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viernes, 19 de agosto de 2022
viernes, 16 de agosto de 2019
Constitución del yo: problemáticas clínicas en la niñez
Apuntes de la conferencia dictada por Liliana Donzis, el 21/08/2018.
En el pizarrón:
Mi intención es situar la constitución del yo en Freud, lo necesario que fue para Freud construir los conceptos de yo y narcisismo. A partir de Freud, en la enseñanza de Lacan, aparece la identificación especular en la que el yo se constituye a partir de la mirada de la madre, cómo esta mirada produce un reflejo y en ese reflejo de constituye ese yo, ese núcleo del yo.
Freud abre el psicoanálisis con una invención. Él viene de la neurología, trata a sus famosas histéricas, avanza en la clínica de esos primeros pacientes y en un momento descubre el inconsciente. Ubica representaciones inconscientes que por ciertos procesos pasan a la conciencia. Estos procesos inicialmente los llamó censura. La censura impide el paso, o una censura que se relaja y permite el pasaje de esas representaciones inconscientes, en las que él va ubicando representaciones muy primitivas, por ejemplo, lo oído y lo visto primordial. Años más tarde, Freud dice que lo oído y lo visto primordial hace que cada quien tenga su inconsciente. Ubica esto de lo visto y oído primordial, primario, instituyente, ubica estas representaciones inconscientes como aquello que va a permitir lo instituyente del sujeto. De esta manera, Freud tiene un primer esquema del aparato psíquico.
Este primer esquema (esquema del peine) ubica las representaciones y las huellas mnémicas entre la conciencia y la motilidad. Esta es la primera tópica freudiana. Esta primera tópica, entre inconsciente y preconsciente. Uno escucha que el psicoanálisis hace consciente lo inconsciente. Esta frase ubica todas las transformaciones que en estos años de psicoanálisis merece esta afirmación: ni es tan sencillo hacer consciente lo inconsciente, ni tampoco tenemos la chance de que la cura sea hacer consciente esas representaciones. A su vez, dejo una discusión pendiente: ¿qué entendemos por representación? ¿Es una imagen, es una letra, una asociación? Esto merece un debate.
Con estos elementos Freud empieza a analizar a sus pacientes. Escribe La interpretación de los sueños y va apareciendo otro tema que es de importancia, que es la cuestión de la libido, la cuestión de las cargas que catectizan el cuerpo, que le ponen libido a algunas zonas del cuerpo y que obligan a Freud a situar lo que él llama pulsiones. Pulsión de vida, inicialmente, partida en 2: pulsión de autoconservación y pulsión de conservación de la especie. En esta trama de pulsiones, que luego serán las pulsiones Eros, pulsiones del yo, a Freud se le hace un problema: aparece un cuarto catectizado. Y si bien desde 1895 en Proyecto de una psicología para Neurólogos intenta armar un modelo diferente a partir de los haces neuronales y los recorridos de esos sistemas que él llamaba neuronales, empieza a ubicar algunas cuestiones que son de enorme importancia acerca de lo instituyente del sujeto, cómo surge un sujeto del lenguaje y además cómo surge un sujeto del inconsciente.
El caso Dora es de antes de 1910, el caso Juanito, Tres ensayos para una teoría sexual, que nos brinda hoy la posibilidad de seguir pensando las nuevas modalidades de presentaciones sexuales en la clínica. Hoy podemos seguir pensando a partir de esos 3 ensayos (ensayos sobre perversión, ensayos sobre niños y sobre la metamorfosis de la pubertad), seguimos pensando y seguimos encontrando fuentes para pensar ciertas presentaciones en la clínica y en lo social. Estas presentaciones, no digo que no sean naturales, se producen a partir de revoluciones respecto de las posiciones sexuales, como lo trans. ¿Es perversa la homosexualidad? Freud dice que no. ¿Hay acto sexual consentido antes de pensar la metamorfosis de la pubertad? Freud dice que hay 2 tiempos de los comienzos de la sexualidad. Uno en la infancia y otro segundo tiempo definitivo respecto de la función sexual a partir de la metamorfosis de la pubertad en la adolescencia. Freud ya en su tiempo produjo una revolución en la que hoy nos apoyamos para pensar y repensar lo trans en la niñez, el cuerpo del adolescente, las cuestiones que se presentan en lo transgénero, etc.
Inicialmente Freud no contó con el concepto del narcisismo, sino que lo crea y lo renueva en 1914, cuando escribe Introducción al narcisismo, que donde conceptualiza lo que él entiende por narcisismo. Habiendo trabajado esta primera tópica, Freud requiere de una nueva vuelta para poder articular pulsión (de vida, en ese momento), cuerpo y lenguaje, por así decirlo. Requiere de todo un tiempo de trabajo para poder acceder a este nuevo concepto. Este nuevo concepto, para Freud es absolutamente necesario para pensar la sexualidad, la pulsión y la relación de objeto (la relación del sujeto con el otro, con el semejante), ya sea universitaria, amorosa. El sujeto formula y se dispone a una relación de objeto sin conciencia de su elección. Creemos que elegimos con toda libertad, pero está absolutamente predeterminada por este tiempo instituyente, este tiempo original en el cual el sujeto o el niño freudiano va armando en tiempos (niñez y pubertad), que son sucesivos y aprés coup. Es un tiempo de ida y de resignificación. Lo que llega después resignifica lo anterior. Freud tiene esta noción de tiempo, él ubica un tiempo en la infancia, un tiempo de catectización del objeto en un tiempo de constitución, que necesita instaurar un nuevo acto psíquico para conceptualizar en el sujeto esto que se instituye, que es el yo y que no es equivalente al inconsciente.
Esta primera vuelta de Introducción al narcisismo y que Freud toma para su trabajo la constitución del yo, también toma la cuestión de lo pulsional y la libido. En este tiempo de constitución del yo, va a organizar las pulsiones autoeróticas. Freud requiere organizar este nuevo concepto, que le abre la puerta teórica para pensar la segunda tópica: yo, ello y superyó. La historia del psicoanálisis bascula entre la primera tópica y la segunda. Las tópicas no son antagónicas, sino que son lógicas diferentes. Los postfreudianos de los años ‘60 sostenían la existencia de la segunda tópica, entonces permanentemente trabajaban la cuestión de el superyó, el ello como reservorio pulsional y el yo como moderador de la realidad. La historia del psicoanálisis de esos años está atravesada por el trato del aparato psíquico a partir de la segunda tópica.
En ese sentido, cuando adviene Lacan con sus lecturas y el retorno a Freud, pareciera que por un largo tiempo el yo tuvo muy mala prensa. En los primeros tiempos del retorno a Freud planteado por Lacan, el yo y el narcisismo tienen mala prensa. Todo era primera tópica. Creo que fue una respuesta a ese empuje que cobró la cuestión de las relaciones objetales en el post-freudismo. Por suerte hemos recuperado este concepto de narcisismo, porque es indispensable para pensar lo instituyente en Freud y la serie de las identificaciones en Lacan, donde las identificaciones como formadoras del yo es imprescindible para la clínica y para la teoría.
En 1914 Freud discute con Jung, uno de sus primeros discípulos, quien planteaba que la libido no era exclusivamente sexual. Freud dice que la libido siempre es sexual, que no es lo mismo que genital. Sexual es porque concierne al deseo, a lo pulsional y es lo que da fuerza al trabajo subjetivo. Es lo que nos hace hablantes y deseantes. Estas son consideraciones muy tempranas en el sujeto. Un bebé estimulado elige sus propios juguetes, decide entre opciones posibles. La elección de objeto se sexualiza, se libidiniza y está de alguna manera predeterminada por la posibilidad de la separación de las determinaciones o las influencias de los otros primordiales, como un trabajo que cada uno hace a lo largo de su vida.
Freud discute con Jung si la libido es sexual. Jung propone para esos objetos de interés del sujeto, que hay objetos predeterminados filogenéticamente. Hay una simbología jungiana que ubica algunas imágenes ancestrales, primordiales que tienen que ver con la filogénesis. Hay test proyectivos que tienen esta base, que hay una cierta relación entre un objeto o imagen de objeto y un signo. Freud decía exactamente lo contrario, es decir, que hay ciertas cuestiones representativas para cada sujeto y que la libido siempre es sexual y no necesariamente es genital. Es sexual porque hay lugares erógenos en el cuerpo, zonas erógenas que bordean los orificios del cuerpo y que han estado prestadas y ligadas a lo que fueron las primeras demandas amorosas de la alimentación, la visión (“lo visto y lo oído primordial, que hace que cada quien tenga su inconsciente”), con los cuidados de alimentación y de higiene y sobre todo la palabra del Otro. Los padres dan sentido a cada cosa que hace el bebé. Es como un enchapado de palabras a una queja o a una vocecita de un bebé que para los padres al principio es un desconocido. Esas palabras y esos cuidados van generando una demanda del Otro, que le ponen palabras e infinitas significaciones, aunque el bebé al principio no entienda nada. A la larga, lo va a entender perfectamente.
La demanda del Otro va ubicando en los orificios del cuerpo una catectización y esta catectización es pulsional, en el terreno libidinal. Freud se encuentra que hay trabajo pulsional desde lo más primitivo del bebé, desde el primer día, en tanto y en cuanto se trata de un bebé que se convertirá en un ser parlante. Por eso le enchapan palabras, cosa que no sucede con los animales. La pulsión va con todas estas palabras, que hacen que la pulsión se constituya. Previo a esto, sin llegar a lo evolutivo, hay un acto de transmisión de esa palabra y que algo de esto se incorpora entre el afuera y el adentro. Hay una entrada en el lenguaje, las significaciones vienen del Otro y son demanda del Otro. Y acá empiezan a aparecer los problemas respecto de la transformación de esa queja libidinal autoerótica, las pulsiones autoeróticas que son pulsiones desorganizadas, que buscan una satisfacción. Hay una serie de sensaciones placenteras y displacenteras, porque el cachorro humano depende por su prematuración de otros.
¿Qué pasa en el momento de la incorporación del lenguaje? Aparece lo autoerótico, que no quiere decir solamente hacia sí mismo. Autoerótico es para Freud lo desorganizado de la pulsión. Pulsiones que están dispersas y que van a requerir de algo que las unifique. Freud ahí dice que es un nuevo acto psíquico que va a ttatar de unificar los recorridos pulsionales, no en una sola pulsión total, sino que siguen siendo pulsiones parciales relocalizadas. Es decir, que cuando uno tiene 2 años y le preguntan ¿quién está tocando la puerta? El niño diga “el nene” o “Agustín”, que es como lo nombran los otros. Hay algo que se produce en tiempos muy primarios instituyentes y Freud dice que se produce un nuevo acto psíquico sobre el auerotismo. Este nuevo acto psíquico él lo llama el yo.
