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martes, 18 de marzo de 2025

Lo simbólico, lo real y la pérdida fundante

Cuando lo simbólico irrumpe en lo real, deja una marca, un surco que introduce una pérdida estructural. Aquello que logra ser simbolizado pasa a formar parte del campo de la existencia; en cambio, lo que queda excluido —no como algo preexistente, sino como un efecto de la simbolización— ex-siste a lo simbólico.

Esta idea, central en las fórmulas de la sexuación y la lógica modal, ya se encuentra en el seminario inaugural de Lacan y resulta clave para diferenciar al sujeto del moi.

En un segundo momento lógico, lo imaginario media en esta operación, permitiendo alguna forma de representación de la pérdida originaria del sujeto: la pérdida de Das Ding. Dado que el sujeto humano no posee un objeto connatural, lo imaginario abre el campo de los objetos en plural. Lacan sostiene que la inscripción de la pérdida en lo imaginario es necesaria, lo que justifica la operación del menos phi (-φ) como efecto de la metáfora paterna.

Desde esta perspectiva, lo real se define como lo que ex-siste a lo simbólico. En el Seminario 1, Lacan lo aborda a través de la alucinación, tomando como referencia el caso del Hombre de los Lobos de Freud. Allí, lo real aparece como el retorno de lo que no fue captado por lo simbólico, inscribiéndose en el cuerpo.

Se trata de la presencia de algo que carece de representación y de nombre. Sin embargo, esto no implica una equivalencia entre representación y nombre, sino que el nombre opera como un efecto de la comunicación entre el niño y el Otro, marcando las consecuencias del acto de la palabra.

lunes, 24 de febrero de 2025

El más allá del Edipo: función paterna y límites del goce

Freud, en “Moisés y la religión monoteísta”, plantea la fecunda pregunta acerca de cómo se transmite lo económico del Padre primordial, algo irrepresentable, vaciado de cualidad y excluido del saber. Lacan retoma esta problemática en el Seminario 17, donde delimita el más allá del Edipo, estableciendo los fundamentos del campo lacaniano.

En este marco, Lacan reformula el estatuto del Padre, ubicándolo en la función de un S1, cuyo efecto inmediato es inducir y determinar la castración. Esta castración, lejos de ser solo una deuda simbólica, se sitúa en el registro del goce, señalando una barrera estructural que separa al sujeto de su acceso pleno al goce.

El S1 del Padre no debe confundirse con el Amo; más bien, constituye un punto de apoyo desde el cual Lacan rastrea al Padre real en el mito de la horda primitiva. En este sentido, Lacan plantea una distinción crucial: el Padre real y lo real del Padre. Como S1, el Padre introduce un real que no se agota en la significación, subrayando su carácter irreductible.

Esta perspectiva permite diferenciar dos dimensiones del Padre:

  1. El Padre como S2, en tanto Nombre del Padre, se inscribe en la metáfora paterna, representando el entramado significante y el inconsciente como discurso del Otro. Este es el Padre manifiesto, visible en la trama edípica.
  2. El Padre como S1, por otro lado, representa lo latente, lo olvidado y no manifiesto. Este Padre pertenece al orden de la enunciación, sin integrarse al enunciado, actuando como operador estructural de la castración.

Lacan describe esta función del S1 como un antecedente lógico, un ordinal, destacando su papel fundamental en la estructura subjetiva. Por ello, puede afirmar: “El niño es el Padre del hombre”, subrayando cómo lo latente y lo estructural del Padre operan más allá del Edipo, delineando los límites del campo del goce y del sujeto mismo.

jueves, 20 de febrero de 2025

El padre real y el surgimiento del significante amo: La economía del goce.

En la Biblia, el trueno como voz de Dios introduce una dimensión del signo que sostiene el Nombre del Padre. Lacan, en "De un discurso que no fuera del semblante", inicia un desarrollo novedoso sobre lo que denomina el Padre Real, una noción extraída del mito freudiano de la horda primitiva, aunque desvinculada de su dimensión mítica.

En la función del padre como semblante, Lacan aborda el surgimiento del S1, el significante amo. Este interrogante se conecta con los desarrollos de Freud sobre el origen del monoteísmo, especialmente en "Moisés y la religión monoteísta". Según Lacan, el surgimiento del S1 requiere una operación previa: un rechazo, que él define en el Seminario 16 como función de la renuncia al goce.

La noción de función implica situar este rechazo dentro de una estructura discursiva. Es este rechazo, que implica una pérdida fundante de goce, lo que posibilita el surgimiento de un lenguaje. Lacan lo precisa desde la primera clase del seminario: el inconsciente está estructurado como un lenguaje. El S1, como significante amo, marca el cuerpo del sujeto, articulando una economía política del goce.

En este marco, la función del semblante resulta indispensable, ya que no hay economía sin semblante, es decir, sin discurso. La economía del goce depende de esta operación simbólica que introduce el semblante, regulando el exceso y ordenando la relación entre el sujeto y su deseo.

