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miércoles, 9 de mayo de 2018

La perspectiva psicoanalítica sobre la vejez: una lectura lacaniana.


A lo largo de este desarrollo desde el psicoanálisis lacaniano, se dará cuenta de las modificaciones en la relación imaginaria con el otro que se puede producir en el envejecimiento y particularmente ciertas referencias acusadas de "ya no ser deseables para el otro", en ciertas circunstancias y contextos específicos. 

Esta temática no fue abordada por Lacan, aunque la lectura que se realizará es fundamentalmente desde la teoría del yo y finalmente se utilizarán aspectos más amplios de su obra. 

El desamparo como un eje del psiquismo humano.
Freud entendía el desamparo como uno de los ejes del futuro psiquismo del ser humano, ya que esta prematuración inicial forjaba la dependencia del niño hacia su madre. 

Si la literatura psicoanalítica había descripto los aspectos de omnipotencia infantil, en especial desde Klein, en el que se relaciona con los otros a través del puro capricho, el psicoanálisis lacaniano revela otro aspecto. El capricho se invierte, y aparecen más del lado de quienes ocupan los roles de madre o padre, u Otros con mayúscula, que del lado del niño. De esta manera, la prematuración y el desamparo se presentan bajo una nueva luz, ya que develan la posibilidad de estar sin recursos frente a la presencia inquietante y amenazante del otro. Lugar donde se sitúa la experiencia traumática, ya que el sujeto aparece sin recursos frente al Otro. Lacan (2006) sostiene que uno de los modos en que el sujeto se defiende del enigmático deseo del otro es a través de la representación del yo, y sus imágenes, las cuales responden a demandas del Otro y por ello contienen ideales y galas narcisistas. La posición del sujeto es la de buscar adecuarse a dicho deseo, y una de las formas de realizarlo es a través de la imagen especular (nuestro yo), la que se origina justamente en la identificación al deseo del otro, es decir, a lo que el otro quiere de mí. Por ello, el yo no es más que una respuesta a ese deseo, es decir que es lo que se inventa frente a lo enigmático del deseo del otro (Rabinovich, 1993). 

La tesis lacaniana piensa un complejo circuito que estructura el orden del deseo al deseo del Otro. El sujeto, entendido como deseante, emerge como tal en la medida que haya otro que lo deseó. 

La posición del sujeto es la de intentar persistir en el lugar de objeto que causa deseo, ya que la única manera en que se sostiene el deseo es en relación con otro que lo desea. En este sentido, el yo cambia sus imágenes para complacer al ideal del yo (modelo al que el sujeto intenta adecuarse en cuanto a las valoraciones de los padres), pues es una de las formas en que sostiene ese deseo (Rabinovich, 1993). La cuestión que puede emerger en el envejecimiento es: ¿de qué modo se presenta el sujeto frente al deseo del otro cuando los ideales sociales rechazan ciertas imágenes de la edad? Veamos las viñetas: 

Blanca Rosa (68 años)
-Vivíamos en Palermo Chico y no teníamos auto, yo era muy coqueta. Mantenía bien las apariencias. 
-¿Y ahora? 
-Yo las sigo manteniendo aunque las hemos pasado bastante malas. Él [marido] es de poco carácter. Vivíamos escasamente de un sueldo. Él busca un trabajo por el diario y encuentra en una fábrica como seguridad. Él me daba para atender las apariencias. Siempre aparentando. Yo, mi buena silueta, muy bonita, muy buenas piernas. ¡Qué horror, cómo he perdido todo eso! ¡Es fea la vejez! [ ... ] El doctor me dijo qué lindos pechos, qué lindo pezón, yo usaba escotes. ¡¡¡Qué horror!!! ¡¿Cómo me pude venir así?! El pelo, los ojos, a mí me llamaban ojos lindos[ ... ] la nariz se me bajó. ¡¡¡Qué horror todo se me bajó!!!

Graciela (75 años) 
No tolero la decadencia, la miseria humana en la que uno se transforma. Me pasó el sábado. Fui con mi hija al shopping, lleno de espejos ... no lo podía tolerar ... me sentí fuera de lugar, vieja, decrépita. Deseaba irme ... me hizo muy mal. [ ... ] No me identifiqué en esa imagen que vi de mi en el espejo. Me siento diferente, pero me vi deslucida, ajada, gastada ... Yo era una muchacha vistosa de joven, con un cuerpo exuberante; los muchachos me perseguían y los no tan muchachos también, sobre todo en los trabajos. Pero me supe defender bien.


Las viñetas expresan el padecimiento o incluso el horror frente a la dificultad que se presenta en el momento en que aparece el deseo del otro y el yo siente que no lo alcanza a colmar, y carece de recursos adecuados acusados al envejecimiento. 

En este sentido, si el yo carece de recursos, en tanto no causa al otro, no podría defenderse de sus intenciones. La idea de intención se refiere a aquello que se quiere de nosotros sin contar con nuestra voluntad, es decir, ser tratado como un objeto carente de autonomía. 

Esta experiencia imprime una vivencia de desamparo frente a la que el sujeto queda como un objeto que puede ser abandonado, excluido o manejado. 

Rabinovich (1993) señala que este lugar es el que el neurótico rechaza por estructura, cuando determina que todos los emblemas ideales, sexuados, representables en el espacio de la visión no son suficientes para sostener la autonomía que presta el yo frente al otro. 

La autonomía que se pierde resulta notoria en ambos textos de las viñetas, en tanto ambas sienten que ese cuerpo no les permite enfrentar al otro, y eso las lleva a la inhibición o a la autodegradación. 


Esta experiencia no resulta propia de la vejez, ya que es estructural al sujeto, la cuestión aparece en las particularidades que se podrían presentar en las contingencias del envejecimiento humano y las lecturas que la sociedad realiza. Sin que por ello supongamos que sea una experiencia de todo sujeto, ni tampoco que existan otros espacios de reconocimiento y deseo posibles. 

La metamorfosis que deberá experimentar el yo dará cuenta de un proceso esperable en relación a los ideales sociales actuales y a la propia relación del sujeto con el otro. Es allí donde surge la dificultad del sujeto de posicionarse frente al otro cuando su lugar es cuestionado por la falta de ideales sociales sobre esta etapa vital. Más allá de las variantes estructurales e históricas que hacen que cada sujeto se defienda de maneras siempre singulares. 

Mannoni (1992) enfatiza esta posición al señalar que:

El derrumbe psíquico de ancianos enfermos, aislados o mal tolerados por su familia o por la institución, se debe a que en su relación con el otro la persona de edad ya no es tratada como sujeto, sino solo como un mero objeto de cuidados. Su deseo ya no encuentra anclaje en el deseo del Otro. En su relación con el otro, el anciano instala juegos de prestancia y oposición de puro prestigio. La rebeldía es la única manera de hacerse reconocer, y la forma en la que puede subsistir una posibilidad de palabra. No preparados para vincularnos con las personas de edad, nuestra sordera nos quita recursos para que vuelvan a arrancar como sujetos deseantes (Mannoni, 1992: 24-25). 

