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viernes, 11 de noviembre de 2022

Homosexualidad: hacerse a un lado

¿Cuál es la posición de la madre de la joven homosexual? Dice Freud:

La actitud de la madre no era tan fácil de penetrar. Era una mujer todavía juvenil que manifiestamente no quería renunciar a la pretensión de agradar ella misma por sus encantos. Sólo era claro que no había tomado tan a lo trágico el extravío de su hija y en modo alguno le indignaba tanto como al padre. Hasta había gozado durante largo tiempo de la confianza de la muchacha con relación a su enamoramiento por aquella dama; al parecer, tomó el partido contrario movida, en lo esencial, por la perniciosa publicidad con que la hija proclamaba su sentimiento ante todo el mundo.

Hacerse a un lado

Continúa Freud, sobre el caso:

Un motivo práctico nacido de sus vínculos reales con la madre vino a sumarse como «ganancia [secundaria] de la enfermedad». La madre apreciaba todavía el ser cortejada y festejada por hombres. Y entonces, convirtiéndose ella en homosexual, le dejó los hombres a la madre, «se hizo a un lado», por así decir, y desembarazó del camino algo que hasta entonces había sido en parte culpable del disfavor de la madre.

Dice en el pie de página (152 ed. Amorrortu):

Como hasta ahora ese «hacerse a un lado» no se había señalado entre las causas de la homosexualidad, ni tampoco con relación al mecanismo de la fijación libidinal, quiero traer a colación aquí una observación analítica similar, interesante por una particular circunstancia. Conocí cierta vez a dos hermanos mellizos, dotados ambos de fuertes impulsos libidinosos. Uno de ellos tenía mucha suerte con las mujeres, y mantenía innumerables relaciones con señoras y señoritas. El otro siguió al comienzo el mismo camino, pero después se le hizo desagradable cazar en coto ajeno, ser confundido con aquel en ocasiones íntimas en razón de su parecido, y resolvió la dificultad convirtiéndose en homosexual. Abandonó las mujeres a su hermano, y así «se hizo a un lado» con respecto a él. Otra vez traté a un hombre joven, artista y de disposición inequívocamente bisexual, en quien la homosexualidad se presentó contemporánea a una perturbación en su trabajo. Huyó al mismo tiempo de las mujeres y de su obra. El análisis, que pudo devolverle ambas, reveló que el motivo más poderoso de las dos perturbaciones —renuncias, en verdad— era el horror al padre. En su representación, todas las mujeres pertenecían al padre, y se refugió en los hombres por resignación, para «hacerse a un lado» del conflicto con el padre. Esta clase de motivación de la elección homosexual de objeto tiene que ser frecuente; en las épocas primordiales del género humano fue realmente así: todas las mujeres pertenecían al padre y jefe de la horda primordial.

En hermanos no mellizos, ese «hacerse a un lado» desempeña un importante papel también en otros ámbitos, no sólo en el de la elección amorosa. Por ejemplo, si el hermano mayor cultiva la música y goza de reconocimiento, el menor, musicalmente más dotado, pronto interrumpe sus estudios musicales, a pesar de que anhela dedicarse a ellos, y es imposible moverlo a tocar un instrumento. No es más que un ejemplo de un hecho muy común, y la indagación de los motivos que llevan a hacerse a un lado en lugar de aceptar la competencia descubre condiciones psíquicas muy complejas.   

La trampa del neurótico es no querer saber nada con la falta en el Otro. El tema va a ser siempre el encuentro con el Otro barrado. En el caso de la joven homosexual, sería dejarle libre a la madre el encuentro con los hombres.

sábado, 22 de octubre de 2022

A propósito del caso de la joven homosexual...

 Encontramos en la joven homosexual una coincidencia con un tipo “masculino” de elección de objeto: la pésima fama de la dama, era para ella condición de amor, así como para el tipo masculino de elección de objeto (derivado de la madre) rige la condición de que la dama tenga mala fama sexual.

Su amada vivía de la entrega de su cuerpo, su reacción fue de compasión y fantasías  de rescatar a la amada de esa condición, afanes que saltan a la vista en los hombres.


El intento de suicidio: el padre la vio en compañía de la dama, les arrojó una mirada furiosa, luego, ella se tiró a las vías del ferrocarril

Su testimonio: la dama se encolerizó por lo ocurrido, y le ordenó que la dejase en el acto, que terminara ya mismo con esa historia.

Del análisis surgen dos temas:

  1. Cumplimiento de castigo: por los intensos deseos e muerte contra uno o dos miembros de la pareja parental, sobre todo sobre la madre, por haber quedado embarazada 

  2. Cumplimiento de deseo: de aquel deseo cuyo desengaño la había empujado a la homosexualidad (tener un hijo con el padre)


Conexión: la dama había hablado en ese momento igual que el padre, pronunciando la misma prohibición 


“No halla quizá la energía psíquica para matarse, quien, en primer lugar, no mata a la vez a un objeto con el que se ha identificado, ni quien en segundo lugar, no vuelve hacia sí un deseo de muerte que iba dirigido a otra persona”


La transferencia: volcó sobre el analista la radical desautorización del varón que la dominaba desde su desengaño por el padre.

Fue expresado en estorbar sus esfuerzos y aferrarse a su condición de enferma.

Una sola vez apareció transferencia positiva: en uno de sus sueños anticipaba la cura de la inversión por el tratamiento, añoranzas por el amor de un hombre y por tener hijos.



La joven pensaba en casarse, pero sólo para sustraerse de la tiranía del padre y poder vivir sin estorbos sus reales inclinaciones.

Con el marido, decía: “despacharía lo que era debido”, resultándole bien posible (como lo hacía su dama) mantener relaciones sexuales simultáneas con un hombre y una mujer.

Ante la intervención sobre la hipocresía de sus sueños, estos cesaron por completo. 

Freud los tomó como intento de galanteo para ganar su interés y así poder defraudarlo con mayor profundidad, como solía engañar a su padre.


“Debemos dar la razón a los creadores literarios que describen personas que aman sin saberlo, o que no saben si aman, o creen odiar cuando en verdad aman”.

“Parece que el saber que nuestra consciencia recibe de nuestra vida amorosa puede ser incompleto, lagunoso o falseado con particular facilidad”.

“No podemos afirmar que un desengaño de la añoranza de amor del Edipo puberal hará  caer a toda muchacha, necesariamente  en la homosexualidad.

También en el normal hace falta cierto tiempo hasta que se imponga definitivamente la decisión sobre el sexo del objeto de amo.

Extravíos homosexuales, amistades fuertes en demasía, de tinte sexual son harto habituales para los dos sexos en los primeros años que siguen a la pubertad”.

martes, 30 de agosto de 2022

Sexualidad, el carácter de la verdad y la mentira

Entrada previa: El psicoanálisis en la historia del pensamiento

Lo interesante es que en Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad", Freud supo postular la sexualidad como esencialmente polimorfa, aberrante. Así quedó roto el encanto de la supuesta inocencia infantil. Por haberse impuesto tan pronto, no se examinó detenidamente qué representa esta sexualidad en su esencia.

La sexualidad en Freud no es considerada como algo natural, sino más bien antinatural. Hasta entonces, la sexualidad se pensaba en términos de evolución, de manera que los etólogos hacían comparación del ser humano con los animales. Freud describe algo totalmente diferente, al proponer que la sexualidad hbumana está ligada al deseo y que además tiene una historia, cosa que no tiene la sexualidad de los animales. Hay, de esta manera, una sexualidad infantil y en el adulto.

Lo que se descubre de la sexualidad es que cualquier parte del cuerpo puede ser una zona erógena y que el objeto de satisfacción puede ser cualquiera. Krafft-Ebing fue un autor contemporáneo a Freud y escribió Psychopathia sexualis" (1886), el primer libro dedicado enteramente a las llamadas perversiones sexuales: travestismo, fetichismo, sadomasoquismo, homosexualidad, la zoofilia, etc. En el libro está el caso del fetichista de las trenzas, que toma Freud en El fetichismo

En Krafft-Ebing vamos a encontrar diversas prácticas que el considera aberrantes, incluso aquellas que para hoy serían normales. Freud va a decir que la sexualidad no responde a fines reproductivos, como los juegos, los besos, etc. ¿Pero cuál es la verdad en el orden de la sexualidad?

Habíamos visto que ni siquiera Sócrates podía decir que había una ciencia del amor y en Freud, la sexualidad va a ser algo erróneo, antinatural y traumático. Lo traumático lo encuentra a partir de escuchar a las histéricas .

Lacan va a decir que la sexualidad tiene que ver con la ética del deseo. Va a decir que "no hay relación sexual", frase que debe ser completada: no hay relación sexual que dé cuenta de un goce perfecto (incestuoso). Más que relación sexual, para lacan lo que hay es un aparejarse. Aparece el cuerpo que podríamos designar con el término de aparejo.

