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jueves, 6 de marzo de 2025

La formación del analista: un saber hacer más allá de la técnica

La formación psicoanalítica no se reduce al aprendizaje de una técnica estándar o protocolizada aplicable en todos los casos. Más bien, se trata de un proceso de trabajo que implica una forma particular de hacer, donde la transmisión del saber no ocurre como una simple acumulación de conocimientos teóricos.

No se trata de un saber meramente intelectual o especulativo, sino de la construcción de un saber hacer. Freud ya señalaba que, aunque el psicoanálisis tiene reglas claras para sus inicios y finales, lo que ocurre en el transcurso del proceso está atravesado por la contingencia. Es precisamente esta contingencia la que permite que el psicoanálisis se practique sin estar sujeto a un modelo rígido.

En este sentido, la formación del analista se estructura en torno a su propio análisis, la supervisión de casos, el estudio teórico y los intercambios con otros colegas. A esto se suma un aspecto fundamental: la escritura como herramienta de elaboración y transmisión.

Este proceso formativo no solo implica estudio y lectura, sino también la capacidad de reformular, interrogar y combinar los conocimientos adquiridos de manera singular. La clave no está en la mera repetición de conceptos, sino en la producción de un pensamiento propio a partir de la experiencia analítica.

viernes, 21 de febrero de 2025

Lo Traumático y el Inconsciente: La Huella de lo Irrepresentable

En el psicoanálisis, lo traumático se aborda a partir de la incidencia de lo económico en el sujeto hablante. Freud plantea la pregunta fundamental: ¿cómo retorna lo traumático? Hablar de trauma implica ya un intento de tramitación, que Diana Rabinovich vincula, en el contexto del Seminario 10 de Lacan, al significante de la falta en el Otro. Este significante escribe un componente económico despojado de cualidad y representación.

En "El hombre Moisés y la religión monoteísta", Freud afirma: Los traumas son vivencias en el cuerpo propio o bien percepciones sensoriales, las más de las veces de lo visto y oído…. Aquí se destacan dos elementos clave:

  1. El cuerpo como superficie donde irrumpe lo traumático.
  2. La asociación del trauma con restos pulsionales, específicamente vinculados a lo escópico y lo invocante.

Estos desarrollos determinan dos líneas sobre el estatuto del inconsciente:

  • Todo lo reprimido es inconsciente, situando el inconsciente en el plano de la existencia.
  • No todo lo inconsciente es reprimido, abriendo el sesgo hacia la ex-sistencia, donde el inconsciente conecta con lo real.

Freud establece un vínculo entre el inconsciente y el componente económico de lo traumático, mostrando que el inconsciente no se limita a lo representacional. A través del concepto de lo arcaico, Freud introduce un saber originario olvidado por el adulto. Para Lacan, este saber se inscribe como una huella o marca, donde el olvido es el efecto de un retorno al fundamento.

La pregunta de Freud se dirige hacia lo transmisible: ¿cómo se transmite aquello que carece de representación y no entra en el saber? En última instancia, este interrogante subyace al problema central de la formación del analista. Es decir, ¿cómo puede formarse alguien para operar en un campo definido por lo irrepresentable, por el trauma y sus efectos en el sujeto?

viernes, 13 de diciembre de 2024

Psicoanálisis y Psicopatología: Entre la Deriva Clasificatoria y la Humanidad del Pathos

El psicoanálisis se presenta como una psicopatología que abarca la condición humana, capaz de identificar el pathos en los lugares menos evidentes. Sin embargo, el sujeto en el psicoanálisis no puede ser conceptualizado dentro de un marco psicopatológico, ya que carece de cualidades intrínsecas. Este sujeto es una construcción simbólica, representada por un significante en relación con otro, lo que lo excluye de una psicopatología en sentido tradicional.

En las facultades de psicología de Argentina, donde el psicoanálisis influye profundamente en los programas de estudio, se observa una marcada atención hacia la materia “Psicopatología”. Esto genera una inclinación de los estudiantes por las clasificaciones nosográficas, aunque estas sean rechazadas explícitamente desde el psicoanálisis. Paradójicamente, esta “psicopatología psicoanalítica” adopta ciertas homologías con las clasificaciones psiquiátricas, como las del DSM, alejándose de la perspectiva de Freud sobre la “psicopatología de la vida cotidiana”. De este modo, las universidades no forman psicoanalistas, pero afianzan la idea errónea de que el psicoanálisis es esencialmente una psicopatología en términos psiquiátricos.

