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viernes, 4 de septiembre de 2020

“¿Alguien trajo facturas para el mate?”


¿Qué es esa satisfacción, en los bordes del cuerpo, donde “uno se concentra como si fuese un concierto”? ¿Por qué esa “mirada que coagula, mirada que atrapa, de la que uno no se puede despegar”? ¿Qué pasa cuando “un padre ejerce el goce de la voz”? ¿Por qué las agendas viejas son decepcionantes? ¿Cuál es el ancla que consiguieron Mozart y Borges? Y otras cuestiones desde el psicoanálisis.

Con la pulsión pasan cosas raras. Cuando decimos pulsión oral, por ejemplo, hay una fuerza, un empuje que no funciona acorde con las reglas de una biología pura, que sólo estuviera comandada por el orden de la vida. Yo planto trigo, pongo los fertilizantes, hay sol suficiente y el agua necesaria, el trigo crece, proporciona sus granos. El ser humano come todos los ingredientes que necesita, una dieta balanceada, sabe qué es necesario, termina de comer, ¿y qué hace?: “¿Tomamos un cafecito?” “¿Y una copita de coñac?” “¿Querés un cigarro?” “¿Lemoncello?” “Bueno, es el Día de la Madre, brindemos, champagne.” “Yo traje una tortita.” Entre una cosa y la otra, ya son las cinco de la tarde: “¿Alguien trajo facturas para el mate?”. ¿Qué pasa con ese empuje que, a pesar de lograr su satisfacción, persiste? ¿Por qué persiste?

Tomemos otra pulsión, la escópica: hay goce en el ver. Es grato para un caballero observar a una mujer hermosa; para una mujer, a un caballero que le guste; nos gusta ver una buena película. Goce de la mirada. Pero, de pronto alguien va a cenar con una persona que quiere y enfrente hay un televisor y él queda atrapado por la mirada, hasta que: “Vení, sentate del otro lado”. Es el fascinum. Es la mirada medusante, la de Medusa, la mirada que coagula, la mirada que atrapa, de la que uno no se puede despegar. ¿A ustedes nunca les pasó que pasaron por el living, estaba prendido el televisor y quedaron atrapados, y después se preguntaron qué estaban haciendo ahí?

También nos interroga el objeto. Como dijo Freud, el objeto es lo más variable: el menú del restaurante lo testimonia así.

Y tenemos también la fuente de la pulsión. Uno pensaría que la pulsión oral se satisface con la panza llena. No. El genio de Freud advierte que se satisface en el borde de los labios, en el enclave de los dientes; no tiene nada que ver con el estómago, el esófago, la faringe, el intestino grueso, el delgado. Con la pulsión anal, lo mismo. Cuando uno hace sus necesidades cada mañana, ni se entera de lo que se está procesando en el intestino delgado, en el intestino grueso, en el duodeno. El momento de la satisfacción, cuando uno no quiere que lo interrumpan, cuando se concentra como si fuera un concierto, es el momento en que participa el borde anal. El ejemplo extremo de la satisfacción –sólo un genio como Freud pudo señalarlo– es un labio besando a otro labio. Piensen un poco con los términos del ideal higiénico: ¿para qué sirve un beso? Sólo para intercambiar gérmenes. Sin embargo, ¿quién renunciaría a un beso bien dado con alguien que ama, que desea?

Somos vivientes raros. Porque uno ve en National Geographic, con esas lentes de aumento, insectos con cuerpos inesperados, bichos raros. Pero si ese bicho viera las cosas que hacemos, diría: “Esta gente sí que es rara. Se enfrentaron, se mataron tantas veces, llegan a poner en riesgo su propia supervivencia...”. Sólo el ser humano hace estas cosas. ¿Por qué? Es que la irrupción del lenguaje, encarnado en el Otro, arruinó el instinto. El lenguaje es la ruina del instinto. Sarmiento –que era genial– se equivocó. “Civilización o barbarie” es: civilización y barbarie. La barbarie no existe fuera de la civilización. No hay sapitos que digan que torturaron por obediencia debida. Sólo el sujeto come lo que le hace mal, no come lo que precisa, come de más, come de menos, sufre de anorexia apátrida –como dice Inodoro Pereyra, defendiendo a su mujer la Eulogia que era gorda–. El lenguaje nos otorga libertad; podemos comer variedad de alimentos, mientras que la vaca sólo come pasto. Pero tendemos a comer lo que nos hace mal. De más o de menos. Perdimos lo que define al instinto de la hormiguita, una fuerza que sabe qué objeto le conviene.

