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viernes, 29 de septiembre de 2023

Los efectos de la música en el cerebro

 El impacto de la música en el cerebro ha sido objeto de numerosas investigaciones científicas que han revelado fascinantes descubrimientos sobre cómo la música afecta nuestra mente y nuestro cuerpo. La música tiene el poder de evocar emociones, mejorar nuestro estado de ánimo y, en general, enriquecer nuestras vidas. Estos efectos no son simplemente subjetivos, sino que están respaldados por evidencia científica.



En primer lugar, se ha demostrado que escuchar música activa múltiples áreas del cerebro. Los estudios de neuroimagen han revelado que la música estimula la corteza auditiva, que procesa el sonido, así como regiones implicadas en la emoción y la memoria, como el hipocampo y la amígdala.

Además, la música activa la liberación de dopamina, un neurotransmisor asociado con el placer y la recompensa, lo que explica por qué nos sentimos bien cuando escuchamos nuestra música favorita.

La música también tiene un impacto en el desarrollo cerebral. La exposición temprana a la música y la práctica musical se han relacionado con mejoras en habilidades cognitivas, como la memoria, la atención y la capacidad de resolución de problemas.

Un estudio publicado en la revista Nature mostró que los niños que recibieron educación musical durante un año tuvieron un mayor desarrollo de la corteza auditiva y prefrontal en comparación con aquellos que no recibieron dicha educación.

Además, la música puede tener efectos terapéuticos. La musicoterapia se utiliza para tratar una amplia variedad de trastornos, incluyendo el estrés, la depresión y el dolor crónico. La música puede ayudar a reducir los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y aumentar la producción de endorfinas, que son sustancias químicas asociadas con el bienestar y el alivio del dolor.

En resumen, la música tiene un impacto profundo en el cerebro. Desde la activación de múltiples áreas cerebrales hasta la mejora de habilidades cognitivas y los efectos terapéuticos, la música ejerce una influencia significativa en nuestras vidas.

Estos hallazgos respaldan la importancia de la música en la educación, la salud y el bienestar emocional. Así que la próxima vez que escuches tu canción favorita, recuerda que no solo te hace sentir bien, sino que también está generando cambios positivos en tu cerebro.

Más información:

Salimpoor, V. N., Benovoy, M., Larcher, K., Dagher, A., & Zatorre, R. J. (2011). Anatomically distinct dopamine release during anticipation and experience of peak emotion to music. Nature Neuroscience, 14(2), 257-262.

Schlaug, G., Norton, A., Overy, K., & Winner, E. (2005). Effects of music training on the child's brain and cognitive development. Annals of the New York Academy of Sciences, 1060(1), 219-230.

Thoma, M. V., La Marca, R., Brönnimann, R., Finkel, L., Ehlert, U., & Nater, U. M. (2013). The effect of music on the human stress response. PLoS ONE, 8(8b), e70156.

Koelsch, S. (2014). Brain correlates of music-evoked emotions. Nature Reviews Neuroscience, 15(3), 170-180.

lunes, 16 de noviembre de 2020

La organización de la psicopatología psicoanalítica: Psicosomática

Nuestra última parada en la organización de la psicopatología psicoanalítica es la psicosomática. Si bien Freud no habló de psicosomática, hay un concepto que nos interesa: el afecto. La pulsión también es un concepto psicosomático, pues se trata de energía corporal que adquiere lugar psíquico al unirse a una representación, que justamente será representación pulsional y hallará lugar en el inconsciente. El inconciente está lleno de representaciones que son embajadoras de fuerzas corporales. 

Desde La interpretación de los sueños Freud habla de clave de afectos, que significa que los afectos primarios tienen descarga somática. Esto Freud lo retoma en Inhibición, síntoma y angustia cuando da la definición definitiva de la angustia. La angustia tiene descarga somática y Freud sostendrá que todos los afectos básicos tienen esta características. Los afectos básicos son sensaciones psíquicas que tienen descarga de una clave corporal. Esto ya está refrendado por neurobiólogos y Freud los llamó recuerdos filogenéticos, porque son reacciones antiguas que heredamos como humanos.

Un ejemplo es que al nacer, nuestra primera reaccion es la angustia de nacimiento. O sea, apenas se nos rompe la homeostasis al nacer, lloramos y nos angustiamos.

La relación entre el aparato psíquico y el cuerpo

¿Cómo es un afecto, cómo se estructura y cuál es su dinámica? La psicosomática no es un campo que Freud haya explorado. Usar teoría freudiana es utilizar su paradigma, con sus categorías, y no solo citarlo. Seguir a Freud no implica seguir todo lo que dijo; sino producir con las categorías que él produjo. Cuando un físico trabaja, no citan a Einstein o a Hawkings, sino que utilizan sus categorías. 

Freud no utiliza el término psicosomática, pero tiene dos categorías interesantes, aunque todo el aparato psíquico es un articulador entre el cuerpo y lo psicosocial. Estas dos categorías son la pulsión y el afecto. 

