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martes, 21 de enero de 2025

La pasión melancólica y las patologías de borde.

 Jackes Hassoun planteó que fenómenos clínicos como la anorexia, la bulimia y la toxicomanía son equivalentes sintomáticos de la melancolía (delirios alucinatorios melancólicos descritos por Freud). Haydée Heinrich agrega al acting out en esta serie. De esta manera, la melancolía tiene diversas maneras de manifestarse, en lo que también se conoce como patologías de borde.

En estas presentaciones, el objeto perdido no ha sido situado como tal y en lugar de hacer un duelo normal por el objeto perdido, al sujeto se le impone el mandato de reencontrarlo. El desencadenamiento puede ocurrir a partir de una pérdida que no se pudo tramitar, o también puede estar presente desde siempre.

En estos casos, no aparece la depresión resignada que encontramos en "Duelo y melancolía", sino el ansia de producir encuentros fuertes, pasionales, sin intervalo. En su desesperación, aparecen todo tipo de conductas locas: actings, situaciones de riesgo, cortes, consumos problemáticos, anorexia, bulimia... En fin, todo lo que conocemos en la patología de borde.

El sujeto, en la melancolía, se aferra a la ilusión de encontrar un objeto que lo salve vía el amor pasional: aquel amor ilimitado, fusional, absoluto, que lo sacaría de la tristeza, la injusticia y la soledad. Se trata de un intento de curación de la melancolía.

En el Manuscrito E, Freud habla de una "gran añoranza por el amor en su forma psíquica-una tensión psíquica de amor; cuando esta se acumula y permanece insatisfecha, se genera melancolía".

Para Hassoun, la pasión en la melancolía es insaciable, con una estructura binaria, devoradora, donde el objeto es llamado a sostener el narcisismo desfalleciente del apasionado. Por otro lado, es un objeto insatisfactorio, aunque siempre esté presente. De estas forma, veremos sujetos adictos a personas o adictos a sustancias": anorexia, bulimia, toxicomanía.

En el amor, en cambio, está en juego la falta y la alternancia de la presencia-ausencia (fort-da).

Puede suceder que el encuentro pasional halle estabilización ó un enganche enloquecedor en lo que Freud llamó una "elección narcisista de objeto", es decir, que encuentre a alguien tan apasionado como él. Si esto fracasa, puede haber un desencadenamiento.

¿Qué denuncia esta posición? Según Hassoun, en la melancolía la madre no pudo ceder el seno. Se trata del tiempo lógico donde el objeto oral no fue dado por perdido por la madre, de manera que el destete no logró inscribir una primera pérdida por la cual realizar el duelo.

El niño solo puede ceder lo que está perdido para el Otro y en esta operación se constituye el objeto. En el caso de la melancolía, el sujeto no recibió el significante "pérdida", que es un primer duelo necesario para afrontar las futuras pérdidas.

Por otro lado, si el objeto no está perdido, no se produce la posterior matriz del objeto causa del deseo. Por ende, el sujeto no puede identificarse con el objeto en tanto perdido (y con valor fálico), sino que queda retenido en una identificación de objeto en tanto resto, que es mortífera. 

En estas coordenadas, el melancólico se empeña en encontrar una prueba de amor que revierta su certeza de no poder ser amado por nadie. Se trata de una ilusión vivida como "su última chance", que fácilmente vira hacia la decepción cuando el otro no está tan disponible como el sujeto necesita.

jueves, 1 de agosto de 2024

Trastornos de la alimentación: intervenciones clínicas

 En la bibliografía psicoanalítica, suele haber una insistencia en ciertas figuras, como la madre en la anoréxica que demanda al sujeto comer y éste se rehúsa. Leemos en el seminario 4:

(...) la resistencia a la omnipotencia no se elabora en el plano de la acción bajo la forma del negativismo, sino en el del objeto, que se nos ha revelado bajo el signo de la nada. Con este objeto anulado, en cuanto simbólico, el niño pone trabas a su dependencia, y precisamente alimentándose de nada. Aquí invierte su relación de dependencia, haciéndose por este medio, él, que depende de esa omnipotencia ávida de hacerle vivir, su amo. Así es ella quien depende por su deseo, ella quien está a su merced, a merced de las manifestaciones de su capricho, a merced de su omnipotencia, la de él. (Pág 189)

Este no siempre es el caso, por lo que el analista debe tener su escucha muy abierta y no quedar fijados a un modelo teórico tradicional. 

La fijación al objeto alimento y su rehusamiento en la anorexia, en ese sentido, es leído como un "comer nada". Hay un problema con la separación de la función materna y esto efectivamente es así. 

En el caso de la bulimia, esta funciona en dos tiempos: 1) atiborrarse de alimentos 2) vómito, que puede ser voluntario o presentarse de manera automática.

En cada caso, el analista deberá buscar los puntos traumáticos en la infancia del paciente. Por ejemplo, buscar figuras paternas intermitentes, cosa que también se verifica en la clínica. Padres que están pero no están. 

Ambas patologías son diferentes, pero claramente tienen un punto de fijación oral. La relación con elemento nutricio ha quedado perturbada por algún hecho traumático.

A veces, Lacan plantea al síntoma como un avance del registro simbólico sobre el real; otras veces, lo señala como un avance de lo real sobre lo simbólico. A este nivel, nos importa tener en cuenta que los síntomas alimenticios pueden no ser metafóricos (lo simbólico avanzando sobre lo real). En el caso de Emmy von N, ella presenta un asco o repugnancia a ciertos alimentos que remitían a una persona con tuberculosis que escupía sobre ellos. Ahí el desciframiento y la asociación libre pueden desarmar el síntoma.

Cuando lo real avanza sobre lo simbólico, la complejidad es mayor, pues prima la pulsión de muerte. Este es el caso de las anoréxicas con un nivel de delgadez, donde Freud ya advertía que el dispositivo debía detenerse ante la urgencia de lo médico. Incluso tratándose de neurosis, en estos casos extremos hay una regresión a la voracidad del superyó. Se trata de estadios pregenitales, orales canibalísticos. El canibalismo al que Freud se refiere, en esa etapa libidinal, es el punto de la oralidad donde aparece el odio. En este caso, la separación del objeto materno está imbuida de odio, que queda reprimido.

En el seminario IV, Lacan dice que los trastornos alimentarios muestran toda la fenomenología de la relación imaginaria.

Mientras tiene el pecho en la boca y se satisface con él, por una parte el niño no puede ser separado de la madre, y por otra parte esto le deja alimentado, descansado y satisfecho. La satisfacción de la necesidad es aquí la compensación de la frustración de amor y, al mismo tiempo, casi diría que empieza a convertirse en su coartada. 

 El valor predominante que adquiere el objeto, en este caso el pecho o la tetina, se basa en esto - un objeto real adquiere su función como parte del objeto de amor, adquiere su significación como simbólico, y la pulsión se dirige al objeto real como parte del objeto simbólico, el objeto se convierte como objeto real en una parte del objeto simbólico. (Pág 177)

Y en la página 186-7:

Tanto es así, se lo advierto de paso, que puede que jugando este papel no haya ningún objeto real en absoluto. En efecto, se trata únicamente de lo que da lugar a una satisfacción sustitutiva de la saturación simbólica. Sólo esto puede explicar la verdadera función de un síntoma como el de la anorexia mental. Ya les dije que la anorexia mental no es un no comer, sino un no comer nada. Insisto - eso significa comer nada. Nada, es precisamente algo que existe en el plano simbólico. No es un nicht essen, es un 'nichts essen. Este punto es indispensable para comprender la fenomenología de la anorexia mental. Se trata, en detalle, de que el niño come nada, algo muy distinto que una negación de la actividad. Frente a lo que tiene delante, es decir, la madre de quien depende, hace uso de esa ausencia que saborea. Gracias a esta nada, consigue que ella dependa de él. Si no captan esto, no pueden entender nada, no sólo de la anorexia mental, sino también de otros síntomas, y cometerán las faltas más graves

En estos casos, la pulsión se apodera de la función alimenticia, claramente yendo en contra de la vida. El movimiento en vacío que hace es un intento de decirle al Otro (no siempre la madre) que se rehúsa a sus condiciones y "se vuelve amo". En estos puntos, aparece el odio que muchas veces impide la intervención. Son casos con extrema dificultad, pues la pulsión desarma todo lazo.