Ronquido de padre
Cuando desde el lugar de un padre se ejerce el goce de la voz, el grito, esa voz no es del orden del dicho. Cuanto más se grita, menos pasa la palabra. La voz llena el vacío del Otro. Conviene destacar que la voz, para que tenga el valor del imperativo categórico, eso que llamamos el superyó sádico, es una voz que va ligada a una palabra que demanda obediencia, que indica un mandato. Pero que no se reduce a ese mandato o a ese dicho. No es –dice Lacan en el Seminario “La angustia”– la voz de la música. Es una voz que va articulada a una orden. Y que se presenta así en la medida en que no está interrogada.

Reconocemos que hay distintas voces. Una es la voz imperativa, la voz del padre, el trueno de Zeus necesario. Pero también es necesario ir más allá de él. Un gran poeta, Vinicius de Moraes, dijo: “El que no escuchó roncar a su padre no sabe qué es tener padre”. Pero a un padre que siempre ronca, ¿quién lo aguanta? Voz imperativa, voz del superyó, voz de la conciencia moral, voz sádica, cruel. Pero tenemos, además, otra voz. Una madre que ama a su bebé, cuando le canta una canción de cuna, le brinda otra voz; no es la voz imperativa del superyó, es la voz del buen amor. Y tenemos, finalmente, la sublimación de la voz, que es la música. La música, tiene, por el hecho mismo de ser la sublimación de la voz, una característica: sólo por proyección le podemos atribuir un relato. Como dice un gran filósofo, Vladimir Jankélévitch, en La música y lo inefable (ed. Alpha Decay, 2005): sí, hay títulos que sugieren: La consagración de la primavera, de Igor Stravinski; Las cuatro estaciones, de Vivaldi; Preludio para la siesta de un fauno, de Debussy; La pastoral, de Beethoven, y tantos otros, pero son tan sólo títulos alusivos. Porque la música, como la voz a la que sublima, no es del orden del dicho ni del sentido.

Agenda vieja
Cuando el sujeto se encuentra ante una escena en la cual no puede avanzar, es inexorable que apunte para el otro lado, a la regresión. Por ejemplo, ¿quién no perdió alguna vez a un novio, una novia, un marido, una mujer, una amante? Es de lo más común que, en ese tiempo donde se quiebra una relación que para el sujeto ha sido importante, se apele a la agenda, se repasen números viejos. “No tengo recursos para avanzar, pero quiero pasar a algo distinto, probemos con lo que fue.” A veces, pocas, da resultado. La mayoría de las veces produce decepción. Nuestro tango lo dice, aunque “llorón”, bajo la forma del destino inexorable: el sujeto vuelve vencido a la primera dirección de la agenda: la casita de los viejos. ¿Por qué fracasa este recurso? También lo dice el tango. Con una filosofía que no se reduce a metafísica: “La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”. Agreguemos, como Lacan dice respecto de Hamlet, la vergüenza de haber sido el falo de mamá y el dolor de ya no serlo. Si no lo supera, tal vez busque una mujer que repita a ese Otro primordial. Tal vez no pueda interrogar su atrapamiento y lo viva como la consecuencia de un destino inexorable. Un análisis ayuda al sujeto a que haga de un destino un estilo. Hacer de un destino un estilo implica hacer, del lugar de objeto de goce para el Otro, el lugar vacío que invite a la creación.

