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jueves, 9 de enero de 2025

La Angustia: Entre el deseo y lo real en la clínica psicoanalítica

La angustia ocupa un lugar central y determinante en la clínica analítica. Durante un análisis, la dirección de la cura genera en el sujeto momentos de angustia, pues lo confronta con su posición de deseo y su vínculo con el Otro.

El deseo, carente de una respuesta última o un referente definitivo, genera angustia en el sujeto debido a su carácter de falta y las pérdidas que implica. En este sentido, Lacan define a la angustia como un afecto, un efecto del significante, pero con una particularidad crucial: es el único afecto que no engaña. Así, la angustia actúa como un signo de lo real en el sujeto.

Es un testimonio de aquello que no ha sido significantizado ni negativizado, lo que lleva a que su retorno tome la forma de lo que se presenta, no de lo que se representa. Por un lado, la angustia señala el deseo y es la única subjetivación posible del objeto a. Por otro lado, es un signo de lo real que enlaza al deseo con lo imposible, alejándolo de cualquier concepción hedonista al articularse con el más allá del principio del placer.

La Angustia: ¿Entre el Espejo y el Cuadro?

En su Seminario 10, Lacan sostiene que “hay una estructura de la angustia”, planteando la necesidad de considerar su marco estructural. Esto implica apartarla de una perspectiva fenomenológica o de su asociación con la espera, tal como propuso Freud. Lacan redefine la angustia como un corte, una noción que exige el uso de la topología para escribir ese límite y deslindar lo que escapa al significante.

La angustia, en tanto testimonio de un “vicio de estructura”, revela una falta o falla que el símbolo no logra suplir. Sin embargo, este imposible es también lo que otorga a la angustia su fecundidad, ya que abre un margen para el sujeto.

El espacio de la angustia puede entenderse a través de la tensión entre el espejo y el cuadro. El espejo, vinculado a lo especular y lo geométrico, cumple una función de velo. En contraste, el cuadro implica un recorte topológico relacionado con la mirada, lo que permite abordar la angustia desde el lugar del corte, más allá de lo especular.

Así, la angustia no solo es un punto de encuentro entre el deseo y lo real, sino que delimita un espacio en el que el sujeto puede situarse frente a lo irreductible, abriendo posibilidades de significación y margen de acción en el proceso analítico.

lunes, 28 de octubre de 2024

¿Qué es un cuadro?

En la novena clase del seminario 11, Lacan afirma: “La mirada es el objeto a en el campo de lo visible”.

Esta afirmación sugiere la simbolización de una falta, específicamente la falta del deseo. En este proceso, el menos phi, o el falo imaginario negativizado, cumple un rol central y tiene un valor instrumental en la estructura simbólica.

A partir de aquí y a lo largo del seminario (aunque también hay antecedentes en “La angustia”), Lacan explora los distintos enlaces que se forman entre el menos phi y el objeto a.

La frase inicial, al contraponer la mirada y lo visible, delimita dos campos distintos. Surge aquí una paradoja interesante: Lacan afirma que la mirada está fuera del campo escópico, pero el campo escópico no coincide con el campo de lo visible. Entonces, ¿qué implica esta exterioridad?

En lo escópico, el sujeto se convierte en objeto de la mirada, lo que justifica su definición y su función como “mancha”. Así, el sujeto es una “mancha” en tanto actúa como un atrapa-miradas, cumpliendo precisamente esta función.

A partir de esto, se vuelve esencial considerar un espacio topológico definido por el corte que traza un borde. Ese borde se constituye como una escritura, una escritura de fractura.

Hablar de fractura o fisura introduce algo más que la división simbólica del sujeto: implica un desajuste o ruptura en el propio sujeto, una divergencia. Esta ruptura se manifiesta en la repetición como Tyche, que hace evidente el desajuste en la praxis.

Inicialmente, el sujeto queda dividido por el efecto del significante; pero en una etapa posterior, emerge la dimensión real de esa división. Uno de los modos en que esta discrepancia se manifiesta podría ser la distancia entre el lugar donde el sujeto es observado y el punto donde se ofrece a ser visto, o la falta de correspondencia entre la angustia y el punto de angustia.