La tendencia psicopatologizante trasciende las aulas y permea diversos paradigmas en las ciencias sociales, incluyendo la psicología. Esto se evidenció durante la pandemia de Covid-19, cuando se interpretaron las reacciones humanas frente a la crisis sanitaria y socioeconómica como patologías, en lugar de entenderlas como respuestas humanas legítimas. Sin embargo, estas conmociones no deberían ser vistas como enfermedades, sino como manifestaciones del malestar ante las realidades de un mundo en el que la vida humana es secundaria frente a otras prioridades.

Esta deriva psicopatologizante también se refleja en la práctica psicoanalítica fuera del ámbito académico. Desde la muerte de Lacan, ha habido una fuerte inclinación hacia categorías diagnósticas como el “diagnóstico de estructura” o la oposición al DSM, un sistema ligado a la psiquiatría de mercado. Sin embargo, estas propuestas han contribuido a un desplazamiento hacia una neo-psicología del yo, donde el discurso psicoanalítico parece invertirse, reduciendo el tratamiento al reconocimiento de un “incurable” que puede degenerar en resignación o en una idealización del “sinthome” como fin del análisis.

Finalmente, el abandono de la práctica interpretativa en favor del corte y la reducción de las sesiones puede ser visto como una manifestación más de esta patologización del discurso psicoanalítico. Esto no solo empobrece la experiencia del análisis, sino que también traiciona la esencia del psicoanálisis como una herramienta para explorar lo humano más allá de las clasificaciones y categorías.

miércoles, 20 de noviembre de 2024

La formación del analista

 Hablar de formación del analista implica, de entrada, alejarse de la idea de que el analista es un producto acabado o un objetivo al que se llega. En este sentido, la temporalidad que acompaña la formación analítica está en sintonía con un devenir continuo, tal como lo plantea Lacan, y no sigue una trayectoria lineal orientada hacia un final definitivo.

El concepto de devenir introduce una visión del tiempo que se asemeja a lo asintótico, es decir, a un proceso interminable que siempre se aproxima pero nunca alcanza un punto final absoluto. Por lo tanto, la formación del analista es un proceso abierto, un trabajo continuo que, desde su inicio, no ofrece garantías de éxito. La formación está atravesada por múltiples contingencias, en tanto es imposible predecir con certeza el resultado final.

Sin embargo, la presencia de estas contingencias no elimina los lineamientos fundamentales propuestos por Freud y Lacan sobre cómo llevar adelante esta formación. Estos lineamientos se articulan en torno a tres pilares esenciales: el estudio teórico, la supervisión o control de los casos, y, sobre todo, el análisis personal.

La intersección de estos tres aspectos da lugar a un proceso de transformación: el pasaje del analizante al analista. Este tránsito se posibilita gracias a la puesta en marcha del deseo del analista como operador transferencial. En otras palabras, la función del analista solo se activa cuando el deseo del analista se vuelve operativo.

Esto redefine la concepción del saber en la formación analítica, alineándose con el cambio que Lacan traza entre su seminario Aún y el RSI: el paso del saber como simple elucubración intelectual al saber como habilidad práctica, un "saber hacer". En este sentido, se deja de ver el saber como acumulación de conocimientos eruditos y se lo considera en su capacidad de ser aplicado y manipulado efectivamente en la práctica analítica.

martes, 19 de noviembre de 2024

El análisis personal del analista: ¿Por qué es necesario?

 El psicoanálisis tiene una particularidad señalada por Freud: quien desee practicarlo debe haber pasado previamente por el propio dispositivo analítico. Esto no es común en otras disciplinas, lo que hace que el psicoanálisis no encaje del todo en la categoría de "profesión".

Actualmente, en ciertos sectores del psicoanálisis lacaniano se debate sobre la necesidad del análisis personal para quienes practican el psicoanálisis. Sin embargo, esta discusión no parece centrarse en conceptos teóricos, sino más bien en una crítica a la función del Otro. Sin embargo, esta postura podría implicar un riesgo en la orientación de la práctica.

La formación analítica exige pasar por un análisis personal, lo que sitúa a la transferencia como un elemento central en la formación del analista. La transferencia es el terreno donde se produce un "atravesamiento" del sujeto, un proceso que implica cuestionar aquello que actúa como anclaje para el mismo. En otras palabras, no puede haber formación analítica sin una interrogación profunda.

