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miércoles, 27 de diciembre de 2023

Fantasía, deseo y pulsión

 En tanto protectoras, las fantasías suponen un relajamiento de la censura, o sea, la posibilidad de realización disfrazada de un deseo. De este modo se evita la invasión de angustia. 

Pero no solamente se trata allí de deseo. Si bien Freud ubica a los deseos insatisfechos como el material del que parten estas fantasías, los define como la fuerza pulsionante de las mismas, lo que implica una articulación entre deseo y pulsión. En las fantasías situamos no solo la realización de un deseo sino también una satisfacción pulsional, lo particular de la satisfacción de un sujeto, la "autodescarga", caracterizada como "masturbatoria". 

Freud define a esta satisfacción masturbatoria como un resabio de la satisfacción autoerótica de la pulsión, o sea, una en el propio cuerpo con prescindencia de un objeto externo al mismo. En Lacan esto sufrirá un viraje que implicará la separación estricta del autoerotismo y lo masturbatorio, definiendo a esto último como fantasmático y por ende inseparable de la sanción del Otro. Volviendo a Freud, esta articulación deseo-pulsión significa que en las fantasías encontramos cierta fijación, o sea que opera allí la sobredeterminación.

La pulsión, desde Freud, indica la separación del hombre respecto de la naturaleza, de allí que Lacan hable de montaje y señale la dimensión de ficción que hace consistir en la fórmula de la pulsión. En esta misma está destacada la acefalía inherente al empuje pulsional, en la pulsión se trata de algo que empuja, que exige una satisfacción que no pertenece al campo del placer. En esta exigencia pulsional se contenta algo en el sujeto. Es sobre ese impersonal que recae la interrogación del psicoanalista, ¿de qué se trata en eso que queda contentado en el sujeto sin que esto implique el estar contento? Este es quizás uno de los puntos donde más fuertemente queda subvertido el problema de la satisfacción a partir del psicoanálisis, porque este contento que se alcanza acarrea un penar de más en el sujeto, un sufrimiento, un esfuerzo que significa un mal de sobra y es este penar de más, esta “satisfacción paradójica” lo que habilita la intervención analítica.

Avancemos en la dirección de esta paradoja. Por un lado la satisfacción se alcanza en la medida en que la meta de la pulsión es la satisfacción y el drang es indetenible; pero por otro y en la medida en que la pulsión pone en juego lo real como imposible, obstáculo también al principio del placer, cualquier satisfacción alcanzada no deja de participar de lo ilusorio, con lo cual no se alcanza la esperada. Entonces, se puede afirmar que la satisfacción pulsional es algo a lo que el sujeto accede en la misma medida en que no le es accesible. Esta paradoja nos sitúa en una zona fronteriza, un lugar de unión a la vez que de separación, donde reina al mismo tiempo la conjunción y la disyunción. Este borde será el lugar por donde Lacan haga entrar al deseo del psicoanalista en la medida en que es el operador transferencial con el que responde a la perspectiva ética que se abre a partir de la pulsión.

jueves, 21 de octubre de 2021

El sufrimiento psíquico: Del trauma a la fantasía

 Los conceptos de sufrimiento, trauma, fantasía y síntoma son términos sumamente enlazados en la obra de Freud, que resultan centrales para la clínica. La propuesta de la dra. Amalia Baumgart, plasmada en dos consignas que considero propiciatorias, es el punto de partida para desarrollar este pequeño texto que intentará dar cuenta, de manera parcial, el desarrollo histórico freudiano de estos conceptos. Además, teniendo en cuenta que es la fantasía la que le da estabilidad y durabilidad al síntoma como formación del inconsciente, propongo puntuar qué elementos nos permiten construir tal concepto.

1893 - El “Proyecto…” Nuestro recorrido comienza por el primer texto donde Freud inaugura la idea de un aparato psíquico que aún lo describe en gran medida utilizando conceptos de la neurofisiología logía de aquella época. A Freud le preocupa qué es lo que le da fuerza al ser humano para vivir… y para formar síntomas neuróticos. Sospecha que el desvío de estas fuerzas, en algunos casos, es lo que produce los síntomas.

1894 - Las neuropsicosis de defensa. El aparato psíquico es conceptualizado como un aparato defensivo, cuya capacidad de separar la representación irreconciliable del afecto, deja a la primera excluida de la consciencia y como “no acontecida” para ésta. Sin embargo, es esa representación sustraída la implicada en la formación del síntoma, producto del empleo de la excitación ligada anteriormente a ella Freud plantea 3 soluciones:

En la histeria, la representación se separa del afecto y va al cuerpo. Entonces tenemos la histeria, atravesada por la pulsión y un cuerpo que habla.

En las obsesiones, la energía se desplaza hacia otra representación.

En la psicosis alucinatoria, la representación directamente se arranca del yo y adviene desde el exterior.

1896 - Nuevas aportaciones a las neuropsicosis de defensa. Freud establece que lo que enferma es el reproche por una situación sexual (en el sentido de genital, para esta época) real vivida en un momento presexual, en la infancia, y que Freud trata como traumática. El reproche reaparecerá años después cuando Freud trabaje el sentimiento inconsciente de culpa, algo muy frecuente de ver en la clínica.

1897 - Cartas a Fliess n° 69. Es un texto conocido por la frase “Mis histéricas me engañan”. Freud cuenta que sus pacientes lo estaban engañando en cuanto a la realidad efectiva de los hechos traumáticos vividos que sus pacientes denunciaban. Sin embargo, Freud se da cuenta que en estos “engaños” hay una estructura, con guiones típicos y que ocurren en números limitados. 

1900 - La interpretación de los sueños. Aparece la conceptualización del aparato psíquico con el esquema del peine, la primera tópica, inspirado en el arco reflejo de la neurología. Se trata de una sucesión de instancias que comienza por el polo perceptivo y termina por el polo motor. Freud dice que el aparato psíquico puede graficarse como un aparato óptico, como esas cámaras fotográficas antiguas de esa época.

1905 - Tres ensayos… Aparecen ubicadas tres fantasías primordiales: de castración, de seducción y de coito entre los padres. En todas, hay un sujeto activo y otro pasivo.

Además desarrolla la historia de la sexualidad infantil y sus fases. Freud hace un quiebre entre sexualidad y genitalidad.


1905 - Fragmento de un análisis de un caso de histeria. En este texto hallamos el “caso Dora”, donde Freud describe que la paciente, que abandonó el tratamiento como venganza, “actuó {agieren} un fragmento esencial de sus recuerdos y fantasías, en lugar de reproducirlo en la cura.” 

1908 - Fantasías histéricas y su relación con la sexualidad. En este texto aparece la notable escena que Freud describe acerca de la histérica que con una mano se arranca la ropa como un hombre y con la otra se defiende como una mujer. Freud lee la fantasía inconsciente “en escena” (no es producto de la asociación libre, pues la paciente no habla) y describe que la misma está proyectada sobre la motilidad, actuada pantomímicamente, en lo que se conoce como ataque histérico. Freud interpreta que ella, con una mano es el padre y con la otra mano es ella. En el caso de la histeria, una parte es masculina y en la otra es femenina. 

Podríamos decir que entre otras cuestiones,  el texto introduce a que el aparato psíquico obedece a la bisexualidad.  La bisexualidad tiene una consecuencia teórica, pues amplia el repertorio de identificaciones. El paciente no se identifica solamente con quien ama, sino también con el que odia. 

1914 - Recordar, repetir, reelaborar. Nuevamente, Freud utiliza el verbo agieren para decir que sin saberlo, “el analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúan. No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite

1915 - Pulsiones y sus destinos. Mucho puede decirse este texto, pero subrayaré las versiones gramaticales de la pulsión, que responde a la conjugación gramatical: voz activa, la voz pasiva y la vuelta sobre si mismo.

1919 - Pegan a un niño. Freud introduce el masoquismo en la clínica. Freud explica una primera teoría del sadismo originario (que reformula en 1924 con “El problema económico del masoquismo”): el sadismo originario vuelve hacia el interior y esto explica el concepto de autorreproche, donde el sujeto se culpa.

Con unos pocos casos, Freud construye la lógica de esta fantasía, que tiene tres ejes: 

1) Mi padre pega a un niño (odiado por mí, agrega). 

2) Yo soy pegado por mi padre (escena inconsciente, construída por Freud según la versión edípica). 

3) Un niño es pegado.