Desde esta cita podemos entender cómo frente a la posibilidad de ya no ser interesante, atractivo o deseable para el otro, aparecen otras alternativas por fuera de los marcos del deseo que llevan a lo que esta psicoanalista denomina experiencias gozosas, las cuales no refieren al disfrute, sino por lo contrario a un tipo de relación con el otro por la vía del padecimiento. 

Mannoni (1992: 10) remarca que "la persona se aferra a las vías del displacer por no poder poner en palabras la vivencia de un presente en el que el sujeto ya no encuentra su sitio. La mirada del otro, lejos de ser un soporte, lo fragmenta". 

Si el yo se presenta particularmente en el espacio de la visión como imágenes que buscan captar el deseo del otro, la mirada del otro puede dar o no cabida. 

En algunos momentos de la vejez, hallamos que la ilusión frente al espejo puede devenir en ruptura más que en encuentro, ya sea porque el otro no refleja ningún aspecto deseable, como el sentirse útil, importante, bello, poderoso, lo que podría generar, en ciertos casos, que se produzca una distancia entre el cuerpo y el sujeto. Sin embargo, la relación del sujeto con el otro no se reduce a lo que Lacan denomina "registro imaginario", basado en las integraciones de imágenes que identifican al sujeto con el yo desde una cierta lectura del Otro, sino que existen otros modos de relación que llevan al sujeto a poder sobrepasar esta dimensión. 

Por ello, Lacan se refería a un narcisismo suficiente cuando puede llegar a libidinizar el cuerpo propio y a un narcisismo insuficiente cuando aparece una rigidificación del yo con una incapacidad de libidinización del yo. 

Es importante tener en cuenta que este modelo teórico se refiere a experiencias que no son totalizantes a nivel del sujeto, sino que se establecen en relaciones, momentos y situaciones específicas, lo cual no invalida que en otras experiencias el sujeto pueda situarse de formas alternativas. 

El recorte que se desprende desde esta concepción del narcisismo permite situar este concepto más allá de una estructura psicopatológica y puede dar cuenta de la incidencia de los ideales sociales en las lecturas del sujeto y su relación con el deseo entre el sujeto y el otro. 

Fuente: Ricardo Iacub, "Identidad y envejecimiento", Capítulo 4 "La perspectiva psicoanalítica sobre la vejez"

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Vejez: El tercer despertar sexual.


INTRODUCCIÓN
El presente texto resulta de una deuda que tengo desde los comienzos de mi práctica analítica. Empecé dedicándome a la investigación y elaboración de los conceptos sobre la pubertad, pero quienes entonces me estimularon a trabajar el tema fueron no solo los adolescentes, sino, principalmente, los pacientes de la llamada edad media de la vida. En sus relatos escuchaba la importancia del despertar puberal, segundo en la serie propuesta por Freud , que reverberaba en los síntomas que presentaban. En aquellos años, preocupada por el segundo despertar, no pensé que podría hallar un tercero.


La clínica con pacientes gue atraviesan la edad media de la vida me llevó a postular la idea del tercer despertar. Siguiendo a Freud en sus Tres ensayos... sobre la sexualidad humana, en el tercer despertar leemos los ecos retrospectivos del segundo -propio de la pubertad- y del primero -de los tiempos de la infancia. El psicoanálisis, a diferencia de la psicología evolutiva, nos enseña que la estructura no está garantizada desde el origen, sino que se requieren ciertas condiciones para que esta se produzca. Los "títulos en el bolsillo" que inscriben las tres identificaciones en la primera vuelta edípica, se ponen a prueba en la pubertad y en el mejor de los casos promueven e! segundo despertar, si es que se cuenta con e! recurso al fantasma como respuesta frente al deseo de! Otro, condición que posibilita el encuentro con el partenaire. En el neurótico este encuentro no es sin inhibición, síntoma y angustia, es que a partir de la pubertad se juega la articulación freudiana entre la sexualidad y la muerte.


Cuando por ciertas contingencias de la vida dicha articulación se desanuda, el encuentro con el partenaire adquiere ribetes bizarros y aparecen efectos a nivel de la imagen del cuerpo, la que no funciona como tal. A su vez, la muerte, más cercana en el horizonte en la edad media, y las irrupciones de lo real del cuerpo pueden propiciar u obstaculizar ese tercer despertar, el que tiene como condición necesaria, mas no suficiente, el primero y el segundo.

MANIFESTACIONES CLÍNICAS
La renuncia a la sexualidad en esos tiempos de la vida narcotiza tanto a hombres como a mujeres e impide acceder al tercer despertar.


La objeción esgrimida por el varón recae sobre el órgano, que por temor a su desfallecimiento no funciona como representante fálico de su goce, y la mujer arruga porque su cuerpo ya no presenta el brillo fálico que oficia como polo de atracción del otro sexo. En ambos casos retorna el trastocamiento de la imagen del cuerpo que inaugura la pubertad.


En uno de sus primeros escritos, Primeras aportaciones a la teoría de las neurosis, Freud hace referencia a la angustia que surge en el período climatérico de las mujeres y durante la edad crítica de los hombres. Subraya que es la última gran elevación de la necesidad sexual. Fue precisamente la connotación de "última" la que me llevó a pensar en e! tercer despertar.


Dice Freud: "Hay hombres que pasan, como las mujeres, por un periodo climatérico, y contraen en la época de declinación de su potencia y elevación de la libido una neurosis de angustia”. “La angustia que surge en la edad crítica del hombre precisa distinta explicación. En este caso no hay disminución de la libido, pero en cambio tiene lugar, como durante el período climatérico de la mujer, un incremento de la producción de la excitación somática tan considerable que la psique resulta relativamente insuficiente para dominarla” Este párrafo remite al despertar de la pubertad, cuando la irrupción de lo real del cuerpo trastrueca tanto lo imaginario como lo simbólico, irrupción pulsional que desborda el orden fálico.


En el mismo texto se lee que: "[ ... ] en la época de la menopausia ha de intervenir también la repugnancia que la mujer ya envejecida siente contra el exagerado incremento de su libido''.


Freud homologa los fenómenos que se presentan en el ataque de angustia (las palpitaciones, la aceleración del ritmo respiratorio, los sudores, la congestión) con los que se observan en el coito. De ahí que el pudor de las mujeres por los sofocos, los calores, sea pudor por las "calenturas"; esas que Freud nombra como incremento de la libido -esta es una idea que sostiene hasta el final de su obra en los textos sobre la feminidad.


En Ensayos sobre la vida sexual y la teoría de las neurosis dice: “Es sabido, y ha dado ya mucho que lamentar a los hombres, que el carácter de las mujeres suele cambiar singularmente al sobrevenir la menopausia y poner un término a su función genital. Se hacen regañonas, impertinentes y obstinadas, mezquinas y avaras, mostrando, por tanto, típicos rasgos sádicos y eróticos-anales, ajenos antes a su carácter”. Ubica la causa de la transformación del carácter en una regresión a la vida sexual sádico anal.


