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lunes, 11 de septiembre de 2023

De las neurosis narcisistas a la “clínica de los bordes”

 RESUMEN En el último ordenamiento nosológico de Freud (1924/1927) encontramos ya establecidas las categorías de neurosis, perversión y psicosis, formuladas luego por Lacan como estructuras subjetivas, así como una categoría que Freud opta por diferenciar de neurosis y psicosis, llamada “psiconeurosis narcisistas”, heredera de las “neurosis narcisistas” de 1914. Si consideramos el modo en que las distintas escuelas del psicoanálisis retomaron esta categoría, nos topamos con una amplia diversidad de posiciones. Se abre así un vasto ámbito de trabajo en el marco de lo que podríamos llamar la “historia conceptual del psicoanálisis”, que entronca con una tradición en parte independiente de investigaciones en la historia de la psicopatología y la psiquiatría. Ese trabajo comprende la elucidación de los diversos ordenamientos nosológicos que se fueron articulando en el campo del psicoanálisis. Más específicamente, importa dilucidar posibles relaciones entre las “psiconeurosis narcisistas” freudianas y otros constructos utilizados con posterioridad y que dan cuenta de un campo clínico similar, para el que suele utilizarse la nominación de “clínica de los bordes”. Esa elucidación es esperable que nos lleve a precisar las referencias estructurales que manejamos a partir de Lacan, y a orientarnos en la lógica de la cura analítica en este campo.

Introducción 

Las elaboraciones freudianas fueron delimitando una serie de afecciones, de las que fue conceptualizando su operatoria específica y los modos de padecimiento propios, así como la forma en que se planteaba en cada una de ellas el conflicto central. En su último ordenamiento nosológico (1924/1927) encontramos ya establecidas las categorías de neurosis, perversión y psicosis, formuladas luego por Lacan como estructuras subjetivas, así como una categoría que Freud opta por diferenciar de neurosis y psicosis, llamada “psiconeurosis narcisistas”, heredera de las neurosis narcisistas de 1914. Allí ubica como conflicto central la tensión entre el yo y el superyó, y como paradigma de estas afecciones la melancolía, en la que esa tensión es notoria. Si consideramos el modo en que las distintas escuelas del psicoanálisis retomaron el ordenamiento freudiano -y particularmente esta cuarta categoría nosológica- nos topamos con una amplia diversidad de posiciones. Hay cierto consenso, sin embargo, en el lugar que tendrían en ese campo las alteraciones del narcisismo. Esto podría llevar a retomar la categoría freudiana, cosa que sólo algunos autores han hecho explícitamente. Hay entonces, en la literatura psicoanalítica, una variedad de denominaciones y descripciones clínicas, que parecen retomar en mayor o menor medida el constructo establecido por Freud. Se abre así un vasto ámbito de trabajo en el marco de lo que podríamos llamar la “historia conceptual del psicoanálisis”, que entronca con una tradición en parte independiente de investigaciones en la historia de la psicopatología y la psiquiatría. Ese trabajo comprende la elucidación de los diversos ordenamientos nosológicos que se fueron articulando en el campo del psicoanálisis. Más específicamente, importa dilucidar posibles relaciones entre las “psiconeurosis narcisistas” freudianas y otros constructos utilizados con posterioridad y que dan cuenta de un campo clínico similar. 

De Freud al psicoanálisis anglosajón 

El interés freudiano por el campo del narcisismo comenzó en las proximidades de 1910. En Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci (Freud, 1910), Freud utilizó por primera vez el término “narcisismo”, referido al problema de la homosexualidad masculina |Nota: esto es un error. El término aparece por primera vez en una nota al pie en "Tres ensayos"|. Un año más tarde, en su texto sobre el caso Schreber (Freud, 1911), formuló una hipótesis etiológica que ligaba la esquizofrenia a una fijación en el autoerotismo y la paranoia a una fijación narcisista. Estos antecedentes fueron retomados en la Introducción del narcisismo (Freud, 1914), donde Freud agregó a su nosología la categoría de neurosis narcisistas, a las que diferenciaba de las “neurosis de transferencia” por el retiro libidinal sobre el yo y la imposibilidad de establecer la transferencia, en ausencia de la función de la fantasía como sostén de la existencia psíquica del objeto. En Duelo y melancolía (Freud, 1915-17), Freud hizo extensiva a la melancolía la categoría de neurosis narcisistas que un año antes aplicara a paranoia y esquizofrenia, ubicando lo específico de esta afección en una identificación narcisista con el objeto perdido. La introducción de la segunda tópica (Freud, 1923) fue seguida de una reformulación nosológica (Freud, 1924) en la que Freud opuso neurosis y psicosis a partir del conflicto dominante (yo-ello en las neurosis, yo-mundo exterior en las psicosis), conservando la categoría de “psiconeurosis narcisistas” para la melancolía, en la que planteó como conflicto dominante la oposición yo-superyó. 