Esta interrogación permite la aparición del Sujeto Supuesto al Saber, aunque la transferencia va más allá de esta suposición de saber. La transferencia, en su dimensión temporal, se materializa a través de cortes, los cuales son esenciales para que se dé el paso del analizante al analista. Este proceso implica una separación del sujeto respecto a los lugares que ocupaba en relación con su Otro de origen. Por tanto, el analista no puede formarse sin experimentar una pérdida, que solo es posible a través de la transferencia, donde el analista actúa como objeto separador.

El psicoanálisis exige que quien desee practicarlo haya transitado previamente por un análisis, algo que no es requisito en otras disciplinas, como muchas especialidades médicas o la psicología. Esto responde a una cuestión central: para ocupar el lugar del analista, se necesita una relación particular con el saber, ya que la praxis analítica está profundamente vinculada con una estructura específica del saber.

Lacan introduce el matema del significante de una falta en el Otro, destacando que, en el psicoanálisis desde Freud, el saber no es solo desconocido, sino que también está marcado por una falla o inconsistencia. El análisis se centra en cuestionar y movilizar todo aquello que en la neurosis intenta tapar esta falla y dar consistencia a un Otro percibido como completo.

Por tanto, el análisis del futuro analista es necesario para conmover el vínculo con su Otro de origen y trabajar las instancias allí formadas, como el ideal, el fantasma, el síntoma e incluso la dimensión del yo. Sin este trabajo, no se puede dar lugar a esa falta esencial que subyace al deseo, ya que esta es inconsciente y escapa a la lógica consciente.

Estas rectificaciones subjetivas son fundamentales para lo que Lacan llama "acomodación" del analista. La acomodación implica que el analista adopte una posición que corresponda al sujeto que escucha, haciendo espacio para su singularidad. Esto requiere enfrentar lo imposible de saber, que también es lo imposible de escribir.

miércoles, 6 de marzo de 2024

El analista se autoriza... de algunos otros.

 La formación analítica no coincide con una elección profesional, y esto nos lleva al problema de la nominación, ¿cómo se nomina un analista? De hecho, hay una dificultad con la que nos encontramos todos aquellos que practicamos el psicoanálisis que es el hecho de que no hay ninguna institución universitaria o de otra índole que pueda otorgar el título de psicoanalista, y esto por la estructura misma de la formación.

Cuando Lacan discute con los post freudianos, a los cuales critica el intento de reducir la formación analítica a una especie de grado universitario, retoma el tríptico del planteo freudiano por el cual un analista se forma a partir de su análisis, de la supervisión y del estudio. Ese es el trípode o las tres patas de la formación analítica.

A partir de eso, entonces, y ya en ocasión de la fundación de su escuela, Lacan puede acuñar un aforismo del cual por lo general, y llamativamente, sólo se destaca la primera parte. Lacan dice: “El analista se autoriza de sí mismo”, lo que significa que lo que autoriza es el trabajo de destitución que se produce en su propio análisis. Y luego agrega “y de algunos otros”, lo que implica que si bien es cierto que un analista sólo se autorizará como tal en el trabajo de desasimiento que produce su análisis, o sea en la pérdida que allí se pone en juego y eso hará posible que eventualmente ese analizante devenga analista (volviendo operativo el deseo del analista), también es cierto que son necesarios los otros. Esto resulta en un llamado de atención acerca de los peligros del analista que se queda en soledad. ¿Por qué son necesarios esos otros? Precisamente por que es entre ellos donde el analista, a través de su trabajo, tiene que dar cuenta no sólo de su práctica, sino esencialmente de la fundamentación, del por qué hace lo que hace.

martes, 9 de noviembre de 2021

Intervenciones en la clínica con niños y adolescentes (1)

"Pero el psicoanálisis no es una ciencia, es una práctica". Lacan, 2 de diciembre de 1975. Instituto tecnológico de Massachusetts

"El análisis, más que ninguna otra praxis, está orientado hacia lo que, en la experiencia, es el hueso de lo real". Lacan (1964) 

La división del trabajo 
El análisis con niños y/o adolescentes incluye una significativa conjetura: la división del trabajo entre el sujeto y el analista. Y desde luego la función del arte, lo que se vincula estrechamente con una posición del analizante ante el campo del gozo y su economía. 

