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sábado, 23 de agosto de 2025

El Sujeto, el Deseo y la Falta como orientación de la cura

El carácter inaprehensible del sujeto no anula su valor como brújula de la cura psicoanalítica. Lo mismo puede decirse del deseo, siguiendo la articulación entre ambos: la cura se orienta por el sujeto, en la medida en que el analista debe “acomodarse” a él en la transferencia y darle lugar; y se orienta por el deseo, en tanto es lo que moviliza al hablante, lo que lo pone en causa.

Si lo simbólico preexiste, el sujeto queda atravesado por la latencia y la desnaturalización que esa anterioridad impone. El significante cumple una función activa: no se limita a producir efectos de sentido, sino que inscribe el cuerpo como superficie simbólica, radicalmente distinta del cuerpo natural y biológico. En este marco, la sexualidad adquiere un papel central en la praxis analítica, no por la genitalidad, sino por la participación de la pulsión.

La castración puede pensarse, por un lado, como la falta de una inmanencia que otorgue identidad al sujeto, lo que lo convierte en un “ser en falta” y repercute en su posición sexuada. Por otro lado, también puede concebirse como efecto de un vaciamiento constituyente, que conmueve cualquier noción de esencia previa. En tanto carece de identidad, el sujeto se ve obligado a identificarse para poder advenir al ser.

La palabra es el instrumento privilegiado de la práctica analítica, porque al ponerse en acto hace comparecer al sujeto en su división. Esto ocurre dado que la palabra está atravesada por la multivocidad, el equívoco y el malentendido; en su dimensión metonímica, ella misma da cuenta de la falta constitutiva a la que el sujeto está ligado.

Si el Otro es el tesoro del significante, y allí no existe término alguno que pueda nombrar o fijar al sujeto del inconsciente, se establece una correlación fundamental: la división del sujeto se enlaza con la falta en el Otro.

miércoles, 30 de abril de 2025

La brújula del sin-sentido: clínica, dirección y paradoja en la práctica analítica

Existe una orientación clínica que justifica esa afirmación, tantas veces repetida, por la cual el psicoanálisis “no es una terapéutica como las demás”. Esa diferencia no radica únicamente en los medios que utiliza, sino —y sobre todo— en los fines que persigue.

Esta orientación implica, entonces, un sentido como dirección: el analista dirige la cura, sí, pero no dirige al analizante. Surge así una pregunta fundamental:
¿Con qué brújula se orienta esta dirección?

O, formulado de otro modo:
¿Qué orienta la escucha analítica en una praxis que parte del reconocimiento de que no hay cura tipo?

Esta imposibilidad de una cura estandarizada da cuenta de algo estructural: en el sujeto hay un punto de imposibilidad, un límite que vuelve inviable cualquier técnica universal. No hay, por tanto, una “técnica analítica” en sentido clásico; hay, como dice Lacan, una técnica significante.

Esto significa que el analista se deja llevar por el discurso, por sus derivas, equívocos y tropiezos, para escuchar allí lo que determina el padecer subjetivo. Lo que guía la praxis no es un saber previo, sino una atención al detalle de las fallas, a lo que se interrumpe, vacila o se contradice.

En lugar de protocolos, lo que toma protagonismo son las dificultades, las contradicciones, los callejones sin salida... y, podríamos agregar, las vacilaciones del sentido. Esta serie de tropiezos no obstaculiza la cura, sino que la constituye: son ellos los que guían la escucha.

Allí donde el discurso yerra, aparece una fisura que se llena con ilusiones de sentido. Lacan lo nombrará, casi al final de su enseñanza, como “las ficciones de la mundanidad”. Es el intervalo donde se alojan los fantasmas, aquello que parece cerrar el vacío pero que lo conserva como tal, marcando un margen.

Si aceptamos que el sujeto solo adviene al ser como objeto en el deseo del Otro, cabría preguntarse:
¿Qué puede liberarlo de esa captura?

Tal vez, una paradoja. Una torsión del discurso que no lo redima, pero sí lo desplace; que interrogue el edificio de la verdad en el que se sostiene, lo saque de su lógica habitual, y lo confronte con el vacío que lo habita.

La dirección de la cura, entonces, no se orienta por una técnica ni por un ideal de salud, sino por la apertura de ese margen: allí donde el sentido falla, el sujeto puede emerger —no como identidad, sino como efecto.

lunes, 3 de marzo de 2025

La tragedia y la soledad en la experiencia analítica

En la práctica analítica, el analizante se enfrenta a un punto radical de soledad, un momento en el que se confronta con su posición respecto del deseo del Otro. Para llegar a este umbral, es necesario atravesar lo que Lacan denomina el campo trágico, un entramado de creencias y mandatos que estructuran la subjetividad.

Lacan encuentra en la tragedia una vía privilegiada para abordar este proceso. A lo largo de su enseñanza, trabaja con distintos momentos de la tradición trágica: desde la tragedia antigua, especialmente Sófocles; pasando por Shakespeare, con Hamlet y Rey Lear; hasta la tragedia moderna con la obra de Paul Claudel. Estos distintos registros configuran diversas maneras de tratar la verdad y distintos estatutos del Padre.

El análisis se vale de este entramado escénico para descifrar los mandatos que impulsan al sujeto hacia el deber y el ideal. Aquí surgen preguntas fundamentales: ¿cómo se articula esto en la experiencia analítica?, ¿de qué modo se pone en juego en la demanda que el sujeto dirige a un psicoanalista?, ¿cómo esta demanda orienta el análisis?

El analista se sirve de la dimensión trágica en la que el sujeto se inscribe para leer los determinantes significantes de su padecer y de su actuar. En este proceso, se abre una bifurcación que introduce una paradoja: la elección entre un deber costoso y el riesgo que se intenta evitar. Este movimiento permite transitar desde la posición fantasmática de ser el deseado hacia la contingencia de convertirse en el deseante.

lunes, 23 de diciembre de 2024

La Palabra en Psicoanálisis: su función y eficacia terapéutica

La metapsicología freudiana abarca tres dimensiones clave: la dinámica, la tópica y la económica. En los inicios de su planteamiento, Freud otorga especial protagonismo a la perspectiva tópica. Sin embargo, con el tiempo, este enfoque se desplaza hacia la dimensión económica, particularmente en el contexto de la segunda tópica, donde el ello adquiere un rol preeminente.

Este cambio implica una reformulación del principio rector del aparato psíquico, que transita del principio de placer al concepto de "más allá del principio de placer". En esta nueva fase, la dimensión económica se caracteriza por un flujo energético que no se liga y circula libremente, fenómeno que Freud relaciona con lo traumático, especialmente a partir de su obra Más allá del principio de placer.

En este marco, la eficacia de la palabra en psicoanálisis se torna un punto central. ¿Por qué la palabra cura? Porque es el medio que permite tramitar la dimensión económica, haciéndola accesible a la ligadura simbólica. La palabra posibilita un trabajo de reelaboración esencial, mencionado por Freud en "Recordar, repetir y reelaborar" y ampliado por Lacan en "Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis", bajo el concepto de rememoración.

La rememoración, entendida como un trabajo simbólico, permite a la palabra tamizar lo traumático de lo económico y resignificar los eventos significativos de la historia del sujeto. Este proceso, en palabras de Lacan, es "la asunción del sujeto de su historia". Así, la palabra cura porque une, porque media.

No obstante, no todo puede ser alcanzado por la palabra. Existen aspectos estructuralmente resistentes al lenguaje, lo que plantea la necesidad de repensar y desarrollar herramientas clínicas adicionales para abordar aquello que permanece fuera del alcance del discurso.

viernes, 20 de diciembre de 2024

Los tres niveles del grafo y su Incidencia Clínica

En el Seminario 5 de Lacan, dedicado a las formaciones del inconsciente, se destaca la relevancia de tres niveles que estructuran y desarrollan el grafo. Estos niveles trazan relaciones fundamentales entre la demanda, el deseo y el goce, desplegándose en funciones y articulaciones específicas que el grafo organiza en diferentes "pisos".

Lacan plantea estos niveles no solo como un marco teórico, sino como una interrogación esencialmente clínica. En ellos se explora la dirección de la cura, el fin del análisis y aquello que Lacan describe en términos enigmáticos como “lo que se trata de realizar en el análisis”. Este proceso deja, como resto, aquello que permanece no realizado: el tránsito desde la “realización psicoanalítica del sujeto” a través de la palabra, hacia el inconsciente como lo no realizado.

