Mostrando las entradas con la etiqueta Estadío del Espejo. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Estadío del Espejo. Mostrar todas las entradas

martes, 22 de julio de 2025

Identificación y ficción de unidad: efectos del estadio del espejo

La complejidad inherente a la operación del estadio del espejo no excluye cierta simpleza estructural, que Lacan condensa al definirla como una identificación. Este señalamiento, que podría parecer trivial —una obviedad incluso—, constituye sin embargo un punto crucial, ya que permite situar la identificación como una operación de enlace, una articulación que será clave en el desarrollo posterior de su enseñanza.

Lacan la define con precisión: “la transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen”. Esta fórmula, breve y densa, pone en evidencia la discrepancia de registros: la identificación se inscribe en lo imaginario, aunque sostenida por lo simbólico; y el sujeto, al asumir esa imagen, se transforma por ella… pero no se confunde con ella. Es la imagen la que se introduce como alteridad, no como identidad.

El sostén de esta identificación, en un primer momento, es la imago como matriz, noción ambigua que se ubica en el cruce entre imaginario y simbólico, ya que excede la pura apariencia especular. Posteriormente, será el significante el que vendrá a ocupar ese lugar de sostén, en tanto inscripción más estable y determinante en la economía subjetiva.

Esta transformación identificatoria, asumida por el sujeto, permite lo que Lacan nombra como una precipitación. El término tiene aquí un doble valor: por un lado, implica una resolución súbita en un tiempo lógico; por el otro, alude a aquello que cae, que se produce como efecto de una operación estructurante. En este caso, lo que precipita es la ilusión de unidad, la ficción de un yo unificado, anticipado en la imagen.

Es esta ilusión la que posibilita el acceso a la primera persona del singular, en su función gramatical: un lugar desde el cual el sujeto puede decir "yo". Sin embargo, como bien señala Lacan, esa posición gramatical no implica agencia, ni dominio sobre el sentido. El francés permite diferenciar entre el moi (yo como objeto del discurso) y el je (yo como enunciador), distinción que se pierde en español, pero que Lacan explota para introducir la escisión estructural del sujeto.

Por eso resulta a la vez llamativo y enigmático que el título del escrito —“El estadio del espejo como formador del yo, tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica”— incluya al je, cuando de principio a fin del texto se habla del moi. Esta paradoja señala que, en efecto, lo que se instala en esa experiencia especular es la posibilidad de decirse je, de presentarse como agente… aunque tal función responda a una imposibilidad estructural: la imposibilidad de decir je en el inconsciente.

El valor libidinal de la imagen y el campo fantasmático en el estadio del espejo

La operación del estadio del espejo requiere una apoyatura simbólica que le confiere su verdadero valor estructurante. Lejos de reducirse a la futilidad o apariencia de una imagen, es precisamente en esa articulación con lo simbólico que la imagen cobra valor libidinal.

Este valor se evidencia en el júbilo del niño al reconocerse en la imagen especular. No se trata de una mera identificación óptica: ese entusiasmo libidinal lo impulsa a trascender sus limitaciones motrices, anticipándose en una forma que aún no domina, pero que inaugura un modo de ser.

Es en este punto donde Lacan ofrece una de sus pocas referencias cronológicas explícitas: sitúa esta experiencia entre los seis y dieciocho meses de vida. Sin embargo, lo crucial no es el dato empírico, sino la coordenada lógica que se establece: el infans, en tanto aún no habla, pero ya está inmerso en el campo del lenguaje. El tiempo que interesa aquí no es cronológico, sino estructural: el tiempo lógico de una operación constituyente que no requiere palabras articuladas, pero sí la presencia de un Otro significante.

Ese desequilibrio motriz, esa inercia del cuerpo aún no dominado, se compensa con la asunción jubilosa de una imagen ilusoriamente unificada. Esta imagen ideal, que introduce una función de dominio, no remite a ninguna esencia ontológica, ni sostiene una inmanencia. Por el contrario, es una ficción estructurante: un montaje donde la libido se distribuye en una economía que compromete tanto lo imaginario como lo simbólico.

Así, el dinamismo libidinal no responde a un impulso natural, sino que se despliega como una distribución de catexias, orientadas por el deseo del Otro, que configuran el campo fantasmático del sujeto. No se trata sólo del espejismo de la imagen especular, sino del entramado de significantes que sostiene esa ficción, y que constituye un primer modo de organizar el mundo y la verdad.

Este campo fantasmático, que se constituye en el cruce de la imagen y el significante, protege y expone al mismo tiempo la radical dependencia del sujeto hablante. Dependencia no sólo motriz o biológica, sino estructural: porque en ese punto interviene el Otro encarnado, el “sostén humano” del que habla Lacan. Un deseo no puede ser anónimo: el deseo del Otro se presenta con rostro y voz, y es esa presencia la que torna posible la inscripción subjetiva.

El estadio del espejo: gramática del yo y acto de fundación del sujeto

El texto sobre el estadio del espejo no es solamente una intervención en un congreso internacional, ni un aporte circunstancial a las discusiones de la IPA. Se trata, más bien, de un escrito fundante: en él se establece una posición que atraviesa toda la enseñanza de Lacan, más allá de las inflexiones y desarrollos posteriores. Allí se presenta una lectura de la subjetividad que condensa una operación inaugural: la del reconocimiento de la imagen especular como matriz del yo (moi) y punto de torsión entre cuerpo, imagen y palabra.

El valor de este estadio no se limita a la organización narcisista: es configurante, estructurante, en tanto establece un modo de relación del sujeto consigo mismo y con el mundo. Lo que se juega allí es la inscripción del “yo” como función gramatical, como posibilidad de enunciación. El surgimiento de la primera persona del singular —el “yo” que habla— se sostiene en una operación simbólica, que Lacan ubica en continuidad con el campo del Otro. Sin embargo, esta aparición del “yo” no debe confundirse con un agente soberano o con un principio de dominio. Por el contrario, Lacan elige hablar del moi y no del ego, precisamente para subrayar que se trata de una función alienada, dependiente de una imagen externa, y no de un cogito fundador.

Allí donde aparece esta primera persona, el sujeto es ya acéfalo: efecto del significante, escindido, inaprehensible. Esta es una de las rupturas radicales que el psicoanálisis introduce con respecto a la tradición filosófica y psicológica: el sujeto no es idéntico a sí mismo, no se posee, no se funda por la conciencia, sino que se constituye como efecto de una mediación imaginaria y simbólica.

¿En qué consiste, entonces, el estadio del espejo? En el hecho estructural de que el infans humano, antes de alcanzar la coordinación motriz o la autonomía corporal, puede reconocerse en la imagen especular. Esta experiencia —aparentemente trivial— inaugura una lógica de identificación anticipada: el niño se asume en una forma que aún no domina, se aliena en una totalidad que lo representa y lo desborda. A diferencia de otras especies animales, el cachorro humano reacciona con júbilo frente a su imagen, en un gesto que delata la presencia de un campo estructural más allá del simple reflejo.

Este reconocimiento no ocurre en soledad: la escena del espejo está mediatizada por la presencia del Otro, generalmente encarnado en la figura parental. El niño gira su cabeza, busca la mirada, confirma el registro de la imagen en el deseo del Otro. Por eso Lacan puede articular este proceso con la constitución del cuerpo como unidad, y más adelante, con el campo del fantasma y la relación a los objetos.

Así, la imagen especular no es un dato, sino una función de ligadura entre el cuerpo, el lenguaje y el deseo. El yo no es una sustancia, sino un efecto de reconocimiento; una imagen prestada, sostenida en la mirada del Otro, desde donde el sujeto empezará a hablar.

jueves, 26 de junio de 2025

Del espejo al Otro: la imagen del cuerpo entre ilusión y soporte simbólico

En el Seminario 5, Lacan plantea la idea de un pasaje de lo imaginario a lo simbólico. A primera vista, esto puede resultar paradójico, ya que lo simbólico no solo no aparece después, sino que preexiste estructuralmente a lo imaginario y lo sostiene. Para entender esta formulación, es necesario situarla en su contexto específico: Lacan está abordando aquí el recorrido que va desde la constitución de la imagen del cuerpo —en el vínculo temprano del niño con la madre— hasta la conformación del moi bajo el efecto de la identificación idealizante, que se expresa en la función del I(A), el Ideal del yo.

