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lunes, 9 de octubre de 2017

Cortes [en el cuerpo] como efecto de la incidencia de lo social contemporáneo y otros casos.


Finalmente, otro conjunto de autores coinciden en encontrar en los cambios sociales y, con ello, en las coordenadas de la subjetividad contemporánea, la variable determinante de algunos casos de cortes en el cuerpo. Es decir, que ubican en la incidencia de lo social contemporáneo sobre el sujeto el fundamento de esta intervención en el cuerpo para ciertos sujetos.

Dicha incidencia la encuentran, fundamentalmente, en la "delegación" del Otro tanto de la función regulatoria del deseo y el goce, como en la delegación de la operación de tratar simbólicamente el cuerpo en relación a los ideales -que vía las identificaciones sexuales sostenían la formas simbólico-imaginarias de ser mujer y de ser hombre-o También esta incidencia se sitúa en el desbaratamiento del ideal como núcleo del establecimiento del lazo social siendo el objeto y su función de plus de goce la nueva configuración del lazo, y, en la preeminencia de la imagen, de la ilusión que reniega de lo real e inunda el mundo con su virtualidad, que se evidencia tanto en la relación preponderante del sujeto con la imagen (virtual, digital, tecnológica), como en la relación del sujeto a su cuerpo.

1) Sujetos que se cortan como una modalidad de búsqueda de lo real cuando el cuerpo ha devenido pura virtualidad.
Slavoj Žižek, en su artículo "Bienvenidos al desierto de lo real" a propósito de las características de lo contemporáneo, toma en consideración esta práctica de la realización de cortes en el cuerpo.

Žižek ubica al siglo XIX como aquel tiempo basado en proyectos ideales, utópicos y científicos, es decir, un tiempo basado en el orden simbólico. Y describe el pasaje hacia el siglo XX -retomando nociones de Alain Badiou- como el tránsito hacia la época signada por el "encuentro con lo real". Žižek sostiene que el siglo XX se caracterizó por la revolución stalinista y con ella la experiencia de la aniquilación total y la violencia extrema. En este sentido, sostiene que se trató del tiempo de la "experiencia directa de lo real". Describe a la política del siglo XX como aquella que hizo asomar la crueldad, la atrocidad sin límite y sin velo, al modo de una irrupción real intramitable.

Ahora bien, desde esta perspectiva, a diferencia del siglo XX, invadido de la experiencia de lo real del ser hablante bajo la modalidad de la violencia y el desecho, sitlía a la pos modernidad como el tiempo de la "virtualización de la realidad contemporánea", como la época del "puro semblante" . Sostiene que la actualidad se caracteriza por la obsesión de la pura apariencia y que el sujeto habita la realidad desde la lógica del espectáculo teatral. Considera que por la incidencia del discurso capitalista, ya sea como modo de funcionamiento del capital, como forma de consumo y como modalidad de lazo, se ha consolidado la realidad del sujeto como una realidad virtual. Ubica a la égida de nuestro tiempo, el capitalismo, como un "capitalismo virtual", en tanto se trata del capitalismo de la especulación financiera desconectado de la esfera de la producción material. Lo mismo propone para la lógica subjetiva del consumo. Dice: "El paraíso del consumo capitalista es, en su hiperrrealidad, irreal, insustancial, privado de toda inercia material".

Žižek enfatiza el carácter de ficción impuesto a la realidad y al modo de habitar en ella. Denuncia la digitalización del mundo y su consecuencia, la "conciencia de vivir en un universo artificial". Señala que la realidad virtual ha venido al lugar de la realidad material. En este sentido es que Žižek nomina "desierto de lo real" a la época actual.


Ahora, el cuerpo, la realidad del cuerpo no está exenta de esta desertificación. Y, a su vez, el sujeto, frente a esta desertificación, busca salida. Žižek sostiene que existe cierta "búsqueda" de este real que se ha virtualizado, que existen diferentes modalidades que apuntan, lejos de la ficción, a una "pasión de lo real", a una "persecución de lo real". En esta dimensión de la búsqueda de la experiencia de lo real, como tratamiento de un cuerpo invadido por la percepción de inexistencia, es que Žižek ubica la práctica de las autoincisiones para algunos casos. Concibe los cortes como una modalidad patológica de retorno a lo real en el cuerpo, en tanto recurso para encontrar asidero en la realidad, en la realidad del cuerpo. Es decir, propone esta intervención en el cuerpo como una forma contemporánea de "persecución de lo real" como respuesta a la virtualización actual. Žižek postula:


"Así, si la pasión de lo Real acaba en un puro semblante de teatro político, entonces, en una inversión exacta, la pasión 'postrnoderna' del semblante de los últimos hombres acaba en algún tipo de Real. Recuérdese el fenómeno de los 'cutters' (principalmente mujeres que experimentan un irresistible impulso por cortarse o herirse a sí mismas con cutters o navajas de afeitar), estrictamente en correlación a la virtualización de nuestro entorno: representa una estrategia desesperada para retornar a lo real del cuerpo. Como tal, cortarse contrasta con las normales inscripciones, tatuaje en el cuerpo, los cuáles garantizan la inclusión del sujeto en el orden simbólico (virtual). Con los cutters (quiénes se cortan con ellos), el problema es el opuesto, a saber, la aserción de la realidad misma. Lejos de ser suicida, lejos de señalar un deseo por la auto aniquilación, cortarse es el esfuerzo radical para (re)obtener una fortaleza en la realidad, o (otro aspecto del mismo fenómeno) para fundamentar firmemente nuestro ego en nuestra realidad corporal, contra la insufrible ansiedad de percibirse a sí mismo como no-existente. El reporte estándar de los cortadores es que, después de ver la calurosa sangre roja fluyendo fuera -de la herida auto infligida, se perciben vivos de nuevo, firmemente arraigados en la realidad. Así, aunque por supuesto, cortarse es un fenómeno patológico, es, no obstante, un esfuerzo patológico por recobrar algún tipo de normalidad, para evitar caer en la psicosis total."


Žižek denuncia que nos encontramos con casos en los que la experiencia del cuerpo se evapora en la percepción de la inexistencia. Da cuenta de la experiencia en la que el cuerpo, lejos de ser asidero del yo, sede de la dimensión pulsional, base de la inscripción significante, se transforma en una instancia evanescente para el sujeto. Y, es el corte, cuya función en estos casos es el fiuir de la sangre, es lo que devuelve el registro de la existencia.


Asimismo, Pommier se ocupa del tema. En el libro Los cuerpos angélicos de la posmodernidad, en un análisis de las condiciones contemporáneas, especialmente de la "pulverización del patriarcado" y sus consecuencias, presta especial atención a los efectos sobre el cuerpo. Describe varias y distintas formas de afectación del cuerpo. Una de ellas se basa, como en las referencias anteriores, en la "virtualización". Y propone la función del corte como un recurso frente a la percepción de su ausencia. Circunscribe el declive del Ideal y la incidencia semiótico-tecnológica como determinante del desplazamiento de lo real a lo virtual:

"La posición del cuerpo en relación con el ideal se modifica con el paso del modernismo -que tiene un ideal declarado- al posmodernismo, que pretende no necesitarlo. [...] Al dictar la ley desde lo alto, el ideal anclaba la carne en la tierra. Y si el ancla se corta, los cuerpos, reducidos al conjunto de sus funciones, se desunen, ya que solamente el ideal, tan ficticio como eficaz, hacía que se mantuvieran como una totalidad: ahora desarrumados, cada vez más numeroso y transparentes, flamean y flotan. [...] esto significa que dejo de distinguir lo real de lo virtual. En todas partes, en todos los lugares públicos, el sueño me televisa, me celulariza, me internetiza, me webiza. Por otra parte yo también voy en ese sentido: saco fotos, filmo, grabo y lo pongo en un disquete. Me imagino que después vaya usar todas esas imágenes. El desplazamiento en el tiempo me hace desaparecer del espacio actual. [ ... ] En cada momento siento que mi pensamiento es sonsacado: los medios de comunicación piensan en mi lugar sin descanso. Si me dejo ir mi vida puede volverse totalmente virtual."

