A partir del predominio que a lo largo de las últimas décadas han tomado los diagnósticos llevados a cabo a través de las distintas versiones del DSM, encontramos que no pocas veces se confunde o se homologa la ansiedad, con la angustia. Sería por ende importante señalar algunas diferencias.
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viernes, 19 de julio de 2024
¿Cuál es la diferencia entre ansiedad y angustia?
La ansiedad conlleva alguna forma de preocupación y de miedo, quizá también podría conllevar algún desborde o exceso. Pero esencialmente implica una precipitación temporal que podríamos situar como un intento de pasar del instante de ver, al momento de concluir, saltándose ese tiempo intervalar, de comprender, esencial al sujeto.
A diferencia de esto, la angustia es una coyuntura clínica para el sujeto, una encrucijada. Como afecto es el único que no engaña, lo que significa su vínculo con lo real. La angustia además involucra al enigma que el deseo del Otro implica en el sujeto. Por ambas cuestiones entonces: su vínculo con lo real y el deseo del Otro se constituye en una brújula para el analista, en la medida en la cual le permite ir situando el modo en que el sujeto responde a ese enigma del deseo del Otro. La angustia testimonia que en el hablante no todo es significante.
Relacionado: Pacientes con ansiedad: maniobras clínicas
Con lo cual, si tuviéramos que marcar una distancia fundamental entre la ansiedad y la angustia, diríamos que la ansiedad, que a veces fenomenológicamente pudiera confundirse con angustia, debiera ser situada en la lúnula que se despeja entre lo simbólico y lo imaginario; la angustia en cambio entre lo simbólico y lo real. O aún entre lo imaginario y lo real, dependiendo de las coordenadas desde las que la abordamos.
miércoles, 17 de julio de 2024
La duración de un análisis
No pocas veces nos encontramos frente a la pregunta imposible de responder, pero válida al fin, respecto de cuánto dura un análisis.
Hay una imposibilidad intrínseca al concepto, al asunto del tiempo en el psicoanálisis que impide dar una respuesta que anticipe, en el sentido de poder fijar de antemano cuánto, qué tiempo de trabajo será necesario con cada sujeto.
De distintos modos este problema suscitó una serie de planteos e interrogantes en el propio Freud, quien pudo ubicar una temporalidad propia del inconsciente a partir de la retroacción, que rompe con la linealidad. Esta cuestión también ocupó a algunos de los discípulos que lo acompañaron.
Será Lacan quien pueda dar cuenta de la estructura que le corresponde al tiempo en psicoanálisis, al dividirlo en tres partes: un instante de ver, un tiempo de comprender y un momento de concluir.
Precisamente ese tiempo de comprender es el tiempo de la reelaboración, podríamos decir. Es el tiempo de caer en la cuenta, lo que no significa una toma de consciencia. Tomado en ese planteo inicial de “Función y campo de la palabra…”, se trata del trabajo analítico como uno de rememoración en el sentido de una reescritura simbólica en la historia.
Es el tiempo de la interrogación de aquellos puntos de capitón que fijan los sentidos propios de la historia, que forman parte del sistema de creencias.
Y en esto consiste ese tiempo de comprender, que podrá hacer posible arribar a un momento de concluir. La imposibilidad mencionada al comienzo consiste en que el tiempo de comprender es imposible de anticipar, y eso por una sencilla razón: nunca es posible saber cuánto tiempo le llevará a un sujeto registrar cómo entró en la cuenta del Otro.
¿Una "teoría" del fin de análisis?
Es posible plantear que, a la altura del seminario 11, a Lacan se le hace posible elaborar una teoría del fin de análisis, si podemos definirla en tales términos. Lo que es seguro es que puede elaborar una concepción del final de la cura a partir de la distancia que se establece entre el menos phi y el objeto a. En este trabajo de delimitación juega un papel fundamental el deseo del analista. Es el operador que vuelve a llevar la demanda a la pulsión allí donde la transferencia asociada a la suposición de saber las desconecta, llevando la demanda a lo idealizante: al amor y al I(A). Así se pone en acto el poder separador del objeto a, a partir de la distancia con el menos phi.
Lo que asocia el fin de análisis a la pérdida, y no solamente a la falta. Pero es muy digno de destacar que en el mismo seminario, más al principio, encontramos una reformulación del estatuto del sujeto que nos parece indisociable de esa manera de pensar el fin de la cura: eso que llama "el sujeto de la certeza". Indudablemente es un sesgo del sujeto que se contrapone al modo en que éste se hace presente en la demanda analítica, o sea en el inicio del análisis. Allí se emplaza el sujeto en tanto lo que un significante representa para otro significante, o sea ese sujeto subvertido, dividido, afectado por la equivocidad del significante y que es, por ende, solidario de la vacilación.
El sujeto de la certeza en cambio, de raíz cartesiana, entra en juego respecto de aquel producto que el significante no puede reabsorber, lo no negativizable, o sea el resto viviente. Es una perspectiva que se entrama en la delimitación de lo real de la división del sujeto, o sea del hecho de que éste no es sólo el efecto del significante sino también una discontinuidad en lo real, lo que involucra al cuerpo pulsional, uno de bordes. El sujeto de la certeza entonces se asocia a eso que, al final de la cura, no queda alcanzado por la duda o la vacilación, sino que se demuestra como lo que fue el soporte de la posición del sujeto.
miércoles, 15 de diciembre de 2021
Los tiempos lógicos y cronológicos
El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho.
El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río;
es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre;
es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.
El mundo, desgraciadamente es real;
yo desgraciadamente soy Borges.
J. L. Borges, "Nueva refutación del tiempo"
Me ha parecido, pues, necesario que al mismo tiempo que abordo el discurso de un niño y/o de un adolescente en su infatigable inmortalidad e incesante sexuación, considerar indagar y lo digo con cierta cautela, significantes, letras, números, cuadros y musicalidades, que no puedo ignorar, a partir de dos ángulos distintos, que implican anudar: lógica y tiempo.
La palabra “lógica” según el Diccionario Etimológico de la lengua castellana de Joan Corominas, 1987, deriva del griego y se refiere al discurso, al verbo. A la disciplina que trata de los principios y criterios sobre la validez de las inferencias y demostraciones. Para el psicoanálisis implica una estructura dialéctica y analógica, que puede formularse en lenguaje matemático.
El término “tiempo” deviene del latín tempus, temporis (tiempo, momento, ocasión propicia, estado temporal en un momento determinado). El sentido originario de tempus remite más bien a una noción instantánea o de fracción considerada en la línea temporal, frente a vocablos latinos como aevus o aetas que remiten al tiempo en su extensión durativa. (Joan Corominas, 1987). También, proviene de una raíz indoeuropea, di o dai, que implica la acción de «dividir». Para el psicoanálisis el tiempo es efecto del discurso, e incluye los conceptos de retroacción y anticipación entre otros.
Así, tenemos una lectura diacrónica, a través del tiempo, y otra sincrónica, en un mismo tiempo. Desde luego, y en el devenir del caldero de la lengua que bulle, ambas modalidades de lectura pueden ser desplegadas dialécticamente.
En la primera, la diacrónica, las nociones y relaciones son desenrolladas de una manera sucesiva, una detrás de otra, hay un antes y un después —lógica por contigüidad—.
Mientras que las trenzas de cuerdas, una diacrónica.
Aquí, historizamos desde el presente el pasado, pero a la manera de una novela familiar.
En la segunda, la sincrónica, se analiza lo que se da en un momento dado. Así, los denominados modelos, esquemas, grafos, superficies topológicas, y nudos, implican la posibilidad de una lectura sincrónica, porque sus conceptos y enlaces remiten a la —lógica por simultaneidad—.
También, y es sorprendente saber, que ambas, contigüidad y simultaneidad, junto con la semejanza (analogía) y la causalidad, corresponden a las lógicas de lo inconsciente.
