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jueves, 7 de agosto de 2025

Agresividad e identificación narcisista: de lo imaginario a la estructura formal del yo

En la cuarta de las tesis que componen su texto La agresividad en psicoanálisis, Lacan establece una articulación clave entre agresividad e identificación narcisista. Es a través de este vínculo que se constituye lo que llama la estructura formal del moi (yo), y con ello, se moldea también el campo de los objetos en la experiencia humana.

Cabe recordar que estas formulaciones surgen en la década del 40, cuando Lacan inscribe estos desarrollos en el registro imaginario. Allí sitúa la pluralidad de los objetos, a diferencia del objeto simbólico privilegiado: el reconocimiento. En este contexto, la agresividad aparece como efecto estructural del estadio del espejo, en tanto el yo se forma mediante una imagen unificada y especular, cuya base es siempre una identificación alienante.

Puede decirse que en ese punto inaugural de constitución subjetiva, el sujeto se enfrenta a una disyuntiva estructural: la agresividad o la mediación de la palabra. La primera, ligada a la fascinación y rivalidad especular; la segunda, al ingreso en el orden simbólico, que habilita la diferencia y la falta.

Esta identificación imaginaria no solo configura el yo, sino que también estructura el mundo de los objetos. Y lo que Lacan subraya en este punto es su carácter formal: no se trata de un contenido psíquico, sino de una forma estructurante, determinada por la incidencia del significante. En este sentido, no es casual que el fantasma —en tanto escena subjetiva fundamental— aparezca inicialmente en el eje imaginario, condensado en la fórmula i(a).

Ahora bien, al referirse a lo formal, Lacan tiende un puente con la metapsicología freudiana: ¿qué implica llevar la agresividad más allá de su manifestación fenoménica? Significa inscribirla en una estructura que articule tópica, dinámica y economía. Es decir, dar cuenta de su función en el aparato psíquico, en el juego de fuerzas pulsionales y en la distribución del placer y el displacer.

Así, la agresividad se concibe en relación a los vínculos libidinales del yo con los objetos, y esta dimensión introduce una cierta medida, una equivalencia estructural. Al elevar la identificación al plano de lo formal, se revela también que detrás de esta se encuentra la repetición. El sujeto, como hablante, repite los mismos lazos libidinales, lo que evidencia una fijación estructural —una detención formal— en el modo en que se relaciona con el mundo y con el Otro.

martes, 22 de julio de 2025

El valor libidinal de la imagen y el campo fantasmático en el estadio del espejo

La operación del estadio del espejo requiere una apoyatura simbólica que le confiere su verdadero valor estructurante. Lejos de reducirse a la futilidad o apariencia de una imagen, es precisamente en esa articulación con lo simbólico que la imagen cobra valor libidinal.

Este valor se evidencia en el júbilo del niño al reconocerse en la imagen especular. No se trata de una mera identificación óptica: ese entusiasmo libidinal lo impulsa a trascender sus limitaciones motrices, anticipándose en una forma que aún no domina, pero que inaugura un modo de ser.

Es en este punto donde Lacan ofrece una de sus pocas referencias cronológicas explícitas: sitúa esta experiencia entre los seis y dieciocho meses de vida. Sin embargo, lo crucial no es el dato empírico, sino la coordenada lógica que se establece: el infans, en tanto aún no habla, pero ya está inmerso en el campo del lenguaje. El tiempo que interesa aquí no es cronológico, sino estructural: el tiempo lógico de una operación constituyente que no requiere palabras articuladas, pero sí la presencia de un Otro significante.

Ese desequilibrio motriz, esa inercia del cuerpo aún no dominado, se compensa con la asunción jubilosa de una imagen ilusoriamente unificada. Esta imagen ideal, que introduce una función de dominio, no remite a ninguna esencia ontológica, ni sostiene una inmanencia. Por el contrario, es una ficción estructurante: un montaje donde la libido se distribuye en una economía que compromete tanto lo imaginario como lo simbólico.

Así, el dinamismo libidinal no responde a un impulso natural, sino que se despliega como una distribución de catexias, orientadas por el deseo del Otro, que configuran el campo fantasmático del sujeto. No se trata sólo del espejismo de la imagen especular, sino del entramado de significantes que sostiene esa ficción, y que constituye un primer modo de organizar el mundo y la verdad.

Este campo fantasmático, que se constituye en el cruce de la imagen y el significante, protege y expone al mismo tiempo la radical dependencia del sujeto hablante. Dependencia no sólo motriz o biológica, sino estructural: porque en ese punto interviene el Otro encarnado, el “sostén humano” del que habla Lacan. Un deseo no puede ser anónimo: el deseo del Otro se presenta con rostro y voz, y es esa presencia la que torna posible la inscripción subjetiva.

lunes, 7 de noviembre de 2022

¿Qué hay antes de la constitución del narcisismo?

El texto Introducción al narcisismo introduce un ordenador del aparato psíquico. Podemos preguntarnos, ¿Qué hay antes de ese período? Si no se constituye el narcisismo, ¿Qué deviene y qué lo estabiliza? ¿Hay algo circunscribible, nombrable o no? 

Si vamos a un texto anterior a Introducción al narcisismo, tenemos el texto donde Freud habla en Leonardo Da Vinci: (1910, p.93)

Tras ese estadio previo sobreviene una trasmudación cuyo mecanismo nos resulta familiar pero cuyas fuerzas pulsionantes todavía no aprehendemos. El amor hacia la madre no puede proseguir el ulterior desarrollo conciente, y sucumbe a la represión. El muchacho reprime su amor por la madre poniéndose él mismo en el lugar de ella, identificándose con la madre y tomando a su persona propia como el modelo a semejanza del cual escoge sus nuevos objetos de amor. Así se ha vuelto homosexual; en realidad, se ha deslizado hacia atrás, hacia el autoerotismo, pues los muchachos a quienes ama ahora, ya crecido, no son sino personas sustitutivas y nuevas versiones de su propia persona infantil, y los ama como la madre lo amó a él de niño. Decimos que halla sus objetos de amor por la vía del narcisismo, pues la saga griega menciona a un joven Narciso a quien nada agradaba tanto como su propia imagen reflejada en el espejo y fue trasformado en la bella flor de ese nombre.

El tema del narcisismo se venía discutiendo entre los discípulos de Freud, hasta 1914, cuando Freud publica Introducción al narcisismo. El narcisimo se encuentra presente en varios textos, aunque no se lo define ni se lo articula lógicamente. Está remitido a la idea de la perversión, donde el sujeto en lugar de tomar como objeto de amor un objeto externo, se toma a su cuerpo como objeto. Introducción al narcisismo viene a zanjar la dificultad que revestía este uso descriptivo y en definitiva patológico.

Freud ubica al narcisismo como una forma de investimiento pulsional necesario, pero sobre todo, precisándolo como concepto, lo cual es distinto a ubicarlo en la fenomenología, o de sus presentaciones sintomáticas en el adulto.

El texto retoma algunas dificultades que se presentan en la clínica con homosexuales, con la que se enfrentaba el proceso de análisis con los neuróticos. Hace la concepción de un narcisismo primario, cuando se comienza a pensar la demencia precoz (esquizofrenia) bajo la premisa de la teoría libidinal y algunas características de los niños y pueblos primitivos respecto de los pensamientos y las palabras. La argumentación plantea el destino de la libido sustraída a los objetos en el caso de la histeria y la neurosis obsesiva, respecto del destino en la esquizofrenia, para ubicar finalmente que el destino de esta libido sustraída a los objetos en el caso de la esquizofrenia es el yo.

