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martes, 2 de septiembre de 2025

¿Qué veneramos hoy?

Es un equívoco pensar que, en una cultura en la que la tecnociencia parece volver todo posible, la religión y la fe hayan sido desplazadas o sustituidas por goces múltiples —banales, desconectados, autistas, inútiles o incluso mortíferos—. También lo es suponer que la función religiosa se limite a iglesias, templos, instituciones, eventos o prácticas codificadas.

Cuando arqueólogos y antropólogos estudian una sociedad prehistórica, una de sus primeras preguntas es inevitable: “¿qué adoraban?”. Si dentro de mil años nuestra especie todavía habita la tierra y persiste la curiosidad por examinar el pasado, ¿qué responderán al formular esa misma pregunta sobre nuestra época?

En una entrevista, Giorgio Agamben señala la idea, bastante difundida, de que el capitalismo es una religión y que dios no ha muerto, sino que se ha transfigurado en dinero. En un momento en que el pensamiento crítico intenta entrever un horizonte post-capitalista, esta cuestión reclama nuevos estudios e investigaciones. Se trata de un campo fértil donde se entrecruzan discursos de la filosofía, la religión, la teología, la política, la etnología o el psicoanálisis.

En esta dirección, los primeros capítulos del libro de Sara Vassallo, El deseo y la gracia. San Agustín, Lacan, Pascal (2015), subrayan que el dinero se ubica del lado del ídolo, del vellocino de oro, y no del padre muerto.

Notas:

  1. Entrevista a Giorgio Agamben, por Peppe Salvà, Ragusa News, 16-08-2012.

  2. Vassallo, S. (2015). El deseo y la gracia. San Agustín, Lacan, Pascal. Buenos Aires: Ed. Nube Negra.

viernes, 18 de julio de 2025

Sujetos de la deuda: la incidencia del neoliberalismo en "El juego del calamar".

Lucas Vazquez Topssian

En El malestar en la cultura (1930), Freud señala que toda cultura se funda sobre la renuncia pulsional. Esta renuncia, exigida por el Otro social (la Ley, las normas), genera culpa. Y esta culpa es muchas veces inconsciente: no es por algo que el sujeto haya hecho, sino por haber deseado, incluso sin saberlo. Se trata de una culpa inconsciente, ligada al superyó. Esta culpa se puede leer como una deuda simbólica con el Otro: se le debe haber renunciado, se le debe obediencia, se le debe un sacrificio.

En Tótem y tabú (1913), en el mito del padre de la horda, el parricidio del padre originario genera una culpa transmitida entre generaciones. Los hijos matan al padre, lo comen y luego lo veneran mediante la instauración de la Ley y el tabú del incesto. Esa culpa heredada es una deuda simbólica que se paga a través de la Ley: el superyó, la moral, la prohibición del incesto.

Lacan retoma y reconfigura esta noción en su lectura estructuralista del sujeto, donde podemos rastrear aspectos de "la deuda".

En el seminario "Los escritos técnicos de Freud" (1953-54), y más claramente en "El seminario 4: La relación de objeto" (1956-57), Lacan presenta la deuda simbólica como aquello que surge del ingreso del sujeto en el campo del lenguaje. Se trata de la deuda con el Nombre del Padre.

Cuando el sujeto accede al orden simbólico, lo hace al precio de una pérdida: queda alienado en el significante, pierde algo de su ser. La castración simbólica implica que se le debe algo al Otro: no se es sino a través de ese Otro. La deuda es entonces el efecto de la castración simbólica: el sujeto se constituye debiéndole su ser al Otro del lenguaje.

Se trata de una deuda que no se puede saldar, no es algo que se paga como una cuenta. Es infinita, estructural: no se trata de un acto pasado, sino del hecho mismo de estar marcado por el significante. Por eso, en el Seminario 7 (La ética del psicoanálisis), Lacan vincula esta deuda con la imposibilidad de realizar el goce, con la falta estructural, y también con lo Real.

Veamos un caso mínimo...

Un paciente que se siente constantemente en deuda con sus padres, o con la sociedad, puede estar expresando una forma desplazada de esa deuda simbólica. El análisis no busca que "pague" esa deuda, sino que se subjetive respecto a ella: ¿de qué se siente culpable? ¿Qué cree que el Otro le exige? ¿Cómo responde su deseo a esa falta estructural?

Incidencia de la época

Ahora bien: Existe una correlación muy sugerente y potente entre la deuda simbólica estructural del sujeto y la forma en que la economía contemporánea se organiza en torno al régimen de deuda. Esta relación fue explorada por varios autores contemporáneos (como Lazzarato, Dardot & Laval, o Zizek), y permite pensar cómo la estructura del psiquismo en el campo del Otro simbólico encuentra una suerte de eco o refuerzo en el lazo social actual.

Como dijimos antes, para Lacan, el sujeto está estructuralmente en falta, castrado por el lenguaje, y esa falta se traduce como una deuda simbólica con el Otro. Es una deuda impagable, no cuantificable, ligada al deseo y a la imposibilidad de completarse. Esta deuda es el efecto de haber sido hablado, deseado, significado: el sujeto le debe su ser al significante.

En el capitalismo financiero actual, especialmente desde los años 70 en adelante, la deuda se ha convertido en una lógica central de producción de subjetividad. Esto se ve en:

  • Endeudamiento de los Estados (crisis de deuda, FMI, default).

  • Endeudamiento de las personas (créditos, tarjetas, hipotecas, billeteras virtuales).

  • Interiorización de la deuda: el sujeto se auto-responsabiliza por su fracaso, se culpa si no rinde, si no “invierte bien” su tiempo o cuerpo.

Se configura así una subjetividad del "empresario de sí mismo", que se debe a sí mismo ser productivo, exitoso, sano, feliz. La culpa no proviene del superyó freudiano clásico, sino del mandato de rendimiento y de una deuda moralizante que nunca se salda (Byung-Chul Han lo describe como la era del “sujeto del rendimiento” agotado por su propia autoexplotación).

De esta manera, podemos decir que el capitalismo actual explota esa deuda estructural, la captura, la convierte en deuda económica o moral, y la reintroduce en el circuito del goce y el consumo. Así, el sujeto queda preso entre una deuda simbólica imposible de saldar y una deuda económica interminable que lo obliga a rendir constantemente.

Ejemplo clínico 
Un paciente que dice: “Nunca es suficiente lo que hago. Siempre siento que le debo algo a alguien: a mi jefe, a mi pareja, a mis padres, al mundo”… está encarnando esa doble inscripción de la deuda: simbólica (inconsciente) y económica/social (ideológica). En este punto, el análisis puede ayudar a separar la deuda simbólica del superyó neoliberal, abrir un espacio para que aparezca el deseo propio.

En conclusión, podemos pensar una correlación profunda entre la deuda simbólica estructural y la forma de dominación actual basada en la deuda financiera y moral. El neoliberalismo no inventa la deuda subjetiva, pero la instrumentaliza y exacerba, atrapando al sujeto en una espiral de rendimiento, culpabilización y autoexigencia.

El juego del calamar
El juego del calamar (Squid Game, 2021) es una obra que encarna con crudeza y precisión la lógica contemporánea de la deuda y, al mismo tiempo, pone en escena su dimensión simbólica, ética y subjetiva. Es una ficción que dramatiza cómo la deuda —económica, moral, social— puede ser el eje organizador de un orden social que empuja al sujeto hasta la desubjetivación y la muerte

La deuda organiza toda la trama de esta serie: todos los personajes aceptan participar en el juego mortal porque están endeudados. Pero no se trata solo de una deuda financiera; hay algo más: algunos deben dinero a bancos o prestamistas. Otros están moralmente endeudados con sus familias (hijos, madres, parejas). Algunos tienen una deuda simbólica con su propio fracaso: no estar a la altura de una expectativa social (éxito, masculinidad, rol filial).

