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viernes, 20 de junio de 2025

Pacientes con infección por hongos (caspa, tiña): ¿Qué hacer desde el psicoanálisis?

 Tanto la caspa (dermatitis seborreica) como la tiña (infección micótica) pueden verse como manifestaciones en la piel donde el cuerpo reacciona a algo que no encuentra otra vía de tramitación. Aunque tienen etiología médica clara (la tiña es micótica; la caspa suele implicar una respuesta inflamatoria a un hongo ya presente en el cuero cabelludo), no hay contradicción en pensar que su desencadenamiento y persistencia pueden estar modulados por lo psíquico.

La piel es una frontera simbólica entre el adentro y el afuera, y en muchas patologías cutáneas aparece como escenario de lo no dicho: lo que no puede descargarse en la palabra, se descarga en la piel. Esto puede pensarse tanto en términos de conversión, como en expresiones psicosomáticas o incluso de neurosis actual, según la línea teórica que se elija.

Pensándolo como neurosis actual

Freud diferencia las neurosis actuales (neurastenia, neurosis de angustia) de las psiconeurosis (histérica, fóbica, obsesiva), en que las primeras no poseen representaciones reprimidas, sino que son efecto de una mala tramitación de la excitación sexual, en términos de energía no elaborada ni simbolizada. En estos cuadros:

  • El síntoma es más del orden del cuerpo que del sentido.

  • Hay poca transferencia, poca historización y dificultad de asociación libre.

  • Se trata de descargas somáticas directas.

Podemos pensar que si la caspa o la tiña aparecen masivamente en momentos de estrés y sin una escena desencadenante claramente asociable a un conflicto simbólico, se puede hipotetizar que algo del orden de la neurosis actual o del fenómeno psicosomático está en juego.

Como varias veces hemos dicho, se trataría de armar una escena (construir un fantasma) sobre aquello que se presenta como actual para después armar un enigma acerca de ello (síntoma). Recordamos que la conceptualización de neurosis actual freudiana, hacia el final de su obra, es la de considerarlas como núcleo del síntoma psiconeurótico.

Como fenómeno psicosomático

Lacan abordó los fenómenos psicosomáticos con precaución, y sugirió que no deben confundirse con síntomas neuróticos. Se trataría de una respuesta del cuerpo allí donde el significante fracasa, donde el sujeto no logra anudarse a través de la metáfora del síntoma. El fenómeno psicosomático no se dirige al Otro, no interpela, no demanda interpretación: acontece como un agujero en el sentido.

Esto es muy claro en las patologías de la piel:

  • La caspa, por ejemplo, puede pensarse como un intento de eliminación de lo que sobra, de lo que el cuerpo ya no puede sostener.

  • La tiña, con su carácter invasivo y visible, puede estar ligada a vivencias de invasión, contacto hostil o contaminación simbólica.

En ambos casos, el analista puede formular la hipótesis de que en estos casos se trata de un desborde pulsional que no encontró vía simbólica ni de tramitación psíquica y se descarga en lo somático. El estrés podría actuar como desencadenante no específico, empujando a una zona del cuerpo a hacerse cargo del exceso de excitación. Para caso en particular, nos preguntamos:
👉¿Hay transferencia establecida o escasa? 
👉¿El paciente puede asociar libremente o no se abre el discurso?
👉¿El síntoma corporal se presenta como algo completamente ajeno al sentido? Es decir, si aparece como lo que Freud llamaba "síntomas de la angustia" de las neurosis actuales, que no son los síntomas analíticos.
👉¿Aparece el fenómeno ante una respuesta del cuerpo ante una desorganización libidinal evidente (duelo, separación, sobrecarga)?

Advertencia acerca la posición de Luis Chiozza
Finalmente, queremos hacer una crítica a la posición de Luis Chiozza, quien dentro del marco del psicoanálisis médico argentino de orientación psicosomática, ha hecho un extenso trabajo en relación a las enfermedades y su posible sentido simbólico, incluyendo muchas patologías dermatológicas.

Luis Chiozza se enmarca en una tradición psicosomática hermenéutica, donde se busca establecer una correspondencia simbólica específica entre la dolencia orgánica y un conflicto psíquico subyacente. A menudo, en sus obras, podemos encontrar afirmaciones del tipo:

En tal afección dermatológica se manifiesta un conflicto ligado al deseo de separarse del entorno materno, o
La piel, al inflamarse, expresa simbólicamente el sufrimiento por un límite vulnerado.

Si bien esta línea puede tener valor ilustrativo o inspirar intuiciones clínicas (como el desamparo o lo siniestro), desde una posición más rigurosa en términos de epistemología psicoanalítica, surgen objeciones importantes, como la tendencia a la psicologización del cuerpo.

Una crítica central es que Chiozza tiende a psicologizar los órganos, atribuyéndoles significados intencionales, como si el hígado, la piel o el estómago “quisieran decir algo”. Esta operación produce un exceso de sentido, lo cual es problemático para una clínica que, como la lacaniana, parte de que el síntoma no siempre es interpretable y que hay un real imposible de simbolizar.

En el caso concretos de fenómenos como las infecciones micóticas, Chiozza podría leerlos como expresiones metafóricas de un conflicto de contacto, de apego o de límites yoicos. Pero esto corre el riesgo de saturar de sentido algo que puede estar del lado de una descarga, de un acto, o incluso de un fenómeno sin sujeto, como lo es el fenómeno psicosomático.

