Mostrando las entradas con la etiqueta escritura. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta escritura. Mostrar todas las entradas

martes, 19 de agosto de 2025

La nominación como operación de escritura

Que la nominación se sostenga en letras que diferencian lo simbólico de lo imaginario y de lo real, implica enlazar la letra —concepto complejo y extensamente trabajado— con la operación misma de dar nombre. De allí surge una espiral lógica: el síntoma, función de la letra en el inconsciente, se revela como uno de los Nombres del Padre.

Esta operación de nombrar no equivale a describir un objeto ya existente, como ocurre en el relato bíblico de la creación, donde se pretende encubrir que aquello nombrado ya estaba previamente nombrado. Nombrar, en el sentido que aquí interesa, se apoya más bien en la dimensión del concepto (Begriff, en alemán), que Freud tematizó en diversas oportunidades. Begriff no designa un simple acto de elaboración intelectual, sino que configura una forma de escritura. Recordemos que en Los cuatro conceptos fundamentales… Lacan se pregunta por su naturaleza y no vacila en situarlo del lado de lo que se escribe.

El falo condensa con particular fuerza lo que está en juego: en tanto concepto, un real le ex-siste, y a partir de ello se desprende una cierta modalidad de pensar el goce; al mismo tiempo, el falo da consistencia a ese goce.

El término inglés naming resulta útil para situar el alcance de esta operación: se trata de nombrar, no de comunicar. La nominación horada lo real a través de lo simbólico, pero siempre requiere del sostén imaginario como consistencia.

De ahí que Lacan recupere el realismo nominalista de la controversia medieval, pues subraya el efecto de un decir que introduce un menos, efecto que se representa en lo imaginario. Es allí donde Lacan puede ubicar la función paterna: dar nombre, un decir en acto, el Padre en su función de S1.

miércoles, 13 de agosto de 2025

Del falo significante al falo-letra: litoral entre semblante y verdad

La escritura se sitúa allí donde el metalenguaje resulta imposible. Esto implica que el falo deviene letra, abriendo la puerta a un cambio de lógica: se pasa de la atribución a aquello que funda el conjunto. Lacan insiste en que no se trata aquí de la falta significante, sino de una falla y de las condiciones de su sintomatización.

Desde un inicio, el falo ha estado ligado a la operación del Nombre del Padre y a la castración, así como al primer tiempo del tránsito edípico, vinculado al funcionamiento del Deseo de la Madre. En consecuencia, mantiene una doble relación: con el deseo y con el goce. Sin embargo, se produce un desplazamiento desde la significación fálica hacia el falo como letra que delimita lógicamente el conjunto. En este pasaje se omite el momento intermedio en el que el falo es trabajado como significante, incluso cuando entonces se lo vinculaba a la falta que afecta al Otro.

En el marco de las fórmulas de la sexuación, la relación del falo con el goce lo posiciona como obstáculo para la relación sexual. Este planteo resulta paradójico, dado que la imposibilidad de dicha relación se aborda desde los axiomas que estructuran el campo.

Pero, ¿qué significa que el falo-letra sea obstáculo a la relación sexual? Una respuesta posible es que, al ser la única Bedeutung que el lenguaje ofrece, impide escribir la diferencia hombre/mujer, limitándose a marcar una discrepancia entre dos campos definidos por su modo lógico de caer bajo dicha función.

Esta diferencia emergente interroga la “condición de verdad” del falo. La cuestión es compleja: como letra, el falo designa el litoral entre semblante y verdad. No otorga identidad, sino que habilita la predicación, sin por ello eliminar el obstáculo que representa.

sábado, 9 de agosto de 2025

La función de lo escrito en la enseñanza de Lacan: entre el significante y la letra

Trasladar el S1 desde el lugar del dominio hacia una dimensión intermedia entre el significante y la letra abre la posibilidad de un nuevo lazo entre el discurso y lo escrito. En el Seminario 18, Lacan plantea una pregunta central: ¿Cuál es la función de lo escrito?. Este interrogante nos permite subrayar dos aspectos esenciales:

  1. Lo escrito no pertenece al mismo orden que la palabra.

  2. La noción de “función” remite a una lógica que se articula con el inicio ligado a la operación del Padre.

Lo escrito, de carácter tipográfico, se presenta como secundario respecto del efecto del lenguaje. Para Lacan, la palabra es siempre primera: se vincula al lugar de la verdad y, en el seminario, se enlaza con el campo del semblante. De este modo, se establece una oposición —aunque no excluyente— entre semblante y escritura, en la que pueden darse anudamientos contingentes.

En tanto el psicoanálisis es una práctica de la palabra, lo escrito introduce una lógica que impide reducir la cuestión al mero plano del dicho. Desde esta función, Lacan propone interrogar la estructura del lenguaje, ya que lo escrito se ubica allí donde no existe metalenguaje. Desde esta perspectiva, se abre la pregunta por el modo en que se transmite la prohibición.

Decir que lo escrito se emplaza donde falta el metalenguaje implica reconocerle una función lógica: establecer un lazo allí donde la relación sexual “no cesa de no escribirse”. Así, Lacan afirma que toda relación es lógica, y que solo puede sostenerse en la función de lo escrito.

Esto significa que no hay relaciones naturales o connaturales; toda relación requiere de una escritura que le sirva de sostén. En este punto, Lacan introduce una reformulación del falo, solidaria con el movimiento asociado al Nombre del Padre.

jueves, 7 de agosto de 2025

De la metáfora a la escritura: la topología como acceso a lo real

Planteábamos que la orientación topológica del final de la enseñanza de Lacan responde a una pregunta fundamental: ¿cómo trascender el campo de la metáfora, en tanto esta no alcanza a lo real? Frente a este límite, la topología no se presenta como metáfora ni como analogía: es la estructura misma. Por eso, las distintas configuraciones topológicas que Lacan introduce a lo largo de casi tres décadas —desde la cinta de Moebius hasta el nudo borromeo— deben entenderse como modos diversos de leer y escribir la estructura.

