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sábado, 15 de mayo de 2021

Las vulnerabilidades de la mujer maltratada

La mayor parte de los profesionales han dejado de estigmatizar a las mujeres víctimas de violencia conyugal y están de acuerdo en afirmar que no presentan un perfil típico, que se encuentran en todos los grupos sociales y en todos los niveles socioculturales. “La persona de la mujer maltratada no presenta fallos particulares que la harían susceptible de dejarse encerrar en una relación violenta: la configuración de la relación basta para explicar la trampa”. La vulnerabilidad de las mujeres es de orden social, vinculado a su posición de mujer, o de orden psicológico, relacionado con su historia o, incluso, con su personalidad.

La vulnerabilidad de las mujeres:

Vulnerabilidad social:

La dificultad que tienen todas las mujeres para abandonar a un cónyuge violento sólo se comprende si se tiene en cuenta el estatus de la mujer en nuestra sociedad y las relaciones de sumisión/dominación que ello impone. En la sociedad, se continúa percibiendo a los hombres como activos y dominantes, y a las mujeres como pasivas y sumisas. Las madres contribuyen a alimentar estos estereotipos educando a sus hijos para que sean fuertes, valientes, para que no lloren, dejen a un lado su sensibilidad y sus emociones, mientras que enseñan a las hijas a ser dulces, amables, comprensivas y a centrarse en las necesidades de los demás. La misión de las mujeres sigue siendo la reproducción de la especie y la protección del hogar. La dominación de los hombres sobre las mujeres es localizable tanto en el nivel social, donde persisten desigualdades y discriminación, como en el plano de los valores, donde todo lo que atañe a lo femenino es minusvalorado sistemáticamente. La violencia ejercida contra las mujeres se traduce de modo distinto según el contexto, pero, en el fondo, se trata del mismo fenómeno. Se denomina “malos tratos” en una relación de pareja, “agresiones sexuales” de todo tipo en la sociedad y “acoso sexual” en el mundo laboral. siempre se hace recaer en la mujer la responsabilidad del éxito de la pareja y, aunque ahora se les reconoce el derecho al placer, también se les pide que estén sexualmente liberadas, que sean atractivas y seductoras. Esta violencia vinculada al patriarcado y tolerada desde hace largo tiempo fue denunciada contra las mujeres, al reforzar su dependencia, permite a los hombres continuar ejerciendo su control y autoridad. Al principio, se hablaba de mujeres golpeadas, puesto que era necesario solucionar lo más urgente y más visible; es decir, la violencia física. El término malos tratos se introdujo después para demostrar que no sólo había golpes. En la sociedad, se educa a las niñas para que esperen al príncipe encantado y, por otro lado, se las pone en guardia contra todos los demás hombres. Cuando son mujeres, no han aprendido a confiar en sus sentimientos y filtrar los auténticos peligros. En caso de agresión, dudan de su propia percepción de la realidad e, incluso, puede suceder que no mencionen la agresión que han sufrido, por miedo a que las ridiculicen o las culpabilicen todavía más. La feminidad todavía consiste, para muchas chicas jóvenes, en ser atractivas en el plano físico, agradables, dulces y estar atentas a las necesidades de los demás, y ellas lo expresan por mediación de la sumisión, la dependencia, la fragilidad. Es preciso que sean seductora, pero no demasiado, ya que, si no, podrían pasar por provocativas y, si el chico se muestra violento, podrían decir que ellas lo han buscado. Las mujeres se forjan un “yo ideal” en función de las normas sociales vehiculadas por su familia y la sociedad. por eso algunas, siguiendo el modelo de la madre disponible y entregada, piensan que, para conservar a un hombre, hay que demostrar abnegación y sumisión. Como socialmente a las mujeres se las considera responsables del éxito de la pareja, si el cónyuge pierde el control y adopta aptitudes violentas, ellas se sentirán fracasadas. Sentirán vergüenza por no ser capaces de cambiar la situación, por dejarse tratar así, por ser incapaces a los ojos del mundo de satisfacer a su cónyuge. La vergüenza impedirá a las mujeres rebelarse ante la situación y, en consecuencia, constituirá un obstáculo suplementario para ponerle fin.