Freud plantea esta retracción de la investidura de objeto como un narcisismo secundario y ubica uno primario, según Freud "oscurecido por múltiples influencias". Esto lo lleva a plantear que:

Nos formamos así la imagen de una originaria investidura libidinal del yo, cedida después a los objetos; empero, considerada en su fondo, ella persiste, y es a las investiduras de objeto como el cuerpo de una ameba a los seudópodos que emite.

El tema es, si antes de eso no hay ningún sujeto, ¿Cómo es que el futuro sujeto tiene alguna referencia de sí mismo antes de la aparición de "sí mismo"? Este es un impasse del texto. ¿Cómo el niño puede identificarse con algo si antes no sabe que es él? Esto es lo que viene a salvar Lacan con la introducción del espejo plano en el estadío del espejo. No hay modo de pasar por ese lugar si no es por mediación del Otro. En términos freudianos, son las altyernancias del lust y el unlust que permiten empezar a ubicar unas regularidades en el exterior. En esa vorágine de cosas, aparece un sujeto. Si el yo definido por Freud en distintos textos como imagen, ¿puede devenir objeto? Esto es lo que Lacan intenta responder.

El texto continúa planteando una distribución de los objetos de amor que se puede tomar en función de la fijación libidinal del desarrollo. Esto completa lo planteado en el texto de Leonardo Da Vinci respecto de la posición narcisista. Así, la elección de objeto podrá tomar las siguientes vías:

1. Según el tipo narcisista: 

a. A lo que uno mismo es (a sí mismo),

 b. A lo que uno mismo fue, 

c. A lo que uno querría ser, y 

d. A la persona que fue una parte del sí-mismo propio. (Es decir, una parte de uno que fue relegada y posteriormente encontrada en otro que la porta)

2. Según el tipo del apuntalamiento: 

a. A la mujer nutricia, y 

b. Al hombre protector y a las personas sustitutivas que se alinean formando series en cada uno de esos caminos.

La distribución libidinal que retroactivamente se podría inferir que habitaba al futuro sujeto cuando se dan algunas condiciones, dan lugar a la constitución del yo como creación nueva y original, al ideal del yo y al yo ideal. Fíjense la complejidad de hablar de lo que antes de la constitución del yo habita a ese cuerpo. Antes de la constitución del narcisismo no hay yo, ¿Cómo denominar a todo eso que habita a ese cuerpo? Sin embargo, eso lo habita alguna orientación y organización tiene, porque hay una tendencia que culmina en el narcisismo. No es un caos errático que evoluciona desordenadamente, sino que hay unos automatismos (muchos descritos en El proyecto...), pero que sin embargo no son nombrables. 

En ese sentido, son interesantes los desarrollos de Piaget sobre las reacciones circulares: las primarias, secundarias y terciarias. Esas reacciones alguna marca dejan y eso debe comandar al estadio del narcisismo y del espejo, que es posterior. En el estadio del espejo ya hay un reconocimiento de la imagen del otro que ese sistema se va estabilizando.

Es un supuesto necesario que no esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad comparable al yo; el yo tiene que ser desarrollado. Ahora bien, las pulsiones autoeróticas son iniciales, primordiales; por tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se constituya. (p. 74)

En el apartado 3 se inicia con una concepción que no suele enfatizarse y que permite repensar lo señalado en la página 82, donde se interroga sobre la culminación del narcisismo primario y responde en diferentes formas. Dice que:

¿En razón de qué se ve compelida la vida anímica a traspasar los límites del narcisismo y poner {setzen} la libido sobre objetos? " La respuesta que dimana de nuestra ilación de pensamiento diría, de nuevo, que esa necesidad sobreviene cuando la investidura {Besetzung] del yo con libido ha sobrepasado cierta medida. Un fuerte egoísmo preserva de enfermar, pero al final uno tiene que empezar a amar para no caer enfermo, y por fuerza enfermará si a consecuencia de una frustración no puede amar. Algo parecido a la psicogénesis de la creación del mundo, según la imaginó H. Heine: «Enfermo estaba; y ese fue de la creación el motivo: creando convalecí, y en ese esfuerzo sané».

Este párrafo, tan lírico, tiene muchas objeciones. pensemos en cualquier niño frente a cualquier situación que le depare placer. ¿Cuánto podría seguir hamacándose o corriendo por el parque? Todo el tiempo que la fuerza se lo permita. No hay modo que los niños cedan a aquellas actividades que les depara un gran placer. Ejemplo, cuando a un  niño se le lee continuamente el mismo cuento. Esto de que hay que salir hacia el mundo, no se verifica. La fenomenología clínica que lo demuestra es el autismo. Pero más allá de la psicopatolog{ia, tenemos el caso de los niños y los bebés.

Sin embargo, el germen del argumento es el que llevó a Freud al planteo económico en las neurosis actuales. El argumento de la estasis libidinal es, justamente, el argumento de las neurosis actuales: una estasis libidinal no articulada, produce displacer. No obstante, vemos que en los niños esto no sucede: no hay displacer en la reiteración de acciones que los bebés realizan. 

Por otro lado, esta idea de que para no enfermar hay que llevar la libido a otro lado supone la existencia, desde el inicio, de una diferencia entre el futuro sujeto y lo que lo rodea. Lo que hace salir el niño del hermetismo de su narcisismo es volcar su libido en el mundo. El problema es que para ese niño, todavía no existe el mundo. El bebé no sabe dónde él empieza ni termina, eso es la indiferenciación. Lo que la indiferenciación inicial plantea es la inesxistencia original de otro territorio (no hay otro territorio) y no debe confundirse con el límite del cuerpo del niño, sino con todo lo que produce una percepción en ese cuerpo y cuya única percepción posible de ello es que lo percibido es todo.

Freud, en Pulsiones y destinos de pulsión:
Imaginemos un ser vivo casi por completo inerme, no orientado todavía en el mundo, que captura estímulos en su sustancia nerviosa.'' Este ser muy pronto se halla en condiciones de establecer un primer distingo y de adquirir una primera orientación. Por una parte, registra estímulos de los que puede sustraerse mediante una acción muscular (huida), y a estos los imputa a un mundo exterior; pero, por otra parte, registra otros estímulos frente a los cuales una acción así resulta inútil, pues conservan su carácter de esfuerzo {Drang} constante; estos estímulos son la marca de un mundo interior, el testimonio de unas necesidades pulsionales. La sustancia percipiente del ser vivo habrá adquirido así, en la eficacia de su actividad muscular, un asidero para separar un «afuera» de un «adentro»."

Por eso es importante plantear, a diferencia de lo planteado, de cómo se va más allá del narcisismo originario, como vimos en la cita anterior con el poema de Heine. Al iniciar el apartado 3 dice Freud:

Las perturbaciones a que está expuesto el narcisismo originario del niño, las reacciones con que se defiende de ellas y las vías por las cuales es esforzado al hacerlo, he ahí unos temas que yo querría dejar en suspenso como un importante material todavía a la espera de ser trabajado; su pieza fundamental puede ponerse de resalto como «complejo de castración» (angustia por el pene en el varón, envidia del pene en la niña) y abordarse en su trabazón con el influjo del temprano amedrentamiento sexual.

