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lunes, 23 de junio de 2025

Pacientes Actuadores: Compulsiones, Acting Out y Pasajes al Acto

 ¿Con qué nos encontramos de manera frecuente en la Clínica? 

Cada vez más, en tiempos actuales, nos hallamos con pacientes poco sujetados a las palabras y, en cambio, propensos a la acción desligada del lenguaje. 

Son pacientes que, si bien su estructura psíquica se ha configurado como neurótica, tienen al Ello Pulsional y al Superyó como instancias dominantes, con poca conexión con el Campo Castratorio -con la Ley-, que marca que todo no se puede -propio de lo inconsciente-. 

¿Cómo se los refiere en la vida cotidiana? 
El núcleo familiar y/o social de estos pacientes suele formular: 
  • “Son personas que actúan sin pensar”.
  • “No se les puede hablar”. 
  • “No entran en razón”. 
Estas expresiones toman sentido porque son sujetos muy impulsivos, que suelen ir de Acting en Acting por la vida, que arremeten con sus acciones, en ocasiones con ímpetu y furia, y tienen -en general- poco miramiento por el otro/ra. 

 
¿Qué caracteriza a las acciones impulsivas y/o compulsivas? 
  • Son acciones desligadas de la palabra. 
  • Expresan la obediencia del sujeto a mandatos superyoicos crueles e insensatos (a causa de la marcada tendencia masoquista del Yo). 
Los Pacientes que denominamos Actuadores no se encuentran atravesados por el síntoma en el sentido propio del término, en tanto no se interrogan por aquello que les ocurre, menos que menos se formulan la pregunta acerca de la causa de sus acciones. 

Por supuesto que son sujetos que sufren, más que nada por las consecuencias de sus acciones y hacen sufrir en demasía a quienes los rodean. 


¡¡Clave Clínica!! 
La Investigación Psicoanalítica iniciada por S. Freud demuestra que, en general, estos Sujetos Actuadores en tiempos tempranos de su vida tuvieron por parte del Otro de los primeros cuidados un alojamiento y protección precaria. No fueron ni sostenidos, ni escuchados suficientemente. 

Los Pacientes Actuadores han tenido un fracaso en el orden del amor y del deseo por parte del Otro de los primeros cuidados. 

Por este motivo, se situaron más como un objeto del Otro que como aquel que representa su Falta. Solo si el niño o niña le representa al Otro primordial su Falta, será merecedor de consideración, amor y escucha. 


Estos pacientes actuadores que se sitúan más en la cara Objeto (sombría) del Deseo del Otro (de los primeros cuidados), impiden que la Pulsión de Muerte -que es primera y primaria en el aparato psíquico- se ligue en proporción considerable con la Pulsión de Vida (Eros) y, entonces, se articule con la palabra. 

En consecuencia, la Pulsión de Muerte domina al sujeto actuador y, por este motivo, se expresará -primordialmente- con acciones impulsivas, y en ocasiones compulsivas, que pueden tomar la forma de Acting Out y/o Pasaje al Acto.

 
¿Qué-hacer del analista en el campo de las impulsiones y/o compulsiones? 
Estas acciones buscan, sin que el sujeto sea consciente de ello, dirigirle un mensaje a alguien (los padres, un semejante, el analista) que apunta a que le dé un lugar,  una escucha y  fundamentalmente una lectura. El analista entonces tratará de:
  • Armar un vínculo transferencial de confianza, ayudando con sus palabras a hacer un puente para que el paciente encuentre las suyas. 
  • Demostrar su preocupación por las acciones intempestivas, darle de manera explícita un lugar y le ofrecerá su presencia (con más sesiones o llamados puntuales). 
  • Transmitirle al paciente que tratará de entender y hacer una lectura de la causa del desorden que en este tiempo presente lo habita. 

martes, 19 de enero de 2021

Casos: Tres son multitud

En la primera entrevista con un analista, Brenda relata su motivo de consulta. 

Estoy repitiendo cosas graves después de años de hacer terapia. Estoy en una relación desde hace tres años donde todo son idas y vueltas. Es una relación malparida: nos conocimos en el trabajo y tras tres semanas trabajando juntos, empezamos a salir. Él estaba de novio desde hace 6 años y cortó con su pareja para estar conmigo… Bueno, no fue tan así. Él seguía hablando con su ex. Las cosas hay que cortarlas, ¿No? Encima, yo soy celosa. Él nunca fue claro con los mensajes hacia ella. No le decía a ella que estaba conmigo y seguían hablando, A los tres meses de empezar a salir, lo encaré. Me puse loca, rompí platos, le tiré un frrasco. Nos fuimos de vacaciones y todo salió bien. Al volver, yo no podía dejar de estarle encima para que no volviera con ella, desconfiaba de él y me volví violenta. Él hace cosas para generarme inseguridad, sostiene y jura que está conmigo, que nunca me cagó. Pero sé que se siguen escribiendo, estoy harta de este triángulo.

Luego de algunas preguntas sobre lo relatado por Brenda, el analista le hacer preguntas de rigor para llenar la historia clínica.

¿Qué pasó con tu anterior terapeuta?— le pregunta el analista.
Bueno, ese es un tema —dice la paciente —Sigo con mi psicóloga y ella no sabe que vine acá. Hoy le cancelé, le dije que estaba complicada para ir a la sesión. Con Nora no hay directivas, necesito que ella me ponga más los puntos.
— ¿Y por qué no le decís esto a ella?
— No sé, no pensé. Vi tu teléfono y me pareció mejor llamarte. ¿No se puede ir a dos psicólogos?

Bueno, vos lo estás haciendo —responde el psicólogo con tono bromista— ¿Pero no te parece que le estás haciendo a Nora lo mismo que te quejás que tu novio te hace a vos?

No lo había pensado así—responde. ¿Qué hago entonces?
—No sé, ¿A vos cómo te resultan estos triángulos del.que vos hablabas?
—Mal
—Bueno, entonces asi no va. Yo hablaría primero con Nora de todo lo que pasó hoy acá, cómo te sentís, qué pensás de ella. —recomienda el analista —Y si se enoja y te echa de su consultorio, podrás venir a verme.

A la semana siguiente, Brenda le envía un mensaje de texto al analista diciéndole que pudo hablar con su terapeuta y que le agradece esa única sesión que tuvieron.

lunes, 21 de diciembre de 2020

¿Cómo se opera con la transferencia?

La transferencia es una actuación en el tratamiento analítico. Es lo que Freud llamó originalmente agieren en alemán, o acting out en inglés. Pues bien, entre ese artículo (Recuerdo Repetición y Elaboración), y el Más allá del principio del placer, uno tiene clara comprensión del trabajo que nos espera y con que trataremos. La transferencia es una repetición, está más allá del olvido, o es un modo de recordar pero sin recuerdos. Si descubrimos un trozo de transferencia podemos suponer sin mucho margen de error que eso ocurrió. Y el origen de eso fue un trauma infantil. Y entonces, ¿que hacemos con eso? Le decimos que es algo de su infancia y quitamos el cuerpo al toro?

No. Debemos enfrentarnos con la transferencia, enfrentarla, ofrecer el "cuerpo del analista" a la embestida transferencial, hasta que una vez hecha consciente la transferencia, entonces sí se hara le reconstrucción infantil. 

Es decir. primero se construye, se colige, se deduce la escena inconsciente que se desarrolla en la sesión, una vez levantada la represión sobre eso uno puede recurrir ya a la reconstrucción del periódo sexual infantil olvidado. Ahora esta construcción será una ilustración de la transferencia construida, y los efectos lo corroborarán, ´no lo recordará pero en última instancia sentirá que "si non e vero, e ben trovato". y muchas veces producirá una reacción terapéutica negativa. 

Si se únicamente se hace la construcción prehistórica infantil, lo único que logramos una doble inscripción, y eludimos el conflicto transferencial.

Si se hace la reconstrucción prehistórica salteando la construcción de la escena transferencial es una resistencia del analista. El único objetivo del análisis, es la reconstrucción del período sexual infantil olvidado a través de la construcción de la escena transferencial. Si no se hace esto, la posición terminante y explícita de Freud es que no se puede considerar psicoanálisis. Levantar la represión primaria es eso: reconstruir el pasado sexual infantil olvidado. 

Esto no significa que no puedan haber otras formas de psicoterapia, ni que esas otras formas no puedan alcanzar, a veces, metas más rápidas aunque no concuerden con las psicoanalíticas; tampoco significa que el psicoanálisis sea lo mejor porque esa valoración depende de la meta que se quiera alcanzar. Sólo queremos significar que la meta analítica es muy específica: levantar la represión primaria o sea, reconstruir el pasado sexual infantil olvidado.

domingo, 23 de agosto de 2020

Problemáticas clínicas del acto

En esta ocasión, veremos las problemáticas clínicas del acto. Para ello, nos apoyaremos en Inhibición, síntoma y angustia, para luego pasar a las problemáticas del acto. Inhibición, síntoma y angustia (1926), Frud dice al comienzo:

En la descripción de fenómenos patológicos, nuestra terminología nos permite diferenciar entre síntomas e inhibiciones, pero no atribuye gran valor a ese distingo. 

Cuando Freud habla de inhibición, síntoma y angustia, Freud se refiere a fenómenos que conciernen a la clínica. Si de estos tres se trata, lo que está en juego allí es el deseo inconsciente. Cuando pensamos en el síntoma, el deseo inconsciente está allí comprometido. Fernando Ulloa decí que la única subversión que el psicoanálisis propone es la del sujeto cuando asume su deseo. Podemos decir que inhibición, síntoma y angustia aparecen ante un deseo que no se asume. La angustia es el mayor testimonio de la proximidad y la realización del deseo. Señala tanto el punto de encierro para avanzar en la dirección del deseo que causa al sujeto, como también es la señal de que se va en ese camino.

