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jueves, 29 de mayo de 2025

Melancolizaciones en distintas estructuras clínicas


Hablar de melancolía en estos tiempos es hablar de las depresiones que se hacen escuchar en la clínica contemporánea. Y, ¿qué es la depresión? La depresión es primeramente una constatación clínica. En este sentido cabe preguntarse, cuando un psicoanalista habla de depresión, ¿se está refiriendo a lo mismo que un psiquiatra? Podría responderse que sí, sin embargo, la clínica psicoanalítica presenta una dificultad: la depresión no es necesariamente la razón por la que el paciente viene a la consulta. La depresión es algo que el analista debe entrever más allá de lo que le es dicho. (Leguil, 1996)

Por lo general, la depresión se presenta en la clínica como un estado y no necesariamente como una queja, un síntoma, una inhibición o una angustia. Es por esta circunstancia que la depresión desordena la clínica psicoanalítica, puesto que no se presenta como uno de los tres motivos de consulta descritos por Freud (1925), a saber, como una inhibición, un síntoma o bajo la forma de angustia.

El término "depresión" se refiere asimismo a esa mezcla he­cha de tristeza intensa, de culpa invasora, de angustia mayor que la habitual y de riesgo de pasaje al acto suicida. Como padecimiento psíquico, la depresión apunta a un abandono del sujeto, de lo que antes lo sostenía en la vida en relación a lo que él acostumbraba hacer, ser o soportar frente a los otros.

Hablar de la depresión como paradigma psicopatológico de nuestro tiempo implica también decir de la degradación progresiva de la vida amorosa en nuestra cultura, como uno de sus significativos malestares (Marucco, 1986). Degradación de los vínculos amorosos que puede desembocar en depresiones o melancolías.

Desde el punto de vista histórico, la psiquiatría clásica inventó la melancolía y Freud (1895) trabajó con lo que la disciplina psiquiátrica de su tiempo le presentó, asumiendo esta herencia. Desde esta perspectiva, la melancolía se encuadra dentro de una psicosis. Melancolía y manía se oponen. Acerca de la manía se dice que la melancolía es su negativo. Particularmente, la melancolía psicótica (depresión) se acompaña de elementos delirantes y el enfermo parece haber roto los lazos que lo unían a la vida.

El recorrido por las sendas freudianas nos revela que la melancolía es enigmática para Freud. Para poder explicarla aborda la noción del duelo. A partir del modelo del duelo, Freud (1915a) separa la melancolía de las depresiones neuróticas.

En los primeros textos freudianos, la respuesta depresiva no es un síntoma en tanto formación del inconsciente sino un efecto del duelo del yo. Desde 1895, Freud intuye que la melancolía consiste en una especie de duelo provocado por una pérdida de la libido descrita como una especie de "hemorragia libidinal.". La noción de pérdida destaca en la melancolía. En el duelo, el mundo se convierte en pobre y vacío; en la melancolía, es el yo mismo el que se vacía y empobrece. El melancólico se comporta como si tuviera una verdadera aversión moral a su propio yo. Los reproches destinados al objeto se vuelven contra el yo y el acto suicida es el resultado de la vuelta sobre el sujeto del impulso asesino dirigido contra el objeto. La depresión ya no es únicamente un duelo que se liga a una pérdida de libido sino a la pérdida de un objeto de amor.

La depresión, tal como fue concebida por los psiquiatras, es lo que el psicoanálisis llama "los afectos que retoman de lo real" y se vuelven humor, tornándose lo que ocupa el primer plano de todas las representaciones del sujeto.

Al respecto, Lacan (1988) dirá que el humor es "un disfraz del ser". Desde esta perspectiva, el humor es en realidad lo que acompaña al ser en su relación con el lenguaje. Ese afecto real que es el humor está entonces en relación con el significante. Desde el psicoanálisis se considera al sujeto siempre preso entre lo simbólico (el significante, el pensamiento) y lo que efectivamente no puede ser nombrado, aquello que los psicoanalistas lacanianos llaman el objeto a, el goce, etc. Así, el sujeto se encuentra dividido entre dos polos: entre todos los nombres, todo el lenguaje que le es legado y lo que no consigue ser pensado o ser dicho. El sujeto se deprime cuando predomina lo que no se puede pensar ni ser representado produciendo en él una inhibición de lo que antes podía hacer.