El término psicoanálisis etimológicamente remite a "psico": alma, mente y" análisis", separar, desatar, de ninguna manera se enlaza a una "psicosíntesis" (dialéctica), trabajo que Freud deja al instrumento anímico. Esta síntesis anímica la podemos enlazar a la comprensión, y al respecto en Lacan (1958), La dirección de la cura, se lee: "A menudo vale más no comprender para pensar, y se pueden galopar leguas y leguas de comprensión sin que resulte de ello el menor pensamiento".

Ahora bien, al hablar de economía rescato dos sentidos posibles: uno referido a la utilización de la menor cantidad de recursos en la intervención y otro, enlazado a los montos libidinales. En esta última modalidad hablamos de la economía del caso, a la cuál se enlaza la dirección de la cura ligada a una meta estratégica. 

Cuando me refiero a la función de arte, debo considerar el decir de Winnicott (1954) La regresión en el marco psicoanalítico: "El analista puede ser un buen artista, pero a menudo me he hecho la siguiente pregunta: ¿A qué paciente le interesa ser el poema o el cuadro de otra persona?

Sin embargo, cuando Lacan habla del arte no alude a la concepción actual sino a la medieval, que hace mención a la medida del hombre y de la palabra. Así, lo específico de esas artes y establece diferencias de las ciencias que emergen de las artes liberales es: "su relación esencial, básica, con la medida del hombre. Creo que tal vez el psicoanálisis es actualmente la única disciplina comparable con aquellas artes liberales, debido a esa relación interna que no se agota jamás, que es cíclica, cerrada sobre sí misma: la relación de la medida del hombre consigo mismo, y muy especialmente, y por excelencia, el uso del lenguaje, el uso de la palabra."

En el Seminario 23, Lacan (1975/76) afirma que: "el arte puede incluso alcanzar el síntoma".

Lacan (1976/77, 11-01-77) en el Seminario 24 recupera el concepto freudiano de "defensa" y elabora la función del analista como la de "perturbar la defensa" (Lacan, 1976-77). Y es precisamente, en este perturbar, donde se constituye el sinthome gozo. 

El concepto de praxis implica para Lacan (1964): "... el término más amplio para designar una acción concertada por el hombre, sea cual fuere, que le da la posibilidad de tratar lo real mediante lo simbólico..." . Esto último se puede enlazar a la propuesta de Lacan (1976/77) Seminario 24, de "perturbar la defensa", cuya meta estratégica, la dirección de la cura, implica tratar lo real. 

Aquí, es necesario considerar el sentido dialéctico de las contradicciones en su aplicación técnica. Dejemos las supuestas reglas y nomas, y concibamos el devenir de la cura, y no las supuestas reglas de una intervención. 

 Esta escisión dialéctica y es lo decisivo determina la posibilidad de que cada uno haga su trabajo y su arte. El analista fundamentalmente tiene como labor la generación de construcciones, señalamientos e interpretaciones a partir de la superficie anímica [asociaciones, juegos, modelados, y dibujos] que el sujeto presenta y de acuerdo al —"tempo"— que corresponde a estos medios. Estas intervenciones están estrechamente ligadas a la distribución económica del quehacer libidinal en términos de Freud o del gozo en palabras de Lacan.  

También, el análisis implica preguntas, puntuaciones, silencios o presencia silenciosa, anticipaciones y escansiones, pero descarta el consejo, puesto que obtura los interrogantes referidos al mundo exterior, a las fuentes de la pulsión, a los ideales y al propio sujeto. El consejo expresa la afectación de la posición del analista, que se encuentra degradada a la manera de la frase que se ha constituido en dicho popular —un padre que da consejos más que padre es un amigo—. Esta modalidad de intervención no analítica, obtura el devenir dialéctico de la cura, exterioriza la descalificación de la posición del analista y encubre una intensa agresión. 

Ahora bien, la lectura sincrónica —la diacrónica— y la transmisión del análisis implican que el psicoanalista sea al menos dos: el que lleva a la práctica el acto y aquel otro que teoriza y elabora el acto y sus efectos. En Lacan (1974/75), clase del 10 de diciembre, se lee: "Sin embargo es indispensable que el analista sea al menos dos.

El analista para tener efectos es {est} 12 el analista que, a esos efectos, los teoriza". 

Per-elaboración 
El análisis permite que el sujeto realice su tarea en el contexto de la per-elaboración («Durcharbeitung». Re-elaboración. Trabajo elaborativo de las resistencias). Al respecto debemos estar prevenidos y sustraernos de la ambición terapéutica y de la ambición pedagógica. La ambición terapéutica o furor curandi, es un problema de contratransferencia. Recordemos que para Lacan (1958) —no hay otra resistencia al análisis sino la del analista mismo—.

