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miércoles, 8 de noviembre de 2017

El nudo de trébol de la paranoia y su estabilización.

El pensamiento Freudiano considera al delirio como una defensa frente a la emergencia pulsional homosexual. En oposición al paradigma presentado a través del Presidente Schreber, la normalidad sería también una defensa pero de otra índole, donde el resorte de lo pulsional-homo coartado en su fin, opera a favor del sujeto. La falla de esa posición normal determina para S. Freud el delirio como una defensa patológica. El fundamento de esta idea se encuentra apoyado en los pasos normales necesarios para la constitución narcisista, donde desde el autoerotismo se arriba al propio cuerpo como objeto amado, determinando un momento que tiene como característica la elección para el niño de genitales idénticos, para transitar después a la elección del objeto heterosexual con la consiguiente desviación del fin de las tendencias homosexuales hacia las pulsiones del yo.

Esas pulsiones del yo que configuran la normalidad del aparato psíquico para S. Freud están representadas por la amistad, la camaradería y el amor a la humanidad. El paranoico según esta teoría en juego, no podría fijar su pulsión en lo homosexual narcicista que proviene de lo autoerótico y se defendería con un delirio que sexualiza lo social y el amor al hombre. Es vivido como rechazo aquello que respecta a lo idéntico en lo social, por remitir al paso no realizado en su psiquismo, donde genitales idénticos implicarían la recaída en un narcicismo que no pudo formalizarse. Este razonamiento sostiene tanto el mecanismo persecutorio en la paranoia como la certeza en la erotomanía.

Paranoia y erotomanía comparten, como es sabido, un mecanismo similar en los pasos no realizados que resumen aquellos momentos de la constitución narcicista y que fueron descriptos por S. Freud en su escrito sobre el Presidente Schreber. En tal sentido, la frase de partida en la paranoia "yo le amo", ya ofrece un problema porque no habría amor que no reconozca en su tensión hacia la unidad ese primer momento de elección autoerótica narcicista donde el propio cuerpo es el objeto amado.

Esa falla en la fijación de la tendencia homosexual hace fracasar el intento de salida de aquella primera elección; manifestada en una primera desembocadura, que tiene en Ia frase "yo le odio" su primera evidencia. En efecto, sería un paso normal la recaída en un sentimiento de odio que tiempo después podría ser sublimado en forma directa desde la pulsión hacia aquello que deviene en el yo como amor al hombre, camaradería o comportamiento social. Ni en la paranoia, ni en la erotomanía, se cumple este proceso sublimatorio descripto por S. Freud y aquello que transcurre del amor al odio ofrece una fractura.

Es decir: la imposibilidad de sostener un encuentro erótico con lo idéntico genital devenido horno, subyace a la imposibilidad de todo encuentro en el amor. Si el amor desemboca necesariamente en el odio, esa imposibilidad lleva a que el paso siguiente del amor, vale decir el odio que estaría marcando la instancia normal de pasaje hacia el objeto heterosexual, no se encuentra debidamente establecido.

S. Freud recurre incluso a decir que la derivación en la frase "yo le odio" no es "consciente" en el paranoico. Si aquí hiciera un pequeño giro y me valiera de la lógica lacaniana, podría decir que la frase final "él me odia", que es la que comúnmente relata el paranoico, es la que marca en esta serie lo que podría implicar el retorno desde lo real.

Tomar la cuestión de la erotomanía, presenta una característica similar para el pensamiento freudiano. Son también tres los tiempos: 1) no le amo a ella, 2) amo a él, 3) porque él me ama. Si bien S. Freud no se detiene a fundamentar estos pasos de acuerdo a lo fallido de la constitución narcisista que pudiera suscitarse, me voy a permitir suponerlos. Se parte, en la erotomanía, de la negación del amor, con lo cual, no habría sustancial diferencia con el primer tiempo fallido en la constitución paranoica que también parte del amor. Es evidente que no se trata de una negación simbólica sino, por el contrario, de la imposibilidad en la instalación de esa behajung, que deriva en un nuevo intento: entonces "lo amo a él"; por supuesto con-una nueva consecuencia fallida. Finalmente apelando a la lógica lacaniana aquella behajung que no pudo establecerse retorna desde lo real en la certeza que marca la frase "él me ama".

Si bien S. Freud agrega en el mecanismo de constitución paranoica el ejemplo de los celos, postergo su explicación para un capítulo posterior.

Para los que hemos dado particular transcendencia en la clínica a la teoría lacaniana de los nudos, hay, creo, una frase inicial para introducirnos en su consideración: es una geometría interdicta a lo imaginario. Diría que inaugura un nuevo concepto: el de consistencia.

La consistencia del Otro existe a través de los teoremas de Gödel, en tanto se establece un campo para ese Otro marcado por la incompletud. Lo denominado consistencia en ese momento, no puede demostrarse en el interior de sí mismo, hecho que marcando la incompletud simbólica, lleva a J. Lacan, más tarde, al establecimiento de los discursos (Seminario De un Otro al otro). En los últimos seminarios (R.S.I en adelante) J. Lacan elabora aquello que no podría nunca descubrirse en el campo de Otro, en tanto queda velado por su incompletud: la consistencia como algo fundamentalmente imaginario.

Creo que a J. Lacan le lleva buena parte de su vida llegar a este trabajoso concepto. La consistencia es el encuentro que estando interdicto a la imagen virtual o real, se acerca al concepto de superficie.

