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lunes, 2 de octubre de 2023

Citados de Pavlov afines a Freud

Freud leyó a Pavlov detenidamente, quizá más que muchos conductistas de la época. Un ejemplo concreto en Pavlov:
«Si al repetir estos experimentos y modificarlos convenientemente encontramos una confirmación de lo que acabamos de decir, entonces quizá por su mediación podremos hacer alguna luz en los oscuros fenómenos de nuestro mundo subjetivo, por lo que se refiere a la relación entre lo consciente y lo inconsciente. Estos experimentos demostrarían que una función cortical, tan importante como la síntesis, puede realizarse también, en las porciones de los hemisferios cerebrales que se encuentran sometidas a un cierto grado de inhibición bajo la influencia de una enérgica excitación que domine a la corteza cerebral en el momento dado. Si bien la actual actividad sintetizante puede no penetrar en nuestro campo de conciencia, la síntesis, sin embargo, puede tener lugar, y bajo favorables condiciones, puede entrar en el campo de la conciencia como un eslabón ya formado, pareciéndose al originado espontáneamente

Es clara la influencia de Pavlov en Freud. Pavlov estuvo bastante adelantado a las escuelas Conductistas que siguieron, Watson y posteriores retrasaron los mejores descubrimientos de Pavlov. Cito ejemplos de su obra que poco o nadie lee (ni tampoco conductistas mismos), donde Pavlov elabora sobre histeria, lenguaje, inconsciente e hipnosis:

«La palabra proporciona estímulos que exceden en riqueza y delicadeza a todos los demás, no permitiendo una comparación, ni cualitativa ni cuantitativa con los estímulos condicionados que son posibles en los animales. La palabra, gracias a la rica experiencia del hombre adulto, está ligada con todas las excitaciones internas y externas que llegan a la corteza cerebral, siendo la señal de todas y reemplazándolas, y por esta razón puede provocar en el organismo todas las acciones y todas las reacciones de aquellas excitaciones. Nosotros podemos considerar, por consiguiente, la sugestión como la forma más simple de los reflejos condicionados típicos en el hombre.»

En esta cita, encontramos un concepto muy cercano a la huella mnémica de Freud:
«El gran número de estímulos que la palabra puede reemplazar, explica el hecho de que nosotros podamos sugerir a un sujeto hipnotizado las más diferentes actividades, y podamos influir directamente sobre la funcionalidad de su cerebro. En realidad, el sueño es una excitación, debida a la huella dejada por antiguos estímulos, mientras que la sugestión es un estimulo poderoso e inmediato. Además, la hipnosis depende de una intensidad menor de inhibición que el sueño. La sugestión, por consiguiente, es doblemente efectiva.»
 
Sobre la sugestión, Pavlov dice:
«Todavía más; la sugestión, como un estimulo es breve, aislada y completa, y, por consiguiente, vigorosa, mientras que los sueños son, en general, cadenas de varias, inconscientes y antagónicas huellas de estimulo. El hecho de que es posible sugerir a un sujeto hipnotizado cosas contradictorias y provocar reacciones contrarias a las que debieran dar las excitaciones, como, por ejemplo, un sabor dulce provocado por uno amargo, excitaciones ópticas extrañas, en vez de las ordinarias, etc., etc., pueden ser comparadas con el hecho observado en la fase paradójica en el perro que, a débiles estímulos, manifiesta grandes reacciones.»

Recordamos las cadenas asociativas inconscientes en Freud mediante huellas en contradicción primaria.

«Finalmente, la hipnosis, en el caso de la histeria (en el sentido de Charcot), puede ser obtenida por la aplicación de estímulos de intensidad insospechada, como el antiguo método de hipnosis en los animales. Es claro que a este respecto, estímulos débiles fisiológicos pueden actuar de la misma manera, si, debido a una coincidencia del tiempo, han adquirido propiedades señales en relación a otros Intensos. La mayor parte de los procedimientos que producen la hipnosis, se hacen cada vez más efectivos cuanto más veces son repetidos.»

«La significación de la fase paradójica no está limitada a los estados patológicos, tales como los que han sido previamente observados, y es muy probable que juegue un importante papel en el hombre normal, quien, a menudo, es más influenciado por la palabra que por los hechos actuales y reales que le rodean.»