Estos criterios postulados por Freud (1950a, 1900a), regulan los desplazamientos y condensaciones de investiduras en lo inconsciente, y que reitero y dejo constancia: la simultaneidad (autoerotismo), la simultaneidad y la pasividad (constitución del yo placer purificado), la simultaneidad y la actividad, denominada contigüidad (yo cinético vía trastorno en lo contrario), la semejanza-analogía (complejo del prójimo) y la causalidad (teorías sexuales infantiles y yo real definitivo). Finalmente, la semejanza (que instaura vía juicio la diferencia sexual), la analogía (que posibilita lo distinto del das Ding - objeto a) y la causalidad (que posibilita las fantasías primordiales o fantemas, y el tiempo edípico).
Estos criterios son importados epistemológicamente por Lacan desde Freud, Saussure y Román Jakobson, como metonimia y metáfora. Aunque, en verdad, Lacan opta por la posición de Pierce (1965), que afirma que el signo no implica una díada, no tiene un carácter doble como sostenía Saussure, sino que se constituye como una relación triple.
Ahora bien, ya Lacan desde 1945, en «El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada», procura anudar dos dimensiones fundamentales, lógica y tiempo. En este lazo cobran importancia, variables temporales, algunas nuevas como la prisa o precipitación, cuya antítesis lo constituye el aguardar y otras ya indagadas e inventariadas como: el a-posteriori, la anticipación, la fijación, la regresión y la progresión. Estas dimensiones estructuran la acción del viviente.
Pero, detengámonos un momento en la presentación de estos lazos y efectos, porque en los tiempos lógicos de la niñez y la adolescencia nos resulta de gran utilidad tener en cuenta sus principales características.
Entonces, se impone una breve referencia ya que han sido, en otros textos de mi autoría, elaborados detenidamente.
A-posteriori (Freud, nachträglich, Lacan, aprés- coup): Se trata de una articulación de diferentes escenas, que habilita la decantación de un efecto de significancia —singular—.
Anticipación: Se refiere a un acto del pensar de carácter preparatorio de un desenvolvimiento posterior, por ejemplo, en la pubertad el sujeto puede “anticipar” temporalmente la muerte del propio yo.
Fijación: Ligazón privilegiada de la libido con objetos, imágenes, o tipos de satisfacción libidinal vinculados a fases previas. Las fases no son restos de un vivenciar anterior, recuperado cronológicamente, por el contrario, son formas de la demanda atribuidas retroactivamente al pasado.
Regresión: Proceso de organización libidinal del sujeto, derivado de un retorno en sentido inverso al desarrollo o progresión libidinal ante la frustración, con la perspectiva de una satisfacción fantasmática. Este movimiento puede ser analizado de acuerdo a diferentes modalidades, a saber: tópica, temporal y formal. En sentido tópico, la regresión se efectúa, a lo largo de una sucesión de sistemas anímicos. Puede ser indagada fundamentalmente en el sueño, en la alucinación patológica y en ciertos rasgos circunstanciales con relación a la memoria. Por ejemplo, la regresión a la fase del espejo, sitúa al sujeto en la alienación de una captura imaginaria sumamente radical. En sentido temporal, la regresión supone un retorno del sujeto a organizaciones libidinales previas del desarrollo. Se refiere a las pulsiones, al yo y a los objetos que se segregan de él.
En sentido formal, la regresión incluye el paso a modos de expresión y de comportamiento de un nivel previo. Como el retorno de las modalidades de funcionamiento del proceso secundario al primario.
Progresión: Implica considerar los procesos psíquicos en tres sentidos posibles, cuya prescindencia no es posible: a) como un movimiento de avance, progresivo de la excitación, desde el extremo perceptual hasta el extremo motor del aparato psíquico (sentido tópico), b) según el desarrollo de la libido y del yo (sentido temporal) y c) según la construcción de modalidades de expresión y figuración cada vez mas complejas (sentido formal).
Y concluimos con “prisa o precipitación”, un concepto que es evidente por sí mismo, y que implica una urgencia por concluir, una decisión, un juicio, un ritmo específico.
Estos procesos permiten enlazar los diversos factores que cobran eficacia en las llamadas series complementarias [vivencias, fantemas, disposiciones y pulsiones]. Es decir, como se sueldan las vivencias con los elementos del ello, (pulsiones, fantemas y disposiciones).
El análisis opera como un juego
“Las matemáticas sirven para eso: corregir al objeto. Es un hecho que las matemáticas corrigen y que lo que corrigen es el objeto mismo.
De donde [surge] mi reducción del psicoanálisis a la teoría de los conjuntos.” ¿Transferencia en Saint Denis?
JOURNAL d´Ornicar?
¡Lacan para Vincennes!
En el contexto del Seminario XII, “Problemas cruciales del psicoanálisis”, Lacan (1965/66) se consagra a la pregunta por el juego y nos dice que se trata de un término de amplia extensión, que abarca desde el juego de un pequeño, pasando por los juegos de azar, hasta la llamada teoría de los juegos de Von Neumann.
Agrega, luego que el análisis tiene todos los caracteres de un juego. Ya sea en sus formas más simples o más elaboradas, el juego implica la dialéctica en sus tres términos y un cuarto —distinto—, inferido por analogía, que lo integra y no le quita verosimilitud.
Una regla, aunque esté enmascarada y encubierta, es considerada como aquello que es propio del juego. “Una regla que está excluida de él como prohibida, ese punto que es, precisamente, aquel que, al nivel del sexo, les designo como el punto de acceso imposible, dicho de otro modo, el punto donde lo real se define como lo imposible. El juego reduce ese círculo de la relación del sujeto al saber; esa relación tiene un sentido y no puede tener más que uno sólo; es el de la espera. El sujeto espera su lugar en el saber. El juego es siempre de la relación de una tensión, de un alejamiento por donde el sujeto se instituye a distancia de lo que existe ya en alguna parte como saber; si en el tiempo yo creía, aún, que algo se juega”. (Lacan, 1965/66, p. 357)
En este marco, desearía intercalar de forma explícita las nociones de nuestra praxis, es decir, a los cuatro conceptos propuestos por Lacan (1964) que, desde luego, están en el fundamento del psicoanálisis con niños y adolescentes: Inconsciente, pulsión, transferencia y repetición.
Recordemos que el análisis es una praxis. Pero, ¿qué suele entenderse por praxis? En principio se trata de un término de raigambre marxista y sartreana, {*} que en el discurso procura un orden de verdad, al que se accede sólo por un camino singular: la trasferencia. Es el proceso por el que nuestra teoría se convierte en una parte de la experiencia vivencial en el marco de la transferencia en su disparidad subjetiva. También, el campo de la praxis puede ser comprendido como una tramitación simbólica de lo real.
Fuente: Diego Moreira, "Los tiempos lógicos y cronológicos"
domingo, 27 de septiembre de 2020
Pasar de las urgencias al tiempo del Psicoanálisis
Existe una diferencia entre el sujeto que está en urgencia y la emergencia del sujeto en la transferencia. No hay que confundir la urgencia subjetiva con la emergencia del sujeto. Urgencia es una terminología que viene del campo médico y alude a la irrupciónde algo que exije una intervención sin demora. A su vez, en psicoanálisis, el término emergencia se aplica en viscisitudes diversas del acontecer de un sujeto, a veces tan opuestas como podría ser la emergencia de lo real y la emergencia del sujeto. Para comprar este significante, vamos a centrarnos en la acción de emerger como algo que repentinamente aparece e introduce un cambio.
Hay diversos acontecimientos en el devenir del sujeto que responden a qué acontece o de qué cambio se trata.
- Por un lado, la emergencia de la subjetividad en los tiempos instituyentes, o sea, lo que llamamos la constitución subjetiva.
