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sábado, 7 de enero de 2023

Un caso de erotomanía

 Se trata de una joven de 23 años que acude al centro de salud acompañada por sus familiares (por su pareja y su madre).

Tanto su madre como  su pareja, manifiestan preocupación por P. a quien la describen como “depresiva”, pasa mucho tiempo acostada, presenta una disminución del apetito, refiere que si no insisten a que coma no lo hace, casi no duerme por las noches y si lo hace, lo hace por pocas horas y fuma mucho (tabaco). 

Se indaga desde cuándo comenzó con eso y su madre manifiesta que hace menos de un mes, desde que empezó a escuchar ruidos fuera de su casa, que le generan mucho miedo. No obstante, dichos ruidos no son captados por la madre ni por la pareja, no los escuchan y tampoco logran entender de qué ruido se trata.

Su pareja, cuenta que hace 3 meses se encuentra separado de P. debido a los celos excesivos por parte de ésta, sobre todo cuando él se encontraba trabajando. 

Comenta que en una oportunidad P. sostuvo fervientemente que éste la engañó con la pareja de su cuñado (hermano de su pareja) creando un revuelo familiar ya que se lo dijo a su cuñado. Cabe agregar que quien tomó la decisión de separarse fue P., al momento de la entrevista vive sola con su hija de 3 años desde la separación y su pareja en casa de su madre ubicada en el mismo terreno en el que se encuentra P.

En la primera entrevista con P., se observa en ella una mirada perdida, agotamiento físico y poco aseo personal.

Sostiene que no se siente bien, pasa mucho tiempo encerrada, no puede salir afuera porque hay “algo que le impide”. Refiere que hay personas que se van a enojar con ella.

Se indaga sobre quienes se podrían enojar, sostiene que se trata de su vecino que vive al lado de su casa, un “chico” como lo llama, de su edad que está enamorado de ella. (A lo largo de las entrevista se constata que nunca habló con este pero lo supo a través de “indirectas”)

P. no siente lo mismo que este chico y eso lo hace sufrir al él especialmente cuando pasa tiempo con su pareja.

Por este motivo, cuenta que prefiere no salir de su casa ya que escucha con mucha frecuencia que el muchacho llora, golpean objetos fuertemente generando mucho ruido cerca de su casa o la madre de éste dice cosas feas de ella sin decir su nombre pero entiende que dichos comentarios le conciernen. 

Cabe aclarar que en la primera entrevista y en algunas de las posteriores, al momento de referir estos datos lo hace con tono de voz muy baja, casi susurrando. 

En la primera entrevista luego de relatar lo mencionado anteriormente se queda en silencio con la mirada en un punto fijo, le pregunto si había algo más de lo que quisiera hablar, no entiende, le vuelvo a preguntar pero se muestra concentrada en otra cosa. Pregunto si en ese momento estaba escuchando algún ruido y afirma que sí moviendo la cabeza. Decido dar por finalizada la entrevista.

Su familia se muestra preocupada por que pueda suceder un accidente doméstico dado que se encuentra “muy distraída” dado que P. en una oportunidad se olvida la comida en el fuego o en otra ocasión se lastima involuntariamente con un cuchillo mientras cortaba las verduras. Por este motivo no le permiten pasar tiempo a solas con su hija.

Se realiza una interconsulta con psiquiatría al hospital de salud mental cercano, allí deciden internarla por 7 días. La medican con risperidona, carbamazepina, diazepam y levomepromazina.

Posteriormente, P. en el próximo encuentro comenta: “Me siento más tranquila pero a la vez más nerviosa”, interrogo porqué y responde lo siguiente:

- A veces me decaigo porque hay cosas que me hacen mal. Cosas que no tienen sentido: ella se hace.

- ¿Quién se hace?, [pregunto].

- Me tiran indirectas, mi vecina de al lado, la mamá del chico, en cualquier momento, cuando estoy con mi marido. Por eso pasé tanto tiempo encerrada en mi pieza que me enfermé. Nunca tenía tiempo para mí y mi hija.  Cuando me enfermé escuchaba cosas, quería salir a ver qué era pero no supe salir y me quedé encerrada. Tenía mucho temor de salir afuera, tenía una depresión. Me di cuenta que estaba haciendo mal, porque estaba sola, no quería que nadie entrara. Me di cuenta que le estaba afectando a mi hija y ahí le pedí ayuda a mi marido.

Estos dichos se repiten en la mayoría de los encuentros con pequeñas variaciones, pero insiste la idea inicial de que su vecino se encuentra enamorado de P. motivo que lo hace sufrir por no ser correspondido.


Discusión

En 1942 Clerambault describe un cuadro clínico conocido como psicosis pasional. Consideraba que el cuadro tenía algunas características especiales que describe meticulosamente: el sujeto desarrolla la convicción delirante de estar en comunicación amorosa con otra persona (víctima o amado), esta persona tiene un estatus social e intelectual más elevado que con toda probabilidad es inalcanzable por sí mismo o por su condición.

En el corazón de la psicopatología erotomaníaca subyace a menudo una actitud sexual ambivalente. El nudo ideo-afectivo del erotómano radica en un afecto insatisfecho y en la necesidad de rebelarse.

Lo que hizo Clerambault en ese año fue reavivar el interés por un concepto psiquiátrico que tenía larga tradición en la medicina desde la antigüedad, ya encontramos descripciones de este cuadro en Hipócrates, Galeno y Plutarco, aunque el primero en utilizar el término fue Jaiques Ferrand en 1640 (3).

Es un delirio pasional mórbido de estructura sistematizada y subordinada al postulado fundamental: “el otro me ama”. Es el objeto quien ha comenzado por declararle su amor. El sistema delirante se elabora sobre la base de intuiciones, falsas demostraciones, ilusiones e interpretaciones delirantes.

Reivindican con pasión el vínculo amoroso invisible para otros. Esta reivindicación puede llegar a la lucha por la verdad, al enojo, acusación y agresividad en la fase de rencor o despecho. De las conductas de aproximación inicial se puede pasar a las conductas de agresividad.

En 1956, Lacan propone que las estructuras se delimiten en función del mecanismo psíquico en juego: represión o forclusión.

Que el mecanismo en juego sea la represión o la forclusión, tendrá consecuencias a nivel del leguaje y de los fenómenos de retorno. Lacan plantea que, en la psicosis, la significación de las palabras que llama neologismos tiene como propiedad el remitir esencialmente a la significación en cuanto tal, permaneciendo irreductible. El autor llama a esto “inercia dialéctica”, que contrasta con el “discurrir dialéctico” propio del lenguaje en la neurosis, donde la significación remite a otra cosa. Esta “otra cosa” es, la neurosis infantil que se reactualizaba en el dispositivo freudiano creado para las psiconeurosis. 

A su vez, en la neurosis, la significación fálica posibilita las significaciones compartidas con los otros. Dicha significación fálica no se halla presente en el discurso de P, hay desafectivización en el discurso, no hay ninguna significación posible como podría suceder en la neurosis.

Por otra parte, resulta importante poder introducir un elemento central que permita reconocer, con la precisión necesaria, el tipo de estructura: la certeza. Se puede dilucidar de este modo que P. presenta certeza en sus dichos.

P. no se ve envuelta en dudas, contrariamente, la certeza se encuentra cuando la entrevistada explica que pasa mucho tiempo encerrada, no puede salir afuera porque hay “algo que le impide”. Refiere que hay personas que se van a enojar con ella, se trata de su vecino que vive al lado de su casa, un “chico” como lo llama, de su edad que está enamorado de ella. (A lo largo de las entrevista se constata que nunca habló con este pero lo supo a través de “indirectas”), además P. asevera que no siente lo mismo que este chico y eso lo hace sufrir al él especialmente cuando pasa tiempo con su pareja. Esto marca que hay una convicción indeleble de que eso le está dirigido, le concierne.

Asimismo se presume que la presencia de los fenómenos mencionados dan cuenta que la relación con el significante estaría suscitada por la aparición del mismo en lo real.

A propósito, en cierto modo, el psicoanálisis revela la presencia del “Otro malvado” y dependerá de la estructura frente a la cual se presente que puede por un lado presentarse como un Otro barrado, como señala Miller (2011): el padre o su sustituto, es aquel que encarna la amenaza de castración, es temido porque encarnan esta amenaza en el inconsciente, aquel que da significación al deseo. Sin embargo, el padre también puede aparecer como un Otro completo, absoluto. 

Lacan propone que la metáfora paterna al reemplazar el deseo de la madre por el Nombre-del-Padre da lugar a la significación fálica, es decir la significación de la castración. Para algunos sujetos esta metáfora no opera y el Nombre-del-Padre no entra en acción tal como se alega que sucede en el caso de P., donde el Nombre-del-Padre no opera, el Otro aparece con su maldad real que puede deslindarse cuando refiere a su padre, como una amenaza siempre a punto de surgir y no como significado reprimido ya que el inconsciente está como “a cielo abierto”, muy distinto al Otro que permite la aprehensión de los significantes como sucede en la neurosis. El goce aquí se presentifica entonces en el Otro.