Dice Lacan:
"La integración de la sexualidad a la dialéctica del deseo requiere que entre en juego algo del cuerpo que podríamos designar con el término de aparejo - entendido como aquello con lo que los cuerpos pueden aparejarse en lo que toca a la sexualidad, que ha de distinguirse de aquello con que los cuerpos pueden aparearse".

Aparejo, por otro lado, es el conjunto de instrumentos, herramientas y objetos necesarios para realizar un trabajo o una acción.

La primera mentira de la histérica. Lo cierto es que Freud presenta una relación difícil con el concepto de verdad desde el inicio. y más aún con el concepto de realidad. En los primeros escritos, el concepto de realidad y de verdad son cuestionados. Es necesario referirse al proyecto para poder entender ciertas premisas que impugnan el concepto de realidad tradicional y efectiva (wirklichkleit) y el concepto lógico deductivo.

Por empezar, Freud hace suyo un concepto aristotélico: proton pseudos histericon. la expresión procede de los primeros analíticos de Aristóteles y se refiere a la primera premisa falsa en un silogismo. esa expresión había sido utilizada por un médico vienés, Max Herz, en una monografía presentada en un congreso de neurología, en la cual Freud era secretario en 1896.

Freud, de esta manera, ubica un primer falso enlace inicial en el caso Emma:
Emma está hoy bajo la compulsión de no poder ir sola a una tienda. Como fundamento, un recuerdo de cuando tenía doce años (poco después de la pubertad). Fue a una tienda a comprar algo, vio a los dos empleados (de uno de los cuales guarda memoria) reírse entre ellos, y salió corriendo presa de algún afecto de terror. Sobre esto se despiertan unos pensamientos: que esos dos se reían de su vestido, y que uno le había gustado sexualmente.
(...)
La paciente puede quedar curada de su fobia a las tiendas tras el desciframiento de que su miedo a entrar en ellas es miedo al encuentro con los hombres, pero este logro terapéutico no cura su rechazo sexual. Es a esto a lo que se refiere Lacan en su intervención en Strasbourg, que: "...bajo el pretexto de hablar de defensa, se puede llegar a decir que el síntoma es mentiroso, pero una defensa no es en absoluto mentirosa, lo que es mentiroso es aquello contra lo que el sujeto se defiende".

La exploración ulterior descubre un segundo recuerdo que Emma pone en entredicho haber tenido en el momento de la escena I. Tampoco hay nada que pruebe esto último. Siendo una niña de ocho años, fue por dos veces a la tienda de un pastelero para comprar golosinas, y este caballero le pellizcó los genitales a través del vestido. No obstante la primera experiencia, acudió allí una segunda vez. Luego de la segunda, no fue más. Ahora bien, se reprocha haber ido por segunda vez, como si de ese modo hubiera querido provocar el atentado. De hecho, cabe reconducir a esta vivencia un estado de «mala conciencia oprimente».

La segunda escena resignifica a la primera, siendo que la primera no es verificable. Por eso, el síntoma revela una verdad escondida detrás de una falsa apariencia (fenómeno). Esa verdad no tiene relación lógica con la verdad deductiva. hay un goce que se mantiene y es referido a la verdad del síntoma.

Cuando queremos estudiar un cuadro clínico mediante las evidencias, estamos en problemas, porque no nos podemos adelantar a qué se encuentra detrás. Podemos tomar los índices y abducir una cierta conclusión. El médico deductivo implica una premisa mayor y una conclusión menor ; el método inductivo consiste en una premisa menor y una conclusión y premisa mayor. El método abductivo es intermedio entre estos dos. La cuestión es, que podemos anticiparnos a algunas cuestiones apres-coup de lo que podemos inferir, pero de ninguna manera uno puede llegar al núcleo de una verdad objetiva. Lo único que tenemos es una lectura de la realidad, subjetiva, que es la que nos interesa.

No hay en la neurosis una causa necesaria que tenga que ver con la neurosis en sí. Ese orden de causalidad está totalmente subvertido. 

La proton pseudos es una expresión de la poética, que encontramos en Aristóteles. Pseudos significa mentira, falsedad, y también "mentira dicha sin intención de mentir, para tranquilizar". En la extensión, pseudos tiene acepción de invención poética y, en el arte de la guerra, una acción disfrazada. este concepto también se encuentra en La Poética de Aristóteles. Como verbo, significa engañar a alguien y en la voz pasiva, ser engañado.  En Plutarco, se encuentra el sentido de algo que parece ser y no es. En Lucrecio, como señuelo. Proton pseudos es el engaño fundamental del sujeto en el lenguaje. El sujeto no encontrará jamás la verdad primera.

La histérica se maneja en esa dimensión, de una verdad que podríamos llamar poética, poietica, productora. Promueve acción a partir de su deseo. En tal sentido, ese proton pseudos oculta el aspecto engañoso del síntoma, pero que opera en tanto semblante de una verdad pero que se apoya en una falsedad inicial: la sexualidad. La histeria se presenta como traumática por efecto de la sexualidad.

La histeria se presenta como traumática, siendo lo traumático la sexualidad. La sexualidad es traumática porque no tiene una relación lógica natural, su objeto es contingente, pero se presenta en términos de una relación necesaria. Hace un falso enlace el origen de su padecer y de su ser. 

Ser histérica no es, necesariamente, ser mujer. No hay una representación psíquica de lo femenino, según Freud.

La sexualidad es presentada, desde el punto de vista lógico, como un entimema, que es una proposición silogística que tiene la primera premisa falsa. Dice Lacan (25/2/77):
"Estafa y proton pseudos, es lo mismo. Freud dice lo mismo que yo llamo con un nombre francés. De todos modos, él no podía decir que educaba a un cierto número de estafadores. Desde el punto de vista ético, nuestra profesión es insostenible"

El carácter de la verdad y la mentira
El caso de la joven homosexual tiene un lugar importante en esta tesitura. En ese punto, Freud propone pensarla de un modo particular. En determinado punto del tratamiento, se advierte que la paciente se dirige al analista en una vinculación muy estrecha con el padre.

Freud consigna "Tampoco esta manifestación estaba exenta del agregado de otro motivo, pero la menciono porque pone sobre el tapete, en una dirección distinta, un interesante problema de la técnica analítica".

Este interesante problema estaba sujeto a una serie de sueños que, convenientemente desfigurados y vertidos en un correcto lenguaje onírico, eran empero de traducción fácil y cierta. Ahora bien, su contenido interpretado, era sorprendente. En estos sueños surgía la añoranza por el amor de un hombre y por tener hijos. Freud advierte y le advierte que esos sueños eran mentirosos. "Ella tenía el propósito de engañarme como solía engañar al padre". Acto seguido, consigna que los sueños de dicha clase cesaron tras ese esclarecimiento. El propósito de engañarlo se correlacionaba con la idea de seducirlo.

El inconsciente puede mentir
Surge el interrogante: 
"¡Conque también el inconsciente puede mentir, ese núcleo real de nuestra vida anímica, aquello en nosotros que se acerca a lo divino tanto más que nuestra misérrima conciencia! Y entonces, ¿cómo podemos todavía edificar sobre las interpretaciones del análisis y la certeza de nuestros conocimientos?"

Freud aduce una dificultad técnica y una propuesta a una resolución de índole metapsicológico. El sueño no es lo "inconsciente"; es la forma en que un pensamiento que ha quedado pendiente desde lo preconsciente, o aún desde lo conciente de la vida de vigilia.

Cuando la joven homosexual dice "Miento", en realidad hay otra lectura posible que es "Te engaño". En el enunciado hay un deseo de engañar.

Deseo de engañar. Para Lacan, en Freud "El inconsciente sigue mereciendo confianza. El discurso del sueño, nos dice, es algo diferente del inconsciente; está hecho por un deseo que viene de éste, pero al mismo tiempo admite que lo que se expresa es ese deseo. Por lo tanto, el deseo viene de algo, y viviendo del inconsciente, es el deseo lo que se expresa con mentiras"

La propia paciente le dice que sus sueños son mentirosos. Freud se detiene, por lo tanto, ante el problema de toda mentira sintomática.

La verdad tiene estructura de ficción.
Dice Lacan "En este punto Freud rehúsa ver que en la verdad, que es su pasión, la estreuctura de ficción se halla como el origen". Una ficción no es algo que haya o no existido, sino que tiene efecto. No se analiza viendo si lo que dice el paciente tiene que ver con la verdad objetiva o no, sino que lo que importa es su realidad psíquica.

La paradoja de Epiménides dice: "Todos los cretenses son unos mentirosos". Sabiendo que él mismo era cretense, ¿decía Epiménides la verdad?

Lacan (22/1/66) dice, sobre Freud:
"No meditó bastante sobre aquello que, hablando del fantasma, recalqué en un reciente discurso sobre la paradoja de Epiménides, el "yo miento" y su perfecta admisibilidad, en la medida en que lo que miente es el deseo en el momento en que, afirmándose como tal, libra al sujeto a esa anulación lógica sobre la cual se detiene el filósofo cuando advierte la contradicción del "yo miento".