En este contexto, Pommier plantea la realización de tajos en el cuerpo como una práctica entre otras (escarificación, branding, piercing) cuya función es la de "hacer sentir" el cuerpo, provocar una sensación con el fin de materializarlo contrarrestando su virtualización. De este modo, alude a esta función, sin especificar más sobre el mecanismo de acción:

"El cuerpo como obra de arte contemporáneo, sacralizado a falta de
rituales, va a ser torturado, va a volverse verdadero. Esto se parece al masoquismo o al sadismo, pero no lo es: se hace sólo para intentar sentir vivir un cuerpo que se ausenta. Es para intentar que entre en su caja. Y para nada para que sea reconocido por los otros, como en los antiguos ritos de iniciación. No, es una anti-iniciación, para que salga del lugar social y entre en sí mismo."

Es de esta manera que, nuevamente, se ubica al tajo en el cuerpo como recurso frente a la experiencia de su ausencia.

2) La realización del corte como manifestación de la dificultad de la integración del cuerpo narcisista y pulsional.
El viviente en fragmentos se constituye como una unidad corporal gracias a la función de la imagen especular que brinda a lo real del cuerpo una solución formal de tipo ideal.

Recalcati explica que existe una recuperación de la importancia por la propia imagen especular en la adolescencia. Interés por la imagen que se conjuga con el advenimiento de la dimensión pulsional del cuerpo propia de este período. Es decir, que la importancia por la propia imagen se conecta con las transformaciones puberales del cuerpo que demandan una rectificación de la imagen narcisista del sujeto. Y, dice que la enfática relación con la imagen de sí en la adolescencia puede darse por tratarse de la búsqueda de la confirmación de la propia constitución narcisista frente a la irrupción de lo real de la pubertad.

Ahora bien, Recalcati señala que, por las características de la época y su incidencia, el encuentro con el límite que tiene la imagen narcisista para especularizar esa irrupción de lo real pul si anal puede, en algunos casos, presentar dificultades. Especialmente, Recalcati propone que ciertos casos de jóvenes que se practican cortes en el cuerpo pueden estar referidos a las dificultades de los sujetos de simbolizar la dimensión real del cuerpo pulsional al encontrarse en ausencia de un soporte identificatorio adecuado, el ideal del yo, que es lo que orienta esta tarea.

El declive del Otro contemporáneo en su función, específicamente respecto del Ideal, conllevaría para el sujeto una "identificación simbólica debil" para subjetivar lo real de la sexualidad. Y propone que el corte real en el cuerpo viene al lugar del corte y marca simbólica para la constitución del cuerpo. Recalcati dice:


"[...]la 'adolescencia como síntoma de la pubertad', es un aspecto de esta dificultad de integración de los dos cuerpos - narcisista y pulsional-, que acusa la declinación histórico-social del Otro contemporáneo, es decir, de otro que no ofrece ya recursos de identificación suficientes para simbolizar el suceso puberal. El mismo fenómeno actual de los cutters es otro indicador de esta dificultad, puesto que la proliferación de los cortes reales en el cuerpo entre los jóvenes (grabados, tatuajes, piercings, mutilaciones de partes del cuerpo) parece ser efecto de la ausencia de un corte simbólico socialmente reconocible y ritualizado colectivamente,""

3) Sujetos que se cortan como efecto de la actual segregación social
Goldstein es quien también aborda las autoincisiones como práctica determinada directamente por el contexto social. Y se acerca al fenómeno tomando como objeto de análisis, más que al sujeto que se corta, a grupos de jóvenes que llevan adelante esta acción en el cuerpo. Se entiende como una de las características de la época la égida del nominalismo y de la adecuación funcional. Se trata de la época de la eficacia, la producción de gadgets y el gozo de su consumo. El Otro contemporáneo exige la competitividad en el marco de sus parámetros.

Es, en este punto, que Goldstein concibe a la realización del corte como una acto de "violencia contra sí mismo" tributario de aquellos sujetos que no quieren o no pueden responder a las exigencias de la cultura hipermoderna. Es decir, lo concibe como la práctica de un grupo constituido en y a raíz de la segregación social.

Goldstein postula no sólo que los referentes subjetivos (familia, escuela, etc) no dan lugar a la Singularidad de ciertos jóvenes, sino que la cultura posmoderna profundiza los aspectos segrega torios de los lazos sociales, segregando al pobre, al discapacitado, al feo, etc. Sostiene que todo hecho segregatorio, a su vez, genera universos "concentracionarios". Y define a las tribus urbanas y suburbanas como grupos que se concentran para identificarse y para inscribirse en el lazo y obtener un nombre, emos, dark, punk, etc. Goldstein atribuye a estos grupos segregados la práctica de tajerase la piel, como efecto de la segregación y como remedio frente a ella. La autora define al fenómeno como práctica y lo ubica como característica de un grupo segregado y núcleo de concentración de individuos:

"La práctica de tajearse es un fenómeno de jóvenes y de tribus o sea, jóvenes que se agrupan y concentran en espacios predeterminados para excluirse de su contexto y a la vez alcanzar presencia en ellos, es decir, de algún modo conseguir estar presentes en la escena de! mundo, reincorporarse a alguna escena desde la cual sentir el cuerpo propio."

Otros casos
Cabe mencionar, aún, que se pueden ubicar otros casos donde los cortes cumplen otras funciones y se basan en otros mecanismos psíquicos que, sin embargo, no fueron incluidos en esta clasificación ya que no hay publicaciones que los hayan considerado teóricamente. Y, el desarrollo teórico-clínico de cada uno de ellos en este trabajo excedería el objetivo de la presente investigación que se abocará específicamente al estudio exhaustivo de un grupo particular de casos que se detallará en el capítulo siguiente.

Sin embargo, dejamos al menos consignados sintéticamente algunos de estos otros casos que considero que se pueden distinguir en la clínica y que deberán ser desarrollados y analizados detenidamente:

1. Existen casos de cortes donde no sólo se pone en juego para los sujetos el dolor físico, sino que específicamente se configura como el elemento predominante. Es decir, se trata de casos donde los jóvenes se cortan "para sentir dolor". Dentro de estos, hay casos donde la acción de propiciarse dolor estaría íntimamente asociada a la función de castigo y cabe conjeturar que se trataría de casos donde la incidencia del superyó en su dimensión punitiva se configura como la variable determinante. Joana, de 17 años, en una de sus internaciones y sobre los reiterados cortes en su cuerpo dice "Me pongo agresiva, siempre me peleo en los boliches, vaya Metropolis, tengo una causa por desfiguración de rostro. A mí también me pegaron pero yo aguanto el dolor. Me agarra agresividad y me entro a cortar. Empiezo de a poco hasta que empiezo a sentir el dolor. Me cortaba con un tramontina. Me quería hacer daño a mi misma y pagar las cosas que había hecho. Estaba enojada porque había hecho muchas cosas que no me gustaban, cosas a mis abuelos. Me quería dañar, hacer doler para sacarme el enojo" .

2. Se presentan otros casos, a su vez, donde también producirse dolor físico es el factor determinante y la condición del corte sobre el cuerpo pero bajo otra función. Se trata del dolor físico al lugar del dolor anímico, tal como Freud lo ha enseñado, por medio de la sobreinvestidura libidinal del "lugar doliente del cuerpo". Una paciente describe "Me empiezo a cortar. Me duele. Me voy cortando más profundo y me duele mucho más. Me empieza a salir sangre. La sangre significa que me duele lo suficiente para desplazar todos los otros dolores"." Elocuentes las palabras de Josie, otra joven "Cortarse sustituye el dolor interno con un dolor físico que puedo controlar y que es más fácil de manejar. El dolor ahora es real y tangible".