En este trayecto, cobra especial relevancia la articulación que Lacan elabora en el esquema Rho, que enlaza el estadio del espejo con el complejo de Edipo. El espejo no es solo una superficie de reflejo, sino la escena donde el niño se encuentra con una realidad virtual —no hay otra, dice Lacan— en la que cristaliza una imagen de sí. Este precipitado imaginario inaugura la organización del yo, pero solo puede producirse si hay un soporte simbólico previo, representado por la presencia del Otro primordial.

Esto se observa en un gesto que Lacan subraya: el niño, frente al espejo, gira la cabeza para buscar al adulto que lo sostiene. Este movimiento —aparentemente anecdótico— es una metáfora precisa de lo que ocurre en un plano estructural: la imagen sólo se estabiliza si hay un significante que la respalde, una mirada del Otro que la legitime.

La primera imagen que se constituye —a la que Lacan se refiere con el término alemán Urbild— representa lo primordial, lo inaugural. Es una imagen anticipatoria, ilusoria, que produce una primera “conquista” del cuerpo, pero siempre bajo una forma asintótica, ya que el dominio nunca es completo ni definitivo. El niño se imagina entero, coordinado, pero aún no lo es. Esta ilusión es sostenida por su posibilidad de responder al deseo del Otro, es decir, de encontrar allí un lugar.

La dificultad se presenta cuando esa posición no puede ser dialectizada —cuando el niño queda fijado como objeto del deseo del Otro sin poder atravesar esa captura. Y es precisamente en la salida edípica donde se hace visible la diferencia: no es lo mismo una salida fundada en lo imaginario que una vía organizada por lo simbólico. En el primer caso, predomina la identificación especular, con sus efectos de alienación; en el segundo, se inscribe la castración simbólica como posibilidad de subjetivación.

lunes, 2 de junio de 2025

Revisando a Loewenstein: Más allá del tabú lacaniano

 Se sabe que Jacques Lacan inició su análisis personal en junio de 1932 con Rudolph Loewenstein, y que este concluyó abruptamente en 1938. Según relata Élisabeth Roudinesco, Loewenstein no solo no habría contribuido a la formación analítica de Lacan, sino que incluso habría obstaculizado su desarrollo, siendo uno de los presuntos opositores a su ingreso a la Sociedad Psicoanalítica de París en diciembre de ese mismo año (aunque no hay documentación concluyente que respalde esta versión).

A partir de allí, como suele ocurrir en ciertos círculos lacanianos de carácter más sectario, Loewenstein fue rápidamente ubicado en la lista negra de los denominados "psicólogos del yo", junto a figuras como Anna Freud, Spitz, Stern o Kohut —una categoría que, para muchos lacanianos, representa una suerte de pecado original en la historia del psicoanálisis.

Sin embargo, si atendemos a los textos de Loewenstein de aquellos años, como lo expone Manuel Hernández (2019), encontramos una posición teórica mucho más próxima a las preocupaciones lacanianas de lo que el estigma posterior permite ver. En 1932, en un artículo publicado en L’Évolution Psychiatrique titulado “El psicoanálisis y la teoría de la constitución”, Loewenstein se posiciona críticamente frente al determinismo biológico en psiquiatría, subrayando que lo que suele interpretarse como constitución heredada —caracteres psicológicos, rasgos de personalidad o conductas— es en muchos casos el resultado de experiencias tempranas no procesadas, y que sólo un análisis profundo puede permitir discernir lo supuesto innato de lo adquirido. Esta visión, claramente contraria al esencialismo biológico, armoniza con el espíritu estructural y clínico que Lacan elaborará posteriormente.

Aún más sugestiva resulta su lectura del sueño en el artículo D’un mécanisme auto-punitif (1932), donde describe una escena onírica en la que el sujeto se ve a sí mismo con el rostro de su padre reflejado en un espejo. En el análisis, Loewenstein articula la escena con la presencia de una mujer vinculada al padre, despertando un deseo edípico apenas confesado. La interpretación pone en juego la identificación, el deseo y el uso del espejo como mediador entre el yo y el otro. ¿No es posible ver aquí un antecedente del famoso estadio del espejo que Lacan presentaría cuatro años más tarde, en 1936?

Por último, para cuestionar los prejuicios que retratan a Loewenstein como un férreo defensor del "american way" y un promotor dogmático de una pedagogía autoritaria, basta revisar su entrevista de 1965 con la Universidad de Columbia. Allí, expresa claramente su escepticismo frente a la aplicación directa del psicoanálisis en la educación de los hijos, defendiendo en cambio valores como el respeto por la individualidad del niño, la necesidad de establecer estructuras sin recurrir al castigo, y el reconocimiento de los tiempos singulares del desarrollo infantil.

En la misma entrevista, al evocar su análisis con Hanns Sachs, enfatiza el carácter libre y no coercitivo del proceso: uno podía quedarse tanto como quisiera, y luego continuar su trabajo por cuenta propia. Esta visión contrasta con ciertas caricaturas de la práctica analítica que suelen atribuirse a los analistas formados en los Estados Unidos.

En conjunto, estas fuentes permiten reconsiderar a Rudolph Loewenstein más allá del prejuicio y del tabú. Su pensamiento, lejos de estar en contradicción con los desarrollos iniciales de Lacan, se revela como una influencia subterránea, quizás incluso olvidada, que merece ser revisitada con mayor rigor y menos sectarismo.

martes, 25 de marzo de 2025

El sujeto como causa del deseo del Otro

En La significación del falo, Lacan deja en claro que no basta con concebir al sujeto como objeto del deseo del Otro; es necesario además que el sujeto cause ese deseo. Este planteo introduce una paradoja fundamental: un efecto que actúa como causa.

La pregunta que emerge es: ¿desde qué lugar se puede causar el deseo del Otro? Aquí no solo entra en juego el fantasma, sino también el inconsciente, en tanto está estructuralmente ligado a la causa y, por ende, a lo no sabido.

En este punto, la demanda se convierte en un concepto clave. En el ámbito clínico, cuando el Otro colma la demanda de manera "falsa", surge la angustia, ya que se clausura el vacío estructurante del no saber. Lacan, en su exploración sobre la causación del sujeto, aborda la demanda a través de los matemas y las fórmulas algebraicas. En este marco, adquiere relevancia la fórmula de la pulsión, que establece un vínculo entre el sujeto y el corte introducido por la demanda:

$◊D

El camino hacia esta formalización transita por el fantasma neurótico, dado que en la neurosis la demanda es utilizada precisamente como estrategia para evitar el deseo. De este modo, Lacan sitúa la pulsión en el registro de los efectos del significante, destacando la función del corte como estructurante de un borde.

Si el fantasma es el soporte del deseo, surge entonces una pregunta crucial: ¿qué relación topológica se establece entre el deseo y la pulsión en el cuerpo?

Aquí, la noción de fractura corporal cobra importancia. El cuerpo, en tanto sede del corte, se articula con la fragmentación pulsional, cuya imagen especular ofrece una ilusión de unidad. Este proceso se encuentra en el corazón del estadio del espejo, donde la anticipación de una completud ilusoria se inscribe retroactivamente sobre un cuerpo que, en su realidad pulsional, se experimenta como troceado.

En esta dialéctica entre la ilusión de totalidad y la fractura estructural se produce una inversión topológica, comparable a la acción de dar vuelta un guante, que en la imagen especular parece operar como un paso de lo exterior a lo interior.

domingo, 16 de marzo de 2025

El Deseo y su Nominación Simbólica en la Construcción del Sujeto

En el Seminario 1, Lacan plantea que la relación simbólica define la posición del sujeto como "vidente", remitiendo a la configuración del esquema óptico en el que el ojo ocupa el lugar necesario para que la ilusión especular se produzca. Esta relación simbólica es el sostén de la libidinización del cuerpo, ya que la incidencia del significante no se limita a otorgar sentido, sino que participa en la constitución misma del cuerpo.

Este planteo nos lleva a una interrogación sobre el campo de la verdad y su vínculo con la ignorancia. Para Lacan, la ignorancia no es un mero desconocimiento sino una nesciencia, un punto de no saber estructural e inconmovible. A diferencia del desconocimiento, que se sitúa en el moi y se relaciona con el rechazo de la castración, la ignorancia forma parte de la dialéctica de la verdad.