Podríamos extraer de ese texto la noción de síntoma y pensarla como una de las formaciones del inconsciente. Junto al síntoma podmos pensar en el sueño, el acto fallido, etc. y se puede aseguear que en tanto formaciones del inconsciente, se sustentan en las leyes del proceso primario: desplazamiento y condensación. En tanto formaciones del inconsciente, se sustentan en la palabra y su articulación. Por ejemplo, el relato del sueño y de lo que se habla en el síntoma. Se soporta en la palabra y en la articulación significante. De las formaciones del inconsciente se habla con el analista, por eso Freud hace su trabajo en relación al chiste para mostrar cómo funciona el inconsciente y sus leyes. Las formaciones del inconsciente siguen la lógica de las representaciones. Lo que en ellas opera es la lógica representacional: el sujeto queda representado en significantes y de manera enigmática, como vemos en el relato del sueño. El sujeto no sabe qué significa, lo mismo que en el síntoma, que se repite y hace padecer al paciente a pesar de su intención y su voluntad. El paciente lleva ese enigma a su análisis, compartiendo la ignorancia sobre eso e intentándole encontrar su sentido, que es descifrable. Acá entra la importancia de la interpretación en análisis.

La clínica psicoanalítica, ¿solamente se sustenta en las formaciones del inconsciente? ¿Es lo único que acontece en la clínica? No, no todo en la clínica aparece por la vía de la representación. Eso que no aparece por la vía de la representación, aparecen por la vía de las presentaciones. Esta última lógica es la que tiene que ver con el acto, la acción y la actuación. No es algo que se representa entre los significantes, en el discurso o en lo que se hable, sino que es algo que se presenta. Eso que se muestra se pone en escena, se hace. No todo lo que tiene que ver con el acto es problemático, aunque en esta ocasión nos centraremos en lo que sí podría serlo. 

El término que usó Freud agieren fue traducido como "actuar". En el caso Dora, Fragmento de un análisis de un caso de histeria (1905). Allí, Freud dice:
yo le recordaba al señor K., ella se vengó de mí como se vengara de él, y me abandonó, tal como se había creído engañada y abandonada por él. De tal modo, actuó {agieren} un fragmento esencial de sus recuerdos y fantasías, en lugar de reproducirlo en la cura.

En 1914, en el texto Recordar, repetir, relaborar, Freud toma nuevamente  este verbo agieren 
Si nos atenemos al signo distintivo de esta técnica respecto del tipo anterior, podemos decir que el analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúan. No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin saber, desde luego, que lo hace.

Está haciendo una distinción entre lo que es recordar, enfatizando las instancias donde el paciente no recuerda y ahí donde no recuerda, repite. Este es el carozo del asunto, que tiene consecuencias en la clínica. Hay una diferencia entre las representaciones de las que se habla (que invita a la palabra), en oposición a lo que se actúa.

El término agieren se traduce como acting-out, que es una terminología inglesa. El tema es que ha tenido una derivación peyorativa todo aquello que implique actuar: se lo ha entendido como simulación. Se lo desacredita como si fuera una actuación. La indicación clínica es que hay que lugar a estas manifestaciones, porque aunque tengan otra lógica que la del significante, esas manifestaciones están diciendo algo, tienen un sentido aunque no sepamos cuál es. Tienen una dirección y si acontenecen en el transcurso de un análisis, bien podría estar implicado el analista como aquel a quien le va dirigida esa atuación. En el caso Dora, vemos que Freud dice que actuó con él: lo abandonó como ella se sintió abandonada.

Las modalidades del orden de la representación, por ejemplo el síntoma, es interpretable. El paciente nos ofrece el relato del síntoma o el sueño, que tienen una textura de la palabra y se puede trabajar con eso al modo del decifrado o la interpretación. La pregunta inquietante del acting-out es si algo que se muestra no es interpretable, pues al darlo a ver no es algo de lo que los pacientes hablen, sino que es algo que hacen y no lo refieren como problema. Podemos decir que la relación de los pacientes con estas actuaciones es de egosintonía y al yo no le molesta. Es algo que se da ver a alguien, con lo cual invita a que este alguien se entere e interprete, pero la dificultad justamente es que eso no es interpretable. ¿Qué se hace con eso en la clínica?

El síntoma y su comaparación con el acting out. Si bien el síntoma es interpretable, éste no va dirigido a un otro. El síntoma se autosatisface, en oposición al acting out, que se dirige a un otro y no es interpretable. 

Otro par opuesto que podemos establecer es el valor enigma que podría generar el síntoma, mientras que el acting out no le genera pregunta al sujeto, aunque pueda conllevarle un padecer. El síntoma en análisis es una pregunta que se le hace al analista y se lo hace partícipe. 

Las lagunas mnémicas. Originalmente, el análisis para Freud consistía en llenar las lagunas mnémicas. Los pacientes padecían de un recuerdo omitido que debía recuperarse. El enfermarse venía por olvidar; la cura, por el recuerdo. Freud termina advirtiendo que el llenado de las lagunas mnémicas es un imposible. Si es imposible recordar todo, entonces se actúa. Lo que llamamos acting out, tiene lugar en la clínica porque la propia estructura lo promueve. La imposibilidad del recuerdo y la puesta en representación, da lugar a que advengan las presentaciones.

En todo tratamiento, es factible que las modalidades de acting-out aparezcan y para determinados sujetos, pueden predominar más estas modalidades que las de la representación. Hay sujetos que viven instalados en la modalidad de las presentaciones y esto inquieta a la familia, a la pareja y al analista que lo atiende, porque lejos de ser pacientes que se sientan y hablan, estos pacientes están siempre presentes porque están siempre en una modalidad de actuación y puesta en escena.

El pasaje al acto
Hay una modalidad de las patologías del acto que no se puede ubicar en Freud. Así como agieren es un repetir en lugar de recordar, el pasaje al acto es ubicado por la psiquiatría francesa. Aquí entran todas las conductas que podemos calificar de impulsivas. El pasaje al acto englobaba actos bruscos, violentos, que implican el atentado contra actos o sí mismo, como suicidios, delitos, agresiones. Lo que a nosotros nos preocupa es cómo poder entender esto que la psiquiatría describe con un valor de estructuración y sus coordenadas subjetivas en juego. ¿Por qué un sujeto respondería así ante determinados hechos? ¿Qué determina que a un sujeto no le quede otra alternativa más que un suicidio o una atentado contra otra persona?

Lacan incorporó el pasaje al acto al cuerpo psicoanalítico. Lacan dice que el sujeto se constituye en relacion a un Otro y esta es una de las coordenadas. Para esto, necesita que este Otro lo aloje en su deseo. Se requiere que ese Otro sea alguien castrado, para que ese infans pueda ocupar un lugar en esa falta. El infans, para devenir sujeto, debe decifrar el lugar que ocupa y a qué lugar es convocado por el Otro.

Cuando el sujeto queda confrontado a que ese Otro no lo aloja, no está en falta o no lo ubica como "su majestad el bebé" que le permita alojarse, entonces ese Otro se le transforma en alguien que lo desaloja y lo rechaza. El sujeto se queda así sin esa escena en la que él tiene un lugar garantizado. Frente a esa contingencia, el sujeto puede hacer un pasaje al acto: si el Otro no aloja al sujeto, ¿Qué lugar le queda en esta vida? Esta es la lógica de la melancolía, identificado al puro resto.

Cuando un paciente cuenta que tuvo uno o más intentos de suicidio, el analista debe preguntarse por las coordenadas en las que el sujeto se sostenía. Si eso aconteció en un momento, ¿Por qué no podría volver a acontecer nuevamente? Esto puede ser una modalidad del sujeto de habitar el campo del deseo del Otro. 

Caso "La joven Homosexual"
Es un texto de Freud de 1920. La joven homosexual era una adolescente cuyo padre la lleva a la consulta con Freud porque ella había intentado suicidarse. A los padres les preocupaba la relación que ella tenía con una mujer bastante mayor que ella, donde llamaba la atención el carácter mostrativo que tenían sus acciones. Por ejemplo, paseaban juntas del brazo por la sociedad vienesa de esa época. La familia era acomodada y esas acciones molestaban al padre, que era empresario. 

La joven no solo se paseaba con esta mujer, sino que en un momento tiene el impulso y se arroja a las vías del tren, aunque el tren no estaba pasando en ese momento. A Freud le llama la atención este tipo de acto, además del de paseare con la Cocot y se pregunta por su sentido. Freud interpreta que el acto de pasearse era una mosytración dirigida al padre. Los padres de la joven iban a tener otro hijo, entonces Freud dice que allí hay un reclamo edípico, en tanto el hombre no la eligió a ella cmo su mujer. Frente a esto, le muestra al padre cómo debe comportarse un caballero con una dama. La joven tenía conductas que la ubicaban en el lugar del caballero frente a la Cocot, dándole obsequios, siendo gentil con ella.

Ahora, ¿Por qué tuvo lugar la conducta de arrojarse a las vías del tren? En algún momento, la joven se cruza con el padre mientras se paseaba con la mujer. Él las mira con una actitud recusatoria respecto de la acción que está teniendo la joven. Ella queda anonadada por la mirada del padre, que en lugar de alojarla, la rechaza. Frente a este estado que entra esta joven, la Cocot interrumpe la relación porque no quería hacerse cargo del estado en que la joven estaba entrando. Es decir, ella también la rechaza. 

La primera parte implica la mostracióna ese Otro, que es su padre. No hay nada allí del orden del discurso. Lejos de eso, lo que hay es algo del orden de la acción y de la actuación, que Freud menciona como agieren. El padre capta que el mensaje es para él, porque lo inquieta de tal manera que lo hace consultar a Freud.

La segunda parte es una coincidencia de dos instancias: el encuentro con su padre que la rechaza y el desamparo de la mujer con quien ella se paseaba. Tanto el padre como la mujer representaban para la joven homosexual el campo del Otro. El Otro, que a al sujeto ya no alojaba. Al no poder convovar al padre ni a la Cocot en su deseo, ¿Qué sentido tiene su existencia? Ese intento de suicidio es un pasaje al acto porque es el intento de culminar con una escena que ya no la aloja.