Nuevamente, aquí tenemos tres perspectivas: un activo, un pasivo y un tercero que mira. Nuevamente, la pulsión en términos gramaticales. Esa es la gramática de la pulsión: activo (hago), pasivo (me hacen), reflexivo (me hago hacer).

1923- El yo y el ello. Segunda tópica. Freud resume su teoría del funcionamiento del aparato psíquico y se dedica a trabajar sobre el ello, el superyó y el yo. Freud pasa a darle muchísima importancia a lo pulsional. El yo está planteado como la parte más organizada del ello y al mismo tiempo es el representante del mundo exterior en el aparato psíquico. El yo tiene que mantener un equilibrio entre el superyó, las exigencias del ello y el mundo externo.

1937: Construcciones en psicoanálisis. El trabajo analítico como construcción de la sexualidad infantil olvidada por efecto de la represión.

lunes, 19 de octubre de 2020

¿Qué son las fantasías originarias?

Al.: Urphantasien. 
Fr.: fantasmes originaires. 
Ing.: primal phantasies. 
It.: fantasmi (o fantasie) originari(e), primari(e). 
Por.: protofantasias, o fantasias primitivas, u originarias
Se trata structuras fantaseadas típicas (vida Intrauterina, escena originaria, castración, seducción) que el psicoanálisis reconoce como organizadoras de la vida de la fantasía, cualesquiera que sean las experiencias personales de los individuos; según Freud, la universalidad de estas fantasías se explica por el hecho de que constituirían un patrimonio transmitido filogenéticamente. El término Urphantasien aparece en los artículos de Freud en 1915: «Estas formaciones fantaseadas (observación de la relación sexual entre los padres, seducción, castración, etc.) las denomino fantasías originarias». Las llamadas fantasías originarias se encuentran de un modo muy general en los seres humanos, sin que puedan referirse siempre a escenas vividas realmente por el individuo; reclamarían, por lo tanto, según Freud, una explicación filogenética, mediante la cual la realidad recobraría sus derechos: así, por ejemplo, la castración habría sido efectivamente practicada por el padre en el pasado arcaico de la humanidad. «Es posible que todas las fantasías que se nos cuentan actualmente en el análisis [...] hayan sido en otra época, en los tiempos primitivos de la familia humana, realidad, y que el niño, al crear fantasías, no haga más que rellenar, con la ayuda de la verdad prehistórica, las lagunas de la verdad individual». En otras palabras, lo que fue realidad de hecho en la prehistoria se habría convertido en realidad psíquica. 

Lo que entiende Freud por fantasías originarias resulta difícil de comprender si se considera aisladamente; en efecto, este concepto es introducido al final de un largo debate sobre los elementos últimos que el psicoanálisis puede sacar a la luz en relación con el origen de la neurosis y, de un modo más general, tras la vida fantasmática de todo individuo. Muy pronto Freud se esforzó en descubrir acontecimientos arcaicos reales, capaces de suministrar el último fundamento de los síntomas neuróticos. Denomina «escenas originarias» (Urszeizeiz) estos acontecimientos reales, traumatizantes, cuyo recuerdo se halla en ocasiones elaborado y enmascarado por fantasías. Entre ellas, hay una que conservará en el lenguaje psicoanalítico el nombre de Urszene: la escena del coito parental, que habría presenciado el niño (véase: Escena originaria). Se observará que estos acontecimientos primordiales se designan con el nombre de escenas y que, desde un principio, Freud se esforzó en destacar, entre ellas, guiones típicos y en número limitado. No podemos reproducir aquí la evolución que condujo a Freud desde esta concepción realista de las «escenas originarias» al concepto «fantasías originarias»; esta evolución, con toda su complejidad, corre pareja con la delimitación del concepto psicoanalítico de fantasía. Sería demasiado esquemático creer simplemente que Freud abandonó una primera concepción que buscaba la etiología de la neurosis en los traumatismos infantiles contingentes, substituyéndola por otra que, viendo el precursor del síntoma en la fantasía, no reconocería en éste más realidad que la de expresar en forma imaginaria una vida pulsional que en sus líneas generales se hallaría determinada biológicamente. En efecto, el mundo de la fantasía aparece desde un principio en psicoanálisis como dotado de una consistencia, una organización y una eficacia que queda bien expresada por el término «realidad psíquica». Durante los años 1907-1909, en que el tema de la fantasía suscita la realización de numerosos trabajos, reconociéndose plenamente su eficacia inconsciente, por ejemplo, como subyacente al ataque histérico que lo simboliza, Freud se dedica a sacar a la luz secuencias típicas, guiones imaginarios (novela familiar) o construcciones teóricas (teorías sexuales infantiles) por medio de las cuales el neurótico y quizá también «todo hijo de los hombres» intenta responder a los grandes enigmas de su existencia. Con todo, es notable que el pleno conocimiento de la fantasía como un dominio autónomo, explorable, dotado de su propia consistencia, no elimina para Freud el problema de su origen. El ejemplo más llamativo lo proporciona el análisis de Historia de una neurosis infantil: Freud intenta establecer la realidad de la escena de observación del coito parental reconstituyéndola en sus menores detalles y, cuando parece conmovido por la tesis junguiana, según la cual tal escena no sería más que una fantasía construida retroactivamente por el sujeto adulto, sigue insistiendo en que la percepción ha suministrado al niño los indicios, pero sobre todo introduce el concepto de fantasía originaria. En este concepto vienen a juntarse la exigencia de encontrar lo que podríamos llamar la «roca» del acontecimiento (y si éste, refractado y como reducido, se esfuma en la historia del individuo, nos remontaremos más allá, hasta la historia de la especie), y la preocupación por basar la estructura de la fantasía sobre algo distinto del acontecimiento. Tal preocupación puede llevar a Freud incluso a afirmar la preponderancia de la estructura presubjetiva sobre la experiencia individual: «Allí donde los acontecimientos no se adaptan al esquema hereditario, experimentan una recomposición en la fantasía Estos casos son precisamente los más apropiados para mostrarnos la existencia independiente del esquema. A menudo podemos observar que el esquema triunfa sobre la experiencia individual; en nuestro caso, por ejemplo [el de Historia de una neurosis infantil], el padre se convierte en castrador y en el que amenaza la sexualidad infantil, a pesar de un complejo de Edipo por lo demás invertido [...]. Las contradicciones que aparecen entre la experiencia y el esquema parecen suministrar amplio material para los conflictos infantiles». Si pasamos ahora a considerar los temas que se encuentran en las fantasías originarias (escena originaria, castración, seducción), nos sorprenderá un carácter común: todas ellas se refieren a los orígenes. Como los mitos colectivos, intentan aportar una representación y una «solución» a lo que para el niño aparece como un gran enigma; dramatizan como momento de emergencia, como origen de una historia, lo que se le aparece al sujeto como una realidad de tal naturaleza que exige una explicación, una «teoría». En la «escena originaria» se representa el origen del sujeto; en las fantasías de seducción, el origen o surgimiento de la sexualidad; en las fantasías de castración, el origen de la diferencia de los sexos. Para terminar, señalemos que el concepto de fantasía originaria posee un interés central para la experiencia y la teoría psicoanalítica. A nuestro modo de ver, las reservas que suscita la teoría de una transmisión genética hereditaria(17) no deben hacernos considerar igualmente caducada la idea de que existen, en la vida de la fantasía, estructuras irreductibles a las contingencias de lo vivido individual.

Definición Laplanche y Pontalis definen la Fantasía como un: "guión imaginario en el que se halla presente el sujeto y que representa, en forma más o menos deformada por los procesos defensivos, la realización de un deseo, y en último término, de un deseo inconsciente". "La fantasía, dicen, se presenta bajo distintas modalidades: fantasías conscientes o sueños diurnos, fantasías inconscientes que descubre el análisis como estructuras subyacentes a un contenido manifiesto, y fantasías originarias". Freud señala que las fantasías inconscientes fueron, en ciertos casos, desde siempre inconscientes, y en otros fueron en el pasado fantasías conscientes o sueños diurnos que después fueron olvidados intencionalmente y llegaron al inconsciente por acción de la represión. Las primeras constituyen las Fantasías Originarias o primordiales (Urphantasien), de origen inconsciente, cuya inscripción corresponde a la represión primaria (Urverdrämgung). Las fantasías secundarias, en cambio, serán inscriptas a posteriori a nivel inconsciente (relegadas y determinadas por la represión secundaria) o consciente (sueños diurnos). Estas últimas, las fantasías originarias, serían "estructuras fantaseadas típicas(vida intrauterina, escena originaria, castración, seducción) que el psicoanálisis reconoce como organizadoras de la vida de la fantasía, cualesquiera que sean las experiencias personales de los individuos'»).

