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miércoles, 19 de febrero de 2025

El peligro, la defensa y la escritura del trauma

Freud comienza su recorrido teórico explorando el funcionamiento del aparato psíquico y sus mecanismos. En un segundo momento, su enfoque se dirige a la pregunta sobre cómo este se constituye. Es en este marco donde el concepto de defensa adquiere relevancia, siempre en relación con la noción de peligro.

El peligro, según Freud, puede analizarse desde distintas perspectivas: ¿es posible intervenir sobre él, resolverlo? Esto permite distinguir entre un peligro "externo", del cual el sujeto puede escapar, y otro tipo de peligro, uno del que no puede sustraerse. En este último caso, emerge la pulsión como el núcleo del problema, mostrando que las coordenadas interno/externo complican la comprensión. Aquí, Freud sitúa la importancia del espacio y del borde, un borde que rompe con la oposición clásica interior/exterior propia de la geometría euclidiana.

El planteo fundamental de Freud reside en que, de manera temprana, logra vaciar al peligro de toda cualidad concreta, asociándolo a la irrupción traumática de un componente económico. El trauma, en este sentido, se entiende como aquello que excede las barreras de protección del aparato psíquico.

Lacan retoma esta concepción freudiana y la amplifica al formalizarla mediante el matema. Para Lacan, lo traumático se inscribe como lo económico que quiebra las defensas frente al peligro. Pero su escritura no opera como representación, sino como una dimensión de la formalización orientada hacia la transmisión. Escribe, entonces, el peligro asociado a la falta de garantías para el sujeto, una situación que lo deja, en cierta medida, desprovisto y solo.

En esta línea, Lacan describe el matema del significante del Otro barrado, que señala aquello que el significante "no cesa de no escribir". Esta falta es a menudo encubierta por las "ficciones de la mundanidad", pero persiste como la piedra de escándalo del psicoanálisis: el significante de una falta en el Otro. Así, el matema se convierte en una herramienta que escribe la estructura del trauma y, al mismo tiempo, la imposibilidad de una representación completa del sujeto.

domingo, 18 de abril de 2021

La adicción al juego

Ante la irrupción del trauma y la desestructuración psíquica consecuente, la constitución de una defensa deviene de la necesidad de un aparato psíquico afectado de hacer soportable de alguna manera el excedente de una tensión libre, sin anclaje que, por lo tanto, angustia. Opera allí, donde no hay sujeto libre sino un sujeto objetivado, irrumpido de tempestades pulsionales que lo dejan sesgado al azar de sus impulsiones, con la dolencia del sentirse por fuera de la posibilidad de elegir y esclavizado en la repetición. Su narcisismo se encuentra arrasado por un circuito de satisfacción que desborda en goce y afecta el desempeño del yo que se vuelve incapaz para su mediación. El sujeto mantiene como única vía de descarga el goce en sobre-investir una fantasía omnipotente que sostiene la creencia de éxito y niega los fracasos brindando una adaptación ilusoria. De tal manera, se constituye una defensa que emplea los patrones que marca su historia, la cultura familiar y la época de éxito del universo actual en la cual se perciben los efectos de la sobre-estimulación en la subjetividad a través del borramiento ilusorio de los síntomas que podrían dar cuenta del problema. Los estados excitatorios asociados a la manía operan como una modalidad de respuesta asociada a esta fantasía de control permitiendo la descarga del excedente intolerable a través de la formula redentora de “ganar y salvarse”. Se sirven de un estilo de pensamiento mágico y primitivo y de la desvalorización del dinero como factores que abogan por su mantenimiento.

El juego de azar ofrece la matriz ideal donde se instala dicha fantasía. Sus atractivas características en relación con la satisfacción inmediata, la adrenalina interviniente y la promesa de éxito alimentan la ilusión de una forma mágica de resolución de problemas. Si bien el lugar que ocupa el juego para el sujeto responde a la particularidad del caso a caso, se pudo inferir cierto denominador común. Actúa como distractor e invisibilizador de la realidad no deseada, escondite para la soledad y muleta afectiva ante la carencia de vínculos.