En este contexto, Lacan sostiene que “el deseo solo es reintegrado en forma verbal, mediante una nominación simbólica”. A primera vista, esta afirmación parece paradójica, pues el deseo es, por definición, imposible de decir. Sin embargo, esta nominación no debe confundirse con una simple verbalización, sino que se trata de una operación en la que el significante crea, forja y funda, realizando una verdadera creación ex-nihilo.

Este acto de nombrar el deseo se inscribe en la estructura simbólica del sujeto, anclándolo en la serie de la cadena significante. Más adelante, en La significación del falo, Lacan reafirma esta función estructurante del significante, estableciendo un vínculo con la castración como nudo esencial en la subjetivación. Así, el deseo encuentra su ciframiento en la nominación simbólica, inscribiendo la falta en el orden del lenguaje y delimitando el lugar del sujeto en la estructura.

lunes, 7 de noviembre de 2022

¿Qué hay antes de la constitución del narcisismo?

El texto Introducción al narcisismo introduce un ordenador del aparato psíquico. Podemos preguntarnos, ¿Qué hay antes de ese período? Si no se constituye el narcisismo, ¿Qué deviene y qué lo estabiliza? ¿Hay algo circunscribible, nombrable o no? 

Si vamos a un texto anterior a Introducción al narcisismo, tenemos el texto donde Freud habla en Leonardo Da Vinci: (1910, p.93)

Tras ese estadio previo sobreviene una trasmudación cuyo mecanismo nos resulta familiar pero cuyas fuerzas pulsionantes todavía no aprehendemos. El amor hacia la madre no puede proseguir el ulterior desarrollo conciente, y sucumbe a la represión. El muchacho reprime su amor por la madre poniéndose él mismo en el lugar de ella, identificándose con la madre y tomando a su persona propia como el modelo a semejanza del cual escoge sus nuevos objetos de amor. Así se ha vuelto homosexual; en realidad, se ha deslizado hacia atrás, hacia el autoerotismo, pues los muchachos a quienes ama ahora, ya crecido, no son sino personas sustitutivas y nuevas versiones de su propia persona infantil, y los ama como la madre lo amó a él de niño. Decimos que halla sus objetos de amor por la vía del narcisismo, pues la saga griega menciona a un joven Narciso a quien nada agradaba tanto como su propia imagen reflejada en el espejo y fue trasformado en la bella flor de ese nombre.

El tema del narcisismo se venía discutiendo entre los discípulos de Freud, hasta 1914, cuando Freud publica Introducción al narcisismo. El narcisimo se encuentra presente en varios textos, aunque no se lo define ni se lo articula lógicamente. Está remitido a la idea de la perversión, donde el sujeto en lugar de tomar como objeto de amor un objeto externo, se toma a su cuerpo como objeto. Introducción al narcisismo viene a zanjar la dificultad que revestía este uso descriptivo y en definitiva patológico.

Freud ubica al narcisismo como una forma de investimiento pulsional necesario, pero sobre todo, precisándolo como concepto, lo cual es distinto a ubicarlo en la fenomenología, o de sus presentaciones sintomáticas en el adulto.

El texto retoma algunas dificultades que se presentan en la clínica con homosexuales, con la que se enfrentaba el proceso de análisis con los neuróticos. Hace la concepción de un narcisismo primario, cuando se comienza a pensar la demencia precoz (esquizofrenia) bajo la premisa de la teoría libidinal y algunas características de los niños y pueblos primitivos respecto de los pensamientos y las palabras. La argumentación plantea el destino de la libido sustraída a los objetos en el caso de la histeria y la neurosis obsesiva, respecto del destino en la esquizofrenia, para ubicar finalmente que el destino de esta libido sustraída a los objetos en el caso de la esquizofrenia es el yo.

Freud plantea esta retracción de la investidura de objeto como un narcisismo secundario y ubica uno primario, según Freud "oscurecido por múltiples influencias". Esto lo lleva a plantear que:

Nos formamos así la imagen de una originaria investidura libidinal del yo, cedida después a los objetos; empero, considerada en su fondo, ella persiste, y es a las investiduras de objeto como el cuerpo de una ameba a los seudópodos que emite.

El tema es, si antes de eso no hay ningún sujeto, ¿Cómo es que el futuro sujeto tiene alguna referencia de sí mismo antes de la aparición de "sí mismo"? Este es un impasse del texto. ¿Cómo el niño puede identificarse con algo si antes no sabe que es él? Esto es lo que viene a salvar Lacan con la introducción del espejo plano en el estadío del espejo. No hay modo de pasar por ese lugar si no es por mediación del Otro. En términos freudianos, son las altyernancias del lust y el unlust que permiten empezar a ubicar unas regularidades en el exterior. En esa vorágine de cosas, aparece un sujeto. Si el yo definido por Freud en distintos textos como imagen, ¿puede devenir objeto? Esto es lo que Lacan intenta responder.

El texto continúa planteando una distribución de los objetos de amor que se puede tomar en función de la fijación libidinal del desarrollo. Esto completa lo planteado en el texto de Leonardo Da Vinci respecto de la posición narcisista. Así, la elección de objeto podrá tomar las siguientes vías:

1. Según el tipo narcisista: 

a. A lo que uno mismo es (a sí mismo),

 b. A lo que uno mismo fue, 

c. A lo que uno querría ser, y 

d. A la persona que fue una parte del sí-mismo propio. (Es decir, una parte de uno que fue relegada y posteriormente encontrada en otro que la porta)

2. Según el tipo del apuntalamiento: 

a. A la mujer nutricia, y 

b. Al hombre protector y a las personas sustitutivas que se alinean formando series en cada uno de esos caminos.

La distribución libidinal que retroactivamente se podría inferir que habitaba al futuro sujeto cuando se dan algunas condiciones, dan lugar a la constitución del yo como creación nueva y original, al ideal del yo y al yo ideal. Fíjense la complejidad de hablar de lo que antes de la constitución del yo habita a ese cuerpo. Antes de la constitución del narcisismo no hay yo, ¿Cómo denominar a todo eso que habita a ese cuerpo? Sin embargo, eso lo habita alguna orientación y organización tiene, porque hay una tendencia que culmina en el narcisismo. No es un caos errático que evoluciona desordenadamente, sino que hay unos automatismos (muchos descritos en El proyecto...), pero que sin embargo no son nombrables. 

En ese sentido, son interesantes los desarrollos de Piaget sobre las reacciones circulares: las primarias, secundarias y terciarias. Esas reacciones alguna marca dejan y eso debe comandar al estadio del narcisismo y del espejo, que es posterior. En el estadio del espejo ya hay un reconocimiento de la imagen del otro que ese sistema se va estabilizando.

Es un supuesto necesario que no esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad comparable al yo; el yo tiene que ser desarrollado. Ahora bien, las pulsiones autoeróticas son iniciales, primordiales; por tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se constituya. (p. 74)

En el apartado 3 se inicia con una concepción que no suele enfatizarse y que permite repensar lo señalado en la página 82, donde se interroga sobre la culminación del narcisismo primario y responde en diferentes formas. Dice que:

¿En razón de qué se ve compelida la vida anímica a traspasar los límites del narcisismo y poner {setzen} la libido sobre objetos? " La respuesta que dimana de nuestra ilación de pensamiento diría, de nuevo, que esa necesidad sobreviene cuando la investidura {Besetzung] del yo con libido ha sobrepasado cierta medida. Un fuerte egoísmo preserva de enfermar, pero al final uno tiene que empezar a amar para no caer enfermo, y por fuerza enfermará si a consecuencia de una frustración no puede amar. Algo parecido a la psicogénesis de la creación del mundo, según la imaginó H. Heine: «Enfermo estaba; y ese fue de la creación el motivo: creando convalecí, y en ese esfuerzo sané».

Este párrafo, tan lírico, tiene muchas objeciones. pensemos en cualquier niño frente a cualquier situación que le depare placer. ¿Cuánto podría seguir hamacándose o corriendo por el parque? Todo el tiempo que la fuerza se lo permita. No hay modo que los niños cedan a aquellas actividades que les depara un gran placer. Ejemplo, cuando a un  niño se le lee continuamente el mismo cuento. Esto de que hay que salir hacia el mundo, no se verifica. La fenomenología clínica que lo demuestra es el autismo. Pero más allá de la psicopatolog{ia, tenemos el caso de los niños y los bebés.

