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lunes, 3 de abril de 2023

Pacientes enojados: Ira y angustia en transferencia.

En la intimidad de la consulta, en ese encuadre amigo y seguro, podemos encontrarnos con personas que expresan sentimientos al modo de reacciones emocionales intensas, tales como ira enojo y cólera.

En el tratamiento, la ira puede manifestarse como enojos, agresiones, desplantes, gritos inmotivados y berrinche infantil.

Jaques Lacan afirmó que "La ira, la cólera, es una pasión que se expresa con un correlato orgánico ó fisiológico (...) necesita una especie de reacción del sujeto ante una decepción". Con respecto al surgimiento de ira, dirá que "las clavijas no encajan en los agujeros" ¿Cómo interpretamos esta frase?

En reiteradas ocasiones, las cosas no salen como esperamos: esto produce, para muchos pacientes, un desgarro de la trama simbólica del sujeto y emerge la ira como respuesta a ese real.

En un análisis, la ira puede ser el modo que cobre la transferencia en su vertiente hostil. Incluso puede llevar al desgarro del lazo transferencial. ¿De qué se trata la transferencia hostil? Aparece el enojo hacia el tratamiento ó el analista, se rechazan sus interpretaciones y se detienen las asociaciones: no hay falso enlace, desplazamiento, lapsus, actos fallidos. Se cierra el inconsciente y la transferencia opera como obstáculo para el tratamiento terapéutico.

¿Qué estrategias tiene el paciente para maniobrar en estos casos?

Notas de la Conferencia dictada por Carlos Guzzetti, el 12/10/21, titulada "Ira y angustia en transferencia". Forma parte del Ciclo de Conferencias 2021 "La angustia: su presentación en la clínica", de la Institución Fernando Ulloa.

Cualquier paciente consulta cuando fracasan sus recursos defensivos. Aparece la angustia, que es un afecto que es un equivalente de todos los demás afectos, en la medida que ellos proceden o van a parar a la angustia. Es también un límite último que es hasta donde se puede llegar un análisis, "la roca viva de la castración". 

Angustia, dolor y duelo son gradientes que aparecen en Inhibición, síntoma y angustia. Dice Freud que el dolor es la reacción ante la pérdida del objeto, que puede ser una persona querida, un ideal o cualquier cosa. La angustia es la reacción frente al peligro de la pérdida del objeto. Lacan a esto le da una vuelta, diciendo que la angustia surge cuando "falta la falta". El falo simbólico es lo que organiza todos los demás elementos y no concurre a la cita. Se pierde ese significante ordenador que muchas veces se reinstaura con el síntoma. La transformación del dolor en angustia es un trabajo de elaboración. 

La ira es una de las transformaciones del dolor, en un sentimiento coloreado, que atribuye al otro por el dolor que se sufre. 

La ira en la Ilíada

La Ilíada es un poema épico griego atribuido a Homero que narra los eventos de la Guerra de Troya, que tuvo lugar en la Edad del Bronce griega. El poema se centra en un período corto de tiempo durante la guerra, en particular en la ira del héroe griego Aquiles y su venganza contra el rey Agamenón.

La historia comienza con la cólera de Aquiles, quien se enfurece con Agamenón, el líder de los griegos, por haberle quitado a su esclava favorita. Aquiles se niega a luchar en la guerra, lo que provoca una serie de victorias para los troyanos, liderados por el príncipe Héctor. El conflicto entre Agamenón y Aquiles se intensifica cuando Agamenón decide tomar como botín de guerra a la esposa de Aquiles, Briseida, lo que lleva a Aquiles a retirarse de la lucha.

Sin la ayuda de Aquiles, los griegos sufren una serie de derrotas a manos de los troyanos, y muchos de los líderes griegos son asesinados, incluyendo a Patroclo, el amigo más cercano de Aquiles. Impulsado por la venganza, Aquiles regresa a la lucha para enfrentarse a Héctor, el asesino de Patroclo.

La batalla final entre Aquiles y Héctor es uno de los momentos más famosos de la literatura épica. Aquiles mata a Héctor y arrastra su cuerpo por el campo de batalla, lo que causa un gran dolor a la familia y amigos de Héctor. La Iliada termina con la devolución del cuerpo de Héctor a su padre, el rey troyano Príamo, quien se acerca a Aquiles y le suplica que le permita llevarse a su hijo para ser enterrado adecuadamente.

En resumen, la Ilíada cuenta la historia de la Guerra de Troya, con el enfoque principal en la ira de Aquiles y su venganza contra Agamenón y Héctor, y la lucha de los griegos por recuperar a Helena, la esposa de Menelao, de manos de los troyanos.
Dice el primer verso:

Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves -cumplíase la voluntad de Zeus- desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles.

La cólera fue traducida del griego Menis. El tema es que no se trata de un sentimiento de enojo pasajero, sino un efecto permanente, un sentimiento arraigado y tenaz como la ira. La menis es un exceso, desmedido si se tiene en cuenta la tarea que tenían por delante. Aparece otro exceso, el de Agamenón, que es la hubris (arrogancia). Es la desmesura, lo que lleva al héroe al desastre. Un ejemplo es en el caso de Edipo. Para los griegos, la hubris era muy grave. La contrapartida de la hubris es la moderación, la sabiduría. 