La adicción al juego es una salida posible frente al desvalimiento subjetivo ocasionado por la presencia de traumas respondiendo a un intento de defensa maníaca. Desde esta perspectiva, sumar una variable a ser tenida en cuenta en su causalidad nos abre una nueva dirección de la cura ponderando la elaboración de estos eventos como medio para intentar irrumpir el circuito del goce vía la palabra. El recorrido sobre la génesis del juego patológico, la discusión con las diversas posiciones teóricas e incluir la prevalencia en nuestro país cobra la relevancia de contextualizar el marco actual de esta problemática y demostrar la importancia de ocupar un lugar en la agenda presupuestaria de la Salud Pública para disponer de medios económicos a fin de desarrollar programas de tratamientos adecuados y específicos. 

El presentar los últimos estudios epidemiológicos a partir de nuestra propia casuística evidencia que contamos con información particular sobre el impacto de la ludopatía a nivel nacional, más allá de las investigaciones a nivel mundial. El fin de desarrollar políticas de prevención, asistencia y tratamientos ajustados a nuestra cultura también contempla el visibilizar aquello que los sectores privados y políticos desestiman por sus propios intereses ya que la actividad en si misma es uno de los soportes clave de la economía de nuestro país. La desidia observada en los sectores sanitarios y de salud pública, aquellos quienes deberían responder a la necesidad de creación de espacios específicos para su tratamiento, debe ser denunciada a través de estudios que den cuenta de la real dimensión de esta problemática, independientemente a su baja prevalencia. El crecimiento notable de la práctica de juego en la población mundial en los últimos años presupone un incremento de personas que asisten y, por lo tanto, un mayor número de afectados por su práctica inadecuada. Independientemente del bajo índice de consulta, el hecho de que el momento de pedido de asistencia del jugador patológico acontezca durante estadios agudos amerita disponer tratamientos que alojen la complejidad de los factores que se conjugan en su génesis para un abordaje adecuado.

El análisis y discusión con las distintas escuelas de saber refleja que nuestra disciplina es la indicada para comprender el mecanismo generador de la compulsión y su resolución causal. El Psicoanálisis se esfuerza en pesquisar las coordenadas y condiciones de los síntomas y su función en el psiquismo.

El psicoanálisis se propone que el paciente se responsabilice, invente y transforme, del modo que pueda, esa fuerza pulsional que rechaza y que lo domina en la repetición. No apelamos a la voluntad ni a pautar conductas reeducativas. Los síntomas, las inhibiciones y las compulsiones, podemos pensarlas como un modo singular en que cada uno trata el sufrimiento que su vida acarrea. El psicoanalista no se guía por el deseo de curar, sino por el deseo de analizar, y los efectos terapéuticos sobrevienen por añadidura”. [1] El desafío terapéutico —entonces— comprenderá el análisis del sujeto en juego y buscará la responsabilidad del mismo sobre su propio goce.

En el más allá de las peripecias de las pulsiones y su vía predeterminada de descarga, se abogará por la pregunta sobre ellas y el reconocimiento en su elección con el deseo de un cambio de posición subjetiva que permita al sujeto modificarla y renunciar a ella.
Notas al pie

[1] Coletti, M. (2015). Los poderes de la pulsión y los resortes de la recuperación. En D. Blanca y S. Jiménez Murcia (comps.), Cuando el juego no es juego.¿Es adicción? Buenos Aires: Lugar.

viernes, 24 de enero de 2020

Lo Insoportable, La Confianza, La Apuesta.

En un texto Freudiano de 1927, “El porvenir de una ilusión”, Freud intenta dar cuenta del desvalimiento de inicio del hombre. El desvalimiento y desconcierto del género humano, nos dice Freud, son irremediables. Es sobre todo aquí donde fracasan los dioses; aunque el hombre no deja de inventarlos.

La creencia es una herramienta que le permitió al hombre ir construyendosé, sosteniendo a un Otro que garantice su existencia.

El narcisimo le ofrece al sujeto el dibujo de un cuerpo, Uno , para sentirse separado del mundo. Uno del sentido, captor de representación, podriamos llamarlo el Uno de la ceencia. También nos habita el Uno distintivo, aquel que el significante ofreció, al no significarse todo en Uno y necesitar de otro, y de otro, y más, al menos dos. El Uno del descreimiento.

