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lunes, 15 de agosto de 2022

¿Qué es la metáfora delirante? ¿De qué manera estabiliza a la psicosis?

 Lacan retoma la referencia de Freud a Fechner con relación al más allá del principio  de placer. En su seminario II comenta Más allá del principio de placer, señalando con  Freud el carácter fundamental del principio de placer, que fuerza al organismo a un  principio de inercia (el término es de Fechner) según el cual todo exceso de excitación es  descargado mediante una respuesta opuesta de igual magnitud, con el fin de mantener el  nivel de excitación estable. Lacan señala que, en los términos de su época, a este principio  se lo denomina homeóstasis. Pero lo que Lacan rescata del texto de Freud es que este  último no se contenta con las referencias a la energética tal y como son pensadas por la  ciencia de su época, sino que se percata de la paradoja a la que conduce el principio de  inercia: La compulsión a la repetición propia del sistema inconsciente termina siendo  dañina para el yo consciente. Es decir que, en la “máquina humana”, hay un mecanismo  defectuoso que impide el funcionamiento ideal planteado por la psicología del yo, a la que  Lacan critica rigurosamente en este texto. Lacan separa entonces al psicoanálisis  tajantemente de la manera en que la medicina entiende la noción de estabilización, o sea en  relación a un ideal de un funcionamiento adaptado al medio que garantizaría la  supervivencia del organismo. Esta separación puede deducirse a partir del siguiente apartado: “Este sistema tiene algo que molesta. Es disimétrico, no pega. Algo escapa en él  al sistema de ecuaciones y a las evidencias pertenecientes a las formas de pensamiento del  registro de la energética, instauradas a mediados del siglo diecinueve” (p. 98). 

Con todo, ya en su seminario III dedicado a las estructuras freudianas de las psicosis, Lacan retoma, en un principio, la noción de estabilización al nivel de la fenomenología para describir la evolución de la psicosis. Describe con ella uno de los estadios de la psicosis, en el que el sufrimiento del paciente a causa de sus síntomas cede en  cierta medida, y le permite un relativo funcionamiento en el mundo. Este es el uso de la  noción que encontramos en la siguiente cita: 

El Presidente Schreber relata con toda claridad las primeras fases de su psicosis. Y  nos da la atestación de que entre el primer brote psicótico, fase llamada no sin fundamento pre-psicótica, y el apogeo de estabilización en que escribió su obratuvo un fantasma que se expresa con estas palabras: sería algo hermoso ser una  mujer sufriendo el acoplamiento. (p.92).  

En esta cita, Lacan describe la historia de la enfermedad del Presidente Schreber en  un período de tiempo separado en tres estadios: Un período pre-psicótico, el primer brote  psicótico, y su consecuente estabilización. Intenta aislar el elemento que conecta la fase  pre-psicótica con la aparición del primer brote. No obstante, este no es el único uso de la  noción de estabilización en este seminario. Más adelante empleará este término de una  forma completamente distinta:  

¿Podemos hablar de compensación, y aún de curación, como algunos no dudarían en hacerlo, so pretexto de que en el momento de estabilización de su delirio, el  sujeto presenta un estado más sosegado que en el momento de su irrupción? ¿Es o  no una curación? Vale la pena hacer la pregunta, pero creo que solo puede hablarse  aquí de curación en un sentido abusivo (p.125). 

Si bien hace referencia al mismo estadio del que hablaba en la cita anterior, esta vez  le da un giro particular al término estabilización. Nótese que en esta cita Lacan hace referencia a la estabilización del delirio del sujeto, y no de su conducta. A partir de esta  distinción Lacan formula claramente la cuestión de saber si la estabilización del delirio  implica la curación del sujeto psicótico, y responde inmediatamente que no parece que sea  el caso. ¿Por qué? Porque el delirio no deja de portar la marca del desencadenamiento que  lo precede, dando cuenta de que este último desbarata la cadena significante que  estabilizaba la relación del sujeto con su realidad. Lacan denomina entonces al delirio como  “sustracción de la trama en el tapiz” (p.128), pues da cuenta de la incoherencia del tejido  significante que pierde su consistencia cuando es atacado por lo no simbolizado (forcluído)  por el psicótico.  

Vemos entonces cómo, en este pasaje, para Lacan la estabilización no está necesariamente ligada a la curación (tal y como esta es entendida por la medicina), y menos  aún al efecto de la intervención del analista. Designa más bien una tendencia del fenómeno  psicótico a detenerse en un cierto punto, el cual es pesquisable en un número de casos.  ¿Qué es, entonces, lo que Lacan denomina “estabilización del delirio”? Recordemos que  todo el análisis de Lacan en este seminario gira en torno del caso de Presidente Schreber. 

Es por tanto en este análisis que debemos interpretar lo que significa la estabilización de un  delirio. 

En esta misma clase, Lacan define al fenómeno psicótico como “La emergencia en  la realidad de una significación enorme que parece una nadería -en la medida en que no se  la puede vincular a nada, ya que nunca entró en el sistema de simbolización- pero que, en  determinadas condiciones puede amenazar todo el edificio” (p.124). Lacan insiste hasta el  cansancio a lo largo de todo este seminario en subrayar el carácter significante de los fenómenos psicóticos que padece el Presidente Schreber. Así pues, el fenómeno psicótico afecta principalmente al edificio del lenguaje, y la estabilización debe ser pensada en este  nivel. Esta tesis es enunciada por Lacan con todas sus letras en su texto De una cuestión  preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis:  

Es la falta del Nombre-del-Padre en ese lugar que, por el agujero que abre en el  significado, inicia la cascada de los retoques del significante de donde precede el desastre creciente de lo imaginario, hasta que se alcance el nivel en que significante y significado se estabilizan en la metáfora delirante. (p.552) 

Se trata del único pasaje de su obra en el que Lacan menciona explícitamente el  término metáfora delirante. No obstante, recordemos que su texto De una cuestión  preliminar resume el trabajo de su seminario de los años 1955-1956. En él, hace un  desarrollo sobre la metáfora y su papel fundamental en la estructura del lenguaje, el cual  como hemos visto es determinante para la comprensión de los fenómenos psicóticos. Al  examinar el carácter significante de los fenómenos psicóticos, Lacan se percata que no hay  nada en ellos que pase por el registro de la metáfora, tal y como esta fue estudiada por los  lingüistas de su época. Vale la pena que nos detengamos en estos desarrollos. 

Lacan describe la función de la metáfora en la estructura significante de la siguiente  manera: “supone que una significación es el dato que domina y desvía, rige, el uso del  significante, de tal manera que todo tipo de conexión prestablecida, diría lexical, queda  desanudada” (p.313). Así pues, la metáfora da cuenta de uno de los procesos fundamentales  del funcionamiento del lenguaje, mediante el cual el código prestablecido de antemano  puede ser desordenado, de modo que se establecen nuevas conexiones que permiten la emergencia del significado. Lacan señala incluso que esta es una de las características que distinguen a los seres humanos del resto de los animales, pues estos últimos carecen de un  orden significante prestablecido que les permita articular sus propios apetitos. Es el  descubrimiento de las leyes de este orden y de su relación con el cuerpo humano lo que  Lacan denomina “el sentido del descubrimiento analítico” (p.282). 

La metáfora permite establecer lazos entre significantes a partir de el establecimiento de una identidad de sus funciones dentro de la sintaxis. Lacan ejemplifica  esta tesis mediante su comentario de un verso de Victor Hugo: “Su gavilla no era avara ni  odiosa”. En esta frase, el término “gavilla” viene a ocupar el lugar del sujeto,  representándolo metafóricamente, y se le asignan sus cualidades, a saber, no ser ni avaro ni  odioso. Es gracias al orden sintáctico prestablecido que la palabra “gavilla” (que de por sí  significa haz, es decir, un objeto inerte que por definición no puede ser ni avaro ni odioso)  viene a remplazar al sujeto en la frase dando lugar a una nueva significación. Lacan ilustra  el funcionamiento de la metáfora mediante el siguiente gráfico, que denomina fórmula de la  metáfora, o de la sustitución significante

(Tomado de Lacan, 2009, p.533) 

En este gráfico, Lacan ilustra como un significante (S) va a representar una significación desconocida (x) creando una nueva significación (s). $’ designa el significante elidido, el cual será remplazado por S. La elisión de $’ es la condición de éxito de la metáfora.

Es entonces esta función la que Lacan hecha de menos en los fenómenos psicóticos. Pero es necesario hacer una aclaración: No se trata de afirmar que el Presidente Schreber,  como sujeto hablante que era, no fuera capaz de valerse de metáforas para hablar o para escribir poesía. Ciertamente algo de esa dimensión puede encontrarse en sus escritos. No  obstante, si hablamos estrictamente de los fenómenos psicóticos que padecía (por ejemplo,  de los “rayos divinos” que se comunicaban con él mediante una suerte de vínculo  paranormal), entonces no podemos más que aceptar la justeza de la observación de Lacan. 

Precisamente, estos rayos divinos se caracterizan por que tienen el deber de hablar, según  el reporte que hace Lacan de lo expuesto por el Presidente Schreber. Pero lo notable es que esta es su única característica, pues por lo demás carecen de identidad, y en consecuencia es  justo decir con Lacan que no son más que la entificación del significante. El mensaje que  portan estos rayos no es en realidad ningún mensaje, en tanto carece de cualquier  significación (no operan a un nivel metafórico), y se reduce a indicaciones acerca del uso  del lenguaje. A este nuevo código delirante Schreber lo denomina, por mandato de las  voces, Grundsprache, o “lengua fundamental”, como ha sido traducida al español.  Diríamos entonces que, en el caso de este tipo de alucinaciones, el mensaje es el  significante como tal, y no tal o cual significado. Este funcionamiento automático del  lenguaje, si se nos permite la expresión, que caracteriza a los fenómenos psicóticos, nos  enseña sobre la estructura del significante y su papel fundamental en el establecimiento de  las relaciones del sujeto con la realidad. Lacan nos indica que son las leyes que determinan  este funcionamiento las que deben guiar nuestro análisis de los síntomas neuróticos, la  interpretación de los sueños, y nuestra comprensión de los fenómenos psicóticos; en  oposición, por ejemplo, a los significados propios del sentido común y que en muchos  casos no son más que los prejuicios del propio analista o terapeuta. Es en este sentido que  entendemos las constantes críticas de Lacan a la noción de proyección tal y como fue  desarrollada por los postfreudianos. Para los autores que caben bajo esta categoría y que  son citados por Lacan, el núcleo del delirio de Schreber se encontraría en una tendencia  soterrada a la homosexualidad, puesta en evidencia por su delirio transexualista. No  obstante, tomado por esta vertiente, este fenómeno es forzado dentro de las categorías  culturales sobre los roles sexuales y la supuesta normalidad sexual del ser humano, y se  pierde por completo la vista sobre la función que este delirio tiene dentro de la lengua  propia del sujeto.  