A partir de mediados de los años ’30, se hizo evidente la creciente delimitación de las escuelas. Los autores de la Escuela Inglesa tendieron a pensar los distintos estados patológicos como producto del tipo de defensas predominantes, y a sostener que existían distintos “repertorios defensivos” que formaban una gradación entre la patología psicótica y la neurótica, sin que existiera una frontera nítida entre ambas. Esta concepción aparentemente volvió superflua la categoría de neurosis narcisistas, que desapareció de la literatura. Sin embargo, en el año 1954, Donald Winnicott utilizó por primera vez el término “falso self” (Winnicott, 1954) para aludir a una estructura defensiva que el niño utiliza para adaptarse al medio y proteger su “verdadero self” de supuestas amenazas, a costa de una existencia desprovista de entusiasmo y de vitalidad. Sentaba así las bases para la investigación de patologías que no tomaban la forma ni de psicosis francas ni de neurosis clásicas. En 1957, Wilfred Bion desarrolló, profundizando líneas ya abiertas en la Escuela Inglesa, la idea de una “parte psicótica” y una “parte no psicótica” de la personalidad, definiéndolas como dos modos del funcionamiento mental que coexisten en mayor o menor medida en todo ser humano. Los últimos desarrollos significativos de esta escuela datan de principios de los ‘70. En Realidad y juego (Winnicott, 1971), Winnicott definió un “caso fronterizo” (borderline) como “aquél en el cual el núcleo de la perturbación del paciente es psicótico, pero éste posee una suficiente organización psiconeurótica”. Ese mismo año, Herbert Rosenfeld teorizó el “narcisismo destructivo” y sistematizó la organización narcisista, considerando el narcisismo como defensa y repliegue regresivo ante las primeras ansiedades aterradoras. Parecía legitimarse así la necesidad de considerar algún tipo de organización “intermedia” entre psicosis y neurosis, de algún modo vinculada al campo del narcisismo. 

En los trabajos de la Escuela Americana, la categoría de neurosis narcisistas está ausente. En su lugar, encontramos la consolidación de la noción de estados u organizaciones límites (borderlines), que los analistas de esta corriente vincularon más o menos explícitamente al campo del narcisismo. En 1936, Stern retomó el término psiquiátrico “borderline” (introducido 1884 por Hughes), para designar un grupo de pacientes con sentimiento difuso de inseguridad, hiperestesia afectiva y desfallecimiento de la estima de sí mismos, todo ello atribuido a una carencia narcisista fundamental. En 1952, Wolberg precisó que los pacientes “borderlines” presentan, de forma estable, en sus relaciones interpersonales mecanismos repetitivos de índole sadomasoquista y un predominio de defensas más arcaicas que las utilizadas por pacientes neuróticos y, contrariamente a los psicóticos, un criterio de realidad preservado. En 1959, Melitta Schmideberg describió los “estados límites (borderline)” como una organización “estable en su inestabilidad”, “limítrofe de las neurosis, de las psicosis psicógenas y de la psicopatía”. En 1971, Kohut propuso que los “trastornos narcisistas de la personalidad” se ubicaban entre las psicosis y cuadros “fronterizos” (que hacía equivalentes de las pre-psicosis) y las neurosis de transferencia, y atribuyó a las personalidades narcisistas una incapacidad para regular su autoestima y su necesidad de confirmar una imagen grandiosa de sí mismos, insistiendo también en el papel patógeno de las decepciones narcisistas, la ausencia de empatía y la inadecuación a las necesidades del niño por parte de los padres. En 1975, Kernberg puso el acento en que las distorsiones relacionales precoces estaban condicionadas por las características estructurales del yo, que él consideraba patológicas ya en la infancia. 

A partir de Lacan 

Los trabajos de la Escuela Francesa están desfasados en varias décadas con respecto a los de las Escuelas Inglesa y Americana, debido al peso que en esa escuela ejerció la concepción estructural de Jacques Lacan. Es significativo que hasta mediados de los ’50 Lacan hiciera varias referencias a lo que denominaba “neurosis de carácter”, donde ubicaba, por ejemplo, al Hombre de los Lobos. A partir de 1955, con su mayor acercamiento al pensamiento estructuralista, esas referencias desaparecieron, y en cambio se impuso su tripartición neurosis-perversión-psicosis. Lacan siempre mantuvo cierta ambigüedad con respecto al carácter exhaustivo o no de esa tripartición y, si bien cuestionó teóricamente las categorías de “casos-límite” o “borderlines”, discutió hasta el final de su enseñanza sus particularidades clínicas. A pesar del carácter abierto de los planteos de Lacan, sus seguidores consideraron que la lectura estructural dejaba por fuera, como conceptualmente impropia, cualquier categoría diagnóstica que no se encuadrara en las tres reconocidas en Lacan. 