Caso 2
Un muchacho con consumo problemático de sustancias. Él dice que tenía la habilidad de entrar a lugares donde era difícil salir de allí con vida y se jactaba que él se las ingeniaba para adquirir la sustancia que consumía, que era cocaína y que podía salir a los dos o tres días con vida tras haber estado dos o tres días en estado de inconsciencia. 

En el consultorio había una ventana detrás del analista y el paciente comenta que esa ventana le hacía acordar a un ventanal que tenía en la casa paterna y que toda la familia estaba reunida en un espacio similar al consultorio cuando él tenía 13 años. Él salía por esa ventana hacia el patio y a la vista de todos prendía un cigarrillo de marihuana y que eso no conmovía a nadie. El padre podía seguir en la reunión sin acusar recibo y se la pasaba durmiendo. 

El paciente usaba el pelo muy corto y en el cuero cabelludo tenía distintas cicatrices que él va contando e historiza. Una de ellas era muy notoria y al preguntarle el analista por ella, el paciente dice que no se acuerda. Cuenta una instancia en donde fue a hacer un reclamo a un comercio al que llegó un minuto antes del horario de cierre y que el responsable de la tienda el impidió ingresar. Esto lo altera y empieza, en un estado de violencia, los gritos llaman la atención de la gente y él termina forzando la puerta de vidrio y estalla. Frente a esto, dice que dejó el tumulto y se fue. Al terminar la sesión, él se saluda con el analista y él hace una mención sobre la cicatriz que tiene en la cabeza: si se te ocurre algo, decilo. El paciente saluda y se va. A los 20 segundos que se va, vuelve y abre repentinamente la puerta del consultorio, mira al analista y dice "Vos sos un hijo de puta", pero en tono cómplice y gracioso. El analista se lo queda mirando. 
Vos no me dejás pasar una -dice - Si se te ocurre algo avisame...
El paciente se va.

El paciente había tomado el "Si se te ocurre algo avisame" por la ocurrencia que tuvo en el comercio, donde estalló la puerta y ocurrió el revuelo. En algún momento, esto marcó el eje de la transferencia. Él alojó al analista en un lugar opuesto a lo que él decía del padre. Lejos de ser un dormido, el analista es alguien que no le deja pasar una.

¿Qué hacer en la clínica con estas modalidades que no son están dentro del circuito de la palabra, sino que valen por su valor de mostración? ¿Cómo hacer para que estas actuaciones entren en el discurso y que el sujeto confíe en la puesta en palabra por sobre la acción? ¿Cómo hacer que esas actuaciones egosintónicas logren ser relatadas en el anñalisis? Cuando de eso se empieza a hablar, allí hay una oferta para que pueda ser interpretado.

El paciente llama ese fin de semana en el medio de una pelea complicada -una de tantas- con la pareja y dice "Me dijiste que si se me ocurría algo te avisara". El tema no quedó resuelto en esta instancia, porque habían muchas de estas instancias. Lo que hay que ubicar es cómo se va abriendo cierta brecha donde empiea a generarse una puesta en discurso y el analista podría ser alguien que ocupe el lugar donde valga la pena conversar algo.

En la clínica no sirve tratar de prohibir estos movimientos o este tipo de actos, no se puede pactar que el sujeto no haga determinadas acciones porque no depende de su voluntad. El analista debe soportar estos despliegues, lo que tampoco quiere decir consentirlos ni dejarlos pasar cuando el analista advierte algo de eso. Hay que hacer un trabajo artesanal para hacerlo entrar en el  trabajo discursivo.

Finalmente, Lacan, en el Seminario X de la angustia dice que hay que ingeniársela para que el caballo empiece a dar vueltas en el picadero. esto sería que antes de pensar que antes de dormar al caballo, tiene que dar vueltas en el picadero. este es un intento de domesticar a estas manifestaciones, en el sentido de hacerlo entrar en el circuito de la palabra. Lo que está en el registro de las manifestaciones puede pensarse como algo que está en estado salvaje y no está domesticado por el significante y sus leyes.

Fuente: Conferencia de Damián López "Problemáticas Clínicas del Acto " dictada el 16 de junio en la Institución Fernando Ulloa

lunes, 2 de marzo de 2020

Lógica del acting out y del pasaje al acto

Fuente: Lander Rómulo (2007), "Lógica del acting out y del pasaje al acto", - El Sigma.

El “acting out” muchas veces es muy útil en el trabajo analítico. La conducta expresada en estos actos, muchas veces incomprensible, es una forma de obtener información de lo que el paciente no es conciente y asunto de lo cual no puede presentar en palabras. Estos actos tienen tanto valor como el trabajo de los sueños, que como sabemos nos permite conocer algo de lo inconsciente en cada paciente. El acto muestra aspectos de la vida mental que el paciente no puede poner en palabras.

1. En 1914 Freud escribe su conocido trabajo titulado “Recuerdo, repetición y elaboración”. Allí aparece descrito por primera vez un nuevo concepto psicoanalítico denominado agieren y que fuera traducido al inglés como “acting out”. En español se conserva el anglicismo y nos referimos desde entonces al agieren como un “acting out”. Allí Freud defie el nuevo agieren como una “repetición” en contraposición con la capacidad de “recordar”. Aparece como “un empuje a repetir el pasado infantil en acto, sin recordarlo”. Es decir sin tener consciencia de los motivos de dicho acto. Esta repetición la hace dentro del encuadre analítico, a través de revivir “experiencias emocionales reprimidas de la infancia” ya sea con la figura del analista o con diversos aspectos del encuadre. Al repetir en acto con el analista, queda así establecida una estrecha relación entre el agieren y la transferencia. Este agieren fue entendido entonces como un acto que reemplaza la habilidad del analizando para recordar el pasado infantil. Esto ocurre cada vez que durante el tratamiento el analizando está en posición de resistencia: “Actúa para no recordar”. Así eran las cosas en 1914. Este enfoque del agieren como resistencia, contribuyó a que el concepto deslizara inevitablemente a tener un significado peyorativo. Para ese entonces el agieren era un obstáculo en la cura, un algo que no era bienvenido, de allí que le fuera otorgada esa característica equivocada: descalificatoria y peyorativa.

2. El mismo Freud en 1940 en su trabajo póstumo “Esquema del Psicoanálisis” plantea una ampliación de este concepto, cuando dice que el término agieren entendido como un acto de repetir, para aliviar, sin saberlo, asuntos del pasado infantil, puede presentarse fuera del tratamiento, fuera del encuadre y fuera de la transferencia. Desafortunadamente este cambio introducido por Freud en el concepto de agieren abrió la puerta para que el término comenzara a usarse, para calificar “cualquier conducta inapropiada, disruptiva e inesperada” que el paciente pudiera presentar, dentro y fuera del encuadre analítico. El término ‘”acting out” comenzó así a ser vulgarizado. Conductas neuróticas impulsivas, obsesivas, contra-fóbicas y de-lictivas: pasaban a recibir el calificativo equivocado de “acting out”. Claro que estas conductas tienen un origen y un fundamento inconsciente, pero no eran en sentido estricto: “sin saberlo, una repetición, de un conflicto del pasado, recién activado”. Es importante afirmar claramente que no toda conducta neurótica es un “acting out”. El rescate de la pureza del concepto, tardó muchos años en llegar y sobre todo de per-der esa característica equivocada descalificatoria y peyorativa.

miércoles, 19 de febrero de 2020

La bulimia: ¿Compulsión u obsesión?

Dice García Márquez, en Crónica de una muerte anunciada: “Comer sin medida fue siempre su único modo de llorar, y nunca la había visto hacerlo con semejante pesadumbre”. Es una forma poética de presentar que el comer sin medida como equivalete al llorar. Es decir, se comer en lugar de llorar y de poner en palabras el sufrimiento. No siempre la tristeza se puede decir; mientras más se eclipsa la palabra, más estallan los signos en el cuerpo. Del mismo modo, nos encontramos que en la escena analítica algo entra bajo el modo de lo que Freud denominó agieren. El agieren se presenta como un grito y las ideas no se presentan como un recuerdo. Freud tenía la ilusión de llenar las lagunas mnémicas y así curar el síntoma. En el agieren, las cosas no se presentan como recuerdo, sino como acción. Algo retorna, pero mostrándose.

El comer sin medida, eso que llamamos atracón, devasta la vida de quien lo padece. No son conductas que se ofrecen fácilmente al proceso de desciframiento. Algo se dice en un análisis, la cara simbólica del inconsciente; algo entra en el análisis bajo la modalidad del hacer. Se muestra, se reproduce en acto y esa es la cara real del inconsciente. La cura freudiana también transcurre por ese camino.

En el manual de psiquiatría DSM IV, la bulimia está considerada como un trastorno de la alimentación que se caracteriza por dar grandes ingestas de comida, generalmente a escondidas, en poco tiempo y seguidas por conductas que apuntan a eliminar eso que se comió, mediante vómitos, laxantes, diuréticos, ayuno, actividad física extenuante. Todo este proceso termina en una gran depresión por haber fracasado en el control pretendido.


Para el discurso médico, la bulimia es una enfermedad caracterizada por determinados síntomas. Para el psicoanálisis, en cambio, se trata de una problemática que atañe al deseo y al goce desmedido. Frente a lo estandarizador del discurso de la psiquiatría, en nuestro campo se trata de lo singular y de ver si en esa compulsión de comida se puede construir un síntoma analítico, es decir, si se puede llevar la compulsión hacia lo que llamamos el terreno de la verdad, el sentido.