Es decir, no tiene tanto que ver con la estasis libidinal de tener que volcar algo afuera, niño algo diferente... Lo que sea que pasa dentro del soma del niño, empieza a haber un privilegio de algunas cosas (línea gruesa) sobre otras:


Esto, en definitiva, no deja de ser una marca (M) en el cuerpo del niño. Eventualmente, esa marca se podrá transformar en significante (S1). Ahora, todo lo que el niño desarrolla para volver a encontrarse con esto, es una elaboración de saber (S2), lo que sería la letra de goce, ese significante.

Efectivamente, debe haber algo placentero que el niño realiza y eso se logra estabilizar a partir de ciertas coincidencias con el mundo exterior. Sucede que eso produce un saber, porque una cosa es un alarido cualquiera; otra es el llamado, etc. La madre (M) hace una escritura sobre ese grito, por ejemplo, diciendo que es hambre:
Es la madre que hace sobre determinada marca un significante (M/S1), siendo que el significante proviene de la madre y la marca está en el aparato del niño. Lo que de la marca no se transcriba en un significante y no se estabilice, no es articulable. Lo que vemos en la clínica del autismo es que la madre no puede articular ningún sentido a la marca, que queda vacía.

Para la madre, tiene que haber un deseo y una atribución de saber (que le atribuye al hijo). Si la madre supone que su hijo no va a poder, efectivamente el hijo no va a poder. Todas esas marcas provienen de la madre y son donadas al hijo por ella. A pesar de eso, marca y S1 no copula, es como un tetris que siempre falla. Es lo que relanza el deseo, como decía Freud, la diferencia de placer esperado y el encontrado.

De todo lo que habita al niño, mucho queda afuera y no es recubierto por el significante. Solo entra lo que los padres y el contexto cultural pueden nombrar de acuerdo al patrimonio cultural. Ahí sí volvemos al texto de introducción al narcisismo, en donde el niño tiene que salir al mundo a armar respuestas más eficientes. 

Esto es clatramente diferente a la consideración de un exceso que debe ser articulado y colocado en alguna parte. Freud claramente plantea que de dicha posición se sale porque algo externa a la misma lo hace caer. No es el exceso, sino el encuentro con un límite a dicho exceso y su articulación. Hasta este punto, el desarrollo ubica tres elementos que son necesarios en tanto supuesto lógico para la constitución de un sujeto: la posibilidad de registro en el campo de las actividades del placer, la compulsión a la búsqueda de su encuentro y un límite externo que introduce un acotamiento a las dos anteriores. 

Si neurológicamente hay una dificultad para el registro en el campo del placer de las actividades del cuerpo, toda esa constitución va a tener necesariamente una modificación, porque falta la premisa de lo que va a producir eventualmente marca. 

El texto freudiano continúa su argumentación luego de los comentarios acerca de la protesta masculina propuesta por Adler y fijar su posición. Destaca que la diferencia de comportamiento que se puede presentar en un adulto respecto al contenido de representación radica en las diferentes respuestas que origina respecto a la idea presente en ellos.

Dice Freud:

"Podemos decir que uno ha erigido en el interior de sí un ideal por el cual mide su yo actual, mientras que en el otro falta esa formación de ideal. La formación de ideal sería, de parte del yo, la condición de la represión.'''

Freud plantea que el narcisismo va a aparecer desplazado respecto a ese ideal del yo, que va a contar con todas las atribuciones de perfección que anteriormente recaían sobre el narcisismo. Respecto del sujeto, dice:

"No quiere privarse de la perfección narcisista de su infancia, y si no pudo mantenerla por estorbárselo las admoniciones que recibió en la época de su desarrollo y por el despertar de su juicio propio, procura recobrarla en la nueva forma del ideal del yo. Lo que él proyecta frente a sí como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido de su infancia, en la que él fue su propio ideal."

Ahora bien, el sujeto no quiere privarse de la perfección narcisista, ¿Pero puede no privarse de ello? Porque así planteado, parece una maniobra del sujeto para preservar cierta posición. Cuando algo de esto sucede, en la clínica vemos a sujetos enfrascados. Lo que efectivamente sucede es que el sujeto comienza a encontrarse con una serie de circunstancias en las cuales empieza a presentársele diferencias entre lo que pretendía y lo que efectivamente encuentra. En esto cuentan las admoniciones que recibió: de tanto recibirlas, por una parte, y de recuperar lo que se supone que perdió por ello o por otra, las hace propias.

El ideal del yo no se confunde con el yo ideal. Solo da lugar a co-fusiones la forma en que se lo presenta en el párrafo citado. El resto del texto permite ir precisando que son dos nombres diferentes, porque representan dos conceptos diferentes. Efectivamente, lo que proyecta frente a si como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido, es decir, lo que se propone como aspiración, lugar de llegada, es su yo ideal. Freud precisa: 

"La formación de un ideal del yo se confunde a menudo, en detrimento de la comprensión, con la sublimación de la pulsión. Que alguien haya trocado su narcisismo por la veneración de un elevado ideal del yo no implica que haya alcanzado la sublimación de sus pulsiones libidinosas."

Más adelante:
"No nos asombraría que nos estuviera deparado hallar una instancia psíquica particular cuyo cometido fuese velar por el aseguramiento de la satisfacción narcisista proveniente del ideal del yo, y con ese propósito observase de manera continua al yo actual midiéndolo con el ideal."

De donde surge claramente que del ideal del yo parten exigencias hacia el yo y el yo ideal es un punto de llegada comandado por el ideal del yo. Y lo más importante es que ubicará la constitución del ideal del yo como efecto de las palabras de los padres y con los que con ellos forman serie.

"La incitación para formar el ideal del yo, cuya tutela se confía a la conciencia moral, partió en efecto de la influencia crítica de los padres, ahora agenciada por las voces, y a la que en el curso del tiempo se sumaron los educadores, los maestros y, como enjambre indeterminado e inabarcable, todas las otras personas del medio (los prójimos, la opinión pública). Grandes montos de una libido en esencia homosexual fueron así convocados para la formación del ideal narcisista del yo, y en su conservación encuentran drenaje y satisfacción. La institución de la conciencia moral fue en el fondo una encarnación de la crítica de los padres, primero, y después de la crítica de la sociedad, proceso semejante al que se repite en la génesis de una inclinación represiva nacida de una prohibición o un impedimento al comienzo externos.".

Esto hace a la constitución del ideal del yo. El ideal del yo será aquello que como aspiración del yo estará en las expectativas para satisfacer las exigencias del ideal del yo. La conciencia moral y el censor del sueño quedarán adscriptos a la función del ideal del yo. En definitiva, el yo ideal no deja de ser una representación consciente. El paciente dice "Yo quiero ser así". En cambio, de lo que es el ideal, menos nos enteramos, y de la gran mayoría padecemos.

La distribución de linaje que retroactivamente se podría inferir que habitaba al futuro sujeto, constituirá el ideal del yo y el yo ideal. Luego el texto ubica que en la formación del ideal del yoes lo que aumentan las exigencias del yo y es aquello que favorece a la represión. habla de la sublimación como aquello que le permite al yo cumplir con dichas exigencias, sin dar lugar a la represión.

De estos elementos se destaca la creación ex-nihilo del yo. Antes de su instalación no existe nada comparable en sus funciones al yo. El yo es algo que se constituye a partir de esta primera identificación. Se trata de la primera constitución de algo que no puede ubicarse sencillamente dónde o en qué puede atribuirse su existencia, en el sentido que no puede ubicarse en una correspondencia unívoca aquello que es designado por "yo".

