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miércoles, 30 de abril de 2025

Fantasma, pulsión y límite: la economía significante en juego

En el Seminario 5, Lacan nos ofrece una lectura minuciosa del texto freudiano “Un niño es pegado”, no solo para esclarecer la estructura de esa fantasía, sino también para desplegar una elaboración más amplia sobre la vida fantasmática del sujeto. ¿Cuál es el valor de lo que Freud formula allí?

Podemos situar ese texto como un punto de llegada en la interrogación freudiana sobre lo económico en el sujeto. En él, Freud logra precisar una constante en la estructura de la fantasía inconsciente, al tiempo que introduce el valor estructurante de la gramática. Esto implica que tanto la neurosis como la perversión se sostienen en un entramado significante, es decir, en una ficción. Y como toda ficción, opera como velo, como recubrimiento de lo que no puede ser plenamente simbolizado.

Desde allí, Lacan retoma la tesis según la cual el significante es la causa material del inconsciente, lo que justifica su referencia a la represión como pilar del aparato psíquico en Freud. No es casual que los textos La represión y Lo inconsciente estén no solo cronológicamente vinculados, sino también lógicamente articulados. En este marco, es necesario afirmar que la represión en Freud —leída por Lacan— es de significante: es el significante mismo lo que se reprime, y no un contenido cualquiera.

Este punto puede resultar enigmático:
¿Quién reprime? ¿Quién exige reconocimiento?
No se trata de un sujeto agente, sino de un funcionamiento estructural en el cual el significante “exige” ser reconocido. Esta exigencia no se refiere a una intención consciente, sino a la articulación misma del lenguaje, en la cual queda un resto. Ese resto es lo que se enlaza con la vida pulsional del hablante, y es lo que da lugar al fantasma como escena de repetición, como inscripción de lo que retorna desde lo no reconocido.

Es precisamente en esa articulación entre fantasma y pulsión donde la demanda se vuelve exigencia —no de un sujeto, sino del lenguaje mismo. Por eso, la fórmula de la pulsión implica una acefalía del sujeto: no hay “alguien” que desea o que exige, sino una estructura que funciona por su cuenta, una automatización del deseo.

De este modo, los ejes de esta construcción se hacen visibles:

  • Significante y exigencia: coordenadas que marcan una orientación clínica y estructural.

  • Un límite: lo no reconocible, lo no simbolizable, lo no investible.
    Este límite, que luego Lacan tematizará como litoral, es el que justifica la necesidad de la construcción en psicoanálisis, más allá de la interpretación como simple escansión o puntuación significante.

En suma, el abordaje de Lacan sobre el texto freudiano no solo restituye el valor clínico del fantasma, sino que abre una vía hacia una economía política del goce, donde el sujeto ya no es dueño ni de su deseo ni de su demanda, y donde el analista deberá orientarse por las marcas de lo imposible.

lunes, 14 de abril de 2025

El fantasma como límite y construcción en el seminario 5

En el Seminario 5, Lacan desarrolla su concepción del campo fantasmático del sujeto a partir del análisis del texto freudiano “Pegan a un niño”, cuya traducción más precisa sería “Un niño es pegado”, resaltando así su estructura gramatical y su valor significante.

Lacan destaca dos aspectos centrales en este estudio. Primero, la presencia de una constante en la fantasía inconsciente, la cual Freud logra delimitar como un elemento invariable que proporciona satisfacción al sujeto. Segundo, la relevancia de la estructura gramatical, que da cuenta del papel fundamental del significante en la economía del fantasma.

Estas dos dimensiones se integran en la economía política propia del fantasma, en la que tanto la neurosis como la perversión dependen de una trama significante que opera como velo. Este velo, a la vez que encubre, otorga coherencia a la naturaleza polimorfa de la pulsión, la cual sostiene la posición sexuada del sujeto.

El fantasma es un punto de articulación entre pulsión, deseo y demanda. Si bien en el Seminario 5 la noción de economía política aún no ha sido plenamente elaborada, Lacan ya introduce su distanciamiento de la perspectiva energética. Hablar de economía, incluso libidinal, implica reconocer la estructura del discurso y considerar la escritura como horizonte teórico.

Desde esta perspectiva, el fantasma se presenta como un problema que atañe al límite: lo no reconocible, lo simbolizable y lo susceptible de ser investido. Es esta dimensión limítrofe la que justifica su relación con la “construcción”, ya que la interpretación mediante escansión no es suficiente para dar cuenta de todo lo que el fantasma pone en juego.

domingo, 6 de junio de 2021

Diccionario de psicoanálisis: ¿Qué es el masoquismo?

Con el término masoquismo se designa la búsqueda del dolor físico o, más generalmente, del sufrimiento y de la decadencia, que puede ser conciente pero también inconciente, especialmente en el caso del masoquismo moral.

El término masoquismo proviene qel nombre de Leopold von Sacher-Masoch, escritor austríaco (1836-1895) que describió en sus novelas una actitud de sumisión masculina a la mujer amada, con búsqueda del sufrimiento y la humillación.


Para el psicoanálisis, el masoquismo constituye una de las formas en las que puede comprometerse la libido, de una manera mucho más frecuente de lo que dejaría pensarlo el número bastante reducido de masoquistas en el sentido trivial de este término, es decir, de adultos que no pueden encontrar una satisfacción sexual a menos que se les inflija un dolor determinado.

La toma en consideración de la sexualidad infantil muestra que la pulsión sexual puede adquirir corrientemente en la infancia una dimensión sádica o masoquista. El masoquismo aparece allí más precisamente como una inversión del sadismo (actividad trasformada en pasividad) y una vuelta contra la propia persona. Por otra parte, Freud destaca que originalmente el sadismo busca más bien la humillación o la dominación del otro. Es con la inversión masoquista como la sensación de dolor puede ligarse con la excitación sexual. Sólo entonces puede aparecer el objetivo sádico de infligirle dolores al otro, lo que quiere decir que en ese momento «Se goza de manera masoquista en la identificación con el objeto sufriente>>.

El masoquismo infantil cede generalmente a la represión. A partir de allí subsiste en el inconciente bajo la forma de fantasmas. Estos fantasmas pueden retornar a la conciencia, generalmente a través de una formulación trasformada. Este es el caso especialmente del fantasma «pegan a un niño», célebre porque Freud le ha dedicado uno de los artículos más importantes concernientes a la teoría psicoanalítica del fantasma.

Esta representación fantasmática -indica- es confesada con una frecuencia sorprendente en los sujetos histéricos u obsesivos que han demandado un análisis. Se ligan a ella sentimientos de placer y, con frecuencia, una satisfacción onanista eventualmente rechazada y que vuelve entonces de modo compulsivo. Freud desmonta, a partir de cuatro casos, todos femeninos, los diferentes tiempos de este fantasma. Un primer tiempo en el que el fantasma se presenta bajo la forma «el padre le pega al niño odiado por mÍ», forma que da testimonio de una rivalidad infantil primitiva. El segundo, reconstruido por el análisis, en el que es el sujeto mismo el azotado: «Soy azotado(a) por el padre>>. En esta etapa, masoquista, el hecho de ser azotado satisface la culpa edípica y permite al mismo tiempo la obtención de un placer en una modalidad regresiva.

Sólo en una tercera etapa tanto el fustigador como el niño azotado pierden toda identidad definida, lo que le permite al fantasma mantenerse conciente bajo esta nueva forma, tolerada esta vez por la censura.

Si este artículo limita el lugar del masoquismo, del que hace uno de los tiempos del fantasma, tiempo que no es más que la inversión de un fantasma sádico, un artículo posterior, El problema económico del masoquismo, que data de 1924, es decir, es posterior a la hipótesis de la pulsión de muerte, le da un alcance mucho mayor, distinguiendo un masoquismo erógeno, un masoquismo femenino y un masoquismo moral.

En lo concerniente al masoquismo erógeno, Freud retoma las tesis anteriores según las cuales hay masoquismo erógeno desde el momento en que el placer está ligado al dolor. También continúa distinguiendo el fantasma masoquista de su realización perversa.

La idea de un masoquismo femenino, por otra parte, ha sido históricamente controvertida. Si psicoanalistas como H. Deutsch la retoman y hacen de ella una condición indispensable para asumir «la función de la reproducción», muchos otros autores, entre ellos psicoanalistas, la han rechazado. Por otra parte, es interesante notar que Freud describe sobre todo este masoquismo «femenino» en hombres cuyo fantasma masoquista sería ser castrado, sufrir el coito o parir.

El masoquismo moral es el de esos sujetos que no esperan su sufrimiento de un compañero sino que se las arreglan para obtenerlo de diversas circunstancias de la vida, dando cuenta así de una especie de «sentimiento inconciente de culpa» o, si esta expresión parece demasiado paradójica, de una «necesidad inconciente de castigo». Esta forma de masoquismo se puede presentar totalmente desexualizada y manifestar así una necesidad de autodestrucción, referible en sí a la pulsión de muerte. Pero Freud indica que la necesidad de castigo, cuando se revela como deseo de ser a zotado por el padre, puede remitir al deseo de tener relaciones pasivas con él. De este modo, aun esta forma de masoquismo maninesta la intricación de las pulsiones.

Lacan se interesó en la cuestión del masoquismo. Especialmente intentó demostrar que, al hacerse objeto, al hacerse desecho, el masoquista busca provocar la angustia del Otro, un Otro que hay que situar más allá del compañero del perverso, un Otro que, en el límite, se confundiría aquí con Dios. De hecho, lo que sobre todo se puede ver es que hay una inclinación en todo sujeto hacia el masoquismo en la precisa medida en que el Otro, en el que cada uno busca el sentido de la existencia , el Otro al que le planteamos la cuestión de nuestro ser, no responde. A partir de ahí, curiosamente, es que el sujeto supone lo peor y nunca está tan seguro de existir ante los ojos del Otro como cuando sufre.

Fuente: Chemama, Roland (1996) "Diccionario de Psicoanálisis". Amorrortu editores. p- 260 - 262

lunes, 25 de mayo de 2020

La desaparición del sujeto en el fantasma



Hoy vamos a continuar con el tema del deseo y fantasma. Retomemos algunos puntos para luego ir colocando lo nuevo que toma Lacan respecto al texto Pegan a un niño. La vez pasada partimos de que el deseo, desde su aparición y su origen, se va a manifestar en ese intervalo, en esa hiancia que separa la articulación de la palabra. Es en ese intervalo, en esa hiancia, que la experiencia del deseo primero se aprehende como deseo del gran Otro, deseo materno. Y desde allí el sujeto tiene que ubicar su propio deseo. 

Entonces, el deseo, en primer lugar, es deseo del gran Otro. La presencia primitiva de ese deseo del gran Otro es el fundamento de lo que el análisis ha situado como una experiencia traumática. Recuerden que es en el seminario de El deseo y su interpretación del año '58-'59 donde Lacan dice que: El sujeto se defiende de su desamparo y, con ese medio que le brinda la experiencia imaginaria de la relación con el otro, construye algo que, a diferencia de la experiencia especular, es flexible con el otro. 

En efecto - continúa Lacan- lo que el sujeto refleja no son simplemente juegos de prestancia, no es simplemente su aparición ante el otro con el prestigio y la finta, sino que se refleja a si mismo como sujeto hablante. Por eso, lo que les designo aquí como el lugar de salida, como lugar de referencia a través del cual el deseo va a aprender a situarse, es el fantasma

Entonces, el fantasma es articulable entre el sujeto como hablante al otro imaginario, o sea que el fantasma es una estructura simbólico-imaginaria en este momento de la enseñanza de Lacan. 