En esta clave, la topología es una lectura del lenguaje, pero no del lenguaje como sentido, sino como cadena. Por eso Lacan puede afirmar que la topología es una retroacción del orden de la cadena en que consiste el lenguaje. Esa retroacción implica que, a nivel estructural, lo que importa no es el orden secuencial, sino la orientación, es decir, la relación entre los elementos, su co-presencia y su anudamiento. Este desplazamiento permite concebir el pasaje lógico del "al menos dos" al "al menos tres", que marca el advenimiento mismo de la estructura.

Si el “al menos tres” instaura el nudo —o sea, estructura propiamente dicha— entonces el orden, el relato, lo seriado, pertenecen a una lógica suplementaria, que intenta responder al lapsus estructural, es decir, a aquello que falta, o más precisamente, a aquello que no hay.

Este momento de la enseñanza, que se sitúa en torno al seminario Aún, está atravesado por una tensión: Lacan ya ha accedido a la noción de nudo, pero todavía se sirve de la topología de superficies (como lo demuestra su insistencia en las bandas de Moebius, toroides y botellas de Klein). Por eso puede afirmar que la estructura es solidaria de lo aesférico. Esa noción de lo aesférico marca una orientación: la estructura no remite a una forma cerrada, homogénea y centrada (como la esfera), sino a una forma agujereada, inestable, que introduce la ex-sistencia del sujeto.

Sin embargo, con el pasaje al anudamiento borromeo, se abre una nueva lectura —una lectura no métrica del espacio, sino consistencial. En este registro, el sujeto solo puede sostenerse si hay nudo; y si hay un cuarto anillo, síntoma, es porque el nudo a tres no basta para sostener la consistencia. Así se articula un punto decisivo: sin estructura entendida como anudamiento, no hay forma de conectar el corte fundante del decir con las vueltas del dicho que permiten transformar la estructura. Esta articulación no es especulativa: tiene consecuencias clínicas.

Por eso, Lacan puede afirmar en L’étourdit que la estructura es el único acceso a lo real, y lo concebible de lo real en tanto lo demuestra. El uso del verbo “demostrar” es crucial, porque remite a la escritura. Ya no se trata de descifrar un sentido, ni de traducir un significante. La práctica analítica pasa entonces por escribir lo que no se puede decir, por localizar lo imposible no ya del decir, sino del escribir.

Así, el análisis deja de ser un viaje de retorno al sentido y se convierte en un acto de corte, de localización, de maniobra sobre la estructura misma. Y allí donde no hay relación, el nudo, en su forma fallida o consistente, hace escritura.

El inconsciente como contador: entre el decir, la verdad y el corte

Para Lacan, el inconsciente se comporta como un contador, en tanto no cesa de escribir, y lo hace bajo la forma del síntoma. Esta escritura no es cualquier inscripción: repite una y otra vez una verdad estructural que no puede formularse de modo directo —que no hay relación sexual. En L’etourdit, Lacan retoma esta imposibilidad, señalando que de la relación sexual no hay escritura, salvo aquella que se tramita a través de la función fálica.

A lo largo del texto, se advierte un movimiento pendular entre el decir y la verdad, donde el primero sostiene y condiciona a la segunda. Es en esta articulación que Lacan delimita, desde Freud, el campo de la verdad como solidario de la lógica atributiva propia de la función fálica. Esta lógica, que se despliega en la dichomansión —el juego serial del tener o no tener el falo—, lleva en su interior la marca de la contradicción estructural.

Frente a esta lógica atributiva, Lacan contrapone el decir como condición de posibilidad de la verdad, una verdad que ex-siste, es decir, que se sitúa fuera del saber completo del Otro. Pero no cualquier discurso puede producir ese efecto de ex-sistencia. Para que ello ocurra, el discurso debe fallar en sus propios términos: debe incompletarse, indecidirse, indemostrarse, debe dejar inconsistente al Otro como lugar de garantía total.

Cuando estas operaciones se realizan, se produce el matema del significante de la falta en el Otro, que indica una aporía estructural, no como ausencia de un significante puntual, sino como un punto límite que afecta al Otro como conjunto. Este giro tiene consecuencias directas sobre la dirección de la cura, que ya no apunta a completar un saber, sino a operar sobre esa falla estructural.

Es aquí donde Lacan introduce una elaboración topológica del decir, al concebirlo no sólo como enunciado o enunciación, sino como acto de corte. Este corte no es metafórico, sino una operación consistente sobre el agujero, una forma de razonar el vacío desde la lógica y el espacio. A través de esta formalización, el decir adquiere una dimensión operativa, capaz de aislar y bordear lo que en el campo del Otro no se puede decir.

miércoles, 6 de agosto de 2025

Del lapsus al nudo: escritura, falla y saber en el Seminario 21

En el Seminario 21, Les non-dupes errent, Lacan introduce, a nivel de la estructura borromea, la idea de un lapsus como localización de una falla en el anudamiento. Este gesto —que puede leerse como un homenaje a Freud, quien colocó al lapsus en el corazón del inconsciente— implica también una distancia decisiva respecto de la concepción freudiana. El lapsus no solo revela lo reprimido: en Lacan, escribe la inexistencia de un lazo, el punto exacto donde no hay relación.

Para arribar a esta concepción, Lacan primero introduce una distinción crucial entre que algo falte y que algo no haya. Esa diferencia abre el paso para localizar el "no hay" —por ejemplo, el "no hay relación sexual"— a partir del lapsus. Se trata, entonces, de un acontecimiento que señala la ruptura, que marca un agujero en la trama del nudo, allí donde lo simbólico, lo imaginario y lo real no logran anudarse adecuadamente.