Por otro lado, Chiozza supone una causalidad lineal entre emoción y órgano, cuestión que opera muchas veces con una lógica cuasi causalista simbólica, donde el estrés o la angustia generan determinada enfermedad en un órgano específico por una “coherencia simbólica”. Esto lo aleja de la clínica de la contingencia, tan cara a Freud y Lacan. El cuerpo no es una tabla sobre la que se inscriben directamente las emociones, sino que está atravesado por la opacidad del goce y la discontinuidad del significante.

De alguna manera, Chiozza reintroduce el modelo médico desde el reverso. Aunque Chiozza pretende humanizar la medicina, paradójicamente, reintroduce una forma médica del saber al postular un sentido universal del órgano. En ese marco, el analista aparece casi como un decodificador de mensajes biológicos. Esto lo aleja de la ética del psicoanálisis, que supone que no hay saber totalizante sobre el sujeto y que la verdad es siempre medio dicha, nunca plena ni definitiva.

En la clínica lacaniana, el síntoma no es “un mensaje que espera ser descifrado”, sino un modo singular de goce, muchas veces opaco. El fenómeno psicosomático, como respuesta directa del cuerpo, se ubica más allá del sentido y muestra un punto donde el significante fracasa. En este sentido, pensar en términos de “el cuerpo habla” puede ser una trampa semántica que omite lo esencial: que no todo es decible, y que hay un real que no retorna como mensaje sino como evento.

Podemos decir que Luis Chiozza ofrece una lectura rica y bienintencionada que busca tender puentes entre medicina y psicoanálisis, pero su marco interpretativo peca de sobreinterpretativo y universalizante. Además, no reconoce suficientemente el valor del vacío y del sin sentido en el síntoma. Por otro lado, reintroduce una forma de saber totalizante que va en contra del inconsciente como saber no sabido.

Desde una perspectiva lacaniana, sería más riguroso ubicar estos fenómenos no como “mensajes metafóricos del alma”, sino como modos de descarga del goce, fenómenos de borde donde el sujeto no logra articular significante y cuerpo, y donde se juega la posibilidad (o no) de anudamiento simbólico.

sábado, 21 de diciembre de 2024

Fenómenos psicosomáticos ¿Qué nos aporta el psicoanálisis para su tratamiento?

El fenómeno psicosomático consiste en una lesión producida en un órgano o un tejido, a la que no se le encuentra una causa orgánica.  Algunos ejemplos son_ asma, lupus, úlceras, alergias varias, psoriasis,  y otras afecciones de la piel.

El paciente sufre dicha lesión a la manera de un cuerpo extraño que se le impone, es decir, no puede otorgarle ningún tipo de sentido. El fenómeno psicosomático se caracteriza, entonces, por no representarle al sujeto ningún tipo de significación, que no sea la afección que sufre en el órgano.

El fenómeno psicosomático es diferente al síntoma, que se distingue -entre otros elementos- por interrogar al sujeto y hacerlo hablar. A los pacientes que padecen un fenómeno psicosomático, no se le ocurren asociaciones. Por ese motivo, la interpretación clásica analítica no es la vía para abordarlo, pues no causa eficacia clínica. 

¿Y por qué motivo el paciente no puede asociar con su padecimiento localizado en el órgano? Porque para esa problemática específica hay un déficit simbólico, en tanto que el fenómeno psicosomático representa para la vida de ese sujeto, lógicamente anterior al tiempo de la represión y, por ese motivo, no se constituyó como inconsciente. El fenómeno psicosomático no está en el campo de lo inconsciente. 

Que el fenómeno psicosomático quede por fuera del inconsciente explica, en principio, el hecho de que impacte al órgano en forma directa, lesionándolo. No hay una trama inconsciente (simbólica) que detenga dicho impacto. 

Todos los sujetos, cualquiera sea la estructura psíquica que lo constituya, puede tener una zona que no se someta al inconsciente y sus leyes: represión, vuelta de lo reprimido, asociaciones, desplazamientos, condensación.

Distinciones con el síntoma histérico

Síntoma histérico

Fenómeno psicosomático

Para su producción, actúan las leyes del inconsciente: represión, vuelta de lo reprimido, conversión. En su origen se halla la angustia -producto de un conflicto inconsciente- que, al no poder expresarse en palabras, lo hace sobre el cuerpo.

No forma parte de la trama inconsciente ni se rige por tales leyes. Se trata de algo que en la historia del sujeto quedó mudo, petrificado, sin movimiento alguno, como cuerpo extraño -fuera de la territorialidad del inconsciente- que ataca directamente al órgano.

No produce lesiones en el órgano. Lo que enferma es la representación del órgano, afectando a una función motora y/o sensorial.

Supone una lesión orgánica, un órgano enfermo. Por ejemplo: nos encontramos con pacientes con pieles dañadas, manchadas, órganos con úlceras, irrumpiendo en forma violenta, a nivel de lo real, a través del cuerpo.

Se adecúa y acomoda a la situación transferencial. El sujeto se ve interrogado por su síntoma, que lo hace hablar, y por este motivo -en muchas ocasiones- acude a la consulta.

No se presta fácilmente a la situación transferencial. El sujeto , generalmente llega a la consulta con frases tales como “Vengo porque me manda el médico”, “Hágame preguntas”. Resulta difícil la implicación subjetiva en tanto el inconsciente está fuera de juego.

El despliegue de la labor del analista en la clínica del fenómeno psicosomático es compleja y tiene una modalidad específica.

viernes, 3 de mayo de 2024

El Fenómeno Psicosomático ¿Por qué deja fuera el inconsciente?


¿Cómo se manifiesta el Fenómeno Psicosomático?