- Por el otro, en la vascilación fantasmática puede haber algo que irrumpa la estabilidad del fantasma puede llevar a la demanda de análisis.
- Otra emergencia es ante lo real de un goce, como en una pesadilla, donde hay algo de orden de lo siniestro, donde algo se despierta y nos despierta. La experiencia del doble, la sensación de despersonalización, locura, compulsiones, impulsiones autodestructivas, el miedo pánico, acting y pasajes al acto. A estos últimos Lacan les dedica una parte importante del seminario de la angustia, donde se pone en juego la emergencia de un real.
- Por último, la emergencia del sujeto en la transferencia.
¿Qué es lo que estos fenómenos diversos tienen en común? Algo del orden de un despertar. Hay distintos modos de despertar. Hay un cuento sufí que se llama El idiota en la gran ciudad. Este cuento, de pocas líneas, nos muestra qué es un desafortunado despertar.
Hay diferentes formas de despertar. Solo una es la correcta. El hombre está dormido, pero debe despertar en la forma correcta. Existe una historia referente, a un ignorante, cuyo despertar no fue correcto. Este idiota llegó a una gran ciudad y quedó confundido por la cantidad de gente que había en las calles. Temiendo que, si se dormía, al despertar no se encontraría a sí mismo,, en medio de tanta gente, ató un globo a su tobillo a fin de poder identificarse. Un bromista, dándose cuenta del hecho, esperó a que aquel se durmiese, sacó el globo y lo ató a su ropia pierna. También él se acostó a dormir en el piso de la posada, donde se detenían las caravanas. El tonto despertó primero y vio el globo. En un principio pensó que aquel otro hombre debía de ser él. Luego lo acometió gritando: Si tu eres yo, entonces quién, por el amor de dios, ¿Quién soy yo y dónde estoy yo?
El cuento dice que solo hay una manera correcta de despertar, ¿Qué significa? ¿De qué nos despierta una pesadilla? ¿Qué relación hay en el despertar del sueño en el que vive el neurótico en un análisis? Del lado del analista, ¿Qué responsabilidad le cabe de no quedarse dormido en una hipnosis al revés?
Pasar del tiempo de la urgencia al tiempo de un análisis equivale a decir pasar de la urgencia a la emergencia subjetiva. Este pasaje implica necesariamente la dimensión del tiempo. Los grandes ejes por donde vamos a hacer este pasaje al análisis -si es posible desviar un destino trágico- son es la dimensión temporal. La temporalidad echa luz respecto a la constitución subjetiva como a lo que acontece en el tratamiento psicoanalítico mismo, como así también la falla que se produce en el tiempo de las urgencias subjetivas.
Los ejes de los que nos vamos a ocupar son
- El tiempo en psicoanalálisis.
- El tiempo de las urgencias subjetivas.
- El tiempo de la emergencia del sujeto en la transferencia.
La falla del tiempo de la urgencia subjetiva es muy particular. Por el lado de la urgencia del sujeto, éste está afectado por la prisa, que lo impulsa a realizar acciones precipitadas, en las que a veces acecha un riesgo de muerte. La dimensión temporal también afecta al analista, porque éste está apremiado a no abolir un tiempo de comprender. Esa abolición propia que se manifiesta en los actings o en el pasaje al acto. Por el contrario, tiene la urgencia de producir una intervención eficaz que interrumpa una acción precipitada. El analista tiene que introducir un intervalo, una pausa, que tiene que ver con los tiempos lógicos.
Veamos la eficacia de una pausa en un caso. Una mujer se presenta espontáneamente a una guardia de emergencia "Necesito urgente hablar con alguien. Tuve un sueño: mi madre, que está muerta, estaba parada al lado de mi cama. Me venía a buscar. Le pedí que nome llevara. ¿Usted cree que estoy loca? ¿Qué hago si esta noche vuelve a buscarme?". La entrevista constituyó una pausa, con la posibilidad de ponerle palabras a sus miedos. La paciente comenta que esa noche durmió con la radio encendida y que cuando se despertó, en ese momento de duermevela entre el sueño y la vigilia, escuchó una voz que decía "shhh... Mamá está durmiendo". Voces, tnto esta como la de la radio, que permitieron interceptar la voz de la muerte.
El tiempo en psicoanálisis
Freud se interesó por la tragedia griega moderna y probablemente fue donde él advirtió que se iniciaba el drama moderno, que es el del sujeto y su acto. Es un drama que continúa hasta nuestros días, y que Freud desarrolla con Hamlet y la postergación de su acto. El drama moderno se desarrolla en un puro presente y eso es lo paradigmático de la conciencia moderna del tiempo. Este tiempo puro presente es donde se sitúa el drama de las urgencias subjetivas. Es el tiempo de la pura e imperiosa necesidad de demanda de satisfacción. A partir de conciencia moderna de tiempo, Freud hace un aporte fundamental, cuando acuña el concepto de inconsciente.
Antes de Freud, el inconciente era un término utilizado, pero la novedad de Freud fue la cuestión del tiempo. Freud introduce una lógica temporal que a su vez tiene consecuencias teóricas y prácticas. El tiempo se constituye como articulador, una bisagra presente en temas escenciales del psicoanálisis, ya sea por la lógica de la atemṕoralidad del inconsciente, la de los dos tiempos del trauma y su resignificación por retroacción, o por los tiempos de la constitución subjetiva, o por la temporalidad del fantasma, o por los tiempos de un análisis.
Recordemos que desde las primeras elaboraciones freudianas sobre el aparato psíquico, con la complejización de los sistemas que lo integran, se inaugura una nueva temporalidad y espacialidad, distinta a la del pensar consciente. En un primer momento de la teoría freudiana, se sitúa el escalonamiento del tiempo de las transcripciones y retranscripciones, que se van encadenando en la medida que las huellas mnémicas pasan de un sistema a otro, constituyendo una estratificación de la inscripción de lo psíquico. Es decir, ahí Freud sitúa el trauma y sus transcripciones como modos en los que el aparato psíquico procesa los estímulos, al desviar el proceso excitatorio; complejizándolo al someterlo a la estratificación del lenguaje.
Esos niveles de estratificación, en la clínica de las urgencias, comienzan a fallar. En términos freudianos, ¿qué sería intervenir desde la teoría de la estratificación del aparato psíquico? Inhibir esa descarga masiva y propiciar la complejización de los niveles intermedios por la vía de sucesivas transcripciones de lo trumático, que en definitiva permitirían alojar el discurso.
Posteriormente, Freud aporta en Más allá del principio del placer (1920) con los sueños de las neurosis tramáticas, los sueños de angustia, la reacción terapéutica negativa. Aquí Freud descubre otra faceta del deseo inconsciente: la del resto traumático no ligado. Se trata de un núcleo real pulsional más allá del placer y en este sentido, no se articula metafóricamente. Su temporalidad no es la de la historización. Veamos otra viñeta para ubicar esta dimensión de lo puramente actual del trauma.
Una mujer se presenta en la guardia de emergencias, sumamente angustiada, desbordada por una situación de acoso laboral que venía padeciendo. Por haber hecho una demanda judicial, padecía de permanentes amenazas. La torturaban con menajes anónimos y la trataban de loca. El tratamiento duró durante el juicio, hasta que logra demostrar ese acoso laboral. Ese tiempo con aquella situación persecutoria transcurría puramente en el presente. La pura actualidad del trauma, sin posibilidad de articularlo con su historia. El hecho traumático le causaba trastornos del sueño, se enfermaba, faltaba a las sesiones, tomaba ansiolíticos... Más allá de la realidad del acoso, hay que destacar que había un plus, un goce cuando ella describía a sus acosadores con todo lujo de detalle.