En estos pacientes, si bien se trata del caso por caso, hay cuestiones que se repiten. Hay una urgencia para parar de comer, pero no se escucha una demanda de saber. Por lo tanto, hay serias dificultades de que se establezca la transferencia, es decir, una demanda de saber dirigida al campo del Otro. Incluso hay cierto malestar cuando el analista intenta abrir a la historización para armar algo del orden de una causa. Por eso, podemos decir que las bulimias se presentan muy próximas a lo que Freud denominó neurosis actuales. La bulimia no es ninguna estructura, puede presentarse en una psicosis, en una neurosis o en una perversión.

En las neurosis actuales no hay un mecanismo psíquico en juego, sino que la causa está en una inadecuada satisfacción sexual. Lo interesante es que el goce no termina en angustia y síntoma, que es lo que suele suceder con recorrido del goce en las psiconeurosis de defensa. En las psiconeurosis de defensa hay conflicto entre la representación intolerable y la defensa, entonces se constituye un síntoma. En los casos de las neurosis actuales no hay síntoma, sino un goce en el cuerpo que no se anuda a una representación. No se anuda a lo simbólico, se presentan como puro real. Se trata de un hacer que se repite tipo estribillo, más del lado de lo pulsional, del goce puro, del síntoma que se basta y no llama a la interpretación (la acentuación que hace Lacan del síntoma en su vertiente de goce, en el seminario X). Se trata de goce, de satisfacción y para ligarlo hay que apekar a la dimensión de la verdad y el sentido.

Para Freud, el inconsciente está estructurado como un lenguaje, frase que Lacan extrajo de él, pero en la clínica también Freud se topó con el goce. Freud pretendía una cura basada en el llenado de las lagunas y se topa con el goce. ¿Pero qué es el goce?

Hasta 1920, en la obra de Freud vemos que lo que rige al aparato es el principio del placer: la tendencia a mantener la tensión del aparato al mínimo posible. Básicamente, se trata de evitar el displacer y mantener una homeostasis. La cura, en ese momento, implica recordar, donde a veces aparecía el hacer. En 1920, con Más allá del principio del placer, se destrona este principio: no hay más allá de ningún principio, deja de regir el principio del equilibrio en el aparato, de la homeostasis y de la tendencia a bajar la excitación lo máximo posible. Esto es un punto de inflexión en Freud y en la clínica. En este texto, introduce a la pulsión como pulsión de muerte, si bien Freud sostiene toda su vida la dicotomía pulsión de vida - pulsión de muerte. La pulsión de muerte no busca la muerte, pero empuja (drang) hacia ella. El empuje es una característica central de la pulsión, por lo tanto la pulsión es lo opuesto a la homeostasis. Se trata de una fuerza constante, a diferencia del instinto, que tiene ciclos. En la pulsión de pone en juego un avance indomeniado que podría llevar a la muerte, porque es sin medida y su fuerza es permanente. El término que Freud usa es genus, que es goce. No se trata de placer (lust) ni de displacer (unlust), sino de la satisfacción. Satisfacción de la pulsión. En estos pacientes, hay algo de la satisfacción que impide su enlace al inconsciente. Freud detecta que no hay equilibrio, por lo que el concepto de goce no es equilibrante.

La pulsión tiene algo del exceso; las anorexias y las bulimias están más allá del principio del placer, tanto en el rechazar la comida hasta morir de hambre como en el comer hasta reventar. En estos casos, es muy interesante lo que sucede en la clínica cuando uno introduce una demanda, por ejemplo, una demanda de llamado telefónico. Es decir, se apuesta en esa demanda a ligar esa compulsión de comida a un sentido al Otro, a lo simbólico. Estas intervenciones de la demanda de llamado son intervenciones de corte de ese goce infinito: “Llamame cuando estés por… o llamame posteriormente”. Se empieza a establecer esta suposición de la significación de esto que aparece como un goce irrefrenable.

La compulsión se presenta por el lado del ello. Aunque alguien pueda decir “yo me comí todo”, ese je aparece como efecto gramatical y queda suspendida momentáneamente la existencia del inconsciente. El núcleo del inconsciente es una hiancia que posibilita la formación del fantasma. La raíz del fantasma es “No soy el objeto del Otro”, es una separación del lugar de objeto de goce del Otro. No es lo mismo tragarse todo que comerse un bombón. El goce puede ligarse al deseo y al amor, lo cual se produce cuando se termina de producir el fantasma en la tercera voz de la pulsión.

El fantasma cumple una función de homeostasis, porque una distancia con el goce y es tributaria del nombre del padre. Es decir, de no ser el falo imaginario. El nombre del padre, recordemos, priva al niño y a la madre de ese goce. El fantasma se conmueve en un análisis. Esa respuesta inconsciente que el sujeto se dio a qué quiere el Otro de él, al leer el fantasma se conmueve.

Bulimias en la dimensión del puro goce. 
En esta primera distinción entre las bulimias, encontramos las que prima el sujeto que Freud llamó acéfalo, el ello, lo real pulsional sin ligadura a lo simbólico. En estos casos, las comilonas se realizan a escondidas, sin dejar rastros y con la compensación de que esté estable el peso. Con lo cual, no hay escena, no están dirigidas al Otro. En estos casos, como en las personas que se drogan solas a escondidas, está en juego el goce autista. No hay una palabra en psicoanálisis una palabra para designar a este goce irrefrenable, pero en psiquiatría le dicen impulsiones.

En las impulsiones se pone en juego lo imperioso de la pulsión, el drang, sin que el sujeto luche o dude si tener o no la impulsión. Simplemente lo hace, es un goce irrefrenable. Está comandado por lo acéfalo de la pulsión. Si se produjera la consulta, ya habría presente cierta dirección al Otro y una lucha para evitar esa acción.

Además de la satisfacción pura, que viene del ello, la pulsión se enlaza al Otro, a la significación. Hay dos ejes fundamentales en la clínica: uno es el eje de la satisfacción, que es la pulsión y otro es el eje de la significación. Los textos que más se relacionan a la significación son todo lo que tiene que ver con el inconsciente y sus formaciones. Los textos que tienen que ver con la pulsión son Recordar, repetir y elaborar, Más allá del principio del placer. Cuando se produce la consulta, estamos más del lado de la significación. Antes, lo que vemos es que estaba desabonado al Otro, desabonado del inconsciente.

Así como antes teníamos el drang, del lado de la significación tenemos el Zwang, un término que tiene que ver con la compulsión. En la Conferencia 17 de Freud, E sentido de los síntomas, él habla una paciente que va de una habitación a la otra mostrándole una mancha roja en la mesa. Llama una y otra vez a la mucama, yendo de una habitación a la otra. Freud descubre que había una significación en juego para esta conducta repetitiva: el marido, en la noche de bodas, había sido impotente y dijo “Voy a echar tinta en la cama para que la mucama no crea que soy impotente”, entonces esto vuelve una y otra vez disfrazado. Ella, identificada al marido, llama una y otra vez a la mucama para mostrar la mancha. Estas acciones obsesivas, repetitivas, que se repiten una y otra vez aparentemente sin sentido, en realidad lo tienen y hay un intento de corrección. Ya en la compulsión está en juego una significación y una lucha. Cuanto más absurda la conducta, más sabemos que tiene una significación. Ya no solo está en juego la satisfacción, sino también la duda y el “no puedo seguir así”, condición para empezar un análisis. La pregunta y el pedido de ayuda. No es lo mismo, entonces, el drang desabonado del inconsciente, que la compulsión de repetición, ligada a una significación.

Bulimias bajo la forma de acting out. 
Cuando los actos bulímicos están más ligados a la significación, las compulsiones dejan resto. Hay una mostración al Otro. Dejan restos que se dan a ver, no son prolijos ni hay ese empuje sin ligadura al Otro. No se trata únicamente de la satisfacción silenciosa pulsional. El Otro puede ser el analista, el padre, la madre o el novio. Se trata de una mostración y un llamado al Otro. Aquí hay una salida de la angustia, pero no sintomática, como vemos en la histeria. Hay una puesta en juego de la angustia, entonces ya no es puro goce y pulsión de muerte.

Lacan llega a decir que el cuerpo es el lugar del Otro. El destete, el control de esfínteres, la interdicción del incesto, la alienación significante posibilitan la castración y la pérdida de goce. La castración no es no estar con mamá en la cama, sino que de lo que se trata des de perder un goce en cada una de las especies de objeto a. En la psicosis, como no operó el nombre del padre y hubo forclusión de la metáfora, está siempre la amenaza de un goce invasor, porque el cuerpo no funciona como una superficie con agujeros. El goce, en la psicosis, puede invadir el interior del cuerpo, los órganos. Por efectos de la metáfora paterna se produce un cuerpo como superficie. Al ser el niño privado de ser el falo imaginario de la madre, el goce debiera queda más regulado.

Convertir el grito en demanda es lo que hace el Otro auxiliar y eso anula el terreno de la necesidad pura. Ya no se trata más del alimento. Estamos exiliados de la necesidad, pero atrapados en la demanda, de la que no hay satisfacción total. La clínica de estos trastornos nos da a leer ciertos impasses en la constitución de lo que hablábamos del fantasma. El objeto comida está perdido, porque la demanda se desgarra de la necesidad; queda rebajado a su condición del alimento cuando el sujeto no encuentra en dicho objeto un signo de amor. La pulsión que debiera girar en torno a un vacío para satisfacerse, se incorpora en el objeto de la necesidad compulsivamente como compensación -dice Lacan- frente a la frustración de amor. Es una hipótesis maravillosa que Lacan trabaja en el seminario IV, donde el objeto de la necesidad se ve degradado y en lugar de demandar amor, se incorpora el objeto de la necesidad, como leíamos al principio en la frase de García Márquez.

Lo que el parletre busca es un signo de amor. No es lo mismo hacerse comer por el Otro en la dimensión del amor y el deseo, que ser comido y tragado por el Otro, ocupando allí el lugar de objeto de goce del Otro. Fíjense como el goce pulsional se enlaza al fantasma. Las voces de la pulsión son la voz activa (comer), la voz reflexiva (comerse) y recién en la voz media se produce el sujeto. En el hacerse comer ya está la metáfora, en enlace al Otro, ya está simbolizado el objeto y ya está operando la castración. Hacerse comer no es lo mismo que ser comido y en esta alimentación trastornada el sujeto siente permanentemente esa amenaza de ser tragado.