Hay anorexias y bulimias con características escópicas, en el sentido de cómo son vistas. El objeto, en este caso, deviene objeto a, pasa a tener un plus de lo imposible de decir y es visto como peligroso. Casi se acerca al objeto fobígeno de las fobias.

Por otro lado, puede haber una fetichización de la propia imagen, donde el sujeto se mira como objeto. Se trata de un fantasma sádico, porque se mira desde afuera. Lo que está en juego es elevar el cuerpo a la dignidad de la cosa, más allá de la palabra. Es un ideal masoquista donde el sujeto se siente y ve mejor cuanto más cerca de la muerte está.

Acá el analista debe revisar las escenas de sadismo observado en terceras personas, intra o extra familiar. Pensamos en este niño que se hace amo al invertir la relación de demanda, pues a través de su síntoma está invirtiendo la relación sádica que ha observado en alguna situación traumática.

viernes, 13 de octubre de 2023

Estrago materno: algunas consecuencias clínicas (depresión, bulimia)

 Cada estructura psíquica se organiza alrededor de ciertas operaciones psíquicas que deben realizarse, llevabas a cabo por las funciones maternas y paternas. No importa quién las realice, pues se trata de funciones:

👉La función materna, a grandes rasgos, tiene que ver con alojar y constituir la superficie psíquica, que después da lugar al inconsciente como otra escena.

👉La función paterna, que tiene que ver con los recortes de esa espacialidad psíquica.

Cuando un sujeto entra en depresión, lo que asistimos a una vacilación de los sostenes de esa estructura. Vacila el fantasma, es decir, vacilan aquellas creencias sostenidas inconscientemente sobre qué es el mundo y cuál es el lugar del sujeto en él. El fantasma estructura esa forma de ver el mundo, de manera que hay una relación entre fantasma y la ideología (imaginario) que el sujeto porta.

Entender la depresión como una vacilación fantasmática no implica que se trate de una psicosis. De hecho, varias depresiones no son psicosis. La función alojadora de la madre puede haber ocurrido perfectamente, pero en el decurso de los primeros años pudo suceder que la madre perdiera la posibilidad de alojar la diferencia con el niño. Esa madre que no logra aceptar la diferencia con su hija, por ejemplo, empieza a producir el estrago materno.

No debemos olvidar que la función materna también es fallida. estamos acostumbrados a decir que la función paterna es fallida, lo que da lugar a los síntomas por un corte que no ha terminado de producirse. Las fallas en la función materna ocurren cuando la madre no logra albergar la diferencia. Esto produce un daño en el aparato psíquico. Eugénie Lemoine-Luccioni, en "La partición de las mujeres" dice que en estos casos, la madre no soporta la diferencia con la hija y la toma como continuidad consigo misma. Se trata de una madre narcisista que alojó, pero que no pudo constituir las operaciones necesarias. 

El estrago materno tiene consecuencias: si la niña no logra diferenciarse de esa madre (pendiente más de si misma), la niña no puede quitar los ojos de esa madre, quedando apegada a ella, sin poder hacer un corte con ella. Esto se verifica mucho en la clínica con la bulimia y el amor que estas pacientes tienen hacia su madre. En la bulimia aparece claramente este punto de llenarse de comida y vomitarla, incorporación y expulsión que se producen a nivel del cuerpo, pero no a nivel psíquico. El fort-da, como proceso de separación, no ha ocurrido. Faltó la autorización que una niña hace sobre si misma para ser diferente.

En los casos de bulimia, encontramos muchos miedo de la paciente a perder a su madre, aunque la odie. No hay que confundir el odio intenso con la falta de amor.

También en la bulimia vamos a encontrar un interés por la otra mujer, con la que se siente menos. 

También, Freud hablaba de que una fijación pre edípica con la madre determina un superyó con una ferocidad terrible. Las jóvenes con problemas alimentarios se miran así, con un superyó feroz.

sábado, 8 de octubre de 2022

La bulimia no es un atracón

La bulimia es una problemática clínica que se caracteriza por períodos en que se come compulsivamente, seguidos de otros de culpabilidad y malestar, con provocación del vómito. Nos muestra -en acto- una vulnerabilidad narcisista, que se ubica especialmente en el tiempo de la pubertad y la adolescencia.
Gabriel García Márquez escribe en “Crónica de una muerte anunciada”:
“Comer sin medida fue siempre su único modo de llorar, y nunca la había visto hacerlo con semejante pesadumbre”.

Esta es la forma que encuentra el poeta de transmitir que el comer sin freno, de manera escondida y sin mediar el lazo social, equivale a un sufrimiento que no puede enlazarse a la palabra.

Desde el psicoanálisis entendemos que la bulimia es una presentación clínica de una subjetividad que demuestra enormes dificultades -a nivel intrapsíquico- para poner un límite a la demanda excesiva del Otro de los cuidados.

El vómito -compulsión que le sigue a la ingesta sin medida- es un intento de poner un límite a la “obediencia” del sujeto con respecto a la demanda desmedida del Otro primordial.

Punto clave: Una forma de decir “no me como todo lo que me demandas”

Intentar modificar a toda costa lo que aparece como una conducta alimentaria anómala, empeora la problemática porque deja sin interrogar la posición subjetiva de “obediencia muda” al Otro de la demanda.
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Las presentaciones como la bulimia deterioran la calidad de vida de quien las padece y, en casos agudos, pueden ocasionar la muerte. Provocan problemas de autoestima, dificultades en el colegio, en el trabajo, con la familia y la sociedad.

Su tratamiento es muy complejo. Por eso, te compartimos algunas recomendaciones…

5 consejos: 

1- Tener cuidado con el vocabulario
Intentemos hablarle al paciente en términos de lo que puede resultarle “riesgoso” para su salud, y no en términos absolutos de “belleza/fealdad”, “delgadez/gordura”, “correcto/incorrecto”.

2- Evitar abrumar al paciente con preguntas excesivas
Los pacientes que padecen esta problemática están acostumbrados al control continuo de su alimentación, por parte de un entorno preocupado. Suelen reaccionar negativamente a toda acción que entiendan como intrusiva.

3- Las interpretaciones clásicas suelen ser rechazadas

Por el contrario, resultan útiles las construcciones del analista (poner palabras allí donde el paciente no puede) y toda intervención que apunte a que el sujeto se sienta escuchado, reconocido y comprendido. 

4- Intentar pasar de la acción a la palabra

No se trata de poner cadenas en la heladera, sino de dejar que la palabra fluya. Ver qué sentido existe detrás de ese "comer y expulsar lo que se come" y dar espacio al sufrimiento de esa persona.

5- Tener paciencia
Estos pacientes suelen demostrar malestar cuando el analista intenta abrir la historización y ubicar las posibles causas. Es fundamental otorgarles el tiempo que necesitan, y alojarlos con paciencia y amorosidad.

domingo, 1 de mayo de 2022

Patologías del narcisismo: concepto y tratamiento

 Las patologías del narcisismo se refieren a las patologías del yo. La adquisición del yo es producto de una compleja serie de operaciones identificatorias con nuestros Otros significativos que pueden llegar a buen puerto o, en casos extremos, no arrivar nunca a destino. 

Debido a que el yo como proyección psíquica constituye nuestro cuerpo, cuando estas operaciones identificatorias tienen fallas significativas, ocasionan como resultado accidentes en la adquisición de la imagen corporal. Cuando hablamos de patologías del narcisismo, nos referimos a sujetos que perciben su cuerpo con severa disconformidad, frágil, y hasta extraño para sí. Presentan problemáticas tales como anorexia, bulimia, cutting, cuerpos apagados (melancolía) ó cuerpos exasperados (manía), impulsiones de diverso orden (tentativas de suicidio, huidas, lastimaduras, ponerse en riesgo).

