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sábado, 27 de agosto de 2022

¿Diván, sillón o pantalla?

“Un día voy con mucho dolor en un hombro al osteópata, que me hace notar todo el estrés que tenía y me sugiere que 𝒍𝒆 𝒑𝒐𝒏𝒈𝒂 𝒆𝒍 𝒄𝒖𝒆𝒓𝒑𝒐 a mi proceso de terapia" dice Mariela, de 33 años, en un testimonio ofrecido al diario Clarín (10/08/22)
Nos venimos preguntando si es posible llevar a cabo un análisis fuera del espacio real del consultorio. Si la virtualidad otorga las condiciones suficientes para que la experiencia analítica tenga lugar. Pero, para que ese lugar “se tenga”, se origine -más allá del lugar físico- se necesita de ciertas circunstancias, escenarios, que exceden lo físico.
 
Cuando se habla de la presencia del analista y del analizante, hay una referencia al cuerpo. ¿Pero qué cuerpo?

El cuerpo del hablante es mucho más que esa superficie que encierra una complejísima interioridad biológica. Es en parte, ese cuerpo que se ofrece a la mirada del analista, con sus síntomas, sus goces, pero, puesto que se privilegia la palabra, el analista está en estado no sólo de abstinencia, si no, en “estado de ausencia”. El cuerpo para el psicoanálisis excede la dimensión extensa: es un cuerpo de consistencia no homogénea (real, imaginario, simbólico anudados), investido libidinalmente, donde sus bordes y agujeros –además de conducir a un interior anatómico- constituyen zonas erógenas de asiento de las pulsiones, de satisfacciones de necesidades y deseos, sustancia gozante (de goces articulados o no a la castración), cuerpo de veladuras – digamos morales- y veladuras fálicas. El cuerpo se crea a partir de una consistencia de tres, de un anudamiento o encadenamiento, que, sin él, no seríamos más que una piel que en su saco sostiene un montón de órganos. 

Topológicamente el cuerpo no es una esfera (como en la medicina) sino, más bien, una estructura tórica (L'Insu que Sait de l’ une-bévue s'aile a Mourre, 18/11/76). Existe un Real del cuerpo, tanto como el Imaginario de su representación mental (Subversión del sujeto y dialéctica del deseo (1960)) en una imbricación con la palabra que conforman a ese cuerpo simbólico. El lenguaje tiene cuerpo –incorporal- que da cuerpo (Radiofonía, 1970), que permite nombrarlo o tenerlo a partir de un yo que lo dice. Por eso, “hay un cuerpo imaginario, un cuerpo del simbólico, y un cuerpo del real del que uno no sabe cómo él sale” (L’Insu). De modo que, ese cuerpo, este cuerpo del psicoanálisis, puede prescindir del cuerpo dado ahí, en la cercanía espacial. El cuerpo está presente y es transportado por la palabra de un sujeto que habla, sobre todo, ausentado de la mirada, como cuando se habla a las paredes, donde el otro (Otro) se ausenta a su vez en la experiencia clínica, donde “clinicar” es acostarse o, por lo menos, hablarle a las paredes, a nadie, que es cuando se dice mejor lo que se enuncia y se escucha mejor; donde ese algo que se dice, sea un decir, algo que importe en lo real, discernido por el analista que lo sanciona.

Dicho esto, sabemos que en un análisis, el analista y el analizante ponen el cuerpo. La cuestión es, según el deseo del analista (deseo del analista/deseo de un analista), y el deseo del analizante -encarnado en una demanda de análisis- que pongan el cuerpo de la mejor manera, según ese deseo.

miércoles, 20 de enero de 2021

Consentimiento informado de tratamiento psicoterapéutico - atención remota

SE HACE SABER AL PACIENTE: 

En relación a la situación de emergencia sanitaria provocada por el avance del CORONAVIRUS (COVID-19), y como consecuencia del reconocimiento de PANDEMIA declarado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y en cumplimiento al aislamiento obligatorio decretado por el Gobierno Nacional de la República Argentina (DNU 297/2020) con carácter excepcional se realizara el tratamiento bajo la modalidad “Terapia atención remota”, durante el plazo de vigencia del aislamiento obligatorio. 

El/la paciente y/o sus representan legales….......................................................

DNI/CI/LC Nro………………………, manifiesta la veracidad de los datos personales aportados para la confección de su historia clínica, y que ha recibido información suficiente acerca del tratamiento que realizará , al que presta voluntariamente su consentimiento de acuerdo a las condiciones que se transcriben a continuación: 

A) CUESTIONES RELATIVAS A LAS CARACTERISTICAS DEL TRATAMIENTO 

1.- Se realizará un tratamiento Psicológico Individual (Orientación Psicoanálisis)

2.- Se garantiza la confidencialidad y el debido secreto profesional con respecto a la información recibida en el transcurso del tratamiento; romper el secreto profesional sólo puede justificarse con justa causa, de acuerdo a lo establecido en los códigos de ética y leyes vigentes. 

3-De acuerdo al vigente escenario de emergencia sanitaria mundial, los profesionales psicólogos nos vemos obligados a posibilitar y facilitar el acceso a la salud, adoptando en la contingencia la modalidad virtual de atención clínica en pos de brindar asistencia en salud mental. Los mismos derechos y obligaciones garantizados y contraídos en la atención presencial, aplicarán a la modalidad virtual, cualquiera sea su medio de aplicación (telefónica, video llamada, foros virtuales, etc.).

CUESTIONES RELATIVAS A LA MODALIDAD DEL TRATAMIENTO 

a).- Las entrevistas con el profesional tratante se llevaran a cabo con un ritmo semanal de entrevistas, salvo que por algún motivo se torne necesaria otra periodicidad. Dichas entrevistas tienen una duración promedio de 45 minutos, pudiendo haber variaciones según lo que acontezca en su transcurso de cada entrevista. 

b) - El paciente y/o sus representantes legales se responsabiliza/an a seguir las indicaciones que el profesional actuante realice en los términos de una eventual inter-consulta psiquiátrica y/o médica, siendo causa de interrupción del tratamiento no acceder a dicha intervención.

Firma del paciente 
Aclaración: 
DNI: 
Dirección: 
Email: 
Celular: 
Firma y sello del profesional actuante

martes, 15 de septiembre de 2020

La presencia del analista a través de la virtualidad: ¿Cómo sostenerla?

En principio, sostener la presencia del analista en la virtualidad se sostiene en parte encontrándonos para compartir la experiencia del psicoanálisis. 

Nos hemos enfrentado a la pérdida de nuestros consultorios y la pérdida del contacto directo con nuestros pacientes y verlos cara a cara. Como en todo duelo, hay aspectos que son sustituíbles o reparables y otras que no. Lo insustituíble en un duelo nos interpela a arreglárnosla con eso. 

Para todos, la pandemia es una experiencia de castración. Nos enfrentamos ante la ausencia de respuestas satisfactorias por lo que está pasando. Ni las grandes potencias económicas ni la ciencia aún han dado una respuesta por lo que está pasando. Esto implica la castración del Otro y por lo tanto, la castración de todos nosotros. En los tiempos donde abundan las pantallas, notamos que las pantallas que velaban la muerte han caído. Frente a la castración y lo real, lo paradójico es que también podemos comunicarnos en pantallas como las de los celulares, que son hiperabundantes. Estas pantallas se utilizan para acceder a la realidad y para acomodarnos detrás de ellas. ¿Cuál es el lugar de la pantalla en la estructura del sujeto? Esto implica a los analistas reiventar el psicoanálisis, repensando el lugar de las pantallas en la estructura del sujeto.

Cambió la escena.  Ahora, ¿Cambió el semblante del analista? Mi lectura es que no. El analista está y su emblante sigue funcionando, aunque no sin el esfuerzo por parte de analistas y pacientes. Para los pacientes, la pérdida del consultorio es también una pérdida del espacio de su intimidad y muchos están haciendo un esfuerzo para sostener la transferencia.