Es muy frecuente recibir en nuestra clínica consultas en donde la problemática sufriente es el Fenómeno Psicosomático. Este se manifiesta como: dolores físicos, fibromialgia, psoriasis, alergias varias, vitíligo, asma, cefaleas, úlceras, vómitos repetitivos, temblores “nerviosos”, entre tantas otras.


¿Cómo definimos el Fenómeno Psicosomático?

El Fenómeno Psicosomático se distingue por ser una lesión producida en un órgano o tejido, sin causa orgánica. Es una manifestación en el cuerpo de un montante pulsional, que no se halla enlazado a una representación de orden psíquico. Por este motivo, no puede traducirse en palabras, afecta y lastima directamente al órgano. El paciente, entonces, no le otorga un sentido,  lo padece -y mucho- a la manera de un cuerpo extraño.

 

¿Por qué el Fenómeno Psicosomático es distinto del Síntoma Histérico?: Claves Clínicas

En el Fenómeno Psicosomático, por no poder formar parte del entramado inconsciente, queda excluido del campo simbólico (es decir, de las palabras). Se trata de algo que en la historia del sujeto quedó mudo, petrificado, sin movimiento alguno, como un cuerpo extraño que ataca de forma cruda y violenta al órgano propiamente dicho (registro de lo real del cuerpo). 

En el Síntoma Histérico aquello que está en juego es la representación psíquica de alguna parte del cuerpo que, por estar reprimida, afecta a sus funciones motoras y/o sensoriales (registro de lo imaginario). Cuando se produce un síntoma histérico (contracturas, vómitos, mareos, temblores, hasta determinadas parálisis sin causa orgánica), en su origen se halla la angustia. Dicha angustia es producto de un conflicto inconsciente que, al no poder expresarse en palabras, lo hace sobre el cuerpo, sin dañar lo real del órgano (como ocurre en el Fenómeno Psicosomático).

El Fenómeno Psicosomático queda por fuera de la territorialidad inconsciente (campo simbólico, de la palabra). Quienes padecen de un Fenómeno Psicosomático no pueden producir asociaciones durante el tratamiento. Por lo tanto, la interpretación analítica clásica no les producirá a estos sujetos ninguna eficacia. Entonces, ¿cuáles son las intervenciones del analista cuando la palabra está suspendida y, en su lugar, aparece el “puro órgano”?


En esta particular y específica manifestación corresponde al organismo que se encontró con un sujeto imposibilitado de realizar una operación de construcción, que hubiera elevado el órgano comprometido en el Fenómeno Psicosomático a la categoría de “cuerpo”. 
 

¿Cómo interviene el analista ante el Fenómeno Psicosomático?

El analista tiene que hacer una operatoria que es tratar de ayudar al paciente a transformar aquello que afectó al órgano y se muestra (por ejemplo: manchas de la psoriasis, del vitiligo, irritaciones alérgicas) en una representación psíquica, es decir, inconsciente, para que pueda darle curso por medio de la palabra. 

 
¿Cómo hacerlo? 

La intervención clínica privilegiada para el tratamiento de los Fenómenos Psicosomático es la “Construcción en Psicoanálisis”. Ellas son las que permiten al psicoterapeuta hacer hipótesis, historizar junto al paciente su vida, lo que ha sido su historia, sus avatares. Poco a poco, se podrá ir involucrando en aquello que padece, acercándole cuidadosamente la idea de que su subjetividad está implicada en aquello que sufre. Así, tratamos de que el paciente pueda realizar el pasaje del mostrar los efectos del órgano dañado  a relatar una historia que involucre su padecimiento actual.

Las intervenciones están orientadas a “inventar un inconsciente”, invención que permite introducir una falta que descongela la fijeza del órgano, comprometido en el Fenómeno Psicosomático (vertiente real), para que se anude a un sentido (vertiente simbólica), que pueda configurarse como una atribución del propio sujeto –y no del Otro-, y a una intrincación dentro de la trama corporal (vertiente imaginaria). 

sábado, 12 de febrero de 2022

Lacan y el número

 Introducción

Para Lacan en el Seminario 11 (12), el concepto de representación requiere una introducción que lo lleva a Descartes y al cartesianismo. (clase XVII, El sujeto y el otro (II): La afanisis ) Repräsentanz remite a significante y Vorstellung a significación. La dialéctica del sujeto se instituye en una alienación fundamental, que provoca su afanisis.  Pero el seminario 11 avanza precisamente hacia la afirmación de una situación peculiar en la que no se produce la afanisis del sujeto: tal es el caso de la psicosomática.

 

En esta introducción Lacan ubica el “yo pienso” cartesiano como punto inaugural de lo que llama “el señuelo hegeliano”. Diferencia la duda de Descartes del escepticismo y afirma que el filósofo francés buscaba una certeza. Lo cita donde dice “tengo extremado deseo de distinguir lo verdadero de lo falso en mis actos”, y propone subrayar la palabra deseo. Lacan ironiza sobre la escuela de los jesuitas, en la que se educó Descartes, que son “obedientes como cadáveres” según las reglas de la orden de Ignacio de Loyola. Y agrega “hasta en este termino que intentan animar con el título de ciencias humanas, hay algo que llamaremos un cadáver en el armario”. Porque el deseo de certeza conduce a Descartes a la duda, y Lacan quiere captar una función esencial para el método investigador del inconsciente, señalando que la certeza no se puede considerar como adquirida, sinó como un punto de orientación. Cuando Descartes inaugura el concepto de la cogitación como una   certeza en el “yo pienso”, cree que ése es un saber, colocando el campo de estos saberes al nivel de Dios, como el sujeto que se supone saber. Las verdades eternas son eternas porque así las quiere Dios: si dos y dos son cuatro es simplemente porque así lo quiere Dios. El sujeto supuesto saber, en el análisis, es el analista. Que dos y dos son cuatro no es algo que sea evidente de por si sin la presencia de Dios. Descartes al mismo tiempo que introduce su geometría y su dióptrica, sustituye las letras mayúsculas por las minúsculas, a, b, c, etc., de su alfabeto. Las mayúsculas son las letras del alfabeto hebreo con las que Dios creé el mundo, y que tienen un reverso, correspondiendo a cada una un número. En cambio las letras minúsculas se intercambian porque no tienen número, y sólo el orden de las conmutaciones define su posición.