El ancla
El fantasma es un conjunto de significantes anclados por un objeto de goce. Objeto de goce que tampoco es natural: se gesta en los encuentros del sujeto con el lenguaje del Otro. Se gesta en una contingencia, que depende de la relación, desde el comienzo, del sujeto con el Otro. El padre de Mozart le enseñó música desde los dos años, pero respondió un pequeño que tenía talento para la música. Borges nació rodeado por los libros del padre, pero la biblioteca cobijó a un pequeño que en las letras encontró el gusto de su existencia. Ellos fueron guiados por el padre, pero eso se da en muchos casos y depende de una contingencia: lo que llega del Otro y cómo el sujeto responde. Otra historia surge cuando el sujeto renuncia con sus sueños, cuando, ante su incapacidad para avanzar de acuerdo a sus sueños, resuelve invertir el recorrido: en lugar de realizar sus sueños, queda al servicio del Otro. El sujeto se siente degradado, sufre. Es lo que llamamos el antihéroe. Podemos encontrarlo en el monólogo de Anton Chejov “Sobre el daño que hace el tabaco” o en personajes representados por Chaplin o Woody Allen. Suelen ser personajes extremos en los cuales advertimos el riesgo que para cada uno implica ignorar el precio de una pérdida necesaria. Cuando una pérdida no es una desgracia, es una pérdida eficaz. En cambio, cuando el sujeto no paga la entrada, sólo tendrá una función deslucida; más de lo mismo.

Fuente: Isidoro Vegh (28/05(2013) “¿Alguien trajo facturas para el mate?” - Página 12 * Fragmentos de Senderos del análisis. Progresiones y regresiones, que distribuye en estos días ed. Paidós

viernes, 19 de junio de 2020

La voz y la mirada en la clínica psicoanalítica.

Notas de la conferencia dictada por Benjamín Domb, el 23/04/2019

Todas las necesidades del ser humano están contaminadas por otra satisfacción, que es otro goce, que es el goce fálico, el goce de la palabra. Los seres humanos gozamos, no comemos pasto. Comemos comidas que nos gustan porque nos da satisfacción. Esto tiene que ver con que somos seres hablantes.

¿Cuál es la importancia clínica de las pulsiones? Muchas patologías que nos encontramos en la clínica de hoy en día se refieren a las pulsiones. Las pulsiones están mezcladas y articuladas. Hagamos una rápida referencia:

Pulsion oral: El objeto oral es el pecho. bulimia, anorexia, drogadicción. Alcoholismo. Cigarrillo. ¿Qué podemos decir de la oralidad? La gente se droga, come desaforadamente, por la angustia. Son remedios que uno encuentra para mitigar la angustia o la depresión. Todo esto comienza con la teta, que es lo que la madre le da cuando el chico llora. Los padres muchas veces no saben qué hacer con la angustia del niño y le tapan la boca. Los sustitutos de las pulsiones son para tapar la boca. Hay muchas suplencias de la teta, del chupete. 

Pulsión anal: Su objeto son las heces. La constipación, la diarrea. La tacañería. Hay sujetos que no pueden perder absolutamente nada. Retienen, no tienen posibilidad de dar. Hay otros que se hacen cagar. Se tratan de patologías derivadas de la pulsión anal.

Estas pulsiones, la oral y la anal, son “de la vieja época”, las descritas por Freud. Lacan agrega la voz y la mirada.

Pulsión escópica: El objeto de la pulsión escópica es la mirada. No es lo mismo la mirada que la visión. Lacan dice que los ojos están hechos para no ver. Lacan pone el ejemplo de la latita que está en el mar, que te ve. El ejemplo más claro para mi es cuando uno se mancha la camisa: esa mancha lo mira a uno. La mancha es una mirada. Alguien que se arregla y se pasea, también lo mira a uno. La mirada es lo que te convoca a la visión, como los cuadros de las pinturas también tienen que ver con atrapar la mirada. 

Las patologías referidas a lo escópico son las patologías del narcisismo, al cuerpo, a cómo te ves. Tiene que ver con el estadío del espejo. Tiene que ver cómo te miraron. Hay una poetisa, Elvira Sastre, que define la soledad como mirar a alguien que no te mira. Cuando el Otro no te mira, estás sonado. Esto puede ser por la neurosis de los padres, que hacen que el chico tenga problemas en su constitución. 