La dirección de la cura, según Lacan, implica un atravesamiento del tránsito edípico, dado su papel configurante en la posición del sujeto. Aquí, el campo del ideal cobra importancia, conceptualizado como el ámbito de las insignias. Estas insignias —descritas por María Moliner como atributos, distintivos o enseñas— reflejan la centralidad de una operación de identificación, que a su vez expresa una relación de deseo.

Estos tres niveles también sitúan la incidencia de la castración como una operación simbólica que organiza la posición del sujeto. No se trata de reducirla a lo anecdótico o fenoménico, sino de articularla como una dialéctica estructural. En esta operación, la prohibición sobre un significante —la posición del niño como falo para la madre— funda el lugar del sujeto en el campo simbólico.

Este enfoque permite situar la castración y su resorte, el significante, como elementos esenciales para entender la estructura del deseo y la subjetividad en el marco del análisis psicoanalítico.

martes, 17 de diciembre de 2024

La repetición en psicoanálisis: entre el malestar y la cura

La repetición, en el marco del psicoanálisis, se refiere a una insistencia, a algo que retorna, aunque no siempre de la misma manera. Si bien el sujeto tiende a interpretarla como una reafirmación de identidad, en realidad la repetición revela una complejidad mayor, ya que involucra tanto el significante como lo real.

Freud asoció inicialmente la repetición con la reminiscencia platónica, es decir, con algo que permanece fijado en la memoria o en la experiencia del sujeto. Lacan, por su parte, amplió este concepto distinguiendo dos sesgos de la repetición:

  1. La repetición simbólica, vinculada al significante y al orden discursivo. Se asemeja a lo que en la Grecia clásica se llamó el eterno retorno, es decir, la persistencia de los símbolos en la cadena del lenguaje.

  2. La repetición en el registro de lo real, que está más allá del discurso. Aquí, la repetición se enlaza con la relación entre el inconsciente y el cuerpo a través de la pulsión. Esta modalidad de repetición responde a lo que Lacan denomina "lo que no cesa de no escribirse", es decir, aquello que escapa a la simbolización y persiste como un impasse.

Es en esta dimensión donde la repetición se asocia al malestar del sujeto. La causa de este malestar radica en lo que lo simbólico no puede inscribir completamente. En términos psicoanalíticos, el sujeto se constituye en la tensión entre el significante y el cuerpo, pero siempre queda algo que resta, algo irreductible que no puede ser simbolizado. Este "resto" es lo que se manifiesta como malestar, un efecto de la cultura y del ingreso en el orden del lenguaje, tal como Freud lo postuló.

¿Es posible curar la repetición?

La repetición no solo constituye un concepto central del psicoanálisis, sino también un pilar fundamental de la cura. La práctica analítica no busca evitar la repetición, sino más bien atravesarla, para localizar en ella los elementos significantes que la determinan. Estos puntos inerciales, que suelen impulsar la demanda del análisis, se leen en el discurso del sujeto, más allá de lo explícitamente dicho.

Sin embargo, no toda repetición es igual. Lacan diferencia dos modalidades:

  1. La repetición fantasmática:
    Esta forma de repetición está asociada a la historia del sujeto y a las marcas que recibe del Otro. Estas marcas configuran sus síntomas, inhibiciones, angustias y modos de transitar la vida. Como tal, esta repetición está vinculada a la temporalidad del sujeto y puede ser parcialmente curada. La intervención del analista, mediante el equívoco significante, puede conmover esas fijaciones históricas y permitir cierta transformación.

  2. La repetición estructural:
    Esta repetición pertenece al orden del lenguaje y está relacionada con la imposibilidad de la complementariedad sexual en el ser hablante. Freud anticipó este fenómeno en términos de "más allá del principio de placer": se trata de una repetición vacía de cualidad, un componente económico que no puede ser tramitado por la palabra. Esta dimensión, por su propia naturaleza, es incurable.

En conclusión, mientras que la repetición fantasmática puede conmoverse y transformarse a través del análisis, la repetición vinculada a la estructura del lenguaje persiste como un punto irreductible, imposible de eliminar. La cura, en el psicoanálisis, no supone erradicar la repetición, sino trabajarla para desarticular sus fijaciones y permitir al sujeto un nuevo modo de habitar su malestar.

viernes, 6 de diciembre de 2024

La disparidad de la transferencia

El Seminario 8, dedicado a la transferencia, comienza con una declaración que revela un cambio significativo en la enseñanza de Lacan: “Anuncié para este año que voy a tratar sobre la transferencia en su disparidad subjetiva, y su presunta situación, sus excursiones técnicas”. En esta introducción, el término "disparidad" se subraya como una elección cuidadosamente deliberada, que apunta a algo distinto de la disimetría.

La noción de disparidad marca una ruptura con los planteamientos previos, como los que se encuentran en el esquema Lambda, donde Lacan discutió la intersubjetividad. Aquí, al ubicar la transferencia como dispar, se descarta cualquier interpretación que la conciba como una relación de intersubjetividad entre el sujeto y el Otro. Este desplazamiento redefine el vínculo transferencial, alejándolo de una simple interacción dialógica para enmarcarlo en una dimensión estructural.

El marco estructural de la transferencia

En lugar de centrarse en los aspectos fenoménicos de la transferencia —es decir, las manifestaciones visibles en el aquí y ahora del vínculo analítico—, Lacan propone un enfoque que prioriza su marco estructural. Reconoce que lo fenoménico existe, pero lo deja en un segundo plano. Este movimiento teórico responde a la necesidad de situar la transferencia más allá de lo evidente, en un terreno donde se articule su lógica interna y las coordenadas que la estructuran.

La referencia a la presunta situación apunta a una crítica dirigida a la idea de que la transferencia se reduzca a un "aquí y ahora" con el analista. Según Lacan, lo esencial en la transferencia no se agota en la interacción presente ni puede explicarse en términos de simetría o disimetría. Lo "presunto" denuncia la ilusión de que la transferencia sea una situación tangible, cuando en realidad encierra una estructura compleja que trasciende estas categorías.

El término “Odd” y la transferencia como espacio disparejo

Para precisar el carácter de la transferencia, Lacan recurre al vocablo inglés Odd, que alude a lo disparejo, lo que no empareja ni se integra fácilmente en una cadena lógica o estructural. Este término sugiere un movimiento entre la particularidad y la singularidad, subrayando que lo transferencial no puede ser homologado a otras relaciones ni encadenado en términos habituales.

En este contexto, la posición del analista juega un papel crucial. Es su función permitir que esta disparidad adquiera lugar en el marco transferencial, creando un espacio donde pueda acontecer el pasaje del Otro al objeto a. Este pasaje no es simplemente un cambio de posición, sino una transformación estructural que redefine la economía del deseo en juego en la cura.

De este modo, el Seminario 8 abre una nueva vía para pensar la transferencia, no como un fenómeno interpersonal, sino como un entramado donde lo disparejo, lo Odd, revela el núcleo estructural que sostiene la praxis analítica.

domingo, 20 de octubre de 2024

Las herramientas clínicas fundamentales para atender pacientes

La tarea principal del analista es armar el vínculo transferencial, que tiene una naturaleza amorosa, conocida como "Amor de Transferencia". Según Freud, sin esta transferencia o si es negativa, el paciente no escuchará al analista, ya que los argumentos no entran a través del intelecto, sino mediante este vínculo.

La condición indispensable para construir el vínculo transferencial es "estar presente", lo que implica adquirir existencia psíquica para el paciente. Solo al estar presente el analista puede empezar a operar en la relación terapéutica.

Una vez establecido el vínculo, el paciente desplegará su neurosis de transferencia, un tipo de neurosis artificial que recrea su propia fantasmática psíquica, es decir, sus experiencias inconscientes repetidas en la relación con el analista. Esta fantasmática refleja su forma particular de posicionarse ante los Otros Primordiales de su historia.

Es importante recordar que, cuando el paciente repite en la cura, no se dirige a la persona real del analista, sino a los Otros Primordiales que el analista encarna para él, a nivel inconsciente.