El juego aparece como una forma de redención ante esta deuda —como si ganando pudieran “salvarse”, “reparar” o “comenzar de nuevo”. Pero lo que se pone en juego es la vida misma. El costo del “pago” es la existencia.

El juego condensa la lógica del capitalismo tardío.  Por ejemplo, todos compiten individualmente, aunque se forman lazos transitorios. Se promueve el mérito, es decir, gana quien “más se esfuerce” (pero el juego es absolutamente desigual, hombres contra mujeres, ancianos contra jóvenes, etc). El espectáculo de la violencia es consumido como entretenimiento por los ricos (la élite internacional que observa los juegos). En la serie hay una remisión al goce obsceno del Otro: hay un superyó que manda “¡goza!”, incluso con la muerte del otro. Se trata de una economía del goce sin ley, sin falta, donde el deseo ha sido sustituido por la pura acumulación o supervivencia.

A finales de la primera temporada y comienzos de la segunda, vemos que el protagonista, Gi-hun, gana. Tiene el dinero. Pero no puede usarlo. Su subjetividad queda capturada por algo que no se paga con plata: no puede ver a su hija, no puede cuidar a su madre; tampoco puede volver a su vida anterior ni fundar una nueva. La deuda simbólica reaparece: no es la deuda económica la que lo traba, sino una falta más radical. El dinero no salda el duelo, el sufrimiento, la traición, el haber sobrevivido. Como en Lacan: la deuda real no se paga.

En general, el juego de la serie dramatiza que el lazo social actual está montado sobre la competencia, la exclusión, la autovaloración, y el espectáculo de la caída del otro. Pero hay momentos donde los personajes resisten: forman alianzas, se cuidan. Algunos se sacrifican. Surgen lazos que no están mediados por la lógica del mercado. En esos momentos, aparece la ética del deseo, no del cálculo. Son interrupciones del orden neoliberal. Pero la serie muestra que el sistema tiende a reabsorber esas líneas de fuga.

Desde una perspectiva clínica, El juego del calamar muestra cómo el sujeto contemporáneo está saturado de deudas, que se inscriben tanto en el cuerpo como en el psiquismo:

  • Siente que debe algo que no puede nombrar.

  • Sufre un mandato de éxito o redención.

  • A menudo, el fracaso no genera duelo, sino vergüenza, auto-odio, impulsos suicidas.

En este contexto, el análisis puede abrir un espacio para separar las deudas reales de las simbólicas, para sustraer al sujeto del imperativo de pagar con su vida o con su cuerpo lo que no debe ser pagado.

El juego del calamar es una metáfora brutal del sujeto atrapado en la lógica contemporánea de la deuda, donde lo simbólico ha sido eclipsado por una economía de la cuantificación, del rendimiento y del espectáculo. Sin embargo, la serie también deja entrever un resto humano: la amistad, el duelo, la ética, el deseo. Y ese resto es lo que hace posible una respuesta que no sea la repetición.

lunes, 15 de marzo de 2021

El grafo del deseo en clave capitalista: Lacan con Marx

En la entrada La filosofía de Marx y su relación con el psicoanálisis comenzamos situando algunos puntos del pensamiento de Marx y su relación con el síntoma. En esta ocasión, veremos la articulación que Lacan hace en 1968 para ver qué aplicaciones podemos extraer para la clínica.

Durante las primeras cuatro clases del seminario 16 (1968) Lacan comienza hablando de una homología entre la plusvalía de Marx y el objeto a, que es el invento de Lacan. El capitalismo, en ese momento, estaba muy cuestionado y a Lacan se le pedía que tomara partido.

En las primeras dos clases recorre otras cuestiones, como el chiste y su función social y después sustituye al Otro que da sentido al chiste por la madre para formalizar el Edipo en el grafo del deseo. En la tercera, recurre al grafo del deseo para hablar del capitalismo y la plusvalía: sustituye al Otro en el grafo del deseo como el Mercado. El Mercado está constituído por significantes y plantea que el capitalismo tiene la lógica de un discurso.

El razonamiento de Lacan para decir que el Otro es el mercado es muy interesante: si la plusvalía es el trabajo impago del trabajador, el goce perdido y cedido por el trabajador, el efecto del mercado como lógica de discurso sigue la lógica del objeto a que se pierde en la lógica del significante en el inconsciente. Es decir, homologa al objeto a con la plusvalía y lo nombra "plus de gozar". Esta misma maniobra la hace con el Complejo de Edipo.

El año 1968 fue el Mayo Francés y la formalización más lograda de Lacan para ese momento es el grafo del deseo. Las fórmulas de la sexuación llegarán en el seminario 20 y los 4 discursos serán al año siguiente. Al grafo del deseo se lo reformulará en el seminario 24 para formalizar el fin de análisis, el pase.

Para Lacan, el objeto a y la plusvalía están hechos de la misma estofa, de una lógica de discurso:

Lacan trata aquí al grafo del deseo con cierta nostalgia. En el año '58, el objeto a estaba en un momento "prehistórico". El objeto a anteriormente estaba relacionado al objeto metonímico del deseo, en el piso entre m - i(a). En el año 1958, el objeto toma valor de plus de goce, como está marcado. Es decir, de ser el objeto a imaginario del plano de la especularidad, pasa a ser, en el seminario 16, el valor de la pérdida del sujeto a causa de su relación con el Otro (A)

Si la plusvalía es efecto del discurso capitalista y es una pérdida de goce para el trabajador, en el sujeto también lo es: el objeto a es pérdida de goce por estar en relación con el Otro que es la batería significante. El concepto de lalengua aparece dos años después, en el año 1971 y se refiere a una colección de significantes. También lo es en el año 1958 y en el seminario 9, cuando dice que el Otro es el basural de significación, el representante de la representación. Lalengua, aunque en el '68 no esté formalizada, es un concepto ajeno a la lógica del significante, aunque está formado por esos S1 sueltos. 

Lacan vuelve al chiste que mencionó al crear el grafo del deseo: famillionario. Ese chiste es utilizado para ilustrar al Otro del sentido. En 1968, Lacan dice que del chiste famillionario se ríen los empleados, es decir, cuando el Otro que se ríe está en el colectivo de los asalariados. 

En este seminario, Lacan también habla de Pascal. Aparte, habla del sujeto capitalista y el discurso capitalista, aunque todavía no lo formalizó. En la página S.16, Lacan lee el chiste de famillionario en versión capitalista: 
¿Dónde está el punto sensible de esta famillionaridad sino, muy precisamente en que escapará a cada uno de aquellos que la transmiten?. Esto es a saber, esta novedad del sujeto que no hesita en la ocasión en transplantar en ese campo de la relación que hago intervenir, que he introducido en nuestro discurso, bajo el término de sujeto capitalista.

¿Cuál es la función de cada uno de aquellos que pasan entre las mallas de la red de hierro que constituye esto, que tan insuficientemente delinea la noción de la explotación de ciertos hombres por otros, todos aquellos que no son tomados en esos dos extremos de la cadena que son, en esta perspectiva, no otra cosa que empleados?. Es en tanto, precisamente, que cada uno de los interlocutores sobre el pasaje de esta dulce diversión del famillionariamiento se siente, sin saberlo, interesado como empleado o como ustedes quieran, como implicado en el sector terciario, es que eso hace reír.

Lacan no habla con eufemismos al hablar del explotado. Lamentablemente, el psicoanálisis se enseña separado de la economía política. El mercado, que está constituído por leyes, normas y saberes, ¿cómo era ayer y cómo es hoy? Muchos psicoanalistas creen que Lacan no habló de política, economía ni trabajo.

