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viernes, 4 de abril de 2025

¿Qué es una pintura?

 ¿Qué es una pintura?, ¿es lo mismo que un cuadro?

Estos interrogantes se entraman en el trabajo de diferenciación entre lo visual y lo escópico que Lacan lleva a cabo en su seminario 11. En principio parece plantear dos respuestas que no necesariamente se excluyen: una pintura es una imposición del artista como sujeto, a través de su mirada; también es un producto cultural, que en tanto tal participa de lo sublimatorio.

A diferencia de esto afirma: “… algo que tiene que ver con la mirada se manifiesta siempre en el cuadro. Bien lo sabe el pintor, porque su elección de un modo de mirada, así se atenga a ella o la varíe, es en verdad su moral, su indagación, su norte, su ejercicio.” Es tan llamativa como interesante esa inclusión de la moral, esta implica ¿una perspectiva, una posición? Esencialmente se trata de un recorte.

Tomada por este sesgo la pintura como producto es algo que se ofrece a lo visual, para deponer la mirada. María Moliner dice del término deponer: bajar, destituir (a alguien), apartar (de sí).

Es este último sesgo es importante de resaltar. Si ofreciéndose a lo visual, el cuadro permite deponer la mirada, es porque la aparta, aparta al pintor de su mirada, la cual no casualmente queda extraída del cuadro aun cuando es condición de él.

Este apartar de sí es un recorte, también una separación que pone en juego una discordancia que afecta al cuerpo, una respecto de la cual el falo sólo puede remedar. Estamos en el terreno de una falla que afecta a lo sexual, algo distante de una falta: se trata esencialmente de lo que no hay.

Pensar esto como discordancia ya implica una tramitación simbólica de algo real y que Lacan pone a jugar a partir de la discrepancia entre lo visual y la mirada. ¿Qué estatuto de la castración pone en juego este planteo? Porque con la distancia aludida Lacan está interrogando el estatuto del cuerpo.

miércoles, 7 de septiembre de 2022

La neurosis obsesiva en el último período de la enseñanza de J. Lacan

Resumen
En el presente trabajo desplegamos algunas de las perspectivas que se desprenden de las formulaciones que Jacques Lacan produce sobre la neurosis obsesiva en el último período de su enseñanza, especialmente a partir del examen de esta estructura en función de su relación con el campo de lo escópico y la conciencia en tanto sinthome que sostiene el anudamiento de los registros. A partir de allí se realiza una relectura de diversos aspectos referidos a dicha estructura neurótica señalados por Freud, los post-freudianos y por el mismo Lacan en momentos previos de su enseñanza.

1. Introducción
Las breves formulaciones que Lacan produce sobre la neurosis obsesiva en el último período de su enseñanza, si bien vuelven sobre problemas que han insistido a lo largo de la misma (su relación con el yo, lo imaginario y su fantasma escópico), presentan, sin duda, una perspectiva novedosa si son correlacionadas con las siguientes cuestiones fundamentales que caracterizan su enseñanza en los años '70: su trabajo con los nudos borromeos y la función del sinthome como reparación del lapsus del anudamiento entre los registros (años'75-'76), el cruce entre la topología de la superficie tórica y la topología de nudos, y la redefinición del inconsciente como "una-equivocación" (une-bévue) (años '76-'77). La presente investigación1 nos permitió -en una primera fase- comenzar a ubicar la incidencia de cada uno de estos puntos en la definición de la neurosis obsesiva e intentar desplegar algunas de las consecuencias clínicas que se derivan de ello; en especial aquellas que podríamos llamar los encadenamientos y desencadenamientos neuróticos.

2. Éxito y fracaso de la defensa
Freud ha destacado, desde los comienzos de su elaboración sobre la neurosis, dos momentos fundamentales de la trayectoria típica de una neurosis obsesiva. Los ubicó en función de la lógica del proceso defensivo como "éxito" y "fracaso" de la defensa. Al primero de ellos lo denominó también "salud aparente" o "carácter" y al segundo como la enfermedad propiamente dicha o neurosis (cf. Freud, 1896). El éxito de la defensa constituye un singular modo obsesivo de rechazo del inconsciente, y la "enfermedad" marca el fracaso de los "síntomas de la defensa primaria" (luego denominados "formaciones reactivas") que sostenían la defensa y la irrupción de síntomas de retorno de lo reprimido que constituyen la irrupción de los síntomas obsesivos típicos y los "afectos obsesivos" que modalizan distintas formas de la angustia.

Consideramos que esta clásica oposición freudiana puede ser leída, a partir del último período de la enseñanza de Lacan, en términos de encadenamientos y desencadenamientos o, también, en función de anudamientos y desanudamientos entre los registros. Esta perspectiva nos permitiría también, en el curso de la presente investigación, una formalización nodal de la oposición entre histeria y neurosis obsesiva. En efecto, tal como hemos desarrollado en un trabajo previo (cf. Mazzuca, R., Schejtman, F. y Godoy, C., 2008, p. 121-125) la histeria hace un singular uso del amor al padre para sostener el anudamiento entre RSI. Es un uso del inconsciente y del cuerpo sostenido en el padre como defensa frente a lo real del goce femenino que pone en cuestión su identidad y unidad. El inconsciente en la histeria, por lo tanto, se sostiene en la armadura del amor al padre y ésta opera como sinthome, es decir como cuarto, que mantiene anudados los tres registros. Esto nos permite afirmar que la histeria -que implica una elaboración de saber dirigida transferencialmente al Otro- es ya un modo de defensa frente a lo real del inconsciente o -como Lacan lo comienza a denominar a partir de su Seminario 24, l´une-bévue (la "una-equivocación"). Por su parte, la neurosis obsesiva siempre implicó -tanto para Freud como para Lacan- una suerte de redoblamiento defensivo con respecto a la histeria. Es por eso que Freud ubicaba un "núcleo de histeria" en toda neurosis obsesiva, que pensaba a ésta última como un "dialecto" de la histeria o que en sus primeras concepciones etiológicas formulaba una escena "pasiva" histérica previa a la escena "activa" que caracteriza a la obsesión. Podemos afirmar entonces que las formaciones reactivas que sostienen el "carácter" obsesivo, la ilusión de dominio consciente, su "salud aparente" y su aislamiento constituyen un cierre con respecto a la dimensión transferencial del sujeto histérico. Por eso, ya desde los años sesenta, Lacan hizo de la histeria un discurso y no así de la obsesión. No resulta extraño, por lo tanto, que Lacan en su Seminario 24 retome el concepto freudiano de "defensa" y conciba la función del analista como la de "perturbar la defensa" (cf. Lacan, 1976-77, clase del 11-1-77). Pero también reconocemos en la enseñanza de Lacan la necesaria "histerización" del obsesivo para su entrada en análisis, lo cual se demuestra solidario de lo anteriormente señalado.

Es crucial distinguir así el inconsciente como "Una-equivocación" -une-bévue, S1 fuera del sentido- tanto del inconsciente en su dimensión discursiva y transferencial -que implica una elaboración de saber, S2- como de la conciencia obsesiva, ya que éstos constituyen modalidades defensivas sinthomáticas de las neurosis, las cuales pueden ser consideradas como neurosis no desencadenadas; es decir, aquellas en donde los registros se mantienen anudados en función de un cuarto redondel de cuerda.

3. La neurosis no desencadenada: el carácter como obstáculo
Dentro de los autores postfreudianos ha sido W. Reich, en sus libros Análisis del carácter y La función del orgasmo, quien se ocupó del problema de lo que podríamos denominar la neurosis cerrada o no desencadenada bajo el nombre de "carácter". Si bien no se refería específicamente a la neurosis obsesiva, no cabe duda que prolongaba los desarrollos freudianos sobre la misma. J. A. Miller ha destacado el valor de este trabajo en tanto señala un punto de obstáculo que se le presentó a los analistas de los años veinte, un impasse que no pudieron resolver y que no dejaba de tener relación con los problemas a los que vuelve la última enseñanza de Lacan para proponer allí una salida distinta de ese mismo impasse (cf. Miller, 1998-99, p. 73 y sig.). La primera perspectiva del psicoanálisis fue situarse en función de una clínica del síntoma como retorno de lo reprimido. El síntoma como un cuerpo extraño para el sujeto, al mismo tiempo parcial y localizado. Una perturbación local que mantiene exterioridad con respecto al yo, una "tierra extranjera interior", que genera sorpresa y problematiza al sujeto. Por el contrario, a partir de los años 20 -y W. Reich es un claro exponente de ésto- surge el interés por aquellos casos en donde no hay un síntoma delimitado sino que la neurosis se expande a la vida del sujeto, produciendo una infiltración en la existencia del mismo. Esto está en la misma línea de lo que Freud llamaba "salud aparente", en tanto el sujeto no aparece afectado por las perturbaciones sintomáticas sino que se manifiesta en una serie de comportamientos, de actitudes, de modos de relacionarse con el Otro. El carácter pasa a ser entonces el estilo habitual del sujeto, su modo de comportarse con el otro en el lazo social (retomaremos luego cómo el tema del "lazo social" aparece también el Seminario 24 para definir la neurosis). Algunos autores -como O. Fenichel, por ejemplo- llegaron a plantear que esa iba a ser la "neurosis moderna", una neurosis más bien "cerrada", asintomática, en contraposición con la neurosis "abierta" sostenida en el síntoma como irrupción perturbadora.