Freud, en las neurosis de angustia (que forman parte de las neurosis actuales) nombró a la bulimia, también descripta como hambre insaciable. La bulimia se la incluye dentro de un ataque de angustia rudimentario. En las neurosis actuales, donde Freud incluyó a la bulimia, no hay mecanismos psíquicos en juego. Con lo cual, no hay posibilidad de desciframiento si primero no hay un trabajo de cifrado, de ligado de goce al significante. Freud plantea que lo que aparece como una compulsión bulímica está causado por un estado de angustia. Es como si ante la mínima manifestación de angustia se produjera la impulsión bulímica, precisamente, como manifestación de la angustia. La angustia no llega a desplegarse en toda su intensidad, sino que es inhibida. En apariencia, el paciente la resuelve rápidamente  a través del acto clínico. Freud dice que la bulimia equivale a un ataque de angustia rudimentario: es una angustia débil, que no produce los efectos que normalmente produce síntomas, la retórica del inconsciente, el ligado del goce.

La angustia es una señal en el yo que advierte al sujeto que está atrapado -o podría quedar- en el lugar de objeto por el Otro. Síntoma, inhibición, acting out, pasaje al acto, son respuestas a esta angustia, de la cual no se puede permanecer impasible. ¿Pero por qué en estos casos la angustia no llega a armar síntomas? Podríamos conjeturar que lo que hay es una huída persistente a la sensación de angustia. La sensación de angustia les es terrorífica y eso es una dificultad clínica en la transferencia, porque hay una necesidad de tener estas compulsiones, aunque ya se haya empezado a trabajar con la significación.

En la bulimia está en juego el siguiente circuito de goce: tragar para no ser tragado. Es una defensa, pero no a la manera de la represión de las psiconeurosis de defensa. Con el vómito, inclusive, se intenta poner un borde y un límite y luego se vuelve a cumplir con el rito. Un paciente decía “Cuando como, soy comida, pero cuando vomito estoy ahí afuera”, como si ella se hubiera expulsado de ese Otro que la tiene tragada. Los bulímicos dicen sentir alivio al vomitar, lo sienten como una necesidad de sacarse de encima el lugar de objeto de goce del Otro. Es como si se protegieran de esa sensación amenazante del deseo del Otro. El Otro se les viene encima y ahí la castración no está operando. Es lo desmedido del goce que hace que no llegue a ser subjetivado, porque predomina ese ordenamiento pulsional que es del ello. Es el analista que va a poner en función, con sus interpretaciones, el nombre del padre.

El inconsciente es el que ordena, enlazando representaciones, y este goce desordenado necesita de un saber. En las psiconeurosis de defensa tratamos de equivocar el sentido para leer qué verdad porta el síntoma. Acá estamos hablando de la pulsión irrefrenable, con lo cual propongo que se trata del armado de la cadena, introduciendo saber en lo real que pueda perforar el goce del Otro y en donde evidentemente la angustia no funciona como señal.

¿Pero por qué en estos casos la angustia es terrorífica? Porque la defensa, que es el modo del sujeto para enfrentar la angustia, queda entronizada. El sujeto encontró esta forma de hacer algo con la angustia que se le viene encima. Impide, de esta manera, la defensa, porque cada vez que fracasa algo de la ley del falo y la ley del deseo y el goce se les viene encima, la angustia rudimentaria no llega a operar y aparece como defensa la compulsión bulímica. La defensa en la clínica toma una forma de “No quiero saber nada de eso” y el paciente no quiere poner en palabras nada de esa angustia. Recuerden a Juanito: antes de armar el miedo a los caballos estaba en un estadio angustioso. Esa angustia era insoportable y se termina ligando a un síntoma, en su caso, el miedo a los caballos. En los casos de bulimia, esta angustia es terrorífica y no llega a funcionar como señal: no quieren saber nada de esa angustia, que no llega a ponerse en palabras y aparece la compulsión. No hay enlace del goce a lo simbólico.

La pulsión se satisface en el goce, no en el placer. La pulsión es autoerótica y mortífera, pero cuando la pulsión logra enlazarse a la ley, al deseo y al amor se vuelve apta para el placer. El goce se vuelve apto para el placer en el fantasma, pero la pulsión de por sí es puro empuje. Hay defensas para la pulsión. Freud ubica dos de ellas, que son movimientos propios de la pulsión: la transformación en lo contrario y la vuelta contra sí mismo. Freud también nombra otras dos defensas, que son la represión y la sublimación. estas dos últimas defensas tienen que ver con el deseo, que se presenta reprimido o sublimado. Lo que está diciendo Freud es que el deseo anudado a la ley pone límite al goce. Es un modo de defensa de la pulsión.

Habíamos dicho que la fase terminal de la pulsión estaba en el tercer tiempo, donde hay una ligadura al Otro. Estudiar una carrera puede ser un mandato, o estar articulado al deseo y a un ideal. El analista interviene para recuperar el anudamiento del goce al deseo. El problema es cuando el goce aparece desanudado y desintrincado. ¿Tiene medida el comer? Sabemos que comer puede estar ligado a una escena, al deseo y al amor, pero también puede ser un acto sin el otro.

Caso clínico 1.
Paciente de muchos años, que empieza tratamiento tras haber recorrido grupos de bulimia, operados por nutricionistas. Había ido al psiquiatra y llega al tratamiento. Ella describe las compulsiones que había tenido desde la adolescencia. Cada vez que le preguntaba que me cuente un poco más, ella me decía “Basta, ¿qué tiene que ver esto con lo que te estoy contando? No bajé nada de peso, eso es lo que me importa”. Así transcurrían las sesiones, monótonas, tediosas. No ahorraba en ningún detalle el relato de todo lo que había comido y mi apuesta era a que si ella seguía viniendo, de a poco en un semblante de diálogo algo empezaría a dialectizarse.

El analista debe ser paciente y no enojarse. debe alojar ese sufrimiento, aunque todavía no quiera hablar de eso. Yo le decía “Tenés razón, vivir así debe ser horrible, es insoportable pasarse la vida comiendo o vomitando”. De a poco, preguntándole más acerca de las quejas, me cuenta que ella es rara, distinta a la familia. La familia es de clase alta y a ella le gusta otra vida, irse con los peones de los campos de la familia. Siempre se sintió identificada a otra cosa. Cuando empiezo a historizar sus comilonas, luego de mucho tiempo de trabajo de alojar, me cuenta que sus comilonas empezaron en plena adolescencia, cuando sus amigas empiezan a salir. Cuenta que sus amigas salían y se divertían y ella las veía como putas y que no pensaba como ellas. Le subrayo “no pensabas”. Se abre a que la falta de sentido de deseo sexual de su existencia, la respuesta a este encierro que tenía fue comer desde la adolescencia.

Dejar afuera a los hombres, el sexo, era algo repugnante en el decir de la madre. Le digo, entonces, que ella estaba congelada, a raíz de que ella decía que comía del freezer, lo cual le lastimó numerosas veces la garganta y hasta llegó a sangrar. Extraigo un significante de todos esos decires: ella estaba freezada, congelada al lado de la madre, que le pedía que no se caliente. Esto produce un efecto: se despliega la posibilidad de tomar al otro como objeto, pero en la mitad de este gran despliegue, me dice que no va a seguir viniendo porque se quiere ir al campo unos meses y que además va a hacer dieta en el campo. Le digo que ella ahora necesita irse y que en algún otro momentos veremos de qué se quiere ir.

A los seis meses, retoma y me cuenta que en el campo había logrado adelgazar, pero que en el campo había vuelto a subir. Lo más interesantes es que se empieza a desplegar es que estuvo con el peón del campo. Ella lo llamaba “El bombón”, que se comió al bombón, lo cual implica que no se come solo comida. La pregunta que se despliega a partir de comer el bombón es todo el goce de la madre que, una vez que el sujeto queda advertido, recién puede vaciarse de ese lugar de objeto. Al no leer ni descifrar esa demanda del Otro, el sujeto no puede descontarse de la demanda.

Finalmente ella tuvo relaciones sexuales con el peón y trae un significante que ubica lo que realmente le ha pasado. Empieza a metaforizar el goce oral y ella dice “Me morfé la vida” y ahora se la puede morfar de otro modo. Fíjense que una vez que se enlaza el comer como goce puro a un hacerse comer, se enlaza al Otro y el goce pasa a estar negativizado. 

En estos casos, se debe enlazar el goce del ello al inconsciente (al cifrado). Al haber advertencia subjetiva de la demanda del Otro, el trazo inconsciente empieza a trabajar y el objeto empieza a fijarse en terreno cortado, no siendo objeto de goce. El sujeto puede ir cortando la posición de objeto; puede ligar ese puro goce al Otro, al hacerse comer.

Caso clínico 2.
Paciente que consulta tras haber acudido a numerosos tratamientos médicos, homeopáticos, grupos, etc. Se trata de una mujer joven, con una sonrisa amable, pero con un cuerpo impactante por lo enorme. Se sumerge sin pausa en la historia de su sobrepeso de 40 kilos. Se recuerda gorda desde siempre, comprando golosinas en los recreos de la escuela. En la pubertad, los insultos de sus compañeros ya eran obscenos.

A los 7 años viene a vivir a la Argentina con su familia, luego de probar suerte en otro país. Conserva ciertos modismos de su país de origen, sobre todo cuando se pone nerviosa, se traba un poquito. A los 15 años, hace un tratamiento significativo. Tuvo relativo éxito, pero en la mitad los padres planifican un viaje, en el que le dicen “En vacaciones se puede comer sin límites”. Ella, en ese momento, no estaba a tiempo de restarse de esa demanda y recupera rápidamente todo el peso.