Estas presentaciones clínicas son frecuentes en la práctica y sus tratamientos son muy complejos, porque comparten un rasgo que hace muy difícil la aparición del inconsciente y sus formaciones -tales como inhibiciones, síntomas, angustias, presencia de la palabra hablada. 

Son sujetos que, si bien poseen un alto grado de sufrimiento psíquico, no les ocurre asociar con sus padecimientos. Tienen propensión a la acción (acting out, pasaje al acto) y a la aparición repentina de angustia masiva. 

En estos casos será necesario, en el tratamiento, que vínculo terapéutico mediante, el analista realice intervenciones como las llamadas construcciones en psicoanálisis. La terapéutica psicoanalítica será, con estas problemáticas, más activa del lado del analista.

Orientaciones en el tratamiento

Las patologías del narcisismo suponen accidentes en la constitución del yo, debido a fallas significativas durante los tiempos primarios de estructuración subjetiva: estos momentos donde el infante requiere de un Otro que lo cobije, que otorgue una mirada y un discurso que confirme su existencia y su valor.

El vínculo transferencial con estos pacientes suele presentar serias dificultades. Puede tomar el tinte de una transferencia hostil (rechazo y/o enojo hacia el tratamiento) ó una resistencia erótica (enamoramiento y/o fascinación). esto requiere una compleja labor por parte del psicoanalista.

El psicoanalista debe sostener la transferencia, demostrar estar presente, alojar siempre al sujeto. Tener en cuenta si el paciente puede hacer diván ó si en realidad necesita sentarse cara a cara (lo más frecuente en estos casos), ó en tiempos de tratamientos virtuales, privilegiar la videollamada en lugar del teléfono.

Si el paciente se ausenta a la sesión, resulta pertinente llamarlo, consultarle los motivos de su ausencia, escucharlo y ofrecerle un espacio en otro día ú horario.

El analista debe hacer uso de las construcciones como herramienta clínica. Como se trata de pacientes a los que les cuesta realizar asociaciones con respecto a su sufrimiento, las interpretaciones clásicas como la interpretación en general no resultan eficaces. Las construcciones del analista permiten reconstruir la historia infantil del sujeto, situar en qué tiempo fracasó el amor o fue desmesurado y también aporta cuerpo, ese que por el momento está sin sostén.

Se debe establecer un semblante de conversación., aunque no se trate de una conversación verdadera. El analista no va a hablar de si mismo, pero debe intentar dar pie para que el paciente pueda hablar, expresarse. Lo ayudaremos haciéndole preguntas, ordenando su discurso, repitiéndole alguna cuestión significativa. 

domingo, 16 de mayo de 2021

Anorexia mental y bulimia nerviosa. El cuerpo conmocionado.

Hoy abordaremos una patología, que por su aparición temprana y su gravedad, requiere de su internación: la anorexia nerviosa. Se trata de un cuadro que requiere de la interdisciplina de profesionales tal como médicos nutricionistas, endocrinólogos, y psicólogos. En este sentido, la internación es eficaz si no se limita a ser un acto médico.

La anorexia mental se manifiesta en la pubertad. Desde el psicoanálisis, la pubertad es un tiempo de corte y de pasaje. Esto lo encontramos en la antropología a la manera de rituales de pasaje. Implica un tiempo de corte lógico y cronológico, donde deben producirse una serie de inscripciones psíquicas para que el sujeto llegue a decirse "soy uno diferente al otro". Justamente, para el psicoanálisis el sujeto es diferencia y se constituye en esa diferencia con el Otro.

La pubertad es un tiempo que interpela al joven con todo lo que la sociedad le demanda en su ingreso a la comunidad adulta. Se trata de la condición de la adolescencia y de la producción de esas inscripciones psíquicas que son la condición del pasaje hacia la adolescencia. Sumamos el empuje pulsional, los cambios hormonales que impactan en los caracteres secundarios.

El adolescente es desmesurado. Es un tiempo de actings, ciertos derrapes que no son en sí mismos una patología. Se trata de una desadaptación sana y esperable de un sujeto a que se lo conmina a responder a ciertas temáticas. Distinto es el caso que vamos a ver hoy: jóvenes que no pueden avanzar en ese pasaje, o renuncian antes de comenzar. Algunos adolescentes, lo hacen en condiciones de riesgo extremo.

La anorexia mental es una de las respuestas a las transformaciones que se suceden en la pubertad. Por eso es importante la intervención temprana, porque es la oportunidad de hacer con el paciente un reordenamiento de los elementos que promovieron esa gravedad, permitiendo las operaciones psíquicas que permitan una salida diferente. La anorexia, para el sujeto, es una salida y un recurso creacional del sujeto, aunque en ella se evidencie la pulsión de muerte. El psicoanalista no considera que haya un origen que marque un destino ineludible, así que apuesta a crear lo nuevo sobre lo ya determinado. En ese sentido, es una apuesta en contra de la neurosis de destino, cosa muy propia del psicoanálisis y no de otras terapéuticas.

En esta otra entrada, vimos que la anorexia es un síndrome (conjunto de síntomas) y diferenciamos las anorexias orgánicas, de las anorexias en la neurosis, en la psicosis y el cuadro que hoy nos interesa, que es la anorexia mental. Debemos realizar el diagnóstico diferencial para orientar el tratamiento.

Cuando una anorexia se presenta como comorbilidad de estructura en la neurosis, vamos a ver que el paciente dispone de muchos recursos subjetivos, además de la anorexia. Son pacientes que admiten su problema y sufren por ello. Es decir, son sintomáticas. Como cualquier neurótico, no encuentran la causa en las representaciones de la consciencia y piden ayuda terapéutica, pudiendo establecer un vínculo transferencial. Son casos con las dificultades de las neurosis, egodistónicas.

En la anorexia mental, vamos a encontrar algo diferente: 
- Aparición en la pubertad, por ejemplo, a los 12 años.
- Es la única respuesta que el sujeto tiene para las demandas de este tiempo.
- Son estados de extremo enflaquecimiento, se disminuye la grasa y la musculatura corporal por la negativa perseverante, incesante e innegociable a ingerir alimentos ó líquidos.
- Esa vaciación es condición de existencia para el sujeto.
- Desequilibrios electrolíticos, que el médico detecta, por ejemplo la caída de potasio.
- Bloqueos edocrinológicos, como amenorreas primarias (no llegan a la menstruación) o secundarias.
- En todos los casos, los pacientes no consideran a su condición como sintomática. No refieren malestar subjetivo, sino que se trata de una solución.
- La modalidad transferencial es refractaria al tratamiento, porque no registran ningún problema. El analista debe ser prudente y paciente para establecer ese vínculo, que es caso por caso.

La bulimia nerviosa comparte la filiación de estar en los trastornos de la conducta alimentaria, pero es diferente a la anorexia nerviosa. Debemos respetar estas diferencias. En la bulimia vamos a encontrar que el paciente engulle todo el día vorazmente, alimentos en gran cantidad y diversidad, que pueden estar cocidos o crudos. Posteriormente, se vomita esos alimentos, hasta que no haya más. Lo que la anorexia y la bulimia tienen en común es su carácter incesante y que se trata del único recurso que tiene el sujeto. La anorexia purgativa es distinta. Se trata de cuando la anoréxica comió algo y luego la purgan. 

Como vemos, en la anorexia mental y en la bulimia nerviosa no se trata de los ideales de belleza sociales o culturales. No se trata de pacientes que busquen incitar el deseo del Otro, sino que se sostienen en el no-deseo. Ese es el no deseo de comer que está detrás de todo este cuadro, la completa ausencia de cualquier estado que connote deseo de alguna otra cosa. 