Recién cuando la pericia psiquiátrica a la que tuvo que someterse por el juicio demostró que no estaba loca, es cuando aparece un recuerdo de su infancia. Ella, escondida, había escuchado a su madre peleando con su padrastro, que era policía. Escuchaba que su madre le decía "Mirá que sé cosas y que puedo hablar". Éste respondió "No te van a creer, van a decir que estás loca".
La emergencia del sujeto en relación a la constitución subjetiva
La función de la angustia en Freud y Lacan nos va a aproximar a la emergencia del sujeto en tiempos instituyentes. Para Freud y lacan, la angustia tiene un valor fundamental en esta instancia.
Para Freud, la angustia es clave en la neurosis y alude, en los comienzos del psiquismo, a la pérdida del objeto. También Freud la ubica como una señal, un aviso o una alarma fundamental para la conservación de la vida. Hay otra angustia, la automática, que son las manifestaciones corporales del ataque de pánico. Los ataques de pánico son un frecuente motivo de consulta, hablando de la emergencia subjetiva, donde hay escasa simbolización y nos recuerda a lo que recién vimos sobre la actualidad del trauma, de un tiempo que no pasa.
Lacan hace una relectura sobre la angustia descripta por Freud. Debemos referirnos a los tiempos del fantasma. En el seminario X, Lacan ubica a la angustia ante la castración del Otro. De esta manera, contribuye a la construcción del fantasma en la neurosis. En este proceso, hay un escalonamiento en tiempos, que van desde el tiempo mítico de la completud o de goce de la primera vivencia de satisfacción. Esto lo vemos en uno de los esquemas sobre la constitución subjetiva que aparece en el seminario de la angustia.
A ese tiempo, le sigue el surgimiento de la angustia ante la castración del gran Otro, con lo cual se produce la confrontación con el deseo del Otro, que se plasma en un interrogante inquietante: ¿Qué me quiere el Otro? Por último, la urgencia ante esa inquietud es taponar la falta con el objeto del fantasma. Esa angstia es la que habilita el tercer tiempo, que es el tiempo del deseo. Esta angustia no es una señal de alarma, como la concebía Freud, sino que es una angustia que señaliza la vía al objeto causa del deseo. Esa señal se ubica en una dimensión temporal que Lacan la define como tiempo de espera. Implica que el sujeto, ante la castración del Otro, hay una demanda que supone su propia desaparición. A esa demanda, a la que el sujeto se ve confrontado, Lacan la denomina fantasma de suicidio.
En el seminario X aparece escalonados los términos de inhibición , síntoma y angustia. Hablar del fantasma en la constitución subjetiva es situar el fantasma de suicidio en el origen del sujeto y que Lacan lo ubica en el mismo lugar que el pasaje al acto.
Como vimos antes, el fantasma es ese tiempo en el que se inaugura la dimensión deseante, cuando la carencia del Otro le pide al sujeto posicionarse como objeto perdido. Esta demanda se plasma en una salida de escena: perderse para tener un lugar en el deseo del Otro. Para entenderlo mejor, recurramos al ejemplo que da Freud del niño pequeño que un día decide hacer su valijita para irse de su casa, poniendo a prueba el lugar en el deseo del Otro. Esta escena es bastante frecuente en los niños. Lo terrible es cuando el sujeto adulto recuerda haberse escondido en un ropero y haberse quedado dormido hasta el día siguiente sin que nadie hubiera notado su falta. Vemos por qué el fantasma de suicidio está en el mismo lugar del pasaje al acto.
Lacan va a marcar que en la angustia no se trata de la falta del objeto, como Freud lo planteó, sino al contrario. La angustia que se enmarca en el fantasma es cuando falta la falta. Así, el terror de ese sujeto que de niño se escondió y nadie lo buscó ni notó su falta. Es importante esta operación de constitución subjetiva, porque nos permite comprender la emergencia del sujeto en tiempos instituyentes. Goce, angustia y deseo se escalonan en el tiempo y así el sujeto se debate en una imposibilidad estructural, porque por una lado debe aceptar la pérdida del mítico objeto de goce; por el otro, esperar el reencuentro con el objeto. Esa es la imposibilidad estructural que al no ser reconocida como tal, es la que lleva a la impotencia neurótica. ¿De qué manera? Por lo que se juega entre el ideal del yo y el yo ideal. Hay una tensión por la cual el yo ideal se la pasa añorando aquel tiempo pasado que fue mejor, mientras el ideal del yo es el que le señala el camino de los ideales. La importencia neurótica es porque se debate entre estos dos tiempos imposibles y la experiencia de un análisis permite poder virar hacia esto que por estructura no es posible.
Ante esa impotencia neurótica, también puede ser necesario morir en el intento, como sucede en los pasajes al acto, que sucede cuando esa tensión entre el ideal del yo y el yo ideal se corta por alguno de sus extremos. Por el yo ideal, se corta por el lado de la melancolía; por el lado del ideal del yo se corta por el lado de la exaltación maníaca de los ideales.
Albert Camus se hace una pregunta en El mito de Sísifo por el sentido de la vida. En la filosofía del absurdo, hay una afinidad con el psicoanálisis en relación al concepto de angustia y ante el despertar. El tema del ensayo de Camus es la relación entre el sentimiento del absurdo de la vida, ese sentimiento de vacío existencial y el suicidio como una de las salidas a ese sentimiento.
El mito de Sísifo se refiere a cuando él fue condenado por los dioses debido a su astucia a quedar ciego y a subir una piedra a la montaña. Cada vez que él llegaba a la cima, la piedra se caía y él bajaba y volvía a subirla. Camus se pregunta si ese absurdo del sentido de la vida impone la muerte. ¿Cuál es el primer signo de absurdidad? -se pregunta. Lo define así: cuando se define así:
ese singular estado del alma en el cual el vacío se hace elocuente, en el que la cadena de los gestos cotidianos se rompe, en el cual el corazón busca en vano el eslabón que la reanuda, entonces es el primer signo de la absurdidad.
Habla de las decoraciones que se derrumban, una escena que no se sostiene más. habla de una cadena, que para nosotros es la cadena significante que se interrumpe y llega a la conciencia del vacío, de la nada, de un instante existencial de descubrimiento del absurdo. Es un despertar que él lo asocia a la náusea de Sartre: el malestar ante la inhumanidad del hombre. Estas mismas ideas son las que al propio Camus lo llevaron al borde del suicidio. Camus, como Sísifo, termina haciéndose cargo de esa condición de la existencia y este ha sido un punto de inflexión en su vida. El mito de Sísifo es un testimonio de su despertar, que lo formuló así:
(...) el movimiento de la conciencia. Lo despierta y provoca la continuación. La continuación es la vuelta inconsciente a la cadena, o el despertar definitivo. Al final del despertar llega, con el tiempo, la consecuencia: suicidio o restablecimiento.
Él se pregunta: ¿Habrá que morir voluntariamente o esperar a pesar de todo?
Hace una serie de elaboraciones en donde va recorriendo la filosofía de distintos autores, en donde él hace su planteo singular. Con su respuesta, él elige adherir a esperar. Lacan, como vimos, define a la espera como aquello que habita a la angustia, en lugar de desesperar. Camus dice que si la desesperanza nos impulsa a hablar o a razonar y sobretodo desemboca en la escritura, se establece una fraternidad. Los objetos naturales se justifican, nace el amor.
Es este razonamiento el que lo llevó a su apuesta por el amor y la escritura, que le valió el premio Nobel. Escritura y amor son dos condiciones para la emergencia del sujeto en la transferencia. Es decir, para pasar a nuestra pregunta del pasaje del tiempo de la urgencia al tiempo de un análisis.
El tiempo de la emergencia del sujeto en la transferencia
Desde la comunicación de la regla fundamental, se trata de una demanda que se le dirige al analista, quien está como soporte de aquel objeto mítico de goce perdido. El deseo del analista va a ser un elemento esencial en el manejo de la transferencia sin el cual no va a haber eficacia analítica.