 

Citamos: “Para ilustrarles lo que hay de implicado en el número de la presencia del Otro bastaría, ¡por Dios!, con decirles que la serie de los números no podemos representarla más que introduciendo en ella el cero, de un modo más o menos larvado, ahora bien, el cero es la presencia del sujeto que, a ese nivel, totaliza.” “La psicosomática es algo que no es un significante, pero que, sin embargo, sólo es concebible en la medida que la inducción significante al nivel del sujeto ha transcurrido de un modo que no pone en juego la afanisis del sujeto”.

 Y agrega:

 “Querría hacerles notar, puesto que estoy en ese terreno, lo que está en cuestión en el reflejo condicionado. Del experimento pavloviano no se señala suficientemente que sólo es posible por cuanto es desmontable el ejercicio de una función biológica, es decir, de eso a lo que podemos aplicar la función unificante, totalizante, de la necesidad. Es desmontable porque más de un órgano interfiere en ella. Una vez que han hecho segregar a su perro ante un trozo de carne, lo que les  interesara a partir de ese momento es cortar la cosa con respecto a la segregación salivar y mostrar que ésta es articulable con algo que funciona como significante, ya que realizado por el experimentador- En otras palabras, el Otro está ahí”….”aquí el número interviene en calidad de frecuencia pura, en lo que podemos llamar, poniendo las cosas en su lugar, la serial pavloviana, a saber, que un animal condicionado a cien incitaciones visuales al segundo reaccióna a cien incitaciones auditivas al segundo”…. “el hecho de que el animal, sin aprendizaje, pase del cien de frecuencia en un registro al cien de frecuencia en otro, quizás nos permita llegar algo mas lejos en la estructura propiamente perceptiva”. (ibid,  pag.234-37)

 

La afanisis del sujeto

Volveremos sobre Pavlov, pero veamos antes el tema de la interrupción en la afanisis del sujeto. Para Lacan existe un primer par de signicantes, S1 y S2, que en su aparición instituyen la división y la alienación del sujeto. En realidad no hay sujeto sino en el campo del Otro, que es quién significa al ser en un acto fundante, como significante. Pero en este ser significado por el Otro, dice Lacan que la significación se reduce a ser un significante. El primer significante es el del rasgo unario y representa al sujeto ante el segundo, lo que produce la afanisis del sujeto. Va a ser sólo  Vorstellungs- rapraesentanz, es decir representante representativo. “Cuando en un lugar el sujeto aparece como sentido, en otro se manifiesta como desaparición”. El sujeto se aliena al inscribirse en el significante del campo del Otro, aunque en un segundo movimiento puede liberarse del efecto afanísico previo.

 

Nosotros entendemos que el concepto de alienación utilizado por Lacan remite a un sentido hegeliano que consiste en la condición de un sujeto que renuncia a ser tal al enajenar su esencia en un otro completo que posee la totalidad de sus carencias. La alienación puede ser positiva en cuyo caso crea al Otro, a su imagen y semejanza, pero completo, como el ser supremo de “El Porvenir de una Ilusión”. (10) En cambio en la alienación negativa el Otro crea un sujeto a su imagen y semejanza, pero desprovisto, carenciado y desvalido, como en el mito bíblico de la Creación. En cualquier caso el sujeto está desvanecido en ese Otro. ( Marx había retomado ese concepto en el primer capítulo de El Capital, señalando que al no ser propietarios de los medios de producción los sujetos quedaban alienados en su producto, convertidos en números, ya fuera como representantes del proletariado activo, o como “ejército de reserva”).  En cuanto a la palabra afanisis no fue utilizada por Hegel (11),  siendo Jones su introductor en el psicoanalisis  aunque con otro sentido.

 

De acuerdo a Lacan existe entonces una alienación fundante y necesaria para la constitución del sujeto y su afanisis, en la que se producen dos significantes, siendo el caso que uno representa al sujeto para el otro. Si esta circunstancia falla, la afanisis del sujeto queda interferida y quedará una soldadura entre ambos significantes, S1 y S2, constituyendo una holofrase. El fenómeno psicosomático es un ejemplo.

 

La inclusión del número en el tema de lo psicosomático fue ampliada mas tarde en 1975 ( Le Symptome), (13)  , señalando que “el cuerpo se deja escribir por algo que es del órden del número , que no implica la subjetivación del deseo, sino un conteo absoluto del goce”.