La antología de lo pulsional la encontramos en la mitología, de manera que es muy útil introducirla en la clínica. En toda la Ilíada aparece la desmesura y el exceso, tanto en las batallas como en los sacrificios que se hacen a los dioses.

Georges Bataille, el primer marido de la mujer de Lacan, fue un escritor particular. escribió novelas eróticas, casi pornográficas. También escribió un tratado sobre el erotismo. 

El exceso
"El concepto de gasto y la parte maldita" es un ensayo filosófico del escritor y pensador francés Georges Bataille. En este ensayo, Bataille examina el concepto de gasto y su relación con la economía, la política y la moral.

Para Bataille, el gasto es una actividad humana fundamental que implica la liberación de la energía y la fuerza vital en un acto de exceso y derroche. Este acto de gasto no es productivo en términos económicos, ya que no se traduce en ningún beneficio tangible o utilidad práctica. En cambio, el gasto tiene una dimensión más profunda y espiritual que se relaciona con la búsqueda del placer y la satisfacción personal.

Bataille argumenta que la economía moderna se basa en la idea de la producción y la acumulación de riqueza, lo que ha llevado a una visión instrumental y utilitaria del mundo. En contraste, el gasto representa una fuerza subversiva que desafía esta lógica económica y que puede tener un efecto liberador y transgresor en la sociedad.

En "La parte maldita", la segunda parte del ensayo, Bataille explora la idea de que el exceso y el derroche son inevitables en cualquier sistema económico y que, en última instancia, son la causa de la creación y el desarrollo de la cultura y la civilización. Bataille argumenta que la parte "maldita" del gasto, es decir, la energía que no se utiliza para la producción y la acumulación, es en realidad la fuerza motriz detrás de la creatividad y el progreso humano.

En resumen, "El concepto de gasto y la parte maldita" es un ensayo que desafía la lógica económica dominante y defiende la importancia del exceso y el derroche en la vida humana y la cultura.

Bataille dice que en principio es el don, algo que se entrega. Es la primera derivación de ese exceso que hay en la humanidad. El don es una entrega que no espera reciprocidad. De las distintas formas del don que hay en la humanidad, muchas están en la Ilíada. La guerra es una forma de disipación de este exceso: se destruyen vidas y bienes materiales. El lujo, la ofrenda de riquezas, etc. También el erotismo es una forma de disipación del exceso.

Si bien Freud no conoció a este autor, es cierto que piensa del mismo modo a la operación psíquica: la expulsión de un exceso libidinal inasimilable. El el texto de La negación, el primer movimiento del psiquismo es la expulsión de algo que es el germen del mundo exterior, algo que sale del propio cuerpo como exceso y se proyecta hacia afuera, lo que construye un mundo que no es yo.

En Melanie Klein, la primera operación psíquica es la expulsión de la pulsión de muerte. 

¿De dónde proviene este exceso? De la idea fundamental de que la sexualidad viene desde los mayores. La idea freudiana inicial es que el trauma inicial que da origen a las neurosis proviene de una acción de sus progenitores, la seducción de un adulto. Freud se da cuenta que ese trauma no sucedió, sino que es una fantasía. En Tres ensayos dice que el adulto toma al niño como objeto sexual de pleno derecho. No habla de una acción inmoral como una violación, sino de los cuidados que hacen posible la sexualización del niño. Sin eso, el niño está condenado al marasmo.

Laplanche toma la idea de la seducción generalizada, en donde todos somos sexuados al haber sido seducidos por los cuidadores. Esa vivencia traumática puede tener dos destinos: ser un acontecimiento feliz que transforma y hace progresar al infante o puede tener un destino de catástrofe, como en el caso de los niños maltratados o abusados. Si el sujeto logra significar esa experiencia como nueva y de apertura a su vida emocional, es un acontecimiento. 

Podemos usar la metáfora de Primo Levy de "Los hundidos y los salvados": Los salvados van a consultar al analista porque la forma de procesamiento no les funciona (inhibición, síntoma, etc). Y los hundidos no hacen esta primera elección: llegan al hospital, al psiquiatra.

El exceso, que es la eficacia traumática de la seducción del adulto, es procesado mediante la pulsión. La pulsión es el modo de tramitación del exceso del trauma. Es un montaje complejo cuya satisfacción es sustitutiva. La pulsión no se satisface nunca planamente. En la pulsión se manifiesta un exceso que nunca termina de derivarse ni procesarse y eso es lo que empuja (drang).

Dolor
Hay una experiencia inicial del dolor que consiste en una cantidad excitación que ingresa al organismo, que es incapaz de procesarlo en ese momento. Esa cantidad que ingresa perfora la barrera antiestímulo, que es imprescindible para que el aparato psíquico pueda soportarlo. Eso es el dolor, que metapsicológicamente no tiene diferencia entre si es físico o psíquico. 

El dolor es el más imperativo de todos los procesos, dice Freud. Como el poeta que no puede producir por el dolor de muelas: se paraliza el trabajo psíquico. Ante esto, se puede apelar a la cancelación tóxica, que evita el trayecto pulsional, ya que el dolor es una pseudopulsión. Allí se va directamente a la fuente para cancelar el estímulo. 

Cuando un bebé llora, la madre tiene que decodificar ese llanto. Esa significación es algo que va produciendo la tramitación del dolor y se significa, lo que es un alivio parcial. 