En este marco, el decir se presenta como un corte fundante, un acto que ex-siste al dicho, el cual, en cambio, ciñe, organiza, produce al sujeto como efecto. Si el decir abre, el dicho cierra: es un “corte cerrado” que configura el lazo. Desde esta perspectiva, no hay sujeto sin nudo, y es por eso que Lacan propondrá que el nudo de cuatro (cuando se incluye el síntoma como cuarto anillo) es el soporte mismo del sujeto.

Pero de la diferencia entre decir y dicho se desprende algo más: no toda nominación implica a un sujeto de derecho, en el sentido trabajado en La lógica del fantasma. Una nominación puede operar sin sujeción subjetiva, sin anudamiento efectivo. Es decir: puede haber nombre sin sujeto, palabra sin cuerpo.

Esta compleja elaboración topológica es el resultado de un largo recorrido en la enseñanza de Lacan, que desde hace tiempo se interroga: ¿cómo salir de la metáfora? Frente al límite de la metáfora —que pertenece al campo del sentido y, por tanto, no alcanza a lo real—, se hace necesaria una topología, no como teoría abstracta, sino como escritura misma de la estructura. Una escritura que no explica, sino que permite maniobrar.

Aquí aparece una distinción clave para la práctica: entre la elucubración y la manipulación. La primera pertenece al registro del saber supuesto; la segunda, a la operación clínica. Así, la topología no solo piensa la estructura: la interviene. Y lo hace allí donde el lapsus, lejos de ser un desliz, se vuelve brújula para el analista, índice de una falla que, por no cerrarse, hace hablar.

miércoles, 9 de julio de 2025

¿Cuál es el soporte de una escritura?

 Luego de un primer abordaje por el cual el rasgo unario es considerado desde el sesgo de lo idealizante de la demanda, lo que justifica sus articulaciones al significante del Ideal, I(A), encontramos un giro que lo asocia a la función de la letra. Tomado desde esta perspectiva el rasgo se conecta con la operación de ese +1 al que vengo haciendo referencia desde hace unos días. Entonces el rasgo se asocia a la falta.

Ese +1 formaliza lo que no se escribe y que “no se sostiene más que de la escritura”, con lo cual el soporte de la escritura es la falta, aunque a esta altura quizás sea mucho más indicado hablar allí de una falla.

¿Para que se le hace necesario poner en juego esta dimensión de la escritura? Para poder abordar al inconsciente desde su estructura lenguajera, pero fundamentalmente por ser la consecuencia de un corte: la escritura se soporta de un corte que bien podría ser considerado desde la perspectiva del vaciamiento… y los términos vuelven a enlazarse. Esto, que parecería ser una redundancia es, en realidad, el índice de una lógica ínsita al planteo.

Se parte de una marca primera que es también llamada nominación real, a la altura del seminario 21. El efecto de esta primera incidencia es el vaciamiento antes aludido. Y la marca deviene aquello concernido en la repetición, a la par que instala la incompletitud e inconsistencia a nivel del universo de discurso. Freudianamente casi coincide con la imposibilidad del reencuentro.

Ahora, algo de eso se articula al significante, y ello por cuanto la marca queda borrada, punto de coincidencia con la inscripción del representante de la representación.

Dos campos se entraman: el de la marca y el de las consecuencias del borramiento. Y la repetición evidencia, cada vez, la distancia insalvable entre uno y otro.

miércoles, 18 de junio de 2025

El lapsus nodal y la escritura del "No hay"

Uno de los aspectos fundamentales en la elaboración de Lacan respecto del campo de lo que denomina “lo escrito” radica en la distancia que introduce entre la concepción freudiana del Edipo y su propia reformulación. A esto se suma, como un paso más allá, la centralidad que otorga a la castración, ya presente desde su texto “La significación del falo”.

Este desplazamiento implica una reconsideración de la falta como causa en el sujeto hablante. En términos breves: no es lo mismo que algo falte a que simplemente no haya. Esta distinción cobra un peso decisivo en el plano de la lógica nodal, en tanto que el lapsus del nudo, en el seno de la estructura, inscribe ese “No hay” como una localización específica.

Es sugestivo e interesante que Lacan utilice el término “lapsus”, cargado de resonancias freudianas. No obstante, la diferencia entre ambos usos es notable. Mientras que el lapsus en Freud aparece en el encadenamiento significante como un efecto del discurso, el lapsus nodal en Lacan se sitúa como una falla estructural, previa a cualquier articulación discursiva. Se trata de una inconsistencia en el anudamiento de los tres registros —Real, Simbólico e Imaginario—, lo que le confiere un estatuto lógico anterior al discurso.

Este lapsus, tal como lo trabaja Lacan, señala el punto preciso donde el lazo falla, donde no hay relación. De esta manera, inscribe la imposibilidad formulada por el axioma lacaniano: “No hay relación sexual”. Ese “No hay”, más allá de la noción de falta, se transforma en el sostén del concepto de héteros, según la orientación lacaniana.

Este héteros puede ser escrito en términos proposicionales como un no-todo, y desde una lógica modal, como contingente. Desde esta perspectiva, se justifica la inclusión de esa letra fundamental en el campo del no-todo: el significante de una falta en el Otro.

martes, 10 de junio de 2025

Interpretar sin sentido: del significante al cuerpo en la dirección de la cura

En La dirección de la cura y los principios de su poder, Lacan despliega una serie de interrogantes fundamentales para pensar la práctica analítica. Uno de los más centrales concierne al estatuto mismo de la interpretación.

La primera operación que realiza es un gesto de distanciamiento respecto del sentido. Es decir: ¿a qué apunta realmente la interpretación? Para despejar confusiones, Lacan deja claro que no se trata de significación. La interpretación no busca explicar, ni gratificar, ni mucho menos ofrecer una respuesta a la demanda. También se aparta del paradigma del insight, es decir, no tiene como meta generar una toma de conciencia.