3. Hay casos donde la acción del corte no responde a una práctica metódica y limitada, sino estrictamente a una compulsión. Se trata de casos donde los sujetos testimonian que luego de comenzar a hacerse tajos en la piel "no pueden parar de cortarse" . Casos, donde, presentados los cortes en su dimensión compulsiva, puede suponerse en la base un trastorno de la pulsión. Un paciente llega a la guardia de la Clínica Psiquiátrica donde me desempeño con su cuerpo lleno de cortes. El paciente relata que hasta que llega la hermana a la casa y le quita la gillette no podía dejar de hacerse cortes, que quería parar pero seguía uno tras otro. Este episodio ya se había repetido dos veces. Y él mismo lo enlaza con lo que llama las "crisis" de su "trastorno bulímico y anoréxico", cortes como atracones de los que no puede salir. El equipo de enfermería informó que el paciente presentaba más de 120 cortes en su cuerpo.

4. Se encuentran casos de cortes donde prima el lugar de la sangre. Es decir, casos donde el objeto del corte es el fluir de la sangre, sujetos que se cortan para sangrar. Se trata de casos en los que en el decir no es el dolor la sustancia del corte sino la sangre, a la manera, podría considerarse, de una condensación de goce en este objeto, como objeto plus de gozar. "Fran de 18 años dice: "Cortarme sin que salga suficiente sangre es como pedir una ensalada y un yogurt en vez de un bife de carne con papas". Lukas dice: "El sentimiento que obtengo cuando la sangre comienza a salir es mejor que cualquier cosa. Es mejor que tomar, es mejor que cualquier droga que alguna vez haya tomado, es mejor que el sexo"."

5. Encontramos también, claro está, cortes que se constituyen como síntoma, como acción sintomática, que vale como retorno de lo reprimido comandado por un significante sustitutivo que implica el ciframiento del inconsciente. Se trata de casos donde el significante enigmático del trauma sexual y el término al que viene a sustituirse en la cadena actual fija una significación, coagulada en el síntoma y conduce a la articulación con otros significantes y a la posibilidad en el dispositivo del despliegue de cadenas asociativas. Estela, de 39 años, llega a la internación por un intento de suicidio con psicofármacos. Viene de una provincia donde vive desde los 17 años y tiene cinco hijos de su primer matrimonio. En la entrevista de admisión comenta que ella tiene "depresión", que está allí por eso y no porque esté loca. Su diagnóstico psiquiátrico la avala nominando su cuadro bajo el rótulo de Depresión mayor. Mostrando las marcas en sus brazos, relata: "En el baño, un día, me empecé a cortar, no sentía dolor, era esa adrenalina, veía la sangre que salía y era una descarga ... No es lindo lo que vaya decir pero era como cuando se le corta el cuello a un animal y sale un chorro de sangre; era sacarme mochilas muy pesadas de la espalda". Dice que esos cortes en ningún caso eran para suicidarse, simplemente era la manera de sacar "la sangre mala", significante que la remitía a toda una historia de violencia que comienza en su infancia. "A los 8 años me abusaron: un tío de la casa, amigo de mi papá. Me tocó, me metió la mano ... Cuando le dije a mi mamá, ella me pegó una cachetada y me rompió el labio. Me dijo que me callara la boca. Por eso nunca se lo dije a mi papá. Pienso que a lo mejor, antes que se muera se lo vaya decir pero él sufre del corazón, mirá si le pasa algo" . La paciente cuenta que el padre de sus hijos, con quien se casó y se fue a vivir a la provincia para escapar de las constantes agresiones de su madre hacia ella, también era "violento". Dice que todo parecía color de rosa al llegar -ella tenía 17 años y estaba embarazada de E, su primer hijo- pero que a los quince días de estar allí, su marido le pegó una cachetada porque ella no le planchaba las camisas como lo hacía su madre. Esa fue la única vez que ella le devolvió el golpe, diciéndole: "Te casaste conmigo, no con tu mamá". Él le volvió a pegar y le rompió el labio"

6. Existen casos de cortes (que en general se conjugan con automutilaciones, quemaduras y otro tipo de intervenciones en el cuerpo) que pueden ser descriptos como "prácticas masoquistas" , pero que se tratan no de una estructura perversa, sino más bien de una suplencia perversa en una psicosis, es decir, casos donde el alcance de las incisiones en el cuerpo, acompañado de otras prácticas, por un lado testimonian el particular modo de anudamiento signado por el desprendimiento de lo imaginario y por un goce no regulado por el límite fálico, al mismo tiempo que configuradas como una práctica perversa otorga un lugar y constituye una solución para ciertos sujetos. Un caso clínico paradigmático al respecto es el caso que presenta Maleval sobre el paciente de M'uzan."

7. Hay casos de cortes en los que se trata de sujetos que, luego de algún desplante del Otro, se generan tajos precipitándose como desecho del Otro, en lo que podría considerarse un pasaje al acto. Aunque, claro está, no siempre la concreción de los tajos tiene que darse de igual manera para enmarcarse como pasaje al acto, he asistido a dos situaciones donde los sujetos, en estas coordenadas, se generan cortes que los dejan des-hechos en la cama de un hospital. No se trata de tajos superficiales en la piel, sino en general de cortes profundos en el cuerpo que si bien no tienen la estructura de un intento de suicidio, requieren de atención médica de urgencia, debiendo acudir a internaciones hospitalarias.

8. Encontramos casos de cortes en la melancolía, o más precisamente, como respuesta a ella. El melancólico, especialmente en los cuadros que no presentan delirio de indignidad, pone en evidencia diversos fenómenos de mortificación, particularmente aquel desprendimiento total de los objetos y de la vida. Es una totalización de la negatividad del lenguaje sin recuperación de goce propio de la castración y por ende la ausencia de valor fálico es lo que se le impone al sujeto. Se configura, en algunos casos, a través de los cortes en el cuerpo, el recurso privilegiado para hacerse existir frente a la experiencia de la vida mortificada. Un paciente explicaba respecto de los cortes: "Era un modo de sentir algo. Yo no siento nada. Nada. Es como estar flotando en la vida. No me alcanza estar para existir. Aunque existir me pesa".

Para finalizar, y a raíz de todo lo expuesto, cabe resaltar -al contrario de lo que muchas veces sucede- que es imposible hablar de "los cortes en el cuerpo" como un fenómeno unívoco. Es elocuente cómo esta práctica, que circula en la cultura, detenta su plasticidad al demostrarse apta para encarnar distintas funciones. Es decir, que esta intervención en el cuerpo puede erigirse frente a diversas coyunturas, instalarse como distintos modos de respuesta del sujeto e, incluso, presentarse del lado de cualquiera de los tres registros (R, S, 1). Más aún, es posible vislumbrar en la clínica que no sólo esta práctica de generarse tajos en la piel puede adquirir distintas funciones (llamado al Otro, goce masoquista, inscripción significante, etc.) en distintos sujetos, sino que para un mismo sujeto, esta intervención en el cuerpo puede implicar más de una función en juego. Y no sólo porque en muchos casos ciertas funciones sean inherentes o compatibles entre sí (cortes que devuelven cierta consistencia al cuerpo al mismo tiempo que pueden operar como un acting out), sino porque ciertos sujetos hallan en este "uso" del cuerpo una suplencia a varios factores en juego. Es decir, que hacen de esta práctica una "multiintervención", una pluralización de la orientación de sus efectos. Análogo -en este punto- a la función del síntoma, son varias, -simultáneas o sucesivas- operaciones que pueden encontrar asidero bajo el mismo cauce, bajo el mismo recurso, sabiendo y al mismo tiempo ignorando el sujeto sobre ellas. Daphne dice: "A veces me corto para hacerme sentir algo, porque estoy totalmente dormida. Otras veces me corto para dormirme porque no puedo tolerar lo que estoy sintiendo, sobre todo lo hago cuando estoy enojada. Tal vez fui criada para no estar enojada o no demostrarlo, pero cuando estoy enojada me hallo a mi misma culpable, entonces me castigo"


Por lo tanto, queda en la virtud del clínico poder ubicar la posición del sujeto, su tipo de respuesta y la función -o las funciones- que el corte viene a adquirir en cada caso.

viernes, 6 de octubre de 2017

Cortes como un modo de relación del sujeto al Otro.


Algunos autores, más allá de la estructura clínica del sujeto, hallan casos de cortes en el cuerpo, específicamente, en función de la relación del sujeto y el Otro. Más precisamente, ubican casos de auto incisiones bajo la función de algún modo particular de relación al Otro, como una forma de dirección al Otro.