Sin embargo, el germen del argumento es el que llevó a Freud al planteo económico en las neurosis actuales. El argumento de la estasis libidinal es, justamente, el argumento de las neurosis actuales: una estasis libidinal no articulada, produce displacer. No obstante, vemos que en los niños esto no sucede: no hay displacer en la reiteración de acciones que los bebés realizan. 

Por otro lado, esta idea de que para no enfermar hay que llevar la libido a otro lado supone la existencia, desde el inicio, de una diferencia entre el futuro sujeto y lo que lo rodea. Lo que hace salir el niño del hermetismo de su narcisismo es volcar su libido en el mundo. El problema es que para ese niño, todavía no existe el mundo. El bebé no sabe dónde él empieza ni termina, eso es la indiferenciación. Lo que la indiferenciación inicial plantea es la inesxistencia original de otro territorio (no hay otro territorio) y no debe confundirse con el límite del cuerpo del niño, sino con todo lo que produce una percepción en ese cuerpo y cuya única percepción posible de ello es que lo percibido es todo.

Freud, en Pulsiones y destinos de pulsión:
Imaginemos un ser vivo casi por completo inerme, no orientado todavía en el mundo, que captura estímulos en su sustancia nerviosa.'' Este ser muy pronto se halla en condiciones de establecer un primer distingo y de adquirir una primera orientación. Por una parte, registra estímulos de los que puede sustraerse mediante una acción muscular (huida), y a estos los imputa a un mundo exterior; pero, por otra parte, registra otros estímulos frente a los cuales una acción así resulta inútil, pues conservan su carácter de esfuerzo {Drang} constante; estos estímulos son la marca de un mundo interior, el testimonio de unas necesidades pulsionales. La sustancia percipiente del ser vivo habrá adquirido así, en la eficacia de su actividad muscular, un asidero para separar un «afuera» de un «adentro»."

Por eso es importante plantear, a diferencia de lo planteado, de cómo se va más allá del narcisismo originario, como vimos en la cita anterior con el poema de Heine. Al iniciar el apartado 3 dice Freud:

Las perturbaciones a que está expuesto el narcisismo originario del niño, las reacciones con que se defiende de ellas y las vías por las cuales es esforzado al hacerlo, he ahí unos temas que yo querría dejar en suspenso como un importante material todavía a la espera de ser trabajado; su pieza fundamental puede ponerse de resalto como «complejo de castración» (angustia por el pene en el varón, envidia del pene en la niña) y abordarse en su trabazón con el influjo del temprano amedrentamiento sexual.

Es decir, no tiene tanto que ver con la estasis libidinal de tener que volcar algo afuera, niño algo diferente... Lo que sea que pasa dentro del soma del niño, empieza a haber un privilegio de algunas cosas (línea gruesa) sobre otras:


Esto, en definitiva, no deja de ser una marca (M) en el cuerpo del niño. Eventualmente, esa marca se podrá transformar en significante (S1). Ahora, todo lo que el niño desarrolla para volver a encontrarse con esto, es una elaboración de saber (S2), lo que sería la letra de goce, ese significante.

Efectivamente, debe haber algo placentero que el niño realiza y eso se logra estabilizar a partir de ciertas coincidencias con el mundo exterior. Sucede que eso produce un saber, porque una cosa es un alarido cualquiera; otra es el llamado, etc. La madre (M) hace una escritura sobre ese grito, por ejemplo, diciendo que es hambre:
Es la madre que hace sobre determinada marca un significante (M/S1), siendo que el significante proviene de la madre y la marca está en el aparato del niño. Lo que de la marca no se transcriba en un significante y no se estabilice, no es articulable. Lo que vemos en la clínica del autismo es que la madre no puede articular ningún sentido a la marca, que queda vacía.

Para la madre, tiene que haber un deseo y una atribución de saber (que le atribuye al hijo). Si la madre supone que su hijo no va a poder, efectivamente el hijo no va a poder. Todas esas marcas provienen de la madre y son donadas al hijo por ella. A pesar de eso, marca y S1 no copula, es como un tetris que siempre falla. Es lo que relanza el deseo, como decía Freud, la diferencia de placer esperado y el encontrado.

De todo lo que habita al niño, mucho queda afuera y no es recubierto por el significante. Solo entra lo que los padres y el contexto cultural pueden nombrar de acuerdo al patrimonio cultural. Ahí sí volvemos al texto de introducción al narcisismo, en donde el niño tiene que salir al mundo a armar respuestas más eficientes. 

Esto es clatramente diferente a la consideración de un exceso que debe ser articulado y colocado en alguna parte. Freud claramente plantea que de dicha posición se sale porque algo externa a la misma lo hace caer. No es el exceso, sino el encuentro con un límite a dicho exceso y su articulación. Hasta este punto, el desarrollo ubica tres elementos que son necesarios en tanto supuesto lógico para la constitución de un sujeto: la posibilidad de registro en el campo de las actividades del placer, la compulsión a la búsqueda de su encuentro y un límite externo que introduce un acotamiento a las dos anteriores. 

Si neurológicamente hay una dificultad para el registro en el campo del placer de las actividades del cuerpo, toda esa constitución va a tener necesariamente una modificación, porque falta la premisa de lo que va a producir eventualmente marca. 

El texto freudiano continúa su argumentación luego de los comentarios acerca de la protesta masculina propuesta por Adler y fijar su posición. Destaca que la diferencia de comportamiento que se puede presentar en un adulto respecto al contenido de representación radica en las diferentes respuestas que origina respecto a la idea presente en ellos.

Dice Freud:

"Podemos decir que uno ha erigido en el interior de sí un ideal por el cual mide su yo actual, mientras que en el otro falta esa formación de ideal. La formación de ideal sería, de parte del yo, la condición de la represión.'''

Freud plantea que el narcisismo va a aparecer desplazado respecto a ese ideal del yo, que va a contar con todas las atribuciones de perfección que anteriormente recaían sobre el narcisismo. Respecto del sujeto, dice:

"No quiere privarse de la perfección narcisista de su infancia, y si no pudo mantenerla por estorbárselo las admoniciones que recibió en la época de su desarrollo y por el despertar de su juicio propio, procura recobrarla en la nueva forma del ideal del yo. Lo que él proyecta frente a sí como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido de su infancia, en la que él fue su propio ideal."

Ahora bien, el sujeto no quiere privarse de la perfección narcisista, ¿Pero puede no privarse de ello? Porque así planteado, parece una maniobra del sujeto para preservar cierta posición. Cuando algo de esto sucede, en la clínica vemos a sujetos enfrascados. Lo que efectivamente sucede es que el sujeto comienza a encontrarse con una serie de circunstancias en las cuales empieza a presentársele diferencias entre lo que pretendía y lo que efectivamente encuentra. En esto cuentan las admoniciones que recibió: de tanto recibirlas, por una parte, y de recuperar lo que se supone que perdió por ello o por otra, las hace propias.

El ideal del yo no se confunde con el yo ideal. Solo da lugar a co-fusiones la forma en que se lo presenta en el párrafo citado. El resto del texto permite ir precisando que son dos nombres diferentes, porque representan dos conceptos diferentes. Efectivamente, lo que proyecta frente a si como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido, es decir, lo que se propone como aspiración, lugar de llegada, es su yo ideal. Freud precisa: 

"La formación de un ideal del yo se confunde a menudo, en detrimento de la comprensión, con la sublimación de la pulsión. Que alguien haya trocado su narcisismo por la veneración de un elevado ideal del yo no implica que haya alcanzado la sublimación de sus pulsiones libidinosas."

Más adelante:
"No nos asombraría que nos estuviera deparado hallar una instancia psíquica particular cuyo cometido fuese velar por el aseguramiento de la satisfacción narcisista proveniente del ideal del yo, y con ese propósito observase de manera continua al yo actual midiéndolo con el ideal."

De donde surge claramente que del ideal del yo parten exigencias hacia el yo y el yo ideal es un punto de llegada comandado por el ideal del yo. Y lo más importante es que ubicará la constitución del ideal del yo como efecto de las palabras de los padres y con los que con ellos forman serie.

