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domingo, 23 de octubre de 2022

Baja de edad de imputabilidad (políticas que no)

Hace no mucho, dos nenes de 12 años caminaban por uno de los centros de la Ciudad de La Plata con una piedra en la mano, mientras tanto, un hombre gritaba de la cuadra de enfrente que los iba a matar y una mujer que llevaba dos niñeces le decía que se calmara, que eran apenas unos niños. Me acerqué al nene que llevaba la piedra en la mano y le pregunté si estaba bien. Me dijo que sí sin soltar la piedra. Le propuse que lo hiciera y les pregunté a ambos si tenían hambre. “Sí, tengo hambre”. Fuimos a un almacén, entraron corriendo. Me quedé cerca de la puerta.

Te llaman - me dice uno de los trabajadores, y señala al otro que hacía señas desde la fiambrería.
¡Decime! - le contesto mientras acudo a esa parte del almacén.
Les hago un sánguche partido al medio, ¿no?
Un poco desorientada, contesto,
No, son dos, hacé dos.
¡Ah! bueno.

Más allá de que vivimos en un mundo regido por lógicas adultocéntricas que omiten los derechos de las niñeces y adolescencias, somos testigos de una sociedad que además las criminaliza. El pedido de la baja de edad de imputabilidad, por ejemplo, pone de relieve esta visión del mundo que repite lo que hace décadas -o siglos- escuchamos: la juventud está perdida. En esa volteada caen niñeces y adolescencias que ven sus derechos vulnerados incluso antes de nacer. Como la portación de cara pero portación de familia o barrio. A este público apunta Espert cuando confirma sus ideales: endurecer las penas y promover más medidas represivas para combatir la delincuencia y la ¿inseguridad? El otro público es el de la sociedad que observa y participa, por acción y omisión, de sus propuestas.

En lugar de pensar en salidas estructurales que den cuenta de una seguridad en términos educativos, sanitarios, habitacionales o económicos se piensa en salidas de (in)seguridad en materia represiva. Tal como lo plantea Claudia Cesaroni en su último libro "Contra el Punitivismo”. Esas salidas se ven reflejadas no sólo en la práctica de los organismos represivos sino sobre todo en la visión de mundo de una parte -importante- de la sociedad.

Ese hombre que le grita “te voy a matar” a un nene de 12 años que según su relato quiso arrebatarle a billetera, no le grita solo a ese nene, le grita a las villas, a su piberío, a las personas privadas de su libertad y a sus hijes. Es el mismo varón que podría decir: “hay que poner una bomba y que revienten todos” en medio de una conversación familiar -muy serena, sobre todo- típica de un 24 de diciembre.
Según un estudio llevado adelante por parte de la Procuración Penitenciaria de la Nación, “Más allá de la prisión”, la mayoría de las personas a las que entrevistaron para realizarlo (196), manifestaron haber sufrido situaciones de violencia física y verbal por parte de las fuerzas policiales a la hora de su detención. El informe se enfoca en las personas privadas de su libertad con hijes por fuera de la prisión. Esto significa que esas niñeces y adolescencias, fueron testigo de la violencia policial ejercida sobre sus adres y de abusos infringidos contra ellas mismas. Una situación por lo menos traumática. Esto se suma a un hecho no menos traumático:
En el 62% de los casos, la persona privada de la libertad era el principal sostén económico de la familia previo a su detención.

Sobre todo varones -por motivos en los cuales no indagaré pero que se vinculan con distribuciones patriarcales de la jerarquía familiar - que ocupan el 95% del total de personas privadas de la libertad de la Provincia de Buenos Aires, según datos del Sistema de Ejecución de la Pena publicados en 2019.

En Argentina, se estima que hay 146 mil niñes y adolescentes con familiares privades de su libertad
Lo anterior implica una reorganización importante en las tareas domésticas, en la forma en que ingresan recursos económicos, etcétera. Cuando la persona que es privada de la libertad es la madre, muchas veces sus hijes pasan a órbitas de otres familiares tales como abueles, tíes, amigues de la familia (casi siempre mujeres), cuando no a las del Estado (hogares de transición). Esto también se materializa como una situación de trauma para esas niñeces y adolescencias que sufren el desapego brusco de sus referencias.

Cuando la persona detenida es el padre, en el 84% de los casos los hijos quedan a cargo de la madre mientras que un 19% de las mujeres detenidas indicó que el padre es el responsable cuando son ellas las detenidas. Reflejo de quién toma las riendas de la crianza y de que hay una división del trabajo en el ámbito familiar definida por condiciones de género. También existen casos en que la niñez o adolescencia no queda a cargo de nadie. Literalmente, de nadie.
Muchas veces, por decisión de la persona que queda a cargo de la niñez o adolescencia, se pierde contacto casi total con quien está detenide. Las razones son muchas, pero la que gana por goleada: protección de la persona menor en materia emocional. Ahora bien, ¿qué pasa con el derecho a vincularse con su papá, mamá, hermano, hermane, etcétera? ¿Quién garantiza el cumplimiento del deseo de esa niñez o adolescencia de no perder contacto con su referencia? No cuestiono la decisión de la persona a cargo de no permitirlo porque son motivos válidos. Ahora bien, ¿no se pueden crear herramientas que aporten a ese diálogo y que reduzcan lo traumático de cortar el lazo familiar de un segundo para el otro?
Solo el 23% de las niñeces y adolescencias entrevistadas visitan a su padre o madre en el contexto de encierro de forma relativamente frecuente.

“Cuando Miranda tenía ocho años, presenció un allanamiento nocturno en su casa, cargado de violencia. Ese día se llevaron detenidos a su papá y su mamá, y durante ese lapso quedó a cargo de sus abuelos y sus primos.”
Los anteriores son relatos de niñes y adolescentes ante la detención de una persona de su núcleo familiar. Las mismas quedan, por cercanía, atadas a nociones de criminalidad. Destinadas, por proveniencia, a ser “criminales, violentos y drogadictos”. Sin embargo, 3.908 es el número de adolescentes que estaban privades de su libertad o incluidos en algún programa de ese tipo en todo el país. O sea, del total de personas que habitan la Argentina, 3908 fueron, en 2019, jóvenes privados de su libertad ambulatoria. Número que está por debajo de otros realmente alarmantes, por ejemplo el número de personas por debajo de la línea de pobreza en el mismo año: 18,5 millones.
Cuando decimos niñas no madres, debemos pensar, además en aquellas niñeces que se ocupan de las tareas del hogar como si fueran adultas. No lo son.
A eso, el Estado debe dar respuestas. Pero también debe hacerlo la sociedad a través de la contención y acompañamiento de esas niñeces y adolescencias. Garantizando el acceso a la educación pública y gratuita, a la salud, al juego, y a una vida digna. La garantía del acceso a derechos humanos básicos no está en manos, solamente, del Estado como lo conocemos: un organigrama de instituciones gubernamentales sino también de la responsabilidad de la sociedad de fomentar la descriminalización y contención de esas niñeces y adolescencias que están en contextos de suma vulnerabilidad económica, sanitaria, habitacional… la verdadera inseguridad.

Fuente:  Pascolini, Julia, "Baja de edad de imputabilidad (políticas que no)"

miércoles, 24 de agosto de 2022

La infantilización de las personas privadas de la libertad

Se trata de una práctica muy asociada al progresismo romántico. Consiste en la desubjetivación y reducción en materia valorativa de la persona prisionizada ¿Traducimos? Pensar que la persona privada de la libertad no puede valerse por sí misma y que es sólo una víctima del "sistema". Esto genera que creamos que en sus acciones no hubo deseo ni motor de transformación, motor de acción. Esta práctica, muy común sobre todo cuando se trabaja con jóvenes adolescentes prisionizados, pone de manifiesto estrategias asistencialistas, culposas y caritativas.