Tanto es así que sólo a partir de la muerte de Lacan el tema comenzó a ser objeto de una discusión sistemática. Así, se sucedieron desde 1981 una serie de ensayos que retomaron el problema de aquellos casos ubicados en los “bordes” de la neurosis, o en una posición que directamente cuestionaba el alcance de la tripartición clásica. En 1981, Jean-Claude Maleval publicó su libro Locuras histéricas y psicosis disociativas (Maleval, 1981), en el que abogaba por el reconocimiento de un campo constituido por las locuras, como diferente de las psicosis. En 1993, y en el marco de un creciente interés en el psicoanálisis lacaniano por la clínica de los pacientes graves no psicóticos, Haydée Heinrich publicó Bordes de la neurosis (Heinrich, 1993), texto en el que definió este campo clínico en función de las categorías lacanianas, como el “borde real de las neurosis”. Heinrich incluyó allí los fenómenos psicosomáticos, los trastornos de la alimentación y las adicciones, y entre las consideraciones teóricas desarrolladas en este texto, la autora hacía mención a una falla en los tiempos del Edipo (específicamente en el tercero). En 1995 apareció el ensayo de Silvia Amigo, Clínica de los fracasos del fantasma (Amigo, 1995), llamado a ejercer una influencia considerable en los años que siguieron. Planteaba allí que, en ciertas neurosis graves, la elaboración del fantasma como respuesta a la pregunta por el lugar del sujeto en el Otro sería fallida, condicionando una serie de fenómenos clínicos distintos de las formaciones (por ejemplo, sintomáticas) de las neurosis “clásicas”, tales como las actuaciones y ciertos trastornos de la alimentación. Entre otras hipótesis, Amigo proponía que este “fracaso del fantasma” estaría en parte determinado por haber ocupado el sujeto en exceso el lugar de sutura de la castración materna, imposibilitando la distancia necesaria para elaborar su propia respuesta a la falta. En 1996 se publicó un segundo texto de Haydée Heinrich, titulado Cuando la neurosis no es de transferencia (Heinrich, 1996), en el que retomaba, utilizando los conceptos lacanianos, el tema freudiano del obstáculo a la transferencia, que había dado lugar a la categoría de neurosis narcisistas. En 1999, Jean-Jacques Rassial editó su obra El sujeto en estado límite (Rassial, 1999), en la que invitaba a repensar los “estados límites” desde una lectura lacaniana. Consideraba allí que, a partir de los últimos trabajos de Lacan, era posible otorgarle al estado límite un valor conceptual, distinguiéndolo de otros estados vecinos pero situados del lado de las neurosis, perversiones o psicosis. Para ello apelaba a la noción de “forclusión local”, postulando que la inscripción del Nombre-del-Padre fracasaba allí de modo parcial. Ese mismo año se publicó la compilación Los bordes en la clínica (Delgado, 1999), bajo la dirección de Osvaldo Delgado, que abre la discusión sobre lo que el término “bordes” podría implicar dentro de una conceptualización lacaniana del sujeto. En 2002 apareció la compilación de ensayos de Massimo Recalcati titulada Clínica del vacío (Recalcati, 2002), en la que proponía agrupar en una serie casos de psicosis y otros que no lo son, como ciertas anorexias, en torno al lugar central que en ellos ocupa la referencia al vacío. De 2005 es el libro de Élida E. Fernández, Algo es posible. Clínica psicoanalítica de locuras y psicosis (Fernández, 2005), en el que dedicaba dos capítulos a las locuras. En 2011 se publicaron dos nuevos textos que tenían como tema la cuestión de las locuras, como campo distinto tanto de las psicosis como de las neurosis “clásicas”: Las locuras según Lacan, de Pablo Muñoz (Muñoz, 2011) y No se vuelve loco el que quiere, de Alicia Hartmann (Hartmann, 2011). Significativamente, este último libro llevaba como subtítulo Vicisitudes de las afecciones narcisistas, revelando así el nexo con la interrogación freudiana. En 2013, la obra de Haydée Heinrich Locura y melancolía (Heinrich, 2013) propuso a la melancolía como paradigmática de una serie de situaciones clínicas encuadradas en la “clínica de los bordes”, retornando una vez más sobre las “psiconeurosis narcisistas” freudianas. Esa lista no es por supuesto exhaustiva, y sólo traza un recorrido en el psicoanálisis lacaniano. 