Si el nudo borromeo tiene como característica la posibilidad de que cada uno de los registros, real simbólico e imaginario, pueda participar en los otros, esto tiene su germen en lo imaginario como consistencia cuya función es, en tanto superficie, ser pegajosa para no denotar aquella otra verdad que J. Lacan nos ofrece en R.S.I.: el lenguaje desde la función de agujero de lo simbólico opera su toma desde lo real.

Que el agujero dependa de lo simbólico podría tener muchas demostraciones. Me voy a valer de sólo una que marca el retorno a S. Freud: el recorrido libidinal lleva de un agujero somático a otro. Tal vez esto sea mas claro en lo oral, anal o la voz. Pero en la función de lo fálico también lo encontramos por la ausencia del pene en la diferencia sexual anatómica, y en lo escópico, por el punto ciego al que tantas veces S. Freud aludió como encuentro con la resistencia, a fin de cuenta, del analista. En este sentido lo que se simboliza es el agujero catalizado por la Serie de privación-frustración. Decir castración es ya decir operación cumplida o lo que es lo mismo función simbólica anudada. El agujero clásico expuesto en el sueño de la inyección de Irma por parte de S. Freud, ubica en la súbita expresión de la trimetilamina y otras palabras, la verdad revelada en cuanto al funcionamiento de lo simbólico. Todo esta secuencia no será propia ni de la paranoia, ni de la erotomanía.

Finalmente lo real ex-siste a todo lo que podamos otorgar como sentido y marca más que nada una procedencia. signada como una exterioridad de acuerdo a la raíz latina. Hay un mas allá del muro desde donde es posible encontrarnos con una procedencia, pero sin ese muro no tendría lugar la partícula ex para la vida, anotada en La Tercera como propio de lo real (figura 1).
Nuevamente, ni en la paranoia ni en la erotomanía, nos encontramos con muro alguno que diferencie ese más allá como otra escena, ni tampoco los tres registros estarán anudados para garantizar una consistencia pegajosa que haga posible el sostén del agujero de lo simbólico, que a su vez posibilite un recorrido libidinal.

En el nudo borromeo la consistencia está afectada por lo imaginario, el agujero depende de lo simbólico y la existencia pertenece a lo real. Pero lo que sentimos como mental es reductible a lo imaginario y, en particular, la consistencia que implica al nudo borromeo apunta a lo imposible de la ruptura.

Pero que toda esta introducción del nudo borromeo que evidencia una imaginación como obstáculo a la verdad y al saber, lleve al concepto de consistencia como imposible del ruptura o fragmentación, no implica la posibilidad de algún otro tipo de consistencia que sí pueda romperse o fragmentarse. El nudo de trébol no es el nudo borromeo. Si bien J. Lacan lo puede extraer como geometría en la versión achatada en el plano del nudo borromeo, la característica que le otorga al dibujarlo en R.S.I. implica continuidad entre los tres registros. Si los tres entonces son una misma y sola consistencia, tal cual la referencia que J. Lacan hace en El Sinthome, podría suponerse por sus características al nudo de trébol como representación de la mentalidad paranoica (figura 2 y figura 3).
Esa mentalidad implicaría, no la participación de un registro en otro, sino por continuidad, la existencia de una sola entidad. Pero si la misma cosa es la consistencia, lo simbólico y la existencia, cada uno de los registros no estará afectado de manera particular. Ni la consistencia será irrompible, ni lo simbólico estará marcado por su función de agujero y entonces lo simbólico implicará un lenguaje, no como existencia, sino proveniente del exterior como alucinado. Si nos detenemos en lo que podríamos designar como mentalidad paranoica y signáramos al nudo de trébol como su paradigma, tendríamos que suponer una mentalidad que sea factible de ruptura. El siguiente punto intentará señalar algunos momentos posibles en los que esa mentalidad podría fragmentarse.

En principio el punto de observación que inicia esta reflexión es simple: ubica cada uno de los tiempos descriptivos para la paranoia y la erotomanía, tres en total en cada uno de los cruces que podemos observar en el nudo de trébol, también tres (figura 4).

La hipótesis de trabajo clínico sobre la mentalidad paranoica o erotómana, tendería a establecer cuáles han sido las circunstancias desencadenantes en cuanto a cada una de las frases princeps ya descriptas. La intención de estabilizar la psicosis tomando en cuenta el concepto de mentalidad se apoya en el hecho de la reconstrucción de una superficie que haga de obstáculo al retorno de lo real, partiendo de la base que para toda crisis psicótica esa mentalidad se ha fragmentado.

Tomando en cuenta cada una de las frases "yo le amo" o "yo le odio" - "él me odia" o "no le amo a ella" - "amo a él" - "porque él me ama", es posible reconstruir escenas que se han fragmentado por obra y gracia de la castración rechazada.

Es de observar, por otra parte, que no hay más que una manera de estabilizar la psicosis en cuestión si tomamos como central el tema de la consistencia. Esa forma devendría en encontrar los puntos de equilibrio que permitan soportar la superficie denominada mentalidad, fragmentada debido a la imposibilidad de decir aquello que la forclusión impide. No se trata en absoluto de la pretensión de encontrar una simbolización por parte del que sufre los efectos del retorne de lo real sino de encontrar, a modo de pantalla, esa serie de escenas fragmentadas, para que el sujeto en cuestión no quede atrapado en un punto de la serie.