En el primer tiempo del despliegue de la transferencia se transita por la demanda, la que se presenta apartada de lo real pulsional. este tiempo es el de la transferencia imaginaria, de alienación a la demanda de amor. Será el deseo del analista el que apunte a despejar ese real pulsional como un movimiento hacia la verdad del goce y hacia la caída del sujeto supuesto saber.
Luego viene el tiempo del acto analítico, que va a promover el advenimiento del sujeto, por tanto también de los efectos del inconsciente. En este sentido, podemos recordar el aformismo de Lacan de "Allí donde yo era, el sujeto debe advenir", que da cuenta de este movimiento donde emerge el sujeto en la transferencia y que se corresponde con la producción del discurso del inconsciente.
En el seminario VII de La ética, Lacan hace una advertencia a los analistas ansiosos y omnipotentes:
¿de qué desean Uds. curar al sujeto? No hay duda de que esto es absolutamente inherente a nuestra experiencia, a nuestra vía, a nuestra inspiración – curarlo de las ilusiones que lo retienen en la vía de su deseo Y, después de todo, esas ilusiones aún cuando no entrañasen en sí mismas nada respetable, es todavía necesario que el sujeto quiera abandonarlas.
Lacan nos dice que a veces no es posible el pasaje de la urgencia al tiempo de un análisis. Es cuando el analizante está retrasado respecto a ese goce traumático que lo tiene retenido. Está instalado en una paradoja de una búsqueda de saber y sin embargo, está dormido, no queriendo despertar a la verdad del goce.
Del lado del analista, nos advierte que el desconocimiento del manejo del tiempo puede condicionar la producción de actings y de pasajes al acto. En este sentido, son importantes los desarrollos de Lacan sobre los tiempos lógicos y que él desarrolla en El tiempo lógico y el aserto de incertidumbre anticipada. Esto permite entender la lógica que hay en el tiempo del aserto subjetivo en la constitución del fantasma, así como la que rige en la dirección de una cura. Se trata de una lógica que tiene tres momentos:
- Instante de ver.
- Tiempo de comprender
- Momento de concluir
En ese texto, Lacan redacta una experiencia donde demuestra esa lógica, poniendo énfasis en la función de la prisa. Intenta demostrar que no es posible permanecer en suspenso, que hace falta en algún momento concluir con el tiempo de comprender.
El caso es el planteo que le hacen a tres sujetos que están en la cárcel, a los que le ponen en la espalda un papel que no ven y que dice si es blanco o negro. Más allá de la lógica del cálculo, lo que nos importa es que aquel que sepa deducir con rapidez cuál es su color, saldrá en libertad. Aquí vemos algo de la prisa, que supone un tiempo. Cada prisionero se pregunta si es negro o blanco.
La lógica de la que nos habla aquí Lacan es la del acto, que define como acto de concluir en el aserto subjetivo, como certidumbre que se anticipa, es la prisa del acto que Lacan describe como "un demasiado pronto para que no sea demasiado tarde". El que no se mueva con esa rapidez, no va a obtener la libertad. "¿Qué soy, quién soy" es la pregunta del idiota que vimos del cuento sufí y que fracasa en el acto de concluir. Por eso, vemos que en las urgencias, la prisa del acto no funciona. La prisa de las urgencias y su tendencia a las actuaciones no es un demasiado pronto para que no sea demasiado tarde. En esta prisa, hay un empuje a la acción precipitada, que es muy distinta a la prisa presente en el origen de la constitución subjetiva, que guía a la angustia pra concluir el tiempo de comprender quién soy en el deseo del Otro.
La lógica temporal, en algunas situaciones de urgencia, no coincide con esa lógica del aserto subjetivo.
Por ejemplo, en el miedo pánico hay un modo de anticiparse en el tiempo a una vivencia de amenaza de derrume, por eso dicen "Algo malo me va a pasar". Se trata de una huída hacia el futuro, de un pasado donde algo aconteció.
Otro ejemplo es el de las melancolizaciones. Cuando el sujeto queda detenido en el tiempo de un duelo, quiere detener el tiempo de la vida. Estancamiento en un presente, regido por un goce en extremo mortífero.
En las impulsiones, su tiempo es cuando el agujeto de lo traumático no cesa de no incribirse. El sujeto no admite el tiempo de la espera, las pulsiones se desatan con violencia, tanto hacia si mismo como hacia el prójimo. Aquí, la dimensión del tiempo es de un pasado clausurado, en un pasado que no se dialectizó y que empuja al sujeto fuera de la ecena.
Metafóricamente, podemos decir que no cicatrizó la herida. A veces el análisis logra una sutura. Otras veces, no. No se trata acá de la angustia, ya que eéta se mueve de manera atemporal, propia de la expectación. En ella se juega la función de la espera. En el origen de la constitución subjetiva, angustia y fantasma están enmarcados: el fantasma enmarca a la angustia. Cuando se desarma la ficción del fantasma, la angustia es ese tiempo de desconcierto, donde el sujeto se pregunta qué le está pasando, quién es o qupe quiere. Este puede ser el tiempo u ocasión de demanda de análisis, si más allá de esa perplejidad inicial se atreve a preguntarse con lo que la angustia le va a señalar respecto de la causa. Recordemos el mito de Sísifo que hace Camus.
La clínica de la urgencia nos muestra un sujeto que está identificaco a un objeto en su borde más real, donde los objetos de la pulsión dejan de estar articulados metafóricamente en el fantasma y se transforman en urgencias pulsionales.
Es fundamental que el analista maneje el tiempo en la transferencia y que trate de construir un puente desde el presente angustioso del sujeto en culta, hacia el pasado traumático, con un futuro.
El caso "Boca de muñeca" que aparece en el libro Clínica de las emergencias, habla de Norita, quien está deprimida con numerosas internaciones, algunas por intento de suicidio. Se trata de la víspera de Noche Buena. Le anuncia a la analista que tiene miedo de quedarse sola.
No se quede sola, quédese con sus hijos —le dice la analista.
Es que los voy a matar y me voy a matar —responde.
Analista en urgencia. Hay que poner a jugar la prisa de intervenir, poniendo pausa en la prisa de la urgencia por concluir, que se saltea ese tiempo de comprender. La analista le pregunta por qué los va a matar.
—Para que no sufran.
No es tiempo para que la analista encarne el objeto causa, interpretando en la línea del sentido, sin que por ello ocasione un efecto siniestro: el de redoblar su fantasma de desaparición.
¡Qué extraña expresión de generosidad, la suya! —interviene la analista.
Esta intervención logra tocarla y el goce mortífero se desvía. En el seminario XXIV, Lacan dice:
Si ustedes son psicoanalistas, verán que es el forzamiento por donde un psicoanalista puede hacer sonar otra cosa que el sentido. El sentido, es lo que resuena con la ayuda del significante. Pero lo que resuena, eso no llega lejos, es más bien flojo. El sentido, eso tapona.Compulsión a la repetición que impide la extinción del síntoma. En este caso, no era el momento de hacer una interpretación en la línea del sentido.
El idiota
Para concluir con el tiempo de comprender, volvamos al cuento sufí "El idiota" y a su pregunta: ¿Quién soy yo y dónde estoy yo?
Solo hay una manera correcta de despertar, que no es precisamnte la del idiota. En primer lugar, vamos a centrarnos en el significante idiota, haciendo un brevísimo análisis del origen y la evolución del término.
En la Edad Media, aludía al ciudadano que no se interesaba por los asuntos públicos y que solo se ocupaba de si mismo.
En el siglo XVII, la psiquiatría pasó a considerarlo un término que nombra al enfermo mental.
Desde el siglo XIX, ya se le dio un uso despectivo como insulto.