En La dirección de la cura y los principios de su poder, Lacan relata el caso de un obsesivo de edad madura y espíritu desengañado que en su menopausia se excusa por la impotencia que lo aqueja. Él le propone a su amante que se acueste con otro hombre y ella, que acuerda con este deseo, le cuenta un sueño que tiene esa misma noche: ella tiene un falo, lo siente bajo su ropa, y también una vagina. Desea que ese falo se introduzca allí. El relato del sueño le permite a él recuperar de forma inmediata su potencia fálica. Pero Lacan no atiende a la excusa de la menopausia del paciente e interpreta el rechazo de la castración, que siempre es del Otro, de la madre en primer lugar.


Por sus efectos, e! sueño de la amante apunta a satisfacer el deseo de su partenaire más allá de su demanda. Es por cómo opera e! falo en el sueño que recupera e! órgano que lo representa. Es que además de soñar, ella le habla y le muestra lo que no tiene. El mensaje de su sueño, dice Lacan, es que tener el falo no le impide desearlo.


La respuesta obsesiva, tal como se advierte en estas citas de Freud y de Lacan, obtura la posibilidad de recuperar el deseo por la vía del orden fálico y el argumento menopáusico justifica el estado de renuncia al deseo, manifestando los signos de la hipocondría.


Las expresiones hostiles que Freud observa en las mujeres en la época de! climaterio son efecto del estadio previo al complejo de Edipo, aquel donde la niña reprocha a la madre no haberla dotado del falo, que retornan bajo la forma de rasgos de carácter; adoptan una posición reivindicatoria que las muestra muy amargas. Desde otra perspectiva, Lacan señala que en la mujer se reabre la herida de la privación fálica, haciendo consistir la presencia del órgano del hombre.


Durante el climaterio, la mujer supone que el varón no se ve afectado por el mismo por el hecho de que para él queda intocada la posibilidad de la reproducción. Como ella resulta privada de la posibilidad de concebir un hijo, confunde el atributo masculino -que en este terreno no tiene límites- con su uso en el campo de la sexualidad. Malentendido habitual que expone la no relación sexual entre los seres parlantes.


La gran encrucijada con que se enfrentan tanto los hombres como las mujeres en este momento de la vida está en que no cuentan con recursos para responder al incremento de la libido y la irrupción pulsional que conlleva. Es en este punto que Freud homologa el climaterio con la pubertad.


SEXUALIDAD y MUERTE
El olvido del nombre Signorelli, luego del exhaustivo análisis que realiza, conduce a Freud a articular magistralmente la sexualidad con la muerte.


Es un hombre maduro, con claros signos de impotencia quien hablando sobre las costumbres de los turcos le dice al maestro: "Tú sabes muy bien, señor (Herr), que cuando eso no es ya posible pierde la vida todo su valor''. Mientras que aceptan la muerte con total naturalidad, se desesperan cuando la sexualidad no funciona, pues la estimación sexual está por sobre todas las cosas.


Sexualidad y muerte constituyen la fórmula de la implicación material, esa que dice que no hay una sin la otra. Cuando se produce el desanudamiento de dicha fórmula, e! resultado se inclina hacia el costado de la muerte, adormecimiento del deseo, o toma los ribetes de la perversión.


El tercer despertar solo se vuelve posible si muerte y sexualidad renuevan su anudamiento en el delicado tiempo de la llamada "edad crítica"; crisis de la vida por estar la muerte más cerca en el horizonte de lo posible, afectando con su sombra el campo del deseo. Freud nombra este momento de la vida como "edad peligrosa”.


En las mujeres se traza el fin de la posibilidad de la concepción, de la trascendencia a través de los hijos, hito fundamental en relación con la condición mortal humana. Pero si la ecuación simbólica niño=falo se inscribió en la estructura, esta no se pierde con el fin de la concepción biológica. Aun así, la proximidad de la muerte en el horizonte la desestabiliza, al menos es lo que ocurre en algunos casos. La sexualidad queda desplazada por la muerte y produce una sustitución tal que la renuncia a la primera supone la conservación de la vida.


En su libro La menopausia. El deseo inconcebible, Marie Christine Laznik postula la siguiente hipótesis: "En la menopausia la mujer pierde la falicidad de lo materno y la de la imagen corporal erigida fálicamente”. Siguiendo a Helene Deutsch sostiene que la renuncia a la sexualidad en las mujeres se debe a la peligrosidad del encuentro incestuoso que representa una mujer deseante en la edad madura.


Pero como dije anteriormente, y esta es la lectura que hago de la hipótesis de Laznik, si la falicidad materna inscribió la ecuación, esta no se pierde, y en lo que atañe a la pérdida de la imagen corporal, esta es un hecho de discurso, por ejemplo cuando se dice que con la edad el deseo sexual disminuye, arrastrando con ello la renuncia a la libido.


Un caso contrario a este fenómeno de discurso es el de un señor que después de ser sorprendido por un grave infarto, entre cuyas consecuencias podía temer la impotencia, reencuentra la erectilidad en un nuevo goce, que por una contmgencla particular lo reubica de otro modo en el discurso que sostenía. Es que la "muerte súbita" como posibilidad aceleró un despertar que lo sacó abruptamente de la pesadilla del aburrimiento. En este caso, muerte y sexualidad reanudaron el pacto con la vida.


POSIBILIDAD DEL TERCER DESPERTAR
El trastrocamiento de la imagen del cuerpo en las mujeres, situada en el cuerpo como falo, y en los varones, en el órgano como caída del mismo, demanda la creación de nuevos velos que permitan recuperar el valor del falo en su dimensión significante del deseo. El hombre, cubriendo su órgano, y la mujer, la totalidad de su ser. Crisis del ocultamiento y develamiento del falo como motor de la seducción femenina, pero que también atañe a los varones.


La renovación de la mascarada cumple su función si una mujer se ofrece al deseo del hombre como objeto fálico para que él recupere su potencia y renueve un despertar de la detumescencia tan temida en el fantasma masculino - tal es el caso que relata Lacan de su paciente obsesivo menopáusico.


La mirada de una mujer pone erecto el valor fálico del hombre esto es lo que dice Lacan sobre la mascarada, ese que en el humano actúa a nivel simbólico. Sostener la mascarada permite la circulación de la falta: dar lo que no se tiene a alguien que no lo es.


Una mujer está atenta a la mirada del hombre, hecho que desde la perspectiva de la pulsión remite al segundo tiempo de la misma. El asunto para ella es atreverse a "hacerse mirar'; es decir, a hacerse objeto del deseo del Otro, lo cual implica no haber renunciado a su condición deseante. Para una mujer, la mirada del hombre garantiza su identidad femenina. Cuando la imagen del cuerpo entra en crisis, como ocurre en la menopausia, su búsqueda se centrará en esa mirada que le rearme la imagen, siempre y cuando no esté en posición de renuncia o de reivindicación frente al otro sexo. La importancia de la imagen del cuerpo está dada por la recuperación fálica que conlleva.