Vulnerabilidad psicológica:

Según una lectura equivocada sobre el discurso freudiano, el masoquismo femenino sería algo propio del ser de la mujer y estaría relacionado con su pasividad. Sin embargo, en la relación sadomasoquista, es el propio masoquista quien más allá de las apariencias ejerce un poder sobre su compañero sádico al marcar en cierto modo las reglas del juego. En el sadomasoquismo los daños corporales estás limitados, aceptados. Esto no sucede en modo alguno en el caso de una mujer que sufre en su pareja una violencia que no ha elegido en absoluto. Como muchas mujeres víctimas de su pareja han sufrido violencia en la infancia, muchos psicoanalistas consideran que ellas experimentarían una satisfacción de orden masoquista al ser objeto de malos tratos y, de este modo, bajo los golpes de su cónyuge, obtendrían placer al recuperar la proximidad con el cuerpo del progenitor violento. Según ellos, por mecanismos de repetición, una persona tiende a reproducir el modelo de pareja que formaban sus padres, porque ha conservado de ella una nostalgia inconsciente. Efectivamente, los estudios demuestran que las mujeres que han sido objeto de maltrato físico o moral durante la infancia corren un riesgo mayor de acabar siendo, a su vez, víctimas de violencia conyugal. de igual modo han demostrado que el hecho de haber crecido en un contexto donde el padre se comportaba violentamente con la madre incrementa la probabilidad de ser violento si es un chico y de acabar siendo víctima de un hombre violento si se es una chica. Puede pensarse que estos niños han aprendido, por imitación, que la violencia era normal en una vida de pareja. Se explica esta debilidad vinculada con traumas pasados por el hecho de que un condicionamiento a la violencia desde la infancia predispone a una dependencia del mismo tipo en la vida.

Problemáticas psíquicas complementarias:

La elección amorosa se realiza por lo general a partir de problemáticas físicas complementaarias. 

Numerosas mujeres sienten tan poca autoestima que se sitúan de entrada en una posición de sumisión. Para ellas, la violencia es una fatalidad, piensan que es su sino y que no hay otra solución. Al haber sido objeto de rechazo o malos tratos en la infancia, piensan que sólo podrán amar a hombres difíciles. Otras, como no han recibido seguridad afectiva por parte de sus padres, no se consideran dignas de ser amadas y estarán dispuestas a todas las renuncias para tener derecho a un poco de felicidad. Otras, finalmente, al haber tenido una madre poco afectuosa o infantil, han aprendido muy pronto que debían mostrarse reparadoras para merecer el amor de alguien a quien se ama.

Otras veces las mujeres sólo sientes que existen cuando alguien las necesita. Viven a través de quienes desean reparar y a quien desean entregárselo todo. En su generosidad, hacen una cuestión de honor el no pedir nunca nada, comprenderlo todo y perdonarlo todo. 

Es posible encontrar un equilibrio, mientras el compañero manifieste reconocimiento por todo lo que se hace por él. Pero, a poco que se muestre ingrato o indiferente, la mujer que mima demasiado corre el peligro de sentirse rechazada y reclamar más afecto. El hombre, abrumado por esta demanda, puede reaccionar de manera violenta. Los hombres violentos saben detectar perfectamente el lado reparador de una mujer y aprovecharlo para justificar sus deslices de comportamiento.

martes, 22 de diciembre de 2020

Perfilación criminal de feminicidas en Latinoamérica

El término perfilación criminal se utiliza en diversos contextos y resulta interesante aplicarlo en Latinoamérica. Muchos psicólogos integran los equipos de perfilación, aunque los perfiladores pueden tener otros orígenes en su formación, como el trabajo social, sociólogos, antropólogos y no sólo psicólogos. La perfilación criminal se asocia más a la criminología forense que a la psicología forense.

Por otro lado, una persona que estudia psicología y no tiene estudios forenses en general y análisis de evidencia conductual en particular, puede terminar tomándole pruebas a los sospechosos y llamar a esto perfilación criminal. Lo que vamos a ver hoy es que el perfil criminal es más bien el resultado de un análisis de un proceso muy largo de investigación de la evidencia, que lo puede hacer un científico forense que tenga el entrenamiento adecuado.