Cuando alguien consulta padeciendo el dolor, tratamos de tejer una red significante que permita ubicar algunas cosas y moderando los estímulos. Lo hacemos con la palabra como forma de tramitación. El dolor es un límite a la asociación libre, por ejemplo ante una pérdida, donde el analista no tiene nada que decir. Solamente acompañar. 

En el camino que va desde el dolor a la angustia, hay varias estaciones intermedias. Una de ellas es el enojo, la ira, el resentimiento. En esta tramitación, el amparo del Otro es decisivo.

Una de las maneras de descargar el dolor es por la vía refleja, sin mediar el aparato psíquico. El grito es el paradigma de esa descarga automática. 

Caso clínico
Después de muchos años de análisis, Rolando (50) llega a cuestiones que permiten articular varios de sus síntomas y trastornos neuróticos. Durante un largo período de su vida, apeló a las drogas para acallar un dolor que venía de su vida infantil.

Rolando se había ocupado siempre de ser un niño ejemplar. Decía que era el niño peronista. Era abanderado en su escuela, se aprendía pasajes de los textos que estudiaba, estudiaba inglés y jugaba al fútbol hábilmente. Todo esto lo hacía para eludir la locura de su madre. Su madre era una mujer lábil emocionalmente, que le daba una paliza ante la más mínima contrariedad. Si llegaba tarde de jugar a la pelota, le decía que se iba a suicidar con una tijera. Ya adulto, vio en la casa familiar la marca en una puerta de un cabezazo de él en el curso de una paliza de su madre. 

El dolor fundamental no venía de las marcas en el cuerpo, sino de que la madre era incapaz de reconocer el esfuerzo enorme que él hacía para satisfacer los mandatos de los mayores. 

Su padre, un hombre bueno, cuando llegaba a la casa desoía los maltratos que Rolando le contaba acerca de su madre. Desmentía la denuncia que el hijo hacía: "Ya lo sé, pero... aún así...". La eficacia traumática estaba en aquella desmentida del abuso sufrido. Esa falta de reconocimiento se transformó en un enojo desbordante. 

El análisis de esa ira, la menis de Rolando, marcó largos tramos del tratamiento, porque ese enojo malograba diversas relaciones amorosas y amistosas. Como resultado de todo ese trabajo, un día tiene una revelación, un insight: que cada vez que decía "enojo", el debía decir "infantil". Al analista se le presenta, contratransferencialmente, la imagen de un niño con el seño fruncido. Rolando había sido tartamudo cuando niño, por lo que todos se burlaban. Era una forma de enojo que él no podía expresar y aquel era el precio que pagaba.

Cuando Rolando repetía las lecciones que se aprendía, no tartamudeaba. Con la tartamudez sucede que si la persona canta, por ejemplo, no tartamudea. La solución que Rolando encontró fue la de entrenar con la pierna zurda y en un verano logra hacerlo. de alguna forma, eso hace que supere la tartamudez, cosa que hoy en día no queda nada. 

El tema es que durante años Rolando había estado anclado en la ira, en el enojo y la inhibición. La creatividad estaba muy dañada, solo podía estudiarse de memoria las lecciones. Hoy en día, es un hombre extremadamente inteligente. 

La menis, el rencor, la ira, la cólera, puede ir en contra de un análisis. Los analizantes suelen creer que el deseo es posible de ser satisfecho mediante los objetos del mercado, de que hay una cura farmacológica para el dolor. Muchas veces la demanda terapéutica es una palabra milagrosa.

Las transferencias violentas aparecen en el consultorio, porque trabajamos en un campo libidinal de extrema tensión, como es la situación transferencial. Todos experimentamos emociones extremas, tanto en los pacientes como en nosotros mismos. A veces son ocasión de progreso en el trabajo analítico, pero otras veces causan pasajes al acto, acting out, incluso de la ruptura del vínculo transferencial. 

La única forma que tenemos de operar con todo esto es con la regla de abstinencia. Es decir, no ofrecer la ocasión de satisfacer en el paciente sus mociones pulsionales y sus demandas amorosas. La abstinencia del paciente es lo que guía al analista para preservar la productividad deseante y para eso se necesita de la abstinencia del analista, que es un rehusamiento del analista a satisfacer la propia libido, ya sea el narcisismo propio del analista. La omnipotencia o el furor curandis. Las tendencias sádicas del analista, pero también las masoquistas de dejarse hacer cualquier cosa. Todo esto por una ética práctica, porque sino no hay análisis posible.

Sandor Ferenzci ponía la atención en los efectos iatrogénicos que podía tener lo que él llamaba la hipocresía del analista. Sándor Ferenczi fue un psicoanalista húngaro que trabajó estrechamente con Sigmund Freud y contribuyó significativamente al desarrollo del psicoanálisis. En sus escritos, Ferenczi abordó la cuestión de la hipocresía del analista, refiriéndose a las tendencias de los analistas a ocultar sus verdaderos sentimientos y emociones detrás de una fachada de neutralidad y objetividad.

Ferenczi argumentó que la hipocresía del analista era una defensa contra las emociones intensas y los impulsos inaceptables que surgían en el contexto de la relación analítica. Según él, los analistas a menudo se sienten atrapados entre el deseo de establecer una relación auténtica y empática con sus pacientes y la necesidad de mantener una distancia profesional y una actitud neutral.