Es evidente que al trabajar con poblaciones tan vulneradas históricamente (tanto en sus trayectorias personales como en las colectivas) se pone de manifiesto la empatía. Mas no debemos caer en que esa empatía se transforme (o sea, verdaderamente) un lavadero de culpas personales y de clase. Los privilegios de clase que tuviste, si es el caso, no son privilegios, son derechos que otras personas vieron vulnerados. Partir de esa base nos ubica en posiciones diferentes.

Subestimar a la persona prisionizada y por ese motivo, no marcar los límites que una/e/o tiene como militante o trabajador/a/o nos posiciona en ese lugar de superioridad que termina siendo no sólo agotador sino también agresivo y disciplinante. A veces escucho relatos que dan cuenta de cierto resquemor al decir que “no” en el marco del trabajo en cárceles. Ese “no” no es negarle un derecho a una persona prisionazada sino establecer un marco de equilibrio en el cual nos entendamos como pares. Obviamente esto presenta limitaciones sobre todo cuando se trata de la primera vez que se ingresa al sistema carcelario en carácter de militante o de trabajador/e/a. Pero es importante tenerlo en cuenta y establecerlo. Saber que hay ciertas responsabilidades que nos superan ampliamente como individues y reconocer las faltas o no posibilidades personales es clave para avanzar con esta clase de trabajos.

Fuente: Julia Pascolini "¿En qué consiste la infantilización de las personas privadas de la libertad?"

martes, 22 de junio de 2021

Tratamiento penitenciario: ¿Cuál es el rol del psicólogo?

Objetivos:

  • Asiste al individuo para que no reincida en su accionar agresivo para la comunidad.

  • Tiende a que el paciente-interno se conozca y comprenda su conducta delictiva como conductas autodestructivas de marginación y desintegración de la personalidad.

  • Es respecto al paciente-interno, a su lento y difícil proceso de rehabilitación y recuperación social.

  • Que el delincuente modifique sus conductas agresivas y antisociales, haga consciente sus procesos patológicos de destrucción hacia los demás y hacia sí mismo que él ha utilizado en la conducta delictiva.

  • Que adquiera conciencia del daño causado a los demás, a sí mismo, a la familia y a su medio social. Esta comprensión implicará la atenuación de la agresividad.

  • Favorecer las relaciones interpersonales sanas y estables es otro de los objetivos fundamentales en el tratamiento penitenciario. El hombre que comete un delito ha tenido por lo general una honda conflictiva a nivel de las relaciones interpersonales, una conflictiva en su núcleo familiar, con la figura de autoridad.

  • Es necesario que a través del tratamiento el paciente-interno pueda canalizar sus impulsos agresivos y también verbalizarlos. Esta canalización la realiza el paciente-interno también a través de los programas de actividades, del trabajo dirigido en función del tratamiento.

  • El objetivo del tratamiento penitenciario es transformar el proceso de comunicación entre el interno-delincuente y su medio.

  • Implica un replanteamiento de los valores humanos.

Tipos de tratamiento: individual, grupal e institucional. Estos tres niveles están íntimamente intercorrelacionados, ya que implican el conocimiento de la situación particular en la que se encuentra el individuo, su delito, su historia; en una segunda consideración se refiere a las actividades que realiza ese individuo con otras personas, dentro de la institución penitenciaria.

El tratamiento individual debe tener en cuenta la edad del individuo, el delito realizado, los antecedentes policiales y penales, el nivel educacional, las tareas, trabajo o profesión, el núcleo familiar, las características de personalidad del interno.













Robos: personalidad psicopática y tratamiento

Cuando el tratamiento del psicópata se inicia, ya hace mucho tiempo que el individuo presenta valores morales contrarios a su medio social. El deterioro es muy marcado debido a las experiencias de abandono que ha sufrido en sus primeros años de vida y a las experiencias traumatizantes a nivel de las relaciones interpersonales. Es necesario tener en consideración la desconfianza básica que presenta y que repercute en sus relaciones interpersonales inestables y se caracteriza por un juego manipulador, pero a la vez autodestructivo. El psicópata está identificado con su modo de vida, aventurero, audaz y carente de una mínima planificación y precaución hacia sí mismo y hacia las personas que lo rodean. Uno de los mayores problemas en el tratamiento del psicópata es que él no se interesa por sí mismo. El terapeuta hará hincapié en los factores de autodestrucción porque en la medida que el psicópata comience a cuidarse a sí mismo, a pensar en su futuro, a aprender a comunicarse con los demás, disminuirá su agresividad hacia los que lo rodean. El psicópata aprendió desde niño a no verbalizar sino a actuar sus necesidades, es decir a tomar directamente lo que él necesita. Por lo general la relación psicópata y familia está caracterizada por ser una relación sadomasoquista, la familia lo ha abandonado y rechazado desde temprana edad y él a su vez destruye a la familia con sus conductas agresivas. Es necesario replantear nuevas relaciones familiares. La personalidad básica del psicópata no se modifica sino que lo que hace el tratamiento es una estructuración de sus defensas, que le permitan un control de sus conductas agresivas y una relación interpersonal más estable y sana.








Personalidad del estafador. Tratamiento

La personalidad del estafador configura un cuadro de una neurosis histérica, por lo tanto la terapia debe estar centrada en estos elementos de patología de las relaciones interpersonales. El tratamiento implica una psicoterapia para hacer consciente la angustia que subyace al síntoma de engaño y seducción; tiende a analizar el tipo de relaciones interpersonales del estafador, sus mecanismos de seducción y hacer consciente el proceso manipulador que utiliza donde crea situaciones en que la víctima confía en él, engaña precisamente a quienes agradó y recomienza la búsqueda narcisística. Es probable que el estafador esté repitiendo las situaciones infantiles donde los padres fomentaban sus mentiras y engaños y un ocultamiento de la realidad. Por ello es necesario conocer la estructura de la familia del estafador. El tratamiento familiar aquí va paralelo al tratamiento individual porque muchas veces la manipulación del estafador comienza en el núcleo familiar y la familia es “cómplice” de las situaciones delictivas del individuo a través de justificaciones y racionalizaciones. El estafador continúa con sus conductas de engaño dentro de la institución penitenciaria.










Homicidios: personalidad confusional y tratamiento

La descarga de impulsos destructivos y violentos como consecuencia de un gran monto de agresividad reprimida está muy vinculada a procesos psicóticos, debido a que sólo en un estado de confusión se puede realizar esa conducta patológica. A nivel del tratamiento es importante conocer las características del comportamiento del individuo en el antes y después de la conducta delictiva como dato diagnóstico. Los objetivos del tratamiento deben considerar la toma de consciencia del homicida, de su realidad y del delito. Debe considerarse que el homicidio siempre implica elementos de autodestrucción muy fuertes, especialmente si el homicidio ha sido cometido dentro del núcleo familiar. Se observa con mayor claridad la patología del individuo por las características de la conducta, los instrumentos empleados, las simbolizaciones, la particular relación con la víctima, la reacción post-delictiva. Deben intensificarse el tratamiento a nivel pedagógico y laboral. el homicida presenta una estabilidad laboral, pero se observa que generalmente su trabajo es obrero o jornalero. El tratamiento laboral debe enfocarse a brindarle una especialización para que cuando salga de la institución se encuentre en mejores condiciones laborales. Las investigaciones criminológicas indican que un número significativo de homicidios se realizan por el alcoholismo del autor del delito. Esta enfermedad debe tenerse muy en cuenta en el tratamiento penitenciario ya que frecuentemente el individuo apenas sale de la institución retoma sus hábitos y esto genera nuevas posibilidades de conductas violentas por la desinhibición. El tratamiento del homicida debe estructuras defensas para prevenir brotes impulsivos y violentos como los que ocasionaron la conducta del delito. El estudio del núcleo familiar permitirá conocer aspectos de la dinámica del crimen especialmente la relación autor-víctima. En los casos de homicidas reincidentes, esto conlleva de por sí una alta peligrosidad a conductas violentas y destructivas, pero también significa un individuo que debe ser objeto de una terapia y asistencia más adecuada.