«Si al repetir estos experimentos y modificarlos convenientemente encontramos una confirmación de lo que acabamos de decir, entonces quizá por su mediación podremos hacer alguna luz en los oscuros fenómenos de nuestro mundo subjetivo, por lo que se refiere a la relación entre lo consciente y lo inconsciente. Estos experimentos demostrarían que una función cortical, tan importante como la síntesis, puede realizarse también, en las porciones de los hemisferios cerebrales que se encuentran sometidas a un cierto grado de inhibición bajo la influencia de una enérgica excitación que domine a la corteza cerebral en el momento dado. Si bien la actual actividad sintetizante puede no penetrar en nuestro campo de conciencia, la síntesis, sin embargo, puede tener lugar, y bajo favorables condiciones, puede entrar en el campo de la conciencia como un eslabón ya formado, pareciéndose al originado espontáneamente.»

«Debido a la extraordinaria complejidad de la conducta del hombre, en comparación con la de los animales, estos últimos no mostrarán algunas de las fases del estado hipnótico, vistas en el hombre (...) Consideremos el automatismo de los hipnotizados, cuando reproducen estereotípicamente lo que hace ante ellos el hipnotizador, o cuando ejecutan con exactitud el movimiento de una marcha por caminos complicados o difíciles (...) De esta manera, en la hipnosis, todas las actividades están basadas en la imitación, con cuyo auxilio se ha formado en todos nosotros y se ha elaborado, desde la infancia, nuestra complicada conducta individual y social

miércoles, 23 de febrero de 2022

El enloquecimiento de los simuladores... de locura.

Estudiando el aspecto clínico de la simulación en los delincuentes, no es raro encontrarse con sujetos francamente simuladores que, poco a poco, van incorporando en su  personalidad los síntomas que simulan, acabando por convertirse en verdaderos alienados.  Diríase que para tales casos fue formulado un precepto clásico de la cábala, recientemente  evocado por el novelista Villiers de l'Isle Adam: "¡Cuidado! ¡Fingiendo el fantasma se llega  a serlo!". Y, en efecto, fingiendo la locura algunos delincuentes enloquecen.  Un principio de fisiología establece que la actividad insistentemente repetida tiende  espontáneamente a convertirse en automática. Todos los actos que un adulto realiza sin  intervención de la conciencia, han sido, en períodos anteriores de su evolución, actos  voluntarios; baste recordar cuánto esfuerzo voluntario emplea el niño para aprender a  caminar hasta hacerlo automáticamente.  


Esta evolución hasta el automatismo, observada en la ontogénesis, es correspondiente a la que se produce en la filogénesis, pues los caracteres útiles adquiridos por ciertas especies con mucho esfuerzo individual son, por fin, transmitidos con carácter congénito y en estado  potencial a las que descienden de ellas, como variaciones adquiridas.  En el orden psicológico ocurre exactamente lo mismo; todas las formas de actividad  tienden a automatizarse, siguiendo las vías de asociación establecidas y fijadas por la  repetición frecuente de un mismo proceso. 


De esta manera se producen las que podríamos llamar "ilusiones de repetición", en las  cuales un sujeto que repite conscientemente la interpretación falsa de un hecho, acaba por  hacerlo automáticamente, perdiendo la conciencia del hecho real. Por este proceso llegan  los mentirosos a considerar ciertas sus propias mentiras, hecho que no escapó a Venturi y  Delbruck en sus monografías sobre la psicología de los mentirosos. El fenómeno es tan  frecuente que el más superficial de los observadores encontrará entre sus conocidos algunos  mentirosos con "ilusiones de repetición", que acaban por creer en sus propias mentiras.  Para ellos decir la verdad sería mentir.  