Estos trabajos volvieron a abrir a la discusión la existencia de un campo clínico heterogéneo pero con ciertas particularidades que pueden pensarse en términos estructurales. En su diversidad, los trabajos citados parecen coincidir en situar estos casos en el ámbito de la neurosis, apuntando a un “borde real” de ese campo. Como rasgos estructurales, ubicaríamos en primer término la particular dificultad del sujeto para situarse en relación a la falta en el Otro, que sin embargo no deja de estar inscripta. Ello va de la mano de una impasse en la función fálica, que se traduce -entre otros puntos- en una caída del valor propio y el sentimiento de vitalidad, y en la desmesura que caracteriza la afectividad y el accionar de estos pacientes, así como en fallos puntuales en la sexuación. También, como elaboró Amigo (Amigo, 1995), en el fracaso del fantasma como respuesta y marco fundamental del sujeto. Como consecuencia de ella, encontramos una fragilidad narcisista particular y una emergencia recurrente y muchas veces masiva de la angustia, que suele precipitar respuestas en la vía del acting out y el pasaje al acto. Los vínculos suelen estar marcados por un carácter pasional y ambivalente, y las identificaciones -tal como subrayó Freud (Freud, 1915-17) y retomó entre otros Recalcati (Recalcati, 1997)- se dan no al modo parcial que Freud sitúa en las neurosis “típicas”, sino al modo de una indiferenciación con el otro. 

Dentro de los autores no lacanianos, mencionaremos en primer lugar a André Green (Green, 1983), quien desde mediados de los años ’70 se dedicó al estudio de los “casos fronterizos”, planteando que en éstos la defensa predominante sería la escisión, y además que las pulsiones parciales (unidas a objetos parciales) pondrían al yo bajo amenaza de la fragmentación. Green propuso que sería necesaria “una narcisización previa del yo con miras a establecer una relación de objeto”. Esta narcisización del yo requeriría una operación de ligazón, con intervenciones que liguen los jirones del discurso del paciente, pues la dificultad principal estaría dada por el déficit de simbolización. 

Desde unos años antes, Bergeret había comenzado sus trabajos sobre los “estados límite”. Este concepto correspondería a los pacientes que quedaron fijados a una deficiencia narcisista de base a raíz de la cual no se permitió la integración del Edipo, y como consecuencia se impidió el ingreso a la problemática neurótica. Bergeret planteaba que el “estado-límite” era una estructura en potencia que no había alcanzado el estatuto estructural definitivo y que no pertenecía ni a las neurosis ni a las psicosis. Él y sus continuadores consideraron como trastorno dominante en los borderlines los síntomas depresivos que, llevados al extremo, podrían definir un tipo de depresión llamada “esencial”. Se advierte en estos autores un mayor diálogo con las Escuelas Americana e Inglesa, así como un acento mayor que entre los autores lacanianos en la problemática del narcisismo. Como rasgo común con las lecturas lacanianas, encontramos referencias a la “estructura”, pero este término parece utilizarse de un modo más laxo, ya que se considera, por ejemplo, la noción de estructuras inacabadas, noción que habría que precisar. 

Conclusiones 

Hemos recorrido un arco temporal y teórico que va de las elaboraciones freudianas sobre el narcisismo y las “neurosis narcisistas” a las conceptualizaciones y problemas que se enmarcan en los desarrollos de la Escuela Francesa, en torno de la referencia a la “clínica de los bordes”. En ese recorrido hemos situado asimismo un conjunto de rasgos clínicos que permiten agrupar una diversidad de presentaciones en un campo reconocible en sus particularidades. Ese reconocimiento, por otra parte, lo hemos traducido en una serie de coordenadas estructurales que distintos autores permiten establecer. 

El debate continúa abierto, y atraviesa la multiplicidad de concepciones teóricas del psicoanálisis. Es preciso un trabajo de investigación conceptual que facilite la discusión entre las distintas posiciones y una mejor delimitación del campo clínico. En el ámbito del psicoanálisis que se referencia en Lacan, esa elucidación, junto con la permanente remisión a la clínica, es esperable que nos permita seguir precisando las particularidades estructurales que, como corolario, nos permitirán orientarnos en la dirección de la cura. Ésta no puede ser aquí la misma que en otros campos, y estará fuertemente sujeta -tal como planteó Lacan para el caso de las psicosis- a lo que podamos establecer sobre la posición del sujeto en la estructura. 