Cuando hablamos de perfilación criminal en la idea de feminicidio, hay que entender que el análisis de la evidencia conductual que realmente se ha aplicado en latinoamérica es a partir de un protocolo que creó la ONU: se trata del Modelo de protocolo latinoamericano de investigación de las muertes violentas de mujeres por razones de género. A partir de este documento, se empezó a discutir el análisis de la evidencia conductual. En este documento, se hace mención del análisis de la escena del crimen, victimología, reconstrucción y otros puntos que son fundamentales para poder dar con una perfilación. El científico es independiente y toma una decisión metodológica para poder llevar a cabo su investigación. Cuando vemos el análisis de la evidencia conductual, de inmediato surge este documento. En México, se obliga a investigar las muertes con perspectiva de género con el modelo de la ONU. 

Una de las objeciones clásicas es que feminicidio y femicidio son términos legales y que los investigadores no tenemos nada que ver con ellos y deberían limitarse a las cuestiones de peritaje. Esto es cierto para un técnico como un dactiloscopista. Lo cierto es que para el científico, estos conceptos ayudan a crear pruebas periciales distintas.

¿Feminicidio o femicidio? 

En algunos países se habla de un término o de otro. La diferencia es más bien política.

Femicidio

Feminicidio

El homicidio de una mujer por razones de género, por ser mujer, como considerarla un ciudadano de menor categoría, considerarla como objeto, percibirla como desechable, como propiedad, etc.

Tiene que ver con la cultura en la que se vive.

Es el homicidio de una mujer por razones de género en un contexto de impunidad, gracias a una estructura institucional, cultural donde el problema no se atiende  y hace que el crimen se repita.

Como vemos, las definiciones visibilizan cuestiones importantes para una investigación. En México, Colombia es feminicidio, en cambio en Argentina, Guatemala y Panamá se habla de femicidio. Nos importa saber las relaciones comunitarias que pudieron posibilitar que se diera el crimen. Por ejemplo:

- Falta de atención de los sistemas de emergencia.

- Que los peritos no cuenten con perspectiva de género y cometan errores que generen impunidad.

No conocer los protocolos genera impunidad, generando en la cultura que este tipo de crímenes no se consideren importantes. El machismo es un contínuo con varias manifestaciones, como el acoso o el feminicidio, con conductas que sostienen esta desigualdad. El perito debe hacer su trabajo visibilizando estos términos y estas dimensiones del feminicidio para no agrandar el problema.

En conclusión, feminicidio y femicidio no son lo mismo. Además de las diferencias políticas, se trata de diferencias que afectan al peritaje en sí y cuya no sanción produce un impacto social. Por no investigar de manera adecuada, se vulnera el acceso a la justicia y a los derechos humanos. Si no se comprende el tema de los derechos humanos, el investigador hará mal su trabajo.

El contexto de la investigación es importante, incluso para el médico forense. No se pueden hacer interpretaciones sin el contexto de la escena del crimen y los resultados del laboratorio que se puedan recuperar. Ver el cuerpo en la escena del crimen le permite al médico legista comprender la dinámica de las lesiones y otro tipo de cosas.

Muchas investigaciones forenses se han hecho de manera estereotipada y sin integración de la misma, sin perspectiva de género. 

Para trabajar un caso, se utilizan dos herramientas. 

El análisis conductual proviene de la criminología forense e investiga datos, hechos y evidencia física.  

La otra proviene de la psicología forense con perspectiva de derechos humanos, a partir de una psicología que reflexione sobre un enfoque psicosocial, que aporta el contexto que hace falta para la interpretación de lo anterior.

Ninguna de estas herramientas tiene mucho sentido sin la otra. Investigación sin psicología genera inferencias que faltan a la lógica del método científico que amerita este tipo de casos en particular. La psicología sin investigación lleva a la especulación.

Investigación y procesamiento de la escena del crimen

Debemos distinguir la investigación de la escena del crimen y el procesamiento de la escena del crimen. En la televisión suelen confundirse estos términos. 

El procesamiento de la escena del crimen la hace el criminalista de campo, que es el investigador que va y toma fotografías, recolecta evidencia, las embala, las lleva, etc. En Estados Unidos, este trabajo lo hacen policías con entrenamiento, los técnicos en la escena del crimen. No hacen ninguna interpretación científica de la escena del crimen, cosa que vemos en la televisión.