En los varones, la pregunta por el funcionamiento del órgano (si tiene o no erección, la duración de la misma, la frecuencia, etc.) puede culminar, en algunos casos, en la hipocondría, como si se tratara de una enfermedad que tiene remedio desde el discurso médico.


EL TERCER DESPERTAR ES POSIBLE SI SE REINVISTE LA IMAGEN DEL CUERPO.
Sin investidura libidinal de la imagen del cuerpo no hay encuentro erótico con el otro. Es decir que si el otro no la inviste con su mirada, con su voz, con los objetos de la pulsión, la imagen se derrumba. En los análisis con pacientes de edad media, en el tercer despertar escuchamos el eco retrospectivo del segundo y del primero, siempre y cuando estos hayan tenido efectos propiciatorios.


A veces sucede que en lugar de este tercer despertar se observan manifestaciones grotescas como las del viejo verde o la mujer madura que se hace la pendeja, bizarrías que recuerdan que de lo sublime a lo ridículo hay un solo paso. En el otro extremo está la renuncia libidinal a favor de la sublimación, abdicación adjudicada, sobre todo por las mujeres, a lo irremediable del envejecimiento corporal. En este caso resuenan los ecos retrospectivos de la latencia, pero puestos en el lugar de! Ideal que sostiene que antes de la pubertad, con su irrupción pulsional traumática, hubo una época donde estudiar, investigar, protegía al sujeto de la sexualidad y de la muerte.


Se impone recordar, a propósito de la imagen del cuerpo, la función del estadio de! espejo en tanto originaria. La constitución del narcisismo que opera en la relación i(a) - i’(a) inviste libidinalmente la imagen que se hace deseable para el otro, siempre y cuando sea reconocida como tal. La salida del espejo plano hace posible e! pasaje de! yo ideal al Ideal del yo, quedando bajo su protección la imagen del cuerpo...


La segunda identificación, que es la que arroja la donación del rasgo unario, estabiliza la función del espejo en relación con la imagen narcisista, esto quiere decir que no hace falta asegurarla todo el tiempo. Los cortes que los cambios en lo real del cuerpo producen, amenazan e! retorno del yo ideal en una relación de dependencia absoluta de la mirada del Otro. Se produce la afánisis del cuerpo y el soma retorna bajo manifestaciones hipocondríacas -lo cual es muy frecuente, como ya señalé, en los varones. En las mujeres se presenta por la caída de la mascarada.


Solo si se cuenta con una pantalla, con un fantasma, alguien puede "hacerse mirar"; es que la función del fantasma resulta indispensable para el encuentro libidinal con el otro. Pero si el objeto a no cuenta con la investidura libidinal, envoltura narcisista que hace deseable a un sujeto, aparece en su faz de desecho y la salida es la melancolía.


Entre un hombre y una mujer, el lugar del falo está en la parte inferior de las fórmulas de la sexuación. La lógica no simétrica del lado hombre y del lado mujer asegura la posibilidad del encuentro entre los sexos. El varón apunta al objeto a causa de su deseo, al recorte del cuerpo de ella que hace de fetiche virtual que enciende su erección (el zapato de tacón alto, la media calada, etc.), sosteniéndose de su falo, que está de su lado en las fórmulas. Falo positivizado con su función eréctil, lo que debe ser corroborado en la mirada de ella. Ella, en tanto mujer, debe reconocer que el falo está en el campo de él y que de eso ella carece.


Esta lógica mínima del deseo se ve amenazada en el tercer despertar. El varón teme no funcionar con su órgano y la mujer, con la imagen de su cuerpo. Si el espejo le indica su caída, no podrá ofrecerse como a bajo algún recorte de su cuerpo y, por ende, tampoco podrá dirigirse al varón reconociendo que el falo está en su campo.


La crisis de la mitad de la vida pone de manifiesto la lógica fálica en el campo del deseo. Cómo se ubica cada uno respecto de la lógica fálica propiciará el tercer despertar o lo hará quedarse dormido para siempre.


El durmiente cree salvaguardar su narcisismo. Bajo el peso del yo ideal del narcisismo especular convierte a este en autoerótico y no puede hacer lazo con el otro. Es que la demanda al espejo no es pulsional, es narcisista, y el encuentro con el partenaire erótico requiere que sea pulsional. Cuando es narcisista, el peso del yo ideal aparece en su versión estragante del superyó.


Las manifestaciones hostiles de las mujeres en "edad crítica'; como dice Freud, su amargura, se deben a que no cuentan como a causa del deseo, sino como objeto a abyecto, caduco, desecho. Del lado del varón, al quedar exacerbada su preocupación por el órgano, recrudece el narcisismo autoerótico, creyendo que lo que adormece es su pene, pero sin advertir su resistencia a despertar de ese peso.


Freud insiste en homologar la edad crítica con la pubertad.


Por mi parte, ya expuse los puntos en común, sobre todo los que desembocan en la imagen del cuerpo como condición para el encuentro con el partenaire del otro sexo. De hecho es el cuerpo la objeción fundamental para evitar el encuentro. Más aún, si no hay segundo despertar, el tercero puede presentarse como retardo del segundo.


Asimismo remarqué una diferencia entre ambos tiempos de la vida. La muerte, más cercana ahora, vuelve a poner en jaque toda la estructura deseante y las manifestaciones hipocondríacas se presentan cuando no se cuenta con la veladura que el cuerpo hace del soma. Reaparecen las fallas de la tercera identificación, afectando el campo de lo imaginario.


Si se acepta la presencia de un tercer despertar, la función del analista tiene una especificidad: recrear el juego, la sublimación y la mascarada que hagan posible el encuentro sexual con el otro, reanudando así sexualidad y muerte.


Vaya todo mi agradecimiento a aquellos pacientes de la edad crítica que con sus amores otoñales y sus segundas primaveras me enseñaron, me hicieron pensar clínicamente, este concepto del tercer despertar.

Fuente: Silvia Wainsztein “LOS TRES TIEMPOS DEL DESPERTAR SEXUAL“ CAP 9 “El tercer despertar”

viernes, 24 de noviembre de 2017

Cambios psicológicos y adaptación a la vejez.


Introducción


El concepto del envejecimiento sólo es comprensible en un marco de una cultura específica y está condicionado en gran medida por variables históricas y socioeconómicas, el concepto de vejez se genera en gran medida de las costumbres, y los mitos y representaciones sociales, entre las que se incluye la autopercepción que de ella tiene cada persona (Abellan, 1996).


La representación social de la vejez, está dada por un consenso de valores, normas, creencias y sentimientos que regulan las 'expectativas', actitudes y conductas de los demás grupos etarios y de los ancianos, entre ellos y consigo mismo. (Rodríguez, 1994).