El problema que se le presentó a estos analistas era cómo maniobrar en el análisis para hacer un tratamiento de esa "neurosis caracterial", cerrada en sí misma, que tendría un cierto equilibrio y estabilidad, en donde el carácter mismo constituye el éxito de la defensa que la mantiene anudada. La idea de W. Reich fue entonces que el caracter constituye una "coraza" que permitiría tanto una defensa frente al orden pulsional como respecto a las contingencias del mundo externo. Incluso llega a plantear cómo, en ciertos casos, un paciente puede demandar un análisis porque sufre de un síntoma -es decir comenzar con una neurosis desencadenada- pero que rápidamente, en transferencia, podría producirse su "cierre" caractérico en el curso del análisis constituyendo un obstáculo al mismo. Es un modo de señalar que, en un tratamiento analítico, puede haber momentos de cierre y apertura de la neurosis, de encadenamientos y desencadenamientos, y que el analista mismo, por lo tanto, puede ser un factor que opere en un sentido o en el otro con sus intervenciones y con su posición en el lazo transferencial.

A partir de allí su propuesta es que habría que empezar el tratamiento de estos casos introduciendo algún tipo de ruptura en dicha "coraza". Se pregunta entonces cómo salir de ese punto de cierre caractérico que tiende a fijarse. Es así que plantea que lo esencial de la acción analítica es tratar de "perturbar el equilibrio neurótico" (Reich, 1955, p. 121); es decir, realizar una perturbación de la coraza caractérica. El analista aparece así como un agente "perturbador" del equilibrio neurótico.

Para Reich el analista produce la perturbación de la defensa a través de una serie de recortes en donde los rasgos caractéricos podrían, eventualmente, sintomatizarse. Se trataría así de pasar del rasgo, recortado de la coraza, al síntoma. También sigue una cierta vía freudiana que es concebir esa coraza del carácter como una defensa frente al goce, como un tratamiento neurótico del goce que lleva a un empobrecimiento subjetivo por la inhibición, la rigidez y la fijeza que presenta. Si bien hasta aquí las formulaciones de este autor resultan sumamente atinadas, el problema esencial es que Reich trata de perturbar la defensa de un modo inadecuado al introducir la idea de un forzamiento que se paga, en la dirección de la cura, con la "transferencia negativa". Se verifica así el callejón sin salida en el que cae Reich: perturbar la defensa del neurótico a través de un forzamiento de los rasgos de carácter conlleva, en su caso, una desconfianza en la función de la palabra. El analista se extravía así al dirigir su atención a los modos de expresión del comportamiento y se produce un estancamiento en el plano transferencial imaginario que se manifiesta como transferencia negativa. Por el contrario, para Lacan no se tratará de un forzamiento en lo imaginario sino de un "corte" -punto que abordaremos en detalle en un próximo trabajo- pero para el que se debe tener en cuenta, fundamentalmente, cuál es el redondel de cuerda que sostiene sinthomáticamente el anudamiento neurótico. Intentaremos precisar ahora, como lo hemos hecho anteriormente para la histeria (cf. Mazzuca, R., Schejtman, F. y Godoy, C., 2008, 121-125), lo que brinda consistencia al anudamiento obsesivo.

4. La mirada, la rana y el buey
En el Seminario 23 Lacan destaca la estrecha relación que la neurosis obsesiva tiene con el campo de lo escópico. Para hacerlo parte de la definición de la pulsión como "el eco en el cuerpo del hecho que hay un decir" (Lacan, 1975-76, p.18) y agrega 
"Para que resuene este decir, para que consuene...es preciso que el cuerpo sea sensible a ello. De hecho lo es. Es que el cuerpo tiene algunos orificios, entre los cuales el más importante es la oreja, porque no puede taponarse, clausurarse, cerrarse. Por esta vía responde en el cuerpo lo que he llamado la voz" (ibid.). 

Podríamos afirmar entonces que la clínica de la histeria, con sus síntomas, revela ejemplarmente la resonancia en el cuerpo del decir. Sin embargo -y en esto la neurosis obsesiva será paradigmática- "Lo molesto, por cierto, es que no está solo la oreja, y que la mirada compite notablemente con ella" (ibid.). Y agrega: 
"More geométrico, a causa de la forma, cara a Platón, el individuo se presenta como puede, como un cuerpo. Y este cuerpo tiene un poder tan cautivante que hasta cierto punto habría que envidiar a los ciegos. ..Lo sorprendente es que la forma no revela más que la bolsa, o si ustedes quieren, la burbuja, ya que es algo que se infla. El obsesivo es el que más lo sufre, porque... él es como la rana que quiere volverse tan grande como el buey. Conocemos los efectos de esto por una fábula. Resulta particularmente difícil, como se sabe, alejar al obsesivo del dominio de la mirada" (ibid.).

El obsesivo privilegia entonces la dimensión escópica, produciendo así una singular nominación imaginaria que opera como cuarto redondel de cuerda, su sinthome, que mantiene unidos a los tres registros al costo del aislamiento, la petrificación y la mortificación que lo caracterizan en su rigidez.

La neurosis obsesiva aparece, por lo tanto, definida -hacia el final del Seminario 24- como "el principio de la conciencia" (Lacan, 1976-77, clase del 17-5-77). En dicha clase Lacan comienza ubicando que "la neurosis se sostiene en las relaciones sociales" (ibid.) es decir, como propone leerlo J. A. Miller: la inmersión del Uno del inconsciente en la esfera del Otro (cf. Miller, 2006-7). Esta perspectiva "social" de la neurosis estaba anticipada en lo que Lacan llamaba, en los años cincuenta, "la pantomima neurótica" (Lacan, 1957, p. 432). Lo que se agrega ahora es que ese modo de incluir al Otro es una defensa frente a lo traumático del Uno. Luego afirma que "a la neurosis se la sacude un poco y no es para nada seguro que se la cure por eso" (Lacan, 1976-77, clase del 17-5-77) y es en ese momento que pone como ejemplo a la neurosis obsesiva como principio de la conciencia. Podemos sostener entonces que la neurosis obsesiva es, dentro de las neurosis, aquella que logra la consistencia defensiva más rígida. Si seguimos en perspectiva toda la elaboración sobre la neurosis obsesiva en Lacan, podemos encontrar que ha tomado distintos aspectos de la misma, incluyendo toda la problemática que se derivaba de los estudios clásicos tanto de Freud como de los post-freudianos, referidos al erotismo anal, remitiéndolo a la relación del sujeto con la demanda del Otro. Sin embargo, uno de los puntos más originales es el modo en que ha formulado la relación del obsesivo con el campo de lo escópico. Se destaca siempre la importancia de la conciencia escópica en el equilibrio obsesivo, lo que podríamos llamar "la armadura obsesiva". Como antecedentes de este tema podemos citar la identificación del obsesivo con el amo -"que no puede verse"- que lo observa desde el palco (Lacan, 1956, p.292), a quien le dirige sus hazañas. Esto es congruente tanto con lo que denominaba el "goce de un espectáculo" (Lacan, 1957, p.434), así como con la caracterización del yo del obsesivo como un "yo fuerte" a partir de la comparaciones con la fortificaciones estilo Vauban (Lacan, 1949, p.101) o las estructuras de "fábrica fortificada" que utilizaba en sus primeros trabajos dedicados al estadío del espejo (Lacan, 1948, p.101). Finalmente, en el Seminario 10, destacará cómo se articulan el nivel anal del don con la el plano escópico de la imagen cuando señala que:
 "aquello que él considera que aman es una determinada imagen suya. Esta imagen, se la da al otro. Se la da hasta tan punto que se imagina que el otro ya no sabría de qué agarrarse si esta imagen llegara a faltarle... El mantenimiento de esta imagen de él es lo que hace que el obsesivo persista en mantener toda una distancia respecto de sí mismo, que es, precisamente, lo más difícil de reducir en el análisis" (Lacan, 1962-63, p. 348).

5. La distinción histeria-neurosis obsesiva y la oposición inconsciente-conciente
Siguiendo esta línea J. C. Indart ha propuesto -de un modo que consideramos muy pertinente- pensar la conciencia obsesiva como una "conciencia de sí" que sostiene un ideal de omnivisión. La conciencia puede concebirse así, tal como la describe Freud, como una conciencia agujereada en donde el sujeto, al modo de la conciencia fenomenológica, está en situación, percibe lo que ocurre, lo que lo rodea, pero no está a salvo de recibir sorpresas: ya sea por un lapsus de sus palabras, ya sea por las contingencias de la existencia. Dicha conciencia deja lugar a lo no calculado; podríamos decir, es una conciencia que no puede verlo todo (cf. Indart, 2001). Está dentro de la escena, por eso queda agujereada y el sujeto es pasible de ser sorprendido, tomado por la una-equivocación.