Restarle importancia al significado y centrar la atención en el significante es, de  acuerdo con Lacan, retomar la vía abierta por Freud para el análisis de las formaciones del  inconsciente. Hasta este punto, Lacan desarrolla el concepto de metáfora desde un punto de  vista lingüístico, si bien apuntando a su relación con los fenómenos clínicos que hemos  mencionado. No obstante, Lacan realiza un avance con grávidas consecuencias para la  práctica analítica cuando identifica a la metáfora con el proceso inconsciente denominado por Freud como “condensación”. Este avance saca a la metáfora de su contexto  epistemológico, la lingüística, y lo convierte en un concepto clínico para ser usado por el  psicoanálisis.  

Ahora bien, en lingüística existe una oposición entre la metáfora y la metonimia.  Mientras que la metáfora designa el proceso mediante el cual un significante viene en el  lugar de otro, la metonimia es cuando un significante remite a otro en cuanto sus  significaciones se superponen. Así, Lacan plantea el ejemplo de la palabra “choza”, que  remite a “techo”, “suciedad”, “pobreza”, y a otras tantas palabras que hacen parte de su  campo semántico. Lacan resalta que este es el nivel del nombre, que gira en torno de una  significación que, sin embargo, sin metáfora no será capaz de atrapar. Para Lacan, la  metonimia tiene una primacía en los fenómenos psicóticos, pues allí donde una  significación es elidida (o, para usar los términos establecidos por la doctrina lacaniana,  forcluída) de forma radical de la red simbólica, aparecen las alucinaciones en lo real que  aluden a esa significación, pero sin poderla reducir. De esta forma se genera, por así  decirlo, un derrame de significantes sin sentido que van consolidando un delirio, más o  menos estructurado según el caso. Lacan retoma la oposición entre metáfora y metonimia  de la lingüística, y la asimila a la oposición entre condensación y desplazamiento propia del  psicoanálisis. También, como hemos visto, recalca la importancia de la metonimia para la  comprensión de los fenómenos del significante propios de la clínica psicoanalítica, en  contra de la vía metafórica del sentido. De este modo, establece un orden de adquisición de  las funciones del significante. La metáfora presupone lógicamente la existencia de la  metonimia. En otras palabras, para que haya significación primero deben haberse  aprehendido las reglas que permiten las combinaciones de significantes. Retomando el  verso de Victor Hugo analizado por Lacan, diríamos que primero es necesario saber qué es  una gavilla para poder darle una nueva significación. En caso contrario, no se trataría sino  de un sonido como otro cualquiera.  

En este orden de ideas, la alteración de la función de la metáfora que es patente en  los fenómenos psicóticos debe estar asociada, en ausencia de una afasia, a una alteración  del orden simbólico. Continuando con su lectura del psicoanálisis apoyada en la lingüística,  Lacan sitúa el momento de la adquisición del lenguaje en el momento, crucial para el sujeto humano, que el psicoanálisis ha denominado “Complejo de Edipo”. Para Lacan, de lo que  se trata en ese momento es de instaurar un orden, y como todo orden solo puede ser  pensado a partir del orden significante, entonces es seguro decir que este último se instaura  a partir del complejo de Edipo. Lacan resalta una y otra vez a lo largo de su obra, desde su  escrito sobre El Estadio del Espejo, la situación peculiar de la cría humana en relación con  lo que el mundo material exige de él, y en comparación con las crías de otras especies.  Estas últimas dan muestra, sin excepción, de una mayor preparación para los apremios de la  vida que las crías humanas, y un menor grado de dependencia con respecto a sus  progenitores. Este hecho que pertenece a la experiencia más elemental demuestra, por sí  solo, que por su misma naturaleza la vida del ser humano requiere de un soporte externo a  su cuerpo, sin el cual en el mejor de los casos aparecerá una forma de vida que difícilmente reconoceríamos como humana (véase el caso de los niños ferales).  

No obstante, por más natural que sea la relación del hombre con sus semejantes, o  precisamente por esa razón, no se produce sin violencia. Este forzamiento es señalado por Lacan mediante su postulado del estadio del espejo, en el cual la cría humana debe  aprehender su propia imagen mediante aquella que le viene de su semejante. Es decir que,  en principio, capta su propia imagen como algo externo, e incluso exótico. Los fenómenos  psicóticos no pueden más que evocar esta situación, pues es común escuchar a los pacientes  delirantes quejarse de que sufren todo tipo de alteraciones de su imagen corporal, a pesar de  que para los ojos del resto del mundo esta última no se encuentre más trastornada que la de  cualquier otra persona.  

Esa imagen externa se vuelve entonces la base del yo. Lacan señala cómo este  último no tiene una función “integradora”, tal y como aparece en la pluma de los  postfreudianos, sino de dominio, resaltando su carácter fundamentalmente enajenador,  necesario para el mantenimiento de las relaciones humanas, tal y como lo demuestran los  descalabros imaginarios del psicótico, que aparte de la angustia a la que conducen generan un deterioro notorio, y en muchos casos catastrófico, de las relaciones del sujeto con la  realidad.

¿Qué es lo que impide, en los sujetos no psicóticos, tal despliegue de la  fantasmagoría que caracteriza a lo imaginario? Para Lacan a esta altura de su seminario, se  trata del orden del significante que le pone un límite al deslizamiento de lo imaginario.  

Lacan señala que este orden depende de unos cuantos significantes fundamentales sin los cuales la realidad del sujeto se deshace o nunca se conforma. Todo el lenguaje está constituido por un juego de alternancias entre presencias y ausencias, sonidos y silencio que  hacen surgir la significación. Este ciclo se establece a su vez a partir de una alternancia  fundamental para la supervivencia y el desarrollo del niño, vale decir la presencia y   ausencia de la madre. Es en relación con esta última, que se encarga también de bañar al   niño de significantes desde antes incluso de su nacimiento, que aparecen las primeras simbolizaciones del niño. No obstante, para que el registro del lenguaje humano sea instalado de manera definitiva, es necesario que se reconozca el lugar de la falta de la madre. El significante que típicamente viene en este lugar es el Nombre-del-Padre, que mediante una operación de metáfora significa la falta de la madre (la significación fálica). Retomando el gráfico de la metáfora que vimos anteriormente, Lacan ilustra este proceso  de la siguiente manera: 

(Tomado de Lacan, 2009, p.533) 


De este modo, al despejar en el psicoanálisis la primacía del significado, y reconocer la estructura del significante que se impone en los fenómenos clínicos, Lacan refuta las concepciones ambientalistas de los psicoanalistas sobre la influencia de los padres como personas en los trastornos neuróticos o psicóticos. En esto es preciso decir que sigue la veta de Freud, quien por ejemplo no resalta en el caso del hombre de las ratas los méritos o los errores de los padres de su paciente, sino la forma en que ellos transmitieron, sin saberlo, ese cuestionamiento fundamental alrededor del cual se formaría el mecanismo fabuloso de la neurosis obsesiva, sin la participación consciente del paciente. En estos términos, es necesario notar que desde una perspectiva psicoanalítica ciertamente no se puede promover el maltrato infantil, pero tampoco se puede argumentar que los síntomas neuróticos o que los fenómenos psicóticos sean consecuencia directa del maltrato o la  alcahuetería en el proceso de crianza del niño. Es su énfasis en el significante y sus leyes lo  que separa al psicoanálisis tajantemente de una pedagogía o de una ciencia de parvulario.  

Pues bien, la tesis fundamental de Lacan en su seminario III en cuanto a la psicosis  es la siguiente: Es el hecho de que, por alguna razón, el sujeto no se las vio con el  significante del Nombre-del-Padre durante una época crucial lo que explica el fenómeno  psicótico. Valiéndose de la terminología freudiana, Lacan señala el papel de la Bejahung, la  afirmación primordial que, al ser negada, constituye el corazón de la neurosis por su  insistencia tras bambalinas desde lo inconsciente, de un significante que se repite por haber  sido reprimido del sistema consciente. Tal afirmación está ausente en la psicosis, lo que  conduce a un funcionamiento del inconsciente distinto a la que es causada por la represión.  Al rechazo de ese significante primordial Lacan lo llamará verwerfung, o forclusión, como  ha sido traducido al castellano (también se ha usado el término “preclusión”).  

Ante la falta de ese significante fundamental, toda vez que algo en la experiencia de  ese sujeto evoca el vacío de la significación fálica, este se impone en lo real bajo la forma  de un significante que se impone en cuanto tal, sin posibilidad de adquirir una significación,  pues no es registrado por el sujeto. De allí que se presente como voz que el sujeto no  reconoce como propia. Este fenómeno produce un desorden simbólico y, en consecuencia, un caos imaginario pues deja al sujeto inerme frente a la violencia que implica para el ser  humano su vida en sociedad. 

Pero, ¿por qué no todos los psicóticos presentan estos trastornos desde el momento mismo en que fracasa la inscripción de la significación fálica? Hay una latencia entre la  falla estructural y los trastornos psicóticos que merece una explicación. De acuerdo con  Lacan, esta latencia se da porque de todos modos el sujeto psicótico puede lograr, mediante  identificaciones, una compensación (el término es de Lacan) que le permita vivir en el  mundo como una persona “normal”. Es de notar que esta explicación se adapta  singularmente bien al caso del Presidente Schreber. Pues no se tiene registro que antes de  su desencadenamiento él se hiciera algún cuestionamiento relevante sobre su identidad  como ser sexuado. Lacan plantea que una identificación con modelos masculinos le puede  permitir a un sujeto como el Presidente Schreber comportarse e incluso pensar como un hombre, pero al carecer del significante del vacío no se establecería la distancia necesaria  entre estas imágenes y el sujeto como tal, quedando capturado por la basculación propia del  registro imaginario, inestable por naturaleza.  

