No hay en la neurosis una causa necesaria que tenga que ver con la neurosis en sí. Ese orden de causalidad está totalmente subvertido. 

La proton pseudos es una expresión de la poética, que encontramos en Aristóteles. Pseudos significa mentira, falsedad, y también "mentira dicha sin intención de mentir, para tranquilizar". En la extensión, pseudos tiene acepción de invención poética y, en el arte de la guerra, una acción disfrazada. este concepto también se encuentra en La Poética de Aristóteles. Como verbo, significa engañar a alguien y en la voz pasiva, ser engañado.  En Plutarco, se encuentra el sentido de algo que parece ser y no es. En Lucrecio, como señuelo. Proton pseudos es el engaño fundamental del sujeto en el lenguaje. El sujeto no encontrará jamás la verdad primera.

La histérica se maneja en esa dimensión, de una verdad que podríamos llamar poética, poietica, productora. Promueve acción a partir de su deseo. En tal sentido, ese proton pseudos oculta el aspecto engañoso del síntoma, pero que opera en tanto semblante de una verdad pero que se apoya en una falsedad inicial: la sexualidad. La histeria se presenta como traumática por efecto de la sexualidad.

La histeria se presenta como traumática, siendo lo traumático la sexualidad. La sexualidad es traumática porque no tiene una relación lógica natural, su objeto es contingente, pero se presenta en términos de una relación necesaria. Hace un falso enlace el origen de su padecer y de su ser. 

Ser histérica no es, necesariamente, ser mujer. No hay una representación psíquica de lo femenino, según Freud.

La sexualidad es presentada, desde el punto de vista lógico, como un entimema, que es una proposición silogística que tiene la primera premisa falsa. Dice Lacan (25/2/77):
"Estafa y proton pseudos, es lo mismo. Freud dice lo mismo que yo llamo con un nombre francés. De todos modos, él no podía decir que educaba a un cierto número de estafadores. Desde el punto de vista ético, nuestra profesión es insostenible"

El carácter de la verdad y la mentira
El caso de la joven homosexual tiene un lugar importante en esta tesitura. En ese punto, Freud propone pensarla de un modo particular. En determinado punto del tratamiento, se advierte que la paciente se dirige al analista en una vinculación muy estrecha con el padre.

Freud consigna "Tampoco esta manifestación estaba exenta del agregado de otro motivo, pero la menciono porque pone sobre el tapete, en una dirección distinta, un interesante problema de la técnica analítica".

Este interesante problema estaba sujeto a una serie de sueños que, convenientemente desfigurados y vertidos en un correcto lenguaje onírico, eran empero de traducción fácil y cierta. Ahora bien, su contenido interpretado, era sorprendente. En estos sueños surgía la añoranza por el amor de un hombre y por tener hijos. Freud advierte y le advierte que esos sueños eran mentirosos. "Ella tenía el propósito de engañarme como solía engañar al padre". Acto seguido, consigna que los sueños de dicha clase cesaron tras ese esclarecimiento. El propósito de engañarlo se correlacionaba con la idea de seducirlo.

El inconsciente puede mentir
Surge el interrogante: 
"¡Conque también el inconsciente puede mentir, ese núcleo real de nuestra vida anímica, aquello en nosotros que se acerca a lo divino tanto más que nuestra misérrima conciencia! Y entonces, ¿cómo podemos todavía edificar sobre las interpretaciones del análisis y la certeza de nuestros conocimientos?"

Freud aduce una dificultad técnica y una propuesta a una resolución de índole metapsicológico. El sueño no es lo "inconsciente"; es la forma en que un pensamiento que ha quedado pendiente desde lo preconsciente, o aún desde lo conciente de la vida de vigilia.

Cuando la joven homosexual dice "Miento", en realidad hay otra lectura posible que es "Te engaño". En el enunciado hay un deseo de engañar.

Deseo de engañar. Para Lacan, en Freud "El inconsciente sigue mereciendo confianza. El discurso del sueño, nos dice, es algo diferente del inconsciente; está hecho por un deseo que viene de éste, pero al mismo tiempo admite que lo que se expresa es ese deseo. Por lo tanto, el deseo viene de algo, y viviendo del inconsciente, es el deseo lo que se expresa con mentiras"

La propia paciente le dice que sus sueños son mentirosos. Freud se detiene, por lo tanto, ante el problema de toda mentira sintomática.