Personalidad con una conflictiva sexual. Tratamiento

La problemática sexual que se ha manifestado en el delito ha tenido su inicio mucho tiempo antes, por lo general en la adolescencia y en las etapas infantiles. Está muy relacionada a los aspectos educativos a nivel sexual, especialmente a la reacción de los padres. La actitud del individuo, autor del delito ante la conducta sexual es siempre sistemática: la niegan atribuyendo su inocencia, o la atribuyen al comportamiento de la víctima. La negación es una de las características más frecuentes y consideran muchas veces que sus víctimas son personas agresivas y seductoras que los han obligado a cometer el delito. La muerte de la víctima luego del ataque sexual es realizada por una situación de pánico del autor, ante los gritos de la víctima o el acercamiento de personas al lugar o porque ha sido reconocido. En los ataques sexuales a niños, se observa una profunda patología afectiva de parte del individuo y la carencia de relación sexual o de una pareja adulta estable. Son individuos con una conflictiva en las relaciones interpersonales, especialmente con la figura femenina. El tratamiento al delincuente sexual implica siempre una psicoterapia profunda a nivel psicológico o psiquiátrico. En todos los demás niveles de la conducta, el delincuente sexual puede presentar un modo de vida pseudoadaptadas. Sin embargo, los rasgos de personalidad inmaduros e infantiles y sus impulsos sexuales no controlados lo conducen a proyectar agresiones sexuales, conductas repetitivas dentro de la institución penitenciaria. La salida de la institución debe ser siempre gradual y controlada.




Dañador. Tratamiento

El tratamiento penitenciario al dañador significa estructurar defensas para que adquiera conciencia de su conducta agresiva. El diagnóstico familiar permite el conocimiento de los aspectos que llevaron al interno a la conducta de daño, especialmente si ésta ha sido realizada dentro del grupo familiar, lo que plantea la necesidad de una terapia familiar para prevenir reincidencias. En los casos de individuos que realizan las conductas de daño en estado alcohólico es necesario un tratamiento y control médico en relación a su adicción alcohólica.





Drogadicción. Personalidad dependiente. Tratamiento


Un control médico-psiquiátrico básico para el tratamiento general. Especialmente desde el ingreso del individuo a la institución penitenciaria teniendo en consideración la adicción, tipo de adicción, tiempo de adicción y los periodos de abstinencia. Se debe tener presente que el periodo de abstinencia, que está relacionado a caídas en fases depresivas, puede conducir a intentos de suicidio, suicidio o a agresiones y violencia indiscriminada. Por la inestabilidad laboral educativa y la conflictiva en las relaciones interpersonales, el drogadicto necesita recibir un aprendizaje en estas áreas que lo conduzcan a un mayor equilibrio de su comportamiento y a un control de sus impulsos autodestructivos. El drogadicto a través de una psicoterapia debe tomar consciencia de los procesos autodestructivos que significa la adicción a las drogas y los mecanismos psíquicos que lo impulsaron a esa conducta. Ese sentimiento de autodestrucción que presenta el drogadicto y la negación a la realidad que le permite la droga, están muy relacionados a experiencias infantiles y a las relaciones familiares donde las figuras paternas rechazaban al niño o proyectaban su destrucción o indiferencia. Niños abandonados, torturados, descuidados a nivel educativo, explotados por adultos, etc. es necesario sacar al drogadicto del grupo de individuos drogadictos que elige como grupo de pertenencia, ya que fácilmente se contamina en cuanto a nuevas drogas, y el deterioro físico, psíquico y social se acentúa. El tratamiento a nivel de una psicoterapia individual y grupal por las características de personalidad del drogadicto son importantes pero paralelamente también las actividades psicomotoras, deportes principalmente, ya que el drogadicto tiende a la inmovilidad y quietud por la tendencia a negar la realidad.

jueves, 24 de diciembre de 2020

Las claves de la reinserción social

La psicoanalista Viviana Berger y su trabajo en las cárceles. Su nombre es esencial en el cruce de la criminología y la teoría psicoanalítica. Aquí, explica en qué puede contribuir el dispositivo analítico en un contexto de encierro.

Cuando Michel Foucault se refirió al panóptico en relación al poder y su control disciplinario de una sociedad, presente también en las instituciones, seguramente no se imaginó que muchísimos años después se seguiría empleando el término al momento de hablar del sistema carcelario. Pero el psicoanálisis, de algún modo, busca agujerear los muros de las prisiones. Así lo propone la psicóloga y psicoanalista argentina Viviana Berger, directora del Programa de Investigación en Psicoanálisis y Criminología de la Nueva Escuela Lacaniana (NEL), de la ciudad de México. El mismo se lleva a cabo en el Centro Femenil de Reinserción Social de Tepepan, de la capital del país azteca y también en el Centro Varonil de Rehabilitación Psicosocial en la misma ciudad. Compiladora del libro Contribuciones a la Criminología (Grama Ediciones), donde se despliegan aquellas experiencias, Berger es un nombre esencial en el cruce de la criminología y la teoría psicoanalítica. “Si la indicación de Lacan fue no retroceder frente a la psicosis, ¿cómo habríamos de hacerlo nosotros? No solo se tratará, pues, de investigar sobre los fenómenos contemporáneos de las violencias y la segregación, sino también animarse a esta clínica muy particular, y en intersección con la criminología y en el seno de instituciones carcelarias”, explica esta analista.


--¿Cómo se trabaja la tensión entre el tratamiento psíquico y la política de la vigilancia?

--Como nosotros lo pensamos, es con un criterio de agujerear los muros. Y también agujerear la mirada vigilante. Esto quiere decir que cuando se tiene la política de la vigilancia indefectiblemente por la estructura misma del funcionamiento de la vigilancia, el sujeto queda como objeto de la mirada del otro y está bajo la mirada del control. Eso produce una objetalización del sujeto per se por cómo funciona la necesidad del control y de la contención. En los sistemas penitenciarios está dado así porque, entre otras cosas, se trata de poner muros y de contener lo que insertado en la sociedad es del orden de lo que altera la seguridad de las personas. Como nosotros venimos pensando la intervención es ofrecer allí un agujero que posibilite al sujeto alojarse como sujeto. Esto puede sonar un poco teórico pero se ve en lo concreto en la medida en que se reconoce un sujeto con derecho a ser escuchado y, además, de alojar el padecimiento del encierro. Con nuestra intervención se da una espacio para que el sujeto tome la palabra a partir de reconocerlo como sujeto de derechos pero también desde un interés. Y en interesarnos en las causas que lo llevaron a cometer el pasaje al acto criminal. Ya allí se empieza a abrir un espacio para que un sujeto se aloje y se rescate de la condición objetalizada que está por la estructura y el dispositivo mismo de la vigilancia.