Desde el punto de vista psicológico los rasgos sociales de las últimas décadas han influido notoriamente en la imagen de la vejez. La sociedad occidental actual se caracteriza por ser altamente competitiva con una relación dialéctica entre la producción y el consumo y la oferta y la demanda. En esta escala valorice, el anciano es visto como un ser poco productivo y que genera básicamente consumos de salud. Es también una sociedad efectista en que predomina la lógica de la eficiencia sobre los valores como la gratitud, la bondad y la cultura, en que lo que no es de rendimiento inmediato y no tiene un valor de utilidad tiende a ser poco considerado. Por otra parte, ha ocurrido una masificación con una mayor importancia del desarrollo urbano sobre el rural y con una pérdida de: los espacios de encuentro y de vida. Desde el punto de vista valórico la moral se ha vuelto relativista en conceptos universales como la verdad, la justicia, la responsabilidad, la honestidad, el amor y el respeto, y se efectúa una aplicación valórica diferente en los ancianos.


Otros elementos sociales que inciden negativamente en la valoración de los ancianos es el rasgo de aceleración provocado por las transformaciones tecnológicas, politicas, e'ponornicas y Luiturales. Aun en los adultos jóvenes se da el llamado shock del futuro. el temor a quedar atrasado en relación a la vertiginosidad de los cambios, y aunque el anciano cuenta con capacidad de adaptación mantenida, presencia limitaciones en la rapidez con que lo logra. A esto se agrega el predominio de la familia nuclear sobre la extendida con una pérdida de los espacios de convivencia entre los adultos mayores y las generaciones más jóvenes: lo que disminuye la transmisión oral de la cultura y despoja al anciano de uno de sus roles sociales fundamentales.

Sin embargo, en la última década y en parte debido a la actitud de lucha de los propios adultos mayores, algunos de estos rasgos están variando y se aprecian signos crecientes de sensibilidad y solidaridad, y sensibilidad frente a la importante tarea de los adultos mayores de encontrar un modo y sentido a su existencia para la extensión de la vida cronológica que los avances en salud han proporcionado a este grupo etario.


Un ejemplo de esto es la nueva teoría de la selectividad de  Carstenten, que ha reemplazado a los antiguos conceptos de pérdida de la actividad o de desvinculación propuestos por Cummings y Henry, en que se enfatizaba que en la vejez se dejan las actividades y abandonan los lazos sociales ya sea, por propio deseo o; motivados por el hecho de ser rechazados. El concepto selectividad se refiere a que las interacciones sociales en la vejez se eligen por razones y funciones específicas. Este autor ha demostrado que los adultos mayores tienen preferencias distintas a los jóvenes, tendiendo a buscar más las interacciones con personas familiares para ellos, más que buscar nuevos contactos. Desde esta perspectiva el desvincularse puede ser más bien una forma de mayor tranquilidad y satisfacción y no un mecanismo de escape frente a un problema que no se sabe enfrentar.


La situación sociocultural del siglo pasado ha generado una autopercepción psicológica del adulto mayor caracterizada por pérdida de la autoestima en que predomina la idea de no contar para otros y de que los demás no cuentan con él, lo que llevan un cierto grado de marginación social (Derouesné, 1999). En muchos adultos mayoress se produce una disminución de la facilidad de adaptación, la cual está dada por las cambiantes características del mundo, por elementos psicológicos y económicos personales. En las personas con poca proyección individual y con niveles bajo de actividad intelectual, esto puede incluso originar una pérdida del significado de la vida.


En la actualidad, desde la perspectiva del desarrollo humano, se considera el envejecimiento como un proceso adaptativo en que intervienen factores psicológicos. sociales y culturales. (Denoux, 1999) caracterizado por ser complejo, asincrónico, con diferencias entre los grupos y en un mismo individuo; por otra parte, varía de una generación a otra y de acuerdo al contexto sociocultural en que ocurre.


En esta perspectiva, se plantea que junto a la disminución de algunas funciones hay una utilización efectiva de otras que se conservan e incluso algunas que se pueden desarrollar. El concepto vigente en la actualidad sobre envejecimiento psicológico es una etapa evolutiva otorgando más importancia al potencial de la vejez que a los detrimentos (Cohen, 2009).


La vejez posee tareas y preocupaciones propias y la forma de enfrentarlas depende en gran medida del tipo de vida anterior, de su aceptación, del grado de madurez psicológica, del tipo de relaciones interpersonales creadas y dei desarrollo intelectual.


Los estudios muestran que hasta el final de la vida la salud y la actividad son elementos que enriquecen el quehacer de los ancianos y que cuanto mayor haya sido el desarrollo intelectual de la persona, más variadas y satisfactorias siguen siendo sus experiencias y actividades (Calven, 1997; Claver, 1998).


De esta manera la vejez se convierte en una tarea individual, probablemente la más importante de la vida, siendo la forma de vivirla responsabilidad de cada persona, quienes deben tener clara la necesidad de prepararse para esta etapa, asumir sus limitaciones e introyectar el concepto de salud relativa o suficiente, que implica utilizar de la mejor manera posible las capacidades aun en presencia de enfermedades crónicas. Envejecimiento por sí mismo no significa una disminución de los estados emocionales subjetivos ni de la forma de vivenciarlos o describirlos (Fernández, 2000).


Una vivencia de mucha significación es saber que tras esta fase evolutiva no hay otra y que la crisis final, es decir, la muerte, es también una responsabilidad personal y que su preparación le da un carácter existencial propio al envejecimiento (Valdez, 2000). Por esta razón nadie puede aceptar el envejecimiento sin algún grado de dolor ya que la experiencia de finitud produce en todos una experiencia dolorosa.


Los aspectos psicológicos y psicosociales del envejecimiento han sido poco estudiados por la psicogeriatría, cuyos mayores avances se han dado en el campo de las enfermedades. Asimismo, la psicología, incluyendo la psicología evolutiva, sólo desde la aparición del concepto de ciclo de vida se ha ocupado del envejecimiento, aunque la mayoría de las investigaciones se refieren al estudio de la inteligencia y de los procesos cognitivos. Sólo en la última década se ha puesto énfasis en el estudio del envejecimiento normal,y otros aspectos psicológicos de Ia vejez. como los afectivos, la identidad, la forma de enfrentar conflictos, la calidad de vida, las posibilidades y formas de adaptación al proceso. Los conocimientos son por ello aún fragmentarios y son todavía escasos, no existe un modelo integrador adecuado aún (Derousné, 1999) aunque la tendencia es hacia un enfoque gerontológico que se preocupa de los aspectos positivos de la vejez, de las posibilidades de mantención y desarrollos de funciones, dando importancia a conceptos como satisfacción con la vida, bienestar y realización.


Algunos de los factores que hacen difícil, desde el punto de vista metodológico, la investigación de la psicología normal del envejecimiento son las que se muestran en la Tabla 2, lo que también en parte explica el lento avance en esta área del conocimiento:


Modelos de estudio del envejecimiento


En la psicología del envejecimiento se pueden Considerar los siguientes enfoques: experimental y cognitivo, de la personalidad y social, de la salud y del comporta miento y a la longevidad y envejecimiento exitoso. Esto revela la naturaleza interactiva de los cambios relacionados con la edad y las diferencias del comportamiento en los adultos mayores. El conocimiento de la psicología normal del envejecimiento es fundamental para que los profesionales que trabajan con adultos mayores cuenten con un estándar contra el cual contrastar el envejecimiento patológico. El envejecimiento psicológico de un individuo es el resultado de sus vivencias, experiencias estilo de vida, características psicosociales y la percepción que el adulto mayor,tenga de sí mismo. Para conocer la psicología de un anciano es necesario tener una visión integral y valorativa de una multiplicidad de factores, como son su personalidad con sus elementos afectivos, volitivos, instintivos cognitivos, como así también su condición física, situación funcional, las patologías que ha sufrido o sufre y su repercusión psíquica.