"La incitación para formar el ideal del yo, cuya tutela se confía a la conciencia moral, partió en efecto de la influencia crítica de los padres, ahora agenciada por las voces, y a la que en el curso del tiempo se sumaron los educadores, los maestros y, como enjambre indeterminado e inabarcable, todas las otras personas del medio (los prójimos, la opinión pública). Grandes montos de una libido en esencia homosexual fueron así convocados para la formación del ideal narcisista del yo, y en su conservación encuentran drenaje y satisfacción. La institución de la conciencia moral fue en el fondo una encarnación de la crítica de los padres, primero, y después de la crítica de la sociedad, proceso semejante al que se repite en la génesis de una inclinación represiva nacida de una prohibición o un impedimento al comienzo externos.".

Esto hace a la constitución del ideal del yo. El ideal del yo será aquello que como aspiración del yo estará en las expectativas para satisfacer las exigencias del ideal del yo. La conciencia moral y el censor del sueño quedarán adscriptos a la función del ideal del yo. En definitiva, el yo ideal no deja de ser una representación consciente. El paciente dice "Yo quiero ser así". En cambio, de lo que es el ideal, menos nos enteramos, y de la gran mayoría padecemos.

La distribución de linaje que retroactivamente se podría inferir que habitaba al futuro sujeto, constituirá el ideal del yo y el yo ideal. Luego el texto ubica que en la formación del ideal del yoes lo que aumentan las exigencias del yo y es aquello que favorece a la represión. habla de la sublimación como aquello que le permite al yo cumplir con dichas exigencias, sin dar lugar a la represión.

De estos elementos se destaca la creación ex-nihilo del yo. Antes de su instalación no existe nada comparable en sus funciones al yo. El yo es algo que se constituye a partir de esta primera identificación. Se trata de la primera constitución de algo que no puede ubicarse sencillamente dónde o en qué puede atribuirse su existencia, en el sentido que no puede ubicarse en una correspondencia unívoca aquello que es designado por "yo".

Lacan, en "Función y campo..." dice que esta identificación en una matriz simbólica, algo que como esquema es retomado por la función de lo simbólico, en tanto se nombra algo que está en otro lado. Ciertamente es muy difícil describir "quien soy yo", muy difícil de ubicar. Todo el conjunto de lo que uno es cuesta mucho circunscribirlo.

A partir de 1920 empiezan a producirse algunos impases respecto a estos desarrollos. En El yo y el ello, Freud plantea en una nota al pie de página:
Ahora, luego de la separación entre el yo y el ello, debemos reconocer al ello como el gran reservorio de la libido en el sentido de «Introducción del narcisismo» . La libido que afluye al yo a través de las identificaciones descritas produce su narcisismo secundario.

Más adelante prosigue con su desarrollo y agrega:
Ahora habría que emprender una importante ampliación en la doctrina del narcisismo. Al principio, toda libido está acumulada en el ello, en tanto el yo se encuentra todavía en proceso de formación o es endeble. El ello envía una parte de esta libido a investiduras eróticas de objeto, luego de lo cual el yo fortalecido procura apoderarse de esta libido de objeto e imponerse al ello como objeto de amor. Por lo tanto, el narcisismo del yo es un narcisismo secundario, sustraído de los objetos.

Esto produce una serie de dificultades. En principio, si no hay sujeto, ¿Qué clase de objetos se encuentran presentes ante el yo? ¿Para quién estarían presentes? ¿Cómo es que el ello hace tal o cual investidura si en principio no se le puede atribuir ninguna orientación? En realidad, toda la dificultad radica en la particularidad de la constitución del sujeto por la intermediación del Otro, el lugar que en él recibe y cómo ello es reglado. A partir de esta dificultad es que Lacan propone el estadio del espejo. 

Lacan va a responder a una serie de interrogaciones que se desprenden del texto freudiano, como Introducción al narcisismo, Más allá del principio del placer, El yo y el ello , preguntándose cómo el yo puede ser un objeto, más aún el primer objeto, si es una imagen. Su respuesta es la conceptualización del estadío del espejo. Lo delimita como:
"...consiste en poner en manifiesto la conexión de cierto número de relaciones imaginarias fundamentales en un comportamiento de una determinada fase del desarrollo"
"Este comportamiento no es otro que el que tiene el niño ante su imagen en el espejo desde los seis meses de edad"
y que caracteriza como
"...asunción triunfante de la imagen con la mímica jubilosa que la acompaña y la complacencia lúdica en el control de la identificación especular"

Lacan hace este desarrollo tomando la observación de Bernard Perez (1888), quien describe que:
Eldestein dice que esto, que nbo se articuló a Freud, quedó como una mera curiosidad psicológica hasta que Lacan la retomó. Las relaciones imaginarias que Lacan sitúa en el estadío del espejo consisten en:


En el seminario 1, cuando lacan comienza formalmente su enseñanza e introduce los tres registros, en la tópica de lo imaginario introduce un modelo del cual él dice que es sucedáneo del estadio del espejo. Lacan sigue la propuesta de valerse de modelos para aproximarse a un hecho desconocido, relaciones auxiliares para pensar los elementos teóricos.

Primero introduce la experiencia en el campo de la física: 


Este esquema tiene varias ventajas, como el hecho de crear un existente a partir de la nada. Se arma un florero con flores, donde antes estaba vacío. Las flores, si estaban en algún lado, es en el deseo de la madre y el florero podría ser el sustrato biológico.

El estadio del espejo contradijo los aportes de los posfreudianos en lo que respecta a su consideración de un yo autónomo, en este párrafo citado anteriormente. Si el yo fuera autónomo, no necesitaría del Otro para hablar o aprender a caminar.

Con la alienación con la que el yo se constituye, el sujeto recibe una serie de atributos, no importa tanto cuales, sino que serán portados por él, recibidos por la lengua materna, quien lo colma de dones, literalmente. 

El esquema óptico permite ubicar los tres registros: imaginario, real, simbólico. Las imágenes, tanto en la percepción directa del florero como la imagen real proyectada por el espejo esférico representa la dimensión imaginaria. En conjunto del aparato, lo real. Las leyes ópticas que subyacen a la producción de la imagen, lo simbólico. Esto último a veces se soslaya, pero es la dimensión simbólica en juego que permite que todo esto funcione. El ojo tiene que estar en determinado lugar y no en otro. 

Este esquema es perfeccionado por Lacan. Lacan observó que los animales se manejaban entre los registros real e imaginario únicamente. En los seres humanos, cuando se habla del narcisismo, la relación del sujeto con su propia imagen es siempre fallida, porque está siempre mediada por el Otro. Lacan va a introducir en su nuevo esquema el espejo plano, modifica la ubicación relativa del florero y el ramillete. Si se toma al cuerpo y sus agujeros como el florero y a las flores representando los objetos parciales de la pulsión, es alrededor de estos objetos parciales que para el psicoanálisis se constituye el cuerpo.


La nueva configuración del esquema óptico logra que la imagen del florero y el ramillete se armen como en la primera versión del esquema óptico, pero mediando ahora el espejo plano, como vemos en la imagen. para el ser humano, la imagen narcisista solamente es accesible a través de la mediación del Otro, representado por espejo plano. El Otro es el medio por el cual es sujeto humano encuentra su imagen. El esquema original de la física no representaba esto.

Es claro que para poder ser reconocido por otro, con anterioridad se debe producir que un otro se eleve a un Otro. Esto también lo posibilita este segundo esquema. Un Otro permite la configuración del sujeto bajo las formas de neurosis, psicosis y perversión.


domingo, 26 de junio de 2022

Teoría de la Ficciones –Bentham-

La influencia de Bentham en su época fue mas bien política que filosófica. Es considerado el fundador y principal representante del utilitarismo.
Formulo como ley de la ética, el llamado “Principio de interés”: La mayor felicidad para la mayor cantidad posible de individuos.

Ficción proviene de fingir. Fingir viene de fingere (fingo). Se le da 3 sentidos:

  1. Modelar la forma, dar forma.
  2. Representarse, imaginar, modelar por el pensamiento.
  3. Inventar falsamente, dar existencia ideal a lo que realmente no lo tiene, simular.
Ficciones lingüísticas.

Entidad: Todo elemento, materia o sujeto de discurso, que desde el punto de vista gramatical llamamos nombre-sustantivo.