Vale decir: tanto paranoicos como erotómanos, si se acercan a consulta del psicoanalista, lo hacen generalmente ya invadidos por la certeza de "él me odia", vehiculizada por un determinado partenaire, o la policía, o invadidos por la certeza de ser amados por determinado ser que ha enviado innumerables pruebas al respecto.

Si vienen a consulta atrapados en uno de los puntos de la serie, podría suponerse que algo ha ocurrido con los otros dos puntos que lo anticipan. Es de observar que en el nudo de trébol, si los cruces de la cuerda no se hacen de la manera exacta, es decir no importa empezando de dónde en forma alterna arriba-abajo-arriba o abajo-arriba-abajo, la figura topológica se deforma transformándose en un círculo. Y allí los tenemos con una circulación única sostenida si se han desencadenado: o él me odia o él me ama (figura 5).
La existencia de un círculo ya no implica al nudo en tanto carente de cruces, si en ellos concebimos por homologación o por continuidad la dimensión del sentido otorgado a la presencia del semejante como partenaire. En efecto, no hay amor ni odio sin entrecruzamiento con el otro, incluso si ese otro fuese Dios.

En el terreno de las frases que anteceden a la que circula, entonces la mentalidad no podría sostenerse debido a errores de nudo. Vale decir: si algo ha quedado bajo efecto de la forclusión del decir en el terreno del "yo le amo" o "yo le odio" por ejemplo, sin ser lo suficientemente explicitado, lo efectos de esa forclusión se hacen sentir. No quiere decir esto encontrar un insight para el que padece la psicosis. Por el contrario es sólo el intento de encontrar aquellos dos puntos faltantes que han hecho explosión, originando errores en los cruces del nudo de trébol sin que se haya podido formular decir sobre ellos, lugar donde subyace el sujeto delirante preso del goce del Otro de algún partenaire y cuya consecuencia es el retorno desde lo real.

Esos puntos a encontrar de acuerdo a esta hipótesis no tienen por qué pertenecer a la misma situación sino, por lo general, son escenas distintas y a veces remitidas a través del circuito delirante ya denominado circular en esta hipótesis.

Veamos un primer ejemplo. H. padece una erotomanía hacia X, desde hace muchos años y en forma irreversible. Ese X, no es su analista, cosa que haría muy difícil la aproximación a cualquier decir. Un día relata que ha pasado gran parte de su tiempo llorando sin poder tranquilizarse. Dice que así era de niña cuando su madre la dejaba en manos de una mucama que no sabía demasiado bien qué hacer con semejante llanto. Que su madre la abandonara y no la protegió era evidenciado por ella en la protección y piedad que la mucama le profesara.

El primer punto estaba claro "no le amo a ella" bien podría ubicarse en su madre, a quien tildaba de cruel por haberla entregado a un hombre en matrimonio por el dinero que iba a garantizar tanto la vida de una como de otra. Un detalle me advierte sobre el segundo cruce o segunda frase: el llanto que H. realiza a diario a veces va dirigido a su hijo. Ese hijo no era cualquiera, ya que lo había tenido sin sentir en principio demasiado cariño, hasta que habiendo conocido a X., comprendió súbitamente lo que hubiera sido otro encuentro con un hombre que no hubiese sido determinado por su madre. Es así: el invento del amor hacia su hijo que viene a ocupar el segundo lugar en la serie, vale decir "amo a él", ofrece en el momento máxima dificultad. Si el amor hacia su hijo se había gestado como invención durante el tiempo en el que había quedado en transferencia de saber con X., ahora toda esa maravilla de creación había sucumbido porque su hijo claramente apoyaba al padre en la pelea matrimonial que se extendía por años (figura 6).
Que el hijo le recriminara había desplegado por parte de H. una respuesta agresiya. Que él la acusara de ser la responsable del conflicto matrimonial, finalmente era devastador para ella. ¡Si había ella inventado el amor con él! -"¿,...Ud. Sabe..., puede llegarse a imaginar lo que lo amo?"- solía repetirme refiriéndose al hijo.

Que la intervención apuntara al reconocimiento del intento del amor de ella hacia su hijo y además le hiciera replantear por qué pelear con aquel que tanto amaba, distendió por un buen tiempo la insistencia sobre la certeza del amor de X. hacia ella.

Podría postular que lo imposible de decir en relación a la escena múltiple en la que se desarrolla el amor al hijo estaba totalmente fuera del decir. Lograr que al menos aceptara referir algo al respecto, la termina reconociendo en algo que es indudable: ella inventó el amor porque su madre a ella no le transmitió nada.

Finalmente el trabajo sobre los dos puntos de la serie estabiliza momentáneamente la psicosis, tanto en la razón de por qué no amaba a su madre, como en la invención amorosa no soportada sino a cuenta de la certeza erotómana.

Si por último, en una segunda pincelada clínica, nos detuviéramos en el caso Aimée de J. Lacan, podríamos apreciar una serie similar (figura 7).
Que no ama a la hermana aquí parece complicarse en cuanto hay un desplazamiento a C. de la N., aquella misteriosa mujer que fue su compañera de trabajo y que la llama en el preciso momento en que Aimée padece el nacimiento de un primer bebé que fallece. De todas formas era evidente la intrusión de la hermana en su vida en forma paralela a este circunstancia.