Hay que desterrar la idea del perfilador como cazador de criminales con la adrenalina de atrapar a alguien. En las series, el perfilador es una especie de adivino que busca entre los sospechosos y ellos mismos hacen el arresto. Esto es para que la serie sea más entretenida, pero en general, el perfilador criminal no va a cazar a nadie ni tampoco lo entrevista. El perfilador busca conductas que hayan sucedido en la escena del crimen, que puedan ser comprobables mediante la evidencia física y la psicología forense, para que se resuelvan preguntas de las autoridades, que luego resuelven.

Por ejemplo, muchas veces el perfil tiene que ver con la capacidad. Supongamos que el perfilador encontró un auto chocado y unas huellas que marcan que el agresor puede correr. Esto, que suena simple, puede determinar la inocencia de alguien arrestado que tiene una fractura en tratamiento, lo que no corresponde al perfil. En este ejemplo, algo básico es sumamente importante. La perfilación trata sobre comprender el crimen, no sobre adivinar quién fue.

El perfilador no necesita entrevistar a los criminales para hacer su investigación, como lo hacía el FBI desde hace 120 años; lo que intenta probar el perfilador es que la motivación estaba dada por un comportamiento específico. Por ejemplo, el overkill (parte del protocolo de feminicidio de la ONU) tiene que ver con la interpretación que pueda hacer alguien que sepa de lesiones sobre el cadáver y pueda determinar que se utilizó más de la fuerza necesaria para asesinar a alguien, como vemos en los casos donde se acuchilló a alguien decenas de veces o se le disparó a alguien. Esto se refiere al carácter de la motivación emocional y no administrativa del crimen de género, en este caso.

El proceso de investigación del perfil criminal y sus fases

1) Procesamiento de la escena del crimen.

Aquí se explora y se documenta de manera fiel.

Ya hablamos algo sobre comprender el procesamiento de la escena del crimen y sus indicadores técnicos. En latinoamérica, esta fase se ha vuelto muy teatral y el ícono de lo que hacen los científicos forenses. Por lo tanto, se ha vuelto un fetiche estar en la escena del crimen (donde están las cámaras de televisión) y no de documentar correctamente. Nuestro trabajo es interesante, pero no emocionante. A decir verdad, es bastante triste. 

2) Análisis de la evidencia.

En base a lo que se consigue en el punto anterior, los protocolos ayudan mucho a analizar la evidencia. Por ejemplo, en casos de feminicidios hay que embalar las manos para conservar el tejido que pueda haber debajo de las uñas en los casos donde hubo lucha. Las mismas fotos que se le sacan al cuerpo deben ser también sacadas a quienes accedieron al cuerpo: el esposo, el novio, el padre, etc. para constituir la evidencia positiva, es decir, lesiones; o documentación negativa, la ausencia de lesiones. 

Ni en esta fase ni en la anterior se está interpretando, sino haciendo hipótesis. En esta fase se organiza la información, para que esta sea basta y pueda ser utilizada posteriormente.

En temas de género, importa cómo se toman las decisiones. Los abogados tienen una relación muy particular con los peritos, en el punto que a veces dicen que no se menciona la temática de género. La investigación forense habla de temas de género y estas inferencias le corresponden al investigador. En un caso de investigación forense, supongamos un médico que investiga la muerte de una mujer en condiciones de violencia, el médico debería hacer un protocolo de violencia de género. No debería esperar a que alguien le diga que el caso va a investigarse con esa perspectiva, porque él es un científico y los documentos y los protocolos científicos se lo indican. El médico no se guía por lo que le dice el Ministerio Público, sino por la ciencia.  Esta es la diferencia entre un científico y un técnico. 

El feminicidio no solo es un término legal, sino sociológico, psicológico y criminológico del cual el investigador puede dar cuenta. Las disciplinas no pueden ser dueñas de las palabras y el Ministerio Público hará el proceso de litigio en base a los reprtes que los investigadores realizaron. Los investigadores deben resguardarse en los protocolos, justamente, para no preocuparse cómo ven los litigantes estas cuestiones relacionadas a la perspectiva de género.

3) Interpretación de la evidencia.