Esta tarea de gran complejidad es la que debe efectuar el clínico, sin embargo al estudiar sólo a adultos mayores lo que se obtiene es una psicología de los viejos y no una del envejecimiento; por lo tanto, el enfoque actual es estudiar la psicología del envejecimiento en la perspectiva del desarrollo vital y, enfatiza la continuidad de los patrones de conducta a través de toda la vida.


Personalidad y envejecimiento


La personalidad y su influencia en la vejez presenta una condición de complementariedad: el envejecimiento afecta a la personalidad, pero también la personalidad o dimensiones de ellas influyen en la forma de envejecer. Ha sido un tema principal de la psicología. Hasta hace algunos años la mayor- parte de los resultados obtenidos se basaban en un análisis de corte psicoanalítico. Sin embargo los avances de la neurofisiología, la bioquímica, la psicofarmacología, el diagnóstico por imágenes y otros han variado esta situación y el concepto de personalidad en la actualidad se basa más bien en una orientación biológica en cuanto a su sustrato; sin desconocer los elementos psicológicos puros, su estructura se explica más por rasgos que por estratos. La medición se hace por instrumentos de autoevaluación y medición de expertos más que por tests subjetivos.


Los rasgos se definen como funciones complejas resultantes de la acción integrada y conjunta tanto de funciones psíquicas como de estimulas del mundo existencial, y entre los más estudiados se encuentran las características emocionales, el estilo de relación interpersonal, el estilo experiencia!, dado por las funciones cognitivas, y el estilo motivacional.


La personalidad es concebida como un concepto global, lo mil es único o característico de un individuo, y si bien existen distintas teorías. algunas incluso contrapuestas, las investigaciones sobre el desarrollo de la personalidad muestran que: (Costa et al., 1986; Hann el al., 1986: Fierro, 1994).


1. Existe una gran estabilidad de la personalidad a lo largo del curso de la vida adulta y de la vejez, cuando ésta es medida objetivamente como por ejemplo a través de auto - reportes escritos que a través de test subjetivos.


2. La evolución de la vejez es distinta según los diferentes tipos de personalidad ya que los diferentes tipologías se adaptan o responden de manera diferente a los hechos vitales, incluyendo el envejecimiento.


3. La vejez como proceso evolutivo tiene mayor posibilidades de éxito en aquellas personalidades que han mostrado un mejor ajuste previo en la vida.


4. Existen diferencias de género que pueden relacionarse con los acontecimientos vitales o los roles propios. La autoestima se mantiene á niveles similares a los de la adultez en la vejez.


5. Hay diferencias de género características. Con la capacidad propia de los grandes novelistas, Simón de Beauvoir enunció estos conocimientos actuales: Los vicios conservan las cualidades y los defectos que siguen siendo; así lo plantea también Ajuriaguerra: Se envejece como se ha vivido.


La estabilidad de la personalidad tiene implicancias significativas para los efectos causados por los cambios que se asocian a la vejez en los roles sociales, en el aspecto cognitivo, en lo físico y en la experiencia vital; por otra parte, esta característica debe ser tomada en cuenta al diseñar intervenciones preventivas o educativas y/o terapéuticas en relación al bienestar psicológico de los adultos mayores a su estilo de adaptación, a la percepción que ellos tienen de su salud, a la conducta con respecto a ella ya la forma en que establecen sus relaciones interpersonales.


Los diversos estudios señalan que los estilos de personalidad asociados con mejor adaptación en épocas más tempranas de la vida tendrán mejores resultados en la vejez. El ciclo vital es visto como una estructura que elabora un proceso en que se alternan periodos de construcción y de reconstrucción sobre lo ya vivido.


En el análisis de la personalidad se han medido como factores de intelecto, la complacencia, la satisfacción, la extraversión y la energía. Todos estos componentes son estables, excepto la energía, lo cual-se explica por los cambios biológicos asociados. Por otra parte la mayor estabilidad del rasgo independencia en la personalidad parece asociarse con una mayor expectativa de vida.


En otros enfoques, la personalidad es estudiada según el llamado modelo de los cinco factores, que incluye neuroticismo, extraversión, apertura, empatía y autoconciencia, en que también se enfatiza el predominio de la estabilidad de la personalidad sobre el cambio. Por supuesto que las variaciones son importantes y que en general las mujeres son más asertivas en esta época de la vida, mientras que los hombres tienden a ser más afectivos. La mayor parte de los estudios demuestra que la personalidad como un todo se mantiene estable después de los años. De ahí entonces la importancia de desarrollar desde la infancia y hasta la adultez joven todas las medidas necesarias para lograr una personalidad sana que permita garantizar la estabilidad psicológica y conductual en la vejez.


Por otra parte hay que considerar que en muchos ancianos la autoestima y el hecho de ser valorado por otros, elementos básicos de la seguridad personal, se mantienen o acentúan con los años. Además, es frecuente que los adultos mayores encuentren o busquen en esta etapa nuevos roles o la forma de mantener su roles habituales sin que haya un cambio significativo en su estatus social. En la conducta social los adultos mayores tienden a valorar mucho más que los jóvenes el concepto de territorialidad en lo espacial y personal, sobre todo en situaciones de crisis psíquicas o físicas, y su actuar está muy condicionado por un comportamiento denominado "nidícola" en que se buscan los medios y situaciones que les hagan sentirse seguros, homologándose esta actitud a la del feto en la vida intrauterina.


Orientación cognitivo-conductual


Un elemento fundamental del envejecimiento es lograr la adaptación a los cambios biológicos y sociales. La vejez como componente del ciclo vital tiene como grandes tareas la adaptación a pérdidas y lograr una adaptación saludable a la realidad del envejecimiento y la muerte. En esta tarea influyen características individuales como son el estilo cognitivo, las estrategias de afrontamiento, las competencias y el autoconcepto, de forma que el proceso de adaptación se relaciona más con el tipo de personalidad que con la edad.


El estilo cognitivo, que es la forma en que se organizan e interpretan los estímulos externos, se expresa, entre otros, por el llamado locus de control, que se denomina interno o externo dependiendo de dónde se localice el sentimiento de control sobre lo que sucede en un individuo y el lugar desde donde surgen las soluciones. La vivencia de poseer un locus interno es una dimensión de la personalidad que influye positivamente en el manejo del estrés; estas personas tienen mayor capacidad de adaptación y se ha demostrado que se asocia una mayor inteligencia.