Lacan, en "Función y campo..." dice que esta identificación en una matriz simbólica, algo que como esquema es retomado por la función de lo simbólico, en tanto se nombra algo que está en otro lado. Ciertamente es muy difícil describir "quien soy yo", muy difícil de ubicar. Todo el conjunto de lo que uno es cuesta mucho circunscribirlo.

A partir de 1920 empiezan a producirse algunos impases respecto a estos desarrollos. En El yo y el ello, Freud plantea en una nota al pie de página:
Ahora, luego de la separación entre el yo y el ello, debemos reconocer al ello como el gran reservorio de la libido en el sentido de «Introducción del narcisismo» . La libido que afluye al yo a través de las identificaciones descritas produce su narcisismo secundario.

Más adelante prosigue con su desarrollo y agrega:
Ahora habría que emprender una importante ampliación en la doctrina del narcisismo. Al principio, toda libido está acumulada en el ello, en tanto el yo se encuentra todavía en proceso de formación o es endeble. El ello envía una parte de esta libido a investiduras eróticas de objeto, luego de lo cual el yo fortalecido procura apoderarse de esta libido de objeto e imponerse al ello como objeto de amor. Por lo tanto, el narcisismo del yo es un narcisismo secundario, sustraído de los objetos.

Esto produce una serie de dificultades. En principio, si no hay sujeto, ¿Qué clase de objetos se encuentran presentes ante el yo? ¿Para quién estarían presentes? ¿Cómo es que el ello hace tal o cual investidura si en principio no se le puede atribuir ninguna orientación? En realidad, toda la dificultad radica en la particularidad de la constitución del sujeto por la intermediación del Otro, el lugar que en él recibe y cómo ello es reglado. A partir de esta dificultad es que Lacan propone el estadio del espejo. 

Lacan va a responder a una serie de interrogaciones que se desprenden del texto freudiano, como Introducción al narcisismo, Más allá del principio del placer, El yo y el ello , preguntándose cómo el yo puede ser un objeto, más aún el primer objeto, si es una imagen. Su respuesta es la conceptualización del estadío del espejo. Lo delimita como:
"...consiste en poner en manifiesto la conexión de cierto número de relaciones imaginarias fundamentales en un comportamiento de una determinada fase del desarrollo"
"Este comportamiento no es otro que el que tiene el niño ante su imagen en el espejo desde los seis meses de edad"
y que caracteriza como
"...asunción triunfante de la imagen con la mímica jubilosa que la acompaña y la complacencia lúdica en el control de la identificación especular"

Lacan hace este desarrollo tomando la observación de Bernard Perez (1888), quien describe que:
Eldestein dice que esto, que nbo se articuló a Freud, quedó como una mera curiosidad psicológica hasta que Lacan la retomó. Las relaciones imaginarias que Lacan sitúa en el estadío del espejo consisten en:


En el seminario 1, cuando lacan comienza formalmente su enseñanza e introduce los tres registros, en la tópica de lo imaginario introduce un modelo del cual él dice que es sucedáneo del estadio del espejo. Lacan sigue la propuesta de valerse de modelos para aproximarse a un hecho desconocido, relaciones auxiliares para pensar los elementos teóricos.

Primero introduce la experiencia en el campo de la física: 


Este esquema tiene varias ventajas, como el hecho de crear un existente a partir de la nada. Se arma un florero con flores, donde antes estaba vacío. Las flores, si estaban en algún lado, es en el deseo de la madre y el florero podría ser el sustrato biológico.

El estadio del espejo contradijo los aportes de los posfreudianos en lo que respecta a su consideración de un yo autónomo, en este párrafo citado anteriormente. Si el yo fuera autónomo, no necesitaría del Otro para hablar o aprender a caminar.

Con la alienación con la que el yo se constituye, el sujeto recibe una serie de atributos, no importa tanto cuales, sino que serán portados por él, recibidos por la lengua materna, quien lo colma de dones, literalmente. 

El esquema óptico permite ubicar los tres registros: imaginario, real, simbólico. Las imágenes, tanto en la percepción directa del florero como la imagen real proyectada por el espejo esférico representa la dimensión imaginaria. En conjunto del aparato, lo real. Las leyes ópticas que subyacen a la producción de la imagen, lo simbólico. Esto último a veces se soslaya, pero es la dimensión simbólica en juego que permite que todo esto funcione. El ojo tiene que estar en determinado lugar y no en otro. 

Este esquema es perfeccionado por Lacan. Lacan observó que los animales se manejaban entre los registros real e imaginario únicamente. En los seres humanos, cuando se habla del narcisismo, la relación del sujeto con su propia imagen es siempre fallida, porque está siempre mediada por el Otro. Lacan va a introducir en su nuevo esquema el espejo plano, modifica la ubicación relativa del florero y el ramillete. Si se toma al cuerpo y sus agujeros como el florero y a las flores representando los objetos parciales de la pulsión, es alrededor de estos objetos parciales que para el psicoanálisis se constituye el cuerpo.


La nueva configuración del esquema óptico logra que la imagen del florero y el ramillete se armen como en la primera versión del esquema óptico, pero mediando ahora el espejo plano, como vemos en la imagen. para el ser humano, la imagen narcisista solamente es accesible a través de la mediación del Otro, representado por espejo plano. El Otro es el medio por el cual es sujeto humano encuentra su imagen. El esquema original de la física no representaba esto.

Es claro que para poder ser reconocido por otro, con anterioridad se debe producir que un otro se eleve a un Otro. Esto también lo posibilita este segundo esquema. Un Otro permite la configuración del sujeto bajo las formas de neurosis, psicosis y perversión.


jueves, 13 de octubre de 2022

El narcisismo: ruptura en la obra de Freud

Entrada anterior: ¿Qué es el inconsciente? El inconsciente como ruptura del discurso racional

En 1915 hay algo que produce una ruptura en la obra de Freud: los escritos metapsicológicos. la metapsicología es un término complicado, porque uno podría suponer que algo más allá, como su fuera una metafísica. Los escritos de Freud sobre metapsicología implica una serie de construcciones que se inician con la introducción del concepto de narcisismo:


El término se impuso a partir de la introversión de la libido implicada en la parafrenia, que es la demencia precoz (Kraepelin) o esquizofrenia (Bleuler), en donde hay delirio de grandeza y falta de interés por el mundo exterior. 


Bleuler leyó la división subjetiva en lo que él llamó esquizofrenia para lo que era la demencia precoz de Kraepelin. Es lo que Freud llamó parafrenia, donde dice:

Esto trae muchos problemas para establecer un vínculo transferencial. La megalomanía de la esquizofrenia se constituye a partir de la retirada de la libido objetal. En la megalomanía hay una pérdida de la realidad. Uno podría pensar que la neurosis es más cercana a la realidad y la psicosis más cercana a la pérdida de la misma, pero en el ensayo "La pérdida de la realidad..." veamos que tanto la neurosis como la psicosis hay una pérdida de la realidad objetiva. Lo que hay es una realidad subjetiva, psíquica.