BIBLIOGRAFÍA 

Amigo, S. (1995/2005) Clínica de los fracasos del fantasma. Rosario: Homo Sapiens. 

Bercherie, P. (1980/1999) Los fundamentos de la clínica. Manantial: Buenos Aires. 

Fernández, E. (2005) Algo es posible. Clínica psicoanalítica de locuras y psicosis. Letra Viva: Buenos Aires. 

Freud, S. (1915-17/1996) Duelo y melancolía. En Obras Completas, vol. XIV. Buenos Aires: Amorrortu. 

Freud, S. (1923/1996) El yo y el ello. En Obras Completas, vol. XIX. Buenos Aires: Amorrortu. 

Freud, S. (1914/1996) Introducción del narcisismo. En Obras Completas, vol. XIV. Buenos Aires: Amorrortu. 

Freud, S. (1924/1996) Neurosis y psicosis. En Obras Completas, vol. XIX. Buenos Aires: Amorrortu. 

Freud, S. (1911/1996) Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (dementia paranoïdes) descripto autobiográficamente. En Obras Completas, vol. XII. Buenos Aires: Amorrortu. Freud, S. (1910/1996) Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci. En Obras Completas, vol. XI. Buenos Aires: Amorrortu. 

Green, A. (1983/2005) Narcisismo de vida, narcisismo de muerte. Buenos Aires: Amorrortu. 

Hartmann, A. (2011) No se vuelve loco el que quiere. Letra Viva: Buenos Aires. Heinrich, H. (1993) BordeS de la neurosis. Rosario: Homo Sapiens. 

Heinrich, H. (1996) Cuando la neurosis no es de transferencia. Rosario: Homo Sapiens. 

Heinrich, H. (2013) Locura y melancolía. Buenos Aires: Letra Viva. 

Kernberg, O. (1975/1988) Desórdenes fronterizos y narcisismo patológico. México: Paidós. 

Klein, M. (1935/1999) Contribución a la psicogénesis de los estados maníaco-depresivos. En Obras Completas, vol. 1. Buenos Aires: Paidós. 

Klein, M. (1946/2001) Notas sobre algunos mecanismos esquizoides. En Obras Completas, vol. 3. Buenos Aires: Paidós. 

Kohut, H. (1971/2007) Análisis del self: el tratamiento psicoanalítico de los trastornos narcisistas de la personalidad. Buenos Aires: Amorrortu. 

Lacan, J. (1958/2009) De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. En Escritos 2. Buenos Aires: Siglo XXI. 

Lacan, J. (1953-1954/2001) El Seminario, Libro 1. Los Escritos Técnicos de Freud. Buenos Aires: Paidós. 

Lacan, J. (1962-1963/2006) El Seminario, Libro 10. La angustia. Buenos Aires: Paidós. 

Maleval, J.-C. (1981/2009) Locuras histéricas y psicosis disociativas, Buenos Aires: Paidós. 

Muñoz, P. (2011) Las locuras según Lacan. Letra Viva: Buenos Aires. 

Rassial, J.-J. (1999/2001) El sujeto en estado límite. Nueva Visión: Buenos Aires. Recalcati, M. (2002/2003) Clínica del vacío. Anorexias, dependencias, psicosis, Madrid: Síntesis. Winnicott, D. (1954/1970) Deformación del ego en términos de un self verdadero y falso. En El proceso de maduración. Barcelona: Laia. Winnicott, D. (1971/1995) Realidad y juego. Barcelona: Gedisa.

Fuente: Belucci, Gabriel (2022). De las neurosis narcisistas a la “clínica de los bordes”. XIV Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología. XXIX Jornadas de Investigación. XVIII Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. IV Encuentro de Investigación de Terapia Ocupacional. IV Encuentro de Musicoterapia. Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.

domingo, 25 de diciembre de 2022

Comportamiento gráfico en los trastornos de personalidad

 El comportamiento gráfico como concepto se relaciona con la forma de abordaje que el evaluado va desplegando a lo largo del proceso evaluativo. Esto implica considerar y observar con atención (flotante) las reacciones, expresiones y formas de resolución gráfica que el mismo utiliza en cada uno de los test que conforman la batería Psicodiagnóstica seleccionada. Es decir no solo la construcción (secuencia) del objeto a graficar sino las cualidades graficas destacadas del mismo,

En este material nos gustaría reflexionar acerca de los comportamientos gráficos que suelen estar presentes en trastornos de la personalidad tipo B donde el factor emocional y la inestabilidad anímica son destacadas.