Pensar al discurso capitalista como una lógica y valiéndose del grafo del deseo, Lacan desliza del Otro (aluvión de significantes) al amo y al discurso del inconsciente. El objeto a, que en el grafo vemos en el fantasma y que es el plus de gozar a partir de 1968, ya había sido formulado como un real del lenguaje en el seminario 14, cuando Lacan formalizó un proto-discurso del inconsciente. Allí vimos cuáles era el antecedente en Lacan del discurso del amo y del inconciente. Para poder pasar al discurso del amo y el inconsciente, fue necesario hacer del grafo del deseo un grafo en clave capitalista. 

Teniendo el cuenta que:
- El Otro que es el marcado.
- El sujeto capitalista, que en relación al mercado está relacionado al plus de gozar del fantasma.
La lógica del amo del inconsciente se va armando se va armando con estos elementos. El S1 es el amo, el S2 es el saber (que en el mercado es el precio). Para Lacan, tomandocómo lo sitúa Marx, el precio es un S2. El objeto a es el plus de gozar y está el sujeto capitalista debajo del S1. Mientras Lacan describe el grafo del deseo en clave capitalista, ya está ubicando los cuatro elementos del discurso del amo.

La risa del capitalista en el chiste familionario es un modo de goce articulado en esta lógica del discurso. El grafo del deseo suele enseñarse lavado de política y economía, más bien tomando Subversión del sujeto. El grafo del deseo podría introducirse en los seminarios 5 y 6, con la referencia a Freud. Freud habla de empresa y capitalismo en el libro del chiste.

Los tiempos que vienen hacen que los analistas tengamos que pensar cómo se constituye este gran Otro del mercado, qué reglas de juego tiene. ¿Cuáles son las renuncias de goce como efecto del mercado con sus cambios? Esta pregunta debe quedar abierta para más adelante, siguiendo la ética de estar a la altura de la época. Entre los psicoanalistas hay mucha resistencia a hablar de economía política.

La plusvalía es la pérdida de ganancia por el trabajo; la pérdida de gozar es a causa del lenguaje y del discurso. Estas cuestiones pueden ser utilizadas para leer nuestra contemporaneidad.

Fuente: notas de la conferencia de E. Bisso_ Lacan con Marx: El grafo del deseo en clave capitalista.

miércoles, 3 de febrero de 2021

Cinco axiomas aplicados a la clínica de las toxicomanías.

Fuente: Galante, Darío (2016), "Cinco axiomas aplicados a la clínica de las toxicomanías Five axioms applied to the clinic of drug addictions" - Revista Pharmakon Noviembre 2016

Resumen: El trabajo se propone revisar cinco axiomas que Jacques-Alain Miller postula para la clínica psicoanalítica de nuestra época actual y su aplicación a la clínica de las toxicomanías. Palabras clave: psicoanálisis, toxicomanías, hipermodernidad.

En la clínica actual el psicoanalista suele encontrarse con un sujeto desorientado. Podemos verificar en el campo de la toxicomanías que muchos pedidos de tratamiento no son más que una demanda en la que el discurso capitalista ya operó en su faceta más estragante. Frecuentemente se demandan tratamientos para moderar el consumo para, precisamente, poder seguir consumiendo.

La proliferación de objetos que el mercado ofrece produce la paradoja por la cual se promociona un goce en el que el sujeto queda atrapado en un falso dilema. Al no haber una responsabilidad orientada, surge la ansiedad, confundiendo así una práctica de goce con una elección.

A su vez se impulsa una cura al malestar contemporáneo con los métodos propios que el sistema ofrece como fantasía. Una ficción basada en la idea de que se puede abordar el sufrimiento sin pasar por el síntoma.

Debemos preguntarnos si esto es posible, es decir: ¿se puede abordar el sufrimiento sin pasar por el síntoma? Y debemos contestar que, en principio, sí. Sobre todo si partimos de la idea de que tratar un malestar no es lo mismo que transformarlo en una experiencia en la que un sujeto pueda hacer algo distinto con lo inefable.

En muchas ocasiones el psicoanalista es demandado como un especialista en toxicomanías, erigido como un representante del agente de salud. Ubicado en ese lugar suele demandársele lo mismo que a muchos otros: sentido, devenido en un objeto de uso.

El tóxico y el cuerpo
¿Qué es lo que lleva a un sujeto a querer incorporar una y otra vez un tóxico en el cuerpo? Esta pregunta es clave para entender la problemática de las toxicomanías. Es decir, que el meollo del asunto no pasa tanto por el consumo en sí, que incluso puede ser ocasional, sino por la repetición de esta práctica.

Para responder a esta pregunta, podemos orientarnos con Jacques Lacan cuando en su Seminario XIX plantea la relación desordenada que tiene el Ser hablante con su cuerpo, atribuyéndole al goce la causa de tal perturbación y al lenguaje la función de suplencia que ordena, en cada sujeto de un modo en particular, la intrusión del goce en la repetición corporal.*

Esta referencia se puede entender mejor, sobre todo en lo que atañe a la problemática de las toxicomanías, a partir de lo que plantea Jacques-Alain Miller (Miller, 2003, pág. 272) cuando destaca que lo que Lacan demuestra es que todo goce material es goce Uno, goce del cuerpo propio. Es decir que siempre es el cuerpo propio el que goza. Siguiendo este razonamiento es que podemos sostener que «uno puede drogarse con drogas, pero también con el trabajo, la pereza, la televisión. En otras palabras, esta intuición que se repite sin pensar demasiado descansa en una evidencia: el lugar propio del goce es en todos los casos el cuerpo propio, y así el goce es una dimensión esencial del cuerpo».

Podemos suponer entonces que, originariamente, está el goce del cuerpo, y luego el objeto del goce, siendo las drogas uno de esos objetos posibles.

A partir de Aún (Lacan, 1989), Lacan se dedica a mostrar que el goce es fundamentalmente Uno, poniendo el énfasis en que, primariamente, es el cuerpo propio el que goza, más allá del Otro.

El Ser y el cuerpo
Para el hombre, su falta en ser, como efecto del significante, divide su ser de su cuerpo. Por un lado se es (ser) y por otro se tiene un cuerpo (tener).

Por el hecho de poseer un cuerpo el hombre también tiene síntomas. Se tiene síntomas porque no se es un cuerpo sino porque se tiene un cuerpo. Los imprevistos que suceden en el cuerpo señalan cotidianamente que no se es un cuerpo, sino que se lo tiene.

Estos imprevistos los encontramos, por ejemplo, en un sujeto que en un momento importante de su vida, al dar un discurso, siente ganas de orinar; u otro que siente que se le seca la garganta; y también en un joven que conquista muchas mujeres, pero que cuando encuentra una que sí le interesa, sistemáticamente, tartamudea.

Estos sucesos, como tantos otros –si se los sabe analizar– son acontecimientos discursivos que dejan huellas en el cuerpo, que producen síntomas. Es decir que el sujeto en análisis puede encontrar los acontecimientos que trazan sus síntomas.

El significante tiene efecto de significado y al mismo tiempo afecta a un cuerpo. El acontecimiento funda la huella de afecto, viene a ocupar el lugar del trauma como aquello que mantiene un desequilibrio perma- nentemente: esto es lo que llamamos acontecimiento traumático. El afecto esencial, entonces, es la marca del lenguaje sobre el cuerpo.

Diferenciamos, entonces, lo que puede ser un acontecimiento que genera angustia –por ejemplo, la obser- vación del coito de los padres– de la marca del lenguaje sobre el cuerpo, aunque un episodio caiga justo en el lugar de lo traumático.

Esta idea –la del lenguaje como traumático– conduce a Lacan a trabajar paulatinamente sobre una idea del sujeto con un complemento corporal. Y ese complemento corporal se va construyendo en la conceptualización del objeto a.