"Pero después de todo, lo que falta aquí en Freud es lo que falta en su discurso. Aquello que siempre permaneció en él en estado de pregunta: "¿Qué quiere una mujer?". El tropiezo del pensamiento de Freud con algo que podemos llamar provisoriamente ... no me hagan decir que la mujer es mentirosa por ser mujer, sino que la femineidad se escurre y algo hay en ese sesgo"

Hay un punto donde se abre el sesgo entre palabra plena y palabra mentirosa, donde uno no puede discernir si eso es del orden de la verdad.

Es totalmente falso responder a ese "yo miento" con: si dices yo miento, es que dices la verdad y, por tanto, no mientes... Y así sucesivamente. Es por completo evidente que el "yo miento", a pesar de su paradoja, es perfectamente válido. En efecto, el yo que enuncia, el yo de la enunciación no es lo mismo que el yo del enunciado, es decir, el shifter que, en el enunciado, lo designa. Por eso, desde el punto en que yo enuncio, me es perfectamente posible formular de un modo válido que el yo que, en ese momento formula el enunciado -está mintiendo que ha mentido poco antes, que miente después, o incluso, que al decir yo miento afirma que tiene la intención de engañar.

Dice Lacan: "No hay que ir muy lejos para conseguir un ejemplo -vean la historieta judía del tren que uno de los dos sujetos de la historia afirma al otro que va a coger. -Voy a Lemberg, -le dice, a lo cual el otro le responde -¿Por qué me dices que vas a a lemberg ya que allí vas realmente? Y si me lo dices, ¿Es para que crea que vas a Cracovia?"

Cuando alguien dice algo en el orden del enunciado, lo hace en el orden de la palabra corriente. ¿Pero dónde está la palabra plena? En esa palabra que el sujeto no reconoce como auténtica ni dicha por él. Ahí vamos a tener la diferencia entre enunciado y enunciación: el enunciado es lo dicho; la enunciación es lo que subyace en la posición subjetiva respecto a lo dicho.

Esta división entre enunciado y la enunciación hace que efectivamente el yo miento que está a nivel de la cadena del enunciado -el mismo es un significante que forma parte, en el Otro, del tesoro de vocabulario en el que el yo, determinado retroactivamente, se convierte en significación engendrada al nivel del enunciado, de lo que produce al nivel de la enunciación- resulte un yo te engaño.

El "yo te engaño" proviene del punto desde donde el analista espera al sujeto, y le remite según la fórmula, su propio mensaje en su significación verdadera, decir, bajo una forma invertida. Le dice -en ese yo te engaño- "Lo que tu envías como mensaje es lo que yo te expreso y, haciéndolo así, tu dices la verdad"

En el camino del engaño en el que el sujeto se aventura, el analista en situación de formular ese tú dices la verdad, y nuestra interpretación nunca tiene sentido más que en esa dimensión.

miércoles, 9 de diciembre de 2020

¿Cómo amar a una mujer? La “perversión” de la joven homosexual de Freud


Por Luciano Lutereau

Luego de la reciente aparición de la biografía titulada Sidonie Csillag, la “joven homosexual” de Freud–1 escrita por dos periodistas y publicada originalmente en alemán–, y a pesar de que dicho libro apenas recoja en unas pocas páginas la impronta del tratamiento con Freud, el informe de la “joven homosexual” –según un nombre que se debe a Lacan, dado que Freud no llama a la paciente de ese modo en ningún momento– ha producido una notable repercusión en la bibliografía psicoanalítica.

En este artículo2 avanzaremos con el propósito de realizar una lectura detallada del artículo “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina” en función de tres preguntas específicas y articuladas: a) en relación al modo de presentación de la paciente, ¿por qué Freud la toma en tratamiento?; b) ¿puede afirmarse de modo concluyente que Freud la trata cómo una neurótica? c) en tal caso, ¿qué elementos dificultan concluir el tipo clínico en juego?

La iniciación del tratamiento
Una muchacha de dieciocho es traída a la consulta por su padre luego de un intento de suicido, en el cual la joven intentara arrojarse a las vías de un tren. El incidente ocurre después de un episodio en que, caminando por el centro de la ciudad junto a una cocotte a la que cortejara –“la pésima fama de la dama era directamente una condición de amor”–,3 ambas mujeres se encuentran repentinamente con el padre de la más joven, quien lanza una mirada furiosa a su hija. Luego de advertir el parentesco entre la joven y el hombre que acababan de cruzar, la cocotte propone dar término a la relación y la muchacha corre a precipitarse en las vías del tren. Freud consigna este episodio, al menos, de dos maneras distintas: a) en primer lugar, propone que los paseos de la joven con su amada tienen el propósito de “desafiar”4 al padre –incluso llega a concebir la consolidación de la homosexualidad, en este caso, como modo de “venganza”5 respecto del padre–; b) en segundo lugar, Freud destaca la indiferencia con que la muchacha se pasea por las calles.6

En este punto, una primera pregunta que se desprende es la siguiente: dado que el primer aspecto es el que sirve de hilo conductor del caso, ¿de qué modo fundamenta Freud la “intencionalidad” de los paseos de la muchacha? Para Freud la conducta de la joven se presenta con cierta “artificialidad” en la medida en que su elección de partenaires está comandada porque “nunca eran mujeres a las que se reputase de homosexuales y que así le habrían ofrecido la perspectiva de una satisfacción”.7 De este modo, cancelada la posibilidad de contacto sexual, el interés de la joven por las mujeres es interpretado por Freud como una conducta “dirigida” al padre.

El hecho capital –para Freud– que subtiende la venganza respecto del padre se encuentra hacia los dieciséis años, cuando un nuevo embarazo de la madre frustró la expectativa de recibir un niño del padre. Por lo tanto, “sublevada y amargada dio la espalda al padre, y aun al varón en general”.8

Una de las primeras cuestiones que Freud consigna, de acuerdo a este modo de presentación es que la muchacha “no estaba frente a la situación que el análisis demanda.9 Esta situación es caracterizada por Freud según una triple condición: a) alguien dueño de sí mismo sufre un conflicto interior; b) se queja respecto de ese conflicto; c) solicita auxilio a otra persona. Refiere estos tres aspectos como “notas ideales”10 para el inicio de un tratamiento. No obstante, no cabría considerarlos como excluyentes, dado que inmediatamente menciona el caso de dos circunstancias en las que cumpliéndose dichos requisitos no se presentan casos favorables al psicoanálisis: el “contratista”11 y el “donante piadoso”12. Por lo tanto, el cumplimiento de estos rasgos no era para Freud una condición suficiente para la iniciación de un tratamiento. La circunstancia específica por la cual la joven homosexual es la siguiente:

“… los motivos genuinos de la muchacha, sobre los cuales tal vez podía apoyarse el tratamiento analítico. No intentó engañarme aseverando que le era de urgente necesidad ser emancipada de su homosexualidad […] agregó, por el bien de sus padres quería someterse honradamente al ensayo terapéutico, pues le pesaba mucho causarles una pena así.”13

En función de esta referencia, puede considerarse que Freud habría tomado en tratamiento a la joven homosexual, no por la presencia de un conflicto psíquico –ni por la participación de una queja y un pedido a otro, coordenadas características de la neurosis–, sino por el cumplimiento de un rasgo propio de la formulación de la regla fundamental. En “Sobre la iniciación del tratamiento” (1913), Freud había afirmado que la relativa confianza o desconfianza que el paciente tuviera respecto del tratamiento era un factor prescindible –incluso asevera que los pacientes más confiados son aquellos que abandonan la cura al primer obstáculo–, ya que el único aspecto determinante era el cumplimiento de la regla de asociación libre. Esta última es parafraseada, en la última parte del artículo, no sólo por sus condiciones de no omisión y no sistematicidad, sino como una “promesa de sinceridad”14. Por lo tanto, la honestidad de la muchacha, que confesara abiertamente que su elección amorosa no era en modo alguno conflictiva, o bien, que no padecía de ningún conflicto con un aspecto de su sexualidad, junto con el pesar que ocasionalmente estuviese produciendo en sus padres –tópico que, luego, Freud resignifica a partir de la actualización transferencial de la venganza hacia el padre– son el asidero para ensayar la prueba del tratamiento. No obstante, cabe destacar, desde un comienzo, que el ingreso de la joven homosexual al dispositivo no se circunscribe según los modos de presentación habituales de las neurosis.

La naturaleza de la mostración
Dos preguntas podrían formularse a partir de las consideraciones precedentes: a) teniendo en cuenta las repetidas ocasiones en que Freud afirma que no se trataba de una muchacha “enferma”15, que “en modo alguno era neurótica”16, “ni aportó al análisis síntoma histérico”,17 ¿qué estatuto diferencial otorgarle al desafío dirigido al padre?; b) destacando el carácter “mostrativo” de la conducta de la joven homosexual, ¿cómo especificar el tipo de acto en cuestión, o bien delimitar la diferencia entre la “perversión transitoria” de un acting out y el acto propiamente perverso?