Desde el punto de vista de su origen, la depresión aparece cuando fracasa la estrategia del sujeto en relación al Otro. De aquí se desprende que podemos esperar una distinta manifestación de la depresión en diferentes sujetos.

¿Es factible encontrar la melancolía en el campo de las psicosis? Ciertamente sí, haciendo la salvedad de que en numerosos casos esto requiere ser discutido puesto que se trata de desplegar, en cada oportunidad, aquello que lo demuestre tanto en el plano teórico como en la lectura de los casos clínicos.

La depresión clásica, la inhibición, las ideas suicidas y los pasajes al acto no son en el plano estructural patognómicos de la melancolía. Requiere un esfuerzo clínico particular establecer el diagnóstico diferencial entre las psicosis patentes, objetos de disociación o "delirios de grandeza" y las psicosis melancólicas con su "delirio de pequenez" para utilizar las expresiones de Freud (1915a). Hacer esta distinción será crucial para la elección de las estrategias terapéuticas, radicalmente diferentes en estos dos tipos de psicosis.

Independientemente del ámbito de la psicosis, el neurótico también se deprime. En la histeria, la depresión puede surgir cuando el sujeto fracasa en el mantenimiento de su estrategia que apunta a asegurarse el deseo del Otro, de tal forma que el Otro desee y que el Otro piense en ser la causa de ese deseo.

También el neurótico obsesivo puede presentar una obsesión al caer un ideal que le permitía sostener la idea del deseo del Otro, decir lo que el Otro quería, quedando totalmente deprimido cuando ya no tiene más ese enganche en la demanda del Otro.

La depresión en la perversión se presenta cuando ésta última es insuficiente para situar al individuo respecto de las cuestiones de la castración. La depresión aparece entonces como un camino que fracasó.

La depresión en la paranoia se da cuando la desconfianza que el sujeto tiene en relación al Otro no le permite ver en lo que él mismo está implicado: que el combate que él podría realizar frente a la injusticia que piensa que le es proferida es suficiente para revelar la cuestión de su existencia y lo que le toca hacer en el mundo.

En síntesis, ninguna estructura clínica (neurosis histérica u obsesiva, perversión o psicosis) escapa a su posibilidad. Desde el psicoanálisis se dice que existe una "melancolización" de las diferentes estructuras.

miércoles, 15 de enero de 2025

Insignias, deseo y el Otro en la contemporaneidad

El concepto de insignia en Lacan abarca los términos a través de los cuales el sujeto puede inscribirse en el campo del Otro: S1 y a. Sin embargo, las consecuencias para el sujeto varían significativamente según se sitúe en una posición o en otra.


En nuestra época, observamos una proliferación de objetos, resultado del excedente de producción posibilitado por la ciencia. A esto se suma una configuración particular del Otro, caracterizada por su impotencia debido al abandono de su función nominativa. La falta de realización del deseo puede conducir a una posición histérica, derivada de la insatisfacción inherente al deseo insatisfecho. No obstante, esta posición se ve desplazada por un Otro que ofrece objetos con la promesa de una satisfacción garantizada, transformando el deseo en demanda.

Este contexto parece estar en la base de la creciente presencia de sujetos que acuden a consulta desde una posición de objeto, un lugar que produce efectos melancolizantes propios de dicha inscripción subjetiva.

jueves, 11 de julio de 2024

Las caras del superyó y las intervenciones del analista

LAS DOS CARAS DEL SUPERYÓ

El Superyó Narcisista (Primario):

-Se funda en la primera Identificación Narcisista- El bebé humano, inerme e indefenso, se identifica como objeto pasivo que completa el Ideal del Otro Primordial (Identificación Primaria).

En la primera identificación el bebé se identifica como un entero -para configurar su Yo-cuerpo- con el Ideal fantasmático del Otro Primordial.

Este “ideal”, profundamente inconsciente, puede ser normativo: “Su Majestad, Mi Bebé” o estragante: “Mi desagradable / mi insignificante / mi pobre bebé”.

El Superyó Edípico (Secundario):

-Heredero del Complejo de Edipo- El niño o la niña atravesados por el Primer Despertar Sexual -ya contando con defensas psíquicas- se identifican activamente con algunos de los rasgos de sus Otros Parentales (Identificación Secundaria).