En cambio, en el obsesivo la "conciencia de sí" es una especie de visión trascendental, de panóptico en el que el sujeto -como decía Lacan el El psicoanálisis y su enseñanza- deja en la escena sólo "una sombra de sí mismo" (Lacan, 1957, p.434). La defensa del obsesivo es esa "conciencia de sí" que, como observatorio trascendental, está por fuera de la escena. En el Seminario 8 la conciencia es equivalente a la escritura del fantasma obsesivo que Lacan propone allí. Es así que afirma: "Consciente, consius designa originalmente la posibilidad de complicidad del sujeto consigo mismo, en consecuencia también una complicidad con el Otro que le observa" (cf. Lacan, 1960-61, p. 290). A través de éste el obsesivo colma la falta en el Otro, la satura con su imagen fálica -con su imagen narcisista o con la serie de objetos que operan como equivalentes fálicos- para colmar la castración en el Otro. Ya en dicho seminario Lacan lo vincula con la función de la conciencia; a diferencia del fantasma histérico, en donde el falo está por debajo de la barra y es referido al inconsciente vía la represión. Propone así una distinción precisa entre el funcionamiento inconsciente en el fantasma histérico, y la conciencia del fantasma "oblativo" del obsesivo (la imagen que ofrece al otro para colmarlo) que se constituye como control fálico de los objetos. Es este modo obsesivo de suturar la división subjetiva, sostenida en un yo fuerte y el fantasma panóptico, aquello que le permite mantener la ilusión de que todo sería calculable y que podrían evitarse las desagradables sorpresas, aquellas que caerían fuera de dicho cálculo. Ilusión que sería equivalente a lo que Lacan llamaba en los años 50 "engañar a la muerte" (Lacan, 1957, p. 434) a través de mil astucias.

Esta oposición histeria-inconsciente y neurosis obsesiva-conciencia, estaba presente ya en Freud cuando marca que la represión no opera de la misma manera en ambos casos; puesto que en la histeria opera por amnesia y en la neurosis obsesiva se han cortado los vínculos asociativos, se han desconectados la representaciones a través del aislamiento (Freud, 1926).

El "aislamiento" presenta así una estrecha relación con la conciencia de sí y comporta en el obsesivo su modo fundamental de "saber hacer con la imagen", con la imagen yoica que observa desde su posición fantasmática trascendental. Es en esa constante auto-observación controlada en la que radica su modo defensivo propio. Aquel que constituye lo que podríamos denominar la "armadura obsesiva", es decir, su sinthome específico. Esto constituye una primera parte en nuestra investigación que proseguirá, en próximos trabajos, avanzando sobre la escritura nodal y las reversiones tóricas que permitirían formalizar el sinthome obsesivo, así como sus relaciones con el sinthome histérico y sus modos específicos de desanudamientos cuando lo real de la angustia o del síntoma produce la ruptura del anudamiento sintomática. Esto nos llevará a situar la intervención analítica como "corte" -radicalmente distinto a cualquier forzamiento imaginario- en las superficies que constituyen las armaduras de las neurosis.

Bibliografía:

1- Freud, S. (1896), "Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa", en Obras Completas, Ed. Amorrortu, Bs. As. 1976, T. III. [ Links ]
2- Freud, S. (1926), "Inhibición síntoma y angustia", op. cit., T. XX. [ Links ]
3- Godoy, C. (2006), -"La histeria histórica". En Memorias de las XIII Jornadas de investigación. Segundo Encuentro de Investigadores en psicología del MERCOSUR: Paradigmas, Métodos y Técnicas, Secretaría de Investigaciones, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Agosto de 2006, Tomo II. [ Links ]
4- Indart, J.C. (2001), La pirámide obsesiva, Ed. Tres Haches, Bs. As., 2001. [ Links ]
5- Lacan, J.; (1948), "La agresividad en psicoanálisis", en Escritos 1, Ed. Siglo XXI, México, 1984. [ Links ]
6- Lacan, J.; (1949), "El estadío del espejo como formador de la función del yo tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica", en Escritos 1, Ed. Siglo XXI, México, 1984. [ Links ]
7- Lacan, J.; (1956) "Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis", en Escritos 1, Ed. Siglo XXI, México, 1984. [ Links ]
8- Lacan, J.; (1957), "El psicoanálisis y su enseñanza", en Escritos 1, Ed. Siglo XXI, México, 1984. [ Links ]
9- Lacan, J. (1960-61), El Seminario, libro 8: La transferencia, Ed. Paidós, Bs. As. [ Links ],
10- Lacan, J.; (1962-63), El seminario, libro 10: La angustia, Ed. Paidós, Bs. As., 2006. [ Links ]
11- Lacan, J.; (1975-76), El seminario, libro 23: El sinthome, Bs. As., 2006. [ Links ]
12- Lacan, J.; (1976-77), El seminario, libro 24: L'insu que sait de l'une-bévue s'aile à mourre, inédito. [ Links ]
13- Mazzuca, R.; Schejtman, F. y Godoy, C. (2008), "La histeria en elúltimo período de la enseñanza de J.Lacan". En colaboración (con R.Mazzuca y F. Schejtman). En XV Anuario de Investigaciones, Instituto de Investigaciones de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, 2008, Tomo II. [ Links ]
14- Miller, J.A. (1998-99), La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Ed. Paidós, Bs. As., 2003 [ Links ]
15- Miller, J.A. (2006-2007), Curso "La orientación lacaniana", inédito. [ Links ]
16- Reich, W. (1933), Análisis del carácter, Ed. Paidós, Barcelona., 1980. [ Links ]
17- Reich, W. (1955), La función del orgasmo, Ed. Paidós, México, 1997. [ Links ]

Fuente: Godoy, Claudio; Schejtman, Fabián (2009) La neurosis obsesiva en el último período de la enseñanza de J. Lacan

viernes, 4 de septiembre de 2020

“¿Alguien trajo facturas para el mate?”


¿Qué es esa satisfacción, en los bordes del cuerpo, donde “uno se concentra como si fuese un concierto”? ¿Por qué esa “mirada que coagula, mirada que atrapa, de la que uno no se puede despegar”? ¿Qué pasa cuando “un padre ejerce el goce de la voz”? ¿Por qué las agendas viejas son decepcionantes? ¿Cuál es el ancla que consiguieron Mozart y Borges? Y otras cuestiones desde el psicoanálisis.

Con la pulsión pasan cosas raras. Cuando decimos pulsión oral, por ejemplo, hay una fuerza, un empuje que no funciona acorde con las reglas de una biología pura, que sólo estuviera comandada por el orden de la vida. Yo planto trigo, pongo los fertilizantes, hay sol suficiente y el agua necesaria, el trigo crece, proporciona sus granos. El ser humano come todos los ingredientes que necesita, una dieta balanceada, sabe qué es necesario, termina de comer, ¿y qué hace?: “¿Tomamos un cafecito?” “¿Y una copita de coñac?” “¿Querés un cigarro?” “¿Lemoncello?” “Bueno, es el Día de la Madre, brindemos, champagne.” “Yo traje una tortita.” Entre una cosa y la otra, ya son las cinco de la tarde: “¿Alguien trajo facturas para el mate?”. ¿Qué pasa con ese empuje que, a pesar de lograr su satisfacción, persiste? ¿Por qué persiste?

Tomemos otra pulsión, la escópica: hay goce en el ver. Es grato para un caballero observar a una mujer hermosa; para una mujer, a un caballero que le guste; nos gusta ver una buena película. Goce de la mirada. Pero, de pronto alguien va a cenar con una persona que quiere y enfrente hay un televisor y él queda atrapado por la mirada, hasta que: “Vení, sentate del otro lado”. Es el fascinum. Es la mirada medusante, la de Medusa, la mirada que coagula, la mirada que atrapa, de la que uno no se puede despegar. ¿A ustedes nunca les pasó que pasaron por el living, estaba prendido el televisor y quedaron atrapados, y después se preguntaron qué estaban haciendo ahí?

También nos interroga el objeto. Como dijo Freud, el objeto es lo más variable: el menú del restaurante lo testimonia así.

Y tenemos también la fuente de la pulsión. Uno pensaría que la pulsión oral se satisface con la panza llena. No. El genio de Freud advierte que se satisface en el borde de los labios, en el enclave de los dientes; no tiene nada que ver con el estómago, el esófago, la faringe, el intestino grueso, el delgado. Con la pulsión anal, lo mismo. Cuando uno hace sus necesidades cada mañana, ni se entera de lo que se está procesando en el intestino delgado, en el intestino grueso, en el duodeno. El momento de la satisfacción, cuando uno no quiere que lo interrumpan, cuando se concentra como si fuera un concierto, es el momento en que participa el borde anal. El ejemplo extremo de la satisfacción –sólo un genio como Freud pudo señalarlo– es un labio besando a otro labio. Piensen un poco con los términos del ideal higiénico: ¿para qué sirve un beso? Sólo para intercambiar gérmenes. Sin embargo, ¿quién renunciaría a un beso bien dado con alguien que ama, que desea?

Somos vivientes raros. Porque uno ve en National Geographic, con esas lentes de aumento, insectos con cuerpos inesperados, bichos raros. Pero si ese bicho viera las cosas que hacemos, diría: “Esta gente sí que es rara. Se enfrentaron, se mataron tantas veces, llegan a poner en riesgo su propia supervivencia...”. Sólo el ser humano hace estas cosas. ¿Por qué? Es que la irrupción del lenguaje, encarnado en el Otro, arruinó el instinto. El lenguaje es la ruina del instinto. Sarmiento –que era genial– se equivocó. “Civilización o barbarie” es: civilización y barbarie. La barbarie no existe fuera de la civilización. No hay sapitos que digan que torturaron por obediencia debida. Sólo el sujeto come lo que le hace mal, no come lo que precisa, come de más, come de menos, sufre de anorexia apátrida –como dice Inodoro Pereyra, defendiendo a su mujer la Eulogia que era gorda–. El lenguaje nos otorga libertad; podemos comer variedad de alimentos, mientras que la vaca sólo come pasto. Pero tendemos a comer lo que nos hace mal. De más o de menos. Perdimos lo que define al instinto de la hormiguita, una fuerza que sabe qué objeto le conviene.