Las "ciencias forenses" tienen alcances y limitaciones. Dactiloscopía y balística, por ejemplo, tiene muchas limitaciones. Hay que determinar los alcances y las limitaciones de la evidencia. hay que ver si la prueba fue tomada de manera correcta, si es presuntiva, es confirmatoria, si hay que investigar más. Hay que ver si se puede interpretar la evidencia a la luz de la información que va llegando.

La hipótesis de feminicidio implica una serie de procedimientos, como saber sobre la víctima, investigar el contexto, revisar los antecedentes de lesiones, de embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual, etc.

La autopsia médico legal debería tener, como mínimo, el historial clínico de la persona a la que se le hace la autopsia. De caso contrario, esas interpretaciones no pueden ser consideradas como científicas, porque el contexto da el resultado. Sino, las interpretaciones son falibles. Por eso, es importante conocer los alcances de los profesionales que trabajan en una investigación.

4) La victimología forense.

Se trata de otra de las fases del proceso y es muy importante. Básicamente, es la recolección de la información sobre la víctima, lo que nos da un contexto para hacer interpretaciones al respecto. La victimología puede consistir en aspectos psicológicos, médicos forense, datos financieros, problemas de violencia anteriores, registros, deudas, etc.

Cualquier tipo de investigación requiere de victimología, Sin ella, es muy difícil investigar. Además del perfil de los agresores, es importante conocer los procesos de victimización.

5) Análisis de la escena del crimen.

Recogimos las pruebas, nos dimos cuenta de que estamos investigando de manera adecuada, llegaron los laboratorios y tenemos la información de la víctima. Aún no llegamos a quién es el sospechoso, que es un tema que le corresponde a la policía. Los forenses buscan comprender lo sucedido para poder ayudar a la policía. 

El análisis de la escena del crimen implica también laboratorio y victimología, más toda la información que nos permita entender esa escena. Se investiga a la víctima y a la escena del crimen para ver cómo ambos están relacionados.

La investigación de las condiciones de la víctima implica la victimología forense, el análisis retrospectivo de condiciones psicológicas (autopsia psicológica, con perspectiva de género), la autopsia médico forense con perspectiva de género (que incluye el contexto de la víctima y el análisis de la escena). 

La evaluación de los niños o niñas supervivientes a este acto de violencia es importante. La investigación del crimen implica el procesamiento, la criminalística de laboratorio, la autopsia médico legal, la revisión de la evidencia física, reconstrucción criminal, perfilación criminal, vinculación, etc.

Se suele decir, de los perfiles de los feminicidas, que son las características que estos tienen. El mismo protocolo habla de que el perfil criminal del feminicida debería tener ciertos precedentes psicológicos. Lo que hay que hacer, en realidad, no es enfocarse en el agresor o en el sospechoso. El resultado del feminicida será el resultado de la investigación de la víctima, de la escena del crimen y allí se podrá hablar de competencias o razones de género. Todo esto el sospechoso no lo da; las conductas se infieren de la escena del crimen: cómo entró, cuánto tiempo pasó generando lesiones, si manipuló la escena, etc.

Si un sospechoso es esquizofrénico, puede ser que la escena del crimen no concuerde en nada con ese perfil si se descubre que se sustrajeron objetos de la casa que una persona sin relación con la casa difícilmente sabrían dónde están, más si no hubo evidencia de búsqueda. Este tipo de inferencias se hacen ante un crimen. No necesariamente son inferencias psicodinámicas sobre las motivaciones ocultas de su historia. Para hacer un perfil lo que hay que hacer es:

- Una autopsia con perspectiva de género.

- Una investigación de la escena del crimen que tenga la paciencia de recolectar la evidencia física.

- Revisar las circunstancias y el contexto: peritajes antropológicos, psicosociales, entrevista a vecinos, comprender dónde vive la víctima, utilizar el sistema ecológico de Naciones Unidas, investigar a la víctima para ver qué antecedentes se encuentran.

- Investigación al sospechoso, que es diferente al perfil. La investigación al victimario no es el perfil del criminal. El perfil del criminal son la serie de inferencias que se pueden hacer a través de la inferencia mediante esta tecnología sobre las conductas que llevó a cabo el agresor. Esto no quiere decir que sepamos quién fue.