Las características que se destacan en general son principalmente:
· Fallas en la delimitación del objeto a graficar.
· No hay adecuada correlación entre el objeto a graficar y el uso del espacio.
· Tendencia a desbordes gráficos.
· excesos de tamaño, o tendientes a grandes
· necesidad de cubrir toda la hoja.
· Al observar la producción se evidencia movimiento excesivo, dinamismo y en muchos casos invasividad.
Esencialmente lo que se denota es un dibujo que se impone al observador y llama la atención desde algún aspecto gráfico (tamaño, detalle, uso del espacio).
Los indicadores de ansiedad y excitabilidad están presentes, así también como un estilo de dibujo infantil y con desproporciones. En otras palabras es un estilo de resolución de poca eficacia gráfica.
Como en las personalidades normales y las neuróticas en los TP (trastornos de personalidad) el criterio de realidad esta conservado, pero sin embargo la capacidad discriminatoria se ve afectada ya que hay subyacente un déficit significativo en el narcisismo que afecta principalmente la forma de relacionarse y vincularse. Por ello se la encuadra como estructuras narcisistas no psicóticas. En sus vínculos suelen ser intrusivos, invasivos, no poseen capacidad empática y su tolerancia a la frustración y a la presión es poca con lo cual pueden ser proclives a descargas de carácter, agresividad y tensiones en el ambiente.
Las defensas más utilizadas debido al alto componente histriónico son las maníacas.
En el dibujo que acompañamos podemos ver muchos indicadores de los que hemos mencionado como asociados a Trastornos de la Personalidad tipo B.
Se trata del protocolo del test de la casa realizado por una mujer adulta joven.
· Al observarlo llama la atención la ocupación masiva del espacio, en todas las zonas.
· Hay fallas en la delimitación del objeto y en sus proporciones, la altura de la figura humana es mayor a la de la casa, incluso hay superposición de la mano sobre la casa como dejándola atrás.
· La casa presenta transparencia (base de la puerta), está emplazada en la zona central izquierda, ventana alta y asimétrica y una abertura en la pared izquierda que semeja ser un balcón u otra ventana. La puerta es muy pequeña y la chimenea está ausente.
· Se destaca el fondo por sobre el objetoque queda relegado, gana en peso e importancia la figura humana graficada. El estilo de esta es infantil, presenta desporporciones internas, tales como cabeza grande, cuello pequeño, brazos largos, anchos alejadas del cuerpo, manos grandes y llamativamente reforzadas en lo que serian las puntas de los dedos (uñas), la figura esta inclinada, la simetría interna tiene un predominio de la parte derecha, la dirección del dibujo es ambivalente. Mirada a derecha, pies a ambos lados además de estar significativamente en el aire. Podríamos pensar una convergencia entre la inestabilidad de la figura y el exceso de suelo que también se mantuvo en otros dibujos que daría cuenta por un lado un sentimiento de inestabilidad e inseguridad y una preocupación y ansiedad por la realidad actual (multiplicación de pisos).
· Como objetos adicionales (eje simbólico) tenemos agregado de sol a izquierda, flores en la persona y parte inferior de la hoja; nubes. Estos indicadores en su conjunto de ansiedad, un componente sensible-emocional acentuado, dependencia con el entorno, necesidad de agradarse y sobreadaptación pero desde un posicionamiento mas intrusivo y demandante.
· La tensión del trazo es floja particularmente en el suelo unido al estilo del mismo ente angular y sinuoso da cuenta de una afectividad elevada que interfiere y deja al sujeto en una situación de ambivalencias y cambios de humor que afectan la estabilidad emocional.
· La casa nos da cuenta de luchas internas entre depender del otro y mantenerlo alejado. Las emociones parecen ser excesivas, sin embargo el verdadero sentir esta contenido. La capacidad de insight en este tipo de personalidades esta poco desarrollada, es decir le cuesta conectarse con sus emociones mas autenticas.
· Se trata de una extroversión excesiva y desequilibrada.
La necesidad de cubrir toda la hoja, la falta de dar un peso y valoración adecuada al objeto consignado revela el predominio de defensas maniacas y rasgos de oposicionismo que están casi siempre presente en este tipo de personalidades.
El área mas problemática en la persona evaluada es la emocional e interpersonal donde la misma despliega comportamientos extremos de sociabilidad pero sin empatía, dependencia y a la vez necesidad de imponerse en el ambiente. En el Cuestionario Desiderativo todas las elecciones fueron de tipo narcisista es decir en donde el otro no estaba presente, con perseveración en el reino animal y no elección de la categoría objetos. Por un lado por ejemplo la elección de “un perro fiel obediente y libre” y en la 2+ “pájaro porque puede volar hacia donde le quiera”. Vemos la ambivalencia entre obedecer, ser fiel (apegada) y libre. En las catexias negativas las elecciones temidas eran en 1- “mueble porque no se mueve y tampoco tiene vida” 2- “hormiga porque es pequeña e indefensa”.
En la producción grafica y en el Cuestionario Desiderativo puede visualizarse la tensión narcisista del sujeto; también en el nivel de movimiento en las argumentaciones que también se evidenciaba en las producciones. Todos estos indicadores gráficos están asociados a estados de ansiedad, impulsividad y a la vez debilidad yoíca subyacente.