Respecto de la primera cuestión –el desafío dirigido al padre–, el caso no presenta elementos explícitos que permitan reconducirlo al acting out típico de una histérica. Sin embargo, Freud no traza explícitamente esta distinción. Por lo tanto, cabría preguntarse: ¿qué indicios clínicos permiten diferenciar el desafío histérico de una modalidad de desafío propia de la homosexualidad femenina?

A propósito del segundo aspecto mencionado, ¿qué versión del padre es la que se pone en juego en la conducta desafiante? Dicho de otro modo, en aquello que se le muestra al padre, ¿qué es lo que se busca enseñar? Mientras que el acting out típico de la neurosis se encuentra enmarcado en una pauta general de desconocimiento –en lo fenoménico, más o menos extraño para quien lo realiza–, aquí la escena se presenta sin tales velos subjetivos. La pregunta anterior, entonces, podría formularse del modo siguiente: ¿cuál es la especificidad la mostración en la homosexualidad femenina?

La historia infantil
Es la segunda sección de “Sobre la psicogénesis…” la que propone una descripción de la historia infantil de la joven homosexual. Se afirma allí, por ejemplo, que “la comparación de los genitales de su hermano con los propios, ocurrida al comienzo del período de latencia (hacia los cinco años o algo antes), le dejó una fuerte impresión”.18 Sin embargo, Freud no consigna en qué podría haber consistido esa impresión. Para el caso, bien podría haberse tratado de cualquiera de los destinos que, años más tarde, consignaría en su trabajo sobre la feminidad. Por lo tanto, cabe desprender de este aspecto tres consideraciones: a) en primer lugar, si bien Freud afirma que la joven había atravesado sus años infantiles con la actitud normal del complejo de Edipo, no hay indicios clínicos consignados que refrenden esa afirmación teórica; b) en segundo lugar, la ecuación niño-falo, que ocupa un lugar destacado en la génesis de la homosexualidad femenina, no se encuentra fundamentada en la historia infantil, sino, como se indicará a continuación, en la pubertad; c) en tercer lugar, el papel de sexualidad en la infancia no es relevado más allá de la afirmación de que “hubo muy pocos indicios de onanismo de la primera infancia”.19 Podría consignarse como un elemento que dificulta el esclarecimiento diagnóstico el hecho de no encontrar, en el caso de la joven homosexual, una neurosis infantil ni una historia del síntoma, ni una vinculación con el ejercicio o el impacto de la sexualidad en la infancia, elementos que permitirían hablar de una neurosis adulta soportada en el modelo de un conflicto temprano.

Un segundo elemento a considerarse encuentra en la atención al modo específico en que Freud afirma la ecuación niño-falo en el caso. La “inferencia” es presentada en los términos siguientes:

Entre los trece y catorce años manifestó una predilección tierna y, a juicio de todos, exagerada por un niñito que aún no había cumplido los tres años y a quien podía ver de manera regular en un parque infantil. Tan a pecho se tomó a ese niño que de ahí nació una larga relación amistosa con los padres del pequeño. De ese hecho puede inferirse que en esa época estaba dominada por un fuerte deseo de ser madre ella misma y tener un hijo.”20 (las cursivas son nuestras)

En primer lugar, cabría interrogar no sólo qué tipo de razonamiento es el que se presupone en este pasaje conclusivo, dado que es evidente –según un postulado lógico elemental– que de un hecho no puede inferirse nada, o bien cualquier cosa, y que el vínculo deductivo (aunque éste no parece que sea el caso) es una relación entre preposiciones y no entre hechos. En segundo lugar, podría compararse el corolario de esta ilación, que redunda en la interpretación fálica del deseo de recibir un hijo del padre, con otro procedimiento inferencial utilizado por Freud, aunque ésta vez en el caso Dora:

Como las acusaciones contra el padre se repetían con fatigante monotonía, y al hacerlas ella tosía continuamente, tuve que pensar que ese síntoma podía tener un significado referido al padre.21

En esta mención puede notarse nuevamente un mecanismo inferencial, cuyo fundamento es bastante distinto del anterior. En este caso, Freud aplica un principio que ya había esclarecido en La interpretación de los sueños, i.e., la contigüidad inmediata de dos elementos indica una relación intrínseca entre ambos,22 o bien –según la expresión freudiana en el caso Dora– “una conexión interna, pero todavía oculta, se da a conocer por la contigüidad, por la vecindad temporal de las ocurrencias, exactamente como en la escritura una a y una b puestas una al lado de la otra significan que ha querido formarse con ellas la sílaba ab”23. Del análisis comparativo de esta inferencia, fundamentada claramente de un modo teórico por Freud, y la interpretación fálica del deseo de un hijo a partir del mero interés por un niño –como si eso fuera de suyo–se desprende un nuevo punto que dificulta la lectura del caso de la joven homosexual desde la perspectiva del uso que hace la neurosis del falo.

En este punto, podríamos añadir también que, dado que la muchacha había asistido al nacimiento de otro de sus hermanos cuando se encontraba en la antesala del período de latencia, y esto no produjo “influjo particular alguno sobre su desarrollo”,24 no queda claro cuál sería el motivo para insistir en el alcance del nacimiento del hermano. Nuevamente, la justificación parecería encontrarse en un procedimiento argumentativo. Freud destaca la coincidencia en el tiempo del embarazo de la madre con el interés por las mujeres, y afirma el vínculo entre ambos elementos del modo siguiente:

La trama que habré de revelar en lo que sigue no es producto de unos dones combinatorios que yo tendría; me fue sugerida por un material analítico tan digno de confianza que puedo reclamar para ella una certeza objetiva. En particular decidieron en su favor una serie de sueños imbricados, de fácil interpretación.25

No obstante, dichos sueños (y su interpretación en el curso del tratamiento) no se encuentran consignados en el artículo de Freud –a diferencia del análisis pormenorizado de los sueños que se formula en el caso Dora–.

Un tipo clínico insondable
A partir de los puntos anteriores –i.e., a) la ausencia de una neurosis infantil que pueda ser reconducida al fundamento de un padecimiento sintomático actual; b) el carácter aparentemente injustificado del procedimiento inferencial que concluye un deseo de recibir un hijo del padre en la pubertad y de la correlación en la coincidencia del embarazo de la madre con el interés por la mujeres (cuando, incluso, puede advertirse un enamoramiento por una maestra en la infancia y, por lo tanto, destacar en el mismo caso episodios que problematicen el intento de sostener férreamente la correlación mencionada); c) la falta de elaboración explícita de formaciones del inconsciente como cometido del tratamiento–, puede cernirse la dificultad para concluir sobre el tipo clínico que subyace al caso de la joven homosexual.

Podríamos, quizá, proponer la siguiente hipótesis clínica: en función de los “motivos genuinos” por los que es tomada en tratamiento, junto con el carácter “artificial” de su conducta mostrativa dirigida al padre, es posible que Freud haya considerado que, inicialmente, se tratara de la actuación en una neurosis. Esta hipótesis sólo podría sostenerse si se ofreciera, al mismo tiempo, una hipótesis en relación al motivo de la derivación con que el tratamiento concluye.

Podría postularse un primer punto de aproximación al caso de la joven de la homosexual de Freud: cuestionar la lectura de una identificación viril en la posición masculina que la muchacha actualiza con la cocotte. La noción de identificación viril denota un tipo de identificación imaginara constituida como respuesta a la pregunta qué es ser una mujer para un hombre. Desde una perspectiva freudiana, el caso paradigmático para dar cuenta de este aspecto es el de Dora, que en su relación con la señora K. se encuentra identificada con el señor K siendo la afonía un síntoma que soporta una coordenada simbólica de aparición del padecimiento. En el caso de la joven homosexual, en cambio, no puede encontrarse la presencia de un soporte imaginario de este tenor. La relación entre la muchacha y la cocotte es descrita en los siguientes términos:

Si esta muchacha bella y bien formada exhibía la alta talla del padre y, en su rostro, rasgos más marcados que los suaves de las niñas, quizás en eso puedan discernirse indicios de una virilidad somática. A un ser viril podían atribuirse también algunas de sus cualidades intelectuales, como su tajante inteligencia y la fría claridad de su pensamiento cuando no la dominaba su pasión. […] Más importante, sin duda, es que en su conducta hacia su objeto de amor había adoptado el todo el tipo masculino, vale decir, la humildad y la enorme sobreestimación sexual que es propia del varón amante, la renuncia a toda satisfacción narcisista. […] Por tanto, no sólo había elegido un objeto femenino; también había adoptado hacia él una actitud masculina.”26

