Mostrando las entradas con la etiqueta síntoma histérico. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta síntoma histérico. Mostrar todas las entradas

jueves, 8 de octubre de 2020

La histeria, entre el cuerpo y el sentido

Como hemos visto en otras oportunidades, el psicoanálisis nació del encuentro de Freud con las histéricas, esas mujeres que necesitaban hablar. El psicoanálisis partió de la articulación de las palabras y el cuerpo. El síntoma habla. Freud, como venimos viendo en Análisis fragmentario de una histeria, nos dice que ningún síntoma histérico puede producirse sin la facilitación somática en algún órgano en el cuerpo.

El síntoma histérico es la expresión de una fantasía de contenido sexual infantil que tiene más de un sentido y sirve simultpaneamente de expresión a varios contenidos inconscientes. Es desde el inconsciente desde donde el cuerpo hace su llamado. En el historial de Dora, Freud coloca en el centro los pensamientos en relación al padre y sus pasiones, que van sosteniendo el encadenamiento de los síntomas: la tos, la afonía, la masturbación, la afonía, el asma, etc.

Recuerden que Dora le hablaba a Freud todo el tiempo de su padre y de los pensamientos en relación a él, él en relación con la sra. K, con Dora misma, todo el tiempo. Esa era toda la preocupación de Dora. Recordarán que a los 8 años Dora ya presentaba, al decir de Freud, síntomas neuróticos, como la disnea y los ataques de angustia. Esa edad fue el momento en que ella dejó de mojarse en la cama, según las entrevistas con Freud. Posterior al tiempo de interrupción de la masturbación, que tomaba el período edípico. Freud lo une con la frase de Dora "Espiar con las orejas". Ella colocaba esta frase para decir que estaba en el dormitorio contiguo de los padres y prestaba atención a lo que allí sucedía. Dora sustituye el masturbarse por la inclinación a la angustia.

A los 12 años le aparecieron migrañas y ataques de tos nerviosa. Se presentaban juntos al principio, hasta que los síntomas se separaron. La migraña, hacia los 16 años, desapareció. Y el síntoma de la tosse sostuvo hasta llegar a la afonía total. A los 18 años va a ver a Freud por segunda vez. Ella había ido a los 16, pero no se puedo armar nada allí. A los 18 ella es llevada por su padre a aver a Freud. El padre, en algún momento se había tratado con Freud y había tenido una mejoría importante. En relación a esa transferencia, lleva a su hija. El padre de Dora había dejado una carta donde se despedía, dejando a entender que iba a quitarse la vida. Entonces el padre pide una consulta con Freud.

Freud en ese momento sufría de desazón, de alteraciones del carácter y se mostraba francamente insatisfecha. En las entrevistas, ella le comenta una vivencia que había tenido con el sr. K cuando tenía 14 años. Ella cuenta que iba a ir a con la sra. K a la tienda de ellos para ver algo importante que pasaba en la plaza principal. Él, con antelación hizo que su mujer no concurriese. Se encontraba solo cuando Dora llegó a la tienda, la abrazó y la besó en los labios. Hay ahí, dice Freud, una franca excitación sexual. Dora sintió asco y salió corriendo, sin decirle nada a nadie. Al contárselo a Freud, esto tomó un carácter de confesión. Dijo que era la primera vez que lo contaba y ahí Freud es bastante firme. Nos dice que en esa escena Dora ya era totalmente histérica y define como histérica a toda persona que, sea o no capaz de producir síntomas somáticos, la excitación sexual le provoca sentimientos de displacer. Hay un trastorno del afecto y un desplazamiento de la sensación. En lugar de la sensación genital, que se esperaría en una adolescente, le sobreviene displacer en el tramo de entrada del aparato digestivo: le da asco. O sea, de la zona genital se desplaza al aparato digestivo.