El analista maneja la transferencia, interviniendo sobre este terreno, que es donde se repite el inconsciente y las pulsiones del Ello. Mediante intervenciones clínicas como señalamientos, interpretaciones y construcciones, el analista dirige la cura, pero no dirige la vida del paciente.

El objetivo del análisis es lo que Lacan denominó "Rectificación Subjetiva", que consiste en ofrecer una tramitación distinta de aquellas posiciones subjetivas que dañan al sujeto y lo apartan de su deseo, generando sufrimiento psíquico.

En palabras de Fernando Ulloa, "la única subversión que el psicoanálisis propone es la del sujeto cuando asume su deseo".

jueves, 13 de abril de 2023

La Angustia y las Intervenciones del analista (Isidoro Vegh)

El 11/4/23 tuvo lugar la Conferencia Magistral a cargo del maestro Dr. Isidoro Vegh en la Institución Fernando Ulloa. Lo cierto es que en el 2021 el autor abordó el tema en  La angustia y la ansiedad; la angustia y lo siniestro: distinciones clínicas y en el 2017, en Clínica de la angustia: su lógica

Vayamos a "la previa" y luego a las notas de la conferencia.

La angustia ¿De cuál peligro nos despierta?

La angustia es definida por Jacques Lacan como un afecto. Cuando se hace presente, irrumpe de manera repentina y brusca, sin mediación de representaciones simbólicas. Trae aparejada repercusiones displacenteras sobre nuestro cuerpo: opresión en el pecho, palpitaciones, tensión e inquietud en nuestra musculatura.

J. Lacan en el Seminario 10 “La Angustia”, relaciona el surgimiento de la angustia (en su momento crítico) con aquello que Freud expusiera en su texto “Lo siniestro”: la angustia es ese instante -sin palabras- en donde lo que nos es familiar se nos aparece como extraño (unheimlich).

La función de la angustia. ¿De qué peligro nos anoticia?

Siguiendo con los desarrollos de J. Lacan en el Seminario 10, cuando la angustia se nos manifiesta aparece como un huésped inesperado, que nos anoticia de un peligro inminente: quedar en posición de objeto a merced del Otro primordial de nuestra historia o quien en el tiempo presente ocupe -fantasmáticamente- su lugar (una pareja, un jefe, un hermano).

¿Por qué la angustia como fenómeno tiene su origen en los tiempos fundantes e instituyentes de nuestra subjetividad?

La operación de alienación: Está configurada por el tiempo de la indefensión del infans al nacer. Por carecer de recursos biológicos y psíquicos para poder vivir, necesitaremos que haya un Otro primordial, que desde su deseo -Su falta- signifique nuestras necesidades -a través del lenguaje y su cuerpo- transformándolas en demanda (de comer, de sentarnos, de controlar nuestros esfínteres) Posición pasiva de objeto.

La operación de separación: Está configurada por el tiempo de la crianza (niñez, pubertad y adolescencia). Ocurre cuando podemos formularnos una pregunta: “Entre todas las demandas del Otro primordial, ¿qué me quiere?”. Así como también cuando nos damos una respuesta: esto ocurre cuando recortamos un “objeto privilegiado”, un “objeto parcial” (oral, anal, fálico, escópico, invocante) para quedar implicados -a partir de aquí- con el Otro primordial (a nivel de la fantasía). Ya no como cuerpo entero. Posición activa del sujeto.

¡¡Importante!!

La angustia: su relación con los dos destinos posibles para ese objeto parcial y privilegiado que hemos recortado de las demandas del Otro

Un destino posible para el objeto que cae recortado como el privilegiado entre todas las demandas del Otro, es que actúe como recordatorio de la falta (no ser para el Otro un cuerpo entero). Esta falta provoca un movimiento deseante en tanto, como sujetos, sólo podemos desear aquello de lo que estamos faltos.

Otro destino posible para el objeto que cae recortado como el privilegiado entre todas las demandas del Otro, es que sea usado -por un mecanismo de regresión- como tapón de la falta del Otro (deseo del Otro). Este taponamiento provoca un congelamiento de nuestro deseo. Si el deseo queda, así, fuera de juego, nos ocasionará un sufrimiento crónico –un “penar de más”-.

¡¡Clave Clínica de la Angustia!!

La angustia, a la manera de un peligro -si se nos aparece-, tiene una enorme e importante función: anoticiarnos que, como sujetos, hemos hecho una regresión sacrificial: Ofrecernos como objeto para anular la castración del Otro.

Por este motivo, J. Lacan nos dice que “la angustia se manifiesta cuando Falta la Falta”. Este es el punto preciso en donde, como sujetos hacemos un abandono de nuestra condición deseante.

Fernando Ulloa: “La única subversión que el psicoanálisis propone es la del sujeto cuando asume su deseo”.

Crisis de Angustia: Esa “Catástrofe Subjetiva”

La Crisis de Angustia -una presentación clínica tan frecuente en nuestro tiempo- es causada por una irrupción pulsional sin límite (angustia masiva) que es experimentada como un verdadero tormento subjetivo. Con fuertes y conmocionantes síntomas sobre el cuerpo: taquicardia, mareos, sensación de ahogo, dolor agudo de estómago, temblores.

¡¡Importante!! Ya Sigmund Freud, en 1894/95, nos advierte: “Estos síntomas físicos no son fáciles de distinguir de una afección cardíaca”. Por este motivo, hay que primero descartar causas orgánicas a través de una consulta médica.

La Crisis de Angustia está motivada por una angustia masiva e indeterminada -sin representaciones psíquicas-, a diferencia de la angustia señal (que le señala al sujeto algo preciso y determinado: que se halla ubicado como objeto para taponar la falta del Otro).

Diferencias entre la Angustia Señal y la Angustia Masiva:

La Angustia Señal: Sus características
  • La angustia señal lo anoticia al sujeto de algo preciso: que se halla ubicado como objeto para taponar la falta del Otro.
  • Es una señal dirigida al Yo del sujeto, proveniente de la trama inconsciente.
  • En la angustia señal, el sujeto se sostiene en el mundo a través de su trama fantasmática.
  • La angustia señal es susceptible de interpretación, como intervención privilegiada del analista.
La Angustia Masiva (propia de la Crisis de Angustia): Sus características
  • Irrumpe en la subjetividad de manera traumática, sin aviso previo y de manera ilimitada.
  • Puede provenir de: la realidad externa (ejemplo: pandemia), del Ello (pulsiones sin dique) o del Superyó (exigencias desmesuradas, sin límite alguno).
  • El sujeto queda arrasado, se desarma su fantasmática que lo sostiene en el mundo. Aparece, así, el puro cuerpo.
  • Las intervenciones del analista se orientan a las construcciones, es decir, a armar -nuevamente- la trama fantasmática.
En las “Crisis de Angustia” lo que se halla suspendida -temporalmente- es la función del Nombre del Padre, aquella que marca la prohibición de: “ser” un objeto entero a merced del Otro.

La función Nombre del Padre es -más allá de quién la ejerza- una función de corte, a la que Freud denominó “Prohibición del Incesto”.

En la Crisis de Angustia, la función de corte -Nombre del Padre- está momentáneamente suspendida, el sujeto vivencia el horror del desamparo primario, entendido como una posición de entera pasividad frente al Otro de los primeros cuidados (tiempo necesario de Alienación para sobrevivir y hacer nuestra entrada al lenguaje).

¡¡Clave Clínica!! En el momento tan perturbador -por lo terrorífico- de estar en total posición pasiva frente al Otro (tiempo traumático), las coordenadas del mundo (temporales/espaciales) se borran y/o desaparecen. Hay una pérdida momentánea de la trama fantasmática que nos orienta en el mundo -a través de nuestro deseo-.

Intervenciones Clínicas en la “Crisis de Angustia”:

Como analistas, -fundamentalmente- acompañaremos y alojaremos al sujeto. Le transmitiremos que existe una causa para ese padecimiento tan intenso e intolerable.De a poco y a través de preguntas, trataremos de situar en qué momento de la vida particular del sujeto irrumpió la Crisis de Angustia.

Cuando poco a poco el sujeto va recuperando la subjetividad arrasada por la angustia masiva -a través de la donación por parte del analista de las representaciones simbólicas (construcciones)-, se volverá a instalar la trama fantasmática y, con ella, el sentido y la orientación de su existencia.