Los recursos que la situación analítica suscita son variados, pero algunos son enunciados por Freud (1895) en —Estudios sobre la histeria—, tales como la disponibilidad de tiempo para contratar la hora de sesión; los honorarios considerados en diferentes vertientes a saber: como medio de sustento, como recurso de poder y como derivado libidinal; cierta afición por los temas psicológicos; interés (simpatía) personal hacia el sujeto; y el marco teórico que se dispone. 

La formación del analista: 
Para la formación de analista, Freud propone una triada: análisis personal, supervisión y estudio de los textos psicoanalíticos. Triada que, por lo menos persiste y se pone en tensión con la inversión ensayada por Lacan. Evidentemente, se requiere de un devenir lógico que implica: un instante de ver, un momento de comprender y un tiempo de concluir.

Entonces, ¿cómo se configura la formación del analista? Se configura bajo transferencia, y orientada al interrogar un real de la práctica. Lo que posibilita, finalmente, la entrada al discurso del psicoanálisis. 

Aquí, es necesario hablar del Pase. Se configura a partir de un texto de Lacan, "Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela", que se enlaza con el texto: "Situación del Psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956". El Pase fue aprobado hacia 1969 por Asamblea General, y puesto en práctica, años después, por la Escuela Freudiana de París. 

Pero, ¿cuál es la meta de esta Proposición? restaurar al analista su responsabilidad. La admisión a la IPA en ese tiempo, dependía del tipo de enseñanza recibida y de una votación política más que del propio análisis del sujeto. 

No de otro modo opera el Pase en una comunidad de experiencia. (...) "el analista se autoriza por él mismo y con algunos otros". (Lacan, Seminario 21, clase 09/04/1974)

La cura
Sea lo que fuere, incluso lo que es de esta práctica, es también poesía, hablo de la práctica que se llama el análisis.”                                                     J. Lacan. Sem: Momento de concluir. Clase 20/12/1977  

Para Freud se debe redistribuir el factor energético. Este trabajo requiere la elaboración de metas teóricas (ensambladura defensiva), metas clínicas (síntomas, inhibiciones, rasgos de carácter, alucinaciones, delirios y suplencias) y metas empíricas (ganancia de placer en el amor y el trabajo). Esta elaboración se lleva a cabo mediante recursos técnicos como: la construcción y la interpretación. Elaborando resistencias como: la reacción terapéutica negativa, el acting out y la reversión de la perspectiva. 

Freud considera que las intervenciones deben respetar dos requisitos: a) la contigüidad con el texto del sujeto y b) la sobreinvestidura narcisista del mismo. (Freud, 1950ª, 1927)

Para Lacan (1964) la cura necesita del atravesamiento del fantasma fundamental. Este trabajo debe procurar una modificación de la defensa (operatoria) del sujeto y una redistribución del gozo. O una identificación del sinthome (suplencia), de acuerdo al Seminario 23.

En este itinerario es necesario considerar el lugar y la operación del analista: deseo del analista, y la cuestión del semblante. 

Lacan (1976/77, 11-01-77) en el Seminario 24 recupera el concepto freudiano de  "defensa" y elabora la función del analista como la de "perturbar la defensa" (Lacan, 1976-77). Y es precisamente, en este perturbar, donde se constituye el sintome gozo. 

El concepto "perturbar la defensa", implica no tanto una técnica como  un ajuste de la dirección de la cura, en tanto se establece como meta estratégica lo real pulsional, mas allá de todo sentido.  

Nos es consabido que perturbar la defensa implica aquello que no puede ser interpretado. Recordemos que el síntoma mensaje se constituye en la interpretación, mientras que el sintoma gozo se constituye en el perturbar o molestar.

Lacan (1953/54) en el Seminario 1, Los escritos técnicos de Freud, Clase Sobre el narcisismo, 17 de marzo de 1954, nos dice que no es posible acceder a la práctica del psicoanálisis, ni siquiera por un momento, sin pensar en términos metapsicológicos (la bruja freudiana).