Origen e historia del término 
El término Fantasías Originarias (Urphantasien) aparece en Freud en 1915. Inicialmente, a partir de 1897, Freud se esforzaba por descubrir ciertas experiencias infantiles reales, traumatizantes, que se organizaban en guiones, en escenas (Urszenen), que daban cuenta de los síntomas neuróticos. Al respecto entabla una discusión con Jung, quien sostenía que esas escenas eran "fantasías reconstruidas retrospectivamente por el sujeto adulto". Freud pensaba en cambio que estas escenas pertenecían realmente al pasado del individuo, Sin embargo, después reconoce que estas escenas, que a partir de 1915 pasa a denominar Fantasías Originarias, se encontrarían de un modo muy general en todos los seres humanos, independientemente de lo realmente vivido por el sujeto. Por eso afirma la existencia de una estructura pre-subjetiva, a modo de esquema preexistente, aunque les sigue atribuyendo un contenido específico: fantasías de seducción, de escena primaria y de castración. Esto lo lleva a atribuirles una explicación filogenética, es decir, un modo de retrotraerlas a escenas que hayan ocurrido realmente en las épocas primigenias del ser humano. Según esta explicación, lo que fue realidad en la horda primitiva, se transformaría en realidad psíquica. Las escenas primitivas se verían así transformadas en Fantasías Originarias.

Desarrollo desde la perspectiva vincular 
No parece necesario atenerse a una explicación filogenética para dar cuenta de la universalidad de las Fantasías Originarias. Más que a un esquema anterior, que precedería al sujeto, el hecho de su universalidad remite a una cualidad estructural en todo ser humano. Al nacer el niño, sea cual fuere la cultura en la que está inserto, deberá vérselas con la problemática del pasaje de la "continuidad" intrauterina a la discontinuidad, fractura que se traduce en un desamparo originario, producida con el nacimiento, con la separación frente a la que sólo sobrevivirá, como ser humano a través del vínculo con el otro. Buscará entonces recuperar esa fusión mítica perdida, y esto se constituirá en un motor de vínculo. De ahí el carácter universal de estas fantasías que serán de inmediato resignificadas a través del sucederse de las experiencias de vida, dándose entonces una confluencia de la estructura y el contenido. Por eso se puede postular un continuum entre las fantasías originarias y las secundarias, una relación de resignificación. Según Laplanche y Pontalis, las Fantasías Originarias "constituyen una formación del inconsciente de un sujeto único pero son también, por su frecuencia, su generalidad y su origen, una pertenencia colectiva. Por lo tanto, estas fantasías tienen un carácter mixto, manifiestan una doble pertenencia, individual y colectiva. M. Bernard señala que "la secuencia de presencia-ausencia de la madre introducirá un elemento de distinción que aparecerá como un desgarro en la piel del vínculo". Propone una serie de categorías que caracterizan las Fantasías Originarias y dan cuenta de su impronta estructural en la formación de la psiquis. Estas son: adentro-afuera/ antes-después/ el mismo-el otro. En la fantasía de seducción, ésta remite a "los contenidos del afuera, introducidos como manera de manejar el espacio materno-filial". En efecto, las Fantasías Originarias surgen "en ocasión" del encuentro entre el mundo exterior y la deflexión de la pulsi6n sexual y el instinto de autoconservación, origen de la psiquis del bebé humano. Destaca Bernard que "la fantasía de escena originaria, que algunos autores relacionan con su complemento, la de la vida intrauterina, daría cuenta de la vuelta al adentro... El fantasma de la vida intrauterina sólo podría ser concebible desde el après coup que reconstruye un estado del que no hay memoria... La fantasía de castración sería el rastro del hiato que separa los pares de categorías". Las experiencias por las que pasa un sujeto desde su nacimiento ofrecen un contenido específico a estas fantasías. Por eso estructura y contenido se constituyen recíprocamente al mismo tiempo. Laplanche y Pontalis sostienen que "los temas de las fantasías Originarias se relacionan con los orígenes. En la 'escena originaria' se representa el origen del sujeto. En la fantasía de seducción, el origen o el surgimiento de la sexualidad. En la fantasía de castración, el origen de las diferencias de los sexos". Profundizando esta temática, L. Edelman y D. Kordon han destacado la diferencia entre las Fantasías Originarias, denominadas también Protofantasías, y las Fantasías de los Orígenes, vinculadas a las Teorías sexuales infantiles, en tanto "explicación construida por el niño acerca de esos orígenes". Estas últimas serían una resignificación de las primeras, pero en un nivel muy distinto. Las Fantasías de los Orígenes, dicen estas autoras, como respuesta a los enigmas infantiles, "requieren un cierto acceso al orden simbólico; es necesario contar con un sistema ideativo con cierto grado de desarrollo que construye o se apropia de los sistemas de creencias aportadas por la cultura". ¿Por qué la pregnancia de las Fantasías Originarias en los vínculos? R. Dorey señala que éstas "tienen un estatuto doble porque participan de lo individual y de lo colectivo. Si el grupo puede ser definido como un conjunto de personas interdependientes formando una cierta unidad, se puede concebir que la especificidad de esta unidad reposa sobre la existencia de una Fantasía Originaria prevaleciente, cuyo estatuto mixto le permite estar a la vez en el sujeto y en el grupo, y que la situación regresiva permite aflorar". De ahí su efecto organizador, destacado también por D. Anzieu. Una de sus características es la de paliar la angustia de no-asignación, de no lugar en el vínculo. Lo que caracteriza el polo de lo originario es el grado de indiscriminación de las fantasías. Éstas se presentan como una escena de entradas múltiples. M. Bernard señala su capacidad distributiva y permutativa, es decir que el grado de sincretismo que las caracteriza permite una fácil permutación de lugares dentro de la escena fantaseada, por eso su pregnancia como organizadores grupales. Dado su grado de ambigüedad, las Fantasías Originarias resultan fácilmente convocantes para los que configuran un vínculo, promoviendo la ilusión de unidad, de borramiento de los límites subjetivos. Esto es fácil de apreciar en la ilusión grupal o en el enamoramiento. De ahí la vigencia del apuntalamiento en el encuentro (R. Kaës). Lo que caracteriza al polo originario es el aspecto no subjetivado de las fantasías, aunque son individuales. Cuanto más predomina este aspecto indiscriminado, menos específico es el rol de un sujeto en un grupo, menor autonomía subjetiva puede observarse en los integrantes de una pareja. Se despliega la vivencia primigenia de desamparo y el intento de velarlo a través del vínculo. Esta ilusión de completud está en el origen de todo comienzo vincular, de todo proyecto. A su vez, es necesaria como matriz de libidinización para el infans. Frente al auge de patologías graves como las adicciones, las impulsiones, la anorexia y la bulimia, es dable pensar en un déficit en ese sustrato ilusorio, necesario para la constitución de la psiquis. La problemática básica de fusión-diferenciación, aparece en las Configuraciones Vinculares, en relación a la problemática de la pertenencia. La disyuntiva negación-reconocimiento de la alteridad del otro propias del polo originario, impregna toda relación intersubjetiva (M. Bernard.(1c) Construir un grupo, dice R. Kaës -un vínculo, se puede ampliar- "es darse recíprocamente la ilusión metafórica de ser un cuerpo omnipotente no sometido a la división ni a la muerte, espacio fusiona] sustitutivo de la pérdida donde se despliega la ilusión de completud y su contracara, la angustia de despersonalización, el temor a quedar atrapado dentro del otro". El comienzo de un nuevo vínculo promueve un impacto regresivo en sus integrantes. Esta observación, realizada por D. Anzieu, R. Kaës y M. Bernard, es una situación recurrente en los más diversos vínculos. Es más, tiene un efecto de matriz, de nuevo comienzo, con todo lo relativo al despliegue ilusorio de cerrar la brecha con el otro. En situaciones de crisis surge con más pregnancia el polo originario, con su problemática fusional, ya que se pierden los aspectos más discriminados. Se puede entonces postular (Selvatici, M., Zadunaisky, A. la hipótesis de un zócalo originario presente en toda Configuración Vincular.