La pulsión es la embajadora de fuerzas corporales que se representan, en primera instancia, en las Vorstellungsrepräsentanz. Actualmente las neurociencias conocen cuáles son las hormonas o factores biológicos que inciden en el deseo sexual. Hay posibilidades de hacer engarces entre el psicoanálisis y las neurociencias. Esto no quiere decir que el psicoanálisis se valide por medio de las neurociencias ni transformar al psicoanálisis en una psiconeurobiología. Simplemente quiere decir que los psicoanalistas no pueden hacerse los distraídos con los avances de la ciencia que bordean las categorías psicoanalíticas.

El afecto es otra categoría que tiene anclaje en el cuerpo. Freud tiene una teoría del afecto a través de su teoría de la angustia en Inhibición, síntoma y angustia. Freud desarrolló tres teorías de la angustia:

1.- La teoría tóxica, de que la libido no procesada psíquicamente se volvía tóxica y se transformaba en angustia.

2.- La teoría de la metapsicología, que es parecida, pero que ya implica al aparato psíquico y que no es la primera. Aquí, la libido reprimida en el inconsciente se transforma en angustia. 

3.- La teoría de Inhibición, síntoma y angustia, donde la angustia es un afecto primigenio, donde Freud enuncia una teoría general de los afectos. Los afectos básicos, según Freud, son filogenéticos. La angustia es una manera primitiva de reaccionar ante situaciones de peligro, que hemos heredado. Las neurociencias han corroborado esto, es lo que conocen reacción de alarma o estrés que se evidencia en el miedo, la angustia y la ansiedad. Estas tres se pueden diferenciar, pero básicamente corresponden a esos tipos de afecto.

Freud dijo que el afecto tenía una clave somática, es decir, una reacción corporal que es decodificada psíquicamente como vivencia-afecto. Esto es totalmente corroborado por los estudios de las neurociencias y especificados. Por ejemplo, la vivencia de estrés tiene toda una descarga de neurotransmisores y hormonas que hoy podemos especificar. El afecto tiene una estructura tripartita que coincide totalmente con la idea de clave de afecto de Freud.

1- Estímulo emocionalmente competente para producir afecto. Produce un disparo de la amígdala de la clave de afecto.

2. Descarga neurovegetativa en el cuerpo. Aquí encontramos la clave de afecto de Freud.

Inervaciones neurosecretoras: hormona liberadora de corticotropina (CRH). Disparo en hipófisis, secreción de adrenocorticopropina (ACTH). Estimulación de glándulas suprarrenales. Secreción de hormona cortisol.

3. Información de la descarga neurovegetativa en la consciencia, que es lo que llamamos afecto para Freud, en descarga y vivencia afectiva.

Consciencia del afecto percibido: angustia, sobresalto, alarma, angustia, miedo, ataque de pánico. El feedback de la descarga es la clave de afecto en corteza sensorial. Descarga en Cc. Procesamiento representacional de la clave de afecto, mayoritariamente por sistemas secundarios: yo R.D. y Superyó. 

Esto tres constituyen el desarrollo de afecto y el tercer piunto es lo que llamamos afecto. El afecto, en si mismo no es investidura, pero la potencialidad de las investiduras de iniciar el disparo es cuota de afecto potencial de afecto. No debemos confundir investidura con cuota de afecto o desarrollo de afecto. 

La investidura es la capacidad de la representación de producir trabajo. Es la energética de la representación.

Cuota de afecto es la capacidad de la representación de producir desarrollo de afecto. Es una capacidad de la investidura. 

Por ejemplo, tenemos la representación "mamá". "Mamá" es una investidura, que tiene una cuota de afecto. Es decir, tiene la capacidad de desarrollar ciertas emociones. Entonces, no solo la capacidad de desarrollar ciertas emociones (por su cuota de afecto), sino de producir ciertos trabajos en la mente (por su investidura). El desarrollo de afecto proviene de la cuota de afecto y la cuota de afecto proviene de la investidura. 

La cuota de afecto puede ser inconsciente. Para Freud, las representaciones inconscientes solo tienen cuota de afecto. La pulsión tiene empuje (drang) y cuota de afecto. El empuje es la investidura, que en la pulsión se llama empuje porque es se trata de una investidura compulsiva.

Los afectos se conocen, pero el sujeto puede desconocer qué activó esa cadena de desarrollo afectivo. Una cosa es la cuota de afecto (tanto de la representación como de la pulsión) y otra es el afecto en tanto la estructura tripartita que estamos viendo. Cuando esta estructura es completa, hablamos de desarrollo de afecto.

La Vorstellungsrepräsentanz tiene como uno de sus componentes al afecto, diferente del drang (empuje) que es la potencia de su investidura. 

Ahora, la estructura tripartita del afecto puede ampliarse.

1) Disparo o estímulo emocionalmente competente. Se pueden conocer muchos desencadenantes representacionales, pero en el caso de la angustia, todas las fuentes representacionales disparan un nivel cerebral que del que hoy conocemos bastante: la amígdala.

2) Descarga neurovegetativa en el cuerpo. La inervación neurosecretora freudiana. Es la descarga amígdala-hipófisis-suprarrenales conocida como estrés. Es un nombre que designamos para el núcleo angustia-miedo-rabia. En suprarrenales, la angustia produce la hormona cortisol, la que asciende al cerebro.