El recorrido que hicimos en la entrada anterior nos permite situar que esta no es una patología actual. Tampoco vamos a encontrar distorsión de la imagen corporal en la anorexia mental. No es que la paciente se vea gorda; es más, ni les interesa el espejo. Su actividad está en restar masa corporal. El tema del espejo lo vamos a encontrar más en las anorexias histéricas, donde siempre les falta o les sobra algo. Esto lo podemos encontrar en la distinción que Freud hace en el Manuscrito G, entre la anorexia nervosa (del lado de la melancolía, donde no hay enlace psíquico entre el trauma y la escena actual) de las anorexias histéricas. En la anorexia nervosa, hay pérdida de libido y dolor por ello, pero no duelo. Estos términos freudianos, sumamente actuales, requieren un estudio.

La intervención temprana en estos casos, intentan cortar con esa continuidad para que haya una novedad. 

Más allá de lo médico, dentro de lo psicoanalítico, encontramos distintas situaciones de gravedad. Cuando hablamos de "anorexias graves" o de otras situaciones graves, nos referimos a distintas modalidades clínicas que adquiere el padecimiento psíquico que no se ha podido organizr según esas inscripciones inconscientes. El empuje pulsional de este tiempo, más la ausencia de estos recursos psíquicos -responde de modo fantasmático- deviene en vivencias en el cuerpo: marcas mudas, acting out, que dan cuenta de una operación psíquica que no ha sido realizada.

La anorexia mental da cuenta que algo ha fallado en la constitución de las marcas primordiales. Sin embargo, no presentan signos que sugieran que se trate de cuadros psicóticos. La pregunta es de qué manera se articulan estas formaciones al campo de la neurosis. Decíamos que la transferencia en estos casos es complicada, porque no se deriva en neurosis de transferencia y no tienen articulación discursiva. Se trata de un puro dolor sin argumentación. 

Fundamentos de estructura
Freud detalla, al abordar las series complementarias, la cosntitución del sufrimiento humana. La historia, la herencia filogenética, juegan sus cartas en la pubertad. Esto, que también está en Introducción al narcisismo, nos habla que la historia parental, embebida en una cultura y en un contexto social, está encarnada en el imaginario de los padres y tiene un efecto estructurante en la organización psíquica de cada sujeto y en la constitución del narcisismo del hijo. Los efectos estructurantes no son decisivos ni definitivos.

Las afecciones de un niño armadas en la primera vuelta infantil del Edipo, estarán íntimamente ligadas a las afecciones del narcisismo parental infantil. El encuentro con los padres es una oportunidad para rescatar esos núcleos duros de la historia. Para el analista es un pivote, una caja de herramientas con la que contamos para construir una historia transferencial con el paciente donde se pueda introducir la novedad. El analista intenta producir ciertas operaciones con el niño, que le permita otra salida ante esos agujeros en la historia.

Freud introdujo la noción de que cuerpo y sujeto no son realidades distintas. El niño adquiere la imagen de su cuerpo y la aprehensión de sí mismo en la experiencia de verse en un espejo. Los padres le asignan atribuciones a ese niño y en esa experiencia el niño inviste la pantalla en el acto de tomar como objeto de amor el nuevo objeto que ve allí, que es su propio cuerpo. Ese cuerpo está representado tal como fue significado en el deseo parental. O sea, el niño tiene una fuente de información sobre sí mismo que le viene desde el exterior. La primera modalidad de existencia de un sujeto no está en el nivel biológico, sino en el lugar que ocupó en el deseo de sus padres. Esto orienta al sujeto en la aprehensión de sí mismo y del otro. Mientras cuerpo y psiquismo son equivalentes, hay que diferenciar cuerpo de organismo. El cuerpo y el psiquismo, en estos casos, se encuentran conmocionados. El niño queda capturado especularmente en las especulaciones de los padres y esto es generalmente intrusivo.

Los primeros velos que los padres ofrecen son intrusivos, pero necesarios. De es eimaginario parental se originan los mitos de origen, la novela familiar del neurótico. Se tratan de sentidos erógenos, de los que los padres no saben nada. En esta masa de sentido, el sujeto debe recortar una zona de sin-sentido para restarse de ese imaginario especular. De lo contrario, el niño queda a merced de otra ley, que es la ley del superyó, que conmina a ajustarse a ese sentido sin resto o a caer en el desamparo. La anorexia responde restando masa corporal, restando el cuerpo en lo real, porque no hay inscripción psíquica para restarse

Los padres, que desconocen todo esto, aparecen en el consultorio y preguntan qué tienen que ver. Una de las demandas más escuchadas es cómo conectarse deseantemente con su hijo. Los padres, que muchas veces son juzgados, sufren por esto y nosotros tenemos que abrir a su historia.

En la anorexia mental, comer es una demanda superyoica, una intrusión de goce que complica nuestras intervenciones, porque en las instituciones estan todos angustiados: los padres, los médicos, todos quieren que la paciente coma. Aún existen tratamientos que son brutales, que muchas veces terminan en el suicidio. Nosotros no debemos perdernos, porque son pacientes hipervigilantes a cualquier nueva intrusión de tratamiento. ¿Por dónde hacer las operaciones necesarias, fundadas en su realidad? ¿Cómo independizarlo de la mirada del Otro? ¿Qué ven los padres cuando ven a su hijo? La anorexia busca una visualización, porque los padres no ven allí un sujeto, sino figuras idealizadas. Hay que sacar al paciente de esos sentidos para que articule sus propios mecanismos psíquicos.

Fuente: Notas de la conferencia "Anorexia mental y bulimia nerviosa. El cuerpo conmocionado", a cargo de la Lic. Fabiana Barroso.

miércoles, 19 de febrero de 2020

La bulimia: ¿Compulsión u obsesión?

Dice García Márquez, en Crónica de una muerte anunciada: “Comer sin medida fue siempre su único modo de llorar, y nunca la había visto hacerlo con semejante pesadumbre”. Es una forma poética de presentar que el comer sin medida como equivalete al llorar. Es decir, se comer en lugar de llorar y de poner en palabras el sufrimiento. No siempre la tristeza se puede decir; mientras más se eclipsa la palabra, más estallan los signos en el cuerpo. Del mismo modo, nos encontramos que en la escena analítica algo entra bajo el modo de lo que Freud denominó agieren. El agieren se presenta como un grito y las ideas no se presentan como un recuerdo. Freud tenía la ilusión de llenar las lagunas mnémicas y así curar el síntoma. En el agieren, las cosas no se presentan como recuerdo, sino como acción. Algo retorna, pero mostrándose.

El comer sin medida, eso que llamamos atracón, devasta la vida de quien lo padece. No son conductas que se ofrecen fácilmente al proceso de desciframiento. Algo se dice en un análisis, la cara simbólica del inconsciente; algo entra en el análisis bajo la modalidad del hacer. Se muestra, se reproduce en acto y esa es la cara real del inconsciente. La cura freudiana también transcurre por ese camino.

En el manual de psiquiatría DSM IV, la bulimia está considerada como un trastorno de la alimentación que se caracteriza por dar grandes ingestas de comida, generalmente a escondidas, en poco tiempo y seguidas por conductas que apuntan a eliminar eso que se comió, mediante vómitos, laxantes, diuréticos, ayuno, actividad física extenuante. Todo este proceso termina en una gran depresión por haber fracasado en el control pretendido.


Para el discurso médico, la bulimia es una enfermedad caracterizada por determinados síntomas. Para el psicoanálisis, en cambio, se trata de una problemática que atañe al deseo y al goce desmedido. Frente a lo estandarizador del discurso de la psiquiatría, en nuestro campo se trata de lo singular y de ver si en esa compulsión de comida se puede construir un síntoma analítico, es decir, si se puede llevar la compulsión hacia lo que llamamos el terreno de la verdad, el sentido.

En estos pacientes, si bien se trata del caso por caso, hay cuestiones que se repiten. Hay una urgencia para parar de comer, pero no se escucha una demanda de saber. Por lo tanto, hay serias dificultades de que se establezca la transferencia, es decir, una demanda de saber dirigida al campo del Otro. Incluso hay cierto malestar cuando el analista intenta abrir a la historización para armar algo del orden de una causa. Por eso, podemos decir que las bulimias se presentan muy próximas a lo que Freud denominó neurosis actuales. La bulimia no es ninguna estructura, puede presentarse en una psicosis, en una neurosis o en una perversión.