Entonces, ¿qué hace una interpretación? ¿Despliega sentido o lo problematiza?

Al separarla del sentido, Lacan subraya que la interpretación es, ante todo, significante. Por eso, en su forma más elemental, se presenta como una escansión, una puntuación que permite poner de relieve la dependencia del sujeto respecto del significante. En este acto, el análisis no revela una verdad interior, sino que muestra que el sujeto es efecto del significante, en la medida en que éste le llega desde el Otro.

Sin embargo, esta perspectiva no agota el campo de la interpretación. Hay otra dimensión que requiere ser pensada: el cuerpo.

El cuerpo aparece como esa superficie donde el deseo se inscribe, a través del significante. Que el deseo implique al cuerpo indica que la posición deseante no es sólo una estructura lógica, sino también una escena: se desea desde un cuerpo, y con un cuerpo.

Desde esta perspectiva, interpretar es leer esa escritura significante que se cifra en lo corporal. Pero esta escritura no es clara ni articulable: el deseo se articula, sí, pero no se deja articular del todo. Hay algo que insiste en su opacidad, en su no-dicho.

La noción de escritura, en este nivel, resulta crucial: porque articula lo sincrónico (la dimensión estructural del significante, su preexistencia al sujeto) con lo diacrónico (la historia, el Otro, el tiempo del relato). En ese entrelazamiento, el sujeto no se presenta como una esencia, sino como una falta significante, efecto de ese nudo entre cuerpo, lenguaje y deseo.

jueves, 5 de junio de 2025

El decir como escritura: la excepción que funda

Llevar el discurso analítico al nivel de un artefacto que escribe implica enfrentarse a una pregunta central:
¿Qué produce la escritura, en tanto tal, cuando se inscribe en el campo del psicoanálisis?

El verbo "producir" no es elegido al azar. Como bien lo subraya María Moliner en su diccionario, su campo semántico es amplio y preciso: producir es tanto mostrar, como generar, como dar a ver lo que no cesa de acontecer. Desde esta perspectiva, podemos decir que las fórmulas de la sexuación no solo expresan, sino que producen una verdad estructural: que la conjunción sexual entendida como complementariedad plena entre los sexos no cesa de no escribirse. No se trata de un accidente o de una contingencia histórica, sino de una falla estructural que atraviesa a lo sexual en el ser hablante.

En la práctica analítica, esta imposibilidad se tramita en varios niveles. La lectura, que podría pensarse como el campo propio de la interpretación, opera sobre lo escrito. El significante es aquello que se escucha, mientras que el significado es apenas un efecto del encadenamiento significante, algo que se genera como resto.

En ese sentido, la frase con la que Lacan abre L’Étourdit cobra toda su fuerza:
Que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha.
Lo que alguien cree estar diciendo —las ficciones que el efecto de sentido sostiene— muchas veces vela el decir que se precipita desde el discurso. Ese decir, al no estar del todo bajo el dominio del yo, desdibuja al agente que habla.

Este decir como acto, que en Lacan es sinónimo de escritura, sólo se vuelve accesible a través de las vueltas del significante y de la demanda. Dicho de otro modo: el camino al decir fundante es el rodeo. No se lo alcanza directamente, sino por sus efectos.

Y cuando se logra situar ese decir primero, nos enfrentamos a algo que no es una enunciación cualquiera, sino una escritura que funda, un escrito inaugural. Tiene estructura de excepción. No por azar Lacan apela a la lógica fregeana, que le permite fundar sin recurrir a un mito. No es una narración de origen, sino un inicio lógico.

En ese decir fundante, algo se afirma sin apoyarse en la verdad. O, más precisamente, afirma un punto que resiste ser atrapado por la verdad. Lo que allí se escribe es la inconsistencia estructural, aquello que no entra en la serie de lo decible, lo que no puede ser reemplazado. Y por eso mismo, ese punto es condición del comienzo.

Freud lo nombró como el Padre primordial.
Lacan, más allá del mito, lo conceptualizó como la excepción lógica.

miércoles, 4 de junio de 2025

El inconsciente y la letra: más allá de lo psíquico

Quisiera comenzar con una pregunta que, lejos de ser retórica, organiza todo este planteo: ¿es posible subsumir el inconsciente dentro del campo de lo psíquico? La respuesta, desde la lectura que propongo, es rotundamente no. Uno de los desarrollos que más claramente pone en evidencia esta imposibilidad se encuentra en los seminarios 20 al 22 de Lacan.

En esos seminarios, Lacan aborda el inconsciente desde el sesgo de la escritura, y desde allí puede afirmar que el inconsciente "converge entre lo modal y lo nodal". Según la RAE, "converger" implica coincidir en una misma posición frente a algo debatido, o también acercarse a un punto límite. En este marco, lo modal (las modalidades del decir) y lo nodal (los puntos de anudamiento estructural) funcionan como coordenadas donde se hace posible delimitar un fallo, una falla estructurante. De ahí que Lacan recurra a la escritura.

Lo escrito es definido por él como algo “peliagudo”, es decir, complejo, difícil de resolver. Incluso, siguiendo a María Moliner, algo apresurado o precipitado. Parte de esta dificultad radica en que un escrito no está hecho para ser leído, una idea que Lacan ya venía trabajando desde la publicación de sus Écrits. Si no es para leer, entonces ¿para qué es?

Para situar un lazo. Lo escrito sirve para ubicar al inconsciente como texto, como estructura de letra, dado a leer. Este lazo entre la letra y la escritura, que no está exento de complicaciones, funda el campo del decir en psicoanálisis. Apostar a llevar lo escrito al decir no es un mero juego formal: se trata de una apuesta clínica, una pregunta vigente en ese momento de la obra de Lacan: ¿es posible un decir que saque al sujeto de la necedad?