Sin embargo, Ferenczi argumentó que la hipocresía del analista es contraproducente y puede limitar la efectividad del tratamiento psicoanalítico. Él creía que los analistas deben ser honestos acerca de sus sentimientos y emociones, incluso si son difíciles o incómodos, y que esto puede ayudar a establecer una relación más auténtica y profunda con el paciente.

Ferenczi también abogó por la importancia del autoanálisis para los analistas, argumentando que solo al comprender y confrontar sus propias defensas y resistencias podrían ser capaces de ser más auténticos y efectivos en su trabajo con los pacientes. En resumen, Ferenczi reconoció la tendencia de los analistas a ser hipócritas y argumentó que la honestidad y la autenticidad son fundamentales para el éxito del tratamiento psicoanalítico.

Uno no puede dejar de ser empático con el sufrimiento del paciente, aunque no es eso lo que dirige la cura. No obstante, no hay que caer en la indiferencia ni en la indolencia.

sábado, 25 de marzo de 2023

Coordenadas de la venganza

Por Lucas Vazquez Topssian

Tomemos una escena clásica del barrio porteño de Nuñez durante cualquier evento que ocurra en la cancha de River, ya sea un recital o un partido de fútbol: autos estacionados en cualquier parte y los vecinos, que ante los inconvenientes que les generan los autos en las entradas de sus casas y la ausencia de medidas de seguridad efectivas, terminan a veces cometiendo actos vengativos como este:



La discusión, entonces, se instala en las redes... ¿Quién tiene razón? ¿El conductor que no respeta los espacios o el vecino vengativo? Poco se dice sobre el Estado ausente, pero pronto otra noticia llega y el debate público se traslada hacia otra cosa.

El tema de la venganza es sumamente interesante para la clínica. En este blog le hemos dado vueltas al tema, porque no son pocos los pacientes que fantasean con la venganza. Por suerte, menos son los que las llevan a cabo, con las implicaciones que ello tiene. De esta manera, una vez más...

¿Qué es la venganza?

La venganza se refiere a tomar represalias o dañar a alguien como respuesta a una ofensa o daño que nos han causado. La venganza se basa en la emoción de la ira, el resentimiento y la necesidad de hacerle pagar a alguien por lo que ha hecho. La venganza suele ser una respuesta impulsiva y no siempre está justificada.

Por otro lado, la justicia se refiere a un conjunto de valores y principios que buscan establecer el equilibrio y la igualdad en las relaciones sociales. La justicia se basa en la idea de que todas las personas tienen los mismos derechos y deberes y que todos deben ser tratados de manera justa e imparcial. La justicia implica aplicar las leyes y normas de manera equitativa, sin importar la posición social o económica de la persona.

Aunque la venganza puede parecer una forma de hacer justicia, en realidad no lo es. La justicia implica seguir procedimientos legales y establecer medidas justas y equitativas para todas las partes involucradas. La venganza es una respuesta emocional que a menudo conduce a la violencia y al caos.

De esta manera podemos decir que la venganza y la justicia son conceptos diferentes. Mientras que la venganza se basa en la emoción y la necesidad de hacer daño a alguien en respuesta a un daño recibido, la justicia se basa en la idea de equidad y equilibrio en las relaciones sociales, y busca establecer medidas justas e imparciales para todas las partes involucradas.

La venganza era un tema importante en la cultura griega antigua, y muchos escritores y filósofos griegos se ocuparon de este tema en sus obras. La idea de la venganza estaba estrechamente relacionada con el concepto de justicia en la cultura griega, y se consideraba que la venganza era una forma legítima de hacer justicia en muchas situaciones.

En la cultura griega antigua, se consideraba que la venganza era una forma de restaurar el equilibrio en una situación en la que se había cometido una injusticia. La venganza era vista como una respuesta legítima a la ofensa, y se creía que ayudaba a mantener el orden social y a evitar la violencia y el caos.

Algunos de los escritores griegos más importantes que trataron el tema de la venganza incluyen a Homero, Esquilo y Sófocles. En sus obras, se presentan muchos ejemplos de personajes que buscan venganza por una ofensa sufrida, y se explora el impacto que la venganza puede tener en las personas y en la sociedad en general.

En la filosofía griega, también se discutió la cuestión de la venganza. Platón, por ejemplo, argumentaba que la venganza era una respuesta inapropiada a una ofensa, y que la justicia debía ser buscada a través de medios legales y racionales. Aristóteles, por otro lado, creía que la venganza podía ser una forma legítima de hacer justicia en ciertas situaciones, siempre y cuando fuera proporcionada y justa.

De esta manera, la venganza era un tema importante en la cultura griega antigua, y se consideraba una forma legítima de hacer justicia en muchas situaciones. Los escritores y filósofos griegos exploraron la cuestión de la venganza en sus obras, y presentaron diferentes puntos de vista sobre su uso y sus implicaciones.

Los romanos también tenían una comprensión compleja de la venganza y su relación con la justicia en la sociedad. En la antigua Roma, la venganza se consideraba una forma legítima de hacer frente a una ofensa o una injusticia, pero también se enfatizaba la importancia de la moderación y la proporcionalidad en la búsqueda de la venganza.

El derecho romano reconocía el derecho de la víctima a buscar venganza por sí misma en ciertas circunstancias, pero también proporcionaba una estructura legal para la búsqueda de la justicia. La Ley del Talión, que establecía la idea de una "pena equivalente" por una ofensa, fue una característica importante del derecho romano y de muchas otras culturas antiguas.