3) Recepción de la información de la descarga por el cerebro inscripto o aparato psíquico. La información se dirige a consciencia, pero para eso tiene que atravesar gran variedad de representaciones; entre ellas a las preconscientes, dado que la consciencia adulta normal es consciencia cogitativa secundaria dependiente del yo de realidad definitivo y del superyó-ideal del yo.

4) Procesamiento representacional de la descarga neurovegetativa. Las representaciones no expresan, sino que transforman y procesan. Tramitan a la descarga neurovegetativa, dándole un baño de significaciones que la torna fenómeno psíquico, así como la longitud de onda se transforma en el rojo psíquico.

5) Descarga en consciencia. Es el afecto propiamente dicho.

Esto es importante de conocer para poder entender por qué y cómo tratar enfermos psicosomáticos. Es decir, los mismos neurobiólogos dicen que la descarga somática recibe un baño de significaciones para su descarga final en consciencia. Pese a que esta descarga somática se puede modular con psicofármacos, el psicoanalista apunta a otro lugar: a ese baño de significaciones, que se modula con palabras. Es por esto que no hay que pelearse psicoanalistas vs. psiquiatras, porque en algunos casos habrá que medicar. Sin embargo, el psicoanalista incide en el baño de significaciones que incide en la descarga somática. 

Gracias a la incidencia del psiquismo sobre el cuerpo, se pueden modular las descargas de angustia en los ataques de pánico, por ejemplo. Los mismos neurocientíficos entienden que esta descarga recibe un baño de significaciones. 

Freud dejó un concepto sumamente importante al hablar del afecto de la angustia en Inhibición, síntoma y angustia, que nos permite hoy hacer esta articulación con las neurociencias y mostrarnos dónde un psicoanalista incide con el enfermo psicosomático.

No obstante, quizá no todas las psicomáticas obedezcan a la deformación de la clave de afecto. Es posible que haya otras determinantes, pero quienes han estudiado psicosomática suelen estar de acuerdo en que la deformación de la clave de afecto tiene mucho que ver en la determinación del síntoma psicomático. 

En los psicomáticos hay un síntoma primario que es la alexitimia: suelen presentar dificultades en la expresión de los afectos y también en la propia sensación afectiva. Es decir, no tienen la sensación se algunos o muchos afectos. Alexitimia, justamente, es no poder leer ni sentir determinados afectos. En esto están de acuerdo casi todos los estudiosos de la psicomática.

La Escuela de Psicosomática de París planteó otro aspecto bastante notable en este tipo de pacientes: un preconsciente operatorio. Es decir, tienen un preconsciente aparentemente normal, pero desafectivizado. Por eso lo llaman operatorio. Piensan realísticamente, pero en algo fallan al ser un preconsciente un poco máquina.

La psicomática se ubica, justamente, en una falla en la clave de afecto. En el caso del estrés y el cortisol, sobrecarga el corazón dando lugar a hipertensión, o a problemas gástricos por la retirada de la sangre hacia las extremidades. Muchos síntomas psicomáticos se explican perfectamente por la descarga deformada de la descarga de estrés. En lugar de sentir miedo, angustia o rabia, el paciente solo siente problemas estomacales o hipertensión.

El síntoma psicomático implica la deformación del afecto. La alexitimia no solo implica una lectura de los afectos, sino que implica una deformación de la clave. En este sentido, la alexitimia puede ser una defensa.

La Escuela de París de Pierre Marty habla, también, de una depresión escencial en estos casos. 

Un caso de hipertensión arterial

Fernando, 43 años, con hipertensión severa. Medicado con Valium. Como los pico de presión continuaban, los médicos recomendaron que hiciera psicoterapia. En las sesiones le costaba hablar libremente. Lo hacía al estilo telegrama, por lo que la analista empezó a intervenir con preguntas.

- Ayer tuve dos subidas de presión.

- ¿Cómo se da cuenta que le sube la presión?

- Me duele la cabeza o se me ponen rojos y calientes los cachetes. A veces voy a casa y me tomo la presión con el aparato.

- Cuénteme qué pasó en las dos situaciones.

- Acompañé a esposa al hospital y sentí las mejillas calientes. Fui al baño, me miré al espejo y efectivamente las tenía rojas. A la tarde, fui a la oficina de X y no tenía listo el cheque con el que me iba a pagar. Al salir me dolió la cabeza, fui a casa y me tomé la presión. Tenía.

- ¿Qué sintió en las dos situaciones?

- Ya le dije: presión.

- En la segunda situación, por lo menos, hubiera sentido rabia.

- ¿Si? Sucede muchísimas veces que me bicicletéen con los cheques. 

Por otras sesiones, la analista averigua que a Fernando los hospitales no le gustaban. Reconstruye que les daba miedo y angustia. El paciente refiere en otra ocasión que el cuerpo es muy molesto y que debería ser biónico e ir reemplazando las partes que se gastaban. Por la historia infantil, se desprende que los padres de Fernando querían un niño robot. El se deseaba así, como lo habían querido ellos. Los padres no dejaban que él ni sus hermanos hablaran en la mesa y solo se hablaba del intercambio de mercancías y a los problemas del almacén que tenían.