 

La holofrase

 

Al referirse a la holofrase,  Lacan advierte que su presentación se da en pacientes psicosomáticos, psicóticos y con retraso mental. David Maldavsky (16) señala la necesidad de precisar este concepto. Da como ejemplo de holofrases el suspiro quejumbroso del paciente melancólico, la palabra acto del trasgresor, o el neologismo del esquizofrénico, ejemplos todos en los que la condensación suelda múltiples pensamientos inconcientes. Las investiduras convergen a un punto de anudamiento fijo. Maldavsky cita a Stevens (1987) (29), para quién la holofrase no es una condensación y por lo tanto tampoco una metáfora, agregando entonces que  se deben diferenciar dos tipos. La condensación del lenguaje onírico o la del síntoma histérico corresponde a la reunión de identificaciones, es sustitutiva de un conjunto de términos diferenciados. En cambio la segunda forma “corresponde a un proceso inverso, al cual podría categorizar como la unidad anterior a la diversidad”. Maldavsky (ibid, pag. 41). En todo caso en el desarrollo psíquico los conceptos también son términos que llegan a condensar propiedades abstraidas como ontologías, en el movimiento de retorno de lo general a lo particular. En cambio la holofrase nunca remite a un concepto, pues no ha sobrepasado el nivel de lo particular. Evidentemente esta forma, propia de lo psicosomático, se refiere a un proceso mental mucho más arcaico, relacionado con etapas muy tempranas en la formación del preconciente. ( 8 )

 

Si relacionamos esta etapa con la carencia de palabras para designar estados afectivos, nos acercamos de algún modo a las concepciones de otros autores, que tienen puntos de partida  distintos, como Sifneos en 1973, (37),  Nemiah en 1978 (35),  o Mc. Dougall en 1982 (33), quienes hablaron de alexitimia.

 

Una concepción que sostiene puntos de contacto importantes con la recién mencionada es la de  Marty y M’Uuzan, (1962) (22) ,  y Marty (1975)(21) que describen un peculiar funcionamiento mental que denominan pensar operatorio, y que definen a partir de dos características :

 

1)      Carece de ligazón con una actividad fantasmática

2)      Reduplica siempre una acción.

 

Este pensamiento tiene poco o nulo simbolismo, se relaciona con situaciones tranquilizantes, por ejemplo, y supone a los otros con el mismo funcionamiento. Agregan un mecanismo que llaman de “seudodesplazamiento”, que consiste en la utilización de una palabra para designar otra sin analogía metafórica, como si sólo fuera importante descargar la tensión, siendo secundaria la claridad de la comunicación. Suponen entonces que la conexión entre preconciente e inconciente  se realiza en un nivel de mínima complejidad. Estos autores no hablaron del tema “numérico”, pero como curiosidad, señala Maldavsky que en uno de sus principales ejemplos clínicos la vida de fantasía estaba reemplazada por equivalentes de cantidades. ( 16 )

 

David Liberman es otro autor de referencia obligada en este tema.(14)  Señaló este psicoanalista argentino su intención de referirse en conjunto a un grupo de pacientes que engloban desde aquellos que presentan distintas enfermedades psicosomáticas, graves o leves, hasta otros que no registran trastornos somáticos pero que considera en riesgo grave de enfermedad o inclusive de muerte prematura. Se trata de personas que muestran una capacidad de adaptación a la realidad ambiental exagerada, es decir, “disociada de sus propias necesidades y posibilidades emocionales y corporales”. Considera el autor que presentan “Self Ambiental Sobreadaptado” en desmedro de un “ “Self Corporal Sojuzgado y Repudiado” que no ha logrado la articulación adecuada entre maduración y aprendizaje corporal.”  

 

Presentan un notable privilegio del rendimiento y del sometimiento a grandes exigencias, además de un compromiso con la realidad exterior que se acompaña de una ausencia de subjetividad. Llaman la atención la falta de contacto con su cuerpo y con sus emociones. Liberman definió también a estas personas como con un “padecimiento de cordura”. En estas personas el principio del realidad esta enfrentado al principio del placer repudiando el self corporal que no logra representación simbólica. Esta organización mental cuando se presenta estereotipada permite prever crisis somáticas graves, que pueden presentarse a pesar de su orgullo omnipotente y a veces jactancioso por su capacidad y no obstante sus ideales de elevado rendimiento productivo. En esta constelación “el síntoma somático toma el valor de una denuncia del grado masivo de postergación a la que el cuerpo ha sido y es sometido”. La unidad psicosomática está rota: “por eso pensamos que la denominación de enfermedad psicosomática no es feliz”. “Bajo su aparente ajuste a la realidad exterior y su privilegio del proceso secundario, oculta una carencia de sentido común: detrás del manifiesto deseo de vivir al máximo parece una fuerte pulsión fanática que le lleva a pagar por vivir aceleradamente el precio de una muerte prematura”.

 

Propone Liberman a partir de estas reflexiones que en este sistema de vida el objetivo del psicoanálisis es volver egodistónico al paciente para que el “código visceral” pueda transformarse en mensajes con significados, para captar la postergación a la que ha sometido su interioridad. Señala Liberman que aunque aparentemente son personas puntuales y sin dificultades espaciales se producen desajustes justamente cuando la sobreadaptación se rompe apareciendo períodos de torpeza e incluso de traumatofilia. Otra observación llamativa remite al cuerpo que parece un objeto molesto que dificulta la adaptación y que queda anulado “consideramos la sobreadaptación a la realidad exterior como una adaptación psicótica que se organiza sobre la fantasía de inmortalidad”.