Aquí, es necesario considerar la concepción de estructura de Lacan. Nos es consabido que Lacan no es estructuralista, pero tampoco acepta la disolución de las estructuras. En  Función y campo de la palabra y del lenguaje, le otorga importancia a la historia, aunque no se trata de una historia evolutiva o del desarrollo. El lenguaje es pensado en su estatus de estructura y enlaza la historia con el inconsciente. En Instancia de la letra, Lacan indaga la estructura significante en su eje sincrónico, y el diacrónico, ejes en los cuáles cobran valor las leyes del lenguaje como la metáfora y la metonimia. 

El diagnóstico de estructura, va a implicar considerar el concepto de transferencia. De la transferencia va a derivar la puesta en acto de la estructura.

Es significativo abordar las cuestiones de la cura y el sanar, términos que suelen utilizarse indistintamente como si remitiesen a misma significación, aunque su discernimiento fue sugerido por Freud en 1912 [y en otros lugares de su obra], cuando apela al dicho que se le atribuye al cirujano Ambroise Paré, "Yo curé sus heridas, Dios lo sanó". Pero no es sólo el creador del psicoanálisis, el que establece diferencias, sino que también Lacan en "Variantes de la cura tipo" considera "el sanar como beneficio por añadidura de la cura psicoanalítica".

Con relación al discurso de la cura, podemos decir que existen diversas modalidades, entre ellas la cura por amor, la cura por reposo, la cura por restitución, la cura imaginaria, la cura por abstinencia y la cura analítica que nos interesa. Entre esta última y las primeras se funda una tajante oposición similar a la propuesta por Leonardo da Vinci, con relación a las artes, en las fórmulas per vía diporre y per vía di levare. El pintor trabaja per vía di porre, al colocar sobre la tela en blanco colores que no estaban, el escultor por el contrario realiza su tarea per vía di levare, pues quita de la piedra todo lo que recubre las formas de la estatua contenida en ella. De manera en un todo semejante, [...] la técnica sugestiva busca operar per vía di porre; no hace caso del origen, de la fuerza y la significación de los síntomas patológicos, sino que deposita algo, la sugestión, que, según se espera, será suficientemente poderosa para impedir la exteriorización de la idea patógena. La terapia analítica, en cambio, no quiere agregar ni introducir nada nuevo, sino restar, retirar..." (Freud, 1904, pág. 250)". Es notorio que la función de sustracción, de retiro, del diálogo analítico, lo aproxima metodológicamente a la mayéutica socrática como se desprende de los encuentros privados de Sócrates con sus alumnos, descritos por Aristófanes. Su interrogación permanente, sobre el conocimiento, procuraba en su interlocutor el parto de ideas claras y distintas con relación al autoconocimiento y la autodefinición.

Al ocuparse de las limitaciones de los recursos prácticos, Freud (1913c) compara el trabajo analítico con el ajedrez. Así nos dice: "Quien pretenda aprender por los libros el noble juego del ajedrez, pronto advertirá que sólo las aperturas y los finales consienten una exposición sistemática y exhaustiva, en tanto que la rehusa la infinita variedad de las movidas que siguen a las de apertura. Únicamente el ahincado estudio de partidas en que se midieron grandes maestros puede colmar las lagunas de la enseñanza. A parecidas limitaciones están sujetas las reglas que uno pueda dar para el ejercicio del tratamiento psicoanalítico" (Freud, 1913c, La iniciación del tratamiento, p. 125). Por lo tanto, sólo podremos precisar con mayor nitidez algunos elementos del inicio y final de análisis, mientras que para las lagunas intermedias,  generadas por la infinita variedad de posibilidades que brinda el material, sólo me queda remitir a los lectores a trabajos de los maestros del psicoanálisis, aunque trataré de dar algunas precisiones al respecto.

Para Winnicott, el encuadre "es la suma de todos los procedimientos que organizan el análisis. El correcto, es aquel que proporciona un mínimo de interferencias a la actividad asociativa del paciente e interpretativa del analista. Son reglas de juego, no el juego". De acuerdo a esta definición de encuadre es posible incluir a los padres sin mayores interferencias. Los procedimientos de inclusión de los padres tienen que ser explicitados al paciente, al igual que el secreto profesional.

Los actos del pensar y la superficie animica
Conviene concebir, siquiera por un momento el lazo entre la superficie animica y el devenir de algunos actos del pensar del preconsciente. En principio, puedo discernir tres modalidades de pensamientos: a) de movimientos, b) visuales, c) acústicos. Cada una de estas maneras del pensar requiere la constitución de una espacialidad propia. Por ejemplo, los criterios en la generación de un espacio cinético, son diferentes de los requeridos para una espacialidad visual o bien, del espacio abstracto que necesita la palabra.