Ronquido de padre
Cuando desde el lugar de un padre se ejerce el goce de la voz, el grito, esa voz no es del orden del dicho. Cuanto más se grita, menos pasa la palabra. La voz llena el vacío del Otro. Conviene destacar que la voz, para que tenga el valor del imperativo categórico, eso que llamamos el superyó sádico, es una voz que va ligada a una palabra que demanda obediencia, que indica un mandato. Pero que no se reduce a ese mandato o a ese dicho. No es –dice Lacan en el Seminario “La angustia”– la voz de la música. Es una voz que va articulada a una orden. Y que se presenta así en la medida en que no está interrogada.

Reconocemos que hay distintas voces. Una es la voz imperativa, la voz del padre, el trueno de Zeus necesario. Pero también es necesario ir más allá de él. Un gran poeta, Vinicius de Moraes, dijo: “El que no escuchó roncar a su padre no sabe qué es tener padre”. Pero a un padre que siempre ronca, ¿quién lo aguanta? Voz imperativa, voz del superyó, voz de la conciencia moral, voz sádica, cruel. Pero tenemos, además, otra voz. Una madre que ama a su bebé, cuando le canta una canción de cuna, le brinda otra voz; no es la voz imperativa del superyó, es la voz del buen amor. Y tenemos, finalmente, la sublimación de la voz, que es la música. La música, tiene, por el hecho mismo de ser la sublimación de la voz, una característica: sólo por proyección le podemos atribuir un relato. Como dice un gran filósofo, Vladimir Jankélévitch, en La música y lo inefable (ed. Alpha Decay, 2005): sí, hay títulos que sugieren: La consagración de la primavera, de Igor Stravinski; Las cuatro estaciones, de Vivaldi; Preludio para la siesta de un fauno, de Debussy; La pastoral, de Beethoven, y tantos otros, pero son tan sólo títulos alusivos. Porque la música, como la voz a la que sublima, no es del orden del dicho ni del sentido.

Agenda vieja
Cuando el sujeto se encuentra ante una escena en la cual no puede avanzar, es inexorable que apunte para el otro lado, a la regresión. Por ejemplo, ¿quién no perdió alguna vez a un novio, una novia, un marido, una mujer, una amante? Es de lo más común que, en ese tiempo donde se quiebra una relación que para el sujeto ha sido importante, se apele a la agenda, se repasen números viejos. “No tengo recursos para avanzar, pero quiero pasar a algo distinto, probemos con lo que fue.” A veces, pocas, da resultado. La mayoría de las veces produce decepción. Nuestro tango lo dice, aunque “llorón”, bajo la forma del destino inexorable: el sujeto vuelve vencido a la primera dirección de la agenda: la casita de los viejos. ¿Por qué fracasa este recurso? También lo dice el tango. Con una filosofía que no se reduce a metafísica: “La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”. Agreguemos, como Lacan dice respecto de Hamlet, la vergüenza de haber sido el falo de mamá y el dolor de ya no serlo. Si no lo supera, tal vez busque una mujer que repita a ese Otro primordial. Tal vez no pueda interrogar su atrapamiento y lo viva como la consecuencia de un destino inexorable. Un análisis ayuda al sujeto a que haga de un destino un estilo. Hacer de un destino un estilo implica hacer, del lugar de objeto de goce para el Otro, el lugar vacío que invite a la creación.

El ancla
El fantasma es un conjunto de significantes anclados por un objeto de goce. Objeto de goce que tampoco es natural: se gesta en los encuentros del sujeto con el lenguaje del Otro. Se gesta en una contingencia, que depende de la relación, desde el comienzo, del sujeto con el Otro. El padre de Mozart le enseñó música desde los dos años, pero respondió un pequeño que tenía talento para la música. Borges nació rodeado por los libros del padre, pero la biblioteca cobijó a un pequeño que en las letras encontró el gusto de su existencia. Ellos fueron guiados por el padre, pero eso se da en muchos casos y depende de una contingencia: lo que llega del Otro y cómo el sujeto responde. Otra historia surge cuando el sujeto renuncia con sus sueños, cuando, ante su incapacidad para avanzar de acuerdo a sus sueños, resuelve invertir el recorrido: en lugar de realizar sus sueños, queda al servicio del Otro. El sujeto se siente degradado, sufre. Es lo que llamamos el antihéroe. Podemos encontrarlo en el monólogo de Anton Chejov “Sobre el daño que hace el tabaco” o en personajes representados por Chaplin o Woody Allen. Suelen ser personajes extremos en los cuales advertimos el riesgo que para cada uno implica ignorar el precio de una pérdida necesaria. Cuando una pérdida no es una desgracia, es una pérdida eficaz. En cambio, cuando el sujeto no paga la entrada, sólo tendrá una función deslucida; más de lo mismo.

Fuente: Isidoro Vegh (28/05(2013) “¿Alguien trajo facturas para el mate?” - Página 12 * Fragmentos de Senderos del análisis. Progresiones y regresiones, que distribuye en estos días ed. Paidós

viernes, 19 de junio de 2020

La voz y la mirada en la clínica psicoanalítica.

Notas de la conferencia dictada por Benjamín Domb, el 23/04/2019

Todas las necesidades del ser humano están contaminadas por otra satisfacción, que es otro goce, que es el goce fálico, el goce de la palabra. Los seres humanos gozamos, no comemos pasto. Comemos comidas que nos gustan porque nos da satisfacción. Esto tiene que ver con que somos seres hablantes.

¿Cuál es la importancia clínica de las pulsiones? Muchas patologías que nos encontramos en la clínica de hoy en día se refieren a las pulsiones. Las pulsiones están mezcladas y articuladas. Hagamos una rápida referencia:

Pulsion oral: El objeto oral es el pecho. bulimia, anorexia, drogadicción. Alcoholismo. Cigarrillo. ¿Qué podemos decir de la oralidad? La gente se droga, come desaforadamente, por la angustia. Son remedios que uno encuentra para mitigar la angustia o la depresión. Todo esto comienza con la teta, que es lo que la madre le da cuando el chico llora. Los padres muchas veces no saben qué hacer con la angustia del niño y le tapan la boca. Los sustitutos de las pulsiones son para tapar la boca. Hay muchas suplencias de la teta, del chupete. 

Pulsión anal: Su objeto son las heces. La constipación, la diarrea. La tacañería. Hay sujetos que no pueden perder absolutamente nada. Retienen, no tienen posibilidad de dar. Hay otros que se hacen cagar. Se tratan de patologías derivadas de la pulsión anal.

Estas pulsiones, la oral y la anal, son “de la vieja época”, las descritas por Freud. Lacan agrega la voz y la mirada.

Pulsión escópica: El objeto de la pulsión escópica es la mirada. No es lo mismo la mirada que la visión. Lacan dice que los ojos están hechos para no ver. Lacan pone el ejemplo de la latita que está en el mar, que te ve. El ejemplo más claro para mi es cuando uno se mancha la camisa: esa mancha lo mira a uno. La mancha es una mirada. Alguien que se arregla y se pasea, también lo mira a uno. La mirada es lo que te convoca a la visión, como los cuadros de las pinturas también tienen que ver con atrapar la mirada. 

Las patologías referidas a lo escópico son las patologías del narcisismo, al cuerpo, a cómo te ves. Tiene que ver con el estadío del espejo. Tiene que ver cómo te miraron. Hay una poetisa, Elvira Sastre, que define la soledad como mirar a alguien que no te mira. Cuando el Otro no te mira, estás sonado. Esto puede ser por la neurosis de los padres, que hacen que el chico tenga problemas en su constitución. 

Pulsión invocante: Es una pulsión que tiene que ver con la voz (objeto), que no tiene que ver con cantar. La patología que tiene que ver con la voz del superyó. El psicótico escucha voces que le hablan, es una voz que no se introyectó.

Todos los objetos de la pulsión son objetos que se pierden. Uno no toma la teta toda la vida, sino que se toma un tiempo. Los objetos perdidos se sustituyen por otros objetos que la sociedad ofrece constantemente para que uno satisfaga las pulsiones, por ejemplo la droga. Las heces también se pierden, así como la mirada y la voz. 

La voz se pierde cuando uno adquiere el lenguaje y comprende. El sujeto se queda con el significante y el sentido y la voz se pierde. Queda tapada por el qué me quisiste decir, qué dijiste. Un analista puede captar el sonido y el sentido. La poesía implica capturar el sonido y el sentido. Borges hacía mucho incapié en que la musicalidad y en el sentido estaba la buena poesía. Lacan, al final de su enseñanza, dijo que el psicoanalista tenía que ser un poco poeta. El buen poeta capta el sonido con el sentido, entonces la misma palabra que puede querer decir en un sentido una cosa, en el sonido puede decir otra. Una buena interpretación hace coincidir el sentido con el sonido. 

El ser viviente está separado por un abismo del ser existente humano, dice Heidegger. Entre el viviente y su voz, entre el viviente y su lenguaje se abre un abismo. Cuando uno adquiere el lenguaje, pierde la voz. Queda capturado por el lenguaje, por eso que me dijiste y la voz se pierde. Sabemos que los pacientes que le gritan a las parejas, justamente se escucha el grito y se pierde un poco el sentido de lo que dicen. El chico no nace con lenguaje, sino con el llanto, el gorgojeo o el laleo, pero no tiene lenguaje. Al adquirirlo, se pierde la voz. 