Hay algo que permanece en todas las acepciones, que es la deconexión respecto del Otro social. ¿Qué es globo para el idiota del cuento? Que está encerrado en su goce particular, autoerótico, masturbatorio y no accede a su representación: esa que en el caso de los prisioneros opera para arribar al aserto subjetivo (soy blanco, soy negro). Ante la presencia del deseo del Otro, el idiota reacciona con angustia y despersonalización, que evidencia la consistencia de la desfragmentación corporal. ¿No es acaso el globo el lugar especular que le otorga consistencia imaginaria yoica? El Otro no opera acá como en la estructuración del psiquismo como un soporte, condición para que advenga un sujeto. Por el contrario, teme desvanecerse ante su presencia.
En cuanto al bromista, podríamos decir que encarna al analista. En ese acto donde le pincha el globo a esa identificación imaginaria, lo fuerza a despertar al introducir el desconcierto. Hay otra cita de Lacan que nos permite articular el despertar con la emergencia, que dice:
¿La verdad despierta o adormece? Un discurso es siempre adormecedor, salvo cuando uno no lo comprende y entonces, despierta. En resumen, el despertar es lo real, bajo su aspecto de lo imposible, que no se escribe sino por fuerza o por la fuerza.
El deseo del analista supone salir del lugar de ideal, arrancándolo por la fuerza de ese goce pulsional para despertar al sujeto por la pregunta de su lugar en el deseo del Otro. Y en relación a esto pueda, en un tercer tiempo, concluir en esto de quién soy y donde estoy.
Si por toda respuesta hay un agujero de representación, el despertar será como el del idiota, un despertar de pánico.
Fuente: Notas de la conferencia ¿Cómo se puede pasar de las Urgencias al "tiempo" del Psicoanálisis? - Mirta Pipkin, el 8 de septiembre de 2020 - Institución F. Ulloa.
jueves, 6 de agosto de 2020
Amores locos: ¿Qué amor?
La época actual exige revisar los conceptos, pues la subjetividad presente amenaza con arrasar la ética del analista. Es un mundo donde todo es posible, donde la ciencia avanzó de tal manera que tiene las respuestas a todas las preguntas. El analista, sin embargo, se encarga de aquello que no tiene respuesta. Esto es lo que hay sostener a lo largo de un tratamiento, que el sujeto no dé una respuesta rápida. Esto va en contra de la subjetividad de la época, donde las cosas se quieren ya.
Tener una pareja no implica estar enamorado. El amor puede correr por la lógica del tener y así, tener una pareja de cualquier manera. Todas las parejas que funcionan como tal, tienen un costado renegatorio, que es el amor. De lo que se reniega es que el amor no está en la lógica del tener, sino en la lógica del encuentro, que a su vez es un desencuentro.
El nudo borromeo anuda de forma trivial (sin la importancia de uno sobre otro) los tres registros: real, imaginario y simbólico. Los tres tienen el mismo valor y los tres anudados forman la estructura neurótica, sostienen la mentalidad neurótica. Los sostiene un vacío y ahí tenemos una neurosis de transferencia. Estas presentaciones casi no aparecen en la clínica actual, porque el amor es el que funda una neurosis de transferencia, como las que describe Freud cuando funda el psicoanálisis.
¿Qué es una neurosis de transferencia? Una neurosis en la que:
- Hay un síntoma, que es una formación de compromiso entre el deseo y la defensa;
- Hay una pulsión que hace un recorrido por los objetos de la pulsión: objeto oral, anal, mirada, voz.
- Hay un cuerpo imaginario que se refleja en el espejo, pero no hace Uno con la imagen alienada del espejo (cuando esto pasa, surge la agresividad con el cuerpo unificado del otro). Aquí se forman las parejas, en un imaginario pleno donde alguien encuentra lo que le falta.
El registro de lo real siempre insiste en mover la estructura, irrumpiendo con cosas de las que uno no quiere saber. Lo real molesta, chilla, mueve a los demás registros. Pensemos que el otro miembro de la pareja también tiene sus agujeros y sus nudos, armados de alguna manera. Cuando se impone desde lo social que la completud es lo que sirve a la felicidad, está la ilusión de armar uno solo a partir de dos. Podemos ir a la leyenda de los primeros humanos con 4 piernas y 4 brazos, que Zeus separa.
Podemos decir que los personajes de esta leyenda no hacen un duelo y que esa separación queda ahí suspendida. El duelo por la eparación de nuestro originario, de nuestro otro auxiliador (como dice Freud en el Proyecto) es fundamental para poder encontrarnos con otro semejante y que no nos complete. El duelo fundante es la separación del Otro primordial, del Otro que nos da la vida. Resulta que venimos al mundo de a dos, por eso el amor siempre se asocia con el dolor: el amor existe en tanto haya separación del cuerpo del otro y eso amerita un duelo. El duelo implica dejar ir, soltar... y volver. Volver a encontrarnos con eso que se supone que tuvimos en algún momento y que lo perdimos.
En la época actual, el duelo tiene mala prensa, así como también la tristeza ni la angustia. La ciencia se encargó de solucionar estos problemas con medicamentos. Si un sujeto no puede arriesgarse a estar triste porque perdió un amor, tampoco va a soportar que el amor se le vaya. Se dice frecuentamente que hay que tolerar al otro, pero se olvidan que la tolerancia invita a la ira, a la violencia, porque la tolerancia es soportar. Es necesaria la aceptación de la diferencia del otro cuando cae el enamoramiento.
Dos personas se encuentran por las razones más inverosímiles. Hay un momento del amor, según Freud, donde el encuentro parece posible. La fascinación y la idealización del cuerpo del otro es recíproca. Coinciden en todo, hacen todo juntos... ¿Cómo es posible esto? En cierto momento, el enamoramiento cae. Si el sujeto se queda en ese lugar, empieza a desubjetivarse, porque depone sus ideales en el enamorado y deja de estar tomado por sus propios títulos, rasgo y marcas. El enamorado se mimetiza y desaparece en los brazos del otro. Entonces en los consultorios escuchamos cosas como "Yo querría estudiar, pero mi pareja no me deja", como si uno tuviera que pedir permiso para continuar haciendo su vida y siguiendo a su deseo. Estos movimientos que ocurren dentro de en una pareja causan tensión y enojo y éstos son necesarios para que caiga el ideal y haya una oportunidad para el amor.
El amor no es desde el principio. El tiempo de conocer a una pareja responden a los tiempos de la subjetividad: tiempo de ver, tiempo de comprender y tiempo de concluir. El amor está íntimamente relacionado con el tiempo y esta es una coordenada que no se puede agarrar. Nosotros tenemos tiempo cuando lo damos, sino el tiempo no existe. Sin hacer el don de tiempo, no hay tiempo. Nuestra sociedad actual es la del rendimiento: el hombre tiene que producir para encontrar la felicidad, que no está muy en claro qué es. Lo que sabemos es que hoy la felicidad se ha convertido en obligatoria y es a cualquier precio. Por otra parte, vivimos en un mundo de gente deprimida, melancolizada, agobiada, explotada. La pareja y el amor entraron bajo esa égida: la explotación de la pareja. Entonces escuchamos de parejas que hace 6 meses que alen y se van a vivir juntos porque a uno le venció el contrato de alquiler. Actualmente, no existe más el noviazgo, que era para conocerse y armar un proyecto de convivencia. Hoy en día, a algunos les alcanza con llevarse bien y tener buenas relaciones en la cama.
Cuando el enamoramiento cae, aparecen todas las manchas de cada uno, las diferencias, que pueden ser buenas o malas. Empieza a generarse una tensión agresiva, donde la especularidad los remite a la época del estadío del Espejo donde la formación del yo estaba dado por el Otro auxiliador y sostenido por la palabra. Cuando cae el enamoramiento, la palabra ya no sostiene a la relación. Ante esto, algunos intentan probar con otra pareja donde se supone amor, que reinicia el círculo de repetición de lo mismo.