Puede distinguirse en:
  • Perceptibles: Toda entidad cuya existencia conocen los seres humanos por el testimonio inmediato de sus sentidos, sin razonamiento, sin reflexión.
  • Inferenciales: Aquella cuya existencia de su creencia se produce por reflexión, se deduce, se infiere, a partir de una cadena de razonamiento. Puede ser:
  • Humana: es el alma considerada como existiendo en estado de separación del cuerpo. Pertenece a la clase de Entidades Ficticias.
  • Superhumana: Suprema: es Dios. Si Dios no se puede ver dada la imperfección con la que trabajan los sentidos del ser humano, Dios pertenece a la clase de Inferenciales Reales.
Ambas pueden ser real o ficticia.

Entidad Real: Aquella que para los propósitos del discurso, de lo que se habla, se le adjudica realmente existencia. (Cuerpo). Si percibo un objeto: entidad real.

Entidad Ficticia: Aquella que en la forma gramatical del discurso se le asigna existencia, porque estamos hablando de ella, pero no porque pensemos que exista; se le asigna existencia a los fines del discurso, porque en realidad no la tiene. Son las facultades de la mente, los poderes de la mente (Ej: pensar). Si hablo de abstracciones: entidad ficticia.

Cada entidad ficticia tiene alguna relación con alguna entidad real y solo se entiende en relación a esta. Se puede distinguir una:

Entidad ficticia de primer orden: Aquella relacionada con una entidad real. Ej: movimiento y reposo: son derivadas de un corpóreo: cualquier entidad real esta en movimiento o en reposo.

Entidad ficticia de segundo orden: Aquella relacionada con una entidad ficticia de primer orden

Entidades Perceptibles Reales: Percepciones individuales de todos los tipos.

Cuando se dice “entidad” se representa algo que tiene existencia. Pero cuando a la palabra entidad le adjunto la palabra “ficticio”, se quiere dar el efecto que no tiene existencia. Aparentemente aquí hay una contradicción: ¿Por qué en lugar de hablar de entidades ficticias, no decimos no-entidades?

La raíz de esta contradicción esta en la naturaleza del lenguaje: es el instrumento sin el cual nada puede ser dicho y poco puede hacerse. Las entidades ficticias deben su existencia solo al lenguaje.

En el lenguaje, las palabras se presentan en el carácter de nombres. Nombre de entidades reales y nombres de entidades ficticias.

Si la ficción no viene de una forma superior de la lengua, no podría tener existencia, sino apariencia. Quizás ahora puede verse la diferencia entre una entidad ficticia y una no-entidad.

Ej: En tal lugar, vive un ser llamado Diablo, que tiene un cuerpo de hombre, cuernos como las cabras, etc. de esta aseveración así hecha, se observa que el Diablo es una no-entidad, pero nos dice que realmente existe, hay una seria persuasión de la existencia de ese objeto así descripto.

Pero muy diferente es la noción de entidad ficticia: hablamos de ella a los fines del discurso, como si existiera, le atribuimos existencia; pero en la ficción no hay persuasión de alguna existencia real, si la hay, dudamos de su verdad. En las entidades ficticias no podemos dar cuenta de nada excepto hablando.

Clasificación de las entidades ficticias.
Entidades ficticias físicas: A esta clase pertenecen las que están incluidas en la lista aristotélica en sus 10 predicamentos, excepto el primero (cantidad, cualidad, lugar, relación, sustancia, tiempo, situación, posesión, acción, pasión o sufrimiento).

Entidades ficticias absolutas de primer orden: Son aquellas relacionadas con una entidad real. Son materia, forma, cantidad y espacio. En general se hablan de estas como si fueran entidades reales, pero son ficticias porque solo tienen existencia por una sustancia que sí es real, es de una determinada materia, de una determinada forma, existe en determinada cantidad, etc. Se desprenden de una entidad real.

Entidades ficticias absolutas de segundo orden: Son aquellas relacionadas con una entidad ficticia de primer orden. Son cualidad y modificación.

Entidades ficticias conectadas con relación: A las entidades las conectamos por medio de la idea de relación. La relación es una entidad ficticia que enlaza a las demás.

Entidades ficticias simples conectadas con relación: Lugar, tiempo, movimiento, acción, reacción y pasión.

Entidades ficticias consideradas y denominadas respecto de su concomitancia: Objeto, sujeto, objetivo.

Entidades ficticias concomitantes, resultados del proceso de agregación, división y subalternacion lógica.

Entidades ficticias políticas y cuasi-políticas: Efectos (obligación, derecho, poder) y causas (orden, prohibición, castigo). La obligación es la raíz de la cual se derivan todas las otras entidades ficticias. Un individuo tiene la obligación de abstenerse de desarrollar tal acto: si lo hace, no recibirá ningún dolor, si no lo hace, recibirá un castigo.

Entidades ficticias conectadas a la relación como entre causa y efecto.

Existencia y las clases de entidades ficticias relacionadas con ella: necesidad, imposibilidad, certeza.

Ficciones en Psicología.
Todas nuestras ideas psicológicas derivan de ideas físicas. Hablamos de las ideas mentales como si fueran corpóreas.

El nombre de un objeto individual ha sido llamado nombre propio. El nombre de una clase de agregados de objetos, nombre común.

Bentham insiste sobre la necesidad de hablar de las entidades ficticias como si fueran reales. Pensar en ellas desde la proposición en, desde la imagen o similitud de un receptáculo en el cual una idea tiene lugar, por ej, “aquel pan esta en esa sartén”.

Todas nuestras ideas vienen de nuestros sentido, ¿de que otro origen podría venir los signos o el lenguaje? Solo al canal del lenguaje le debemos la claridad o no claridad del discurso y de la ficción.

Lacan y la Teoría de las Ficciones.
Lacan utiliza la palabra ficción en términos de Bentham. Postula que “la verdad tiene estructura de ficción”; es decir que no existe la verdad, sino en la fantasmagoría de cada sujeto. Cada uno construye, en su fantasma, su propia verdad.

En el “Estadio del espejo”, Lacan dice:

Pero el punto importante es que esta forma sitúa la instancia del yo, aun antes de su determinación social, en una línea de ficción, irreductible para siempre por el individuo solo (...)

Es decir que toda la construcción del Yo es ficticia: el infans, sumido todavía en la impotencia motriz, se identifica con una imagen entera que recibe desde el exterior. Esta forma total de su cuerpo se adelanta en un espejismo a la maduración de su poder, a lo que él puede; y es por lo tanto una ficción. El Yo se constituye a partir de la identificación con esta imagen.

Al hablar de identificación, estamos hablando de una ficción, ya que se trata de una abstracción; se le asigna existencia a los fines del discurso. Les doy existencia porque yo pienso en ellas.

Estadio de Espejo: es una ficción.

Ficticio: No es falso; es una construcción que es una abstracción. Todo lo que es abstracción, es ficción. Es a nivel del pensamiento.

martes, 29 de marzo de 2022

El cuerpo en peligro ¿Por qué las Patologías del Narcisismo son un problema clínico?

Las patologías del narcisismo
Las patologías del narcisismo no son psicosis, donde está en juego la forclusión en una parte central de la estructura y un fracaso de una falta fundamental, sino que se trata de forclusiones parciales que se da en alguna de las operaciones fundantes que veremos: el espejo, la alienación-separación o en la pulsión. 

Las patologías del narcisismo no son subsidiarias del inconsciente, de manera que su eficacia no está puesta en juego debido a esa forclusión parcial. Son pacientes que aparecen representados por vía la actuación (pasajes al acto, compulsiones) y del ello, no por las formaciones del inconsciente. 

En estos cuadros se requieren intervenciones precisas, porque no se puede descifrar (interpretar) lo que no está cifrado, así que lo que hay que hacer es justamente cifrar. La intervención fundamental es que eso que les ocurre tiene un sentido y el analista debe tomar aquello que no tiene derivación psíquica (como decía Freud en 1895) y armar construcciones en el análisis. 

El diagnóstico diferencial entre psicosis y patologías del narcisismo es complejo y hay que tomarse un tiempo en hacer esta distinción. Estos cuadros suelen confundirse porque en ambos hay una forclusión, pero en las patologías del narcisismo es parcial. Es decir, no encontramos la forclusión del Nombre del Padre, donde no habría significante fálico que ponga en juego a la estructura. No hay que apurarse por hacer esta distinción, porque lo que marca cómo intervenir es el propio discurso del sujeto. No hay que olvidarse que es el analista quien cree que está ante una psicosis o una patología del narcisismo, pero lo importante acá es apuntar al discurso del paciente, se trate de lo que se trate. En ambos casos, el analista apuesta que mediante la construcción haya una eficacia inconsciente y un modo de anudar a la estructura.