El yo es algo producido y es una producción libidinal y es tan libidinal que toma del mito de Narciso mirándose al espejo del lago. Toma un mito y llama narcisismo a esto que se constituye con este nuevo acto psíquico que produce el yo y también el narcisimo. En esa conjunción se produce, primero, un objeto: la comida, correr la pelota, el juguete, etc. En ese punto Freud plantea que hay una unificación, no una confusión sino una unificación, porque lo que se unifica es el cuerpo. Ese nuevo acto psíquico produce la imagen de Narciso y eso absolutamente propiciatorio que llamamos narcisismo. El narcisismo no es equivalente a decir hoy me quiero mucho, hoy me quiero poco. Cuando un paciente nos dice que su autoestima está baja, si se ponen a escuchar bien e historizan un poco, van a ver que no se trata de ninguna autoestima baja, sino de un enorme amor propio. Por amor propio y amor a uno mismo no se está conforme con aquello a que se accedió. Hay inhibiciones que dependen de esta constitución yoica. la inhibición depende y es en el yo. Este concepto es indispensable para pensar la clínica y ahí va Freud.
En resumen, en 1914 Freud inaugura La metapsicología, Pulsiones y sus vicisitudes, Lo inconsciente, La represión y se abren toda una serie de textos formados de la metapsicología que son profundamente teóricos. Oscar Masotta decía que no hay nada más práctico que una buena teoría. El concepto de narcisismo se basa en el autoerotismo, en las pulsiones parciales, el requerimiento de una unidad corporal llamada narcisismo, que propone y produce una imagen del cuerpo. La superficie del cuerpo y también lo llama identidad corporal. Un nuevo acto psíquico en tiempos primordiales e instituyentes, si o si se tiene que dar. Si se dan, estamos en condiciones de plantear el camino a la neurosis.
Si este nuevo acto no se produce o se detiene, estamos en problemas serios. El esquema corporal no se va a producir. Si no hay cuerpo y este aparece fragmentado en forma permanente (y no en forma momentánea, como nos puede pasar a todos ante la angustia, ante el efecto de lo siniestro) es probable que el sujeto se derrita ante ciertas circunstancias y no pueda sostener esa articulación entre cuerpo, palabra y entre pulsión y lenguaje. Estamos ante la aparición de fenómenos ligados a problemáticas muy graves. Entonces, este nuevo acto psíquico va a articular la elección de objeto y el yo, que se formula a partir de un objeto desde Freud, a partir de un objeto se formula y se trata a si mismo como un objeto. Se trata a si mismo en el lugar de un objeto. Ese es el yo, que tiene una cercanía absoluta y al mismo tiempo hay una objetivación en el yo. Freud enseña varios tipos de elección de objeto, según una madre nutriz o la apoyatura.
Este yo corporal, entre otras cosas, ligado a lo pulsional en este tiempo, -pulsiones de vida, de autoconservación y de conservación de la especie,- va a afectar el cuerpo como función en las zonas erógenas, que tendrán una fuente, un objeto, etc. Lo pulsional no es sin este esquema del narcisismo, sin esta unificación corporal. La idea de esta gestación de la unidad corporal llamada narcisismo y yo, es absolutamente indispensable para la clínica y para el sujeto freudiano. El yo es el que va a producir imágenes, esas imágenes que a veces se nos van colando en nuestras ideas sobre lo que en Freud aparece nombrado como representaciones inconscientes. ¿son una imagen? ¿Corresponden a una imagen las representaciones inconscientes freudianas, o la imagen es del yo? Entonces, no necesariamente es inconsciente. En Freud, la imagen tiene un lugar en parte consciente y otra que es inconsciente. Hay toda una psicología, la del ego, que hicieron su agosto con esto y que tiene tomado el paradigma de la psicología americana. Proponen que el yo tiene una zona libre de conflictos y entonces clínicamente se trabaja con esa zona libre de conflictos, lo cual nos trae cierta modalidad de trabajo. Aún los psicólogos del yo apostaban al inconsciente, aunque le daban importancia a esa formación constitutiva y de relación con la llamada realidad externa. Ellos conforman la realidad externa con la interna y de ahí sacan algunas conclusiones clínicas. En EEUU pasa otra cosa: ya no hay un interés en la psicología del yo y en el inconsciente, sino que se trata de una clínica de la evidencia en la que se basan los tratamientos comportamentalistas. Se pierde la singularidad de los casos, entonces aparecen los Asperger, los TEA, los TOC, etc. Se pierde la historia y la subjetividad de cada uno, incluso la modalidad particular en el que cada quien construye este yo corporal y su imagen corporal.
Lacan toma la idea del yo freudiano, la idea de imagen del cuerpo y aporta algo importante, que es que el yo surge por identificación. Se identifica especularmente a esa imagen en el espejo. ¿Cómo se produce esa imagen en el espejo? Es la mirada del Otro que permite y que produce, fabrica e instituye que en esa imagen algo se refleja. Ese algo que se refleja es ese hijo, que en un tiempo muy primario se ve en esa mirada y desde esa mirada no solo surge una imagen de si, sino también surge un nombre de si mismo.
El modelo óptico. Las flores están bajo la mesa y arriba, el florero. Está el espejo cóncavo, el espejo plano y el ojo. El florero se refleja en el espejo y del lado izquierdo se produce una imagen virtual. Del lado izquierdo está la imagen real. Imagen de objeto que se refleja y algo que está separado, como las flores del florero, aparece una imagen virtual al otro lado del espejo del florero con las flores. Es una experiencia de la óptica que permite dar cuenta del reflejo unificado que pasa al otro lado. Lacan usa este modelo en 1948 y dice, respeto a la constitución del yo, que la constitución del yo es esta identificación a la mirada del Otro que unifica el cuerpo y la llama imagen virtual. No es real, es una imagen más o menos deformada. En cuanto es una imagen, puede o no mantener cada uno de los puntos de la imagen real.
Hay un tercer movimiento: imagen real i(a), imagen virtual i’(a) que está reproducida y un tercer movimiento que es que el niño constituye en la mirada del Otro su propio yo, pero tiene que autentificarlo. Ese es el tercer paso, cuando da vuelta la cabeza y autentifica en la mirada del Otro aquello en que se vio. ¿Quién está ahí? Agustín. Se da vuelta y la madre le festeja. Esa es la autentificación. El asentimiento del Otro en esta operación se realizó. Es menester este tercer movimiento.
Como no me gusta hablar de tiempos, prefiero llamarlos movimientos. Un movimiento de la imagen real, su reflejo como imagen virtual (acá escribimos el yo), pero este yo requiere de alguna autentificación, de alguien que preste un acuerdo a que eso que está ahí es, que existe. Esto es el asentimiento. Estos 3 pasos generarían un nene o una nena que pueden hacer lazo social, tener amiguitos, bancarse si un día no le va bien, un adulto que pueda estudiar, amar y trabajar. Este tercer paso es absolutamente indispensable.
En i’(a) también se forma el ideal. En el ideal del Otro se forma el ideal y acá hay una primera articulación entre la imagen, la presencia y la ausencia. El niño va sintetizando y extrayendo hasta poder decir “soy yo”. Tenemos el yo formal, ese que se auto-ubica como el sujeto. Si los 3 movimientos se dan, estamos con una imagen del cuerpo, de un cuerpo que es en un principio una gestalt, una superficie corporal, una unificación de esa prematuración y se llega a una unidad corporal con una primera declaración de sexo. El niño se ubica como niño o niña y esto no implica todavía ninguna asunción sexual. Puede ocurrir que se nombre como lo nombra el Otro según el deseo del Otro y entonces Agustín se llame Agustina. Esto está presente en nuestra vida cotidiana, no es nuevo, solo que ahora se dice.
Si estos movimientos se detienen en el primer paso, en la parte izquierda, Lacan nos dice que lo que se va a producir es despersonalización y va a hablar de fenómenos psicóticos. Si alguien se quedó en este paso, está sonado. Va a tener incoherencias, incongruencias y su propio drama. Esto vemos en los niños cuando no está ubicada la imagen, que hay un déficit en la constitución de la imagen y en la constitución del yo. No nos vamos a encontrar con niños psicóticos, sino con niños autistas con dificultades de entrada en el lenguaje, con problemas del enchapado de palabras que hablábamos antes. Fracasa la transmisión de la lengua. Podemos hacer muchas cosas para que algo de la imagen se produzca cuando el yo no se constituyó. También nos vamos a encontrar con desorganizaciones yoicas, que los psicoanalistas trabajan muy bien, como Winnicott. Ricardo Rodulfo también tiene todo un libro dedicado a la desorganización yoica. Silvia Amigo también.
Cuando el déficit se produce en el segundo paso, en la instalación de la imagen, y no hay presencia - ausencia de la imagen, cierta flexibilidad de la imagen, vamos a encontrar con lo que los cognitivistas llaman problemas de falta de empatía, Asperger, lo ubicamos en el campo del sentido que no se relaciona con presencia-ausencia, es decir, con los símbolos. Acá están comprometidos los primeros tiempos de vida las miradas del Otro, que puede ser el padre o la madre. También nos encontramos con problemáticas de la hiperactividad, que es producto del déficit en la constitución del cuerpo. El cuerpo y las pulsiones que no se organizan, la piel del cuerpo no se ha formado o no se ha formado del todo. La piel del cuerpo, la constitución del yo y del narcisismo se pierde y los chicos encuentran como único límite las paredes, el piso, el cuerpo del de al lado, la rotura de objetos. No pueden parar, el cuerpo está esclavizado al recorrido pulsional que no se detiene en una satisfacción, en un encuentro, aunque sea mínimo y fugaz con el objeto. La pulsión anda sola, a mil, sin un cuerpo unificado al cual acomodarse. Lo que se conoce como Asperger son problemas en el campo del sentido, faltan o hay dificultades en el lazo social, pueden caer para el lado de las psicosis a posteriori o tramitarse, dependiendo de factores.
Pregunta: Vos diferenciás yo de Narcisismo...
L.D: Si, los diferencio. El yo es narcisista, es ese nuevo acto psíquico que además recae sobre el sujeto de la oración. El narcisismo es el envoltorio de esa imagen. No concierte a ese nuevo acto en el cual alguien dice “yo”, sino que ese yo debe estar narciseado. Se puede confundir si uno dice que hay constitución del yo y constitución del narcisismo. Uno va de la mano del otro, pero me parece que clínicamente uno tiene que hacer algunas especificidades. De hecho, cuando hablábamos de desorganizaciones yoicas, hablamos del yo desorganizado, pero de la pulsión.
Pregunta: Vos hablaste del autoestima y me gustaría que lo explicaras un poco más.
L.D: Hay una observación: en las melancolías, estamos entre la imagen real y la imagen virtual, hay una pata en la melancolía en la psicosis y la otra pata en la neurosis, si uno tuviera que hacer una separación tajante. En las melancolías está esta inquietud desmoralizante, esta invasión de pena permanente, esta falta absoluta de poder soportarse sin destruir la imagen del sujeto. En las melancolías de la infancia, que las hay, no se termina de producir ese yo que pueda soportar una mirada sin destruirse, una mirada que lo catectiza. En las melancolías vemos que hay un dpeficit en la constitución del narcisismo y que podemos leer como esa baja de autoestima, que en realidad es un deterioro en la imagen de si, porque está identificado al objeto resto. La mirada del Otro lo ubicó como un resto, no como en el caso de los padres que ven dedos de pianista en sus hijos, desde el ideal materno.
En la neurosis no melancólica, cuando viene un sujeto a decir que no tiene autoestima y que se siente mal, lo que uno escucha en el consultorio es que hay una elevación del amor propio y entonces la vara es muy alta y en ese lugar aparece esto de no tener autoestima. Porque si tenés dedos de pianista y no llegaste ni a la esquina, ahí hay una confrontación con la imagen al ideal. Esto es una provocación del narcisismo. No es el mismo caso de la posición melancólica.