Nuevamente, en una descripción comparativa con el caso de Dora, cabe destacar que la virilidad de la joven homosexual se atribuye, según Freud, a una condición somática más que a una identificación imaginaria. En segundo lugar, a propósito de su actitud hacia sus objetos amorosos, destaca que la joven amaba con las condiciones de un amor masculino. Entonces, este aspecto no debería confundirse con una identificación viril en ningún sentido. Dora, de quien Freud consideraba que estaba enamorada del señor K., no adoptó nunca una posición masculina –en los términos en que Freud la describe– para dirigirse a su objeto amoroso. Dora recibía copiosos regalos del señor K., era el objeto de numerosas atenciones, y como una forma de identificación viril podría pensarse la fantasía que enlazaba dichos acontecimientos con la vida marital que unía al señor K. con su esposa. En el seminario 8 Lacan destaca claramente que la identificación viril nada tiene que ver con la adopción de una actitud masculina.27

Ahora bien, si el “modo masculino de amar” no puede ser reconducido a la virilización de la histeria, cabría interrogar con mayor detenimiento sus condiciones como hilo conductor que pudiera servir a los fines de trazar, positivamente, una aproximación estructural. La descripción freudiana del tipo masculino del amor se expresa en los siguientes términos:

Su humillación y su tierna falta de pretensiones […] su felicidad cuando le era permitido acompañar a la dama un poquito más y besarle la mano […] su peregrinación a los lugares donde la amada había residido alguna vez…28

Asociada por Freud a un tipo de elección de objeto en el varón –estudiado en su trabajo de 1910 dedicado a la degradación de la vida amorosa–, cabría destacar no sólo el aspecto que mienta la condición del objeto, sino también la posición del sujeto. Para la joven homosexual, la pésima reputación de las amadas era un rasgo destacado, “sus primeras exaltaciones estuvieron dirigidas a mujeres que no tenían fama de una moralidad particularmente acendrada […] la pésima fama de la ‘dama’ era directamente para ella una condición de amor”.29 En relación a este último punto, es que también podría apreciarse cierta dimensión del carácter mostrativo de la joven homosexual. Antes que a la dama, sería al padre a quien se buscaría enseñar cómo amar a una mujer. La relación entre el amor puro de la muchacha y el carácter degradado de la cocotte es explicitado por Freud del siguiente modo:

…proclamaba, de esa su amada divina, que, siendo ella de origen aristocrático y viéndose llevada a su posición presente sólo por unas condiciones familiares adversas, conservaba también en esto su dignidad íntegra.30

Enseñarle al padre cómo se trata a una mujer, incluso a aquella mujer que el padre jamás consideraría. Demostrarle al padre que ahí donde él no puede apreciarlo, y advierte no más que una cocotte, en realidad puede encontrarse una dama. Este último aspecto es valioso para entrever los matices del desafío que enlaza a la muchacha con su padre. Si bien varios casos freudianos podrían ser leídos a la luz de un desquite del Otro (en el caso de Dora y el “Hombre de la ratas” las fantasías de venganza están en un primer plano), no en todos ellos este elemento tiene el mismo valor. El desafío de la joven homosexual, a diferencia del de Dora –quien, por ejemplo, se entregara al dispositivo analítico para, luego de la interpretación del segundo sueño, anunciar que no volvería–, consistió en mostrar descaradamente un modo de idealización del partenaire al que ella se sometía con devoción.

Como un último punto, cabe destacar las referencias freudianas al mecanismo que responde por la génesis de la homosexualidad. Promediando la segunda sección del artículo, Freud se pregunta lo siguiente:

¿Cómo se entiende que la muchacha, justamente por el nacimiento de un hijo tardío, cuando ella misma ya era madura y tenía fuertes deseos propios, se viera movida a volcar su ternura apasionada sobre la que alumbro a ese niño, su misma madre, y a darle expresión subrogada de esta? Según todo lo que se sabe de otros lado, se habría debido esperar lo contrario.31 (cursiva añadida)

Para atisbar el sentido de la frase subrayada podría pensarse, una vez más, en el caso Dora. El desengaño con el señor K. no hizo más que dirigirla al padre y a la denuncia de que éste querría entregarla en función su relación con la señora K. En el caso de la joven homosexual, luego del desengaño del padre, a partir del embarazo de la madre, sólo hubiese podido esperarse que recrudeciera su queja respecto del padre. Por lo tanto, podría conjeturarse que, en la mención anterior, Freud está indicando explícitamente que el mecanismo en cuestión –“dar la espalda al padre”,32 “hacerse a un lado”–33 no denota una operación típica de la neurosis. Una indicación indirecta, esta vez, también puede encontrarse en la afirmación siguiente: “Y esto no acontece sólo bajo las condiciones de la neurosis, donde estamos familiarizados con el fenómeno; parece ser lo corriente. En nuestro caso, una muchacha…”.34 El sentido adversativo entre una frase y aquella que la continúa podría considerarse ejemplar.A propósito de la terminación del tratamiento, con la sugerencia de Freud de una derivación a una analista mujer, se destaca la fundamentación siguiente:

En realidad trasfirió a mí esa radical desautorización del varón que la dominaba desde su engaño por el padre. Al encono contra el varón le resulta fácil, por lo general, cebarse en el médico. […] Interrumpí, entonces, tan pronto hube reconocido la actitud de la muchacha hacia su padre, y aconsejé que si se atribuía valor al ensayo terapéutico se lo prosiguiese con una médica.35

En este punto, no sólo cabría interrogar la dificultad de Freud para ubicarse en la transferencia en otro lugar que no sea la posición del padre. Lacan36 ya ha destacado oportunamente este aspecto. Además es relevante tomar nota de que la derivación se justifica en función de una posición reticente al dispositivo analítico. Es en función de esta indicación que Lacan pudo también afirmar que la homosexualidad femenina “balbucea37 el discurso analítico. La disputa del saber supuesto con el analista –cabe destacar que la joven homosexual rechazaba las intervenciones de Freud degradándolas al lugar de comentarios “interesantes” –38 redunda en la asunción de un saber sobre el goce. Por eso, podría conjeturarse, si Freud recomienda la continuación del tratamiento con una analista mujer, esto podría deberse a dos cuestiones: a) con una analista mujer el desafío perdería el término obligado de su mostración (el varón) y algún aspecto egodistónico de esa forma de gozar podría ser esclarecida; b) Freud habría modificado su consideración inicial acerca del caso. Si, en un primer momento, podría haber considerado que se trataba de la actuación de una histérica –ya hemos advertido, en otro apartado, el valor que se otorgaba a que no hubiera habido consumación de un acto sexual–, sobre el final de artículo pareciera que Freud se hubiese disuadido de esa impresión original. Lo que inicialmente se mostraba como un acting era luego el núcleo mismo de la transferencia. De este modo, el caso podría ser entrevisto en función de los movimientos que lleva, en la iniciación del tratamiento, la construcción de una “hipótesis diagnóstica”:39 lo que al comienzo era leído negativamente –la falta de comercio sexual, dado que “su castidad genital, si es lícito decirlo así, permanecía incólume” –40 era luego interpretado positivamente como una condición fija y excluyente de un amor puro –cuando la joven “insistía, una y otra vez, en la pureza de su amor y en su disgusto físico por el comercio sexual”–.41 La clínica freudiana se presenta, al igual que en sus otros historiales, como una lectura de los obstáculos, como un rectificación de las presentaciones inmediatas. Después de todo, ¿no era el fundador mismo del psicoanálisis, aquél que consideró que la sexualidad no es sinónimo de genitalidad, el que inicialmente creyó difícil que una muchacha pudiera gozar más que de unos pocos “besos y abrazos”?42