El cuerpo en peligro
No todos los discursos entienden al cuerpo de la misma manera. Para la filosofía, el cuerpo siempre estaba en oposición con la mente y estudiaba las relaciones entre ambos. El discurso médico arraiga esa concepción. La medicina estudia alguna incidencia que la menta pueda tener sobre el cuerpo. Si alguien consulta por una afección, luego de los estudios que pueden dar bien, puede devolverse que de lo que se trata es de estrés ó directamente "No tenés nada". Son oportunidades que allí se pierden de ubicar aquella afección, pero resulta el mejor aliado del psicoanálisis si es que él médico puede hacer un pasaje de ese padecimiento que va de médico en médico a un analista.

Para el psicoanálisis, el cuerpo subvierte esta cuestión filosófica y médica del dualismo mente-cuerpo. El psicoanálisis ubica otras cuestiones, que a Freud le tomó toda su obra. Él comenzó ubicando en las neuronas el padecimiento de la histeria, pero se encontró con el inconsciente, que no tiene una localización concreta sino que es una legalidad que se organiza como un lenguaje. Freud también atendió padecimientos que se ubican en el cuerpo, los síntomas conversivos, que son formaciones del inconsciente. También descubrió que esos síntomas conversivos eran mensajes cifrados inconscientes. De esta manera, el dualismo cuerpo-mente desaparece y el cuerpo y la mente se incluyen dentro de lo que él llamó psiquismo. 

Pensemos en este ejemplo: Un niño de 10 años comienza con un tic nervioso, un parpadeo constante y repetitivo. Ese niño se acababa de mudar a una ciudad y todo era nuevo: el colegio, los amigos, el club, la dinámica familiar. El padre le dice "Me parece que estás viendo muchas cosas, es difícil ver tanto y no parpadear". El nene, inmediatamente, se pone a hablar de que todo era muy lindo. El síntoma conversivo no siempre tiene que ver con lo traumático negativo, sino con que todo esto era demasiado para ese niño y solo había que ponerlo en palabras aquello que el cuerpo estaba diciendo.

El mensaje inconsciente del síntoma está cifrado y la interpretación puede descifrarlo. El cuerpo está totalmente entrelazado con el lenguaje, es un sistema que opera igual que el lenguaje y tiene sus mismas leyes. Esto le permite a Lacan afirmar, en el seminario de la angustia, que el cuerpo es un lugar donde encarna el significante. 

El cuerpo es un lugar donde encarna el significante (simbólico), que se constituye como una unidad totalizante (imaginario) y que sin embargo aloja la falta, lo que permita que sea un cuerpo libidinal (real). Vamos a tratar de desplegar estas tres cuestiones.

Para que se constituya un cuerpo va a ser necesario que se produzcan tres operaciones que lo funden. Estas operaciones, sin embargo, pueden tener accidentes. Lo que de entrada tenemos es un organismo; el cuerpo se funda y no siempre lo hace. Estas operaciones son:

1) La identificación narcisista que se da en el estadío del espejo.
2) La operación de alienación y separación que lacan despliega en el seminario 11.
3) La constitución de las zonas erógenas y el cuerpo pulsional. 

En las patolgías del narcisismo, hay accidentes en estas operaciones, en donde la falta no está disponible y el pasaje de la pulsión, en vez de pasar por el inconsciente, pasa directamente al cuerpo. Desarrollemos el tema:

La primera operación de la constitución del cuerpo es el Estadío del Espejo, que tiene que ver con la identificación narcisista. Hasta los 18 meses, el niño no tiene un cuerpo constituido (una unidad cerrada de sí mismo). Lo que hay es una suerte de fragmentación del cuerpo, de manera que si uno le dice a un bebé "Te saco la nariz", el bebé se toca la nariz para verificar si la tiene o no la tiene. El niño, hasta entonces, tampoco tiene dominio motor.

La experiencia del espejo es lo que le da al niño un cuerpo. El niño se ve reflejado en el espejo y vive con júbilo esa experiencia. Se reconoce en el espejo, pero con la ayuda del Otro de los cuidados. Ese Otro sanciona que ese reflejado es la imagen del cuerpo del niño. Se trata de un asentimiento, una confirmación de que ese que está en el espejo es el reflejo del cuerpo del niño. Se produce, entonces, la identificación narcisista. Esa unidad totalizante le anticipa al niño la unidad en el cuerpo.

El niño está en en el espacio real, mientras que su reflejo en el espacio virtual. Lo importante es que tiene que haber un Otro que sostenga esta operación. Ese Otro le habla al niño con palabras amorosas, en el mejor de los casos. El Otro se vuelve sobre la imagen real, acaricia y besa al niño real.

Una vez que se produjo esa identificación narcisista, se gana un cuerpo pero se pierde el organismo. El cuerpo se presenta como unidad totalizante y se va a fundar también en el lenguaje por la próxima operación que veremos.

En el seminario de la angustia, Lacan dice algo que es un forzamiento a las leyes de la óptica, al decir que hay algo que no se especulariza. A eso lo va a llamar objeto a, eso que se va a notar como falta. Esa unidad total no lo es tanto, porque algo no se refleja. Esa imagen totalizante está atravesada por una falta y esa falta es la que organiza. En los pacientes graves se contacta la falta de esta falta.

La segunda operación tiene que ver con el significante, que se encarna en el cuerpo. Un paciente consulta por su impotencia sexual, que le sobreviene cuando se separó de su mujer repentinamente. Él no entiende nada, busca una casa y cuando está a punto de mudarse la mujer se arrepiente y él vuelve con ella. En ese momento, sobreviene el síntoma de la impotencia sexual. Él no entiende por qué, pero plantea una fantasía que le aparece cada tanto, que es que el motivo por el cual la mujer le planteó una separación fue el encuentro de ella con un tercero. Él tiene un sueño: estaba planchando y aparece la mujer y muy risueña y dice que la mujer no tenía cara.

Con "sin cara", el paciente asocia y dice "Mi mujer es una descarada", vinculado a esa fantasía. Con plancha, asocia planchado y "hacer la plancha". La interpretación es que él hace la plancha porque la mujer es una descarada. Para que esto ocurra y que el síntoma de la impotencia sexual sea un mensaje inconsciente, metaforizado con hacer la plancha, algo tiene que estar funcionando como significante, respetando el intervalo: que un significante pueda remitir a otro. Si la persona se maneja con un sistema de signos (y no significantes), plancha es el aparato para planchar la ropa y no hay modo que pueda significar la impotencia sexual. 

Cuando decimos que el cuerpo se funda en el lenguaje y tiene su estructura, lo que estamos diciendo es que hay un S1 que desliza hacia un S2 porque hay un intervalo entre ambos:
Plancha - Hacer la plancha - Impotencia sexual.

Para que esto ocurra, tiene que darse esta segunda operación, que es la de la alienación. Básicamente, esta operación implica que el sujeto recibe el lenguaje como un todo. El bebé tiene la disposición para hablar cualquier idioma. En la separación, algo se pierde: el lenguaje pasa de ser un todo y se constituye como un sistema significante. Se pierde el signo, no se puede hablar todo y como falta algo comienza el movimiento de los significantes. Si no hay un vacío ó algo operando como pérdida, no hay estructura ni movimiento y el lenguaje queda ubicado como un sistema de signos. Si la falta no está en un punto central de la estructura, tenemos la psicosis. Si la no-falta afecta una parte del cuerpo, tenemos la psicosomática, donde se afecta la piel, los pulmones, el aparato digestivo. En estos casos, los significantes no se ponen el juego para esa parte del cuerpo y funcionan como signos. Por ejemplo, en la piel se puede tener psoriasis y eso aparece como un signo, que es un significante que no se ha despegado (holofrase). 

La tercera cuestión que tiene que ocurrir es que el Otro erogenice ese cuerpo. Las zonas erógenas son la fuente de la pulsión, el lugar desde donde parte la pulsión a hacer su recorrido. La pulsión parte de la fuente, contornea al objeto (que puede ser cualquiera) y vuelve a la fuente. La pulsión, en el mejor de los casos, se pone en movimiento para recuperar una falta. Por ejemplo, para comer algo rico es necesario haber perdido el pecho. Si no está perdido el pecho, tenemos casos como la anorexia. Las pulsiones también se organizan alrededor de una falta. Las zonas erógenas se constituyen porque hay una falta, algo caído de la boca como zona erógena, o de la piel, la mirada. 