Pregunta: El complejo de narcisismo es complejo. Freud hablaba de las psicosis como neurosis narcisistas y a mi se me arma una dificultad teórica.
L.D: Lo que Freud planteaba respecto de la psicosis, hasta donde él pudo llegar, que él llamaba neurosis narcisísticas, es precisamente que no se presentaba la posibilidad del objeto. Entonces, la libido recae sobre el propio yo. Hoy con Lacan podemos seguir sosteniendo la dificultad con el lazo social. La discusión con la que Freud comienza Introducción al narcisismo es precisamente esta.
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miércoles, 31 de julio de 2019
Melancolizaciones en la neurosis: intervenciones clínicas
Conferencia dictada por Mariana Davidovich, el 3 de julio de 2018.
He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.
Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida
no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.
Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado.
Este poema de Borges me evocó cuando venía armando este complejo tema, dado que hay mucho escrito sobre melancolía, pero la propuesta de hoy es la de las melancolizaciones en la neurosis. Claramente hay sujetos que perdieron la alegría de vivir y están sumergidos en una profunda tristeza. No estamos hablando de duelo, ese tiempo necesario de dolor, del proceso y el trabajo que requiere la pérdida de un ser querido. estamos hablando de un estado que se sostiene: la falta de ganas de vivir, la apatía, el sin-sentido.
El término melancolía viene de la antigüedad. Hipócrates decía que la melancolía estaba causada por la bilis negra, cuyo exceso en el cerebro traía como consecuencia esta enfermedad. En la edad media, la melancolía pasa a ser considerada un pecado. Adquiere el nombre de acedia, es uno de los pecados de pecados capitales. Al principio los pecados capitales eran 8, pero luego a acedia se juntó la tristeza y pasaron a ser 7. ¿Pero por qué se la consideraba un pecado? Dante, en La Divina Comedia, pone a los perezosos y a los melancólicos en un círculo del infierno. Lo que se penalizaba era no amar a Dios, porque el monje dejaba de colmar el sentido de su vida con lo espiritual. Es decir, el deseo dejaba de circular hacia Dios. La tristeza y la acedia se condensan en la pereza.
En un reportaje que le hicieron a Lacan, que está en un texto llamado Televisión, considera a la tristeza como cobardía moral. No tiene nada que ver con la moral, sino que el psicoanálisis apunta a hacer del sufrimiento una cuestión de saber. Lo que plantea Lacan respecto a la melancolía, es que hay un rechazo al saber del inconsciente. El deseo de saber ha desaparecido. Entonces, retomando a Dante y a Spinoza, Lacan llama a la tristeza cobardía moral, justamente por el rechazo al saber del inconsciente. Nosotros apuntamos a hacer del sufrimiento un síntoma o una cuestión de saber, con lo cual si no hay palabra y rechazo al saber del inconsciente, no hay posibilidad de entrar en el dispositivo analítico.
En un ciclo de narcisismo como este, las melancolizaciones son una tema central. Vayamos a lo que Freud nombró como melancolía, para luego hacer una diferencia de lo que serían las melancolizaciones. En una carta a Fliess en 1895, que se conoce como el Manuscrito G, Freud sitúa hechos que son evidentes. Él va a decir que nota un vínculo muy estrecho entre la melancolía y la anestesia sexual. La neurosis alimentaria, paralela a la melancolía, nos dice que es la anorexia. La enferma indicaba no haber comido, simplemente, porque no tenía apetito. Esto no es lo mismo que el goce al rechazo del alimento. El afecto que corresponde a la melancolía, dice Freud, es el del duelo, o sea la añoranza de algo perdido. ¿Pero de qué pérdida se trata, dado que las melancolizaciones no siempre surgen por la muerte de alguien o un ideal equivalente? Me parece que podríamos pensar que es una pérdida libidinal. La pérdida de apetito que acabamos de nombrar en la anorexia corresponde a una pérdida de libido. Freud nos está dando una pista: la anorexia responde a la melancolía, de la misma forma que podemos pensar que ciertos actings, pasajes al acto o inclusive la ingesta de ciertas sustancias tóxicas, drogas, etc. podrían responder a una melancolía o a melancolizaciones.
Decíamos que la pérdida de la que se trata la podemos ubicar dentro de la vida pulsional. Habría, entonces, una inhibición psíquica, el deseo anestesiado, un empobrecimiento pulsional. Freud compara la melancolía con la hemorragia interna, diferenciándolo de lo que sería una herida. En una herida, tenemos una cicatriz que cierra y sutura. En la hemorragia, tenemos una herida abierta, es un estado que no cierra nunca. En cambio, en el duelo, mediante un trabajo la libido vuelve a estar disponible y por ende, la capacidad de amar y de desear.
En esta misma línea, en el Manuscrito E, Freud subraya que con frecuencia los melancólicos han sido anestésicos. No tienen ninguna necesidad de coito, sino una gran añoranza por el amor en su forma psíquica. Cuando la tensión de de amor se acumula, se genera melancolía, a diferencia de lo que había planteado respecto a las neurosis de angustia, que sería la tensión sexual física no ligada.
20 años después del manuscrito G, en 1915, Freud escribe Duelo y Melancolía. Este artículo puede considerarse una extensión del artículo Introducción al narcisismo, escrito un año antes. En este último texto, Freud ya planteaba la instancia crítica que luego va a llamar superyó en El Yo y el ello. En Duelo y melancolía, va a articuar especialmente a esta instancia psíquica, a la melancolía. Ubica a la melancolía dentro de las perturbaciones narcisistas.
Aspectos comunes entre el duelo y la melancolía.
- Dolor.
- Cancelación del interés por el mundo exterior. El duelo consiste en una rememoración pieza por pieza del objeto y eso consume la libido. Una vez cumplido, se relanza el circuito libidinal deseante.
- Pérdida de la capacidad de amar.
- Diferencias entre duelo y la melancolía.
- En la melancolía hay rebaja del sentimiento de sí.
- En la melancolía hay desfallecimiento de la pulsión de vida permanente, mientras que en el duelo es transitorio.
Esa rebaja del sentimiento de sí se materializa en autorreproches, autodenigraciones y espectativa de castigo. En el duelo, el mundo se ha vuelto pobre y vacío. Esto es lo que le ocurre al yo en la melancolía, como un estado. En ese estado, el masoquismo moral juega un papel fundamental. Lo que le interesa al sujeto en el masoquismo moral -dice Freud-, es padecer. Se ve obligado a hacer cosas en contra de su propio beneficio. Sabemos que el masoquismo moral desciende la pulsión de muerte. Hay un goce ahí. El sentimiento de si, en la melancolía, el yo queda reducido a un puro objeto maltratado por el superyó.
Voy a escribir la metáfora paterna.
El deseo de la madre apunta a una X. Si nos quedáramos acá (recuadro) estaríamos en el terreno de las psicosis, aunque el deseo materno ya está simbolizado y ya no es goce de la madre. El Nombre del Padre interviene sustituyendo el deseo de la madre. Es un significante que pasa, reprime y sustituye al deseo de la madre. Esro quiere decir que el Nombre del Padre prohibe el incesto entre la madre y el niño. La prohibición del incesto no es solo no acostarse con el niño en la cama, sino enlazar cualquier goce al límite. Esta metáfora, en la que el Nombre del Padre sustituye al deseo de la madre, hace que la madre no se quede encima ahogando al niño haciéndolo un súbdito, como dijo Lacan en las clases de la metáfora paterna, a su je en un subdito. El resultado de la metáfora paterna es lo que llamamos la significación fálica. El Otro, como resultado de esta operación, pasa a estar dividido por el falo simbólico.
Si la prohibición del incesto funciona, el niño deja de ser un súbdito, un objeto de goce de la madre. Pero esta metáfora tiene fallas. La sustitución del deseo materno instala en el niño la falta, el amor, el deseo, dado que no está encargado de satisfacer el goce de la madre. Libera al niño de ser el encargado de satisfacer el goce de la madre: el niño no sutura al Otro, sino que es lo que le falta. ¿Pero qué es esa X, esa significación fálica? En las idas y venidas de la madre, el niño se pregunta qué es para ella, qué quiere de él. Y eso es una X. Lo que responde como resultado de esta operación es “quiere el falo”. Le da significación a su ausencia. El falo le da la razón del deseo. El significante fálico implica que su deseo no está concentrado en el niño. Este falo o significación fálica como significante, anuncia la caída del sujeto como falo imaginario. Puede quedar como falo, pero no-todo. No todo completando a la madre. Es y no es el falo. El enigma de la X, que dará como resultado la significación fálica, no resuelve la incógnita, pues si la resuelve enteramente, estamos en el terreno de la melancolía. Es decir, resuelve en un costado simbólico en el que ordena que no es, pero no lo resuelve porque podría estar la amenaza de ser el objeto de la madre, aún en la neurosis.
En las melancolizaciones, de hecho, creo que justamente una de las cuestiones más complicadas es que esta operación se cumplió: se inscribió la prohibición del incesto. Pero resulta que el consultante que nos viene a ver está instalado como objeto. La sombra del objeto cae sobre el yo. Se trata de pacientes que no están en relación a su deseo, sino que están en relación a la demanda del Otro. Podría quedar quedar resuelto el enigma en las melancolizaciones, esa X que no debería quedar resuelta del todo. Podría quedar resuelta como un “soy…”, soy el objeto del Otro. Por lo tanto, si soy el objeto, tengo un programa al que me tengo que sumar. Hay algo prefijado que tengo que obedecer. Justamente, las fallas de la metáfora paterna tienen que ver con el superyó: el superyó nombra lo que el Nombre del Padre no puso simbolizar.
Freud confunde el superyó con la conciencia moral. Lacan es quien los diferencia claramente. La conciencia moral más bien tiene que ver con la ley, con la ley de la prohibición del incesto. El superyó, por el contrario, tiene que ver con el costado insensato de la ley. Es decir, ese deseo materno deja una cicatriz en la cual el sujeto queda instalado, si bien fue desalojado de ese lugar, queda instalado a su je como súbdito. El superyó es un resto inevitable de la ley, solo que podemos intervenir sobre él, dialectizándolo: el superyó, de alguna manera, detiene la pregunta. Funciona como un imperativo inconsciente. Primo Levi cuenta en uno de sus libro esta escena, que nos puede dar para pensar esto que estoy diciendo: él estaba en el campo de concentración y ve a un prisionero que estaba tomando agua de la nieve que había en el suelo. Se le acerca un nazi, lo apunta y le dice que eso está prohibido. El prisionero le pregunta por qué, y el nazi le responde porque sí, no hay un porqué. El superyó ordena y el sujeto queda atrapado sin poder interrogar. Esta es la clínica nuestra de todos los días: mandatos insensatos, que al no ser interrogados, son obedecidos.