1 Cf. Rieder, I; Voigt, D. (2000) Sidonie Csillag, la “joven homosexual” de Freud. Buenos Aires: El cuenco de plata, 2004.
2 Este texto responde a una interlocución con Lujan Iuale y Santiago Thompson, con quienes hemos publicado Posiciones perversas en la infancia (Buenos Aires, Letra Viva, 2012), libro que inició una deriva de investigación que se plasmará en un segundo libro sobre homosexualidad femenina, cuyo título será: Sentir de otro modo. Amor, deseo y goce en la homosexualidad femenina (Letra Viva, en edición). La publicación se enmarca en un proyecto de investigación con sede en la UCES.
3 Freud, S. (1920). “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina”. En Obras Completas, Vol. XVIII. Buenos Aires, Amorrortu, 1993, p. 154.
4 Ibíd., p. 152.
5 “…el padre debía enterarse en ocasiones de sus tratos con la dama; de lo contrario perdería la satisfacción de la venganza, que era la más acuciante para ella”. (Ibíd., p.153.)
6 Freud, S. (1920). Op. Cit., p. 155.
7 Ibíd., p. 154.
8 Ibíd., p. 151.
9 Ibíd., p. 143.
10 Ibíd.
11 Ibíd.
12 Ibíd., p. 144.
13 Ibíd., p. 147.
14 Cf. Ibíd., p. 136.
15 Ibíd., p. 144.
16 Ibíd., p. 151.
17 Ibíd., p. 149.
18 Ibíd., p. 148.
19 Ibíd.
20 Ibíd., p. 149.
21 Freud, S. (1905). “Fragmento de análisis de un caso de histeria”. En Obras Completas, Vol. VII (pp. 1-108). Buenos Aires: Amorrortu, 1993, p. 42.
22 “En un psicoanálisis se aprende a reinterpretar la proximidad temporal como una trama objetiva; dos pensamientos en apariencia inconexos, que se siguen inmediatamente uno al otro, pertenecen a una unidad que ha de descubrirse, así como una a y una b que yo escribo una junto a la otra deben pronunciarse como una sílaba, ab” (Freud 1900, 257).
23 Freud, S. (1905). Op. Cit., p. 35.
24 Freud, S. (1920). Op. Cit., p. 149.
25 Ibíd.
26 Ibíd., p. 148.
27 Cf. Lacan, J. (1960-61). El seminario 8: La transferencia. Buenos Aires: Paidós, 2004, p. 281.
28 Freud, S. (1920). Op. Cit., p. 153.
29 Ibíd., p. 154.
30 Ibíd., pp. 146-147.
31 Ibíd., p. 150.
32 Ibíd., p. 151.
33 Ibíd., p. 152.
34 Ibíd., p. 159.
35 Ibíd., p. 157.
36 Cf. Lacan, J. (1964). El seminario 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 2007.
37 “La homosexual no está de ningún modo ausente de lo que le queda de goce. Lo repito, eso le torna fácil el discurso del amor. Pero es claro que eso la excluye del discurso psicoanalítico, que ella no puede más que balbucear a duras penas.” (Lacan, 1971, 18).
38 Freud, S. (1920). Op. Cit., p. 156.
39 Freud, S. (1913). ”Sobre la iniciación del tratamiento”. En Obras Completas, Vol. XII (pp. 121-144). Buenos Aires: Amorrortu, p. 126.
40 Freud, S. (1920). Op. Cit., p. 146.
41 Ibíd., p. 151.
42 Ibíd., p. 146.

Fuente: Por Luciano Lutereau "¿Cómo amar a una mujer? La “perversión” de la joven homosexual de Freud" - Imago Agenda

viernes, 30 de octubre de 2020

Adolescencia y pasaje al acto: peligro y urgencia

En la clínica con adolescentes, nos encontramos con situaciones que traen aparejadas riesgos y peligros. La pubertad es un pasaje. Si el fantasma es una respuesta al deseo del Otro, en la adolescencia, ese fantasma es a medio construir. Cuando hablamos de fantasma, hablamos de amparo, del recurso y herramientas del sujeto, que comande la incipiente formación de síntomas. Para los analistas, el síntoma es un lugar de llegada, no de partida.

La diagonal de la inhibición, del síntoma y de la angustia es propia del neurótico, tanto en Freud como en Lacan. En el seminario 10 de La angustia, vamos a encontrar aquellos nombres que hoy nos interesan: el pasaje al acto y el acting out, que nos interesan en tanto situaciones de peligro, como el suicidio.


Ahora, no todo pasaje al acto es mortal. Hay una caída fundante del sujeto en el campo del Otro. Por otro lado, tenemos la evidencia clínica de la Joven Homosexual de un pasaje al acto que, lejos de ser mortal, ajusta o mejora la posición del sujeto con respecto al deseo. Hay una lectura muy interesante acerca de esa caída como una parición, un parir del sujeto, de un sujeto que se pone más cerca del deseo.

El acting out, tan mencionado en la clínica de adolescentes, tampoco tiene siempre un tenor patológico. Estructuralmente, el acting out es un llamado al Otro para hacerlo existir, como dice Lacan en el seminario del acto. En el libro de La adolescencia normal de Mauricio Knobel ya se había empezado a corregir el desvío patológico que se hacía sobre el acting out en los adolescentes. Muchs de los fenómenos de la adolescencia son fundantes y estructurantes, aún con el riesgo que eso significa: caídas y cortes.

Hablando de cortes, estos pueden mitigar retornos imprevistos de lo real cuando se trata de la constitución de la imagen corporal, ahí donde la metáfora se ha retirado. Los cortes en el cuerpo pueden ser una manera de armar cuerpo entre lo real y lo imaginario. 

El acting out es un llamado al Otro estructural y es denominado por Lacan como transferencia salvaje. Esto no autoriza verlo como algo patológico, aunque se trate de problemas clínicos a atender. La transferencia salvaje es un llamado al padre en su función de corte de un goce incestuoso. Muchas veces tenemos que ser soportes de esa función de corte en la clínica. La clínica con adolescentes es una de la clínicas más complejas y requieren de tacto, prudencia, tiempo y paciencia.

Ahora, ¿Qué es ser soporte del corte? Se trata de un movimiento de báscula, que tiene que ver con lo imaginario y tiende a la estabilidad. Fernando Ulloa trabajó mucho el dispositivo de demora, de espera, para darle tiempo a esta dialéctica que viene con todo el empuje pulsional y la irrupción real. El analista debe soportar esa temporalidad, que tiende a ser barrida por el empuje pulsional. La demora a la que se refiere Ulloa es a la pulsión, para que ella haga su recorrido y se produzca el vacío. El resorte de ese recorrido siempre va a estar en el vacío. 

Daniel Paola, en su libro Transadolescencia, nos dice:
En la adolescencia el sujeto se topa por primera vez con la dialéctica de la propiedad del cuerpo que determina la aparición del síntoma. Ya ha dejado de ser el cuerpo objeto propiedad de otro y al librarse se topa con la afirmación de la inexistencia de la propiedad, que aunque intolerable al principio, se convierte luego en síntoma que lo borra de esa verdad.

En la adolescencia no hay una adecuada representación del cuerpo, en tanto que no se los puede contar de a uno. Los adolescentes hacen masa por esa inadecuada representación del cuerpo. 

La película turca Mustang: belleza salvaje alude, en su título, a un caballo indomable. En la película se habla de la potencia de lo joven y lo bello, pero cuando este potencial no es bien encauzado. La película trata de una familia que vive en un lugar rural, alejado de la ciudad, con pautas muy tradicionales y conservadoras de ese contexto.

La película nos muestra a cinco chicas, algunas más chicas; otras, adolescentes. Toda la primer parte de la película nos va a mostrar esa suerte de masa entre las chicas: son partes de una misma fruta que luego será desgajada. ¿De qué manera? Nos enteramos durante la trama que el padre abusa de ellas. La mirada de la cámara es la mirada de la más pequeña de ellas, que lleva el hilo de la historia y nos muestra lo que sucede en la casa.

La historia no termina bien. Los padres arreglan casamientos con los familiares de zonas cercanas; ellas no son escuchadas ni tenidas en cuenta en su deseo. El padrone dispone con violencia y abuso, con consecuencias trágicas. Una de ellas se suicida, dos se casan y las dos menores se escapan hacia la ciudad. 

Este caso podemos sumarlo a El despertar de la primavera, donde también está en juego la tragedia de púberes adolescentes. En esta última, aparece el enmascarado que viene a poner un poco de orden entre los vivos y los muertos, en los discursos cínicos suicidas, en trazar un horizonte vivificante para alguien te tambalea, vascila y tiembla ante la posibilidad de tentarse por el llamado de los muertos. El enmascarado produce un corte, casi como una figura paterna. Además, propone un horizonte, una perspectiva vivificante. 

Freud, en el simposio sobre el suicidio adolescente, dijo que en el momento donde alguien se está desasiendo de la familia, es donde mayor apoyo necesita. Esto es importante para los docentes y cualquier adulto que acompañe ese pasaje. Tiene que haber alguien que produzca un giro hacia lo vivificante, hacia el Eros y que plantée algo del orden de la confianza. En la dirección a la cura de adolescentes, sabemos que debemos instalar un lugar de confianza de secreto pautado y ordenado, pautando a los padres para que no quieran investigar, mirar ni interferir demasiado en lo que acontece. A veces, ese solo aislamiento es terapéutico. No obstante, este punto se tiene que transgredir si el paciente tiene riesgo suicida, por ejemplo llamando a los padres. Sino, el secreto pasa a ser una complicidad gozosa con esa situación.

A veces, una serie de actings o la posibilidad de un pasaje al acto implica intervenir de otra manera. ¿Cómo intervenir ante un desenlace horrendo y ominoso como el de la película? A veces llegamos tarde y somos consultados cuando esto ya se produjo y hay que trabajar sobre el saldo de esa situación.

No todo intento de suicidio tiene el propósito de quitarse la vida. Debemos separar el deseo de muerte, fantasear con la muerte, pulsión de muerte no son sinónimos. Hay muchos manuales de suicidología, lo cual le ha agradado a la psiquiatría enormemente. Hay protocolos estandarizados con señales para tratar, prevenir el suicidio. En realidad, cada caso hay que verlo en su singularidad. 