Y por último, lo que no es ni uno ni Otro, el objeto a, soporte en tanto agujero de la existencia. Aquella que se añora cuando el Uno le hace valla, tope a su aparición, momentos de divorcio entre el saber y la verdad.

La confianza es uno de los nombres que Freud le da a la transferencia, confianza en la palabra, en el saber del Otro, en el Sujeto supuesto Saber. Lugar de comienzo de un análisis en el desvalimiento que la neurosis deja a veces al sujeto, cuando apresado allí no puede existir. Lugar de comienzo, dije, que al final topa al sujeto otra vez con su despojamiento. Pero esta vez al final, ¿en qué se diferencia y en que no de aquel comienzo?

La existencia, creo, se sostiene de una apuesta que es al comienzo en la aparición del sujeto del inconciente del lado del analista, y que al final del recorrido también toma forma de apuesta, esta vez del lado del sujeto.

Lacan toma a Blaise Pascal para trabajar el tema de la apuesta.

Si con Descartes, se dice que se abre el camino a la modernidad, con Pascal se abre paso también a una nueva dirección del espíritu, aquella que apunta al hombre y al mundo conjugadas ambas en el terreno ineludible de la existencia.

Descartes plantea la ciencia pura del método, Pascal lo llama sprit geometric, pero él agrega el sprit de finesse, la intuición viva que penetra de una sola mirada en la esencia misma de las cosas. Dice Pascal: “la limitación constitutiva que soporto me conduce necesariamente hacia la paradoja, y en esa paradoja se aferra un hombre capaz de mucho y poco, de todo y de nada”. Frente al pensamiento abstracto opone la existencia concreta. El punto de partida es la existencia concreta del hombre.

Su célebre argumento de la apuesta es el que toma Lacan en su seminario El objeto del Psicoanalisis y De un otro al Otro.

Dirá Pascal : ”No sé si Dios existe o no”, pero seguro que no llegaré a la conclusión por vía de la razón, entonces apuesto a que existe y que continúo.

Su proposición me hizo acordar a la instalación del juego infantil. El juego de la apuesta pascaliana introduce eso, el jugar denuevo. El famoso “Dale que“ de los niños.

Lacan comienza en la clase del 2 de febrero de 1968 a preguntarse por su transmisión. Aquí dice que el análisis es una experiencia trascendente en el orden de la ética, la experiencia dice en la relación del sujeto con el Otro.

Mi pregunta es la siguiente, ¿qué pasa cuando ya la confianza ubicada en el SsS cae? Allí surgió en mi experiencia un término que cobró relevancia y me llevó a su búsqueda, la apuesta.

Exponerse a la situación de que toda demanda no puede sino ser decepcionada, ahí está lo que el paciente tiene que afrontar y lo que no podrá preveer al principio de su análisis. El analista es SsS, supuesto saber todo, salvo lo que respecta a la verdad del paciente.

Ahora, pienso que si esta posición cae al fin de un análisis, o sea ya no hay sujeto al que se le suponga saber, me pregunto: ¿Hay manera de que caiga la suposición? ¿Hay manera de enfrentar lo real que no sea vía supuesto?

Lacan dice que Pascal transmite con sus papeles, hechos garabatos (sus pensamientos fueron editados post mortem), algo de la realidad incorpórea que él nos desea transmitir.

Pascal, nos dice, Lacan manifiesta la estructura del sujeto. No se podría por el poder de la razón saber si Dios existe. La existencia es independiente de la razón de ser. No hay un Dios supremo. Hay el de cada uno.

La apuesta de Pascal no es la apuesta de Uno es la apuesta de un Je. Para apostar hay que abandonar el argumento, abdicar de la razón.

Dios es o no es, la razón no puede determinar nada allí. Hay un caos infinito. Se juega un juego en el extremo de la distancia infinita donde acontecerá cara o cruz.

Siempre el que apuesta está en falta. Lo justo sería no apostar en absoluto, pero dice Pascal: “hay que apostar, esto no es voluntario ¡ustedes están embarcados!”.