En la literatura romana, se pueden encontrar muchos ejemplos de la venganza y su relación con la justicia. La obra de teatro "La venganza de Medea" de Séneca, por ejemplo, explora la cuestión de la venganza y su impacto en las personas y la sociedad en general. Otras obras como "La Odisea" de Homero y "La Eneida" de Virgilio también presentan personajes que buscan venganza por una ofensa sufrida.

En la filosofía romana, se puede encontrar una discusión interesante sobre la venganza en las obras de filósofos como Cícero y Séneca. Cícero, por ejemplo, argumentaba que la venganza debía ser moderada y justa, y que era importante buscar la justicia a través de los canales legales adecuados. Séneca, por otro lado, enfatizaba la importancia de la virtud y la sabiduría en la búsqueda de la justicia y la venganza.

En resumen, en la cultura romana la venganza se consideraba una forma legítima de hacer frente a una ofensa o una injusticia, pero también se enfatizaba la importancia de la moderación y la proporcionalidad en la búsqueda de la venganza. Tanto en la literatura como en la filosofía romanas, se exploró la cuestión de la venganza y su relación con la justicia en la sociedad.

El cristianismo, desde sus orígenes, ha enseñado que la venganza no es un comportamiento adecuado para los seguidores de Jesús. En el Nuevo Testamento de la Biblia, Jesús enseña que la justicia no debe ser buscada a través de la venganza, sino a través del amor, el perdón y la compasión hacia los demás.

Jesús dijo en el Sermón del Monte: "Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa" (Mateo 5:38-40).

San Pablo, uno de los apóstoles de Jesús, también enfatizó la importancia del perdón y la compasión en lugar de la venganza. En la carta a los Romanos, escribió: "No paguéis a nadie mal por mal; procurad hacer lo bueno delante de todos los hombres" (Romanos 12:17).

El concepto cristiano de la justicia se basa en la idea de que Dios es el juez final y que él juzgará a todos en el momento adecuado. Leamos aquí la introducción de un Otro tercero. En lugar de buscar la venganza, los cristianos son llamados a confiar en la justicia de Dios y a trabajar para construir una sociedad más justa y amorosa.

En resumen, el cristianismo enseña que la venganza no es un comportamiento adecuado para los seguidores de Jesús y que la justicia debe buscarse a través del amor, el perdón y la compasión hacia los demás. Los cristianos creen que Dios es el juez final y que la justicia es responsabilidad de Dios, no del ser humano.

Ya en la edad media, San Agustín, uno de los más influyentes pensadores cristianos de la historia, abordó el tema de la venganza en sus escritos. Él enseñó que la venganza es un acto de orgullo y no es compatible con los principios cristianos de amor y perdón.

San Agustín argumentó que la venganza no es una forma de justicia, sino que es una respuesta emocional a una ofensa. Según él, la justicia debe ser buscada no para satisfacer nuestros deseos de venganza, sino para corregir y prevenir futuros daños.

En su obra "La ciudad de Dios", San Agustín afirmó que la venganza es un comportamiento propio de aquellos que no tienen esperanza en Dios y en su justicia. Él argumentó que los cristianos deben confiar en la justicia de Dios y en su capacidad para juzgar adecuadamente a los malhechores.

San Agustín también enseñó que el perdón es esencial para los cristianos, y que debemos perdonar a aquellos que nos han ofendido, incluso si ellos no nos han pedido perdón. El perdón es una forma de imitar a Dios y de ser liberados del dolor emocional causado por la ofensa.

En resumen, San Agustín enseñó que la venganza no es compatible con los principios cristianos de amor y perdón, y que la justicia debe buscarse no para satisfacer nuestros deseos de venganza, sino para corregir y prevenir futuros daños. Él enfatizó la importancia del perdón como una forma de imitar a Dios y de ser liberados del dolor emocional causado por la ofensa.

Santo Tomás de Aquino, otro importante pensador y teólogo cristiano, también abordó el tema de la venganza en sus escritos. En su obra "La Suma Teológica", Santo Tomás argumentó que la venganza no es un acto justificado por sí mismo, sino que puede ser justa en ciertas circunstancias.

Según Santo Tomás, la venganza es justa cuando se busca como un medio para restaurar el orden y proteger a la comunidad de futuros daños. Sin embargo, la venganza no debe ser buscada para satisfacer un deseo personal de retribución o para infligir dolor en el ofensor.

Santo Tomás también enfatizó la importancia del perdón en la vida cristiana. Él enseñó que el perdón es un acto de caridad y una forma de imitar a Dios, quien perdona libremente a todos los pecadores que se arrepienten de sus errores.

De esta manera, Santo Tomás de Aquino argumentó que la venganza no es justificada en sí misma, pero puede ser justa en ciertas circunstancias cuando se busca como un medio para restaurar el orden y proteger a la comunidad de futuros daños. Él enfatizó la importancia del perdón como un acto de caridad y una forma de imitar a Dios en la vida cristiana.

La venganza ha sido un tema recurrente en la literatura y la filosofía desde hace mucho tiempo. Aquí hay algunos autores y filósofos que han hablado sobre este tema:William Shakespeare: En sus obras, Shakespeare a menudo explora temas relacionados con la venganza, como en "Hamlet" y "La tragedia de Romeo y Julieta".