Problemáticas conexas 
Se puede detectar la vigencia del polo originario en todas las cuestiones atinentes a la Pertenencia y su relación con la autonomía. En ese sentido la Identidad por pertenencia muestra su pregnancia cuando el sujeto " es" el grupo, o cuando en la pareja o en la familia no hay discriminación entre sus integrantes, o cuando la pertenencia a una Institución se sostiene a pesar del malestar y el sufrimiento que provoca, o sea cuando el sujeto requiere del vínculo para ser. (Ver "El Grupo Analítico de Reflexión"). Por otro lado, un cierto grado de fusión es estructurante y está en la base de todo vínculo. En lo referente al Zócalo originario en los vínculos es interesante destacar la vigencia de lo atinente al concepto de Apuntalamiento, ya presente en Freud, pero desarrollado por R. Kaës. Este autor reconoce cuatro dimensiones en el apuntalamiento: el apoyo, el modelo, el desvío y la transcripción. Las dos últimas apuntan a una metabolización subjetiva del vínculo, mientras que las dos primeras estarían más cercanas a la indiscriminación que caracteriza el polo originario. Implican la necesariedad de la presencia concreta del otro, a modo de verdadero puntal, lo que remite nuevamente a la Identidad por pertenencia. La problemática de las patologías graves puede ser estudiada a la luz de las dificultades para establecer en el vínculo originario una matriz de ilusión estructurante. Esto abre una perspectiva muy interesante en lo que se refiere a la dirección de la cura y a nuevas líneas de investigación.

Fuente: Psicopsi.com

lunes, 25 de mayo de 2020

La desaparición del sujeto en el fantasma



Hoy vamos a continuar con el tema del deseo y fantasma. Retomemos algunos puntos para luego ir colocando lo nuevo que toma Lacan respecto al texto Pegan a un niño. La vez pasada partimos de que el deseo, desde su aparición y su origen, se va a manifestar en ese intervalo, en esa hiancia que separa la articulación de la palabra. Es en ese intervalo, en esa hiancia, que la experiencia del deseo primero se aprehende como deseo del gran Otro, deseo materno. Y desde allí el sujeto tiene que ubicar su propio deseo. 

Entonces, el deseo, en primer lugar, es deseo del gran Otro. La presencia primitiva de ese deseo del gran Otro es el fundamento de lo que el análisis ha situado como una experiencia traumática. Recuerden que es en el seminario de El deseo y su interpretación del año '58-'59 donde Lacan dice que: El sujeto se defiende de su desamparo y, con ese medio que le brinda la experiencia imaginaria de la relación con el otro, construye algo que, a diferencia de la experiencia especular, es flexible con el otro. 

En efecto - continúa Lacan- lo que el sujeto refleja no son simplemente juegos de prestancia, no es simplemente su aparición ante el otro con el prestigio y la finta, sino que se refleja a si mismo como sujeto hablante. Por eso, lo que les designo aquí como el lugar de salida, como lugar de referencia a través del cual el deseo va a aprender a situarse, es el fantasma

Entonces, el fantasma es articulable entre el sujeto como hablante al otro imaginario, o sea que el fantasma es una estructura simbólico-imaginaria en este momento de la enseñanza de Lacan. 

La función del fantasma es dar al deseo del sujeto su nivel de acomodación de situación. Por eso el deseo humano tiene esa propiedad de estar fijado, adapatado, asociado, no a un objeto, sino siempre a un fantasma. El deseo es siempre deseo de otra cosa. En el acto de hablar, Freud nos dice que el sujeto no sabe lo que hace. El sujeto, va mucho más lejos que simplemente su palabra. Lacan toma el texto freudiano Pegan a un niño para mostrarnos mediante los pasos de esta fantasía, la estructura del fantasma.

En ese texto freudiano, Lacan ubica la representación de la fantasía "pegan a un niño", que suele aparecer en pacientes neuróticos: histeria y neurosis obsesiva. Es una frase descolgada en relación a lo trabajado en el análisis. Las primeras fantasías de este contenido, las fantasías de paliza, suelen ubicarse antes de la edad escolar. Freud, en este texto, va a hacer una construcción de esta fantasía. Este es un punto importante: para que se arme una fantasía, no debe haber sufrido maltrato durante su infancia. En relación a la fantasía, no se trata de lo que sucedió, se trata de lo que nunca sucedió. Si hubo maltrato en la infancia, no se arma este fantasma. 

Pegan a un niño es una fantasía en relación a un lugar de sometimiento y se construye en la singularidad y con los significantes de cada cura. Freud quiso averiguar más sobre estas fantasías tempranas. Las fantasías de paliza tienen una historia: se constituye finalmente al cierre del Edipo, antes de la latencia. Al cierre del Edipo se va a constituir, por un lado el fantasma: por el otro, el síntoma. Entonces, en los tiempos de constitución de esta fantasía se dan cambios en relación a quiénes son los que pegan, a quiénes son pegados y si el placer del que se trata es sádico o masoquista. Y va a describir 3 momentos de construcción de esta fantasía, que se da entre los 2 y los 4 o 5 años, al cierre del Edipo. Freud toma 3 fases, que serían así:

1) Muy tempranamente en la infancia, Freud coloca la frase "El padre pega al niño". Freud dice que quizá se trate de algún recuerdo, que la verdad no tiene importancia. Ahí él duda si pasó o no pasó. De ahí surge un modo de satisfacción sádico: el padre pega al niño. Incluso, puede ser "El padre pega al niño que yo odio".  

2) La segunda fase de la fantasía es "Yo soy azotado por el padre". Esto tiene un contenido masquista y tiene consecuencias: nunca tuvo existencia real, no es recordado para nada en el sujeto, nunca estuvo consciente y solo es construcción del análisis. 

3) La tercera frase es el texto que comunica un paciente adulto en el análisis: "Se pega a un niño". Con esto el adulto va al análisis. La persona que pega, en esta frase, nunca es el padre. La persona propia tampoco aparece en la fantasía. Se pega a un niño, una frase impersonal y la fantasía es probablemente fuente de mucha excitación, intensa y sexual, que procura satisfacción masturbatoria. 

Vamos a detenernos, siguiendo a Lacan, en este tercer tiempo y cómo es enunciado en la cura: se pega a un niño. ¿Quién pega? Se pega. Ese "se" es impersonal, es el sujeto. El sujeto es verdaderamente evasivo. Entonces, Lacan se interroga dónde está entonces el sujeto. En el "se". Es bajo ese significante que el sujeto queda suspendido, a decir de Lacan, el sujeto llegó a abolirse. Esta fantasía descubierta por Freud nos brinda la estructura del fantasma, donde el sujeto está desaparecido. 

Para ubicar la relación entre sueño y fantasma, Lacan toma la aparición de un sueño en una paciente de una psicoanalista y toma algo previo que surge en el análisis previo a la aparición del sueño. Vamos a tomar solo esos puntos, hasta la aparición del sueño y ver cómo aparece esta dimensión fantasmática.

Se trata de un paciente que previo a la entrada del consultorio, tosía. No lo podía evitar. estaba molesto porque no quería toser. Le pasaba algo que no quería y pensaba que esto tenía que ver por alguna razón, que por algo le pasaba. Un paciente que estaba en análisis durante bastante tiempo y se lo dice a la analista. La analista lo interroga por las razones y él responde que podrían ser una de esas cosas que uno hace si entrara en una habitación donde do amantes estuvieran juntos y solos. En ese momento que le dice esto, le viene un recuerdo de cuando tenía 15 años: su hermano estaba en una habitación con la novia y para que se separaran, él tosió antes de entrar. Entonces analista le pregunta por qué él tose aquí. El paciente recuerda una fantasía: encontrarse en una habitación donde no debía estar. Entonces, decidió impedir que se dieran cuenta y ladró como un perro. Pensó que esto ocultaría su presencia. La analista le pregunta por el perro. Aparece otro recuerdo: un perro que se restregaba contra la pierna de una persona, se masturbaba. En ese momento en que lo relata, tose y cuenta un sueño.

Hasta aquí el recorte, porque el sueño es para tomarlo completo y es un análisis bastante importante. Me pareció que podía transmitir con este recorte como el paciente va asociando y como van apareciendo formaciones del inconsciente. 