Pulsión invocante: Es una pulsión que tiene que ver con la voz (objeto), que no tiene que ver con cantar. La patología que tiene que ver con la voz del superyó. El psicótico escucha voces que le hablan, es una voz que no se introyectó.

Todos los objetos de la pulsión son objetos que se pierden. Uno no toma la teta toda la vida, sino que se toma un tiempo. Los objetos perdidos se sustituyen por otros objetos que la sociedad ofrece constantemente para que uno satisfaga las pulsiones, por ejemplo la droga. Las heces también se pierden, así como la mirada y la voz. 

La voz se pierde cuando uno adquiere el lenguaje y comprende. El sujeto se queda con el significante y el sentido y la voz se pierde. Queda tapada por el qué me quisiste decir, qué dijiste. Un analista puede captar el sonido y el sentido. La poesía implica capturar el sonido y el sentido. Borges hacía mucho incapié en que la musicalidad y en el sentido estaba la buena poesía. Lacan, al final de su enseñanza, dijo que el psicoanalista tenía que ser un poco poeta. El buen poeta capta el sonido con el sentido, entonces la misma palabra que puede querer decir en un sentido una cosa, en el sonido puede decir otra. Una buena interpretación hace coincidir el sentido con el sonido. 

El ser viviente está separado por un abismo del ser existente humano, dice Heidegger. Entre el viviente y su voz, entre el viviente y su lenguaje se abre un abismo. Cuando uno adquiere el lenguaje, pierde la voz. Queda capturado por el lenguaje, por eso que me dijiste y la voz se pierde. Sabemos que los pacientes que le gritan a las parejas, justamente se escucha el grito y se pierde un poco el sentido de lo que dicen. El chico no nace con lenguaje, sino con el llanto, el gorgojeo o el laleo, pero no tiene lenguaje. Al adquirirlo, se pierde la voz. 


Heidegger hablaba de La Voz, así con mayúscula, que era la voz de la consciencia, la voz interior. El psicoanálisis habla de superyó, que te habla de manera cruel. Y también tenemos las voces de la psicosis, que siempre son denigrantes y maltratan (insultan, degradan). La voz no ha sido introyectada y la voz te habla desde afuera. El superyó también maltrata, pero una cosa es tenerlo adentro y otra cosa es que te hable de afuera. Al adquirir el lenguaje se abre un abismo con la voz. El perro tiene voz, ladra, pero no tiene lenguaje. El lenguaje marca una diferencia con los animales. El hecho de hablar condiciona al cuerpo. No es lo mismo el cuerpo del que habla del que no habla. Isidoro Vegh dio un ejemplo: a él le gusta la ópera y parece que ahora viene subtitulada. Uno escucha la voz, porque no entiende latín ni italiano, pero cuando le ponen el subtítulo y se pone a leer, se pierde la voz. A uno le puede gustar un tema en francés o en japonés y gustarle la melodía, ahí se escucha la voz. Pero cuando entiendo lo que quiere decir, pierdo la voz.

La patología del superyó que te ordena se ve mucho en la neurosis obsesiva. El superyó no es el ideal del yo, en el grafo del deseo de Las formaciones del inconsciente y en La subversión del sujeto, Lacan pone la voz en relación al Otro completo, al Otro inicial. La voz está en relación a un Otro absoluto. Lacan dice “El Otro no existe”, pero cuando uno nace y se es una cachorro humano prematuro, sin valimiento propio, hay un Otro que lo sostiene. En general es la madre, y Melanie Klein fue quien habló de ese superyó temprano, que es el superyó materno. Si se efectiviza la castración y se introyecta la voz, se conforma la pulsión invocante. La castración se transmite desde el inicio desde el discurso de la madre. La castración está en la estructura y ella la transmite. El niño también atraviesa el complejo de castración, que tiene que ver con la presencia del Nombre del Padre. Este complejo es fundamental para que haya un neurótico y es lo que lo diferencia de la estructura psicótica. En la forclusión del Nombre del Padre no hay castración. ¿Qué quiere decir la castración? Que todo no se puede y que hay pérdida: al hablar, se pierde la cosa. 