Su padre vivía en el exterior, lo que para la madre no resultaba un problema. Cada vez que volvía angustiada a su casa por los insultos de los otros, la respuesta que encontraba en la madre era “Son unos pelotudos, no les des bola”, cosa que también escuchaba del padre. La palabra de amor faltaba a la cita; en cambio, se hacía presente el empuje al goce. Lo que vivifica al ser hablante es la palabra, lo simbólico.

¿Qué trae a esta paciente a la consulta? Su preocupación por no aprobar los exámenes. Algo que uno encuentra en las melancolizaciones es que pese a haber cuerpo unificado, fracasa el yo ideal, ese punto de verse como amable al deseo del Otro. En su adolescencia, lo que ella recibía eran insultos y como la respuesta que recibía en la casa era que eran unos pelotudos, la palabra que vivifica al ser hablante en este caso terminaba siempre en pelotudos.

La paciente no tenía ningún encuentro sexual, aunque estaba en sus veintipico de años de edad. Sentía vergüenza de su cuerpo y encontraba alivio a su angustia en la comida. Decía que la calmaba, pero que después se ponía peor. Estaba identificada al lugar de desecho, desaparecía de la vida del lazo con los otros. Así como Lacan dice que el cleptómano busca que su deseo pueda ser tomado en consideración (roba para que alguien lea eso), creo que esta paciente, que se quedaba tirada los fines de semana, sin bañarse, estaba pidiendo que alguien lea.

Fuimos avanzando en lo que llamaríamos una memoria sin recuerdo, porque no había subjetivación de esto, sino escenas. cada vez que irrumpía la compulsión bulímica, empezamos a cifrar cada compulsión, historizando qué le había llevado a comer. Aparecieron muy pocos recuerdos. Uno era la mirada de sus compañeros a su madre, que decían que estaba mucho más fuerte que ella. Esto ocurría en un contexto de cambios de colegio permanentes, que lejos de calmarla la angustiaban más. Respecto a la madre, a la cual le tenía mucho odio porque le gustaba aparecerse ante sus amigos, voy a la tercera generación, porque esta madre había sido deshecho para su madre que la había abandonado. La había criado el padre con mucho rechazo, y que probablemente se debía a eso. La llevo a la castración de ese Otro monstruoso. Esta intervención fue fundamental, pues la despegó del enorme odio que sentía hacia la madre. La madre era, ahora, una simple mujer que quería ser deseada.

Respecto al deseo de tener un título, le subrayo que para que le vaya bien en el estudio, hay que tragar más. Es decir, que lo real de este goce empieza a pasar a lo simbólico, al equívoco del sentido. Las matemáticas le apasionaban, pero le dedicaba poco tiempo, aunque su proyecto era irse al exterior. También le decía “No hay que tragarse un buzón”, respecto a la demanda de la madre de “Comé, ellos son unos pelotudos”. Se despertó el deseo de saber en ella. Las trabas en el estudio eran leídas ahora, en transferencia, como el intento de hacer un corte con la demanda del Otro. Eso la lleva a poder concentrarse. Si ella quería irse al exterior, debía estudiar para tener el título. Estas son lecturas de corte, porque posibilitan salir de ese goce en el que está enredada. En esa misma línea, le leo el sobrepeso: le digo que este sobrepeso que tiene es el peso permanente de la demanda del Otro. Esta intervención dio lugar a la consulta con un médico, que le empieza a ordenar su dieta. Este médico le dice “Si estás convencida de querer otra forma de vida, nada te desvía de tu camino”, interviniendo maravillosamente bien. Le dice que no se desvíe de su camino, si quería estar bien.

Esta chica hablaba permanentemente de las otras vidas, en las que creía. Le digo que de lo que habla ella es que hay otra vida posible para ella. El enigma respecto a la otra vida posible abre, en análisis, un nuevo trabajo: empezamos a situar la falta de medida en los lazos familiares. Las pocas veces que su padre volvía del exterior, era para escuchar insultos. La falta de medida en ella tenía que ver con una identificación a estos signos. Las comilonas aparecen ahora situadas como un intento de separación fallida. Empieza a tomar importancia, en la escena, el amor y la sexualidad.

Subrayemos que en las compulsiones bulímicas no se trata de la búsqueda de un goce. Lo que allí se pone en juego es una defensa frente al horror de un goce intolerable, que las compulsiones intentan calmar.

Pregunta: ¿Por qué dijiste que ella se ubicaba como objeto de goce del Otro?
M.D.: El neurótico lo que hace es colocarse como objeto del Otro, padeciendo justamente el taponamiento de ese Otro al ubicarse ahí. En la neurosis, el fantasma debería sostener el deseo, ligando la pulsión a la exogamia. El neurótico, no obstante, se rebaja a la demanda. En lugar de estar circulando con el deseo, con el objeto a como causa de deseo, funciona como tapón de goce.

Ante las comilonas, la madre del último caso le decía “Vos no tenés aire acondicionado, venite a dormir a mi cama”. En este caso, las comilonas sucedían los jueves y viernes, a lo que yo leía que era justo antes del fin de semana. Ella era una compañera freezada de su madre. En lugar de estar funcionando el fantasma, que permite cierta regulación de goce con las operaciones de alienación y separación a la demanda del Otro, y buscar un sentido más allá de él. Lo que en estos casos sucede es que no funciona el fantasma como separador, como sostén del deseo. Aquí el goce está desregulado porque no está ligado al deseo, a la ley. Comerse todo y ser la compañía de la madre es que el goce no funciona ligado al deseo, apto para el placer, se torna en un goce puro en el lugar de objeto. Comida, tragada por el Otro.

La operación de la metáfora paterna produce que el niño no tapone la falta del Otro, lo que le posibilita crecer. Lo que no termina de operar en estos casos es ser lo que le falta al Otro y no lo que lo sutura. La metáfora paterna priva el goce y lo ordena.

Pregunta: ¿Qué pasa en los casos donde no se es visto por el Otro?
M.D.: Aparecen melancolizaciones. Más que el lugar de brillo, nos encontramos ahí con sujetos que están en el lugar de objeto de deshecho. En esta paciente, ella estaba ubicada en el lugar de objeto de desecho, pero no era una madre que no la quería, pero no le daba lugar a ayudarla, a que le cuente. Me parece que son casos que el niño no ha sido colocado en el lugar de falo imaginario, sino de objeto. El falo tiene brillo.

Pregunta: (inaudible)
M.D.: El analista no debe presentarse desde el ideal, porque sino se pone en el lugar de Otro absoluto que no da lugar al deseo del sujeto. El analista encarga el lugar de sujeto supuesto saber. Si se la cree, estamos en problemas. El sujeto supuesto saber es una demanda de saber al analista, en relación al discurso del paciente. Nosotros no sabemos ni vamos a poner nuestro ideal en juego nunca.

En los pacientes melancólicos hay una dificultad en la incorporación del saber. Es como si tampoco se pudiera incorporar algo de eso, por lo que el ideal que ella se arma, es recibirse para irse a vivir al exterior. El analista lee eso y le ayuda a que no quede atrapado en la demanda del Otro, que era ocuparse de la demanda de la madre cuando ella tenía que estudiar.

Pregunta: ¿Has visto casos que vayan de la anorexia a la bulimia o de la bulimia hacia la anorexia?
M.D.: Eso yo lo pienso como algo propio de la compulsión bulímica. Es decir, está que el Otro no se entere, pero también está el empuje al goce. En ambos hay empuje al goce, tanto en la impulsión como en la compulsión, aunque en la compulsión el acento está puesto en la significación.

Muchas veces, ante el fracaso del ideal mortífero de no comer, o por no poder sostener ese ideal, se producen las compulsiones y visceversa: cuando vienen las compulsiones viene el período anoréxico de intentar controlar la pulsión, pero de una manera loca y mortífera.

Pregunta: Cuando hablás de un impass en el fantasma, ¿Cómo se entiende que haya habido un acto de lectura del lugar que me quiere el Otro? Veo una paradoja ahí.
M.D.: No diría estrictamente que hay lectura. Sí hay goce y satisfacción en ubicarse en ese lugar. A mi me parece que habría lectura cuando eso se liga al significante. En estos casos, no hay lectura, sino un empuje a satisfacer eso, de lo cual nos enteramos porque está comiendo compulsivamente. Recién hay lectura cuando se cifra, cuando se liga a la significación.

En la clínica debemos encontrar esos significantes que para el paciente se convirtieron en demandas absolutas. Las demandas absolutas no están ligadas a otras significaciones, son inequívocas. Al sujeto les llega como una orden, porque el sujeto no está en condiciones de interrogar. La chica del caso escucha “Son todos unos pelotudos” y no puede responder algo así como “Pará, ¿todos son unos pelotudos?”.

Nosotros debemos hacer que el paciente historice y averiguar cuáles fueron sus marcas fundantes, qué marcas quedaron sin ser interrogadas. Recuerden que la letra es litoral, por eso nosotros leemos a la letra. Litoral entre el saber y el goce. Cuando les leemos “quedaste freezada”, ese significante uno lo sacó del discurso y el analista lo subraya. Nos importa ese significante porque toca el goce, no se trata de un mero jueguito de palabras. En este caso, freezada es un significante que hace litoral con su goce, que es que estaba ahí en lugar de objeto. En este caso, que no lo conté el efecto de tocar eso es que empiezan a aparecer sueños, por lo que se abre la dimensión del inconsciente, en la que ella está en una fiesta mirando como todo el resto bailan y se divierten, mientras ella pensaba “Qué tontas, qué putas”. Entonces, seguimos cifrando que las otras, por disfrutar de la vida eran putas...

📝Texto confeccionado en base a las notas de la conferencia dictada por Mariana Davidovich, 2 de octubre de 2019

viernes, 27 de septiembre de 2019

Sufrir sin palabras: qué-hacer en la clínica.