El concepto de megalomanía le permite a Freud integrar aspectos del narcisismo. Lo mismo ocurre con el concepto de libido. Uno puede entenderla por el lado de las cargas pulsionales, pero también está la metáfora de la ameba y su seudópodo de Introducción al narcisismo:


Esta metáfora es la que utiliza Lacan para hablar de la libido. Para Lacan la libido no tiene que ver con la energética, sino con una característica que tiene que ver con lo que nosotros unimos a nuestro propio cuerpo como si fuera parte de él. Un ejemplo es el cigarrillo: al principio al fumador le da asco, pero luego se esfuerza hasta que lo acepta, porque piensa que eso le sirve en lo social. Las personas pueden incorporar el auto, cuando uno maneja, al punto que es parte de su campo libidinal. Uno se acomoda al cuerpo del otro porque lo ha libidinizado. 

Para Freud, el yo tiene que ser desarrollado, aunque los instintos autoeróticos son primordiales. Para constituir el narcisismo, a esas pulsiones primordiales, ha de venir un nuevo acto psíquico. Es decir, el yo no está desde el inicio, sino que se agrega por nuevo acto psíquico. En Lacan, ese nuevo acto psíquico es el estadío del Espejo como formador del yo. A diferencia del primate, el ser humano no puede autoabastecerse ni tener un conocimiento de su propio cuerpo, porque la mielinización no fue lo suficientemente rápida como lo es en el primate. El conocimiento del yo no es inoico, sino  paranoico (paranoesis, por fuera). 

Lacan introduce el Estadío del espejo en el año '38 y el escrito sale años después:
Un niño se reconoce a sí mismo en el espejo cuando su yo se ha constituido, antes se ve como otro. Ese yo es unificador de las sensaciones del cuerpo, que sino aparece como descompuesto. El yo viene a ser la imagen de la totalidad de ese cuerpo.

El conocimiento de ese cuerpo es paranoico, por paranoesis:

No es necesaria la experiencia de pasar por un espejo, sino de lo que se trata es de lo que nos vuelve de los otros. Hay una metáfora en Realidad y Juego de Winnicott, donde dice que el niño va a ser lo que se refleja en la córnea de la madre. De manera que el yo es una imagen. Lo imaginario es todo lo que ocurre en función del narcisismo, en el encuentro del sujeto con su yo y las imágenes especulares. Se trata de una identificación:

Esa imagen, que se forma como una gestalt, habla del ideal del yo:

El yo, entonces, es una imagen que uno adopta como completud del cuerpo. Estas cuestiones estaban tomadas por Freud desde otro aspecto. Los conceptos que él desarrolló a la luz del narcisismo le permitieron encarar una serie de cuestiones, que él encontraba como dificultades, fundamentalmente en la transferencia.


Otra cosa llamativa es cuando Freud habla de la hipocondría:

Esto de que la angustia hipocondríaca sería la contrapartida de la angustia neurótica es interesante para la clínica, porque la cuestión del narcisismo solo sería una forma resolución perfecta en la parafrenia, mientras que en la hipocondría es una forma imperfecta:


Lo interesante es que la angustia de la neurosis está homologada a la hipocondría. Bien podríamos decir que la fantasía es a la angustia, en la neurosis, lo que la megalomanía es a la hipocondría.

La megalomanía actúa en el delirio de la esquizofrenia como una forma de resolución perfecta. Vemos también como la hipocondría o la descomposición del cuerpo en la esquizofrenia habla del fracaso de la resolución. Hay un signo en la esquizofrenia que es el del espejo. Se miran en él porque su cuerpo se les vuelve extraño, se les deforma o sienten que se les transforma. No obstante, esto puede pasar en las neurosis, sobre todo en la adolescencia. En la adolescencia, que es un momento de transición, aparecen muchos síntomas que al analista le pueden hacer sospechar una psicosis. Incluso hay muchos adolescentes medicados por estos fenómenos, cuando en realidad no son psicóticos.

En Introducción al narcisismo, Freud va a proponer caminos para la elección del objeto:

El yo es una organización que incluye el yo actual, el ideal del yo y el yo ideal. Además, el yo se constituye por identificación:
La incorporación de la identificación primaria no es al padre ni a la madre, como vimos cuando vimos el esquema del Moisés y la religión monoteísta, donde se asemeja mucho a la devoración del cadáver del padre, para obtener su fuerza. Pero no es padre o madre, sino de un Otro indiferenciado. Esta es una idea original de Abraham, que Freud nunca reconoció.

La identificación secundaria es al síntoma, identificación a un rasgo del Otro, como cuando Dora se identifica a la tos del padre. Freud utiliza Ein Einziger Zug, rasgo unario.

La tercera identificación es la que él llama histérica. Es la que se da cuando, al juntar a un grupo de mujeres, se indisponen todas a la vez. 

En el capítulo 8 de Psicología de las masas, cuando habla del enamoramiento extremo, Freud propone que para que un yo se identifique a otro, es necesario que exista algo del orden del ideal del yo, que estabiliza la identificación de yo a yo.  

En una cancha de fútbol hay muchos "yo", pero bajo un ideal que los convoca. El ideal del yo es lo que estabiliza y es lo que uno quisiera llegar a ser. El esquema Lambda articula el yo con la imagen especular y a la vez con el sujeto.


jueves, 30 de diciembre de 2021

La resistencia, una limitación clínica a la primera nosografía frediana

El pasaje de la primera nosografía a la segunda ha sido consecuencia de una limitación clínica en los desarrollos teóricos que aportó la primera nosografía. ¿cuál  es la razón que justificó el pasaje?  

El dispositivo creado por Freud encontró una limitación clínica, que es el detenimiento  de las cadenas asociativas, que al analista se le revela como un obstáculo:  la transferencia que se anuncia en tanto que resistencia. 


La transferencia se sostiene, para Freud, en un analista como objeto: “En lugar de los diversos tipos de objetos libidinales irreales, aparece un único objeto, también fantaseado: la persona del médico” (Freud 1916-17, 414).


Entre 1911 y 1913 Freud estudió dos vertientes de la transferencia: como motor y como  obstáculo. Concluyendo que sólo es posible llevar adelante una  cura cuando los síntomas cobran un significado transferencial: “La  transferencia tiene esta importancia extraordinaria, lisa y llanamente central para la cura, en las histerias, en las histerias de angustia  y en las neurosis obsesivas que por eso se reúnen con justo título  bajo el nombre de neurosis de transferencia” (Freud 1916-17, 404).


De esta manera, se reformula la segunda nosología, siendo la transferencia el referente conceptual que determina cuáles son los cuadros que quedan  dentro y cuáles fuera del campo del análisis. 


Las neurosis de transferencia son la histeria de conversión, la histeria de angustia y la neurosis obsesiva. En este tipo de neurosis, la libido admite una  reversibilidad entre el yo y los objetos; a partir de la cual se explican  diversos estados de la vida normal: el dormir, el enamoramiento y  la enfermedad.  


Las neurosis narcisistas son la paranoia, la parafrenia (esquizofrenia) y la melancolía.


Las neurosis  narcisistas “no tienen ninguna capacidad de transferencia o sólo unos restos insuficientes de ella. Rechazan al médico, no  con hostilidad, sino con indiferencia” (Freud 1916-17, 406). En este sentido, Freud señala que en las neurosis de transferencia  nada empuja a revisar el estatuto del objeto (Freud 1914), precisamente porque el neurótico mantiene el vínculo con los objetos en la  fantasía. Además, Freud ubica en estos cuadros una indiferencia frente  al analista, un obstáculo inquebrantable, que es distinto de la transferencia como obstáculo en sus vertientes erótica y hostil. 