En el ello habitan las pulsiones. Freud dice en El yo y el ello que el contenido del ello puede pasar al yo pasando por el inconsciente reprimido; o bien de un modo directo, como en las compulsiones. En las compulsiones la pulsión opera como puro drang (empuje). Freud explica a las compulsiones como que el contenido del ello, que son las pulsiones, pasan directamente al cuerpo, al yo. No hay un pasaje por el inconsciente reprimido.

Estas son las tres operaciones que fundan el cuerpo como unidad totalizante, como lugar donde encarna el significante y como cuerpo libidinal. En estas tres operaciones tiene que haber una falta, que es la que le da consistencia al cuerpo, término que usa Lacan en el seminario 23 para hablar del cuerpo. El cuerpo no se desintegra, es consistente. La consistencia del cuerpo no siempre es la misma: en algunas psicosis, como en la esquizofrenia, no está. En la película El cisne negro, el cuerpo de la protagonista no es consistente, a partir de algo que le pasa a Mina, tiene un cuerpo que se desintegra y no es consistente. Pero en la neurosis, el cuerpo es consistente.

En las patologías del narcisismo, el cuerpo es consistente, pero estas operaciones que vimos van a tener accidentes y van a hacer que este cuerpo se presente fragmentado, sin brillo, lastimado, compulsivo, afectado, extraño... que lo ponen en peligro.

Caso 1
El paciente trae un fenómeno hipocondríaco en una neurosis. Consulta por insomnio, le cuesta mucho conciliar el sueño, duerme pocas horas, se recuesta en la cama con los ojos abiertos y no sabe por qué le pasa esto ni desde cuando. Le demanda a la analista que le diga cómo conciliar el sueño. por lo que la analista lo deriva a psiquiatría, cosa que él rechaza diciendo que no puede tomar medicación porque ya lo ha probado y le cae mal.

Al tiempo, produce un acto fallido. Queriendo decir "Tengo miedo de no dormir", dice "Tengo miedo de dormir". La analista se lo señala y él dice que quiso decir otra cosa. La analista no abandona ese fallido; lo pone en relación con cosas que él venía contando de su historia. Él había vivido una escena muy traumática, pues siendo pequeño y estando con su padre en la puerta de la casa, unas personas asesinan al padre delante de él simulando un asalto. No era un asalto, sino de un ajuste de cuentas. Él no sabía qué había pasado, pero la versión que él tenía era que por su trabajo el padre se había acercado a gente muy oscura y no había hecho ese cálculo al hacer negocios. La analista toma esta historia y el fallido y lee que "Tengo miedo de dormir" es "Tengo miedo de dormirme, de ser un dormido". (En Argentina, ser un dormido es no ver las cosas como son, olvidarse cosas). La intervención no produjo ninguna eficacia. 

Además de este insomnio, el paciente tenía muchas afecciones en su cuerpo. Le dolía el estómago, tenía diarreas, le dolían las cervicales, tenía acidez... Iba desplazando ese dolor en su cuerpo a distintos lugares, sin detenerse en uno. El paciente se desesperaba, quería saber qué tenía, iba rápido al médico y siempre pensaba algo potencialmente terrible. Lo que está en juego en estos casos es que esa falta que antes situábamos está obturada y no está disponible. Está forcluída, pero no en un punto central de la estructura, sino parcialmente. De esta manera, se le presenta como signo y no como un significante que remite a otro. El signo no remite a nada, de manera que si uno le lee el fallido no engancha con otro significante. Es lo que pasa con la psicosomática, pero a diferencia de ésta, donde fracasa el intervalo entre significantes y el signo se deposita en una parte del cuerpo, aquí se desliza de una parte del cuerpo a otra. El hipocondríaco es quejoso y tiene miedo, el paciente con una psicosomática quizá ni habla de eso. 

En estos casos, aparecen los órganos libidinizados. Un ejemplo es El enfermo imaginario de Molliere, donde se ve la gran libidinización que se hace sobre el órgano afectado momentáneamente (en la psicosomática es permanente). En ese momento, podemos decir que no hay cuerpo, sino organismo. 

Caso 2
La paciente es derivada por una psiquiatra, porque tenía un síntoma muy peculiar e infrecuente. Tenía episodios de regresión a la infancia. La psiquiatra recorta que la regresión la hacía a sus tres años. Cambiaba su cuerpo, le cambiaba la voz y su modo de hablar, transformándose en una niña de tres años. Recuerda a los primeros historiales freudianos ó a las manifestaciones espectaculares que describe Breuer. Con la psiquiatra, todo esto se transformaba en llantos y gritos, cosa que la psiquiatra no sabía qué hacer con eso.

Un caso
Cuando Juana llega al consultorio, lo hace de manera muy afectada, diciendo que tenía miedos, que no podía salir a la calle sola porque sentía que los objetos se le venían encima. No había en ella una diferenciación entre su cuerpo y el afuera, de manera que se le venían encima los objetos externos. Sentía su cuerpo extraño, escuchaba silbidos y veía sombras. Esto comenzó a pasarle al separarse de su marido, con quien tiene un hijo de doce años.

En su historia, ella había sido cedida por su madre a la abuela, quien la crió. Esta la abuela la tenía como a una princesa, transmitiéndole que un gusto por el arte: el baile, la música, pintar. Todo esto estaba muy desarrollado en la paciente. Ella ubicada que la separación había sido el desencadenante de esta afección que había tenido en el cuerpo. Al despedir a la paciente, vuelve a los dos minutos y toca el timbre a su analista. Estaba absolutamente desencajada. Era otra cara. Se sienta y comienza a hablar como una nena, diciendo cosas que no se entendían, a los gritos, llorando, moqueando... Esto es una urgencia en el consultorio que obliga a intervenir. La analista trata de calmarla con palabras amorosas, pero lloraba cada vez más. En un momento, la analista le dice "Juana, escuchame: ni vos tenés tres años ni yo soy tu abuela". Esa intervención surge de la lectura del caso. La paciente se repone. Este tipo de intervención produce un corte.

Juana tenía muchos problemas con los cortes. cada vez que ella se separaba de algo, respondía con síntomas donde el cuerpo se enloquecía. Cada vez que el hijo cumplía años se ponía mal, tenía una relación fusionada a su hijo. Más allá de esta regresión, cuando sufría una separación ó la rechazaban, su cuerpo respondía de una forma muy particular: con fragmentación, al punto de llegar a verse en el espejo como un cadáver. Llamaba diciendo que un bicho enorme le recorría dentro el estómago, se lastimaba mucho. 

Para Freud, los síntomas ligados a las neurosis actuales no tienen derivación psíquica, es decir, no remiten al inconsciente. Hay un pasaje directo del ello pulsional al cuerpo. A diferencia de lo que planteaba Freud en 1895, actualmente sabemos que la apuesta en estos casos es a que haya una eficacia inconsciente, a que haya algo que pueda operar desde la construcción que despegue eso que funciona como signo. El analista tiene que trabajar con lo que hay, no son pacientes que asocian con un fallido. En esta paciente, la construcción tenía que ver con señalarle que cada vez que había un corte o una separación, ella respondía de esa manera.

Un día la paciente llega con una mano vendada, porque había tenido una discusión con el hijo y agarró un cuchillo y en vez de clavarlo en una madera, se lo clavó en la mano. La analista le dice "Yo creo que vos querés cortar con ese hijo, pero cortás en el lugar equivocado". 

La paciente, por vía sublimatoria del arte, se anudó, formando un sinthome. Pasados los años, su cuerpo ya no derrapaba con las separaciones, de manera que la paciente se fue con otra cara y otro cuerpo. El cuerpo es el lugar donde encarna el significante, de manera que el análisis incide en el cuerpo. De manera que mediante un análisis, es esperable que el cuerpo deje de estar en peligro y que en los neuróticos ese cuerpo cambie. 

Fuente: Notas del Taller Clínico Virtual "El cuerpo en peligro ¿Por qué las Patologías del Narcisismo son un problema clínico?", a cargo de la Lic. Vanesa Starasilis.