Ferenczi le escribió a Freud en 1930:
Querido amigo, 
¡Fíjese, empiezo de nuevo por un acto fallido! Recién terminaba de releer su carta, me instalé para escribirle, y he aquí que en lugar del “Profesor” veo de repente al amigo, ahí en el papel, negro sobre blanco. Eso inmediatamente transformó de punta a punta el humor bien deprimido en el cual me encontraba después que recibí su carta; y decidí dejar simplemente al acto fallido su valor de signo de mis verdaderos sentimientos. (...)

Una carta, una superficie sobre la que se escribe, un analista que no está ahí... Y sin embargo, el inconsciente funciona y el analista está, aunque no esté en carne y hueso. ¿Pero dónde está? En el analizante. Para eso, hizo falta antes un tiempo en donde el analista estuvo presente, entonces la tranferencia, cuando está instalada, sigue funcionando. Esa superficie de es carta ¿Es tan diferente de la realidad que tenemos nosotros actualmente con los celulares o las computadoras? Estructuralmente no lo es, porque es una superficie sobre la que se dice y la que se escucha, todos requisitos fundamentales para la práctica analítica. Freud mismo se analizó con Fliess y muchos afirman que Fliess fue de alguna manera un analista que el mismo Freud instituyó allí al contrale sus cosas.

La superficie del sujeto es el yo. Esa pantalla está presente en el sujeto y la presencia del analista no deja de que ella esté. A veces, puede funcionar más como pantalla presente que con el celular. Todos hemos tenido la experiencia de que a partir de la terapia on-line les gusta porque pueden hacer desaparecer la pantalla, paradójicamente habiendo una pantalla. Este no es el caso de todos.

Al hablar del yo, también tenemos que mencionar los registros lacanianos. Lo imaginario, lo simbólico y lo real, en ese orden, es como está planteada este taller. La escena es del registro imaginario. El semblante está en el registro simbólico y la presencia, en el registro real., que también está cuando se habla desde las pantallas. Escena, semblante y presencia tiene un correlato del lado del paciente, que yo llamo la apariencia. Como pareja de la presencia del analista, vamos a tener la mostración, de lo que el paciente muestra sin palabras.

La apariencia es lo que se da a ver, lo que se muestra y es lo que recibimos en los primero tiempos de un análisis. Sabemos que hay un trabajo para que ese paciente se torne en analizante y es un punto en el que fracasan la mayoría de los análisis: un fracaso en el primer tiempo tan importante. Se trata del tiempo de las entrevistas preliminares y donde se juega la cuestión de la apariencia. El paciente también espera recibir del analista. Es un tiempo de testeo, donde el paciente pone a prueba a su analista y es un tiempo donde es importante la manera en la que entra el analista a al análisis.

A veces pensamos que el paciente entra y va a asociar, va a traer sueños e implicarse subjetivamente... No, a todos nos nosotros, desde analizantes, también nos costó llamar al analista y hubo un tiempo de preparación y de aprender qué es un análisis. El tiempo de la apariencia es también un tiempo donde predomina el sentido imaginario, cerrado, ideas prejuiciosas, ideas superyoicas.

Una cosa son los pacientes que ya venían y pasan a la virtualidad, pero otra cosa son los pacientes nuevos que llegan directamente por la puerta virtual. Tal vez esta se quizá se transforme en una modalidad frecuente: no podemos asegurarlos, pero lo cierto es que en otros países ya hay miles de oficinas vacías porque la gente no quiere volver a la presencialidad, ya sea por comodidad, costos, eficiencia, etc. Este es un debate que se está dando en el mundo y es lo que se debate actualmente. Ahora, esto puede tener desventajas, pues al capitalismo solo le interesa abaratar costos. Los pacientes que entran por lo virtual, ¿cómo hacer para entender la escena y ese sentido cerrado que trae el paciente?

En la presencialidad o en la virtualidad, tenemos que estar dispuestos a inventar, a improvisar, a dejarnos tomar por la situación y sus elementos. 

En la apariencia, lo que se juega es el yo. El psicoanálisis lacaniano ha criticado a esta instancia, pero es algo fundamental. Está muy bien que se diga que el yo no es dueño de su propia casa, como dice Freud, pero el yo tiene que estar y es imprescindible para poder vivir y sostenernos en la realidad. Esa pantalla o superficie del yo, cuando falta o es frágil como en el caso de la esquizofrenia, el sujeto queda sin defensas frente a lo externo o a lo interno y vive un sueño estando despierto. El inconsciente lo bombardea permanentemente, pues no hay represión ni algo que le haga tabique. Son sujetos invadidos por miradas, por voces o por la realidad. Por eso hay que darle al yo la importancia que merece en la estructura y no es un objetivo del análisis deshacerlo, sino hacerlo poroso, flexible, que deje pasar el inconsciente y la realidad. 

El yo a veces impide la presencia del inconsciente y llegar al inconsciente del paciente cuesta. Del lado del paciente, él puede sentir que no pasa nada, que habla y que no hay ningún cambio, que su consulta no tiene respuesta. Del lado del analista, puede no saber cómo intervenir o sentir que se aburre (angustia). La magia del analista ahí es vieja: la asociación libre. La asociación libre es explicada por Freud cuando dice que el paciente debe imaginarse sentado en un tren y mirando por la ventanilla y decir en voz alta todo lo que pasa ante sus ojos. El paciente no tiene ninguna obligación de seleccionar lo que pasa ante sus ojos, no filtrar ni elegir. La ocurrencia que aparezca en la cabeza, tiene que decirla. 

Al hablar el paciente, de repente aparece una palabra que resulta extraña, un tono raro, diferente... Una intervención puede ser preguntarle qué se le ocurre con lo que dijo. ¿Qué es lo primero que se le pasa por la cabeza? Esto activa el pensamiento y el aparato cognitivo, que no qeremos que aparezca, porque eso filtra y selecciona. Tiene que ser algo simple, sencillo y espontáneo. La asociación libre cuesta, porque implica liberarse, pero es un entrenamiento que el analista le enseña al paciente y a no trabajar con el pensamiento, sino con lo que se le ocurre. El analista tiene que ver que mientras menos tenga que ver con el tema que está hablando, más disparatada sea la ocurrencia, más valiosa es. El paciente puede sentir vergüenza y ahí hay que escuchar, alentando a que el paciente lo diga como pueda y le salga. Esa es la puerta de entrada a la segunda fase del análisis, que es la del semblante. Antes, el analista no podía escuchar nada porque el paciente no permitía que se viera nada. 

En cuanto el paciente se empieza  aabrir y ve que son importante los sueños, que los actos fallidos no son azarosos y que son valiosos, empieza a funcionar la maquinaria del inconsciente, se puede desplegar el arte interpretativo. Cuando el paciente asocia, el analista no debe hacer ningún esfuerzo porque está ahí servido. Las asociaciones dan la pista por dónde intervenir: a veces es hacer una conexión entre una cosa y la otra y eso ya es una interpretación. 

La etapa del semblante es este momento donde el analista está en el lugar de sujeto supuesto al saber. El analista se constituye como alguien que va a saber, que no va a juzgar y el inconsciente empieza a liberarse y a producir. 

La tercera etapa del análisis, sin pensar en tiempos cronológicos sino lógicos, es la mostración. Es la mostración del objeto al cual el sujeto está ligado, aferrado, fijado. El objeto pulsional al que está atado y eso no se dice con palabras, sino que se muestra. La tarea del análisis es ir construyendo aquello que se llama fantasma. Los pacientes dicen "Le muestro...", "Mire esto...", "Ojo, eh...". Ese es el objeto mirada. En cambio, "¿Se escucha...?", "No le oigo" es el objeto voz. Ambos están en la virtualidad. También puede aparecer el objeto mierda cuando el paciente habla mucho de sus pertenencias, del dinero, del sostén, etc.  O el objeto oral,  que también aparece cuando el paciente busca ser aliemntado, cobijado... En este caso el analista debe cuidarse de no tentarse y no intervenir de una forma que sea fuera de tiempo.