Heidegger hablaba de La Voz, así con mayúscula, que era la voz de la consciencia, la voz interior. El psicoanálisis habla de superyó, que te habla de manera cruel. Y también tenemos las voces de la psicosis, que siempre son denigrantes y maltratan (insultan, degradan). La voz no ha sido introyectada y la voz te habla desde afuera. El superyó también maltrata, pero una cosa es tenerlo adentro y otra cosa es que te hable de afuera. Al adquirir el lenguaje se abre un abismo con la voz. El perro tiene voz, ladra, pero no tiene lenguaje. El lenguaje marca una diferencia con los animales. El hecho de hablar condiciona al cuerpo. No es lo mismo el cuerpo del que habla del que no habla. Isidoro Vegh dio un ejemplo: a él le gusta la ópera y parece que ahora viene subtitulada. Uno escucha la voz, porque no entiende latín ni italiano, pero cuando le ponen el subtítulo y se pone a leer, se pierde la voz. A uno le puede gustar un tema en francés o en japonés y gustarle la melodía, ahí se escucha la voz. Pero cuando entiendo lo que quiere decir, pierdo la voz.

La patología del superyó que te ordena se ve mucho en la neurosis obsesiva. El superyó no es el ideal del yo, en el grafo del deseo de Las formaciones del inconsciente y en La subversión del sujeto, Lacan pone la voz en relación al Otro completo, al Otro inicial. La voz está en relación a un Otro absoluto. Lacan dice “El Otro no existe”, pero cuando uno nace y se es una cachorro humano prematuro, sin valimiento propio, hay un Otro que lo sostiene. En general es la madre, y Melanie Klein fue quien habló de ese superyó temprano, que es el superyó materno. Si se efectiviza la castración y se introyecta la voz, se conforma la pulsión invocante. La castración se transmite desde el inicio desde el discurso de la madre. La castración está en la estructura y ella la transmite. El niño también atraviesa el complejo de castración, que tiene que ver con la presencia del Nombre del Padre. Este complejo es fundamental para que haya un neurótico y es lo que lo diferencia de la estructura psicótica. En la forclusión del Nombre del Padre no hay castración. ¿Qué quiere decir la castración? Que todo no se puede y que hay pérdida: al hablar, se pierde la cosa. 

Hay una última definición de Lacan sobre la pulsión: el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir. Es una definción que está en el seminario del Sinthome (23). Está hablando de 3 instancias:

  • El decir, que es el decir del Otro, de la madre. Lo simbólico.
  • El cuerpo, donde resuena ese decir del Otro. Lo imaginario, porque en el ser humano el cuerpo es imaginario. No es el cuerpo del animal de la biología, sino que se constituye a partir del Estadío del Espejo. 
  • El eco. Lo real, el objeto a, como podría ser la voz. 
Esto Lacan lo dice discutiendo con lo que él llama los filósofos ingleses, porque no son psicoanalistas. Para ellos, todo se reducía a lo pre-edípico, que era lo oral o anal. Ellos dividían las etapas (oral sádica, etc), pero eliminaban absolutamente lo que tenía que ver con el padre y la castración. Se ocupaban de la maduración del yo, como los conductistas y los cognitivistas. Para el psicoanálisis, el hecho de hablar trastoca el cuerpo.

Los psicóticos no tienen pulsión, lo digo así. No está esa otra satisfacción, vemos esa cosa automática en fumar o en comer. Tampoco hay lazo social. En el psicótico la terceridad, que puede ser padre o lenguaje, no se ha inscripto. En el seminario III Lacan habla del inconsciente a cielo abierto en la psicosis, eso quiere decir que todas las figuras de la que habla el psicótico son exteriores a la estructura, no están incorporadas, no se produjo la identificación que se produce en las neurosis. El psicótico queda además aislado, sin lazo social.

El psicótico habita el lenguaje, pero no el discurso. No tienen un yo constituido, así que no se apropian del discurso ni del cuerpo. Por eso en los hospitales se ven cosas terribles, como una chica que se arrancó la nariz o un ojo. El cuerpo de la psicosis es del Otro, no es propio. Cuando Lacan habla de la pulsión como eco del decir, un decir implica que esté ligado a un sujeto. Hablar no es un decir, un decir implica castración, deseo en tanto al sujeto. No hay algo del orden del decir cuando se constituye la psicosis. Por supuesto, hay una amplia gama de psicóticos, es el uno por uno, y hay gente que puede habitar una estructura psicótica estabilizada  y nunca desencadenar. Cuando hablo de un decir, me refiero a que la madre no use a su hijo como un tapón, porque hay madres que aunque amen terriblemente a sus hijos, lo usan de tapón de sus faltas. No es un sujeto ni nadie que quieran ver crecer. No se trata del hijo como objeto de deseo, sino de un tapón y a veces como resto. Entonces, el decir tiene que incluir un deseo y por ende, la castración. 

Las pulsiones se constituyen a partir de la demanda del Otro, que puede ser “tomá la teta” o “hacé caca” para la pulsión oral y anal. La analidad y la oralidad se constituyen a partir de un pedido de la madre de que un niño coma o que haga “un regalito”. Eso tiene que ver con demandas, concretamente. Frente al deseo del Otro, se constituye la pulsión invocante y escópica. Si no hay deseo y demanda del Otro, el sujeto no se constituye. Yo hago esta distinción, pese a que en toda demanda hay un deseo. La mirada y la voz, que son más consecutivas, transmiten algo del orden del deseo. La demanda en cambio es más inmediata. En la topología que Lacan enseña hay toda una vuelta con la demanda que no siempre incluyen un deseo. Antes hablábamos de psicosis, y el psicótico no demanda. Te pueden pedir algo concreto, pero no demandan amor. La demanda es demanda de amor, que no es el “Dame agua, dame un cigarrillo” del psicótico. El deseo implica la falta y eso no tiene que ver con los ideales sociales. El deseo se puede transmitir más por la mirada y la voz.

No hay relación sexual. Significa que la palabra se impone entre uno y el otro y en tanto hay lenguaje no hay relación. En los animales hay relación sexual, porque está regida por el instinto, la biología, como el celo. Solo las tienen en el caso del celo y con fines recreativos. En cambio en el ser humano hay unas apetencias, otra satisfacción. El goce del hombre, por otro lado, no es el mismo que el goce de una mujer. Hay un goce extra en las mujeres que el hombre no tiene por tener un pene. Si una mujer puede entregarse a ese goce, ella puede, desde la posición femenina, gozar con todo su cuerpo. En el ser humano, no hay relación sexual y eso da lugar a la neurosis, que es una manera de suplir esta falta. Se tienen hijos porque no hay relación sexual. Que no haya relación sexual es un real que permite inventar diversas cosas, como vivir una vida. Enfrentar lo real de la vida es ver qué hace uno con eso que le dieron. 

El agujero de la castración depende del Nombre del Padre. Depende de que haya algo que ponga un límite. La sexualidad fálica depende de que haya castración, Nombre del Padre. En cambio, la sexualidad femenina está más allá del padre. Los ideales son una cosa y otra es lo que uno hace con su vida. Cuando Lacan hace el nudo borromeo, Lacan pone muerte n lo simbólico, cuerpo en lo imaginario y vida en lo real. La vida es del ser viviente que no habla y nosotros en nuestra estructura tenemos algo que no habla, no todo se puede decir. La castración es el límite que pone un padre, punto. Sea quien sea, hétero u homosexual, el que separa al niño del Otro, castra. La represión, en cambio, es que no todo puede decirse. La palabra no alcanza y por ese agujero donde la palabra no alcanza, no todo es simbólico. Hay algo que es real, que no se dice porque es absolutamente imposible hacerlo. 

La voz y la mirada son especies del objeto a. Lo real va más allá del objeto a, si bien el objeto a forma parte de él. El objeto a puede ser también un objeto tapón. El cuerpo está agujereado y el narcisismo tiene que ver con la piel, con la unificación de la piel. Por otro lado, los oídos son los únicos agujeros que no se cierran solos. Lacan mismo, durante su enseñanza, separó el objeto a de lo real. El objeto a es el objeto de la pulsión y se constituye cuando se pierde. Un niño que acaba de tomar la teta sigue chupando sus propios labios. El objeto viene a taponar un agujero y hay un sin fin de objetos ofrecidos para tapar el agujero. Si bien parte del objeto a es real, no es lo único real que hay. Lo real es el agujero, sea de la boca, del ano, de los ojos o de los oídos. Y el agujero de la vida también es real. ¿Qué hago con la vida? La vida es un real que hay que habitar. Lo que un analizante dice es un relato de lo real, más allá que el análisis concretamente también lo sea. 

Lacan habló mucho de la pulsión escópica, desde el estadío del espejo a los esquemas ópticos. En cambio, de la pulsión invocante hay menos. Sin embargo, Lacan llega a decir en el seminario de la angustia, que si hubiera un elemento a privilegiar como originario y fundante, sería el sonido de la voz. A partir de que un sujeto aparece en este mundo, escucha la voz: le hablan, le cantan y eso lo tranquiliza. A veces la voz es tranquilizadora, voz que luego se pierde. La voz luego se transforma en la voz del superyó. 