--¿Cuáles son los efectos en la subjetividad de alguien que ha estado detenido muchos años?

--Es duro. Nosotros no hemos tenido posibilidades de escuchar sujetos que han salido; o sea que han terminado su proceso de detención. Pero hay efectos de por sí iatrogénicos que tiene el encierro. Hoy día, los estamos experimentando todos en una medida mucho menor, pero todo lo que es el aislamiento y el encierro trae efectos iatrogénicos para el sujeto en sí mismos. Lo observamos sobre todo en personas que han recibido condenas muy extensas. Me viene a la mente el caso de una mujer de 23 años que le dieron 29 años de condena. En su cálculo, va a pasar toda la vida en prisión. Frente a la perspectiva de que no hay futuro se producen efectos de depresión muy grandes, situaciones de desesperanza y como una especie de inercia a quedar fijos en la escena del crimen. Es como que el sujeto no puede trascender, no puede ir más allá a lo que le sigue, después del acto cometido.


-Como si se quedara paralizado...

-Exactamente, en la escena misma del crimen. Parte del reto para el tratamiento es ver de qué manera se puede movilizar y producir un después.


--¿De qué factores depende la reinserción social de un sujeto que ha estado preso?

--Para nosotros depende de la posibilidad de ubicar los recursos con los que el sujeto podría recuperar algún lazo con el otro de la sociedad. El tratamiento orientado y en la perspectiva de la reinserción tiene que trabajar al interior de los muros en las posibilidades que ese sujeto tendría una vez que sale de la prisión; es decir, que no sólo hay que trabajar por lo que es su momento en la prisión sino pensando en cuando esté afuera. Esa es otra manera de agujerear los muros.



--¿Cómo influye la persecución social en alguien que logró su reinserción?

--Es un punto importante porque está la sentencia que da el juez después que la persona pasó por todo los procesos jurídicos correspondientes y después está la condena de la sociedad. Hay una tensión entre el rechazo social y lo que concluye el veredicto del juez. Hubo un caso de mucha repercusión en los medios que fue el de una mujer que asesinó a sus tres hijos en una ciudad pequeña de México. La ciudad pequeña es mucho más dura, mucho más severa en ese sentido que una megaurbe, donde la cuestión es más anónima. A esta mujer le dieron 39 años de condena. Cumplió la condena, salió el año pasado. Y todo el problema que había en el Centro era de qué manera esa mujer se iba a reinsertar en la sociedad una vez que salió. De alguna manera, los muros del Centro la contenían del rechazo social y familiar. Hubo situaciones con insistencia de la prensa para entrevistarla, a lo cual la mujer contestó: "Yo ya estoy juzgada por un juez. Entonces, no tengo nada que decirle a usted ni al resto de la sociedad". En ese sentido, es muy importante el valor y el poder que toma pasar por un juicio porque eso tranquiliza, da un amarre para lo que después pueda hacer una reinserción social porque el sujeto tiene el reconocimiento de que cumplió con la condena y con la deuda que tenía para con la sociedad por un sistema legal. Eso le da a la persona que se va a reinsertar una especie de tranquilidad, a partir de lo cual podría llegar a reconstruir. Por supuesto, no se da en todos los casos.



--¿Cuáles son las patologías más comunes que, producto del encierro carcelario, ha podido observar en personas que están en el proceso de reinserción social?

--No es la población en la cual nosotros estamos concentrados en este momento. Todavía la población que trabajamos es la que está dentro de los muros. No sabemos muy bien lo que pasa después al salir de los muros. Al interior de los muros, en relación al tipo de crímenes cometidos, hay una diferencia muy clara entre los crímenes de las mujeres y los crímenes de los hombres. En el caso de los crímenes de las mujeres, el porcentaje de asesinatos con grado de parentesco es mayor. Generalmente, son filicidios o que matan a sus padres; en general, a la madre. En el caso de los hombres no es tanto porcentaje así. Está la cuestión feminicida. Ahora, para que estas personas, en la gravedad de estos crímenes cometidos, después se reinserten es muy complicado porque son crímenes que, además, tienen un valor moral importante; es decir, no es lo mismo una madre que ha matado a los hijos que una mujer que mató a alguien porque le quería robar a un desconocido. Es mayor el nivel de censura y rechazo social. Es como vemos en los otros tipos de reclusorios, los que no son de atención psiquiátrica sino que más bien son cuestiones que podemos llamar de “la escuela del crimen”, que tiene distintos niveles. No es lo mismo el que violó niños, por ejemplo, que el que robó o el que mató. Hay distintas escalas de repudio social. También se da esto al interior de los muros, no sólo cuando salen.


--¿De qué manera puede contribuir el psicoanálisis en ese contexto?

--Para mi sorpresa, la verdad es que mucho. Cuando nosotros fuimos llamados por el Sistema Penitenciario en México para colaborar en los tratamientos que brindan, mi primera pregunta fue esa. Es decir, ¿en qué medida el psicoanálisis puede ayudar? Después, me di cuenta del dato de la presencia del psicoanálisis en las instituciones, de los efectos que tiene la presencia del psicoanálisis en este tipo de instituciones. No es el tratamiento psicoanalítico que uno hace en el consultorio privado por supuesto sino que es más del orden del psicoanalista ciudadano, que lleva el psicoanálisis a los centros de reclusión. Entonces, la primera cuestión que pasa es que se instala un discurso donde se recupera la dignidad del sujeto. En esto que hablábamos al principio, es una manera de agujerear el discurso de la política de la vigilancia. De buena manera, porque es en colaboración con los centros. No es en absoluto una manera crítica sino que es para colaborar. Entonces, lo primero que pasa es que se rescata la dimensión del sujeto en este tipo de instituciones que tienen una inercia muy fuerte a objetalizar a las personas que están allí alojadas. La otra cosa que pasa es llevar el exterior al interior al estar en una condición de extimidad. Tenemos una palabra técnica en psicoanálisis que es extimidad: es una conjunción entre el exterior y la intimidad del interior. Es un neologismo muy interesante porque presenta una lógica que no es la del afuera ni del adentro sino que es junción del afuera y del adentro, donde se trasciende esta cuestión del encierro de los muros. Esto quiere decir que ya el hecho de ser ajeno a la institución y que uno tenga una cierta regularidad de presencia adentro hace presente una lógica distinta que no es la de los profesionales de planta que trabajan adentro. Estos últimos, de alguna manera, son vistos como del interior, aunque entren y salgan. En cambio, el psicoanalista, como no pertenece a la institución de planta, tiene una relación más externa pero, a la vez, desde adentro. Esto solo ya tiene un efecto muy importante. Por supuesto, tiene una incidencia en los profesionales que allí trabajan, porque es un trabajo con el que se ocupan del real social más crudo. Están en el día a día. Entonces, los profesionales que trabajan allí y el personal técnico también están tomados, de alguna manera, por los mismos muros de la institución. Entonces, la posibilidad de trabajar con alguien externo pero en la intimidad eso ya produce un alivio, una operación de relanzamiento del interés por lo que se hace. Las rutinas traen una cuestión muy automática y muy aplanadora, en cierto sentido. Entonces, el espacio del trabajo con nosotros ya produce también un horadamiento en ese sentido. Ahora, las personas que escuchamos tienen que hablar.


--¿Se podría decir que se trabaja sin un dispositivo analítico o no?