1) Sujetos que se cortan como un intento de situar su lugar en el Otro.
Si bien Lacan no toma en su enseñanza al fenómeno de los cortes, hace alusión a la función de la "incisión" en el cuerpo en el seminario. Esta referencia, estrictamente, es en relación al tatuaje y a la escarificación. Sin embargo, se considera de valor para el tema, ya que no toma la imagen-signo que deja el tatuaje, ni la lesión propia de la escarificación, sino que se refiere a la función de la "incisión" en estas intervenciones en el cuerpo. Lacan aborda este tema en el capítulo "El sujeto y el Otro: la alienación". En dicho capítulo, trabaja la constitución del sujeto a partir del Otro y sus implicancias:

"El Otro es el lugar donde se sitúa la cadena del significante que rige todo lo que, del sujeto, podría hacerse presente, es el campo de ese ser viviente donde el sujeto tiene que aparecer. Y he dicho que por el lado de ese ser viviente llamado a la subjetividad se manifiesta esencialmente la pulsión."

En este punto, Lacan especifica las operaciones de la constitución del sujeto en su dependencia significante respecto del Otro (alienación y separación). Enfatiza que la relación del sujeto y el Otro se engendra en una hiancia y que, este proceso surge de la estructura del significante: "Esta estruchua se basa en algo que inicialmente denominé la función del corte, y que ahora, en el desarrollo de mi discurso, se articula como función topológica del borde".

Efectivamente, el significante es corte. Los significantes son discontinuos, discretos. Y es en el corte entre un significante y otro donde reside el espacio del deseo. Asimismo, el significante produce un corte. El lenguaje recorta el cuerpo, se trata del "efecto cizalla que entraña el lenguaje para el animal que habla"." Hay sujeto por la incisión originaria del significante sobre el cuerpo, el significante fragmenta, recorta el objeto, recorta la zona erógena y le permite el borde a la pulsión. En esta misma operación, el significante produce cortes que operan como marca, como inscripción.

Es también a través del significante que hay un corte de la superficie y por eso un borde. El borde es e! límite de un conjunto. Se trata del borde de los conjuntos del sujeto y el Otro. Y, en relación a esta cuestión, Lacan hace hincapié en la cuestión de la falta:

"Aquí se superponen dos faltas. Una se debe al defecto central en torno al cuál gira la dialéctica del advenimiento del sujeto a su propio ser en la relación con el Otro - debido a que el sujeto depende del significante y el significante está primero en el campo del Otro-o Esta falta retoma la otra falta, la falta real, anterior, que ha de situarse en el advenimiento del ser viviente, o sea, en la reproducción sexuada. La falta real es lo que pierde el ser viviente, de su posición de viviente, o sea, en la reproducción sexuada."

Para encarnar la parte que falta, perdida para siempre, sustituye el mito de Aristófanes, mito de la totalidad, por el de la laminilla. La laminilla designa la libido como "órgano irreal":

"Así, desafiando, acaso, por primera vez en la historia, el mito tan prestigioso que Platón adjudica a Aristófanes, lo sustituí la vez pasada por un mito destinado a encarnar la parte faltante, que llamé el mito de la laminilla. Es una importante novedad porque designa la libido, no como campo de fuerzas, sino como un órgano. La libido es el órgano esencial para comprender la naturaleza de la pulsión. Este órgano es irreal. Lo irreal no es lo imaginario. Se define por articularse con lo real de un modo que no podemos aprehender, y por ello, justamente, requiere de una presentación mítica, tal como la nuestra. Pero ser irreal no impide a un órgano encarnarse. De inmediato les doy su materialización. Una de las formas más antiguas de encarnar, en el cuerpo, este órgano irreal es el tatuaje, la escarificación. La incisión tiene precisamente la función de ser para el Otro, de situar en él al sujeto, señalando su puesto en el campo de las relaciones del grupo, entre cada uno y todos los demás. Y, a la vez, tiene de manera evidente una función erótica, percibida por todos los que han abordado su realidad.""

Pareciera que Lacan ubica la incisión en el cuerpo -a raíz del tatuaje o escarificación- como un intento del sujeto de alojarse en el Otro, a través de esa operación libidinal. Se trataría de una forma de inscripción en relación al Otro. Lacan señala que, a través de encarnar, de atrapar la libido vía la incisión en el cuerpo, el sujeto se sitúa en relación al Otro como algo que "es". Fija su lugar en el Otro, inscribe su puesto más que su falta. Lacan más adelante ilustra el contrapunto de la operación de la incisión del tatuaje o la escarificación que fija su lugar respecto de! Otro, de la operación enunciada por e! niño "puedes perderme" en relación al deseo y propia de la separación.

Asimismo Lacan, como enseña Freud a partir de su elucidación sobre la psicología de las masas, destaca que es la posición del sujeto respecto al Otro, que es el signo de su posición al Otro -tatuaje o escarificación- lo que por añadidura le devuelve a su vez un lugar respecto de sus semejantes.

2) Sujetos que se cortan como un intento de separación del Otro
Es en el seminario 11 que Lacan, en función de las relaciones del sujeto con el Otro, formaliza -para la constitución y la realización del sujeto en e! campo del Otro- no sólo la operación de alienación, sino la operación de separación como condición de posibilidad de la dirección al Otro. Dice de la separación:

"Esta operación lleva a su término la circularidad de la relación del sujeto con el Otro, pero en ella se demuestra una torsión esencial. [ ... ] Allí se producirá la segunda operación a la que esta dialéctica conduce al sujeto. Es tan esencial definir esta segunda operación como la primera, pues en ella vemos asomar el campo de la transferencia. La denominaré, introduciendo así mi segundo término nuevo, la separción."


Es Brocca quien aborda a partir de casos de su práctica, la función de los cortes, sumado a ciertas automutilaciones, en el marco de esta lógica de relación al Otro.

Sostiene que los cortes y las automutilaciones se constituyen como una acción destinada a la "separación" del sujeto respecto del Otro. Ubica, en las automutilaciones, a la mortificación en el propio cuerpo, pero, cuya función sería la de la separación del Otro, que fue introyectado en el cuerpo a través de una identificación de tipo melancólica. Dice:

"Una pasión que se traduce en una repetición obscena de los gestos de carácter mortífero: el gesto de cortarse ... del Otro, pero también el de (se) darle muerte... [...]. Una vez más la tesis que defiendo es la siguiente: en la automutilación se apunta al Otro, y es al mortificar su propio cuerpo que se puede alcanzar el cuerpo del Otro. Este mecanismo de separación en estado bruto se opone a la alienación pero conserva su simetría irritante. La bolsa o la vida."

En este sentido, y apoyándose en su clínica, Brocca incluso ubica en serie, respecto del mecanismo de separación, a las auto mutilaciones con los intentos de suicidio:

"En las dos viñetas tomadas de mi práctica que les propongo analizar, encontramos en el primer plano auto mutilaciones que se renuevan, y luego gestos suicidas reiterados, destinados a separarse del Otro. Podrían objetarme rápida y justificadamente que se trata de dos manifestaciones heterogéneas y que intento forzar teóricamente al ligar las dos. Pero defiendo mi posición: lo que me interesa es el mecanismo psíquico que organiza estas respuestas. Ambas se dirigen al Otro y tienen el mismo objetivo, separarse del Otro luego de haberlo engullido."

De este modo sitúa, en estos casos, una particular configuración del sujeto respecto del Otro, que es lo que daría lugar a la realización de estas acciones sobre el cuerpo. Propone que el mecanismo psíquico de la "identificación de tipo melancólico" es lo que está en la base de las automutilaciones como intento de separación. Escribe: "El problema central que organiza mi exposición trata el mecanismo psíquico que estaría, a mi parecer, en su origen: la identificación de tipo melancólica". Y así la define: "Estas dos viñetas muestran de forma clara y evidente la estructura de la identificación de tipo melancólico. Es la introyección del objeto, que dirige los aspectos más sobresalientes de la enfermedad".