Lacan dijo que luego de hacer un psicoanálisis, venía algo llamado contra-psicoanálisis. Si el psicoanálisis era el análisis de todo lo que había pasado y se había enredado en la vida en relación a su historia por la vía simbólica, se olvidaba que había una vida real. Lacan dice al pasar, cuando habla de los toros y del nudo, que había que hacer un contra-psicoanálisis: después de analizarse había que volver a la realidad. Y hubo muchos, por ejemplo en la EOL, que creyeron que todo era contra-psicoanálisis. Entonces rechazar hablar, los sueños, no hablar del padre, del Edipo, de la transferencia, porque eso es análisis. Creo que hay que tomar que Lacan se daba el lujo de decir lo que se le cantaba. El psicoanálisis es acerca de todo lo que en la vida te dejó atrapado en la relación con los Otros y hay un solo psicoanálisis, que incluye lo simbólico, lo real y lo imaginario. No se trata solo de lo real, no debemos reducir a un párrafo la enseñanza de Lacan. ¿Cómo se va a tratar del contra-psicoanálisis si se pasó 30 años reinventando el psicoanálisis?

lunes, 18 de junio de 2018

La angustia y el goce del Otro.

Apuntes de la conferencia de Héctor Yankelevich, del 02/05/2017

Descripción de los cuadros expuestos en el pizarrón: El siguiente cuadro es de Lacan. Habla de las fases del objeto parcial en Freud, que es el objeto a: oral, anal, fálico, escópica e invocante.




Tiene la particularidad de que hay 2 pisos, aparte del fálico. Es decir, que el objeto oral remite al superyó y el objeto anal remite al objeto escópico.


ver nota
Yo empecé a leer el seminario X de Lacan en 1975 y todavía lo estoy leyendo y nunca lo termino. Miriam hizo bien en recordar la referencia de Freud en El proyecto…, sobre el Otro. El Otro con mayúscula se va a dividir entre el otro y la cosa. Únicamente Lacan retomó esos conceptos de Freud, que Freud había olvidado, en parte. El manuscrito de Freud lo encontró el hijo de Fliess, que era el corresponsal de Freud en Berlín, porque él mismo se hizo freudiano liberándose de la influencia de sus padres. Él lo encontró y se lo dio a Anna Freud para que lo publicara, junto con las cartas. Ahora hay una edición completa de las cartas, antes estaban censuradas por Anna Freud. No es tanto lo que ella censuró, es mejor que la edición completa. Hay un género especial de psicoanalistas que es ir a los mínimos detalles de la vida de Freud que él ni contó. Esto no cambió la teoría ni la práctica analítica.


El goce del Otro: ¿Qué es lo que traduce Lacan acá? Yo les voy a decir algunas cosas, porque uno lo tiene que descubrir con cada paciente. El Otro no solamente tiene un bebé, sino que goza por el hecho de tenerlo. El cómo goza, es algo en gran parte inconsciente para ese Otro y mucho más inconsciente para ese sujeto, en las modalidades de ese goce. El concepto de goce del Otro es misterioso porque por su naturaleza no es algo que se pueda decir fácilmente con palabras. Hace mucho trabajo analítico para un sujeto, cualquiera sea su inteligencia. Y aunque el analista con su experiencia, como decía Freud con una expresión que no se dice más, haya adivinado en gran parte cuál era ese goce (o las modalidades de ese goce) eso sirve para ayudar al analizante a decirle que sí cuando se acerca a decirlo, pero no se lo puede decir porque eso tiene que ser introducido por el analizante con sus propias palabras. Y hay gente que es reacia a meterse en cuál fue el deseo de los padres y más aún cuál fue ese goce, ya sea poco, malo, demasiado que hubo en el Otro respecto a él mismo. Es totalmente singular y por eso Lacan deja ese vacío. No porque se le dé la gana, no porque esté jugando con el misterio. Lacan no es alguien que juegue con el misterio. Cuando algo lo apunta pero no lo rellena, es porque eso es para ser rellenado por cada analista y cada cura.

¿Y qué tiene que ver la angustia con el goce del Otro? Freud nos dejó la angustia como señal de alarma. Inhibición, síntoma y angustia. Y contrariamente a la mala traducción que se hizo, la angustia no es sin objeto. Esto lo dice Freud en los apartados después del texto. La IPA tradujo “es sin objeto”, pero es la angustia “no es sin objeto”. Aún el vacío es un objeto, si uno lo erotiza. El vacío es un objeto primordial, que los chicos lo descubren tarde. Los chicos tienen una visión topológica. Un niño pequeño puede no haber descubierto el carácter métrico de la percepción. O sea que hay que estarlo vigilando cuando se sube a una altura determinada, porque se puede tirar. Esto es porque aunque ve, la percepción no tiene carácter métrico en los pequeños. Si se subió, ¿Por qué no se va a poder bajar saltando? Esto no es algo que haya descubierto Lacan, se descubrió hace mucho. Lacan hizo de ese pequeño descubrimiento psicológico el espacio del inconsciente.


La angustia corresponde a lo que es, en el sujeto, el deseo del Otro. El deseo del Otro no solamente nos trae y nos sostiene en la vida; de hecho hay gente que nació sin el deseo del Otro. ¿Cómo crear un pago, una deuda, para que esa deuda nos permita vivir? Esto corresponde a la oralidad. Es ahí donde Lacan define al superyó. El superyó no es el que nos castiga por lo que hicimos mal o lo que nos exige hacer demasiado bien, ese es el ideal del yo en Freud y Lacan. Para Lacan, el superyó no es el heredero del complejo de Edipo. Tampoco es un superyó kleiniano. este superyó es una amenaza al ser del sujeto. No son castigos de objetos parciales, este superyó es la amenaza que puede tener alguien, donde hay algo de la oralidad no resuelto.

¿Qué es la traza? Hay que explicarlo al castellano porque lo traduje del francés. En francés se dicen trazas a las trazas de las materias fecales. Trace, como se dice en francés, hace que enseguida, un francoparlante piense en materia fecal. Lacan está jugando sobre dos registros: la traza mnémica o huella mnémica pero al mismo tiempo de la traza de la materia fecal, que es en realidad el primer objeto. El pecho es objeto gracias al objeto anal; por retracción el pecho se vuelve objeto. El pecho no es objeto cuando el bebé mama, sino que se vuelve objeto cuando el bebé puede desprenderse y jugar. Cuando ya está aprendiendo a retener, o por lo menos que la madre o el padre estén interesados en lo que hace. En francés también “hacer” es hacer caca. Hacer se puede hacer muchas otras cosas, pero en términos absolutos, es caca.

Vayamos al tercer nivel, al fálico. Estamos subiendo en el gráfico. El deseo. Ahí la angustia separa al deseo del sujeto del goce del Otro. Pequeña transformación de Freud: no es solo ante un objeto que el sujeto se angustia. En alemán, “ante”, no “de”. El alemán es un idioma muy visual y espacial. Tiene muchos complementos para indicar dónde está el sujeto, de dónde a dónde va, y dónde está el objeto. Es un idioma hermosamente preciso, un idioma topológico. Acá la angustia es angustia ante el goce del Otro, que es desconocido. De ahí la ilusión de que no hay objeto cuando alguien se angustia. La cuestión es dónde se va a detener el sujeto para afianzarse en el momento en que la angustia lo protege. Por eso, no hay defensas contra la angustia como dicen todos los postfreudianos, siguiendo a Anna Freud.

A nivel escópico, tenemos la imagen. Lacan la llama la potencia del Otro o en el Otro, depende del contexto.

Luego está la voz. La voz es la voz áfona. No es una voz operística, sino la voz del llamado pero que es sin sonido. Es el objeto por excelencia del deseo del Otro. Obviamente, el Otro no es algo exterior, sino que está en uno mismo. El otro existe, en Lacan, separado hasta un momento dado en la infancia. Pero “nosotros” somos nosotros sujetos con lo que nos quedó del Otro adentro, que es como una columna vertebral. El sostén óseo de cada uno, cada uno lo hizo hueso con lo que tomó del Otro, con lo que el Otro nos dio, con lo que uno eligió y con lo que el Otro nos dio y uno lo sacó. Porque el niño no solamente está interesado en lo que el adulto les da, sino que está interesado en dónde los alumnos gozan, qué desean. Muchas veces los niños hablan más de los padres que de ellos mismos. Por eso existe el psicoanálisis. Los chicos lo saben, el problema es que puedan decirlo. Lo dicen de maneras indirectas, nunca directamente. Lo dicen dibujando, jugando. Si no hablan se los digo yo y si emboqué en la manera de decirlo, me miran fijo y algo empieza a cambiar en ese chico. No es fácil, pero hay alguien que está escuchando detrás del autismo.

Caso clínico.
Para hacerlo más sencillo a esto -o más complicado- hice un pequeño esbozo clínico que por ahí se transforma en un fragmento del análisis de una histeria masculina. Ni Freud ni Lacan escribieron sobre la histeria masculina, pero yo me voy a animar a publicar un análisis fragmentario de histeria masculina. Se trata de un caso clínico de un paciente francés de hace 30 años.

Es un profesor de filosofía del secundario que me viene a ver. Llega a mí por una amiga de él, con la que tenía una relación no formal. Se trata de un chico lejano simpático. Es alto, rubio, de ojos claros, con modales distinguidos. Nada pretencioso en su manera de vestir y hablar. Es seductor, obviamente con las mujeres pero con los hombres también, por su distancia. Puede contar cosas dolorosas sin manifestar demasiada emoción. Motivo de la demanda: acaba de fracasar en uno de los exámenes más importantes de un curso de filosofía. Se trata de un examen prestigioso por el que pasó Sartre, Merleau-Ponty, Althusser, todos los grandes filósofos que pasaron por ese concurso. Es un examen que se hace por el prestigio, para trabajar menos y cobrar más. Levi Strauss, antes de ser sociólogo hizo también la carrera de filosofía en esa escuela, en donde se es pagado por estudiar. Este hombre fue al Normal Superior, pero desde el bachillerato él sentía que había algo que le decía que no iba a triunfar. hay una vocecita que le dice que él no va a triunfar y que si pasa un examen, es de casualidad. Hay algo que lo condena siempre a no ser lo que él quisiera ser. Hay algo en él que sobra, que él mismo sobra.