En mis primeros tiempos de analista, un paciente vino insistiendo que tenía un trabajo muy bueno, que tenía mucha plata, que tenía varios autos, una linda casa. Ostentaba permanentemente del dinero que tenía. Yo mordí el anzuelo y le cobré una cifra alta. El paciente no volvió nunca más. Al tiempo, un colega me contó que tomó en análisis a este paciente y él, más advertido que yo, le cobró un honorario normal. Resulta que el paciente tenía una madre sumamente avara, nada de seno ni generosa. A lo largo de ese análisis ese paciente pudo hacer una trasmutación de esa pulsión anal y pasar de ser alguien avaro a ser alguien generoso. Hizo falta que el analista no mordiera el anzuelo de lo que él presentaba como un objeto brillante. Cuando algo se presenta demasiado brillante delante nuestro, hay que desconfiar un poco.

Nosotros debemos construir la relación a ese objeto mostrado y recién al final se va a poder intervenir con esto. Este paciente necesitaban que lo alojaran y ese fracaso significó para mí una gran lección. El éxito de un analista está en aprender de sus fracasos. Está bueno supervisar un paciente que se va para saber por qué se fue, qué pasó ahí. 

Caso clínico: "La cenicienta"
Una paciente consulta luego de haber recorrido unos cuantos análisis. Consulta por una gran angustia desbordante, que se manifiesta como una gra dificultad para los lazos sociales, tener pareja, amigos. Está sumamente encerrada. Cuenta una historia de mucho sufrimiento. Ella era la hija menor de un matrimonio que tenía otras dos hijas y donde ella es la menor, con mucha diferencia de edad. Ella viene a ocupar un mal lugar en esta famlia, porque no era esperada y tiene un lugar de Cenicienta: un lugar de sumisión, encargarse de las tareas más pesadas de la casa, de usar la topa rota de las hermanas. 

Sin embargo, ella es muy lúcida y culta y gracias a su yo fortalecido pudo sobrevivir. El yo ayuda muchas veces a sobrevivir a situaciones muy extremas, armándose ella una pantalla para defenderse de esa realidad. Ella logró avanzar, pero sabemos que lo rechazado retorna y en algún momento tuvo que encontrarse con la tarea de revisar todo lo doloroso que había reprimido sobre su infancia. Acá la angustia tiene un gran valor como señal en el yo. El yo es el almácigo de la angustia y el yo la registra como señal de que algo no va bien. Es por eso que para los analistas la angustia es un faro.

En este caso, la angustia era desbordante. La el modo en que la paciente relata su historia es muy caótica y la va presentando como piezas aisladas de un rompezabezas, sin conexión entre sí. En estos casos, hay que tener paciencia y no apresurarse en comprender que una parte iba con la otra. Ningún paciente viene con la historia clínica armada para que nosotros los entendamos. 

Simultáneamente, en la transferencia comenzó a suceder que su malestar iba en aumento a medida que ella iba armando su historia. Esto es contrario a lo que uno espera. Aquí el dolor y la angustia iban en aumento y empezó a centrarse en la transferencia. Aquí está la segunda parte del análisis, el semblante del analista. Yo empecé a sentir que era una especie de torturador que la obligaba a contar cosas horribles de su vida. Me sentía culpable, un abusador, un maltratador. Abuso y maltrato eran los significante de su historia, por eso me ubicaba en ese lugar. Esto fue en aumento hasta que la situación se volvió muy preocupante. Ella se quejaba del análisis, de la transferencia, de que ella se iba mal. Le dije "Esta va a ser tu última sesión. De esta manera no te voy a seguir atendiendo, porque yo trabajo para ayudar a las personas y vos me estás diciendo que esto te está haciendo peor, que cada vez estás peor". Ella se quedó sumamente sorprendida. Se trata de un semblante de enojo y de corte, No fue actuada ni calculada, en parte respondía a algo real que pegaba en mi cuerpo. Cuando un analista se siente desbordado por una situación, tiene que intervenir y no dejarse desbordar, sino empieza a actuar de otra manera. Esta intervención fue un riesgo, pero ella escuchó que no había una situación de odio o rechazo hacia ella, sino que había algo en ella que era excesivo. Esto hizo un cambio radical en la transferencia.  

Vino un tiempo de trabajo analizante de ella muy importante, de traer sueños e ir armando la historia pero apuntando al saber, ya pudiendo escuchar lo del sufrimiento. Por un tiempo, la cosa funcionó bien. La pandemia hizo que tuviéramos que pasar a la virtualidad. Toda la apariencia que ella mostraba era de alguien sufrido, como si fuera poca cosa y sin recursos, cuando los tenía, aunque no podía acceder a ellos.

En una de estas sesiones virtuales, en la casa de ella sonó insistentemente el timbre, al cual al principio no le prestó atención. Fue a atender y estando fuera de pantalla, logré escuhar una escena con quien luego me enteré que era el electricista, que había llegado en un momento fuera de lo previsto. Lo que se escuchaba era que ella despachó al electricista con mucha firmeza, diciéndole que vuelva mpas tarde. Vuelve a la sesión con cara de cenicienta y le marco cómo despachó al electricista. Esto nos tentó de risa a ambos y esto cambió la situación, pues pudo empezar a mostrar como esto de mostrarse como la pobrecita era una apariencia que a ella le servía mucho también. 

Luego de esto conoció a una persona por internet y contrariamente a lo que habían sido sus relaciones previas, donde ella quedaba en un lugar de sometimiento y sumisión frente al hombre, paso algo diferente con esta nueva relación. Pudo empezar a jugar con la sumisión en lo sexual, haciéndose amar por este hombre. Además, mi semblante de maltratador pasó a ser semblante de ideal. Todo esto de la sexualidad ella no podía decirlo ante mí porque le daba vergüenza. Una vez ella me marca que tenía una alianza. Le dije que siempre la tuve y ella me pregunta si estoy casado, si tenía hijos, cuántos tenía... Yo le iba a responder, pero ella pidió que no le dijera nada, que era importante para ella no ocultarse como hacen todos los analistas. Los analistas de niños están muy acostumbrados a estas preguntas y en este caso yo entendí que era importante responderle. Es a partir de eso que ella pudo empezar a contar todas esas escenas eróticas que se jugaban en su fantasía y que pudo poner a jugar con esta pareja. En algún momento ella pudo confesar, con mucha vergüenza, que sentía cierto goce por ser humillada por el otro.

Pregunta: ¿En qué casos las intervenciones tienen que apuntar a fortalecer el yo?
G.S.: El yo se fortalece cuando nosotros podemos ubicar al sujeto y su lugar deseante. Cuando escuchamos en un sueño, podemos ubicar una serie de cosas, como el aspecto deseante en el sueño. El tema es que el yo le dé más lugar al sujeto y eso fortalece al yo, en términos del psicoanálisis: que el sujeto confíe en el inconsciente, reconociendo lo subjetivo deseante. Cada vez que marcamos un paso, una salida de la inhibición, una superación de síntoma remarcado, el yo va tomando esas cosas.

Pregunta: ¿Es más débil la transferencia por medios virtuales?
G.S.: No se pueden hacer generalizaciones, pero diríamos que no. Muchos pacientes dicen que no quieren saber nada con la tecnología. O que extrañan el consultorio, que no es lo mismo... A veces hay que inventar y buscar maneras de que el paciente asocie. Hay que tener una actitud muy activa los primeros tiempos.

Pregunta: ¿Qué diferencia hay entre la atención virtual con imagen o solo llamada?
G.S.: Hay que utilizar todas las herramientas de la tecnología que se tengan. El teléfono de línea también está ahí. La voz es importantísima y hay muchos que prefieren la llamada telefónica. 

Fuente: Taller Clínico Virtual en la Institución Fernando Ulloa  "Presencia del analista ¿Cómo sostenerla a través de la virtualidad?" a cargo del Dr. Gustavo Szereszewski del sábado 5 de septiembre de 2020.

miércoles, 2 de septiembre de 2020

Resistencia a la terapia on-line

Por la pandemia de COVID-19 y las dificultades que ésta trajo para el encuentro presencial, la sesión on-line o telefónica fue la única manera de conservar los espacios terapéuticos. 