Concibiendo, de esta manera, tanto la identificación como la separación del Otro en juego en las automutilaciones, Brocca concluye: "El sujeto se mortifica en su cuerpo para mortificar al Otro, para separarse de su objeto. Es una estrategia que no termina de cumplir con esta separación"

3) Cortes que se constituyen como acting out.
Una de las modalidades de la dirección del sujeto al Otro es el acting out, en tanto patología del acto. El acting out es fundamentalmente aquella escena del sujeto orientada francamente al Otro para señalar el lugar en que lo ha dejado. Lacan dice:

"El acting out es esencialmente algo, en la conducta del sujeto, que se muestra. El acento demostrativo de todo acting out, su orientación hacia el Otro, debe ser destacado. [ ... ] El acting out es esencialmente la demostración, la mostración, sin duda velada, pero no velada en sÍ. Sólo está velada para nosotros, como sujetos del acting out, en la medida que eso habla, en la medida en que eso podria hacer verdad. Si no, por el contrario, es visible al máximo, y por ese mismo motivo, en un determinado registro es invisible, al mostrar su causa. Lo esencial de lo que es mostrado es aquel resto, su caída, 10 que cae en este asunto."

El acting out necesita del Otro, consiste en un llamado al Otro. Es una acción velada dirigida al Otro sob re la verdad del sujeto. La acción de cortarse puede ubicarse dentro de estas coordenadas. Es decir, que la realización de los cortes puede darse en el marco de la producción de una escena velada para el sujeto y dirigida al Otro.

Joucla presenta y conceptualiza un caso de su práctica en Los inclasificables de la clínica psicoanalítica, donde postula -como se señaló- que, si bien en su paciente los cortes adquirieron en el curso del análisis la función de significantes de la demanda, estos comienzan a raíz de la identificación con otra paciente, y que al principio esta acción de cortarse cumplía la función de una escena dirigida al Otro. Ubica una primera función de la realización de los cortes según la figura clínica del acting out. Es a través de los cortes que su paciente encuentra la vía de orientación al Otro. La paciente hace de los cortes una escena que dirige al Otro. Específicamente, aparecen los cortes como escena chantajista para el médico. Jauda describe:

"En efecto, Nelly se hace incisiones en los brazos en su relación con el otro: identificación con el otro en cuanto a lo que descubre como Uinsignia" de la enfermedad mental, y de dirección al otro de la que usa y abusa con los enfermeros sobre un fondo de alianzas y enfrentamientos, hasta que el médico decide su salida. No se necesita más para que las reivindicaciones y la insatisfacción de Nelly se enfoque sobre él.""

Verónica Buchanan también encuentra una serie de casos, en histerias "borders" -como se mencionó- donde los cortes, si bien inciden a nivel de lo imaginario del cuerpo, alcanzan lo simbólico con otra función, constituyendo un acting out. Acting que opera bajo la rúbrica de la reparación ya que evita la caída del sujeto por fuera del Otro.

La autora ubica que en una serie de casos los cortes se producen frente a la falta de localización del sujeto en el Otro, en el deseo del Otro. Coordenada que, a su vez, incide en otra variable determinante de este tipo de casos, la "precariedad de la escena fantasmática". Plantea que en ciertos pacientes, si bien se ha producido la identificación primaria, sostén del sujeto, no se verifica la operación de la identificación secundaria, condición de posibilidad de las formaciones del inconsciente. Y en relación con ello, propone, que en este t ipo de casos, no es la vacilación, sino más bien, la realización del fantasma lo que se pone en juego, produciendo un encuentro donde el sujeto no tiene lugar en el Otro sino como objeto de goce. Dice: "El hecho de haber planteado que en estos casos se trataría de una operación (reparación) real, abre la vía para pensar su relación con la realización del fantasma y el encuentro aterrador con el goce del Otro. Si el Otro sabe como gozarlo, entonces no hay lugar en el Otro para el sujeto sino en tanto objeto del goce"."

Así los cortes se constituyen como una particular direccionalidad al Otro, cuya función es sostener el deseo. Dice de los cortes: "[ ... ] son los propios cuerpos los que son cortados para que el otro los mire. [ .. . ] en la pregunta por el lugar en el deseo del Otro, en el segundo caso [el de los cortes] encontramos una operación real sobre el cuerpo entregado a la mirada del Otro". Es decir, que se trata, en estos cortes, de un modo de actuar la escena en la que el sujeto dirige al Otro la pregunta por su lugar en el deseo; la "histérica border" se ofrece como objeto a caer a través del cuerpo para restarse del Otro. Y Buchanan especifica: "¿ Cuál es la particularidad de estos actings? En ellos es el cuerpo del sujeto mismo el que es ofrecido en sacrificio para lograr el reconocimiento de su lugar en el Otro. De este modo radical dirige al Otro la queja por haberlo dejado sin espacio. Llegados a este punto, podemos preguntamos si no es el acting out lo que arranca al sujeto de la realización del fantasma (que lo deja por fuera del Otro) . Considero que sí, y que es importante pensar clínicamente la función de reparación que tienen estos actings; en efecto son reparaciones que enloquecen, pero que preservan al sujeto de su caída por fuera del Otro."

4) Sujetos que se cortan como una modalidad de satisfacción de la pulsión escópica.
Sin duda, la satisfacción pulsional es una función del ser hablante. Se trata de la función del plus de gozar, función que remite al origen del sujeto, al objeto a en su dimensión real. El objeto a puede captar el plus de gozar a través de sus cuatro formas, voz, mirada, heces y pecho. Función implicada no sólo en relación al objeto sino respecto del Otro. Lacan dice:

"A nivel de la dimensión escópica, en la medida en que la pulsión interviene en ella, encontramos la misma función del objeto a que podemos determinar en todas las demás dimensiones. El objeto a es algo de lo cual el sujeto, para constituirse, se separó como órgano. Vale como símbolo de la falta, es decir del falo, no en tanto tal, sino en tanto hace falta [ ...] A nivel escópico, ya no estamos a nivel de la demanda, sino del deseo, del deseo al Otro.""

A diferencia de la fórmula constitutiva del deseo humano, Lacan explica que la pulsión escópica se constituye como una propuesta al Otro a través de su captación por la mirada. La satisfacción pulsional en el nivel escópico convoca a "mirar". Lacan enseña a distinguir la función del ojo con la mirada, esquizia que elide la mirada para poder ver. Pero, cuando además de lo visto y de ver, en lo pulsional hay algo dado a ver, allí, se sitúa la mirada. Esta es la función que, algunos autores, hallan en ciertos casos de cortes en el cuerpo, la satisfacción de la pulsión en la acción del corte, la satisfacción de hacerse ver provocando tajos en la piel. La satisfacción de la captura de la dimensión escópica del objeto alcanzando al Otro.

En este caso, la realización del corte en el cuerpo no vale más que para atrapar-gozar de la "mirada". De este modo, el corte es conducido por el goce. Se trata de incisiones gozosas. Goce no localizado en la ejecución de la lesión, sino en la medida en que el ojo la bordea en su dimensión de objeto.

En Los inclasificables de la clínica psicoanalítica, Joucla, en el caso que reporta, también ubica esta dimensión en juego. Dice que la realización de las incisiones en el cuerpo de su paciente, si bien responden a un complejo entramado de las relaciones entre el significante y el goce, poseen también la función de satisfacción pulsional en relación a la mirada. Joucla sostiene, a propósito del trabajo con su paciente, y dentro de lo que enmarca como una estrategia de la relación del sujeto histérico con el Otro: "La pulsión se articula con el aspecto de erotización de las incisiones: hacerse ver por el Otro, que se cruza con ser todo para el Otro".

Alberto Santiere, en su análisis sobre aquel grupo de adolescentes, también resalta la función del goce escópico en la práctica de los cortes. Explica que, bajo el semblante de un "juego", y bajo la rúbrica de la demostración de valentía entre incipientes varones, se trata de una intervención en el cuerpo en tanto "atrapamiradas que perforan la carne". Dice: "Mostrando la huella del 'valor', anzuelo en busca de la mirada del Otro".