Notas de la conferencia "La Angustia y las Intervenciones del analista" (Isidoro Vegh)

¿Por qué reímos cuando nos cuentan un chiste? Es algo invariante de nuestra estructura, todos lo hacemos. Cuando estamos tristes, lloramos, por ejemplo ante un duelo que concierne a nuestro ser. La palabra duelo y dolor tienen la misma etimología. El duelo es un dolor cuando transitamos la pérdida de un ideal de algún ser querido. La angustia también es una manifestación que tiene sus invariantes: sensación de opresión en el pecho, de no encontrarse bien en ningún lado, respiración agitada, taquicardia, sudoración en las manos. Son signos que indican que hay alguien dominado por la angustia.

La inteligencia artificial puede escribir "Estoy triste", pero, ¿Puede sentir lo que siente el cuerpo humano cuando está triste? Lo mismo con la angustia, ¿Puede la IA sentir la opresión en el pecho de la angustia? Los sentimientos, pasiones y afectos son elementos esenciales de nuestra constitución como humanos.

Angustia y ansiedad. En la primera clase del seminario de la angustia, Lacan distingue la angustia de la emoción, del embarazo, del tropiezo. La ansiedad se produce en el sujeto por apremios que le llegan desde el ello (tentaciones), el superyó (mandatos), del yo (que sostiene el ideal de la armonía) y también de las irrupciones de lo real.

En la ansiedad, vemos al sujeto nervioso y podemos confundirlo con la angustia. La ansiedad es un efecto de estos apremios variados que no encuentran la letra para su resolución. Ni la letra, ni la circunstancia adecuada. El ansioso se mueve agitado, no se puede calmar... 

La angustia es algo diferente. 
La angustia de muerte surge ante la irrupción traumática. Allí Freud indica que hay que ponerle palabras para poder ligar simbólicamente eso que irrumpió desde lo real.
El ataque de pánico, también llamado crisis de angustia. Para Víctor Iunger, es un tiempo de suspensión de la función paterna. Se trata de un momento de vacío de no poder apuntar hacia ningún lado, de sensación de muerte y vacío que no lleva ni impulsa a nada.

Freud trabajó la angustia señal en dos tiempos distintos, con dos teorías diferentes. La primera refiere a la angustia que aparece en las neurosis actuales, neurosis que surgen porque en lo actual hay una represión que lleva a la neurastenia, a la masturbación, a la eyaculación precoz y que produce un acúmulo de libido sin descargar. Esa energía sexual no descargada pasa a convertirse en síntomas. La represión produce angustia.

En la segunda teoría, es al revés: la angustia produce la represión. Para Freud la angustia tiene que ver con la castración, una amenaza de castración que se centra en el órgano del pene y que produce que el sujeto renuncie al incesto para salvaguardar su narcisismo del órgano que no quiere perder.

Lacan propone que no se trata de la pérdida del órgano, sino de la castración del Otro. Para Lacan no se trata del pene como órgano, sino del falo como un significante. Recordemos que si decimos "El inconsciente está estructurado como un lenguaje", la palabra clave es "como": se trata de un conjunto de elementos discretos, donde falta al menos un elemento. No hay conjunto que tenga todos los elementos, al menos uno tiene que faltar.

Amplío esto con ChatGPT:
La teoría de conjuntos, desarrollada por el matemático Georg Cantor en el siglo XIX, establece que para un conjunto finito no vacío, siempre hay al menos un elemento que falta en otro conjunto. Esta afirmación se conoce como el Principio de Faltante o el Principio de Omisión.

Formalmente, si A y B son conjuntos finitos no vacíos, y A está incluido en B (es decir, todos los elementos de A están en B), entonces existe al menos un elemento en B que no está en A.

Este principio se utiliza en la teoría de conjuntos y en la matemática en general para demostrar la existencia de elementos faltantes o para establecer propiedades de conjuntos. Por ejemplo, se puede utilizar para demostrar que hay diferentes tamaños de infinitos, o para probar que hay números irracionales entre los números racionales.

Es importante tener en cuenta que este principio se aplica solo a conjuntos finitos no vacíos. Para conjuntos infinitos o vacíos, pueden aplicarse otras reglas y principios de la teoría de conjuntos. Además, el Principio de Faltante no especifica cuántos elementos faltan en B en relación con A, solo asegura que al menos uno falta.

El significante que falta es el significante fálico, falo simbólico, que falta en el ser hablante sea hombre o mujer. Esto hace que el inconsciente responda a una lógica de incompletud. El problema es cuando esa incompletud se tapona.

Cuando Lacan dice que la angustia "no es sin objeto", refiere a que no se trata de uno consciente, como establece la psicología para los miedos. Hay un objeto causa de la angustia. También dice que la angustia surge ante el deseo del Otro.

A|S
$
a|

El Otro (A) es necesario para que nazca un niño. Debe desearlo, es decir, hacerle falta. Se trata de un Otro atravesado por la falta, que le permite desear ser madre de un hijo. En ese primer tiempo, está la S sin barrar porque se trata de un sujeto por venir. Para Freud, el niño adviene como sustituto del falo que el padre no le dio. En este primer momento, el niño está identificado al falo imaginario.

En un segundo tiempo, el sujeto y el Otro está barrados producto de la ley de prohibición del incesto, una doble prohibición que va hacia el niño y hacia la madre. El Otro barrado es el inconsciente.

Debajo está el famoso objeto a, que tiene 2 nombres distintos. Si es el objeto que deseo pero me falta, es un objeto causa de deseo. Otro de los nombres del objeto a es el de "plus de gozar". Un paquetito de goce.

Todo esto es la constitución normal de un sujeto. Si uno hiciera un rombo entre el $ y el a, tendría la fórmula del fantasma. El deseo se articula en el fantasma y es diferente al anhelo de tal cosa. 

Ahora bien, el paciente viene al consultorio porque sufre. ¿Qué le pasó?

A|S
a
$|

Vemos una inversión entre el objeto a y el sujeto. Del otro lado está el Otro barrado, que es el inconsciente. Es decir, donde debería estar el sujeto hay un objeto como tapón de la falta y se posterga como sujeto deseante. De eso sufre. La tarea del analista es invertir nuevamente la fórmula del fantasma, ordenarla como corresponde para recuperar su posición deseante. 

No es lo mismo el goce enlazado al deseo que los goces que sostienen una fijación (fixierung), que son las que producen inhibiciones, síntomas o angustia. Cuando la angustia surge en el curso de un análisis, es que el paciente está próximo a atravesar un umbral, a hacer un paso de liberación.

Caso: "Ante la ley" de Kafka.
"Ante la ley" es un breve cuento escrito por el autor checo Franz Kafka, que fue publicado póstumamente en 1925. El cuento trata sobre un campesino que intenta acceder a la ley, pero se encuentra con una serie de obstáculos y un guardián que le impide el paso. El cuento es alegórico y se interpreta como una reflexión sobre la búsqueda del sentido de la vida, el acceso a la justicia y la burocracia.

La historia comienza con un campesino que llega a una puerta que da acceso a la ley, pero encuentra que un guardián lo bloquea. El campesino espera pacientemente durante años, intentando convencer al guardián de que le permita el acceso a la ley, pero el guardián siempre le pone obstáculos y le dice que no puede permitirle el paso en ese momento.

A lo largo de la historia, el campesino se enfrenta a diversas tentaciones y distracciones que lo alejan de su objetivo de acceder a la ley. Sin embargo, él sigue esperando y creyendo que en algún momento podrá entrar y obtener la justicia que busca.

Finalmente, cuando el campesino está a punto de morir, le pregunta al guardián por qué nadie más ha venido a buscar la ley. El guardián le responde que la puerta estaba destinada sólo para él y que ahora se va a cerrar para siempre. El cuento termina con el campesino aceptando su destino y esperando la muerte.

El analista que dirige la cura tiene que saber que ante esa angustia, el sujeto debe pasar el umbral. Que se anime a hacer caer ese goce que tapona el lugar de la falta. Son las distintas especies de goce que describió Freud y que funcionan como goces parasitarios. Los goces parasitarios son los que separan al sujeto de su deseo.

El hombre de los Lobos: Cómo intervenir cuando el sujeto está por atravesar el umbral de la angustia.