Viene de una casa medianamente acomodada. Su padre es un científico importante, dentro del ambiente científico. La madre no trabajaba. Hay algo muy extraño en su relación al padre y va a quedar para siempre extraño: no lo quiere, pero sus motivos son difusos. es gordo, habla demasiado, no las quiere a sus hermanas mayores y ellas le responden con la misma moneda. Él tiene asco a la gordura, si bien es alguien que mide 1,8 m, buen físico.


La madre murió de cáncer. Él nunca se sintió muy amado por ella. Cuando la madre murió, pasó el bachillerato (es un examen final), pero lo pasó escasamente. Ahí él comprueba que esa voz que le decía que él no podía tenía razón. Su puntaje le permite inscribirse en la formación superior, pasa los 2 años y al llegar el momento de dar el examen un profesor le dice “la filosofía no es una carrera para usted”. Eso puede pasar, por supuesto, pero para él es la voz del destino, no una voz contra la cual me voy a armar para desmentirla. Esto se lo dijo un profesor, no es que se lo dijo Sartre, ni Merleau-Ponty, ni Althusser… Él me viene a ver por haber fracasado. Yo no sé por qué fracasó y acá nos encontramos con una de las paradojas del psicoanálisis. Cuando alguien viene a decirnos que algo fracasó, si fracasó es porque no sabe por qué. No podemos preguntarle por qué cree eso, sino estamos entablando una terapia de apoyo, o una terapia para resolver algo como si fuera metodología del estudio y no algo que está inscripto en una voz que le dice que hay algo del fracaso. ¿De qué fracaso se trata, quién fracasa? ¿Por qué él es el que tiene que fracasar? Hay algo que no está subjetivado.


Su hermana mayor es profesora de inglés, es una solterona que vive en otra ciudad y ella fracasó en la vida, no en los estudios. Él es joven, tiene veintipico de años. Él empieza a hablar de las mujeres y a él siempre lo levantan. Por eso insistía tanto yo con su apariencia. No es un Adonis ni un Efebo, pero tiene algo de infantil y agraciado en él, que puede llamar la atención de una mujer. Este análisis ocurrió en el 1985, donde los análisis eran 3 veces por semana. Yo le cobro lo mínimo que podía cobrarle en aquel momento. Él vende el coche para pagar sus sesiones. Lo que sale en estos primeros meses de sesiones es ese superyó, la inconsistencia del tejido familiar y la movilidad social.


El abuelo paterno era un marino mercante comunista, que luego se hizo católico. Ascendió socialmente. Aunque se olvida del padre, no se olvida del abuelo. Es un precio del análisis que alguien tome la tangente y siga viniendo. O sea, que está buscando otra cosa. la pregunta es qué puede hacer que el sujeto busque sus trazas en lugar de salir por la tangente.


Acerca del aspecto de dandy que él tenía, en el dandismo hay algo de desesperación no dicha. Oscar Wilde era un dandy. Si no hubiera sido homosexual, de todas maneras, como gran histérico tiene algo de desesperado. Esa belleza fría emite a un aspecto de feminidad en la histeria masculina que no tiene nada que ver con la actividad sexual. Nunca relató ningún desfallecimiento sexual con ninguna mujer. Sin embargo hay algo que está esperando en una pasividad.


Me cuenta que se lo levanta una alumna de 17 años. En Francia no hay censura ni represión y estas cosas suceden. Hay una posición dentro del inconsciente, en que la posición masculina es la que da el primer paso. Una mujer también puede solicitar. Lo que tenemos que descubrir en un análisis es cómo el inconsciente interpreta el goce sexual. Porque el inconsciente es una máquina de interpretar, pero se equivoca. Por eso, el an{alisis es lo único que puede intentar, releyendo las trazas y los significantes en el que el sujeto se constituyó, corregir esa posición y que haya asunción, que haya una pérdida. En este caso, la pérdida de un goce pasivo de hacerse levantar para estar seguro.


Años después, me cuenta que está terriblemente enamorado de una profesora de literatura, pero que su amigo, el profesor de filosofía con el que comparte todas las clases, también lo está. Él está cada vez más enganchado y esta mujer le dice que lo va a seguir si se exilia de Francia. Él viene y me comunica, no para elaborar nada, que fue al Ministerio a averiguar qué posiciones de profesor de filosofía había del extranjero y que quedaban dos libres. Pekín y Buenos Aires. Él quería irse a Buenos Aires. ¿Cómo decirle a alguien que no puede interrumpir el análisis por un reto amoroso, frente a lo que muy posiblemente sea un engaño? El angelito que era, se iba a caer de entre las nubes. Yo me caigo en mi sillón de analista. Él sabía que yo había sido docente universitario en Buenos Aires. Él me mira inquieto y se va. A los 2 días me pregunta si tuve una dificultad cardíaca. Le digo que no, y me dice “Entonces yo lo maté”. Le digo que si, y me dice “yo era usted volviéndome a Buenos Aires”. Le digo que si y me dice “Lo maté por amor”. Efectivamente. Nunca creí que podría interpretar asesinato por amor de esa manera tan rápida. En el amor hay algo mortífero sin que la gente lo sepa. Lo sabe cuando se separan mal. Se toma algo de otro.


El paciente se desinscribe y después me dice que era mentira que la mujer iba a seguirlo. Ella ya estaba con su ex amigo y dice que lo tomaron de chorlito. esto me sorprendió mucho, pero no iba a ser el final de mis penas. Cada año, hasta ese momento yo había tenido un problema con él, porque llegado a principio del año lectivo (septiembre), me decía que no iba a poder venir ni el lunes ni el miércoles; solamente el viernes, porque le cambiaron las horas en el liceo. Yo el primer año le cambié las horas, pero no era fácil. El segundo y el tercer a{o me cansé y le dije que no podía. Le pregunto si él podía cambiar los horarios y me dice que no, que de la secretaría podrían decirle que no. Le pregunto por esto de que le cambian las horas todos los años, si no podía dejar las mismas. Él me dice “claro que puedo, pero yo dejo librado al azar”. Ya eran pasajes al acto, pero él no me avisaba que podía realizar un deseo y pedirle al rector que le dejara las mismas horas. Así, me pagó 2 meses sesiones que no vino y luego volvió. O sea, él tenía una relación al acto donde el que decidía era el destino. Un destino que era la computadora del Ministerio. Ese era el lugar del destino. Y esto ya me estaba hinchando a mí, en qué iba a decir, qué iba a hacer. Lo que me impresionó fue que esa necesidad de separación azarosa estaba en correlación con el “yo soy vos”. Yo le llevaba, fácil, 20 años. El “yo soy vos” estaba presente en ese juego de volverse a Buenos Aires y estaba flor de piel, no hundido en el inconsciente. Pero no estaba totalmente cifrado, estaba totalmente para decirlo cuando le siginifiqué, sin decirlo, esa manera de irse.


Volvamos a lo duro de la demanda: fracasa de nuevo. Él podía pagar su análisis porque además de sus clases hacía, como todo el mundo, horas extra. Las horas extra eran pagadas mucho más. En estas horas, los profesores viejos elegían a otros más jóvenes. A mi me atormentaba una pregunta que no podía hacer: ¿cómo estudia este hombre para fracasar? ¿De qué manera estudia, cuál era su ordenamiento lógico? El examen que él tenía que hacer no era un concurso. No bastaba con responder bien, sino que había que responder con aplomo y con inventiva, haciendo muestra de fuga intelectual, siendo exacto. Hacer muestra de brillo e invención. Para eso, hay que conocer los textos de izquierda a derecha, cuáles son las relaciones de los filósofos entre ellos, el texto del derecho al revés, por la mitad, las cartas que puede haber entre un filósofo y otro. Esto lo hace Lacan en el seminario. Las preguntas son ingeniosas, tienen 5 horas para responder por escrito y luego pasan al oral, que un profesor de filosofía tiene que ser, dentro de su estilo, un buen orador. Este hombre, la primera vez que había fracasado ese examen venía con un discurso que ya no me convencía.


Despechado por lo que le había ocurrido con una igual, con una profesora, se pone de novio con una vendedora de negocio de ropa femenino. A mi me asombró muchísimo, no tengo nada contra una vendedora, pero aparte del encuentro sexual, ¿de qué hablaban? Él no tenía familia, ella tampoco. ¿Cuál podría ser el terreno común para transitar? Ella debía tener el secundario obligatorio, nada más. En un momento la deja porque a él no le gusta como ella se corta el pelo. Era un estetismo absoluto, una imagen que cambia y que él podría no haberle importado. esta chica comía y vomitaba. Aparte de ese olor que no se va, en la bulimia hay una modificación de la apariencia del rostro. Yo le manifesté que no iba a andar, pero no con palabras. ¿Cómo le decís a alguien que no se case con esa mujer? Me pongo en posición de padre real… Y de otro siglo. Un analista no puede decirle eso a un paciente hombre que no se case, que no le corresponde. Hice lo que podía hacer para que viendo mi rostro, mi cuerpo, para avisarle a dónde el destino lo llevaba. Finalmente, a los pocos meses se empieza a aburrir, pero ya estaba casado.