La verdad tiene estructura de ficción.
Dice Lacan "En este punto Freud rehúsa ver que en la verdad, que es su pasión, la estreuctura de ficción se halla como el origen". Una ficción no es algo que haya o no existido, sino que tiene efecto. No se analiza viendo si lo que dice el paciente tiene que ver con la verdad objetiva o no, sino que lo que importa es su realidad psíquica.

La paradoja de Epiménides dice: "Todos los cretenses son unos mentirosos". Sabiendo que él mismo era cretense, ¿decía Epiménides la verdad?

Lacan (22/1/66) dice, sobre Freud:
"No meditó bastante sobre aquello que, hablando del fantasma, recalqué en un reciente discurso sobre la paradoja de Epiménides, el "yo miento" y su perfecta admisibilidad, en la medida en que lo que miente es el deseo en el momento en que, afirmándose como tal, libra al sujeto a esa anulación lógica sobre la cual se detiene el filósofo cuando advierte la contradicción del "yo miento".

"Pero después de todo, lo que falta aquí en Freud es lo que falta en su discurso. Aquello que siempre permaneció en él en estado de pregunta: "¿Qué quiere una mujer?". El tropiezo del pensamiento de Freud con algo que podemos llamar provisoriamente ... no me hagan decir que la mujer es mentirosa por ser mujer, sino que la femineidad se escurre y algo hay en ese sesgo"

Hay un punto donde se abre el sesgo entre palabra plena y palabra mentirosa, donde uno no puede discernir si eso es del orden de la verdad.

Es totalmente falso responder a ese "yo miento" con: si dices yo miento, es que dices la verdad y, por tanto, no mientes... Y así sucesivamente. Es por completo evidente que el "yo miento", a pesar de su paradoja, es perfectamente válido. En efecto, el yo que enuncia, el yo de la enunciación no es lo mismo que el yo del enunciado, es decir, el shifter que, en el enunciado, lo designa. Por eso, desde el punto en que yo enuncio, me es perfectamente posible formular de un modo válido que el yo que, en ese momento formula el enunciado -está mintiendo que ha mentido poco antes, que miente después, o incluso, que al decir yo miento afirma que tiene la intención de engañar.

Dice Lacan: "No hay que ir muy lejos para conseguir un ejemplo -vean la historieta judía del tren que uno de los dos sujetos de la historia afirma al otro que va a coger. -Voy a Lemberg, -le dice, a lo cual el otro le responde -¿Por qué me dices que vas a a lemberg ya que allí vas realmente? Y si me lo dices, ¿Es para que crea que vas a Cracovia?"

Cuando alguien dice algo en el orden del enunciado, lo hace en el orden de la palabra corriente. ¿Pero dónde está la palabra plena? En esa palabra que el sujeto no reconoce como auténtica ni dicha por él. Ahí vamos a tener la diferencia entre enunciado y enunciación: el enunciado es lo dicho; la enunciación es lo que subyace en la posición subjetiva respecto a lo dicho.

Esta división entre enunciado y la enunciación hace que efectivamente el yo miento que está a nivel de la cadena del enunciado -el mismo es un significante que forma parte, en el Otro, del tesoro de vocabulario en el que el yo, determinado retroactivamente, se convierte en significación engendrada al nivel del enunciado, de lo que produce al nivel de la enunciación- resulte un yo te engaño.