Por supuesto, que ahí donde reina el superyó, no opera la castración, que es esa pérdida de goce efecto de la prohibición del incesto, aún cuando el Nombre del Padre fue inscripto. Lo que no opera en el superyó es el agujero central del sujeto que Lacan llama “no soy”: no soy el objeto de goce del Otro. Eso es el dasein, el ser del sujeto es el no soy, que Lacan va a llamar a. No soy lo que el Otro ha programado para mí. Por supuesto que nosotros, en la clínica, vamos a tocar las identificaciones, ¡pero no las que funcionan! En la neurosis, hay muchas identificaciones al “soy”, marcados por el ideal del Otro, que nos enlazan a la vida y al amor. El tema son aquellas identificaciones que nos hacen penar de más, que nos quitan el sentido de la vida.
En esta misma línea, me encuentro con un texto de Freud que había olvidado, de 1915 también: Un caso de paranoia que contradice la teoría psicoanalítica. Freud cuenta un caso de un abogado que le lleva a una paciente le lleva, porque tenía una especie de delirio paranoico en el que un compañero con el que había tenido una relación, le había sacado fotos en ese encuentro y la quería denunciar para hacerla echar. Freud se encuentra con este caso, que él le contradice la teoría psicoanalítica -finalmente nos encontremos que no, porque el perseguidor era del mismo sexo, la jefa-. La mujer tenía el mismo cabello canoso que la madre. Entonces, el perseguidor, finalmente, era la madre. Allí Freud sostiene que el amor a la madre equivale a la consciencia moral. Quiere hacer que la muchacha se vuelva atrás en su primer paso hacia la satisfacción sexual normal y logra perturbar la relación con el hombre. Yo creo que de aquí surge el concepto, si bien Freud lo llama conciencia moral, de superyó materno arcaico y de la madre estrago, es decir, ahí donde el nombre del padre no opera. Dice que la madre inhibe o pone en suspenso la afirmación sexual de la hija. Es asunto de la hija lograr desasirse de esta influencia. Esto se produce debido a una regla general, no dice que esto es particular de este caso. Dice que el complejo materno es hiperintenso. Es decir, la función Nombre del Padre deberá ponerle un palo a la boca del cocodrilo. En la neurosis está este palo, pero no funciona: en las melancolizaciones nos encontramos que el sujeto está detenido en su lugar de sujeto deseante. El sujeto es deseo, no está en posición de sujeto. En la significación fálica, que hace que el Otro debiera ser el falo, está en suspenso en la neurosis. Es como si el sujeto fuera “nombrado para”. Nombrado para es una variante que da Lacan del Nombre del Padre. En el seminario XXI, Lacan dice que el nombrar para, implica una orden de hierro para el que en esta nominación basta con la madre y el sujeto se pasa la vida obedeciendo a un mandato, a un programa que fue armado para él.
Si bien esto, que Lacan llama “orden de hierro”, que es un fracaso de la metáfora paterna, nosotros podemos pensar también otras variantes donde no basta con la madre… Se inscribió el nombre del padre, pero el sujeto no queda liberado de ser el objeto del Otro. Allí donde el nombre del padre no termina de operar, podemos decir que será el sujeto el que tendrá que poner una distancia, tal cual como lo dice Freud. Si el nombre del padre hace de barrera al deseo materno, a falta de padre esa barrera queda a cargo del sujeto y esto es su suplencia como síntoma, acting, inhibición. Recuerden que para Lacan el síntoma es nombre del padre, porque es un intento de hacer de barrera al goce de la madre. Cuando digo madre, me refiero a la función de sostén: pueden haber padres maternantes, por ejemplo.
Si la metáfora paterna funciona, el sujeto está determinado por los significantes del Otro, pero lo decisivo es la ideterminación. Recuerden que en las melancolizaciones el sujeto siente que ha perdido el sentido de la vida. Lo decisivo es la indeterminación, en la medida en no tener un programa al cual haya que obedecer. Es decir, no estar encerrado en un sentido absoluto, en una certeza, tal como vimos en el “porque si” del general nazi. El análisis, a lo que apuntaría, es a poner nuevamente en funcionamiento la significación fálica, que es la significación del “no soy”. Es la significación del vacío respecto a esas significaciones que lo hacen padecer. Por ejemplo, en Juanito, la madre tenía una posición ambigua. Decía que no a algunas cosas porque el padre la presionaba, pero luego lo admitía en su cama. Con lo cual, dice Lacan, lo tiene en una posición de súbdito y no puede restarse sino con una fobia. Fíjense que la fobia es un intento de restarse (que no termina de producirse) del deseo del Otro, de ahí el síntoma como nombre del padre.
El sentimiento de si. Vimos que Freud hacía una diferencia entre el duelo y la melancolía: en la melancolía el yo se vuelve denigrado, triste, apático y sin sentido. Después de 25 años de haber introducido el estadío del espejo, Lacan en 1962 publica las observaciones sobre el informe de Daniel Lagache y lo llama estadío del espejo generalizado. ¿Por qué necesita volver a retomar el estadío del espejo, que estaba realmente muy desplegado? En este texto Lacan introduce por primera vez un agregado. Dice que con frecuencia, después de la asunción de la imagen especular, el niño dirige los ojos hacia el adulto que lo tiene en brazos y en este giro de cabeza y de su mirada, encuentra furtivamente la mirada de ese adulto. Para que se produzca la asunción efectiva de la imago, para que se reconozca allí, se necesita otra cosa: la mirada deseante de la madre, el orden simbólico. Sino, no se va a producir esa identificación que se llama yo o moi en el Estadío del Espejo. El niño mira su imagen especular jubilosamente, porque ahí percibe una completud que no siente. Si bien su inmadurez hace que no sienta una completud salvo cuando la madre lo mira, el niño se identifica a una completud. Antes de eso no hay “él”, en realidad, se identifica al lugar de falo imaginario. Luego dirige la mirada hacia la madre y acto seguido hacia la imagen especular. La novedad es que necesita dirigir la mirada hacia la madre, ¿Pero por qué a la madre, a la imagen, a la madre otra vez y ala imagen nuevamente? El niño vuelve a dirigir la mirada hacia la madre porque el niño espera que ella le confirme que esa imagen que ve ahí es él, que esa imagen que ve ahí le es propia. Busca, dice Lacan, el asentimiento. El asentimiento es un acto absoluto. Es un decir que sí, no se trata de un más o menos, es “sos ese”. El niño se apropia de ese asentimiento que Lacan va a decir que es el rasgo unario, al que llamamos en alemán einziger Zug.
El niño se apropia de ese asentimiento y esto quiere decir que el Otro le legitima que tiene una existencia fuera de lo especularizable, liberándolo entonces de creer que él solo es lo que el Otro dice de él. El sentimiento de sí es lo que le permitiría al sujeto que no se juegue todo en relación a lo que el Otro le devuelve de su imago, porque si se juega todo en lo que el Otro le devuelve de su imago, se arma una servidumbre a lo que el Otro demanda y dice. Esto lo vemos en los niños cuando se les repite muchas veces que son distraídos, por ejemplo, finalmente va a serlo. Se va a identificar a esa demanda del ideal del Otro. El yo es metonimia del ideal del Otro, tiene que ver con las significaciones que el Otro va dándole al yo: es efecto de esas significaciones. En la clínica tratamos de vaciar esas identificaciones o esos sentidos que lo hacen sufrir. Pero el yo no es solamente efecto de esas identificaciones, porque operó el nombre del padre. El sentimiento de sí, entonces, es que hay algo de mi que no está en el espejo, en lo que el Otro dice de mi. El niño, entonces, no es puramente simbólico o imaginario,es además real (no se puede cubrir enteramente lo que es por lo simbólico y por lo imaginario). El núcleo del sujeto es real, sino todo seríamos marionetas del Otro, cuestión que sucede en las psicosis. Por ejemplo, en el transitivismo: le pegan al niño que está al lado de otro y este última llora como si le estuvieran pegando a él. No sabe que él es este, se ve en esa imago. Una paciente mía -una psicosis- cuenta que se hizo amiga de una compañera de la facultad de la que dice que es muy parecida. Esta amiga le cuenta que ella fue abusada de niña y la paciente empieza a tener la certeza que ella fue abusada también. Es decir, falta de sentimiento de sí. No hay límite entre la imago al partenaire y el sujeto. Yo les di el ejemplo extremo en la psicosis, pero esto también existe en la neurosis. El sentimiento de si es algo de mi que no está en el espejo, en lo que el Otro dice de mi.
En el seminario X, Lacan va a llamar a esto de no estar anteramente en el espejo, reserva libidinal, resto vivo del sujeto. Es una reserva que le permite no estar enteramente en las significaciones del Otro. La libido no queda enteramente en el espejo. No es que el yo se identifica con la imagen que le ofrece la mirada del Otro, sino que el yo ese efecto y se forma ahí recién. Surge por la mirada deseante del Otro y se constituye como yo ideal si está ubicado en el buen lugar, dice Lacan. Ese buen lugar se refiere a estar ubicado respecto al ideal, para que se vea reflejado en el espejo, el ojo tiene que estar ubicado en un determinado lugar del esquema. Si bien esto Lacan lo toma para el modelo, nosotros podemos pensar qué quiere decir “en el buen lugar”. Sepamos que el espejo es prescindible, pero la mirada deseante del Otro no. Si el Otro rechaza darle lugar a un sujeto, estaremos en el terreno del autismo o de la psicosis.
La identificación formadora del yo es al rasgo unario. Esto quiere decir, en la neurosis, tributaria del nombre del padre que acabamos de ver, es a lo asemántico. Es decir, no hay ningún significante que defina el ser del sujeto. Ese signo de asentimiento le da un lugar al sujeto de deseo, es decir, volviendo al nombre del padre, “sos mi falo, pero no enteramente”. Esto libera al sujeto de la servidumbre de ser súbdito, porque el significante o rasgo unario es asemántico, no tiene ningún sentido. Con lo cual, la servidumbre imaginaria de estar en relación a lo que el Otro dice, está asegurada que habrá posibilidad de que podrá rectificarse ese rumbo en un análisis, si se inscribió el rasgo asemántico. El asentimiento, entonces, es esa mirada del Otro deseante que le permite al sujeto inscribir el “no soy”, si bien se va a constituir el falo, esa imago que neutraliza la vivencia de cuerpo fragmentado que anticipa una integración que no posee, nunca va a coincidir enteramente con el yo ideal.
Ahora bien, la legitimación de la existencia por fuera del sentido del Otro es tributario del nombre del padre en la neurosis. Los significantes que aparecen fuera de la cadena, como podrían ser injurias... Mi paciente dice “soy lesbiana”, que se le presenta como una idea obsesiva. Ella no dice que es una alucinación. Se trata de un significante fuera de la cadena que la paraliza y no le permite enlazar a otro significante. Cuando la interrogo respecto a quién dice o por qué dice, ella responde que sabe que es lesbiana y que se quiere morir por eso. El significante unario, justamente, es el significante tributario del nombre del padre que permite que haya una cadena. Ninguna significación es absoluta, no es porque si como vimos en Primo Levy.