La vida hace obstáculo a la apuesta y respecto de lo que se trata en la apuesta, es de una nada. Para apostar hay que soportar la caída de la representación imaginaria que anuda un sentido que excluye la nada. Nada de representación, es vacío de inscripción que marca ya desde ahí que hay juego posible, de otras representaciones.

Entiendo que cuando Pascal habla de dejar las trampas de las envolturas placenteras, se refiere a esto. Èl lo llama nada, que se ponga en juego esa nada. Es decir perder las envolturas para “embrutecerse”. Lacan agrega a las pérdidas de las envolturas la pérdida de la vestidura narcisista. Dirá: “despojarse de esta imagen, que es la imagen de sí”. Entonces la apuesta implica un desplazamiento que en este caso es la imagen de sí.

Este es el despojamiento, insoportable en tanto implica un despojarse de una imagen que ha donado el Otro, como don y que lo deja al sujeto, entonces ex–puesto de su jugada. ¿Para qué?

Entiendo que para que el sujeto arme el suyo, fuera de la demanda, un juego que sostenga un compromiso, sostenido ya sólo de su decir. Un decir que no busca interpretación sino algún partenaire. Y aquí es que Lacan va a introducir el objeto a, como causa del deseo, y valor que lo determina al sujeto, esto es de lo que se trata en la apuesta.

Una apuesta es un acto al que muchos se entregan. Sin acto no hay apuesta. Sin algo que implique la decisión no hay apuesta. La decisión se remite a una causa que se llama azar. ¿Qué el el azar? El azar se refiere a la concepción de lo Real en tanto que es imposible. Imposible de interrogar porque no responde.

La apuesta encarna al objeto perdido, en tanto para el sujeto del inconciente comprometido en el significante hasta su límite. El objeto está puesto ahí para ser perdido. Ganar es siempre ganar una partida, y perder también.

¿Cuál es la puesta en juego de este objeto desconocido que nos divide entre saber y verdad? Lo que se pone en juego en la apuesta es la existencia del partenaire. Pascal diferencia claramente a mi modo de ver el todo del infinito, la función de la falta, o ausencia está en relación al infinito, el todo es un engaño del narcicismo, que lleva a creer lo tantas veces escuchado: Si apostás, es a todo o nada, yo diria que este dicho es el que comanda la neurosis, e insiste en llevarlo al sujeto a no perder la esperanza. La esperanza es divina, la ilusión es singular. Freud nos enseña que a diferencia de la esperanza en la ilusión hay participación del deseo. Busquemos el paraíso o caeremos en el infierno, es lo que sostiene la esperanza. Ni lo uno ni lo otro, sabemos que la existencia es, como nos enseña Lacan, tragicómica.

Volviendo a lo que se pone en juego, no podemos escapar de la puesta en forma significante de la cual Pascal nos dice a su manera que ya estamos embarcados, pero también es cierto que esta puesta en forma incluye de inicio su límite, es más, no puede desplegrase sin él. Ahora bien , mas allá del significante está el objeto, y más allá del objeto lo real. Ese objeto que en el fantasma toma forma de objeto parcial: oral, anal, escópico e invocante, pero que en última instancia es la causa de un invisible, inasible, indicernible división del Otro, el sujeto. En la clase del 9 de febrero de 1968 dirá Lacan, que “el sujeto hace la estructura del goce y que todo lo que puede esperarse de ella son prácticas de recuperación, eso quiere decir que lo que el recupera no tiene nada que ver con el goce sino con su pérdida”. Entonces diría ahora que la apuesta está también ligada a la pérdida de goce, no sólo al argumento. Los argumentos mas bien son aquellos que se despliegan bajo el supuesto , suposición de saber al sujeto que lo encarna que deja bajo la barra al objeto a. Suposición que hace a la función fálica crear argumento. La apuesta en cambio es en soledad de argumento, porque cae su razón en el acto de decisión, momento de retorno de la confianza pero esta vez más como un acto de fe en lo real.

Incertidumbre fundamental, a saber si existe un partenaire, donde la garantía de amparo cae. En la a-puesta se trata de sostener la oposición, la tensión siempre. Cae el Ideal que unifica y apacigua.