La necedad, en este contexto, no es una contingencia que sobreviene: el inconsciente la implica, porque arrastra consigo lo imposible de escribir. Por eso, la necedad no es simplemente ignorancia, sino una negativa a saber, un no querer saber de lo imposible, o incluso un no querer saber ese imposible.

Y frente a ese imposible, lo psíquico no puede más que aparecer como un entramado ficcional, solidario de lo que Lacan llamó, con una expresión bellísima, las ficciones de la mundanidad.

sábado, 31 de mayo de 2025

¿Qué es el cross-cap y por qué le interesó a Lacan?

 Un cross-cap (en español a veces llamado “gorro cruzado” o “tapa cruzada”) es una superficie no orientable: una figura topológica en la que no se puede distinguir un “interior” de un “exterior” de forma estable. Es una representación del plano proyectivo real embebido en el espacio tridimensional. Tiene una auto-intersección, pero esa intersección no es un punto real de la superficie, sino un efecto del intento de representarla en el espacio ordinario.



Lacan recurre al cross-cap en su enseñanza topológica (especialmente entre los seminarios 18 y 22) porque esta figura le permite formalizar lo siguiente:

1. La no-orientabilidad del sujeto

  • En el sujeto no hay una “identidad continua” ni una interioridad coherente. El sujeto está atravesado por el lenguaje y, como el cross-cap, no tiene un adentro y un afuera definidos.

  • La falta de consistencia ontológica del yo y del Otro se modela topológicamente por estructuras como el cross-cap.

2. La inscripción del goce

  • En el cross-cap, el borde representa el borde del cuerpo, y la forma en que se pliega remite al modo en que el goce se bordea, sin integrarse por completo.

  • Lacan señala que el objeto a como resto del corte es localizable en esa estructura.

3. La relación con la castración y la imposibilidad

  • El cross-cap no puede ser representado plenamente en el espacio tridimensional sin distorsiones. Eso lo convierte en una buena imagen de lo que Lacan llama lo real, especialmente la imposibilidad estructural que sostiene la fórmula: no hay relación sexual.

4. La escritura topológica como suplencia

  • Dado que el lenguaje no puede escribir ciertas relaciones (como la sexual), la topología se propone como una escritura que bordea lo imposible, una manera de operar con lo real sin reducirlo al sentido.

Algunas referencias lacanianas clave

  • Seminario 18 – “De un discurso que no fuese del semblante”: empieza a articular el discurso analítico con la imposibilidad.

  • Seminario 19 – “… o peor”: se introducen más figuras topológicas.

  • Seminario 22 – “R.S.I.”: aquí Lacan trabaja explícitamente con el cross-cap en relación con el nudo borromeo y el estatuto del cuerpo.

  • “Radiofonía” y “Lituratierra”: donde la escritura se plantea como efecto de corte y borde de lo real.

El cross-cap en psicoanálisis no es un adorno matemático, sino una herramienta formal que permite pensar la estructura del sujeto, el goce y la función del discurso analítico. Al no tener “interior” ni “exterior” claros, representa bien cómo el sujeto del inconsciente está constituido por una discontinuidad que no se cierra, una topología del corte, y no del ser.

¡Un caso clínico!
Vincular el cross-cap con un ejemplo clínico permite ver cómo la topología lacaniana no es un lujo abstracto, sino un recurso para pensar la estructura misma del sufrimiento subjetivo y la función del dispositivo analítico.

Imaginemos un paciente neurótico que consulta por un sentimiento persistente de insuficiencia y desorientación frente al deseo del Otro. Por ejemplo, alguien que relata:

No sé qué se espera de mí. Cuando intento satisfacer a los demás, siento que me pierdo. Pero si intento hacer lo que yo quiero, no sé quién soy ni qué quiero. Es como si siempre estuviera del lado equivocado.

Este enunciado resuena claramente con una estructura no-orientable: no hay un “adentro” (un deseo propio) ni un “afuera” (expectativas del Otro) estables. Esa indistinción entre exterior e interior, entre el deseo del Otro y el propio, es homóloga a lo que representa topológicamente el cross-cap.

El analista puede hacer uso de esta herramienta en cuanto:

En la transferencia, el paciente intenta restablecer una orientación: busca en el analista un punto de referencia para ordenar su mundo. Esta demanda tiene como trasfondo la fantasía de que hay un lugar donde todo encajaría, como si el mundo fuera esférico y se pudiera volver a cerrar.

El analista, al sostener su posición desde el deseo y no desde el saber, no responde a esa fantasía de completud. Su interpretación no pretende reparar, sino cortar, abrir, torcer.

Esa intervención es el equivalente clínico del corte topológico que transforma una esfera en un cross-cap: se hace visible que el sujeto no puede representarse a sí mismo como unidad, sino que está atravesado por un corte estructural, que es el del lenguaje y el goce.

Volviendo al caso, al avanzar el análisis, el paciente podría llegar a reconocer que su “insuficiencia” no es un defecto personal, sino el efecto estructural de la falta de orientación propia de su posición de sujeto del inconsciente. En lugar de buscar identificaciones nuevas que cierren su mundo (sueño de unidad), aprende a bordear ese agujero, a vivir con ese corte, e incluso a hacer algo con él.

De esta manera, en términos topológicos el análisis desmonta la ilusión esférica del yo, es decir, la fantasía de un ser coherente que podría completarse. El corte analítico inscribe la no-relación y permite al sujeto hacer una escritura con eso, operar con lo real de su goce sin tener que saberlo todo ni completarlo. El cross-cap, entonces, es el modo en que se figura esa subjetividad abierta, sin orientación fija, pero con un borde, un borde donde se puede anudar algo nuevo.

viernes, 30 de mayo de 2025

Letra y escritura: marcas del Otro en la historia y en el discurso

El complejo vínculo entre escritura y letra en la enseñanza de Lacan tiene, en principio, una fuente evidente: la historia de las civilizaciones humanas. Es a partir del recorrido por los desarrollos culturales que Lacan comienza a construir esa articulación, que más adelante se sostendrá también en términos lógicos y estructurales.