Notas de la conferencia dictada por Vanesa Starasilis en Institución Ulloa, el 14/03/2019

El psicoanálisis tiene un gran desarrollo teórico, fundamentalmente para lo que tiene que ver con las neurosis de transferencia. Pero para aquellas neurosis no subsidiarias del inconsciente y aquellas aquellas presentaciones que no siguen los andariveles del significante, encontramos un déficit en lo que se refiere, por ejemplo, a:
  • Acting out.
  • Pasaje al acto.
  • Ataque de pánico.
  • Trastornos de la alimentación.
  • Psicosomática
En estas presentaciones clínicas seguimos los desarrollos de Freud y Lacan, como en texto Recordar, repetir y elaborar o el texto de 1895 donde Freud hace un listado extensos de las patologías que se presentan como lo que conocemos como ataque de pánico, aunque no vayamos a encontrar un seminario entero, como el que Lacan consagra a la angustia. 

Todos consensuamos en las tres estructuras y sus operaciones fundantes por la cual se convierten en dichas estructuras: psicosis (forclusión), perversión (renegación) y neurosis, que tiene como operación fundante la represión. Sin embargo, hay neurosis que pese a que su mecanismo fundante es la represión, no están exentas los episodios de forclusión o de renegación. Diría que en toda neurosis podemos esperar renegación y forclusión. Sucede que estas no son las operaciones que las fundan, pero hay episodios de forclusión y renegación. En algunas neurosis, la forclusión y la renegación predominan más que en otras y esto determina la gravedad del caso. Pero en toda neurosis vamos a encontrarnos con renegación y forclusión.

Si hablamos de represión, lo que tenemos resultado es la otra cara de la moneda, que es el retorno de lo reprimido. Es lo que queda articulado en las formaciones del inconsciente: síntoma, chiste, sueño, lapsus, olvido, acto fallido. Estamos en el terreno de lo inconsciente, en el terreno que aprendimos que está estructurado como un lenguaje y que entonces la función del analista allí es descifrar e interpretar lo que aparece cifrado en la formación del inconsciente. El paciente se pone a asociar, aunque se resista un poco hay que insistir y esperar. El inconsciente trabaja cifrando lo que queda fuera de la consciencia y la función del analista es descifrar esa cifra para que el sujeto se entere.

Freud supo de entrada que no todo paciente tenía la presentación de las formaciones del inconsciente, cuando se topó con la pulsión. Habló de la pulsión de muerte, del más allá, del agieren (algo se detiene en la cura y el sujeto en lugar de recordar actúa), la reacción terapéutica negativa. Son los límites al significante que Freud encontró y que hay que recorrerlos. ¿Qué abordaje hacemos los analistas cuando la presentación viene vía pulsión? Freud dice en El yo y el ello que la pulsión tiene 2 modos de llegar al yo: a través del ideal del yo y otra que es directamente. Cuando llega a través del ideal del yo, la pulsión está enlazada al deseo. De esta forma, uno podría tomar una copa de vino con un amigo, en un lindo paisaje escuchando música. La pulsión está en juego: la oral, la voz, la mirada… Pero está articulada a un deseo. No es lo mismo que bajarse la heladera. En este último caso, se trata de la pulsión que barre con la función reguladora del yo. ¿Cómo abordamos esos casos donde lo pulsional es lo que está en juego, sin que muchas veces esté advertido por el sujeto? Diría más, en el momento en que está sucediendo, el paciente no piensa y a veces ni advierte estar tomado por la pulsión.

Entre los 4 elementos que Freud menciona de la pulsión, está el drang, el empuje. Cuando está articulada con el deseo, la pulsión se articula a los otros elementos. En estos casos lo que vemos es puro empuje, puro drang, fuerza, empuje.

Caso.
Celeste (24) es lic. en ciencias económicas. Trabaja en la oficina de una pequeña empresa desde hace muchos años, desde que era estudiante. Hace tareas de contadora y administrativas. Se recibió joven y mantiene el mismo sueldo y categoría de antes de recibirse. Ella consulta por su relación con los varones: nunca tuvo novio y es virgen. Dice que durante la facultad no le interesaba conocer varones, pero ahora no puede entender por qué nadie se fija en ella. Se pregunta qué hace mal, qué es lo que pasa. El tema “me desespera”, dice. Esa desesperación es muy notoria. Habla haciendo movimientos con la cabeza, las manos, el cuello. Es verborrágica, parece que se estuviera ahogando, tiene un tono de voz muy elevado. Es muy difícil seguirla en lo que dice, aunque insiste que este tema la desespera, que nadie le dé bola. 

Refiere también ser muy desorganizada, con grandes problemas para llegar en horario -en efecto, no hay vez que sea puntual en la sesión, siempre llega tarde-, no sabe por qué pierde el tiempo, deja todo para último momento, vive en la casa con la hermana y la madre y dice que la casa es un caos. Está todo desorganizado, platos sucios, ropa tirada. Ella duerme en un dormitorio-pasillo, donde hay que atravesar su dormitorio para pasar al otro. Ese dormitorio no tiene puerta, se rompió una vez y quedó así. Su desorganización, desprolijidad y desorden también se hacen ver en su aspecto. No es algo bizarro, pero hay algo desacomodado, desalineado, desprolijo.

¿Cómo hacer entrar en la palabra lo que está en el cuerpo? Ella viene por su desesperación que no encuentra un hombre y yo me encuentro apenas ver con una cuestión mucho más compleja. No hay registro de eso ni está articulado a la palabra, pese a que está presente en el cuerpo. 

El trabajo analítico permite el despliegue de su historia, también muy caótica. Los padres se separaron cuando ella era muy chica. Son 4 hermanos, al padre ella lo define como desastre, que es un significante que va a aparecer. El padre vivió siempre colgado de su propia madre, la abuela. Cuando se separan él se va a vivir a lo de su propia madre y no se le conoció una relación con otra mujer. Cuando muere esta abuela la casa se cae abajo, dice ella, hay cable colgando, agujeros, todo despintado. La madre tiene pareja y prácticamente vive afuera, mientras en la casa quedó viviendo ella con sus 3 hermanos.

Tiene una mala relación con la hermana, a la que diagnosticaron como esquizofrénica. La relación pésima tiene que ver con que Celeste le toca las cosas: ella se mete en el dormitorio y le quita una remera, una bufanda y lo que Celeste dice es “Es una tentación, no puedo dejar de hacerlo” y más bien pasa a quejarse de esta hermana, de cómo se va a poner así porque le saca un par de medias. Le señalo que la hermana le está diciendo “no”. Se lo señalo porque es algo que no funciona en ella y efectivamente ella me dice “no tengo límites”. Come sin parar, se vuelve insistente con los varones, sobre todo cuando estos varones muestran indiferencia. A medida que va transcurriendo el análisis, ella empieza a conocer varones y a salir con ellos. Tiene relaciones con varones, pero con ninguno se arma nada del amor. Son relaciones de uno o dos encuentros.

De su historia familiar, dice que de pequeños quedaban muy a la deriva. Los padres se iban y ellos se levantaban a cualquier hora. No había nada organizado para comer, peleaban, volaban tenedores, rompieron un ventanal… Todo caos y desborde. Todo drang. Por todos lados aparece que no hay límites. Ella empieza ubicar que no puede aceptar un “no”, empieza a ubicar que ella es ansiosa, que la desesperación que ella tiene en relación a los varones tiene que ver con eso. 

Con los varones, tiene una particularidad: cuanto más indiferentes, más insiste. Ella recuerda que de niña ella llegaba a la escuela ella quería acercarse a esos compañeros que formaban un grupo cerrado, “populares”, que no le daban bola. Ella insistía una y otra vez con esos compañeros. A medida que vamos trabajando, esa desesperación insiste cuando aparecen los hombres. Ella se pone a ver qué hacen, si tienen novia, con quiénes estuvieron, los investiga. ¿Por qué no me eligen? se pregunta. La respuesta que ella arroja es “soy un desastre”: llego tarde a todos lados, mi habitación es un desastre, la casa es un desastre, no puedo hacer una dieta. 

Mis interveneciones, hasta ese momento es armar una lógica, porque no hay nada que descifrar. Hay que armar qué la lleva a Celeste a la desesperación, a sostener y a garantizar que no la elijan. Ella va a al lugar donde no va a ser elegida, como pasaba en la infancia con los compañeros que elegía. Ella va hacia el que de entrada le dice que no. En esto casos hay que construir una lógica que nos permita entender qué se armó allí, para empezar a desarmar y a abordarlo. ¿Qué es este ser desastre? ¿Qué es este por qué no me eligen? y ¿qué es esta desesperación/ansiedad?

En estos casos no subsidiarios de las formaciones del inconsciente me ha servido mucho hacer un planteo teórico que Lacan toma en relación a la anorexia y a la psicosomática: la alienación y la separación.

Hay 2 operaciones que Lacan plantea como fundantes de la estructura neurótica: la alienación y la separación. Nos plantea Lacan que el infans cuando llega al mundo no es un sujeto. No tiene ninguna posibilidad de existir, de sobrevivir a la jungla del lenguaje sino es arrojándose al campo del Otro. Debe tomar del Otro algún significante que lo nombre, de tal forma de ser algo. Tiene que ser algo primero para el Otro. A esa primera operación, Lacan la llama alienación, o sea, un movimiento del sujeto al alienarse al campo del Otro. Podemos pensarlo como el Otro materno, donde el sujeto necesita alienarse para sobrevivir. El Otro le aporta un sentido, un significante que le dé existencia. Ese significante que el Otro aporta es cualquiera: qué tranquilo, qué divino, qué hermoso, qué inquieto, qué parecido a mi suegra. Son los significantes primeros que le dan un lugar a este sujeto. Lo que sucede, dice Lacan, es que este infans antes de alienarse que “no era”, cuando es nombrado por el Otro y el Otro le dona un significante, tamṕoco “es”, sino que queda representado por el significante. Esto es lo que se quiere decir cuando el sujeto es pura falta en ser y que eventualmente está representado.  Si no estuviera representado y en realidad fuera, no sé qué podríamos hacer los analistas. Los pacientes nos dicen “soy así”, “no soy lo otro”. Pero nadie es, sino que está representado por determinado significante. El sujeto está representado y no es, esa operación Lacan la llama afánisis: es la desaparición del sujeto, que desaparece tras el significante que lo representa. 