Aquí el amor al hijo como invención, es desplazado frente a la intrusión de su hermana y crece en la misma intensidad que el amor que ella tiene la certeza de recibir por parte del Príncipe de Gales. La intervención de J. Lacan que le permite ver a su hijo, a pesar de las opiniones en contra, es claramente una enseñanza clínica, ya que para ella como para H. no existe la menor captura en cuanto a la dimensión significante de este amor. Así como Aimée pensaba viajar a Nueva York y abandonar su hijo sin tener ella la dimensión precisa de la desestabilización grave que allí hubiera ocurrido si efectivamente hubiese viajado, así H. carece de la dimensión del infortunio provocado en su mentalidad con el aumento del enfrentamiento con su hijo y cuya demanda en transferencia apuntaba aún más a ser empujada en esa dirección.

Fuente: PAOLA DANIEL, “EROTOMANIA, PARANOIA Y CELOS” - CAPITULO 3: NUDO DE TREBOL Y ESTABILIZACION.

miércoles, 14 de junio de 2017

Fobia y pulsión coagulada.


Apuntes de la conferencia dictada por Daniel Paola el 22/09/15


Voy a tratar de plantear qué es lo que quiero decir con la pulsión coagulada, que es un invento que me pertenece. La palabra “coagulada” no aparece en Freud ni en Lacan. De todos ustedes, ¿quién se declara fóbico? Somos varios. Obviamente, fòbicos con particularidades, porque si uno se queda en la fobia no transita por el discurso. Pero de todas formas, uno reconoce un antecedente en la fobia.

Lo primero que voy a decir que el psicoanálisis plantea un enorme surco cuando divide la cuestión del cuerpo y el goce. Disyunción, es decir, que el cuerpo es distinto al goce, aunque no podemos hablar de goce sin el cuerpo. El goce està directamente relacionado al placer, porque es una categoría que nos legó Freud: el goce va más allá del principio del placer. Es decir, hay algo que toma al sujeto -en términos lacanianos- a una más allá de lo que lo constituye, que es ese principio de placer, dado por lo que podemos reconocer como el primer movimiento de la pulsión. Acá aparece un problema, digamos, para definir el goce, porque el inconsciente está ligado al principio de placer.

¿Cómo definir al goce? El goce se define como molesto. Lo que está en relación al goce, está en relación a la angustia, está en relación a algo con lo que no tenemos con qué eludir, que es el goce sexual. Yo no estoy diciendo “goce” cuando digo “goce sexual”. El goce sexual es otra historia, porque está en conjunción con otras situaciones de las que podemos hacer otra conferencia. ¿Cuál es la diferencia entre el goce y el goce sexual? El asunto es hablar del goce, el goce que va más allá de ese primer momento.

¿Qué es el cuerpo? El cuerpo es algo que Lacan le da existencia como idea. Lacan lo plantea de diferentes maneras de acuerdo al momento de su obra. A veces lo plantea en relación a lo imaginario y después, más adelante, como ligado a lo imaginario. Cuando piensen en cuerpo, no piensen en el soma. Es distinto cuerpo que soma, pero todo empieza con la siguiente pretensión, que tenemos que saber: existe una barrera epistemo-somática y eso es de lo que estoy convencido.

No podemos conocer exactamente el funcionamiento del cuerpo y no puedo decir, como en algún momento se dijo, si una enfermedad x… [hace una pausa] Por ejemplo, una vez me preguntaron qué opinaba yo de las enfermedades autoinmunes. Ahí se da un ejemplo donde yo no podía decir que un análisis pueda garantizar la desaparición de una enfermedad autoinmune. El inconsciente es algo dèbil, no podemos llegar hasta el extremo. En principio, lo que tenía para decirles es que entre cuerpo y soma hay una diferencia y no son lo mismo, pero ya cuerpo se distingue de goce. No podemos decir que el goce sea exactamente el cuerpo, pero sí que no habría goce que no sea del cuerpo, por lo tanto estamos en una especie de berenjenal.

Yo puedo decir que no habría goce que no sea del cuerpo, pero al mismo tiempo puedo decir que goce y cuerpo son diferentes. Acá me podrán entender por qué Lacan encuentra el objeto a. El objeto a es exactamente el punto en que si bien el goce es goce del cuerpo, eso no quiere decir que goce y cuerpo no sean disyuntos. Nosotros tenemos pruebas en los sueños de la existencia del objeto a. Sueñen esta noche y esperen ver ustedes a qué lugar estarían más tomados en el sueño. Ese es el objeto a. Es así de simple, es el punto donde donde hay màs foco de fosforescencia, hay más aparición. Por ejemplo, uno de los sueños que tuve hace poco fue que yo no era un pintor y me venían a avisar que mis obras estaban por detrás. Y yo decía que no era pintor, aparte que me tenían que cobrar. Bueno, a todo eso, yo veía un cuadro, una especie de barco en azul y eso llevaba a un determinado lugar en el análisis, en el inconsciente.

Lo que podemos decir de la pulsión, si ya tenemos una disyunción entre cuerpo y goce, es diferenciar el instinto de pulsión. Freud hablaba de instinto y después habló de trieb, que se tradujo en pulsión. Lopez Ballesteros, por más de 60 años, lo transmitió como instinto. Freud, en Pulsiones y sus destinos, dice que así como el animal tiene una reacción de huída ante un estímulo, algo pasa también con el imaginario humano: hay algo ahí que está socavado, hay una especie de agujero, algo que genera una especie de espacio. Hay algo propio de lo humano que en el imaginario plantea un lugar, que es una reacción particular frente a la huída. En el lugar donde un gato -por ejemplo- inmediatamente se pondría alerta y saldría corriendo o en el momento que el picón macho da la vuelta y transforma el vuelo nupcial en un vuelo agresivo, ahí en ese imaginario, ubica algo que ha sido socavado o denotado. Se puede plantear la reconstrucción de ese reflejo de fuga que Lacan denomina pulsión y ya no es instinto.

