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viernes, 27 de junio de 2025

¿Estructura perversa o suplencia perversa? Una distinción necesaria para la clínica.

Por Lucas Vazquez Topssian 

En la clínica contemporánea, cada vez es más necesario distinguir entre estructura perversa y suplencia perversa. Esta diferenciación no es menor: apunta al modo en que el sujeto se organiza frente a lo imposible de la castración y, por ende, al modo en que sostiene su lazo con el Otro.

La perversión como estructura, en la lógica lacaniana, implica una posición subjetiva fija frente a la castración: el sujeto se coloca como falo del Otro, en una operación de desmentida (Verleugnung) que mantiene intacto el fetiche como soporte de goce, al tiempo que niega la falta en el Otro. La escena perversa, en este sentido, no es contingente sino estructural: es la puesta en acto de un montaje que sostiene la forclusión de la castración en el Otro, y que tiene el estatuto de un fantasma fundamental.

Por el contrario, la suplencia perversa no define una estructura, sino una respuesta del sujeto neurótico (o psicótico) frente a una falla en la inscripción de la función fálica, o incluso frente a un colapso del Nombre del Padre. Se trata de una invención sintomática, a veces estabilizadora, que recurre a elementos de la lógica perversa (montaje, fetiche, teatralización del goce, etc.) sin que por ello estemos ante un sujeto estructuralmente perverso.

En otras palabras, mientras la perversión estructural es una posición constitutiva, la suplencia perversa es un recurso —a menudo transitorio o compensatorio— que puede surgir tanto en neurosis como en psicosis. No indica necesariamente una modalidad estable del lazo social, sino una solución, a veces desesperada, frente a un vacío en la función simbólica.

Este matiz es crucial para la práctica analítica: permite no confundir el acting-out o ciertas escenas fetichistas con una estructura perversa, y abre la posibilidad de leerlas como suplencias sintomáticas. Como señala Jacques-Alain Miller, lo que aparece como perverso en la presentación puede ser simplemente una manera de no desmoronarse.

¿Qué implica esto para el analista?
Que no toda escena de goce escópico o fetichista remite a una estructura perversa, y que, ante el semblante de perversión, debemos preguntarnos por su función: ¿goce estabilizador o acto estructurante? ¿fantasma esencial o invención ante un agujero?

El desafío clínico consiste entonces en escuchar más allá del fenómeno, y orientar la lectura según la lógica subjetiva que lo sostiene.

miércoles, 25 de julio de 2018

Diferencias entre el acting out y el acto perverso.

Es conocida la afirmación de Lacan de que la clínica psicoanalítica "tiene como base lo que se dice en un psicoanálisis". No obstante, cabría considerar que si bien el decir es la base de la clínica, esta última no se agota en aquél. En un análisis ocurren muchas otras cosas, además de las que se dicen, y el estudio de las perversiones es un motivo privilegiado para dar cuenta de ciertos fenómenos que están más allá del decir. Podríamos llamar a estos fenómenos clínicos con el título general de "lo que se muestra en un análisis".

Una primera precisión que debemos hacer es que aquello que se muestra -de ahí que utilicemos la expresión "fenómeno" que, literalmente, quiere decir "lo que se muestra"-, puede tener o no la estructura del significante. Este es un aspecto importante a tener presente, ya que permite trazar una distinción clínica fundamental entre el acting out y ciertas manifestaciones de la mirada. Mientras que el acting out llama al Otro, como una verdad sin sujeto, aquello que muestra es un desplazamiento significante en una forma de satisfacción pulsional. No hay más que pensar en el caso de anorexia mental conocido como el "Hombre de los sesos frescos", para quien ir a ver la presencia de su plato favorito (sesos frescos) en el menú de un restaurante indicaba una respuesta mostrativa frente a una interpretación reiterada del analista: él tendría miedo de tener ideas propias. De este modo, el acting out restituye el deseo -que el analista desconoce, al dirigir su interpretación al reforzamiento yóico-, pero con el idioma de la pulsión; oral en este caso, ya que al buscar en el menú su plato favorito, el paciente no hace más que poner en acto el vacío del hambre con que se queda cada vez que sale del consultorio de su analista.