En el historial del Hombre de los Lobos, él llega en un estado crítico en donde ya no podía vestirse solo. Freud lo atiende y de a poco se va recuperando de ciertos aspectos. En el historial, aparece el famoso sueño de los lobos. En el sueño, se abren las ventanas y ve un árbol, donde ve a los lobos y siente una angustia terrible. 

En las asociaciones, los lobos están erguidos, en cuatro patas. Freud construye la escena primaria: el  niño estuvo expuesto a la escena donde el padre estuvo erguido penetrando a su madre. Freud incluso estima la hora en que los padres tuvieron la relación, en base al horario de las represiones. 

Sabemos que el padre del Hombre de los Lobos tuvo muchas internaciones por depresión y se terminó suicidando. Años después, también se suicidó la hermana. Un hermano psicótico y la mujer de él también se suicidó cuando comenzó el nazismo. Fue criado por la Ñaña, quien lo crió como a un hijo, pues ella había perdido al suyo.

Tras años de tratamiento, Freud detecta que el cuadro no se mueve. Freud le dice que a fin de año se terminará el análisis, se resuelva o no se resuelva. El analizante, apremiado por esto, recuerda cosas que hasta ahora no había contado.

Recuerda a otra criada llamada Grusha, que en ruso significa "pera". 

El recuerdo de la niñera fregando el piso, por cierto degradada en su postura, trajo a la luz esa motivación. Todos los posteriores objetos de amor fueron personas sustitutivas de esa, que a su vez había devenido el primer sustituto de la madre por la contingencia de la situación. La primera ocurrencia del paciente sobre el problema de la angustia ante la mariposa puede discernirse fácilmente, con posterioridad {nachtraglich}, como una remota alusión a la escena primordial (la hora cinco). 

El corroboró el nexo entre la escena con Grusha y la amenaza de castración mediante un sueño particularmente rico en sentido, que él mismo atinó a traducir. Dijo: «He soñado que un hombre arranca las alas a una "Espe"». 
«¿Espe?», no pude menos que preguntar; «¿qué quiere decir usted?». 
«Pues el insecto de vientre veteado de amarillo, capaz de picar. Debe de ser una alusión a la grusha, la pera veteada de amarillo». 
«Wespe {avispa}, dirá usted», pude corregirle. 
«¿Se llama Wespe? Realmente creí que se decía Espe». (Como tantos otros, se valía del hecho de hablar una lengua extranjera para encubrir sus acciones sintomáticas.) «Pero Espe, ese soy yo, S. P.» (las iniciales de su nombre).''' 
La «Espe» es, naturalmente, una Wespe mutilada. El sueño lo dice claramente: él se venga de Grusha por su amenaza de castración. 

Yo propongo otra interpretación. Freud sigue pensando la castración del falo y como amenaza. Pero si hablamos de la castración del Otro, que el Otro deje de sentir que su hijo es el falo imaginario, es retornarle a la madre la posibilidad de desear. 

Al hombre de los lobos le angustiaba ver a una mariposa cuando abría sus alas, como las piernas de una mujer, cosa que Freud anotó. Yo interpreto que no es un sueño de angustia, sino un sueño de liberación de una mujer, que puede ser la madre, Grusha, etc. Cuando sale de las piernas de la mujer, él tiene nombre y apellido: S. P. Emerge como sujeto.

El problema que tenemos es que eso se puede interpretar cuando se trata de algo que pasó "por el colador del inconsciente", es decir al inconsciente como lógica de incompletud. Como vimos en el diagrama de flujo, hay pulsiones que vienen del ello que no pasan ni pasarán nunca por el colador del inconsciente y no responden a la interpretación simbólica. También hay frases inamovibles que vienen del superyó que no pasaron tampoco. Si pasaran, el inconsciente dejaría afuera del goce parasitario. 

No se puede interpretar como aquello que alguna vez pasó por el colador del inconsciente e hizo una regresión. La interpretación clásica, simbólica, es aquello que pasó por el inconsciente, se postergó como deseo y quedó fijado a un goce parasitario. Lo que nunca pasó por allí, que yo llamo fijación primaria, requiere intervenciones en lo real y en lo imaginario. Por ejemplo, si uno toma lo que le dijo el paciente a la letra y hace un chiste con eso, puede ser una excelente intervención psicoanalítica. Lo mismo si uno toma una queja del paciente "¿Qué gano yo enfrentándome a padre?", uno puede preguntar qué ganaron los judíos cuando enfrentaron al faraón... la libertad. Esa intervención puede tener valor psicoanalítico.

En un final de análisis, se trata de ayudar al analizante con intervenciones simbólicas, en lo real y lo imaginario. También a construir en lo real nuevos canales de goce, es decir, un sinthome.

No se trata de retroceder ante la angustia, de decirle al paciente que no se angustie por su jefe que es parecido a su padre... sino de que mate simbólicamente al jefe, de creer que el jefe es el Gran Otro que se las sabe todas. Si mata a su jefe, también está matando a su padre. Tótem y tabú describe un fantasma estructurante: a un niño pequeño, se le dice "No metas el dedo en el enchufe... porque lo digo yo". El niño recibe eso como una prohibición de goce. Años después, el padre puede explicar que seguía a una ley para proteger a su hijo. 

Del fantasma del padre de la horda, hay que prescindir. En ese sentido, todos somos criminales simbólicamente hablando. El mito del padre de la horda es menos hipócrita que el mito del Edipo contado como un cuento. El Edipo, en realidad, es una lógica. 

En el seminario El Sinthome, Lacan dice que cuando se hace un empalme entre el inconsciente y lo imaginario, es decir cuando se pone al descubierto el fantasma imaginario por el inconsciente que lo sostiene, al mismo tiempo se hace un empalme entre el síntoma y lo real parásito del goce. Ahí se descubre por qué los síntomas persisten y los sueños se olvidan. Los síntomas persisten porque están sostenidos por la fijación a un goce parasitario. 

En el Sinthome, Lacan habla de la perversión con dos sentidos: la palabra perverso, un padre que se desvía de la función, pero también la buena versión del padre. Un padre se supone que busca el goce en el cuerpo de una mujer, por lo que la libera de ser todo el tiempo madre. También él canaliza su goce y no se transforma en un padre abusador. También se espera que un padre proteja a sus hijos, eso concierne a la función paterna. Un buen padre introduce una restricción de goce y soportar que su hijo lo odie. Un padre que solo quiera que su hijo lo ame no sirve de nada. El padre de Joyce era un quebrado, un inútil, que obligaba a la familia a mudarse de casa en casa a lugares cada vez más pobres. Jung dijo que allí donde su hermana se ahogó en la esquizofrenia, Joyce salió adelante mediante la escritura.

martes, 28 de diciembre de 2021

¿Por qué el mero esclarecimiento del conflicto no resuelve la neurosis?

 ¿Qué dificultades acarrea conceptualmente la idea de la defensa en términos de que el mero esclarecimiento del conflicto no resuelve la situación? ¿Cuál es, en definitiva, el concepto que  entre 1894 y 1904 está en pleno desarrollo y construcción pero que aún no ha podido terminar  de articular en los primeros escritos?  

En Sobre la iniciación del tratamiento (1913), Freud justamente se pregunta: “¿Cómo podía ser que el enfermo, conociendo ahora su vivencia traumática, se comportara empero como si no supiera más que antes? Ni siquiera el recuerdo del trauma reprimido quería aflorar tras su comunicación y descripción.”


Agrega Freud (1913): “los enfermos saben sobre la vivencia reprimida en su pensar, pero a este último le falta la conexión con aquel lugar donde se halla de algún modo el recuerdo reprimido. Sólo puede sobrevenir una alteración si el proceso consciente del pensar avanza hasta ese lugar y vence ahí las resistencias de la represión”.


De esta manera, la mera comunicación conciente de lo reprimido no deja de producir efectos en el enfermo. Sin transferencia, podemos decir, no hay tratamiento. Para Freud, la transferencia era una palanca exitosa al tratamiento ó el arma más poderosa de las resistencias. 


El término Übertragung, que significa transferencia, también aparece como sinónimo de resistencia. Freud la nombra cuando dice que el paciente detiene sus asociaciones. Freud dice que lo que ahí hubo fue una transferencia, en el sentido que el paciente transfirió a la persona del médico una idea o una fantasía. El paciente no puede seguir hablando, porque se trata de la manifestación de un deseo actual que incluye a la persona del médico.