La persecución que se despliega para la entrevistada, como el esfuerzo de localización de esta maldad difusa del Otro (por ejemplo cuando hace referencia a su vecina, madre del chico), se podría considerar como una tentativa del sujeto para reconstituir una defensa contra el goce invasor y volver a encontrar un sentido a un mundo cuya significación se desmoronó permitiendo así la construcción de su delirio.

En muchos casos el diagnóstico lleva tiempo por lo que se hace necesario mantener la espera acompañándola de prudencia en las intervenciones como sostiene la autora Rubinstein (1999), esto requiere que el analista pueda tolerar sus errores y que esté dispuesto a redefinir la conjetura si aparece algo nuevo, saber que no se puede operar frente a un saber anticipado y de certeza, pero al mismo tiempo provoca a avanzar en el conocimiento y a intentar responder a los enigmas que la práctica genera.

Por otro lado, respecto del abordaje lacaniano respecto de la erotomania, podemos hacer referencia a su observación sobre la misma, publicada en 1932 con la tesis doctoral titulada “De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad”. En ella trabaja el caso Aimée, tomado como ejemplo para demostrar un caso de paranoia de autopunición. Sin embargo, seguidamente este diagnóstico es abandonado para reconocer en su fundamento una erotomanía.

En un segundo momento, Lacan aísla en el caso Aimée una "erotomanía homosexual" y una "erotomanía heterosexual". Puede observarse en su tesis el desarrollo de estas dos vertientes de la erotomanía. Por un lado, la que denomina erotomanía homosexual y que en virtud de su relación con las perseguidoras hace de Aimée una “auténtica erotomanía homosexual”. Por otro lado, una erotomanía platónica heterosexual vinculada a un personaje real.

Vale aclarar que la concepción de erotomanía que predomina en su tesis subraya sobre todo el aspecto platónico, es decir, que a diferencia de Clérembault deja de lado la cuestión de la sexualidad.

A partir del caso Aimée, Lacan plantea que la paranoia depende ante todo de una situación a la cual reacciona el enfermo con su psicosis, y del conflicto interior entre una inferioridad sentida y una exaltación reaccional del sentimiento de sí mismo, sin olvidar que este conflicto está exacerbado por las circunstancias externas. Toman preeminencia en el desarrollo de la psicosis, aquellas anomalías del comportamiento sexual, del papel electivo de algunos conflictos y de su lazo con la historia infantil, descubrimiento antes expuesto en los trabajos realizados mucho antes por Freud.

Colette Soler (2004) en su libro El inconsciente a cielo abierto de las psicosis, realiza una serie de observaciones acerca de la tesis lacaniana.

Manifiesta que es notable comprobar que para Lacan, hasta 1932, la erotomanía hacía referencia, al igual que Freud, a un problema de la libido. Aún no había elaborado la distinción entre el otro con minúscula del Otro con mayúscula, el objeto a, y la función fálica.

Por consiguiente, interpreta la elección de objeto por “la satisfacción encontrada en un platonismo radical”, manifestación de problemas de identificación sexual, que en relación al caso Aimée lo plantea como “la neutralización de la categoría sexual a la cual ella se identificaba”.

El desarrollo de sus teorizaciones permite arribar a las particularidades de la transferencia erotómana, dando cuenta de una “erotomanía mortificante” donde el objeto a se sitúa del lado del paciente psicótico, sujeto del goce. Conforme a la tesis de Lacan, se identifica el goce en el lugar del Otro. Pero se trata de Otro que no existe, y el paranoico lo hace existir como gozador a falta de una inscripción fálica.

jueves, 15 de diciembre de 2022

El concepto de no-todo y el goce femenino

RESUMEN: El presente trabajo tiene por fin indagar algunas de las conceptualizaciones que realiza J. Lacan sobre la sexualidad femenina, fundamentalmente tomando lo desarrollado en la última parte de su enseñanza. El interés de esta temática radica en poder situar como dicho autor, a partir de plantear un más allá del padre y del falo, culmina en la formulación de una lógica para lo femenino diversa de la fálica en aquello atinente al goce. Esto se efectúa mediante la construcción de las fórmulas de la sexuación y el concepto de no-todo, correlativos de la ausencia de relación sexual y de la inexistencia de lo universal femenino, lo cual conlleva pensar el estatuto de la distribución sexual como así también el lugar de lo femenino en la lógica de los encadenamientos y desencadenamientos y sus relaciones, particularmente de oposición, con el sinthome histérico.

En el Seminario XX, Lacan se sirve de la construcción de las fórmulas de la sexuación, a fin de dar cuenta de las dos lógicas en juego en el ser hablante. Para presentarlas, Lacan recurre al cuadrángulo aristotélico y su repartición de las proposiciones particulares y universales. Lo interesante con respecto a ello es que, a diferencia de Aristóteles, Lacan presenta de un modo inédito una categoría inexistente en este último: el concepto de no-todo, y lo utiliza justamente para sostener que “la mujer es no-toda”[i] en relación al falo. Por ello, retoma el esquema de Peirce inmerso ya en el orden de la lógica moderna, en tanto posibilitó un examen diverso al aristotélico, al dar lugar a una mayor formalización desde la lógica que invierte a aquel, allí donde lo particular reviste una importancia radical que funda lo universal, donde el padre de la horda que goza de todas las mujeres es “almenosuno”[ii] que dice no a la castración y opera como excepción fundando el universo “todos los hombres están sujetos a la castración, a la función fálica”, como función de goce. Sin embargo, del lado femenino es imposible fundar un universal del todo y la excepción, dando lugar a la contingencia existente en relación al falo que no puede hacer existir a La Mujer, afirmando por ello que ésta es no-toda

MÁS ALLÁ DE LA LÓGICA FÁLICA 

Lacan sostiene que las fórmulas cuánticas de la sexuación implican una elección del sexo por parte del sujeto. Al respecto, este autor afirma que el sexo es un decir, por lo cual el parletre procede a la elección de su sexo de acuerdo a su inscripción en dichas fórmulas. Lacan las construye recurriendo a la función proposicional que funda la lógica moderna a partir de Frege, como así también a la teoría de conjuntos de Pierce y a la lógica modal. A partir de allí plantea a la función fálica -como instancia bifásica entre la palabra y el goce que media la relación entre los sexos- como aquella proposicional única e invariable que inscribe al goce y la castración vía el significante. No obstante, y en función de lo ya señalado, la falta de universal del lado femenino hace que sólo exista el particular de las mujeres y su “particular” relación con el goce. Ello da lugar entonces a una distribución en la que del lado hombre prima la lógica del todo y la excepción respecto del falo, y del lado femenino la del no-todo, que conlleva a la vez una división interna entre el goce fálico y el Otro goce. Asimismo, esto también implica la imposibilidad de escribir la relación sexual a partir de la falta del significante que nombra a La Mujer, ubicándola en el plano del Otro radical, del cual el inconsciente no puede decir sino la falta, llevando a Lacan a su ya conocido axioma “No hay relación sexual”[iii], en la medida en que la repartición sexuada no se hace en forma complementaria en virtud de las dos lógicas en juego en el ser hablante, es decir, dos polos diversos designados por el significante Uno y por aquel que designa al Otro y su falta, resultando imposible escribir una relación entre ambos. Al decir de Lacan: “el goce no conviene a la relación sexual. Porque habla, dicho goce, la relación sexual no es”[iv]. 

Del lado izquierdo de las mismas, el lado hombre, se ubica, como ya se ha mencionado, el particular en el padre de la horda como excepción que funda y hace funcionar el universal que rige para todos o paratodo, tal la designación impresa en El Atolondradicho. Al decir de Lacan, resulta necesario que al menos uno no esté sujeto a la castración para que sea posible la existencia del hombre como valor sexual, para quien funciona la castración. 

Del lado derecho no hay la mujer que funda el universal fijando un límite, por lo cual el axioma resulta “no hay x que no se someta a la función fálica”, allí donde se sitúa lo imposible que no cesa de no escribirse como categoría que funda lo real. No obstante, la mujer se encuentra no-toda sometida a la castración, es decir parcialmente, no-toda sujeta a ella, allí donde “paratodo se paranotoda”[v]. De este modo, el no todo femenino se ubica en relación a la función fálica como producto de la inexistencia de uno que diga no a dicha función, sin por ello negarla. Así, mantiene relación tanto con el significante fálico como con el significante de la falta del Otro a nivel del goce. Resulta importante señalar que los lados de las fórmulas no se postulan ya sea como pares de opuestos o pares complementarios, ya que lo femenino constituye un orden suplementario -a diferencia de aquellos que lo proponen como una falta-, “suplementario respecto a lo que designa como goce la función fálica” [vi]. Es que justamente no toda en la función fálica “no quiere decir que no lo esté del todo. No es verdad que no esté del todo. Está de lleno allí. Pero hay algo de más”[vii]. 