Después de hacer todo esto, vamos a poder decir si hubo violencia sexual, si hubo lesiones degradantes, antecedentes de acoso. Nadie puede saber a priori si hubo violencia de género: se necesita todo el proceso que hoy vimos, partiendo de la hipótesis del feminicidio, que son las que no llevan a aplicar este tipo de procedimientos. 

En la investigación criminológica podemos encontrar la relación de confianza-subordinación si existiere, o que la víctima haya sido incomunicada a partir de la reconstrucción del crimen, que se hace después de todo esto. Si no se tiene la comprensión de la escena, la reconstrucción del crimen es teatro.

Algunos puntos importantes:

Las hipótesis se hacen después del todo el proceso y no al principio. Las series de televisión lo muestran como parte esencial de la emoción de hacer este trabajo. El profesional experimentado está ocupado en ver qué información hace falta; el novato está enfocado en quién fue. El profesional experimentado pregunta si se hizo el raspado de uñas, si se investigaron los celulares, si se le tomaron las huellas a tal persona, si hablaron con los vecinos... El que no es profesional se pone a adivinar.

El trabajo del forense y la ciencia es independiente del derecho y de las fuerzas policiales, pero colaboramos con ellos para poder generar información que les sea de utilidad. Las instituciones regulan nuestro quehacer; aún así, tenemos que ser independientes. 

Se cree que la psicología tiene que aportar conocimientos de patologías en estos casos, por ejemplo, hablar de fetichismos, etc. Además de eso, sabemos de las implicaciones socioculturales del machismo contra las mujeres, cómo funciona la violencia simbólica, la dinámica de desigualdad de poder entre hombres y mujeres y cómo funciona el espiral de la violencia. Esto es lo que se ve todos los días en Latinoamérica. La psicología debe encauzarse hacia cuestiones psicosociales.

A veces, los perfiladores hacen comparaciones entre lo que ven y la literatura. Por ejemplo, que un violador piensa de determinada forma. Eso tiene valor porque hay muchas investigaciones realizadas con personas en prisión y eso nos da una luz sobre qué esperar y cómo es la forma que se dan este tipo de crímenes. Ahora, no se puede determinar con criterios estadísticos lo que sucedió en un caso particular. No hay “tipo de asesinos”, por ejemplo, sino clasificaciones de motivaciones.

La metodología ideográfica tiene que ver con el análisis de la evidencia puntual y la psicología forense con perspectiva de derechos humanos es aquella que trata de comprender el fenómeno por sí mismo y que utiliza esta información para dar contexto y no interpretar directamente. La ideografía implica que no todos los casos son iguales y que cada caso requiere el mismo trabajo de recoger, analizar, comparar y hacer interṕretaciones que se pongan a prueba constantemente.

Todos los que forman parte de una investigación forense quieren saber lo que pasó, no hacer su parte del trabajo para cumplir. Todos deberían tener la misma lógica científica de trabajo para que entre todos podamos construir una versión que después pueda convertirse o no en una teoría del caso.

Un buen reporte forense también da elementos para generar reparación integral de daño. En los casos del feminicidio, la negligencia institucional, la falta de seguridad, o la negligencia a la hora de hacer periciales. En general, el discurso forense suele ser triunfalista, siempre se habla de avances en distintas técnicas y áreas, pero no debemos olvidarnos que vivimos en Latinoamérica: los fallos estructurales, las deficiencias en la contratación de personal, la corrupción y los sesgos machistas institucionales están más que probados.

Cuando se habla de reparación de un daño, como dar cuenta de los errores de otros investigadores en su área, es honestidad científica, se llama ética. Los egos de los forenses suelen ser altos y hay una especie de código de "no hablar mal de los otros peritos". Este es un punto importante para poder avanzar.

Fuente:  Entrada confeccionada con las notas de la conferecia dictada por Aurelio Coronado, el 12/5/2020, titulada "Perfilación criminal de feminicidas en Latinoamérica".

viernes, 13 de septiembre de 2019

Trata con fines de explotación sexual: mitos y mirada de género.


He aquí algunos mitos respecto de la trata con fines de explotación sexual, con la idea de ponerlos bajo la lupa y de tomarlos como ejemplo de las complejas aristas de la trata que permanecen invisibles para la mayoría de la gente.