La función del fantasma es dar al deseo del sujeto su nivel de acomodación de situación. Por eso el deseo humano tiene esa propiedad de estar fijado, adapatado, asociado, no a un objeto, sino siempre a un fantasma. El deseo es siempre deseo de otra cosa. En el acto de hablar, Freud nos dice que el sujeto no sabe lo que hace. El sujeto, va mucho más lejos que simplemente su palabra. Lacan toma el texto freudiano Pegan a un niño para mostrarnos mediante los pasos de esta fantasía, la estructura del fantasma.

En ese texto freudiano, Lacan ubica la representación de la fantasía "pegan a un niño", que suele aparecer en pacientes neuróticos: histeria y neurosis obsesiva. Es una frase descolgada en relación a lo trabajado en el análisis. Las primeras fantasías de este contenido, las fantasías de paliza, suelen ubicarse antes de la edad escolar. Freud, en este texto, va a hacer una construcción de esta fantasía. Este es un punto importante: para que se arme una fantasía, no debe haber sufrido maltrato durante su infancia. En relación a la fantasía, no se trata de lo que sucedió, se trata de lo que nunca sucedió. Si hubo maltrato en la infancia, no se arma este fantasma. 

Pegan a un niño es una fantasía en relación a un lugar de sometimiento y se construye en la singularidad y con los significantes de cada cura. Freud quiso averiguar más sobre estas fantasías tempranas. Las fantasías de paliza tienen una historia: se constituye finalmente al cierre del Edipo, antes de la latencia. Al cierre del Edipo se va a constituir, por un lado el fantasma: por el otro, el síntoma. Entonces, en los tiempos de constitución de esta fantasía se dan cambios en relación a quiénes son los que pegan, a quiénes son pegados y si el placer del que se trata es sádico o masoquista. Y va a describir 3 momentos de construcción de esta fantasía, que se da entre los 2 y los 4 o 5 años, al cierre del Edipo. Freud toma 3 fases, que serían así:

1) Muy tempranamente en la infancia, Freud coloca la frase "El padre pega al niño". Freud dice que quizá se trate de algún recuerdo, que la verdad no tiene importancia. Ahí él duda si pasó o no pasó. De ahí surge un modo de satisfacción sádico: el padre pega al niño. Incluso, puede ser "El padre pega al niño que yo odio".  

2) La segunda fase de la fantasía es "Yo soy azotado por el padre". Esto tiene un contenido masquista y tiene consecuencias: nunca tuvo existencia real, no es recordado para nada en el sujeto, nunca estuvo consciente y solo es construcción del análisis. 

3) La tercera frase es el texto que comunica un paciente adulto en el análisis: "Se pega a un niño". Con esto el adulto va al análisis. La persona que pega, en esta frase, nunca es el padre. La persona propia tampoco aparece en la fantasía. Se pega a un niño, una frase impersonal y la fantasía es probablemente fuente de mucha excitación, intensa y sexual, que procura satisfacción masturbatoria. 

Vamos a detenernos, siguiendo a Lacan, en este tercer tiempo y cómo es enunciado en la cura: se pega a un niño. ¿Quién pega? Se pega. Ese "se" es impersonal, es el sujeto. El sujeto es verdaderamente evasivo. Entonces, Lacan se interroga dónde está entonces el sujeto. En el "se". Es bajo ese significante que el sujeto queda suspendido, a decir de Lacan, el sujeto llegó a abolirse. Esta fantasía descubierta por Freud nos brinda la estructura del fantasma, donde el sujeto está desaparecido. 

Para ubicar la relación entre sueño y fantasma, Lacan toma la aparición de un sueño en una paciente de una psicoanalista y toma algo previo que surge en el análisis previo a la aparición del sueño. Vamos a tomar solo esos puntos, hasta la aparición del sueño y ver cómo aparece esta dimensión fantasmática.

Se trata de un paciente que previo a la entrada del consultorio, tosía. No lo podía evitar. estaba molesto porque no quería toser. Le pasaba algo que no quería y pensaba que esto tenía que ver por alguna razón, que por algo le pasaba. Un paciente que estaba en análisis durante bastante tiempo y se lo dice a la analista. La analista lo interroga por las razones y él responde que podrían ser una de esas cosas que uno hace si entrara en una habitación donde do amantes estuvieran juntos y solos. En ese momento que le dice esto, le viene un recuerdo de cuando tenía 15 años: su hermano estaba en una habitación con la novia y para que se separaran, él tosió antes de entrar. Entonces analista le pregunta por qué él tose aquí. El paciente recuerda una fantasía: encontrarse en una habitación donde no debía estar. Entonces, decidió impedir que se dieran cuenta y ladró como un perro. Pensó que esto ocultaría su presencia. La analista le pregunta por el perro. Aparece otro recuerdo: un perro que se restregaba contra la pierna de una persona, se masturbaba. En ese momento en que lo relata, tose y cuenta un sueño.

Hasta aquí el recorte, porque el sueño es para tomarlo completo y es un análisis bastante importante. Me pareció que podía transmitir con este recorte como el paciente va asociando y como van apareciendo formaciones del inconsciente. 

Entonces, atrapado en el dominio de la palabra, hacerse animal, hacerse perro, producirse ausente: ahí no hay nadie. La tos que el paciente juega en transferencia, puesta a trabajar en el análisis, hace surgir asociaciones. Hacerse perro nos anuncia al sujeto en su fantasma: en tanto que estoy en presencia de otro, yo no soy nadie. El fantasma es siempre enigmático. Interpretar el deseo es restituir aquello a lo cual el sujeto no puede acceder por si mismo. El deseo masoquista, el deseo suicida, el deseo ablativo, etc. Con el fantasma pegan a un niño, Freud nos transmite que el sujeto en el fantasma está desaparecido: hay afánisis del sujeto. Es decir, desaparición, pero no del deseo. Es el sujeto el que desaparece en el fantasma del perro que habla. 

La tos, entonces, es un mensaje y el paciente se pregunta entnces por su finalidad. Fantasma de estar donde no debía estar y ladrar como un perro para despistar a la gente. O sea, que está donde no tiene que estar. Fantasma muy frecuente en el obsesivo: estar siempre en otro lugar. 

Lacan toma de Freud el concepto de la unión de deseo y fantasma. En la carta n° 61 y 62 de 1897 nos dice Freud que la fantasía deriva de las cosas que han sido oídas y vistas, aunque no entendidas a posterioi. Son estructuras protectoras. Esto ya lo decía Freud en ese tiempo y su origen reside en las fantasías masturbatorias. Son ficciones protectoras. En la carta 63, Freud nos dice que las fantasías son predecesoras de los síntomas. Lacan segirá tomando estos puntos freudianos: deseo y fantasma son solidarios. 

El fantasma o la fantasía en la constitución de la realidad psíquica en lugar de la ficción, el fantasma en relación con la mirada y la voz, con lo visto y lo oído. Con los restos, dice Lacan, de lo visto y lo oído, la noción de fantasma como defensa. La íntima relación del fantasma con el autoerotismo, por lo tanto con la masturbación. El mismo término de ganancia de placer que trae el fantasma, Lacan lo lee también como ganancia de goce. Entonces, el fantasma tiene también otra una articulación entre el placer y el goce.

Tenemos la oportunidad en un análisis de ir atravesando los fantasmas para la construcción de la neurosis infantil. Sin la neurosis infantil, no podemos decir que haya psicoanálisis.

viernes, 17 de abril de 2020

De "Pegan a un niño" hasta la noción de fantasma


En su lección inaugural de la cátedra de semiología ligüistica del Collège de France, pronunciada en 1977, Roland Barthes dice que la lengua es fascista, no porque impida decir, sino porque obliga a decir. Lacan lo dirá de otro modo: el hombre está tomado en el lenguaje en un discurso preexistente, lo quiera o no. Capturado más allá del saber que de eso tenga.

El deseo, desde su aparición y desde su origen, se manifiesta en el intervalo, en esa hiancia que separa la articulación de la palabra. Es en ese intervalo y en esa hiancia donde se sitúa la experiencia del deseo, que primero se aprende como deseo del gran Otro, deseo materno, y es allí en su interior donde el sujeto tiene que ubicar su propio deseo. Entonces, en principio el deseo es deseo del Otro. 

Ante la presencia primitiva del gran Otro, opaco y oscuro, el sujeto está sin recursos. Está indefenso. La presencia primitiva del deseo del Otro es el fundamento de lo que el análisis ha situado como una experiencia traumática. En el seminario El Deseo y su Interpretación (1958-59) Lacan dice:
El se defiende contra ese desvalimiento, y con ese medio que la experiencia imaginaria de la relación con el otro le da, construye algo que es, a diferencia de la experiencia especular, flexible con el otro. Porque lo que el sujeto refleja, no son simplemente unos juegos de prestancia, no es su oposición al otro en el prestigio y en la finta, es él mismo como sujeto hablante, y es por esto que lo que yo les designo aquí como siendo ese lugar de salida, ese lugar de referencia por donde el deseo va a aprender a situarse, es el fantasma.
Así lo plantea Lacan. También dice:
un fantasma, […] es articulable en estos términos de referencia del sujeto como hablante al otro imaginario.
Entonces, el fantasma es una estructura simbólico imaginaria. Continuamos un poco más con Lacan.
[…] la función del fantasma como función de nivel de acomodación, de situación del deseo del sujeto como tal, y es precisamente por esto que el deseo humano tiene esa propiedad de estar fijado, de estar adaptado, de estar coaptado, no a un objeto, sino siempre esencialmente a un fantasma.
Hasta aquí en seminario El Deseo y su Interpretación. Este punto es importante, porque asociado y adaptado no a un objeto, sino a un fantasma, porque siempre la relación al Otro está mediada por un fantasma. No existe el Otro como objeto, Lacan no lo plantea así. Plantea la relación a un fantasma. El deseo es siempre deseo de otra cosa y:
[…] la situación del deseo está profundamente marcada, fijada, adherida a cierta función del lenguaje, a cierta relación del sujeto con el significante,
En el acto de hablar, Freud nos dice que el sujeto no sabe lo que hace. Dice Lacan:
El sujeto, […] va desde luego mucho más lejos que simplemente su palabra, […] su vida […] en tanto que tal, […] son acciones simbólicas ― […] están sujetas a registro […]
[…]a nivel del acto de la palabra, el código es dado por algo que no es la demanda primitiva, que es cierta relación del sujeto con esta demanda en tanto que el sujeto ha quedado marcado por sus avatares. Es eso que llamamos las formas orales, anales, y otras, de la articulación inconsciente.
O sea, por los tiempos de la pulsión.
La situación del sujeto a nivel del inconsciente, tal como Freud lo articula ― no soy yo, es Freud quien lo articula ― es que él no sabe con qué habla.
No sabe el mensaje de la respuesta que le llega a su demanda. La respuesta es un significante, es el falo, un significante privilegiado. Es el significante de la falta. El deseo es falta. Si el deseo de la madre es el falo, el niño quiere ser el falo para satisfacerla, para completarla. Ubicar la estructura del deseo y la demanda, situar la posición del deseo, solo es posible por la operatoria con el significante. Si nos referimos a la cura, situar el deseo solo es posible con la operatoria con el significante. La clave es la relación del sujeto con el significante para operar en la clínica. 