La segunda operación es la separación. Lacan dice que el sujeto, agarrado hasta ese momento al Otro que le aportó los significantes que lo representan, el sujeto lee en los intervalos del discurso del Otro que la cosa no es compacta y que el Otro está también en falta, que no sabe todo. Que el otro dice una cosa y quiere otra. Es el famoso “che vuoi?”, qué me quiere. “Me decís esto, ¿pero qué querés?”. El Otro, en el mejor de los casos, muestra ese intervalo, no es compacto en su discurso. En ese intervalo recorre el deseo del Otro. 

Lacan dice que la respuesta que la respuesta da a ese deseo del Otro es su propia pérdida. Le formula al Otro “¿Puedes perderme?”. El sujeto se ofrece como el primer objeto a restarse del Otro. El sujeto se resta del Otro, sino quedaría alienado, ofreciéndose como pérdida, pero haciéndole falta al Otro. Esto lo subrayo por el caso que estamos viendo. Se resta del Otro haciéndole falta. Se separa del Otro haciéndole falta. Es la fantasía de los niños, por ejemplo, de que mueren cuando se enojan con la mamá para joderla y se imaginan a la mamá sufriendo. Se restan de la madre, desaparecen y Lacan dice que responden con lo que saben, que es su propia desaparición. Se restan del Otro, pero haciéndole falta, cavándole un agujero. Los niños que se van de los padres con la confianza de que pueden faltarle al Otro. Hay niños que no tienen esa confianza. 

Agrego una cosa más a la alienación-separación: lo que sucede luego en las neurosis es que el sujeto queda identificado al objeto que restó.

De los fracasos parciales de estas 2 operaciones fundantes de la estructura, Lacan dice que se puede pensar a la anorexia y a la psicosomática. La anoréxica adulta se queda intentando desaparecerle al Otro, haciéndole falta al Otro hasta el punto de desaparecer con su propia muerte. 

Cuando Celeste dice “¿Por qué no me eligen?” lo vamos a traducir como “No puedo hacerle falta al Otro”. Lo que  Celeste la desespera es no hacerle falta al Otro. No hacerle falta al Otro no tiene que ver con cualquier varón, sino el Otro edípico de su infancia. La respuesta que ella se daba es la misma que había tenido en su historia edípica: soy un desastre. Lo que encontraba con los varones era esto: como soy un desastre, no logro hacerle falta a nadie. Esta es una respuesta fantasmática, porque esta operación de alienación-separación dan lugar al fantasma. Se trata de la respuesta que ella encuentra al deseo del Otro: soy un desastre.

A medida que el análisis avanza, la letra de “El desastre” venía por el lado de que cuando ella le dijo al papá que venía a estudiar ciencias económicas y se trataba de la primera en la familia que iba a seguir una carrera universitaria, el papá le dice “¿Esa carrera para hacerle el juego al imperialismo?” Un 31 de diciembre, ella va a la casa del padre, él le pregunta “¿Para qué te vestiste así?”. Siempre la mirada que obtenía del Otro era la del desastre. Ella siempre estaba equivocada. 

Por el lado de los varones era muy complejo, porque durante muchísimo tiempo ella era rechazada. Nosotros trabajábamos que ella siempre iba a donde ya sabía que iba a ser rechazada. Nos metimos a trabajar por el lado del trabajo, porque ella estaba recibida y no la ascendían de categoría. También habían temas con la comida, la verborragia. A veces yo no podía seguirla cuando hablaba. Yo le hacía un gesto con las manos como para que hiciera pausa a esa pulsión, a ese drang. La hacía esperar unos minutos, para darle tiempo. Aparece lo pulsional, muy ruidoso pero mudo, porque no habla de eso. Sufrimiento sin palabras, esta es la pulsión. 

En esta paciente vemos que aparece la pulsión, pero no del todo bien constituida. Por ejemplo, era muy torpe y se llevaba todo por delante, cosa que también pasaba en el consultorio con las sillas, el escritorio. No como en los pacientes gravísimos, pero había algo no bien organizado. 

La ansiedad. ¿Cómo pensar la ansiedad desde el psicoanálisis? No se trata de la ansiedad ante un examen, mudarse o antes de casarse. Esa es una respuesta casi fisiológica ante un peligro. Una vez que pasa el hecho, esa ansiedad desaparece. No es la ansiedad que nos interroga en la clínica: esto es casi lo que Freud llamó apronte angustiado y cuando pasa el acto, se pasa. La ansiedad de la que quiero hablarles es de la ansiedad masiva, la que toma al sujeto y es el rasgo que lo caracteriza. 

La ansiedad es distinta a la manía. En la manía, el sujeto siente una liberación tremenda, siente que se lleva al mundo por delante, no para de hablar, no para de moverse y está exultante. 

La que teorizó la ansiedad fue Melanie Klein. Ella dice que la ansiedad en la infancia se despierta cuando la excitación libidinal corre el peligro de no ser satisfecha por el otro. Plantea la ansiedad vinculada al peligro, como para cualquier tipo de ansiedad. Pero además plantea a la ansiedad vinculada con la excitación libidinal, que traducimos como pulsión y cuando hay un Otro que no puede responder a esa pulsión. 

Las pulsiones tienen que estar intrincadas unas con otras para que la cosa funcione bien. Cuando están intrincadas la pulsión de ver, con la pulsión oral, con la voz, la pulsión se enlaza al deseo. Para estar intrincadas, cada pulsión tiene que estar organizada y para ello la pulsión no puede ser un puro drang. El drang es es uno de los elementos, la fuerza de la pulsión, pero necesita de los otros elementos. Necesita que haya un agujero que tenga borde. Recuerden que el objeto es contingente, que el objeto obture momentáneamente ese agujero y que la pulsión haga su tour por ahí. La pulsión necesita estar organizada. 

En la ansiedad, lo que no se soporta justamente es el vacío. Entonces, la pulsión es puro drang, pura fuerza. No es que no hay agujero, sino sería una psicosis. Pero el agujero no tiene borde que recorte ese agujero. No está establecido el borde, porque está fallida esa primera operación que antes llamamos separación. Ese primer objeto que se ofrecía al Otro era el propio sujeto, tiene que haber una pérdida fundante que es el propio sujeto, ofrecido al lugar de objeto y caído de ahí para que haya lugar a otros objetos que vayan a parar ahí. Tiene que estar perdida la teta para que yo pueda disfrutar de un vino. Si la teta está muy presente, me bajo la botella. Tiene que haber un buen recorte, sino la pulsión funciona como drang.

A partir del trabajo de Celeste en transferencia, ella manda curriculum y consigue un excelente trabajo en una empresa mucho más importante en un buen puesto. Sus ingresos le permiten irse a vivir sola. Esto es algo que ella trabaja en análisis, porque en principio no era algo que ella ubicara, pero la casa era caótica. Al irse a vivir sola su casa nunca más fue un desorden. Por supuesto, yo ofrezco otra mirada que la del padre. Empiezo a señalar y ubicar que esta paciente se recibió con un promedio excelente, que consiguió un trabajo que está bárbaro, que vive sola y que no es fácil, que gana su dinero. ¿Dónde estaba el desastre? Empezar a ubicar una mirada que no la ubique en el desastre, significantes nuevos que no la representen como el desastre, sino de otra manera. 

Descubro que a Celeste le encanta la pintura, le encanta la fotografía, sabe idiomas. Ella hacía viajes divinos, empiezan a aparecer un montón de cuestiones que no estaban presentes porque ella estaba representada por este significante “desastre”, ofrecida como objeto al Otro como “desastre” y todo el trabajo era cómo abordar esto como para que esto comience a conmoverse y a caer. 

El abordaje en este caso es ofrecerle otros significantes. Siempre hay otros significantes y hay que apostar por esto. Es empezar a cuestionar el sentido cerrado que el sujeto trae que es ese objeto que lo representa. Hay que armar una lógica y aportarle un nuevo sentido para que tenga de donde agarrarse.

La otra cuestión fue frenarla un poco, que vaya más despacio. Cuando ella me hablaba rápido y la frenaba, ¿qué le decía? Que ella me hace falta, no como el objeto desastre. Como el objeto desastre, la puedo hacer esperar 2 minutos para abrirle la puerta. Ella hace falta cuando no hace consistir el objeto desastre. Podía largar ese objeto, habían otros significantes que la podían representar. 

Celeste llegó de vacaciones de un viaje precioso con una amiga. Por supuesto que seguía desesperándose por los varones. Vuelve de ese viaje y dice que está feliz, que la pasó bárbaro y que conoció a un varón y que flashearon amor, como ella dijo. Él se engancha con ella y ella con él y recorrió el país con él. Dice que pensó mucho en mí, porque él le decía “Qué tranquila que sos”. Hubo un cambio en lo pulsional. Ella no es el desastre y la pulsión logró organizarse cuando logró hacerle falta al Otro. 

Pregunta: ¿Qué podés decir de qué pasa cuando el Otro no posibilita un borde para la pulsión? ¿Cuál es la relación entre el desborde de la pulsión y el Otro, cómo participa?
El Otro se encarga de hacerle borde a la pulsión. En principio, hace surgir las zonas erógenas con las caricias, con el amor. El Otro introduce un borde, que es un borde al agujero, sino la pulsión no se organiza. Necesita de ese borde para organizarse. Cuando la pulsión no se organiza es porque ese borde no lo otorga el Otro. El no también es un límite que pone el Otro. Pensemos en una madre que le dice que no a algunas cosas y que si a otras. Si no hay “no”, tampoco hay “si”. La puerta del cuarto de Celeste también era un borde que no estaba.