La evolución de la cultura, que es también la historia de los alfabetos, muestra que la letra se encuentra ligada a dos dimensiones fundamentales, profundamente entrelazadas:

  • Por un lado, a la producción cultural concreta, tal como puede observarse en la alfarería. Allí, las vasijas operan no sólo como objetos de uso cotidiano, sino como superficies donde se inscriben marcas vinculadas a prácticas sociales, costumbres y acciones.

  • Por otro, esas mismas inscripciones funcionan como marcas de procedencia, huellas que indican una pertenencia, al inscribir coordenadas que remiten al lugar del Otro propio de cada momento histórico.

Desde una mirada antropológica, estas marcas pueden leerse como portadoras de significados contextuales: una función connotativa. Pero cuando Lacan se apoya en estos materiales para pensar la relación entre lenguaje y marca, parece introducir otro registro: uno denotativo, que se abre a la cuestión del referente. Esto no sucede al margen del Otro, pero sí más allá de su función como simple "tesoro del significante".

En este giro, Lacan afirma que la letra es un efecto de discurso, lo que lo lleva a declarar que “lo bueno de cualquier efecto de discurso está hecho de letra”. Sin embargo, esta definición no elimina al Otro, sino que lo reinscribe: la letra requiere de un lector, de un agente que produzca el pasaje entre la marca y su borramiento. Es decir, no hay escritura sin Otro.

Esta articulación complejiza el concepto de castración, porque si el discurso es, según Lacan, una forma de lazo social, entonces cabe preguntarse:
¿Qué función cumple la escritura en ese lazo?
La respuesta apunta a una operación de anudamiento. La escritura hace lazo allí donde se evidencia un fallo entre los registros, un punto de inconsistencia donde el Otro responde con una falta. En ese lugar, la escritura actúa como un modo de suplencia, no de cierre, sino de borde: marca un lazo posible donde el nudo amenaza con desanudarse.

Del corte al escrito: la negación y el surgimiento de lo real en el discurso analítico

En esta entrada, me situábamos el valor inaugural del decir primero, aquél que afirma una existencia fuera de la función fálica, y destacar su diferencia respecto de la negación existencial propia del lado del no-todo. Mientras que en el no-todo se trata de una negación que apunta a la inexistencia, en el decir primero la negación señala que hay algo que no queda capturado por la castración.

¿Cómo leer entonces esta negación? Propongo entenderla no como una simple oposición lógica o semántica, sino como una barra, un corte. Esta barra, tal como la presenta Lacan en “Radiofonía”, no remite únicamente a la escisión entre significante y significado, sino a una operación fundante que instala la escritura. Así, el decir se vuelve correlativo al corte; y este acto, más que aclarar, introduce un plano de equívoco estructural.

En Radiofonía, Lacan subraya que la barra produce corte, pero también genera un efecto de sentido. Sin embargo, ese efecto no se sitúa al nivel de la significación, sino más bien como una dirección, una orientación que emerge del discurso.

De este modo, la escritura no es un simple registro secundario. Es un efecto de discurso, tanto en la ciencia como en el psicoanálisis. En este último, se inscribe como lo que da cuerpo a la imposibilidad que sostiene la práctica: el axioma “no hay relación sexual” funda el campo que se desprende del discurso analítico.

Allí donde el lenguaje fracasa en escribir la relación sexual, la escritura toma el relevo y produce una lógica. En “De un discurso que no fuese del semblante”, Lacan lo formula claramente: donde no hay relación sexual, sólo hay relación lógica. Por eso el discurso, al escribir, suple el límite estructural del lenguaje.

Ahora bien, ¿todo escrito se hace de letra? Este punto merece atención. La letra también es efecto de discurso, pero se diferencia del escrito porque es lógicamente anterior. El escrito, en cambio, se presenta como un precipitado, como algo que se constituye tras el pasaje por la experiencia discursiva.

La escritura como suplencia del referente: entre significante y castración

En el campo del psicoanálisis, el concepto de significante adquiere un estatuto particular que permite marcar una distancia con otras tradiciones. No es equivalente afirmar que la relación entre significante y significado es arbitraria —como en la lingüística— a sostener que el significante carece de referente. Si bien ambas formulaciones son válidas, responden a contextos distintos y problemáticas disímiles.

La primera se inscribe en el campo de la significancia como efecto de sentido: es la producción de sentido por encadenamiento de significantes. En cambio, cuando se plantea que el significante no tiene referente, se introduce una dimensión que pone en cuestión la posibilidad misma de inscripción de lo real. Allí donde el discurso apela a un referente, lo que responde es un vacío. Esa ausencia es precisamente lo que Lacan formaliza con el axioma: “No hay relación sexual”.

Ante la falta de esta cópula imposible, ¿qué puede operar como suplencia? La escritura.

La escritura, en su carácter “peliagudo” —difícil, escurridiza, problemática—, se presenta como una operación que desborda tanto el sentido como la ontología. En la tradición ontológica, el ser ocupa la función de la cópula: une sujeto y predicado, da consistencia a lo que es, permite afirmar una propiedad. Pero en la enseñanza de Lacan, la escritura rompe con esa lógica de la atribución. No sólo afecta la consistencia del ser, sino que también socava la estabilidad del predicado. Se produce así un vaciamiento: no ya la esencia de las cosas, sino las cosas en tanto significantes.