--Podemos decir que no es el diván. No es el psicoanálisis tradicional. Una colega argentina, que tiene una larga trayectoria en este campo, Irene Greiser, escribió un libro titulado Psicoanálisis sin diván. Y es verdad. Es tal cual así. Es un psicoanálisis que más bien tiene que ver con la presencia del analista, de la escucha del analista y de la intervención del analista, pero sobre todo su presencia. Y es totalmente analítico, no lo deja de ser, pero no es el dispositivo clásico del psicoanálisis ortodoxo.


--¿Por qué Jacques-Alain Miller dijo que “nada es más humano que el crimen”?

--Es una fórmula verdaderamente preciosa que dijo Miller. Ahí toma un cierto oxímoron, donde pone en asociación lo humano con el crimen e introduce el lado oscuro del sujeto. Ese lado nos hace tan humanos porque en la medida en que hablamos, en que somos tomados por el lenguaje, tenemos ese lado oscuro. Eso es lo que nos hace humanos, pero a la vez alude a las acciones o a los pasajes criminales. Es interesante porque los animales no cometen crímenes. El crimen es un concepto humano.


--¿Todos somos criminales inconscientes?

--(Risas). Freud tiene un texto que trabajó eso: si por el hecho de soñar con crímenes es que somos todos criminales. Lo que podemos decir es que una cosa es matar al padre o a la madre y otra cosa es pensarlo o tener fantasías o pesadillas. Hay que discriminar que no es lo mismo la acción, la realización de eso que el deseo inconsciente o la fantasía inconsciente.


--Jacques Lacan dijo: “Siempre somos responsables de nuestra posición de sujetos”.

--Sí, y eso es justamente la orientación que da el psicoanálisis para los tratamientos en estos casos. Lacan hacía un claro hincapié en que no se trataba de eximir al sujeto de su responsabilidad. Y justamente decía --y lo hemos comprobado-- que cuando eso pasa se le hace un mal al sujeto porque justamente el sujeto no logra salir de la escena del crimen. Para que el sujeto se restablezca, necesita asumir esa responsabilidad. O que por lo menos haya una consecuencia por ese acto, porque lo que también vemos en cuestiones psiquiátricas es que hay una imposibilidad del sujeto en asumir esa responsabilidad.


--¿Qué diferencia existe entre responsabilidad y culpa para el psicoanálisis en relación a la conducta criminal?

--Cuando decimos responsabilidad es la cuestión de que el sujeto pueda responder, pueda hacerse cargo, pueda asumir el acto. Hay estructuras en las que esto no es posible. Lo que vemos es que no hay inscripción de la culpa, que no hay dimensión del arrepentimiento porque el arrepentimiento no es que uno diga declarativamente: "Pido disculpas". Vemos que también pasa que después se acomoda el discurso socialmente aceptado a lo que conviene, como cierta especie de cálculo. No es a eso a lo que el psicoanálisis escucha como la asunción de la responsabilidad o a la dimensión de la culpa. Esto tiene que trasuntar en lo que aspiramos a que sea un reordenamiento de ese goce mortífero que habita al sujeto. Hubo un caso que yo mencioné en el texto: una mujer que había cometido un crimen y estaba en proceso de ser juzgada, pasando por todas las instancias y los pasos jurídicos. Cuando llegó al Centro, estaba en una situación de total desidia. No cumplía con las rutinas, no respondía a las obligaciones de lo que hay que hacer, como los aseos, la participación en determinadas tareas y demás. Y pasó que, en el momento en que el juez iba a determinar su sentencia, el magistrado dijo si las personas que estaban presentes en el juicio, tenían algo que decir. Y esta mujer se levantó, se puso de pie y dijo que ella quería agradecer que su caso haya sido atendido de la manera en que fue atendido, que le prestaran atención a todos los detalles que ella había declarado, que todo el proceso haya sido correcto y que quería agradecer eso. Dicen que cuando regresó después de la sentencia, lo hizo supertranquila y cambió totalmente su forma de insertarse en el Centro, y su conducta y su relación con los demás. O sea que algún ordenamiento en todo ese proceso operó. Quizás no puede asumir la culpa a nivel neurótico o las cuestiones de responsabilidad en ese punto, pero sí produjo un ordenamiento de su desorden pulsional.


Fuente: Oscar Ranzani (2020) “Las claves de la reinserción social” - Página 12

miércoles, 16 de diciembre de 2020

El servicio penitenciario federal: ¿Cuáles son las etapas de la condena?

La prisión fue creada para reeducar al encarcelado en el supuesto que, a medida que avanza en su detención, va cumpliendo con los distintos períodos de su recuperación hasta llegar a su liberación preparado para integrarse a la comunidad. Se trata de un régimen progresivo compuesto por períodos por los cuales cada condenado va atravesando dentro de la condena. El primero de estos períodos es el de observación. Dura 30 días y consiste en la realización de estudios para establecer un diagnóstico, pronóstico y tratamiento del sujeto. Este trabajo es realizado por psicólogos, médicos, psiquiatras, asistentes sociales y abogados. Se desarrolla a través de una entrevista con la intención de deducir qué fue lo que llevo al sujeto a cometer ese delito. Al mismo tiempo, el asistente social visita al interno y a su familia con el objetivo de observar la dinámica familiar. Se intenta procurar la participación de la familia en el tratamiento del interno.

Luego sigue un período de tratamiento 🡪 entendiendo tratamiento como la adaptación a la normativa institucional mientras dure la permanencia del sujeto en privación de la libertad; debe desarrollarse un profundo, integral e individualizado proceso educativo, reeducativo y reflexivo que tienda a remover los factores negativos que de una u otra manera han coadyuvado en el acontecer ilícito y asocial del interno. Este período está integrado por un conjunto de acciones que brindan oportunidades de cambio al sujeto, en el que se realiza un programa de tratamiento individual en el que se estipulan objetivos y está compuesto por tres fases (que significarán un paso a un régimen menos estricto):

Fase de socialización

Consiste en promover y consolidar los factores positivos de la personalidad del interno y a modificar o disminuir sus aspectos disvaliosos. Dentro del plazo de 15 días el consejo correccional adoptará las determinaciones pertinentes. Una vez establecido el programa, el consejo correccional lo informará verbalmente al interno, escuchará sus inquietudes y procurará motivar su participación activa.

Fase de consolidación

Se iniciará una vez concluida la anterior. Para acceder a la misma el interno deberá poseer buena conducta y concepto, cumplir con su tratamiento, mantener adecuado orden y convivencia, etc.

Fase de confianza

Consiste en otorgar al interno una creciente autodeterminación a fin de evaluar en qué medida internalizó los valores esenciales para una adecuada convivencia social conforme a la ejecución del programa de tratamiento.

Por último tenemos el período de prueba, seguido de un período de libertad condicional, que culminará en la reinserción del sujeto en la sociedad.

Ley  24.660 🡪 artículos 30 y 31 🡪 se implementa un programa de prelibertad, en el cual se toman en cuenta las necesidades del interno en función a la situación de egreso de la institución penitenciaria. Todos los internos que egresen con libertad condicional, asistida o por agotamiento de condena han debido estar previamente incorporados al programa. Es decir, que para la Ley Penitenciaria Nacional la ejecución de las penas privativas de la libertad tiene por objetivo la readaptación social del condenado”.