Entonces, atrapado en el dominio de la palabra, hacerse animal, hacerse perro, producirse ausente: ahí no hay nadie. La tos que el paciente juega en transferencia, puesta a trabajar en el análisis, hace surgir asociaciones. Hacerse perro nos anuncia al sujeto en su fantasma: en tanto que estoy en presencia de otro, yo no soy nadie. El fantasma es siempre enigmático. Interpretar el deseo es restituir aquello a lo cual el sujeto no puede acceder por si mismo. El deseo masoquista, el deseo suicida, el deseo ablativo, etc. Con el fantasma pegan a un niño, Freud nos transmite que el sujeto en el fantasma está desaparecido: hay afánisis del sujeto. Es decir, desaparición, pero no del deseo. Es el sujeto el que desaparece en el fantasma del perro que habla. 

La tos, entonces, es un mensaje y el paciente se pregunta entnces por su finalidad. Fantasma de estar donde no debía estar y ladrar como un perro para despistar a la gente. O sea, que está donde no tiene que estar. Fantasma muy frecuente en el obsesivo: estar siempre en otro lugar. 

Lacan toma de Freud el concepto de la unión de deseo y fantasma. En la carta n° 61 y 62 de 1897 nos dice Freud que la fantasía deriva de las cosas que han sido oídas y vistas, aunque no entendidas a posterioi. Son estructuras protectoras. Esto ya lo decía Freud en ese tiempo y su origen reside en las fantasías masturbatorias. Son ficciones protectoras. En la carta 63, Freud nos dice que las fantasías son predecesoras de los síntomas. Lacan segirá tomando estos puntos freudianos: deseo y fantasma son solidarios. 

El fantasma o la fantasía en la constitución de la realidad psíquica en lugar de la ficción, el fantasma en relación con la mirada y la voz, con lo visto y lo oído. Con los restos, dice Lacan, de lo visto y lo oído, la noción de fantasma como defensa. La íntima relación del fantasma con el autoerotismo, por lo tanto con la masturbación. El mismo término de ganancia de placer que trae el fantasma, Lacan lo lee también como ganancia de goce. Entonces, el fantasma tiene también otra una articulación entre el placer y el goce.

Tenemos la oportunidad en un análisis de ir atravesando los fantasmas para la construcción de la neurosis infantil. Sin la neurosis infantil, no podemos decir que haya psicoanálisis.

viernes, 17 de abril de 2020

De "Pegan a un niño" hasta la noción de fantasma


En su lección inaugural de la cátedra de semiología ligüistica del Collège de France, pronunciada en 1977, Roland Barthes dice que la lengua es fascista, no porque impida decir, sino porque obliga a decir. Lacan lo dirá de otro modo: el hombre está tomado en el lenguaje en un discurso preexistente, lo quiera o no. Capturado más allá del saber que de eso tenga.

El deseo, desde su aparición y desde su origen, se manifiesta en el intervalo, en esa hiancia que separa la articulación de la palabra. Es en ese intervalo y en esa hiancia donde se sitúa la experiencia del deseo, que primero se aprende como deseo del gran Otro, deseo materno, y es allí en su interior donde el sujeto tiene que ubicar su propio deseo. Entonces, en principio el deseo es deseo del Otro. 

Ante la presencia primitiva del gran Otro, opaco y oscuro, el sujeto está sin recursos. Está indefenso. La presencia primitiva del deseo del Otro es el fundamento de lo que el análisis ha situado como una experiencia traumática. En el seminario El Deseo y su Interpretación (1958-59) Lacan dice:
El se defiende contra ese desvalimiento, y con ese medio que la experiencia imaginaria de la relación con el otro le da, construye algo que es, a diferencia de la experiencia especular, flexible con el otro. Porque lo que el sujeto refleja, no son simplemente unos juegos de prestancia, no es su oposición al otro en el prestigio y en la finta, es él mismo como sujeto hablante, y es por esto que lo que yo les designo aquí como siendo ese lugar de salida, ese lugar de referencia por donde el deseo va a aprender a situarse, es el fantasma.
Así lo plantea Lacan. También dice:
un fantasma, […] es articulable en estos términos de referencia del sujeto como hablante al otro imaginario.
Entonces, el fantasma es una estructura simbólico imaginaria. Continuamos un poco más con Lacan.
[…] la función del fantasma como función de nivel de acomodación, de situación del deseo del sujeto como tal, y es precisamente por esto que el deseo humano tiene esa propiedad de estar fijado, de estar adaptado, de estar coaptado, no a un objeto, sino siempre esencialmente a un fantasma.
Hasta aquí en seminario El Deseo y su Interpretación. Este punto es importante, porque asociado y adaptado no a un objeto, sino a un fantasma, porque siempre la relación al Otro está mediada por un fantasma. No existe el Otro como objeto, Lacan no lo plantea así. Plantea la relación a un fantasma. El deseo es siempre deseo de otra cosa y:
[…] la situación del deseo está profundamente marcada, fijada, adherida a cierta función del lenguaje, a cierta relación del sujeto con el significante,
En el acto de hablar, Freud nos dice que el sujeto no sabe lo que hace. Dice Lacan:
El sujeto, […] va desde luego mucho más lejos que simplemente su palabra, […] su vida […] en tanto que tal, […] son acciones simbólicas ― […] están sujetas a registro […]
[…]a nivel del acto de la palabra, el código es dado por algo que no es la demanda primitiva, que es cierta relación del sujeto con esta demanda en tanto que el sujeto ha quedado marcado por sus avatares. Es eso que llamamos las formas orales, anales, y otras, de la articulación inconsciente.
O sea, por los tiempos de la pulsión.
La situación del sujeto a nivel del inconsciente, tal como Freud lo articula ― no soy yo, es Freud quien lo articula ― es que él no sabe con qué habla.
No sabe el mensaje de la respuesta que le llega a su demanda. La respuesta es un significante, es el falo, un significante privilegiado. Es el significante de la falta. El deseo es falta. Si el deseo de la madre es el falo, el niño quiere ser el falo para satisfacerla, para completarla. Ubicar la estructura del deseo y la demanda, situar la posición del deseo, solo es posible por la operatoria con el significante. Si nos referimos a la cura, situar el deseo solo es posible con la operatoria con el significante. La clave es la relación del sujeto con el significante para operar en la clínica. 

Lacan nos muestra la noción del deseo, indicando que este aparece en cierto número de relaciones, en coordenadas. Nos dice que son interesante reconocerlas, ya que al no hacerlo el pensamiento se desliza siempre, se aferra en haras mal definidas. Y esto trae inconvenientes al analista en su interpretación. 

Lacan toma el texto freudiano de "Pegan a un niño" (1919) para mostrarnos a través de los pasos de la fantasía, la estructura del fantasma. Va a tomar esta fantasía que Freud encontró en la clínica para ubicar la estructura del fantasma.

En el texto freudiano, la representación de la fantasía "pegan a un niño" suele aparecer en pacientes neuróticos: histeria o neurosis obsesiva. Es una frase descolgada en relación a lo que se está trabajando en el análisis. Dice Freud:
la fantasía es ahora la portadora de una excitación intensa, inequívocamente sexual. y como tal procura la satisfacción onanista. 
La frase descolgada es "se pega a un niño". Es imprecisa y el paciente no puede decir más nada. Solo puede decir que se pega a un niño.
La confesión de esta fantasía sólo sobreviene con titubeos; el recuerdo de su primera aparición es inseguro, una inequívoca resistencia sale al paso de su tratamiento analítico, y la vergüenza y el sentimiento de culpa quizá se movilizan con mayor vigor en este caso que a raíz de parecidas comunicaciones sobre los comienzos recordados de la vida sexual. 
Las primeras fantasías de este contenido, llamadas fantasías de paliza, suelen ubicarse antes de la edad escolar. El niño azotado, en efecto, nunca es el fantaseador. Si hubo maltrato en la infancia, no se arma este fantasma, esto plantea Freud en su texto. Dice algo así que no debieron ser pegados con maldad. 

Pegan a un niño es una fantasía en relación a un lugar de sometimiento. No es interpretable y se construye en la singularidad de cada cura. Freud quiso averiguar mucho más acerca de estas fantasías tempranas. 