Un significante no es el signo saussuriano en donde la palabra tiene un significado fijo. Ya en Freud el significante era asemántico: Yo puedo decir “Me voy a casar/cazar”. La novedad que introduce Lacan y que todos repetimos en la facultad es que un significante representa a un sujeto para otro significante. Lacan introduce que en el dispositivo analítico, un significante no es una palabra. El analista recorta a partir de su escucha un significante, que podría ser en el caso de Isabel D.R., toda la cadena que arma en “No puedo dar un paso más”. Eso puede ser un significante: el analista recorta un significante del discurso del paciente porque lo representa al sujeto. No solo que el significante es asemántico, sino que representa al sujeto. Esto quiere decir que emerge a partir de ahí un sentido nuevo que al sujeto le permite descontarse del sentido del Otro. El significante no es el significante lingüístico: para nosotros analistas el significante proviene de la escucha del analista, que subraya en el decir del paciente un significante, porque allí emerge un sentido nuevo y una verdad.
Ahora, el significante subrayado podría liberar al sujeto de la orden inequívoca. Si ese rasgo simbólico se introyecta -Lacan dice que se introyecta- por la mirada deseante de la madre, el yo tendrá, a partir de allí, una reserva libidinal que lo libera del campo del sentido del Otro, es decir, le permitirá sostener los distintos embates de la vida sin pretender colmar al Otro. Lacan dice que le permitirá verse como amado más allá de la mirada del Otro. La función decisiva es entonces la mirada del Otro deseante. En el autismo no encuentra dónde poder mirarse. Hay un rechazo del Otro. Pero en la neurosis, la mirada puede ser petrificante, superyoica, que congela. Puede haber unificación de la imago, constitución de una superficie. La imago es una superficie con agujeros donde lo que se asegura el yo, efecto de su unificación, es que el goce no invada el interior del cuerpo. Esta invasión de goce es la que vemos en la psicosis, es decir, el goce entra y los pacientes dicen cosas como que los bichos le caminan por los nervios. O una paciente en el hospital que hablaba de un bulto que le iba creciendo y que no para de moverle los intestinos. Se trata de un goce que invade el interior del cuerpo. En la neurosis se constituye una superficie que permite el modelo que Lacan toma, el florero, que tiene agujeros. En la neurosis, el goce se limita a los agujeros del cuerpo: pulsión oral, anal, escópica, invocante.
La pulsión del superyó es cultivo puro de la pulsión de muerte: no está enlazada al otro, al deseo ni al amor. La mirada del superyó, según Lacan, puede ser petrificante, meduzante. Puede haber unificación en la neurosis, pero puede haber una voz que marque la insuficiencia de este sujeto, que no se vea como yo ideal. Si bien estamos hablando de la neurosis, puede no verse en ese espejo del Otro con una mirada amable. En la clínica, nosotros vamos de la identificación al deseo. Vamos a iluminar el significante unario, para poder vaciar sentidos que hacen sufrir al sujeto. El significante unario es el significante asemántico que le da la libertad, es el significante del deseo. El deseo es lo que va más allá de la demanda del Otro. Lacan dice que la función paterna lo que inscribe es un “no soy”. El deseo es “no soy, puedo ir más allá de la demanda”. Entonces, devolvemos al sujeto a la indeterminación para que se determine de otro modo.
El yo denigrado no tiene preguntas y a esto Lacan lo llama cobardía moral. El yo denigrado ES ese objeto. El primer acto analítico nuestro es decirle “Hable”, que eso quiere decir algo, para hacer de ese sufrimiento un síntoma, una cuestión de saber.
Caso clínico.
Mujer de 40 años. Consulta traída por una conocida de la madre. Esta madre la atormentaba, diciéndole a esta hija que la tenía cansada. Es una mujer que vivió sometiéndose a tratamientos estéticos, cirugías que han afectado enormemente su imagen. Además tiene una delicada salud por efecto de una enfermedad autoinmune. Su modalidad de presentación es entre el sin sentido “No sé para qué vivo” y la agresividad, que por supuesto tomaba el terreno transferencial.
Sin darme el tiempo para comprender, me espeta con furia que nadie entiende su dolor debido a su enfermedad autoinmune. Insulta a la vida, a Dios y agrede a su analista, en el sentido de “vos no entendés”. Ha tenido 2 intentos de suicidio, que fueron únicamente medicados y tratados por psiquiatras. Se queja de las grandes limitaciones que le trae su enfermedad: graves dolores, una deformación no significativa de la vista, una imposibilidad de hacer deporte debido a su malestar, lo cual además, según ella le impide trabajar. No tiene dificultad para caminar, para sentar sentada ni para hablar. Ella dice que esto la inhabilita.
Habla y grita sin pausa, todo lo que dice lo aclara. Cada vez que habla, ella dice “No es tan así…”, “Bueno, no”. Es un no, que veremos, no puede proferirle al Otro. La escena transferencial era algo agotador. Cuando me lo permite, le señalo que su vida estaba complicada desde mucho antes que el estallido de su enfermedad, ya que no tenía amigas ni podía relacionarse con nadie. Además había tenido 2 intentos de suicidio que no habían concluído en internaciones, pero si en tratamientos psiquiátricos.
Le pregunto si tuvo amigas y me cuenta que en el secundario tenía, pero se terminó peleando, pero no sabe por qué. Dice que una era una boluda, la otra no sé… No termina de dar ninguna especificidad.
Me pide que vea a los padres. Los padres condicionan el pago del tratamiento de esta hija que no trabajaba, a conocerme. Por supuesto, acepto. Me encuentro con unos padres que hablan bastante peor que ella, me piden que “resuelva este tema”, que la haga independiente y que no moleste. Les digo que yo la voy a escuchar, trato de frenar el clima de demanda virulenta y les hago saber, en el intento de alojar algo de su dolor que no había (había furia, ganas de sacársela de encima), les digo que entiendo que ellos están muy desesperados y que por eso me están pidiendo eso. Les digo esto y paran el griterío, la demanda y la queja, se sienten reconocidos. No les prometo nada, sino que digo que voy a empezar a escucharla. Me llama la atención que recién ahora decida ir a un análisis y los padres me cuentan que no, que fue a varios, pero que no tiene solución. Aceptan pagarle el tratamiento, ellos me piden si podía ser una vez por semana en lugar de 2 y les digo que no, que no les quiero hacer perder tiempo y que necesito verlo una vez por semana. Aceptan.
La paciente había tenido un novio en la adolescencia. Desde ahí no tuvo nunca más una pareja ni ngún tipo de encuentro sexual. Le pregunto qué pasó con ese novio. Me dice que él era un boludo, que se creía piola… La interrumpo.
- ¿Quién dice eso? Porque así como este chico era un boludo, las amigas también eran unas boludas.
- Bueno, si, en realidad mi padre siempre dijo que ellas se aprovechaban de mi, que yo tenía una casa tan linda y que querían venir...
Como “se aprovechaban de ella”, todas las amigas fueron cayendo y este novio también. Le digo que después de eso ella no volvió a tener un novio. Ella responde que salía de vez en cuando, pero cada vez que se vestía el padre le decía que era impresentable. Impresentable es un significante con el que el Otro la nombra desde pequeña. Esclava del hambre y de distintos tratamientos estéticos, que mayormente eran silenciados en su análisis, es decir, yo me encontraba con ella con cambios en el rostro muy significativos de una semana a la otra.
En cierta ocasión me llama para decirme que no puede salir a la calle, siente que todos la miran. Ni siquiera puede asomarse a su balcón porque se siente mirada, aunque afirma que sabe perfectamente que eso que le pasa no es verdad, que no tiene sentido. Ante mi insistencia de atenderla, le digo que venga, le insisto que tiene que venir. Ella se toma un taxi con anteojos oscuros y vidrios polarizados. Pide eso cuando pide el radio-taxi. Si bien ella no enlaza el hecho de no poder salir al fracaso de una relación amorosa a la cual había depositado cierta ilusión. El hecho de poner a trabajar este significante impresentable con el que el Otro la nombra, ella empieza a salir. Le digo que esta angustia que ella tiene que ver con el rechazo que este hombre tuvo con ella, en el que la insultó, la maltrató, le dijo que no servía para nada… Le enlazo eso y le digo que ese hombre que conoció por internet y con el que se había visto unas pocas veces en su departamento, en realidad no era un hombre que valiera la pena. Le quito consistencia a ese sufrimiento, ya que era ella la que armaba la escena, mantenía el contacto y de verdad ella no se sentía bien tratada. Esta intervención hace que ella salga de su casa, aún cuando me decía que todavía sentía que la veían mal.
En ese tiempo de salida con hombres, de rechazo y de miedo, recrudece el dolor corporal de su enfermedad autoinmune, que hasta ese momento había disminuído. Empieza a mantener encuentros sexuales con distintos hombres que conoce por las redes, que la llevan a sentirse cada vez mejor. Pero su permanente necesidad de ser amada la llevan a actings, en los que hace entrar hombres que no conoce a su casa, lo cual termina en una situación desagradable: un hombre le roba la billetera cuando se queda dormida. La necesidad de ser amada más el intento virulento de cortar con el significante impresentable, justamente la ponían al borde del acting cada vez.
Recibe el rechazo de un hombre a los pocos minutos de haberse conocido y esto la encierra en la desesperación y la furia. Esta vez, sumamente angustiada, se resiste a salir de su habitación. Respondiendo una vez más a sus permanentes quejas, respecto a su retroceso, empieza a decir que está peor, que está mal… Los padres le decían “decile a tu analista que vos no estás para estar pagando y no ver resultados”. Entonces, una vez más, le digo con firmeza y cierto semblante de enojo y hartazgo “Vos ya tenés más de 40 años. Hace meses mencionaste que querías profundizar un idioma que te representa. No te comprometiste con eso. A los 40 años no se puede vivir únicamente para estar linda, para ser presentable, porque eso no te va a hacer presentable. Te convertís en una esclava de tu imagen y te la pasás inventando actividades que no hacés”. Ella conocía a un hombre y le inventaba de qué vivía o de qué se ocupaba para dar una imago amable. Esta intervención permitió que se dedicara al estudio y que hiciera de esto una actividad que pudo sostener. Es decir, pudo presentarse, terminar esa carrera y desentenderse de ser presentable para el Otro. Esta carrera era un profesorado que los padres despreciaban especialmente. Le decían que era para mogólicas y que los maestros no ganaban nada. Hubo que sostener imaginariamente a esta paciente, porque no se animaba a presentarse a las materias, es decir, el deseo que no tenía inscripto como deseo del Otro empujaba a que pudiera presentarse en otro terreno de la mirada y la habilitaba a cursar un profesorado del idioma no familiar, extranjero de los padres.
El poder hacerse no presentable 100% para el Otro, El significante que pusimos a trabajar que la tenía presa, entregarse a ser presentable para el Otro la tenía muerta en vida. Ella tuvo 2 intentos de suicidio, siendo una neurosis. Tenía inscripto el nombre del padre, pero no el lugar de amada por el Otro. Con lo cual la transferencia le permitió salir de ese encierro, de esa X donde ella respondió “soy impresentable”, Primero con acting, pero los actings son una apuesta en la escena de un deseo, que fueron leídos como tales. Un acting puede ser leído como algo que encierre al sujeto, por ejemplo “No podés hacer esto porque te ponés en peligro”, o “Lo que vos estás diciendo es que tenés ganas de estar en una relación en la que el hombre no sea degradado como fue en tu casa, te traten bien”. Es decir, el acting era una puesta en escena de su deseo.