El "yo te engaño" proviene del punto desde donde el analista espera al sujeto, y le remite según la fórmula, su propio mensaje en su significación verdadera, decir, bajo una forma invertida. Le dice -en ese yo te engaño- "Lo que tu envías como mensaje es lo que yo te expreso y, haciéndolo así, tu dices la verdad"

En el camino del engaño en el que el sujeto se aventura, el analista en situación de formular ese tú dices la verdad, y nuestra interpretación nunca tiene sentido más que en esa dimensión.

martes, 28 de diciembre de 2021

"Una temporada en el infierno": Angustia y pesadilla

En esta entrada, trabajermos sobre el tema de las pesadillas. Se preguntó J. L. Borges "¿Si las pesadillas fueran grietas del infierno?"
Por su parte, Sigmund Freud, en "Complementos a la teoría onírica" (1920), O.C. dice que:
" (...)los sueños de angustia resultan ser, una vez anuladas las deformaciones impuestas por la censura, satisfacciones de deseos inmorales: egoístas, sádicos, perversos. Tal como sucede en la vida diaria, estos delincuentes disfrazados son incomparablemente más numerosos que los que actúan a cara descubierta".

El genio de Quino nos ofrece la siguiente viñeta:


El 9 de noviembre de 2021 tuvo lugar la Conferencia Virtual dictada por Miriam Fratini, titulada ""Una temporada en el infierno" Angustia y pesadilla". Forma parte del Ciclo de Conferencias 2021 "La angustia: su presentación en la clínica", de la Institución Fernando Ulloa. 

A continuación, mis apuntes sobre la misma.

Hay un poema escrito por Arthur Rimbaud llamado "Una temporada en el infierno", de 1873. Resulta una metáfora iluminada para nombrar a la pesadilla. Tiene un capítulo que se llama Noche de infierno, donde define a la pesadilla como un sueño en un nido de llamas, lo cual es interesante en tanto un sueño que arde allí donde anida, lo cual a nosotros nos resuena en aquel sueño de "Padre, ¿no ves que estoy ardiendo?".

La creación poética ha reunido múltiples veces al infierno con la pesadilla. En 1977, en el teatro Coliseo Borges dictó una conferencia sobre la pesadilla en la que concluye preguntándose "¿Y si las pesadillas fueran grietas del infierno?"

¿A qué se debe esta conjunción de lo infernal con lo pesadillezco? Probablemente, a que el horror y la presión asfixiante que sentimos en nuestras pesadillas nos acercan a esa figura del sufrimiento y la condena eterna que suponemos en el infierno. La hipocrecía o el pudor de los teólogos ha reservado el uso de la palabra eternidad para los predestinados al infierno.

En el dominio de muchos fantasmas bien terrenales, a veces creemos asomarnos a la idea del sufrimiento o del malestar que conlleva la supuesta eternización de algo. Imaginemos un dolor, una depresión, una enfermedad, una circunstancia cualquiera de la vida que no cesa y nos pone en relación siniestra de infinitización. Freud también dice, citando a Goethe, que una serie ininterrumpida de días felices puede ser algo muy difícil de soportar.

El infierno es una fuerte figura del mal en nuestra tradición judeo cristiana de occidente. Freud cita varias veces a lo infernal y lo demoníaco. Hay algo de esa figura del mal que nos habita a los humanos, proyectada quizás en un después de la muerte en la idea teológica.

Los poetas llevan la delantera a los psicoanalistas, que con sus decires constituyen un puesto de avanzada de lo que muchas veces queremos explicar en el psicoanálisis. Lacan dice una frase ejemplificadora, cuando dice sobre Marguerite Duras "Ella sabe sin mi lo que yo enseño". 

En la conferencia de Borges, él dice que la pesadilla es una especie en el género de los sueños. Si creemos que esto es así, tendríamos dos grandes tópicos: angustia y sueños. Son dos temas que recorren de punta a punta la obra de Freud. Freud vuelve permanentemente a su teoría onírica, a sus teorías de la angustia en transformaciones, desarrollos, impasses, interrogantes y distintos momentos. Los relatos de los sueños y la manifestación de la angustia son un núcleo de nuestra clínica. Sería muy difícil recorrer hoy estos términos complejos.

La angustia, tanto como la pesadilla, no necesitarían definición alguna, porque la vida es despóticamente real. En las lecciones introductorias de 1915, Freud, en las lecciones sobre la angustia, en la página 2367 dice:
No creo tener necesidad de definir la angustia. Todos ustedes la han experimentado, aunque sea solo una vez en la vida, este afecto. 