Volveré a retomar esta definción de Freud y reconducirla un poco, para ubicar que la producción o la formación de síntoma primero  la represión. Tenemos el afecto y el desplazamiento de la sensación. El efecto de la represión es una formación de compromiso. Digo esto para volvernos a ubicar, porque con todo el contexto de la época puede estar la interrogación por un abuso de un hombre más grande hacia una adolescente. Tenemos que tener en cuenta que cuando se trata de un abuso, es algo que tiene un carácter traumático que no se puede procesar y que no toma la vía sintomática; al contrario, todo el tiempo intenta inscribirse. Así que es una vía totalmente diferente.

Tenemos el desplazamiento y la repugnancia por los alimentos. El asco no fue permanente, pero después se desplazó hacia los alimentos y Dora comenzó a alimentarse mal. Esa escena en la tienda había dejado una sensación que se le daba a veces. Dora seguía sintiendo la presión de aquel abrazo en la parte superior del cuerpo. Freud nos dice que durante el abrazo, también sintió la presión del miembro erecto y fue desplazada al tórax. este desplazamiento es un requisito de los síntomas. Así, Dora evita acercarse a cualquier hombre que cree excitado por miedo a sentir algún signo de la excitación. Los 3 síntomas, el asco la sensación de opresión en el tórax y el horror a los hombres, están relacionados.

El asco corresponde a la represión de la zona de los labios por el chupeteo infantil. Recuerden que durante la infancia estaban estos recuerdos que Freud fue construyendo alrededor de la masturbación infantil, con el chupeteo y el toqueteo del lóbulo de la oreja.

La presión del miembro erecto produjo una excitación en el clítoris y por desplazamiento, una sensación de opresión el torax. La fobia a la excitación sexual está relacionada con esto.

Todo síntoma histérico, nos dice Freud, requiere de la contribución de los somático y lo psíquico. No puede producirse sin cierta solicitacion somática en determinado lugar del cuerpo. Algo causa el síntoma, la solicitación somática, pero la fantasía o sentido es segundo momento. Se trata de un sentido que el sujeto no conoce por ser inconsciente. El síntoma histérico no trae un sentido, sino que el sentido le es prestado, le es soldado a él. La fantasía inconciente o el sentido no es la causa del síntoma. Por ejemplo, de la tos. El inconsciente le entrega al síntoma un sentido que no es su causa. Freud plantea que el síntoma se constituye como la expresión simbólica de un deseo. Se produce un síntoma conversivo, un síntoma que sigue como palabra atrapada en el cuerpo, que por la imposibilidad de ser asociada, es inervada en el cuerpo.

Para Lacan, el síntoma conversivo es una metáfora. Es un cuerpo sufriente que hay que descifrar. No se trata d euna verdad, sino que nos conduce a una verdad. El cuerpo en el que se encarna el síntoma conversivo no es anatómico, sino imaginario, sostenido por lo simbólico. Ese cuerpo se hace soporte del sentido. El lenguaje otorga un cuerpo; el psicoanálisis descubre que el síntoma dice algo y que dejándolo hablar se sostiene la lógica de la cura. Se sostiene la lógica de la cura porque es necesario no erradicar el síntoma, ya que es efecto de la estructura del sujeto y sostenerlo nos va a permitir ir avanzando en todo el camino a recorrer en el tratamiento.

lunes, 9 de marzo de 2020

El hombre que no existe.


El matrimonio aún
¿Quién se casa todavía? En estos tiempos, el matrimonio pareciera una institución pasada de moda, interesante sólo para aquellos que satisfacen algún ideal familiar, o bien para esos otros que gustan de las películas románticas de Hollywood.

Para dar cuenta de esta cuestión, no alcanzaría con enfatizar el avance del laicismo de nuestra época (ya que también el pacto civil se encuentra en crisis) en un mundo cuya otra novedad es la aparición de contratos pre-nupciales. En resumidas cuentas, la verdad del casamiento contemporáneo es que pone en forma y prepara respecto de la eventual separación. ¿Quién querría casarse cuando el divorcio es el horizonte, y la condición de posibilidad del acto en cuestión? Por esta vía, no es que el matrimonio vaya a desaparecer, sino que se volvió una institución paradójica y, por eso, le cabe la suerte agónica de las cosas del pasado destinadas a perdurar.