 Ante la imposibilidad de hallar de este lado la excepción que haga de límite o borde permitiendo la existencia de “todas las mujeres“, plantea mencionarlas una por una en una serie infinita. De esta manera “el imposible como causa de que la mujer no esté esencialmente ligada a la castración permite que el acceso a la mujer sea posible en su indeterminación”[viii]. 

 Así, la existencia del lado izquierdo (macho) de al menos uno que dice que no, aquello del orden de lo necesario que no cesa de escribirse, hace posible -lo que cesa de escribirse- que todo hombre esté inscripto en la función fálica, permaneciendo ambos en contradicción, ya que “no hay universal que no tenga que contenerse con una existencia que lo niega”[ix]. Ahora bien, ello no se contradice con el no-todo, el cual se plantea como contingente -aquello que cesa de no escribirse- respecto del goce fálico y ubicándose entre ambos el objeto a en tanto falta. A la vez dicha contingencia y la imposibilidad de hacer existir a la mujer producen lo indecidible -proposición que se apoya en el teorema de Godel y que implica la imposibilidad de que las mismas sean refutadas o demostradas- cerrándose este circuito nuevamente en la existencia que delimita lo que existe y lo que no. 

 Para dar cuenta de la diferencia entre el goce fálico el femenino y los impasses que existen entre el encuentro entre un hombre y una mujer, Lacan recurre a la paradoja de Zenon, la cual tiene por protagonistas a Aquiles y la tortuga a la que matemáticamente nunca puede alcanzar en virtud de la imposibilidad del encuentro a partir de hallarse en una dimensión diversa a la significante y que impone hablar de la noción de número real, es decir, de límite, allí donde el significante del Otro se enuncia por su falta. Tal como sostiene Lacan, “un número tiene un límite, y en esta medida es infinito. Aquiles, está muy claro, sólo puede sobrepasar a la tortuga, no puede alcanzarla. Sólo la alcanza en la infinitud”[x]. De igual manera para el hombre, la mujer resulta imposible de alcanzar en tanto es no-toda suya, siendo el goce fálico un obstáculo para alcanzarla, ya que sólo se goza del órgano, en un goce idiota -en tanto prescinde del Otro-, mientras ella se halla de forma inaccesible del lado del cuerpo en su dimensión real, fuera del alcance de lo nombrable, es decir, del lado del Otro goce, “ese goce suyo que no la hace toda suya: por en ella re-suscitarlo”[xi]. Cabe señalar que ello también repercute del lado femenino en lo que atañe al encuentro con el partenaire por estar ella también sujeta al goce fálico, sólo que a diferencia del hombre, ella tiene distintos modos de abordarlo, ubicándose del lado femenino un plus, un “en más”. 

EL SINTHOME HISTÉRICO Y EL GOCE FEMENINO 

Estas diversas modalidades de relación con el falo dan lugar a diferentes posicionamientos respecto de lo femenino. De este modo, podríamos ubicar por un lado a la histeria en su queja y denuncia sobre la ausencia de una identidad femenina y responsabilizando de ello al padre -ya que idealmente éste sería el único que podría brindarla- y su insuficiencia, a la cual la histérica tiende a reparar o a desafiar, exigiendo que el falo pueda dar un signo de la identidad femenina. Así, “la histérica se aterra porque debajo de la máscara de la falicización de la imagen del cuerpo, no haya sino “eso”, es decir, lo real orgánico a lo que se reduce el cuerpo desexualizado”[xii]. De este modo, en su búsqueda de una identidad femenina denuncia el semblante de la máscara fálica, pero al hacerlo no encuentra aquella sino un real asexuado del cuerpo, requiriendo por ello nuevamente dicho semblante y el anudamiento sinthomático que comporta la armadura del amor al padre, como respuesta al lapsus de la estructura a partir de la ausencia de relación sexual. De este modo, permanece ubicada del lado izquierdo de las fórmulas, ya que “hace de hombre[xiii], es decir, prevalece en tanto hommosexuelle, es decir, bajo un goce norme mâle -norma macho-, a partir de la pregnancia de la función fálica vía su identificación viril, en tanto excepcional que sostiene -tal lo afirmado por Lacan en el Seminario XVII- la insatisfacción y el goce en la privación, esto es, en el goce de gozar demasiado poco, a raíz de su interés en la otra mujer, imposibilitando despliegue de la pregunta por lo femenino en su hacer de hombre y en la estabilidad que comporta la respuesta fantasmática y su sinthome sostenido en el amor al padre, que otorga una singular consistencia y estabilidad al sujeto histérico en tanto lo previene del encuentro con el punto real de la estructura en el cual lo simbólico no responde y que desestabiliza su unidad, aquel señalado -tal como ha sido mencionado- por la pregunta por lo femenino. 

Contrariamente a ello, la feminidad connota ya no el carácter de excepcional sino que ubica a la mujer como síntoma y única para un hombre, lo cual le permite incluirse en la demanda de amor sabiendo “operar con nada”, tal como sostiene Eric Laurent y tal como lo ha sabido anticipar Lacan, al plantear la posibilidad de convertirse en Otro para sí misma. Justamente en relación con esto último, interesa destacar que existen “otras” formas privilegiadas de abordar el problema de la relación entre la mujer y el a pues “hay otro fantasma, si ustedes quieren, pero no le surge naturalmente, no lo ha inventado ella, lo encuentra ready-made”[xiv], ubicando como paradigma a los místicos como Santa Teresa y San Juan de la Cruz, quienes en su discurso dan cuenta de una desubjetivación, al sentirse arrebatos y envueltos en un rapto irresistible, dando cuenta de un goce situado más allá del falo que desanuda el conjunto que rige la lógica fálica. Por otra parte, Lacan sostiene que esta posición es diversa de aquella sostenida por la erotómana, ya que “la diferencia está en función del nivel donde colapsa el deseo del hombre con lo que él representa, más o menos imaginario, como enteramente confundido con el a”[xv] y que en la erotomanía no se propone pues se impone. Asimismo, la posición femenina diverge de la posición perversa, en tanto esta última no es más que una caricatura de aquella, a partir de su creencia en el Otro vía el escenario que necesita armar cada vez para constituirse en instrumento de su goce

CONCLUSIONES 

Tal como se ha mencionado, el lado femenino posibilita a la mujer posicionarse de diversos modos en relación al falo. Ello en la medida en que “hay un goce de ella, de esa ella que no existe y nada significa. Hay un goce suyo del cual quizá nada sabe ella misma, a no ser que lo siente: eso sí lo sabe. Lo sabe, desde luego, cuando ocurre. No les ocurre a todas”[xvi]. Ello da cuenta del plus respecto del goce fálico que permite este goce suplementario en las mujeres pero que, a la vez, no está en todas, de allí la imposibilidad del universal y el hecho de que el mismo se presenta en su carácter de indecible, de fuera de lenguaje, es decir, en tanto que escapa y desata al dominio significante. De esta manera, el Otro que se ubica en la dimensión del goce, constituye un Otro real, sexuado, diverso del Otro de la palabra. Tal como afirma Lacan: “Ese Otro, si sólo hay uno solito, ha de tener forzosamente alguna relación con lo que aparece del otro sexo”[xvii]. Ello instaura un nuevo modo de conceptualización ya que “así se la satisficiera en la exigencia del amor, el goce que se tiene de una mujer la divide convirtiendo su soledad en su pareja, mientras que la unión queda en el umbral”[xviii]. Es decir, hay una división entre el goce fálico y un goce otro que la deja a solas. Ahora bien, el goce es siempre solitario y así como el hombre encuentra el obstáculo fálico, la mujer halla en el otro goce la imposibilidad de encuentro total con el partenaire, lo cual determina la falta de relación sexual que se intenta suplir vía el amor. 

NOTAS *El presente trabajo forma parte del Proyecto de Investigación UBACyT. Código P022 -en evaluación. Título: “El sinthome en las neurosis”. Período: 2008- 2010. Director: Prof. Lic. Fabián Schejtman. 

[i] Lacan, J.; El Seminario Libro XVIII, Clase del 19 de mayo de 1971, inédito. 

[ii] Lacan,J.; “El atolondradicho” en Ornicar? Nº 1, Paidós Biblioteca Freudiana, Buenos Aires, 1984, p. 50.

[iii] Lacan,J.; op. cit., p. 24. 

[iv] Lacan, El Seminario Libro XX “Aún”, Paidós, Buenos Aires, 1981, p. 76. 

[v] Lacan,J.; “El atolondradicho” en Ornicar? Nº 1, Paidós Biblioteca Freudiana, Buenos Aires, 1984, p. 36. [vi] Lacan, J.; El Seminario Libro XX “Aún”, Paidós, Buenos Aires, 1981 p. 89. [vii] Lacan, J.; op. cit., p. 90. [viii] Tendlarz, S.; Las mujeres y sus goces, Colección Diva, Buenos Aires, 2002, p. 134. [ix] Lacan,J.; “El atolondradicho” en Ornicar? Nº 1, Paidós Biblioteca Freudiana, Buenos Aires, 1984, p. 19. [x] Lacan, J.; El Seminario Libro XX “Aún”, Paidós, Buenos Aires p. 15-16. 