¿Pero en qué punto se anudan transferencia y resistencia? Dice Freud en Dinámica sobre la transferencia (1912): “Las mociones inconcientes no quieren ser recordadas, como la cura lo desea, sino que aspiran a reproducirse en consonancia con la atemporalidad y la capacidad de alucinación de lo inconciente. Al igual que en el sueño, el enfermo atribuye condición presente y realidad objetiva a los resultados del despertar de sus mociones inconcientes; quiere actuar {agieren} sus pasiones [...]”


La resistencia ocurre porque, según Freud (1912) “la enfermedad del paciente a quien tomamos bajo análisis no es algo terminado, congelado, sino que sigue creciendo, y su desarrollo prosigue como el de un ser viviente”.


De esta manera, “La iniciación del tratamiento no pone fin a ese desarrollo, pero, cuando la cura se ha apoderado del enfermo, sucede que toda la producción nueva de la enfermedad se concentra en un único lugar, a saber, la relación con el médico”.


La neurosis, que estaba causada en un lugar desconocido que hay que averiguar en el transcurso del análisis, toma al analista como causa. El analista se vuelve causa de esa nueva neurosis donde se produjo la transferencia y que Freud llamó, justamente, neurosis de transferencia. Freud dice que la única neurosis que podemos curar es la neurosis de transferencia, de manera que “ya no se está tratando con la enfermedad anterior del paciente, sino con una neurosis recién creada y recreada que sustituye a la primera”.


Lo importante, resumiendo, es que la neurosis se forma alrededor de la transferencia con el analista. Esa neurosis toma como núcleo y como objeto al analista.


La idea de defensa, por otras parte, presenta la pregunta sobre la perdurabilidad  de las representaciones fuera de la conciencia del enfermo, por qué siguen teniendo eficacia, fuerza y significación. Además, la defensa rompe con la idea de que lo psíquico sea la consciencia, justamente porque la defensa separa de la consciencia a un grupo de representaciones, que son las que forman los síntomas. Este es el antecedente del concepto del inconsciente.


Mientras que en el “Proyecto…” los grupos de representaciones separados corresponden a la dinámica de la “neurona” y de la “cantidad”; en “La interpretación de los sueños” esta  dinámica se debe a las ideas de representación y afecto.


Lo inconsciente es una sumatoria de procesos complejos múltiples que se configura poco a poco. Por tanto, uno no nace con un inconsciente. Según los registros mnémicos en sus reordenamientos, se establece paulatinamente. Podemos hablar de inconsciente descriptivo ( inconsciente propiamente dicho y el inconsciente que no está en la consciencia pero que con atención se lo puede traer), dinámico ó tópico. Este último es el que nos interesa en psicoanálisis. Es imposible concebir el inconsciente tópico sin el otro sistema preconsciente consciente. 


Para plantear el inconsciente, Freud partió de un aparato perceptivo, que como en cada especie, tramita los estímulos que penetran en el aparato psíquico humano. La organización de los signos perceptivos (cara 52) producto del procesamiento da lugar a las representaciones freudianas. Si esa representación queda como transformación permamente del sistema, será una huella mnémica. Hay representaciones que pueden no transformarse en huellas mnémicas y no alterar permanentemente el sistema. Al transformar permanentemente el sistema, van constituyendo al aparato psíquico.


Las representaciones que habitan el inconsciente son representaciones de pulsiones, que se rigen por el proceso primario. Esto implica que la energía que se encuentra dentro de ese sistema es energía libre, se puede desplazar de representación en representación, o condensarse en una sola representación. 


El proceso primario, propio del inconsciente, es indiferente a la realidad y actúa por el principio de placer-displacer, donde de lo que se trata es de evitar el displacer. La irrupción del proceso primario se ve en los fallidos, lapsus, olvidos, el síntoma y los sueños. Lo que está reprimido en el inconsciente, produce efectos. Esos efectos sí llegan a la consciencia pero son incomprensibles para el sujeto, que lo vive como algo extraño y ajeno.

martes, 9 de noviembre de 2021

Intervenciones en la clínica con niños y adolescentes (1)

"Pero el psicoanálisis no es una ciencia, es una práctica". Lacan, 2 de diciembre de 1975. Instituto tecnológico de Massachusetts

"El análisis, más que ninguna otra praxis, está orientado hacia lo que, en la experiencia, es el hueso de lo real". Lacan (1964) 

La división del trabajo 
El análisis con niños y/o adolescentes incluye una significativa conjetura: la división del trabajo entre el sujeto y el analista. Y desde luego la función del arte, lo que se vincula estrechamente con una posición del analizante ante el campo del gozo y su economía. 

El término psicoanálisis etimológicamente remite a "psico": alma, mente y" análisis", separar, desatar, de ninguna manera se enlaza a una "psicosíntesis" (dialéctica), trabajo que Freud deja al instrumento anímico. Esta síntesis anímica la podemos enlazar a la comprensión, y al respecto en Lacan (1958), La dirección de la cura, se lee: "A menudo vale más no comprender para pensar, y se pueden galopar leguas y leguas de comprensión sin que resulte de ello el menor pensamiento".

Ahora bien, al hablar de economía rescato dos sentidos posibles: uno referido a la utilización de la menor cantidad de recursos en la intervención y otro, enlazado a los montos libidinales. En esta última modalidad hablamos de la economía del caso, a la cuál se enlaza la dirección de la cura ligada a una meta estratégica. 

Cuando me refiero a la función de arte, debo considerar el decir de Winnicott (1954) La regresión en el marco psicoanalítico: "El analista puede ser un buen artista, pero a menudo me he hecho la siguiente pregunta: ¿A qué paciente le interesa ser el poema o el cuadro de otra persona?

Sin embargo, cuando Lacan habla del arte no alude a la concepción actual sino a la medieval, que hace mención a la medida del hombre y de la palabra. Así, lo específico de esas artes y establece diferencias de las ciencias que emergen de las artes liberales es: "su relación esencial, básica, con la medida del hombre. Creo que tal vez el psicoanálisis es actualmente la única disciplina comparable con aquellas artes liberales, debido a esa relación interna que no se agota jamás, que es cíclica, cerrada sobre sí misma: la relación de la medida del hombre consigo mismo, y muy especialmente, y por excelencia, el uso del lenguaje, el uso de la palabra."

En el Seminario 23, Lacan (1975/76) afirma que: "el arte puede incluso alcanzar el síntoma".

Lacan (1976/77, 11-01-77) en el Seminario 24 recupera el concepto freudiano de "defensa" y elabora la función del analista como la de "perturbar la defensa" (Lacan, 1976-77). Y es precisamente, en este perturbar, donde se constituye el sinthome gozo. 

El concepto de praxis implica para Lacan (1964): "... el término más amplio para designar una acción concertada por el hombre, sea cual fuere, que le da la posibilidad de tratar lo real mediante lo simbólico..." . Esto último se puede enlazar a la propuesta de Lacan (1976/77) Seminario 24, de "perturbar la defensa", cuya meta estratégica, la dirección de la cura, implica tratar lo real. 

Aquí, es necesario considerar el sentido dialéctico de las contradicciones en su aplicación técnica. Dejemos las supuestas reglas y nomas, y concibamos el devenir de la cura, y no las supuestas reglas de una intervención. 

 Esta escisión dialéctica y es lo decisivo determina la posibilidad de que cada uno haga su trabajo y su arte. El analista fundamentalmente tiene como labor la generación de construcciones, señalamientos e interpretaciones a partir de la superficie anímica [asociaciones, juegos, modelados, y dibujos] que el sujeto presenta y de acuerdo al —"tempo"— que corresponde a estos medios. Estas intervenciones están estrechamente ligadas a la distribución económica del quehacer libidinal en términos de Freud o del gozo en palabras de Lacan.  

También, el análisis implica preguntas, puntuaciones, silencios o presencia silenciosa, anticipaciones y escansiones, pero descarta el consejo, puesto que obtura los interrogantes referidos al mundo exterior, a las fuentes de la pulsión, a los ideales y al propio sujeto. El consejo expresa la afectación de la posición del analista, que se encuentra degradada a la manera de la frase que se ha constituido en dicho popular —un padre que da consejos más que padre es un amigo—. Esta modalidad de intervención no analítica, obtura el devenir dialéctico de la cura, exterioriza la descalificación de la posición del analista y encubre una intensa agresión. 