Ahora, la implementación de tecnologías no fue sin una nueva modalidad de resistencia on-line y rápidamente aparecieron aquellos pacientes con dificultades con esta nueva forma de tratamiento. Dicen que les resulta demasiado original y complicada porque el límite de su casa no les permiten hablar con tranquilidad. Para ellos, la cuarentena es también la de no hablar, porque hablar sería justamente hablar lo que están viviendo dentro de su casa. Una suerte de infidelidad recorre la espalda de muchos pacientes: se sienten escuchados dentro de su casa, alegan con razón que no tienen suficiente intimidad. El analista pregunta si no hay baño, si no se puede salir al palier, los modos creativos de hablar para no ser escuchado y sobre todo para que no suponga la posibilidad de ser escuchado.


Hay que escuchar muy bien cuando alguien dice "no tengo lugar", más allá de la cuestión imaginaria del tema habitacional. Si el analista tolera los tiempos del paciente pacientemente y puede introducir la pregunta, probablemente descubra que el paciente no tiene un lugar... por fuera del lugar desde el que habla como pareja, madre, padre, trabajador, etc.

El deseo no se pone en cuarentena
El joven H., que había suspendido sus sesiones de terapia desde el comienzos de la cuarentena, solicita dos meses después reanudar el tratamiento con su analista, angustiado a partir de un episodio. H. relata lo sucedido: él estaba en su casa preparando un almuerzo junto a su familia -esposa e hijo pequeño- para unos tíos y primos que irían a visitarlo. Ante la falta de bebidas, H. sale a comprar y en el pasillo del edificio, esperando el ascensor, una vecina "que está loca" lo saluda. Tras unas pocas palabras, ella le mira la entrepierna y tras hacerle un comentario sexual, le agarra el pene por encima del pantalón de jogging. H. se queda paralizado, no dice nada pero responde con una erección y ella lo sigue tocando hasta que llega el ascensor. H. se mete solo, baja y sale del edificio. Hace las compras, vuelve a su casa y la escena familiar prosigue normalmente.

A partir de lo ocurrido con la vecina, H. empieza a cuestionar la falta relaciones sexuales con su esposa durante la cuarentena, pregunta que antes de la escena del pasillo estaba ausente. Sobre eso, H. cuenta que ambos están muy cansados por el trabajo, los hijos, la limpieza de la casa y que el día pasaba sin un momento de intimidad para la pareja. H. hace un chiste: "En cuarentena, la cama es para dormir y el pito es para mear". Lo que la vecina loca le vino a recordar a H. es justamente otra cosa: hay un espacio por fuera de la casa y fuera de ese espacio, el pito funciona. ¿Cómo volver a introducir al deseo, para que no quede en el pasillo?

Finalmente, queda preguntarnos por qué intervenciones son posibles ante la falta de lugar. No hay recetas universales, es la creatividad del analista tomando cada caso en particular. En un caso supervisado, el analista propuso la posibilidad de tener sesiones por e-mail para un paciente que vivía en ambiente con su pareja. El paciente aceptó y le redactaba e-mails a su analista, que nos recuerdan a la correspondencia de Freud con Fliess. En el trabajo con las cartas de ese paciente, particularmente, se notaba un mayor cumplimiento de la asociación libre, de la que David Nassio cataloga más bien como hablar de aquello de lo cual que uno preferiría no hablar.

domingo, 10 de mayo de 2020

El rechazo de algunos pacientes a la atención on-line

Con el COVID-19, la discusión de si un tratamiento vía telefónico o plataformas on-line era o no eficaz dio un vuelco inesperado: con el confinamiento, esta fue la única modalidad aceptada. ¿Qué fue lo que vimos? Que algunos pacientes adoptaron el cambio; otros, decidieron suspender los trartamientos con más o menos explicaciones.

Según una encuesta que realizaron en Psicólogas y Psicólogos de Argentina, que contó con una nutrida cantidad de votos, entre el 60 y el 70% de los Pacientes no aceptan la atención on line. Patricio Leone, moderador de ese grupo, explicita las que para él son las 5 razones para esa negativa:

1) LA CULTURA DE LO PRESENCIAL
En Argentina, "ir al Psicólogo" es una especie de ritual.
Es reservarse el espacio, tomarse un rato antes y un rato después de la sesión, en muchos casos caminata o bar mediante, es movilizarse hasta el Consultorio mientras se piensa "de qué voy a hablar", y compartir un espacio físico.
La corporeidad del Terapeuta, para muchos Pacientes, es la garantía de la eficacia y la profundidad de la sesión.
Les permite conectarse emocionalmente desde el minuto cero, desde el saludo, y esa corporeidad también los sostiene cuando sobreviene un alud de angustia.
Para esos Pacientes, el celular o la PC son "fríos, superficiales, impersonales".
Al mejor estilo de Alejandro Sanz, su explicación de cabecera es "No es lo mismo".
2) ECONOMÍA
En sentido estricto, no es que se nieguen a la atención on line, sino que la Pandemia y su malévola socia, la Cuarentena, los han destrozado económicamente, y no pueden solventar su tratamiento.
Queda la incógnita de que sucedería si se les ofreciera atención presencial.
En unos días lo sabremos.
A prepararse.
3) TECNOLOGÍA
Muchos somos hábiles en el manejo de las nuevas tecnologías, pero hay millones, literalmente, que no logran apropiarse de ellas, y las rechazan o les temen.
Les cuesta pensar en una videollamada, y ni que hablar si deben descargarse una App.
La respuesta es una negativa tajante.
Tampoco manejan las vías electrónicas para transferir dinero, no tienen home banking, y no quieren incumplir con el pago de las sesiones.
4) PRIVACIDAD
Muchos pasan la Cuarentena con sus familias, parejas o amigos, en departamentos pequeños o que tienen paredes de papel.
Al inicio de la Cuarentena, un Paciente mío fue tajante.
"Vivo en un monoambiente con mi novia, y quiero hablar de ella, pero la tengo a dos metros. Cómo hago?"
Antes de que me pregunten, el baño no era opción.
"La escucho pasarse el cepillo de dientes. Imposible".
No, tampoco tiene auto.
5) CONECTIVIDAD
Aunque parezca una pavada, muchas personas tienen una calidad de conexión muy pobre.
La imagen se pixela, se congela, el a-u -dio sa -le to do en tre c- -tado, y uno se siente un egiptólogo intentando descifrar lo que dice el Paciente.
Un "estuve con dolor de muelas" puede ser confundido con un "quería avisarte que termino esta sesión y me suicido".
Y disparar un protocolo de urgencia.
El pasaje de la atención presencial a virtual no es mecánico ni lineal.
Y también incluye resistencias del lado del Terapeuta que serán motivo de otro post.

¿Qué podemos agregarle a esta clara observación? Por empezar, que no hay respuestas polares ni universales a la tan trabajada pregunta sobre la modalidad presencial o digital. La crisis del COVID-19 demostró que no puede decirse "para todos sí, para todos no"; hay que ver el caso por caso. De hecho, una solución al extenso debate podría ser considerar a la terapia on-line como una pauta del encuadre, que el profesional podría determinar de acuerdo a las características fundamentales del caso.

Otra cuestión a tener en cuenta, más allá de las acertadas observaciones del profesional sobre la terapia on-line, es cómo el confinamiento incide en la vida psíquica en cada caso. Es cierto que antiguos pacientes dados de alta han vuelto a sus espacios analíticos, pero no todos parecen estar sufriéndolo con la misma intensidad. Por ejemplo, ciertos pacientes fóbicos podrían beneficiarse de no tener que salir de su casa. Si la realidad tironeara al yo en el mismo sentido que su superyó, ¿podría hablarse de la misma economía sintomática? Algunos pacientes han obtenido un alivio sintomático de todo esto, cosa que no es nueva y ya se ha documentado en otros momentos de crisis. Por supuesto, el encanto de recluírse en la cueva del oso no durará por siempre y la primavera del mundo que viene requerirá de respuestas distintas a quedarse en casa o hacer videos de Tik Tok.

sábado, 2 de mayo de 2020

La sexualidad en tiempos de COVID-19 en adultos, adolescentes y niños.