Este objeto marca el exceso de goce que el sujeto padece en el cuerpo por el solo hecho de ser un sujeto del lenguaje. Es un objeto en el que se destacan dos vertientes. Por un lado, en términos lógicos, es un vacío, cuando se lo considera como el objeto de la pulsión, es un vacío en torno al cual gira el sujeto, su consistencia es de lógica pura. El segundo aspecto del objeto es que es una extracción corporal (Miller, 2003). Finalmente, Lacan salva esta dicotomía entre el sujeto y el objeto con el termino parlêtre.

Lo importante en este punto es marcar al síntoma como estructural en el sujeto; su aspecto contingente es lo que le va sucediendo en la vida al sujeto, lo que forma parte de la envoltura formal del síntoma, mientras que su faceta real se organiza a partir de lo que Lacan conceptualiza como no relación sexual: ¡éste es el gran trauma del parlêtre, lo que deja huellas en el cuerpo del sujeto!

Miller (Miller, 2012) señala que, a partir del seminario XX, Lacan va a trabajar el pasaje del sujeto al parlêtre, es un pasaje que tiene como consecuencia el mayor peso que cobra el cuerpo en la dirección de la cura; se pasa de este modo del significante puro (sujeto) al sujeto más el cuerpo (parlêtre).

Es en el seminario XXI, Les non dupes errent, donde Lacan va a destacar que el acontecimiento es el decir de cada uno (Lacan, 1974). Este acontecimiento no se refiere a lo simbólico, en tanto lo que sucede en la his- toria del sujeto, sino a lo real, a lo que se escribe mas allá del desciframiento.

Que el síntoma sea un acontecimiento de cuerpo destaca entonces que la referencia al síntoma no está en el Otro. El síntoma, desde esta perspectiva, deja de ser un significado que le viene al sujeto del Otro para pasar a ser algo que le sucede en el cuerpo en tanto Uno.

La definición del síntoma como acontecimiento de cuerpo nos permite analizar un rasgo muy presente en la práctica de las toxicomanías, que se presenta como el primer obstáculo a sortear: en dicha práctica se ingiere una substancia en el cuerpo que, en principio, no se significa como síntoma.

Los cinco axiomas
Si algo nos enseñanza la clínica de las toxicomanías es precisamente esto: el goce está en el cuerpo. Entonces el problema que se reedita una y otra vez, cuando la solución encontrada por el sujeto es el tóxico, es cómo pasar, en la transferencia, del Uno al Otro.

Esta suerte de encrucijada que constatamos cotidianamente en nuestros consultorios nos permite pensar en una serie de casos en los que la apertura al discurso del Inconciente se presenta en un horizonte de imposibilidad.

Hay muchas consultas que de algún modo quedan en esa fase en la que no hay un llamado al Otro sino que en verdad a veces solo son tibios intentos de manifestar alguna queja. Este mundo de hoy, el mundo de las adicciones, en el que todo puede convertirse en una adicción, condiciona de un modo muy particular los casos que llegan a la consulta del analista. Como planteaba al comienzo, considero que es fundamental precisar en cada consulta qué es lo que se le demanda al analista y cómo se le demanda.

En su seminario El lugar y el lazo, Miller plantea que «podríamos forjar principios, verdaderos axiomas (en el sentido de “evidencias indiscutidas”) que hoy encontramos en lo que yo llamaba el mundo, nuestro parte- naire-mundo» (Miller, 2013, pág.82). Miller propone allí cinco axiomas que pueden darnos una orientación muy precisa de cómo llegan los sujetos hipermodernos a la consulta. Considero que estos desarrollos están es- pecialmente indicados en los que se constata que la consulta al analista se orienta más por conseguir una alivio en el principio del placer que en asumir una responsabilidad en la posición de sujeto (Lacan, 1985, pág. 837), es decir, que son especialmente indicados para aplicarlos al caso de las toxicomanías.

Primer axioma: el deseo manipulado en el sentido de la demanda
El primer axioma consiste en reducir el deseo y falsearlo para convertirlo en demanda, determinando de este modo una oferta acorde a esta manipulación.

viernes, 14 de febrero de 2020

El amor y el narcisismo de la época: presentaciones clínicas.


El amor va tomando distintas coloraturas a través de las épocas, a partir de que los significantes epocales van definiendo determinados modos de relacionarse con el semejante. Partimos del amor cortés en la época del medioevo y vamos asistiendo ahora a un fenómeno nuevo, que es el amor en la época del post-capitalismo. El discurso capitalista forcluye las cosas del amor y decreta que todo es posible, todo se puede conseguir y tener. Con lo cual, no hay una barrera al goce ni nada se pierde. 

Sabemos que en el amor hay una pérdida y una ganancia. El amor, como dice Freud, puede tener que ver con el narcisismo, pero también se puede elegir amorosamente por apuntalamiento al modo del amor materno. Siempre en el amor se deposita algo en el otro que le es propio, por eso no hay que hablar demasiado mal de la pareja. No solo en relación al amor, sino también en relación al deseo, donde algo del objeto a (ese objeto de deseo de cada quien) también se deposita en el otro, quien es un soporte que encubre ese objeto a que es propio. El amor incluye una dosis de narcisismo, pero para que exista la posibilidad de amar, hay que dar lo que no se tiene. Es decir, dar una falta al otro, para que él pueda constituirse como nuestro objeto a. ¿Qué pasa en estos tiempos donde pareciera que la falta tiene que ser rápidamente borrada? 

El sujeto, en el discurso capitalista, es considerado un objeto a consumir y a consumirse. Hay un empuje al goce absoluto y a la consumición de objetos. Ya Lacan había anticipado esto en El reverso del psicoanálisis, diciendo que el mundo se estaba transformando en un mundo de letosas y gadgets. Los gadgets son los objetos tecnológicos que el sujeto consume. En este momento, el mundo es un espectáculo donde se da a ver todo aquello que no hace mancha en el cuadro. Lo que muestran las redes sociales es siempre el lado menos oscuro de la vida. Es decir, una imagen plena que captura al espectador. El sujeto mira lo que el otro consume, tiene y hace. Y cuando esa imagen que aparece en la pantalla no refleja lo que a él le puede pasar, aparecen distintos fenómenos como la depresión, el aislamiento y la dificultad de relacionarse amorosamente con el otro. 

Cuando hablamos del amor, no hablamos solamente del amor al partenaire, sino del amor de la amistad, de esa relación que conlleva mirarse a los ojos y escuchar y hacerse escuchar. En los tiempos actuales, esta intermediación de las pantallas, donde todo pareciera ser un espectáculo y donde no hay lugar a la intimidad del sujeto porque todo se muestra, el sujeto aparece como una pura mirada que mira, pero que no se mira a si mismo. Cuando no hay el mirarse (segundo tiempo de la pulsión), tampoco hay posibilidad de pensarse. El sujeto muchas veces no viene representado por las formaciones del inconsciente, sino que aparecen las adicciones, los actings, los pasajes al acto o los problemas en el cuerpo. Los analistas no podemos intervenir al modo tradicional del desciframiento del inconsciente y de la lectura jeroglífica de los sueños, sino que tenemos que pensar otros modos de abordaje. El sujeto está anudado borromeicamente - real, imaginario y simbólico-. Este anudamiento tiene que darse de un modo particular, con lo cual nos permite pensar en modos diferentes de intervención: intervenciones en lo real, en lo imaginario y en lo simbólico. 

En estas nuevas modalidades de presentación, desde hace algunos años aparecieron más demandas de parejas y familias que consultan y que muchas veces es la antesala a la posibilidad de un tratamiento individual. Dentro del psicoanálisis estaba muy mal visto quienes pecábamos en investigar esta especificidad y nadie contaba en voz alta algo de esto. Actualmente las cosas cambiaron y la gente puede cambiar más tranquilamente de por qué a veces uno invita a una pareja o a la familia. 