En las neurosis actuales no hay un mecanismo psíquico en juego, sino que la causa está en una inadecuada satisfacción sexual. Lo interesante es que el goce no termina en angustia y síntoma, que es lo que suele suceder con recorrido del goce en las psiconeurosis de defensa. En las psiconeurosis de defensa hay conflicto entre la representación intolerable y la defensa, entonces se constituye un síntoma. En los casos de las neurosis actuales no hay síntoma, sino un goce en el cuerpo que no se anuda a una representación. No se anuda a lo simbólico, se presentan como puro real. Se trata de un hacer que se repite tipo estribillo, más del lado de lo pulsional, del goce puro, del síntoma que se basta y no llama a la interpretación (la acentuación que hace Lacan del síntoma en su vertiente de goce, en el seminario X). Se trata de goce, de satisfacción y para ligarlo hay que apekar a la dimensión de la verdad y el sentido.

Para Freud, el inconsciente está estructurado como un lenguaje, frase que Lacan extrajo de él, pero en la clínica también Freud se topó con el goce. Freud pretendía una cura basada en el llenado de las lagunas y se topa con el goce. ¿Pero qué es el goce?

Hasta 1920, en la obra de Freud vemos que lo que rige al aparato es el principio del placer: la tendencia a mantener la tensión del aparato al mínimo posible. Básicamente, se trata de evitar el displacer y mantener una homeostasis. La cura, en ese momento, implica recordar, donde a veces aparecía el hacer. En 1920, con Más allá del principio del placer, se destrona este principio: no hay más allá de ningún principio, deja de regir el principio del equilibrio en el aparato, de la homeostasis y de la tendencia a bajar la excitación lo máximo posible. Esto es un punto de inflexión en Freud y en la clínica. En este texto, introduce a la pulsión como pulsión de muerte, si bien Freud sostiene toda su vida la dicotomía pulsión de vida - pulsión de muerte. La pulsión de muerte no busca la muerte, pero empuja (drang) hacia ella. El empuje es una característica central de la pulsión, por lo tanto la pulsión es lo opuesto a la homeostasis. Se trata de una fuerza constante, a diferencia del instinto, que tiene ciclos. En la pulsión de pone en juego un avance indomeniado que podría llevar a la muerte, porque es sin medida y su fuerza es permanente. El término que Freud usa es genus, que es goce. No se trata de placer (lust) ni de displacer (unlust), sino de la satisfacción. Satisfacción de la pulsión. En estos pacientes, hay algo de la satisfacción que impide su enlace al inconsciente. Freud detecta que no hay equilibrio, por lo que el concepto de goce no es equilibrante.

La pulsión tiene algo del exceso; las anorexias y las bulimias están más allá del principio del placer, tanto en el rechazar la comida hasta morir de hambre como en el comer hasta reventar. En estos casos, es muy interesante lo que sucede en la clínica cuando uno introduce una demanda, por ejemplo, una demanda de llamado telefónico. Es decir, se apuesta en esa demanda a ligar esa compulsión de comida a un sentido al Otro, a lo simbólico. Estas intervenciones de la demanda de llamado son intervenciones de corte de ese goce infinito: “Llamame cuando estés por… o llamame posteriormente”. Se empieza a establecer esta suposición de la significación de esto que aparece como un goce irrefrenable.

La compulsión se presenta por el lado del ello. Aunque alguien pueda decir “yo me comí todo”, ese je aparece como efecto gramatical y queda suspendida momentáneamente la existencia del inconsciente. El núcleo del inconsciente es una hiancia que posibilita la formación del fantasma. La raíz del fantasma es “No soy el objeto del Otro”, es una separación del lugar de objeto de goce del Otro. No es lo mismo tragarse todo que comerse un bombón. El goce puede ligarse al deseo y al amor, lo cual se produce cuando se termina de producir el fantasma en la tercera voz de la pulsión.

El fantasma cumple una función de homeostasis, porque una distancia con el goce y es tributaria del nombre del padre. Es decir, de no ser el falo imaginario. El nombre del padre, recordemos, priva al niño y a la madre de ese goce. El fantasma se conmueve en un análisis. Esa respuesta inconsciente que el sujeto se dio a qué quiere el Otro de él, al leer el fantasma se conmueve.

Bulimias en la dimensión del puro goce. 
En esta primera distinción entre las bulimias, encontramos las que prima el sujeto que Freud llamó acéfalo, el ello, lo real pulsional sin ligadura a lo simbólico. En estos casos, las comilonas se realizan a escondidas, sin dejar rastros y con la compensación de que esté estable el peso. Con lo cual, no hay escena, no están dirigidas al Otro. En estos casos, como en las personas que se drogan solas a escondidas, está en juego el goce autista. No hay una palabra en psicoanálisis una palabra para designar a este goce irrefrenable, pero en psiquiatría le dicen impulsiones.

En las impulsiones se pone en juego lo imperioso de la pulsión, el drang, sin que el sujeto luche o dude si tener o no la impulsión. Simplemente lo hace, es un goce irrefrenable. Está comandado por lo acéfalo de la pulsión. Si se produjera la consulta, ya habría presente cierta dirección al Otro y una lucha para evitar esa acción.

Además de la satisfacción pura, que viene del ello, la pulsión se enlaza al Otro, a la significación. Hay dos ejes fundamentales en la clínica: uno es el eje de la satisfacción, que es la pulsión y otro es el eje de la significación. Los textos que más se relacionan a la significación son todo lo que tiene que ver con el inconsciente y sus formaciones. Los textos que tienen que ver con la pulsión son Recordar, repetir y elaborar, Más allá del principio del placer. Cuando se produce la consulta, estamos más del lado de la significación. Antes, lo que vemos es que estaba desabonado al Otro, desabonado del inconsciente.

Así como antes teníamos el drang, del lado de la significación tenemos el Zwang, un término que tiene que ver con la compulsión. En la Conferencia 17 de Freud, E sentido de los síntomas, él habla una paciente que va de una habitación a la otra mostrándole una mancha roja en la mesa. Llama una y otra vez a la mucama, yendo de una habitación a la otra. Freud descubre que había una significación en juego para esta conducta repetitiva: el marido, en la noche de bodas, había sido impotente y dijo “Voy a echar tinta en la cama para que la mucama no crea que soy impotente”, entonces esto vuelve una y otra vez disfrazado. Ella, identificada al marido, llama una y otra vez a la mucama para mostrar la mancha. Estas acciones obsesivas, repetitivas, que se repiten una y otra vez aparentemente sin sentido, en realidad lo tienen y hay un intento de corrección. Ya en la compulsión está en juego una significación y una lucha. Cuanto más absurda la conducta, más sabemos que tiene una significación. Ya no solo está en juego la satisfacción, sino también la duda y el “no puedo seguir así”, condición para empezar un análisis. La pregunta y el pedido de ayuda. No es lo mismo, entonces, el drang desabonado del inconsciente, que la compulsión de repetición, ligada a una significación.

Bulimias bajo la forma de acting out. 
Cuando los actos bulímicos están más ligados a la significación, las compulsiones dejan resto. Hay una mostración al Otro. Dejan restos que se dan a ver, no son prolijos ni hay ese empuje sin ligadura al Otro. No se trata únicamente de la satisfacción silenciosa pulsional. El Otro puede ser el analista, el padre, la madre o el novio. Se trata de una mostración y un llamado al Otro. Aquí hay una salida de la angustia, pero no sintomática, como vemos en la histeria. Hay una puesta en juego de la angustia, entonces ya no es puro goce y pulsión de muerte.

Lacan llega a decir que el cuerpo es el lugar del Otro. El destete, el control de esfínteres, la interdicción del incesto, la alienación significante posibilitan la castración y la pérdida de goce. La castración no es no estar con mamá en la cama, sino que de lo que se trata des de perder un goce en cada una de las especies de objeto a. En la psicosis, como no operó el nombre del padre y hubo forclusión de la metáfora, está siempre la amenaza de un goce invasor, porque el cuerpo no funciona como una superficie con agujeros. El goce, en la psicosis, puede invadir el interior del cuerpo, los órganos. Por efectos de la metáfora paterna se produce un cuerpo como superficie. Al ser el niño privado de ser el falo imaginario de la madre, el goce debiera queda más regulado.