Esto mismo decía G. W. F. Hegel del arte. Una vez que éste perdió su función social (y religiosa) conservó su presencia como una forma vacía para la reflexión filosófica. Y, por cierto, el arte contemporáneo es una invitación constante a pensar en su propio estatuto artístico. Lo mismo podría decirse del matrimonio, de acuerdo con el título de un hermoso ensayo de S. Kierkegaard: vivimos en la época de la Estética del matrimonio. El casamiento se ha vuelto una institución divertida, sin gravedad.

Ahora bien, ¿qué era lo grave del matrimonio? Los historiales freudianos lo muestran con claridad: tanto el Hombre de las ratas como esa jovencita llamada Dora enferman en ocasión de una decisión que modificaría su estatuto sexuado. El primero se “refugia en la neurosis” (la expresión es de Freud) para evitar decidir con qué mujer se casaría; la segunda enferma en el momento de verse confrontada con la posibilidad de dejar de ser la “nena de papá”... para pasar a ser la “mujer de un hombre”. En última instancia, para ambos casos vale el mismo motivo: en la causa de la neurosis se encuentra el eventual matrimonio como un acto que modificaría la posición sexuada. He aquí un aspecto crucial: hasta hace unos años, el matrimonio era una coordenada simbólica cuyos efectos subjetivos tenían alcance en la distribución del ser para el sexo del hombre y la mujer.

De esta observación se desprende una conclusión fundamental: no se enferma (de neurosis) ante cualquier circunstancia más o menos traumática, sino que el trauma descubierto por el psicoanálisis se circunscribe en la esfera sexual; pero no se trata de pensar que el trauma sexual sería, nuevamente, un evento más o menos disruptivo, sino que apunta a la condición electiva en que alguien puede determinarse en su relación con el sexo. Un acto significativo en psicoanálisis no es cruzar el Rubicón u otra proeza (que quedaría más del lado del engaño narcisista); muchas veces encontramos la incidencia más elemental en el paso mínimo de la confesión de la palabra de amor.

De este modo, desde el punto de vista psicoanalítico, el matrimonio es menos un acto formal que la forma de un acto, sea que se realice ante Dios, un juez... o bien cada día ante y con la persona que encarna la causa de nuestro deseo. En otra época se enfermaba para no casarse, hoy en día nos casamos pensando en que después del divorcio todo volverá a ser como antes. Si una virtud tuvo el matrimonio, entonces, fue la de encarnar ese acto irreversible, cuyas consecuencias se hacían sentir en la nominación (de la esposa, de los hijos, de los bienes, etc.). Hoy vivimos en una época en que el nombre del Otro ya no nos afecta. Vivimos juntos, convivimos, pero sin que nada nos afecte. Nos parece terrible, una merma (a la libertad individual) que el ser del Otro nos fije un destino. Somos cada día más libres, pero vivimos cada vez más atados a nosotros mismos.

miércoles, 11 de diciembre de 2019

¿Cuál es la diferencia entre síntoma y rasgo de carácter?

Dos textos freudianos nos abren la escucha hacia la diferencia entre la dimensión del síntoma, con el sufrimiento que conlleva, y un rasgo del carácter del sujeto.

Continuamos en la temática de la sexualidad infantil para ir avanzando en la teorización de Freud, según el modo en que fue interrogando su práctica.

En Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad de 1908, nos plantea el nexo entre las fantasías histéricas y los síntomas neuróticos; luego extiende este concepto a las neurosis.

Las fantasías son tanto conscientes (sueños diurnos) como inconscientes, y una vez que han devenido inconscientes, es decir, que han sido reprimidas, pueden expresarse en síntomas y ataques.

Las fantasías inconscientes mantienen un vínculo estrecho con la vida sexual, son idénticas a las fantasías que sirvieron al niño para su satisfacción sexual durante el período de masturbación.