Lacan nos muestra la noción del deseo, indicando que este aparece en cierto número de relaciones, en coordenadas. Nos dice que son interesante reconocerlas, ya que al no hacerlo el pensamiento se desliza siempre, se aferra en haras mal definidas. Y esto trae inconvenientes al analista en su interpretación. 

Lacan toma el texto freudiano de "Pegan a un niño" (1919) para mostrarnos a través de los pasos de la fantasía, la estructura del fantasma. Va a tomar esta fantasía que Freud encontró en la clínica para ubicar la estructura del fantasma.

En el texto freudiano, la representación de la fantasía "pegan a un niño" suele aparecer en pacientes neuróticos: histeria o neurosis obsesiva. Es una frase descolgada en relación a lo que se está trabajando en el análisis. Dice Freud:
la fantasía es ahora la portadora de una excitación intensa, inequívocamente sexual. y como tal procura la satisfacción onanista. 
La frase descolgada es "se pega a un niño". Es imprecisa y el paciente no puede decir más nada. Solo puede decir que se pega a un niño.
La confesión de esta fantasía sólo sobreviene con titubeos; el recuerdo de su primera aparición es inseguro, una inequívoca resistencia sale al paso de su tratamiento analítico, y la vergüenza y el sentimiento de culpa quizá se movilizan con mayor vigor en este caso que a raíz de parecidas comunicaciones sobre los comienzos recordados de la vida sexual. 
Las primeras fantasías de este contenido, llamadas fantasías de paliza, suelen ubicarse antes de la edad escolar. El niño azotado, en efecto, nunca es el fantaseador. Si hubo maltrato en la infancia, no se arma este fantasma, esto plantea Freud en su texto. Dice algo así que no debieron ser pegados con maldad. 

Pegan a un niño es una fantasía en relación a un lugar de sometimiento. No es interpretable y se construye en la singularidad de cada cura. Freud quiso averiguar mucho más acerca de estas fantasías tempranas. 

Las fantasías de paliza tienen una historia que no es simple. Se constituye finalmente al cierre del Edipo, antes de la latencia. En los tiempos de constitución, se dan cambios en relación a  quién es el que pega, a quién es el o los pegados y si el placer es sádico o masoquista. Freud describe 3 momentos de la construcción de la fantasía que se da entre los 2 a los 4 o 5 años. Termina a los 5, al cierre del Edipo.
Para estudiar con mayor facilidad estas mudanzas en las fantasías de paliza, me permitiré circunscribir mis descripciones a las personas del sexo femenino, que por otra parte constituyen la mayoría en mi material.
[…] 
La primera fase de las fantasías de paliza en niñas tiene que corresponder, pues, a una época muy temprana de la infancia. En ellas hay algo que permanece asombrosamente indeterminable, como si fuera indiferente. La mezquina noticia que se recibe de las pacientes en la primera comunicación, «Pegan a un niño», parece justificada para esta fantasía. No obstante, hay otra cosa determinable con certeza, y por cierto siempre en el mismo sentido. El niño azotado, en efecto, nunca es el fantaseador; lo regular es que sea otro niño, casi siempre un hermanito, cuando lo hay. Puesto que puede tratarse de un hermano o una hermana, no es posible establecer un vínculo constante entre el sexo del fantaseador y el del azotado. Por tanto, la fantasía seguramente no es masoquista; se la Ihmiaría sádica, iicro no debe olvidarse que el niño fantaseador nunca es el que pega. En cuanto a quién es, en realidad, la persona que pega, no queda claro al comienzo. Sólo puede eumprobarse que no es otro niño, sino un adulto. Esta persona adulta indeterminada se vuelve más tarde reconocible de manera clara y unívoca como el padre (de la niñita). La primera fase de la fantasía de paliza se formula entonces acabadamente mediante el enunciado: «El padre pega al niño».*
 Niño lo coloca acá sin determinación de sexo. 
Dejo traslucir mucho del contenido que luego pescjuisaremos si digo, en lugar de ello: «El padre pega al niño que yo odio». En verdad podemos vacilar en cuanto a si ya a este grado previo de la posterior fantasía de paliza debe concedérsele el carácter de una «fantasía». Quizá se trate más bii'i) lie recuerdos de esos hechos que uno ha presenciado, de deseos que surgen a raíz de diversas ocasiones; pero estas dudas no tienen importancia alguna.

Entre esta primera fase y la siguiente se consuman grandes trasmudaciones. Es cierto que la persona que pega sigue siendo la misma, el padre, pero el niño azotado ha devenido otro; por lo regular es el niño fantaseador mismo, la fantasía se ha teñido de placer en alto grado y se ha llenado con un contenido sustantivo cuya derivación nos ocupará más adelante. Entonces, su texto es ahora: «Yo soy azotado por el padre». Tiene un indudable carácter masoquista. Esta segunda fase es, de todas, la más importante y grávida en consecuencias; pero en cierto sentido puede decirse de ella que nunca ha tenido una existencia real. En ningún caso es recordada, nunca ha llegado a devenir conciente. Se trata de una construcción del análisis, mas no por ello es menos necesaria. 
O sea que para que aparezca ahí "yo soy azotado", se trata de una construcción en el análisis. 
La tercera fase se aproxima de nuevo a la primera. Tiene el texto conocido por la comunicación de; his pacientes.
Es decir, esta versión es la que escuchamos en la clínica. 
La persona que pega nunca es la del padre; o bien se la deja indeterminada, como en la primera fase, o es investida de manera típica por un subrogante del padre (maestro). La persona propia del niño fantaseador ya no sale a la luz en la fantasía de paliza. Si se les pregunta con insistencia, las pacientes sólo exteriorizan: «Probablemente yo estoy mirando». En lugar de un solo niño azotado, casi siempre están presentes ahora muchos niños. Con abrumadora frecuencia los azotados (en las fantasías de las niñas) son varoncitos, pero ninguno de ellos resulta familiar individualmente. La situación originaria, simple y monótona, del serazotado puede experimentar las más diversas variaciones y adornos, y el azotar mismo puede ser sustituido por castigos y humillaciones de otra índole.
Vayamos ahora al punto 4. 
Si uno prosigue el análisis a través de esas épocas temprunwN ru (|uc se sitúa la fantasía de paliza y desde las cuales se la recuerda, la niña se nos aparece enredada en las excitaciones (le su complejo parental.

La niña pequeña está fijada con ternura al padre, quien inobablemente lo ha hecho todo para ganar su amor, poniendo así el germen de una actitud de odio y competencia hacia la madre, una actitud que subsiste junto a una corriente de dependencia tierna y que puede volverse cada vez más intensa y más nítidamente conciente a medida que pasen los años, o motivar una ligazón amorosa reactiva, hipertrófica, con aquella. Ahora bien, la fantasía de paliza no se anuda a la relación con la madre. Están los otros hijos, de edad apenas mayor o menor, que a uno no le gustan por toda clase de razones, pero principalmente porque debe compartir con ellos el amor de los padres, y a quienes, por eso, uno aparta de sí con toda la salvaje energía que la vida de los sentimientos posee en esos años. Si hay un hermanito menor (como en tres de mis cuatro casos), se lo desprecia además de odiarlo, y encima hay que ver cómo se atrae la cuota de ternura que los padres enceguecidos tienen siempre presta para el más pequeñito. Pronto se comprende que ser azotado, aunque no haga mucho daño, significa una destitución del amor y una humillación. ¡Tantos niños se consideran seguros en el trono que les levanta el inconmovible amor de sus padres, y basta un solo azote para arrojarlos de los cielos de su imaginaria omnipotencia! Por eso es una representación agradable que el padre azote a este niño odiado, sin que interese para nada que se haya visto que le pegaran precisamente a él. Ello quiere decir: «El padre no ama a ese otro niño, me ama sólo a mí». 
Vean como Freud la va construyendo.
Este es entonces el contenido y el significado de la fantasía de paliza en su primera fase. Es evidente que la fantasía satisface los celos del niño y que depende de su vida amorosa, pero también recibe vigoroso apoyo de sus intereses egoístas. Por eso es dudoso que se la pueda calificar de puramente «sexual»; pero tampoco nos atrevemos a llamarla «sádica».
Un poco más adelante en el texto, dice: 
Los seres humanos que llevan en su interior esa fantasía muestran una particular susceptibilidad e irritabilidad hacia personas a quienes pueden insertar en la serie paterna; es fácil que se hagan afrentar por ellas y así realicen la situación fantaseada, la de ser azotados por el padre, produciéndola en su propio perjuicio y para su sufrimiento.
Por ejemplo en un trabajo, alguien que ocupe ese lugar de autoridad. Ser afrentado por el otro, en este caso, se debe a este fantasma. Esto da una base de cómo el sujeto se relaciona con las figuras de autoridad. Esto no se queda en la infancia, sino que se pone en juego en toda relación con alguien de autoridad. 

En el punto 6, Freud hace un breve recorrido.
Resumo los resultados: la fantasía de paliza de la niña pequeña recorre tres fases; de ellas, la primera y la última se recuerdan como concientes, mientras que la intermedia permanece inconciente. Las dos concientes parecen sádicas; la intermedia —la inconciente— es de indudable naturaleza masoquista; su contenido es ser azotado por el padre, y a ella adhieren la carga libidinosa y la conciencia de culpa. En la primera y tercera fantasías, el niño azotado es siempre un otro; en la intermedia, sólo la persona propia; en la tercera —fase conciente— son, en la gran mayoría de los casos, sólo varoncitos los azotados. La persona que pega es desde el comienzo el padre; luego, alguien que hace sus veces, tomado de la serie paterna. La fantasía inconciente de la fase intermedia tuvo originariamente significado genital; surgió, por represión y regresión, del deseo incestuoso de ser amado por el padre.
O sea, quedaría entre amado y pegado.
Dentro de una conexión al parecer más laxa viene al caso el hecho de que las niñas, entre la segunda y la tercera fases, cambian de vía su sexo, fantascántlosc como varoncitos.
Llegamos hasta aquí con el texto de Freud.  Sobre este texto, Lacan va a sentar las bases para trabajar el fantasma. Lo seguiremos viendo la próxima vez.

domingo, 22 de marzo de 2020

Escrito en la piel: la pulsión táctil en la clínica


Las sensaciones táctiles son la forma más primaria de contacto que el “infans” tiene con su entorno. Antes de la mirada y la voz, la piel registra el mundo a través del contacto. En la piel queda inscripto el encuentro con el Otro Insitutuyente que con su amor, su deseo y su goce toma en sus brazos al “infans” prematuro. Pueden ser caricias, presiones, cambios de temperatura, sostén, masajes, higiene y también a veces violencia, abusos y golpes. Manipulaciones que dejan su marca, que escriben en la piel un mensaje enigmático que el sujeto porta como firma ilegible que rememora un goce. En este sentido me interesa un modo particular de “satisfacción” que observé en algunos pacientes que padecen enfermedades que se manifiestan por lesiones en la piel. Rascarse, acariciarse, tocarse, encremarse, pegarse o lastimarse, se presentan como modos paradójicos de satisfacción. Estas “manipulaciones”, pueden ser declinadas según las modalidades de la gramática pulsional como por ejemplo:

“Tocar, tocarse y hacerse tocar” o “Pegar, pegarse o hacerse pegar”. De una u otra manera, el objeto de estos tratamientos, que puede ser cualquier parte del cuerpo propio o ajeno, siempre involucra a la piel. A veces estas actividades se transforman en la principal vía de “satisfaccón” para el sujeto.