¿Usted quisiera un corazón biónico, con buenas cañerías en lugar de arterias y venas, con sangre biónica? - Le pregunta la analista.

- Si, claro.

Gran parte del trabajo analítico consistió en que estas escenas que el hombre contaba a modo de telegrama y culminaban con la elevación de la presión, fue ponerle el afecto que faltaba: Debe haber tenido miedo, debe haber tenido rabia, debe haberse angustiado. La reconstrucción del afecto lo hacía por el sentido común.

Un día, Fernando descubre que es un ciego afectivo y se sorprendió muchísimo al escuchar que en todas las veces que le subió la presión había un afecto feo que él no era capaz de sentir porque le daba miedo sentido. Recordemos lo que hablamos de la alexitimia.

Con el tiempo, Fernando empezó a interrumpir lo que estaba haciendo cuando se le calentaban los cachetes o le dolía la cabeza, y a empezar a preguntar desesperadamente qué sentimiento tenía. Usaba toda la experiencia en sesión para etiquetar la experiencia, por lo que el espectro posible no era tan amplio. La desesperación no se acababa hasta que lograba dar con el nombre del afecto.

Lo interesante es que este paciente fue mal querido por sus padres, en la medida que lo quisieron robot. No lo hace un psicótico, pero está poco libidinizado. Sus propios padres eran así. 

Los intentos de dar con el nombre del afecto se trasladaron a la sesión. No se veían variantes en el color de las mejillas ni él sabía establecer un punto donde el dolor de cabeza cediera. 

- Voy a tener que andar con el aparato de tomar la presion.

- No, déjelo. Eso sería demasiado biónico. Prefiero que guarde el mecanismo en un placard y no le dé más bolilla.

La reconstrucción de su vida fue bien conectada con el recurso de la alexitimia, aín en una persona que se deseaba robot, pero nada robótica, como lo son las descripciones que hacen algunos autores del paciente con estructuras operatorias. La esposa un día lo definió "Vos sos inteligente, pero como un tablero de ajedrez: cuadrado con cuadrado". 

- Hábleme un poco más de la operación de su hijita.

- Ya le conté cómo fue la operación.

- Si, bueno, trate de contarme detalles aunque a usted le parezcan tontos.

- ¿Pero usred cree que así vamos a bajar la presión?

- Si, si, lo creo.

Los picos fueron bajando y el tratamiento se interrumpió por problemas económicos insalvables del paciente. Al año siguiente, el paciente llama a la analista y le cuenta que las cosas seguían bien.

Estas cosas aparecen en pacientes asmáticos y ulcerosos, además de los hipertensos. También en casos de contractura muscular.

El cuerpo de Fernando solo tenía presencia ante la enfermedad. Un día al acostarse boca abajo, siendo pequeño, Fernando se acuesta boca abajo y escucha el palpitar de su corazón. "Creía que tenía un animalito en el pecho". La familia era incapaz de ayudarlo en el procesamiento de los afectos.

Hacia la mitad del análisis, Fernando había reconocido que no lo educaron, sino que lo amaestraron. Dijo que con las sesiones había aprendido a hablar. Los padres lo amaron, pero como pudieron. Las carencias de las interacciones parentales iniciales no permitieron que se eslabonen bien los cuatros componentes de los afectos y estos discurren desorganizados, sobre todo descargando la clave sin investidura.

La alexitimia implica que la descarga somática no llega a ser decodificada por el psiquismo. La etimología implica que leer implica interpretar y no simplemente expresar. 

Caso Paula (Psoriasis)

Veamos como la elexitimia opera en contra del procesamiento angustia y cómo esta deriva en un fragmento de clave que implica a la piel. Uno de los efectos de la descarga normal del estrés es la horripilación: se paran los pelos de punta. El estrés tiene un efecto sobre la piel, además de los otros efectos que tiene en el cuerpo. El estrés prepara para la huída o la defensa, donde uno de los afectos susceptibles es la agresividad.

La paciente, en análisis, muestra un solo afecto y registraba diferencias cuantitativas del amor. En diversas situaciones, ella se refiere que le tiene afecto a los hijos, al marido, a los hermanos, etc. Desapercibía las distintas calidades del afecto y los brotes de psoriasis no le llamaban la atención, que no habían sido motivos de consulta. La analista los descubre e indaba sobre ellos. La paciente cuenta que fue a dermatologos a hacerse algunos tratamientos. La paciente no pensaba que el análisis tuviera alguna conexión con la psoriasis. Lo punico que aparecía en ella era un vago temor a las pérdidas, bastante racionalizado. La paciente tenía muchas dificultades para reconocer la rabia.

La analista hipotetió que si la paciente lograba procesar la angustia, los brotes psoriásicos iban a mejoras. Dos hechos de su vida la hirieron narcisísticamente de profundidad, pero ella dice que los tiene asumidos. Los dos hechos, según ella refiere, la habían hecho sentir en carne viva. 