El acto masturbatorio se daba en dos momentos: primero se convocaba la fantasía y luego había un segundo momento de autosatisfacción. Es decir que había una soldadura entre fantasía y acto masturbatorio, como hemos visto en el texto “Tres ensayos de teoría sexual” (Aquí y aquí).

Luego, en el momento de la renuncia a la satisfacción masturbatoria, la fantasía misma cae por medio de la represión, y pasa de ser consciente a ser inconsciente.

La conexión de las fantasías con los síntomas no es simple, sino múltiple y compleja. Un síntoma no corresponde a una única fantasía inconsciente, y no se trata de una correspondencia arbitraria, sino sujeta a leyes del inconsciente.

Freud puntualiza para el síntoma histérico:
  • Es el símbolo mnémico de impresiones y vivencias eficaces, o sea traumáticas.
  • Es un sustituto mediante conversión del retorno asociativo de esas vivencias.
  • Es la expresión de un cumplimiento de deseo.
  • Es la realización de una fantasía inconsciente al servicio del cumplimiento del deseo.
  • Sirve a la satisfacción sexual y figura una parte de la vida sexual en correspondencia con uno de los componentes de la pulsión sexual.
  • Corresponde al retorno de un modo de satisfacción sexual que fue real en la vida infantil y reprimida por la caída de la masturbación.
  • Es una formación de compromiso entre una moción pulsional y otra represora.
  • Siempre tiene un significado sexual.
  • Es la expresión de una fantasía sexual inconsciente masculina y femenina, que podría pensarse como activa y pasiva.
Para ubicar el nexo entre el erotismo anal y la neurosis obsesiva, Freud nos presenta el trabajo “Carácter y erotismo anal”. También es de 1908, año en que ya escribía sobre el Hombre de las Ratas. Este texto describe personas que tienen como rasgos de carácter el ser ordenadas, ahorrativas y empecinadas o tercas.

Llama la atención a Freud algo que sucedía en la infancia de estas personas con relación a la función excretora y de los órganos que participan en ella. La experiencia clínica lo guió hacia un nexo entre el tiempo de la analidad y estos rasgos de carácter, que son sublimaciones o inhibiciones pulsionales. No se trata aquí de represión.

El campo de significación de la palabra ordenado también incluye metódico, honrado, decente. Ordenado incluye el aseo y la escrupulosidad en cumplir obligaciones, y también la formalidad, todas formaciones reactivas. El carácter ahorrativo puede llegar hasta la avaricia, la terquedad puede llegar hasta el desafío, la ira y la venganza.

En la primera infancia de estas personas se da mucha dificultad en el control de esfínteres. Son niños que se rehúsan a responder a la demanda materna de evacuar el intestino en el lugar indicado, y al mismo tiempo el retener las heces les trae una ganancia de placer en la zona anal.

Podemos pensar en una sobredimensión erógena de la zona anal. El erotismo anal es uno de los componentes de la pulsión.

Vemos otro nexo entre el interés por la defecación y el dinero. Freud nos dice que las constipaciones más importantes de los neuróticos pueden eliminarse cuando se toca en el paciente un complejo relativo al dinero. Freud presenta la identificación entre oro y caca como una oposición entre lo más valioso que el hombre conoce y lo menos valioso, que arroja de sí mismo como deshecho.

El dinero está vinculado a los excrementos en las culturas antiguas, en los cuentos tradicionales, en el mito, la superstición, en los sueños y en la neurosis; en el inconsciente. Por ejemplo, del despilfarrador, el habla popular dice que “caga la plata”.

El interés erótico por la defecación está destinado a desaparecer en la madurez, y el interés por el dinero surge como nuevo e inexistente en la infancia.

El texto nos permite avanzar sobre los rasgos de carácter que son continuaciones inalteradas de pulsiones originarias, sublimaciones o formaciones reactivas contra ellas.

Vemos en estos textos el anudamiento de lo pulsional con sus etapas y, por un lado, la dimensión sintomática que incluye la represión, y por otro, ciertos rasgos de carácter como resultado de formaciones reactivas y sublimación de la pulsión.