Todo este sistema correría entonces el riesgo de venirse abajo cuando el psicótico se  ve forzado, en la realidad, a confrontarse cono ese lugar vacío que establecería la distancia  con la relación dual, imaginaria, pues como su significado nunca fue registrado,  desencadena una respuesta en lo real que, como hemos dicho, el psicótico no puede  reconocer como propia. De acuerdo a la distinción que hemos venido haciendo de los  distintos registros que despliega Lacan, y de su papel en la clínica psicoanalítica, es  necesario señalar que no se trata aquí para el sujeto, forzosamente, de ser confrontado por  un padre cualquiera o incluso por la paternidad. Lacan afirma que de lo que se trata es de  encontrar Un-padre. Incluso llega a dar la siguiente indicación clínica:Búsquese en el  comienzo de la psicosis esta coyuntura dramática” (p.552). Un-padre se refiere, de acuerdo  a lo expuesto hasta el momento, a la encarnación de ese lugar que es el del lenguaje como  tal. Cuando este lugar del vacío aparece, literalmente, en lugar de mediar entre el sujeto y  sus relaciones imaginarias, estas últimas no soportan el peso y se desploman. En el caso del  Presidente Schreber, este momento sucede en un primer momento frente al fracaso de su  candidatura al Reichstag, y de manera definitiva luego de su nombramiento, un tanto inesperado, como Presidente del senado. Ambas experiencias ciertamente ponen en cuestión la existencia que tenía hasta el momento, tanto más cuanto le exigían la asunción del papel de ser el agente del mantenimiento de la ley. La respuesta de Schreber es un  delirio que lo coloca en la posición de ser el objeto, en un primer momento reticente y más  tarde voluntario, de un padre avasallador que quiere gozar de él. El proceso mediante el  cual se produce este viraje es lo que Lacan resume cuando afirma “que significante y  significado se estabilizan en la metáfora delirante” (p.552). Lacan lo ilustra mediante el  siguiente esquema, el esquema I4

4 Conviene señalar que para el despliegue de la información contenida en este intrincado gráfico, nos hemos  ayudado de la lectura realizada por Acosta & Jacinto (2011). Del mismo modo, es preciso decir que no  desarrollaremos exhaustivamente este esquema, que a su vez se basa en el esquema R, sino que nos  enfocaremos simplemente en lo que corresponde al mecanismo de la metáfora delirante.  



(Tomado de Lacan, 2009, p.533) 


Po y Φo dan cuenta de la forclusión, indicando la brecha (la parte sombreada del gráfico) que existe entre el significante fundamental y la significación que estabiliza la realidad del sujeto. No obstante, dicha brecha deforma las líneas de lo simbólico (Po) y de lo imaginario (Φo), abriéndolas hacia el infinito, lo cual es representado aquí mediante dos asíntotas simétricas. La que corresponde al campo de lo simbólico se encuentra del lado del Otro del sujeto (M), el Dios que le impone a Schreber las significaciones, que lo martiriza, y que goza de él. Frente a esta asíntota se encuentra la otra, del lado de lo imaginario y del yo del sujeto (m). El encuentro entre el yo y el Otro, teñido en el delirio de una connotación mortífera debido al descalabro imaginario, se encuentra entonces aplazado indefinidamente mediante el recurso a una significación delirante, “ser la mujer de Dios”, que viene en el lugar del Nombre-del-Padre faltante por la vía del ideal (Dios). Esto permite delimitar de cierta manera las relaciones entre el sujeto y el otro. En efecto, el gráfico apunta a mostrar la separación lograda entre m y M, pero lograda virtualmente, pues en todo caso esa unión con el Dios que exige la castración de Schreber se deja suspendida para un futuro incierto, en el que el orden de las cosas volvería a su justa medida mediante el sacrificio de su propia  persona.  

Vemos entonces todo un viraje en la posición de Schreber, que va desde la imposición  de una significación inapelable (ser una mujer sufriendo el acoplamiento), hasta la asunción  de esa significación elidida por el desvío de la metáfora delirante (ser la mujer de Dios). El  análisis del delirio de Schreber a partir desde la perspectiva del significante en su estructura  permite ordenar y resaltar las relaciones entre toda una serie de fenómenos que la mayor parte  de las veces suelen considerarse nada más que disparates sin sentido, fruto de una  enfermedad. No obstante, reconocer el plano del significante en cuanto tal, desligado de su  dimensión de sentido, implica un cambio de perspectiva radical en la forma de concebir la  psicosis. Otro punto importante que el análisis de este capítulo pone de plano es el hecho de  que el orden significante se desentiende, por así decirlo, del bienestar del organismo. El  esfuerzo de Lacan en los textos que hemos tomado es, a partir de las nociones freudianas,  demostrar mediante la psicosis la tesis de que los asuntos humanos dependen, a un nivel  esencial, del significante. Si admitimos esta tesis y desarrollamos sus consecuencias, sería  necesario distinguir entre lo que la estructura del significante exige para su estabilización, y  la homeóstasis del organismo necesaria para continuar la vida. El desencuentro entre ambos  órdenes es lo que justifica la existencia del psicoanálisis y la acción del analista.

DISCUSIÓN 

Conviene recordar que, a la altura del seminario III y por la fecha en que escribió su  texto Sobre una cuestión preliminar, el afán de Lacan era despejar el campo del  psicoanálisis de los equívocos introducidos por los analistas que vinieron después de Freud,  devolverles a los conceptos desarrollados por este último su filo para la clínica analítica, y  demostrar la función esencial de significante en el psiquismo humano. Por tal razón, se  dedica con ahínco a su “retorno a Freud”, fórmula que según Lacan mismo significa leer a  Freud al pie de la letra. De allí que en su seminario III no de muchos avances sobre el  problema clínico por excelencia de la clínica analítica con pacientes psicóticos, vale decir,  el manejo de la transferencia. Su texto se llama Una cuestión preliminar…, pues no se  ocupa del tratamiento como tal del paciente psicótico. En este mismo texto afirma que:  “Decir lo que en este terreno podemos hacer sería prematuro, porque sería ir ahora “más  allá de Freud”, y la cuestión de superar a Freud ni se plantea siquiera cuando el  psicoanálisis ulterior ha vuelto, como hemos dicho, a la etapa anterior” (p.557).  

Ciertamente, Lacan no resuelve el problema de la psicosis. Tampoco permanece con  la misma opinión al respecto a lo largo de su enseñanza, sino que en las dos décadas  siguientes realizará algunas correcciones, comentarios, y añadirá nuevas perspectivas que  abrirán nuevas posibilidades para el psicoanálisis. No obstante, el seminario III continúa  siendo una referencia obligatoria para el tratamiento del problema de la psicosis desde una  perspectiva psicoanalítica, y una referencia teórica que subvierte las concepciones  tradicionales sobre la locura, aún hoy, 60 años después. La concepción del significante  como determinante para el entendimiento del fenómeno psicótico es una tesis fértil de  posibilidades y congruente con los datos clínicos de la experiencia, brindándole a los  analistas herramientas para pensar e intervenir sobre la psicosis que siguen siendo útiles  hoy en día. Si en su mayor parte estos efectos se han visto reducidos a los círculos más o  menos cerrados de los analistas, es a ellos a quien es necesario interrogar sobre su posición  con respecto a la locura en el mundo contemporáneo.  

Conviene, no obstante, darle una perspectiva a este análisis mediante los desarrollos  posteriores a Lacan, así sea a grandes rasgos. Acosta & Jacinto (2011) apuntan que, en 1966, Lacan añade una nota a pie de página a su texto De una cuestión preliminar, en la  que señala que la estabilización de la realidad se realiza a partir de la extracción del objeto  a, consecuencia de la castración. Ya hemos explicado como para Lacan, a la altura del  seminario III, es necesaria una violencia que le permita significar el vacío que le otorgue a  la estructura la capacidad de trasponer sus términos. No obstante, Lacan en este seminario  pone el énfasis en el agente de esta operación. El concepto de objeto a le permite, por el  contrario, pensar lo que sucede del lado del paciente de la castración, y es justo decir que  este concepto genera un reordenamiento de los elementos que ha organizado mediante sus  construcciones teóricas. 

Una inversión análoga sucede en el seminario III. Cuando leemos los seminarios de  Lacan, lo que encontramos es un trabajo continuo que vuelve una y otra vez sobre sí  mismo. En sus seminarios anteriores, Lacan se había ocupado de estudiar el complejo de  Edipo estrictamente freudiano, con sus consecuencias para la práctica analítica y la  neurosis. La psicosis, al ser un problema que el mismo Freud legó a la posteridad, requería  de una lectura distinta del Edipo, una lectura por así decirlo a contrapelo, evaluando los  efectos de una distorsión en esta encrucijada esencial para el establecimiento de las  relaciones del ser humano con la realidad. Los frutos de esta reflexión le permitirán  entonces a Lacan cuestionar el estatuto del complejo de Edipo en su sentido clásicamente  freudiano, lo cual llevará a cabo más adelante en su obra.  

De este modo, llegamos al que quizás sea el mayor avance de Lacan con respecto a  la psicosis después de su trabajo del seminario III (o por lo menos es reconocido como tal  por los autores que hemos citado en nuestra sección de antecedentes). Se trata de la función de la suplencia y del sinthome desarrollados en su seminario XXIII. Estas nociones  presuponen, como lo mencionan Soler (2004) y Almeida (2017), que existan alternativas al Nombre-del-Padre y que, aun ante la falta del significante primordial, sea posible encontrar maneras de sostener un orden compatible con la vida, por precario que sea. No obstante, también es importante resaltar que Lacan no vuelve a hacer referencia a la noción de  estabilización de la psicosis, y su única referencia a este tema en específico es lo referente a  la metáfora delirante; si bien es cierto que, como hemos dicho, replantea su concepción  sobre la psicosis más delante en su obra, solo que no ya a partir de la noción de  estabilización. 

En suma, es posible afirmar que el seminario III y la noción de estabilización a  partir de la metáfora delirante son puntos de viraje esenciales que permitirán la aparición de  lo que algunos autores (como Ramírez (2008) y Almeida (2017)) llaman la clínica de las suplencias. Por más que Lacan haya dejado la cuestión del tratamiento como tal de la  psicosis en suspenso, los puntos avanzados durante esta época le permitieron hacer avances  para repensar toda la clínica psicoanalítica, incluido el tratamiento de la psicosis -a pesar de  que la distinción entre las estructuras clínicas tiende a diluirse en favor de otras  distinciones. 

Ahora bien, con respecto a las cuestiones que nos planteábamos al comienzo de este  trabajo a partir de la revisión de los antecedentes, podemos sacar algunas conclusiones.  

En primer lugar, salta a la vista la diferencia entre la noción médica de  estabilización y la noción psicoanalítica. Esta última depende del orden significante  y no puede ser leída en los fenómenos como tales -a no ser que se los examine en su  dimensión significante.  

La estabilización de la psicosis a partir de la metáfora delirante en psicoanálisis  hace referencia al ordenamiento de las significaciones propias del fenómeno  psicótico en torno de una metáfora que permita una asimilación subjetiva de la  significación elidida por la forclusión. Esta estabilización es por tanto en cierta  medida independiente de las convenciones sociales y de la homeóstasis del  organismo, por lo que un sujeto con una conducta estable (por ejemplo, un  catatónico) puede en realidad encontrarse más lejos de la estabilización por la  metáfora delirante que un sujeto con una conducta anormal (un sujeto con un trastorno delirante, por ejemplo).  