Dijimos que la sexualidad no tenía que ver con las relaciones sexuales, sino con los goces que llamamos sexualidad, que a su vez tiene variables. Si seguimos la propuesta de que la sexualidad no persigue un objeto natural, hay otros objetos viables posibles. 

• ¿Qué está pasando en la cuarentena?
• ¿Qué del encierro y la sexualidad de los padres, en el síntoma del niño?

La posibilidad de no quedarse en fijación a un determinado goce en los padres está dada por el hecho de poder abrir canales de goce más allá del objeto de fijación. Cuando hablamos de discontinuidad de goce, quiere decir que en lugar de gozar de lo mismo, se puedan abrir otros goces. Cuando una madre, por ejemplo, se va a trabajar o hace otra cosa quee star pegado al cuerpo de su hijo, está abriendo canales de goce.

Al encontrarnos cuarentena, una de las cuestiones que se nos impuso fue la privación de muchos canales de goce, que antes teníamos habilitados. Desde salir a caminar a la plaza, hasta encontrarnos con amigos, distintas salidas, hacer cursos... La privación de estos canales de goce, en muchos casos, no trajo la apertura de nuevos canales, porque no es sencillo. Esta privación vertiginosa y restrictiva nos introdujo en una situación prácticamente traumática. Fue la irrupción de un real al cual no teníamos representación imaginaria ni descripción significante o términos simbólicos para poder bordearla. Al irrumpir, desestabilizó. La inmicción de lo real sobre lo imaginario produce efectos de irrealidad y francas desestabilizaciones del tiempo y el espacio. Los ritmos empiezan a desdibujarse, que antes estaban marcados por ciertos espacios de goce. 

Junto con el encierro de los canales, vemos que lo que se ha producido es el cierre de canales exogámicos. Entonces, la regresión a los canales de goce conocidos está a la orden del día. Más allá de que se diga humorísticamente, se está hablando de cómo se va a engordar, en referencia a los que cocinan y comen de más. Hay niños más gorditos.

Los padres también suelen mencionar las horas que los niños pasan delante de las pantallas sin discontinuidad. Los padres se quejan de que sus hijos no se logran concentrar en las tareas de las escuelas. Para poder concentrarse en un objeto, es necesario quitarla de otro: si no hay resto de goce escópico, habrá problemas de atención. 

Se han reportado casos de niños que se han vuelto a hacer pis. Lacan dice que la enuresis es la identificación imaginaria del niño a la impotencia del padre, lo cual es una generalización. Habla, de algún modo, de la dificultad del niño de pasar de ser el falo de la madre a tener el falo. Si la madre lo toma de objeto para calmar su angustia o calmar el deseo metonímico de falo que ella tiene, es frecuente que aparezca la enuresis como síntoma. Hay algo de la sexualidad de la madre, pegada las 24 horas con los hijos, niños que pasan nuevamente a la cama con los padres... Frente al cierre de los canales exogámicos, se produce cierta retracción a los canales de goce anteriores, más endogámicos. 

Los adolescentes han encontrado refugio ante la salida del encuentro exogámico con los cuerpos, pero están con otros síntomas. Están aburridos, lo cual quiere decir que están en un tiempo de la subjetividad donde no se pueden encontrar con la falta y encontrar el deseo, y también se encuierran en sus cuartos para delimitar espacio y tener algún tipo de intimidad. Se conectan mucho como lo venían haciendo: a través de las pantallas. Los adolescentes se encuentran abriendo canales de goce exogámicos y de repente se les cerraron y tienen que quedarse en la casa. 

Para poder sostener los canales de salida y no encerrarnos en los goces endogámicos, es importante estar conectado a los otros para poder seguir conectados a nuestro deseo. Recordemos que el deseo es un concepto de suma importancia que depende de la pérdida de goce. Este es un momento de mucha importancia para estar conectados con los otros y no quedar encerrados en los canales de goce endogámicos, primarios y regresivos, que nos dejan aislados de nuestro propio deseo.

Los canales de goce se abren mediante el intervalo. El intervalo implica interrumpir la cntinuidad de goce. Los ritmos, la introducción de presencia-ausencia del objeto es fundamental. Por ejemplo, cuando uno atiende on-line, se produce y no se queda en pijama todo el día, porque en el encuentro con el otro se pierde cierto goce. Cada vez que nos vestimos para una reunión, lo hacemos de acuerdo al lugar donde vamos. El encuentro con los otros discontinúa el goce endogámico. Se pierde un goce para acceder a otro. Es importante, entonces, introducir el intervalo. No podemos sostener que ya no importa la hora, que me pongo cualquier cosa por la comodidad... 

Introducir intervalo es la condición para poder interrogar qué hacer con ese vacío. Por ejemplo, hay cosas que uno quería hacer y las postergó. Hay que ver en cada caso qué le permite reencontrarse con su deseo. 

• ¿Qué es lo que se abre como salida ante la continuidad de quedarse?

El hashtag #QuedateEnCasa está muy bien, pero el deseo no puede quedarse. El detenimiento del deseo trae aparejado las depresiones fuertes que de algun modo ya están sobrevolando, porque estamos en un tiempo de duelo. No podemos acceder a los objetos que nos daban goce -no solo a los objetos que daban amor- como las parejas, nietos... La soledad es agradable ante la promesa del encuentro, pero la continuidad de soledad no.

Se ha visto pacientes que no quieren continuar con los análisis por la vía on-line e interrumpieron análisis, que parece que responden a cierta estructura fóbica. El encierro les funciona como tranquilizador, entonces en algunos casos les ha servido. En los niños, el incremento de síntomas fóbicos está relacionado con lo mismo que les produce el pis: una regresión en relación al encierro con el Otro. Entonces, arman síntomas de orden fóbico para delimitar el espacio, que en muchas ocasiones es muy limitados.

Una paciente le dijo a su analista que no podía tener las sesiones porque no tenía lugar dónde hablar, porque estaba permanentemente con los hijos y el marido. La analista, que no se quedó en eso, le preguntó si había algún lugar donde estuviera sola y la paciente le dijo que en el baño. En la sesión ellas descubren que la paciente no podía hablar porque no tenía lugar... fuera del de madre o esposa. El analista tiene que escuchar todas estas cosas, que no se quede en cuestiones de espacio y de tiempos reales.

Fuente: Notas de la conferencia de Alba Flesler, el 21  abril de 2020 - Centro Dos

sábado, 25 de abril de 2020

Sobre la atención a distancia

Quienes trabajan con el deseo de que lo que hacen sea psicoanálisis se han venido planteando la pregunta sobre la posibilidad de reemplazar la atención en el consultorio por la telefónica o a través de otros medios que ofrece Internet. El tema no es nuevo, pero en estos días se hace muy presente debido a las restricciones que impone la cuarentena.

Especialmente entre profesionales que prestan servicios en sistemas de salud, prepagos o públicos, la situación excepcional que vivimos hace patente que en las condiciones de tratamiento pactadas no hubo posibilidad de que el profesional decida, entre otros aspectos, la frecuencia ni el costo de las consultas considerando sólo las conveniencias del caso, como es deseable. Lo más grave de la cuestión en las actuales circunstancias es que lleva a negar lo elemental, que es la posibilidad del paciente de hablar y ser escuchado por aquél que eligió para que lo atienda y que asumió la responsabilidad de hacerlo.

En momentos críticos como éste, cualquiera sea el sistema de salud en el que se trabaja, debe favorecer que los pacientes se comuniquen por el medio que sea con los profesionales que los asisten. Es errado pensar que no se puede tener una buena comunicación por teléfono capaz de disminuir angustias y encarar situaciones difíciles cuando no hay posibilidades razonables de ir a un consultorio. Se requiere, no obstante, un examen detenido de las varias cuestiones a considerar en lo que a la dirección del análisis se refiere, algo que difícilmente puede avanzar en la urgencia.