Estos rasgos de carácter de los que Freud habla pueden presentarse como un destino posible de la pulsión. Se trata de la pulsión anal cuyos componentes sádico-eróticos no han sido alcanzados por la represión.

En los rasgos de carácter falta el mecanismo fundamental de las neurosis: el fracaso de la represión y el retorno de lo reprimido.

Entre otros aspectos, estos textos nos abren la escucha para la clínica cotidiana en cuanto a la diferencia en un pedido de análisis entre la dimensión del síntoma, con el sufrimiento que conlleva, y un pedido de análisis por el carácter.

Tomando esta segunda posibilidad, la de un pedido de análisis por un rasgo de carácter, para abrir la posibilidad de un trabajo es imprescindible hacer surgir la dimensión sintomática o del malestar.

viernes, 4 de enero de 2019

El anudamiento entre el síntoma y la fantasía en la neurosis.


Existe un vínculo, tal como Freud lo descubrió, entre la fantasía inconsciente y el síntoma. En este artículo, vamos a indagar la naturaleza de ese vínculo que es fundamental ubicar para la dirección de la cura.

Freud nos dice que la fantasía inconsciente tiene un vínculo importante con la vida sexual y le ha servido para su satisfacción durante la masturbación infantil.
El acto masturbatorio infantil se componía de dos pasos: la convocatoria a la fantasía y la operación de autosatisfacción. Ambos pasos se expresan como una soldadura, es decir, uno no es sin el otro.
Cuando, debido a la amenaza de castración, se produce la renuncia a esta clase de satisfacción masturbatoria y fantaseada, la fantasía misma, por efecto de la represión, deviene inconsciente.
Si no se introduce otro modo de satisfacción y no se consigue sublimar la libido, desviarla a otra meta, se produce la condición para que la fantasía inconsciente se reavive y se abra paso como síntoma. En otras palabras, luego de la renuncia a la masturbación infantil aparecen los síntomas.

Estos síntomas, si los pensamos como formaciones de compromiso, dan cuenta del efecto de la represión.
Los síntomas histéricos, como nos dice Freud, no son otra cosa que las fantasías figuradas mediante conversión, es decir, enlazados al cuerpo.
El nexo de las fantasías con los síntomas es múltiple. Un síntoma no corresponde sólo a una fantasía, sino a muchas. Se hace necesario un trabajo de construcción, de distintas vueltas en la cura.
Freud nos trae una serie de fórmulas sobre el síntoma:
- El síntoma es un símbolo mnémico (una marca) de vivencias traumáticas. Pensemos lo traumático como aquello que toca la sexualidad infantil. El término traumático tiene un sentido económico de intensidad del estímulo que no se puede tramitar.
- El síntoma es el sustituto del retorno asociativo de esas vivencias traumáticas.
- El síntoma es la realización de una fantasía inconsciente al servicio del cumplimiento de deseo.
- El síntoma corresponde al retorno de una modalidad de la satisfacción sexual que fue real en la vida infantil y desde entonces fue reprimida.
- La represión, entonces, es la precondición de la formación de síntoma.
Lacan nos dice que el síntoma se nos presenta como una huella y que permanecerá incomprendida hasta que el análisis haya avanzado lo suficiente para ubicar su sentido.
El síntoma es el significante reprimido de la conciencia del sujeto, es una cifra, un sentido que el sujeto ignora. Está ahí para hacer reconocer un deseo.
Lo que el psicoanálisis descubre es la estructura del síntoma, su estatuto significante.
En el comienzo del análisis, con respecto al síntoma, el sujeto sabe que aquello le concierne, pero no sabe lo que es. Frente a este no saber lo que es del sujeto, emerge sobre la figura del analista la del Sujeto Supuesto Saber. Esta suposición de un saber en el analista anuda la transferencia entre él y el analizante.
Allí terminan las entrevistas preliminares y comienza otro tiempo de trabajo, a saber, la cura propiamente dicha. Se inicia entonces un largo camino para atravesar el síntoma y los fantasmas o fantasías allí anudados.

miércoles, 2 de mayo de 2018

El superyó en la histeria.