Las identificaciones que el niño o la niña produce con el Otro Primordial (Función Materna) van a ser mediadas por la Ley del Padre. El Nombre del Padre actúa de “separador” entre el niño y las fantasmáticas del Otro Primordial.

¡¡Importante!!

¿QUÉ NOS MUESTRA LA CLÍNICA DEL SUPERYÓ? DOS TIPOS DE SUBJETIVIDADES DIFERENTES

La Clínica nos confronta con sujetos adultos en donde la Ley Paterna funciona con un enorme déficit. Por este motivo, su psiquismo ha quedado adherido más profundamente a la Primera Identificación.

Su Yo incipiente y frágil (inconsciente) intenta, a lo largo de la vida, realizar el ideal fantasmático incestuoso del Otro Primordial. Es decir, ser el objeto majestuoso que colma la fantasmática de mamá, o ser el objeto desecho, resto, que colma la fantasmática de mamá.

La Clínica nos confronta con sujetos adultos en donde la Ley Paterna funciona con eficacia. Por este motivo, en su psiquismo predominan las Identificaciones Secundarias.

El sujeto cuenta con defensas que los separan de la fantasmática incestuosa del Otro Primordial. Sin embargo, como en toda Ley, queda un resto imposible de legislar que tendrá -inevitablemente- carácter incestuoso.

¿CÓMO SE MANIFIESTA EN LA CLÍNICA LAS DOS CARAS DEL SUPERYÓ? CLÍNICAS MUY DIFERENTES

El Superyó Narcisista (Primario)

Nos encontramos con:
Sujetos neuróticos marcadamente narcisistas, que se identifican a la “fantasmática” de majestuosidad que completa al Otro Primordial. Adquieren un Yo inflado, un falso self.

Sujetos neuróticos melancolizados, que se identifican a la “fantasmática” de ser el objeto resto insignificante que completa al Otro Primordial. El Yo pierde todo amor propio y se autorreprocha ser “tan poca cosa” de manera sádica.El Superyó Edípico (Secundario)

Sujetos portadores de una Neurosis Clásica, que pueden adquirir una modalidad Obsesiva, Histérica o Fóbica. Estas modalidades Clínicas Neuróticas tienen introyectada la Ley -la Castración- que los separa (con mayor o menor medida) de la fantasmática del Otro Primordial.

PADECER EL SUPERYÓ: DOS TIPOS DE DAÑO PSÍQUICO MUY DIFERENTES

El Tormento Superyoico. Los sujetos melancolizados sufren un padecimiento inmenso debido a las auto-injurias: se consideran despreciables, inservibles y a modo de defensa pueden llegar a desaparecer de la escena por medio de un Pasaje al Acto o incluso de un suicidio.

El Sufrimiento Superyoíco

En las Neurosis Clásicas encontramos a:

La Neurosis Obsesiva: Son sujetos que sufren de Autopuniciones por un sentimiento inconsciente de culpa. Ejemplo: los Remordimientos Obsesivos.

La Histeria: Son sujetos que sufren de Autoexigencias fuera de medida. Ejemplo: los Cuadros de Anorexia.

La Fobia: Son sujetos que sufren de Ansiedad y Angustia desmedida. Ejemplo: el Ataque de Pánico.

CONCLUSIONES CLÍNICAS DEL PADECIMIENTO SUPERYOÍCO

Las Presentaciones Clínicas con Predominancia Superyoíca son de muy difícil tratamiento. En tanto prevalecen las Pulsiones de Muerte, que se “satisfacen” en el padecimiento. Al respecto de esta “satisfacción”, Freud afirma: “Es un placer que el Yo no siente como tal”.

El analista tiene el enorme desafío de producir un acto de lectura, que provoque un equívoco en los decires superyoícos del paciente. Abriendo, así, la inmensa posibilidad de que el sujeto pueda leerlos de otra manera (menos mortífera y del lado de la vida -Eros-).

UN EJEMPLO EXTRAÍDO DE LA PRÁCTICA CLÍNICA

Paciente: “Yo quiero casarme, pero estoy convencida de que me voy a quedar soltera” → Mandato Superyoíco

Analista: “¡¡Pero para casarse, hay que estar soltera!!” → Intervención del Analista, produciendo un equívoco del Mandato Superyoíco.