Fuente: Raúl Courel (2020) "Sobre la atención a distancia".

domingo, 12 de abril de 2020

Elogio de la angustia en tiempos turbulentos


Estas breves reflexiones surgen de un cruce entre los desarrollos que Freud realiza respecto de la angustia, y las circunstancias actuales en la que nos encontramos con diferentes manifestaciones de nuestros pacientes, ante la incertidumbre que surge como producto de la pandemia.


¿Qué lugar le damos a la angustia o como dice Freud, al desarrollo de angustia, frente a una situación que es sentida como de peligro?

Frente a una situación que es percibida como potencialmente peligrosa, surgen diferentes afectos como miedo o terror, que se manifiestan ante una determinada amenaza o situación traumática.

En relación a esto Freud dice que “Terror, miedo, angustia, se usan equivocadamente como expresiones sinónimas; se las puede distinguir muy bien en su relación con el peligro.” Y agrega que “el miedo requiere un objeto determinado, en presencia del cual uno lo siente; en cambio, se llama terror al estado en que se cae cuando se corre un peligro sin estar preparado: destaca el factor de la sorpresa.”

¿Qué mecanismos psíquicos se ponen en marcha frente al miedo y al terror?

Tal vez intuitivamente, si preguntáramos a personas que nunca se han analizado ni tenido contacto con un analista, obtengamos como respuesta argumentos como: “no hay que pensar en eso”, “Hay que pensar en otra cosa”, “Mantenerse ocupado”, “Mantener la mente ocupada para no pensar” y toda una serie de argumentos destinados a “evitar” la emergencia de estos sentimientos.

Son técnicas de represión o sofocación de los afectos que requieren de la intervención de esa instancia punitiva que conocemos como Superyó. Esto lleva a un reforzamiento del Superyó que, sabemos, no es gratis. El Superyó cuando el sujeto cede en su deseo acudiendo a su protección, “se las cobra” generando culpa en lugar de abrir interrogantes o reflexiones.

El Superyó se maneja con certezas, con signos, no con significantes. A diferencia del signo, el significante permite una deriva asociativa. Pero mientras más satisfagamos las exigencias del Superyó, lo que haremos es “engordarlo” y entonces, vorazmente, esa instancia va a pedir más y más, asfixiando al sujeto.

¿Cuál es la propuesta desde el psicoanálisis frente a estas respuestas espontáneas que intuitivamente recurren a mecanismos “listos para usar” ineficientes y perjudiciales?

Aunque parezca extraño y contradictorio, el afecto que viene a prepararnos frente al miedo y al terror, es… la angustia.

En nuestra cultura actual, la angustia tiene mala prensa y se lo mete en la bolsa de gatos como un afecto que, junto al miedo y al terror, hay que desterrar.

Pero la angustia es otro afecto que el miedo y el terror.

Nos dice Freud: “La angustia designa cierto estado como de expectativa frente al peligro y preparación para él, aunque se trate de un peligro desconocido.

Esto que Freud llama “apronte angustiado” es la posibilidad del aparato psíquico de abrir un espacio de pregunta y trabajo psíquico frente a aquello que no se entiende, que representa una pregunta sin respuesta frente a la incertidumbre, frente a la imposibilidad transitoria de lo que llamamos “momento de concluir” como cierre a alguna cuestión.

La angustia, frente al “instante de la mirada” que puede producir una situación de “shock”, abre en cambio otro tiempo que es de suma importancia para todo devenir de una elaboración psíquica posible frente a lo traumático.

Ese otro tiempo del que hablamos se llama “tiempo para comprender. ”El “tiempo para comprender” y la angustia van de la mano. La angustia es el signo de ese tiempo para comprender.

Por eso si eliminamos la angustia, también estamos eliminando ese tiempo indispensable para que un trabajo psíquico sea posible.

Ese trabajo psíquico, en palabras de Freud, consiste en la ligazón de representaciones que permiten una circulación de las cargas libidinales depositadas en ellas y esto abre a la dimensión de la asociación que por ejemplo vemos representada en el trabajo del sueño.

Lo interesante de este trabajo psíquico es que va apareciendo una contracarga frente a lo que en “Más allá del principio de placer” Freud designa como la repetición demoníaca de lo idéntico.

Frente al retorno de lo mismo, compulsión de repetición que se presenta como una carga demoníaca que instala certezas que alimentan al Superyó, el trabajo asociativo que se produce en un análisis, “deriva” estas cargas libidinales hacia circuitos que tienen que ver con la creación, la producción, el amor y la sublimación.

Ahora supongo que algún lector puede plantear la pregunta sobre la angustia como causante ella misma de un trauma psíquico.

Freud nos dice: “No creo que la angustia pueda producir una neurosis traumática; en la angustia hay algo que protege contra el terror y por tanto también contra la neurosis de terror.

Es decir que la angustia es protectora porque, como manifestamos antes, va asociada al “tiempo para comprender” en el que se produce el trabajo psíquico.

En términos freudianos esto produce una sobreinvestidura libidinal de las representaciones potencialmente traumáticas y esto tiene un efecto antiestímulo frente al agente dañino.

Freud en Más allá del principio de placer destaca: “Descubrimos, así, que el apronte angustiado, con su sobreinvestidura de los sistemas recipientes, constituye la última trinchera de la protección antiestímulo.”

¿Cual es el factor decisivo frente al encuentro con una situación traumática?

En toda una serie de traumas, el factor decisivo para el desenlace quizá sea la diferencia entre los sistemas no preparados y los preparados por sobreinvestidura.

La diferencia entre los sistemas preparados y los no preparados por sobreinvestidura, son dependientes del trabajo psíquico con la angustia y el saber-hacer con ella.

Finalmente, una reflexión acerca de los tiempos que nos tocan vivir, respecto de la posibilidad de atender a nuestros pacientes por vías virtuales que no pueden eliminar la distancia entre nuestros consultantes y la presencia del analista cuya presencia real (y no sólo simbólica e imaginaria) es insustituible.

Respecto de esto recordé que Freud, hablando de las resistencias de nuestros pacientes, causadas por la insatisfacción y provocadas por la abstinencia a responder a la demanda de amor que la ética psicoanalítica nos recomienda, introduce la palabra “subrogados”.

Los subrogados son formaciones sustitutivas de las que nos valemos para “acortar” esa distancia que las circunstancias nos imponen.

En palabras de Freud:
Ya he indicado el importante papel que corresponde a la persona del médico en la creación de motivos destinados a derrotar la fuerza psíquica de la resistencia. En no pocos casos, (…) la colaboración de los pacientes pasa a ser un sacrificio personal que tiene que ser recompensado mediante algún subrogado del amor. Las fatigas y la amistosa tolerancia del médico tienen que bastar como tal subrogado.

Freud, Sigmund. Estudios sobre la histeria. Sobre la psicoterapia de la histeria.

Fuente: Gustavo Szereszewski (Abril 2020) "Elogio de la angustia en tiempos turbulentos"

viernes, 23 de agosto de 2019

Psicoanálisis 2.0: ¿se juega la transferencia por Skype?

Por Sergio Zabalza
Cada vez resulta más común escuchar que se llevan a cabo consultas y tratamientos psicoterapéuticos por video llamadas. El dato merece atención habida cuenta de que tal modalidad interroga los conceptos fundamentales en que se asienta la práctica psicoterapéutica y, en especial, el psicoanálisis.

Examinemos por caso la transferencia, ese resorte capital de la maniobra analítica. Todo tratamiento se sirve del amor y saber con qué el paciente inviste al terapeuta. Freud no tiene ambages para caracterizar esta maniobra como una “estafa”. Es que mientras una persona consulta con la esperanza de que el analista encuentre una solución a sus problemas, éste no hace más que desviar la demanda  que se le dirige. Así, los nuevos y diversos sustitutos, que en ese lugar vacante aparezcan, serán indicadores de los fantasmas que agita aquella demanda impenitente.

Ahora bien, si durante una sesión “normal” el paciente está en un diván y de espaldas al analista. ¿Cuál sería el problema con llevar adelante la sesión por Skype, situación que de por sí neutraliza la atracción o rechazo que el cuerpo del analista imprime con su presencia?