En el grupo de Facebook "Conceptos básicos del psicoanálisis - Grupo de intercambio", el dr. Treszezamsky presentó la siguiente historia, para dar cuenta del superyó en la histeria:

Leticio vivía desde hacía diez años con su mujer, a la que amaba con la misma intensidad que el primer día y, quizás, todavía más, y con su suegra, a la que detestaba también con la misma intensidad con la que la había venido detestando todos esos años, o incluso más.
La única razón por la que no la echaba de la casa o no tomaba una medida más drástica, como hervirla en aceite, o tirarla por el balcón cuando pasara el camión de la basura, era el amor que sentía por su mujer, para quien albergar consigo a su pobre madre enferma constituía un deber ineludible.

Además, como el matrimonio, a pesar de haberlo deseado con fervor, no había podido tener hijos, su mujer que, por otra parte no trabajaba, dedicaba todo su tiempo a cuidar de su madre.
Pero un día, las cosas amagaron cambiar radicalmente: Leticio llegó a su casa, luego de una ardua jornada de trabajo, y su mujer lo recibió diciéndole que tenía para darle dos noticias, una buena y una mala.
-Voy a empezar por la mala, dijo. Leticio, esta tarde murió mamá.
Leticio corrió al dormitorio de la vieja y vio que, efectivamente, había
quedado dura.
Entonces, corrió a poner un disco de rock pesado, y se puso a bailar
frenéticamente gritando: -¡Qué bueno! Si esa es la mala noticia, cómo será la buena.
-La buena, le dijo su mujer, es que voy a ser mamá.
Leticio volvió a saltar de alegría. Hacía diez años que venía deseando tener un niño que alegrara el hogar, y ahora, sin la vieja que escorchara todo el día ese hogar iba a convertirse en un verdadero paraíso.
Pues bien, al día siguiente, después del entierro de su suegra, Leticio se fue a trabajar, y, cuando salió, antes de volver a su casa, fue a comprar ropa de bebé, para levantar el ánimo de su esposa. Pero, cuando llegó a su casa y se dirigió al dormitorio, donde creyó que encontraría a su mujer, encontró que la que estaba esperándolo era la vieja, su suegra. Y estaba viva.
El pegó un grito de horror. Entonces la vieja le dijo: Leticio, ¿qué te pasa? ¿No me reconocés? Soy yo, tu esposa. Yo te dije, ¿no te acordás? Te dije que iba a ser mamá, y no pensé que sucedería tan pronto... pero sucedió, Leticio. ¡Soy mamá! 

(Leo Masliah, "La buena noticia")

En la histeria el superyó impone la represión y cuando es exitosa no sólo no se perciben los deseos edípicos sino que tampoco se siente culpa. En la histeria el sentimiento de culpa es inconsciente. ¿Y cómo se expresa el castigo superyoico? El hecho de que el deseo sea inconsciente no significa que el superyó no lo perciba, y por lo tanto el castigo se lleva a cabo, pero ¿cómo? El ejemplo que dimos lo muestra claramente en esa humorada: ¿Así que querías ocupar el lugar de tu madre? Pues lo vas a ocupar. Es lo que se llama "Castigo a lo Midas". Esa identificación (capítulo VII de Psicología de las Masas) es el mecanismo completo de la formación de síntoma en la histeria: se satisface el deseo y el castigo. Una mujer que padecía de "Frigidez sexual" describía al padre como un hombre muy frío. La frigidez era la prohibición de gozar debido al significado edípico y al mismo tiempo el tener continuamente al padre en la vagina. Se cumplía el mandato del superyó del histérico de vivir continuamente insatisfecho.

lunes, 8 de enero de 2018

El feminismo y el hombre que no existe.