Establecido que la repetición conduce al automatismo, cábenos registrar otro hecho no menos importante. Todo individuo recibe constantemente sugestiones que influyen sobre su  mentalidad total, sobre su personalidad; algunas de ellas vienen del exterior, las  heterosugestiones, otras provienen de su propia psiquis, las autosugestiones. La actividad  en un dado momento psicológico sufre la influencia de los momentos que la preceden e  influye sobre los siguientes; de esta manera puede llegarse a creer lo que se simula.  Ejemplos podrían citarse mil; la mayor parte de los amantes comienzan fingiendo amarse y  terminan amándose de veras; un escéptico que ocupa una cátedra universitaria comienza  fingiéndose sabio y acaba por convencerse de que realmente lo es; etcétera.  La tendencia al automatismo y la autosugestión complétanse por una tercera causa: la  correlación entre los estados psíquicos y su forma de expresión. Cada estado afectivo, cada  emoción, se expresa por una forma de actividad orgánica especial, que en la fisonomía y el  gesto está representado por la mímica. Bien lo explica Schopenhauer en el capítulo sobre la  fisonomía ( Parerga y Paralipómena ), confirmando la vieja regla de los frailes, "hay que  rezar para creer", precisamente fundada en la influencia de la mímica sobre la inteligencia;  conocidos son algunos experimentos recientes sobre hipnotizados, a los que basta poner en  una actitud dada para que manifiesten sentir las ideas correspondientes. No solamente,  pues, cada mímica corresponde a un estado psicológico o emocional dado, sino que la  adopción voluntaria o experimental de una expresión provoca un contenido mental; el  hombre que mima una sonrisa se provoca un estado de bienestar y excitación  correspondientes, así como quien echa a llorar se provoca un estado de tristeza y depresión.  Baste pensar en el deudor que finge enojarse con el acreedor para no pagarle, y cuando éste  con su insistencia le obliga a prolongar su simulación, concluye enojándose de veras; la  mímica determina el estado psicológico correspondiente. Más expresivo es el ejemplo de  los artistas que en las tablas acaban por tomar a lo serio su papel; muchos artistas, y no de  los menos ilustres, intentaron dar muerte de veras a otro personaje, y, lo que es peor,  algunos lo ejecutaron. ¿Qué hay, pues, de extrañar si el simulador de la locura, obligado a  acomodar su conducta a la simulación, acaba por asimilar esos síntomas, convirtiendo en  espontáneo lo que era voluntario?  


Súmanse en proporción variable: la tendencia hacia el automatismo, propia de todo  fenómeno psicológico repetido; la autosugestión del contenido psíquico de sus  simulaciones; la correlación entre las formas de expresión y el estado mental concomitante.  Estos factores serían menos eficaces actuando sobre un cerebro normal; pero éste no es el  caso de los delincuentes que simulan la locura. En ellos, en mayor o menor grado, existen  anomalías psicológicas que suelen ser precisamente la condición necesaria para el delito.  Por eso mismo la locura es muchísimo más frecuente entre ellos que entre los honestos; el  delincuente es un anormal, predispuesto a la locura. Háganse actuar sobre él los factores  indicados, y su enloquecimiento será mucho más probable que el de un anormal.  Hace varios años este hecho parecía observarse con más frecuencia que hoy; ello se debe, en parte, al progreso en el arte diagnóstico, que permite descubrir al simulador sin hacerle  prolongar por mucho tiempo su comedia. Otrora la sospecha de simulación inducía a  adoptar medios violentos de diagnóstico, que aumentaban la resistencia del simulador,  empeñándolo en una lucha que intensificaba su simulación, hasta enloquecerle de veras si  persistía a pesar de todo. Actualmente, el diagnóstico diferencial entre la locura verdadera y  la simulación, se hace más fácilmente, gracias a la menor inexactitud de los modernos tipos  nosológicos, al conocimiento de muchos signos físicos no simulables y a la mayor cultura  psiquiátrica de los peritos. Ante un sujeto supuesto simulador, suele ser eficaz la ironía  bondadosa o el desprecio de la pretendida alienación; ese medio desarma a la mayoría de  los simuladores. Si en cambio, como otrora, se pretende hacerlo desistir violentamente, se  provocan las máximas resistencias.  