La angustia percibida o afecto angustia fue percibida hasta ser una señal reconocida y utilizada. Cada tanto meses, la analista preguntaba por la psoriasis y la paciente contestaba que mejor. Con el tiempo, los brotes no aparecieron más y la hipótesis de la analista fue confirmada.

En este caso, la angustia está lejos de constituírse como señal y como significante afectivo que nos permite huir, luchar, tramitar la situación peligrosa. De la angustia como clave de afecto que termina en la hormona cortisol, la que es una señal para el cerebro para que haga cesar el disparo. Pero si la situación peligrosa no cesa, la señal se transforma en veneno autoproducido por nosotros, por los fantasmas y por la realidad. 

La paciente, en los dos episodios se había sentido afectada. Sintió angustia y debería haber sentido rabia. Los dos afectos que estaban sin procesar eran angustia primero y rabia después. Es notable cómo la rabia está tan prohibida en nuestra cultura, tanto sentirla como expresarla. 

Angustia y rabia son afectos que esta paciente no podía sentir. En su caso, funcionaba la clave somática de afecto, que no podía ser decodificada mentalmente como angustia o rabia. Una de las manifestaciones, la que va a la piel, se deformaba como psoriasis. La analista ponía mucho énfasis en las situaciones de angustia y en la posibilidad de sentirse herida y responder con legítima agresividad y defensa. La deficultad de esta paciente estaba en sentirse herida y defenderse.

En simbolismo de "Estoy en carne viva" no aparece en todos los psicosomáticos, aunque sí en algunos como en esta paciente.

Pierre Marti habla de una desorganización representacional en el propio inconsciente. Hasta las representaciones pulsionales, en estos casos, han fallado en ligar excitación libidinal. Si las Vorstellungsrepräsentanz han fallado desde el inconsciente, con mayor razón el preconsciente falla en sobreinvestir. Entonces es interesante lo que descubrió la Escuela de Psicosomática en París, sobre un preconsciente operatorio. Es decir, un preconsiente que funciona con sentido de realidad, pero está desvitalizado. Eso vimos en el paciente hipertenso de antes. No puede sobreinvestir adecuadamente libido que está mal representada desde el ello. En estos casos, vemos falta de fantasías masturbatorias, por ejemplo. No se trata de un tema represivo a la manera de la neurosis, sino de una falla en la excitabilidad. Se trata la no constitución de la excitabilidad.

Evidentemente, estas fallas tan primarias en la constitución de la Vorstellungsrepräsentanz, hace que tengamos que recuperar la teoría de la angustia tóxica de Freud, en tanto que la libido reprimida se transforma en tóxica. Pareciera que la excitación que no se transforma en representabilidad primaria (ligada) sí puede ser tóxica. Pareciera que se trata de una ecitación básica primaria que ni llega a libido, porque no alcanza a ser ligada psíquicamente.

Los psicoanalistas tenemos la secuencia de excitaciones de origen corporal, que se organizan en representaciones orales, anales, fálicas... Si esas excitaciones son de origen corporal y no alcanzan a tener representaciones orales, anales... ¿Cómo quedan? Como excitaciones generales. Para que se organicen en las distintas etapas, primero tiene que haber inscripción. Acá lo que falla es esa inscripción.

sábado, 16 de noviembre de 2019

Sexuación y estructuras clínicas


El psicoanálisis, discurso reciente e inédito en la cultura, se encuentra hoy en una posición problemática. Recibe un cuestionamiento mucho más hostil y más virulento que el que siempre ha suscitado. Al punto de arriesgar, como lo temía Freud y lo había anticipado Lacan, en términos de este último, hacerlo desaparecer en la ciudad del discurso como un "síntoma olvidado". 

Dado que esta declaración de caducidad sucede en la polis, decidí encarar en esta reunión abierta las tres facticidades que preocupaban a Lacan en esa misma polis, en la extensión y que enumerara en su Proposición del 9 de octubre de 1967.

Veamos desde qué ángulos el psicoanálisis es hoy declarado caduco.

Por un lado, desde las neurociencias y sus terapias cognitivo conductuales, que proponen obtener un bienestar acrítico excluyendo la pregunta subjetivante sobre la verdad y la satisfacción sustituta que el síntoma atesora ya han logrado desplazar al psicoanálisis en los países anglosajones y germanos. Me he ocupado largamente de intentar refutar la eficacia clínica de estas propuestas. 

Por otro lado lo hostigan el feminismo extremo y el discurso de género "igualitario". Que considera perimida cualquier consecuencia de la diferencia sexual.

Mucho más desde que las ciencias biológicas han logrado que ya no se necesite forzosamente el encuentro de los cuerpos biológicos de hombre y mujer, ni del deseo entre ambos para engendrar vida humana. Esta conquista, a celebrar desde ya, ha permitido formar familias no típicamente edípicas. Lo que obliga preguntarse si en ellas la función agujereante del falo y los nombres del padre seguirían estando vigentes. Por ende si lo está el Complejo de Edipo, una de esas tres facticidades. Esta en lo simbólico. 