Ahora bien, la lectura sincrónica —la diacrónica— y la transmisión del análisis implican que el psicoanalista sea al menos dos: el que lleva a la práctica el acto y aquel otro que teoriza y elabora el acto y sus efectos. En Lacan (1974/75), clase del 10 de diciembre, se lee: "Sin embargo es indispensable que el analista sea al menos dos.

El analista para tener efectos es {est} 12 el analista que, a esos efectos, los teoriza". 

Per-elaboración 
El análisis permite que el sujeto realice su tarea en el contexto de la per-elaboración («Durcharbeitung». Re-elaboración. Trabajo elaborativo de las resistencias). Al respecto debemos estar prevenidos y sustraernos de la ambición terapéutica y de la ambición pedagógica. La ambición terapéutica o furor curandi, es un problema de contratransferencia. Recordemos que para Lacan (1958) —no hay otra resistencia al análisis sino la del analista mismo—.

Los recursos que la situación analítica suscita son variados, pero algunos son enunciados por Freud (1895) en —Estudios sobre la histeria—, tales como la disponibilidad de tiempo para contratar la hora de sesión; los honorarios considerados en diferentes vertientes a saber: como medio de sustento, como recurso de poder y como derivado libidinal; cierta afición por los temas psicológicos; interés (simpatía) personal hacia el sujeto; y el marco teórico que se dispone. 

La formación del analista: 
Para la formación de analista, Freud propone una triada: análisis personal, supervisión y estudio de los textos psicoanalíticos. Triada que, por lo menos persiste y se pone en tensión con la inversión ensayada por Lacan. Evidentemente, se requiere de un devenir lógico que implica: un instante de ver, un momento de comprender y un tiempo de concluir.

Entonces, ¿cómo se configura la formación del analista? Se configura bajo transferencia, y orientada al interrogar un real de la práctica. Lo que posibilita, finalmente, la entrada al discurso del psicoanálisis. 

Aquí, es necesario hablar del Pase. Se configura a partir de un texto de Lacan, "Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela", que se enlaza con el texto: "Situación del Psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956". El Pase fue aprobado hacia 1969 por Asamblea General, y puesto en práctica, años después, por la Escuela Freudiana de París. 

Pero, ¿cuál es la meta de esta Proposición? restaurar al analista su responsabilidad. La admisión a la IPA en ese tiempo, dependía del tipo de enseñanza recibida y de una votación política más que del propio análisis del sujeto. 

No de otro modo opera el Pase en una comunidad de experiencia. (...) "el analista se autoriza por él mismo y con algunos otros". (Lacan, Seminario 21, clase 09/04/1974)

La cura
Sea lo que fuere, incluso lo que es de esta práctica, es también poesía, hablo de la práctica que se llama el análisis.”                                                     J. Lacan. Sem: Momento de concluir. Clase 20/12/1977  

Para Freud se debe redistribuir el factor energético. Este trabajo requiere la elaboración de metas teóricas (ensambladura defensiva), metas clínicas (síntomas, inhibiciones, rasgos de carácter, alucinaciones, delirios y suplencias) y metas empíricas (ganancia de placer en el amor y el trabajo). Esta elaboración se lleva a cabo mediante recursos técnicos como: la construcción y la interpretación. Elaborando resistencias como: la reacción terapéutica negativa, el acting out y la reversión de la perspectiva. 

Freud considera que las intervenciones deben respetar dos requisitos: a) la contigüidad con el texto del sujeto y b) la sobreinvestidura narcisista del mismo. (Freud, 1950ª, 1927)

Para Lacan (1964) la cura necesita del atravesamiento del fantasma fundamental. Este trabajo debe procurar una modificación de la defensa (operatoria) del sujeto y una redistribución del gozo. O una identificación del sinthome (suplencia), de acuerdo al Seminario 23.

En este itinerario es necesario considerar el lugar y la operación del analista: deseo del analista, y la cuestión del semblante. 

Lacan (1976/77, 11-01-77) en el Seminario 24 recupera el concepto freudiano de  "defensa" y elabora la función del analista como la de "perturbar la defensa" (Lacan, 1976-77). Y es precisamente, en este perturbar, donde se constituye el sintome gozo. 

El concepto "perturbar la defensa", implica no tanto una técnica como  un ajuste de la dirección de la cura, en tanto se establece como meta estratégica lo real pulsional, mas allá de todo sentido.  

Nos es consabido que perturbar la defensa implica aquello que no puede ser interpretado. Recordemos que el síntoma mensaje se constituye en la interpretación, mientras que el sintoma gozo se constituye en el perturbar o molestar.

Lacan (1953/54) en el Seminario 1, Los escritos técnicos de Freud, Clase Sobre el narcisismo, 17 de marzo de 1954, nos dice que no es posible acceder a la práctica del psicoanálisis, ni siquiera por un momento, sin pensar en términos metapsicológicos (la bruja freudiana).

Aquí, es necesario considerar la concepción de estructura de Lacan. Nos es consabido que Lacan no es estructuralista, pero tampoco acepta la disolución de las estructuras. En  Función y campo de la palabra y del lenguaje, le otorga importancia a la historia, aunque no se trata de una historia evolutiva o del desarrollo. El lenguaje es pensado en su estatus de estructura y enlaza la historia con el inconsciente. En Instancia de la letra, Lacan indaga la estructura significante en su eje sincrónico, y el diacrónico, ejes en los cuáles cobran valor las leyes del lenguaje como la metáfora y la metonimia. 

El diagnóstico de estructura, va a implicar considerar el concepto de transferencia. De la transferencia va a derivar la puesta en acto de la estructura.

Es significativo abordar las cuestiones de la cura y el sanar, términos que suelen utilizarse indistintamente como si remitiesen a misma significación, aunque su discernimiento fue sugerido por Freud en 1912 [y en otros lugares de su obra], cuando apela al dicho que se le atribuye al cirujano Ambroise Paré, "Yo curé sus heridas, Dios lo sanó". Pero no es sólo el creador del psicoanálisis, el que establece diferencias, sino que también Lacan en "Variantes de la cura tipo" considera "el sanar como beneficio por añadidura de la cura psicoanalítica".

Con relación al discurso de la cura, podemos decir que existen diversas modalidades, entre ellas la cura por amor, la cura por reposo, la cura por restitución, la cura imaginaria, la cura por abstinencia y la cura analítica que nos interesa. Entre esta última y las primeras se funda una tajante oposición similar a la propuesta por Leonardo da Vinci, con relación a las artes, en las fórmulas per vía diporre y per vía di levare. El pintor trabaja per vía di porre, al colocar sobre la tela en blanco colores que no estaban, el escultor por el contrario realiza su tarea per vía di levare, pues quita de la piedra todo lo que recubre las formas de la estatua contenida en ella. De manera en un todo semejante, [...] la técnica sugestiva busca operar per vía di porre; no hace caso del origen, de la fuerza y la significación de los síntomas patológicos, sino que deposita algo, la sugestión, que, según se espera, será suficientemente poderosa para impedir la exteriorización de la idea patógena. La terapia analítica, en cambio, no quiere agregar ni introducir nada nuevo, sino restar, retirar..." (Freud, 1904, pág. 250)". Es notorio que la función de sustracción, de retiro, del diálogo analítico, lo aproxima metodológicamente a la mayéutica socrática como se desprende de los encuentros privados de Sócrates con sus alumnos, descritos por Aristófanes. Su interrogación permanente, sobre el conocimiento, procuraba en su interlocutor el parto de ideas claras y distintas con relación al autoconocimiento y la autodefinición.

Al ocuparse de las limitaciones de los recursos prácticos, Freud (1913c) compara el trabajo analítico con el ajedrez. Así nos dice: "Quien pretenda aprender por los libros el noble juego del ajedrez, pronto advertirá que sólo las aperturas y los finales consienten una exposición sistemática y exhaustiva, en tanto que la rehusa la infinita variedad de las movidas que siguen a las de apertura. Únicamente el ahincado estudio de partidas en que se midieron grandes maestros puede colmar las lagunas de la enseñanza. A parecidas limitaciones están sujetas las reglas que uno pueda dar para el ejercicio del tratamiento psicoanalítico" (Freud, 1913c, La iniciación del tratamiento, p. 125). Por lo tanto, sólo podremos precisar con mayor nitidez algunos elementos del inicio y final de análisis, mientras que para las lagunas intermedias,  generadas por la infinita variedad de posibilidades que brinda el material, sólo me queda remitir a los lectores a trabajos de los maestros del psicoanálisis, aunque trataré de dar algunas precisiones al respecto.