Agrega que estos pacientes subordinan su vida a un ideal del yo tiránico, con muchos puntos de contacto con el modelo cultural del “Self Made Man”. ( ibid.) Maldavsky agrega a la descripción de Liberman un discurso de tipo catártico, sobre el que volveremos, en el que es notable el privilegio de la función de descarga tensional. ( 16  )

 

En algunos casos de nuestra clínica, fue ostensible la combinación de la descarga catártica en sesión, con otras observaciones, que pudimos realizar y catalogar precisamente advertidos a partir de algunos trabajos de David Maldavsky.(15) (16) (17)  Nos referimos a la queja de “estar a merced de un loco”, o de “un especulador que obtiene ganancias con mi esfuerzo” ( nosotros diríamos “con su descarga pulsional”), y a “la mentira ante otro para evitar su sufrimiento”.  

 

Un ejemplo clínico  

 

Carlos es un paciente sumamente obeso, profesional, con serias exigencias económicas familiares, que consulta por consejo de su médico clínico, quién está alarmado por la gravedad de su hipertensión y la intensidad de su sobrepeso. Carlos vive sumando actividades en un ritmo de frenética aceleración desde adolescente, aunque no parece cuestionarse su vértigo, que tiene muy naturalizado. Su relato siempre desemboca en los pormenores de su trabajo, aunque tras señalarle la necesidad de conectarse más con sus problemas de salud comenzó a utilizar números de manera evidente, refiriendo de entrada las cifras de su presión arterial, de su peso controlado cotidianamente, y de la cantidad de alimentos que había ingerido. Su meta consistía en un rendimiento económico que sostenía desde muy joven, tratando de desmentir la crisis económica de su casa tras la temprana muerte de su padre. Relataba que a su madre se le debían "ocultar" los problemas económicos familiares porque "se enloquecía". Esta trama se repitió con su mujer, de su misma profesión, y de similar especialidad, realizando ambos el mismo trabajo. Sus relatos tendían a dar cuenta de su peso del día, de su presión arterial, de la cantidad de trabajos que había realizado y sus correspondientes ganancias, de las deudas que aumentaba o reducía por momentos. Este discurso producía una sensación de aceleración monótona y repetida, que a veces nos inducía un efecto de tedio o de aletargamiento. A algunos señalamientos que se dirigían a indagar más en su subjetividad respondía con manifestaciones de furia, generalmente contra el sistema médico para el que trabajaba, o también a veces autoreprochándose su estilo de trabajo. Este consistía en concurrir a domicilios para controlar trabajadores ausentes de sus tareas, cobrando a tanto por domicilio. Su jornada comenzaba preparando itinerarios en un mapa, hecho con el que estaba familiarizado porque cuando era estudiante optimizaba su concurrencia a los trabajos prácticos con quioscos que controlaba simultáneamente con su asistencia a los mismos. Argüía que se había acostumbrado a este tipo de trabajo por las necesidades económicas de su madre tras el fallecimiento de su papá. Decía: “Las depresiones la enloquecían y yo no tenía más remedio”, él debía desmentir las carencias para resguardar la cordura familiar.   

Transcurrido un tiempo de tratamiento que parecía progresar, se presentó de pronto comentando que había pasado por una agencia de automóviles, y había comprado un par, de un modelo caro y confortable, para su mujer y para él, “porque en su trabajo los rompían mucho”. Las cuotas eran abrumadoras, y dejó el tratamiento, a pesar de la evidencia de que había realizado la producción de otro especulador a cuyos intereses debía someterse. Frente a algunos intentos de mostrarle la reacción terapéutica negativa insistió en sus argumentos, agregando con inconsistencia que había mejorado mucho y que iba a continuar el tratamiento más adelante.

 

El caso es por demás ilustrativo, porque a partir del discurso numérico desplegó casi todos los fenómenos descriptos en esta clínica.

 

1)      Debía esforzarse para sostener una mentira ante una persona para evitarle un sufrimiento.

2)      Esta persona se deprimía de tal modo que la mentira resguardaba también su cordura.

3)      La mentira era sostenida mediante un esfuerzo desmedido.

4)      La lógica peculiar con que realizaba dicho esfuerzo mostraba que estaba al servicio de su descarga pulsional.

5)      Utilizaba un pensamiento operatorio.

6)      Utilizaba un discurso numérico.

7)      No podía discriminar sus sentimientos.

 

 

 

La conciencia primordial

 

David Maldavsky trabajó sobre estas referencias de Lacan al número junto a algunas otras consideraciones bibliográficas como la base para una hipótesis global acerca de una perturbación de la conciencia primordial, en la que se pierde la cualificación, es decir, el registro de afectos y matices sensoriales, problema que afecta fundamentalmente a las enfermedades psicosomáticas, las adicciones, las epilepsias, agregando neurosis traumáticas, traumatofilia, autismo, promiscuidad e infecciones grupales como el sida. ( 15,16,17 )

 

Esta agrupación de patologías, no fenoménica sino etiológica, había sido adelantada en su libro de 1992: “Teoría y clínica de los procesos tóxicos”, (16) señalando que un conjunto de pacientes presentan una particular manera de registrar los estímulos mundanos como impactos, otros como una especie de inmersión viscosa, y otros como tendientes a captar frecuencias cuantitativas más que cualidades diferenciales. Llama la atención además que muchas de estas personas captan estados orgánicos ajenos, y pueden presentar estados de somnolencia, de tipo hipnoide. Recordó el autor que Freud en 1918 decía respecto del hombre de los lobos que éste se quejaba de tener un velo ante los ojos, como referencia a un estado crepuscular o estrechamiento de conciencia. ( 10 )

 

Algunos de los investigadores mencionados por este autor son Tustin ( 29)  que en 1990 publicó su hipótesis de percepciones autoengendradas que darían forma a un mundo sensible particular. Y Donald Meltzer (24)  que en 1973 señaló un “mundo unidimensional” sin afectos ni tiempos, que categorizaba las percepciones como estímulos excitantes o de tranquilización.