Paciente: “De verdad, nunca lo había pensado así” → Interrogación del Mandato Superyoíco, vía el equivoco y la Pulsión de Vida

martes, 3 de octubre de 2023

La melancolización en la neurosis

Sigmund Freud se encuentra en el desarrollo de su práctica clínica con sujetos que ante la pérdida de alguien significativo para sus vidas (pérdida de un ser querido) o algo con lo cual se hallaban implicados libidinalmente (un vínculo, un proyecto, un trabajo, un ideal, un lugar de residencia), reaccionan con un verdadero quiebre subjetivo y caen en un profundo abismo. A esto se le suma una característica clínica distintiva: una perturbación narcisística severa, que se expresa como una degradación grave y dura de la propia autoestima.
Este cuadro clínico fue denominado por Freud: “Melancolía”. ¿Cuál son las manifestaciones observables en el cuadro clínico de la melancolización neurótica? El sujeto melancólico:

- Padece una subjetividad apagada, a causa de la ausencia de deseo.

- Se autocritica, de manera dura e inflexible, como un ser incapaz, indigno e incluso culpable de aquello que le ocurre.

- Comunica ante los demás un pesimismo certero, frente a la mínima posibilidad de que en el futuro se modifique su estado anímico.

- Comunica sus defectos como si esto le otorgará un estado de “satisfacción sufriente”.

- Manifiesta un estado de abulia, con apatía y lentitud de movimientos y de palabra.

En ocasiones, padece insomnio y/o siente rechazo por la alimentación.

¿De qué manera se ha constituido el aparato psíquico de un sujeto que sufre una melancolización?

La práctica clínica pone de manifiesto una situación que ocurre con frecuencia en los tiempos constitutivos del futuro sujeto melancolizado: el Otro de los primeros cuidados -por razones siempre singulares- no ha podido donarle al sujeto las condiciones de posibilidad para construir una identificación narcisística suficiente, que haga de sostén a una imago amable y valiosa del Yo del paciente.

Accidentes de la identificación narcisista en el sujeto melancolizado:

En el sujeto que se ha melancolizado se produjo -esto es lo que con frecuencia se demuestra en la clínica-un primer accidente fundante de la subjetividad, constituido por un déficit de alojamiento amoroso del Otro primordial. “Operación de alienación fundante”, tal como lo denomina J. Lacan.

Como consecuencia de este primer accidente constitutivo, se dificulta la segunda operación subjetiva, que es el poder perderlo al Otro de los primeros cuidados. “Operación de separación del Otro”, tal como lo denomina J. Lacan.

Estos accidentes, producidos en las primeras operaciones fundantes de la subjetividad, dificultan y/o impiden tolerar “normalmente” las sucesivas pérdidas inevitables de la vida -duelo mediante-.

“La sombra del objeto ha caído sobre el yo”: Clave Clínica

La fallida operatoria de la identificación narcisística, se transforma en una herida abierta que va vaciando al Yo de libido, empobreciéndolo cada día más.

Es de esperar, entonces, lo que con frecuencia le ocurre al futuro sujeto melancolizado, frente al desamparo amoroso del Otro: se produce un eclipse de la Pulsión de Vida. La subjetividad queda, en consecuencia, atacada y a la vez sometida a un objeto oscuro -que viene a ocupar el lugar del brillo fálico faltante-, y al cual el mismo sujeto se identifica. “La sombra del objeto cae sobre el yo” – S. Freud

La identificación a este objeto sombrío se convierte en la fuente de donde emana el abatimiento y el desasosiego del sujeto melancólico.

¿Qué-hacer del analista ante la melancolización subjetiva?

Para el analista se trata de una difícil y ardua tarea clínica: intentar que el sujeto produzca movimientos que permitan ir extrayendo -en transferencia- ese oscuro objeto al cual su Yo se ha identificado.

Intentaremos, en conjunto con el paciente, una historización de su vida presente y pasada -“Construcciones en Psicoanálisis”-, que permita ir corriéndolo de la fijeza del monólogo, en donde el sujeto sólo es capaz de describir lo sombrío de su vida y, lo que es peor aún, sentir que no hay ningún horizonte de salida.