El corte en el cuerpo puede constituirse, más que como mascarada de virilidad a través del coraje, según los enunciados de mucho jóvenes, como un terreno de goce pulsional que consiste en hacerse mirar, en provocar la fascinación y el regodeo en la mirada.

miércoles, 4 de octubre de 2017

Los cortes en el cuerpo en función de la estructura clínica.


Algunos autores ubican casos donde es la estructura clínica el elemento que los fundamenta, ya sea porque encuentran casos de cortes que constituyen un efecto propio de determinada estructura o se configuran como la forma de tratamiento propia de un tipo clínico.

1) Cortes como una forma de extracción de goce en la psicosis.
Específicamente, algunos autores han hallado el fenómeno de la autoincisión en relación con la psicosis.

Ahora, de los numerosos fenómenos de la psicosis que recaen sobre la condición de la estructura, estos psicoanalistas han llamado la atención sobre uno en especial, el retorno de goce como intrusión en el cuerpo. El ser hablante se distingue por la necesidad de tratar lo real del goce. De hecho, lo que compromete al sujeto en su estructura, es la relación con lo real del goce, es la confrontación con el propio ser de goce. Lacan ha enseñado que la forma fundamental del tratamiento del goce es la del lenguaje. Ahora, existe retorno de goce ya que la acción negativizadora del lenguaje no lo simboliza todo. El sujeto psicótico es el que encarna el problema de encontrar una solución al retorno real del goce, al no contar con el recurso del Nombre del Padre. Al sujeto psicótico, no es el retorno de lo reprimido, sino el retorno en lo real lo que lo abruma. El retorno en lo real de lo que fue forcluido en lo simbólico es lo que se impone al sujeto, para su tormento y perplejidad, en distintos tipos de fenómenos. Se trata del retorno de lo real, como efecto del vacío forclusivo de lo simbólico y, por lo tanto, su ineficacia en la limitación del goce. Es la no extracción del objeto a en el campo de la psicosis lo que devuelve una experiencia plagada de la intrusión de goce no limitado por la castración.

Son los casos en los que no es el retorno del significante en lo real, sino el retorno de goce en el cuerpo, donde se experimenta la intrusión de un goce en exceso, los que se relacionan con los cortes en el cuerpo. Ahora bien, es necesario en la psicosis distinguir entre los fenómenos de la estructura y las elaboraciones por las cuales el sujeto responde a esos fenómenos que padece. Específicamente, es necesario diferenciar los fenómenos de la psicosis de las "soluciones" del sujeto para "tratar" esos retornos de lo real, de los intentos de controlar el goce haciéndolo soportable, es decir, de los intentos de suplencia, de las reparaciones sinthomáticas o no sintomáticas. En este sentido, existe la posibilidad de una solución imaginaria, y su tipo de nominación o identificación; de un "tratamiento simbólico" de la intrusión de lo real y del goce en exceso, que estribe en la metáfora delirante, en una nominación, en una solución por el Ideal, en sublimaciones creacionistas, etc.

Asimismo, existen en la psicosis, para tratar el retorno de lo real, soluciones que proceden de una operación real sobre lo real del goce. Es, siguiendo esta perspectiva, que se ubican algunas referencias sobre los cortes. En primer lugar, C. Soler en su libro Estudios sobre la psicosis escribe sobre la mutilación -tratándose, en este caso de un acto más abarcativo que el corte en el cuerpo- en casos de pacientes psicóticos. Lo aborda como un tratamiento de lo real, como "operación real sobre lo real del goce". Propone que la mutilación en el cuerpo, en la psicosis, puede constituirse como una operación para limitar el efecto de goce en el cuerpo a falta de otra regulación.

Este tipo de intervención en el cuerpo para C. Soler realiza en acto, sin llegar a constituirse en una suplencia, el efecto capital de lo simbólico, su efecto de negativización del ser viviente. Se trata así, específicamente, de una mutilación o "daño real" como un intento de limitar los efectos de la falta de eficacia de la castración.

Respecto de estos casos, C. Soler declara a su vez su limitación: "En efecto, el acto negativizador se estrella a la vez con los límites de la legalidad, como tratamiento que al Otro social le es imposible soportar, y con sus límites propios, al no tener otro futuro que su repetición." Son varios los autores que han reportado casos de cortes ubicando esta misma función de la intervención en el cuerpo.

Silvia Tendlarz, por ejemplo, sostiene que el corte en el cuerpo en la psicosis puede constituirse como la operación de desembarazarse de un goce invasor -de la misma manera que C. Soler-o Tendlarz da cuenta del caso de un paciente psicótico, donde la incisión en la piel cumple esta función. Dice:

"El corte en el cuerpo no intenta inscribir la eficacia simbólica del padre, sino que apunta a la extracción de un goce que se experimenta en más, y, como tal, busca paliar la falla de la castración cumpliéndose en lo real."

Ubica, a su vez, el fracaso de este intento ya que apunta a las consecuencias antes que a la reparación de la falla. Dice, a propósito de esta función del corte en el caso: "El fracaso de este intento lo lleva inútilmente a repetir esta búsqueda. De esta manera la solución precaria del corte deja en suspenso la presencia de un goce en acecho".

Aparece, de este modo, claramente ubicada, la función del corte en el cuerpo en la psicosis no como suplencia de la carencia sino como un límite real, un dique a los efectos de lo real por la ineficacia de la castración. Exactamente, de la misma manera, se presentan y se conceptualizan dos casos de pacientes psicóticos que se realizan cortes en la piel en la publicación Cuerpo y Subjetividad, de Alicia Donghi. Se reporta en primer lugar, el caso de un joven que se realizaba incisiones en el cuerpo, como único recurso para el acotamiento a la intrusión del goce en el cuerpo, hasta que comienza el tratamiento. La analista postula que los cortes en el cuerpo fueron la intervención que el joven encontraba para limitar aquel exceso de goce.

En segundo lugar, se publica el caso de otro paciente psicótico que se caracteriza por padecer de invasiones de goce en el cuerpo que lo conducen a un perpetuo malestar y preocupación física, a algunos fenómenos alucinatorios, eventualmente, a realizarse cortes en brazos y piernas y, fundamentalmente, a un grave consumo de drogas. En este caso, también se postula que los cortes "intentan producir alivio ante la invasión de goce'" y que logran en el momento apaciguar para el joven sus fenómenos corporales.

A su vez, se reportan otros dos casos, uno en un libro de M. Recalcati y otro en la publicación La psicosis ordinaria,6 donde se ubica esta función de la inflicción de cortes, en casos de psicosis, es decir, donde la función del acotamiento de goce se da por la incisión en sí misma pero, además en estos casos, se suma el papel de la "marca" en el cuerpo que de ella deviene.

Recalcati reporta el caso de una paciente psicótica que se enmarca en esta función del corte. Refiere que los tajos en el cuerpo se constituyen como un intento de vaciamiento de goce del cuerpo, como forma de crear un dique frente a la intrusión del goce del Otro. El caso expuesto presenta la particularidad de que los tajos, a su vez, constituían signos, letras de una especie de sistema de escritura arcaico. En este caso, Recalcati sitúa la función de "letra" del corte y lo ubica dentro de la misma modalidad, como una forma de tratar de salvar e! cuerpo del goce del Otro. Dice:

"El defecto de la acción de mortificación significante del Otro, de la incorporación significante, se veía compensado con esta modalidad inquietante, por el trámite de un corte real del cuerpo, a través de una transformación del cuerpo en "página en blanco". El efecto de estas incisiones, de estos cortes en el cuerpo era el de producir una especie de apaciguamiento en el sujeto: las voces se apagaban, podía dormirse, podía quedarse más tranquila. El cuerpo se convertía en un campo de batalla: por una parte aparecía como poseído por el goce del Otro, por otra, el sujeto parecía recurrir a la letra como función capaz de exorcizar la voz persecutoria y, por tanto, marcar el cuerpo para tratar de fijar el goce."