Convertir el grito en demanda es lo que hace el Otro auxiliar y eso anula el terreno de la necesidad pura. Ya no se trata más del alimento. Estamos exiliados de la necesidad, pero atrapados en la demanda, de la que no hay satisfacción total. La clínica de estos trastornos nos da a leer ciertos impasses en la constitución de lo que hablábamos del fantasma. El objeto comida está perdido, porque la demanda se desgarra de la necesidad; queda rebajado a su condición del alimento cuando el sujeto no encuentra en dicho objeto un signo de amor. La pulsión que debiera girar en torno a un vacío para satisfacerse, se incorpora en el objeto de la necesidad compulsivamente como compensación -dice Lacan- frente a la frustración de amor. Es una hipótesis maravillosa que Lacan trabaja en el seminario IV, donde el objeto de la necesidad se ve degradado y en lugar de demandar amor, se incorpora el objeto de la necesidad, como leíamos al principio en la frase de García Márquez.

Lo que el parletre busca es un signo de amor. No es lo mismo hacerse comer por el Otro en la dimensión del amor y el deseo, que ser comido y tragado por el Otro, ocupando allí el lugar de objeto de goce del Otro. Fíjense como el goce pulsional se enlaza al fantasma. Las voces de la pulsión son la voz activa (comer), la voz reflexiva (comerse) y recién en la voz media se produce el sujeto. En el hacerse comer ya está la metáfora, en enlace al Otro, ya está simbolizado el objeto y ya está operando la castración. Hacerse comer no es lo mismo que ser comido y en esta alimentación trastornada el sujeto siente permanentemente esa amenaza de ser tragado.

Freud, en las neurosis de angustia (que forman parte de las neurosis actuales) nombró a la bulimia, también descripta como hambre insaciable. La bulimia se la incluye dentro de un ataque de angustia rudimentario. En las neurosis actuales, donde Freud incluyó a la bulimia, no hay mecanismos psíquicos en juego. Con lo cual, no hay posibilidad de desciframiento si primero no hay un trabajo de cifrado, de ligado de goce al significante. Freud plantea que lo que aparece como una compulsión bulímica está causado por un estado de angustia. Es como si ante la mínima manifestación de angustia se produjera la impulsión bulímica, precisamente, como manifestación de la angustia. La angustia no llega a desplegarse en toda su intensidad, sino que es inhibida. En apariencia, el paciente la resuelve rápidamente  a través del acto clínico. Freud dice que la bulimia equivale a un ataque de angustia rudimentario: es una angustia débil, que no produce los efectos que normalmente produce síntomas, la retórica del inconsciente, el ligado del goce.

La angustia es una señal en el yo que advierte al sujeto que está atrapado -o podría quedar- en el lugar de objeto por el Otro. Síntoma, inhibición, acting out, pasaje al acto, son respuestas a esta angustia, de la cual no se puede permanecer impasible. ¿Pero por qué en estos casos la angustia no llega a armar síntomas? Podríamos conjeturar que lo que hay es una huída persistente a la sensación de angustia. La sensación de angustia les es terrorífica y eso es una dificultad clínica en la transferencia, porque hay una necesidad de tener estas compulsiones, aunque ya se haya empezado a trabajar con la significación.

En la bulimia está en juego el siguiente circuito de goce: tragar para no ser tragado. Es una defensa, pero no a la manera de la represión de las psiconeurosis de defensa. Con el vómito, inclusive, se intenta poner un borde y un límite y luego se vuelve a cumplir con el rito. Un paciente decía “Cuando como, soy comida, pero cuando vomito estoy ahí afuera”, como si ella se hubiera expulsado de ese Otro que la tiene tragada. Los bulímicos dicen sentir alivio al vomitar, lo sienten como una necesidad de sacarse de encima el lugar de objeto de goce del Otro. Es como si se protegieran de esa sensación amenazante del deseo del Otro. El Otro se les viene encima y ahí la castración no está operando. Es lo desmedido del goce que hace que no llegue a ser subjetivado, porque predomina ese ordenamiento pulsional que es del ello. Es el analista que va a poner en función, con sus interpretaciones, el nombre del padre.

El inconsciente es el que ordena, enlazando representaciones, y este goce desordenado necesita de un saber. En las psiconeurosis de defensa tratamos de equivocar el sentido para leer qué verdad porta el síntoma. Acá estamos hablando de la pulsión irrefrenable, con lo cual propongo que se trata del armado de la cadena, introduciendo saber en lo real que pueda perforar el goce del Otro y en donde evidentemente la angustia no funciona como señal.

¿Pero por qué en estos casos la angustia es terrorífica? Porque la defensa, que es el modo del sujeto para enfrentar la angustia, queda entronizada. El sujeto encontró esta forma de hacer algo con la angustia que se le viene encima. Impide, de esta manera, la defensa, porque cada vez que fracasa algo de la ley del falo y la ley del deseo y el goce se les viene encima, la angustia rudimentaria no llega a operar y aparece como defensa la compulsión bulímica. La defensa en la clínica toma una forma de “No quiero saber nada de eso” y el paciente no quiere poner en palabras nada de esa angustia. Recuerden a Juanito: antes de armar el miedo a los caballos estaba en un estadio angustioso. Esa angustia era insoportable y se termina ligando a un síntoma, en su caso, el miedo a los caballos. En los casos de bulimia, esta angustia es terrorífica y no llega a funcionar como señal: no quieren saber nada de esa angustia, que no llega a ponerse en palabras y aparece la compulsión. No hay enlace del goce a lo simbólico.

La pulsión se satisface en el goce, no en el placer. La pulsión es autoerótica y mortífera, pero cuando la pulsión logra enlazarse a la ley, al deseo y al amor se vuelve apta para el placer. El goce se vuelve apto para el placer en el fantasma, pero la pulsión de por sí es puro empuje. Hay defensas para la pulsión. Freud ubica dos de ellas, que son movimientos propios de la pulsión: la transformación en lo contrario y la vuelta contra sí mismo. Freud también nombra otras dos defensas, que son la represión y la sublimación. estas dos últimas defensas tienen que ver con el deseo, que se presenta reprimido o sublimado. Lo que está diciendo Freud es que el deseo anudado a la ley pone límite al goce. Es un modo de defensa de la pulsión.

Habíamos dicho que la fase terminal de la pulsión estaba en el tercer tiempo, donde hay una ligadura al Otro. Estudiar una carrera puede ser un mandato, o estar articulado al deseo y a un ideal. El analista interviene para recuperar el anudamiento del goce al deseo. El problema es cuando el goce aparece desanudado y desintrincado. ¿Tiene medida el comer? Sabemos que comer puede estar ligado a una escena, al deseo y al amor, pero también puede ser un acto sin el otro.

Caso clínico 1.
Paciente de muchos años, que empieza tratamiento tras haber recorrido grupos de bulimia, operados por nutricionistas. Había ido al psiquiatra y llega al tratamiento. Ella describe las compulsiones que había tenido desde la adolescencia. Cada vez que le preguntaba que me cuente un poco más, ella me decía “Basta, ¿qué tiene que ver esto con lo que te estoy contando? No bajé nada de peso, eso es lo que me importa”. Así transcurrían las sesiones, monótonas, tediosas. No ahorraba en ningún detalle el relato de todo lo que había comido y mi apuesta era a que si ella seguía viniendo, de a poco en un semblante de diálogo algo empezaría a dialectizarse.