Son harto conocidos los casos citados por Magnan, de dos marineros franceses que, estando  presos sobre pontones ingleses, simularon estar alienados por espacio de seis meses; al  recuperar la libertad, estaban ya verdaderamente alienados. El libro de Laurent reúne  algunos casos, publicados en su mayor parte en los Anales Médico-Psychologiques ; en las  observaciones de Morel y Compagne llama la atención que los simuladores desistieron por  haber comprendido que, si prolongaban su farsa un poco más, terminarían enloqueciendo  de veras. En cambio, otras observaciones parecen atribuibles a inexacta apreciación de sus  autores; así, aquel simulador de ataques epilépticos, referido por P. Lucas, que más tarde  tuvo ataques verdaderos. En ese caso, trátase de una coincidencia explicable, sin relación de  causa a efecto.  


jueves, 6 de mayo de 2021

Propaganda y psicoanálisis

La imagen del Tío Sam incitando a alistarse al ejercito norteamericano en la primera guerra mundial fue creada un siglo antes, pero su uso masivo se hizo bajo la influencia ya actuante de Edward Bernays, el sobrino de Freud inventor del concepto de Propaganda del siglo XX. 

Incluso Goebbels tenía un ejemplar de una edición de 1928 en su mesita de luz. Edward marcaba la influencia de la ciencia creada por su tío genial, Sigmund Freud, pero este insistía en que ese sistema no tenía nada que ver.

Freud decía de Edward: 
Un muchacho honesto cuando yo lo conocía, no se hasta que punto USA lo cambió. 

Dice Sebastián Plut (El malestar en la cultura neoliberal): 
Freud sentía cierta hostilidad por la forma de vida norteamericana (una sociedad fijada en la etapa anal y con una enorme hipocresía sexual), su insensatez, su hostilidad, y su confusión entre la apertura mental y la falta de juicio, que se observa en la actualidad en estimular los descuidos con la pandemia en nombre de la libertad de respirar el aire que les dió Dios en sus narices. (confunden libertad de criterio con falata de juicio, y lo pensaba hace más de 100 años).

Decía Freud: 
Supongamos que en un Estado, cierta camarilla quisiera defenderse de una medida cuya adopción respondiera a las inclinaciones de la masa. Entonces esa minoría se apodera de la prensa y por medio de ella trabaja la "soberana opinión pública" hasta conseguir que se intercepte la decisión planeada. 

Es lo que los medios actualmente dice "la gente opina que...."

Impresiona con qué facilidad se suele decir que Freud o el psicoanálisis nunca se interesaron por lo social: La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna; Psicología de las masas y análisis del yo; El porvenir de una ilusión, El malestar en la cultura, sólo para enunciar algunos títulos.

viernes, 24 de julio de 2020

Sugestión y transferencia.

El equívoco sobre la transferencia del post-freudismo requirió poner la experiencia en dirección al inconsciente sacándola de la alienación imaginaria en el ideal del analista. Los pacientes tenían que dejar de mirarse a sí mismos en el espejo montado del otro y buscar en sus asociaciones las claves de su propia colaboración en sus padecimientos, obteniendo el alivio que da no el cumplimiento de sus ilusiones sino el descubrir las posibilidades del pensar cuando éste no queda fijado a lo que Freud llamó teorías sexuales infantiles. Ese movimiento, hecho por Lacan, fue decantándose en algunas precisiones entre las que se cuenta la distinción entre transferencia e intersubjetividad.

La intersubjetividad (concepto de Husserl), aunque había sido situada en relación al hacer del sujeto en el campo del Otro, simbólico, no daba cuenta de la índole de la disparidad que se reconocía en el amor de transferencia, bien ilustrada por Platón en la relación entre erastés y eromenos (1). El concepto no sólo no aportaba más luz que la comprobación de Freud de que el tratamiento sólo puede avanzar al calor del amor de transferencia, tampoco ayudaba a operar sobre el carácter resistencial de este último. Era indispensable advertir en toda su dimensión que la transferencia no sólo impulsaba la cura sino que también la obstaculizaba, en el sentido preciso que le dio su definición como cierre del inconsciente (2).