Criminología: estudio de los factores criminológicos, o sea aquellos factores que se erigen como impulsores de la comisión de un hecho normativamente prohibido. Resulta incuestionable que la base de estos actos es nada menos que la conducta. Ésta puede ser tanto consciente como inconsciente. La primera permite actuar en la vida en función de las circunstancias que la misma nos presenta; en cuanto a la segunda, decimos que en el inconsciente se almacenan recuerdos reprimidos e impulsos instintivos tanto sexuales como agresivos. La verdadera razón de la delincuencia la encontramos en la preponderancia de los instintos sobre la razón. Podemos decir que la delincuencia es consecuencia de un fracaso tanto de los factores biopsicosicoales que contribuyen a la configuración de la personalidad como del medio social y familiar en el cual la persona se desarrolló. El delito será entonces la expresión de la psicopatología particular de un individuo a través de la adopción de una conducta agresiva y violenta dirigida a transgredir las normas de la sociedad en la que este individuo está inmerso. 

El objetivo principal del tratamiento tendrá que ver con la modificación de los modos y mecanismos que el individuo utiliza en la interacción con el medio social y familiar gracias a una toma de conciencia de la destructividad de su conducta previa al ingreso a la institución penitenciaria. Otros objetivos del tratamiento criminológico son: que el sujeto realice un trabajo de autoconocimiento para reconocer sus actos delictivos como conductas autodestructivas de desintegración de la personalidad; la modificación de la conducta del interno para la supresión de los actos antisociales y destructivos; el favorecimiento de las relaciones interpersonales sanas y estables; en definitiva, la transformación del proceso de comunicación entre el individuo y su medio social y familiar, para que estas conductas ya no tengan la misma significación para el sujeto.

En cuanto al pronóstico criminológico y teniendo en cuenta que resulta sumamente difícil pronosticar el futuro comportamiento de un individuo, la práctica actual se realiza tomando en consideración las predicciones realizadas a partir de la presencia o no de condiciones que favorezcan la desviación del comportamiento, lo que indica la probable reincidencia del individuo en el delito. Será tenido en cuenta en el momento de la imposición de la pena.

El positivismo psicológico tendría una influencia notable en la explicación del comportamiento criminal individual. Existen tres grandes tendencias:

  1. Denominada psicopatología criminal, que explicaría directamente al crimen relacionándolo con trastornos o enfermedades de la psique como esquizofrenia, otras psicopatías o retrasos mentales.

  2. Otra, que aportaría las causas psicológicas como otros factores a tener en cuenta al analizar las causas del delito de una criminología subalterna al derecho penal.

  3. Una tercera que abarca teorías más sistemáticas y generales que también funcionarían para explicar la aparición del delito y para plantear el tratamiento a los condenados.

lunes, 5 de octubre de 2020

El diagnóstico clínico-criminológico del delincuente

Este diagnóstico se refiere al conocimiento del hombre con una conflictiva antisocial, a los procesos físicos, psicológicos y sociales que han conducido al delito. Es un proceso en sí complejo y a la vez dinámico en la que entran todos los elementos para la comprensión del individuo, de su familia y de su medio social. No se refiere únicamente al diagnóstico que se le realiza al individuo cuando ingresa a la prisión, sino que abarca ingreso, estadía (procesado-sentenciado) y el egreso progresivo.

Cada individuo presenta una estructura básica de personalidad que no cambiará y los estudios de diagnóstico se referirán a esa estructura básica. Se debe tener en consideración que los modos y mecanismos que el individuo utiliza en su relación con el medio social, en sus relaciones interpersonales cambian y muchas veces los cambios son sumamente notorios al haber tomado conciencia de sus comportamientos violentos, de su conflictiva existencial, no sólo agresiva hacia los demás sino también autodestructiva.

Se distingue un diagnóstico inicial, un diagnóstico en función de los años de estadía del individuo en prisión y un diagnóstico previo a la salida de la institución penitenciaria, así como un diagnóstico post-institucional.

Desde una criminología clínica e institucional, el diagnóstico comprende:

ESTUDIO DEL DELINCUENTE:

  • Estudio médico: Comprende el examen clínico al interno cuando ingresa a la institución, elaboración de la historia médica, así como brindar asistencia y atención al interno que la necesite. Pone en conocimiento de las autoridades los casos de enfermedades transmisibles que se presenten. Toma en consideración las cicatrices y tatuajes. Señala un diagnóstico médico y da las indicaciones a nivel del tratamiento.

  • Estudio odontológico: Comprende un examen bucal minucioso.

  • Estudio psicológico: Es el estudio de la personalidad del interno, de sus múltiples y complejos aspectos que lo han llevado al delito. En el diagnóstico individual se utilizan generalmente las siguientes técnicas psicológicas: historia clínica, tests proyectivos, tests de personalidad, entrevistas focalizadas y abiertas. Las técnicas deben ser seleccionadas teniendo en cuenta la edad, nivel educacional, nivel socio-cultural, la problemática y conflictiva que presenta, es decir de su sintomatología.

  • Estudio psiquiátrico: Se acentúa la observación en relación a una sintomatología psicopatológica.

  • Estudio pedagógico: Es la exploración pedagógico-cultural que revelará datos del historial escolar y de la actitud previa del alumno frente al maestro y a la escuela, de las relaciones entre alumnos.

  • Estudio laboral: Conocimiento de los antecedentes laborales del interno y de sus intereses y aptitudes para planear el tratamiento como capacitación.

  • Estudio jurídico: Coordina la elaboración de las fichas de identificación y el prontuario criminológico de cada interno. También controla los datos que aportan conocimientos acerca de la evolución y actualidad de la situación jurídica del interno.

  • Estudio sobre seguridad: Es el sector encargado de informar al interno sobre su ubicación dentro de la institución. Proporciona la ropa al interno y lo orienta en cuanto a la asistencia a las diversas áreas o departamentos técnicos. 

  • Estudio sobre actividades artístico – culturales: Conocimiento de las actividades que el individuo realizaba anteriormente de índole artístico – cultural y detección de intereses de aprendizaje en tales áreas para su formación individual.

  • Estudio actividades deportivas: El maestro de deportes  realizará el estudio sobre las actividades deportivas practicadas por el interno y las posibilidades de integración a nuevos grupos o actividades deportivas.

  • Estudio religioso: La actividad religiosa realizada por el interno y su interés en participar de ceremonias, de acuerdo a creencias.

  • Estudio de la familia: El autor del delito como miembro de un grupo familiar y social.

  • Estudio del delito: Los procesos individuales, familiares y sociales que llevan al delito.

  • Estudio victimológico: Relaciones autor-víctima del delito. Familia de la víctima.

ESTUDIO Y ANÁLISIS DEL DELITO: el delincuente proyecta a través del delito sus conflictos ya que esta conducta implica siempre perturbación y ambivalencia. La conducta delictiva posee una finalidad que es indudablemente la de resolver las tensiones producidas. La conducta es siempre respuesta al estímulo configurado por la situación total, como defensa; en el sentido de que protege al organismo de la desorganización, es esencialmente reguladora de tensiones. Toda conducta delictiva es siempre un vínculo, se refiere a otro. 

El delito es una conducta simbólica. Este proceso simbólico se impone más claramente en los crímenes cuyas motivaciones extrañas parecen surgir de mecanismos inconscientes.

Toda conducta delictiva, en el momento que se manifiesta, es la “mejor” conducta en el sentido de que es la más organizada que el individuo puede realizar y es la que intenta regular la tensión que siente y que le resulta intolerable. Es un síntoma, es decir una forma de organizar la experiencia, aunque sea de exponerla a la destrucción. Es como una defensa psicológica que utiliza el sujeto como un medio para no caer en la disgregación de su personalidad.