El analista debe ser paciente y no enojarse. debe alojar ese sufrimiento, aunque todavía no quiera hablar de eso. Yo le decía “Tenés razón, vivir así debe ser horrible, es insoportable pasarse la vida comiendo o vomitando”. De a poco, preguntándole más acerca de las quejas, me cuenta que ella es rara, distinta a la familia. La familia es de clase alta y a ella le gusta otra vida, irse con los peones de los campos de la familia. Siempre se sintió identificada a otra cosa. Cuando empiezo a historizar sus comilonas, luego de mucho tiempo de trabajo de alojar, me cuenta que sus comilonas empezaron en plena adolescencia, cuando sus amigas empiezan a salir. Cuenta que sus amigas salían y se divertían y ella las veía como putas y que no pensaba como ellas. Le subrayo “no pensabas”. Se abre a que la falta de sentido de deseo sexual de su existencia, la respuesta a este encierro que tenía fue comer desde la adolescencia.

Dejar afuera a los hombres, el sexo, era algo repugnante en el decir de la madre. Le digo, entonces, que ella estaba congelada, a raíz de que ella decía que comía del freezer, lo cual le lastimó numerosas veces la garganta y hasta llegó a sangrar. Extraigo un significante de todos esos decires: ella estaba freezada, congelada al lado de la madre, que le pedía que no se caliente. Esto produce un efecto: se despliega la posibilidad de tomar al otro como objeto, pero en la mitad de este gran despliegue, me dice que no va a seguir viniendo porque se quiere ir al campo unos meses y que además va a hacer dieta en el campo. Le digo que ella ahora necesita irse y que en algún otro momentos veremos de qué se quiere ir.

A los seis meses, retoma y me cuenta que en el campo había logrado adelgazar, pero que en el campo había vuelto a subir. Lo más interesantes es que se empieza a desplegar es que estuvo con el peón del campo. Ella lo llamaba “El bombón”, que se comió al bombón, lo cual implica que no se come solo comida. La pregunta que se despliega a partir de comer el bombón es todo el goce de la madre que, una vez que el sujeto queda advertido, recién puede vaciarse de ese lugar de objeto. Al no leer ni descifrar esa demanda del Otro, el sujeto no puede descontarse de la demanda.

Finalmente ella tuvo relaciones sexuales con el peón y trae un significante que ubica lo que realmente le ha pasado. Empieza a metaforizar el goce oral y ella dice “Me morfé la vida” y ahora se la puede morfar de otro modo. Fíjense que una vez que se enlaza el comer como goce puro a un hacerse comer, se enlaza al Otro y el goce pasa a estar negativizado. 

En estos casos, se debe enlazar el goce del ello al inconsciente (al cifrado). Al haber advertencia subjetiva de la demanda del Otro, el trazo inconsciente empieza a trabajar y el objeto empieza a fijarse en terreno cortado, no siendo objeto de goce. El sujeto puede ir cortando la posición de objeto; puede ligar ese puro goce al Otro, al hacerse comer.

Caso clínico 2.
Paciente que consulta tras haber acudido a numerosos tratamientos médicos, homeopáticos, grupos, etc. Se trata de una mujer joven, con una sonrisa amable, pero con un cuerpo impactante por lo enorme. Se sumerge sin pausa en la historia de su sobrepeso de 40 kilos. Se recuerda gorda desde siempre, comprando golosinas en los recreos de la escuela. En la pubertad, los insultos de sus compañeros ya eran obscenos.

A los 7 años viene a vivir a la Argentina con su familia, luego de probar suerte en otro país. Conserva ciertos modismos de su país de origen, sobre todo cuando se pone nerviosa, se traba un poquito. A los 15 años, hace un tratamiento significativo. Tuvo relativo éxito, pero en la mitad los padres planifican un viaje, en el que le dicen “En vacaciones se puede comer sin límites”. Ella, en ese momento, no estaba a tiempo de restarse de esa demanda y recupera rápidamente todo el peso.

Su padre vivía en el exterior, lo que para la madre no resultaba un problema. Cada vez que volvía angustiada a su casa por los insultos de los otros, la respuesta que encontraba en la madre era “Son unos pelotudos, no les des bola”, cosa que también escuchaba del padre. La palabra de amor faltaba a la cita; en cambio, se hacía presente el empuje al goce. Lo que vivifica al ser hablante es la palabra, lo simbólico.

¿Qué trae a esta paciente a la consulta? Su preocupación por no aprobar los exámenes. Algo que uno encuentra en las melancolizaciones es que pese a haber cuerpo unificado, fracasa el yo ideal, ese punto de verse como amable al deseo del Otro. En su adolescencia, lo que ella recibía eran insultos y como la respuesta que recibía en la casa era que eran unos pelotudos, la palabra que vivifica al ser hablante en este caso terminaba siempre en pelotudos.

La paciente no tenía ningún encuentro sexual, aunque estaba en sus veintipico de años de edad. Sentía vergüenza de su cuerpo y encontraba alivio a su angustia en la comida. Decía que la calmaba, pero que después se ponía peor. Estaba identificada al lugar de desecho, desaparecía de la vida del lazo con los otros. Así como Lacan dice que el cleptómano busca que su deseo pueda ser tomado en consideración (roba para que alguien lea eso), creo que esta paciente, que se quedaba tirada los fines de semana, sin bañarse, estaba pidiendo que alguien lea.

Fuimos avanzando en lo que llamaríamos una memoria sin recuerdo, porque no había subjetivación de esto, sino escenas. cada vez que irrumpía la compulsión bulímica, empezamos a cifrar cada compulsión, historizando qué le había llevado a comer. Aparecieron muy pocos recuerdos. Uno era la mirada de sus compañeros a su madre, que decían que estaba mucho más fuerte que ella. Esto ocurría en un contexto de cambios de colegio permanentes, que lejos de calmarla la angustiaban más. Respecto a la madre, a la cual le tenía mucho odio porque le gustaba aparecerse ante sus amigos, voy a la tercera generación, porque esta madre había sido deshecho para su madre que la había abandonado. La había criado el padre con mucho rechazo, y que probablemente se debía a eso. La llevo a la castración de ese Otro monstruoso. Esta intervención fue fundamental, pues la despegó del enorme odio que sentía hacia la madre. La madre era, ahora, una simple mujer que quería ser deseada.

Respecto al deseo de tener un título, le subrayo que para que le vaya bien en el estudio, hay que tragar más. Es decir, que lo real de este goce empieza a pasar a lo simbólico, al equívoco del sentido. Las matemáticas le apasionaban, pero le dedicaba poco tiempo, aunque su proyecto era irse al exterior. También le decía “No hay que tragarse un buzón”, respecto a la demanda de la madre de “Comé, ellos son unos pelotudos”. Se despertó el deseo de saber en ella. Las trabas en el estudio eran leídas ahora, en transferencia, como el intento de hacer un corte con la demanda del Otro. Eso la lleva a poder concentrarse. Si ella quería irse al exterior, debía estudiar para tener el título. Estas son lecturas de corte, porque posibilitan salir de ese goce en el que está enredada. En esa misma línea, le leo el sobrepeso: le digo que este sobrepeso que tiene es el peso permanente de la demanda del Otro. Esta intervención dio lugar a la consulta con un médico, que le empieza a ordenar su dieta. Este médico le dice “Si estás convencida de querer otra forma de vida, nada te desvía de tu camino”, interviniendo maravillosamente bien. Le dice que no se desvíe de su camino, si quería estar bien.

Esta chica hablaba permanentemente de las otras vidas, en las que creía. Le digo que de lo que habla ella es que hay otra vida posible para ella. El enigma respecto a la otra vida posible abre, en análisis, un nuevo trabajo: empezamos a situar la falta de medida en los lazos familiares. Las pocas veces que su padre volvía del exterior, era para escuchar insultos. La falta de medida en ella tenía que ver con una identificación a estos signos. Las comilonas aparecen ahora situadas como un intento de separación fallida. Empieza a tomar importancia, en la escena, el amor y la sexualidad.

Subrayemos que en las compulsiones bulímicas no se trata de la búsqueda de un goce. Lo que allí se pone en juego es una defensa frente al horror de un goce intolerable, que las compulsiones intentan calmar.