El acting out en psicoanálisis tiene mala reputación, aunque hay actings peligrosos, pero en transferencia pueden ser leídos rectificando lo mortífero del goce, enlazando el goce al deseo. El goce tampoco es una mala palabra, el asunto es cuando está desenlazado del deseo y el amor, cuando es mortífero, cuando es pura pulsión sin enlace, sin defensas. Puro superyó, pura pulsión de muerte. No es lo mismo comer con amigos, que devorarse la heladera hasta lastimarse la garganta. Una es enlazada al deseo, al otro, al límite, a la ley, al nombre del padre y el otro es desenlazada, autoerótica, mortífera, donde la pulsión en vez de enlazarse al otro, toma como objeto al yo.
Pregunta: Rasgo unario y significante unario los utilizante como sinónimos.
M.D.: Si. El significante tiene la posibilidad de enlazarse a otro significante. El rasgo es una introyección de un rasgo simbólico, pero en definitiva es lo mismo.
Pregunta: No me quedó en claro la diferenciación de melancolizaciones para diferenciarlo de la melancolía.
M.D.: Freud ubicaba la melancolía dentro de las neurosis narcisistas, que es una denominación que a mi me parece interesante y él luego la retoma, porque yo la recuperaría en el sentido de la transferencia. En las neurosis narcisistas está la imposibilidad de hacer transferencia. La melancolía como cuadro, casi te diría que es más radical, aquí tenemos el nombre del padre del síntoma, del acting, de la palabra. En la melancolía hay una denigración del yo, una falta de deseo y casi te diría que son puras. Hay rechazo al saber, a diferencia de las melancolización que tienen una falta de sentido, del deseo, que está taponado por este significante que no funciona como tal: el significante es asemántico, ella no puede interrogarlo hasta que el analista lo pone a trabajar y en algún momento del caso, le pregunto a la paciente quién era el impresentable cuando decía eso… Ella puede empezar a interrogar el deseo de los padres en análisis por primera vez y cuenta que estos padres estaban peleados ambos con toda la familia. Por lo tanto, en las reuniones de fin de año, eran solamente ellos. Es decir, que el impresentable pasó a ser el Otro con ese sentido mortífero, que lejos de liberar al sujeto como vimos en Freud para la exogamia, lo tenía encerrado en el circuito del infierno, diría Dante. En la melancolía hay un rechazo al saber, podríamos hacer esa diferencia donde hay un abandono del sujeto, diría que hay poco síntoma. Las melancolizaciones tienen este efecto donde falta el sentido, pero aburrido. Está el sujeto del inconsciente, aunque taponado como objeto, pero está. Se inscribió el nombre del padre, aunque ese sujeto está como tapón del Otro.
Pregunta: En este caso, el padre funciona como un superyó mortificante.
M.D.: El Otro, que en este caso es el padre, es la figura donde se encarna ese sostén simbólico e imaginario. En lugar de liberarla para tener una vida exogámica, la nombra como impresentable y la condena al autoeortismo casi, encerrada, haciendo dieta, operándose, pero sin enlace al otro. Impresentable funciona como superyó, porque no permite dialectizar. “Soy eso” y la X no se sostiene.
Pregunta: (Pregunta por la diferencia entre el duelo y la melancolía).
M.D.:En el duelo, ante ese dolor se hace un trabajo de elaboración, que requiere un tiempo y es pieza por pieza. Si este proceso no cerrara en un punto donde acepto que el objeto ya no está, podría convertirse en una melancolía. El duelo se termina con en el punto de lo imposible, es decir, encontrarse con lo imposible de que el objeto ya no está más. Es una categoría que Lacan llama analógica, el objeto ya no está. De ahí se puede estar triste, por perder el lugar de falta que tenía para el Otro, el lugar de ser amada por el Otro “No me miran más esos ojos que me miraban con amor”. La melancolización es lo contrario; en el duelo hay un proceso de una herida que cicatriza, aunque se pueda extrañar y haya añoranza, pero no es una melancolización. Es falta de deseo, la significación fálica no funciona, no está operando, el sentido de la vida, la pulsión de vida se ha desvanecido y está opacada.
Relación entre las melancolizaciones y el fantasma: en el caso expuesto vemos fijeza del fantasma. El lozenge del fantasma (◊) permite una homeostasis: soy, pero no estoy tan segura que soy. No da la certeza de ser una mierda, por ejemplo. Al no tener certeza, uno puede interrogar, moverse, o hacer un acting. En el caso, yo le decía lo limitado de estos padres que no podían querer. Pasar a la castración del Otro es lo que permite no tener odio a los padres y poder separarse. En el fantasma, que es la respuesta a qué soy o qué me quiere el Otro, responde en la neurosis con “soy, pero no estoy tan seguro”. Sino habría certeza, aunque podemos encontrar fijezas que provienen de esa voz superyoica que no permite hacer pregunta que relance el deseo. Es en transferencia que ella puede hacer de eso, ese mandato inequívoco de ser impresentable, puede hacer una pregunta y presentarse más allá del deseo del Otro, como estudiar ese idioma.
Temas:
asentimiento,
clínica de bordes,
duelo,
Estadío del Espejo,
fantasma,
identificaciones,
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Nombre del Padre,
rasgo unario,
superyo,
transitivismo,
tristeza
miércoles, 18 de octubre de 2017
La angustia en la pubertad: presentaciones clínicas.
Apuntes de la conferencia dictada por Pablo Kovalovsky, el martes 18 de Octubre de 2016
Adolescencia - pubertad. En 1993 comencé escribiendo un trabajo para un congreso lacanoamericano que trabajaba a la pubertad desde el punto de vista de lo que me interrogaba la clínica de lo que en ese momento desarrollaba. Me interrogaban las adicciones, de por qué los adictos, si bien podían consultar a los veintipico de años, en la historia aparecía que el comienzo de la adicción era en la pubertad. Este fue el punto de partida en mi indagación. Allí escribí un trabajo, donde lo primero que me surgió fue la diferencia entre la pubertad y la adolescencia. Me interrogué acerca de cómo se daría el pasaje de ese estado puberal al adolescente. Allí tuve que recorrer varios textos y muchos años después trabajé acerca de un ritual puberal descrita por un autor japonés Mishima, que tiene un libro que se llama “El marinero que perdió la gracia del mar”. Se los recomiendo, porque en su crudeza, Mishima describe exactamente, quizá por su propia experiencia de vida, lo que implica la posición del púber y el pasaje al adolescente, con determinados ritos de la pubertad. Con esto estoy diciendo algo, que los ritos de pasaje ancestrales que se encuentran en las tribus aborígenes, que están profusamente descritos en un libro que Freud consultó mucho, que es el de Frazer, que es “La rama dorada” y que en su última parte va a hablar sobre la máscara, la resurrección y los pasajes puberales. Vale decir que implica esa dimensión de la pérdida, de la muerte y del duelo, que se tramita a través de esos pasajes puberales.
En cuanto al segundo despertar sexual, Lacan va a hacer el prólogo de un libro de Wedekind, que se llama “El despertar de primavera”, del cual se hizo un musical en Broadway y en Buenos Aires también, y trata de un grupo de adolescentes. Hay una serie disquisiciones que Lacan hace sobre ese punto, que yo menciono solamente como referencia para marcar los lugares donde podemos pensar bibliográficamente el tema. “La metamorfosis de la pubertad” de Freud, el libro de Mishima y el libro de Wedekind vastamente citado y prologado por Lacan y que en 1974, Lacan lo vuelve a retomar en uno de sus seminarios.
Freud dice, ilusoriamente, en Metamorfosis de la Pubertad de los 3 ensayos...(1905), que en la pubertad se trata de constituir un túnel que unirá la corriente tierna de la sexualidad, una corriente ligada al placer preliminar infantil, con la nueva corriente que es la sensual, que por el desarrollo sexual de la metamorfosis puberal, implicaría la evacuación de los productos genésicos. Vale decir que esta unión con la cual se imagina Freud y nos propone la idea de que hay que unir ambas cosas, nos deja también con la pregunta picando: ¿es posible que se unan estas 2 corrientes? No lo hace explícitamente. Yo les diré algo de la complejidad de la unión de estas 2 corrientes:
En principio, tenemos la corriente tierna ligada al placer preliminar. Fíjense que la ternura ligada al placer preliminar implica esa dimensión de los orificios corporales, donde adquieren prevalencia situaciones que implican un defecto o un exceso del estímulo. Un exceso del estímulo de esa erogeneidad preliminar puede implicar un aumento de la tensión y un dolor concomitante. Imaginémonos por un momento que estamos hablando de algo concreto, por ejemplo de la succión, ligada a una función vital que es la de la alimentación. Freud va a ubicar un término. Una de las acepciones es apoyo, función vital en la erogeneidad del orificio, por ejemplo, oral. Un chico para succionar debe tener una erogeneidad en el orificio oral, sino no se alimenta. Si hay un exceso de erogeneidad, también trae una discordancia y se alimenta demasiado, que es por ejemplo lo que pasa cuando las madres se lastiman el pezón por exceso de succión. Cuando ya no hay más leche, el chico sigue succionando sin límite, fíjense que ya está allí, en esa noción de apoyo, este lugar del Otro primordial, el Otro materno en este caso, que es aquel encargado de regular el modo en que pueden enlazarse esta erogeneidad orificial a lo que Freud llama la ternura. En principio no tendría esto una dimensión gozosa, pero sin embargo utiliza el término de placer y goce. El término es lust, entonces uno se pregunta si acaso la ternura no está desligada del goce. Parece ser que si esto no se anuda de alguna manera, no funciona. Ahí aparecen las puericultoras, que están horas y horas con las mam´ñas tratando de que el niño se alimente.
El término de apoyo, en realidad, se podría traducir mejor como cercanía y mejor aún como entornamiento. vale decir que lo vital queda entornado en función de ese orificio erogeneizado. Digamos que si a una mamá se le dice deserogeneizadamente y deslibidinizadamente una modalidad estricta “usted le debe dar la teta cada X tiempo, no se la vaya a dar antes porque de lo contrario ocasionará…”, esto tiende a instaurar, más que un orden, una dimensión de vaciamiento de erogeneidad, porque la regla no sigue la normativa del juego erógeno que posibilita que el niño se alimente. Entonces ya hay una discordancia a reunir en el término ternura, ligado al placer preliminar, ya en el inicio. Y luego esto tiene que unirse en la pubertad con la nueva dimensión donde el niño se ha transformado en productor de material hormonal que le hace producir productos genésicos y que tiene que vérselas con eso. Se dan cuenta que es bastante compleja la unión de ese túnel.
¿Qué pasa también si este niño, desde la mirada del Otro -materno, paterno- se le es renegada su nueva situación y se lo sigue tratando como un niño? O si se lo trata directamente como un adulto. “¡Salió en calzoncillos de la pieza, como si tuviera 11 años y ya tiene 13, qué barbaridad!” Todo el sistema de normativa casera empieza girar alrededor de dónde está el punto, desde dónde se respeta este estado que hace eclosión dentro de la relación de cada sujeto con el cómo se mira. Digo, porque el término metamorfosis significa “cambio de forma”. Cómo se mira en el espejo y cómo se siente a su propio cuerpo. Además, la mirada de los otros y cómo se conjuga esa dimensión para que se transite esta etapa con la menor cantidad de eclosiones de situaciones que están dentro del campo de lo no dicho, de lo que el niño y el púber no se pueden decir. El púber está gobernado por el no dicho, se encierra en su habitación aturdido, turbado, perturbado, extrañado.