[xi] Lacan,J.; “El atolondradicho” en Ornicar? Nº 1, Paidós Biblioteca Freudiana, Buenos Aires, 1984, p. 37. [xii] André, S.; “¿Qué quiere una mujer?, Siglo XXI editores, Buenos Aires, 2002, p. 116. 

[xiii] Lacan,J.; “El atolondradicho” en Ornicar? Nº 1, Paidós Biblioteca Freudiana, Buenos Aires, 1984, p. 35. [xiv] Lacan, J.; El Seminario, Libro X “La Angustia”, Ed. Paidós, Bs. As., 2006, p. 220. 

[xv] Lacan, J.; op. cit., p. 220. [xvi] Lacan, J.; El Seminario Libro XX “Aún”, Paidós, Buenos Aires, p. 90. 

[xvii] Lacan, J.; op. cit., p. 85. 

[xviii] Lacan, J.; “El atolondradicho” en Ornicar? Nº 1, Paidós Biblioteca Freudiana, Buenos Aires, 1984, p. 37 

BIBLIOGRAFÍA 

ANDRÉ, S.; “¿Qué quiere una mujer?, Siglo XXI editores, Buenos Aires, 2002. 

LACAN, J.; “El atolondradicho”, en Escansión, Buenos Aires, Paidós, 1984, Nº 1, 15-69. 

LACAN, J.; El Seminario, Libro XVI “De un Otro al otro”, inédito. 

LACAN, J.; El Seminario. Libro XVII: “El reverso del psicoanálisis”, Paidós, Buenos Aires, 1992, 

LACAN, J.; El Seminario. Libro XVIII: “De un discurso que no fuese del semblante”, inédito. 

LACAN, J.; El Seminario. Libro XIX: “…ou pire”, inédito. 

LACAN, J.; El seminario. Libro 20: “Aun”, Buenos Aires, Paidós, 1981. 

LACAN, J.; El seminario. Libro 23: “El sinthome”, Buenos Aires, Paidós, 2008. 

LAURENT, E.; Posiciones femeninas del ser, Buenos Aires: Tres Haches, 1998. 

MAZZUCA, R., SCHEJTMAN, F. (2002) y Godoy, C. (2003): Cizalla del cuerpo y del alma. La neurosis de Freud a Lacan, 1ª edic. Berggasse 19, Buenos Aires, 2002, 318 págs.; 2ª edic. corregida y aumentada, Berggasse 19, Buenos Aires, 2003. 

MILLER, J.A.; Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo, Colección Diva, Buenos Aires, 2002. 

MILLER, J.A.; Lo real y el sentido, Colección Diva, Buenos Aires, 2003. 

SCHEJTMAN, F. (2001): “Histeria y femineidad: de Freud a Lacan”. En IX Anuario de Investigaciones, Facultad de Psicología, UBA, Secretaría de Investigaciones. Buenos Aires, 2001, p. 177-183. 

SCHEJTMAN, F. (2002a): “Sinthome”. En Schejtman, F., La trama del síntoma y el inconsciente op. cit., p.147-161. 

SCHEJTMAN, F. (2004): “Notas preliminares sobre las locuras histéricas: fórmulas de la sexuación y nudos”. En Memorias de las XI Jornadas de Investigación, Secretaría de Investigaciones, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Julio de 2004, Tomo III, p. 132-133. 

SCHEJTMAN, F. (2007a): “El desvío del sinthome”. En A.A.V.V., ColoquioSeminario sobre el Seminario 23 de J. Lacan “El sinthome”, Grama, Buenos Aires, 2007, p. 13-19. 

TENDLARZ, S., Las mujeres y sus goces. Colección Diva: Buenos Aires, 2002. TENDLARZ, S., R.S.I.: El falo. Cuadernos del ICBA N° 3: Buenos Aires, 2001.

Fuente: Galiussi, Romina (2008). El concepto de no-todo y el goce femenino. XV Jornadas de Investigación y Cuarto Encuentro de Investigadores en Psicología del Mercosur. Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Esquizofrenia: Su etiología en la obra de Freud.


El narcisismo. Ya en 1914 Freud escribía: «Todas. nuestras ideas provisorias psicológicas habrán de ser adscritas alguna vez a substratos orgánicos especiales los que ejerzan acción de la sexualidad y faciliten la continuación de la vida individual en la de la especie. Por nuestra parte, atendemos también a esta posibilidad, aunque sustituyendo las materias químicas especiales por energías psíquicas especiales». También reconoció el valor de la herencia en el origen de la historia y de otras neurosis. El siguiente esquema freudiano permitirá hacerse una idea del pensamiento psicoanalítico acerca de la etiología de los trastornos mentales: 


Este esquema que intenta dar cuenta de la etiología de las neurosis lo hacemos extensivo a las psicosis, a las que Freud llamaba «psiconeurosis narcisistas» para diferenciarlas de las psiconeurosis de transferencia (histeria, neurosis obsesiva) ya que advertía que un rasgo peculiar de las psicosis era su incapacidad de reportar la transferencia afectiva al terapeuta, motor primordial del proceso de curación, incluida también en esta categoría a la depresión (antiguamente denominada melancolía) y a las psicosis bipolares. Descriptivamente el narcisismo no es sino el complemento libidinoso del egoísmo del instinto de conservación inmanente a todo ser vivo. El narcisismo es el estado primario de la libido localizada en el propio yo, y que posteriormente va a destacarse en ciertas magnitudes hacia el mundo exterior con el fin de revestir objetos, transformándose así en libido objetal. En un principio el individuo se toma a si mismo como objeto (narcisismo primario, equiparable a la fase del autoerotismo) antes de reconocer a la madre como un objeto separado y distinto de sí mismo, en cuyo caso puede tomar1a como primer objeto sexual en tanto lo erogeniza. Causación Disposición Sucesos de la = por fijación + accidentales neurosis de la libido [del adulto] (traumáticos) Constitución sexual Sucesos ( Sucesos Infantiles prehistóricos) 

La observación de la psicosis evidencia dos características especiales: 
1. La cesación del interés por el mundo exterior. 
2. La existencia de ideas delirantes de sobrevaloración, grandeza o autorreferencia. 

El apartamiento de los objetos y de los vínculos sociales implica la retracción del enfermo de la carga de libido que les había destacado (catexia), y así todo ha llegado a serle indiferente y ajeno, teniendo que ser explicado por medio de una consecutiva racionalización. Las experiencias de «transformación cósmica», extrañamiento de la realidad o «fin del mundo» que vivencia el esquizofrénico como proceso de la fase activa inaugural de los síntomas positivos de la afección, es la proyección en el exterior de este colapso interno: su universo subjetivo se ha trastocado desde que él le ha retirado su interés real. Vuelve, luego, a reconstruirlo pero profundamente alterado; lo reconstituye con la labor de su delirio. El delirio en el cual vemos el producto de la enfermedad es en realidad la tentativa de reconstrucción, necesariamente de modo incompleto e insuficiente. El proceso de retracción de la libido es silencioso, mientras que el de procura de restablecimiento se hace advertir ruidosamente a través de los delirios, las alucinaciones tormentosas y la desorganización del lenguaje y el comportamiento. La libido se recanaliza del cauce alterado que significó la atracción narcisista concéntrica y retorna, pero trastornada y con carga de signo negativo, o sea de hostilidad, persecución, daño, invasión, manipulación, etc. «Lo interiormente rechazado (Verwerfung) retorna desde el exterior». 

Podría decirse, también, que el narcisismo es una etapa intermedia entre el autoerotismo y el amor objetal. La elección de objeto anula al autoerotismo. Las pulsiones sexuales entregadas a una actividad autosatisfactoria o autoerótica, para llegar a un objeto amoroso, toman en un principio al propio cuerpo como objeto sexual antes de acceder a uno otro como tal. En el propio cuerpo elegido así como objeto pueden ser ya los genitales un elemento principal, desarrollándose a la par una elección homosexual de objeto cuyo curso influenciará la heterosexualidad convencional efectiva a la postre. La homosexualidad es una manifestación narcisista, pues busca su objeto conforme al modelo del propio yo. Para el psicoanálisis la falta de toda relación de dependencia entre el sexo del individuo y su elección de objeto, y la posibilidad de orientar indistintamente esta última hacia objetos masculinos o femeninos, conforma la actitud primaria original, a partir de la cual se desarrolla luego el tipo heterosexual o el invertido (bisexualidad primaria). 