Bien, creo que esta es la principal objeción: un tratamiento por medios electrónicos carece del obstáculo que encarnan la actualidad de los cuerpos. Y en psicoanálisis no se trata de eliminar el obstáculo, sino de ponerlo a favor del tratamiento, de hacerlo hablar. Tanto es así que Freud, al describir el lazo libidinal que se establece con “la persona del analista”, plantea una neurosis de transferencia[1]; esto es: el padecer que trae el paciente al tratamiento se desplaza a la relación con el analista y es allí donde se resuelven los síntomas.

Por ejemplo, en su texto Tributo a Freud[2], la escritora Hilda Doolittle cuenta que el hilván transferencial de su tratamiento con Freud pasaba por su padre –fallecido tras conocer la muerte de su hijo en la guerra de 1914– y también por su amigo, el famoso escritor D. H. Lawrence. Según la autora, Freud “Dijo que suponía que mi padre había sido un hombre frío”[3]. En consecuencia, el Profesor se sirve de los beneficios que le presta su viejo y sabio semblante: le trae una manta gruesa para el diván, la cita para marzo en vez del febrero invernal y, luego de alabar la delicadeza de su voz, remata: “después de todo, tengo setenta y siete años”[4]

Sin embargo, al promediar el tratamiento, el “Profesor” concluye que esta paciente ha sufrido demasiadas pérdidas como para estar dispuesta a entregar su corazón. Entonces, la paciencia se acaba y sobreviene la sorprendente intervención: “El golpeaba sobre mi almohada o sobre la cabecera del viejo diván sobre el que yo estaba extendida. Estaba enojado conmigo”[5]. Decía: “El problema es –yo soy un hombre viejo– que usted no cree que valga la pena amarme”[6]

Es probable que la reacción de Freud se debiera a la detención de las asociaciones, signo inequívoco de que las resistencias habían tomado cuerpo en la persona del médico[7]. En otros términos, Freud sospecha que el obstáculo en este tratamiento es la identidad entre amor y muerte que él mismo –por su avanzada edad–, encarna en el fantasma de la paciente. Lo cierto es que después de este enojo, el analista dejó de ocupar el lugar de la finitud para jugar esta vez como el “partero del alma”[8], semblante más acorde al real compromiso que ahora la paciente adoptaba en el trabajo analítico.

No debe ser casualidad, entonces, que en el capítulo dedicado a la “presencia del analista” durante el seminario de los cuatro conceptos, Lacan hable del “juego de la transferencia”[9]. Es que, tal como en un análisis con niños –en el que sería impensable un tratamiento por Skype– todo tratamiento se sirve de la alternancia de presencias y ausencias.

Para decirlo todo: si lo que “no cesa de no suceder” en el Fort Da ilustra que la causa está perdida, ¿puede tomar cuerpo un análisis sin el obstáculo que generan las demandas actualizadas por la presencia del analista?

Aporto algunas opiniones: en el ejercicio de la medicina, toda práctica terapéutica está regida por la objeción a que el médico se sirva del poder que le otorga su lugar y saber con el fin de seducir al paciente u obtener favores, prohibición que no deja de ser una limitación moral, de alguna manera, exterior al levantamiento de los síntomas.

Sucede que en psicoanálisis, en cambio, el imposible ético que encarna la abstinencia del analista es el resorte esencial de la cura. Por eso, sin la atracción que aporta la actualidad de los cuerpos –la cual se juega de mil maneras distintas según la singularidad del paciente–, la efectividad del tratamiento se ve amenazada.
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Referencias:
Sigmund Freud, “Recuerdo, repetición y elaboración” en Obras Completas, trad, López Ballesteros: “Cuando el paciente nos presta la mínima cooperación, consistente en respetar las condiciones de existencia del tratamiento, conseguimos siempre dar a todos los síntomas de la enfermedad una nueva significación basada en la transferencia y sustituir su neurosis vulgar por una neurosis de transferencia, de la cual puede ser curado por la labor terapéutica”
Hilda. Doolittle. Tributo a Freud, Argentina Shapire, 1979.
Op. Cit. 186
Op. Cit 169
Op. Cit. 167
Op. Cit. 167
Sigmund Freud, “Sobre la dinámica de la transferencia” en Obras Completas, A. E. tomo XII, pag. 101:  “Si algo del material del complejo (o sea, de su contenido) es apropiado para ser trasferido sobre la persona del médico, esta trasferencia se produce, da por resultado la ocurrencia inmediata y se anuncia mediante los indicios de una resistencia – por ej. mediante una detención de las ocurrencias-“.
Hilda. Doolittle. op cit. pag. 167
Jacques Lacan, El Seminario: Libro 11, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, Buenos Aires, Paidós, 1984, p. 131.
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Fuente: Zalabza, S. (2014, enero 2). ¿Se juega la transferencia por Skype? El Sigma. Recuperado a partir de http://www.elsigma.com/columnas/se-juega-la-transferencia-por-skype/12672

martes, 20 de agosto de 2019

Psicoanálisis on line.


El psicoanálisis también es posible por correo electrónico o mediante Skype, sostiene el autor, y relata casos desarrollados por estos medios. La razón de efectuar un análisis por esta vía no se reduce a la distancia física, ya que también puede responder a “rasgos propios de esos pacientes”.
 Por Sergio Rodríguez *

Traté y trato pacientes que, por vivir muy lejos –en localidades distantes de la ciudad de Buenos Aires o en el extranjero–, no tienen otras posibilidades para analizarse que hacerlo, en su totalidad o casi, on line: algunos por correo electrónico, otros por Skype, con voz e imagen. También algunos análisis presenciales han requerido de esa tecnología, no por distancia, sino por rasgos propios de la forma de subjetivación de esas personas. Excepto alguna situación, no he llevado adelante este tipo de tratamientos por teléfono. En todas, el trabajo presencial ha tenido algún lugar, mayor o menor.

Observé que analizar mensajes electrónicos facilita la lectura a la letra. Pero también dificulta, al estar ausentes expresiones de sentimientos como gestualidades, tonalidades de voz o cambios en la temperatura de la piel perceptibles en el apretón de manos o en el beso del saludo. Por Skype, sí se perciben elementos de la gestualidad y sus componentes, aunque no las temperaturas. En mis pocas experiencias telefónicas advertí que se alcanza a trabajar con indicios aportados por las tonalidades de voz y sus cambios según lo que se enuncia.


Psicoanalizo a Roberto desde hace más de veinte años. Como suele suceder en muchos análisis, hubo interrupciones. Por vacaciones mías o de él, por resistencias de él o mías. Roberto nació en una familia modesta de campo, que al poco tiempo se trasladó a una ciudad chica. Desde que se casó, vive en un pueblo de otra provincia. Llevó a cabo sus estudios universitarios en la ciudad de Córdoba. Recibido de médico y recién casado con una profesional de otra profesión, se trasladó a su residencia actual. Tuvieron dos criaturas. No mucho después del nacimiento de la segunda, fuertes desavenencias, sexuales, sobre la vida hogareña y otras, los llevaron a separarse. En esa crisis, Roberto comenzó a analizarse conmigo. Venía a la Capital Federal cada quince días y hacíamos dos sesiones. Estaba muy abatido por la decisión tomada, a pesar de que había sido quien apuró el corte. Extrañaba mucho el hogar y las criaturas. Pasado cierto tiempo empezó el análisis propiamente dicho. En 1989 apareció y se extendió Outlook, y algún tiempo después comenzamos a usar correos electrónicos. Las sesiones presenciales se espaciaron. Se mantuvo de mi parte la regla fundamental de asociar libremente, agregándole la prohibición de borrar o modificar lo escrito. Con el tiempo, Roberto fue haciendo aclaraciones entre paréntesis respecto de cada “error” de escritura, de lo cual a veces resultaba una asociación agregada, que solía aportar nuevos elementos para la lectura que yo hacía.