Jacques Lacan afirmaba que el "Don Juan" era una fantasía femenina, en la medida en que este personaje sería una suerte de "varón universal", es decir, ¡que no existe! Dicho de otro modo, un hombre que no esté afectado por un deseo que no divida a las mujeres es una contradicción. En definitiva, el hombre ideal (el "príncipe azul") es una fantasía que, quizá, deberíamos pensar más bien como histérica antes que femenina.

Por esta vía, la noción de "envidia del pene" (penisneid) también podría ser matizada como un rasgo propio de la histeria en las mujeres. Esta posición, lo que permite cernirla en un análisis, no radica en que la mujer quiera tener un pene, sino en la actitud de denuncia en que se sitúa para reclamar que ella también debería tenerlo. Dicho de otra forma, esa actitud envidiosa implica una posición de queja, cuyo carácter contradictorio estriba en que se pide algo que, en sentido estricto, es dispensable, porque la demanda se sostiene por sí misma. De manera concreta, alcanza con un simple ejercicio para demostrar el carácter histérico de una reivindicación semejante: dar lo que se pide, y que la respuesta sea "no es eso". Es algo que puede ser reconducido al título de un clásico y hermoso libro de Emilce Dio Bleichmar: El feminismo espontáneo de la histeria, como criterio para eventualmente distinguir entre reclamos realmente concernidos con una cuestión de género y lo que, otras veces, es simple pataleo.

Recuerdo sobre este punto el caso de una militante feminista que, en cierta ocasión, me acusó de "misoginia" a partir de un chiste. Sin duda mi chiste se basaba en un uso irónico de la misoginia, que no es mi posición, pero lo llamativo es que esta mujer se ubicara en una actitud de "denuncia" sin desarrollar un argumento. ¿Desde qué lugar se puede andar enjuiciando a los otros en un claro ejemplo de "terrorismo lingüístico"? Lo más dramático es la paradoja performativa que esto arroja: quien busca una supuesta liberación, termina ejerciendo una actitud totalitaria. Las palabras, como tales, no son misóginas (o lo que sea), sin atender a los argumentos en que se encadenan. Andar prohibiendo o estigmatizando palabras (incluso para denunciar su carácter estigmatizador) es poco menos que una actitud fascista. La otra cara de esta pseudo-posición militante y pseudo-feminista, es el discurso educador en el que termina encallando, que recuerda más bien a Stalin y el uso perverso de la sentencia "Los hechos son los hechos". Porque si éste fuera el caso, todo está permitido.

Sin embargo, a expensas de este rodeo por la posición histérica en las mujeres, me interesa ubicar otra cara de esta fantasía de reclamo, esta suerte de afán justiciero, en los varones: lo que podría llamarse la fantasía de "Robin Hood", y que encontramos en muchos sujetos histéricos que, desde una posición heroica, apuntan contra el poder de turno.., sin acceder nunca a ese poder. La oposición constante, que sólo puede ser oposición, porque su actitud se sostiene en desconocer el lugar desde el cual ataca a ese Otro que, como en toda fantasía histérica, es el seductor que nos robó traumáticamente el paraíso perdido. El estatus neurótico de esta posición se manifiesta en que también se funda en una contradicción: Robin Hood roba a los ricos, es decir, es un ladrón que roba a otro ladrón y que, por lo tanto, justifica su acto en que no es él quien está detrás de semejante realización (el ladrón ¡es el otro!). Asimismo, el carácter incestuoso de su deseo se expresa en que está destinado a irrealizarse (porque la culpa sería insoportable): es el caso de aquellos que son grandes especialistas en "remarla", pero que con una mano bracean y con la otra se hunden. Esta idea no es para nada novedosa; es lo propio del síntoma histérico tal como lo entreviera en el caso de la muchacha que con una mano se sube la pollera y con otra se la baja. Para el contexto que aquí concierne, esta circunstancia clínica podría permitir entender muchas de las actuales presentaciones que en la consulta se nombran como "autoboicot" en muchos varones.

Fuente: Luciano Lutereau, Imago Agenda N°200, Enero - Febrero 2017