Se propuso la existencia de una inclinación homosexual latente en las psicosis, esencialmente en la paranoia, entre otras razones, porque se confirmaba en todos los casos que el último eslabón en la cadena de los perseguidores o de los referidos a la convicción delirante del paranoico, lo constituía siempre una persona del propio sexo, la cual muchas veces suscitaba, previo al delirio, sentimientos cariñosos. La proyección es un mecanismo del que se vale el paranoico eminentemente, y consiste en imputar a otro la propia tendencia, o en eximirse de ésta, atribuyéndola al exterior a manera de percepción exógena y en la que juega el yo un rol pasivo, sustrayéndose de la consciencia el influjo de las tensiones internas. La declaración homosexual es negada de facto por la censura, luego es invertida en su contenido o desviada de persona por proyección, y luego, si aún no puede ser acogida por la consciencia en su forma deformada, procede el mecanismo de la racionalización (las «declaraciones» son obviamente extensivas a las mujeres): 

Delirio de persecución: 
Tendencia homosexual: «Yo (un hombre) lo amo» 
Negación e inversión del contenido (del verbo): «No. Yo no lo amo, lo odio» 
Proyección: «No lo odio, él me odia a mí» 
Racionalización: «Por eso me persigue» (construcciones e interpretaciones delirantes) «lo odio porque me persigue» 

Delirio erotomaníaco: 
Tendencia homosexual: «Yo (un hombre) lo amo» 
Negación y desvío de la persona (el sujeto): «No. Yo no lo amo a él, la amo a ella» 
Proyección: «Es ella quien me ama» 
Racionalización: «Luego, puedo yo amarla también» (construcciones e interpretaciones delirantes) 

Delirio celotípico: 
- Celotipia alcohólica 
Tendencia homosexual: «Yo (un hombre) los amo (compañeros solidarios en la bebida)» 
Negación y proyección: «No soy yo quien ama a los hombres, es ella quien los ama» (celos delirantes) 

- Celotipia femenina 
Tendencia homosexual: «Yo (una mujer) la amo» 
Negación y proyección: «No soy yo quien la ama, es él» (objeto femenino identificado de inclinación homosexual)

Delirio de grandiosidad o megalómano (también en la manía): 
Tendencia homosexual: «Yo (un hombre) lo amo» 
Negación y fundamento delirante: «No. Yo no amo a nadie, sólo me amo a mí mismo» (construcciones delirantes) 

La última frase no requiere siquiera de la proyección sino de la simple recaptación narcisista. A pesar de ser evidente la importancia de la latencia homosexual atribuida a la psicosis, ésta tiene un papel muy importante también en las neurosis. En la psicosis el conflicto se establece entre el yo y el mundo exterior. 

El yo se torna dependiente del Ello (acervo de contenidos inconscientes reprimidos individuales y ancestrales de la especie) retirándose de una parte de la realidad. Tanto la neurosis como la psicosis son expresión de la rebeldía del Ello contra el mundo exterior o de su incapacidad para adaptarse a la realidad, sólo que la neurosis no la niega, limitándose sólo a no querer saber nada de ella; en cambio la psicosis la niega e intenta sustituirla por otra. Así pues, la psicosis demuestra una adhesión al Ello o a las pulsiones primitivas y contenidos desiderativos que lo integran, mientras que la neurosis aún propende hacia el mundo exterior, sometiéndose a sus requerimientos. Una diferencia fundamental entre neurosis y psicosis es que en la primera la carga de libido o catexia ha sido retraída a la fantasía o al objeto de la fantasía, mientras que en la psicosis esta carga o interés sexual recae sobre el propio yo, perdiendo así el contacto con la realidad. Respecto a la distinción entre neurosis y psicosis, cabe contemplar la distribución paralela de dos pasos análogos: 

Neurosis: 
a) La represión de la exigencia censurable del Ello (sexual, destructiva). 
b) El retorno de la misma bajo una forma desfigurada (síntomas). 

Psicosis: 
a) El apartamiento de la realidad (retracción narcisística). 
b) Los intentos de recuperar la realidad perdida (delirio y desorganización). 

Los procesos asociativos en la psicosis se rigen por los mecanismos de condensación y desplazamiento propios de la articulación de los sueños conforme a un proceso primario dado también en una fase temprana de la vida, y dominado por el principio del placer, consistente en la tendencia del organismo a evitar los estímulos displacientes y a conseguir una satisfacción inmediata. Dicha satisfacción conllevaría al organismo, en última instancia, a retornar a un estado inactivo e inerte original que precedió su insurgencia en la vida (la pulsión de muerte). Lo que ha quedado profundamente alterado en el psicótico es un dispositivo del yo encargado de efectuar una evaluación o examen de la realidad que le permita discriminar las percepciones reales de las imaginarias. En un comienzo el organismo es embargado por sensaciones que no puede eludir y cuya única reacción refleja de inervación somática es una descarga en llanto y pataleo. Al no estar formado el dispositivo que permite distinguir la realidad, se plantea en el bebé en procura de alivio, una alucinación desiderativa para neutralizar las sensaciones displacientes. Si la alucinación (vivencia de satisfacción del inefable pecho materno y de los estímulos placientes) lleva a la realización del acto reflejo correspondiente(la succión), su consecuencia ineludible será la defraudación. Para la primera infancia no existe «realidad»; una ulterior «pérdida de la realidad» representa una regresión a esa temprana época. El yo regresa a su primitivo estado indiferenciado fusionándose con el mundo (desrrealización) y disolviéndose total o parcialmente en el Ello sometido al proceso primario del principio del placer desconectado de la realidad. La sexualización de las relaciones sociales anula las sublimaciones logradas en el transcurso de la evolución. Consta así que, para el psicoanálisis los delirios psicóticos son fantasías de género inconsciente que se han hecho inmediatamente conscientes: lo inconsciente es consciente en la psicosis. 

Fuente: Sparrow, César, "Explicaciones etiológicas de las psicosis" - Instituto de Investigaciones Psicológicas - UNMSM Revista de Investigación en Psicología Año II No. 2 138

miércoles, 24 de julio de 2019

Cuando el amor enloquece: erotomanías.

Notas de la conferencia dictada por Élida Fernandez, el 03/07/2019

Cuando Clerambault sistematiza la erotomanía, dice que se da predominantemente en mujeres. Prácticamente no lo sitúa en los hombres y ahí viene mi primera pregunta: ¿Se da la erotomanía exclusivamente en mujeres? La erotomanía toca la pasión, la posición femenina, la temática amorosa y en general es un tema que se sitúa equivocadamente: dicen “Es una erotómana, está enamorada de…”. Es un error, porque la erotomanía tiene como postulado más importante “Él me ama”, no “Yo estoy enamorada de él. La erotomanía es suponer que el otro me ama. En 1920, Clerambault estudia la erotomanía. Pone este postulado fundamental y va a hablar de un trayecto que tiene este amor sin destino.

Partimos de que es el otro el que me ama, es el único que me ama o por lo menos el que más ama. El otro es de rango superior, más elevado, social o culturalmente. Todo esto es de Clerambault, que fue maestro de Lacan. “El otro no puede ser dichoso sin ella. El otro no puede tener un valor completo sin ella. Su matrimonio no es válido”. Clerambault era muy fino en su observación, fundamentalmente en mujeres, que eran su pasión, y él dice que los temas que se comprueban y que están derivados de esto es que hay una vigilancia y protección contínua por parte de ese otro que ama. Hay conversaciones indirectas por parte de ese otro. El otro que ama posee recursos enormes y este romance trae como consecuencia una simpatía casi universal. La conducta paradójica y contradictoria de ese que ama es leída desde ese postulado y es signo de amor.

Los sentimientos básicos que va a marcar Clerambault en la erotomanía son el orgullo, el deseo y la esperanza. El orgullo es el principal sentimiento, el que comanda todo. Clerembault incluye a la erotomanía dentro de las psicosis paranoicas y él va a mostrar que este delirio, que se basa en tomar señales, signos de ese otro que supuestamente ama desde una lógica psicótica, ese delirio se va a desarrollar en 3 estadíos.

Esperanza. El sujeto, casi siempre mujer, se da cuenta que él le manda todo tiempo de mensajes para enterarla de su amor. Ella necesita interpretar esos mensajes. Se va enterando que es amada, que ella posee algo sin lo cual él no es feliz. La necesita. Ella está orgullosa de ser elegida para completar a alguien que en apariencia es su superior. Interpreta todo como signos del amor que él le ofrece.
Despecho. Desde el primer momento de la erotomanía, tiene la idea de que todo el mundo sabe, comparte y está de acuerdo con este amor, pronto se va a a empezar a encontrar, para quien padece la erotomanía, con que no puede seguir sosteniendo este delirio, porque lo que ella entiende como mensajes que son indirectas para un encuentro en determinado lugar, ella va al lugar y él nunca llega. Lo que si llega es el despecho, el segundo momento de este delirio. Él no responde, no la perdona por no haber entendido rápidamente sus mensajes, él la ama y la odia, pero no puede olvidarla.
Reivindicación. Es el estadío final del delirio. Tiene que ver con algo típicamente paranoico, que es el rencor, la reivindicación y la venganza. Él no puede tratarla así, él no puede perdonarla. Todos saben que este amor ha caído. Todos saben que este amor ha muerto y ella sufre muchísimo por este destino feroz de este amor que la había elegido.