Este "complejo" es discutido con encono por el feminismo y el así llamado discurso de género. Porque lo tildan de falocéntrico, patriarcal y hétero normativo. Según esta posición estarían perimidas las célebres fórmulas de la sexuación que nos presentara Lacan. Segunda declaración de caducidad.
Eran ineludibles las conquistas de igualdad jurídica duramente obtenidas para la dignidad de las nacidas mujeres. Derecho al voto, al salario, a la posibilidad de posesión y disposición de bienes, patria potestad sobre los hijos, representación en los estamentos decisorios del estado. 

Como ineludible es haberle dado a los homosexuales, travestidos, transexuales (transexuación que depende de los avances de la farmacología y cirugía) derechos jurídicos y de honra de los que carecían. No soy exhaustiva en el listado de prácticas genitales porque las hay por decenas. No habrá nominación alguna que agote su "diversidad".

Esa igualdad de derechos jurídicos no debiera confundirse sin embargo con igualdad de estructura (que debe definirse caso por caso, también para los heterosexuales), de modos de goce o de maneras de trato con los otros en el lazo social. Urge diferenciar discurso jurídico de discurso analítico. Este basa su eficacia en el sostenimiento de las diferencias. Y se aparta de todo "colectivo", por más válido como lucha política que fuera, dado que se ocupa de la singularidad.

Prácticas de goce del cuerpo y en particular genitales las hay en todas las estructuras clínicas. Esas prácticas no debieran confundirse con sexuación (que no es homóloga a heterosexualidad), que la hay solo en la neurosis, como intentaré demostrar. 

Freud machaca a lo largo de su extensa obra en lo importante e imposible de inscribir completamente que entraña la diferencia sexual, dificultad que solo embrolla y trastorna a la única especie que se casara con el lenguaje. A causa de ese embrollo del género homo, es que Lacan se viera llevado a forjar su aforismo "no hay rapport sexual". Lo demuestra que penemos por amor. Que insistamos en desear, y nos sintamos representados en ese grito de Mick Jagger: I can't get no satisfaction! A falta de alguna orientación instintual (el parlêtre, hélas!, carece de ella) que nos indique cuál es nuestro partenaire adecuado, estamos en siempre en riesgo de elegir mal nuestro cónyuge. Inclinados a desear lo que no nos conviene. Nos impone una búsqueda incesante. O nos condena a una vida sin atractivo en caso de ya no esperar más nada en ese terreno cercano a la contienda en que resulta tan difícil salir indemne.

Cierto es que Freud incurre en deslizamientos entre falo y pene; y entre varón y padre. Habitante de su época, de raigambre patriarcal, postuló la tan enojosa envidia del pene

Estas afirmaciones son sin dudas a reformular. Cosa de la que se ocupó Lacan. Pero aunque Freud dejara para las mujeres como salida exitosa del Edipo el casarse y tener un hijo, honesto como siempre lo fue, admitió que no podía contestar a la pregunta ¿Was will das Weib? No le resultaba claro que solo quisiera un pene y un niño. Su honestidad hizo que tampoco "editara" un historial aun a sabiendas de los errores que había cometido, en general cuando al inicio de su práctica prescribía para sus pacientes mujeres la norma de la heterosexualidad. 

Examinemos lo que sabemos de nuestros ancestros muy lejanos. Quienes celebraron las bodas con el símbolo. Sabemos hoy que homo erectus, homo habilis, hablaba.

Así es: desde que una especie (homo) se casara con el símbolo hay
evidencias de algunas invariantes dependiente de esas bodas: la conquista del fuego, elemento natural producido por el rayo, que fue prometido a usos culturales: cocer los alimentos, dar luz y calor, obtener por cocción de los pigmentos naturales, colores no presentes en la mera naturaleza.

Con la cocción del ocre se obtiene el ocre rojo con el que se marcaban los huesos exclusivamente humanos, inaugurándose las honras fúnebres. Estas nos recuerdan que el muerto, aun muerto, es nuestro semejante. Y nuestro posible ancestro: se inaugura la línea del linaje. También la figuración en las magníficas pinturas rupestres en colores que aún perduran, ejecutadas en las cuevas donde nuestros ancestros encontraban el lugar a la vez vacío y abrigado donde proyectar sobre los muros de piedra escenas de sus goces cotidianos: la caza, la pesca, el otro humano.

También han quedado evidencias de la construcción de elementos corto-punzantes para operar sobre la materia: filos, puntas de flecha para cortar las carnes y para construir abrigos y moradas.

Y un hito importante: la percepción en el espejo, aun antes de la aparición de cualquier clase de cristal (estadio sólo presente en el humano, pues es el otro quien devuelve nuestra imagen) del hecho de que la mitad de los nuestros semajantes no son totalmente semejantes. Sino que hay dos presentaciones posibles. Al humano no lo guía el olfato sino la imagen del otro.