Congruente con que la estructura del amor es la misma que la de la sugestión y la hipnosis, la expresión “el psicoanálisis se realiza en transferencia” significa que en el lugar donde operan la sugestión y la hipnosis el psicoanalista lee transferencias. La operación de Lacan fue subrayar la de Freud, que demostró que sin esta lectura no hay psicoanálisis sino sólo sugestión e hipnosis, que son también los mecanismos propios de la masa.

Una vez remarcada la diferencia entre el lazo social psicoanalítico y el de la masa, era esperable que los psicoanalistas estuvieran más alertas sobre las trampas de la sugestión; sin embargo, el efecto de verdad producido no evitó el atiborramiento de sus espacios de enseñanza (seminarios) por parte de sus pacientes, que corrían a participar de esa masa ávida por escucharlo. Sabiendo que la abstinencia de verborragia por parte del psicoanalista hace posible al psicoanalizante llenar ese silencio comprometiéndose con sus propias palabras, no podía escapársele el acting-out que implicaba ir a buscar las suyas para pensarse ahí donde él no estaba en posición de interpretarlo.

Como se sabe, la interpretación sólo es eficaz en sentido psicoanalítico si opera en transferencia, es decir: en presencia del psicoanalista, no del profesor, disertante o conferencista. El concepto no es más que el de Freud cuando advertía que sin trabajar con las transferencias la cura no podría producirse, “pues, en definitiva”, según escribía, “nadie puede ser ajusticiado in absentia o in effigie”(3). El mismo Lacan así lo entendía cuando destacaba que “la presencia del analista (…) debe incluirse en el concepto de inconsciente” (4).

Del modo señalado, el lacanismo, que había conducido a situar la transferencia en su función propia permitiendo salir del impasse de una sugestión no interpretada, terminó derivando en otra sugestión tampoco interpretada.

Tal vez Lacan, percatado de que las reflexiones que requerían sus disertaciones se convertían en el contexto de las sesiones en chácharas huecas, encontró conveniente acortar al extremo sus duraciones. Pero éste tema requiere otras consideraciones que no haremos aquí.

Notas:
1. cf. Lacan, 1960, S.VIII, p.11 y ss.
2. Lacan, 1964, S.XI, p.149.
3. Freud, 1912, vol.XII, p.105.
4. Lacan, S.XI, p.133.

Fuente: Raúl Courel (2016), "Sugestión y transferencia".

miércoles, 26 de febrero de 2020

Inscripciones de lo real (1).

Por Daniel Zimmerman
A propósito del título y del argumento del Congreso: “La clínica psicoanalítica a prueba:
neurosis, perversión y psicosis”, proponemos algunas notas a modo de rodeos para abordar las cuestiones planteadas.

Leemos allí, ante todo, la renovada invitación a no desatender los desafíos que lo real de la época nos plantea. Dicho de otro modo: a no abandonar a manos de la psicología ese real que, en tanto analistas nos concierne; a saber: el goce. Real del goce que, si bien permanece siempre excluido, nuestra práctica apunta a despejar en su relación con el síntoma.

Así, entonces, se trata de poner de relieve lo que el discurso analítico aporta frente a los demás discursos que abordan la experiencia de nuestro tiempo. Para ello, tomaremos el rumbo de considerar tales estructuras clínicas como “inscripciones de lo real”. Esta perspectiva se desprende de la afirmación de Lacan, extraída de su texto “Televisión”, que sostiene: “Lo real que, al no poder sino mentir al partenaire, se inscribe neurosis, perversión o psicosis”.

Afirmación que nos orienta para establecer la distinción entre neurosis, perversión y psicosis en tanto vías diversas de lo real para hacerse valer.

Asimismo, la referencia al partenaire viene a recordarnos que el discurso analítico aproxima lo real en la medida de reconocerlo en su condición de imposible. Y es precisamente en tanto imposible que ese real se anuncia: no hay relación sexual. Así, entonces, la inexistencia de relación propia de lo real se “fija” a la relación sexual. Dicha ausencia se encarna en el sexo para constituir un misterio que vuelve, una y otra vez, al mismo lugar.

***

El psicoanálisis introduce una subversión en el sujeto del saber. El sujeto es consecuencia
del saber, pero de un saber que falla. Este es justamente el trastorno que el descubrimiento de Freud provoca: hay un saber que, si bien no piensa ni juzga ni calcula, igualmente trabaja. Diferente modo de saber -inesperado, fuera de orden- quiebra la armonía para imponerse, desde su ex-sistencia, en las fisuras, en los tropiezos de la intención.