Este delirio, descrito y sistematizado por Clerambault, nos mete de lleno en el tema de las pasiones, en la psiquiatría. No porque antes no estuviera, sino porque él le da un lugar diferente dentro de su propio delirio. Las pasiones han sido tema de la literatura y de la filosofía desde Aristóteles hasta la actualidad. Podemos decir que las pasiones, ya sean movidas por la lucha de clases, por el fanatismo religioso o político, pensadas como vicios, que llevan a la locura o como germen de la creación artística tienen algunas características comunes.
  • Las pasiones son irresistibles.
  • Borran los límites del sujeto.
  • Poseen al sujeto, que se transforma en el que padece la pasión.

La característica de la pasión, desde que nace el romance, lo que llamamos novela, es el obstáculo. Toda pasión tiene que tener en su estructura un impedimento. Un impedimento de que esos amantes se encuentren. Toda novela, como las que hay actualmente, tienen que ver con esa imposibilidad. Sabemos que el final es feliz, pero los amantes por mucho tiempo tienen que pasar por una serie de obstáculos para lograr estar juntos. Es decir que es la separación de los amantes la que arma la novela. Es lo que caracteriza el romance de Roman Roland. Todos sabemos que al final va a venir el capítulo feliz, pero es muy fugaz, porque nadie escribe una novela que siga cuando los amantes se encuentran, porque sería aburridísima. El final es feliz y corto.

¿Qué tiene que ver todo esto con la erotomanía? ¿Y por qué es femenino? ¿Las mujeres encarnamos desde cualquier estructura la necesidad de ser amadas? Y digo desde cualquier estructura porque la erotomanía, no como delirio como vimos, sino con cierta certeza de que el otro me ama, de darse cuenta del amor del otro, también lo escuchamos en las neurosis. Uno le pregunta al paciente cómo se dio cuenta y las razones que dan son muy subjetivas, muy imaginarias. Hoy en día los signos no son claros, no hay tirar el pañuelito, ni las mujeres andan con abanicos haciendo un lenguaje con eso, con lo cual los signos del amor se hacen más sutiles. Y digo amor, no atracción sexual.

Pensemos que esta patología que aparece dentro de una sociedad patriarcal, donde el destino de las mujeres dependía de la alcurnia y de las posibilidades económicas del pretendiente. Ser amada por un hombre importante marcaba su destino, no tan solo su buena suerte. Muchas veces el destino de las mujeres era conseguir un buen hombre, un buen marido que le diera refugio y un nombre. Pasaban a ser “la señora de…”, con lo cual el amor de un hombre a una mujer, durante muchísimo tiempo, le daba identidad. En el código romano, del que se basan nuestras leyes, el hombre era dueño de la mujer, de los hijos (les pone su apellido) y de los bienes (patrimonio). Con esto no explico el cuadro, sino que lo quiero contextuar. Más allá del patriarcado, hay una necesidad humana de ser amados que persiste a pesar de cualquier aplicación moderna para encontrar pareja.

¿Por qué la erotomanía se encarna con mayor asiduidad en las mujeres? Vamos a Freud. Él hizo un aporte sustancial a la psiquiatría cuando planteó que el delirio no era una construcción falsa o mentirosa, como sostenían los psiquiatras de esa época y lamentablemente muchos aún hoy. El delirio es una tentativa de curación fallida. Además, el delirio no es patognomónico de la psicosis, sino que aparece, como Freud lo demostró en la Gradiva, en las neurosis.

Delirio y alucinación no son patognomónicos de la psicosis. Los neuróticos, cuando se desencadenan, pueden alucinar y pueden delirar. Con lo cual, el diagnóstico diferencial es algo muy fino, muy preciso y de mucha responsabilidad. debemos tomarnos tiempo, porque sabemos que aunque hay alguien que delire y alucine, eso no quiere decir que esté psicótico. El delirio tiene, para Freud, una verdad mal dicha, una verdad a descifrar, una verdad de ese sujeto particular. Las formas pueden recrearse, los pasos que siguen pueden establecerse, pero el contenido particular del delirio es de de cada uno. Los hilos con los que se tejen son de la historia de cada uno y todos son intentos de tapar un agujero. Lo que nunca hubo, lo que debería estar y no estuvo, algo que no se imprime. Hay una lógica del delirio, pero también hay una historia del sujeto. También sabemos que cuando hay un delirio, es más posible que el tratamiento posible, que hay un intento de curación por parte de él, que tiene recursos para armarlo. No todos los sujetos psicóticos arman delirios, pero cuando pueden hacerlo, algo de ese relato se vuelve posible de ser escuchado y preguntado.

¿De qué nos habla el erotómano? De que alguien muy importante la amó. Ella no supo leer los signos de ese amor, se desencontró. Finalmente fue un amor abortado, fallido, sin otro destino que la persecución. La erotómana vuelve al desamor con el que empezó a delirar. Para que se construya un delirio, algo tiene que haber sido forcluido en la constitución de la subjetividad. Algún significante fundamental para la constitución de un sujeto faltó. La forclusión, revelada como falla en la estructura simbólica, repercute sobre la estructura imaginaria, la disuelve, la reduce a la estructura elemental llamada el estadío del espejo. Esta frase es de Lacan. ¿Qué es el estadío del espejo? El infans se reconoce en su imagen en el espejo mediante la mirada amorosa de otro. Se reconoce alienadamente cuando mirando al espejo dice “Ese soy yo”. ¿Por qué es sostenido por la mirada amorosa de otro? Porque es en el campo de ese Otro fundamental para el niño que se va a reconocer deseado, amado. El Otro aloja, da significantes, da un lugar en el linaje. Hijo de, le da un lugar en su deseo inconsciente y estructura así el inconsciente. En este período del estadío del espejo se constituye el yo como instancia psíquica, como lugar de reconocimiento. Se configura el pequeño otro y el cuerpo como propio. El cuerpo como propio es una adquisición que en muchas psicosis no está. Es decir, el cuerpo no es reconocido como propio. Cuando Lacan en El Sinthome dice que el analista puede sospechar una psicosis, habla de la caída del cuerpo como propio.

La literatura tiene a un británico, McEwan, que escribe maravillosamente bien, que noveliza la erotomanía en su obra “Amor perdurable”. Quiero leerles un párrafo que me parece muy esclarecedor:

Era como si un encaje delicado se reparase su propio tejido desgarrado con la sola fuerza de su complejidad. Me vino de golpe, y parecía imposible que lo hubiese olvidado. El palacio era el de Buckingham, y el rey, Jorge V; la mujer delante del palacio era francesa, y la época, poco después de la Primera Guerra Mundial. Había viajado a Inglaterra en varias ocasiones con la sola intención de apostarse ante las verjas de palacio con la esperanza de vislumbrar al rey, de quien estaba enamorada. Nunca se había encontrado con él, y jamás lo haría, pero a él iban todos sus pensamientos.
[...]
Aquella mujer estaba convencida de que toda la sociedad londinense comentaba sus amores con el rey, que estaba muy afectado. Cuando en una de sus visitas no encontró alojamiento en ningún hotel, creyó que el rey había utilizado su influencia para impedir su estancia en Londres. La única certeza que tenía era que el rey la amaba. Ella lo quería a su vez, pero estaba amargamente resentida con él. Él la rechazaba, pero no dejaba de darle esperanzas. Le enviaba señales que sólo ella sabía interpretar, dándole a entender que por muy inconveniente, por violento e inadecuado que fuese, la amaba y siempre la querría. Se servía de las cortinas de las ventanas del palacio de Buckingham para comunicarse con ella. La mujer vivía en la lóbrega cárcel de aquella vana ilusión.

Me parece interesante cómo él describe este caso real, de ella esperando el movimiento de una cortina para que ella tomara esto como un mensaje hacia ella. Los signos de amor pueden ser tan frágiles y superfluos como el movimiento de la mano que descubre una cortina. Y si bien son sutiles, evanescentes, como una mirada o una sonrisa que se demora, el neurótico no tiene certeza, hasta el punto de preguntar hasta el hartazgo si él nos ama, si nos ama todavía y cómo, cuánto y por qué. En cambio, el erotómano sabe. Su saber no tiene duda ni vacilación. Y si no lo ama, es porque lo odia, no hay matices.

Ahora bien, la pulsión va a ser presentada por Lacan, en su retorno a Freud, como una trayectoria, como un circuito donde la pulsión se origina en una zona erógena en los agujeros del cuerpo; gira en torno al objeto y vuelve de regreso a la zona erógena. Las zonas erógenas son las zonas del cuerpo donde la pulsión se hace presente. Este circuito está estructurado por 3 goces gramaticales: la voz activa (ej. ver, en el caso de la pulsión escópica), la voz reflexiva (verse) y la voz pasiva (ser visto). Los primeros 2 tiempos, la voz activa y la voz reflexiva, son autoeróticos, en la medida en que falta el sujeto. Solo en el tercer tiempo, en la voz pasiva aparece el sujeto, donde la pulsión completa su circuito, como dice Lacan en el S. XI Los 4 conceptos fundamentales del psicoanálisis. Aunque el tercer tiempo del circuito pulsional es pasivo, la pulsión es escencialmente activa, razón por la cual Lacan describe ese tercer tiempo no como ser visto, sino como hacerse ver. Hacerse ver, hacerse oir, etc.