Spinoza
Baruch de Spinoza, filósofo y pensador holandés del siglo XVII, abordó el tema de la venganza en su obra "Ética". Según Spinoza, la venganza es un deseo natural en el ser humano, pero no es un comportamiento moralmente justificable.

Spinoza argumentó que la venganza es un deseo que surge de la tristeza y la ira, y que se basa en la creencia de que infligir dolor en el ofensor nos hará sentir mejor. Sin embargo, según Spinoza, la venganza no nos hace sentir mejor a largo plazo, sino que nos deja atrapados en un ciclo interminable de odio y resentimiento.

En lugar de buscar venganza, Spinoza enseñó que debemos tratar de entender las causas de la ofensa y trabajar para resolver los conflictos de manera pacífica y racional. Según él, la razón y la compasión son herramientas más efectivas para resolver los conflictos y promover la armonía social que la venganza y la violencia.

En síntesis, Spinoza argumentó que la venganza es un deseo natural pero no moralmente justificable, ya que nos atrapa en un ciclo interminable de odio y resentimiento. En su lugar, debemos tratar de entender las causas de la ofensa y trabajar para resolver los conflictos de manera pacífica y racional.

Friedrich Nietzsche
Nietzsche escribió sobre la venganza en su obra "Más allá del bien y del mal", argumentando que la venganza es un impulso natural del ser humano y que la moralidad de la venganza debe ser examinada cuidadosamente.

Friedrich Nietzsche tenía una postura compleja respecto a la venganza, pero en general se puede decir que rechazaba la idea de que la venganza fuera una forma efectiva o deseable de lidiar con los conflictos y las injusticias.

Por un lado, Nietzsche argumentaba que la venganza era un impulso natural del ser humano y que tenía una función importante en la formación de la moralidad y el sentido de justicia. Sin embargo, al mismo tiempo, Nietzsche sostenía que la venganza era una emoción negativa y destructiva que podía llevar a la perpetuación del ciclo de la violencia.

En su obra "Más allá del bien y del mal", Nietzsche argumentaba que la moralidad de la venganza debía ser examinada cuidadosamente, ya que podía ser un obstáculo para el desarrollo de la moralidad superior y la voluntad de poder. Según Nietzsche, la venganza era una forma de debilidad y resentimiento, y que los individuos fuertes y auténticos debían buscar formas más elevadas de lidiar con los conflictos y las injusticias.

En general, se puede decir que Nietzsche tenía una postura crítica hacia la venganza y que sostenía que los individuos debían superar este impulso natural para alcanzar una moralidad superior y una forma más auténtica y efectiva de lidiar con los conflictos y las injusticias.

Arthur Schopenhauer
En su obra "El mundo como voluntad y representación", Schopenhauer argumenta que la venganza es una manifestación del egoísmo humano y que debe ser evitada.

Arthur Schopenhauer tenía una postura clara y negativa respecto a la venganza. En su obra "El mundo como voluntad y representación", Schopenhauer argumentaba que la venganza era una manifestación del egoísmo humano y que debía ser evitada.

Según Schopenhauer, la venganza surge del deseo de hacerle daño a alguien que nos ha ofendido o perjudicado, y que este deseo es un impulso egoísta que no contribuye a nuestro bienestar personal ni al de los demás. Schopenhauer creía que la venganza era una forma de violencia y que conducía a la perpetuación del ciclo de la violencia, lo que causaba sufrimiento y dolor a todos los involucrados.

En cambio, Schopenhauer sostenía que la compasión y la empatía eran las virtudes más importantes para enfrentar los conflictos y las injusticias. Según él, la compasión nos permite entender el sufrimiento de los demás y nos lleva a actuar de manera justa y equitativa, sin la necesidad de vengarnos o causar daño a otros.

En resumen, la postura de Schopenhauer respecto a la venganza era negativa, ya que creía que era una manifestación del egoísmo humano y que conducía a la violencia y al sufrimiento. En su lugar, sostenía que la compasión y la empatía eran virtudes más importantes para enfrentar los conflictos y las injusticias.

Confucio 
En las Analectas, Confucio habla sobre la importancia de la justicia y la no venganza, argumentando que la venganza solo perpetúa el ciclo de violencia.

Confucio también tenía una postura negativa respecto a la venganza. En las Analectas, una de las obras más importantes de la filosofía confuciana, Confucio habla sobre la importancia de la justicia y la no venganza, argumentando que la venganza solo perpetúa el ciclo de violencia.

Según Confucio, la justicia es fundamental para mantener el orden social y la armonía entre las personas. Sin embargo, la venganza no contribuye a la justicia, ya que solo aumenta el odio y la violencia. En cambio, Confucio sostenía que la justicia debía ser aplicada con moderación y que se debía buscar la reconciliación y la compasión para resolver los conflictos.

Además, Confucio creía en la importancia del respeto y la virtud personal, y argumentaba que el individuo debía cultivar su propia moralidad antes de tratar de cambiar a los demás. Según él, la venganza era una manifestación del egoísmo y la falta de virtud personal, y que el individuo debía superar estas debilidades para alcanzar la verdadera justicia y armonía en la sociedad.

En resumen, la postura de Confucio respecto a la venganza era negativa, ya que sostenía que la venganza solo perpetúa el ciclo de la violencia y que la justicia debía ser aplicada con moderación y compasión. Además, creía en la importancia de la virtud personal para alcanzar la armonía social y la justicia verdadera.