Efecto de la articulación significante, el sujeto resulta de poner en falta el saber. Nuestro campo se ciñe a la experiencia de ese sujeto que, en su condición de habitante del lenguaje, puede faltar a lo real. En cambio, las corrientes psicológicas actuales, asociadas al discurso científico vigente, dirigen su accionar hacia la acumulación del saber. En consecuencia, atiborran al sujeto con técnicas sugestivas que lo volverían apto para sobrellevar la dificultad que lo apremia.

Ahora bien, el asunto no es que estas terapias ignoran al sujeto; a lo que apuntan es a suprimirlo, expulsándolo del lenguaje. Se trata de un saber que rehúsa depender del lenguaje, cristalizado en etiquetas vacías del sujeto. Ocurre entonces que, tal como la formulación lacaniana lo anticipa, el sujeto rechazado de lo simbólico reaparece en lo real, haciendo presente su soporte: el lenguaje mismo. Elocuente muestra de ello: los desarrollos de la Programación Neurolingüística (PNL), cuyas formalizaciones no hacen otra cosa que aplastar al sujeto bajo el sentido, arrasando la evanescencia que le es propia.

La verdad del sujeto resigna su lugar ante la verdad de la ciencia, ligada hoy al saber del amo: en la medida en que acreciente su saber, su “mundo externo” le resultará cada vez más manejable. Un saber de amo que, por su propia estructura, se desembaraza de la articulación del fantasma como soporte del deseo.

A la interdicción del sujeto como efecto del significante se suma la exclusión del objeto a como soporte de su verdad. Reducida a un mero juego de valores, la verdad queda abolida en su estructura de ficción cuando, para el sujeto, todo se juega en el fantasma. Su “mundo externo” está allí, como cuadro viviente: realidad dominada por el fantasma, lo protege de lo real.

No es posible decir la verdad de lo real; la verdad retorna, siempre a medias, en las fallas del saber. En lo real no hay nada para llegar a saber ni verdad alguna por descubrir. Todo efecto de verdad es consecuencia de lo que cae del saber. El inconsciente habla de sexo; pero no dice la verdad sobre el sexo. Ceñido por todos los dichos, el sexo se inscribe en el inconsciente como imposibilidad.

Un saber diferente, extraño al discurso de la psicología, se pone a prueba ubicado en el lugar de la verdad. Desde esta perspectiva, permite esclarecer la función que cumple lo real en relación con el saber y distinguir, en consecuencia, cuándo el saber trabaja al servicio del goce del Otro. “Ciencia del embarazo”, tal como llamó Lacan a nuestra práctica, toma a su cargo reintroducir el afecto que, en campos muy diversos, denuncia una misma encrucijada: la confrontación con el goce.

***
Frente al propósito de la ciencia de apropiarse de la sexualidad, el psicoanálisis opera un giro de discurso que desplaza el lugar de sus aspectos biológicos. La acentuación de la diferencia biológica de los sexos es relegada por la sexualización de la diferencia orgánica. La perspectiva freudiana introduce como lógica del sexo la connotación de una falta; a partir de esa negatividad en la estructura, establece una normativa, tanto para el hombre como para la mujer. La así llamada relación sexual es puesta en desorden al reconocer en su centro un signo llamado castración.

A partir del discurso analítico, un órgano pasa a funcionar como significante. El falo se convierte así en el órgano de la falta. Y, en su condición de significante, cava el lugar desde donde la ausencia de relación sexual cobra efecto. Ya sea hombre o mujer, la norma de “ser o tener el falo” viene a suplir la relación sexual: el hombre en tanto lo tiene, no lo es; la mujer, en tanto no lo tiene, puede tener ese valor.

Bajo el signo de la castración, el falo extiende su alcance más allá que considerado meramente como órgano. La detumescencia viene a materializar, así, la barrera que el placer impone al goce. Y, desde esta perspectiva, frente a lo que dentro del catálogo de los trastornos sexuales, se rotula como “eyaculación precoz”, se impone la conveniencia de enfocarla como una detumescencia precoz; vale decir, en tanto defensa del sujeto frente a un goce que lo amenaza.

