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miércoles, 19 de marzo de 2025

La paradoja y su lugar en el pensamiento

Según Ferrater Mora, la paradoja, en su raíz etimológica, se define como aquello que es contrario a la opinión establecida, oponiéndose así a la doxa. En este punto, se puede entender por qué Lacan enfatiza la responsabilidad del psicoanalista, quien debe dar cuenta de su acto en lugar de apoyarse en lo dado por sentado.

Si la opinión común representa lo establecido, la paradoja se presenta como una ruptura, una apertura en el saber que permite la emergencia de algo nuevo o diferente. En este sentido, la paradoja no solo desafía el sentido común, sino que también lo subvierte, generando un espacio para la interrogación y el cambio.

Ferrater Mora traza una distinción interesante entre aporía y antinomia. Mientras que la antinomia se sitúa en el plano de la contradicción lógica, donde se confrontan valores de verdad opuestos, la aporía se vincula con lo indecidible, con la imposibilidad de determinar lo verdadero o lo falso. En esta diferencia se juega la distancia entre verdad y real, una distinción clave en el pensamiento lacaniano.

A lo largo de la historia, la paradoja ha asumido distintos estatutos. Desde las paradojas filosóficas de Zenón hasta las paradojas lógicas, como la de Russell, estas configuraciones han desafiado los límites del pensamiento. Ejemplos como el catálogo que se pregunta si se incluye a sí mismo o el dilema del barbero que debe decidir si afeitarse o no, muestran cómo cualquier respuesta desemboca en un callejón sin salida.

Estos problemas anticipan la cuestión de la recursividad, cuyas implicancias se desarrollarán en la teoría de conjuntos. En definitiva, la paradoja revela un núcleo resistente al sentido, un punto donde el pensamiento tropieza y, precisamente en ese tropiezo, se transforma.