La metáfora delirante hace parte, por así decirlo, de la historia natural de algunas  psicosis, y ocurre perfectamente sin la intervención del analista. Como hemos dicho,  Lacan no pretende promover a esta altura de su enseñanza ninguna concepción  sobre la cura del psicótico, por lo que en ningún momento plantea la necesidad de que el analista promueva o no dicha estabilización. Por otra parte, aplica los métodos de investigación del psicoanálisis para el estudio de los fenómenos  psicóticos, e invita a mantener una posición receptiva frente a este último,  indicaciones que no dejan de tener su valor clínico y su utilidad. 

La estabilización del delirio mediante la metáfora delirante no es una solución  definitiva, tal y como lo prueba el caso del Presidente Schreber. No obstante, pone  de plano el hecho de que una solución que se valga del significante es posible, si  bien no para generar sujetos bien adaptados a su medio socio-laboral, por lo menos  sí para detener el proceso de hundimiento del mundo al que conduce en muchos  casos la psicosis, y que en todo caso le permita hacer parte, así sea marginal, del  delirio compartido de la humanidad. Para estos fines, personajes como el Presidente Schreber poseen ciertamente una visión privilegiada, capaz de enseñarnos sobre los  fundamentos de este delirio -por poco que lo sepamos escuchar.

Fuente: ALEJANDRO CRUZ TRUJILLO (2020), LA METÁFORA DELIRANTE COMO FORMA DE ESTABILIZACIÓN EN LA  PSICOSIS

jueves, 18 de marzo de 2021

El síntoma... ¿Es valioso o perjudicial?

La palabra síntoma proviene del griego sýmptoma, en donde :

- SÍN: significa conjuntamente, a la vez, al mismo tiempo, como el caso de sinfonia (conjunto de phonos), sincretismo, sindicato, sintagma...
- El verbo ptein es caída.
- El sufijo ma implica resultado, resultante, acúmulo

Es decir, en el síntoma hay manifestaciones que caen juntas, lo que permite definir un cuadro clínico. Al analista no le importa etiquetar al paciente, sino diagnosticar la estructura, pues no se trata de la misma manera a una persona psicótica, neurótica o perversa. Los perversos no suelen consultar, excepto cuando se les complica su escenario perverso.

El psicoanálisis consideró al síntoma como una formación del inconsciente, al igual que el sueño, los fallidos y lo chistes. 

El sueño elabora los problemas del día, que se han ligado a una historia traumática infantil que al sujeto le costó elaborar. El sueño une los problemas que nos han preocupado durante el día (resto diurno) a donde se dirige el deseo inconsciente, que básicamente es un deseo de reconocimiento del problema, obligando al sujeto a reconocerlo. Aunque podemos ubicar sueños a repetición, no siempre se sueña lo mismo.

El lapsus, donde por ejemplo se dice algo que uno no quería decir, aparece algo que el inconsciente quería decir. También resulta elaborativo o expresivo de un inconsciente del sujeto.

En el chiste, también encontramos algo parecido. El chiste es revolucionario.

El síntoma, sin embargo, es diferente. Lo primero que vemos es que el síntoma no es volátil como las formaciones que vimos recién. El síntoma permanece y tiene una fijeza, una estabilidad.

Para Freud, el síntoma es una transacción que implica una satisfacción secundaria, además del beneficio secundario del síntoma (que no es lo mismo). El beneficio primario que le interesó a Freud es la satisfacción de una tendencia, de una pulsión. A la vez, por satisfacer una moción pulsional que no debiera ser satisfecha, el síntoma cobra un castigo. 

En la neurosis, el síntoma satisface una tendencia edípica, a la vez que cobra un castigo (la molestia por el cual el paciente consulta). Es estable.

Pero, ¿Qué sucede en otras estructuras clínicas? 
Con mucha amplitud, podríamos llamar síntoma al delirio de las psicosis, enfermedades donde se ha roto la trama del sujeto que lo mantenía ligado a la realidad. La realidad depende de la formación del fantasma inconsciente, la que depende de la anotación de la ley de prohibición del incesto. Freud decía que cuando hay un desgarro de la trama psíquica del sujeto, el delirio es un intento de curación. Esto vale para la estructura clínica de la psicosis.

En el caso Schreber -una paranoia- sabemos que él tenía un padre, Moritz Schreber, ortopedista y pediatra que escribió un libro sobre educación infantil que aún se lee en Alemania. El mismo describe aparatos ortopédicos para que el niño esté derecho, como los que vemos a continuación:


Daniel Paul Schreber es el hijo de este padre, que además tuvo otros dos hijos y dos hijas. Uno de los varones se suicidó. A Schreber hijo le tocaba que su apellido se expandiera, puesto a que las hermanas casadas tomaban el apellido de sus maridos.

Schreber vivía con su esposa y su madre. La esposa hacía abortos espontáneos repetidas veces. Los médicos le dijeron a Schreber que era imposible que la mujer siguiera arriesgando su vida, teniendo en cuenta los abortos y la edad que ella tenía, Schreber sabe que no va a poder infinitizar el apellido de su padre. Allí Schreber tiene una hipocondría delirante. En la hipocondría delirante aparecen sensaciones como que los órganos se pudren, se agusanan... Lo atiende el profesor Flechsig, que es tan autoritario como lo era el padre.

La esposa de Schreber estaba tan agradecida con Flechsig, que puso un retrato de él al lado de la cama donde dormían. Schreber, lentamente, empieza a fabricar una idea delirante, es decir, una cadena de pensamientos no sujeta a confirmación. En Schreber aparece una primera sensación física anterior al delirio y a la que Schreber se resiste: la idea de qué hermoso sería ser una mujer en el momento del coito. Schreber se horroriza y empieza a sentir alucinaciones auditivas injuriantes, que tenían que ver con la identidad sexual. Esto es bastante frecuente en estos casos, escuchan voces que les dicen puta y otras cosas por el estilo. 

Schreber se resiste a ser una mujer penetrada, hasta que aparece un delirio -que le lleva años construir y que lo estabiliza-: Dios, con sus nervios divinos, a través de Flechsig va a penetrarlo y lo transformará en una mujer que va a ser madre de una nueva generación de humanos. O sea, Schreber, que no pudo ser padre, va a ser madre de una nueva generación de humanos superiores, siendo los hombres que lo rodean hombrecillos hechos a la ligera. Schreber es internado nuevamente en la clínica de Flechsig por este delirio, hasta que el delirio lo estabiliza. 

Para Schreber, como para cualquier psicótico, el delirio es tan importante que él escribe las Memorias de un enfermo nervioso, sobre las cuales Freud hace el trabajo sobre la paranoia. Freud indica que el delirio es un remiendo en la trama, por lo que no hay que discutirlo. Hasta el síntoma de una paranoia delirante es valioso, como vemos. 

El analista, en estos casos, es el secretario del alienado. Un analista en estos casos no discute el delirio, sino que trata que no lo obture. 

En estos casos en notable la megalomanía. ¿Cuán importante tiene que ser un sujeto para que Dios lo elija como madre de toda la humanidad? Aunque sea algo terrible, es importantísimo. El delirio es también una solución al desgarro narcisista que sobre el cuerpo de este niño había provocado las torturas de ese padre.

Esto que vimos es lo principal para trabajar con estructuras psicóticas. El delirio es una compleja costura a una ruptura de la trama.

Volvamos a la neurosis...
En la neurosis encontramos el mecanismo de la represión y retorno de lo reprimido. Aquí el síntoma también resuelve algo, a un costo muy alto, pero con posibilidad de cura.

En Juanito, un caso de fobia de un niño de 5 años, es hijo de una paciente de Freud y de un padre que concurre a la casa de Freud los días miércoles, donde un grupo de intelectuales vieneses se juntaba a discutir temas de psicoanálisis y cultura.

La madre, con Juanito, tenía algunas conductas tales como llevarlo a la cama, al baño a hacer pis o caca. Dormía en la misma habitación y el niño estaba prendado en lo que Freud llamó perversión polimorfa, una posición normal donde el hijo goza de la cercanía a la madre. 

Hoy sabemos que Juanito era Herbert Graff, hijo de Max Graff. El padre le decía a la madre que sacara al niño de la cama, pero ella no lo hacía. En cierto momento, Juanito descubre el placer de tocarse el pene. La madre, que le permitía hacer de todo, de pronto se pone en contra del niño y le dice que eso es una porquería. Es decir, cuando Juanito quiere tener una satisfacción propia, es censurado. Los padres le ponen un pijama cerrado para que el niño no pudiera masturbarse.

A la vez que le prohíben la masturbación, la madre queda embarazada de Hanna. Cuando la niña nace, Juanito pasa a su habitación. Ante esto, Juanito responde con angustia. Sueña que se va lejos y no puede hacer mimitos con la mamá. 

Así como el síntoma es estable en el tiempo, la angustia es insoportable y requiere una solución. En Inhibición, síntoma y angustia, Freud comenta que la angustia precede a una solución (en Juanito resolver la cuestión del cuerpo a cuerpo con la madre) o a una formación de síntoma, que estabiliza a la angustia. 

Para entender hoy el síntoma del caso Juanito, tenemos que situar que en esa época la locomoción era principalmente con caballos y que había muchos de ellos. Él pasaba sus vacaciones en un campo con caballos. Juanito empieza a decir que teme que un caballo lo muerda. Él había visto en aquel campo a un caballo mordiendo a una niña.

Las fobias a los inimales, muy común en la infancia, suelen ser a un animal que puede morder, pinchar, picar o pueden tragar. El caballo le brinda una causa a su malestar, lo cual nos enseña que un síntoma otorga una dirección causal al sufrimiento. (Juanito dice Wegen des Pferdes, "a causa del caballo)

Es interesante ver todas las operaciones que le permiten elegir a la figura del caballo. Él teme quedarse dormido en un carruaje que lo lleve a cualquier lado. En ese momento de la fobia, el caballo representa a la madre voraz que se lo puede comer, que el caballo lo puede llevar a cualquier lado así como se encuentra a merced del capricho de su madre que lo lleva y lo trae. 

¿Para qué le sirve la fobia a Juanito? Para poner afuera de su casa -el caballo voraz- como representante de su madre. Juanito se interesa por el wiwimacher y cuando le pregunta a la madre si tiene, ella le dice que sí. Ahí el tiene el sueño de la jirafa arrugada, que es un inicio de solución.

El padre de Juanito se encarga de "analizarlo", con la dirección de Freud. El padre comienza a poner en ruta a Juanito sobre estas transformaciones del caballo. En una ocasión, Freud le indica a los padres que le informen a Juanito sobre la diferencia sexual. Ellos no lo hacen. También tardan muchísimo en decirle que los niños se hacen en el vientre de la madre. Juanito se rompe la cabeza con esas preguntas.