Veamos como lo tematiza Freud en uno de sus paradigmáticos historiales: “Un paciente a quien hoy tengo bajo observación resignó todos los intereses de la vida a causa del deterioro de la piel de su rostro.....Primero se ocupaba de sus comedones (nosotros decimos barritos) sin hacerse reproches, y el apretárselos le deparaba gran satisfacción, porque de ahí, como él decía, saltaba algo ...”. Es evidente, dice Freud : “que apretarse el contenido del comedón es para él un sustituto del onanismo(1).

También las caricias y manipulaciones a las que se encuentra expuesto el “infans” son un aspecto significativo de la constitución subjetiva. Como ya fue descripto por René Spitz, no es sin consecuencias que un niño sea privado de las caricias maternas o de algún Otro, que funcione como instituyente, durante el primer año de vida (2). Recuerdo una paciente que decía: “Mi mamá nunca me acarició. Cuando era chica se me lastimaban las manos; decían que era un detergente que me hacía salir manchas como piel de sapo(3).

Me voy a referir a un paciente al que llamaré Gustavo que padece Psoriasis. Es derivado por su médico y sin demasiado interés en comenzar un tratamiento. El desencadenamiento de la enfermedad se produjo en ocasión de la agonía de la madre que termina muriendo en un geriátrico convertida, según las palabras de Gustavo, en: “Piel y huesos”. “Por eso no la visité en las últimos tiempos ya que me resultaba insoportable”. “Cuando nos avisaron que murió, estábamos los tres en casa”. Se refiere a él con el padre y su hermana unos años menor. Este hombre, de 31 años, no había podido y según él no estaba demasiado interesado, en encontrarse con una mujer.

De vez en cuando hacía una cita por chat y se llevaba estudiados los guiones ya que, según decía: “No se de que hablar”. Me llamó la atención que en ningún momento manifestara la mas mínima preocupación estética por las manchas, manchitas y costras que cubrían sus manos, piernas, cuero cabelludo y, según me relató, también sus nalgas. Gustavo dice no tener fantasías y no recuerda sus sueños si es que los tiene. Sus padecimientos son, en sus palabras: “laborales”. Nunca le dan los números y siempre se encuentra una diferencia irreductible en los balances a los que su tarea de contador lo convoca “Lo mío son los números, nunca me gustaron las letras”. Las manchas siguen aumentando.

En una oportunidad, algo inesperado ocurre en una de esas citas guionadas. Una mujer lo saca del guión y consigue seducirlo de una manera singular. Le ofrece masajearlo con la crema que cotidianamente debe aplicarse en piernas, brazos y nalgas por su afección en la piel. Gustavo se erotiza, las manchas y costras disminuyen.

Empieza a soñar. ¿Cómo puede haberse erotizado una piel enferma, manchada y con costras? ¿Cómo se convirtió esa piel en una fuente de estímulos? Freud nos dice que: “si un estímulo ataca o destruye a un órgano (en este caso la piel) entonces se engendra una nueva fuente de excitación continuada y de incremento de tensión. Tal estímulo cobra, así notable semejanza con una pulsión" (4).

Neurosis de guerra, neurosis traumáticas, neurosis graves. Todas tienen en común el factor sorpresa, la imposibilidad de articular recursos para responder ante lo inesperado. En ese sentido Freud nos aporta una observación fundamental para pensar el lugar de una lesión de órgano en la estructura subjetiva. Ante estas situaciones “un simultáneo daño físico o herida contrarresta en la mayoría de los casos la producción de la neurosis(5). La lesión entonces se instala como un recurso de emergencia ante la imposibilidad de responder con inhibición, síntoma o angustia Es decir la lesión viene a frenar el impacto traumático pero de la peor manera, no como remedio sino como enfermedad.

La Psoriasis es una enfermedad autoinmune que se caracteriza por la presencia de autoanticuerpos que lesionan la propia piel. Es decir que funcionan como estímulos que atacan al mas extenso de los órganos del cuerpo: la piel. Las lesiones en la piel, que producen los autoanticuerpos, se transforman en una fuente continua de excitación y de acuerdo al posicionamiento del sujeto afectado pueden tornarse una fuente de empuje constante.

Una vez desencadenada la enfermedad, la piel se ve permanentemente excitada por dolor, picor, ardor y es objeto de buenos y malos tratos: rascarse hasta sangrar y ponerse cremas para cicatrizar. La piel es el órgano mas extenso del cuerpo y “a posteriori” de estar expuesta a esta excitación continua se transforma entonces no sólo en objeto sino también en fuente de la pulsión táctil. La piel, como objeto de esta pulsión, se comporta como una zona erógena. Esta es la sabia lectura que realiza la dama que seduce a Gustavo masajeando con cremas su piel manchada. Sus caricias logran la escisión entre tacto y toque, erotizando la piel lastimada que recupera la carga libidinal de un cuerpo erógeno. Llamo “toque” (le toucher) a la pulsión táctil para diferenciarlo del sentido biológico del tacto. Lo táctil como pulsión seria entonces fundante en la estructuración de un cuerpo erógeno.

Como casi todas las enfermedades autoinmunes, la Psoriasis se manifiesta en el tiempo mediante lo que se denomina brotes y remisiones de distinta duración e intensidad. Este hecho hace que no podamos decir nunca que un paciente está curado ya que la ausencia de sintomatología solo indica una remisión que puede en el mejor de los casos durar toda la vida. Nada nos asegura que, ante alguna situación puntual, un nuevo brote pueda resurgir “como una mancha en los días de fiesta floreciendo el rostro(6). Los “días de Fiesta”, como ironiza Lacan puede ser cualquier momento traumático que la vida no ahorra a nadie. Para nuestro paciente, por ejemplo, cada vez que se acerca el aniversario de la muerte de la madre, se llena de lesiones, costras y manchas aunque él ignore la fecha y no pueda apropiarse de este hecho como parte de su historia subjetiva. Esta forma de presentación de las enfermedades autoinmunes, mediante brotes y remisiones, no permite pensar en curación pero da también la posibilidad de poder operar allí en tiempos de remisión. Nosotros no podemos evitar que una dolencia se desencadene ya que, en la mayor parte de los casos, los pacientes llegan a la consulta con la enfermedad ya declarada. Sin embargo es posible que nos encontremos en una etapa preliminar a la cronicidad y eso, a lo mejor, nos permite incidir antes de que la respuesta de la piel se instale de manera permanente. El dispositivo analítico convoca a la producción y lectura en transferencia de formaciones del inconsciente y es también una oportunidad para que el sujeto responda con inhibición, síntoma y angustia. Esa es nuestra apuesta de analistas: poder incidir sobre la frecuencia y cronicidad. Que pueda responder el sujeto y no la piel.

Es difícil saber como se conjugaron los distintos factores de la constitución y experiencias infantiles para crear una disposición lo suficientemente lábil como para desencadenar la enfermedad autoinmune ante un momento traumático de la vida (en este caso la imagen de la madre piel y huesos antes de morir). Lo que si podemos hacer es, una vez desencadenada la enfermedad, leer “après-coup” los antecedentes que se conjugaron para llevar al desencadenamiento.

En el caso de este paciente particular no pueden ser excluida la influencia de lo que Freud llama lo constitucional ya que hay otros miembros de la familia afectados de Psoriasis. Por otra parte, es interesante señalar que, en los recuerdos infantiles del paciente, su padre médico se ocupaba de controlar obsesivamente si le habían bajado los testículos y vacunaba personalmente a sus hijos con inyecciones en las nalgas.

La piel, como todo órgano, tiene una función fisiológica al servicio de la supervivencia y como toda función no es operativa desde el comienzo y debe estructurarse de acuerdo a una lógica homeostática cuyo funcionamiento garantiza la supervivencia. En este punto las funciones de protección, humectación, secreción hormonal, barrera inmunitaria y metabolismo, son interferidas por el significante que recorta la piel en trozos que nada tienen que ver con la función biológica. Es la piel como órgano, que inaugurara un goce específico para la demanda del Otro en un tiempo en que esa demanda no puede ser interrogada. Cada vez que vuelve a aparecer la lesión conmemora un goce fijado en tiempos de la constitución subjetiva o en momentos puntuales en que el sujeto quedó petrificado frente a la demanda del Otro. La función intrusiva del Otro queda allí denunciada en este goce parasitario que expresa el rascado y sangrado de las lesiones y se repite ante cada aniversario. Esos “trozos de piel” están escindidos no solamente del cuerpo erógeno sino tambien del organismo (7).

Gustavo se refiere al “dolor en los cachetes” (nalgas) para expresar la perturbación que las manipulaciones paternas le producían. Es también su construcción fantasmática en análisis. “Ser inyectado, manipulado o pegado por su padre-médico”. En el Seminario 4 de las relaciones de objeto Lacan desglosa detalladamente el paradigmático artículo de Freud de 1919 “Pegan a un niño(8). Señala que en el tercer tiempo, lo que queda es “una desubjetivación radical de toda la estructura, en la cual el sujeto esta reducido únicamente al estado de espectador o tan sólo de ojo” (9). Tomando la construcción de mi paciente ¿se trataría, de un ojo o de un trozo de piel? Podríamos pensar allí que el sujeto queda reducido a no ser, en este punto, más que piel y sensación táctil.

Un trozo de piel erotizada que funciona como pantalla. Es decir aquí se torna la pulsión táctil un andamiaje apropiado para pensar esta peculiar manera de mostrarse del sujeto. Lacan concluye que lo que aquí se indica en ese tiempo fantasmático es: el sentido de una relación estructurante fundamental de la historia del sujeto. Historia en la que esta incluido, pero bajo la forma de un puro signo (9). Nada más preciso para definir una lesión de órgano (en este caso una lesión en la piel) como signo del sujeto no representado por un significante sino indicado por un signo. Es interesante señalar que la revisación médica implica por técnica y procedimiento una determinada manipulación del cuerpo del niño. ¿Cual es el efecto de que esta manipulación sea llevada a cabo por un padre-medico? Como señala Spitz y vemos en nuestros pacientes la falta de contacto táctil, de caricias y sostén puede ser dramática pero también lo es el exceso en el punto en que se torna abuso. De allí la importancia crucial, en determinados momentos y contextos, la vigencia del tabú de contacto para la estructuración del sujeto. El tabú de contacto también toma su valor en el dispositivo analítico y habilita al paciente a “hacerse acariciar”, en la escena de la vida.

La brillante intervención de la dama que seduce a Gustavo erotiza la piel herida con “su masaje, su toque”. Lejos del sentido orgánico del tacto. El “toque” opera como una varita mágica; libidiniza la piel y en ese mismo acto revierte los efectos de la lesión de órgano en tanto abre al sujeto a experimentar otros goces.