Las fantasías de paliza tienen una historia que no es simple. Se constituye finalmente al cierre del Edipo, antes de la latencia. En los tiempos de constitución, se dan cambios en relación a  quién es el que pega, a quién es el o los pegados y si el placer es sádico o masoquista. Freud describe 3 momentos de la construcción de la fantasía que se da entre los 2 a los 4 o 5 años. Termina a los 5, al cierre del Edipo.
Para estudiar con mayor facilidad estas mudanzas en las fantasías de paliza, me permitiré circunscribir mis descripciones a las personas del sexo femenino, que por otra parte constituyen la mayoría en mi material.
[…] 
La primera fase de las fantasías de paliza en niñas tiene que corresponder, pues, a una época muy temprana de la infancia. En ellas hay algo que permanece asombrosamente indeterminable, como si fuera indiferente. La mezquina noticia que se recibe de las pacientes en la primera comunicación, «Pegan a un niño», parece justificada para esta fantasía. No obstante, hay otra cosa determinable con certeza, y por cierto siempre en el mismo sentido. El niño azotado, en efecto, nunca es el fantaseador; lo regular es que sea otro niño, casi siempre un hermanito, cuando lo hay. Puesto que puede tratarse de un hermano o una hermana, no es posible establecer un vínculo constante entre el sexo del fantaseador y el del azotado. Por tanto, la fantasía seguramente no es masoquista; se la Ihmiaría sádica, iicro no debe olvidarse que el niño fantaseador nunca es el que pega. En cuanto a quién es, en realidad, la persona que pega, no queda claro al comienzo. Sólo puede eumprobarse que no es otro niño, sino un adulto. Esta persona adulta indeterminada se vuelve más tarde reconocible de manera clara y unívoca como el padre (de la niñita). La primera fase de la fantasía de paliza se formula entonces acabadamente mediante el enunciado: «El padre pega al niño».*
 Niño lo coloca acá sin determinación de sexo. 
Dejo traslucir mucho del contenido que luego pescjuisaremos si digo, en lugar de ello: «El padre pega al niño que yo odio». En verdad podemos vacilar en cuanto a si ya a este grado previo de la posterior fantasía de paliza debe concedérsele el carácter de una «fantasía». Quizá se trate más bii'i) lie recuerdos de esos hechos que uno ha presenciado, de deseos que surgen a raíz de diversas ocasiones; pero estas dudas no tienen importancia alguna.

Entre esta primera fase y la siguiente se consuman grandes trasmudaciones. Es cierto que la persona que pega sigue siendo la misma, el padre, pero el niño azotado ha devenido otro; por lo regular es el niño fantaseador mismo, la fantasía se ha teñido de placer en alto grado y se ha llenado con un contenido sustantivo cuya derivación nos ocupará más adelante. Entonces, su texto es ahora: «Yo soy azotado por el padre». Tiene un indudable carácter masoquista. Esta segunda fase es, de todas, la más importante y grávida en consecuencias; pero en cierto sentido puede decirse de ella que nunca ha tenido una existencia real. En ningún caso es recordada, nunca ha llegado a devenir conciente. Se trata de una construcción del análisis, mas no por ello es menos necesaria. 
O sea que para que aparezca ahí "yo soy azotado", se trata de una construcción en el análisis. 
La tercera fase se aproxima de nuevo a la primera. Tiene el texto conocido por la comunicación de; his pacientes.
Es decir, esta versión es la que escuchamos en la clínica. 
La persona que pega nunca es la del padre; o bien se la deja indeterminada, como en la primera fase, o es investida de manera típica por un subrogante del padre (maestro). La persona propia del niño fantaseador ya no sale a la luz en la fantasía de paliza. Si se les pregunta con insistencia, las pacientes sólo exteriorizan: «Probablemente yo estoy mirando». En lugar de un solo niño azotado, casi siempre están presentes ahora muchos niños. Con abrumadora frecuencia los azotados (en las fantasías de las niñas) son varoncitos, pero ninguno de ellos resulta familiar individualmente. La situación originaria, simple y monótona, del serazotado puede experimentar las más diversas variaciones y adornos, y el azotar mismo puede ser sustituido por castigos y humillaciones de otra índole.
Vayamos ahora al punto 4. 
Si uno prosigue el análisis a través de esas épocas temprunwN ru (|uc se sitúa la fantasía de paliza y desde las cuales se la recuerda, la niña se nos aparece enredada en las excitaciones (le su complejo parental.

La niña pequeña está fijada con ternura al padre, quien inobablemente lo ha hecho todo para ganar su amor, poniendo así el germen de una actitud de odio y competencia hacia la madre, una actitud que subsiste junto a una corriente de dependencia tierna y que puede volverse cada vez más intensa y más nítidamente conciente a medida que pasen los años, o motivar una ligazón amorosa reactiva, hipertrófica, con aquella. Ahora bien, la fantasía de paliza no se anuda a la relación con la madre. Están los otros hijos, de edad apenas mayor o menor, que a uno no le gustan por toda clase de razones, pero principalmente porque debe compartir con ellos el amor de los padres, y a quienes, por eso, uno aparta de sí con toda la salvaje energía que la vida de los sentimientos posee en esos años. Si hay un hermanito menor (como en tres de mis cuatro casos), se lo desprecia además de odiarlo, y encima hay que ver cómo se atrae la cuota de ternura que los padres enceguecidos tienen siempre presta para el más pequeñito. Pronto se comprende que ser azotado, aunque no haga mucho daño, significa una destitución del amor y una humillación. ¡Tantos niños se consideran seguros en el trono que les levanta el inconmovible amor de sus padres, y basta un solo azote para arrojarlos de los cielos de su imaginaria omnipotencia! Por eso es una representación agradable que el padre azote a este niño odiado, sin que interese para nada que se haya visto que le pegaran precisamente a él. Ello quiere decir: «El padre no ama a ese otro niño, me ama sólo a mí». 
Vean como Freud la va construyendo.
Este es entonces el contenido y el significado de la fantasía de paliza en su primera fase. Es evidente que la fantasía satisface los celos del niño y que depende de su vida amorosa, pero también recibe vigoroso apoyo de sus intereses egoístas. Por eso es dudoso que se la pueda calificar de puramente «sexual»; pero tampoco nos atrevemos a llamarla «sádica».
Un poco más adelante en el texto, dice: 
Los seres humanos que llevan en su interior esa fantasía muestran una particular susceptibilidad e irritabilidad hacia personas a quienes pueden insertar en la serie paterna; es fácil que se hagan afrentar por ellas y así realicen la situación fantaseada, la de ser azotados por el padre, produciéndola en su propio perjuicio y para su sufrimiento.
Por ejemplo en un trabajo, alguien que ocupe ese lugar de autoridad. Ser afrentado por el otro, en este caso, se debe a este fantasma. Esto da una base de cómo el sujeto se relaciona con las figuras de autoridad. Esto no se queda en la infancia, sino que se pone en juego en toda relación con alguien de autoridad. 

En el punto 6, Freud hace un breve recorrido.
Resumo los resultados: la fantasía de paliza de la niña pequeña recorre tres fases; de ellas, la primera y la última se recuerdan como concientes, mientras que la intermedia permanece inconciente. Las dos concientes parecen sádicas; la intermedia —la inconciente— es de indudable naturaleza masoquista; su contenido es ser azotado por el padre, y a ella adhieren la carga libidinosa y la conciencia de culpa. En la primera y tercera fantasías, el niño azotado es siempre un otro; en la intermedia, sólo la persona propia; en la tercera —fase conciente— son, en la gran mayoría de los casos, sólo varoncitos los azotados. La persona que pega es desde el comienzo el padre; luego, alguien que hace sus veces, tomado de la serie paterna. La fantasía inconciente de la fase intermedia tuvo originariamente significado genital; surgió, por represión y regresión, del deseo incestuoso de ser amado por el padre.
O sea, quedaría entre amado y pegado.
Dentro de una conexión al parecer más laxa viene al caso el hecho de que las niñas, entre la segunda y la tercera fases, cambian de vía su sexo, fantascántlosc como varoncitos.
Llegamos hasta aquí con el texto de Freud.  Sobre este texto, Lacan va a sentar las bases para trabajar el fantasma. Lo seguiremos viendo la próxima vez.

miércoles, 8 de enero de 2020

Identidad, identificación y lazo social. La enseñanza de Lacan (4)


Por Enric Berenguer


La identidad y el fantasma
Uno de los abordajes de la cuestión de la identidad a partir de la enseñanza de Lacan es el que nos permite la teoría del fantasma.

El fantasma (término técnico que sustituye a la idea más vaga de fantasía) nos remite a aquellos relatos a través de los cuales antes hemos visto que, según R. Rorty, el sujeto da sentido a su vida.