El pensar motriz trabajado por Freud (1950a), está formado por restos de percepciones de movimientos del propio cuerpo. Se puede desglosar en una diversidad de motricidades, con velocidades específicas (por ejemplo, la motricidad visual y la oral entre otras). También es posible el distingo entre la motricidad "voluntaria" y la llamada "involuntaria". En la pubertad se apela a un pensar motriz, no tanto por la ausencia de palabras, sino más bien porque el preconsciente verbal no puede sostener en la conciencia y cualificar los actos de pensamiento que así lo exigen, no se pueden mantener las investiduras de atención, por lo tanto, se recurre a la motricidad para su cualificación. El preconsciente cinético se articula con un sentimiento de convicción en una lógica causal, por lo que la actividad motriz determina la generación, o destrucción del objeto y de los espacios que soportan la vida anímica por su enlace a tiempos previos.

El preconsciente visual, está conformado por restos visuales, a los cuales se enlaza sólo el material concreto; en cambio, las relaciones más abstractas permanecen sin poder ser expresadas. Así lo considera Freud (1923b) cuando nos dice que el pensamiento en imágenes visuales sólo posibilita el acceso a la conciencia de una manera im perfecta. Muchas veces, las personas que recuerdan nombres propios y números, lo hacen apelando a imágenes ópticas (Freud, 1950a), que luego pueden o no ser transpuestas en palabras. Cabe aclarar, que tanto el preconciente cinético como el visual, poseen una complejidad y grado de diferenciación menor que el ligado a lo acústico, y habitualmente son privilegiados en la pubertad. También son más antiguos, tanto en el aspecto filogenético como ontogenético.

El preconsciente de palabra, que frecuentemente es sobreinvestido en la adolescencia media, incluye un proceso asociativo, que en su complejidad, se estructura como un todo cerrado y exclusivo (que podría llegar a ampliarse) de ciertos restos de percepciones que se escriben en el preconsciente. Estamos hablando de la palabra, que requiere de elementos singulares para constituirse como tal (Freud. 1891): a) los saldos de dos registros que provienen de la percepción de! mundo externo, la imagen acústica de la lectura de la palabra oída y la imagen visual de la lectura de la palabra impresa; b) los restos de dos registros de sensaciones motrices que provienen del cuerpo, la imagen motriz generada en el proceso del habla y la imagen motriz producida durante el acto de escribir.

Configuraciones y metas teóricas
"Caminante son tus huellas el camino y nada más
Caminante, no hay camino se hace camino al andar
Al andar se hace camino
Y al volver la vista atrás
Se ve la senda que nunca
Se ha de volver a pisar
Caminante no hay camino sino estelas en la mar". Antonio Machado (Proverbios y Cantares, Campos de Castilla) 

La praxis analítica procura lo nuevo, lo novedoso, que a su vez establece la mayor resistencia. Lo nuevo implica una carencia de experiencia previa. No hay un camino establecido, es el tiempo de la creatividad, que recuperamos en el decir del poeta: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar …”.

Neurosis: 
Para Freud: levantar represiones y desactivar defensas secundarias.  Resistencias. Hacer consciente lo inconsciente. Redistribución del factor energético. 

Para Lacan (1964): atravesamiento del fantasma fundamental, modificación de la defensa o respuesta y redistribución del gozo. O identificación con el sinthome.

a) Histeria de angustia [fobias]: Represión y proyección. Resistencias. Para Lacan la fobia es sólo una placa giratoria. 
b) Histeria de conversión: Represión e identificación. Resistencias. 
c) Neurosis obsesiva: Represión, regresión, aislamiento, formación reactiva y anulación. Resistencias. 

Psicosis: Elaboración de la operación de la desestimación del Nombre-del-Padre, del Yo real definitivo y de la desmentida atribuida al exterior. Resistencias. 

Perversiones: Desactivar la desmentida y defensas secundarias [Trastorno en lo contrario y vuelta contra sí mismo]. Resistencias. 

Neurosis actuales (psicosomática, adicciones, trastornos alimentarios): Desactivar la desestimación del afecto, la desestimación del Nombre-del-Padre, y una desmentida específica. Resistencias. (La Escuela Psicosomática de París, diferencia neurosis actual de psicosomática). 

Psicosis no desencadenadas: Forclusión de sentido, identificación sinthome o suplencia.  