La conducta delictiva es una conducta concreta del individuo, pero el delincuente en su totalidad es más que ese aspecto porque la conducta delictiva es solamente la expresión de su relación con la víctima en un lugar (espacio) y en una fecha (tiempo) determinados. Revela muchos aspectos acerca del delincuente pero no nos explica por qué ese hombre cometió esa conducta asocial. Para aproximarnos a una comprensión de la conducta delictiva es necesario conocer al individuo, su historia y los rasgos de su personalidad, es decir, todos sus aspectos. Esta conducta es siempre significativa, tiene un sentido cuando la relacionamos con la vida del sujeto en las situaciones concretas en que dicha conducta se manifiesta.

Las preguntas que deben plantearse para un diagnóstico y conocimiento criminológico son:

  • ¿qué ha sucedido?

  • ¿quién es la víctima y quién el autor del delito y sus relaciones? Implica la consideración de los estudios de personalidad, la tarea de elaborar el diagnóstico individual.

  • ¿cuándo? Está referido a la conducta que el individuo ha realizado antes de cometer el delito, es decir a los factores desencadenantes o actuales que actúan sobre la disposición. Existe una interacción entre los factores desencadenantes y la disposición en el sentido de que esta última acentúa, promueve, estructura la actuación de determinadas causas desencadenantes y estas últimas pueden a su vez modificar la disposición.

  • ¿cómo? Nos plantea no sólo las circunstancias del delito, de qué manera procedió en su conducta el autor del delito, sino también el grado de participación en la conducta. Es muy importante para el diagnóstico clínico-criminológico el conocimiento de la participación del individuo en el delito. Si ha sido realizado por varias personas, el grado de participación implica abordar el estudio de la psicología del grupo.

  • ¿dónde? Las circunstancias del delito, vale decir sus accidentes de tiempo, lugar, modo y ocasión constituyen datos sobre la capacidad criminal del individuo.

  • ¿con qué? los medios empleados no se refieren únicamente a las armas utilizadas para cometer el delito sino que hacen referencia a todos los instrumentos subjetivos y objetivos que el individuo utilizó para hacer posible la conducta asocial.

  • ¿por qué? se refiere a los motivos que determinaron al individuo a delinquir y esta pregunta nos enfrenta con uno de los problemas más serios que presenta el estudio de la delincuencia, la crimiogénesis. Toda conducta está sobredeterminada, tiene una policausalidad muy compleja que deriva de distintos contextos o múltiples situaciones en los que se halla todo ser humano. Se debe considerar que las “causas” siempre se refieren a un esquema referencial, a un conjunto “recortado” de relaciones sobre el delito.

Las diferentes conductas delictivas en relación a las características de personalidad permiten un conocimiento del diagnóstico del interno:












CONDUCTA DE HOMICIDIO


























CONDUCTA DE HOMICIDIO

Con alevosía

La víctima no está en condiciones de defenderse, por su personalidad, por las circunstancias de lugar y ubicación de la víctima, por la relación interpersonal de conocimiento del autor-víctima.

Con ensañamiento

Se refiere al modo particularmente sádico con que se realiza el delito. Es una conducta que tiene un proceso deliberadamente cruel para observar el sufrimiento de la víctima.

Por precio o promesa remuneratoria

El individuo realiza el homicidio a cambio de una cantidad de dinero que está previamente estipulada, por lo común desconoce a la víctima y no planea al homicidio sino que se limita a ejecutarlo, lo que revela la índole de su patología.

Por placer

Por el deseo y voluntad del autor, que actúa por un sentimiento de violencia indiscriminado, sin causa y sin relación con la víctima.

Psicótico

Comprende un amplio grupo de conductas motivadas por la desorganización de la personalidad; conductas violentas desencadenadas por procesos esquizofrénicos, psicosis alcohólica, psicosis seniles, psicosis debidas a traumatismos cerebrales. Cuando nos referimos al homicidio psicótico estamos centrando las observaciones en la súbita impulsión homicida como resultado de los delirios o del homicidio sin motivo, sin relación con la víctima. En el inicio de las evoluciones esquizofrénicas existen homicidios particularmente dramáticos y paradójicos que se denominan homicidios inmotivados. El homicidio sustituto, es decir la muerte de una persona (desconocida para el autor) que sustituye al individuo que se pensaba matar.

Dentro del grupo familiar

Las dificultades en la tarea de esclarecimiento del delito deriva que el autor y la víctima pertenecen al mismo grupo familiar.

Por alcoholismo

El alcohol es el desencadenante que actúa como desinhibidor de una conducta violenta, donde subyace una patología paranoide.

Por identificación emocional

El delito está motivado por una conflictiva emocional (celos).

Por envenenamiento

La conducta de envenenar significa para el autor matar encubriendo su acción. Es decir la víctima no advierte el peligro y además el autor desea que se piense que la muerte fue causada por factores naturales.

Para facilitar, consumar u ocultar otro delito

El objetivo criminal, para el autor, es el otro delito; el homicidio es un medio para facilitar, consumar u ocultar su verdadero móvil delictivo.

En estado de emoción violenta

El estado afectivo del autor y de la víctima conlleva a un predominio de conductas impulsivas, irreflexivas, desorganizadas; aunque no es una conducta  fríamente ejecutada, es significativa la tendencia a buscar el enfrentamiento o la relación con la víctima.

Infanticidio

La actitud de rechazo hacia el hijo a través de la conducta violenta. El homicidio revela un estado psíquico gravemente perturbado, motivado por múltiples conflictos, entre ellos el incesto.

Realizado por un grupo

Se distingue: a) homicidio por robo; b) como una conducta de sadismo del grupo hacia la víctima; c) homicidios por venganza entre grupos; d) homicidio realizado por un grupo psicopático identificado y perteneciente a una organización delictiva.



CONDUCTA DE ROBO

Hurto

Sustracción de la propiedad ajena sin violencia ni intimidación. Múltiples categorías que difieren en relación al lugar, modo, objetos sustraídos, víctimas.

Robo

El autor actúa a través de la fuerza en los objetos y medios o también con violencia física en las personas. El ladrón que actúa solo y el ladrón perteneciente a un grupo delictivo configuran generalmente un alto porcentaje de la población penitenciaria.

CONDUCTA DE ESTAFA: el estafador actúa mediante los mecanismos de seducción y engaño


Simple

Es realizada con una víctima al azar, el engaño es simple casi ingenuo.

Compleja

Ligada a una estrecha relación con la víctima, muchas veces significa toda una organización y un determinado tiempo para poder realizarla.







CONDUCTA DELICTIVA SEXUAL

Violación

Relación sexual impuesta y consumada con violencia, en la cual la víctima es forzada a realizarla. Las modalidades de la conducta varían según el agresor, la personalidad de la víctima y las circunstancias.

Incesto

Relación sexual entre parientes consanguíneos: criminológicamente el más conocido (o denunciado) es el incesto padre-hija- este delito está relacionado muchas veces con el infanticidio y la prostitución.

Impudicia con niños

Ataque indecente a niños como consecuencia de tendencias agresivas y patologías sexuales del autor.

Exhibicionista

Es el individuo que obtiene satisfacción exponiendo los genitales. Busca una víctima con determinadas características.

Prostitución

Es una conducta autodestructiva derivada de complejos procesos psicológicos, familiares y sociales.


CONDUCTA DE DROGADICCIÓN

Estupefacientes

Derivados del opio y de la coca.

Psicotrópicos o neurotrópicos

Comprenden psicolépticos, psicoanalépticos y psicodislépticos

Volátiles – inhalables

Pegamentos, solventes y combustibles.

CONDUCTA DE DAÑO

Consiste en destruir, inutilizar o dañar un objeto ajeno. Puede ser dirigida a: bienes de uso público o propiedades particulares.