Si preguntáramos a Borges qué es la pesadilla, Borges diría que "la pregunta es retórica, sé demasiado bien la respuesta". Todos tenemos un saber acerca de la angustia y la pesadilla. ¿Entonces por qué hablar de esto? El discurso del psicoanálisis no patologiza a la angustia. La angustia tiene una relevancia en nuestra práctica y es un resorte clínico fundamental. Tiene un lugar privilegiado, por ejemplo, en el seminario 10 de Lacan dice: Preservamos la dimensión de la angustia por su importancia. Es el único afecto que no engaña, la única traducción subjetiva del objeto como causa de deseo. Fija la dimensión temporal del análisis. Orienta al sujeto en su deseo. 

En la clínica, es muy importante la angustia y el psicoanálisis está en las antípodas del capitalismo contemporáneo en el que vivimos, ya que el capitalismo forcluye o rechaza a la angustia y pretende adormecerla en la aspiración de una vida desangustiada. Al mismo tiempo, acaudala y engrosa las arcas de laboratorios multinacionales aplicados a la venta de psicofármacos. Se estigmatiza a la angustia y al mismo tiempo se sirve de ella para acumular dinero con la venta de ansiolíticos. Para el psicoanálisis, la angustia tiene que ver más con lo que dice Mario Benedetti: no te salves... que es mucho más que decir que no tomes clonazepam.

¿Qué vinculo hay entre la angustia y la pesadilla? La pesadilla muestra una falla de la función de la angustia como señal o indicio de que la falta puede faltar. Este modo de enunciar a la angustia, en tanto falta de la falta, es el que Lacan establece la función de la angustia como una señal de un peligro. El mismo Lacan advirtió que hay algo inquietante en esta idea de que si falta la falta, comienza la angustia. Hacia el final de la clase 3 del seminario 10 dice esto.

En el seminario 4 Lacan habló sobre la falta, adjudicable al ordenamiento simbólico. Allí dice que si el niño puede ir al lugar de lo que a la madre le falta, hay algo que nos deja estupefacto. Con Freud, uno podría pensar que Juanito se angustia por el peligro de la falta de la madre. Dice Lacan en el seminario 10:
En Inhibición, síntoma y angustia, Freud nos dice, o parece decirnos, que la angustia es la reacción, reacción —señal ante Ia pérdida de un objeto; así, enumera: la del medio uterino envolvente, que tiene lugar al nacimiento, la eventual de la madre considerada como objeto, pérdida del pene, la del amor del objeto y la del amor del super ego.
Ahora bien, para ponerles ya en cierto camino que resulta esencial tomar, la vez pasada les dije que la angustia no es la señal de una falta, sino de algo que es preciso llegar a concebir en el nivel redoblado de ser la carencia del apoyo de la falta.

De lo que se trata la señal de angustia es de la falta del apoyo que aporta la función de la falta. Continúa Lacan:
¿Acaso ignoran ustedes que no es la nostalgia de lo que llaman el seno materno lo que encuentra la angustia sino su inminencia todo lo que nos anuncia algo que nos perm itirá entrever que va a volverlo a él? (...) Lo más angustiarte para el niño es que justamente esa relación sobre la cual él se instituye por la falta que le hace descanso, esa relación resulta ser lo más perturbado cuando no hay posibilidad de tanta, cuan do la madre le esta todo el tiempo encima, y especialmente al limpiarle el trasero, modelo de la demanda, de la demanda que no podría desfallecer.

La angustia, entonces, es que la relación con la falta sobre la que se instituye el deseo queda perturbada al no haber posibilidad de falta y la madre se le viene encima. Para decirlo rápidamente, es porque hay falta en la madre que hay deseo. Porque algo falta entre el niño y el Otro, lugar en simbólico en el que el niño se constituye como hablante, que el deseo existe. Cuando hay función simbólica de la falta entre el sujeto y el Otro, el deseo se constituye. Por eso, Lacan definirá al deseo como metonimia de la falta, ese deslizamiento permanente del deseo hacia otra cosa. 

De esta manera, la angustia es una señal que advierte al sujeto del peligro de que esa falta, constitutiva del deseo humano, de pronto pueda faltar y que el Otro se vuelva algo aplastante, como en la pesadilla.