Las neurosis actuales son la neurastenia, la neurosis de angustia y la hipocondría. Notamos que se mantiene esta categoría, pero Freud agrega a la hipocondría en Introducción al narcisismo (1914)


Este segundo ordenamiento se sostiene en un segundo dualismo pulsional:  Libido yoica –Libido de objeto. La división fundamental  se halla entre las neurosis de transferencia y las neurosis narcisistas. Dice Freud:

“Sitúo la diferencia entre esas afecciones y las neurosis de  transferencia, en las siguientes circunstancias: en aquellas, la libido  liberada por frustración no queda adscrita a los objetos de la fantasía sino que se retira sobre el yo” (Freud 1915, 193).


Las neurosis narcisistas llevaron a Freud a revisar el estatuto de la libido de objeto, porque allí puede ocurrir que “…un  determinado proceso, muy violento…” que obligue a quitar la libido de  los objetos. Y si la libido convertida en narcisista no puede entonces  hallar el camino de regreso hacia los objetos, “es este obstáculo a  su movilidad el que pasa a ser patógeno” (Freud 1916-17). De esta manera, un sujeto queda encerrado  en su propio narcisismo, sin volver a poder a enlazar  nuevamente con el mundo. Sin embargo, este estado que Freud  describe y que se acerca a un cuadro melancólico, habitualmente  se ve alterado por los intentos de restablecimiento o de curación  propios de la psicosis. En este segundo tiempo restitutivo, para Freud, no hay lugar para el analista, pues él insiste en sostener que la resistencia en las neurosis narcisistas “es insuperable”  (Freud 1916) y que son incapaces de transferencia. 


El estatuto del objeto en la libido de objeto nos permite precisar otras particularidades clínicas. Sabemos que el narcisismo es la investidura libidinal del yo. En Introducción del narcisismo, el depósito original de la libido es el yo (diferente de lo que postulará en el 1923, pues en El yo y el Ello donde dice que si el Éllo es el depósito de la libido, todo el narcisismo es secundario.) Esta hipótesis es la que Freud considerará para referirse al narcisismo primario, que es básicamente una especulación económica. El narcisismo secundario, siempre desde el texto Introducción del narcisismo, implica la vuelta sobre el yo ya constituido, de la libido retirada del objeto.


De esta manera, nos podemos preguntar sobre el destino diverso que encuentra la libido retirada de los objetos en la neurosis de transferencia y en las neurosis narcisistas.


En la Neurosis de transferencia, la libido sustraída de los objetos del mundo es colocada en los objetos de la fantasía.

En las Neurosis narcisistas, es el yo quien la recibe, y a partir de allí la  libido ve imposibilitada su regreso.


De todas maneras, Freud señala que en las neurosis de transferencia no toda la libido pasa a los objetos, “la  masa principal de la libido puede permanecer en el interior del yo”  (Freud 1916-17, 379).

jueves, 30 de septiembre de 2021

Conceptos del psicoanálisis: ¿Qué es la libido?

Uno de los conceptos más interesantes y que más confusiones presenta en psicoanálisis es el de libido. 

La líbido o pulsiones no es una especie de "bilis negra" griega, ni sustancia pura, ni ente aislado que se mueve por el ser humano como entelequia homuncular. No es un fluído diferente al conjunto de procesos metabólicos como presión sanguínea, hormonas, circuitos o conexiones sinápticas, sistemas digestivos, etc.


Evidentemente por cuestiones de época, a lo largo de su Obra completa, Freud comienza a distinguir aquella líbido que inicialmente integró a varias cosas en el mismo saco, tales como afectos, sinapsis, metabolismo, angustias, voluntad, etc., sin poder distinguir qué sustancias-fluídos móviles y órganos materialmente "más sólidos" (no tan móviles) son para cada una de ellas en la biología (con lo que se sabía en aquella época). Por lo cual, era común que Freud, a falta de ese conocimiento científico, volviera a remitir dichos conceptos generales de pulsión o líbido. Por ejemplo, en 1937 Freud habló de la "viscocidad de la líbido" en las personas adulto mayores por la dificultad en sus antiguas fijaciones, poder desprenderse con mayor facilidad hacia nuevos gustos o aprendizajes. Hoy en día esto puede ser debida a una demencia senil, alzheimer, depresión del adulto mayor, decrecimiento de facultades cognocitivas, envejecimiento celular, etc. Freud en su época usaba dicho concepto como aproximaciones a niveles empíricos, pero ciertamente, Freud en su obra completa siempre tuvo en cuenta dicha limitación de sus saberes, pero no por ello, no podía continuar con sus investigaciones.

Freud incluso llega a decir que será importante (adelantándose al futuro de los psicofármacos psiquiátricos como conocemos hoy), cuando la ciencia logre modificar la líbido del ser humano para ciertos malestares. Es decir, Freud veía como un cambio radical, lo que ya hoy nos aporta un ansiolítico, anti-psicótico o un anti-depresivo en ciertos pacientes. Obviamente, esto sin olvidar la importancia de la Talking Cure, pues la salud mental, como siempre defendió Freud, no es una cosa de pura biología únicamente.

Freud jamás abandonó la neurología o la biología como fundamento del psicoanálisis, pero eso no quiere decir que el psicoanálisis se sustituya por ésta como método clínico de exploración vía asociación libre, construcción, interpretación, etc, etc. Podemos llamar a aquello algo "metafísico", pero siendo así, la biología sería "metafísica" frente al electrón o la cuántica, quienes no explican por completo el complejo tejido del ADN y su evolución ramificada entre las especies vivas. Por tanto decir que Freud es Metafisico por ir más allá de la neurología es ampliar laxamente su concepto hacia una tautología absurda en definición.

Por otra parte, la líbido en la animalidad humana al ser tan compleja en su constitución en el paso del bebé a la adultez, no vemos, como en los otros mamíferos la marcada fijación instintiva casi-perfecta de regulación o estadios evolutivo rígidos que en otras especies.

Recordar que Ello, es fuerza constante o empuje del organismo que autopoieticamente frena la entropía circundante, Freud definió el Ello como el cruce entre el metabolismo y lo exógeno del ambiente (temperatura, sustancias, lesiones). Vale decir, Ello es otra cosa si consume una droga como cocaína o una sustancia como Ketamina o anestésicos, por ejemplo.

Nuevamente, la líbido no es una fuerza continua-lineal pura en-sí, el metabolismo se distribuye en diversas intensidades y se ramifica. Comparte materia a modo distinto que un organo "fijo", resistente más estable.

Pues de otro modo, ¿cómo existe el movimiento o la entropía si todo sería materia inmóvil o elementos discretos puros encapsulados en-sí? Recordemos que el cuerpo humano está más conformado de fluídos que de materia sólida.

Si pensamos que materia es a su vez energía, no toda materia tiene la misma facilidad en movilizarse y comunicar con los diversos sistemas complejos. Se requiere un red ramificada compleja múltiple de vasos comunicantes, para los neurotrasmisores (barreras de contacto sinápticas, hormonas, aminoacidos, plasma sangüineo, etc. De forma acertada o poco acertada para su época, Freud llamó a todo este cúmulo de procesos complejos como "líbido". Eso no quiere decir que en su conjunto sea una sustancia fluida a lo bilis negra como ente puro.

Como vemos la lógica de la biología en su conjunto no es explicable a los meros neutrones, así mismo, la subjetividad o lo psicosocial, no es comprensible desde meras neuronas. Si bien Freud iba más allá de la neurología de su época a través de "parálisis histéricas o conversiones", eso no quiere decir, que mente-cuerpo se separen o que los procesos de represión o conversivos resulten de algo por fuera de todo alcance biológico-social.