CRIMINOLOGÍA: ESTUDIO DE LA ESTRUCTURA FAMILIAR

La familia es un grupo que funciona como un sistema de equilibrio inestable o dinámico. Esta estructura familiar, que presenta características propias, contiene una historia familiar única, con un proceso histórico particular y que vive en un marco socio-económico y cultural también determinado contribuye fundamentalmente a la naturaleza de la conducta delictiva realizada por un miembro del grupo familiar.

A lo largo de la vida del niño, tienen influencia decisiva como elementos del medio, los constitutivos del hogar muy particularmente el clima afectivo en que está inmerso, la personalidad de la madre y el carácter de las relaciones con ésta, así como las relaciones entre los padres e hijos y entre los hermanos, las preocupaciones y las relaciones emocionales dominantes. El ambiente material, la situación económica social llega a tener enorme importancia por su repercusión, de ella muchas veces depende el clima psicológico. La insatisfacción de anhelos y necesidades elementales ocasiona fatalmente variaciones del humor, angustia y rozamientos de grave influencia sobre la vida emocional del niño.

Psicológicamente el individuo pertenece a todos aquellos grupos con los que comparte el mismo tipo de conducta. Así el individuo crece como miembro de cierto grupo nacional, con sus tradiciones propias y su fondo cultural. El individuo nace en el seno de una amplia división cultural con sus características. Por lo tanto desarrollará ciertas aptitudes, rasgos emocionales, actitudes y creencias como resultado de su pertenencia a ese grupo. Al individuo se lo puede considerar, en parte, como resultante de su pertenencia a muchos grupos. La individualidad de cada persona en función del fondo de experiencia que comparte se explicaría, por la multiplicidad de grupos que se superponen y con los que el individuo puede identificarse desde el punto de vista de la conducta. Es necesario, entonces, considerar la influencia del hogar, las relaciones con los padres, el clima afectivo, el ambiente materia, la situación económico-social de cada delincuente.

FAMILIA Y DELINCUENCIA

Familia desintegrada 🡪 es donde se observa más claramente la etiología del delito. Son familias desintegradas por múltiples causas: muerte de uno de los padres, separaciones, abandono del hogar, encarcelamiento del padre, hogar nunca establecido, etc. el niño crece en un ambiente contradictorio que lo conduce a la marginación, a la desconfianza y a la violencia.

Familia integrada 🡪 están todos los miembros importantes del núcleo familiar pero el niño crece en un ambiente con carencias afectivas, la familia se siente indiferente ante el niño o por el contrario lo sobreprotege.

Teniendo en consideración el delito podemos referirnos a diferentes tipos de familias:






Familia del delincuente por robo

El individuo que ha cometido un robo es una persona con una marcada inestabilidad en todas sus conductas, que proyecta una personalidad con una grave conflictiva interna que se traduce especialmente en la relación interpersonal agresiva y autodestructiva. A la edad de 10 años ya manifiesta sus conductas antisociales, presentando una historia familiar inestable. Su historia infantil y familiar es regularmente traumática, se descubren repetidos rechazos, castigos frecuentes y privaciones reales. Ha transcurrido importantes períodos de la infancia en instituciones de menores o a cargo de diferentes padres adoptivos lo cual  ha sido un obstáculo para lograr identificaciones positivas y perdurables. Generalmente la familia está desorganizada y ha sido la causa principal de que el niño haya abandonado el hogar. La familia se caracteriza por la inestabilidad, frialdad, falta de cuidados y protección al niño; no colabora en el tratamiento penitenciario ni ayuda al interno.






Familia del delincuente sexual

En casi todos los casos se advierte de qué manera en la historia del sujeto existía la conflictiva sexual mucho tiempo antes de que la desencadenara. La personalidad del delincuente sexual se caracteriza por una acentuada inmadurez emocional, teniendo un desequilibrio afectivo que se proyecta en las conductas repetitivas. La inseguridad básica que presenta hace que su comportamiento sea tímido, retraído, inhibido, el resulta paradojal con el ataque sexual. La historia de la familia del delincuente sexual muestra un hogar desintegrado, falta de supervisión, carencia de afecto y cuidado, rodeado durante la infancia de condiciones poco favorables. A consecuencia de las condiciones soportadas durante la infancia, el individuo se sentía confundido y en una conflictiva en el área de la sexualidad. En el delincuente sexual se observa la consecuencia de la negación de dos necesidades fundamentales: seguridad y afecto. Exterioriza hostilidad y resentimiento frente a la autoridad porque ha sufrido carencias emocionales, ha sido afectado por la conducta de uno o de ambos padres, de características sádicas y dominantes. Ante el delito sexual la actitud de la familia es de rechazo, de distanciamiento.




Familia del delincuente por homicidio

El homicidio está relacionado a procesos individuales de desinhibición y fallas en los mecanismos de defensa. La observación más minuciosa de sus historias revela que este individuo tuvo numerosas dificultades en su vida de relación, una historia de frustraciones a sus necesidades, acumulación de tensiones como consecuencia de una agresividad reprimida. En la historia clínica se observan deprivaciones internas y externas, alto alcoholismo, deterioro, pero el individuo permanece integrado a la familia. la familia se muestra pasiva y observadora ante la desorganización psíquica del individuo. La conducta homicida es generalmente impulsiva y no planificada. La familia lo asiste dentro de la institución penitenciaria así como lo ayuda en la reintegración social.






Familia del delincuente estafador

El estafador necesita satisfacer fantasías de grandeza actuando y tratando de demostrar su concordancia con el ideal del yo. Asume identidades de otros para poder concretar su fantasía. Realiza esa conducta debido a que su propio yo es desvalorizado y por eso elige y usurpa el nombre de otro (real o imaginario) quien cumple los requisitos de su propio ideal. No puede soportar la tensión ni la frustración. Crea situaciones en que todos lo quieren y confían en él; engaña precisamente a quienes agradó y busca inconscientemente el castigo. Cuando era niño tuvo la capacidad de asimilar la decepción de su megalomanía por una real o fantaseada carencia de amor. Cuando ha logrado la prueba de que todos los demás lo aman, eso mismo pierde interés y la búsqueda narcisista recomienza. El estafador proviene de una familia de estatus socio-económico y cultural medio, el núcleo familiar primario presenta irregularidades.






Familia del drogadicto

Es un individuo que tiene una acentuada inestabilidad familiar, laboral, educacional. La conducta del drogadicto es rebeldía frente a normas y patrones sociales. Manifiesta una definida oposición a la familia. El comportamiento inestable, inseguro y en una búsqueda de dependencia que se traduce por la drogadicción debe explicarse por la estructura familiar ya que proviene de una familia autoritaria con un padre rígido y exigente. El drogadicto es una persona inmadura, infantil, con sentimientos de omnipotencia, evasivo y dependiente. La conducta del drogadicto puede considerarse una conducta autodestructiva relacionada a su familia, ya que él es depositario de las tensiones y agresiones del intragrupo familiar. A través de la drogadicción niega el mundo real, a su familia y se refugia en un mundo mágico.



El delito dentro del grupo familiar

Entre las conductas más frecuentes que se realizan dentro del grupo familiar podemos mencionar: incesto, homicidio, robo y daño. En estos casos se hace indispensable el estudio del delincuente y de la víctima como emergentes de un grupo familiar con características determinadas. Y el estudio de este grupo familiar como un medio para la comprensión de los procesos que llevaron al delito. Bowlby señala que el origen de las perturbaciones psíquicas y sociales está en la privación familiar, es decir en las carencias de lazos y relaciones afectivas.