Así, el Padre Real y el significante amo se inscriben como ejes fundamentales en la economía discursiva del sujeto, mostrando cómo el rechazo y la pérdida estructuran el campo del inconsciente y sus relaciones con el goce.

jueves, 2 de enero de 2025

El Nudo Borromeo y la Función del Síntoma en Lacan

 Hacia finales de la década de 1950, Lacan introduce el valor del nudo y la función de nudo de la castración, un concepto clave para entender el funcionamiento del síntoma y su relación con la estructura subjetiva. Este nudo, por su función constituyente, está estrechamente vinculado al síntoma, que aún no se define completamente como el soporte del sujeto, pero que anticipa una operación que permite su desarrollo.

En esta fase, el nudo se entiende como solidario de lo "serial" de la cadena significante. Es decir, está correlacionado con la estructura discursiva del inconsciente, que Lacan concibe como el discurso del Otro. Este enfoque sitúa al inconsciente dentro de una lógica propia que está en función de la cadena significante.

Siguiendo esta dirección, Lacan afecta el estatuto del Nombre del Padre, modificando la concepción freudiana clásica. En un primer momento, el Nombre del Padre no se reduce a ser simplemente un significante que opera como sustitución dentro de la cadena. La metáfora paterna, por tanto, no se ajusta solo a la lógica serial de los significantes.

Posteriormente, Lacan realiza un giro importante al redefinir al padre dentro de la metáfora paterna. Si antes el padre se comprendía como S2, es decir, un significante dentro de una cadena, Lacan lo coloca como S1, el agente real de la castración. Este cambio permite recuperar la dimensión del padre real, una figura que Lacan ya venía elaborando a partir de las teorías freudianas, pero que ahora cobra una nueva luz al ser reubicada dentro de la estructura del nudo.

Este paso es crucial para comprender cómo Lacan aborda la función del Nombre del Padre en relación con la estructura borromea. El nudo borromeo, que conecta tres consistencias (lo real, lo simbólico y lo imaginario), requiere una cuarta consistencia, que Lacan identifica con el síntoma. Es fundamental destacar que este síntoma no es el síntoma clínico en el sentido tradicional, sino una consistencia que mantiene unidas a las tres dimensiones anteriores.

La necesidad de esta cuarta consistencia proviene de la propia estructura del anudamiento borromeo. La lógica de este anudamiento implica que ninguna de las tres consistencias se interpenetra, es decir, cada una de ellas "ex-siste" independientemente de las otras dos. La no interpenetración de lo real, lo simbólico y lo imaginario genera una inestabilidad que requiere del síntoma como un factor que hilvana estas tres dimensiones, proporcionando así cohesión y estabilidad a la estructura psíquica.

En resumen, el síntoma, en este contexto, actúa como el elemento que da unidad al complejo entramado de lo real, lo simbólico y lo imaginario, asegurando que la estructura subjetiva pueda mantenerse funcional a pesar de las tensiones y separaciones inherentes a cada uno de estos registros.

sábado, 30 de diciembre de 2023

El padre real: ¿Dónde ubicarlo?

¿Donde ubicar los puntos de impasse en los cuales Lacan leerá al Padre Real en el mito de la horda primitiva?

Freud se enfrenta allí con algo problemático, irrepresentable en el origen, sin sentido. Es esto lo que lo lleva a interrogar el estatuto de la exogamia, en la medida en que no puede sostenerse sin la ley. Y a eso irrepresentable Freud, recurriendo a la ley de prohibición del incesto, le pone palabras: el horror al incesto, articulando indisolublemente ley y nominación, aunque no lo piense con este término. En este punto ubico, si se quiere, dos campos.

Horror /// Horror al incesto

↓                        ↓

Padre Real ///Padre Simbólico

Del lado del horror al incesto ubicamos: la prohibición, la exogamia, lo predicable y la promesa, en resumen: el complejo de Edipo, o sea, el Padre Muerto.

Del otro lado, el horror, a secas, si bien es una metáfora, puede servir para dar cuenta en la obra freudiana de ese real insituable, impredicable que es ese Padre al que Freud no puede dejar de definir atributivamente: tiránico, feroz, violento.

Esto no fechable, lo llamo atemporal, es lo concernido en la pregunta acerca del origen del monoteísmo. Me parece que un obstáculo que encontramos en la obra freudiana es el intento de responder a este obstáculo con la serie: “trauma temprano-latencia-estallido de la neurosis-retorno parcial de lo reprimido” . Se trata de una operación en dos tiempos que da cuenta del retorno de lo reprimido. Este modo de pensar es acabadamente válido para el síntoma clínico, el problema es si sirve para pensar el modo de retorno de lo traumático cuantitativamente definido. El mismo Freud nos señala el estatuto de este problema, no habla de Verdrangung sino de Untergang, que significa, sepultamiento o, como lo define, “irse al fundamento”, algo distinto que la represión.