- Nota: El extrañamiento o embarazo implica la confusión con el entorno. está descrito muy bien por Rocher Caillois al hablar del mimetismo. Propone que un animal se camufla con el entorno, para evitar ser presa de un depredador, pero con consecuencias corporales. Su libro “Langosta y compañía”. Callois dice que el mimetismo tiene una función de dilución de los bordes de la imagen, donde la imagen ya no se recorta entre afuera y adentro y queda sumergida en un afuera, donde es capaz de perder algo de su propio cuerpo.
Si nosotros vamos a los términos de la turbación, o el extrañamiento, diríamos que así como Freud situó en un determinado momento como constitutiva del yo la diferencia con un afuera, del no-yo, donde el yo acoge lo que es apreciado, el yo placer, y lo displacentero queda afuera como hostil, se refiere a la constitución de un borde. Ese borde, en la pubertad, queda puesto en cuestión. Entonces, el extrañamiento implica una suerte de dimensión en la cual el sujeto tiende a disolverse, a mimetizarse con el entorno. Vale decir que este yo y el no-yo queda en cierto momento desdibujado. Entonces, ¿cómo lo restituye? Saliendo de esa escena, donde hay algo de desapropiación, en principio, de su propio cuerpo. Y el efecto que sucede a este extrañamiento de sí mismo, es lo que se llama el pasaje al acto: sale como puede.
El púber sale como puede de ese lugar donde está inmerso o sino se encierra. Ustedes habrán visto que difícilmente compartan la mesa familiar. Arman tabiques donde antes no los hubo. Se encierran en la pieza, salen de la escena. Y mejor no entrar en la pieza, porque tiene todas las poluciones, mocos, poluciones propiamente dichas, suciedad... La pieza del púber no es aconsejable para una madre que sufre de psicosis de ama de casa. Ese tabique que implica un fuera de escena, este punto hace salir de alguien que se siente sumergido en una escena que no es propia, con tal de esa escena, sale como puede: si no puede salir como sujeto, sale como objeto y llena de objetos que cuanto más roñosos sean, más se afirma en ellos.
La otra vertiente, que toca el otro borde de la angustia, la turbación o la perturbación, implica una perturbación, que es que el púber siente en esta confrontación con el espejo, que es él y no es él, una cierta duplicidad. Esa duplicidad hace que el púber pierda la palabra, pero tiene una salida: el acting-out. Es una salida maníaca, una salida y un actuar fuera de sí. Al mismo tiempo que hace algo, el púber se está mirando desde el Otro hacerlo. Quizá nos resulte difícil, por eso les puse el ejemplo de la voz porque es un ejemplo equivalente.
Estadío puberal. Si bien nosotros hablamos de estadío, estadío quiere decir que si bien hay un tiempo cronológico donde esto se despierta, se exacerba, pero tanto en el estadío del espejo que Lacan formalizó tomando a Wallon, que había trabajado este tema en su texto “Los orígenes del carácter en el niño”, donde había trabajado la dimensión que ocurría desde los 6 a los 18 meses de vida del niño, donde el niño sentía una tensión con agresividad. No se trata de una agresión efectiva, sino que implica una agresividad que implica la inhibición de una acción, por ejemplo, de la palabra. Fíjense que el título completo del trabajo de Lacan es “El estadío del espejo y la constitución del yo”, en el sentido del sujeto de la enunciación, del sujeto que habla, cómo es que el niño, cuando dice yo, no piensa en que el yo es el pronombre de la primer persona del singular, sino que está hablando de él. Cómo se apropia con eso que él llama shifter o embrague, que es un embrague para apropiarse del lenguaje. Entonces, para reconocerse a el, en una acción que comienza cuando empieza a decir yo. Hay 2 tiempos en el estadio del espejo.
- La desagregación corporal donde el chico no puede coordinar aún y siente propioceptivamente las distintas partes de su cuerpo fragmentadamente.
- Lo que la imagen le devuelve, que es una imagen unificada con un borde. Hay una discordancia y una tensión entre una situación imaginaria que es el bode de la imagen y una situación real que es el niño sintiendo acerca de su propio cuerpo, que no coinciden.
En principio Lacan lo plantea así y luego en el cincuenta y pico se puede empezar a hablar de que hay, además del estadío del espejo, un estado. El niño, dice Lacan, va a mirar a aquel a quien lo sostiene y va a encontrar en esa manera una función simbólica que le otorga un asentimiento que le valida que aquel que está mirando esa imagen, es a la cual le valida la identificación de eso desagregado, a eso unificado. Fíjense que allí tiene que intervenir una terceridad, pero es una terceridad que tiene una pequeña falla que tiene que estar anudada nuevamente: la mirada es un objeto, entonces cuando se encuentra la mirada del Otro y luego vuelve a mirarse en el espejo y a partir de esa mirada del Otro puede girar la cabeza y vuelve a mirarse; encuentra la mirada del Otro también en el espejo, entonces el niño puede lograr esa identificación. Pero no deja de ser un objeto, fíjense si esa mirada no estuviera anudada a una función simbólica, no estaría localizada. La función simbólica pacífica la agresividad, localizando la mirada. La función simbólica tiene la función de pacificar localizando. Si no se localiza la mirada, esa mirada se va a pasear sola, puede aparecer en cualquier lugar. Yo les estoy hablando a ustedes, pero puedo pensar que hay un montón de gente detrás mío que me está mirando. Esto no es algo grato, hasta puede llegar a ser algo siniestro. Esta mirada se llama nili-oblicua, que puede situarse en ningún lugar. O sino, pregúntenle a algún agorafóbico cuando salga a la calle, que les va a contar lo que es esa mirada no localizada en ningún lugar. Se los va a decir con mucha claridad y sin haber leído a Freud ni a Lacan. les va a explicar cómo puede ser mirado desde cualquier lugar. vale decir que algo de lo simbólico falla y el desencadenamiento en el caso de la fobia es de una situación de angustia irrefrenable que se llama ataque de pánico, pero que se trata de un modo en que se reedita un estadío del espejo que está anudado, pero que se puede desanudar.
Con respecto a la pubertad, lo que intento preguntar es: ¿Estadío/etapa o estado que se reedita a lo largo de la vida en determinados momentos? En especial donde hay momentos de pérdidas, duelos, cambios, mudanzas, donde el entorno cambia; en última instancia, pérdidas. Donde hay una pérdida de una función que localice y pacifique. Entonces, yo intento, al hablar de pubertad, en los mismos términos en que hablaría del Estadío del espejo, que se dio en llamar a partir de esta última observación de Lacan, ya no una etapa del niño de 6 a 18 meses, sino una pubertad que puede reeditarse en distintos momentos de la vida.
Hay tribus aborígenes - dice Frazer- donde los púberes empieza a hablar a media lengua y a caminar deambulando, perdiendo el paso, como si remedrasen a un chico en los tiempos de la constitución subjetiva del estadío del espejo. Es muy interesante esta descripción que hace Frazer, que parte de la observación de lo que él como antropólogo había trabajado en tribus aborígenes, de relatos y cosas que sacó directamente.
Pensemos que si en la pubertad necesitamos de ese Otro, así como en el espejo necesitamos de ese Otro, ese Otro en la pubertad tiene que ver con lo que socialmente se llama ritos de pasaje. Cuando uno trabaja con adictos se da cuenta inmediatamente que algo de ese pasaje quedó detenido y entonces, aunque ya Freud nos había advertido, cosa que a mi me llamaba la atención que Lacan no retomara, es que Freud había advertido en Totem y Tabú que la culpa quedaba repartida entre todos los miembros del banquete totémico. Cada uno era uno en relación a otros. Ustedes saben que en ese mito no se hace referencia a las mujeres, con lo cual la sexualidad femenina retornó, tanto en Freud que se pasó la vida preguntándose qué quiere una mujer, o Lacan que tuvo que diagramar conjuntos infinitos para ver dónde estaba el goce femenino. Es como que el banquete totémico Freud lo arma de tal manera que no aparecen las mujeres participando. Lo que les estoy transmitiendo es que hay algo, un punto de partida. Si hay algo que el psicoanálisis no es, es hegeliano. Hegel decía que todo lo real es racional. Decir eso es genial, otra que “cambiemos”, gana siempre. Entra bien, al punto que Hegel tenía el aula repleta de gente. En el aula de al lado daba clase un señor que se llamaba Schopenhauer. Creo que iban 2 primos, un amigo y alguna vecina del barrio en la misma universidad. ¿Qué decía el pobre Schopenhauer? Schopenhauer, cuyo máximo seguidor fue Nietzsche y Freud, que tomó profusamente sus textos, Schopenhauer decía que no todo lo real es racional, vale decir que no cerraba. No es que hegel haya sido un tipo simplista ni nada por el estilo, pero en última instancia su objetivo era racionalizar todo lo real. Es como que yo les dijese que todo un análisis se basa en interpretar y en darle un sentido interpretable y que no queden restos de ningún síntoma, que no quede nada de lo insaciable de este sujeto.
La pregunta de Lacan es que esto no puede ser, entonces el final del análisis, ¿qué pasa con lo insaciable de la pulsión? Porque lo que yo les estoy hablando, tanto con el estadío del espejo, como con el tema de la pubertad, es que al no quedar cerrado, ahí adquiere el estatuto de “estado”, que retorna, porque algo no se cierra. No es que se cierra una etapa y pasamos a la siguiente y esta no retornas. Incluso la re-petición es volver a pedir. Es un juego de palabras que utiliza Lacan para repetición. Está mal traducido un seminario, que se llama en francés Ancore, como “Aún” o “Todavía”. Está mal traducido, porque ancore quiere decir “más, otra vez”. Es como cuando volvemos a casa y los chicos quieren que les contemos un cuento. Una vez. De nuevo. Otra vez. Más… Hay algo de lo insaciable que se presenta constantemente en todo vínculo con el Otro. Esta demanda al otro y la insaciabilidad, fíjense que se trata de este punto crucial de la estructura, que es lo que no cierra. Lo podemos llamar, con Lacan, lo real, lo infinito o lo interminable (con Freud). Es ese real que retorna y cuando retorna, lo hace de diferentes maneras.
En la pubertad, por ejemplo, lo real retorna bajo la forma de la adicción. La adicción es como si el chico atravesase con la aguja entre cuero y carne, intenta suturar lo que no tiene suturado, como si tuviera que autoinfligirse un dolor para recién ahí sentir el cuerpo vido. O cortarse, porque ustedes saben que es muy frecuente los cortes y ¿qué es lo que buscan los cortes? Sentir ese dolor del cual nos otorga el signo más vital que existe. No hay signo más vital que el dolor mismo.