Para Winnicott, el encuadre "es la suma de todos los procedimientos que organizan el análisis. El correcto, es aquel que proporciona un mínimo de interferencias a la actividad asociativa del paciente e interpretativa del analista. Son reglas de juego, no el juego". De acuerdo a esta definición de encuadre es posible incluir a los padres sin mayores interferencias. Los procedimientos de inclusión de los padres tienen que ser explicitados al paciente, al igual que el secreto profesional.

Los actos del pensar y la superficie animica
Conviene concebir, siquiera por un momento el lazo entre la superficie animica y el devenir de algunos actos del pensar del preconsciente. En principio, puedo discernir tres modalidades de pensamientos: a) de movimientos, b) visuales, c) acústicos. Cada una de estas maneras del pensar requiere la constitución de una espacialidad propia. Por ejemplo, los criterios en la generación de un espacio cinético, son diferentes de los requeridos para una espacialidad visual o bien, del espacio abstracto que necesita la palabra.

El pensar motriz trabajado por Freud (1950a), está formado por restos de percepciones de movimientos del propio cuerpo. Se puede desglosar en una diversidad de motricidades, con velocidades específicas (por ejemplo, la motricidad visual y la oral entre otras). También es posible el distingo entre la motricidad "voluntaria" y la llamada "involuntaria". En la pubertad se apela a un pensar motriz, no tanto por la ausencia de palabras, sino más bien porque el preconsciente verbal no puede sostener en la conciencia y cualificar los actos de pensamiento que así lo exigen, no se pueden mantener las investiduras de atención, por lo tanto, se recurre a la motricidad para su cualificación. El preconsciente cinético se articula con un sentimiento de convicción en una lógica causal, por lo que la actividad motriz determina la generación, o destrucción del objeto y de los espacios que soportan la vida anímica por su enlace a tiempos previos.

El preconsciente visual, está conformado por restos visuales, a los cuales se enlaza sólo el material concreto; en cambio, las relaciones más abstractas permanecen sin poder ser expresadas. Así lo considera Freud (1923b) cuando nos dice que el pensamiento en imágenes visuales sólo posibilita el acceso a la conciencia de una manera im perfecta. Muchas veces, las personas que recuerdan nombres propios y números, lo hacen apelando a imágenes ópticas (Freud, 1950a), que luego pueden o no ser transpuestas en palabras. Cabe aclarar, que tanto el preconciente cinético como el visual, poseen una complejidad y grado de diferenciación menor que el ligado a lo acústico, y habitualmente son privilegiados en la pubertad. También son más antiguos, tanto en el aspecto filogenético como ontogenético.

El preconsciente de palabra, que frecuentemente es sobreinvestido en la adolescencia media, incluye un proceso asociativo, que en su complejidad, se estructura como un todo cerrado y exclusivo (que podría llegar a ampliarse) de ciertos restos de percepciones que se escriben en el preconsciente. Estamos hablando de la palabra, que requiere de elementos singulares para constituirse como tal (Freud. 1891): a) los saldos de dos registros que provienen de la percepción de! mundo externo, la imagen acústica de la lectura de la palabra oída y la imagen visual de la lectura de la palabra impresa; b) los restos de dos registros de sensaciones motrices que provienen del cuerpo, la imagen motriz generada en el proceso del habla y la imagen motriz producida durante el acto de escribir.

Configuraciones y metas teóricas
"Caminante son tus huellas el camino y nada más
Caminante, no hay camino se hace camino al andar
Al andar se hace camino
Y al volver la vista atrás
Se ve la senda que nunca
Se ha de volver a pisar
Caminante no hay camino sino estelas en la mar". Antonio Machado (Proverbios y Cantares, Campos de Castilla) 

La praxis analítica procura lo nuevo, lo novedoso, que a su vez establece la mayor resistencia. Lo nuevo implica una carencia de experiencia previa. No hay un camino establecido, es el tiempo de la creatividad, que recuperamos en el decir del poeta: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar …”.

Neurosis: 
Para Freud: levantar represiones y desactivar defensas secundarias.  Resistencias. Hacer consciente lo inconsciente. Redistribución del factor energético. 

Para Lacan (1964): atravesamiento del fantasma fundamental, modificación de la defensa o respuesta y redistribución del gozo. O identificación con el sinthome.

a) Histeria de angustia [fobias]: Represión y proyección. Resistencias. Para Lacan la fobia es sólo una placa giratoria. 
b) Histeria de conversión: Represión e identificación. Resistencias. 
c) Neurosis obsesiva: Represión, regresión, aislamiento, formación reactiva y anulación. Resistencias. 

Psicosis: Elaboración de la operación de la desestimación del Nombre-del-Padre, del Yo real definitivo y de la desmentida atribuida al exterior. Resistencias. 

Perversiones: Desactivar la desmentida y defensas secundarias [Trastorno en lo contrario y vuelta contra sí mismo]. Resistencias. 

Neurosis actuales (psicosomática, adicciones, trastornos alimentarios): Desactivar la desestimación del afecto, la desestimación del Nombre-del-Padre, y una desmentida específica. Resistencias. (La Escuela Psicosomática de París, diferencia neurosis actual de psicosomática). 

Psicosis no desencadenadas: Forclusión de sentido, identificación sinthome o suplencia.  

Instrumentos:
Con relación a los interrogantes técnicos, Freud [1911] nos dice: "nunca es obvia la respuesta" a estos problemas y en "Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico" de 1912, agrega, que la técnica a la que se recurre en análisis, es la única que se adecúa a su personalidad y que otros terapeutas podrán apelar a otros elementos.

Es oportuno citar aquí, la intervención de Lacan a Pierre Rey (2005)

"Después aprendí que cualquier desplazamiento por el territorio de un saber implica, como preámbulo, Ia difícil confesión de sus faltas.

—Hasta mañana—dijo Lacan.
—No puedo.
Arqueó una ceja, —No tengo dinero —agregué.
—Hasta mañana —repitió, mientras me abría Ia puerta".

Los recursos técnicos deberán estar articulados a las metas del tratamiento y a la dirección de la cura. El discurso se constituye como una tesis que encuentra en nuestra conjetura [construcción o interpretación] su inversión dialéctica [antítesis]. De esta manera el sujeto es ubicado frente a un segmento de la verdad, procurando la formación de una nueva tesis, que facilite el devenir del análisis. Se trata de una clínica de lo paradojal, en la que el obstáculo o freno que genera un impasse, encierra en sí mismo la posibilidad de su devenir, de una puesta en marcha del proceso de la cura.

Aquí es imprescindible considerar el lugar, es decir, la posición en el discurso. El quehacer clínico oscila entre la vacilación calculada y la sorpresa de lo circunstancial o contingente. Así, la variabilidad del trabajo se refina con la dimensión del acto.

Se requiere una privación de la adjudicación de sentido: 

- La cita del enunciado. 
- El enigma. Generar un enigma del lugar de enunciación. 

También, una singular escucha que se sustrae del oír, y que no es una escucha cualquiera sino una escucha con la falta de sentido. 

Winnicott [1954] en "Escritos de pediatría y psicoanálisis" discrimina entre los recursos técnicos y la puesta en práctica del tratamiento. No aceptó que una técnica compleja sea imprescindible. Esto no significa que no se requiera de ciertos recursos, lo que no aceptó que además de esos medios que componen el tratamiento tuvieran que ser muy sofisticados. Así afirmó: que con escasos o reducidos medios [técnicos] es posible realizar un tratamiento de alguna manera satisfactorio, por el contrario, con una técnica compleja, y bajo determinadas circunstancias, es probable el fracaso en su ejecución. La función del analista es acompañar [o cooperar] con el proceso de cada paciente, que tiene una dirección y ritmo propio, "todos los rasgos importantes de este proceso emanan del paciente y no de nosotros en tanto analistas"