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jueves, 31 de octubre de 2024

Anorexia: ¿Qué causas médicas deben desacartarse?

 En la evaluación de pacientes con síntomas de anorexia o pérdida de apetito, resulta fundamental que el psicólogo considere la posibilidad de causas orgánicas y, en caso necesario, derive al paciente a un profesional médico para una valoración completa. Aunque las causas psicológicas, como la angustia o la depresión, son bien conocidas en este contexto, existen múltiples condiciones físicas que pueden manifestarse de forma similar y contribuir a una falta de apetito persistente. Hormonas, enfermedades gastrointestinales, deficiencias nutricionales y otros factores biológicos pueden estar detrás de lo que aparenta ser una alteración del comportamiento alimentario.

Descartar causas orgánicas permite afinar el diagnóstico y brindar una intervención más efectiva, asegurando que el tratamiento se base en una comprensión integral de la salud del paciente. Este enfoque multidisciplinario no solo ayuda a proteger la salud del paciente, sino que refuerza la colaboración entre psicólogos y médicos, consolidando el papel de la psicología en el abordaje de problemas complejos de salud.

Un ejemplo de la clínica.

La paciente cuenta que se preocupa porque a veces pasa un día y medio sin comer. No siente hambre, y debe forzarse a comer para tener energía. Al hacerlo, rechazo, incluso por las comidas que a ella le gustan, las cuales enumera. Relata que quisiera poder comer para subir de peso y tener más energía. Le preocupa bajar mucho de peso y verse demacrada, ojerosa.  

¿Qué investiga el médico?

Para una paciente que no siente hambre y se siente siempre saciada, sería útil hacer una evaluación completa para descartar causas físicas y psicológicas. Si bien un psicólogo no hace estos estudios, sí puede seguir la labor de médico, por lo que conviene estar al tanto de los estudios que normalmente se recomiendan en estos casos:

  1. Perfil de laboratorio general:

    • Hemograma completo: Para verificar anemia u otras alteraciones.
    • Perfil bioquímico: Glucosa, creatinina, urea, electrólitos, y función hepática.
    • Hormonas tiroideas (TSH, T3 y T4): Para descartar hipotiroidismo o hipertiroidismo, que pueden afectar el apetito.
    • Perfil hormonal: Incluyendo cortisol, estrógenos o testosterona (según el caso), ya que el desequilibrio hormonal puede afectar el apetito.
  2. Pruebas gastrointestinales:

    • Ecografía abdominal: Para evaluar el estado del estómago, hígado y páncreas.
    • Endoscopia: Podría considerarse si existen síntomas de acidez, náuseas o reflujo que acompañen la falta de apetito.
    • Pruebas de motilidad gastrointestinal: Evaluar el tiempo de vaciamiento gástrico y si existe algún tipo de lentitud digestiva que genere saciedad temprana.
  3. Pruebas adicionales según síntomas:

    • Vitamina B12 y ácido fólico: La deficiencia de estas vitaminas puede influir en el sistema digestivo y el apetito.
    • Pruebas de infecciones: Helicobacter pylori, por ejemplo, puede causar problemas gástricos que derivan en falta de apetito.

La evaluación médica completa puede determinar si es necesario realizar otros estudios adicionales.

martes, 8 de noviembre de 2022

Las prácticas ascéticas: qué escuchar en la clínica

En los relatos de los pacientes, cuando no es en la vida general, escuchamos hablar de diversas prácticas tales como:

- Exposición al frío, como el método Wim Hof.

- Ayunos intermitentes y prácticas restrictivas de la alimentación, que implican dejar de lado algún alimento, en particular carnes y harinas, aún no tratándose de personas con celiaquía.

- "Detox de tecnología", en particular de aquellas tecnologías de la información y comunicación.

- Abstinencia sexual, en movimientos conocidos como "no fap".

Lo que notamos es que en todas estas prácticas están recreadas la falta en algún punto: que falte el abrigo, que falte tal comida, que falte el celular o la actividad sexual. Hay algo del ascetismo involucrado en todo aquello, en la medida que en estas renuncias en general se persigue el bienestar físico, moral y espiritual.