El análisis individual, aunque sea un análisis exitoso (reciclando goces y sostiene su posición deseante) muchas veces deja por fuera de discurso algunas situaciones de pareja o familia que muchas veces pueden ser leídas o pensadas a partir de la escena que se arma en el consultorio de una analista, donde él ocupa el lugar de tercero a descifrar eso que ocurre en la tensión, ya sea gozosa o deseante en una familia. Eso que no aparece en el discurso individual se muestra, se da a ver discursivamente en la escena con un analista. Ciertas intervenciones permiten descoagular o interrogar algunos silencios y algunas situaciones gozosas que no podían ser puestas en discurso en un análisis individual. Por eso creo que es importante en esta época, donde muchos analizantes no vienen representados por formaciones del inconsciente sino que vienen con mostraciones o adicciones, poder ampliar desde el psicoanálisis nuestra lectura. 

Lacan decía que el psicoanalista que no puede leer los significantes epocales pierde su rumbo. ¿Cuáles son esos significantes epocales que se toman como naturales? Nos encontramos con una falta de deseo sexual en parejas jóvenes, un afán de tenencia material, apresuramientos que no permite llegar a un acto verdadero, donde el sujeto se pierde es pos de un consumo (de éxito profesional o consumo tangible de ciertos bienes). hay apresuramiento, que es diferente al tiempo subjetivo, donde mirar, comprender y concluir en un acto verdadero hace que el sujeto emerja en ese lugar en otra posición subjetiva y que haya la posibilidad del encuentro con la posición deseante y un soltar de los goces mortíferos.

Caso clínico.
Pareja de profesionales de alrededor de 40 años de edad, hace 20 que están juntos. Exitosos ellos y con un gran nivel de peleas. No pueden dejar de pelear, incluso en las sesiones de entrevistas. Se gritan, lloran, se enojan y no tienen la posibilidad de pensarse. Cuentan que luego de muchos años de tratamientos infructuosos por temas de esterilidad sin causa (nunca se pudo diagnosticar), a partir de varios tratamientos logran tener unos mellizos hace 4 años. A partir del nacimiento de los mellizos, dejan de tener relaciones sexuales, pero que esto nunca les hio ningún obstáculo, que les parece absolutamente normal. Cuando les pregunto qué los trae a la consulta, dicen que es el nivel de peleas y un hecho que aconteció hace unos meses, cuando volvían de un evento familiar. El celular del caballero dispara un mensaje. Ella descubre que él está coqueteando vía chat con una alumna de él. Él es docente en una universidad. Él dice que simplemente estaba tratando de ser amable. Ella se pone a llorar y él le intenta explicar que era solamente un chat.

Una de las preguntas que yo hago en las entrevistas de pareja para poder ubicar algo de lo que pasa actualmente, es que primero me hagan una especie de raconto de cómo se conocieron y qué es lo que los enamoró el uno del otro.

Ella había estado en pareja, pero ese muchacho tenía una doble vida. El novio de ella tenía otra novia y a las 2 las llevaba a la casa paterna. Con lo cual, en la familia nadie decía nada y aceptaban que este muchacho tuviera 2 novias oficiales. Cuando ella se entera de esto, deja esa relación e inmediatamente, sin tiempo de duelo, se engancha casi en simultáneo con este hombre, que hoy es su marido. En un momento, ella decide que tiene que ir al psiquiatra porque no puede dormir, porque no podía dejar de mirar la pantalla. Ella averigua cómo hackear el celular y le instala un sistema donde se puede chequear dónde anda cada quien. Ella entonces se dedica a chequear dónde está la ubicación de él. Todo esto, seguido de escenas de celos, de ruptura de objetos de la casa y en una sesión lo toma a él del cuello. No había intermediación de la palabra, en tanto simbólica. Hay una actuación permanente. 

Cuando intento abrir el tema de las no-relaciones sexuales, ambos dicen que no es un tema que les interesen, pero eventualmente ella dice que él descuidó su cuerpo y engordó un poco y ella había engordado después del parto aproximadamente 30 kg. En las primeras entrevistas ella parecía una mujer mucho más grande que la edad que tenía. Pero esto de mirarse no había entrado en la cuenta de ella. 

Cuando intento abrir a la cuestión de a ver qué pasa cuando ellos obtienen esto que desean, que son los hijos, qué estarán pagando de más con esta imposibilidad un sumar de un tener fálico a eso que ya venían teniendo. Ellos tenían los títulos, el bienestar económico, todo entra en la ecuación: heces, pene, niño, regalos. Las entrevistas se suscitaron por un tiempo en un clima hostil, donde ella tenía miedo que yo me ubicara de parte del marido y que no la escuchara a ella. Cuando ella empieza a poder hablar algo de su historia, cuenta que es la mayor de 4 hermanos, donde ella es la única mujer. Fue la única profesional de la familia y la que llevó adelante su casa. Dice que sus hermanos son un desastre, que tienen muchos problemas laborales y que además tienen muchos problemas afectivos con las ex-mujeres y con la tenencia de los hijos, que la culpa no es de ella ni cómo se crió, dice que lo que a ella le pasa es actual y tiene que ver con esto que el marido le hizo que es chatear con la otra.

El marido decide dejar clases en esa universidad para que ella se tranquiliza. Él cree en los dichos de ella y ella se transform en un agente superyoico que indica qué se debe/puede hacer y qué no. Uno podría decir que esto de dejar una actividad fálica que tenía brillo para él (a él le gustaba la docencia) para que la mujer se tranquilice, fue un craso error porque esto no generó tranquilidad en ella. A ella se le acrecentó la idea cuasi delirante de que él se había ido porque algo había pasado. El tema de las pantallas insiste y ella entra en TindR bajo un seudónimo. Rastrea y lo engancha a él en esa aplicación. Hace una cita para que ambos se encuentren en una confitería. Él va y por supuesto, ella fue a corroborar que él fuera, pero sin hacerse ver. Cuando él vuelve a la casa, ella le tira todas las cosas fuera del departamento y él se va a dormir a la casa de la madre.
Él es hijo único de una señora viuda y ella dice que este hombre, por ser hijo punico, se cree el ganador. Él se va y pide un analista para él. Lo derivo para un análisis individual. En todas estas entrevistas, él fue dejando todas sus cosas para que ella se tranquilizara, cosa que no dio resultado. 

A partir de Tindr, ella empieza a conocer otros señores y empieza a salir indiscriminadamente con uno, con otro, sin ningún tipo de cuidado sobre su persona o su propio cuerpo. Esto lo cuenta en las entrevistas de pareja con cierta obscenidad, donde no hay ningún velo. Yo les digo que cuenten lo que sea contable y aquello de lo cual se puedan arrepentir y no poder volver atrás, que no se cuenta en la sesión. esto lo digo porque hay algunas cuestiones que alimentan el goce de la pelea y no permiten abrir o escribir otra cosa. Ella dice que es frontal y amante de la verdad. Le digo que una cosa es ser amante de la verdad y otra ser sincericida, con lo cual ella frena los insultos y sus historias con los tipos. Al tiempo, ella decide empezar a salir con un peluquero que ella tiene, que es un señor que tiene varias relaciones simultáneas con sus clientas. 