Lo que dijo Freud con la palabra instinct era que habían relaciones anaclìticas. En cambio, Lacan plantea que la pulsión es enteramente del lenguaje. Es decir, no hay pulsión que no sea enteramente determinada por un lenguaje y ese lenguaje no es cualquiera, sino lo que se llama lalengua. Lalengua es la relación particular que tiene el niño con la madre, con los padres, lo que entiende. Con lo cual, fíjense lo que Lacan planteó en esta relación de huida, cuando plantea su insignia, el rasgo unario. Resulta que Lacan describe, en el seminario de la identificación, que estando un poco aburrido se fue a dar una vuelta por el museo. Entonces se fijó, dijo él, en el último lugar donde él pensaba que se podía fijar. Y en ese lugar ve una rodilla de corso que tiene pequeñas marcas. Él inventa, viendo esto, que podría haber habido un ser de hace 600.00 años que, después de haber hecho una cacería, pudo haber marcado una línea después de su recorrido. Todo esto está en función de lo que él ve. Si él no hubiera visto esto, no podría haber descubierto nada. Por eso les adelanto que exactamente en la clase del 20/05/64 (Seminario XI) dice que queda establecido que lo que se trata en la pulsión es hacerse ver (voir).  

¿Pero cómo es esto, si hay muchas pulsiones? Lacan nos aclara, en el seminario de la lógica del fantasma, que por lo menos tiene que haber 2 pulsiones, es decir, la que implica el voyeurismo y el exhibicionismo, lo que plantea en el sadismo y el masoquismo. Justamente por eso le puse a uno de mis libros “Erradamente la pulsión”, porque en la clase del 08/01/67 lacan dice que se toma a la pulsión erradamente como sádica, cuando siempre termina siendo masoquista. En el otro extremo, la pulsión termina siendo exhibicionista, de la manera que voy a tratar de explicarles.

Pregunta: ¿Lo podés decir de nuevo?
D.P.: Primero, la pulsión es parcial porque se trata de hacerse ver. Esto implica una parcialidad, porque por lo menos hay 2 juegos de pulsiones: es escopofílico - exhibicionista y el otro es sádico-masoquista. La cuestión de de la pulsión parcial es porque solamente podemos estar en función de una. No podemos estar al mismo tiempo en una misma serie pensando las pulsiones, porque estamos al mismo tiempo desarrollando las 2. Es como si les dijera que una es dos. Esto si se lleva a la matemática resulta en el número transfinito, es decir, que empieza con el 2 porque después del 2 le sigue el 1. Es una concepción matemática donde la pulsión es parcial. No podemos plantear una pulsión doble o triple. Es siempre una, porque solamente está en relación a la palabra. Lo que nos viene del Otro, del partenaire, es la palabra. Vamos, entonces, al esquema más simple, que es:
a es el moi, el eje imaginario y a’ es el otro. El Otro es el que determina, cayendo sobre el moi, lo que se llama una diversión o una transformación en lo contrario, según dice Freud en Pulsiones y sus destinos. Con lo cual el Otro tiene que caer sobre el moi. Cuando hay represión, el Otro hace un retorno disminuido y acotado sobre el moi. En la forclusión, en la psicosis, la invasividad del Otro es absoluta, hasta tal punto que ese Otro es lo que se escucha como voz alucinada. Más o menos entienden que hay que tomar una sola pulsión, porque no puedo tomar 2 al mismo tiempo. Tengo que tomar una y como tengo que hablarles de un caso, tiene que entenderse cuàl es la cuestión de la pulsión en relación al moi.

Resulta que la primera dirección de la pulsión, es decir, lo que está en relación a la palabra, va del moi al otro. Eso quiere decir que toda primera consideración en relación al otro es mirarlo, es decir, hay un punto de fascinación en la mirada. Cada uno tiene que pasar por eso y todavía seguimos admirando, porque si perdemos la admiración, me parece que estamos en un problema. Es decir, no nos podemos sacar de encima la admiración, es decir, mirar. Hay un punto donde hay un ideal que en última instancia se puede frustrar, pero no puede desaparecer del todo.

Entonces, el primer movimiento es mirar. Cuando yo tenía 5 años, volvíamos del jardín de infantes en micro. La mayor era diversión era volver en el micro, porque ya habíamos salido de la tortura del jardín de infantes. En esa época, nosotros ya sabíamos leer algo y como casi todos sabíamos leer, un día vimos en la calle pintada la siguiente inscripción: LIBRES. Luego otra, que decía LAICOS. El conjunto de los niños, del cual yo participaba, empezamos a cantar, primero “¡Libres, libres, libres…!” y de repente cantábamos “¡Laicos, laicos, laicos!”. Nosotros nos moríamos de risa, pero nadie sabía lo que quería decir. Nos divertíamos cantando libres o laicos. Esa primera reacción a la palabra, como en este ejemplo, te viene a nutrir y uno se apodera, en el ejemplo, de ser libre o laico. Al día siguiente, cuando alguien quiso cantar de nuevo “libres”, no cantaron todos. Y cuando cantaron “laicos”, tampoco. Quisimos hacer lo mismo y no funcionó. Y al tercer día, me acuerdo, nadie cantó. ¿Qué fue lo que pasó? Que cada uno fue a hablar con sus padres, o con alguien más grande, y entonces nos explicaron que LIBRE era que cada escuela tuviera la libertad de enseñar religión y que LAICO significaba que la escuela pública no tenía que tener religión. Lo que había pasado fue que el padre o la madre de cada uno de nosotros tenían una posición, con lo cual cada uno cantó libres o laicos y al final optamos por no cantar más. La palabra ya había hecho su efecto simbólico, pues una era distinta a la otra.