Instrumentos:
Con relación a los interrogantes técnicos, Freud [1911] nos dice: "nunca es obvia la respuesta" a estos problemas y en "Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico" de 1912, agrega, que la técnica a la que se recurre en análisis, es la única que se adecúa a su personalidad y que otros terapeutas podrán apelar a otros elementos.

Es oportuno citar aquí, la intervención de Lacan a Pierre Rey (2005)

"Después aprendí que cualquier desplazamiento por el territorio de un saber implica, como preámbulo, Ia difícil confesión de sus faltas.

—Hasta mañana—dijo Lacan.
—No puedo.
Arqueó una ceja, —No tengo dinero —agregué.
—Hasta mañana —repitió, mientras me abría Ia puerta".

Los recursos técnicos deberán estar articulados a las metas del tratamiento y a la dirección de la cura. El discurso se constituye como una tesis que encuentra en nuestra conjetura [construcción o interpretación] su inversión dialéctica [antítesis]. De esta manera el sujeto es ubicado frente a un segmento de la verdad, procurando la formación de una nueva tesis, que facilite el devenir del análisis. Se trata de una clínica de lo paradojal, en la que el obstáculo o freno que genera un impasse, encierra en sí mismo la posibilidad de su devenir, de una puesta en marcha del proceso de la cura.

Aquí es imprescindible considerar el lugar, es decir, la posición en el discurso. El quehacer clínico oscila entre la vacilación calculada y la sorpresa de lo circunstancial o contingente. Así, la variabilidad del trabajo se refina con la dimensión del acto.

Se requiere una privación de la adjudicación de sentido: 

- La cita del enunciado. 
- El enigma. Generar un enigma del lugar de enunciación. 

También, una singular escucha que se sustrae del oír, y que no es una escucha cualquiera sino una escucha con la falta de sentido. 

Winnicott [1954] en "Escritos de pediatría y psicoanálisis" discrimina entre los recursos técnicos y la puesta en práctica del tratamiento. No aceptó que una técnica compleja sea imprescindible. Esto no significa que no se requiera de ciertos recursos, lo que no aceptó que además de esos medios que componen el tratamiento tuvieran que ser muy sofisticados. Así afirmó: que con escasos o reducidos medios [técnicos] es posible realizar un tratamiento de alguna manera satisfactorio, por el contrario, con una técnica compleja, y bajo determinadas circunstancias, es probable el fracaso en su ejecución. La función del analista es acompañar [o cooperar] con el proceso de cada paciente, que tiene una dirección y ritmo propio, "todos los rasgos importantes de este proceso emanan del paciente y no de nosotros en tanto analistas" 

miércoles, 5 de febrero de 2020

El lugar del cartel en la formación del analista. Función del plus un.

por Silvia Wainsztein
En 1964, en el Acta de Fundación de la Escuela Freudiana de París y a propósito de la admisión de un miembro a través de un cartel dice Lacan:
"Los que vengan a esta escuela se comprometerán a cumplir una tarea que será sometida a un control interno y externo, podrán estar seguros de que en este intercambio, nada será ahorrado a fin de que cuanto realicen de valioso tenga la resonancia que se merece y el lugar que le corresponde ".
"Para la ejecución de este trabajo adoptaremos el principio de una elaboración constante dentro de un pequeño grupo; cada uno de ellos estará compuesto de tres personas por lo menos, de cinco como máximo - cuatro es lo ideal - Más Una, encargada de la selección de la discusión y de los resultados de los trabajos de cada uno".
"La enseñanza del Psicoanálisis sólo puede trasmitirse de un sujeto a otro, por las vías de una transferencia de trabajo " .
En 1975 Lacan dicta el seminario que se conoce como R.S.I., donde este desarrolla exhaustivamente la topología del nudo borromeo.
En el mismo año se realizan las Jornadas de estudio de los carteles en la Escuela Freudiana de París, donde se hace hincapié en la cuestión del Plus Un .
La descripción del nudo borromeo incluye los anillos y la peculiaridad de su enlace. Este enlace que puede considerarse sostenido por uno cualquiera de los anillos (que al cortarse hace desaparecer el nudo como tal) o por un cuarto anillo. Es Lacan quien recuerda que x+1 es lo que define al nudo borromeo.

Refiriéndose luego al cartel dice que tiene una estructura que puede asimilarse a la del nudo descripto. La función +1 puede ser encarnada en cualquiera.