Intervenciones Clínicas:

En principio, alojaremos al paciente y le haremos saber, en la medida en que lo vamos escuchando, aquello valioso que posee y que su oscuridad psíquica no le permite ver.

Introduciremos la dimensión deseante, leyendo -en sus propios relatos historizados- sus puntos vitales, que por no registrarlos están ausentes de su campo simbólico.

Recurriremos, de ser necesario, al trabajo interdisciplinario con un psiquiatra que -evaluación mediante- puede considerar suministrarle un psicofármaco. Esta acción es a los efectos de ejercer una ayuda (a través del químico) para hacer emerger la mínima motivación necesaria que, por su ausencia, puede hace sucumbir -en muchas ocasiones- al tratamiento psicoterapéutico.


jueves, 13 de julio de 2023

¿LO QUÉ?: La sustancia gozante, ¿Qué es y cómo verla en la clínica?

 La sustancia gozante es un concepto lacaniano que aparece en el seminario 14 y 15. 

El goce, por decirlo de una manera concreta, es el efecto del significante sobre el cuerpo, es decir, la satisfacción de la pulsión de muerte a través de las palabras. Esto implica que la inscripción en el cuerpo toma dimensión. Aquí avanzamos en el concepto de sustancia, que tiene una espacialidad. 

Lacan, al hablar de sustancia gozante, agrega elementos freudianos como cuando Freud habló del yo como proyección de una superficie corporal. Hablar de sustancia gozante tiene particularidad de poder saltar de lo que podría ser una lógica clásica de estos tiempos: el principio de no contradicción.

Los psicoanalistas no nos regimos por la lógica clásica, aunque la usemos en las intervenciones sobre lo inconsciente. En cuanto al funcionamiento del inconsciente, Freud enseñó que no existe el principio de contradicción. El inconsciente es contrario a la lógica clásica, lo cual va en contra del dominio de lo escópico actual. A otras disciplinas esto les cuesta, pues pretenden una objetividad. El malestar psíquico muchas veces no es localizable y se lo tiende a degradar... por lo tanto también al trabajo del psicoanalista. Un ejemplo de esto es cuando, antes de Freud, se tomaba a la histeria como una simulación. Freud ubica que el trabajo allí no tiene que ver con el afecto o las emociones, sino los efectos de la palabra en el cuerpo. Se trata de efectos en el cuerpo que tienen una dimensión.

Si el psicoanalista va a la topología, es que está pensando en una geometría, en una superficie y en cómo operar sobre eso. 

Un caso: la melancolización de una neurosis.

Una mujer, muy unida a su madre durante años, emprende 10 años de vida de manera independiente tras el fallecimiento de ésta. Ella logra armar una vida, con gente que la acompaña y viaja. Cuando sobreviene la pandemia del 2020, que implicó el aislamiento obligatorio, ella quedó viviendo sola. Ella hizo una regresión al narcisismo: comenzó a reactivarse los lugares de ella como hija de una madre ausente. Se reavivó, entonces, todo el complejo materno. Sabemos que el dolor es una consecuencia de la regresión al narcisismo.

En el medio de la pandemia, la paciente cumple 79 años. Y dice "A mi edad, acabo de recordar que mi madre se enfermó a los 79 años, en lo que sería el final de su existencia". El punto de regresión al narcisismo se enlaza con significantes que la ubican a ella en un lugar de hija que anhela unirse a esa madre. Previsiblemente, se desencadena una melancolización, con síntomas hipocondríacos. En el desenlace de la pulsión de vida con la de muerte (producto de la regresión), la pulsión de muerte comienza a tomar cada vez más protagonismo.

La melancolización implica un duelo no elaborado; se reaviva el complejo materno y la paciente comienza a estar como una nena chiquita. Por la cantidad de síntomas, empieza a no poder vivir sola: se desorganizaba su yo y sus funciones, esa regresión la convierte en una niña desesperada por atención. Una convocatoria a esa madre.

La mujer es internada en un hospital, pues representa un riesgo para sí misma. Allí le hacen los estudios de rigor para descartar organicidad. Los estudios dan bien para su edad. 