La primer relación de la pulsión implica mirarse, con lo cual sale del otro hacia el moi. Efectivamente, uno se mira. Por ejemplo, en el análisis de un jovencito que se declaró absolutamente antisemita -y lo ejercitaba, diciendo que estaba en contra de los judíos- se enteró una noche que su padre era judío. Pero no es que no lo supiera, es decir, el padre tenía un ejercicio laico de su judaísmo y se entera de que sus antepasados eran judíos. Este pibe no quiere salir más a la calle. ¿Qué le pasó? Se aleja de los amigos y los amigos lo quieren matar, porque ya no estaba con ellos para ir a perseguir judíos. A esos chicos, cuando se los ubicó, tuvieron problemas. Esa vuelta sobre sí mismo es una verdadera toma de conciencia y mirarse aparece en el lugar más animal del otro. Es decir, como yo soy una especie de animalito que veo, puedo leer la palabra y entonces decir que “yo soy libre” o “yo soy laico” sin saber lo que estoy diciendo. Pero lo que pasa con ese imaginario es que retorna sobre el moi, sobre el yo. Para mi es mas lindo decir moi, porque lo aleja de la concepción freudiana. Sino no podría decirlo así, porque el yo es diferente al moi.

¿Cómo se soluciona esto? Se soluciona con el ser mirado. Termina acá. Ser mirado es “yo me doy cuenta que el Otro me mira”, por lo tanto, el fin de la pulsión tendría que ser exhibicionista. En última instancia, es lo que yo estoy dando cuenta ahora. Hice todo esto para decir que no puedo excluir que siempre que sean palabras, se puede hacer.

Este lugar animal del otro es imaginario, porque antes de que recaiga sobre el moi hay una cuestión imaginaria, como les decía, que puede ser contraria. Todos los elementos del significante se presentan, en lo imaginario, como una unidad contrapuesta y ahí hay una verdadera brecha. Lo que hace el humano -el ser hablante- es ubicar, en ese lugar de la brecha, un mirarse. Lo que pasa en la fobia es que, en lugar de que haya un mirarse, lo que aparece directamente es el animal fóbico, que retorna directamente al moi, sin que el hablante pueda considerar algo de su propia elección, por ejemplo, en el momento en que todos los niños cantábamos. ¿Vos qué cantaste, libre o laica? Ya en la adolescencia nos preguntaban ¿vos que sos, Beattle o Stone?

¿Por qué digo que este último lugar está coagulado en la fobia? Porque lo que tendría que aparecer es un mirarse. Freud hace un largo trabajo a través el padre de Juanito, porque Juanito va describiendo cada uno de los elementos del caballo hasta que se le acaban. Cuando se le acaban. Juanito dice la famosa frase “¿Por qué no te quedás vos con tu mamá y yo me quedo con la mía?”. Juanito no tenía idea de lo que estaba diciendo, pero tiene que empezar a tomar idea de lo que dice, para que este animal fobígeno empiece a perder -diría yo- consistencia. El animal fobígeno tiene una consistencia imaginaria porque aparece en el lugar de lo imaginario.
¿Vale decir que todos los fóbicos tienen un animal como referente? Yo digo que si. Los que somos fóbicos sabemos que en el pasado el animal fobígeno desapareció, pero eso no significa que uno no siga siendo fóbico. ¿Pero por qué desaparece? Un día llegué a mi casa y mi mujer me había comprado algo y lo había dejado en la cama. Yo notaba unos golpes y de repente vi que se había metido un murciélago. Yo me asusté, pero abrí la ventana y al final se fue. El animal fobígeno desaparece, pero lo que no desaparece es la posibilidad que cada uno tiene de mirarse, porque al mirarse uno toma consideración de si mismo. Eso tiene que ver con la primera identificación, que no es de lo real, sino que es la primera identificación que Lacan declara y que plantea en el fantasma como la identificación que tiene que ver con el lazo social. En ese lugar, se puede tomar ese mirarse como una primera definición de lo simbólico. Es decir, por primera vez puedo acordarme de lo que dije y entonces, efectivamente, esa brecha imaginaria animal que pude ver, en algún lugar a mi me compete.

¿Pero por qué formular esto? Porque ahora hay una especie de modalidad que aparece directamente en el imaginario y el animal puede no existir. Es decir, hasta tal punto avanzó el lenguaje que el imaginario animal, que es el otro retornando sobre el moi sin que pueda reflexionar o mirarse, ya ha desaparecido.

Pregunta: No entendí.