Hay una última definición de Lacan sobre la pulsión: el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir. Es una definción que está en el seminario del Sinthome (23). Está hablando de 3 instancias:

  • El decir, que es el decir del Otro, de la madre. Lo simbólico.
  • El cuerpo, donde resuena ese decir del Otro. Lo imaginario, porque en el ser humano el cuerpo es imaginario. No es el cuerpo del animal de la biología, sino que se constituye a partir del Estadío del Espejo. 
  • El eco. Lo real, el objeto a, como podría ser la voz. 
Esto Lacan lo dice discutiendo con lo que él llama los filósofos ingleses, porque no son psicoanalistas. Para ellos, todo se reducía a lo pre-edípico, que era lo oral o anal. Ellos dividían las etapas (oral sádica, etc), pero eliminaban absolutamente lo que tenía que ver con el padre y la castración. Se ocupaban de la maduración del yo, como los conductistas y los cognitivistas. Para el psicoanálisis, el hecho de hablar trastoca el cuerpo.

Los psicóticos no tienen pulsión, lo digo así. No está esa otra satisfacción, vemos esa cosa automática en fumar o en comer. Tampoco hay lazo social. En el psicótico la terceridad, que puede ser padre o lenguaje, no se ha inscripto. En el seminario III Lacan habla del inconsciente a cielo abierto en la psicosis, eso quiere decir que todas las figuras de la que habla el psicótico son exteriores a la estructura, no están incorporadas, no se produjo la identificación que se produce en las neurosis. El psicótico queda además aislado, sin lazo social.

El psicótico habita el lenguaje, pero no el discurso. No tienen un yo constituido, así que no se apropian del discurso ni del cuerpo. Por eso en los hospitales se ven cosas terribles, como una chica que se arrancó la nariz o un ojo. El cuerpo de la psicosis es del Otro, no es propio. Cuando Lacan habla de la pulsión como eco del decir, un decir implica que esté ligado a un sujeto. Hablar no es un decir, un decir implica castración, deseo en tanto al sujeto. No hay algo del orden del decir cuando se constituye la psicosis. Por supuesto, hay una amplia gama de psicóticos, es el uno por uno, y hay gente que puede habitar una estructura psicótica estabilizada  y nunca desencadenar. Cuando hablo de un decir, me refiero a que la madre no use a su hijo como un tapón, porque hay madres que aunque amen terriblemente a sus hijos, lo usan de tapón de sus faltas. No es un sujeto ni nadie que quieran ver crecer. No se trata del hijo como objeto de deseo, sino de un tapón y a veces como resto. Entonces, el decir tiene que incluir un deseo y por ende, la castración. 

Las pulsiones se constituyen a partir de la demanda del Otro, que puede ser “tomá la teta” o “hacé caca” para la pulsión oral y anal. La analidad y la oralidad se constituyen a partir de un pedido de la madre de que un niño coma o que haga “un regalito”. Eso tiene que ver con demandas, concretamente. Frente al deseo del Otro, se constituye la pulsión invocante y escópica. Si no hay deseo y demanda del Otro, el sujeto no se constituye. Yo hago esta distinción, pese a que en toda demanda hay un deseo. La mirada y la voz, que son más consecutivas, transmiten algo del orden del deseo. La demanda en cambio es más inmediata. En la topología que Lacan enseña hay toda una vuelta con la demanda que no siempre incluyen un deseo. Antes hablábamos de psicosis, y el psicótico no demanda. Te pueden pedir algo concreto, pero no demandan amor. La demanda es demanda de amor, que no es el “Dame agua, dame un cigarrillo” del psicótico. El deseo implica la falta y eso no tiene que ver con los ideales sociales. El deseo se puede transmitir más por la mirada y la voz.