En una única ocasión, Juanito habla con Freud y él le pregunta qué teme tanto del caballo. Él responde que teme a algo negro que tiene en la boca y que teme a las anteojeras que tiene el caballo, para que miren hacia adelante. Freud le responde que lo que él ve en el caballo son los bigotes y los anteojos del padre. Es Freud que hace virar el caballo que representaba a la madre hacia al padre. A la salida de esa sesión, Juanito le pregunta al padre si Freud habla con el buen Dios, suponiéndole un saber. Por la maniobra analítica, el padre pasa a estar representado en el caballo. Esto le permite a Juanito tener el sueño de la jirafa arrugada: él dibujaba la jirafa con wiwimacher y hacía on bollo sobre la jirafa de papel y se sienta encima, cominando por fin a la jirafa. La intervención de Freud hace a alguien representado en el caballo.

En las fobias infantiles, el niño pasa de ser un juguete del capricho de la madre a ser alguien que puede llevar el nombre de su padre.

En algún momento, empieza a aflojar la fobia de Juanito al caballo. Para Lacan, la fobia infantil es una plataforma giratoria entre la perversión polimorfa infantil y la entrada en la neurosis. Gracias al síntoma, el niño salió de la perversión polimorfa (estructural, pero que puede desencadenar en una estructura psicótica)  a pasar a la neurosis.

¿De dónde sacó Lacan lo de la plataforma giratoria? El padre de Juanito era músico y Juanito , luego de resolver la fobia al caballo, se fue a vivir con el padre. Juanito se dedicó a ser réggiseur de ópera: un director global de escena. Coordina la música, el canto, el vestuario, el escenario. Juanito introduce la plataforma giratoria y Lacan lo toma de ahí. Con la plataforma giratoria, el escenario gira y se pasa de una escena a la otra. Herbert Graff es un nombre en la historia de la ópera que introdujo la plataforma giratoria.

Evidentemente, Lacan tomó este acto inventivo de Juanito para decir que la fobia fue su plataforma giratoria para ingresar en la neurosis. ¿Qué quedó de esa fobia en Juanito? Juanito le preguntaba al padre por qué era suyo. 

En las fobias infantiles es particularmente transparente el uso valioso del síntoma. De lo que se trata es de no hacer lo que hacen las psicoterapias, como las cognitivas conductuales, gestálticas y breves, que tratan de desensibilizar y eliminar el síntoma. El psicoanálisis considera al síntoma como material precioso. Lo que el psicoanálisis hace es dejar hablar al síntoma para entender para qué le sirvió al sujeto, para remendar qué falla en su estructura.

En la neurosis se puede dejar de sufrir por el síntoma y hacer una mejor resolución del problema que llevó a recurrir a un síntoma

Cuando un análisis termina, empieza a darse cuenta que uno mismo vela por uno, que no hay buen Dios. Mientras tanto, el síntoma es de gran utilidad. Al síntoma no hay que dejarlo para que el sujeto sufra, pero tampoco se lo puede abolir con una intervención brutal.

Fuente: Silvia Amigo, notas de laconferencia dictada el 3/11/20, titulada "El síntoma ¿valioso o perjudicial?"

miércoles, 30 de diciembre de 2020

Transexualismo y travestismo desde la perspectiva del psicoanálisis

1. Historia del género y el transgénero
El término gender (género) surge en 1955 gracias a John Money, psicólogo y médico neozelandés, emigrado a Estados Unidos, especializado en sexología e investigador de la identidad sexual. Para este autor, el término "género" define lo masculino y lo femenino desde lo cultural, más allá de las diferencias biológicas. Su definición del rol de género es fenomenológica: es lo que una persona dice o hace lo que revela su estatus como niña o niño, mujer u hombre, y eso incluye estereotipos de masculinidad y feminidad.

Posteriormente, Robert Stoller introduce la distinción sexo/género (sex/gender) buscando una palabra que pueda diagnosticar a aquellas personas que, teniendo un cuerpo de hombre, se sentían mujeres, introduciendo el concepto de "identidad de género". En su libro Sexo y género, de 1968, presenta observaciones sobre casos de transexualismo, o sea, de sujetos que habiendo nacido con los caracteres anatómicos de un sexo manifiestan pertenecer al sexo contrario. De ahí la distinción entre "sexo", ligado a criterios biológicos y "género", ligado a la convicción subjetiva de pertenencia. El género entonces puede o no coincidir con el sexo biológico, como lo demuestran estos casos.

En los años 70, el término gender se extiende en los textos del feminismo académico anglosajón. Alcanzada ya, en las sociedades occidentales, la igualdad de hombres y mujeres de jure, la investigación feminista se adentra en el análisis de las estructuras sociales. Como las desigualdades entre hombres y mujeres no pueden explicarse por una mera diferencia biológica, la investigación feminista recurre a la oposición sex/gender como un instrumento de análisis de las relaciones entre los sexos, con objeto de distinguir entre la biología y lo social. De una manera general puede decirse que este término, gender va a utilizarse para hacer patente que los comportamientos, las actividades, los papeles y, en general, lo femenino y lo masculino son construcciones sociales/culturales. [1]

A partir de allí, podemos encontrar tres posiciones: la primera, sostiene que el género no puede pensarse prescindiendo de la diferencia sexual. La segunda, contraria a la anterior, plantea al género como una construcción socio-cultural independiente de la diferencia sexual. Lo que ocurre es que para el Occidente judeo-cristiano la heterosexualidad es el principio regulador de la sexualidad y esto conduce a pensar al género sobre una base biológica. Los estudios etnográficos muestran que hay multiplicidad de géneros que no pueden ser explicados por un modelo dualista. El género, entonces, es múltiple y autónomo del sexo aun para nuestra sociedad. Esta multiplicidad y diversidad de géneros lleva a cuestionar la categoría misma de género y abre la vía a una tercera posición. Se trata de la perspectiva deconstructivista de Judith Butler, uno de los referentes teóricos del movimiento queer.

Filósofa posestructuralista, Judith Butler va un paso más allá de la dicotomía que aún se encuentra en los cimientos de las teorías de género. Una de sus contribuciones más destacadas en el campo del feminismo, es su teoría performativa del sexo y la sexualidad. El construccionismo social ya situaba el género como una construcción, es decir, que los roles de género o las categorías femenino y masculino no son roles naturales sino construcciones sociales. Butler sobrepasa el género y afirma que el sexo y la sexualidad lejos de ser algo natural son, como el género, algo construido. Llega a esta conclusión basándose en las teorías de Foucault, Freud y sobre todo de Lacan.

Critica al feminismo por naturalizar al sexo, por suponerlo como categoría biológica originaria, prediscursiva, cuando éste también es producto de un dispositivo histórico-cultural. El término "dispositivo" es tomado de Michel Foucault de su Historia de la sexualidad. [2] Allí afirma que:

"El sexo, fuera de duda, no es sino un punto ideal vuelto necesario por el dispositivo de sexualidad y su funcionamiento". [Para terminar concluyendo una política al respecto]: "Contra el dispositivo de sexualidad, el punto de apoyo del contraataque no debe ser el sexo-deseo, sino los cuerpos y los placeres". [3]

Entonces, para Butler, el sexo no puede ser pensado anterior al género sino que es desde el género que se piensa al sexo como natural. La identidad de género no es una descripción de la experiencia sino que es un ideal regulatorio y normativo, consiste en un conjunto de actos, gestos y deseos que dan la idea de un núcleo interno pero que no es más que un artificio y no tiene estatuto ontológico, es sólo una ilusión discursiva para regular la sexualidad dentro del marco de la heterosexualidad reproductiva. El sujeto de Butler no es un individuo sino una estructura lingüística en formación.

Dado que la subjetividad no es un hecho y ya que el sujeto está siempre en un proceso interminable de "devenir" es posible repetir la sujeción en diferentes formas. Butler cree que la subjetividad es una construcción, y el hecho de apegarse a una sola identidad puede llegar a oprimir la identidad misma, por lo que afirma que no hay necesidad de fijar una identidad de una vez por todas. La identidad de género se convierte así en un proceso que nunca se resuelve de manera definitiva más allá de cualquier binarismo.

La perspectiva de Butler da lugar a una política que se desprende de la Queer Theory, que consiste en desnaturalizar los cuerpos y los sexos, y promover la parodia en relación con las identidades de género, hombre y mujer, para revelar el carácter artificial de las mismas.

La Queer Theory, movimiento que nace en EE.UU. en los años 60, parte del rechazo al pensamiento binario hombre-mujer y cuestiona la identidad de género, proponiendo en su lugar la idea de transgénero, término que acoge una multiplicidad de rasgos y modalidades que signifiquen un rechazo al ordenamiento sexual establecido. Este último apunta a la concepción de una sociedad en la que sus miembros se construyen sin la dicotomía femenino-masculino. Alberga a gays, lesbianas, transexuales, travestis, andróginos, intersexo..., todo aquello que signifique un rechazo a los ordenamientos sexuales establecidos.

De este modo, si inicialmente la diferencia sexo/género de las teorías de género revolucionó las teorías biologicistas pero continuaba con un binarismo, la teoría del transgénero multiplica la nominación de las identidades y las sitúa como no fijas.

En relación con esto, Jacques-Alain Miller y Eric Laurent [4] toman en consideración los postulados de Butler y las consecuencias que de allí se extraen. Muestran cómo esta crítica radical a la noción de identidad reduce el proceso de sexuación al de la identificación y cómo lo que propone Butler es ir más allá de ella. Por un lado, al denunciar el carácter de artificio y de semblante del género, esta propuesta es solidaria con la afirmación lacaniana de que La mujer no existe, y esto conduce a la lógica del uno por uno. Pero, por otro lado, la deconstrucción de los semblantes supone –dice Miller– una versión de lo real, que aquí lo encontramos en el cuerpo y en el goce. En última instancia, el ideal propuesto es el de un sujeto desidentificado, definido únicamente por su práctica de goce, y como tal, la única nominación válida será la proveniente del propio sujeto y no la del campo del Otro. [5]

2. El género y el transexualismo desde el psicoanálisis
La formalización del transexualismo como entidad propia surge en 1950 con el Dr. Harry Benjamin, quien establece la diferencia del transexual respecto del travesti y del homosexual. El transexual no obtiene una satisfacción erótica del hecho de travestirse y siempre se siente como alguien perteneciente al otro sexo. Rechaza sus órganos genitales sin encontrar placer en ellos, a diferencia del travesti y el homosexual.

Desde el psicoanálisis, la conceptualización del género, y en particular, del transexualismo, puede ubicarse a partir de tres momentos: en la obra de Freud, en la primera enseñanza de Lacan, y en su última enseñanza. En Freud, a partir de la lógica falo-castración. En el primer Lacan, a partir del significante fálico y las identificaciones sexuales. En el último Lacan, a partir de la teoría de la sexuación y de los nudos.