Lo que no se soporta, justamente, es que el otro sea... otro. El mercado tiene una oferta increíble para que haya otros otros, todo el tiempo. La soledad de las masas se reúne en aplicaciones, pero los tiempos los tiene que poner cada quien. Conocer al otro es conocer lo que no anda y ver qué se hace con eso. El amor, además de ser un vacío fundante, es un alojamiento donde el otro puede sumergirse, confiar y esperar que al otro le pase lo mismo. El amor no es el encuentro con el objeto que a uno le falta, sino el encuentro con lo incierto de la vida, con la ganas de seguir apostando a esa persona.
El amor no es sinónimo de sacrificio, tampoco de dolor, aunque viene asociado a él, porque para que haya amor nuevo, tiene que haber habido un duelo, una separación de los padres. El encuentro amoroso no totaliza ni unifica. No se puede saber todo de la pareja, ni dominarlo: eso raya con la locura. Freud decía que los celos vienen con el amor, que tienen que ver con ubicar la mirada allí donde a uno le gustaría también estar. Hay celos normales, como querer saber, pero privarse de preguntar y saber es algo del orden de la neurosis bien armada.
¿Qué arma las cuerdas en la estructura? La función paterna. La función materna aloja en ese vacío fundante para qye después el sujeto pueda salir deese lugar tan acogedor a buscar lo que ya no tiene, el lugar en la madre. El ordenador y orientador de esa salida es la función paterna. Cuando el amor falta a la cita, la carencia de las herramientas subjetivas están a flor de piel. Aparece la ira, la violencia contra todo lo que el otro intenta hacer con uno y que no puede alojar por lo haber sido alojado en el amor. Son casos donde se desconfía del significante del amor, no hay posibilidad de tener encuentros amorosos con amigos, pares del trabajo, además de la pareja. En el caso de la relación erótica hace la diferencia, porque el encuentro con los cuerpos compromete el vínculo de una manera especial. El encuentro con los cuerpos también está presente en la madre y el niño.
Hay gente que no tienen dificultad en el tiempo separarse y la distancia es subjetiva. Hay colapso de los encuentros amoosos y estas consecuencias se vuelcan sobre los hijos. Cuando una madre no está separada de su propia madre, tampoco puede alojar a un hijo en nombre del amor que le tiene a su pareja. Se escuchan casos donde una madre no quiere donarle el hijo a su marido, sino a su propia madre, de manera que el papá del niño empieza a celar el lugar que el niño ocupa para su mujer, sin saber que su mujer lo tuvo para su propia madre o padre. Estos son algunos enredos del amor.
La época actual también reniega sobre el tiempo biológico para tener hijos, como en el caso del congelamiento de óvulos. Hay un apuro que debe ser separado de la función de la prisa: la función de la prisa en un análisis en una prisa nos orienta a la angustia. El sujeto humano es el único que al nacer sabe que se va a morir. La oferta de la ciencia nos permite negar permanentemente hasta que la biología dice basta.
Las parejas y el nudo borromeo.
En el registro imaginario, Lacan ubica al cuerpo y al amor. El cuerpo se va formando con la imagen que devuelve el espejo, que tiene algo que no es especularizable, que no se logra ver por la madre ni el sujeto. Eso se llama -φ y es la reserva libidinal operatoria a cargo del sujeto. Cuando me dirijo al cuerpo del otro, hay algo de su cuerpo que se me escapa y por eso me puedo enamorar. Sino, es lo mismo un robot, un animal o una persona. Cuando se trata de una relación imaginaria, de yo a yo, nosotros podemos ubicar en el nudo lo que ocurre en las parejas.
La intersección del registro imaginario con el simbólico ubicamos el sentido, que es el usufructo del cuerpo. Cuando eso se transforma en padecer, es mortífero. Tiene que ver con los sentidos: la mirada, la voz, el contacto con la piel... En esa interseción, cuando el imaginario está completo, aparece la idealización, la ilusión de la pareja completa.
El agujero de lo simbólico, está el significante unario, el S1. Ese significante nos unariza, nos nombra como sujetos. Nos pone en órbita de la función paterna. Es el potencial borrador de las huellas del Otro. Nos unifica, pero a la vez no nos homogeneiza, porque es un significante (y no un significado). Se trata de un agujero que no puede ser llenado y ese significante nos permite partirnos como sujetos. En esa división, el sujeto habla pero no sabe lo que dice. Algo le viene de otra escena, la inconsciente, como decía Freud. El significante unario borra lo que viene del Otro, para poder apropiárselo. Por eso unariza. En este lugar aparece la muerte como lugar de deseo, en el sentido de que no todo es posible, no todo es completo y no se puede decir todo del otro ni de uno mismo.
Lo real tiene su agujero que es el falo. En la intersección del registro simbólico con el registro de lo real está el goce fálico, que es el goce de la palabra. El destino de la pulsión es recortar zonas del cuerpo para poder gozar de la vida y de dese cuerpo. No se goza del cuerpo completo, como en la perversión, sino de las zonas erógenas que la pulsión va recortando para que caiga el objeto y aparezca un agujero. La anatomía es el destino de la pulsión y eso no tiene que ver con los genitales ni con los géneros. Cuando se trata de la intersección de lo simbólico y lo real, tenemos amigos con derechos. En realidad, en este lugar del nudo está el síntoma, por eso esos amigos con derechos sufren justamente no saber cuáles son esos derechos y por eso chillan. La meta amistad, decía Freud, es diferente a la de la pareja porque es de meta inhibida, es decir, no llega al cuerpo. ¿Se puede ser amigo de la pareja? El discurso de la amistad no es el mismo que el discurso erótico.
Cuando el agujero de lo real se hace cargo de aparecer, rompe la vida eterna. En lo real está la vida eterna, el organismo que no sabe de morirse sino hasta la introducción del significante. Cuando hablamos de vida eterna hablamos de sexo. Sexualidad y muerte son 2 significantes de los que no tenemos representación. Sexualidad no es genitalidad e implica a todo el cuerpo. Cuando la madre le imprime al niño sus significantes, la libido es esta atribución fálica que la madre le otorga a un niño, la atribución de un valor que equivale para ella a un valor supremo y que es equivalente en la ecuación fálica: niños, regalo, oro... El sexo quiere decir rajadura (sexum, corte) y sexualidad y muerte fundan la estructura. Por eso, el amor es fundante de un vacío y propicia otras cosas. Se trata de un vacío que debe ser mantenido y no debe ni puede ser llenado por objetos. El vacío propicia la creatividad en el encuentro amoroso.
Cuando se trata de lo real con lo imaginario, tenemos las parejas socialmente adaptadas a una normativa. Son parejas estables, de las que no se puede decir si se quieren o no. Entre lo real y lo imaginario se encuentra el goce del Otro. Son parejas que cumplen mandatos, que pueden ser de sus orígenes o sociales. Pero también aparecen acá las parejas swingers, donde el cuerpo de uno o ambos se objetaliza y luego no pueden volver al encuentro amoroso. Se trata de parejas con mucha angustia.
Amor y fidelidad
La infidelidad no es una cuestión de moral, pero es cierto que impide el corte y hacer un duelo. La infidelidad impide hacer el acto que subjetivice y qué hacer con la vida de uno. La infidelidad es cobarde, porque el infiel cede al deseo, que no es sexual, sino lo que nos constituye como sujetos. Ser infiel es mantener el encuentro con el Otro primordial intocado. En la fantasía del Don Juan, él está con muchas mujeres, pero le sigue siendo fiel a la madre.
La infidelidad siempre es incestuosa. En el consultorio, en lo casos de infidelidad uno puede escuchar el discurso de su Otro primordial y constatar esto: aparecen las madres toda bondad. Son madres que no permitieron el ingreso de la función paterna para que la separe del niño. Para que una madre no se despegue de su hijo, tiene que sacar al padre de la cama. Y también es al revés: para que el padre entre en la cama, tiene que mandar al niño a su cuarto. La cobardía es contraria al deseo, ceder al deseo puede manifestarse en ser infiel o en otras áreas de la vida.
