No basta con reconocer la importancia clínica del corte, tanto en su dimensión fundante como en sus efectos interpretativos. Por ello, Lacan se embarca en la búsqueda de un recurso que posibilite su escritura.
En un primer momento, plantea un abordaje lógico del problema a través de las fórmulas del fantasma y la pulsión. Destaca aquí el valor del losange, un operador que permite escribir un borde al articular lógicamente las operaciones de alienación y separación.
Dentro de esta lógica, Lacan introduce una reflexión novedosa sobre la función del vel (o). En términos lógicos, el vel es una conjunción disyuntiva, es decir, una elección mediada por un “o” que puede adoptar dos formas:
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Elección exclusiva: Se elige entre una opción u otra, perdiendo necesariamente uno de los términos.
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Elección inclusiva: Ambas opciones pueden darse, aunque no simultáneamente.
Sin embargo, Lacan introduce una tercera posibilidad: el vel alienante. En este caso, la elección opera como una reunión, en la que uno de los términos se conserva porque el otro ya está perdido.
Así, la decisión fundamental es entre ser o sentido. Pero el ser ya ha sido perdido por efecto del significante, por lo que el sujeto solo puede optar entre conservar el sentido o perderlo todo. Sin embargo, el sentido que se mantiene siempre estará atravesado por el sinsentido que constituye el inconsciente.
En este proceso, el sujeto no puede sino devenir dividido, un ser en falta que nunca logra su propia síntesis. Con el losange, Lacan logra escribir lo que se pierde en el devenir del sujeto, conectándolo con la libido freudiana, pero reconsiderada topológicamente en términos de lo ultraplano.
En este marco, la pregunta inevitable es: ¿qué es el cuerpo aquí?