Asimismo, la Sección Clínica de Burdeos en el libro La psicosis ordinaria publica el caso de una paciente que presenta una psicosis no tradicional. Se trata de una paciente que a partir de sus quince años se realiza cortes en la cara y en los antebrazos. La analista sitúa que los cortes se producen como respuesta a lo "insoportable" de! lazo con los otros, de la inminencia de ser gozada por los otros. Los cortes como "pasaje al acto psicótico" son los que la alivian de esa "angustia insoportable". Estos cortes, para la analista, operaban como una "cesión de goce" que lograba separar un "goce incluido en e! cuerpo".

En este caso, los cortes no sólo valen por esta función de la incisión, sino también por las "marcas" que dejan en la piel. Las marcas en las mejillas, consecuencia de los tajos, le dibujan una suerte de "máscara" en el rostro. Y es a partir de estas marcas que la paciente puede mirarse al espejo y soportar la mirada de los otros.

En la publicación se postula que la paciente "logra hacerse un cuerpo" a través de la realización de cortes, ubicándolos, de este modo, a propósito de la psicosis ordinaria, como una "neoconversión", que, finalmente, cede a través del manejo de la transferencia logrando que la cesión de goce se vehiculice por un trabajo de escritura y no por tajos en la piel.

2) Cortes en el cuerpo como modalidad perversa.
Es en el campo de la perversión donde cobra toda su relevancia distinguir prácticas fenomenológicamente perversas de su función en la estructura. Esta delimitación entre la práctica y su función en la estructura es la que echará luz sobre la relación de! sujeto con el goce, con el tratamiento del goce que realiza y, por lo tanto, sobre el estatuto de su cuerpo y su relación al Otro.

La cruzada de la subjetividad perversa es su particular relación al goce como "voluntad". Sabemos, siguiendo las enseñanzas de Lacan, especialmente en función de lo que propone en el seminario 16, que la posición del sujeto perverso es la de la restitución del objeto a al Otro. El sujeto perverso se hace objeto para servir como "instrumento" al goce del Otro, destinado a devolver ese objeto a al Otro. La posición subjetiva del perverso está orientada a recuperar ese goce perdido, ese goce supuesto y restituirlo al Otro:

"Y se satisface cuando tiene alguna señal de que el otro ha sido alcanzado por su acto, que el otro de alguna manera se ha conmovido, le ha producido algún efecto. Aunque este efecto sea de rechazo, de displacer, el perverso sabe que el verdadero deseo y el goce están más allá del principio del placer. El perverso apunta al deseo y al goce del Otro aún contra el placer y el goce del otro. No se dirige a la conciencia del sujeto, a su yo, apunta más allá."

El sujeto está en el lugar de objeto para satisfacer el goce del Otro, para devolver ese ánimo de goce a un cuerpo que fue vaciado, para hacer existir en el Otro eso que se suponía inerte. En este sentido, existe cierto predominio del objeto mirada y el objeto voz en esta función del acto perverso -dimensión que, justamente, será tomada respecto de los cortes-. Lacan, en el seminario 16, retoma los pares freudianos de masoquismosadismo y exhibicionismo-voyerismo. Serán los dos primeros términos de cada par las categorías clínicas que explican algunos casos de cortes, ya sea en el masoquismo de manera manifiesta respecto de la posición del sujeto en el lugar de objeto, ya sea en el exhibicionismo, donde en el campo del Otro "el acto exhibicionista plantea para hacer surgir allí la mirada".

Santiere es quien ubica cortes en esta perspectiva en base a un caso reportado en el 2002, sobre un conjunto de adolescentes. Plantea, como hipótesis clínica, la cuestión de una posición perversa, de un goce masoquista puesto en juego y, por otro lado, del lugar de la mirada.

Existe, según el autor, en el marco de la situación de estos adolescentes, casos en los que los cortes que se realizan algunos sujetos responderían a un "goce sacrificial ofrecido al goce del Otro". El autor propone que se trata, en algún caso, de un sujeto abolido en su ser, devuelto al lugar de objeto para colmar al Otro. Santiere dice refiriéndose a la práctica de los cortes: "Marcas mutilatorias que son la punta del ovillo de un goce masoquista, sacrificial, en el cual el Otro gozador toma cuerpo. Cuerpo objetivizado por la vía del masoquismo".

Por otra parte, en esta situación reportada se trata, no sólo de la práctica de los adolescentes de tajearse la piel, sino de la mirada horrorizada de los docentes frente a este acto público. El autor advierte esta perspectiva: "que alguien decida el momento de provocarse daños severos habla de una posición particular en relación con el goce, el dolor y la mirada". y postula a los cortes en el cuerpo como "anzuelo en busca de la mirada del Otro. Otro gozador al que se le paga con sangre".

3) Cortes en la neurosis.
Es multívoca esta práctica en el cuerpo para ofrecer expresión a distintas funciones en la neurosis. Encontramos:

1. Cortes en la histeria como expresión del "rechazo del cuerpo" frente a la dificultad de asumir el semblante femenino. La elección de la feminidad, la constitución del semblante femenino en relación a la lógica fálica, e incluso más allá de ella, puede presentar perturbaciones.

Para todo sujeto la imagen en el espejo recubre la falta fálica estructural, pero particularmente para las mujeres, existiria un redoblamiento de ese encubrimiento estructural de la falta fálica, ya que es su cuerpo mismo el que adquiere el valor del falo.

Lacan especifica en varias instancias de su enseñanza que el cuerpo en la mujer toma valor fálico, es decir, que todo el cuerpo suple al falo fa ltan te. En "La significación del falo" lo instituye así:

"Pero se puede, ateniéndose a la función del falo, señalar las estructuras a las que estarán sometidas las relaciones entre los sexos. Digamos que esas relaciones regirán alrededor de un ser y un tener que, por referirse a un significante, el falo, tienen el efecto contrariado de dar por una parte realidad al sujeto en ese significante, y por otra parte irrealizar las relaciones que han de significarse. Esto por la intervención de un parecer que se sustituye al tener, para protegerlo por un lado, para enmascarar la falta en otro."

La mujer construye el semblante femenino de la mascarada. Es el falo, a condición de no tenerlo y a condición, a su vez, de evocar su falta. Ahora, tanto para el hombre como para la mujer la sexuación implica no sólo una determinada forma de relación al goce, sino también una identificación, una elección. No obstante, en la mujer existe una complicación particular para la identificación sexual, suplir la ausencia de representación del órgano sexual en el inconsciente. Para la mujer, la imagen especular funciona como una máscara primera y fundamental que recubre su no-tener fálico. Y de aquí la distinta intensidad libidinal de la investidura ante el espejo y el valor que la imagen estética del cuerpo adquiere en la mujer respecto del hombre.

Es, precisamente, con relación a este punto que Recalcati ubica el fenómeno de cortes en el cuerpo en ciertos casos de pacientes histéricas. Postula -para casos donde se presentan autoinflicción de lesiones y cortes en el cuerpo en pacientes histéricas- una hipótesis clínica respecto de la relación con el semblante femenino y su relación con el cuerpo.

Recalcati hace alusión al escrito de Lacan "El psicoanálisis y su enseñanza". Allí Lacan ubica:

"Pero hombre o mujer, puede que no tenga nada que presentar al otro real más que ese otro imaginario en el que no ha reconocido su ser. ¿Entonces cómo puede alcanzar su objeto? Por un intercambio de lugares entre sus galanes, diremos si confiamos desde ese momento a la dama la demostración del paso de la histérica. Pues ese otro real no puede encontrarlo sino de su propio sexo, pues es en ese más allá donde llama a lo que puede darle cuerpo, yeso por no haber sabido tomar cuerpo más acá. [".] Incansablemente en busca de lo que es ser una mujer, no puede sino engañar a su deseo, puesto que ese deseo es el deseo del otro, a falta de haber satisfecho la identificación narcisista que la hubiera preparado para satisfacer al uno y al otro en posición de objeto."