D.P: Actualmente en el lenguaje, a veces ya no aparece tanto el animal fobígeno como aparecía en el siglo pasado. Nosotros somos del siglo pasado y nuestra fobia también. La fobia actual supone que directamente ese imaginario animal puede ser que no exista, es decir, que no aparezca puesto en algo. Por eso les decía que puede estar en la identificación al rasgo. Muchas veces lo reconocemos como la dificultad del infans en tener contacto con el lazo social. Eso podría llegar a ser fóbico.

También, en este tiempo actual, este efecto coagulado - coagulado quiere decir que no tiene el animal, porque el animal ha desaparecido. O sea, no es que el animal no causa efecto porque desapareció con 50 años de análisis. No es porque se analizó, sino porque directamente en el otro que retorna sobre el moi, por ejemplo, lo que tiene son tatuajes. Hoy en día está todo el mundo tatuado, incluso poniéndose símbolos que ni saben lo que significan. Eso es justamente el efecto del imaginario que aparece en el otro antes de ser simbolizado y que nadie sabe qué quiere decir. Uno puede preguntar por qué se puso eso y te pueden responder que porque le gustó y porque además es moda. Pero no todo el mundo se tatúa lo que está de moda en el tatuaje. Con lo cual, como es moda, no nos tenemos que olvidar que el tatuaje puede ser la placa giratoria por la cual todos pasamos, pero que ahora los jóvenes la demuestran, antes que el discurso se transforme en discurso histérico, en discurso analizante o en discurso obsesivo. Por eso lo llamé “coagulada”, porque no quise poner “tatuada”.

Pregunta: ¿Entonces el tatuaje va en lugar del animal fobígeno, como un signo de hacer algo real?

D.P.: Si, está muy bien lo que estás diciendo, porque antes de esta pareja, de este simbólico, acá estamos hablando de imaginario - real. Hasta tal punto está claro que Lacan dice que hay algo de lo real que nos penetra como un apéndice y eso es el imaginario. No se sabe cómo pero existe, hay algo que directamente entra en lo real. Es un apéndice, dice Lacan. Entonces, en esa brecha entre imaginario y real, todo el mundo se tatúa, ese es mi punto de vista. Se tatúan porque tienen que pasar por este punto entre imaginario y real. También tienen que pasar por el punto de mirarse. Y como está de moda, eso demuestra que el discurso, que la identidad (que tiene que ver con el otro, entre el moi y el otro) cuando está en lugar del otro retorna de una manera novedosa, como es el tatuaje. Entre a y a’ tenemos el desarrollo imaginario y acá, en el mirarse, recién lo simbólico. Y en el ser mirado ya está el atisbo al exhibicionismo que plantearía que esté, así como todo voyeurista termina siendo exhibicionista, también al sádico no hay que pensarlo nunca como sádico: es masoquista. Lo que pasa es que el masoquismo también hay que descomponerlo como hicimos con el exhibicionismo. Una cosa es ser exhibicionista y otra cosa es hacer uso de la palabra. Una cosa es ser masoquista y otra es componer un discurso con la palabra. Espero que me hayan entendido por qué se me ocurrió poner, por un lado…

Pregunta: Con respecto a lo que dijiste del tatuaje, lo marcaste como moda y se me hacía una confusión entre rito y moda. Porque el rito es algo inicial, por el lado de lo simbólico, mientras que la moda va más por el lado de la identificación con el semejante.

D.P.: Al principio yo dije que teníamos que empezar con el número 2. Vos lo acabás de decir, ¿cuál de las 2? ¿Es un rito iniciático o una identificación? Yo, entre las 2, rito iniciático e identificación, me quedo con la identificación primero. Después hablo de rito iniciático, pero primero tengo que hablar de identificación al otro, al semejante. Por eso se desparrama, porque es un deparrame histérico, se podría decir, como la carta que aparece en el internado.

Pregunta: ¿Podés explicar un poco más el tema de que primero ocurre la identificación y después el rito?

D.P.: Yo planteé la discrepancia entre un rito iniciático y esto tendría que ver con el mitema, el mito del iniciado. Esto está muy trabajado por Levy Strauss y es algo que tenemos que seguir por el lado de la antropología. Y en la antropología podemos encontrar que siempre hace falta, y Strauss encuentra por qué las tribus se dividen en 2. Yo hace poco leí un artículo que decía que eran estructuras binarias, pero es un binarismo que implica un ternario. O sea, tiene que haber un mito, tiene que haber un rito (un inicio) y tiene que estar el tatuaje. Esto, lo único que nos habla es que no podemos pensar que esto se podría hacer sin que haya otro que tenga que estar tatuado. Entonces, vamos directamente del moi al otro tatuado. Este tatuaje cae directamente al moi sin pedir demasiado permiso. Entonces, es el punto donde si yo considero la identificación, tengo que hablar de la relación al otro. No hay relación al otro que evite palabras, la relación al otro me dice algo de los valores.
La identificación puede plantear diversas modalidades, pero lo que yo estaba diciendo es que en la lógica del fantasma, Lacan nos anuncia que hay una identificación y que esa identificación concierne al lazo social. Lazo social quiere decir que el moi se empieza a expandir con su alrededor y donde solamente había partenaire, van a haber otros. Tiene que ver con la primera instancia del contacto con el otro en lo social. Entonces, ese primer tiempo uno tiene que ir directamente hacia el otro y fíjense que no estoy hablando de identificación a lo real del otro real, ni de lo simbòlico, ni lo imaginario, sino de lo que Lacan habla en el seminario del fantasma.