La posesión de un locus interno de control es un signo de madurez y se alcanza plenamente en la adultez joven. Existen periodos evolutivos en que no es posible sentir así pasada esta etapa, como son el caso de la enfermedad y algunas situaciones de la vejez.


Se ha demostrado que este tipo de estilo cognitivo se mantiene estable a través de la vida, y por lo tanto los adultos mayores que la poseen pueden enfrentar de mejor manera la adaptación que sig.nitlea está edad. En este sentido, los adultos mayores presentan una estrategia de afrontamiento de los problemas que generan estrés, utilizando más bien estrategias centradas en las emociones, las cuales son más pasivas que confrontativas, más personales y con una orientación a controlar los sentimientos ansiógenos que a la modificación de las circunstancias. Este tipo de estrategia es más útil en relación en las situaciones de estrés que se generan en la vejez. Así, los ancianos, frente a situaciones poco modificables, utilizan estos mecanismos que son más adaptativos (Spar et aL, 1997). De esta forma las respuestas emocionales que utilizan pueden ser consideradas más bien un signo de desarrollo de la personalidad que de limitación, sobre todo si la situación a enfrentar es de difícil solución a través de la acción. Entre estas tareas propias de la vejez se destacan la asunción de una serie de temores y pérdidas destacándose entre las más comunes la pérdida de posición social, solvencia económica, roles y estatus, el deterioro corporal, producto del proceso de envejecimiento, la aparición de limitaciones físicas y molestias derivadas de la presencia de enfermedades crónicas o agudas, el temor a la pérdida de la independencia, los cambios de residencia; el perder la autonomía, convivir con hijos o familiares, necesitar ser cuidado en una institución, la presencia de duelos y pérdidas frecuentes, la pareja, los amigos, los pares y por último la incertidumbre frente a la propia muerte (Ferreyeral., 1994).


Del uso de estas habilidades se generan los patrones de adaptación y afrontamiento de los viejos, los que son Más reflexivos, efectúan introspección y la interioridad con mayor frecuencia y son más capaces de confrontar el concepto de de finitud de la existencia.


Vejez y control sobre la propia vida


El mantenerse autónomos, con capacidad de decisión en lo que respecta a la propia persona; es una de las tareas fundamentales de la vejez. Para ello es necesario que el adulto mayor mantenga responsabilidades que pueda cumplir el mayor tiempo posible y sobre todo que tome la decisión de cuándo dejarlas. Es también importante que mantenga actividades sociales independientes, en que pueda hacer un buen uso del tiempo libre. Debe tener información acerca de las situaciones específicas y cómo solucionarlas, ayudar, sentirse útil, reconociendo su capacidad de aportar algo importante hacia los demás.


Rasgos positivos de la vejez.


El envejecimiento como un componente de un ciclo vital implica una serie de condiciones psicoafectivas que ayudan a la autoestima, autoconciencia y a un envejecimiento exitoso, las que se señalan en la Tabla 3:


En relación a la salud, los adultos mayores tienden a responder a las campañas preventivas y seguirlas a nivel de su máxima capacidad, pero también reconocen en forma realista que muchos eventos peligrosos para la salud no pueden ser prevenidos. El apoyo social, considerado como una variable moderadora en la vida de los ancianos, ha sido estudiado por los mismos autores, quienes establecen una diferencia entre contacto social y apoyo social y que el balance final entre los amigos y la familia como apoyo favorece a esta última sobre todo en cuanto a continuidad, El apoyo social se relaciona fuertemente con la salud, especialmente en lo que se refiere a sobrevida.


La habilidad para enfrentar problemas es otro rasgo de personalidad muy estudiado, y se ha observado que aunque los adultos mayores tienen menos hechos vivenciales estresantes, su capacidad para enfrentarlos es excelente y que esta habilidad varía según sexo, ya que la distribución de estos eventos es diferente para hombres y mujeres, de tal forrna que la edad avanzada no es una limitante para enfrentar problemas y, más aún, que los adultos mayores tienen una extraordinaria resistencia para estas situaciones. Esta capacidad tiene fundamental importancia para lograr una adaptación saludable a la realidad del envejecimiento y la muerte.


Aspectos psicológicos de la salud en el anciano.


La autopercepción de la salud es un elemento significativo en el bienestar psicológico de los ancianos. Los adultos mayores tienden a percibir su estado de salud en mejores condiciones por un proceso de comparación con otros adultos mayores.


Aunque también es frecuente que con el envejecimiento aumente la sensación de vulnerabilidad corporal y exista una actitud de mayor observación de las funciones del organismo (Cohler et al., 1996). Su respuesta frente a los planes y programas de prevención y educación es positiva, con una adherencia mayor que la de los adultos jóvenes (Slegler es al.. 1996). La sensación de salud relativa o suficiente' genera en ellos una seguridad más significativa que les otorga el bienestar económico y/o las redes sociales de apoyo. Por otra parte, se ha demostrado que la percepción de malestar psicológico se asocia con mayor disminución en las actividades que la que produce los síntomas fisicos de las enfermedades crónicas que acompañan a la vejez.


Elergmann estudió, en 1997, la relación entre apoyo social y enfermedad cardiovascular y mortalidad. Se demostró que existen patrones de apoyo similares para hombres y mujeres y que también las consecuencias de un bajo nivel de apoyo son similares en ambos sexos. La mayor parte de los estudios en este campo demuestran una correlación fuertemente positiva entre apoyo social, salud física y mental y sobrevida en los ancianos.


En cuanto a vida sexual, se observa que la capacidad sexual se puede mantener hasta el final de la vida y que la vida sexual puede seguir siendo activa y mantenerse como un buen medio de comunicación y contacto emocional como resultado de un aprendizaje adaptativo en esta área de la personalidad.


Es pues con su habitual personalidad que los adultos mayores deben enfrentar el envejecimiento que les plantea como tareas fundamentales la adaptación a pérdidas: afectivas, económicas y laborales, el planteamiento de nuevas metas, pero a la vez saber usar el cada vez más creciente poder de la población adulta mayor para su desarrollo personal.


Así pues, podemos concluir que en la vejez se mantienen, con las diferencias individuales propias, los estilos de respuestas emocionales frente a los eventos, la capacidad y tipo de relaciones interpersonales, la actitud y habilidad experiencia, las actitudes y motivaciones.


Longevidad y envejecimiento exitoso


La longevidad y el envejecimiento exitoso son dos constructos diferentes, aunque a veces tiendan a ser considerados como equivalentes. Lo S conocimientos en este tema derivan fundamentalmente de los estudios de seguimiento longitudinales de cohortes de ancianos y de estudios de longevos.


La investigación sobre centenarios de Georgie (1992) en EE.UU., en que se compararon centenarios con octogenarios y sexagenarios cogni t ivamen te normales y viviendo en.la comunidad, a los Cuales se les estudió factores que se relacionan con envejecimiento exitoso como longevidad familiar, apoyo ambiental, características individuales, habilidades de adaptación, salud funcional y mental, nutrición y satisfacción existencial, ha mostrado los siguientes resultados:


1.Los centenarios obtienen mejores puntajes.en dominando, desconfianza e imaginación como rasgos de personalidad y más bajos puntajes en habilidades de enfrentamiento conductual. Así se demuestra la cia de la personalidad en las habilidades funcionales y salud de' los centenarios.