Tenemos que hacer una distinción del poliamor y la cuestión del deseo. El deseo es aquello que puede abrir a varias relaciones. El amor implica siempre la castración. Si 2 se aman, hay castración de por medio. Sino, hay una renegación de la castración y en el varón, si recuerdan en Freud La degradación de la vida erótica, tiene una escisión entre la corriente amorosa y la corriente deseante, en la medida que tiene que resolver su propia historia edípica -Freud dice, con su madre y su hermana- para poder hacer converger en una mujer las 2 corrientes: la sensual y la amorosa. Es decir, el deseo y el amor. En el varón está planteada, por su posición, esa divergencia. En la mujer, hay otra relación con el amor y Lacan dice que la mujer tiene una facilidad estructural para semblantear el objeto causa de deseo de un varón. Una mujer se tienta tentando a un varón y un hombre es el alfarero que va a rodear eso que aparece en ella como causa de deseo. Esto está en el seminario de la angustia, donde él plantea la disimetría entre amor, deseo y goce en varones y mujeres y toma La Metamorfosis de Ovidio para plantear cómo alguien que pudo tener las 2 posiciones sexuadas para saber de qué se trata la masculinidad y la femineidad. La posición sexuada tiene que ver con su relación al falo, como cada quien se ubique en relación al falo y a la falta. Acá había, en esta mujer, una posición reivindicativa que no pasaba por la posición femenina, donde ella no tenía en su disposición esto de ser causa de deseo del Otro. Lo quería imponer por decreto.

Con el peluquero, ella también tiene una relación donde hay peleas, desplantes y todo un armado que hubo de trabajar, porque ella no ponía velo a esto, frente a sus hijos. En un momento yo decido interrumpir las entrevistas de pareja porque el que se angustiaba frente a esto que contaba era él, mientras ella seguía en un nivel de actuación sin poder implicarse en eso que ocurría. 

Pregunta: ¿Por qué seguían teniendo entrevistas de pareja?
Era una demanda que ellos tenían, porque no podían dialogar por fuera de las entrevistas y lo que les preocupaba era que en el colegio de los niños habían empezado a llamarlos porque los chicos iban al jardín con una serie de síntomas. El nene mordía, pegaba y se hacía pis. La nena se iba del jardín, salía, insultaba a la maestra. El jardín les había sugerido que siguieran con las entrevistas de pareja. Yo escuché la demanda un tiempo, hasta que decidí la interrupción para que siguieran análisis individual. Había algo del lado de ella que escapaba a la posibilidad de trabajar los 3. Ella pide un análisis individual conmigo. Sigue un tiempo conmigo, con muchos llamados por fuera de la sesión, con muchas dificultades para asociar libremente y para historizarse en aquello que le acontecía.

En las entrevistas de pareja uno intenta localizar cuál es el pacto fantasmático que se juega entre ambos, de qué se trata. Cada uno viene con su historia, con su singularidad y su pacto fantasmático. La dificultad, por lo general, es poder tolerar esa diferencia que hace del otro un prójimo y no un semejante. En estos tiempos, esta dificultad de ubicar al otro como prójimo da lugar a que emerja la agresividad especular, es decir, que cada uno responda imaginariamente en espejo frente al otro. En esta pareja no había lugar para que se inscribiera, desde lo simbólico, algo en relación a la diferencia que ellos tenían como sujeto, por historia y por posición sexuada, que es lo que hace tolerable la relación con el otro. Cuando la diferencia es borrada, prima lo más primario de la agresividad especular, donde “es el otro o yo”, por eso esas escenas de tanta violencia, generalmente más ejercidas por ella. Una vez lo encerró en el baño y le tiró toda la ropa por la ventana. No llegó a eso que a veces leemos en los diarios, porque había tallado algo del Nombre del Padre como límite simbólico. 

Cuando se llega a ese nivel donde es el otro o yo y se juega esa escena del cuerpo a cuerpo, donde la única chance es eliminar al otro, hacerlo desaparecer de la faz de la tierra, yo tengo algunas hipótesis al respecto: asistimos a una época de cambio de paradigmas en lo que es la vida familiar y también se viene anticipando esto que se nombra como la degradación del Nombre del Padre. El N del P opera en los 3 registros -real, simbólico e imaginario- y del padre hay que valerse para ir más allá de él. El padre es real, imaginario y simbólico. El padre simbólico que interdicta el goce de la madre para que pueda no hacer de sus hijos objeto de su propio goce y pueda largarlos al mundo para que sean sujetos deseantes. En el seminario R.S.I., dice que si un hombre hace de su mujer un objeto causa de su deseo, aparta a los hijos de su propio goce, es decir, estos no quedan bajo la égida incestuosa del Otro materno. Es el agente que irrumpe el incesto con el Otro materno. 

En estas cuestiones donde todo se puede y todo vale, se ha perdido el falo como vector indicador de los goces posibles. Si todo se puede, nada se pierde y todo vale, entonces hay algo de esa ley (que acota el goce incestuoso) que se está perdiendo. Se pierde, pero también se pierde para aquellos que se ubican del lado varón de la fórmula de la sexuación, en tanto quedan arrinconados en el lugar de falos anónimos, no falóforos n valiosos. Si un hombre queda arrinconado en esa posición donde lo que él tiene no sirve para causar el deseo de una mujer ni para limitar el goce de una madre, ese hombre pierde valía fálica y queda en una posición de objeto. Si queda en una posición de objeto, sólo puede actuar, hacer un pasaje al acto. El modo de castrar a lo que aparece como La Mujer, toda completa, es el asesinato. 

Pregunta: No entendí esto último. 
El falo es un vector organizador de la subjetividad. Un hombre se representa del lado fálico en las fórmulas de la sexuación. Él tiene y porta el falo. Cuando ese brillo fálico es denotado, dejado de lado, no considerado, queda caído como varón falóforo, queda como puro resto, puro objeto. Al ser puro resto, puro objeto, no dispone del capital simbólico de la palabra para perforar o agujerear de lo que viene del lado de la demanda de una mujer. Y esta se transforma en un oráculo, o en una Medusa que se lo va a tragar y el único modo de no creer en los dichos de ella, es decir, de agujerear lo que ella dice, es hacer un pasaje al acto. El pasaje al acto es operar sobre el cuerpo de la mujer, matándola. Ahí ya no se dispone del capital simbĺico que permite soportar la diferencia. Cuando ese capital no está, queda lo imaginario, que es el sentido sin agujerear que cada uno le da a las palabras del otro. Entonces, si una mujer le dice a un varón “idiota”, este queda coagulado en ese “idiota” sin poder decir, por ejemplo, que está enojada con otra persona. 

Cuando uno escucha estos casos muy graves, vemos que el que se ubica del lado hombre se queda sin recursos simbólicos para decir “Detrás de eso que me dice, ¿qué quiere?” Porque la pregunta fundante en el sujeto es qué quiere el Otro de mi. Esa pregunta primero se efectúa con el Otro materno. De las distintas demandas del Otro, el sujeto va a deducir me quiere la linda, el feo, la perrita, etc., hay posibilidad de que el sujeto responda con una posición fantasmática al qué quiere el Otro. Cuando ese sujeto no puede leer en las demandas del Otro materno un agujero que alojara su falta para él ubicarse ahí, llenando ese lugar de falo imaginario del Otro, ahí aparecen estas patologías graves. No existe la posibilidad de construcción de una respuesta fantasmática. Entonces, el encuentro con cualquier semejante se torna de un encuentro de cuerpo a cuerpo. No hay mediatización simbólica. Aparece un borramiento de la escena y el sujeto queda desdibujado. 