En la clínica, la infidelidad renueva a la pareja. Las mujeres empiezan a registrar que hay otra y se puede poner celosa. Para que un tercero o tercera entre en la cama matrimonial, los dos tuvieron que hacerle lugar. No es de a uno la infidelidad. Hay personas que miran hacia otro lado para que ingrese un tercero que se quede con su pareja. No se trata de un tema moral, sino de tratar de teorizar el discurso que escuchamos en los consultorios.
El signo de amor es justamente un signo y el ser humano no siempre está en condiciones psíquicas de alojar algo del orden del amor.
Fuente: Nota confeccionada con las notas de la conferencia de María Marta de Palma titulada "¿Amores? locos: ¿Qué amor?", dictada el 12/02/2020
domingo, 12 de abril de 2020
Elogio de la angustia en tiempos turbulentos
Estas breves reflexiones surgen de un cruce entre los desarrollos que Freud realiza respecto de la angustia, y las circunstancias actuales en la que nos encontramos con diferentes manifestaciones de nuestros pacientes, ante la incertidumbre que surge como producto de la pandemia.
¿Qué lugar le damos a la angustia o como dice Freud, al desarrollo de angustia, frente a una situación que es sentida como de peligro?
Frente a una situación que es percibida como potencialmente peligrosa, surgen diferentes afectos como miedo o terror, que se manifiestan ante una determinada amenaza o situación traumática.
En relación a esto Freud dice que “Terror, miedo, angustia, se usan equivocadamente como expresiones sinónimas; se las puede distinguir muy bien en su relación con el peligro.” Y agrega que “el miedo requiere un objeto determinado, en presencia del cual uno lo siente; en cambio, se llama terror al estado en que se cae cuando se corre un peligro sin estar preparado: destaca el factor de la sorpresa.”
¿Qué mecanismos psíquicos se ponen en marcha frente al miedo y al terror?
Tal vez intuitivamente, si preguntáramos a personas que nunca se han analizado ni tenido contacto con un analista, obtengamos como respuesta argumentos como: “no hay que pensar en eso”, “Hay que pensar en otra cosa”, “Mantenerse ocupado”, “Mantener la mente ocupada para no pensar” y toda una serie de argumentos destinados a “evitar” la emergencia de estos sentimientos.
Son técnicas de represión o sofocación de los afectos que requieren de la intervención de esa instancia punitiva que conocemos como Superyó. Esto lleva a un reforzamiento del Superyó que, sabemos, no es gratis. El Superyó cuando el sujeto cede en su deseo acudiendo a su protección, “se las cobra” generando culpa en lugar de abrir interrogantes o reflexiones.
El Superyó se maneja con certezas, con signos, no con significantes. A diferencia del signo, el significante permite una deriva asociativa. Pero mientras más satisfagamos las exigencias del Superyó, lo que haremos es “engordarlo” y entonces, vorazmente, esa instancia va a pedir más y más, asfixiando al sujeto.
¿Cuál es la propuesta desde el psicoanálisis frente a estas respuestas espontáneas que intuitivamente recurren a mecanismos “listos para usar” ineficientes y perjudiciales?
Aunque parezca extraño y contradictorio, el afecto que viene a prepararnos frente al miedo y al terror, es… la angustia.
En nuestra cultura actual, la angustia tiene mala prensa y se lo mete en la bolsa de gatos como un afecto que, junto al miedo y al terror, hay que desterrar.
Pero la angustia es otro afecto que el miedo y el terror.
Nos dice Freud: “La angustia designa cierto estado como de expectativa frente al peligro y preparación para él, aunque se trate de un peligro desconocido.”
Esto que Freud llama “apronte angustiado” es la posibilidad del aparato psíquico de abrir un espacio de pregunta y trabajo psíquico frente a aquello que no se entiende, que representa una pregunta sin respuesta frente a la incertidumbre, frente a la imposibilidad transitoria de lo que llamamos “momento de concluir” como cierre a alguna cuestión.
La angustia, frente al “instante de la mirada” que puede producir una situación de “shock”, abre en cambio otro tiempo que es de suma importancia para todo devenir de una elaboración psíquica posible frente a lo traumático.
Ese otro tiempo del que hablamos se llama “tiempo para comprender. ”El “tiempo para comprender” y la angustia van de la mano. La angustia es el signo de ese tiempo para comprender.
Por eso si eliminamos la angustia, también estamos eliminando ese tiempo indispensable para que un trabajo psíquico sea posible.
Ese trabajo psíquico, en palabras de Freud, consiste en la ligazón de representaciones que permiten una circulación de las cargas libidinales depositadas en ellas y esto abre a la dimensión de la asociación que por ejemplo vemos representada en el trabajo del sueño.
Lo interesante de este trabajo psíquico es que va apareciendo una contracarga frente a lo que en “Más allá del principio de placer” Freud designa como la repetición demoníaca de lo idéntico.
Frente al retorno de lo mismo, compulsión de repetición que se presenta como una carga demoníaca que instala certezas que alimentan al Superyó, el trabajo asociativo que se produce en un análisis, “deriva” estas cargas libidinales hacia circuitos que tienen que ver con la creación, la producción, el amor y la sublimación.
Ahora supongo que algún lector puede plantear la pregunta sobre la angustia como causante ella misma de un trauma psíquico.
Freud nos dice: “No creo que la angustia pueda producir una neurosis traumática; en la angustia hay algo que protege contra el terror y por tanto también contra la neurosis de terror.”
Es decir que la angustia es protectora porque, como manifestamos antes, va asociada al “tiempo para comprender” en el que se produce el trabajo psíquico.
En términos freudianos esto produce una sobreinvestidura libidinal de las representaciones potencialmente traumáticas y esto tiene un efecto antiestímulo frente al agente dañino.
Freud en Más allá del principio de placer destaca: “Descubrimos, así, que el apronte angustiado, con su sobreinvestidura de los sistemas recipientes, constituye la última trinchera de la protección antiestímulo.”
¿Cual es el factor decisivo frente al encuentro con una situación traumática?
“En toda una serie de traumas, el factor decisivo para el desenlace quizá sea la diferencia entre los sistemas no preparados y los preparados por sobreinvestidura.”
La diferencia entre los sistemas preparados y los no preparados por sobreinvestidura, son dependientes del trabajo psíquico con la angustia y el saber-hacer con ella.
Finalmente, una reflexión acerca de los tiempos que nos tocan vivir, respecto de la posibilidad de atender a nuestros pacientes por vías virtuales que no pueden eliminar la distancia entre nuestros consultantes y la presencia del analista cuya presencia real (y no sólo simbólica e imaginaria) es insustituible.
Respecto de esto recordé que Freud, hablando de las resistencias de nuestros pacientes, causadas por la insatisfacción y provocadas por la abstinencia a responder a la demanda de amor que la ética psicoanalítica nos recomienda, introduce la palabra “subrogados”.
Los subrogados son formaciones sustitutivas de las que nos valemos para “acortar” esa distancia que las circunstancias nos imponen.
En palabras de Freud:
“Ya he indicado el importante papel que corresponde a la persona del médico en la creación de motivos destinados a derrotar la fuerza psíquica de la resistencia. En no pocos casos, (…) la colaboración de los pacientes pasa a ser un sacrificio personal que tiene que ser recompensado mediante algún subrogado del amor. Las fatigas y la amistosa tolerancia del médico tienen que bastar como tal subrogado.”
Freud, Sigmund. Estudios sobre la histeria. Sobre la psicoterapia de la histeria.
Fuente: Gustavo Szereszewski (Abril 2020) "Elogio de la angustia en tiempos turbulentos"
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