sábado, 19 de junio de 2021

El trastorno narcisista de la personalidad y el test del árbol

En la construcción de su personalidad el hombre va edificando progresivamente la imagen de sí mismo, su identidad, en la que va encontrándose en su eje o centro de gravedad, así también como va dando significado a aquello que percibe del entorno, lo bueno y lo malo, encontrando la forma de relacionarse con los demás, primero con los mas íntimos y ampliando cada vez más su red vincular. Así también va afrontando las situaciones problema y sucesos vitales que se le presentan y tratándolas de resolver en la medida de sus recursos.

Ahora bien, los mecanismos y recursos yoícos destinado a estas operaciones pueden funcionar de manera más o menos normal o bien de modo desadaptativo. Tal es el caso de los Trastornos de Personalidad en donde más de un área de la personalidad puede verse afectada en su dinámica global y en algunas áreas más que en otras en función de qué tipo de trastorno se trate.
Según el DSM V entre los trastornos de personalidad se encuentran:
• Trastorno histriónico de personalidad.
• Trastorno Narcisista de personalidad.
• Trastorno Obsesivo-compulsivo.
• Trastorno de personalidad por dependencia.
• Trastorno esquizoide.
• Trastorno esquizotípico.
• Trastorno en el control de los impulsos.
• Trastorno de personalidad limite (borderline).
Mas allá de las características especificas de cada uno de ellos, lo que tiene en común es como mencionamos un déficit o desequilibrio en la construcción de su narcisismo primario que puede afectar al área cognitiva, emocional, interpersonal y de control de impulsos.
En esta entrada nuestra reflexión es particularmente sobre uno de ellos el Trastorno Narcisista de Personalidad. Veamos sus características más notorias.
Las personas con trastorno narcisista de la personalidad se caracterizan principalmente por sus exagerados sentimientos de auto-importancia. Buscan y creen tener siempre la razón y demuestran grandiosidad en sus creencias y comportamiento.
Tienen una fuerte necesidad de admiración, pero no hay un correlato o no son bidireccionales en sus vínculos. Exigen de los demás, reconocimiento y valoración pero no son empáticos ante las necesidades de estos.
Es por ello que sus relaciones vinculares se ven afectadas y resultan en mayor o menor grado problemáticas, confrontativas, exigentes y demandantes. Se posicionan principalmente desde la omnipotencia hay presencia de mecanismos de defensa de tipo maniaco como mas dominantes.
Las personalidades narcisistas tienen un acceso insuficiente a algunos estados internos, en particular, su sentir más profundo, su capacidad de insight, las emociones vinculadas a sus vínculos primarios de apego. Para ellos cualquier tipo de experiencia que lo exponga a sentimientos de fragilidad, deseo de protección, fatiga, debilidad, es algo arriesgado y que les despierta una gran angustia y cuadros de depresión.
El sujeto establece su propio código de normas en donde solo caben extremos nunca matices, así la gran tensión narcisista es entre el Yo ideal positivo de máxima completud, ambición, perfección para el sujeto y el otro extremo el Yo ideal negativo en donde todo esto puede fracasar y queda así expuesto sentimientos de inferioridad, desvalorización, fracaso. Esto se aprecia muy bien en el Cuestionario Desiderativo en la gran distancia entre las catexias positivas y las negativas.
En el orden terapéutico en estos pacientes, el terapeuta pasa fácilmente de un lugar idealizado a otro en donde parece que nada de lo que dice es correcto o aplicable al sujeto, Kohut decía que el terapeuta en las fases negativas en el vínculo era retado a que muestre su eficacia o la utilidad del tratamiento para el sujeto. En otros casos manifiesta que se aburre, su gran necesidad es la de de hablar siempre de si mismo, de lo que le pasa, de lo que le falta, casi nunca de otros salvo que lo refiera a sí mismo. Es un posicionamiento egocéntrico. Considerando su modo de ver como el correcto.
Pero la verdad es que detrás de una fachada arrogante, despreciadora, altiva, se esconde un sentido de fragilidad, vulnerabilidad y vacío interior que a veces lo asalta generando como un abismo entre sus expectativas y sus posibilidades o logros.