No hay relación sexual. Significa que la palabra se impone entre uno y el otro y en tanto hay lenguaje no hay relación. En los animales hay relación sexual, porque está regida por el instinto, la biología, como el celo. Solo las tienen en el caso del celo y con fines recreativos. En cambio en el ser humano hay unas apetencias, otra satisfacción. El goce del hombre, por otro lado, no es el mismo que el goce de una mujer. Hay un goce extra en las mujeres que el hombre no tiene por tener un pene. Si una mujer puede entregarse a ese goce, ella puede, desde la posición femenina, gozar con todo su cuerpo. En el ser humano, no hay relación sexual y eso da lugar a la neurosis, que es una manera de suplir esta falta. Se tienen hijos porque no hay relación sexual. Que no haya relación sexual es un real que permite inventar diversas cosas, como vivir una vida. Enfrentar lo real de la vida es ver qué hace uno con eso que le dieron. 

El agujero de la castración depende del Nombre del Padre. Depende de que haya algo que ponga un límite. La sexualidad fálica depende de que haya castración, Nombre del Padre. En cambio, la sexualidad femenina está más allá del padre. Los ideales son una cosa y otra es lo que uno hace con su vida. Cuando Lacan hace el nudo borromeo, Lacan pone muerte n lo simbólico, cuerpo en lo imaginario y vida en lo real. La vida es del ser viviente que no habla y nosotros en nuestra estructura tenemos algo que no habla, no todo se puede decir. La castración es el límite que pone un padre, punto. Sea quien sea, hétero u homosexual, el que separa al niño del Otro, castra. La represión, en cambio, es que no todo puede decirse. La palabra no alcanza y por ese agujero donde la palabra no alcanza, no todo es simbólico. Hay algo que es real, que no se dice porque es absolutamente imposible hacerlo. 

La voz y la mirada son especies del objeto a. Lo real va más allá del objeto a, si bien el objeto a forma parte de él. El objeto a puede ser también un objeto tapón. El cuerpo está agujereado y el narcisismo tiene que ver con la piel, con la unificación de la piel. Por otro lado, los oídos son los únicos agujeros que no se cierran solos. Lacan mismo, durante su enseñanza, separó el objeto a de lo real. El objeto a es el objeto de la pulsión y se constituye cuando se pierde. Un niño que acaba de tomar la teta sigue chupando sus propios labios. El objeto viene a taponar un agujero y hay un sin fin de objetos ofrecidos para tapar el agujero. Si bien parte del objeto a es real, no es lo único real que hay. Lo real es el agujero, sea de la boca, del ano, de los ojos o de los oídos. Y el agujero de la vida también es real. ¿Qué hago con la vida? La vida es un real que hay que habitar. Lo que un analizante dice es un relato de lo real, más allá que el análisis concretamente también lo sea. 

Lacan habló mucho de la pulsión escópica, desde el estadío del espejo a los esquemas ópticos. En cambio, de la pulsión invocante hay menos. Sin embargo, Lacan llega a decir en el seminario de la angustia, que si hubiera un elemento a privilegiar como originario y fundante, sería el sonido de la voz. A partir de que un sujeto aparece en este mundo, escucha la voz: le hablan, le cantan y eso lo tranquiliza. A veces la voz es tranquilizadora, voz que luego se pierde. La voz luego se transforma en la voz del superyó. 

Lacan dijo que luego de hacer un psicoanálisis, venía algo llamado contra-psicoanálisis. Si el psicoanálisis era el análisis de todo lo que había pasado y se había enredado en la vida en relación a su historia por la vía simbólica, se olvidaba que había una vida real. Lacan dice al pasar, cuando habla de los toros y del nudo, que había que hacer un contra-psicoanálisis: después de analizarse había que volver a la realidad. Y hubo muchos, por ejemplo en la EOL, que creyeron que todo era contra-psicoanálisis. Entonces rechazar hablar, los sueños, no hablar del padre, del Edipo, de la transferencia, porque eso es análisis. Creo que hay que tomar que Lacan se daba el lujo de decir lo que se le cantaba. El psicoanálisis es acerca de todo lo que en la vida te dejó atrapado en la relación con los Otros y hay un solo psicoanálisis, que incluye lo simbólico, lo real y lo imaginario. No se trata solo de lo real, no debemos reducir a un párrafo la enseñanza de Lacan. ¿Cómo se va a tratar del contra-psicoanálisis si se pasó 30 años reinventando el psicoanálisis?

domingo, 22 de septiembre de 2019

Construcción del fantasma. Problemáticas Clínicas


Notas de la conferencia dictada por Silvia Amigo, el 10/09/2019

La traducción de la obra de Freud de López Ballesteros traduce trieb por instinto. Cuando yo estudiaba, tenía que hacer el esfuerzo por leer pulsión. Trieb en alemán significa impulso y drive en inglés. La traducción de Lopez Ballesteros es del alemán directo, pero sigue la línea de Strachey, que tradujo trieb por instinto. Ya Amorrortu habla de pulsiones. 