Referencias
Freud , Sigmund : Lo Inconsciente ( 1915). Ed Amorrortu en : Sigmund Freud . Obras completas . Vol XIV.
Spitz , René A. : El primer año de vida del niño ( 1965) ed FCE, Mexico.
Peusner , Irma CW. de : “ Soy un crucigrama” ( 1993) Biblioteca de la Escuela Freudiana de Buenos Aires.
Freud , Sigmund : La represión ( 1915). Ed Amorrortu en : Sigmund Freud . Obras completas . Vol XIV Freud , 5- Sigmund : Mas allá del principio del placer (1920). Ed Amorrortu en : Sigmund Freud . Obras completas. Vol XVIII.
Lacan , Jacques : La dirección de la cura y los principios de su poder ( 1958) en Escritos 2 . ed Siglo veintiuno editores , SA ( 1975) . La cita textual es “ pues es en la superficie donde se ve como un herpes en los días de fiesta floreciendo el rostro”.
Peusner , Irma CW. de : (2001) La perplejidad orgánica ( Del laboratorio al dispositivo analítico) Trabajo presentado en la Reunión Lacanoamericana de Recife, Brasil, agosto 2001.
Freud , Sigmund : “Pegan a un niño”. Contribución al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales. (1919). Ed Amorrortu en : Sigmund Freud . Obras completas. Vol XVII. Lacan , Jacques : ( 1959) Seminario IV : La relacion de objeto. Éditions du Seuil , Paris.

Fuente: Irma CW. de Peusner "Escrito en la piel: la pulsión táctil en la clínica" REUNIÃO LACANOAMERICANA DE PSICANÁLISE DE BRASÍLIA 2011.

martes, 16 de abril de 2019

¿Cómo ejercer la función del analista? Construcción del fantasma en el análisis" (2)



Línea de tiempo en la obra freudiana para construir qué es el fantasma:

1893 - El proyecto… Lo podemos ubicar como el primer texto freudiano. Freud inaugura la idea de un aparato psíquico, qué partes tiene. 
1894 - Las neuropsicosis de defensa. Freud agrega que el aparato psíquico es un aparato defensivo. Esto es algo que hay tener muy en claro. El paciente, que quiere y trae su verdad, tiene un aparato psíquico que se le interpone. Hace resistencia a hablar de lo que después va a hablar sobre el ombligo del sueño, la castración, etc. 
1896 - Nuevas aportaciones a las neuropsicosis de defensa. Freud dice que lo que enferma es el reproche por una situación sexual vivida en un momento presexual. Ya se le está viniendo la idea de la sexualidad, pero todavía no tiene la envergadura que va a tener después. Freud agrega la idea de un trauma y una situación previa, donde lo que enferma es el reproche. El reproche será esencial cuando años después trabaje el sentimiento inconsciente de culpa, eso con lo que nos la vemos todo el tiempo. El análisis de niños va mucho más rápido. Los adultos tardamos mucho más en inscribir la castración por el sentimiento inconsciente de culpa. 
1897 - Cartas a Fliess. “Mis histéricas me engañan”. Es un giro copernicano en Freud, allí donde 4 años después él se da cuenta que sus pacientes lo estaban engañando. Tomado desde Lacan, diríamos que se trata de una versión imaginaria. Freud se da cuenta que hay una estructura, guiones típicos y en números limitados. Este concepto de guión es muy importante, ni llegamos al 1900 y Freud ya está hablando de guiones. En las psicosis el fantasma no está disponible para el sujeto, pero estos guiones están. Se trata de escenas aterradoras. 
El fantasma oscila y bascula entre fálico y castrado.
1900 - La interpretación de los sueños. El aparato psíquico como una cámara. Esto es lo que 23 años va a decir Freud después, de que el yo es una proyección de una superficie corporal. Una cámara fotográfica registra un instante. Se trata de una imagen creada, pero que no es fiel al original. Tiene rasgos que incluyen el deseo del sujeto, la vivencia de satisfacción, la búsqueda del objeto perdido… 
1905 - Tres ensayos… Habla de 3 escenas prototípicas u originarias. 1) Fantasía de seducción. 2) castración. 3) Coito entre los padres. En estas 3 escenas, hay algo en común: 
  • Un perpetrador, que puede ser el padre de la fantasía de seducción. Es un personaje que fuerza al otro. El agente de la castración, en Lacan, es el padre real, que está fuera de la palabra y está en el orden de lo horroroso, aunque la castración sea simbólica. 
  • La víctima. Es el que padece el coito, la seducción o la castración.
  • En el medio está algo que Freud no había visto. Se trata de alguien que está mirando.
Esta tercera posición que mira es lo que tradicionalmente no vemos en la clínica. Hay un Otro que está mirando y que no hace nada en la escena, más que gozar.

En 1905 Freud construye la base para hablar del fantasma a través de las fantasías primordiales. En este texto empieza especialmente la sexualidad infantil, el niño como perverso polimorfo.

1908 - Fantasías histéricas y su relación con la sexualidad. Si dijimos que en 1905 Freud incluye a la sexualidad infantil perversa polimorfa ¿cómo llegamos a pulsiones y sus destinos, cómo lo construyó? Recordemos la escena que Freud describe en este texto: la histérica que con una mano se saca la ropa y con la otra se separa del padre. Freud dice que ella, con una mano es el padre y con la otra mano es ella. El que sufre, tiene 2 brazos: en el caso de la histeria, una parte es masculina y en la otra es femenina. El aparato psíquico obedece a la bisexualidad. Hasta ese momento, todos los historiales clínicos no tienen analizada a la mamá.

En la teoría, la bisexualidad tiene una consecuencia en la teoría: tenemos un repertorio de identificaciones. El paciente no se identifica solamente con el que ama, sino también con el que odia. Y el complejo de Edipo, que era simétrico (mor por un progenitor y odio por el otro), pasa a estar entretejido.

1910 - Perturbaciones psicógenas de la visión… Dice que el cuerpo es gozante. Todo eso que antes hablaba de la conversión y las neuropsicosis de defensa, donde se separaban la representación del afecto y se inerva la zona somática. Todo eso aparece ahí en el ojo.

1915 - Pulsiones y sus destinos. Las versiones gramaticales de la pulsión, que responde a conjugaciones gramaticales. La voz activa, la voz pasiva y la vuelta sobre si mismo.

1919 - Pegan a un niño. Freud introduce el masoquismo en la clínica, aunque recién en 1924 va a escribir El problema económico del masoquismo y definitivamente ahí justifica por qué su concepto de sadismo primario cae. Hasta este momento, estamos en una primera teoría que es la del sadismo que vuelve hacia el interior y por eso el concepto de autorreproche, donde el sujeto se culpa. En este texto, los pacientes de Freud 

Tiene 3 ejes: 
1) Mi padre pega a un niño (odiado por mí, agrega). 
2) Yo soy pegado por mi padre (inconsciente, la versión edípica). 
3) Un niño es pegado.

Sobre la base de estos textos podemos construir el concepto de fantasma. Si hablamos bien sencillo, podemos decir que el fantasma son las anteojeras con las que el sujeto ve al mundo. 

Ubiquemos en el aparato psíquico todo lo que vimos: 

El complejo de Edipo está en el inconsciente, aunque está medio forzado porque en él también se lee lo pulsional. Todo lo simbólico es inconsciente.

La pulsión está en el ello. El fantasma, como construcción gramatical de la pulsión, va en el ello, porque el ello es el reservorio de las pulsiones.

La representación cosa está en el inconsciente; la representación palabra, en el pcc.

El superyó, por el lado del ideal del yo (inc, porque es donde se disuelve en complejo de Edipo) tiene una parte ligada a él, pero la energía psíquica según Freud en “El yo y el ello” de 1923 dice que la energía del superyó la saca del ello.

Caso clínico (inventado)
Participante: Un paciente se angustia porque no puede tomar decisiones. Dice que todas las decisiones que recuerdan fueran tomadas por su madre. Describe a una madre controladora, muy miedosa, siempre atrás de los hijos. Contarle y consultarle a la madre el movimiento que va a hacer lo tranquiliza, pero lo inhibe al mismo tiempo. Él no puede conseguir trabajo, quiere esperar a ver si aparece algo bueno, pero al tener que compartir esta decisión con la madre, agarra cualquier trabajo. Luego él no puede sostenerlo. Se trata de trabajos temporales, porque la relación con los jefes se le complica si es a largo trabajo. 
Violainte: ¿Qué rasgo tiene el jefe y cuál es la escena donde él se va? ¿La voz…?
Participante:
Violaine: Tomemos la faz simbólica, que es un hijo muy atado a la madre. En el relato, simbólicamente lo vemos en muchas palabras con el “con”: consultar, contar, control… El sujeto, en la medida que se descuenta de eso, se pierde esa cadena. El inconsciente es un enjambre de representaciones relacionadas entre sí. Desde lo simbólico, si uno toma solo el significante, todo es con la madre. Si uno ahí empieza a poner en juego solo el sonido, tal vez abra la pregunta de qué modo estar junto a alguien que no sea “con”. La madre funciona como uno con ese hijo y el hijo tiene alguna duda al respeto, pero cuando suelta el trabajo se hace uno con la madre. ¿Qué función falta ahí? La separación, que da base para que después pueda actuar el padre. Alienación-separación en Freud es el fort-da. Esto implica que ese primer momento en que él se arroja al vacío, recuerden que el niño arroja el carretel hacia adentro de la cuna. No está él dentro y lo arroja hacia afuera, él ya está afuera. La constitución del fort-da, en la clínica todas las inhibiciones que tengan que ver con el ir y venir, tienen que constituir un fort-da, que es lo que constituye la estructura en términos individuales. 

Pero en el caso, ¿cuál es el rasgo que lo atrae? Hay algo ahí de torcer la ley, ese rasgo de ese jeje, que lo fuerza a torcer la ley y complicar al tercero. Esto no da la pista del fantasma. Necesitamos llegar al rasgo unario, que se consigue preguntando más, qué le molestó, cómo fue esa escena. En el fantasma, está la persona que le hace torcer la ley; el sujeto, que es el que padece y no hay fort-da en lo laboral. Hay un tercero, que es al que él tiene que defender. 

Pregunta: ¿Cuál es el valor del texto Pegan a un niño para la clínica?
V: No hay que dejarse engañar por el “pegan”. En realidad lo trabajamos cuando tomamos las versiones gramaticales de la pulsión. Si tomamos este caso de hoy pero más trabajado desde las pulsiones, vamos a ver si por ejemplo estamos en el orden de la voz (me grita), lo anal (me quiere cagar), uno escucha la pulsión. Si uno puede tomar eso, por ejemplo el objeto a voz, tendríamos:

  • Uno que ensordece.
  • Uno que se le hace intolerante escuchar.
  • Uno que está ahí y que funciona siendo testigo de la escena.
Si nosotros trabajamos esto y en esa primera entrevista bajamos la voz, por ejemplo, podríamos hacer sesiones cortas si es que él no tolera la voz de su madre. Nosotros somos un gran Otro que se tiene que abstener, porque el Otro de su fantasma no se abstiene. Nosotros tenemos que ver dónde está el goce y abstenernos de eso. Nosotros entonces, en el caso, hablaríamos más bajo, o quizá necesitemos intervenciones del orden de la explicación. Lo que ustedes vean en el fantasma, tienen que hacer el inverso en la primer entrevista. 