Recordemos que el propio Rorty, aunque de una forma del todo inespecífica, se refiere a las fantasías como relatos en los que están en juego las preferencias de cada uno, sus maneras peculiares de encontrar placer, etc.

Pero también hemos visto que Freud descubrió las fantasías primordiales o protofantasías.

Idea clave 15
Freud descubrió, por un lado, que había una serie limitada de fantasías que tendían a ser universales y, por otro lado, que las soluciones particulares que cada individuo encontraba a los problemas planteados por dichas fantasías parecían definir una orientación particular, altamente individualizada, que surge en un momento de su historia y tiene efectos determinantes en lo sucesivo.

Como sucede, por ejemplo, en el caso del fetichista o en otras orientaciones sexuales que desde que cristalizan no dejan de condicionar la vida del sujeto. Sería absurdo explicar las fantasías en las que se sostienen esos comportamientos y gustos sexuales recurriendo al expediente de que se trata de “historias privadas” con las que el sujeto busca complacerse.

Porque ¿qué determina que esas historias y no otras le den placer? Lacan profundiza en esta idea, llegando a la conclusión de que existe un fantasma fundamental.

Idea clave 16
El fantasma fundamental se manifiesta de formas muy variadas, imprime su carácter a todo tipo de formaciones del inconsciente y se traduce en muchos aspectos de la vida del sujeto, no sólo en sus preferencias sexuales.

Constituye una especie de núcleo de “identidad” del sujeto, basado fundamentalmente en la interpretación que éste hace sobre una serie de aspectos de su relación con el Otro y, en particular, sobre el lugar que él mismo puede ocupar como objeto de amor y/o deseo para el Otro.

De todas formas, esta identidad debe entenderse como la cristalización de una respuesta del sujeto que, en un momento dado de su existencia, responde al problema de su falta de ser (efecto de la estructura del lenguaje) mediante una interpretación o una serie de interpretaciones que adquieren cierto grado de estabilidad y que, en adelante, orientarán la posición del sujeto frente a diversas vicisitudes de su relación con el Otro.

La respuesta que constituye el fantasma a la pregunta “¿qué soy yo?” es considerada por el psicoanálisis como una respuesta, que, con independencia del grado relativo de justificación que tenga y obtenga en la vida del sujeto, debe considerarse en lo fundamental falsa, o, en todo caso, como una de aquella clase de verdades que lo son porque tienden a autorrealizarse.

En efecto, aquel sujeto que encuentra en su relación con el Otro la marca de un rechazo fundamental puede tender activamente, de un modo sobre todo inconsciente, a provocar situaciones en las que este rechazo se confirme.

El grado de convicción que el fantasma genera es tal, que no sólo el propio sujeto no se sustrae a su influjo, sino que este influjo se ejerce también sobre su entorno con gran eficacia.

Por este motivo, el sujeto que se cree rechazado normalmente acaba consiguiendo hacerse rechazar “de verdad”. Como se ve, a este nivel, la verdad y la ficción se confunden en toda regla.

Idea clave 17
A pesar de reconocer el papel determinante del fantasma, el psicoanálisis se plantea como objetivo mostrar su relativa falsedad y permitir al sujeto sustraerse a su influjo.
Por ejemplo, en el caso que hemos planteado antes, del sujeto que tiende a demostrar que es rechazado y verifica que los demás, “en efecto”, le rechazan, el psicoanálisis tratará de sacarle de la fascinación que le produce que sus “peores expectativas” se hagan realidad, mostrándole que, hagan lo que hagan los otros, el responsable es él.

Y aquí, la cuestión de quién empezó primero debe ser considerada en todo punto irrelevante.
Hay un aspecto concreto de la estructura que Lacan atribuye al fantasma que vale la pena comentar.

La fórmula que de él propone es la siguiente:
($ ◊ a)

Incluye, por una parte, al sujeto dividido del inconsciente, es decir, al sujeto afectado de una “falta en ser” y, por otra parte, un objeto, conocido como objeto a, que funciona como un complemento de ser, cuya función sería, precisamente, remediar la mencionada falta de ser (remediarla, en cierto modo, obturándola, tapándola).

Esto significa que una de las formas más evidentes a través de las cuales el sujeto trata de remediar la falta de ser pone en juego la función de un objeto libidinal.

Y ello se produce en dos modalidades distintas, que en cada caso se articulan de un modo particular: por una parte, se trata del objeto libidinal que el sujeto es, fue, cree ser o cree haber sido (objeto que tiene una serie de determinaciones concretas, no se trata sólo de serlo o no serlo); por otra parte, se trata de la función que el partenaire sexual desempeña para el sujeto, pero en este caso se trata de un objeto parcial tomado del partenaire y no del partenaire como otro sujeto.

Con respecto a esto último, es interesante destacar que, en efecto, la relación con un partenaire sexual constituye una de las formas primordiales por las que el sujeto trata de remediar el sentimiento general de carencia que Lacan formula como “falta en ser”.

Es preciso tener en cuenta, sin embargo, que en algún momento restringe algo la validez de esta fórmula, fórmula que da cuenta del fantasma masculino, porque no parece apta para simbolizar algunos aspectos de la relación del sujeto femenino con su objeto de amor.

De todas formas, una de las virtudes de la fórmula del fantasma en el contexto de la pregunta por la cuestión de la identidad, es poner de relieve que la pregunta del sujeto por su propio ser parece inducir toda una serie de respuestas que se sitúan en el registro de una posesión de objetos cargados de un valor libidinal, objetos que participan de lo imaginario y de lo real pulsional.

En cierto modo, esto se relaciona con la idea, verificada en la experiencia común, de que la pregunta por el ser tiende a ser contestada en términos de tener.

Ahora bien, como demuestra el estudio psicoanalítico del fantasma, en este terreno es muy difícil deslindar aquello que corresponde al objeto libidinal a cuya posesión se aspira y el papel, más discreto pero omnipresente, del objeto que se fue para el Otro (y que, dada la estabilidad de la solución fantasmática, se sigue siendo en gran parte).

Sea como fuere, el psicoanálisis insiste en la falsedad relativa del “tú eres eso” determinado por el fantasma, por lo que un psicoanálisis debería tender a un cuestionamiento, al menos relativo, de esa “identidad”.

Esa identidad no deja de tener efectos sintomáticos para el sujeto. Porque si bien en primer término tiene un efecto contrario a la angustia vinculada a la indeterminación del ser, fija al sujeto en una relación de dependencia respecto al Otro planteada en unos términos que a su vez tiene otro tipo de efectos angustiantes.

En este sentido, la fórmula del fantasma revela un tipo de alienación de la que el sujeto extrae una seguridad tramposa.

Uno de los aspectos simbolizados en la fórmula en cuestión, si en ésta se piensa el objeto en el registro del tener, nos muestra la posibilidad siempre abierta de que el sujeto se extravíe en una búsqueda de objetos que saturen el vacío siempre abierto de su falta de ser.

Como el ser y el tener resultan profundamente incompatibles, los riesgos son evidentes, y encontramos ejemplos de ello en toda una serie de patologías en las que determinado uso de los objetos se enmarcan en aquello que se ha venido en llamar “adicciones”.

Si nos fijamos, en cambio, en los riesgos de una respuesta al problema del ser excesivamente planteada en términos de lo que soy para otro, los riesgos son igualmente graves, aunque distintos en su forma: nos encontramos con personas que, en su necesidad de asegurarse de cumplir un papel para el otro, consienten fácilmente en identificarse con algo que para dicho otro es más bien degradante.

Se abre ante nosotros toda la problemática de la dependencia, con toda su retahíla de malos tratos y degradación.

Ambas vertientes de la problemática del objeto (usando aquí una expresión muy aproximada por necesidades expositivas) tienden a expresarse en una patología en que el pasaje al acto y la repetición se disfrazan muy a menudo en el sentimiento subjetivo de que “esta vez es diferente”, o “esta vez es la última”.

Pero una adecuada perspectiva histórica muestra invariablemente un grado de compulsión que en ocasiones puede ser muy peligroso.

El aspecto más pernicioso de este tipo de problemáticas es que generan un círculo vicioso que podemos entender como sigue: primero, el sujeto calma la angustia vinculada con la falta en ser recurriendo a un mecanismo que la reduce eficazmente; con el tiempo, sin embargo, el sujeto se vuelve cada vez más incapaz de enfrentarse con ese vacío original, que parece haberse ido agrandando a medida que se van encontrando formas de no enfrentarlo.