*

El caso deja ver la sustancia gozante: la resonancia magnética de "normal", pero eso no implica que no haya un enorme sufrimiento, que tampoco es una simulación. Es algo que que tiene efectos concretos sobre el cuerpo, y que empezó porque "Mi madre se enfermó a los 79 años...". esas palabras inscriben en el cuerpo algo específico. Casi como si fuera un tumor que no se puede ver, pero que tiene efectos.

La sustancia gozante, en este caso hacerse uno con la madre, efecto de la mortificación de la palabra. En este punto del psicoanálisis, no se trata de la res extensa y la res pensante, sino un tercer elemento a tener en cuenta, imposible de detectarlo imaginariamente pero que tiene efectos concretos. 

En el seminario 15, Lacan habla de la sustancia gozante y la establece en relación al ser. El inconsciente aparece, en el nudo borromeo, como algo que viene desde afuera que viene a inscribirse. 

Cuando el psicoanalista ve algo y supone un desencadenamiento, tiene que ver con que sabe que el inconsciente está por fuera, pero concierne profundamente al sujeto. El inconsciente aparece y toma al cuerpo. Lacan hace un juego en francés con la palabra "di-mención", la mansión del dicho. En el cuerpo anida el dicho, produciendo algo que excede la posibilidad del sujeto de hablar. 

La sustancia gozante concierne al lugar del goce y del cuerpo, sea la estructura que sea. La sustancia gozante es algo que se produce en el cuerpo por el efecto significante y es inconsciente. 

miércoles, 12 de julio de 2023

Las experiencias traumáticas en la clínica ¿Cómo abordarlas?

¿Qué define a una experiencia traumática?

Las experiencias traumáticas pueden ser de muy diversa índole: sexual, las violencias en cualquiera de sus modalidades y tenores, las pérdidas tempranas y/o abruptas.

Cuando el acontecimiento traumático no cesa de no inscribirse -registro de lo Real-:

En muchas oportunidades, la experiencia traumática no puede ser reprimida por el aparato psíquico y esto motiva que quede por fuera de lo simbólico del sujeto, retornando una y otra vez en la cotidianeidad de su vida de manera disfrazada y desplazada. A modo de experiencias diarias muy sufrientes de las que el sujeto no encuentra salida, en tanto las repite en acto, sin cesar (com-pulsión a la repetición).

Cuando el acontecimiento traumático se inscribe -registro Simbólico-:

En otras circunstancias, el trauma puede ser reprimido por el sujeto.

Si el trauma es reprimido, ingresará al campo de simbólico. Su retorno, en consecuencia, será a través de las formaciones del inconsciente: inhibiciones, síntomas y angustias. Produciéndose, entonces, la posibilidad de una primera tramitación a nivel inconsciente que causa un menor sufrimiento para el sujeto, en tanto tiene más posibilidades de expresarlo y elaborarlo a través de la palabra.

¿Cuáles son las presentaciones clínicas más frecuentes a causa de un trauma?

La afectación más común de aquellos sujetos que han padecido un acontecimiento traumático es sentir un dolor sufriente que acompaña su vida, obstaculizando la realización de sus deseos. Los modos de presentación clínica más frecuentes son sujetos que padecen:
- Angustia y ansiedad
- Estados depresivos
- Melancolizaciones
- Sentimientos de desesperanza y pensamientos negativos
- Trastornos del sueño (insomnio, pesadillas, ataques de pánico nocturnos)
- Dificultades y/o inhibiciones para vincularse con los semejantes
- Miedos y fobias

¿Cómo trabajamos psicoterapéuticamente con sujetos que han padecido experiencias traumáticas?

La elaboración del acontecimiento traumático implica para el paciente un trabajo psíquico que en primera instancia consiste en ligar el trauma en palabras. Es decir, ligar en significantes el montante de excitación que ha roto la barrera de protección antiestímulo del aparato psíquico.

Este trabajo de elaboración requiere del analista que preste una escucha activa y cuerpo (presencia del analista), para que el sujeto sienta la confianza suficiente para expresar en palabras tanto dolor.

Enseñanza Freudiana: Clave Clínica

S. Freud nos enseña que la palabra “mata la cosa”, entendida como lo traumático desterrado de nuestra subjetividad. El pronunciamiento del sujeto (su decir) engendra un gran alivio y, fundamentalmente, abre la puerta -hasta ahí clausurada- de su propio deseo, que fue avasallado por el acontecer traumático.