Y last but not least desde el paleolítico inferior, así lo ha demostrado Claude Lévi-Strauss observando tribus australianas, mahoríes, africanas, por el hecho de hablar existen la prohibición del incesto y las complicadas y formales reglas de proscripción y prescripción de alianza matrimonial. Porque hablamos "sabemos" quién es nuestra genitora. Porque hablamos, podemos deducir la imprescindible concurrencia de la semilla aportada por alguien de distinto sexo que fecunde a la madre. Y que aun pasado el período de crianza no estamos prometidos, al decir de Freud, "al servicio sexual de la madre". Madre y padre son conceptos que nacen con la humanidad misma. A esa terceridad, a esa concurrencia de algo más que el vientre materno para engendrar una nueva vida, Lacan la adscribiera a la función fálica (es Lacan quien hace del falo una función agujereante desolidarizándolo claramente del pene) y a su pasador el Uno que nombra, el/los Nombre(s)-del-Padre, operador estructural y no necesariamente personaje carnal. 

Dada la percepción de esta importancia del aporte del tercero, desde que el hombre se hace sedentario en el paleolítico superior se encuentra también como invariante el culto del falo. Aparece en civilizaciones muy alejadas entre sí y sin contacto posible, como símbolo sagrado, no como órgano profano (del verbo griego phainein, lo que se da a ver) pene. Túmulos, obeliscos pirámides, dólmenes, menhires, aparecen homenajeando la erectilidad no solo del órgano, sino de lo humano mismo, contrario a la ley de gravedad.

Y también otra invariante: el uno o una falóforos. Del verbo latino ferre, que significa transportar, en este caso el poder ordenador del símbolo fálico. En principio los dioses de la naturaleza, más tarde los del panteón greco romano, y solo más tarde el Dios de la ley. Para estilizarse en la edad moderna en el operador estructural Nombre-del Padre, transmitido, en las familias edípicas típicas...por las mujeres ... si las habita el deseo de madre.

Es cierto que en las sociedades antiguas (salvo excepciones) y las de la modernidad en general se dio al pater familias, padre padrone, el lugar y función de falóroro, de pequeño dios doméstico. A la crítica de esa patriarcalidad, ese rebajamiento de la noción sí debemos mucho al movimiento feminista. Sin soñar que entre quienes se dicen hombres y quienes se dicen mujeres no hay ninguna diferencia. Claramente no debiera haberla en lo jurídico. Pero sí la hay en casi todo lo demás.

Para los dioses del panteón griego ese símbolo fálico dividía aguas: los dioses eran inmortales y les era posible cometer incesto. Si los humanos jugaban a los dioses creyéndose inmortales o transgrediendo cualquiera de las leyes de la diké, leyes no escritas que hacen humano lo humano, se cometía hybris. Desmesura que desencadenaba la tragedia. De ahí su función didáctica y política, representada en los teatros griegos para educar a los iletrados. Eso explica la insistencia sobre la proveniencia de la ética en psicoanálisis: no se apoya en mandamientos morales sino en lo real de das Ding, La Cosa incestuosa como imposible y además prohibida.

El símbolo fálico, al que como dije Lacan le dio la altura de función matemática que produce el cero; y el Uno paterno (cómputo del cero organizador de la serie) resultan invariantes de lo humano. Para cualquier sujeto que se encuentre en situación de no haberlos rechazado.

Ese rechazo sucede en las psicosis de distinta gravedad, donde la función fálica está "sub cero", repudiada activamente, caso de las así llamadas grandes psicosis. O bien lo está el Uno, imposibilidad de desgajar el rasgo orientador del corte sin cuyo auxilio estaremos imposibilitados de sustraernos de satisfacer las demandas holofraseadas del Otro. Uno que nos orienta también en el narcisismo y su agujero específico, cuya deducción falta en las verdaderas psicosis narcisistas. Donde falta ese carozo asemántico del ideal.

Por ello, si hoy pudiera cederse para no generar conflictos llamando a estas letras ordenadoras con otras denominaciones, arriesgaríamos cometer el error del que Freud nos advirtiera: se comienza cediendo en las palabras y se termina cediendo en los hechos.

Pasemos ahora a las fórmulas de la sexuación, que muchos analistas declaran perimidas por haber sido forjadas por un hombre de su tiempo, que ya no sería el nuestro.

Dado que estas justamente célebres fórmulas suponen sine qua non un sujeto que se haga argumento (todo o no todo) de la función fálica y que le sea necesario el Uno falóforo, podemos afirmar que valen solamente para las neurosis. Sin quitarle un ápice de derechos a otras estructuras clínicas. Fórmulas que no prescriben heterosexualidad, sino modos de inclinación de los goces.

Sexuación entonces no se homologa a prácticas de goce del cuerpo, sean estas genitales o no. Elijan a quien o quienes elijan como partenaires sexuales. No prescriben la heterosexualidad. Solo afirman dos modos de gozar dentro de la invariancia de las leyes de la diké, las no escritas diferenciables del nomos, la ley codificada.

