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domingo, 21 de noviembre de 2021

El dolor no purifica ni nos hace mejores

Leila Guerrero, una Psicóloga especializada en clínica por Oncología, publicó el 11 de noviembre de 2021, una columna en El País titulada "El mal". Allí nos dice, en referencia a la pandemia:

¿Cuántas toneladas de autoayuda y ‘mindfulness’ hemos tragado para engendrar esa necesidad maníaca de encontrarle a todo una enseñanza? El dolor, a veces, es simplemente dolor.

El escritor argentino César Aira dijo hace poco: “Me parece patético que traten de verle algo bueno a esta pandemia, que es lo peor sin atenuantes que nos ha pasado”. Al leerlo pensé: “Al fin alguien lo dijo”. Porque desde hace meses, en todas las entrevistas, las preguntas llegan encadenadas como gemelos siniestros: “¿Cómo te afectó la pandemia?” y “¿qué pudiste sacar de bueno?”. Respondo a la primera como puedo, como alguien que no perdió empleo ni casa, que no fue rozada por la muerte. Pero la segunda empieza a producirme hostilidad. ¿Cuántas toneladas de autoayuda y mindfulness hemos tragado para engendrar esa necesidad maníaca de encontrarle a todo una enseñanza? El dolor, a veces, es simplemente dolor. No purifica, no nos hace mejores. Solo daña. No puedo sacar nada bueno de la muerte de mi madre. Ni del lacerante período que vino después de que un hombre al que quería me dejara cuando yo era demasiado joven. Ni de las confesiones tenebrosas que me hizo mi padre mientras viajábamos solos hacia Buenos Aires. No puedo sacar nada bueno de la noche en la que tuve que ir al hospital a buscar a un hombre al que adoro y a quien, por su aspecto, confundí con un mendigo. Salvo que deba estar agradecida por haber contemplado el cuerpo desnudo y amarillo de mi madre; por haber escuchado la letanía desfigurada de mi abuela contra su propia vejez; por contemplar la decadencia de la carne de mi carne; por haber aprendido demasiado temprano que nunca más debía tomar en serio las cosas que no dependían de mí “como el amor, la amistad y la gloria”; por descubrir que el hombre que me había prometido que yo me comería el mundo mientras él me cuidaba las espaldas era también el hombre que podía aniquilarme. No puedo sacar nada bueno de eso. El mal a veces es solo el mal y lo único que se puede hacer es respetarlo.

En otro espacio, la psicóloga dijo:
"Existe el mandato social de encontrarle "el sentido" a la enfermedad... la enseñanza, la lección.
Y no sólo eso. Se espera de los "sobrevivientes" que sean "mejores" personas, que hayan tenido una suerte de recauchaje emocional y espiritual."

lunes, 22 de febrero de 2021

De la neurosis de guerra al trastorno de estrés postraumático

El psicoanálisis ha aprendido mucho de lo que antes se denominaban como “neurosis de guerra" y que ahora se suele llamar trastorno de estrés postraumático. Dice Erik. H Erikson:

"(La guerra) nos ha llevado al conocimiento de la neurosis por sobrecompensación, es decir, al deseo inconsciente de contibuar sufriendo con el fin de sobrecompensar la debilidad de haber abandonado a los otros"

De hecho fueron los fenómenos observados en este tipo de trastornos una de las razones por las que Freud acabó defendiendo la existencia de la pulsión de muerte y la compulsión a la repetición.

Erikson habla de la necesidad de seguir sufriendo por la culpa inconsciente que sentían muchos soldados cuando eran retirados de los campos de combate tras haber sufrido una daño físico o desarrollado algún tipo de sufrimiento psíquico exarcebado. Esto dificultaba mucho su reinserción en la vida civil y levantaba grandes resistencias a una cura o alivio sintomático en psicoterapia.

Un fenómeno parecido a éste se suele llamar "la culpa del superviviente" que es muy común de observar en sujetos que han sobrevivido a una situación violenta, accidente o catástrofe, donde conocidos suyos perdieron la vida.

miércoles, 3 de julio de 2019

La culpa del superviviente.

Formación del superyó:
1) La intensa y duradera dependencia infantil por la extrema inmadurez e inermidad.
2) los instintos.
3) heredero del complejo de Edipo: prohibiciones y castigos por los deseos prohibidos.
4) Identificación con el superyó de los padres.
5) heredero del narcisismo infantil.
6) Traumas.
7) como representantes del lazo ambivalente con los muertos

Superyó como representante del lazo ambivalente con los muertos:
El sentimiento de culpa ante la muerte de un ser querido es proporcional a la ambivalencia. Cuanta menos ambivalencia, menos sentimeinto de culpa. El muerto pasa a ser una representación del superyó. El muerto es el que acarrea una hemorragia de libido, es decir, es Drácula, que vive a costa de la sangre del otro. Bram Stoker se pasó toda la infancia hasta el período de latencia en cama. A los 7 años: recuperación total. Él debía saber qué es sufrir de esa hemorragia de libido. Duelo y Melancolía: toda la libido es drenada hacia el objeto perdido.

Culpa del superviviente.
Freud le dice a Fliess refiriéndose a un sueño que tuvo la noche de la muerte de su padre: es un sueño típico de la culpa de los supervivientes.
Carta del 2 de noviembre de 1896: A.E. tomo I, 273/4: Le cuenta a Fliess el sueño que tuvo la noche siguiente a la muerte de su padre [En el sueño: Ruegan cerrar los ojos]y termina su interpretación diciendo: “El sueño emana, entonces, de aquella inclinación al autorreproche que regularmente se instala en los supérstites.” En la edición del Epistolario Freud-Fliess está en página 214/215.