Entonces, lo que mueve al humano no es el instinto: Freud introduce, a fines del siglo XIX y comienzos del XX a la pulsión. La palabra aparece por primera vez en Proyecto de una psicología para
neurólogos y el movimiento de la trieb se va a iniciar desde el Otro que cuida al niño hay algo que no se puede inscribir, que e la ausencia de la cosa. Freud dice esto desde el inicio, en este texto que no fue destinado a su publicación. Proyecto de una psicología para neurólogos forma parte de la correspondencia con Fliess, es escrito por él en el tren y se lo manda a Fliess, quien constituye el primer sujeto supuesto saber de la historia, con quien Freud hablaba. Hoy sabemos que el saber de Fliess era delirante: él proponía que la sexualidad se asentaba en los cornetes de la nariz y que había que quemarlos para curar histerias. Más allá de eso, Freud supuso que Fliess sabía y eso hizo que él pudiera producir teoría. Durante muchísimo tiempo.

La pulsión aparece porque algo falta. Ese movimiento va a renovarse si y solo si algo falta. Freud dijo que la pulsión se mueve porque hay una diferencia entre la satisfacción esperada (una unión mítica con la madre, con el Otro) y la satisfacción hallada. Cuando decimos madre, nos referimos al ser humano que desea tener un niño. El deseo de madre puede o no estar en cualquier persona. La satisfacción hallada es parcial a esa satisfacción absoluta y eso constituye la fuerza constante de la pulsión. 

La pulsión se diferencia del instinto, porque en el instinto nada falta. Miren un animal, por ejemplo los mamíferos superiores, instintivamente se para en sus 4 patas y se dirige a la ubre de su madre. Eso no es pulsión. En los bebés humanos hay un reflejo arcaico, que es el reflejo de succión. Eso no es un instinto, sino un reflejo neurológico arcaico, como el Babinski, el moro y todo lo que se toma en al Apgar cuando nace el bebé. El reflejo de succión dura entre 3 y 6 meses. Si no se instala la pulsión oral, el bebé no va a succionar. Es decir, la traducción de trieb por instinto trajo un montón de problemas. Si uno habla con un analista kleiniano, que tiene aportes importantes, es probable que que se ponga rápidamente de acuerdo con que en el inconsciente, en la representación palabra… Pero lo que es difícil que nos pongamos de acuerdo es sobre el concepto de pulsión. Para la corriente kleiniana, que es riquísima, la pulsión es algo con lo que se nace innatamente. Son montantes innatos de pulsión de vida o de muerte. Esa diferencia hace a la clínica, porque no es lo mismo pensar que uno nació con estrella o nació estrellado, con más o menos pulsión de vida o de muerte, que pensar que el montaje de la pulsión debe instalarse y que no se nace con eso. Lo que lo prueba es que en el hospitalismo, el chico al que se le pasa el reflejo arcaico de succión no succiona y por lo tanto hay que ponerle una sonda. El montante de la pulsión se tiene que adquirir y puede fallar. En el hospitalismo, nadie desea a ese niño, porque el hospital puede darle aliementos, higiene. Salvo que una enfermera se encariñe, nadie va a dirigirle una palabra humana deseante.

¿Cuál es la diferencia entre un mamífero superior, como un chimpancé o un gorila, y el ser humano? La famosa historia de que habla. El hablar interfiere con la biología, que entonces queda intervenida. En la biología, una vez satisfecha la necesidad, se terminó. No hay terneros con chupete. En los bebés humanos, vemos que se calman chupeteando y que el chupete no les da ningún alimento. La pulsión de ninguna manera es innata y tampoco los humanos tenemos un instinto que no oriente en el mundo exterior. Dependemos de cómo se nos trata al nacer y para que la pulsión se instale, tiene que vibrar en la voz de la madre algo que no se puede explicar en ningún manual: tiene que venir del inconsciente que ese niño le haga falta. 