2. Los recursos cognitivos son menores.en centenarios no dementes que en los de menos 'edad, pero sus habilidades para resolver problemas se mantienen intactas. Tanto la salud física como la mental influyen en las funciones cognitivas de los muy ancianos y las personas con mejores funciones cognitivas tienden a mantener mejor sus actividades instrumentales de la vida diaria.


3. La religiosidad no cambia entre las cohortes menos viejas y las de más edad y parece relacionarse fuertemente con la salud física, pero no con la salud mental.


4. - En cuanto a hábitos de alimentación, los centenarios tienden más a tomar desayuno en forma regular, evitan las dietas y las grandes variaciones de peso y consumen ligeramente más vegetales que las otras cohortes.


Pero, por otro lado, tienden a comer menos las dietas bajas en grasa y cumplen menos las gulas nutricionales para prevenir enfermedades crónicas.


5. Al analizar la influencia de los factores económicos, sociales, salud mental y funciones cognitivas se demuestra que los recursos económicos se convierten en importante predictor del nivel de desempeño ce las actividades instrumentales de la vida diaria, al aumentar el envejecimiento, en especial después de los ochenta años.


Es evidente que los muy ancianos cuentan con menos recursos globales que los menos viejos, pero ellos se perciben en condiciones-comparables con éstos, ¿Están ellos usando técnicas especiales de compensaCión desarrolladas a lo largo de sus experiencias vitales que podrían aprenderse para llegar a esa edad? Los estudios realizados en Hungría Francia, Japón, México y EE.UU. señalan que existen diferentes caminos para llegar a la longevidad. Para algunos subgrupos de centenarios la tendencia genética y una historia familiar de longevos parecen ser el factor más determinante. Los estudios demuestran que más de la mitad de las personas cuyos padres han vivido más de 80 años también alcanzan esa edad. Para otros la clave parece ser su habilidad pata adaptarse eficientemente a las circunstancias vitales ya sea.por una inteligencia alta y habilidades para la solución de problemas o por poseer una personalidad de tipo adaptativo que se caracteriza fundamentalmente por considerar el trabajo una fuente de satisfacción y una visión de sí-mismos como socialmente útiles en un rol altruista, ya sea como cónyuge, padres; mentores, profesores o abuelos.


Los estudios sobre los más viejos pueden ser de gran importancia tanto para descubrir nuevos principios acerca del enVejecimiento o validar la consistencia de algunos de los actuales. Lamentablemente la investigación en este tema es escasa por las dificultades metodológicas, y prácticamente no existen trabajos que se preocupen. de las similitudes o las diferencias en los mecanismos del envejecimiento en estos grupos en diferentes razas, género, cultura y factores étnicos.


En resumen, se puede decir que para muchos individuos la vejez es una extensión de la edad madura con sólo algunos cambios menores en la salud fisica y ID mental. Más aún, la adaptación a estos cambios está dentro del rango de las capacidades habituales de un individuo y el uso de ciertas estrategias comportamentales a puede ayudar a mantener este patrón optimista del envejecimiento exitoso. Pero también existe lo que se ha dado en llamar "el lado oscuro de la gerontología" o "el precio del éxito" que se refiere a las implicancias de la sobrevivencia de los muy viejos frágiles, que significan un grave problema de salud pública, de costos en salud y de cuidado y para quienes lamentablemente no tenemos los medios para una atención digna y humanizada.


La longevidad está aumentando tanto para los ancianos exitosos y los frágiles y la definición de envejecimiento normal, como el envejecer sin enfermedad, es muy difícil de sostener en la actualidad. El nuevo enfoque plantea la tarea de evaluar las condiciones de los ancianos con un completo conocimiento de la variedad de condiciones sociales, económicas, psicológicas, médicas y psiquiátricas que pueden ser parte de un envejecimiento normal, y fijar entonces las expectativas para un envejecimiento exitoso o frágil para cada persona en forma individual.


Prevención en salud psíquica A.M.


Si bien la prevención en salud mental de los adultos mayores implica un cambio cultural en los áreas de educación, salud, urbanismo, trabajo, previsión social y muchas otras, existen conductas que pueden ser llevadas a cabo en forma individual o por los grupos que trabajan con adultos mayores, que pueden ser el inicio de este cambio cultural. Entre ellas se señala cómo es de gran importancia el respetar al anciano, el protagonismo de su vida, permitiéndole mantener la autonomía en la toma de decisiones cuando ello es posible en todos los temas, incluido el de la propia muerte. Evitar las actitudes paternalistas en el trato, valorando la capacidad de evolución propia de la vejez. Educar desde la infancia para la vida, la verdad, las alegrías, esperanzas, y también para el sufrimiento, los conflictos y la capacidad de enfrentar situaciones frustrantes.


En nuestro país es de fundamental importancia cambiar una' característica cultural propia, como es el eufemismo, el ocultamiento, el disimulo, que causan importantes problemas en la vida de los adultos mayores, quienes necesitan de la solidaridad, compañía, honestidad y esperanza, sobre todo en las etapas de enfermedad, agonía y muerte.


Actitud abierta hacia la propia vejez


Las teorías actuales sobre el envejecimiento exitoso plantean que, para lograrlo, es necesario poseer una actitud abierta hacia la propia vejez, la cual está basada en los sentimientos de eupatía, simpatía, autonomía y anastasis.


1. Eupatía: Este sentimiento se relaciona con una autovaloración adecuada como base para- sentirse bien. quererse a sí mismo, aceptarse, y utilizar el pasado con sus vivencias positivas ,y negativas, con las habilidades y experiencias adquiridas para el desarrollo en la vejez.


2. Simpatía: En esta vivencia emocional se conjugan el ser capaz de sentirse con los otros, sentirse bien con ellos y también sentirse bien a causa de los demás. Implica por un lado la autovaloración, como también la valoración de la vida humana en general. Con estas aptitudes psicológicas se puede salir al encuentro con los otros, desde la profundidad de la
vida interior.


3. Autonomía: El sentimiento de autonomia, desde el punto de vista psicológico, se refiere a la capacidad de todo ser humano de ser uno mismo en oposición a la heteronomía que consiste en la dependencia de los otros. En la vejez este sentimiento se expresa en la vivencia del adulto mayor, de valer por lo que es y puede llegar u ser más allá da las limitaciones que el envejecimiento causa.


4. Anastasis: Poseer este sentimiento significa ser capaz de levantarse, volver a ponerse de pie. En el adulto mayor crea la vivencia de que, a pesar de los años, se puede pensar, crear, actuar y producir al propio ritmo lo que le interesa. La anastasis ayuda a dar sentido a la vida hasta el final y es un elemento importante en el bien morir.

Fuente: Pilar Quiroga "Psicogeriatría", Cap. 1.1. Cambios psicológicos y adaptación a la vejez.