Si queremos seguir empleando el término de “Líbido” tal como lo usa el psicoanálisis, valdría emplearlo como energía (movimiento) metabólica (metabolismo) y no como si fuera un ente sustancial abstracto de energía. Así como el término líbido guarda relación más bien con el apetito o energía sexual (Freud en su época no tenía conocimientos detallados sobre la testosterona en su función de apetito sexual), aquella remite a su complejo proceso electro-químico y hormonal. No se manifiesta en la bioquímica elementos puros de una pulsión o una sustancia de líbido, más bien, son generalidades de un cúmulo de síntesis en neurotransmisores, hormonas y calorías. Por ejemplo, en un cuadro maniaco, el gasto calórico o energético es mayor, su metabolismo está alto o podríamos decir, su líbido o campo libidinal presenta una fuerte alza. Al revés, de lo que sería en un cuadro De-presivo con baja presión o tensión, de bajo gasto calórico o energético, donde su proceso libidinal se encuentra disminuido.

Desde esta perspectiva, tal como Freud en sus inicios estudió la relación mente-cuerpo en la conversión histérica, no es del todo viable separar psique-soma por completo. Por esta misma razón, Freud (1915) se refirió a la pulsión como lo que está entre lo psíquico y lo somático. De este modo, podemos entender la “pulsión” como una tensión o empuje desde una diferencia potencial (voltaje) en búsqueda de descarga a un objeto o serie de objetos-huellas posibles.

Podríamos resumir que las tres categorías de afecto, frustración-tensión y angustia, tienen su raíz común en la libido o en las distintas mociones pulsionales. Mientras el Afecto es manifestado como una descarga, en el frustración-tensión se manifiesta como un intento desesperado o impulsivo de conseguir placer con una descarga por consecuencia silenciosa al “Yo” y mortífera al Cuerpo. Y en la Angustia, se manifiesta como un desborde pulsional, un "avinagramiento del vino" descargado o como una “señal de angustia” proveniente del Yo. Cada una de ellas con distintos grados de simbolización o ligazón.

Hemos de entender por tanto, que la Angustia emerge desde distintos puntos o circunstancias que pueden conjugar con otras variables (afectos o sentimientos) en distintos grados de intensidad.

lunes, 21 de junio de 2021

El síntoma, entre la exigencia de la realidad exterior y la libido insatisfecha

Para Freud, el neurótico, en todos los casos, se refugia en la enfermedad frente a un conflicto. Freud descubre que ante una realidad exterior o conflicto interior al que no sabemos o no podemos enfrentarnos, una de las posibilidades de las que podemos echar mano es la de enfermarnos. De este modo, aunque sufriendo, nos conseguimos abstraer de una situación conflictiva insoportable y pasamos a centrar nuestro interés y desviar nuestra atención hacia nuestros síntomas.

Por eso dice Freud que uno se resiste tanto a abandonarlos, pues son útiles para mantenernos alejados del conflicto que nos causa tanta culpa y angustia y por otro lado nos dan ciertas satisfacciones sustitutivas de las que el conflicto nos priva.

A mucha gente esto le puede parecer irrespetuoso con el malestar que sufren pues desde su consciencia solo ven el lado doloroso del síntoma. Pero Freud es firme a sabiendas de ser polémico, en los síntomas hay algo de nosotros que, a pesar de las apariencias, goza.

En todo síntoma hay algo acallado y que debe ser dicho. Para Freud un afecto, pulsión o deseo silenciado acaba encontrado como vía de escape y de expresión el síntoma.

Por eso no se trata de eliminarlos o modificarlos directamente si no de permitir que sean expresados de otra forma menos sufriente para la persona. Freud descubre que es hablando que alguno de los síntomas de sus pacientes se reducen o desaparecen.

Cree entonces en el poder curativo de la palabra. Por eso ésta es la principal herramienta de toda terapia psicoanalítica.

Para el psicoanálisis, un síntoma no aparece ante el error cognitivo, sino en el error de la gestión de libido. Para Freud, el grado de libido insatisfecha que los seres humano pueden tolerar es limitado. En otras palabras, estar cumpliendo siempre con nuestras "supuestas" obligaciones, renunciando a hacer lo que nos gusta, lo que nos hace sentir realizados y nos satisface, solo puede sostenerse durante un tiempo. Al final, acabamos por enfermar.

Hay una lógica moderna interiorizada según la cual debemos ser siempre productivos, trabajar para otros y si no para nosotros mismos como si fuéramos algo que explotar infinitamente y que necesita ser mejorado de manera continua. El deseo y el disfrute por el mero hecho de disfrutar parecen ser pérdidas de tiempo.

El aparato psíquico sigue unos principios distintos a los del sistema económico y mandato social, quiere placer y la satisfacción, aunque siempre incompleta, es uno de sus fines más altos. De ahí tanto malestar en la cultura.

martes, 6 de abril de 2021

Retiro, retorno y retracción...

La introversión es de la libido, la introyección del objeto. La identificación es tener algo en común con el objeto: puede ser el carácter, un síntoma, un interés, sustituirlo,etc., es decir, distintos tipos de identificaciones.

En el retiro de la libido de los objetos, la introversión primero pasa por los objetos de la fantasía, luego puede seguir su camino hasta el Yo y devenir narcisisimo. Luego puede desexualizarse y constituir al yo y si hay un empuje hacia el camino de retorno puede pasar otra vez por el objeto de la fantasía y volver al objeto del mundo exterior, o sublimar la libido y cambiar de objeto y meta, o en el intento por el camino de retorno se crea otro mundo, el delirio, donde las palabras sustituyen a los objetos. Las palabras pasan a ser sombras (segunda vez que Freud utiliza el término sombra) del objeto y son tratadas como si fueran objetos. 

A veces en el intento de "retorno a Freud" también la palabra puede sustituir al objeto. La idea freudiana de que hay teorías que sufren ese proceso ya tiene más de 100 años.

La retracción narcisista no es en sí ninguna patología, de hecho nos ocurre todos los días y salimos de ella. La patología se presenta cuando una experiencia traumática ha bloqueado el camino de retorno. Un modelo cuasi normal de eso es la pesadilla que a diferencia con los sueños de angustia muestra ese carácter particular que es el no poder despertarse. A veces, luego de varios intentos, logra encontrar el camino de retorno y otras veces, si el que tiene la pesadilla duerme acompañado, el acompañante lo sacude, lo abofetea, le habla fuerte y le indica así el camino de retorno.

El psicoanálisis clásico con psicóticos no es suficientemente efectivo porque durante muchos años se ha dedicado a analizar los contenidos, que, según Freud, no difieren de los contenidos de los neuróticos. El día que los psicoanalistas descubramos, describamos, y podamos tener poder sobre el "camino de retorno" el análisis de las psicosis tendrá un resultado distinto.

miércoles, 20 de mayo de 2020

Tentaciones y mandatos.

Notas de la conferencia de Isidoro Vegh, del 09/04/2019 - Institución Fernando Ulloa.