Reconocemos que en algunas de estas prácticas, como la exposición al frío, se genera una exuberante explosión de adrenalina. Pero más allá de eso, podemos pensar que estas prácticas brindan algún tipo de orden allí donde no lo hay

En la sociedad, casi todo está reglado: desde cómo, cuánto y dónde comer. La estrechez de margen que se tiene para actuar en base a estos lineamientos (S1)  lo que termina produciendo es un S2, un saber. 

S1→ S2

S1→ S2

S1→ S2

S1→ S2

S1→ S2

Ahora, ¿Qué pasa si el abanico ante un S1 -sea la normativa que sea- fuera infinito? 

S1→ S2 (u opción a, b, c...)

Esta no es otra cosa que el capitalismo salvaje, donde las reglas del juego son reescritas permanentemente. Se trata de una relación distinta con la castración. En los sistemas más codificados o modelos más rígidos cualquiera sabe mejor a qué atenerse y eso hace un mundo más estable. Es lo que se ve en cualquier grupo de Alcohólicos Anónimos, por ejemplo: las reuniones empiezan de una determinada manera, se habla con cierta forma estereotipada, hay una determinada bibliografía y no otra.

La contracara a la estabilidad es el capitalismo salvaje, que es lo que por lo menos impera en la sociedad argentina: cada uno hace lo que quiere. Lamentablemente, el orden viene de la mano de la normatividad y lo que las sociedades más estables demuestran es que eso se ha logrado con una gran adherencia a las normas. 

No debemos extrañarnos que estas prácticas fueran la manera de ordenar algo, que de otra manera se volvería caótico, en el sentido de que estas prácticas sitúan una referencia: esto falta, esto no se puede, esto se hace a tal hora o de determinada manera. En la sociedad de la abundancia, las personas buscan la manera de recrear la falta. 

Más allá del tema social, tenemos estructuras clínicas que pueden beneficiarse de este tipo de ordenadores, a falta de otros que debieron ocurrir en tiempos primordiales. Por eso, cuando aparecen relatadas en el consultorio, uno no debería desarticularlas ni cuestionarlas inmediatamente sino hasta poder determinar qué función cumplen para ese sujeto, cuándo aparecieron, entre otras coordenadas.

lunes, 24 de agosto de 2020

La alimentación y el respeto por los tiempos del bebé

Una de las preocupaciones principales y más angustiantes de padres y cuidadores es si el bebé come bien, si tiene hambre, "si se llena", si crece.

Alimentarse es una necesidad básica, fundamental e indispensable para el desarrollo físico y cerebral. Pero no se trata exclusivamente nutricional: también es un asunto de vínculo. Cuando alimentamos al bebé desde sus primeros días, nos dan señales previas al llanto.

Por ejemplo, prestemos atención a la mirada del bebé. Desde que el bebé se prende a la teta o al biberón, ya sea con o sin dificultad, el bebé busca la mirada de quien lo alimenta. Sus ojos tienen hambre de ser mirados. Si lo interrumpen, el bebé se enoja, come y pausa. Mira a quien lo sostiene, lo descubre. El bebé come, traga, chupa, se agarra. Se duerme. A veces come y al ratito quiere hacerlo otra vez. Esto es totalmente normal. Un bebé puede tomarse 40 minutos o estar más tiempo ahí.

En el mejor de los casos, el adulto responde a la demanda de la necesidad del bebé respetando su ritmo con dedicación y mucha paciencia. Ahora, cuando el bebé empieza a comer sólidos, no sabemos darle el mismo tiempo. Nos asusta que se ahogue, no queremos que se manche, queremos que trague, que coma bien. Nuestra vida apurada hace que pasemos desde un alimento perfecto hacia "hacer lo que podemos"

Comer alimentos sólidos es un gran cambio, para los padres y para los bebés. Bueno sería si podemos incorporar al niño en la mesa familiar desde el inicio, si podemos elegir ese momento para entender sus pausas, su falta de ganas. Solo queda del lado del adulto tomarse el tiempo (¡Que siempre falta!) para dedicarle al bebé. Porque para el cachorro humano, comer es mucho más que alimentarse.