Entendemos por mito al conjunto de creencias construidas desde la idealización o fantasía que se generan para explicar una situación y que luego se aplican a todas las situaciones similares. Son narraciones o explicaciones en base a creencias que se reproducen generalmente de forma oral y que constituyen dichos o expresiones que se consideran verdaderas, no se ponen en duda, se repiten casi sin pensarlas y se siguen transmitiendo de una generación a otra.

Veamos a continuación algunos mitos que sostienen la trata con fines de explotación sexual:
  • La mayoría de las mujeres que están en los prostíbulos, es porque les gusta.
  • Es natural que los varones paguen por sexo, ya que no pueden controlar sus impulsos sexuales.
  • La víctima de trata pide ayuda.
Breve introducción a la mirada de género ¿A qué nos referimos cuando hablamos de género?

Cuando hablamos de género nos referimos a las representaciones y valoraciones de lo femenino y de lo masculino, las normas que regulan sus comportamientos, las atribuciones a cada sexo y la división sexual del trabajo. Todo ello, producto de complejas construcciones sociales y culturales que se elaboran a partir de las diferencias sexuales y que constituyen modos de significar relaciones de poder y de estructurar relaciones sociales en sus planos simbólicos, normativos, institucionales así como la subjetividad individual.

Socialmente, se suele pensar al género femenino como cariñoso, dulce, sensible, maternal, delicado; y al género masculino como inquieto, fuerte, ágil, sexualmente activo, inteligente. Lo curioso es que no importa mucho qué sucede realmente en cada persona en particular; sin embargo existe una idea generalizada y reproducida a lo largo de los distintos momentos históricos acerca de los modos de ser mujer o varón en una sociedad determinada.

Estas generalizaciones son “estereotipos de género”, es decir representaciones que se “cuelan” en todas las áreas de la vida. Desde que alguien nace, la cultura, el lenguaje, la vida afectiva va inculcando ciertas normas y valores profundamente tácitos en la sociedad. Estas normas y valores son dados por “naturales” y, por lo tanto, no se cuestionan. De una manera no consciente, las personas van aprendiendo y reproduciendo en el andar cotidiano estas representaciones, incorporándolas a sus vidas.

Las relaciones de género están atravesadas por la lógica patriarcal (1) que históricamente ha instalado una desigualdad de poder entre varones y mujeres y que resulta muy difícil de deconstruir, por ejemplo, estableciendo una distribución más igualitaria de las tareas de la casa con la pareja, el cuidado de los/as hijos/as, así como de las tareas en el trabajo y en otros espacios.

En este sentido, por ejemplo, la mujer ha sido preparada para asumir un papel de subordinación que la sociedad impone como “lo natural”, como lo que debe ser, y que refuerza los lugares de objetivación en los que luego las mujeres son puestas, que impiden su efectivo acceso y goce de derechos. Las múltiples propagandas que presentan a las mujeres como productos a consumir al lado de otros productos como autos, televisores, o cualquier objeto, equiparándolas a éstos, constituyen un claro ejemplo. Aunque en la actualidad se ha avanzado mucho en materia de igualdad de género, aún queda mucho por recorrer.

Comprender la perspectiva de género de este modo nos permite pensar, por ejemplo, que:
  • Ningún atributo asignado a lo femenino y a lo masculino es inmutable e inmodificable.
  • Cada sociedad tiene sus propias definiciones de género.
  • En las diversas sociedades pueden coexistir distintos sistemas de género asociados a las diversidades culturales que las caracterizan.
  • Los factores sociales y culturales pueden afectar de diversas formas las maneras en que, al interior de una sociedad, se organizan las relaciones, los roles, lugares y los estereotipos de género: etnia, religión, sexualidad, pertenencia a una clase o a un grupo de edad, etc.
  • El género es una cuestión que involucra a toda la sociedad y modificar la situación de desigualdad, inferioridad de condiciones y oportunidades es posible con la participación de todos y todas.
Por lo tanto,

No hay razones biológicas o anatómicas para suponer que el género femenino es “peor”, “menos”, “inferior” que el masculino, ni lo contrario. Suponer esto ha servido, a lo largo de la historia, para justificar la desigualdad social. Desigualdades que son relaciones de poder donde las mujeres han quedado en inferioridad de condiciones que implican diversos tipos de violencias.