En 1916, [6] Freud insiste en recortar la noción de "lo sexual". La noción de sexualidad de la época estaba sujeta a la genitalidad y a la reproducción y Freud sostiene, ya desde hacía unos cuantos años, que lo sexual es un término mucho más amplio. Poner como sinónimos sexualidad y reproducción cierra el camino para comprender la sexualidad en diversos modos de expresión. En "La organización genital infantil" [7] y "El sepultamiento del complejo de Edipo" [8] se lee el giro que da Freud en relación con la sexualidad, produciendo una interpolación a la teoría de la sexualidad que había desarrollado en "Tres ensayos..." [9] y que trabajó en 1916.

A partir de los complejos de Edipo y castración freudianos, no va a tratarse del primado genital como quedó planteado en 1916 sino que el primado fálico es lo que permitirá hacer la ecuación simbólica niño = pene = falo, para la madre, subrayando en esa ecuación que la mujer aparece en falta respecto del hombre, a partir del concepto de penisneid o envidia del pene.

Aquí se plantea la lógica del ser y del tener y las complejidades de las salidas femeninas a los avatares de los complejos. Complejidades en tanto toda la organización queda bajo el primado del falo y la pregnancia del órgano masculino.

De este modo, a partir de 1923 y agregados que Freud introduce en "Tres ensayos...", la sexualidad de hombres y mujeres está organizada alrededor del falo y la castración.

Hay que tener en cuenta que el falo –planteado en estos términos– no es el pene en la obra freudiana, sino la imagen pregnante de la forma fálica, que Freud sitúa como símbolo de la sociedad patriarcal, y presente en todas las culturas de la antigüedad. Es así que agrega a los desarrollos libidinales el estadio pregenital en el que no se puede hablar aún de masculino y femenino sino de activo-pasivo; en el estadio que sigue será genital masculino-castrado; y por último, masculino-femenino, en la elección de objeto. [10]

Los dos complejos, Edipo y castración, tienen un concepto que los articula: el falo. La diferencia sexual no se orienta por el primado genital sino por el primado del falo que remite a la castración: unos tienen y otros no. El falo será el operador lógico de la estructura dejando por fuera la lógica del "desarrollo".

Un año más tarde, en "El sepultamiento del complejo de Edipo" trabaja la articulación del complejo de castración y el complejo de Edipo en el varón e introduce algunas diferencias en la niña.

Pueden definirse tres grandes momentos en la obra freudiana. Los desarrollos en relación con el complejo de Edipo; el falo como operador estructural que ordena las posiciones sexuadas e indicará más tarde la disimetría entre la posición masculina y femenina, y un tercer momento en que esta disimetría se articula con el primer objeto de amor: la madre.

Ya en las teorías sexuales infantiles de 1905, Freud señala que se reconoce un solo órgano: desarrollado en el niño y por desarrollar en la niña. Teorías sexuales infantiles que contrarían hasta a la percepción misma y se posan sobre un desconocimiento. Luego en "La organización genital infantil" retoma esta ignorancia fundamental sobre el sexo femenino, ya con el primado del falo, que articulará el complejo de Edipo con el de castración.

Es al año siguiente [11] cuando las resoluciones se presentarán de modo diverso para los dos sexos: la amenaza de castración empuja al niño a la salida del complejo de Edipo y permite a la niña su arribo. En la teorización que sigue cobra importancia fundamental la fase preedípica de la mujer en relación con la madre, lo cual hace del complejo de Edipo una formación secundaria con relación a esa ligazón prehistórica. De hecho, hasta sostiene que en este caso ya no será el Edipo lo nuclear de las neurosis sino que es esta fase la que deja espacio a todas las fijaciones y predisposiciones posteriores.

De este modo, en esos tres momentos, Freud se sostiene en la lógica del falo y la castración, y ubica distintos modos de pasaje por el Edipo y la castración para el niño y la niña.

Con respecto al transexualismo, si bien Freud no lo llamó así por ser un término posterior, ya se ocupó del primer caso de transexualismo delirante que conocemos, que es el Presidente Schreber. [12] De hecho, la hipótesis central de la lectura del caso Schreber es la de sostener la defensa contra la homosexualidad como la causa de su psicosis. Freud plantea que la fijación homosexual pertenece al estadio del narcisismo, y en esa medida, cuando estalla el conflicto en la adultez, la libido hace una regresión al punto de fijación narcisista, que es la predisposición patológica de la paranoia, y por esa razón se desencadena la psicosis. De este modo, Freud plantea que el "hilo rojo" que atraviesa los tres tiempos de la psicosis es el del fracaso de la defensa contra el deseo homosexual: el período previo al desencadenamiento con la fantasía que sería "hermoso ser una mujer durante el acoplamiento", luego en el período psicótico con el delirio de ser "una mujerzuela" que los hombres usarían y dejarían tirada, y luego en el período de la estabilización con el delirio de ser "la mujer de Dios". Esta "mudanza en mujer" que atraviesa todo el delirio, es la figuración del transexualismo delirante de Schreber.

Lacan retoma la conceptualización freudiana, a partir del significante fálico y más adelante, la función fálica.

La primera enseñanza de Lacan le da al "género" un lugar central a partir de ubicar cómo se normativizan las identificaciones viriles y femeninas a partir de su paso por el complejo de Edipo. Y le da también un lugar importante al transexualismo, justamente porque da cuenta de lo que falla cuando el Edipo y sus consecuencias no se inscriben en el sujeto.

Lacan habla por primera vez del transexualismo en 1957, en El Seminario 4:

"Quienes asisten a mi presentación de enfermos han podido comprobar en uno de nuestros pacientes transexuales, que nos la describió, el carácter verdaderamente desgarrador de la dolorosa sorpresa experimentada el día que, por primera vez, vio a su hermana desnuda". [13]

Como vemos, desde el inicio el transexualismo y la psicosis quedan en alguna relación.

Luego, en "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis", [14] define lo que llama el "goce transexualista" del presidente Schreber, que consiste en la práctica de cultivar en su cuerpo la voluptuosidad femenina:

"...Dios mismo demanda hallar la voluptuosidad con él, y amenaza con el retiro de sus rayos si él se muestra negligente en el cultivo de la voluptuosidad y no puede ofrecer a Dios lo demandado...". [15]

"Desde entonces he inscrito en mi bandera, con plena conciencia, el cultivo de la femineidad". [16]

Ese goce transexualista es la solución que Schreber encuentra en relación con su posición sexuada, al no disponer del significante fálico.

El concepto "significante falo", o falo simbólico, es definido por Lacan como el significante del deseo, y condensa su lectura sobre toda la teorización de Freud acerca de la dialéctica falo-castración, como punto de anclaje del modo de identificación que permite a un hombre o a una mujer considerarse como tales. Este significante fundamental es producto de la efectuación de la metáfora paterna, la cual a su vez, es el resultado de la efectuación de los tres tiempos del Edipo, al cabo de los cuales el neurótico resuelve el enigma, la "x" del deseo de la madre, con la solución del significante falo, significante que permite una identificación simbólica diferente para el niño –tener el falo– y la niña –ser el falo–, saliendo del Edipo con "los títulos en el bolsillo". Ahora bien, esta metáfora paterna y su solución en tres tiempos son posibles con la condición de que haya un tiempo cero, el de la Bejahung del Nombre del padre. Si no hay inscripción del Nombre del padre, tampoco habrá posibilidad de inscripción del significante falo: éste se inscribe si se inscribe el otro.

Lacan describirá las funciones del falo en su texto "La significación del falo". [17] El significante falo tiene cinco funciones que permiten a un sujeto instalarse en una posición inconsciente:
- dar una significación de la posición sexual como hombre o mujer,
- dar una significación de qué se es en cuanto padre o madre,
- dar una significación de la función a cumplir frente al partenaire sexual,
- dar una significación de qué se es en tanto vivo o muerto,
- organizar las significaciones con una referencia sexual, significar el goce fálicamente.

Tanto la neurosis como la psicosis se confrontan, en cierto momento de coyuntura dramática, con los significantes freudianos no inscriptos en la estructura: femineidad, muerte y procreación. Esa confrontación es lo que inicia el desencadenamiento neurótico o psicótico: Lacan compara en Las psicosis cómo Schreber se confronta con el significante no inscripto de la procreación, mientras que Dora se confronta con el de la femineidad, y en los dos casos se produce el desencadenamiento ante esa confrontación. La diferencia es que en el primero esa confrontación inicia el llamado vano hecho al Nombre del padre y la respuesta anticipada del delirio, mientras que en la segunda, dado que está inscripto el Nombre del padre, la identificación viril –es decir, la significación fálica– le permite una mediación para formularse la pregunta de estructura de la neurosis. [18]

Ahora bien, en la psicosis esas cinco funciones que dan significaciones fundamentales al nivel del ser: hombre o mujer, etcétera, no se cumplen. En tanto no hay inscripción del Nombre del padre, tampoco se inscribe el significante falo: hay en su lugar dos agujeros forclusivos, a los que Lacan les asigna los matemas de P0 y f0: un cero, un agujero, en el lugar donde debieran haberse inscripto esos significantes. El significante del Nombre del padre organiza las inscripciones significantes, y el significante falo organiza las significaciones imaginarias, por lo que la confrontación con los agujeros P0 y f0 produce la catástrofe simbólica e imaginaria del desencadenamiento.

En este tiempo de su enseñanza, Lacan ponía el acento en lo simbólico y lo imaginario, pero también la catástrofe se produce a nivel de lo real: el efecto de P0 y f0 es que el goce queda deslocalizado, al no contar ni con el Nombre del padre –que no solo organiza las inscripciones significantes sino que también tiene la función de asegurar una pérdida de goce estructural–, ni con el significante falo –que no solo organiza las significaciones, sino que también localiza el goce en el cuerpo. No hay pérdida de goce ni localización del goce en el cuerpo, con lo cual se trata de un goce en más, un goce que irrumpe sin localización posible. La forma que toma ese goce que irrumpe son los fenómenos elementales, y por esa razón Lacan les dio a esos fenómenos el nombre de significantes en lo real, que cuando irrumpen desarman las construcciones simbólico-imaginarias.

En conclusión: en su primera enseñanza, el significante fálico es el articulador central de la conceptualización de la posición sexual para Lacan, y permite ubicar la posición del psicoanálisis en relación con las teorías de género. El significante fálico ubica la posición viril y femenina como resultado de la salida de los tiempos del Edipo, y también sus otros modos posibles de salida. Pero también se ubica en relación con su inscripción o su forclusión, del lado de la neurosis o la psicosis.