Lacan describe a la pulsión como una trayectoria que circunscribe el objeto y esa trayectoria es, en última instancia, significante y simbólica. A esta cara significante de la pulsión se opone una cara real, que apunta directamente al goce. La verdadera finalidad de la pulsión es obtener la satisfacción, sin que importe el objeto de la pulsión. Freud fue muy claro en distinguir pulsión de instinto. Los animales tienen instintos, pero los humanos por la acción del lenguaje sobre el cuerpo somos los únicos que podemos tener un orgasmo con un fetiche, ya sea un zapato o una prenda de la amada. Por ejemplo, en la novela “Reflejos en tus ojos dorados”, de Carson McCullers, llevada al cine. A veces pensamos que lo que buscamos es la satisfacción. Tenemos el consultorio lleno de insatisfechos, debemos decir que la satisfacción por lo menos es paradójica. El camino del sujeto, en búsqueda de la satisfacción, pasa entre 2 murallas de lo imposible. Es decir, la erotómana dice una verdad mal dicha. Ella supo que alguien importante, el rey de su mundo, su otro hisórico e inolvidable, debería haberla amado. Es más, ella le correspondió y lo amó. Pero no es que su primer postulado esea erróneo (que él no la amó), sino que él no se enteró que ella le correspondía. Esto es lo que dice el erotómano. Ella construye en el delirio algo donde ella le correspondió, pero que él nunca se enteró y por eso el amor no fue.

El gran amor del erotómano es imposible, no tiene pasado, ni presente ni futuro. Su amor es un amor muerto. ¿Es un hombre el que la rechaza? Podríamos decir que es él o ella, que de amarla le hubiera dado un nombre propio. Él la hubiera hecho su dueña, le hubiera otorgado un amor perdurable. A veces escuchamos en algunas pacientes neuróticas algo parecido, algo que no admite réplica, algo puede dar vueltas todo lo que el otro diga como para llevar agua para su molino. No importa que el otro diga “No te amo”, ella puede pasar por encima de sus palabras, aplastarlas y convertirlas en su opuesto. Si estamos más o menos en la idea de que se trata de una neurosis, o por lo menos de que no es una estructura psicótica, debemos preguntarnos qué sostiene en ella ese amor para defenderlo con uñas y dientes, para no querer saber ninguna otra cosa que ese postulado: él me ama.

El amor es difícil, no tiene manual, no tiene credenciales, puede aparecer en cualquier lado. Pero puede estar ausente cuando más se lo desea o supone, cuando más se lo necesita. La erotómana protesta locamente porque no ha tenido un amor que la haga reina. Como dice Freud, nunca ha sido “su majestad el bebé”. Lo que denuncia la erotómana es que ese amor, que debería ser a primera vista como la madre con su hijo, ese amor que parte de la madre, del Otro primordial que aloja, no ha existido. Lo que el delirio cura es de ese dolor espantoso de no haber sido amada, transformándolo en “si me ama; no se enteró que yo lo correspondía”. Es una vuelta de tuerca para no pasar por la insoportable verdad de “no he sido amada, no he sido traída al mundo con amor”. Por eso, el delirio erotómano es un intento de curación fallido, como todo delirio, como todo intento de curación que hace el propio paciente, que intenta transformar algo que es muy insoportable, que lo transforma en “Él me ama, es muy importante, todos lo saben pero él nunca se entera que yo le correspondo, nunca le llega mi aceptación”. Con lo cual, trata de paliar ese sufrir de este modo tan amargo.

Es como si la erotomanía no se pudiera rendir al desamor que la arroja al anonimato. Ella se hace notar, se hace ver. Si el amor es para Lacan dar lo que no se tiene a quien no lo es, para donar la falta hay que haber sido alojado en el campo del Otro. Hay que haber estado alienado al campo del Otro, para poder separarse con el efecto de la castración y forjar la falta. Nadie que no ha atravesado estas operaciones tan complejas puede donar su falta. No ha llegado a tenerla nunca, porque no se ha podido alojar en el Otro y de eso mal habido dicen los psicóticos, dicen las erotomanías, dicen los delirios. El me ama, cualquier gesto, movimiento o palabra sirven para confirmar esto.

Caso clínico.
Hace mucho tiempo, un colega me llama desesperado para derivarme una paciente suya, que según él dice, le está haciendo la vida imposible. Lo sigue, se la encuentra en todas partes, está en todos los lugares donde él transita, lo vuelve loco. Antes de llamar a la policía, que le sonaba muy agresivo, quería intentar una derivación.
La paciente viene a verme. Ella está muy mal, atravesada del dolor. No tiene dudas de lo que él le hizo saber, que estaba enamorado de ella. Él está casado y ella comprende sus dificultades y le hace saber todo el tiempo que ella le corresponde y que está dispuesta a esperarlo. Todo lo que él dice le confirma su certeza. El profesional publica artículos en el diario que él sabe que ella lee. Son mensajes dirigidos a ella, para que se encuentren en algún lugar. Ella va todas las veces a ese encuentro y él no aparece. Él no aparece porque no se entera que ella le corresponde. Él no da muestras de saber lo que ella siente por él o de la manera que ella eligió para que ella fuese. Parece hacerse el desentendido. Ella no lo entiende, porque además él le dijo que no podía seguir atendiéndola y ella pensó que seguro era para poder empezar una relación estable, porque era necesario que él dejase de ser su analista poder estar juntos. Pero ahora él no le atiende el teléfono. Ella lo llama constantemente, le deja mensajes y él no responde.
“Él no me puede hacer esto, es un chanta. Me engañó, me animó a armar algo fuerte entre nosotros y ahora que me convenció, me deja. Esto son los hombres, una no puede confiar”. Todo lo que hizo se dedicó a informarla que la amaba y ahí le pregunto cuándo empezó a pensar esto. Ella contesta que una vez llegó al consultorio. Él le abrió la puerta con el portero eléctrico. Ella entró a la sala de espera y escucha al analista hablando por teléfono y él repetía “Si, la quiero, sí, la quiero”. Ahí ella tuvo la primera revelación. Después, cuando ella lo confrontó, él dijo “El boludo me dijo que se refería a una boleta que le debían del taller del auto. Cree que soy idiota, él no estaba peleando ninguna boleta, había elegido esa manera para que me entere, justo cuando yo entro”.
Otro día, ella ve en un pizarrón que el analista tenía en su consultorio (él daba clase), que había escrito en marcador:  DM y N de P, deseo de la madre y nombre del padre. Era un mensaje que ella tenía que descifrar. D era la primera letra del nombre de ella y P la primera letra del nombre del analista. La M era “maravillosa”. Le pregunto “¿Y la N? Ella vacila, dice que lo sabía, pero que ahora lo olvidó. “Demasiado dolor, en su momento lo supe ver”. D tuvo que ser medicada. La vi muchas veces en los primeros tiempos. Tuve que convocar a la poca red de familia que tenía: una hermana, una buena amiga. Tratamos que el psiquiatra evitara cualquier tipo de intervención.
Con el tiempo, D dejó de hablar de P. Su relación transferencial conmigo seguía siendo de muchísima desconfianza. Ella se preguntaba qué relación tendría yo con él. El peligro de convertirme para ella en su rival especular me llevó a confrontarla. En un momento dado le digo que P era un colega con el que yo no había otro lazo que el que se tiene entre colegas. Y que si ella no me podía creer, quizá deberíamos pensar que ella no podía tratarse conmigo, que tendríamos que interrumpir el tratamiento. Aclaro que yo estaba dispuesta, pese a que yo tenía muchas ganas de atenderla, a no seguir atendiéndola si esta seguía esta transferencia de desconfianza y resquemor. Ella ahí dio un giro y dijo, en tono cálido que de ninguna manera, que ella me creía, que cómo iba a pensar que P, además de su esposa y ella, podría amar a alguien más. Entonces, algo de ese amor total se escuchó por primera vez compartido: ella compartí a P con la esposa. Algo importante había acontecido, ese amor no era único, no era todo, no era de su pertenencia. Se lo digo, que por primera vez ella había incluído a la mujer.
Una vez, en sesión, volvió al anagrama N de P. Y dijo que lo que no podía recordar de su lectura anterior, ahora pensaba que debería leerlo como “nunca de P”.
Gracias.