Pregunta: ¿Y el primero que se tatuó a donde va?
D.P.: Ahí está el mito. Ahí es donde yo estoy diciendo que ese primero que se tatuó está reemplazando al animal que en el siglo pasado estaba por todos lados. Por eso dije que no le demos importancia, porque es un mito que estoy suponiendo yo. El primero que se tatuó es el primero que difunde esto, implica que hizo una difusión de un discurso amo, pero que parte de algo fóbico. Entonces, el primero que se tatuó tuvo que haber sido el animal fobígeno que tuvo. Esa es mi posición para ustedes.

Pregunta: También está el mito del asesinato del padre…
D.P.: Absolutamente cierto, el punto está en relación al parricidio. Por eso el análisis consiste en poder superar esta tendencia al parricidio, que se asocia y aparece en la tendencia social. Lo que propone el psicoanálisis es que de eso se pueda hacer algo, porque sino vamos directamente al parricidio si yo quiero directamente matar a alguien. Ese es el punto donde estoy tratando de reflexionar sobre el tatuaje.

Pregunta: ¿Hay, en esta relación al otro, una detención del proceso identificatorio o hay propagación?
D.P.: Si tomamos el rito en este binarismo, tenemos que decir que son las 2 cosas: detención y difusión.

Pregunta: ¿Hay detención en lo que planteás de la coagulación? En relación a la identidad, no me quedó claro si esa identificación acompaña a esa detención.
D.P.:  La identificación acompaña a este caracter del tatuaje, porque hay un punto de desconocimiento en el tatuaje, es decir, hay un punto del no saber. Lo hago para que me miren o me escribo en el cuerpo palabras que me gustan.

Pregunta: El tatuaje, ¿hace lazo?
D.P.: En ese punto, el tatuaje hace lazo. Si vos tomás el efecto del tatuaje, resulta en la posibilidad de sumergir a través de un acontecimiento social algo que está planteado como detenido. Es decir, al mismo tiempo yo puedo tatuarme marcando mi cuerpo, pero al mismo tiempo estoy recibiendo del otro, abruptamente, todo tipo de ideación. Los tatuajes, digamos, no dejan mucho para pensar, ¿pero por qué tienen tanta difusión? Porque de alguna manera hace lazo social, pero al mismo tiempo lo está deteniendo.

[Pregunta inaudible]

Recién cuando llegamos al masoquismo o al sadismo, ahí podemos pensar en el deseo. Muchos análisis transitan por esto. Olvidémonos del tatuaje, que lo expuse para mostrar lo que pasa actualmente. Todo esto de mirarse, ser mirado, todo tiene que pasar por el campo funcional hasta que se inaugure el campo del deseo. Con lo cual muchas veces recibimos analizantes que están lejísimo de plantear la cuestión del deseo. Muchas veces estamos metidos con cuál es el deseo, cuál es la causa… No, primero hay que hacer toda una composición en relación al contenido pulsional, para después plantear el deseo. Es decir, ¿puede existir el deseo de tatuarse? No puede haber ningún deseo de tatuarse, el deseo es de muerte. Pero a mi me encanta decirle a alguien “te deseo”, pero eso no es exactamente el deseo. El deseo aparece en relación a la causa, en relación a la institución, en relación a la transferencia. Yo puedo decir “deseo…”, pero eso no es exactamente el deseo, planteado que está causado por el objeto a. Decimos que tenemos el deseo de viajar, por ejemplo, pero el deseo tiene que ver con una causa que cae. Está más en relación a una negación, a una causa que cae. Está directamente tomado por el analista, sin que lo sepa. El deseo es aquella escena que desata la caída del fantasma. Cuando el analista descubre exactamente qué lugar en la transferencia está operando -como analista- para que caiga por su propio peso. Eso quiere decir que hay muchos deseos, porque escenas fantasmáticas hay un montón.

Pregunta: Me parece que lo que estás diciendo ahora tiene más que ver con los 3 registros.
D.P.: Lacan dice que el inconsciente empieza a arrancar de a 2. Lo que estoy diciendo es que recién ahí puedo plantear, para contestarte directamente a lo que me estás diciendo, que si yo empiezo por el 2 es que ya estamos en el nivel de un lapsus, que no sabe por qué lo dijo, o un olvido. Cuando el ser hablante descubre ese lapsus y ya toma consciencia de que ese lapsus es importante como para que pueda ubicar su coordenada para orientar el deseo. Ese 2 que se transforma en 1 es la demanda. De la demanda vamos a hacer deseo; el analista podrá recortar a partir de una interpretación, para que ese objeto caiga. Pero eso está mucho más allá de lo que yo estaba tratando de hablar hoy. Pero el S1, el inicio siempre es la demanda, con lo cual todo lo que vos escuchás, incluyendo ese lapsus, es demanda. Hay que acomodarlo en el tiempo y en el espacio, qué es lo que está tratando de decir, cuál es la metáfora que se arma con respecto a eso.

Pregunta: ¿Eso va creando el agujero topológico del a?

D.P.: Lacan ubica en el centro del nudo borromeo el objeto. Pero no dice que eso sea el agujeto del objeto a. El objeto a es una especie de hueso del pensamiento . Efectivamente, gracias a que hay agujero, el objeto a puede caer, que es completamente distinto. No digan que el agujero es el objeto a. El objeto a cae a través del agujero.