En El Seminario 18 [19] Lacan recomienda la lectura del libro Sexo y género de Stoller, elogiándolo, por un lado, por la buena observación clínica de los casos allí presentados, incluyendo en esto las coordenadas familiares, y criticando por otro su construcción teórica inoperante al no tener en cuenta el concepto de la "forclusión lacaniana". De este modo, ubica la hipótesis de una relación entre el transexualismo y la forclusión. Esta hipótesis ha sido utilizada –en algunos casos de modo extremo, como si hubiera una equivalencia entre transexualismo y psicosis– por varios autores. Lo trae además para reafirmar que la sexualidad no tiene correlato biológico y critica la noción de identidad de género pues no hay nada en la experiencia humana que permita definir lo que es el hombre y la mujer, lo único que demuestra esta noción es que los seres humanos se reparten en hombres y mujeres. "La identificación sexual no consiste en creerse hombre o mujer, sino en tener en cuenta que hay mujeres, para el muchacho, que hay hombres, para la muchacha". [20]No se trata, entonces, de dos sexos como entidades aisladas. No se deviene sexuado por la identificación al significante hombre o al significante mujer, sino por tener en cuenta la diferencia sexual. Esta diferencia, a partir de la teorización de Freud, se dirime en términos de la lógica fálica (falo-castración) ya que no hay inscripción del genital femenino en el inconsciente.

En el primer capítulo del seminario siguiente, ...o peor, Lacan vuelve sobre el tema del transexualismo hablando del "error" del que padece el sujeto transexual: tiene un cuerpo equivocado que no coincide con el sexo al que tiene la convicción de pertenecer. Pero, ¿cuál es el error? Es el "error común", dirá Lacan, que consiste en interpretar la pequeña diferencia anatómica con criterios fálicos. Es así como se distingue a los seres hablantes desde la más tierna edad. No son ellos, los pequeños, quienes se distinguen, sino que "se" los distingue. Ellos, por su parte y en principio, rechazan esta distinción en lo que se conoció en cierto psicoanálisis como las fases infantiles, habrá que ver luego si ellos consienten o no a inscribirse en la función fálica. El transexual rechaza los criterios fálicos a partir de los cuales se lo distinguió en la repartición sexual y su pasión es la locura de querer liberarse de ese error común, que hace que la pequeña diferencia comande la diferencia sexuada volviéndola "natural". El problema es cuando él quiere hacerse reconocer como hombre o mujer, la única manera que tiene de hacerlo es modificando su anatomía. "Su único yerro –dice Lacan– es querer forzar mediante la cirugía el discurso sexual que, en cuanto imposible, es el pasaje a lo real". [21]

En el mismo año 1972, en el escrito "El atolondradicho", Lacan acuña el concepto "empuje a La mujer" para ubicar una serie de fenómenos muy frecuentes en la psicosis que no se reducen a la clínica de la alucinación y el delirio, ni habían sido descriptos por la psiquiatría clásica. Se remite con ese concepto a Schreber, remarcando aquello que antes había llamado "goce transexual", pero ubicándolo a partir de las fórmulas de la sexuación. [22]

Este es el segundo paso importante de Lacan en referencia a las posiciones sexuadas: ubicar la sexuación como una elección de goce, y no como lo había hecho en la primera enseñanza, como una elección significante. Desde las fórmulas de la sexuación, la posición sexual del lado hombre o del lado mujer se elige a nivel del goce, en función de cómo se inscriba uno u otro con respecto a la función fálica.

Las fórmulas de la sexuación tienen también una raigambre freudiana en la medida en que Lacan plantea que hay un solo significante en relación con el cual inscribirse, el falo, pero en esta época ya no lo llama significante sino función fálica, y plantea que la función implica una escritura. La función fálica implica una escritura del goce, y cada sexo se inscribe de un modo distinto.

El lado hombre se inscribe en función de dos fórmulas: el todo y la excepción. El lado femenino se inscribe en función de no hacer excepción al falo y de la lógica del no-todo. Del lado femenino, Lacan sitúa que en la medida en que el goce no puede inscribirse según un todo fálico como para el hombre, no se puede situar un universal de las mujeres. Por eso plantea su conocida fórmula: "La mujer no existe", para ubicar que no hay un universal a nivel del goce femenino.

En relación con esto, el concepto de "empuje a La mujer" toma importancia por contradecirlo, y por relacionarse al "error" en el que cae el transexual.

Lacan presenta en "El atolondradicho" el concepto de empuje a La mujer en el siguiente párrafo:

"Podría aquí, al desarrollar la inscripción que hice, mediante una función hiperbólica, de la psicosis de Schreber, demostrar en ella lo que tiene de sardónico el empuje-a-La-mujer que se especifica con el primer cuantor: habiendo precisado bien que es por la irrupción de Un padre como sin razón, se precipita aquí el efecto experimentado como forzamiento..." [23]

Desglosemos este difícil párrafo: primero, Lacan nos reenvía a su análisis de la psicosis de Schreber en el esquema I de "De una cuestión preliminar...", con su función hiperbólica doble, que situaba en P0 y f0. El encuentro con P0 produce la irrupción del Un padre real, es decir, introduce el desencadenamiento, pero aquí lo llama forzamiento: es el forzamiento, el empuje, a La mujer. El Padre aquí, es el primer cuantor de las fórmulas. De este modo, la lógica de "El atolondradicho" es análoga a la de "De una cuestión preliminar...": como en la psicosis no hay inscripción del Padre, es decir, no se inscribe la excepción, el sujeto no puede posicionarse en relación con el falo, como castrado. Es decir, que su goce no es fálico, porque no pasa por la castración. Y si su goce no es fálico, el goce en la psicosis es un goce sin regulación, deslocalizado. A eso, Lacan lo llama empuje a La mujer: sin el cuantor de la castración, el goce no está castrado, se infinitiza.

De este modo, sin excepción, no hay posibilidad de inscribirse como hombre haciendo del goce un goce fálico. Pero tampoco es posible inscribirse del lado de una mujer, porque tampoco se puede inscribir el goce dentro de un no-todo goce fálico porque no está inscripto. Por lo tanto, si no hay medida del lado hombre y no hay castración del lado mujer, el empuje es a La mujer, sin barrar. Lacan insiste varias veces diciendo que La mujer no existe, pero en este caso utiliza por única vez el artículo "La", para subrayar que sólo en el caso de la psicosis La mujer existe, con sus consecuencias devastadoras.

Entonces, habiendo ausencia de ese primer cuantor, se producen dos efectos:
1) La infinitización del goce: la ausencia de la excepción del padre implica una no cuantificación, una no limitación del goce, y por lo tanto el goce se vuelve infinito y deslocalizado.
2) La mujer: como producto de la no inscripción de la excepción paterna, lo que funciona como empuje es la inscripción de la excepción por la vía de la realización de un absoluto: el efecto forclusivo psicótico es un empuje a realizar la existencia de La mujer. Es un empuje, entonces, a escribir que La mujer existe, en el lado derecho de las fórmulas. Por esto Lacan lo remite a lo femenino, en el punto donde el goce no es regulado por el falo, y en tanto tal es ilimitado. Pero a diferencia de la posición femenina que se ubica en un más allá del goce fálico, el empuje a La mujer se ubica en una ausencia del goce fálico. Es un empuje a inscribir una otra excepción, que no es la paterna, que es la de La mujer.

En conclusión: a nivel de la última enseñanza de Lacan, la cuestión del género se inscribe en términos de goce. Y la cuestión del transexualismo se ubica en relación con la forclusión, por un lado, y el empuje a La mujer, por otro.

Por último, en su libro Ensexo. Ensayo sobre el transexualismo, Catherine Millot, psicoanalista francesa contemporánea, define al transexual como:

"...una persona que solicita la modificación de su cuerpo a fin de conformarlo a las apariencias del sexo opuesto, invocando la convicción de que su verdadera identidad sexual es contraria a su sexo biológico". [24]

Y agrega:

"...El transexualismo es actualmente la conjunción de una convicción que no debe nada a nadie y una demanda que se dirige al otro. Tal demanda es nueva, ya que supone una oferta que la suscita, la que hace la ciencia, pues sin cirujano ni endocrinólogo no hay transexual". [25]

3. Biopolítica y psicoanálisis: la feminización del mundo
Tomando en cuenta estos desarrollos, y en la medida en que en los distintos países avanzan las leyes de identidad de género, podemos considerar al transexualismo como un síntoma de la época, en la medida en que interroga al género y también a las estructuras subjetivas.

En "El inconsciente es político", [26] Miller sentó las bases de lo que luego se llamó la feminización del mundo, señalando una modificación clave en la civilización. El sistema político clásico, sostenido desde la excepción paterna, ubicaba al líder como el que funda un todos iguales. La caída de ese sistema es correlativa a la declinación del Padre, que ya no funciona como garante de la excepción. Su consecuencia es la tendencia a la lógica del no-todo, que tiene las características de lo múltiple, lo ilimitado, lo contingente y lo deslocalizado. Conocemos bien los efectos de la desregulación del goce en los síntomas contemporáneos, ya sea bajo las formas del consumo, la violencia, los pasajes al acto, etcétera.

En la medida en que la lógica falo-castración no distribuye como medida unívoca, observamos el estallido de las formas del género. Como dijimos antes, en los años 60 los estudios de género se rebelaban contra la norma heterosexual, pero esa lógica reafirmaba la medida fálica al negarla. Desde los años 90, los estudios trans-género afirman la multiplicación –hasta ahora en cincuenta y dos géneros, en una serie que cada vez agrega nuevos nombresy la no-identidad –en el sentido de que se puede ser un tiempo de un género y luego de otro.

Dijimos antes que Lacan se refiere a la identidad sexual en dos momentos de su enseñanza: en relación con las identificaciones sexuales, y en relación con la sexuación. Justamente, por efecto de la época, observamos que la posición sexual es afectada en dos niveles: en el de las identificaciones sexuales dadas por la norma del Ideal del yo edípico, y en el de la escritura de la sexuación. Ocurre así que los sujetos deben encontrar como pueden, y mediante soluciones no estandarizadas, sus modos de inscripción y de regulación de goce.

Este modelo que Miller llamó feminización del mundo, está tomado de la lógica de "El atolondradicho"sobre el empuje a La mujer. Como vimos, en la medida en que el cuantor de la excepción paterna no se escribe del lado hombre, se produce un forzamiento a inscribir del lado derecho una otra excepción, la excepción de La mujer con mayúscula. Si bien Lacan lo aplica sólo a los fenómenos forclusivos, este empuje a La mujer confluye en nuestra época con la feminización del mundo, como lo planteó Laurent en Buenos Aires. [27]

Nuestra investigación, entonces, utiliza estos conceptos para pensar modos de efectuación de la sexualidad no contemplados en la lógica fálica. Podemos situar así la problemática del género en un rango que va de la feminización en sentido amplio al empuje a La mujer en sentido restringido. Esto también nos permite considerar al transexualismo no necesariamente del lado de la psicosis.