Pregunta: ¿Por qué pensar que solamente la erotomanía ocurre en las mujeres, en especial en este tiempo?
E.F.: El relato de una paciente que me relataba un acoso por parte de su jefe, era algo muy parecido a una erotomanía. Él se le vino encima y ella le dijo que qué hacía, que ella lo veía como un padre, por la diferencia de edad. Él le dice que ella le dio un montón de señales. Y yo, escuchándola, pensé que por qué esto no se incluía como erotomanía. Porque lo que él tomaba como señales para autorizarse a abalanzarse sobre ella eran gestos que ella no le había dirigido. Ella estaba de novia, con un tema amoroso y no con este señor. Supongamos lo peor, que ella fuera una histérica, que puede seducir a todos los que tiene alrededor, pero no específicamente a este señor, que tomaba los gestos dirigidos exclusivamente hacia él. Por eso yo me empecé a preguntar por qué no hay tantos erotómanos, ¿será que el instrumento con lo que los buscamos no es viable y las mujeres si hablamos más de todo este tema, que los hombres tienen otra manera de abordar a una mujer y confirmar eso de ‘ella me ama’?

Pregunta: ¿Faltaría ahí el postulado, no?
E.F.: Obvio, es verdad. Ya cuando hay unos pasos tan especificados estaríamos en una erotomanía. En la residencia en el Borda, yo me encontraba con un erotómano en el pasillo de la residencia hasta la guardia, que era bastante largo. En la residencia teníamos habitaciones donde pasábamos la noche de guardia. Yo quería para mi habitación un espejo y mi padre se ofreció a traérmelo. Cuando él lo ingresó, se encontró con el erotómano y le dijo “Su hija me ama y yo pensé que podría ir a su casa, si me permite la dirección, a tomar mate”. Ese es el erotómano, “su hija me ama…”, no “yo la amo”. Después me esperó a la salida varias veces para que le diera la dirección de mi casa.

Pregunta: ¿Qué pasa cuando los pedófilos culpan a los niños de haberlos seducido?
E.F.:  Yo no sé si esto es la manera de un sujeto perverso de justificar su acto y no que realmente piense eso. Hay ausencia de sufrimiento y tiene como base la renegación, el “Si, pero no”, yo estoy abusando de él, pero a él le gusta. En este punto está la perversión.

Pregunta: Es como cuando cierto actor dijo “Mirá cómo me ponés”
E.F.: Si, es una manera perversa de poner en el otro la actividad, de manera que él no pueda hacer otra cosa que cometer el hecho. Una cosa es la perversión y la justificación perversa y otra cosa es la erotomanía, cuando aparece como postulado tapando el agujero de “No he sido amada”, esta posibilidad de ser amada por alguien muy importante, para quien ella pasa a ser quien la completa.

Pregunta: En esto del delirio, ¿existe la imposibilidad de hacer duelo por no haber sido amado?
E.F.: Cuando Freud se mete a descubrir que las neurosis también pueden enloquecer y desencadenar, él se basa en un autor, que es Meynert, que había escrito las amencias de Meynert. Es lo que hoy llamamos locuras y Freud dice que en las amencias había un duelo imposible, un duelo que por haber perdido algo tan importante y querido, no se puede soportar, entonces se lo alucina, se lo delira y pone el caso de la mujer que mece un leño como mecía a su bebé que había muerto. Frente al horror de que se le había muerto el bebé y no poder hacer el duelo por la pérdida de este bebé, hace una locura sustituyendo al objeto, como que no se lo perdió. Este es un diagnóstico muy fino para hacer entre locura y psicosis.
  • En las locuras, tenemos que investigar si no hubo un duelo previo que no se pudo transitar.
  • En las paranoias y en las erotomanías, no es posible hacer un duelo porque la falta del amor es el fundante. Es el amor del Otro, de la madre, del padre, lo que está en juego. No hay posibilidad de constituirse subjetivamente como un neurótico, entonces tampoco hay cómo hacer un duelo, porque no hay inscripción de la falta.

En las neurosis hay inscripción de la falta, pero las contingencias y los avatares pueden hacer que un sujeto no soporte el duelo y enloquezca.

Pregunta: ¿Cómo es el desencadenamiento en las neurosis para hablar de delirio?
E.F.: Para hablar de delirio en las neurosis, hay que buscar un duelo imposible de elaborar. Pero no se trata de un duelo fundante, de la madre y el padre de crianza. Se trata de un duelo por un novio, un trabajo, un lugar donde estaba realmente equilibrado y compensado o nombrado. Esto se pierde y no hay posibilidad de tramitar el duelo. La presentación de locuras y psicosis son muy similares, por eso es muy importante:
  • Tomarse tiempo para discriminarlas.
  • No hacer interpretaciones por polisemia significante.
  • Hay que trabajar como si fuera una psicosis, tratando de hacer intervenciones que discriminen, que sitúen, o construcciones. Para eso, pueden leer Construcciones… en Freud, que es un trabajo precioso, que es como uno trabaja con un persona psicótica o tan grave que no sabe de que se trata.

En cuanto al duelo, pensaba en una paciente que cuando vino decía que estaba muy mal, que se quería tirar por la ventana del consultorio y decía que se veía cara de rata. Estaba a punto de perder el trabajo porque se la pasaba encerrada en el baño tratando de verse la cara de rata. Se trataba de estos casos terribles donde no hay familia, ni a quien llamar. No quería ir al psiquiatra. Lo único que me decía era que se quería suicidar.

Empiezo a preguntar por la historia, porque sin historia no podemos trabajar. Ella dice que la había dejado el novio. El novio era precioso, divino, fantástico y la dejó. Le pregunto por qué. Ella venía vestida de una forma sumamente provocativa, muy llamativa. Dice “Porque dice que soy puta, no le gusta como me visto”. A partir de que él la deja, se ve cara de rata. Ahí me tiro un lance y le pregunto si se le ocurre algo con ratas. ¿Por qué? Porque si es una psicótica, me va a decir “nada” y va a seguir su camino. No le hago ningún daño pidiendo una asociación. Ella me dice que sí se le ocurre y empieza a contar un montón de cosas donde aparece su historia. Cuenta que su papá siempre comía queso y la madre le decía que era una rata. Le digo “Bueno, capaz que vos tenés cara de rata porque te parecés a tu papá”. Esto de ponerla en la genealogía con el padre la lleva a ella a seguir asociando. Esto llevó mucho tiempo, aunque yo lo cuento resumidamente. Llevó mucho tiempo que ella pudiera pedir una licencia en su trabajo, traer a una hermana lejana, que era lo único que ella tenía de familia. Como ella fue trabajando, resultó ser una neurótica. Finalmente, ella cursó un análisis con buenos efectos para ella.

En este caso, habían muchos indicadores que decían que era una psicótica, pero ella empieza a asociar y a situar su drama a partir de este novio que la dejó, que la remite a su padre, que era muy denigrado, ahí aparece otro tipo de duelo y de faltas. No era que faltaba el significante del nombre del padre, sino que estaba devaluado.

Pregunta: En el caso que vos contabas de N, ¿cómo se llegó a hacer un descompletamiento de este amor absoluto?
E.F.: Yo creo que es transferencia. Cuando yo le digo que estoy dispuesta a interrumpir el tratamiento ante su desconfianza y suspicacia puesta en la relación transferencial, ¿cómo seguir trabajando con alguien que deconfía? Si ella no me cree que tenía una relación de colegas con P, ella ahí puede hacer ese movimiento, al no querer perderme, y dice que me cree. Ahí dice “¿Quién va a pensar que P, además de amar a su mujer y a mi, va a amar a otra?” ¡Por suerte P no es único, también ama a la mujer! A partir de ahí, en transferencia se juga algo de la posibilidad de perder y puede llegar a Nunca P.

Pregunta: ¿Cuántas veces a la semana la veías?
E.F.: Cuando empezó, la he llegado a ver 3 veces en un día. Se trata de situaciones muy límite donde se juega un pasaje al acto, un intento de suicidio, homicidio… Yo nunca he sido internista, por eso podía llegar a ver -ya no tengo la juventud ni el entusiasmo para abordar este tipo de pacientes- muchas veces. Esto durante los primeros meses, luego se van viendo los primeros efectos por la medicación, la palabra, por la relación transferencial que se empieza a armar.

La transferencia es un instrumento importantísimo. Es en transferencia y desde ella que trabajamos. No podemos trabajar sin ella, aun en transferencia negativa, Lacan dice que puede ser muy fructífera siempre que no sea un obstáculo total. Cuando es un obstáculo total, como la erotómana con el analista, ahí no se puede trabajar. Peor puede darse una derivación posible y que el tratamiento siga.

Pregunta: ¿Es cierto que los suicidas no avisan?
E.F.: No es que los suicidas no avisan, sino que algunos melancólicos no avisan, lo que no es lo mismo. El suicidio lo puede cometer cualquier persona con cualquier estructura, que no siempre sigue la regla de no decirle a nadie. Eso de no avisar ocurre en ciertas melancolías, no todas, donde no dan datos y sorprenden a todos. Pero muchas veces el suicida avisa, dicen que no pueden más y que quieren tirarse por la ventana. La clínica no es “Los que se van a suicidar no avisan”, no, muchísimos avisan. Los melancólicos no.