La apuesta implica la convicción de que no se gana sin pérdida y esto va más allá de los argumentos a los que la función fálica ha prestado servicios. La apuesta es siempre partida. Lo insoportable, lo insoporte, lo que no se soporta, abre una dimensión conocida por los analistas, aquella que va más allá del significante, aquella que aunque no significable se hace oír. Oír en el dolor de una perdida, en el reiterado desencuentro de lo buscado, en la caída del analista del lugar del objeto, al final, cuando sólo la presencia hace eco a ese tiempo previo a la ausencia de su imagen. Cuando solo y no tan solo deviene un partenaire radicalmente otro. Lo insoportable del sufrimiento neurótico toma forma en un análisis a medida que la cadena significante va cavando en sus vías su osamenta, su agujero inicial, su soledad, su más íntimo cobijo.

Me preguntaba al comienzo, si caía la supusición con la caída del sujeto supuesto saber, si habría otra manera de relacionarse con lo real que no fuese supuesta.

Y allí es donde vuelvo a preguntarme si no toma la posta la a-puesta cuando ya no hay suposición, porque la a-puesta implica la dimensión del objeto a en tanto tal, no en tanto objeto del fantasma.

Es decir a-puesta arriba de la barra, como agente.

Decía que la apuesta es un juego que implica la toma de una decisión, que se juega más allá de Uno, en una búsqueda infinita. Implica también la caída del objeto que el ideal velaba y la disponibilidad del objeto a para ser jugado.

La suposición de la apuesta es el azar. La decisión que implica la apuesta llega donde hay indeterminación de la cadena significante y fuera de la imagen de sí. Puede apostar aquel que ha supuesto hasta el límite, supuesto en el sentido de suponer lo que el significante es para otro, no para la conciencia del sujeto, eso es la esperanza. Entonces la apuesta implica soportar el agujero aquí que la cadena significante porta y sostiene hasta su punto de caída. No importa si creo o no, yo apuesto a un encuentro inexplicable.

La apuesta es la que da marcha a los distintos dispositivios del psicoanálisis. No hay análisis sin apuesta, se crea o no en él, ni final de análisis sin ella, como tampoco experiencia de pase sin apuesta.

Tomaré esto último para decir que el pase se inscribe en esa dimensión. La decisión se toma más allá de Uno. Comanda la decisión otra cosa que no es el argumento, ya que para hacer o no la experiencia hay argumentos absolutamente válidos y lógicos.

Comanda otra cosa, digo, una apuesta que inicia un movimiento que hará pasar o no su causa, que no es más que lugar de invención.

Caídos los dioses nos aguarda el prójimo, por ejemplo los amigos, aquellos a los que aprovecho agradecer cuando supieron que un abrazo devolvía al alma ilusión, en momentos en los que ésta desfallece.

Y voy a parafrasear a Freud en su texto El porvenir de una ilusión, Cap IX: “Perdiendo sus esperanzas en el más allá, y concentrando en la vida terrenal todas las fuerzas, así liberadas, lograrán que la vida se vuelva soportable.... Entonces sin lamentarse podrá decir junto con uno de nuestros compañeros de incredulidad “..........
“Dejemos los cielos a ángeles y gorriones”

BIBLIOGRAFIA
FREUD, S.: El porvenir de una ilusión.
LACAN, J.: Seminario XIII, El objeto del psicoanálisis, Clases: 2/2/68 y 9/2/68.
LACAN, J.: Seminario XVI, De otro al Otro.
PASCAL, B.: Pensamientos.

Fuente: María Gabriela Pedrotti (2011), "Lo Insoportable, La Confianza, La Apuesta", Escuela Freudiana De Buenos Aires


viernes, 31 de agosto de 2018

Hacer con el desvalimiento...


"El heroísmo del ser humano, desde el punto de vista del psicoanálisis, no depende tanto del reconocimiento de nuestra grandeza por parte de otro, sino de nuestra capacidad de afrontar el desvalimiento como experiencia íntima de nuestro ser. Ya que aquel que sabe no huir de su propia angustia será también aquel que no huya de su propio deseo".


Fuente: Philippe Lacadée, "Los sufrimientos modernos del adolescente"