 

 

Señala Maldavsky que aparte de sus propios desarrollos dando cabida al número en la teoría, sólo  otros dos investigadores trabajaron el tema: uno fue Lacan, que como hemos señalado en otro lugar, toma un ejemplo de Pavlov para referirse a un mundo sensorial descualificado, sin elementos diferenciales como las frecuencias y los períodos.

 

Y por otra parte Tustin 29, que  en consideraciones acerca de pacientes autistas señala con énfasis el autoengendramiento de sensaciones monótonas y no diferenciadas, como los números con los que un paciente puede revestir procesos hipnóticos.

 

Agrega Maldavsky que en la hipnosis, bajo la orden poshipnótica y con una percepción sin conciencia, un paciente puede temer entregar sus bienes al mismo hipnotizador o a otras personas. En las condiciones comunes de la transferencia esta situación no es imaginaria, existiendo en la jurisprudencia de nuestro pais algunos antecedentes penales de este tipo de sucesos.  Lo importante es, como lo señala Maldavsky, que estos pacientes se suponen a merced de las cuentas realizadas por un especulador. Señala  además que la autohipnosis constituye un caso especial en el que  coinciden actividad y pasividad.

 

Tustin (30) se refiere a pacientes que parecen envolverse en sus propias sensaciones corporales autoengendradas como si crearan “una cobertura protectora propia” “una encapsulación dura como un cascarón” (pág. 33 Tustin). Estas sensaciones anulan la conciencia reforzando el rechazo hacia la la realidad consensual. La autora se refiere al registro táctil de objetos duros y a la motricidad monótona del tipo de hamacarse o producir movimientos autocalmantes.

 

Acerca de algunas referencias de Lacan  sobre las investigaciones de Pavlov.

 

Las consideraciones de Lacan en el seminario 11 sobre las experiencias de Pavlov proponen la equivalencia de frecuencias, es decir de cantidades o números, en estímulos de distinta categoría, como sonidos y luces intermitentes, produciendo similares efectos. En realidad, revisando los experimentos de Pavlov (26) no hallamos un  protocolo exactamente como el que él describe, pero hay otros que pueden asimilarse, con algunas reflexiones destinadas de todos modos a subrayar el tema de la cantidad y el número.

 

1) Por de pronto Pavlov lograba producir goteo gástrico creando reflejos condicionados con  un estímulo determinado, pero a veces comprobaba un fenómeno que llamaba de propagación del proceso de excitación, cuando se producía el goteo mediante estímulos distintos al original. En sus propios trabajos los animales son excitados por propiedades que no son indispensables para la función de las glándulas salivales y aún por algunas sólo circunstanciales. En varios experimentos le era posible crear un reflejo en el que un estado de excitación producía el mismo goteo, aunque su provocación se originara en distintas fuentes.

 

2) Si el reflejo condicionado se había creado a una frecuencia, y luego se aplicaba un estímulo afín pero de otra frecuencia, el goteo se producía de la misma manera. El perro no registraba diferencia. Esta experiencia puede asimilarse al reconocimiento de los pasos del dueño, aunque éste camine más rápido o más lento.

 

3) Ahora bién, si en la experiencia anterior se reforzaba el primer reflejo, por ejemplo con alimento, a una frecuencia de 100. Y luego, al aplicar una frecuencia de 120 no se ofrecía el alimento, esta circunstancia anulaba el refuerzo: entonces la frecuencia de 120 se tornaba inhibitoria, demostrando que la diferencia numérica se tornaba significativa. (26) pag. 57,58. Este experimento se asimila a un perro que convive con varias personas, reconociendo los pasos de quien lo alimenta.  

 

 

Con pequeñas diferencias estamos en la misma observación que la de Lacan. Es decir:

1) Una magnitud de excitación suficiente produce reacciones corporales, inespecíficas y específicas.  2) Una frecuencia, un ritmo, o un período, puede dejar una asociación en el sistema nervioso que inerva la totalidad de la organización corporal.

En la experimentación fisiológica se articulan habitualmente dos factores cuantitativos, 1) una cantidad, Q, que en última instancia es la magnitud de excitación, y 2) un factor temporal. A partir de la combinación de ambos factores se conforma la concepción freudiana de la transmisión nerviosa por períodos discretos.

 

Advertimos un puente, creado por la cita de Lacan, entre el papel de las magnitudes y de los traumas por sumación. En efecto la magnitud de la excitación debe alcanzar cierto umbral mínimo para provocar una reacción, aunque se la sostenga por un tiempo indefinido. En neurofisiología esta magnitud es denominada reobase.  En cuanto al factor temporal, se denomina cronaxia, y se define como el mínimo tiempo necesario para que un estímulo sea eficaz con una magnitud de energía igual al doble de la reobase.

 

Para terminar, Maldavsky propuso explicar el fenómeno del especulador proyectado mediante la teoría de Breuer, aceptada por Freud, del estado hipnoide. (10) Este fenómeno implica una posición pasiva frente a un hipnotizador, como un personaje que sustrae cantidades que pertenecen al hipnotizado, aprovechando su conciencia crepuscular. Respecto de este tema, en la obra del gran fisiólogo ruso se encuentra una interesante conferencia referida a la hipnosis animal, en la que se remite al factor cuantitativo.

