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miércoles, 30 de abril de 2025

La brújula del sin-sentido: clínica, dirección y paradoja en la práctica analítica

Existe una orientación clínica que justifica esa afirmación, tantas veces repetida, por la cual el psicoanálisis “no es una terapéutica como las demás”. Esa diferencia no radica únicamente en los medios que utiliza, sino —y sobre todo— en los fines que persigue.

Esta orientación implica, entonces, un sentido como dirección: el analista dirige la cura, sí, pero no dirige al analizante. Surge así una pregunta fundamental:
¿Con qué brújula se orienta esta dirección?

O, formulado de otro modo:
¿Qué orienta la escucha analítica en una praxis que parte del reconocimiento de que no hay cura tipo?

Esta imposibilidad de una cura estandarizada da cuenta de algo estructural: en el sujeto hay un punto de imposibilidad, un límite que vuelve inviable cualquier técnica universal. No hay, por tanto, una “técnica analítica” en sentido clásico; hay, como dice Lacan, una técnica significante.

Esto significa que el analista se deja llevar por el discurso, por sus derivas, equívocos y tropiezos, para escuchar allí lo que determina el padecer subjetivo. Lo que guía la praxis no es un saber previo, sino una atención al detalle de las fallas, a lo que se interrumpe, vacila o se contradice.

En lugar de protocolos, lo que toma protagonismo son las dificultades, las contradicciones, los callejones sin salida... y, podríamos agregar, las vacilaciones del sentido. Esta serie de tropiezos no obstaculiza la cura, sino que la constituye: son ellos los que guían la escucha.

Allí donde el discurso yerra, aparece una fisura que se llena con ilusiones de sentido. Lacan lo nombrará, casi al final de su enseñanza, como “las ficciones de la mundanidad”. Es el intervalo donde se alojan los fantasmas, aquello que parece cerrar el vacío pero que lo conserva como tal, marcando un margen.

Si aceptamos que el sujeto solo adviene al ser como objeto en el deseo del Otro, cabría preguntarse:
¿Qué puede liberarlo de esa captura?

Tal vez, una paradoja. Una torsión del discurso que no lo redima, pero sí lo desplace; que interrogue el edificio de la verdad en el que se sostiene, lo saque de su lógica habitual, y lo confronte con el vacío que lo habita.

La dirección de la cura, entonces, no se orienta por una técnica ni por un ideal de salud, sino por la apertura de ese margen: allí donde el sentido falla, el sujeto puede emerger —no como identidad, sino como efecto.

viernes, 14 de febrero de 2025

Las condiciones para el inicio de un análisis

En las supervisiones de practicantes del psicoanálisis, surge con frecuencia una pregunta clave: ¿cuáles son las condiciones para que un análisis se ponga en marcha? Destaco el artículo indeterminado "un", ya que resalta el carácter irrepetible de cada proceso analítico.

Para abordar esta cuestión, es fundamental partir de un hecho clínico: a pesar de que Freud utilizó el término "técnica", el psicoanálisis carece de un procedimiento estandarizado. No existe un protocolo aplicable a todos los casos, y esto es un punto central a considerar.

Así, solo podemos hablar de las condiciones que permiten que un psicoanálisis sea posible. No obstante, la ausencia de un método fijo no implica que el psicoanálisis carezca de reglas para su desarrollo.

En las primeras entrevistas, el analista escucha y evalúa si se dan las condiciones necesarias para que el sujeto que consulta pueda transitar de la posición de paciente a la de analizante. Este proceso involucra dos aspectos fundamentales: por un lado, la disposición del sujeto a entrar en el trabajo transferencial, y por otro, la posición que adopta el analista en la relación.

Dichas condiciones incluyen no solo aspectos materiales como los honorarios y la frecuencia de las sesiones, sino también una dimensión subjetiva: el pasaje de la respuesta a la pregunta. Para que el sujeto pueda advenir en la experiencia analítica, es necesario que el analista escuche a qué Otro se dirige, es decir, de quién espera la respuesta.

El acto analítico, en este sentido, apuesta a producir un efecto de sorpresa: el analista escucha desde el lugar del Otro, pero no responde desde allí donde el sujeto lo espera. Es en esta torsión donde se abre la posibilidad de un análisis.

martes, 13 de abril de 2021

Dos notas breves sobre técnica

1. La utilidad de las técnicas.
¿Qué quieren decir tanto Freud como Lacan cuando precaven respecto a que las técnicas que a ellos les son útiles no necesariamente serán útiles a otros? No se trataba de recursos protrépticos sino de una concepción de la relación entre la ciencia, la razón y el vínculo social, en la que la ciencia y la razón operan “dentro” del vínculo, no en su exterior. Efectivamente, Freud llevó su ciencia a las consultas médicas en tanto ellas implicaban lazos sociales. Abordó a sus pacientes, examinándolos, estudiándolos, en la dialéctica vincular de las consultas. No llevó el consultorio al laboratorio sino el laboratorio al consultorio, que nunca dejó de ser consultorio. No eliminó la conversación reemplazándola por el interrogatorio, no practicó un diálogo dentro de un examen sino un examen dentro de un diálogo. Lacan y otros también.

Lo referido es inherente al concepto de que el psicoanálisis se lleva a cabo al calor del amor de transferencia, que supone la posibilidad del analista de hacer y sostener el lazo social, no cualquiera sino el analítico.

El hacer concreto en la experiencia (por ejemplo: la interpretación) no se deriva de manera inferencial de los conceptos de la teoría. El lugar decisivo que Freud dio al inconsciente del analista en el registro del inconsciente del paciente(1) y la función clave del deseo inconsciente, también del analista, señalada por Lacan(2) , implican algunas imposibilidades. Por una parte, la imposibilidad de que el ejercicio técnico sea reducible a una aplicación deducida de teoría alguna, científica o no. En segundo lugar, si bien el psicoanálisis es un análisis de razón, es imposible sin inscribirse en el movimiento de la ciencia en tanto lógico-matemático. En tercer lugar: siendo la operación analítica un tipo de lazo social, es imposible que éste se sostenga sin dilucidar la transferencia.

2. Amor a la técnica.
En el ejercicio de una técnica habitualmente se desconoce que hay amor a ella. Se desconoce la función de este amor en la práctica de una técnica o manera de hacer, incluso que el hombre puede amarla como se ama a sí mismo.
La adhesión a una técnica o a una manera de hacer, o a los dogmas, cumple, entonces, una función de sostén imaginario que queda fuera de atención y del cálculo de sus implicaciones.
Además: no hay tecnificación positivista sin amor a la técnica.

Raúl Courel, "Dos notas Breves sobre Técnica"

Notas:
1. e.g. Freud (1912). “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”, OC, Vol.12, Amorrortu, p.115.
2. e.g. Lacan, J. (1964). El Seminario. Libro XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires: Ed. Paidós, 1987, p.281, passim.