Este giro, que también funda el acto performativo de la ciencia, encuentra en el discurso analítico una torsión radical. ¿Qué produce el discurso analítico al escribir? Una demostración de lo imposible. Las fórmulas de la sexuación no son descripciones, sino producciones que muestran que la relación sexual no cesa de no escribirse.

Desde esta perspectiva, hombres y mujeres no existen como entidades plenas, sino como valores simbólicos, efectos del significante. La falta de referente con la que comenzamos se revela como la huella de lo que escapa al discurso, de aquello que no puede ser sostenido por el semblante.

miércoles, 28 de mayo de 2025

Escribir para sanar: el poder terapéutico de la escritura

 Nuestra mente es un torrente incesante de pensamientos, recuerdos y diálogos internos. Muchas de esas palabras quedan atrapadas en nuestro inconsciente, sin ser expresadas. Sin embargo, al escribirlas, algo se transforma. A diferencia del habla, la escritura nos obliga a reflexionar, a seleccionar y ordenar las palabras, lo que nos permite estructurar el pensamiento y tomar distancia de las emociones.

El profesor James Pennebaker, de la Universidad de Texas, ha demostrado que escribir sobre experiencias personales, en especial aquellas traumáticas o dolorosas, produce beneficios en la salud física y emocional. Sus estudios revelan que quienes plasman sus emociones en papel fortalecen su sistema inmunológico, duermen mejor y reducen el estrés y la ansiedad. Incluso se ha observado que la escritura ayuda a regular la presión arterial y a disminuir el consumo de alcohol y fármacos.

Investigaciones recientes continúan validando la escritura como una herramienta terapéutica. Un estudio en JAMA Psychiatry demostró que escribir sobre emociones intensas reduce la actividad de la amígdala, la región cerebral asociada al miedo y el estrés. Asimismo, un metaanálisis de la Universidad de Auckland halló que la escritura expresiva acelera la recuperación de heridas físicas, como las producidas por cirugías menores, debido a su efecto positivo en el sistema inmunológico.

Por su parte, la psicóloga Susan Lutgendorf encontró que quienes escriben sobre experiencias significativas experimentan una mayor actividad en las células T, responsables de combatir infecciones y enfermedades. Estos hallazgos refuerzan la idea de que la escritura no solo ayuda a procesar emociones, sino que también impacta en la salud física.

Cómo Empezar: Ejercicios de Escritura para el Bienestar

Si nunca has explorado la escritura personal, aquí tienes algunas formas de comenzar:

  • Diario emocional: Dedica 15 minutos al día a escribir sobre tus emociones sin preocuparte por la gramática o la coherencia. Simplemente deja que fluyan.

  • Registro de sueños: Al despertar, anota lo que recuerdes de tus sueños. Con el tiempo, podrías descubrir patrones emocionales ocultos.

  • Cartas sin destinatario: Escribe una carta a alguien con quien tengas asuntos pendientes. No es necesario enviarla; el simple acto de escribirla ayuda a liberar tensiones.

  • Escritura automática: Programa un temporizador de cinco minutos y escribe sin detenerte ni censurarte. Deja que las palabras surjan libremente.

  • Reescribir historias: ¿Qué habría pasado si hubieras tomado otra decisión en el pasado? Escribe esa historia como te gustaría que hubiera ocurrido.

La Escritura como Puerta a la Creatividad

Julia Cameron, autora de El camino del artista, recomienda un ejercicio llamado “páginas matutinas”: escribir tres páginas diarias sin estructura ni objetivo concreto, como una forma de despejar la mente y potenciar la creatividad. La escritura también puede ser un refugio seguro para explorar miedos, ordenar pensamientos y resignificar experiencias.

Si deseas profundizar en esta práctica, mejorar tu bienestar y quizás incluso comenzar a escribir esa historia que llevas dentro, participar en un taller literario puede ser un excelente punto de partida. Allí encontrarás guía, inspiración y un espacio de intercambio para compartir el camino de la escritura.

viernes, 23 de mayo de 2025

El Nombre del Padre y la escritura en la cadena borromea

El paso del Nombre del Padre desde su función en la serie del discurso hasta su inscripción en la estructura del lenguaje conlleva un replanteo del estatuto de la escritura. En el caso particular de la cadena borromea, el aplanamiento se asocia con una de las formas en que lo imaginario se juega en ella, siendo esencial para definir su condición de escritura.

A partir de esto, surge la pregunta sobre el punto donde las consistencias se articulan, es decir, aquello que sostiene el lazo entre ellas. Lacan aborda este problema analizando la cantidad mínima de consistencias necesarias para mantener la estructura.

El número de términos en la cadena introduce diferencias fundamentales. Con tres redondeles, las posiciones relativas de los registros pueden intercambiarse libremente, y la cadena no es orientable, lo que plantea un problema en términos de sentido, entendido aquí como dirección y no como significación. En cambio, con cuatro términos, las permutaciones posibles se restringen, lo que hace que la cadena sea orientable.

De esto se desprenden dos puntos clave: no hay orientación sin restricción, y la orientación implica un nuevo enfoque sobre el Nombre del Padre como principio de dirección. Así, la limitación impuesta por el cuarto término debe interpretarse como una escritura de la prohibición.

Si se compara con otras formas previas de escritura, la borromea representa una “excepción”. Esta afirmación resulta notable porque la lógica modal se estructura a partir de una excepción lógica inicial de carácter existencial. Sin embargo, en este caso, la excepción se presenta en dos direcciones:

  • Por un lado, incorpora lo real anudado a los otros registros, aunque lo real, por definición, les ex-siste.
  • Por otro, es una excepción en cuanto introduce una forma de escritura que rompe con lo plano, sin que ello se vea afectado por la necesidad del aplanamiento mencionada al inicio.