Francis Bacon 
Bacon habla sobre la venganza en su ensayo "Sobre la venganza", argumentando que la venganza es una emoción destructiva que debe ser superada.

La postura de Francis Bacon respecto a la venganza era también negativa. Bacon argumentaba que la venganza no era una forma efectiva de lidiar con los conflictos y las injusticias, ya que solo aumentaba el odio y la violencia.

En su obra "Ensayos", Bacon escribió un ensayo titulado "Sobre la venganza", donde argumentaba que la venganza era una emoción peligrosa y destructiva que debía ser evitada. Bacon sostenía que la venganza era una forma de justicia bárbara, y que era más efectivo y justo buscar la resolución pacífica de los conflictos.

Según Bacon, la venganza solo aumenta el odio y la violencia, y no contribuye a la armonía social ni al bienestar personal. En su lugar, Bacon sostenía que la resolución pacífica de los conflictos era más efectiva y justa, y que era necesario buscar la reconciliación y el perdón para lograr una sociedad más armoniosa y justa.

En resumen, la postura de Francis Bacon respecto a la venganza era negativa, ya que argumentaba que la venganza era una emoción peligrosa y destructiva que no contribuía a la justicia y que debía ser evitada. En su lugar, sostenía que la resolución pacífica de los conflictos y la búsqueda de la reconciliación y el perdón eran más efectivos y justos.

Estos son solo algunos ejemplos de autores y filósofos que han hablado sobre la venganza. La lista es larga y variada, lo que demuestra que la venganza ha sido un tema recurrente en la literatura y la filosofía a lo largo de la historia.

La venganza en Freud
Sigmund Freud, uno de los fundadores del psicoanálisis, tenía una visión compleja de la venganza. En su obra "El malestar en la cultura", Freud argumenta que la venganza es un impulso natural y primitivo en los seres humanos, y que puede ser una respuesta emocional a la injusticia y el sufrimiento.

Sin embargo, Freud también sostenía que la venganza podía ser peligrosa y destructiva, ya que puede llevar a la perpetuación del ciclo de la violencia y a la ruptura del orden social. Además, Freud argumentaba que la venganza podía ser una forma de defensa psicológica para las personas que se sienten impotentes e indefensas (respuesta ante la angustia), y que puede ser utilizada como un mecanismo de escape de la realidad.

En su obra "Totem y Tabú", Freud también exploró la relación entre la venganza y la ley, argumentando que la ley surge como una forma de limitar y controlar el impulso vengativo en las sociedades humanas.

La postura de Freud respecto a la venganza era compleja, reconociendo que la venganza era un impulso natural y primitivo en los seres humanos, pero también sosteniendo que puede ser peligrosa y destructiva si no es controlada. Además, Freud exploró la relación entre la venganza y la ley, argumentando que la ley surge como una forma de limitar y controlar el impulso vengativo en las sociedades humanas.

Con Lacan...
Jacques Lacan, el psicoanalista francés y uno de los principales exponentes del psicoanálisis contemporáneo, habló de la venganza en su obra. Lacan se interesó especialmente en la relación entre la venganza y el deseo, argumentando que la venganza es una manifestación del deseo que se origina en la experiencia del sufrimiento y la humillación.

Según Lacan, la venganza es una forma de recuperar la dignidad y el control en una situación en la que se ha experimentado una pérdida o una humillación. En este sentido, la venganza puede ser vista como una forma de restaurar el equilibrio psicológico y emocional de una persona que ha sido herida.

Sin embargo, Lacan también argumentaba que la venganza podía ser una forma de escapar de la realidad y negar el sufrimiento, ya que no soluciona realmente el problema subyacente y puede llevar a un ciclo interminable de violencia y represalia.

En resumen, Lacan habló de la venganza en relación con el deseo y la recuperación de la dignidad y el control en situaciones de pérdida o humillación. Sin embargo, también advirtió que la venganza podía ser una forma de negar el sufrimiento y perpetuar el ciclo de la violencia.

Jacques Lacan abordó el tema de la venganza en varios de sus seminarios. A continuación, se describen algunos de los seminarios donde Lacan habla de la venganza:

"El Seminario, Libro 7: La Ética del Psicoanálisis" (1959-1960): En este seminario, Lacan discute la relación entre el deseo y la ley, y argumenta que la venganza es una forma de restablecer el equilibrio emocional en una situación de pérdida o humillación.

"El Seminario, Libro 10: La Angustia" (1962-1963): En este seminario, Lacan explora el concepto de la venganza divina en la tradición religiosa y argumenta que esta idea puede ser entendida como una forma de escapar de la responsabilidad personal y la culpa.

"El Seminario, Libro 11: Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis" (1964): En este seminario, Lacan discute la relación entre la ley y el deseo, y argumenta que la venganza es una forma de restablecer la dignidad y el control en una situación de pérdida o humillación.

"El Seminario, Libro 17: El Reverso del Psicoanálisis" (1969-1970): En este seminario, Lacan discute la relación entre la justicia y la venganza, y argumenta que la venganza puede ser vista como una forma de hacer justicia en situaciones en las que el sistema legal es insuficiente o inadecuado.

En resumen, Jacques Lacan abordó el tema de la venganza en varios de sus seminarios, explorando la relación entre la venganza, el deseo, la ley y la justicia.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

La ira y el Otro que existe.