4. Casuística
La casuística a la que accedimos es de veinte casos en distintos momentos de la reasignación de sexo, pero nos centraremos en los catorce que recibieron tratamiento psicoanalítico.

4. 1. Niños
De los tres niños observados, dos son niños originalmente, y una niña. Los tres casos son diagnosticados como psicosis. Una de ellas comienza tratamiento a los 3 años, y los otros dos a los 8 años. Dos de los casos presentan lo que François Ansermet llama una "certeza temprana", es decir la certeza inicial de ser del otro sexo. Uno de ellos no presenta una certeza temprana, sino que presentarse como otro sexo le permite, en una inestable solución, construirse un cuerpo. En los tres casos se verifica que la reasignación de sexo simbólica los pacifica durante un tiempo. También se constata el decisivo papel del deseo materno, y se observa la posición que Lacan ubicó como el "objeto condensador de goce en el fantasma materno". Uno de ellos, de hecho, sorprende a la convicción materna de defender su posición como niña, cuando aparece con la nueva certeza de ser "una sirena". Por último, se verifica durante el transcurso del tratamiento que presentarse como otro sexo les permite armarse un cuerpo.

4.2. Casos que implican una reasignación simbólica del sexo
Examinamos seis casos. En todos ellos la reasignación de sexo es o bien simbólica, por vía del cambio de nombre y sexo en el DNI, o bien también implica la hormonización pero sin recurrir aún a la vía quirúrgica. Cinco son adolescentes o jóvenes (14 a 25 años), uno es adulto. Se verifica la psicosis en cinco de los seis casos, y uno de ellos, que presenta además un hermafroditismo congénito, está aún en discusión. De los cinco casos de psicosis, tres de ellos son psicosis extraordinarias y dos ordinarias. En dos de los casos se constata una insensibilización genital que evidencia la no fetichización del órgano, diciendo uno de ellos: "es como si me tocaran la rodilla", el rechazo al órgano está presente en ellos. En todos ellos el trabajo del análisis produce una pacificación, y el agregado de la reasignación simbólica de su sexo colabora con ella, logrando una cierta estabilización en cinco de los seis casos: en uno, trabajar con el significante "ser mejor mujer" lo pacifica, en otro, las voces injuriantes ceden cuando logra inscribir en el documento su nuevo nombre, en otro, respetar una certeza que avanza por la vía de feminizarse también lo pacifica, en otro, lograr la posición de "una mujer distinta" en su relación con un hombre produce una localización. En el quinto caso de psicosis, el que no logra estabilizarse, la prohibición familiar a esta solución produce un brote esquizofrénico. Por último, en el caso que aún está en discusión su diagnóstico, el trabajo en relación con su paternidad le permite inscribirse como hombre.

4.3. Casos que implican una reasignación quirúrgica del sexo
Examinamos tres casos que no sólo han hecho la reasignación simbólica de sexo, sino que han llegado a la intervención quirúrgica. En todos diagnosticamos una psicosis, dos de ellos ordinarias y una extraordinaria. En uno de los casos, cuando se instala la certeza, intenta resistirse yendo al gimnasio o dejándose la barba, pero luego cede y comienza la reasignación de sexo.

Es interesante remarcar que en los tres casos se verifica una descompensación posterior a la intervención quirúrgica, a diferencia de los anteriores donde había una pacificación. Se verifica también que antes de la intervención, el rechazo del órgano, pese a ser sufrido e incómodo, producía una localización de goce, que con la intervención se deslocaliza. Dos de ellos logran mediante el análisis un trabajo sobre lo femenino que les permite una pacificación: una lo logra a partir de un trabajo que consiste en transformar a las mujeres, y otra mediante la diferenciación entre una mujer y una mujer trans, junto a un trabajo en relación con el semblante.

4.4. Travestismo
Examinamos dos casos de travestismo en los que se constatan diferencias. Uno de ellos muestra una alucinación infantil que lo ubica como psicosis y ello se verifica en el análisis, mientras que el otro puede ubicarse como una perversión. En el caso de psicosis la intervención del analista en su trabajo sobre lo femenino produce una pacificación, a partir del trabajo de "vestirse de mujer para ser una mujer lesbiana". En el caso de perversión se verifica un decaimiento libidinal en el punto donde el sujeto no puede sostenerse en la mirada del Otro, que el análisis logra pacificar. Verificamos la perversión en ciertas consecuencias de la renegación de la castración: a diferencia de los casos anteriores, el órgano está sumamente fetichizado como condición de goce, y puede situarse el goce que produce la perplejidad del Otro.

5. Conclusiones generales
Hasta aquí podemos concluir en aquello que el rastreo clínico nos permitió constatar una vez más, que al dirigirnos a los síntomas contemporáneos encontramos allí tipos de síntomas bajo un común sinthomático: lo determinante que supone el encuentro de un real con lalengua, en tanto condición de goce y modo de habitar de un sujeto sus identificaciones.

Desde esta perspectiva, enumerar los casos no significa armar un universal sino que se trata de poder situar un goce particularizado a partir del discurso del psicoanálisis. Es bajo la experiencia de la transferencia por donde pudimos verificar que ese goce toma cuerpo, se singulariza.

De los catorce casos, doce se observaron como psicosis, uno como perversión y uno con un diagnóstico aun en discusión.
De los catorce, los hombres que se reasignaron como mujeres son diez, y las mujeres reasignadas como hombres son cuatro.
Tres son niños, seis son adolescentes o jóvenes y cinco adultos.
De los doce casos de psicosis, seis pueden considerarse psicosis extraordinarias, y seis ordinarias
La reasignación de sexo simbólica tuvo una función pacificadora para nueve de ellos que no se operaron. Uno de ellos cuando se prohibió esa solución se descompensó. En oposición a ello, para los tres que sí se operaron, la intervención quirúrgica tuvo una función descompensatoria.
En los doce casos de psicosis verificadas, se constata que la imagen del sexo funciona como un intento de solución, a veces lograda, a veces fallida. Pero los doce casos apelan a lo mismo, ya sea como certeza, identificación o asíntota: la imagen del sexo les permite hacerse un cuerpo.

En la mayoría de los casos se puede verificar la pregnancia del discurso sobre el género, previo al encuentro con un analista, y en particular –en casi todos ellos– se presenta la cirugía como promesa de alivio al sufrimiento de quien dice pertenecer a un sexo al que su cuerpo no corresponde. Más allá de si ésta se realiza o no, si en el transcurso del tratamiento gana o pierde consistencia, la "solución" quirúrgica, universal y prêt-à-porter, está allí presente.

Si la "feminización" del mundo conlleva al estallido de las identificaciones sexuadas, el transexual como síntoma de la época nos muestra cómo ella está fuertemente marcada por el discurso de la ciencia: rechazo del significante al tratar el órgano como real, rechazo de la dimensión subjetiva y de lo singular del proceso de sexuación para cada quien.

Arribar a estas conclusiones nos permite interrogar sobre la partida que juega el analista de orientación lacaniana. Con esta enseñanza clínica podemos afirmar que es tarea de un psicoanalista poner en cuestión estas soluciones que la civilización promete y acompañar a cada sujeto, haga uso o no de estas técnicas, a que encuentre un tratamiento del goce que le sea soportable desde sus marcas singulares, sostenido en un lazo subjetivo posible, tal como queda demostrado en varios de los casos aquí observados.


NOTAS
1- Lo que Simone de Beauvoir había expresado en 1949 con el conciso: "La mujer no nace, se hace".
2- Foucault, M., Historia de la sexualidad. 1-la voluntad de saber, Siglo XXI, México, 1991.
3- Ibíd., pp. 188 y 191.
4- Miller, J.-A., "La relación corporal", cap. XIX, Piezas sueltas, Paidós, Bs. As., 2013.
5- Eric Laurent agrega que "...Contrariamente a otros militantes de la reivindicación de las comunidades de goce, esta autora está a favor del psicoanálisis. Pero apela a un psicoanálisis que apuntaría a un ideal preedípico, perverso polimorfo en los términos de Freud". Laurent, E., "Un nuevo amor por el padre", en Torres, M., Schnitzer, G., Antuña, A., Peidro, S. (comps.), Transformaciones. Ley, diversidad, sexuación, Grama, Bs. As., 2013, p. 189.
6- Freud, S., "Conferencias de introducción al psicoanálisis (Parte III)" (1917), Obras Completas, Vol. XVI, Amorrortu, Bs. As., 1991.
7- Freud, S., "La organización genital infantil" (1923), Obras completas, Vol. XIX, op. cit.
8- Freud, S., "El sepultamiento del complejo de Edipo" (1924), Obras completas, Vol. XIX, op. cit.
9- Freud, S., "Tres ensayos de teoría sexual" (1905), Obras completas, Vol. XIX, op. cit.
10- Freud, S., "La organización genital infantil", op. cit.
11- Freud, S., "El sepultamiento del complejo de Edipo", op. cit.
12- Freud, S., "Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoide) descrito autobiográficamente" (1911), Obras completas, Vol. X, op. cit.
13- Lacan, J., El Seminario, Libro 4. La relación de objeto, Paidós, Bs. As., 2002, p. 272.
14- Lacan, J., "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis", Escritos 2, Siglo XXI, Bs. As., 1987.
15- Freud, S., "Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia...", op. cit., p. 29.
16- Ibíd., p. 32.
17- Lacan, J., "La significación del falo", Escritos 2, Siglo XXI, México, 2008, pp. 653-662.
18- Lacan, J., El Seminario, Libro 3, Las psicosis, Paidós, Bs. As., 1991.
19- Lacan, J., El seminario, Libro 18. De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, Bs. As., 2009.
20- Ibíd., p. 33.
21- Lacan, J., El Seminario, Libro 19. ...o peor, Paidós, Bs. As., 2012, p. 17.
22- Lacan, J., "El atolondradicho", Otros escritos, Paidós, Bs. As., 2012.
23- Ibíd., p. 490.
24- Millot, C., Ensexo. Ensayo sobre el transexualismo, Catálogos, Bs. As., 1984, p. 14.
25- Ibíd.
26- Miller, J.-A., "El inconsciente es político", Lacaniana 1, Altamira, Bs. As., 2003.
27- Laurent, E., "El orden simbólico en el siglo XXI. No es más lo que era. ¡Qué consecuencias para la cura?, El Caldero de la Escuela 17, Grama, Bs. As., 2012, p. 6.

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Fuente: Alejandra Antuña y otros (2016) "Transexualismo y travestismo desde la perspectiva del psicoanálisis" Virtualia - Revista digital de la Escuela de la Orientación Lacanaiana