 

Dice Pavlov en 1919, (Ibid.)  pag.55.: “…ante una fuerza enorme ( factor cuantitativo), el animal no tiene salvación en la lucha ni en la huida, la posibilidad de permanecer íntegro reside en la inmovilidad o en pasar inadvertido” .  …. “Las excitaciones de intensidad considerable o de carácter desusado provocan ante todo una rápida inhibición refleja de las regiones motoras de la corteza que dirigen los movimientos voluntarios”… “desaparecen todos los reflejos y el animal entra en un estado de pasividad, de sueño, con relajamiento general de la musculatura”. Pocas páginas después Pavlov cita a Janet, quien había trabajado sobre los estados crepusculares, a los que  a diferencia de Freud y Breuer, concebía como estrechamientos de la conciencia.

 

La aplicación en el ADL

 

El concepto de pulsión fue descrito por su autor como un límite entre lo somático y lo psíquico. Las pulsiones tienen una fuente, una meta, una carga y un objeto. Las zonas erógenas constituyen la fuente pulsional. El complemento de la teoría de la erogeneidad y la regresión es el concepto de fijación.

 

Para Freud las erogeneidades coexisten en cada sujeto, aunque en mayor o menor grado, y se manifiestan en el lenguaje. Su peso específico depende de la magnitud de las fijaciones correspondientes. Al mismo tiempo, la teoría de las defensas implica la acción de éstas sobre las erogeneidades, atenuando la descarga de los impulsos. En otros casos, las defensas actúan sobre la percepción de la realidad circundante, o sobre la instancia paterna. Esta compleja trama de impulsos pulsionales, percepciones e ideales en interacción con defensas se manifiesta a través de las transformaciones que éstas inducen en el sistema preconciente y sus manifestaciones en el lenguaje. Las organizaciones mentales caracterizadas por presentar la acción transformadora de las defensas sobre una erogeneidad fueron llamadas corrientes psíquicas por Freud, y dan cuenta del conflicto del yo adoptando posiciones frente a las pulsiones, la realidad o el superyó, agregando Maldavsky una posición frente al cuerpo como sede de las descargas de afecto. El análisis de las defensas se basa en la consideración de las mismas como destinos de la pulsión.

 

El método algorítmico propone estudiar el relato, al modo de la narratología de Propp, describiendo en las narraciones una secuencia tipo de cinco escenas, integrada por un estado inicial, al que le suceden tres transformaciones, y un estado final. La primera escena corresponde al estado de equilibrio inicial. Luego las tres transformaciones que mencionamos se corresponden metafórica y secuencialmente con las protofantasías que Freud describió como de seducción o aparición del deseo, escena primaria o de consumación, y de castración o consecuencia directa. Por fin, en la quinta y última escena se presenta como resultado el estado final, que puede ser eufórico o disfórico. En cuanto a la clasificación general se basa en la teoría de las fijaciones, y consiste en siete relatos prototipo, correspondientes a las fijaciones a la erogeneidad descriptas por Freud y Abraham, a las que se agrega la libido intrasomática, una erogeneidad desarrollada por David Maldavsky a partir de las teorías freudianas,  pero profundizando algunos desarrollos de Lacan acerca de los  mecanismos cuantitativos. El esquema presenta gráficamente las secuencias narrativas de los lenguajes del erotismo, y dentro de las secuencias, es posible considerar las relaciones entre el narrador y actantes definidos  como protagonistas del relato, dando lugar a posicionamientos que permiten diagnosticar también las defensas en juego. A grandes rasgos esta técnica se complementa con el análisis de las redes de palabras, las estructuras frase, los procedimientos retóricos y los componentes paraverbales.

 

Una ventaja técnica del algoritmo es que para las palabras puede aplicarse fácilmente un programa de computación estadístico. Este programa es auxiliar y puede coincidir o no con la hegemonía lógica, que requiere una manualización y un mayor entrenamiento. La influencia del tema numérico que estamos considerando se presenta con mayor claridad si prestamos atención al cuadro siguiente, de secuencias narrativas, en el que los relatos correspondientes a la fijación a la libido intrasomática se relacionan claramente con ideales de rendimiento y especulación. (En este caso la especulación frecuentemente es proyectada en un explotador que se enriquece con el producto de sus descargas pulsionales)

 

Prestando atención al lenguaje de la libido intrasomática observamos que el estado de equilibrio inicial remite a un equilibrio cuantitativo, de tensiones. En general en las secuencias narrativas este equilibrio se fractura con la aparición del deseo, pero éste en este caso pone en evidencia el ideal de rendimiento característico de esta fijación. En el material clínico con que ilustramos este escrito se evidencian estas características..

 

Conclusiones

 

Las referencias de Lacan a lo psicosomático fueron trabajadas en su seminario 11, articuladas con la teoría de la soldadura de los significantes S1 y S2, que interfería con la afanisis del sujeto, y mencionando también trabajos de Pavlov sobre el papel del número en el cuerpo biológico. A partir de estas ideas de Lacan otros autores abordaron el tema profundizando en las cantidades como un concepto previo a las cualificaciones psíquicas. De la misma estirpe son desarrollos teóricos como el de la sobreadaptación, la alexitimia, la desestimación del afecto, la holofrase, el doble numérico, la posición pasiva frente a un especulador, la locura proyectada y otros.  En el Algoritmo David Liberman el análisis del lenguaje característico de la libido intrasomática ha sido desarrollado siguiendo estas líneas teóricas.  

 

 

Bibliografía

 

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Fuente: Dr. Osvaldo Bodni "Lacan contemporáneo"