Un sujeto con un armado fantasmático logrado, cuando una mujer se enoja, puede preguntarse “Detrás de eso que me dice, ¿qué me querrá?” Recordemos la pregunta freudiana de qué quieren las mujeres, pero ahí hay una interrogación del decir. El decir no opera matando la posibilidad de la interrogación. Cuando un hombre cree totalmente en lo que una mujer dice, se transforma en eso y una mujer se transforma en la voz superyoica. La voz superyoica es aquello que dice “Así como el padre debes ser, así como el padre no debes ser”, con lo cual es una paradoja irresoluble, porque encierra 2 términos contradictorios. Lacan dice que la mujer puede ser un síntoma para el hombre, es decir, dar lugar a otra cosa; ser aquello que le permite vehiculizar su deseo, pero el partenaire también puede transformarse en un superyó cruel que ordena gozar. El superyó insiste en que el sujeto goce. Si el sujeto está bajo el mandato de goce, no hay posibilidad de desear, porque el deseo siempre aliviana el discurso injurioso del Otro. O sea, ante un insulto uno puede salir de la escena o hacer un chiste. Cuando alguien queda bajo el mandato, no puede hacer otra cosa más que actuar. Acuérdense que el superyó es también el heredero de los padres y aunque sea insoportable, a veces es también una compañía.

En estas entrevistas, la mujer cuando hablaba obscenamente de la cualidad sexual del marido, lo condenaba a él a ese lugar donde él se la pasaba pensando si era suficientemente o no. En la historia de ella, habían muchos silencios, desde la época de sus abuelos. Recordemos que el sujeto es efecto de 3 generaciones. Es decir, aquello que fue silenciado y(o renegado en lo simbólico, siempre aparece en lo real. Cuando fuimos abriendo en el análisis de ella algunos lugares de los varones, aparecían historias de devaluación, no solo del abuelo, sino del padre de ella en el decir de las mujeres. No eran sujetos aptos para ser amados y/o deseados. Con lo cual esta chica actuaba lo que ya venía desde hace 2 generaciones. Freud decía, en las series complementarias, la filogenia, la ontogenia, y el discurso actual. 

Volvamos al discurso actual, que promueve la devaluación del Nombre del Padre, la devaluación de lo simbólico y la objetalización de los sujetos. Si los sujeto son objetalizados, son cosas que se pueden destruir, tirar por la borda o hacer cualquier cosa. 

Pregunta: ¿Y cuál era la posición de él?
Él estaba en la posición de hijo de madre viuda, a la que había que conformar con sus logros profesionales y tenía una sumisión a la palabra de la madre, donde la madre era bastante similar a lo que era esta mujer. Era una mujer que lo denotaba, aunque por el otro lo ensalzaba como el muchacho con logros. Pero para esta madre, siempre le faltaba algo y lo comparaba con su propio padre, con el abuelo de este muchacho, donde él siempre quedaba en cierta minusvalía. Por otro lado, había una historia del lado de la madre de él y la hermana, donde también los hombres de su lado, venían siempre en ese lugar de criticados, denotados, de poca valía. En ese sentido, se enganchaba fuertemente el fantasma de él con el encuentro de esta mujer que tenía eso. Por lo tanto, estaban perfectamente casados en la medida que había la ilusión de la relación sexual -que no existe- porque cada uno hacía empalme en su propio goce. Él no podía interrogarla a ella, porque el lugar de los hombres de su familia era un lugar en menos, una posición un tanto masoquista. Era la ilusión de que si él hacía eso, ella iba a ser otra distinta. Él hacía lo imposible para que tanto la madre como la esposa pudieran aceptarlo. Aún cuando él se ofreciera como estropajo, uno advertía su goce ahí.

Pregunta: Esto del goce de él, ¿se lee en la escena?
Justamente, si nosotros decimos que hay una escena, hay una apuesta de los cuerpos en esa escena que se da a ver y el analista puede leer la posición corporal, la mirada de cada uno. Ella ocupaba la mayor parte de la escena con sus movimientos, gritos y llantos. Él aparecía sentado en la silla como una especie de pollito mojado. Ahí estaba gráficamente cuál era el interjuego entre ambos, donde ella aparecía como que siempre se había sacrificado por el bienestar económico, y ella decía que él estudió esa carrera universitaria gracias a ella. Arrogarse que el partenaire estudia algo es complicado, porque es no darle crédito que esa carrera la había hecho él. Cuando él hace su análisis individual, cambia algo de esta posición y un día le dice “Yo hoy me voy a sentar acá y vos ahí”. 

Hay parejas que se miran cuando se hablan, que intercambian los lugares en el consultorio, otras que no se miran o me hablan a mi… Todos esos son indicadores en la escena de que hay algo ahí, en esa pareja, de cómo funciona. Obviamente, después vamos a leer los significantes en juego de cómo se conoció la pareja, cuál fue su historia de esa pareja, qué le gustó del otro y lo que a ella le gustó es que él fuera seductor. A él le gustó que ella fuera decidida y arrogante. O sea, ellos consultan porque él seduce a otra por chat y él padece de la arrogancia y el empuje de ella, quedando fuera de juego.

La mayor parte de las consultas de 20 años atrás eran las dificultades sexuales, la caída del deseo, si uno quería y el otro no… En este momento, esto del deseo sexual pareciera no ser motivo de consulta. Incluso, a veces de varias entrevistas y con las preguntas que uno hace, aparece esto de que no hay deseo sexual. Aparece como natural, por lo cual podríamos investigar que si el deseo desaparece del mapa, ¿cómo se juega ahí el a que hace diferente a un sujeto del otro? El objeto a es en principio de fijación y que luego es objeto causa del deseo, no solamente en relación a una pareja, sino en relación a cualquier cosa de la ida. Aparece como una carrera, un sin tiempo, una inscripción del deseo en tanto falta que motoriza lo viviente de un sujeto. Si no hay motor deseante, lo que va a reinar va a ser más el imperio de goce mortífero, que deja al sujeto en una posición incestuosa, con lo cual no hay lugar a un otro.

También se ha ido perdiendo el arte de la conversación. Conversar con el otro implica mirarlo a los ojos, escuchar el tono de voz, escuchar la enunciación. Si eso se pierde, el sujeto queda como en una especie de máquina que pone likes y la gente ahora viene de acuerdo a los likes que tienen: si hay muchos están contentos; si hay pocos, se ponen tristes o se deprimen. Los síntomas actuales dicen que esto que aparece, si pensamos al sujeto como efecto de la palabra, podemos apostar a una dignidad del sujeto al pensar y describir la tecnología en otro orden. La tecnología está, ¿pero qué hacemos los psicoanalistas con eso cuando a veces los sujetos nos dicen que tienen una relación y el hablar es chatear y la relación es solo virtual, en el sentido que no hay estrechamiento de cuerpos. El cuerpo implica el cuerpo propio y el del otro, la alteridad de los sentidos: el olor del otro, el aspecto de la piel, la tersura de la piel, la mirada, etc. Es el otro en tanto cuerpo y se está perdiendo el encuentro de los cuerpos y avanza algo que deja al sujeto fuera de juego y con síntomas muy complejos que a veces no se advierten, porque estamos todos metidos en este mundo de la carrera y se olvida de eso que hace al encuentro con el otro y está marcado al inicio, cuando le dona la voz al bebé. Cuando una madre lo mira y lo acaricia, le está donando algo de su cuerpo para que después, en el estadío del espejo, pueda armar no solamente su imagen yoica, sino también una dimensión del propio cuerpo.

En este tiempo, ¿qué se le da a un bebé muy pequeño? Un celular. Los padres miran también el celular, ¿cómo se dona voz y mirada, que son los 2 objetos primordiales que hacen a la imagen yoica y a la libidinización del cuerpo, si no hay esa donación previa? El trabajo con padres y parejas también implica interrogar esto, cómo se están haciendo estos niños, qué se les ofrece. Estos mellizos que yo les contaba del caso, no tenían la disponibilidad de estos 2 padres, en relación a la donación de esto para después poder conformar un cuerpo pulsional, donde la pulsión pueda hacer el tour por los bordes erógenos: mirar, hacerse mirar, mirarse. Eran chicos que habían sido muy buscados, con muchos tratamientos, dinero y tiempo, pero podían sostenerlos porque estaban empeñados en las peleas de ellos y en seguir creciendo económicamente. Los nenes eran unos “tecnócratas”, según ellos. Cuando investigo esto, resulta que desde muy niñitos, tenían pantallas y por lo tanto eran chicos que no perturbaban ese lugar de los padres ni les demandaban tiempo. Hacer un niño implica tiempo y donación de la falta y ahí no faltaba nada. estaban los chicos para la postal de la familia tipo. Mi preocupación como analista es que cada vez hay más de este tipo de consultas.