En cuanto a la pesadilla, en el seminario 10 Lacan hace una presentación esquemática que la angustia se presenta como un desfiladero entre el goce y el deseo.
Es en el tiempo de la angustia que el deseo se constituye. Esta función media entre de la angustia entre el deseo y el goce lo lleva a Lacan a hablar de vertientes de la angustia del lado del deseo ó del lado del goce. En lo que dijimos hasta ahora, la angustia se presenta del lado del deseo, porque protege de la inminencia ó el peligro de que la falta falte. Freud había dicho que el horror (shrek) que podemos presenciar en los sueños de angustia, que podemos asimilar a las pesadillas, consiste en la falta a la disposición de la angustia ó la falta del apronte angustiado. Cuando Freud habla del horror, plantea una falla de la angustia como señal de que la falta viene a faltar.

La pesadilla nos orienta en la angustia desde la perspectiva del goce. En el seminario 10, Lacan habla de la experiencia de la pesadilla, separándola de los procesos oníricos y extendiéndola a múltiples situaciones de la vida. En el seminario 21 dirá que:
el pensamiento no es sino lo que he llamado hace poco "lo que se cogita", es decir, un sueño negro, aquél en el cual, comúnmente, ustedes habitan. Porque si en algo nos inicia la experiencia analítica es en la circunstancia de que lo más cercano a lo vivido, a lo vivido como tal, es la pesadilla.

Cuando lacan habla de la experiencia de la pesadilla, cita y recomienda el libro de Jones The nightmare, que Lacan ya había mencionado en el seminario 4. Allí se menciona a la pesadilla en términos del íncubo, esos demonios que oprimen y paralizan al soñante. Henry Fuseli tiene un famoso cuadro, el del demonio que oprime el pecho de una soñante:

El íncubo que la oprime es la pesadilla y detrás emerge la figura de una yegua nocturna (nightmare). Lacan, por su parte, da las coordenadas de la pesadilla:
Ni por un instante pienso eludir su principal dimensión: la angustia de la pesadilla es experimentada hablando con propiedad, como la del goce del Otro. El correlativo de la pesadilla es el íncube o el súcube, ese ser que hace sentir todo su opaco peso de extraño goce sobre nuestro pecho, que nos aplasta bajo su goce.

O sea, que tanto en el mito como en la pesadilla vivida, lo que vemos es que aquel ser que pesa por su goce es también un ser que interroga. También se cita el enigma que la esfinge en el mito le hace a Edipo.

La esfinge, cuya entrada en juego —no lo olviden— precede a todo el drama de Edipo, es una figura de pesadilla y al mismo tiempo una figura cuestionadora.

Retengamos esta idea de Lacan que lo esencial respecto a la experiencia de la pesadilla, siempre actual, aparece la angustia ante el goce del Otro. Evidentemente, si Lacan dice esto, es que se diferencia la angustia en la pesadilla de la dimensión de la angustia señal, próxima a los sueños que tienen elaboración, incluyendo a los sueños de angustia.

Entonces, tenemos la vertiente de la angustia que mira hacia el deseo y que se va a corresponder a la vida onírica en tanto el sueño es elaboración, trabajo del sueño y cumplimiento de deseo -aún en los sueños de angustia- y que fundamentalmente preserva el deseo de seguir durmiendo (el sueño como guardián del dormir). Hay una dimensión de la angustia ligada a los sueños en tanto trabajo de elaboración ornírica. Otra dimensión de la angustia es la vertiente de la angustia del lado del goce, que es la que se experimenta en la pesadilla en tanto experiencia del goce del Otro.

¿Qué podemos decir del goce del Otro? El goce es el final de juego del principio del placer ó de la regulación del juego placer - displacer. El goce es el nombre de la satisfacción en el más allá del principio del placer. El goce del Otro normbra aquello por lo cual el Otro se satisface con el yo de alguien. Se trata de pensar que el Otro se complace o se satisface en su presencia aplastante, pesada, opaca y extranjera de lo que le gusta. El goce del Otro es el punto en el cual el sujeto se reduce a no ser más que un objeto para el Otro en su satisfacción. Hay un ejemplo que Lacan toma en el seminario 8, que retoma en el seminario de la angustia: el ejemplo de la mantis, en donde se supone que la hembra de las mantis se satisface comiéndose la cabeza del macho en el apareamiento. Con esto, Lacan ilustra que cuando el Otro se satisface con el yo del sujeto, ya no estamos en la angustia que mira al deseo, sino en el horror de la vampirización ó de devoración.