Un caso
Para finalizar este trabajo y dar una integración practica a estos conceptos compartimos el protocolo del Test del Árbol realizado por un sujeto adulto joven, también transcribimos parte de el Cuestionario Desiderativo.


Observaciones sobre el dibujo del árbol
Tamaño macrográfico.
Emplazamiento inferior central.
No hay simetría interna, la parte izquierda esa mas desarrollada.
Trazos de calibre ancho sobre todo en el follaje frutas, pasos, arbustos.
Nivel de detalle acentuado en el follaje, frutos encerrados, sin integrar a ramas como en el aire.
Aplastamiento superior en la copa.
Presencia de nudos en forma de ángulo y concéntricos.
La coloración del tronco es menor y casi blanca o mate en la corteza que apenas se ve pero es intensa y de trazos verticales.
Tronco de base ancha con ensanchamiento a ambos lados.
Tronco penetra en la copa.
Presencia de falta de suelo como cierre inferior al tronco.
Presencia de raíces larga y monolineales de baja coloración y flojedad de tensión.
Presencia de pastos en ángulo intensos.
Adición simétrica de arbustos a ambos lados del árbol.
Follaje en forma de arcada.
Tronco mayor a copa.

Al construir una síntesis de estos indicadores gráficos, podemos inferir la presencia de rasgos de acentuación narcisista en la personalidad, la macrografía, el énfasis en los frutos, el aplastamiento del follaje… etc. nos dan cuenta de una persona con una gran necesidad de sentirse reconocida por su entorno, mucha ambición y aspiraciones personales que en este momento siente como insatisfechas. Desde lo emocional hay sentimientos de luchas internas que se expresan en una actitud interpersonal de actitudes variables, contradictorias y caprichosas. Hay rigidez, y tensiones en su vida de relación que resuelve confrontando. Experimenta sentimientos de insatisfacción y tensión interior. Si bien su nivel de inteligencia es adecuado, la misma es de orientación práctico concreta con mayor predominio del componente emocional por sobre el racional reflexivo por ello no siempre puede regular y reaccionar adecuadamente mostrando reacciones impulsivas cuando se siente frustrado.

lunes, 8 de junio de 2020

¿Qué es el Trastorno Narcisista de la personalidad? Criterios diagnósticos. Características clínicas.

En el eje II, se diagnostica como trastorno narcisista de la personalidad a la tendencia a tener un alto aprecio de sí mismo, exagerando sus capacidades reales, considerándose distinto a los demás y merecedores de un tratamiento especial es llevada al extremo.

En la mitología griega Narciso era un joven que se enamoró de su propia belleza.

Los narcisistas, para los psicoanalistas, muestran un sentido exagerado de importancia personal y se preocupan por recibir atención.


Descripción clínica:

Las personas con trastorno de personalidad narcisista tienen un sentido irrazonable de importancia personal y están tan preocupados por ellos mismos que carecen se sensibilidad y compasión por otras personas.

No se sienten a gusto a menos que los estén admirando. Sus fantasías de grandeza generan una gran cantidad de atributos negativos. Necesitan y esperan atención especial: la mejor mesa de un restaurant, también suelen usar o explotar a los demás para sus propios intereses y manifiestan poca empatía. Cuando se enfrentan con otras personas de éxito tienden a ser sumamente envidiosos y arrogantes. Y como a menudo no logran vivir al nivel de sus propias expectativas, se deprimen con frecuencia.


Causas y tratamiento:

En la infancia comenzamos por ser egocéntricos, luego el proceso de socialización implica enseñar a los niños empatía y altruismo.

Muchos autores consideran que el T.P. narcisista surge en buena medida de la profunda incapacidad de reflejar empatía por parte de los padres por el desarrollo del niño. En consecuencia el pequeño permanece fijo en el egocentrismo, etapa de grandiosidad del desarrollo. Además, el niño, y posteriormente el adulto, se involucra en una búsqueda interminable e infructuosa de la persona ideal que llene sus necesidades de empatía insatisfechas.


Desde una perspectiva sociológica, Lasch (1978) en su libro La cultura del narcisismo, muestra el aumento de este tipo de trastorno en la mayor parte de las sociedades occidentales, como consecuencia del mayor énfasis del hedonismo a corto plazo, el individualismo, la competitividad y el éxito.

Cuando se intenta la terapia con estos pacientes, generalmente se centra en su grandiosidad, la hipersensibilidad a la evaluación, y su falta de empatía hacia los demás.