Fracasa de nuevo. Él me había dicho que quería seguir un seminario de psicoanálisis. A mi me pareció que esto podría encaminarlo más al corazón de la tarea analítica. Él viene a mi seminario y justamente yo había decidido hacer una lectura en alemán, no todo, sino traducir yo los pasajes más importantes para mostrar los juegos de palabras de Freud. Freud siempre busca palabras polisémicas y siempre busca expresiones que pueden llegar a decir una cosa u otra. Sin llegar a lo que es Lacan, porque es un alemán claro, si uno ahonda descubre que debajo de una superficie hay otra que no se ve. Tenía un equipo de traductores oficiales y discutimos muy bien sobre por qué traducir de una manera u otra una palabra y terminado eso, cuando fracasa, le pregunto a mi paciente por qué no hacer un doctorado. Cuando uno presenta la tesis y es aceptada, está dado que el examen se decide entre 9 o 10. Él nombra como directora de tesis a su profesora de secundario que le enseñó filosofía y ahí escucho algo que no pude dar crédito: es una chica que sabe mucho, una excelente germanista. El problema es que ella es anti lacaniana y nos llevamos bien como se lleva uno con la caballerosidad de cuando uno piensa distinto. El director de la tesis tiene que tener una red como para encontrar un puesto de profesor adjunto y ella no la tenía. Esta chica yo sabía que podía ser profesora, tenía el permiso de la universidad para dirigir tesis, pero no tenía ninguna red. estaba ubicada en un lugar estratégico, pero sola. Con lo cual él se condenaba a alguien que no podía ser un apoyo, por más que supiera mucho de Freud. Y en Francia no se pueden hacer carreras universitarias sin apoyo. No basta con dar un examen, el Consejo Universitario Nacional está dividido en mayorías y minorías y en ese momento un sector de la IPA había pasado a un sector lacaniano particular. Él podía hacer el examen con ella, pero no iba a poder ser profesor. Ahí yo le sugiero que me comente cómo estudia, ya que no iba a dar más el examen. No pude creer lo que me dijo: “yo estudio lo que me gusta”.  Estudiar lo que a uno le gusta, para el concurso nacional más cotizado de Europa, que en ese momento todavía tenía filósofos. La producción de filosofía siempre había sido francesa y en ese momento se estaba terminando. Pero él dice que él estudiaba lo que le gusta, que a él lo tienen que querer por sus bellos ojos. En lugar de su deseo, él se identificaba narcisisticamente… Y como él era profesor y tenía derecho a hacer eso como profesor de secundario. Pero en ese lugar él era un impetrante, alguien que pedía un grado y entonces yo entendí por qué fracasaba. Nunca me lo había dicho. Esa era a la pasividad a la que yo apuntaba.


La angustia de él remitía a esa nada en el goce del Otro donde estaba plantado el superyó, pero no podía darse las armas para armarse fálicamente en el campo que él había elegido ser sujeto, es decir, en el intelectual. Había una decisión de desarmarse fálicamente. Fálico es solamente penetrar a una mujer, sino también penetrar lo real que uno eligió como campo para su vida. A una mujer también hay que penetrarla fálicamente, como lo intelectual,  hacerlo suyo, hacer un agujero donde esté su modalidad. El deseo es fálico, en una mujer también se plantea y hay estilos diferentes. La mujer también penetra su campo, en modalidades diferentes.


Lo dejé y él me dice “Estoy traduciendo Freud y termino”. Le pregunto por dónde empezó y me dijo que por los escritos preanalíticos, los neurológicos. Le pregunto por qué empezó por ahí y me dijo que iba a traducir todo Freud antes de empezar la tesis. Le explico que los traductores que vinieron a mi clase dependían de otros traductores, que a su vez dependían de un discípulo de Lacan que era una gran germanista. Es imposible para un hombre solo traducir todo, que aparte no era un germanista. Leía alemán, como un filósofo francés lee alemán. Ese era el “no” al padre también. Algún mérito podría haber tenido el padre, que era un científico. Seguramente va a hacer una tesis cuando termine de traducir el alemán. estaba traduciendo en el ‘93 y se estaba acercando a La interpretación de los sueños. Ese trabajo le impedía angustiarse. No había más sensación de fracaso, no había más sensación del goce del Otro, de angustia que lo amenazaba con vaciarlo de su ser. Hay algo parecido al análisis con Dora, el querer mantener el síntoma. Freud dice que si se le dice algo en la histeria, la respuesta va a ser el “no”. Yo me arriesgué a nunca decirle algo que no, porque sino la respuesta iba a ser sí. Logró no tener más angustia.


Cuando lo vi hace algunos años, crió él al hijo de su matrimonio. estaba divorciado hace mucho. Pensaba que su relación con las mujeres no era el aspecto más importante de su vida y decía que tenía una vida que no era la que él hubiera querido. No había tenido otro análisis, estaba satisfecho con lo que había tenido. No tenía más demanda a la vida, con la que se había puesto en situación de duelo por su madre y esto le hacía de barrera a cualquier otro deseo. Era feliz criando a su hijo, como tal vez su madre no fue feliz criándolo a él. Él decía que su madre no lo quiso mucho y era terriblemente fría y distante. El problema con las mujeres fundamental era la visión fugaz de un perfil que lo molestaba al punto de hacerle mal físicamente, era la falta de amor. Por supuesto todos tenemos perfiles que no le gustan al Otro, es imposible tener un perfil que sea siempre en línea, siempre hermosa. Aún siendo jóvenes, no podemos tener todos los ángulos correctos para ser perfectos. A alguien que le importa esto, lo que hace que eso caiga es el amor. Es la palabra, el cuerpo, la compañía… El cuerpo, aparte de lo erógeno, es una de las funciones esenciales del amor. La presencia. Él ocultaba el cuerpo siempre, ese era su atractivo. Él estaba lejos. No era un gustar del cuerpo fóbico, sino un tema de cercanía que no se puede poner en palabras.


Cada uno tiene que resolver esa relación con el goce del Otro y cómo nuestro deseo es una defensa, pero no de la angustia. Con el deseo rodeamos ese goce del Otro y tratamos de irlo aminorando. Se transforma en significante para rechazar o adoptar, con qué condiciones eso que es goce del Otro lo puedo hacer mío o no.


Fuimos más allá de lo que fue hacer un trabajo de Freud para la universidad. Un trabajo infinito, eso mantenía el deseo. El trabajo de un análisis es que el sujeto encuentre cómo mantener su deseo. Con una operación subjetiva, él podía darle un nombre a algo respecto de lo que se pretende. Él consiguió un objeto para mantener vivo el deseo. De esta manera mantenía la distancia con el padre y con la madre, que era distante por naturaleza mediante un deseo apasionado, al menos, durante un tiempo. Hubo poco goce del Otro para hacerlo sujeto. En el goce de ese Otro, lo real del Otro, había algo impenetrable.


Pregunta: Vos mencionaste mucho la palabra fracaso…
H.Y.: Si, yo diría que es un fracaso a medias. Salió del círculo angustiante con una confesión tardía y que no fue subjetivada, porque no escuchó lo que decía de que él estudiaba lo que le gustaba para el concurso. Fue un fracaso a medias porque había tenido un hijo, había descubierto una parte de su deseo, que era la paternidad, de ser un padre diferente al que sus padres fueron con él, de no ceder al espejismo de si una mujer se enamoraba de él eso formaba una pareja. Una pareja es otra cosa que un espejismo, aunque eso sea necesario. Además, porque tenía un trabajo infinito y se sentía confortable traduciendo. Tiene grandes pasiones intelectuales con gente que no lo valía. Él creía que habían filósofos que eran lo mejor que le pasó a Francia y la verdad que no era así. Les traje un problema, no una resolución.


Hay rocas y no siempre son de la castración. Acá la roca fue no poder deshacer su imagen ante mi y no poder ver el poco amor del cual fue objeto. ¿Cómo puedo sostener mi deseo para hacer algo con lo poco que tengo? Porque la frialdad de la madre y la distancia con el padre… hay gente que lo hizo. El quiso sostener su imagen contra mi. La voz que le vacilaba, al principio era mucho más que la voz, era con qué sostener esa voz. El problema era el no desfallecimiento sexual una vez en una mujer hubiese significado qué es penetrar a una mujer. No va de suyo qué es penetrar a una mujer. Si uno hace análisis, e puede preguntar qué es penetrar a una mujer. ¿Me enamora hacer el amor con esa mujer o no me enamora? Y si me enamora, ¿qué más se sustenta? Él tampoco pudo poner en palabras por qué iba a casarse con una chica con algo tan grave como una bulimia. Su decisión no tenía peros, ni interrogantes. No era una certeza, pero no admitía que hubiera condiciones. Él no era un obsesivo, no dudaba nunca. Pero no era un verdadero juego, no jugaba. Tenía la apariencia de haberse jugado, pero no había camino por hacer. La otra mujer lo había engañado y lo habían hecho el hazmerreir del grupo.

En el análisis, uno dibuja virtualmente una puerta. Si se toma esa puerta, se transforma en un camino en la realidad. Es uno de los caminos, la realidad obedece al análisis si se permite. No si en el análisis se viene a contar lo que sucedió en la realidad y ya fue decidido. En ese caso el análisis es una cámara de registro y no el lugar donde se esboza otra realidad. El análisis no puede ser una cámara refrendataria de lo que se decidió en otro lado. Es en el análisis donde se deciden los movimientos fundamentales del sujeto, escuchando el analista lo que él dice. El análisis es el lugar que curva la realidad, toda la realidad está curvada por lo que se habla en la transferencia en análisis, no el análisis para contar lo que se decidió.