Este enfoque redefine la función de la escritura en la teoría lacaniana y su relación con la estructura simbólica.

miércoles, 23 de abril de 2025

Del no-todo a la existencia: la falla, la nominación y el síntoma

En su Seminario 18, Lacan afirma: "Si la existencia es afirmada, el no-todo se produce", señalando un punto clave en la transición de una lógica atributiva a una lógica modal y cuantificacional. Este cambio tiene profundas implicaciones: se pasa de lo indecible a lo imposible de escribir.

Este tránsito es posible gracias a la función de la falla, incluso en su dimensión ontológica: la falla del lenguaje es constitutiva del devenir del sujeto. Es crucial entender que esta falla no es aún un agujero en sí mismo; la apertura de un agujero solo ocurre a través de la nominación, que es la única función capaz de producirlo. Así, la falla tiene un valor primario, pero solo a través de la nominación se convierte en agujero, condición fundamental del lazo social y del discurso.

Este proceso puede relacionarse con la referencia fregeana, donde la falla inicial implica la ausencia de un referente o complemento. Nos situamos así en el nivel de la escritura, que no pertenece al campo del sentido. Si marcamos un corte, podríamos decir que estamos en el ámbito de la denotación, mientras que el sentido y la connotación emergen en un momento lógico posterior.

La escritura, en este contexto, produce una existencia paradójica que opera como una necesidad lógica dentro del discurso. Es decir, no hay discurso sin una existencia que introduzca una excepción.

Si seguimos la referencia a Frege, podemos afirmar que esta excepción constituye un síntoma en el sujeto, pero no en el sentido clínico, sino como una función que establece el borde del campo donde el sujeto advendrá. Esto solo puede entenderse a partir del paso del 0 al 1: la inexistencia se inscribe como síntoma, ya que el síntoma es precisamente aquello que responde a la inexistencia (de la relación sexual).

En otras palabras, la inexistencia es la inscripción de la falla de partida, y solo se vuelve existente en la medida en que el síntoma le responde.

martes, 22 de abril de 2025

Una excepción y no un modelo

Existe una coincidencia significativa que surge del trabajo sobre los textos del psicoanálisis. Por un lado, la práctica analítica no puede sostenerse únicamente en el estudio de libros; Freud ya advertía sobre la necesidad del análisis del analista, no como una práctica meramente acumulativa, sino como un desasimiento que hace posible la escucha.

De manera análoga, la topología no puede aprenderse exclusivamente a través de los textos. Es imprescindible la manipulación para comprender lo que está en juego, pues la estructura del encadenamiento topológico contiene elementos radicalmente antiintuitivos.

El real que allí se presenta puede ser delimitado y demostrado en la medida en que el encadenamiento se inscribe en la escritura. Lo escrito soporta un real porque no hay otro acceso a lo imposible sino a través de la escritura.

Lacan se pregunta si esta escritura corresponde a un modelo matemático. En términos generales, un modelo matemático es una formalización que expresa relaciones entre distintos términos. Sin embargo, Lacan concluye que la cadena borromea no es un modelo matemático, no por su estructura formal, sino porque su lógica se basa en una excepción.

Esta excepción implica un desplazamiento fuera del plano. Mientras toda escritura supone una superficie (papel, pared, piso), la consistencia de la cuerda permite que la cadena borromea emerja en el espacio tridimensional. Aquí, la función de lo imaginario se vuelve esencial: garantiza la consistencia del nudo.

Posteriormente, en un momento lógico distinto, es necesaria la puesta en plano de la cadena (sobre una mesa, el suelo…), para poder leer las consecuencias del lazo. Sin embargo, este achatamiento no equivale al plano original, sino que es el resultado de la apuesta que estructura el trabajo.

Por lo tanto, la cadena borromea requiere dos operaciones fundamentales:

  1. Inmersión, que la extrae del plano inicial y la proyecta en el espacio.
  2. Aplanamiento, que permite su lectura en una nueva superficie.

lunes, 21 de abril de 2025

La función de lo escrito y la estructura del síntoma

Lacan es claro al afirmar que su única invención es el objeto a. Sin embargo, cabe preguntarse si esta afirmación podría extenderse a sus tres registros—Real, Simbólico e Imaginario—especialmente si se los considera bajo la perspectiva del nombre. En RSI, Lacan señala que estos registros implican una apuesta, y su enseñanza se convierte en la demostración de esa apuesta. Esta cuestión se ilustra en el epílogo de Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, donde se interroga sobre qué testimonio ofrece su enseñanza.

Esta apuesta no puede sostenerse sin la función de lo escrito. Más que un simple recurso, lo escrito establece un marco epistémico que permite abordar los problemas de la praxis. Gracias a lo escrito, se posibilita el tránsito de lo indecible a lo imposible de escribir. En este punto, surge una pregunta fundamental: ¿cómo operar sobre aquello que la palabra no alcanza?

De este modo, se configura una serie conceptual: apuesta, testimonio/demostración, praxis y lo que queda fuera de la palabra. Este último elemento corresponde a un real, que afecta al sujeto como un desarreglo o anomalía. La enseñanza psicoanalítica, en este sentido, es una teoría de la práctica que testimonia sobre ello.

A partir de esta perspectiva, la función de lo escrito permite reformular la estructura del síntoma, trascendiendo su dimensión clínica. En este marco ampliado, el síntoma se convierte en uno de los Nombres del Padre, el cual se desplaza desde su ubicación como S2 en la metáfora paterna hasta su función como S1, ya sea en forma de excepción o suplencia.

Cuando se analizan R, S e I desde el enfoque de las categorías—es decir, a partir de los diferentes modos del decir—se abre la posibilidad de interrogar el origen de la diferencia sexual, que no es un dato dado, sino algo que debe estructurarse.

En la lógica de la cadena borromea, se articulan dos movimientos clave:

  1. Establecer una medida común entre los registros, eliminando cualquier primacía entre ellos.
  2. Diferenciarlos como condición de la orientación, permitiendo una lectura estructural del sujeto.