A veces, un intento de suicidio es un intento de parirse como sujeto. Recordemos que el acting out es la demanda a que el Otro haga lugar y que aloje. Nosotros estamos trabajando en una línea muy fina, donde alguien puede caer y no de una manera estructurante, sino cruel porque el Otro no aloja, no mira, ni le importa, ni le hace falta. Acá esta peligro si es que el analista no logra producir un realojamiento. Este punto jamás debe ser desestimado (ej: "No, es un llamado de atención")... ¡Fue un llamado! 

Hay dos tipos bien marcados de intentos de suicidios o de suicidios logrados. Uno es el que conocemos como vaciamiento de sentido, de que nada tiene sentido: el melancólico, el depresivo, en donde no hay manera de producir algún objeto que merezca ser duelado por el sujeto. En este estado, el paciente es bastante impenetrable a las intervenciones. Su anidamiento de la idea de fantasía de muerte continúa por mucho tiempo.

Hay suicidios por impulsión, mucho más sorpresivos y que no suelen avisar. Son suicidios por identificación que causan algún tipo de contagio. Puede darse que varios chicos decidan quitarse la vida, incluso con rituales. A veces está relacionado a adicciones. En Las Desventuras Del Joven Werther de Von Goethe, cuando salió la novela, causó una oleada de suicidios por lo que cuenta Werther. Goethe dijo 
Mientras yo me sentía aliviado y liberado por transformar la realidad en poesía, mis amigos se confundieron creyendo que había que transformar la poesía en realidad, imitar la novela y matarse. 

Lacan, sobre el suicidio, hace una reflexión:
[...] el suicidio posee una belleza horrenda que lleva a los hombres a condenarlo de forma tan terrible, y también una belleza contagiosa que da lugar a esas epidemias de suicidio de lo más reales en la experiencia.

Esta "belleza horrenda" es el goce, del que hay que salir pero no de una manera salvaje con el conocido "acotar el goce". Hay un terrorismo de ir a acotar de cualquier manera al goce, como si la función del analista fuera algo limitadora y prohibitiva. Acotar requiere de una evaluación, de una dosificación y no de una eliminación.

El analista debe ser soporte de las manifestaciones con nuestro propio deseo de analista, que se orienta a eso real que se aparece de manera disruptiva. El ordenamiento fálico tiene que ver con la producción de un vacío, de un significante. Ese vacío es el que nos permite pivotear sobre pel, que a veces tiene que ver con cuestiones creativas con cierto camino sublimatorio de la pulsión. 

Fuente: Nota redactada con las notas de la conferencia " Adolescencia: pasaje al acto. Peligro y Urgencia" Dr. Demetrio Demirdyian del 3 de octubre 2020

domingo, 23 de agosto de 2020

Problemáticas clínicas del acto

En esta ocasión, veremos las problemáticas clínicas del acto. Para ello, nos apoyaremos en Inhibición, síntoma y angustia, para luego pasar a las problemáticas del acto. Inhibición, síntoma y angustia (1926), Frud dice al comienzo:

En la descripción de fenómenos patológicos, nuestra terminología nos permite diferenciar entre síntomas e inhibiciones, pero no atribuye gran valor a ese distingo. 

Cuando Freud habla de inhibición, síntoma y angustia, Freud se refiere a fenómenos que conciernen a la clínica. Si de estos tres se trata, lo que está en juego allí es el deseo inconsciente. Cuando pensamos en el síntoma, el deseo inconsciente está allí comprometido. Fernando Ulloa decí que la única subversión que el psicoanálisis propone es la del sujeto cuando asume su deseo. Podemos decir que inhibición, síntoma y angustia aparecen ante un deseo que no se asume. La angustia es el mayor testimonio de la proximidad y la realización del deseo. Señala tanto el punto de encierro para avanzar en la dirección del deseo que causa al sujeto, como también es la señal de que se va en ese camino.

Podríamos extraer de ese texto la noción de síntoma y pensarla como una de las formaciones del inconsciente. Junto al síntoma podmos pensar en el sueño, el acto fallido, etc. y se puede aseguear que en tanto formaciones del inconsciente, se sustentan en las leyes del proceso primario: desplazamiento y condensación. En tanto formaciones del inconsciente, se sustentan en la palabra y su articulación. Por ejemplo, el relato del sueño y de lo que se habla en el síntoma. Se soporta en la palabra y en la articulación significante. De las formaciones del inconsciente se habla con el analista, por eso Freud hace su trabajo en relación al chiste para mostrar cómo funciona el inconsciente y sus leyes. Las formaciones del inconsciente siguen la lógica de las representaciones. Lo que en ellas opera es la lógica representacional: el sujeto queda representado en significantes y de manera enigmática, como vemos en el relato del sueño. El sujeto no sabe qué significa, lo mismo que en el síntoma, que se repite y hace padecer al paciente a pesar de su intención y su voluntad. El paciente lleva ese enigma a su análisis, compartiendo la ignorancia sobre eso e intentándole encontrar su sentido, que es descifrable. Acá entra la importancia de la interpretación en análisis.

La clínica psicoanalítica, ¿solamente se sustenta en las formaciones del inconsciente? ¿Es lo único que acontece en la clínica? No, no todo en la clínica aparece por la vía de la representación. Eso que no aparece por la vía de la representación, aparecen por la vía de las presentaciones. Esta última lógica es la que tiene que ver con el acto, la acción y la actuación. No es algo que se representa entre los significantes, en el discurso o en lo que se hable, sino que es algo que se presenta. Eso que se muestra se pone en escena, se hace. No todo lo que tiene que ver con el acto es problemático, aunque en esta ocasión nos centraremos en lo que sí podría serlo. 

El término que usó Freud agieren fue traducido como "actuar". En el caso Dora, Fragmento de un análisis de un caso de histeria (1905). Allí, Freud dice:
yo le recordaba al señor K., ella se vengó de mí como se vengara de él, y me abandonó, tal como se había creído engañada y abandonada por él. De tal modo, actuó {agieren} un fragmento esencial de sus recuerdos y fantasías, en lugar de reproducirlo en la cura.

En 1914, en el texto Recordar, repetir, relaborar, Freud toma nuevamente  este verbo agieren 
Si nos atenemos al signo distintivo de esta técnica respecto del tipo anterior, podemos decir que el analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúan. No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin saber, desde luego, que lo hace.

Está haciendo una distinción entre lo que es recordar, enfatizando las instancias donde el paciente no recuerda y ahí donde no recuerda, repite. Este es el carozo del asunto, que tiene consecuencias en la clínica. Hay una diferencia entre las representaciones de las que se habla (que invita a la palabra), en oposición a lo que se actúa.

El término agieren se traduce como acting-out, que es una terminología inglesa. El tema es que ha tenido una derivación peyorativa todo aquello que implique actuar: se lo ha entendido como simulación. Se lo desacredita como si fuera una actuación. La indicación clínica es que hay que lugar a estas manifestaciones, porque aunque tengan otra lógica que la del significante, esas manifestaciones están diciendo algo, tienen un sentido aunque no sepamos cuál es. Tienen una dirección y si acontenecen en el transcurso de un análisis, bien podría estar implicado el analista como aquel a quien le va dirigida esa atuación. En el caso Dora, vemos que Freud dice que actuó con él: lo abandonó como ella se sintió abandonada.

Las modalidades del orden de la representación, por ejemplo el síntoma, es interpretable. El paciente nos ofrece el relato del síntoma o el sueño, que tienen una textura de la palabra y se puede trabajar con eso al modo del decifrado o la interpretación. La pregunta inquietante del acting-out es si algo que se muestra no es interpretable, pues al darlo a ver no es algo de lo que los pacientes hablen, sino que es algo que hacen y no lo refieren como problema. Podemos decir que la relación de los pacientes con estas actuaciones es de egosintonía y al yo no le molesta. Es algo que se da ver a alguien, con lo cual invita a que este alguien se entere e interprete, pero la dificultad justamente es que eso no es interpretable. ¿Qué se hace con eso en la clínica?

El síntoma y su comaparación con el acting out. Si bien el síntoma es interpretable, éste no va dirigido a un otro. El síntoma se autosatisface, en oposición al acting out, que se dirige a un otro y no es interpretable. 

Otro par opuesto que podemos establecer es el valor enigma que podría generar el síntoma, mientras que el acting out no le genera pregunta al sujeto, aunque pueda conllevarle un padecer. El síntoma en análisis es una pregunta que se le hace al analista y se lo hace partícipe. 

Las lagunas mnémicas. Originalmente, el análisis para Freud consistía en llenar las lagunas mnémicas. Los pacientes padecían de un recuerdo omitido que debía recuperarse. El enfermarse venía por olvidar; la cura, por el recuerdo. Freud termina advirtiendo que el llenado de las lagunas mnémicas es un imposible. Si es imposible recordar todo, entonces se actúa. Lo que llamamos acting out, tiene lugar en la clínica porque la propia estructura lo promueve. La imposibilidad del recuerdo y la puesta en representación, da lugar a que advengan las presentaciones.