Estas fórmulas indican bien que quien no hace argumento a la función fálica ni ha contado con el Uno, puede recurrir a las prácticas de goce del cuerpo que le vengan en ganas y que lo "mentalicen" (esto es: que logren mantener las cuerdas de su nudo juntas). Mientras no violen la ley no tienen por qué recibir descrédito ni sanción ni ser menoscabados quienes las practiquen, que merecen honra y respeto. La diversidad de actividades "sexuales" no dejará de tener siempre otra práctica que demande ser repertoriada. Solo que esas prácticas no hacen identidad.

Hay, sin embargo diferencias y singularidades que deben ser respetadas. Habitualmente los homosexuales varones no solo no piden la ablación del pene, sino, al revés, lo necesitan en su partenaire para desencadenar el deseo sexual. Lo mismo para algunas homosexuales mujeres, que precisan que ese órgano no aparezca en la pantalla de su fantasma. Esas diversidades no presuponen una estructura clínica en particular.

La homosexualidad es, por ende, epifenómeno de cualquier estructura clínica. Que debe definirse caso por caso. Nada dice de la condición estructural del sujeto el hecho de elegir un partenaire homo o hétero. Solo nos informa acerca de si la diferencia sexual le resulta causa de deseo, si desencadena el deseo sexual o lo impide.

En el travestismo masculino el uso fetichista de la ropa sedosa usada para no limitar el goce sexual al órgano pene y extenderlo al cuerpo todo no siempre implica una estructura que reniegue de la función fálica. Pues no es lo mismo renegar de la diferencia sexual que renegar de la ley de la diké. En el femenino, menos habitual, la presunción es que el hábito ayudará a la ilusión de virilidad. La confusión radica en no advertir que las posiciones masculina y femenina son básicamente decires, hechos de discurso, que incluyen las vestimentas pero que requieren mucho más que ese artificio.

En el transexualismo nos encontramos en una situación diferente. Hay una presuposición que arriesga ser forclusiva: creer que con esa maniobra irreversible, quirúrgica y hormonal se logrará un goce sin límite, tal que haga relación, sin orgasmo que haga "acabar". De todas formas si un sujeto precisa de esa intervención para que su nudo mental se sostenga, no puede negársele el derecho. Aunque la clínica nos informa que la cosa suele no funcionar. Pues el goce fálico, que no se reduce al órgano pene, sino que es el goce recortado por la palabra, que de todas formas limita un goce total. Habitualmente el fracaso no se interroga, despachándolo a la imputación de discriminación social.

De ahí la tarea del analista en intensión y en extensión sobre cómo hacer que siga en pié el humanizante Complejo de Edipo, intervención en lo simbólico, una de las tres facticidades nombradas antes. Sería de esperar que no se pierda esta función en familias edípicas típicas y las muchas que ya existen y que no son "típicas". Que en ellas ingrese la función fálica y el Uno que computa el cero entre el niño y quien lo convocara a la vida.

Volvamos otra vez a la sexuación y sus fórmulas. Válidas para una mentalidad neurótica, borromeica.

Lejos de dar a quienes se dicen mujeres una dificultad para simbolizar e imaginarizar su sexo (sectum proviene del verbo latino secare, cortar), el discurso analítico les da por eso mismo una ventaja: un trato posible con lo real no-todo estorbado por el escollo del significante, lo que proporciona un posible goce Otro que el fálico y una posición particularmente apta para hacer semblante de a como analista.

Finalmente un subrayado. Resulta muy problemático considerar que entre niños y niñas no hay ninguna diferencia. Mucho más cuando, en nombre de una supuesta libertad toda de elegir una identidad se entromete el adulto en ese tejido íntimo que es la sexualidad de cada infans. La sexualidad es en sí misma suficientemente traumática. Por ello el resguardo de su intimidad debiera ser inviolable.

La intrusión incestuosa es deletérea tanto cuando se censura cruelmente la investigación sexual infantil y adolescente; como cuando el adulto a cargo alienta prácticas sexuales no espontáneas en los niños o da por buenas declaraciones de identidad hechas en tiempos prmaturos. La sexualidad se teje en el curso de esos tiempos de comprender que son la infancia y la adolescencia y halla su momento de concluir bastante tarde, cuando la balanza subjetiva puede decidir una inclinación, que no hace identidad.

Otra advertencia de Lacan señalada en las tres facticidades: solicita del analista una intervención en lo real acuciante de la segregación. Bien cerca de nuestra experiencia: no segreguemos lo real de la diferencia sexual, que para nada es solo un constructo social-simbólico, posición habitual del feminismo. Imposible de ser inscripta totalmente, resulta ser psicoanalíticamente hablando real. No solo biológica, ni simbólica, ni imaginaria.

De segregarla, se empujaría al retorno, como amparo en lo imaginario, del padre ideal y su religión, constatable en el auge de los fundamentalismos religiosos. Otra facticidad, en lo imaginario.

Sobre la función del falo y la necesidad de concurrencia de/los Nombre(s) del Padre, el psicoanálisis, dialogando con los cultores del discurso de género, no debiera ceder. Aunque tampoco le serviría desconocer la urgente necesidad de una interlocución.

Existe el peligro de arriesgar, en nombre de las diferencias, forcluir la diferencia.

Fuente: texto leído por Silvia Amigo en la Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis de La Plata de 2019. Noviembre de 2019