El goce del Otro indica una presencia del Otro como una pura presencia, con un peso aplastante. Esto está enlazado casi estructuralmente con la pesadilla, donde el Otro se viene encima cuando la señal de angustia falla para advertirnos de este peligro. 

Lacan, por otro lado, dijo que el goce del Otro no existe, por la sencilla razón de que el Otro es un sujeto, de manera que es incapaz de satisfacción plena. Este es el recorrido de un análisis, que nos permite ver en el relato de una vida cómo a veces hemos quedados capturados en la mira fantasmática del Otro a la manera de la pesadilla.

La dimensión de la interrogación en la pesadilla es muy importante. Hay una película, Los fantasmas de Goya, donde se relata la historia del pintor. Tiene una pequeña historia colateral donde el inquisidor interroga a su víctima, donde la pregunta que hace una y otra vez es si es verdad... Desde la mirada psicoanalítica, la erdad es desde la perspectiva fantasmática, pero en la historia tenemos elementos siniestramente reales de esa presencia de una verdad torturante, cuando en la película se hace de un rasgo un elemento que funda la segregación y que arma un todo que segrega ese elemento detestable e impuro. Tenemos muchos elementos en la historia: judío, lesbiana, mujer, comunista, bruja...

Podemos concluir en que tal vez haya un punto pesadillezco en cada sueño. Es una interrogación abierto, se trata de un fracaso de la angustia como señal de que la falta viene a faltar. Casi en su final de su enseñaza, en el seminario 23, Lacan va a afirmar que la obra de Joyce es el relato de un sueño, que como todo sueño es una pesadilla, aunque sea una pesadilla atemperada. Quizá haya un lugar del sueño, como el ombligo del sueño, donde el sueño fracasa como elaboración onírica y no viste en términos de elaboración del sueño. La pesadilla es un lugar donde el sueño fracasa como tratamiento de lo real por lo simbólico.

La pesadilla de una analizante
Una mujer joven sueña que está en su casa, es de noche. Una presencia femenina la persigue. Dice que la figura es muy indefinida, que probablemente se parece a una de esas figuras fantasmales que ha visto en alguna película de terror. Ella asocia con la película "La llamada", una asociación significativa. La figura fantasmal aparece despeinada, con apariencia de loca y la soñante no puede evitarla, sino sucumbir a esa persecución. Sabe que esa figura la quiere matar, o algo peor, dice. En la pesadilla, ella se encierra en una habitación para protegerse y de repente, se corta la luz. Entonces, cree despertar. 

Hay un aspecto a desarrollar sobre los falsos despertares y los límites que a veces se esfuman en las experiencias de las pesadillas, entre lo que es onírico y no lo es. La vigilia ó el sueño, es algo que borra los límites y las escansiones, las diferencias que arman espacios de adentro y afuera, continuidades, antes y después, etc. 

La paciente no sabe si despertó ó si sigue en la pesadilla. Ella cree estar despierta, chequea el corte de luz , mira sobre su mesita de luz y advierte que efectivamente ha podido cerrar la puerta con llave y poner un límite con esa figurafantasmal que la persigue. De pronto, una respiración le indica que la figura que la perseguía está adentro de su habitación, según la paciente, que se adelantó a meterse en su dormitorio aprovechando el corte de luz, donde ella creía haber encontrado un refugio. Allí esa se despierta, presa de un horror indescriptible.

Aquí vemos muchos elementos que vimos de las pesadillas:
- La presencia aplastante.
- Los límites borrados.
- La sensación de falso despertar.
- El encierro. Ella creyó dejar fuera lo que en realidad está dentro. 

Finalmente, una frase de Alejandra Pizarnik, que la escribe sintiéndose mal el nueva York: Todas las noches me las pasaba en vela con el pensamiento pesadillezco de que yo no podía salir de Estados Unidos. Algo obstaculizaría mi partida y yo me quedaría ahí para siempre. 