Ahora bien, pensemos en la violencia de género y en cómo se relaciona con el tema que nos convoca que es la trata con fines de explotación sexual.

La trata con fines de explotación sexual es una de las más aberrantes violaciones de los derechos humanos, donde la violencia de género (5) es llevada a su extremo. En estas prácticas, las mujeres son ubicadas en un lugar de subordinación y son despojadas tanto de su poder de decisión como de su autonomía. Las relaciones que se establecen entre las mujeres, los proxenetas y los hombres que pagan por sexo siempre son relaciones de desigualdad, de asimetría de poderes. Tanto proxenetas como quienes pagan por sexo consideran a las víctimas como objetos de su propiedad, a quienes han comprado y/o alquilado.

Como dice Graciela Vargas, “...los derechos sexuales están íntimamente ligados a los derechos humanos. El derecho a vivir una sexualidad sin violencia, sin coerción, sin discriminación y con respeto a la integridad física y psíquica, dentro de relaciones de igualdad, mutualidad, principios de equidad, placer mutuo, responsabilidad y justicia, es un derecho inalienable e irrenunciable”.(3)

En el plano sociopolítico, la trata también constituye una de las más graves violaciones a los derechos humanos, entre los que se pueden destacar los derechos a: no sufrir esclavitud o servidumbre forzada; no sufrir prácticas de tortura u otras formas de trato inhumano o degradante; a la vida; a la libertad; a la dignidad; a la identidad; a la salud; a una vivienda digna en condiciones de seguridad; a no ser discriminada por razón de género; a un trabajo justo y en condiciones favorables, entre otros. Por eso ha sido tan importante la sanción de la ley 26485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales.

Esta ley ha permitido enunciar las múltiples formas de violencia por las que atraviesan las mujeres como así también los diferentes ámbitos, desnaturalizando de este modo, las desigualdades de género y contribuyendo también a visibilizar y combatir el delito de trata.

Para profundizar en el análisis de la Ley 26485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, les acercamos el siguiente link.

Asimismo, la incorporación al código penal de la figura de femicidio, aporta a lo antes mencionado demostrando que las mujeres mueren en manos de sus parejas, ex parejas, novios, amantes, etc., por el solo hecho de ser mujeres, llevando a la máxima expresión la violencia de género.

Para profundizar sobre esta incorporación, sugerimos visitarla.

Es importante mencionar que el Órgano de aplicación de la ley 26485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, es el Consejo Nacional de la Mujeres. Este Consejo entre las diversas acciones realizadas en la materia, ha implementado la Línea 144 de atención telefónica a las víctimas de violencia de género, destinada a dar contención e información y a brindar asesoramiento sobre los recursos existentes en materia de prevención de la violencia contra las
mujeres, a nivel local y provincial. Para mayor información sugerimos dirigirse a la página Web del Consejo Nacional de la Mujeres:

Notas: 
(1) Cuando hablamos de patriarcado nos referimos a una "forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da predominio a los hombres sobre las mujeres; del marido sobre la esposa; del padre sobre la madre, los hijos y las hijas; de los viejos sobre los jóvenes y de la línea de descendencia paterna sobre la materna" Varela, N. (2005): Feminismo para principiantes, Barcelona (España), Ediciones B.

(2) Cuando hablamos de violencia de género nos referimos a todo acto violento dirigido hacia una mujer por el hecho de serlo. La violencia tiene lugar cuando una persona ejerce poder sobre otra intentando controlar la relación e imponer su propia voluntad en perjuicio del otro/a. Es decir, la violencia se
relaciona con una asimetría de poder, y las mujeres son las que, estructuralmente, suelen ocupar el lugar de inferioridad en las relaciones de poder.

(3) Vargas Graciela “Enfoque de género y derechos humanos en el tema trata y tráfico de personas” en “Se trata de Nosotras” Las Juanas Editoras, Ediciones Sudestada de Bolsillo / Colección Nuestros Derechos, Buenos Aires, 2013.

Fuente: INAP, Conceptos básicos sobre trata de personas, Unidad 2.

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