En un marco de transferencia positiva, el análisis continuó y se profundizó. En su desarrollo también fueron teniendo lugar las construcciones, y las fantasías y actos de Roberto fueron acercándose a sus fantasmas más primitivos. Hasta desembocar en un fantasma inconsciente fundamental: “Cogerse a la madre, aprovechando que se sentía poco atendida por el marido, padre del paciente”. A ese marido él lo amaba mucho, por ser buen tipo, padre afectuoso y trasmisor de sus saberes a los hijos, que siguieron oficios muy diferentes al del padre, aunque conservaron algunas de sus habilidades manuales.

Hace más de diez años, recibí el pedido de análisis de Florencia. Vive en el sur de Santa Fe, pero nació y se crió en La Plata. Se enamoró y casó con un muchacho de Santa Fe, que estudiaba en La Plata, y cuando se recibieron fueron a vivir a Santa Fe. Esto le daba a él más posibilidades de establecerse en su profesión, y a ella le permitía establecer distancia geográfica con sus padres. Con ellos mantenía, desde que recordaba, una relación sumamente conflictiva. Era hija de una madre muy trabajadora que atribuía al trabajo su poca atención a las hijas. Por los relatos de Florencia, supuse que su madre padecía, y hacía padecer, una neurosis obsesiva de carácter, con dificultades para expresar sentimientos. Desde muy pequeñas, les requería a las hijas hacerse cargo de quehaceres domésticos. Un padre poco presente y muy débil de carácter le daba a la madre el timón de la familia. La hermana al recibirse se fue a vivir a Alemania. Así, ambas se alejaron de la pareja parental. A Florencia, su percepción de los padres la llevó desde muy chiquitita a aislarse y alejarse. El marido tenía con sus propios padres una problemática parecida.

Como suele ocurrir en los jóvenes, conversaron mucho sobre sus problemas con los padres y las heridas que a cada uno les habían dejado. No conversaron sobre lo que les resultaba imposible conversar: cómo funcionarían ellos matrimonialmente. Sólo disponían de las herramientas simbólico-imaginarias que el pasado infantil les había grabado en la memoria corporal y neuronal. Hubo y hay desavenencias, alejamientos, reacercamientos, con repeticiones y diferencias. La mayoría de esos relatos los fuimos trabajando por Skype; también presencialmente, cuando, por razones profesionales, Florencia viajaba a Buenos Aires.

Desde hace ya unos diez años, en mi práctica habitual, trabajo frente a frente, sin diván, excepto casos particulares en los que la modalidad de presentación o de tiempos del análisis exija el diván. Skype me sorprendió por la posibilidad de llevar a cabo las entrevistas a distancia, con voz e imagen.

Con Norma, la utilización de correos electrónicos, devueltos con mi lectura a la letra, no obedece a razones geográficas. Ha resultado un buen recurso para psicoanalizarla, por ser una persona con dificultades para salir y establecer lazos sociales. Esto no fue ni es en términos absolutos. Se casó, tuvo hijos y algunas pocas amistades. Norma es muy apegada a leyes y reglamentos. Su trabajo consiste en controlar el manejo de dinero de la empresa. Prolija, cumplidora, muy buena persona. Un problema físico le facilitaba justificar sus dificultades para salir. Durante su análisis mejoró, hasta límites insospechados por ella. Era la hija menor de un matrimonio que ya tenía otra hija, diez años mayor. Su llegada fue resistida por la madre y la hermana. El padre parecía haber desarrollado expectativas más favorables, pero algunas cuestiones surgidas en el análisis hicieron suponer que deseaba un varón. No obstante, al nacer Norma fue quien mejor la recibió, y el que mejor la atendió cuando era chica. La madre y la hermana tendían a marginarla; muy niña, ella lo aceptó pasivamente y sin defenderse. De grande, pasó activamente a marginarse, excepto cuando se consideraba necesaria para otros. Claro que de una manera con la que también vehiculizaba un deseo de ser rescatada y colocada en el centro. Su automarginación era una forma de darse a ser mirada y oída. Cierta vez, cometí un acto fallido que me hizo repensar la cuestión: uno de mis mensajes a ella lo envié en cambio a la dirección de una ex paciente, uno de cuyos rasgos importantes era darse a ser mirada a través del trabajo de su cuerpo y su rostro. ¿Por qué le había enviado a ella el mensaje dirigido a Norma? El elemento común entre ambas pacientes estaba en el darse a ver, aunque utilizando cualidades diferentes.

La transferencia era sostenida por Norma en la diferencia con que la había tratado siempre el padre, del cual se sintió la preferida. Hasta que una serie de asociaciones hizo emerger recuerdos que mostraban que para él tampoco había sido deseada la fecundación que originó su vida. La transferencia se complicó. De positiva aunque ambivalente, pasó a ser fuertemente negativa. El analista iba apareciéndosele a Norma como padre rechazante. Ya no se trataba del analista inteligente, simpático y amable de otras épocas. Pasó a ser aliado de “las malas”. Parecido a como sentía al padre tras el levantamiento de la represión sobre su rechazo. Esto produjo diversos intentos de interrumpir, este análisis no le servía o ella no servía para analizarse. Se espaciaron las sesiones presenciales, siempre bajo planteo de interrumpir. Pero esta crisis resultaba más piloteable a través del análisis de sus extensos correos electrónicos. Presencialmente la figura del analista, antes amado, le resultaba tan irritante que se atascaban las asociaciones. Durante un tiempo se instaló el análisis a través de correos electrónicos, y esta particularidad facilitó sortear resistencias. La letra escrita funcionó como tercero, que, en acto, facilitó la continuación del análisis.

A la letra
La nueva herramienta permite llevar a cabo psicoanálisis que, sin los instrumentos on line, resultaban imposibles, inimaginables. No por impotencia del psicoanálisis como estructura práctica para acceder a los secretos del inconsciente y favorecer en los analizantes acercarse a sus deseos. Pero sí por distancias geográficas o cuestiones de estructura subjetiva y hasta físicas del analizante. En segundo lugar, tratándose de los que se vehiculizan por mensajes electrónicos, éstos dan más tiempo a los analistas para leerlos, releerlos y trabajarlos, facilitando mejores puntualizaciones e interpretaciones. No ocurre lo mismo con los que son por Skype o telefónicos. Pero, ¿los correos electrónicos pueden dar lugar a que el analizante borre o corrija, traicionándose a sí mismo? Si en algún momento el analista lo advierte, puede trabajar acerca de esa modalidad de subjetivación que, suponiendo defender el amor propio, lo perjudica.

Cierto, estos psicoanálisis traen la desventaja de que, llevados a cabo sin la presencia corporal y gestual del analizante, no concurren indicios que sí se hacen presentes en las entrevistas personales: modificaciones en los cortes de cabello y peinados; cambios de color y temperatura en la piel; sudoraciones, leves o profusas; olores, entre ellos mal aliento, cambios o agregados de perfumes, pedos, etcétera; modificaciones en los ojos, como enrojecimientos, humedecimientos, lágrimas; variaciones en los puntos de mira; diferencias en la modulación de la voz; variaciones en los escotes de las mujeres; contracturas corporales, a veces con expresiones de dolor; abultamientos de bragueta, ligados a cuestiones del discurrir discursivo o a la presencia física del o la analista. Podría seguir con la lista de observables y variantes imposibles de observar en los correos electrónicos.

Los tratamientos on line generalmente dan más trabajo y menos ganancia dineraria que una sesión. Y cuando toman sesiones presenciales los pacientes tienen que pagarse el pasaje, además de que, a igual oficio, los que trabajan en el interior suelen ganar menos que los que trabajan en Capital Federal, y esto lo tengo en cuenta.

Por Skype los análisis son más trabajosos porque el factor no presencial resta una serie de indicios que tienen valor significante en los presenciales. Mantiene de ellos, pero plana, la presencia de la imagen y de la voz. En los telefónicos, la ausencia de imagen acentúa el peso de la voz y escabulle otros indicios. Por escrito desaparecen ambos indicios, pero presentan la ventaja de facilitar la lectura a la letra de lo dicho por el o la analizante.
* Psicoanalista. Director de la revista Psyché Navegante.

Fuente: Rodriguez, Sergio (2014) "Psicoanálisis online" - Página 12.