Tomemos el caso del hombre de las ratas, tercera sesión, donde él cuenta una situación donde dice que Freud seguramente se horrorizará. Le relata y Freud le dice “Yo no soy el Capitán”. Esa es la llave, Freud se sitúa inmediatamente a la inversa, saliéndose de la crueldad. Hay que preguntarse qué necesita esa estructura para ponerse a fluir, a desarrollar. Si es “con”, en el caso que inventamos, entonces vamos a probar “sin”. ¿Qué le parece si en vez de venir todas las semanas, viene cada 15 días? A mi me ha pasado de tener una paciente que se ofrecía y decía “Yo quiero tener mi análisis y venir todas las semanas”. Había algo muy gozoso con ser analizada y yo le dije que viniera cada 15 días y en el medio, que se dedicara a hacer algo más. Yo creo que esa intervención valió mucho más que todo lo que se habló. Ella hace un click en acto, y las intervenciones del orden del acto apuntan al ello y a sus goces. La interpretación y el desciframiento, en cambio, va hacia el inconsciente. Y esto es solo es posible si el paciente está al resguardo de que uno no va a gozar en el lugar donde él viene a denunciar que padece. 

  • Pídanle a los pacientes que les describan milimétricamente las escenas. Ustedes necesitan ver con ellos, el parabrisas por el cual ellos están viendo. Sino rápidamente nos toma a nosotros la teoría.
  • Buscar el objeto a en los casos: cómo lo mira, si lo cagan, lo escupen… Las variantes del objeto de la pulsión. 
  • Hay que tener cuidado con las interpretaciones que los pacientes hacen de sí mismos. Hay que ir a los hechos, a las palabras que se repiten, las palabras en común. Esos son los elementos en los que se está fijando fantasmáticamente. 
  • ¿Cuáles son los pasos previos para que a un neurótico le vascile el fantasma? Por ejemplo, pasa con los intentos de suicidio. Hay que saber cómo llegó al intento de suicidio, pero sobretodo cómo se levantó. ¿Qué lo organizó? Hay un trabajo que hacemos los analistas, a nivel simbólico e inconsciente, que es ligar una cosa con la otra. Pero también hay otra parte que es leer lo real, que es la pulsión. 

jueves, 7 de marzo de 2019

Masoquismo y repetición: los mayores obstáculos de la cura.


Fuente: conferencia dictada por Miriam Bercovich, el 11/01/2018, en Institución Fernando Ulloa.

Hoy Freud no es sin Lacan. Nadie puede tener una lectura ingenua de Freud, porque él está profundamente atravesado por la lectura que nosotros hacemos: una lectura con las trazas que hizo Lacan. Para pensar el masoquismo, nos vamos a centrar en 2 textos:
  • Pegan a un niño (1919).
  • El problema económico del masoquismo (1924).
Son 2 textos complejos y ustedes se van a dar cuenta que Freud es más difícil que Lacan. En estos textos, se nota que Freud está fundando. Freud vivió en época donde lo suyo era absolutamente revolucionario. En una charla en la sociedad de filosofía vienesa, le dicen que si va a hablar de temas escabrosas, que haga un intervalo para que las damas tengan tiempo de retirarse del salón. Ahí araba Freud.

Lacan nos devuelve a Freud en La Dirección a la Cura. Él habla de los post-freudianos y de sus desviaciones. Nosotros creemos que los postfreudianos son unos ingleses que se apartaron del camino, pero si uno lee La Dirección a la Cura ubica que se dirige a nosotros. Nosotros tenemos las desviaciones de los postfreudianos: deslizamos a la psicología, a la pedagogía. El problema no es deslizar, sino estar atentos a esos deslices, poder leerlos y ubicarlos.

Lacan simplifica la obra de Freud: es una simplificación como la de las divisiones que hacíamos en la escuela. Hay un placer en eso, en extraer la letra de una maraña. Lacan hace algo de esto y un análisis también. Recibimos un paciente, no entendemos nada, le pasan millones de cosas, nos cuesta orientarnos. Si nos trae sueños, tenemos la presión de decir algo de eso y de alguna manera el análisis empieza a hacer la misma operatoria: simplifica. En esa repetición significante, vamos tachando hasta extraer ese elemento central que gobierna la repetición. 

Por otro lado, en psicoanálisis las cosas son dobles. Por ejemplo, está la repetición que hace que tropecemos con la misma piedra, nos enamoremos del mismo tarado o la misma bruja… Pero también hay repeticiones de estructura. Siempre hay una doble cuestión donde los términos son, por un lado psicopatológicos y por otro lado son estructurantes. El masoquismo es masoquismo primario, erógeno y constitutivo y tiene que ver con esa instancia en que el sujeto está ofrecido al Otro porque es así como viene al mundo. Entonces vamos a ver que de alguna manera padecemos de algo que a su vez nos estructura. Nuestro padecimiento aporta también el elemento estructurante del aparato psíquico, por hablar en términos freudianos.

Para hablar de repetición, nos centraremos en:

  • Recuerdo, repetición y elaboración. (1914), un texto sumamente clínico, precioso. Ahí Freud da indicaciones muy valiosas respecto a la clínica.
  • Más allá del principio del placer. Es un tratado sobre la repetición. Acá Freud se encuentra con esta dimensión de la repetición tan tremenda en la clínica, que es el paciente que repite aquello que tiene que ver con su padecimiento. 
La reacción terapéutica negativa, dice Freud, tiene que ver con la repetición. Es un momento en el cual el paciente no tolera y hay algo en él que se resiste a dar ese salto, a realizar ese acto y retrocede de una manera furibunda y empeora. Son los casos en que vamos a la supervisión porque el paciente empeoró mal.

Yo les decía que hay algo estructural en el masoquismo, en el estar ofrecido al Otro, en la pasividad. Entramos a la estructura tomados por el lenguaje, que está vehiculizado libidinalmente. No se trata del lenguaje de una computadora, porque cuando nosotros hablamos de operaciones, identificación, ingreso a la estructura, son operaciones libidinales. Lacan pone un montón de fórmulas y a veces eso nos hace olvidar que siempre se trata de movimientos libidinales. Entonces, ingresamos a la estructura justamente en ese ingreso a la lengua, que es posibilitado porque hay un Otro que libidinalmente no puede dejar de ofrecer de esa manera el lenguaje. 

Estamos hechos de palabras y de alguna manera la palabra nos habita y no constituye. Por eso el psicoanálisis está hecho de palabras: si la palabra nos constituye para desarmar algunas cosas, entonces, la palabra. La particularidad de lo humano es su exilio respecto a la naturaleza. No tenemos nada que ver con la naturaleza, mal que nos pese. Somos algo así como una violencia contra la naturaleza. El planeta es una prueba de eso. Lo humano no se integra a lo natural, tampoco estamos habitados por el instinto, que es un saber inmediato del objeto. El conejo no vacila en dirigirse a la coneja o en elegir su alimento. El sujeto humano, en ese sentido, es errático. Perdió el instinto y en su lugar está habitado por un deseo, un deseo sujetado a la palabra. Perdió el objeto de satisfacción, con lo cual, el objeto va a ser señuelo, errático, sustituible. Uno puede querer comprar una cosa y termina comprando otra. Ese es el objeto de la pulsión, absolutamente errático. Ahora, esta errancia nos deja sin brújula, por eso la ética. 

Ningún animal necesita la ética para orientarse respecto del lazo al otro. Este exilio del saber natural respecto del objeto nos pone en el camino de la ético. Para el psicoanálisis, es la ética del deseo. No se trata de la ética de hacer lo que a uno se le canta, sino que justamente lo contrario. Un deseo sin ley es goce y un goce sin ley es muerte. Por lo menos, implica mortificar bastante la vida. 

Estamos hechos de palabras y repeticiones. Voy a tomar un caso clínico para tomar el tema de la repetición y la palabra. Yo tenía una paciente que la madre le decía “Vos llegás tarde a todos lados”. Ella llegaba tarde a todos lados en cuanto al horario, pero también “Te ponés a estudiar inglés cuando ya deberías saber inglés”, “Te metés en la universidad cuando deberías estar recibida”, “Empezás a ponerte de novia cuando ya es hora de que tengas un hijo”. Una madre que decía eso y la paciente sentía que era tarde para ella y que efectivamente se iba a quedar fuera de todo. Tiene una historia con un señor y queda embarazada. El señor le dice que no quiere tener un hijo. Ella lo sabía, pero como ella estaba en los límites de la posibilidad de la maternidad, decide avanzar con el embarazo y tiene una niña. Todo estaba bien, la función paterna de esa niña estaba ocupada: tíos, abuelos. La función estaba asegurada. Ella se había ido al interior a tener a su hija y 3 años después vuelven. la niña, fruto de una historia de amor para la mamá era heredera de un pequeño latifundio ligado a la soja, una princesa. Un día la madre de la paciente le dice “No puede ser, le tenés que hacer un juicio de paternidad”. Ella obedece y gana el juicio, de manera que esta niña, que era la princesa y primera nieta de ese clan familiar, a los 4 años la nena cambia el apellido y le preguntaba a la mamá por qué el papá no la quería. El papá depositaba la cuota alimentaria que era extraída de su sueldo por el juzgado, pero no quería saber nada de la niña. 

Ahí pueden ver cómo la palabra determina la subjetividad. De princesa absoluta pasa a ser una pequeña histérica que se pregunta por qué el padre no la quiere. La palabra talla de tal manera que depende de cómo nombramos y constituímos al otro. Por eso el psicoanálisis, en ese sentido, tiene eficacia. A su vez, acá podemos ubicar el orden de la repetición. Esta paciente de alguna manera no podía dejar de estar identificada a las palabras que la madre le decía: vos llegás tarde a todo. Probablemente ese embarazo fue un apresuramiento, porque tenía miedo a llegar tarde a todo, y a su vez queda atrapada en esos decires del Otro, que determinan la tercera generación. Freud decía que el sujeto es al menos 3 generaciones. Por eso, es muy importante indagar la vida de los abuelos. No por una razón biográfica, sino porque las marcas edípicas de los padres alcanzan a los hijos. Las marcas edípicas que tocan a esta paciente alcanzan a su hija. Por eso el análisis también protege a los hijos.

¿Qué repetimos? Hay una frase muy enigmática de Lacan, que dice “repetimos la diferencia”. Freud dice que repetimos cuando no podemos recordar. Recuerdo, repetición y elaboración dice que no podemos recordar porque el monto pulsional en juego es muy alto, entonces la represión lo rechaza. Pero algo rechazado en la consciencia tiene una vida muy activa, entonces aquello no recordado es repetido. Freud nos dice que el paciente no sabe y por no recordar, lo repite en la transferencia. Fíjense que valiosa es la transferencia como un ámbito de la repetición. Freud les decía a los pacientes que no hicieran nada, que fueran a verlo y hablen. Él apuesta a la palabra. Por otro lado, inhibe a los sujetos de hacer. Él tiene un modelo hidráulico, como si uno le cortara todas las salidas al agua y le diera solo un canal, la palabra. 

El sujeto, de alguna manera, empieza a reproducir esa neurosis de transferencia, que no es tal sino pura neurosis, porque se ataca con todo el mundo fuera del análisis y se ataca de la misma manera con el analista. En general, tenemos un problema y muchas variaciones sobre ese mismo problema. Es un rollo y variaciones sobre ese mismo rollo, no es que tenemos miles de problemas. Es cierto que al principio parece que son muchos, pero un análisis, simplifica y va extrayendo cuál es la cifra que repite. Y esa cifra que repite siempre tiene que ver con la trama edípica. El sujeto repite en transferencia y con el analista empieza a sucederle cosas que antes le sucedía con todo el mundo afuera del análisis. Cuando el análisis entra en ese punto, deja de ser el relato de lo que le pasa con Fulanito, para ser la experiencia misma con el analista, de la neurosis que atraviesa el paciente. Por eso el análisis no es una experiencia intelectual, sino una experiencia existencial. A uno le pasa con el analista en ese transferir allí, en ese actuar cuando no recuerda. El analista intentará hacer una lectura de esa repetición. Esta es la repetición de la psicopatología, repetir siempre lo mismo.