Recomendado: Otra conferencia de Miriam Fratini: La autoridad del síntoma, ¿Por qué hace posible la cura?

sábado, 18 de septiembre de 2021

Las diferencias entre el psicoanálisis frudiano y lacaniano... ¡En un cuadro!

Un posteo de Claudio Jonas, octubre del 2020:

No entiendo ¿por qué los psicoanalistas discuten si es Freud o Lacan el que tiene la verdad? -dice un amigo, defensor de las políticas conciliadoras- dando por cierto que es más fácil y provechoso enriquecerse con las diferencias. -Porque -digo- en ambas prácticas hay teorías y aplicaciones, que, aunque a ambas se las difunda como superadoras, tienen consecuencias diametralmente opuestas. -Explicame en dos líneas lo de Freud y Lacan, de manera que yo las pueda entender, -me pide. -Te mando un cuadro sinóptico -le prometo- y este que sigue a continuación es el que le compartí.



jueves, 20 de mayo de 2021

"Hallar el camino de retorno" (que no encuentra el psicótico): ¿Qué quería decir Freud con esa expresión?

Referencia de la frase: Conferencias de Introducción, capítulo 26, La teoría de la libido y el narcisismo, pág.383 de Amorrortu

la expresión que utiliza en la conferencia 26, que el psicótico no encuentra el camino de retorno o de regreso de la libido a los objetos. Pareciera una descripción fenomenal, y más aún, que el secreto de poder encontrar un tratamiento psicoanalítico de las psicosis no pasa tanto por los contenidos del inconsciente del psicótico, que por otro lado es lo mismo que en todos, sino en poder investigar ese camino de retorno. Esa es la diferencia entre un neurótico y un psicótico. Y, queriendo seguir una costumbre freudiana muy fructífera de comparar lo normal con lo patológico, más de una vez pensé que el prototipo "normal" de ese impedimento es la pesadilla. A diferencia del sueño de angustia, en la pesadilla uno no puede despertarse, no encuentra el camino de retorno a la relación con los objetos de la realidad. Creo que ahí está el secreto. Poder explicar bien qué impide en la pesadilla poder despertarse, y trasladarlo al psicótico. Todos los días tenemos una o varias psicosis, los sueños, pero podemos encontrar el camino de retorno.

El despertar ocurre en los sueños de angustia, justamente la pesadilla se diferencia de ellos en que no puede despertarse. Si uno tiene la suerte de tener a alguien al lado cuando tiene una pesadilla ( a veces ese alguien mismo es una pesadilla, pero dejemos eso de lado) ese alguien es el que nos va a tratar de rescatar de ese encierro, esa opresión por la nightmare, la yegua de la noche.

Una hipótesis puede ser que el psicótico no encuentra ese camino, como ocurre en la pesadilla. La dificultad para despertarse en las pesadillas es un fenómeno no muy estudiado. En esa investigación, por supuesto, se deberá profundizar en las leyes del funcionamiento psíquico, cómo el yo pasa del proceso primario al secundario y viceversa; y el camino de la libido de los objetos al yo y viceversa.

Tenemos una psicosis diaria: el sueño. Pero volvemos al contacto con la realidad, encontramos el camino. El que tiene una pesadilla tiene dificultades de encontrar el camino de retorno y la angustia desgarradora de la pesadilla bien podría ser la que corresponde a no encontrar las representaciones de la vida real que representen a sus instintos, es la angustia ante la inminencia de no poder salir de la "psicosis normal". La psicosis es la pérdida del camino de retorno. Muchos investigadores, desde Freud, confirman la hipótesis de que el conflicto inconsciente del psicótico es el mismo que el de todos, salvo que se expresa de otro modo. Si esto fuera así, como lo insinúan varios aspectos de la vida de Freud desde 1894, el psicoanálisis pierde el tiempo tratando de ver los contenidos inconscientes del psicótico y debiera concentrar sus esfuerzos en entender qué es ese camino de ida y de vuelta, lo que podría lograr estudiando bien cómo entramos a soñar y cómo podemos salir del estado onírico.