Yo hace muchos años supervisaba en el hospital a una analista, que cuenta de un chico que se cortaba, se cortaba y se cortaba y exhibía los cortes. Y ella estaba muy torturada y dijo, en la supervisión, que no aguantaba más, porque cada vez se cortaba más profundo y el chico no sentía dolor. Entonces, a mi se me ocurrió sugerirle que le preste su cuerpo a ese chico y que le diga que a ella le dolía mucho ver cómo se lastimaba. A la vez siguiente que la fui a supervisar, me dijo este chico vino, ella le dijo eso y 2 semanas después le dijo que se cortó y fue la primera vez que le dolió. ¿Qué significa esto, cuál es la función del analista? Tenemos la de asentimiento, este lugar social que los aborígenes tienen de lugar de pasaje, que está ritualizado, pero que apunta fundamentalmente a enmarcar una instancia que posibilite que algo se tramite allí y tenemos la función del analista que en principio toma como punto de partida el asentimiento. Lo que nosotros hacemos es validar que el analizante dijo lo que dijo. Somos testigos y validamos que este sujeto ha dicho lo que ha dicho. Lo validamos como sujeto en el decir. Parece ser que va de perogrullo, pero no lo es. Es una función constitutiva de que en cada análisis se reedita esta función constitutiva. cada análisis empieza por la represión primaria. Por esta represión primaria que Freud ubica como una operación de incorporación, pero que es incompleta. Tenemos que convivir con esa incompletitud. Un analizante me decía que lo pacificaba ver documentales de animales. Un león, si no tiene hambre, no mata. Pero los seres hablantes somos insaciables, entonces matamos por matar. Si tenemos 50 millones de dólares podríamos tener un buen pasar, pero sin embargo queremos tener 100 millones. ¿Qué locura es esta? Estoy dirigiéndome al punto loco que está más incentivado y en ese punto es que las tribus aborígenes tienden a pacificar. Tratan a su medio ambiente no de un modo depredador, sin llegar a un discurso ambientalista, pero tómenlo en relación a esto que no voy a dañar aquello por el hecho de dañarlo mismo. Voy a cuidar mi tierra. En este sentido hay ejemplos muy elocuentes y muy lindos.
Yo vi un documental donde había un rito puberal que consistía en lo siguiente: a determinada edad, los niños que se transformaban en púberes eran retirados a un lugar oscuro de la selva y en ese lugar unos se pintaban a los otros con pinturas vegetales y una vez habiendo pasado la noche afuera, al día siguiente desfilaban desnudos frente a sus madres y a sus hermanas, que lloraban copiosamente mirándolos. ¿Qué quiere decir esto? Estas madres ya no miraban el cuerpo desnudo, era el cuerpo ya adulto de un púber desarrollado; miraban las pinturas. Había habido un cambio de mirada, una deposición. No escudriñaban incestuosamente en el cuerpo del niño hecho adulto, sino que ese cambio de mirada implicaba a su vez -el llanto lo atestiguaba- la dimensión de una pérdida por ese cambio de mirada misma. Me pareció muy elocuente y muy conmovedor porque como analistas, nosotros muchas veces tenemos que hacer esa misma operación, de poner la mirada para que algo fluya de otra manera y que no devenga una presentificación o una transparencia del cuerpo. Aunque evidentemente el testimonio de los analizantes nos trae situaciones ocurridas en la infancia que son recordadas en la pubertad. Un analizante, un señor de cincuenta y pico, separado, me decía que estaba saliendo con una mujer de treinta y pico. Decía que se sentía muy a gusto, muy bien, salvo que ella no sabe besar. Yo le pregunté qué quería decir con esto que no sabía besar y él me dijo que ella abría la boca pero no besaba. Después fue más preciso: no succionaba. El beso está emparentado con la succión. Entonces, esa no-succión lo llevó a pensar algo que esta mujer le había contado, de que había tenido serias dificultades en el amamantamiento y que luego se habían vuelto a repetir en determinadas situaciones en relación con ese Otro materno, donde la marca de la erogeneidad del orificio oral que posibilita la succión. Esta persona, que no tenía absolutamente nada que ver con el psicoanálisis ni con ninguna ciencia humana, pudo detectar eso porque le pareció extraño. Por eso estado y no estadío.
En la pubertad, lo que gobierna por este extrañamiento, por esta turbación, ya sea que se asimile al entorno o que quede duplicado el sujeto allí en la turbación y que haya una salida maníaca por el acting out, esta duplicidad que se ve como una escena sobre la escena. Vemos esta duplicidad en la adicción, donde hay una adicción a la mentira. Yo lo que hago cuando tomo en análisis a un adicto, lo primero que le digo es que no me mientan. Que si consumen, que me cuenten; si no consumen, que me cuenten. Hay una adicción a la mentira, porque esta duplicidad es permanentemente tentador. Además hay un no-dicho que hace presentificar ese real que no se puede decir. Un chico me decía que cada vez que tomaba, se le disparaban las ganas de consumir cocaína. Una vez dijo que consumió cuando se fue a hacer un análisis clínico frente a Tribunales. Como le dijeron que tenía que esperar una hora, se tomó 10 cervezas. Él no sabía por qué 10, me dice que porque tenía $100. O sea, que si tenía $1000, se compraba 100. Otras de las expresiones que se escuchan cuando uno pregunta por el consumo es “porque pintó”. esta palabra rellena todo, sirve para todo. Al no decir nada, es el no-dicho por excelencia. Mi idea es que pudiera articular algo de ese agujero real.
¿Qué es lo que cambia en la adolescencia? En la adolescencia no es solamente lo etimológico de que lo puberal viene de pubis. Adolescere tiene una acepción que es crecer, no solamente el dolor de crecer. Desplegar, también. Un niño se ha estructurado, luego del estadío del espejo, cuando se pacifica su imagen, entonces puede relacionarse con otros y puede formar el complejo del semejante: juega con otros niños sin pegar. En la adolescencia lo que ocurre es que lo solitario se transforma en algo más solidario. Se genera un cierto espíritu de pertenencia, de grupo, aunque muchas veces ese espíritu grupal para ser uno entre otros, como no se puede dejar de participar, ese ritual que puede constituirse en un tatuaje… El tatuaje marca la incrustación en el cuerpo. Este es uno de los rituales de pasaje más frecuentes. También me dijeron algunos pacientes que cuando alguien se empieza a tatuar hay una cuestión de insaciabilidad. No puede dejar de tatuarse, es como una cuestión de que no quede ningún lugar sin cubrir por el tatuaje, es un cuerpo que queda invisibilizado por el dibujo que eligen. Eso marca un fracaso de lograr un punto de detenimiento.
Hay una diferencia que marcaba entre pubertad y adolescencia, y es que en la adolescencia la pertenencia grupal hacía que se pueda sostener algo del orden de un blasón, de un blasón que implique como un escudo, de un carácter en sentido de una letra. La letra viene a reemplazar a lo no dicho en la pubertad y esa letra se transforma en un carácter que es el dibujo de la letra. Por eso no sé cuando termina la adolescencia, porque a veces escucho cómo hablan en grupos de intercambio entre colegas y siento que la jerga es tan cerrada que opera como un tatuaje, como una reafirmación del ser donde se debe pasar por ahí. ¡Nadie, por favor, que sea psicoanalista que deje hablar del goce, porque sino no es analista! ¡Nadie que deje hablar de lo real y de lo que no hay de relación sexual porque sino no es analista! Pueden ser afirmaciones que en un contexto de palabras, adquiere una significación, pero esta ritualización que libidiniza el cuerpo, que le da una significación simbólica al cuerpo, que le da una pertenencia, a veces se hace demasiado rígida y el grupo se hace muy cerrado y endogámico. Es difícil que ahí surja algo nuevo, porque si alguien puede llegar a decir algo que no entra dentro de ese canon, es segregado del grupo. Los adolescentes segregan si alguien no trae un pantalón chupín. Entonces, entre colegas hay chupines psicoanalíticos. Esto tiene una perduración a lo largo de los años y yo no me siento exento de esto. A veces nos cuesta dimensionar el carácter pragmático del psicoanálisis.
En el caso del niño que no ha logrado constituir su yo, estabilizar su imagen porque no tuvo el asentimiento, esa mirada del Otro que se lo posibilitara, no es que no conozca el significado de las palabras. Es como el famoso caso Dick de Melanie Klein. El chico conoce todas las palabras, dispone de ese saber, pero no habla porque no sabe para qué sirve hablar. ¿Para qué sirve hablar? Para llamar al otro. Solo lo puede hacer cuando se angustia y entonces la angustia le posibilita hacer un llamado al analista. vale decir que tuvo que haber una intervención ordenadora para que este chico localice el sentido que tiene decir algo. demás está decirles que yo pienso que la primer traducción que hubo de los seminarios de Lacan diciendo que era estructuralista, fue un craso error. Lacan no era estructuralista, sino pragmático. Por eso los títulos de sus seminarios siempre apuntan a producir un efecto en el otro.
Todos estamos habitados por un no-saber y cada uno lo bordea con su estilo. Lo que yo dije hoy fue mi estilo por bordear lo que no sé acerca del tema que les anuncié. Eso se llama estilo y cada uno tiene el suyo, porque cada uno tiene su historia y su modo de bordear el no-saber. Si no advertimos eso, un analizante que nos viene a hablar desde un punto de vista -por ejemplo, desde un estudiante de ingeniería- no podríamos escucharlo, porque él a su estilo también, con sus términos va a bordear su no-saber. Y nosotros tenemos que poder plegarnos a ese no saber.
Pregunta: El encuentro con el otro sexo, Freud lo nombra en la metamorfosis de la pubertad como un drama que tiene que atravesar el púber en cuanto a novedoso. Yo no escuché que vos lo nombraras.
P.K: El púber está demasiado atormentado por su propio extrañamiento con respecto a su cuerpo como para preguntarse. Por ejemplo, el púber se pregunta cómo se besa. Un púber que yo atendí, huérfano de padre, decía que él no podía correr porque cuando se corría se pateaba las bolas. Él usaba calzoncillos que la madre le compraba que son los que usan los modelos, que no son para correr. Hay que meterse con el cuerpo, y el púber todavía no se puede preguntar esto concretamente. De todas formas, en rasgos generales, esto que retorna de la sexualidad femenina es lo no incorporado del padre primordial, ese real que retorna bajo las formas más siniestras.
Pregunta: Hay una postura de una analista argentina, Silvia Wainstein, que plantea un tercer despertar sexual, que es esa vuelta que acontece luego de haber pasado por un análisis.
P.K.: Ponerle palabras a lo no-dicho, o tratar de ablandar la letra y hacerla pasar y localizarla a partir de la palabra. No empezamos por la letra. Por eso, cuando el chico dijo que no sabía besar, yo no elucubré nada, a ver qué quería decir con eso. Y él solo sacó las conclusiones. Esta persona, que era economista, no tiene nada que ver con el psicoanálsis
Pregunta: ¿Qué relaciones hay entre la pubertad y los problemas de aprendizaje?
P.K.: No sé si te pueda contestar precisamente, pero entiendo que este tiempo casi hipnótico puberal, hace que muchos chicos se duerman en el colegio, por ejemplo. Hay algo de lo discursivo que no llega a conmoverlos. El éxito de lo que se llaman redes sociales, los neologismos, este código que ayuda a no despliegue del sentido, sino a que hace obstáculo a que pueda avanzar allí. Los docentes deben despertar a los alumnos de esa hipnosis, hacer soñar a estos chicos dormidos. Poder construirles algún sueño para que puedan darle otro estatuto a este estado hipnótico.
Temas:
acting out,
adicciones,
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asentimiento,
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embarazo,
Estadío del Espejo,
Kovalovsky Pablo,
pubertad,
rituales,
turbación
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