Pregunta: ¿Por qué dijiste que ella se ubicaba como objeto de goce del Otro?
M.D.: El neurótico lo que hace es colocarse como objeto del Otro, padeciendo justamente el taponamiento de ese Otro al ubicarse ahí. En la neurosis, el fantasma debería sostener el deseo, ligando la pulsión a la exogamia. El neurótico, no obstante, se rebaja a la demanda. En lugar de estar circulando con el deseo, con el objeto a como causa de deseo, funciona como tapón de goce.

Ante las comilonas, la madre del último caso le decía “Vos no tenés aire acondicionado, venite a dormir a mi cama”. En este caso, las comilonas sucedían los jueves y viernes, a lo que yo leía que era justo antes del fin de semana. Ella era una compañera freezada de su madre. En lugar de estar funcionando el fantasma, que permite cierta regulación de goce con las operaciones de alienación y separación a la demanda del Otro, y buscar un sentido más allá de él. Lo que en estos casos sucede es que no funciona el fantasma como separador, como sostén del deseo. Aquí el goce está desregulado porque no está ligado al deseo, a la ley. Comerse todo y ser la compañía de la madre es que el goce no funciona ligado al deseo, apto para el placer, se torna en un goce puro en el lugar de objeto. Comida, tragada por el Otro.

La operación de la metáfora paterna produce que el niño no tapone la falta del Otro, lo que le posibilita crecer. Lo que no termina de operar en estos casos es ser lo que le falta al Otro y no lo que lo sutura. La metáfora paterna priva el goce y lo ordena.

Pregunta: ¿Qué pasa en los casos donde no se es visto por el Otro?
M.D.: Aparecen melancolizaciones. Más que el lugar de brillo, nos encontramos ahí con sujetos que están en el lugar de objeto de deshecho. En esta paciente, ella estaba ubicada en el lugar de objeto de desecho, pero no era una madre que no la quería, pero no le daba lugar a ayudarla, a que le cuente. Me parece que son casos que el niño no ha sido colocado en el lugar de falo imaginario, sino de objeto. El falo tiene brillo.

Pregunta: (inaudible)
M.D.: El analista no debe presentarse desde el ideal, porque sino se pone en el lugar de Otro absoluto que no da lugar al deseo del sujeto. El analista encarga el lugar de sujeto supuesto saber. Si se la cree, estamos en problemas. El sujeto supuesto saber es una demanda de saber al analista, en relación al discurso del paciente. Nosotros no sabemos ni vamos a poner nuestro ideal en juego nunca.

En los pacientes melancólicos hay una dificultad en la incorporación del saber. Es como si tampoco se pudiera incorporar algo de eso, por lo que el ideal que ella se arma, es recibirse para irse a vivir al exterior. El analista lee eso y le ayuda a que no quede atrapado en la demanda del Otro, que era ocuparse de la demanda de la madre cuando ella tenía que estudiar.

Pregunta: ¿Has visto casos que vayan de la anorexia a la bulimia o de la bulimia hacia la anorexia?
M.D.: Eso yo lo pienso como algo propio de la compulsión bulímica. Es decir, está que el Otro no se entere, pero también está el empuje al goce. En ambos hay empuje al goce, tanto en la impulsión como en la compulsión, aunque en la compulsión el acento está puesto en la significación.

Muchas veces, ante el fracaso del ideal mortífero de no comer, o por no poder sostener ese ideal, se producen las compulsiones y visceversa: cuando vienen las compulsiones viene el período anoréxico de intentar controlar la pulsión, pero de una manera loca y mortífera.

Pregunta: Cuando hablás de un impass en el fantasma, ¿Cómo se entiende que haya habido un acto de lectura del lugar que me quiere el Otro? Veo una paradoja ahí.
M.D.: No diría estrictamente que hay lectura. Sí hay goce y satisfacción en ubicarse en ese lugar. A mi me parece que habría lectura cuando eso se liga al significante. En estos casos, no hay lectura, sino un empuje a satisfacer eso, de lo cual nos enteramos porque está comiendo compulsivamente. Recién hay lectura cuando se cifra, cuando se liga a la significación.

En la clínica debemos encontrar esos significantes que para el paciente se convirtieron en demandas absolutas. Las demandas absolutas no están ligadas a otras significaciones, son inequívocas. Al sujeto les llega como una orden, porque el sujeto no está en condiciones de interrogar. La chica del caso escucha “Son todos unos pelotudos” y no puede responder algo así como “Pará, ¿todos son unos pelotudos?”.

Nosotros debemos hacer que el paciente historice y averiguar cuáles fueron sus marcas fundantes, qué marcas quedaron sin ser interrogadas. Recuerden que la letra es litoral, por eso nosotros leemos a la letra. Litoral entre el saber y el goce. Cuando les leemos “quedaste freezada”, ese significante uno lo sacó del discurso y el analista lo subraya. Nos importa ese significante porque toca el goce, no se trata de un mero jueguito de palabras. En este caso, freezada es un significante que hace litoral con su goce, que es que estaba ahí en lugar de objeto. En este caso, que no lo conté el efecto de tocar eso es que empiezan a aparecer sueños, por lo que se abre la dimensión del inconsciente, en la que ella está en una fiesta mirando como todo el resto bailan y se divierten, mientras ella pensaba “Qué tontas, qué putas”. Entonces, seguimos cifrando que las otras, por disfrutar de la vida eran putas...

📝Texto confeccionado en base a las notas de la conferencia dictada por Mariana Davidovich, 2 de octubre de 2019

miércoles, 12 de febrero de 2020

Diccionario de Psicoanálisis: Bulimia.

La bulimia es una perturbación de la conducta alimentaria, consistente en el consumo solitario, en ciertos momentos de crisis, de grandes cantidades de comida, de manera rápida y aparentemente compulsiva.

La bulimia fue aislada como entidad clínica recién en 1979. Cabe preguntar, por otra parte, si las preocupaciones referidas a la obesidad en las civilizaciones occidentales, especialmente en los Estados Unidos, no tienen mucho que ver con esta elaboración. No obstante, no todos los bulímicos son obesos; algunos alternan las crisis de bulimia con las tentativas de régimen, y a menudo la crisis durante la cual es absorbida una gran cantidad de alimento es seguida de vómitos.

No se podría negar que individuos (y en este caso principalmente mujeres) pueden expresar en el plano alimentario conflictos que generalmente tienen otro origen muy distinto. Sin embargo, desde que se intenta situar la estructura psíquica de la que dependería la bulimia, aparecen numerosas dificultades.

O. Fenichel, mucho antes de que la bulimia se constituyera como entidad clínica, había hablado, acerca de esto, de toxicomanía sin droga. Sin embargo, si bien la dependencia de la bulímica respecto de su síntoma puede evocar un fenómeno de adicción, no excluye una cierta resistencia a la irrupción de la crisis que impide asimilar las dos estructuras.

¿El conflicto interior (no tocar la comida /para qué detenerse a esta altura) nos hará pensar en la neurosis obsesiva? El cotejo no es inconcebible, pero se queda en lo descriptivo. Por otra parte, la dimensión de autodepreciación, de degradación que hay en la absorción masiva de cualquier cosa ha sugerido la idea de una dimensión melancólica de la bulimia, tanto más cuanto que su desencadenamiento se acompaña a menudo de estados depresivos.

El verdadero problema no está sin duda allí. Las bulimias no presentan posiblemente una unidad estructural. En contrapartida, la frecuencia de formas «mixtas>> donde alternan comportamientos anoréxicos (véase anorexia) y comportamientos bulímicos, la frecuencia también de un pasado anoréxico en las bulímicas, obligan a poner en cuestión la extensión misma de la bulimia. No es imposible que numerosas «bulímicas» que vomitan sean de hecho anoréxicas. El diagnóstico de bulimia, que, por otro lado, puede ser un autodiagnóstico, forma parte entonces en si mismo de la patología y viene a confirmar a los ojos de la paciente que su problema principal reside en la necesidad de evitar un aumento de peso.


Fuente: Chemama, Roland (1996) "Diccionario de Psicoanálisis", p. 2-5. Amorrortu editores.