Esto supone una aceleración de la dependencia o la adicción y tiende a producir situaciones de “huída hacia adelante” cuya gravedad es bien conocida.

Por supuesto, en algunos casos pueden ir asociados ambos lados del problema, pues no hay nada que los haga necesariamente excluyentes, aunque uno de los dos aspectos suele predominar en un sujeto dado, o en un momento determinado de su existencia.

La expresión, claramente patológica en algunos casos, de estas dos vertientes del fantasma, no debe llevarnos a olvidar que se trata de virtualidades abiertas a todo ser hablante, que casi siempre se han manifestado en un momento u otro de la vida del sujeto, aunque no hayan llegado a dar lugar a síntomas, o al menos a síntomas graves.

Idea clave 18
Frente a la (mala) solución aportada por el fantasma a la pregunta por el ser, el psicoanálisis se propone encontrar cuáles son los referentes identificatorios (significantes) sobre los que dicha respuesta está construida. Se trata de demostrar que con esos mismos significantes (como tales imborrables, por lo que no es cuestión de eliminarlos) el sujeto puede construir una interpretación distinta a la que el fantasma consagra.

El sujeto no puede, pues, renunciar a todo aquello de su identidad que se encuentra articulado en su fantasma, pero puede reducirlo a unos elementos mínimos, que permiten más de una interpretación.
De esta forma se trata de conjugar lo inevitable de la repetición con la posibilidad de leerlo de otra manera.

El psicoanálisis se propone que cada cual pueda asumir aquellas marcas ciegas que lo determinan, pero a su vez, dándole la máxima libertad en cuanto a la forma de traducirlas, encaminarlas.

En lo que se refiere a la operación concreta que se pretende llevar a cabo con respecto al fantasma, se trata de “construirlo”, es decir, desmenuzar su armazón significante, o sea, una serie de significantes fundamentales que tienen un papel determinante como identificaciones del sujeto.

Todo ello con la finalidad de “atravesarlo”, es decir, poder desprenderse de algún modo de la influencia de ese marco de referencia fijo que constituye.

Contrastando una vez más nuestros planteamientos con los de Rorty, diríamos que no se trata de que el sujeto construya en toda libertad su narrativa.

Se trata, en primer lugar, de que pueda dejar de someterse a un tipo de narración muy condensada, su fantasma, en la medida en que tiene para él efectos nocivos, y pueda extraer de ella unos elementos mínimos, pero para construir una narración distinta.

Como se ve, existe un cierto grado de libertad, pero también unos condicionamientos mínimos: la historia no se puede volver a escribir desde cero.

Fuente: Enric Berenguer, "Identidad, identificación y lazo social. La enseñanza de Lacan"

miércoles, 11 de diciembre de 2019

¿Cuál es la diferencia entre síntoma y rasgo de carácter?

Dos textos freudianos nos abren la escucha hacia la diferencia entre la dimensión del síntoma, con el sufrimiento que conlleva, y un rasgo del carácter del sujeto.

Continuamos en la temática de la sexualidad infantil para ir avanzando en la teorización de Freud, según el modo en que fue interrogando su práctica.

En Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad de 1908, nos plantea el nexo entre las fantasías histéricas y los síntomas neuróticos; luego extiende este concepto a las neurosis.

Las fantasías son tanto conscientes (sueños diurnos) como inconscientes, y una vez que han devenido inconscientes, es decir, que han sido reprimidas, pueden expresarse en síntomas y ataques.

Las fantasías inconscientes mantienen un vínculo estrecho con la vida sexual, son idénticas a las fantasías que sirvieron al niño para su satisfacción sexual durante el período de masturbación.

El acto masturbatorio se daba en dos momentos: primero se convocaba la fantasía y luego había un segundo momento de autosatisfacción. Es decir que había una soldadura entre fantasía y acto masturbatorio, como hemos visto en el texto “Tres ensayos de teoría sexual” (Aquí y aquí).

Luego, en el momento de la renuncia a la satisfacción masturbatoria, la fantasía misma cae por medio de la represión, y pasa de ser consciente a ser inconsciente.

La conexión de las fantasías con los síntomas no es simple, sino múltiple y compleja. Un síntoma no corresponde a una única fantasía inconsciente, y no se trata de una correspondencia arbitraria, sino sujeta a leyes del inconsciente.

Freud puntualiza para el síntoma histérico:
  • Es el símbolo mnémico de impresiones y vivencias eficaces, o sea traumáticas.
  • Es un sustituto mediante conversión del retorno asociativo de esas vivencias.
  • Es la expresión de un cumplimiento de deseo.
  • Es la realización de una fantasía inconsciente al servicio del cumplimiento del deseo.
  • Sirve a la satisfacción sexual y figura una parte de la vida sexual en correspondencia con uno de los componentes de la pulsión sexual.
  • Corresponde al retorno de un modo de satisfacción sexual que fue real en la vida infantil y reprimida por la caída de la masturbación.
  • Es una formación de compromiso entre una moción pulsional y otra represora.
  • Siempre tiene un significado sexual.
  • Es la expresión de una fantasía sexual inconsciente masculina y femenina, que podría pensarse como activa y pasiva.
Para ubicar el nexo entre el erotismo anal y la neurosis obsesiva, Freud nos presenta el trabajo “Carácter y erotismo anal”. También es de 1908, año en que ya escribía sobre el Hombre de las Ratas. Este texto describe personas que tienen como rasgos de carácter el ser ordenadas, ahorrativas y empecinadas o tercas.

Llama la atención a Freud algo que sucedía en la infancia de estas personas con relación a la función excretora y de los órganos que participan en ella. La experiencia clínica lo guió hacia un nexo entre el tiempo de la analidad y estos rasgos de carácter, que son sublimaciones o inhibiciones pulsionales. No se trata aquí de represión.

El campo de significación de la palabra ordenado también incluye metódico, honrado, decente. Ordenado incluye el aseo y la escrupulosidad en cumplir obligaciones, y también la formalidad, todas formaciones reactivas. El carácter ahorrativo puede llegar hasta la avaricia, la terquedad puede llegar hasta el desafío, la ira y la venganza.

En la primera infancia de estas personas se da mucha dificultad en el control de esfínteres. Son niños que se rehúsan a responder a la demanda materna de evacuar el intestino en el lugar indicado, y al mismo tiempo el retener las heces les trae una ganancia de placer en la zona anal.

Podemos pensar en una sobredimensión erógena de la zona anal. El erotismo anal es uno de los componentes de la pulsión.

Vemos otro nexo entre el interés por la defecación y el dinero. Freud nos dice que las constipaciones más importantes de los neuróticos pueden eliminarse cuando se toca en el paciente un complejo relativo al dinero. Freud presenta la identificación entre oro y caca como una oposición entre lo más valioso que el hombre conoce y lo menos valioso, que arroja de sí mismo como deshecho.

El dinero está vinculado a los excrementos en las culturas antiguas, en los cuentos tradicionales, en el mito, la superstición, en los sueños y en la neurosis; en el inconsciente. Por ejemplo, del despilfarrador, el habla popular dice que “caga la plata”.

El interés erótico por la defecación está destinado a desaparecer en la madurez, y el interés por el dinero surge como nuevo e inexistente en la infancia.

El texto nos permite avanzar sobre los rasgos de carácter que son continuaciones inalteradas de pulsiones originarias, sublimaciones o formaciones reactivas contra ellas.

Vemos en estos textos el anudamiento de lo pulsional con sus etapas y, por un lado, la dimensión sintomática que incluye la represión, y por otro, ciertos rasgos de carácter como resultado de formaciones reactivas y sublimación de la pulsión.

Estos rasgos de carácter de los que Freud habla pueden presentarse como un destino posible de la pulsión. Se trata de la pulsión anal cuyos componentes sádico-eróticos no han sido alcanzados por la represión.

En los rasgos de carácter falta el mecanismo fundamental de las neurosis: el fracaso de la represión y el retorno de lo reprimido.

Entre otros aspectos, estos textos nos abren la escucha para la clínica cotidiana en cuanto a la diferencia en un pedido de análisis entre la dimensión del síntoma, con el sufrimiento que conlleva, y un pedido de análisis por el carácter.

Tomando esta segunda posibilidad, la de un pedido de análisis por un rasgo de carácter, para abrir la posibilidad de un trabajo es imprescindible hacer surgir la dimensión sintomática o del malestar.