Las dificultades de ahora son las peleas, dificultades donde hay un cuerpo a cuerpo, insultos y la cosa del actuar y no soportar la intimidad del otro. Porque mirar en el celular del otro es no respetarlo en su intimidad. Hay un avasallamiento del semejante, ¿cómo se genera una confianza en el otro si hay que estar todo el tiempo chequeando si eso que dice coincide con eso que marca el GPS de dónde está el otro? Antes había una interrogación por el cuerpo, la sexualidad-cuerpo. Ahora, viene la queja y la actuación, donde se borra el cuerpo del otro, porque no respetar esa intimidad es también avanzar sobre el cuerpo del otro. Estar pendiente de dónde está en cada momento, lo convierte en una especie de objeto que se puede controlar y manipular. La sociedad actual tiene 2 mecanismos fuertes que tienen que ver con el discurso capitalista, que es el control y la manipulación. 

Como analistas, ¿cómo inscribimos algo de esto en los tratamientos que conducimos? Ya Freud hablaba de los velos, cuando el niño miente para que el padre o la madre respeten su -φ, o sea, esa posibilidad que tenemos de sustraernos al Otro. Más allá de que ese discurso no permita fácilmente esa sustracción del Otro, ¿cómo operar en aquellas familias donde esto está todo el tiempo a la vista? Sustraerse es respetar la diferencia. 

El sujeto se transforma en un autómata en estos puntos, con la posibilidad de ser controlados para hacer lo que otro quiera. Ella decía lo que él tenía que hacer y él obedecía por su posición fantasmática. Ahí hay un casamiento fantasmático, podríamos decir, tal para cual. Se trata de un pacto inconsciente que se puede empezar a develar en las entrevistas de pareja, pero que después cada uno tendrá que trabajar para ver cómo repacta eso. Cuando las parejas van cambiando, cada tiempo de la vida implica un reordenamiento imaginario y simbólico frente al nuevo real. Esto de ser padres implicó hacer un movimiento que ellos no habían hecho. A ella le jugó en el cuerpo, ella engordando en demasía; él avocado en trabajar y ganar dinero, pero no hubo un cuestionamiento de cómo construir esa familia.

Pregunta: La falta de deseo de la pareja, ¿fue motivo de desconfianza?
Es interesante, porque justamente en esta pareja, en los primeros tiempos de las entrevistas, a ninguno de los 2 le hacía pregunta que no tuvieran relaciones sexuales hacía 4 años. Esto de la tercera posible, que yo en algún momento señalé, aparece la posibilidad de preguntarse por eso. En las relaciones virtuales, vemos que el encuentro con el cuerpo del otro no está puesto en discusión. 

Superyó: en los casos de impertivo superyoico, la culpa incestuosa está más acentuada y eso detiene al sujeto frente a la posibilidad de avanzar en relación a lo que desea. Es lo que Freud intentó transmitir en su recuerdo de la Acrópolis, Él se encuentra con el hermano y no puede creer que hayan llegado tan lejos. Al sujeto le cuesta avanzar en eso que desea porque en el camino aparece la culpa incestuosa y el imperio del superyó. A más voz del superyó, mayor detenimiento del sujeto. Por eso, un análisis que avanza hacia su límite intenta que el superyó sea una voz menos audible y una mirada menos penetrante para que no caiga como peso sobre el sujeto. En estos momentos hay un imperio superyoico, porque se puede todo es la dificultad de poder sustraerse del superyó. 

Los neuróticos tenemos nuestro superyó e intentamos hacer algo con eso. Cuando el superyó está puesto afuera, va más allá del narcisismo, se trata de otra cosa. El superyó puede encarnarse en el otro y no es posible barrarlo. La única horadación posible es eliminarlo o matarlo. 

Pregunta: ¿Qué es el amor para el psicoanálisis?
Freud decía que para que un sujeto pudiera constituirse como tal, era necesario amar y trabajar. El amor es aquello que hace falta, que no se tiene y se da y es también aquello que permite el intercambio de dones: recibir y dar. También hace a la vida más vivible. No solo se trata del amor de las parejas, sino el poder estar con otros, amigos, para que el sujeto tenga en cuenta su dimensión humana. 

(Pregunta por el obsesivo)
El padre muerto, para que opere, tiene que operar como padre simbólico, que da lugar a la primera identificación y esa identificación es por amor a ese padre. Es lo que determina la posibilidad de desear. La neurosis obsesiva tiene una particularidad en relación a este tema, donde el otro es su amo pero a medias… No siempre se transforma en ese amo absoluto del superyó. El partenaire, decía Lacan, puede ser el superyó y juega con lo de la mitad: si el otro es tu mitad, es un problema, porque se depende dee sa mitad para constituirse. La neurosis obsesiva, en algún momento interroga a ese otro con el enojo, pero tiene otro mecanismo. El neurótico obsesivo en algún momento puede desbancar a ese otro como amo.  

La idea es poder pactar la pareja desde otro lugar, que se pueda preguntar lo que se dice. Hay parejas que pueden repactar y otras que necesitan la separación en lo real, porque no hay pacto simbólico posible.

miércoles, 15 de enero de 2020

Identidad, identificación y lazo social. La enseñanza de Lacan (7)


Por Enric Berenguer

Ir a la primera parte de Identidad, identificación y lazo social. La enseñanza de Lacan (1)

Capitalismo y el Otro que no existe
Nos resta una cuestión antes de dar nuestro recorrido por finalizado.
Se trata de considerar si el estado de la cultura que, más o menos convencionalmente, pero respondiendo a una serie de hechos indiscutibles, se suele llamar posmodernidad, implica alguna modificación o particularidad respecto a lo que hasta aquí hemos planteado en términos generales.

El psicoanálisis, desde Lacan, ha sido muy sensible a estos cambios. De hecho, ya el paradigma de los cuatro discursos fue una elaboración que recogía muchas de las cuestiones que rodearon a la crisis de Mayo de 1968.

El propio Lacan, en los años setenta, planteó una modificación del discurso del amo para dar cuenta de las particularidades del discurso dominante debidas al auge, podemos decir que al imperio del capitalismo.

Entre estas modificaciones se encuentra una que nos concierne muy directamente, pues afecta a la cuestión de la identificación.

Así, para distinguir dos subórdenes de discurso, Lacan habla del discurso del amo antiguo y del discurso capitalista.

Con esto quiere destacar que la introducción y el desarrollo del capitalismo implican una profunda reorganización de los valores y modos de funcionamiento en la sociedad, lo cual genera un cambio también en todo aquello que servirá de referente al sujeto individual.

Como ya hemos visto en el apartado anterior, el discurso del amo incluía la fórmula de la identificación:
S1/$

Para explicar toda una serie de fenómenos que él había observado, Lacan propuso la inversión de estos elementos, dejando la fórmula así:
$/S1

Con esto se trata de escribir un sujeto desorientado, que ha perdido en gran medida algunos de los puntos de referencia que antes tenía a su alcance. Esto es una modificación del discurso del amo, no su desaparición.

Es fácil de entender a qué refiere esta modificación si comparamos el funcionamiento de una sociedad tradicional con lo que ocurre bajo el régimen capitalista desarrollado.