En virtud del texto, Recalcati enmarca a la histeria en relación al "rechazo del cuerpo" . Rechazo que se basa en cierta dificultad para "tomar cuerpo", para la asunción de la dimensión del semblante que encarna su cuerpo. Y sitúa la existencia de casos en que los cortes -como lesiones son la expresión de dicho rechazo:

"La histeria, concebida como el efecto de una dificultad del sujeto femenino para 'tomar cuerpo' en el momento de la constitución de la imagen narcisista, pone de manifiesto la serie de perturbaciones que esta dificultad entraña, entre las cuáles podemos incluir también el 'rechazo del cuerpo' como rasgo esencial de la histeria misma. En él no se expresa solamente el rechazo del dominio imaginario del falo -rechazo histérico de la Ley del Amo-, sino también la dificultad más estructural de la mujer para acceder a la asunción del semblante femenino, que, como sabemos, cubre el vacío de la ausencia del falo. La exasperación contemporánea de comportamientos masoquistas que convierten el cuerpo femenino en un blanco de autoagresiones continuas (pequeñas lesiones, pinchazos, cortes, quemaduras, ete.) indica una posible declinación del rechazo histérico del cuerpo, la cual, en el ultraje a la forma estética del cuerpo que el mismo comporta, exhibe la existencia de una dificu ltad añadida en la declinación femenina del estadio del espejo: ¿cómo especularizar aquello que no existe? ¿Cómo especularizar una ausencia simbólica? ¿Con qué imagen recubrir la no-existencia de La mujer?"

2. Cortes en la neurosis con función de significante de la demanda. Algunos autores encuentran casos de cortes que se sostienen de la relación con el significante y su función respecto del goce. Explican casos donde el corte opera en relación a la función del significante, en tanto el significante sirve de vehículo a un mensaje, de articulación a otro significante. Se ubica este fenómeno en relación al intercambio simbólico entre el goce y el significante, quedando los cortes del lado del significante. Es, en esta perspectiva clínica, que Joucla trabaja el caso de una paciente que se realiza cortes en el cuerpo, en la conversación que se publicó como Los inclasificables de la clínica psicoanalítica."

Se trata de una mujer que, luego de sufrir un cambio de puesto de trabajo en su empresa, presenta una "depresión", acompañada de permanentes quejas somáticas y sobre todo un aumento de peso de 50 kilos en tres meses.

La analista sitúa que, ya sea por sus "enfermedades corporales", ya sea por su obesidad, la paciente sostenía una posición de "anteposición del cuerpo en su vertiente de goce", satisfaciéndose en sus síntomas y sin nada para decir. Circunscribe que, en este caso, el síntoma no sólo no propicia una pregunta, sino que, el goce en juego recubre de forma absoluta la falta en ser del sujeto. Y Jouela sitúa que, frente a esta pregnancia del goce y la ineficacia de distintas maniobras que dieran lugar a la dimensión de la palabra, son, justamente, los cortes realizados en la superficie de la piel lo que hace incluir la dimensión significante, hace operar la división subjetiva y reducir la vertiente gozosa.

La analista claramente transmite que, en principio, la realización de las incisiones se constituye como rasgo tomado de otra paciente durante una internación bajo la forma de una "identificación histérica". Y que, luego, este accionar se transforma en la modalidad de dirección al otro, abusando de esta escena hacia médicos y enfermeros.

Sin embargo, Jouela destaca que la función predominante de los cortes en la paciente es la de constituirse en "inscripciones significantes" sobre el cuerpo. Incisiones, con valor significante, que representa al sujeto para otro significante y permite el despliegue de cadenas asociativas. Jouela refiere:

"Nelly articula entonces las incisiones, las inscripciones significantes sobre el cuerpo, con otras representaciones. Estos cortes con el goce serán la señal de una demanda articulada y de un principio de historización." y no duda en aseverar: "Las incisiones se presentan como el significante de la demanda -para denunciar se necesitan marcas-. A partir de allí podemos hablar de una puesta en marcha de 'un trabajo analítico: rectificación subjetiva y desarrollo de la transferencia." Es decir, que en el reporte del caso clínico, Jouela identifica los cortes como significante de la demanda, que habilita la división subjetiva y con ella una dirección al Otro desde la falta, que reduce la anteposición de goce.

Jouela ubica la función de los cortes como significante -que conduce a anudarse con otro significante- por los efectos de los mismos. Paulatinamente, son los cortes los que conducen a asociaciones sobre un padre que la descuida, sobre golpes en la infancia, un accidente, un recuerdo infantil sobre toqueteos sexuales, el suicidio de un tío idealizado y la relación del aumento de peso con el desplazamiento del trabajo. Alojadas así las incisiones, más que como tajo en la piel, como significante hacia el Otro, abierta la vía de la palabra y su lugar en el Otro, las visitas al analista se regularizaron y los cortes prácticamente cesaron.

De esta manera, en este reporte aparece la función del corte como un significante dirigido al Otro, en este caso, al Otro de la transferencia. Sin la precisión aportada por la apoyatura en el trabajo clínico con un paciente y de manera más general, cabe resaltar, sin embargo, que esta función del corte en su articulación de mensaje-significante al Otro, también es concebida en el artículo de Goldstein sobre el fenómeno" O, más bien, Goldstein reflexiona sobre los casos en los que el cortarse intenta ocupar el lugar de significante, significante que habilite una cadena dirigida indefectiblemente a algún Otro, aunque finalmente se reduzca a una marca bastarda. Es decir, cuando no alcanza a inscribirse como significante de la demanda. Goldstein refiere respecto de cortarse:

"Pero no basta con una marca para que algo se escriba; esa marca del
tajo debe reiterarse una tras otra, tras una, tras otra, sin que se pueda armar una serie que se nombre y que nombre al sujeto, sin que se pueda limitar el padecer. [...] Estas acciones ser escriben en e! cuerpo; el cuerpo se convierte en una superficie donde escribir lo que e! sujeto no puede elaborar ni intelectualmente ni emocionalmente; se escribe como un texto sin lector. [...] Las heridas en el cuerpo, que alcanzan distintos grados de profundidad, constituyen un intento desesperado de dejar testimonio del padecimiento y de demandar que alguien lea ese testimonio."

3. Cortes como reparación real sobre lo imaginario del cuerpo. La constitución del cuerpo como tal puede presentar fallas , que se manifiestan en la clínica como toda una serie de diversos fenómenos que evidencian la perturbación del anudamiento de lo simbólico, real e imaginario, es decir, que lo imaginario no se sostiene de lo simbólico de modo de poder velar lo real. Existen casos donde los cortes se erigen como una operación que apunta directamente al cuerpo, aunque no para dañarlo ni encarnar su falla, sino, por el contrario, como solución a su función fallida.

Verónica Buchanan, con gran precisión, se detiene a analizar el fenómeno de los cortes en el cuerpo en la neurosis, o más estrictamente en los casos que "bordean" la neurosis, las "borders", en tanto un modo de presentación de la histeria. Aborda varias de las coordenadas que se agrupan en este cuadro respecto a la estructura y analiza, entre ellas, a la "inconsistencia" del cuerpo y su relación a la constitución en este tipo de casos. Dice: 

"En general, pensamos la función del registro imaginario como aquello que da consistencia al cuerpo; es así que el estadio del espejo permite conformar una imagen consistente del propio cuerpo sostenida desde lo simbólico (Ideal del yo). Sin embargo, en las borders no encontramos que sea el registro simbólico aquel que mediatiza la consistencia del cuerpo".

 Ahora bien, es frente a esta inconsistencia que Buchanan halla en estos casos a los cortes bajo la función de su solución. Sitúa que el corte se instala como una operación real sobre lo imaginario del cuerpo, específicamente cumpliendo con localizar, anudar y proveer de consistencia a un cuerpo que carece de ella. Dice del corte: "es una intervención real que cierne y localiza un cuerpo que sino queda "flotando", a la deriva". Explica: "Las borders refieren que con la realización de cortes en la superficie del cuerpo intentan suturar un sentimiento de vacío e inconsistencia. Los cortes vienen a anudar y dar consistencia a un cuerpo que sino queda "flotando". Es el estar flotando lo que para ella es insoportable, no los cortes". Y ubica esta intervención real en el marco de un particular modo de anudamiento de la estructura neurótica para estos casos, justamente, como la reversión de un cuarto toro real que envuelve a los otros tres.