Por Lucas Boxaca

Existe en la consulta cotidiana un número de pacientes hombres cuya presentación está centrada en la puesta en juicio de su elección de la pareja en el amor. La persistencia y modalidad de despliegue en la escena transferencial de este juicio, nos lleva a pensarla en función de unos resortes particulares. El paciente se ha entregado a la pasión de vivir un amor tormentoso, donde el erotismo y la ira se combinan

Estos casos, los pasionales, son los que privilegiadamente ponen en cuestión el lugar que ocupa el analista en la transferencia. A su vez, presentan un enigma que podría llevarnos a repensar la vieja categoría de carácter y volverla clínicamente operativa. En definitiva, se trata de casos que nos interpelan, nos exigen que reconsideremos nuestra posición en la cura y nos llevan a revisar nuestras categorías conceptuales. ¿Qué estructura tiene el fenómeno pasional? ¿Por qué se presenta y cómo operar con él en el dispositivo analítico?

Hace algunos años Fabio consulta luego de que su novia lo dejara. El primer tramo del tratamiento transitó en función de sobrellevar los efectos melancolizantes que había tenido sobre él una ruptura amorosa. Llevó esto a ir circunscribiendo la historia de la propia familia y el lugar de exclusión en el que él había quedado a posteriori del divorcio de sus padres, fundamentalmente a raíz de las parejas que su madre había formado. 

Sentía que estaba de más”, uno de ellos lo maltrataba especialmente y lo sometía a humillaciones públicas que lo decidieron a mudarse con su padre, a los 9 años, mediando una escena en la que desafía a su madre con un “O él o yo”. Va circunscribiendo los distintos momentos en los que se siente un “cachivache” olvidado que nadie quiere.
Se trata de un resumen acotado de un análisis extenso, pero la idea es circunscribir un momento clínico particular, de empuje pasional, en la vida del analizante y en la escena transferencial.

lunes, 6 de mayo de 2019

Hostilidad, ira y agresión en la enfermedad cardíaca.

La hostilidad, rasgo característico del patrón de conducta tipo A, ha sido considerada de modo absoluto como un componente negativo y “tóxico” de esta personalidad asociado a la enfermedad coronaria.

Se parte de la hipótesis de que las personas hostiles son más vulnerables a desarrollar enfermedad coronaria. También se ha constatado que situaciones de ira precipitan episodios agudos de la enfermedad. En ambos caso sean o no expresados en una conducta agresiva.

La definiciones de hostilidad, ira y agresión, estrechamente vinculadas, dependen de la distinción que hacemos entre las dimensiones afectivas, cognitivas y conductuales.

Definimos la ira como una emoción desagradable de variada intensidad que surge como consecuencia de percibir un maltrato o una provocación en nuestro entorno.
La agresión es la conducta manifiesta de esta emoción. Supone acciones de ataque hacia el entorno con el fin de causar daño y destrucción.
La hostilidad, considerada como un rasgo estable de personalidad, relacionada con creencias y actitudes hacia los demás, que incluyen el cinismo, el resentimiento y la desconfianza, es una dimensión más duradera que las anteriores, y presupone venganza oblicua o encubierta.

Las personas hostiles son caracterizadas por:

  • esperar lo peor de los demás.
  • estar siempre a la defensiva crear ambientes de tensión y competitividad en la medida que perciben al entorno como el lugar de una lucha incesante para alcanzar sus objetivos.
  • permanecer en estado de alerta y vigilancia sobre los otros.

El estado de hipervigilancia permanente promueve una activación fisiológica constante y desorganizada, que se asocia al desarrollo de la enfermedad coronaria y que, a su vez, se incrementa con el desencadenamiento de la emoción de ira, lo que incide fuertemente en la ocurrencia de episodios agudos.

La hostilidad en relación con la enfermedad coronaria:
1. La hostilidad contribuye a la enfermedad coronaria en la medida en que se asocia con una reactividad cardiovascular elevada: incremento de la presión sanguínea, aumento de la frecuencia cardíaca, aumento de los niveles de norepinefrina que provocan trastornos en las arterias coronarias.
2. Las personas hostiles, generalmente, presentan bajos niveles de apoyo social, tanto en cantidad como en calidad: la ausencia de soporte social y la excesiva hostilidad aumentarían el riesgo a padecer enfermedad coronaria y la ocurrencia de episodios agudos mortales. Se ha observado, también una disminución de los niveles de soporte social que refuerza sus creencias y conductas.
3. Las personas hostiles son más vulnerables a constituir hábitos nocivos para la salud coronaria: se ha señalado la asociación de hostilidad con el sedentarismo, la ingesta de alcohol y el tabaquismo.

El impacto que tiene la ira en la función cardíaca:
Actualmente, la tendencia a las investigaciones que relacionan la enfermedad coronaria con las emociones negativas han enfocado la cuestión en la ira como la emoción base que, en relación con la percepción que hacemos del entorno a lo largo de la vida, permite la constitución de una actitud permanente de hostilidad hacia el medio ambiente.
En pacientes que habían sufrido al menos un ataque cardíaco, cuando se sentían furiosos, o, incluso cuando recordaban ese episodio, se producía una disminución en la eficacia del bombeo o de su corazón.
Si una persona se enfurece repetidas veces, cada episodio de ira añade una tensión adicional al corazón aumentando el ritmo cardíaco y la presión sanguínea.