En todo tratamiento, es factible que las modalidades de acting-out aparezcan y para determinados sujetos, pueden predominar más estas modalidades que las de la representación. Hay sujetos que viven instalados en la modalidad de las presentaciones y esto inquieta a la familia, a la pareja y al analista que lo atiende, porque lejos de ser pacientes que se sientan y hablan, estos pacientes están siempre presentes porque están siempre en una modalidad de actuación y puesta en escena.

El pasaje al acto
Hay una modalidad de las patologías del acto que no se puede ubicar en Freud. Así como agieren es un repetir en lugar de recordar, el pasaje al acto es ubicado por la psiquiatría francesa. Aquí entran todas las conductas que podemos calificar de impulsivas. El pasaje al acto englobaba actos bruscos, violentos, que implican el atentado contra actos o sí mismo, como suicidios, delitos, agresiones. Lo que a nosotros nos preocupa es cómo poder entender esto que la psiquiatría describe con un valor de estructuración y sus coordenadas subjetivas en juego. ¿Por qué un sujeto respondería así ante determinados hechos? ¿Qué determina que a un sujeto no le quede otra alternativa más que un suicidio o una atentado contra otra persona?

Lacan incorporó el pasaje al acto al cuerpo psicoanalítico. Lacan dice que el sujeto se constituye en relacion a un Otro y esta es una de las coordenadas. Para esto, necesita que este Otro lo aloje en su deseo. Se requiere que ese Otro sea alguien castrado, para que ese infans pueda ocupar un lugar en esa falta. El infans, para devenir sujeto, debe decifrar el lugar que ocupa y a qué lugar es convocado por el Otro.

Cuando el sujeto queda confrontado a que ese Otro no lo aloja, no está en falta o no lo ubica como "su majestad el bebé" que le permita alojarse, entonces ese Otro se le transforma en alguien que lo desaloja y lo rechaza. El sujeto se queda así sin esa escena en la que él tiene un lugar garantizado. Frente a esa contingencia, el sujeto puede hacer un pasaje al acto: si el Otro no aloja al sujeto, ¿Qué lugar le queda en esta vida? Esta es la lógica de la melancolía, identificado al puro resto.

Cuando un paciente cuenta que tuvo uno o más intentos de suicidio, el analista debe preguntarse por las coordenadas en las que el sujeto se sostenía. Si eso aconteció en un momento, ¿Por qué no podría volver a acontecer nuevamente? Esto puede ser una modalidad del sujeto de habitar el campo del deseo del Otro. 

Caso "La joven Homosexual"
Es un texto de Freud de 1920. La joven homosexual era una adolescente cuyo padre la lleva a la consulta con Freud porque ella había intentado suicidarse. A los padres les preocupaba la relación que ella tenía con una mujer bastante mayor que ella, donde llamaba la atención el carácter mostrativo que tenían sus acciones. Por ejemplo, paseaban juntas del brazo por la sociedad vienesa de esa época. La familia era acomodada y esas acciones molestaban al padre, que era empresario. 

La joven no solo se paseaba con esta mujer, sino que en un momento tiene el impulso y se arroja a las vías del tren, aunque el tren no estaba pasando en ese momento. A Freud le llama la atención este tipo de acto, además del de paseare con la Cocot y se pregunta por su sentido. Freud interpreta que el acto de pasearse era una mosytración dirigida al padre. Los padres de la joven iban a tener otro hijo, entonces Freud dice que allí hay un reclamo edípico, en tanto el hombre no la eligió a ella cmo su mujer. Frente a esto, le muestra al padre cómo debe comportarse un caballero con una dama. La joven tenía conductas que la ubicaban en el lugar del caballero frente a la Cocot, dándole obsequios, siendo gentil con ella.

Ahora, ¿Por qué tuvo lugar la conducta de arrojarse a las vías del tren? En algún momento, la joven se cruza con el padre mientras se paseaba con la mujer. Él las mira con una actitud recusatoria respecto de la acción que está teniendo la joven. Ella queda anonadada por la mirada del padre, que en lugar de alojarla, la rechaza. Frente a este estado que entra esta joven, la Cocot interrumpe la relación porque no quería hacerse cargo del estado en que la joven estaba entrando. Es decir, ella también la rechaza. 

La primera parte implica la mostracióna ese Otro, que es su padre. No hay nada allí del orden del discurso. Lejos de eso, lo que hay es algo del orden de la acción y de la actuación, que Freud menciona como agieren. El padre capta que el mensaje es para él, porque lo inquieta de tal manera que lo hace consultar a Freud.

La segunda parte es una coincidencia de dos instancias: el encuentro con su padre que la rechaza y el desamparo de la mujer con quien ella se paseaba. Tanto el padre como la mujer representaban para la joven homosexual el campo del Otro. El Otro, que a al sujeto ya no alojaba. Al no poder convovar al padre ni a la Cocot en su deseo, ¿Qué sentido tiene su existencia? Ese intento de suicidio es un pasaje al acto porque es el intento de culminar con una escena que ya no la aloja.

Caso 2
Un muchacho con consumo problemático de sustancias. Él dice que tenía la habilidad de entrar a lugares donde era difícil salir de allí con vida y se jactaba que él se las ingeniaba para adquirir la sustancia que consumía, que era cocaína y que podía salir a los dos o tres días con vida tras haber estado dos o tres días en estado de inconsciencia. 

En el consultorio había una ventana detrás del analista y el paciente comenta que esa ventana le hacía acordar a un ventanal que tenía en la casa paterna y que toda la familia estaba reunida en un espacio similar al consultorio cuando él tenía 13 años. Él salía por esa ventana hacia el patio y a la vista de todos prendía un cigarrillo de marihuana y que eso no conmovía a nadie. El padre podía seguir en la reunión sin acusar recibo y se la pasaba durmiendo. 

El paciente usaba el pelo muy corto y en el cuero cabelludo tenía distintas cicatrices que él va contando e historiza. Una de ellas era muy notoria y al preguntarle el analista por ella, el paciente dice que no se acuerda. Cuenta una instancia en donde fue a hacer un reclamo a un comercio al que llegó un minuto antes del horario de cierre y que el responsable de la tienda el impidió ingresar. Esto lo altera y empieza, en un estado de violencia, los gritos llaman la atención de la gente y él termina forzando la puerta de vidrio y estalla. Frente a esto, dice que dejó el tumulto y se fue. Al terminar la sesión, él se saluda con el analista y él hace una mención sobre la cicatriz que tiene en la cabeza: si se te ocurre algo, decilo. El paciente saluda y se va. A los 20 segundos que se va, vuelve y abre repentinamente la puerta del consultorio, mira al analista y dice "Vos sos un hijo de puta", pero en tono cómplice y gracioso. El analista se lo queda mirando. 
Vos no me dejás pasar una -dice - Si se te ocurre algo avisame...
El paciente se va.

El paciente había tomado el "Si se te ocurre algo avisame" por la ocurrencia que tuvo en el comercio, donde estalló la puerta y ocurrió el revuelo. En algún momento, esto marcó el eje de la transferencia. Él alojó al analista en un lugar opuesto a lo que él decía del padre. Lejos de ser un dormido, el analista es alguien que no le deja pasar una.

¿Qué hacer en la clínica con estas modalidades que no son están dentro del circuito de la palabra, sino que valen por su valor de mostración? ¿Cómo hacer para que estas actuaciones entren en el discurso y que el sujeto confíe en la puesta en palabra por sobre la acción? ¿Cómo hacer que esas actuaciones egosintónicas logren ser relatadas en el anñalisis? Cuando de eso se empieza a hablar, allí hay una oferta para que pueda ser interpretado.

El paciente llama ese fin de semana en el medio de una pelea complicada -una de tantas- con la pareja y dice "Me dijiste que si se me ocurría algo te avisara". El tema no quedó resuelto en esta instancia, porque habían muchas de estas instancias. Lo que hay que ubicar es cómo se va abriendo cierta brecha donde empiea a generarse una puesta en discurso y el analista podría ser alguien que ocupe el lugar donde valga la pena conversar algo.

En la clínica no sirve tratar de prohibir estos movimientos o este tipo de actos, no se puede pactar que el sujeto no haga determinadas acciones porque no depende de su voluntad. El analista debe soportar estos despliegues, lo que tampoco quiere decir consentirlos ni dejarlos pasar cuando el analista advierte algo de eso. Hay que hacer un trabajo artesanal para hacerlo entrar en el  trabajo discursivo.

Finalmente, Lacan, en el Seminario X de la angustia dice que hay que ingeniársela para que el caballo empiece a dar vueltas en el picadero. esto sería que antes de pensar que antes de dormar al caballo, tiene que dar vueltas en el picadero. este es un intento de domesticar a estas manifestaciones, en el sentido de hacerlo entrar en el circuito de la palabra. Lo que está en el registro de las manifestaciones puede pensarse como algo que está en estado salvaje y no está domesticado por el significante y sus leyes.

Fuente: Conferencia de Damián López "Problemáticas Clínicas del Acto " dictada el 16 de junio en la Institución Fernando Ulloa