La repetición de la diferencia. Se trata de la repetición en términos constitutivos. Entre el placer buscado y el placer encontrado hay una diferencia, porque perdimos el objeto de satisfacción. Esto es porque no tenemos instinto, porque el objeto es parcial, porque es sustituible y porque la satisfacción también es parcial. Entonces, con cada satisfacción lo que ubicamos es la diferencia respecto a lo que hubiera sido esa satisfacción total. Pero también es complejo, porque de hallar una satisfacción total, nos moriríamos de angustia. Estaríamos ante la experiencia de “falta la falta”. El deseo es deseo de nada, de renovar esa nada que me permite ir pasando de objeto en objeto. Incluso el hijo es un objeto parcial, para bien de la madre que puede seguir con su vida y para el bien del hijo, que también pueda seguir con su vida. Hay momentos de la vida que el objeto se erige como total y nos amenaza con una suspensión de la deriva deseante. Esa es la angustia de que falte la falta, la angustia clásica. “Quería casarme, pero el día anterior quería irme”, “Quería recibirme, pero me encerré en el baño y lloré sin saber por qué”. Ese logro, que por supuesto caerá, por momentos amenaza. El deseo es deseo de nada y lo que se repite es la diferencia radical entre la satisfacción total (que es una construcción fantasmática porque como tal no existe) y la satisfacción obtenida que tiene una diferencia respecto a esa supuesta. De ahí la famosa “se repite la diferencia”, que en la dimensión estructural es lo mejor que nos puede pasar. En la dimensión del padecimiento, repetimos en ese lugar donde nos equivocamos, porque no hay algo que terminamos de vaciar allí, de recordar, de tramitar.

La repetición también tiene algunas características en la clínica que son interesantes, porque en esa neurosis de transferencia, el paciente le transfiere al analista sus figuras parentales y reedita algo de su neurosis. 

Casos clínico.
Una paciente mayor de 50 años recuerda al padre y dice que él nunca le enseñó a manejar. Toda la sesión evocando cómo no le enseñó a manejar, pero cómo si le enseñó a sus hermanos varones y a algunos primos. Ella ya estaba grande, le daba miedo, hacía algunos intentos y no le había ido bien. Habitualmente yo a los pacientes les doy la llave para no subir y bajar todo el tiempo y si el paciente de abajo ya está, le pasa la llave. Termina la sesión y yo agarro las llaves de mi auto, que estaban al lado de las llaves de la puerta y se las di. Ella bajó y después volvió para decirme que eran las llaves de mi auto. Es interesante, porque esa repetición tiene que ver con depositar el objeto del lado del analista. Uno podría preguntar, ¿Fue un fallido y yo me angustié con ella y quiero consolarla de alguna manera? A mi me sorprende porque no fue calculado y creo que esas intervenciones tienen que ver con algo que depositado del lado del analista, hace que el analista de repente tenga intervenciones que leídas en otro lugar... Recordemos que el analista es al menos 2, el que está con el paciente y no sabe y es necesario que no sepa. Es necesario su atención flotante, que se olvide de la teoría. Un analista no puede escuchar buscando una histérica o a un neurótico obsesivo. También debe suspender su ideología, sus valores. Incluso, Freud decía que había que suspender el saber acumulado sobre el paciente. Uno tiene un prontuario del paciente y acumula saber. Freud dice que hay que olvidarlo, porque el paciente puede venir hablando desde otro lugar, de la madre, del hijo, del amigo. Si nosotros le tiramos nuestro saber, perdemos el momento único de cada sesión. 

Yo tenía una manta sobre del diván, que era de terciopelo y absolutamente bella que había traído mi abuela de Polonia. Era muy parecida a la que se ve en las postales de Freud, seguramente era de la misma época. Tenía un paciente de unos 25-27 años que venía y apoyaba su zapatilla de pleno sobre el terciopelo. ¡Yo no podía escuchar nada y no sabía cómo decirle que sacara esa pata de ahí como si fuera mi hijo! Por eso y por otros motivos más, fui a supervisarlo y me acuerdo que la analista de ese momento me dice que tenía que incluirlo. Lo que hace un paciente en un análisis es material significante, desde el momento que entra, cómo da la mano, cómo saluda, etc. ¿Qué otra cosa valiosa este paciente podía pisotear sin darse cuenta? En su historia estaba esto de ser pisoteado, ignorado… Un día me las ingenié para incluir esto. Es interesante esta lectura sutil que a veces se nos escapa, porque las palabras tienen tantos sentidos y los pacientes a veces vienen con cosas que parecen tan importantes y Lacan decía “Lo nuestro son las boludeces”. O sea, a veces nos quedamos atrapados en lo que nos cuenta y no es por ahí. A veces es que tiene miedo de arrugarse y por eso no va al diván, o se cuesta en diagonal y nos mira de reojo… Lacan decía que nos ocupamos de las boludeces y me parece muy importante recuperar eso porque el discurso es muy potente y nos sumerge en lo actual y nos tapa las orejas. Rápidamente nos sentimos terapeutas y nos alejamos del psicoanálisis.

Vamos a hablar de “Un niño es pegado”. Esa es la verdadera traducción, que no es lo mismo que decir que pegan a un niño. Es importante la pasividad. Un niño es pegado es un texto que trabaja mucho la cuestión del masoquismo como un elemento estructural. Lo escribe en 1919, está ahí de escribir Más allá del principio del placer, el texto que revoluciona toda la teoría freudiana y pone sobre el tapete la pulsión de muerte como elemento crucial y paradójico. 

En este texto, Freud toma 6 o 7 casos y con esos pocos casos afirma como de estructura esta especie de fantasma inconsciente de un niño es pegado. El fantasma es “soy pegado por mi padre”. El relato tiene un tono confesional. Cuando un paciente dice “Tengo que confesar algo”, ahí hay algo del fantasma en juego, hay algo exquisito, el elemento en que queda entrampado en tanto goce masoquista sometido al Otro, que no existe. El neurótico hace un Otro de cualquier cosa. Si alguien dice que no puede salir por su bebé, ahí tienen un Otro que efectivamente no deja. De cualquier elemento un neurótico construye un Otro que lo priva o que lo somete. Por supuesto que esto es una fantasía, nadie es pegado. Estamos hablando de fantasías inconcientes que toman al padre y que dan satisfacción sexual. ¿Qué es esto? Freud plantea que se trata de deseos incestuosos, aspiración edípica, culpa y castigo. Con lo cual, una regresión a lo anal -me pega-, conservando el tema del amor. “Me pega porque me ama”, la gran trampa masoquista es ese sufrimiento que hace que uno tenga un lugar en el Otro, ese sometimiento que hace que uno tenga un lugar en el Otro.

La primera comunicación es “un niño es pegado”. Esta es una experiencia que para mi es brillante, por cómo Freud pesca esto, que se ve mucho. Cuando hay un accidente y vamos despacito para mirar, un niño es pegado. El destino se la agarró con él, me prefiere a mi. Cuando Lady di choca en el túnel de Paris, o cualquier caída de una estrella, ese derrumbe de ese otro que uno lo supone total, sin barrar y aparece esto. El periodismo sabe de esto, de esta fascinación que tiene este horror con que si le pegan al otro, a mi me prefieren. En el inconsciente hay una regresión de esto y aparece como soy pegado. Hay una regresión con aspiración incestuosa, muy de la trama del inconsciente. 

En los relatos míticos, que a veces lo asociamos a la mentira pero en realidad es una unidad de significación, tenemos un mito en la Biblia (mito occidental judeocristiano), del episodio en donde Dios iba a destruir Sodoma y Gomorra. A Dios le parece que hay un hombre, Lot, que es justo y decide salvarlo y le dice que se vaya con su clan, porque va a destruir a la ciudad y nada va a quedar en pie. Dios le impone una condición: que no mire atrás. La mujer de Lot miró y se convirtió en una columna de sal. El horror fascina y de alguna manera en ese mito aparece la advertencia de que el horror fascina. Y el horror fascina por esta cuestión. Ver la destrucción del otro me hace creer que el destino, Dios -en definitiva, figuras del padre- me prefiere. Freud decía que el destino era la última figura del padre. Cuando alguien reta a su hijo menor, el más grande suspende lo que esté haciendo para pararse en la primera fila para disfrutar. Vivimos mucho bajo Un niño es pegado.

Lacan dice que ese sometimiento al padre tiene que ver con el mínimo de sometimiento a la ley, ese mínimo de masoquismo requerido para ser libres. La ley no es el código civil o penal, sino una experiencia libidinal. Y de alguna manera, algo del golpe del padre es lo que opera del padre en tanto eficaz y en tanto sometimiento a esa ley que prohibe el incesto, prohíbe el goce todo y veda al sujeto de ser objeto de la satisfacción de la madre, al habilitarlo a su camino exogámico. Libera a la madre de reintegrar su producto, tal como dice Freud. Lacan hace una lectura muy estilizada y rescata ese golpe como ese mínimo de masoquismo necesario. Una paciente se le complicaba mucho terminar sus estudios, porque embola en las clases. Se aburre y deja las carreras. Tiene 2 amigos, que viven en diferentes partes del mundo y trabajan desde allí. Una es intérprete y el otro trabaja en sistemas. Ella dice que admira a esa gente tan libre, que puede trabajar y hacer lo que quiere en cualquier lugar. Y ella misma agrega “Claro, tuvieron que someterse a la gramática del francés y a los 5 años de la carrera de sistemas”. O sea, ese sometimiento estructural que opera y que permite a un sujeto el no-todo del goce, esa postergación, esa descarga mediada, esa tolerancia a la frustración, son herederos directos de ese pequeño sometimiento que nos permite después no ser esos rebeldes sin causa que terminan disolviendo su propia existencia por no poder atenerse a ninguna ley. 

Pregunta: Yo pensaba en el tema del aburrimiento, en el no poder libidinizar un objeto, si se podía pensarse por ese lado.

M.D.: Estos casos son recortes al servicio del tema que uno quiere transmitir. A mi me pareció ubicar la imposibilidad de esta paciente de someterse a la ley, que la priva de un goce inmediato, para tener esa libertad. También está la dificultad de libidinizar suficientemente un objeto, como para que comande su deseo. El aburrimiento es un capítulo enorme en la clínica, especialmente en los niños y en los adolescentes. Es la antesala de la angustia, es la antesala de la depresión. Heidegger le dedica un texto al tema del aburrimiento, como una posición existencial. Cuando un paciente dice “me aburro”, es muy importante, porque está recortando algo que de resolverse, le cambia la vida. Tiene que ver con poder ser causado. Está articulado, porque alguien que no tolera esa frustración de goce parcial por hacer una carrera, de alguna manera hay algo de esa relación al Otro, de esa castración, de esa interdicción que complica la salida exogámica y lo deja varado. 