Operación real introducida por la incidencia del significante, la castración no es sin el objeto a. La relación entre los sexos precisa de un objeto que concurre a fallarla. Dicho objeto cumple en sustituir la abertura situada en el impasse de la relación sexual; y, a partir de esa abertura, de esa falla, adquiere su función de causa para el deseo. La puesta en juego del significante establece así abre el acceso a lo que responde, no al goce sino a su pérdida habilitando la función del sujeto.

La práctica psicoanalítica prescinde de todo savoir faire respecto de los cuerpos; los reconoce instalados en la estructura del discurso cuyo fundamento es, al contrario, la prohibición del goce.

Si bien es lo real del cuerpo lo que lo convierte en “sustancia gozante”, dicho real debe mantener su opacidad. En la medida en que el cuerpo permanece separado del goce, puede funcionar como lugar del Otro. Esa separación, esa abertura, viene a alojar al objeto por medio del cual el sujeto puede reencontrar “su esencia real como falta en gozar”.

La actual proliferación de intervenciones quirúrgicas por medio de las cuales se sustituyen, se invierten, se revierten las funciones orgánicas desconocen sistemáticamente su incidencia en la economía del goce. El cuerpo se ofrece a los múltiples recursos que el incesante avance de la ciencia ofrece, como recurso desesperado para procurar el corte que sostenga la disyunción entre el cuerpo y su goce.

Fuera de lenguaje, fuera de simbólico, el goce del Otro debe ser arrebatado del cuerpo para habilitarlo como lugar para la inscripción del sujeto. Cuando la distancia entre el cuerpo y su goce amenaza perderse, se enciende la señal de la angustia, cuya sensación incómoda puede extenderse hasta al pánico. La producción del síntoma, finalmente, se demuestra como el recurso que la verdad encuentra para resistir ante los embates del saber.

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miércoles, 21 de agosto de 2019

La práctica hipnótica y la psicoanalítica se excluyen definitivamente.

Nos recuerdan aquí:
‘Per Via di Porre, Per Via di Levare’ es una enunciación de Leonardo Da Vinci; para diferenciar a la pintura de la escultura. 

Sigmund Freud, en una Conferencia pronunciada en el Colegio de Médicos de Viena en 1904 -fragmento que voy a citar en seguida-, no sólo cita a Da Vinci sino también a Goethe; y sentencia que la práctica hipnótica y la psicoanalítica se excluyen definitivamente. Y en estos mismos párrafos, citando a Leonardo, nos recuerda el sentido de su creación, de su método.
“...Entre la técnica sugestiva y la analítica existe una máxima oposición, aquella misma oposición que respecto a las artes encerró Leonardo da Vinci en las fórmulas per via di porre y per via di levare. La pintura, dice Leonardo, trabaja ‘per via di porre’; en efecto, sobre la tela en blanco deposita acumulaciones de colores donde antes no estaban; en cambio, la escultura procede ‘per via di levare’, pues quita de la piedra todo lo que recubre las formas de la estatua contenida en ella. De manera en un todo semejante, la técnica sugestiva busca operar ‘per via di porre’; no hace caso del origen, de la fuerza y la significación de los síntomas patológicos, sino que deposita algo, la sugestión, que, según se espera, será suficientemente poderosa para impedir la exteriorización de la idea patógena. La terapia analítica, en cambio, no quiere agregar ni introducir nada nuevo, sino restar, retirar, y con ese fin se preocupa por la génesis de los síntomas patológicos y la trama psíquica de la idea patógena, cuya eliminación se propone como meta. Por este camino de investigación, ha hecho avanzar muy considerablemente nuestros conocimientos. Si abandoné tan pronto la técnica sugestiva y, con ella, la hipnosis, es porque dudaba de poder hacer una sugestión tan fuerte y resistente como se requería para una curación duradera. En todos los casos graves, vi cómo la sugestión introducida volvía a desmoronarse, y entonces reaparecían la enfermedad misma o un sustituto de ella. Además, reprocho a esta técnica que nos impide penetrar en el juego de las fuerzas psíquicas no dejándonos reconocer, por ejemplo, la resistencia, con la cual se aferran los enfermos a su enfermedad y se rebelan contra la curación, factor que es precisamente el único que puede facilitarnos la comprensión de su conducta en la vida."
Recordamos una breve nota de parte del Dr. José Treszezamsky, publicada en Conceptos básicos del psicoanálisis - Grupo de intercambio:


¿Será inutil reptir que el trabajo nuestro es por vía di levare y no por vía di porre? Que lo bueno que se lleva del análisis sólo es el rescate de lo suyo que perdió. Si nunca tuvo esas riquezas el análisis no se las dará. Y sin embargo se insiste en ser el salvador, el ideal, el darle representaciones que nunca tuvo (¿?), en tratarlo como no fue tratado antes (experiencia emocional correctora, método que intentó el paciente hasta el infinito en su vida cotidiana porque justamente la neurosis lo obliga a repetir el maltrato recibido), con distintos esquemas referenciales se ofrece a los pacientes que saldrán del análisis como nunca estuvieron.


Lo lamento mucho: el análisis no hace eso. Si un paciente nunca estuvo bien, si nunca tuvo capacidad de amar y de hacer, nosotros no se lo daremos, y nuestro trabajo de rescate estará destinado al fracaso. Nadie impide que intenten otras terapias, per via di porre, y el psicoanálisis no cura todo. Hay muchas terapias que pueden ayudar en ciertos individuos y en ciertas circunstancias, mucho más que el análisis. Sólo que si el camino elegido es recuperar, y entender lo que está pasando, creo que sólo el análisis. Si tenés insomnio y querés curarte del insomnio, si estás gordo y querés adelgazar, no está indicado el análisis. Si el camino elegido (luego de fracasar varios otros) es entender por qué el insomnio. Y por qué la obesidad, entonces sí, el camino es el análisis. Que tiene un pequeño problemita: The way is long and the wind is cold. Pero si atravesás la tormenta transferencial retornarás a un terreno conocido y perdido. Como el análisis no es puntual (todo tiene que ver con todo, dice algunos) los efectos del análisis no son puntuales pues en la investigación arqueológica recuperás muchos tesoros que no te habías dado cuenta que habías perdido. Y hasta tesoros de generaciones anteriores.

jueves, 8 de agosto de 2019

En vísperas de las elecciones, Freud, en "El porqué de la guerra":


El afán de poder que caracteriza a la clase gobernante de todas las naciones es hostil a cualquier limitación de la soberanía nacional. Este hambre de poder político suele medrar gracias a las actividades de otro grupo dominante guiado esta vez por aspiraciones puramente mercenarias, económicas. Pienso especialmente en ese pequeño pero resuelto grupo, activo en toda nación, compuesto de individuos que, indiferentes a las consideraciones y moderaciones sociales, ven en la guerra, en la fabricación y venta de armamentos, nada más que la oportunidad para favorecer sus intereses particulares y extender su autoridad personal. 

Ahora bien, reconocer este hecho obvio no es sino el primer paso hacia una apreciación del actual estado de cosas. Otra cuestión se impone de inmediato: ¿Cómo es posible que esta pequeña camarilla someta al servicio de sus ambiciones la voluntad de la mayoría, para la cual el estado de guerra representa pérdidas y sufrimientos? (Al referirme a la mayoría, no excluyo a los soldados de todo rango que han elegido la guerra como profesión en la creencia de que con su servicio defienden los más altos intereses de la raza, y de que el ataque es a menudo el mejor método de defensa.) Una respuesta evidente a esta pregunta parecería ser que la minoría, la clase dominante hoy, tiene bajo su influencia las escuelas y la prensa, y por lo general también la Iglesia [como religión oficial institucionalizada]. Estos servicios a su servicio les permiten dirigir, organizar y gobernar las emociones y sentimientos de las masas, inconscientes como el sujeto sometido a hipnosis de los verdaderos motivos de su acción diferida [la sugestión colectiva], y convertirlas también en un instrumento a su servicio.