Este año, el tema son las pulsiones en la clínica psicoanalítica. Ya hablar de pulsiones y no de instintos es toda una posición. La insistencia no es lo mismo que la repetición de lo mismo. La insistencia significante o en una posición quiere decir que se articula allí algo del orden del deseo. La repetición de lo mismo implica un goce que no permite el movimiento. Ya que hablamos de insistencia, voy a insistir en algo que quizá muchos de ustedes hayan visto desplegar en los últimos años. Tiene que ver con una escritura a la que me sentí invitado, porque la obra de Lacan se extiende a lo largo de muchos años y él mismo dijo que se desvivía por decir lo mismo de otra manera. Mi anhelo es poder articular conceptos que Lacan desarrolló en distintos tiempos de su enseñanza y que él presentó con distintas escrituras.

Si uno hace un estudio riguroso de las escrituras de Lacan, advierte que el paso de una escritura a otra nunca fue el anhelo de ser original. Lacan dijo que nunca quiso ser original, lo que quiso fue hacer una lógica de los relatos freudianos. Entonces, podemos ver que cada paso que él da de una escritura a la siguiente, por ejemplo del modelo óptico a los grafos, de los grafos a la topología de superficie, de la topología de superficie a la escritura nodal, fue cuando llegó al límite de una escritura y encontró la insuficiencia de esa escritura. Eso lo llevó a hacer una progresión… Y no un progreso. La diferencia es que la idea de progreso nos hace suponer que lo último es mejor que lo anterior. En cambio, la idea de progresión no desconoce ese movimiento, pero cuando se avanza hay que ver también qué es lo que se pierde.

Lacan también dijo que sus escrituras no debían tomarse de modo religioso, sino que son producto de su experiencia como analista. No hay que forzarlas más allá del lugar de donde provienen y que son un apoyo para el pensamiento. Son reflexiones, hasta diría que un intento desesperado de un psicoanalista que sigue las enseñanzas de su maestro, Sigmund Freud, quien dijo que gracias a su metapsicología el psicoanálisis seguiría teniendo vigencia en el futuro.

Todo esto es para darles la razón de por qué voy a insistir con una escritura en la que intenté hacer un pliegue entre una escritura primera y una escritura última de Lacan. Es un pliegue entre los grafos y la escritura nodal. Se llama diagrama de flujo, se usa mucho en informática y es lo que se llama la escritura de un algoritmo. Un algoritmo es una fórmula matemática que se repite a lo largo de un proceso y que permite ir desde un punto de inicio a un punto de salida. El diagrama de flujo es una mostración de un algoritmo.

Freud, cuando empezó a desarrollar el psicoanálisis, se apoyó en lo que era la ciencia más avanzada de su tiempo, la física, especialmente la termodinámica. Es de ahí que él tomó, por ejemplo, el concepto de energía y de libido. Hoy para nosotros es habitual tocar un botón y que se prenda la luz. ¿Quién se acuerda que la energía lumínica es la transformación de la energía hidráulica? O la transformación de la energía química en cinética cuando le ponemos nafta al auto. Freud utilizó el concepto de libido y habló de ellas de 2 modos distintos: como pulsión sexual y como energía de la pulsión sexual. Freud tomó un concepto de la termodinámica, porque con el concepto de libido Freud nos trajo las equivalencias de las distintas pulsiones. Para decirlo rápidamente, puede haber miradas dulces, miradas filosas, se puede cagar con la boca, decir frases amargas… Hay una posibilidad de transformar las distintas zonas erógenas en ejercicio de una satisfacción pulsional variable. En todas ellas, juega lo que Freud llama sexualidad. Sexualidad oral, anal, escópica, invocante. Yo agregué el tacto, la pulsión táctica, tomando el tacto (tactus, en latín), y las formas sublimadas de la caricia, el pellizco, la tortura, el látigo, que es la esencia del sadomasoquismo. Todo esto tiene que ver con la sexualidad, que no se reduce a la genitalidad. Con Lacan, lo vamos a llamar goce. Los distintos modos de goce.

Este es el diagrama de flujo:



Con este diagrama de flujo, propongo una escritura de la estructura que nos habita, tal y como podríamos pensarla desde el psicoanálisis que está en el horizonte de nuestra disciplina: el eje Freud-Lacan.

Comencemos diciendo que nosotros somos seres vivientes, por eso acá pongo VIDA, una vida que viene desde tiempos inmemoriales. Si estudiamos lo que nos enseña la biología, desde el primer coacervado, las estructuras unicelulares, multicelulares, etc., nosotros pertenecemos a esa serie: algo que tiene vida.

Por otro lado, estamos habitados por algo que se llama LENGUAJE. Este lenguaje también viene de tiempos inmemoriales. Los antropólogos, para saber si se trata de una cultura humana, buscan el culto funerario. Ahí saben que hubo lenguaje, distinto al lenguaje de signos de los animales. Una abeja puede danzar de cierto modo para indicarle a otra que hay polen, pero esta última no puede hacer lo mismo y trasmitírselo a otras. Los animales no pueden hacer una frase de otra frase. Ustedes pueden contar acerca de lo que alguien más dijo, el lenguaje de los animales no lo permite. Solo nosotros tenemos el goce del chisme. Hay algo específico de la vida humana: está interceptada por el lenguaje. Eso produce efectos diferentes respecto a cualquier otro viviente.

Esta VIDA, va a ser interceptada por ese otro que cumpla la función materna. El ser humano llega al mundo en condiciones de desamparo, como dijo Freud, y al cabo de pocas horas, si nadie acude, se muere de frío, de hambre o de sed. ¿Cuál es la lógica de qué es un chico y qué es un adulto? No es la edad, los psicoanalistas tenemos una lógica: el chico necesita de un Otro real para que lo cuide. Un adulto tiene incorporado esos valores del Otro y se supone que sabe cuidarse. Por supuesto, sabemos que eso no es del todo así y por eso nosotros tenemos trabajo. En este lugar, entonces, vamos a poner el ELLO. La fórmula de Lacan se escribe así:
$◊D
Sujeto barrado, lozenge, D mayúscula. Significa sujeto acéfalo en relación a la demanda pulsional del Otro. Cuando la mamá ofrece el pecho, está ofreciendo lo que yo quiero que vos recibas. Si es la madre de un neurótico, puede decirlo. Está en juego su propio deseo y goce. El sujeto está acéfalo, porque es lo que se incorpora. Ya no lo vamos a llamar instinto, sino pulsión. Es algo que al sujeto se le va a quedar grabado sin poder tener comando de eso. Podemos registrar fácilmente los efectos en la vida de un adulto: alguien quiere lucirse para el verano y quiere bajar de peso, pero no es tan fácil: llega a casa y va a la heladera come lo que sabe que le va a hacer recuperar el kilo que perdió en el gimnasio. Es lo que los psicoanalistas llamamos el apremio pulsional. Es una energía que empuja, incluso aunque no querramos hacer ese trabajo. Por eso Freud lo llamó ello, si no soy yo, lo llamo ello. Esa energía que está en juego la llamó libido, y no es una palabra que inventó Freud, sino San Agustín. En el libro n° 4 de Historia de la sexualidad de Foucault, en el capítulo cuatro que habla de la libidinización del sexo, dice que hará una breve mención de la ciudad de Dios y dice que en lo que es en su forma y en su desarrollo el acto sexual que permite acotar el problema. Allí San Agustín retoma de manera muy fiel la descripción del paroxismo sexual en tres puntos esenciales. Una sacudida física del cuerpo que no se puede controlar. Un estremecimiento del alma arrastrada a su pesar por el placer. Un eclipse final del pensamiento que parece acercarlo a la muerte.