Respecto de la repetición, dijimos que Más allá del principio del placer es un tratado sobre la repetición. De todas las cosas que habla Freud ahí, tomaremos lo que dice de su nieto, con el famoso fort-da. El fort-da no es una experiencia infantil, sino estructural. Es algo que hacemos todo el tiempo. Elaborar la pérdida del otro, perderse del otro, es lo que inaugura ese par significante fort-da. A lo largo de la vida, esto se vuelve a jugar. Se trata del nieto de Freud, Ernst. En una carta a Ferenzci de marzo de 1914, dice: “A noche, alrededor de las 3 de la mañana, nació un pequeño que es mi primer nieto. Admirable, un sentimiento tardío ante las maravillas de la sexualidad”. Freud hasta último momento sostuvo el tema de la sexualidad. Nunca quiso abandonar la idea que el motor era la sexualidad, que la libido es sexual. En el lecho de muerte le dijo a Jones algo de esto. Rechazó y se peleó con su admirado discípulo Jung, quien quería disolver lo sexual. La cuestión era que Ernst era un chiquito muy dócil. La mamá entraba y salía de la casa. La madre era Sophie, hija directa de Freud. Ana le tenía unos celos infernales. Sophie se muere de influenza, de la gripe española que arrasó Europa inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial. 

Ernst al año y medio empieza a jugar con un carretel: cuando lo arroja dice “Ohh” y cuando lo recupera dice “Aah”. Freud dice que está diciendo “Fort-da” que en alemán quiere decir “allí, acá”. En algún momento alguien le ata un hilito y Ernst lo tira y lo recoge. Freud dice que disfruta mucho más recogerlo que de arrojarlo y que está tramitando la ausencia de la mamá. Interesante, porque la madre de Ernst murió y su padre se casó con una mujer y se fue a vivir a Sudáfrica. Ernst se quedó en la casa de Freud. Cambió de nombre y pasó a llamarse Ernst Freud y se dedica a vínculo temprano entre mamás y bebés. Trabajó en Londres en servicios de neonatología. Hay una entrevista muy linda de él en el 99. 

En ese juego hay una repetición, en el juego se tramita cuestiones del orden pulsional. Los niños piden que se les cuente el cuento de la misma manera, con las mismas palabras. Hay una suerte de goce en la repetición. Ahora, Freud lee que el niño goza de recuperar el carretel. O sea, que juega con una experiencia displacentera que es la ausencia de la mamá, convirtiendo ese trauma en un juego, y a su vez goza de recuperarlo. Lacan, en el S. XI dice, un poco irónico, se pregunta con qué lógica de jibarización (indios de Perú que tenían el arte de reducir cabezas) el carretel sería la madre. Dice que el carretel es el niño, identificado a ese objeto, que goza de estar fuera del campo del Otro. Hay una existencia fuera de la mirada del Otro, ya sea la madre, los maestros o el público. Esta es una lectura novedosa. Esto es muy clínico, es sujeto liberado del reconocimiento, liberado de la dimensión especular, liberado de ese Otro que levanta o le baja el pulgar. Esa servidumbre imaginaria da un ser potente pero muy frágil, porque el Otro no es potente, no es seguro. Hay algo de la dimensión de la existencia en relación al Otro que puede ser dramática y que en esta lectura que hace Lacan nos ubica que hay una tramitación y hay una identificación a ese objeto, que produce una existencia por fuera del campo del Otro. “Puedes perderme” es igual a “Tengo una vida”. En la adolescencia es fundamental, para irse de viaje, para salir a la noche. Las madres dicen “Le puede pasar algo” y si, le va a pasar algo: toda la sexualidad y la fiesta está ahí afuera, no esta al lado de mama. 

Entonces, Freud lee que el niño goza de recuperar a madre en el juego, porque el carretel es la madre. Deja ir a la madre y arma un juego, lo que es un enorme acto psíquico. Yo tenia un paciente que cuando la madre se iba, dejaba la puerta entreabierta y le decia que ponga el pasador, con la cadenita. El se sentaba en un umbral una hora, dos horas, tres horas… No sabia cuanto se sentaba porque el tiempo no existía y en esos niveles de captura, el tiempo no existe. Recién se paraba cuando la madre regresaba. O sea, no hizo un juego con esa ausencia, ni hizo todo lo que la madre prohibe hacer cuando no está, como comerse todas las galletitas o saltar en la cama. 

Esa es la lectura que hace Freud: el niño hace un juego con el elemento traumático. Lacan hace la lectura de que el niño es el carretel y no la madre. Es el niño identificado al objeto que juega a salirse del campo del Otro, entonces disfruta de arrojarlo y no de recuperarlo. Lacan hace otra lectura, que no es incompatible ni niega la lectura de Freud. Esta es para mí una lectura fundamental, porque tendemos a pensar que uno es mejor que el otro. El primer Freud, el segundo; el primer Lacan, el segundo Lacan, el últimísimo Lacan… No hay un gradiente, sino un recorrido complejo donde no se cancela una instancia con otra.

Hay un disfrute en salirse del espejo, es el momento en que los niños juega “Acá está”, que es un juego que no falla jamás. En ese juego se pierde de vista al otro, que es rebote especular de la propia mismidad y esa alternancia de “acá está” es estoy, no estoy, puedes perderme. Este juego está en la misma lógica que al anterior. 

El problema económico del masoquismo. Es un texto complejo que recomiendo que lean. Tiene algunos elementos muy importantes para la clínica. Freud dice que hay un masoquismo originario, erógeno, propio de la constitución subjetiva. Hay un masoquismo femenino, que está ligado a la condición de castrado, de soportar el coito y de parir. Freud pertenecía a la época victoriana y suponía que todo eso era así. Por supuesto que nada de lo femenino coincide con el género. Lo femenino son posiciones en relación a la estructura y los varones y las mujeres rotamos por las posiciones masculinas y femeninas.

Freud plantea que el más complicado es el masoquismo moral. El masoquismo moral es el famoso superyó, que martiriza al sujeto y que le exige a ser Uno con el ideal, donde de alguna manera, esa maravillosa diferencia entre el ideal -que puede ser inspirador, un búsqueda- y la existencia queda borrada. Cuando el ideal es un mandato la diferencia se vive como insuficiencia acusatoria. Entonces, uno no vale nada, no sirve para nada, uno nunca va a poder y los otros si (porque esto se acompaña con que los otros sí pueden). El masoquismo moral es el imperativo del superyó. Lacan dice que el superyó ordena gozar. Ese gozar es en el sentido de ser uno con el ideal, un goce sin falta, un goce que cancele esa deriva, que hace que la diferencia entre el placer buscado y el encontrado habilite para que al otro día uno tenga ganas de levantarse y encarar la vida y no aplastado porque no existe tal completud o aplastado por creer que la encontró. Son momentos de detención importantes en la cura, que son difíciles de transmitir como tales. Freud dice que es el sentimiento inconsciente de culpa, que es una especie de oxímoron, porque los sentimientos no son inconscientes, sino que se sienten, porque está en el campo de los sentidos. Él dice que es necesidad de castigo. En un punto, hay algo de la subjetividad muy paradojal y complejo que detiene al sujeto. 

Caso clínico.
En una ciudad del sur, un paciente vive con su familia. El padre es muy silencioso, del cual casi no tiene recuerdos. Silencio y cansancio. Avanza el análisis y puede recordar vagamente un tren que insólitamente le compraron en una juguetería, ante la que se detenía sabiendo que su pedido no iba a tener ningún resultado. Es hijo único, la madre lo aloja -diría- como un objeto consuelo, más del lado del goce que el de la significación fálica. Lo retiene y no soporta el más mínimo movimiento. Aparece un recuerdo muy angustiante: a la salida de la escuela, él era un niño grandote y torpe. Se producían escenas de juego, a veces un poco violento, donde él temía ensuciar el delantal escolar. Él no podía participar, y lo que era peor, no podía agarrarse a piñas con nadie. La madre, con la exigencia de que el delantal debía sobrevivir a toda una semana impecable, lo dejaba inmóvil, retenido, sin poder jugar, nada de los títulos en el bolsillo, no contando con ellos porque le pertenencían a la madre. El padre muere cuando él tenía 10 años. A los 13 años, la madre decide que su hijo debe debutar y consigue que una empleada que trabajaba en la casa se ocupara de ello. La experiencia, que es recordada con dolor y angustia, se prolongó durante meses, ya que durante meses la muchacha se metía en su cama. Él sabía que era por orden de la madre. Lo más exogámico se volvía incestuoso. Cuando empiezo a atenderlo, él estaba casado y tenía 2 hijos, de 10 y 12 años. El motivo de consulta era la dificultad de jugar con sus hijos porque en el juego pudiera deslizarse algo indebido, que pudiera tocarlos. Temor a que irrumpiera un goce incestuoso. Y además, una contractura que lo deja muy rígido. Él se separa de su mujer y cuando consulta había hecho un infarto. estaba separado, estaba bien, trabajaba, vivía en su departamento, recibía a sus hijos, estaba muy atado a un socio del que no se podía liberar porque tenía miedo de no poder trabajar solo, aunque sabía que el socio se aprovechaba. Un día, llega a la sesión muy conmocionado. Él tenía una fantasía masturbatoria de la que habla con mucho esfuerzo y que tenía que ver con ser atado a la cama. Interesante que la fantasía masturbatoria de ser atado porta el significante “atado”, esa palabrita que insiste: atado a la madre, atado a la imposibilidad de ensuciarse el guardapolvo, atado en el juego con los chicos, atado al socio, atado al principio a su mujer por la separación (porque tenía miedo a que su mujer se deprimiera). Un día a la noche, luego de divorciado, él había salido y se levantó a una chica, “una loquita” -él dice- quien le siguió el juego y lo ató a la cama. Por supuesto, las fantasías funcionan mientras sean fantasías. La fantasía perversa provee de satisfacción al neurótico, pero cuando esto deja de ser fantasía el neurótico se angustia, con lo cual este paciente no pudo hacer nada con este paciente tan exitoso y pide una sesión extra, recontra angustiado respecto de esto. Este episodio fue muy interesante porque en ese “atado”, fuimos trabajando todos esos atados que él fue repitiendo a lo largo de esos años y de alguna manera. 

Es interesante ver la complejidad del aparato psíquico, porque en el mismo punto donde goza también hay algo que tiene que ver con el goce masoquista. Por eso, todo análisis permite hacer que el sujeto haga ese recorrido, que el atado quede como fantasía o como juego en la cama, para poder desamarrarse y sacarse de encima ese atado tan edípico, tan endogámico, que existía en las distintas escenas de la vida. 

“Atado”, en este caso, termina siendo esa cifra que yo les decía que es ir simplificando hasta extraer esa cuestión medular. Es muy simple lo que gobierna a un sujeto, Lacan decía que recibíamos algo incomprensible y que había que hacer un jardín a la francesa. Cuando viene un paciente viene con una cantidad de cosas y esa decantación hace extraer el elemento que comanda y que nosotros intentamos destituir y devolverlo a la sana insatisfacción, al deseo.

Voy a cerrar con un breve poema de Borges, porque me parece que habla de nosotros, de la subjetividad y del imposible:

Nostalgia del presente:
En aquel preciso momento el hombre se dijo:
Qué no daría yo por la dicha
de estar a tu lado en Islandia
bajo el gran día inmóvil
y de compartir el ahora
como se comparte la música
o el sabor de la fruta.
En aquel preciso momento
el hombre estaba junto a ella en Islandia.