Un niño puede hacerle falta de muchas maneras, como algo muy querido, como un objeto de maltrato, le hace falta para algo. Freud hizo una ecuación que fue muy rechazada, dijo que el niño equivalía a un falo, un órgano de goce que a la madre le faltaba. Lacan va a aportar una noción importante: el niño marca lo que a la madre le falta, no lo que viene a colmar, y además que el niño es un objeto de goce para la madre. Esto suena horrible, pero todos sabemos de los problemas e inconvenientes que los niños les traen a los padres. Si el niño no reportara una cuota de goce para ellos, nadie tendría hijos. 

La pulsión depende de si el niño pudo o no pudo formar parte del fantasma de los padres. Tiene que vibrar algo que haga sentir al niño que es algo que a la madre le falta. Hay pulsiones que están apoyadas en necesidades vitales. Están apoyadas, pero trascienden la necesidad vital. La pulsión oral, donde la madre da el pecho, está apoyada en la necesidad de alimentarse. Pero todos sabemos que si se instala la pulsión oral, el niño no va a comer solamente lo que necesita para alimentarse: chupará el chupete, objetos, rehusarse a comer. El decir que no del niño es una formación. Por ejemplo, en la anorexia mental el niño come nada. Los adultos no comemos lo que nos hace falta: comemos de más, de menos, y hay cosas que no queremos comer, por más que sean sanas. Todos tenemos problemas de toda índole con nuestro aparato digestivo.

Freud va añadir pulsiones que no van a tener nada que ver con la necesidad vital. En el humano, una vez que se ha instalado la pulsión oral, lo que se va a llamar carácter oral (orogenital), que Freud la asocia a la histeria, no es solamente comer comida, sino comerse al Otro. “Mirame”, “No mires el fútbol”, “¿A quién miraste por la calle? Mirame a mi”. Es “quiero tu ser”. La oralidad no es solamente la voracidad de comida, sino la voracidad del ser del Otro, querer comerse al Otro. 

En la pulsión anal hay un apoyo en la necesidad de higiene, en la posibilidad de quitarse de encima el sobrante del cuerpo. No se trata solo del esfínter anal y el escíbalo (la caca). La analidad es la proyección de toda la musculación estriada, que es voluntaria, sobre el orificio anal. En la analidad vamos a tener la motricidad, el placer de moverse, el dominio, la apropiación, la ganancia del territorio, la avaricia, la codicia, y lo contrario, como el desprendimiento. El carácter anal es un carácter de dominio y obediencia y no solamente es cagar, cagar al otro, hacerse cagar. 

Estas pulsiones estaban apoyadas en necesidades vitales, pero van a trascenderlas. No hay ninguna necesidad de dominar ni de obedecer, pero hay gente que lo hace. La oral y la anal son pulsiones que tienen que ver con la demanda al Otro y del Otro. En principio, la pulsión anal es educativa, es la demanda de la madre. El escíbalo es lo primero que se cede. En el destete, para ir a la pulsión oral, el niño se desteta bien cuando la madre cede el pecho. Es ella quien se saca el pecho de encima y entonces el niño puede tomar la mamadera solo, puede comer fuera de la madre. La madre cede y pierde el pecho y el niño arma una oralidad más o menos viable. 

Hay otras pulsiones, como encontramos en el seminario de la angustia de Lacan cuando habla de los objetos de pulsión, que tienen que ver con el deseo. Aquí ya no hay ninguna necesidad. Encontramos la pulsión escópica: la pulsión del espectáculo. Spectare en latín es mirar y espectáculo es lo que se da a mirar. Ver es algo que produce placer, como ver una película o una muestra. O nos hacemos ver. Lacan añade la pulsión invocante a partir de algo que Freud había dicho de que lo visto y lo oído en la infancia son fundamentales para que el sujeto arme o no la fantasía.

La voz, el mandamiento, el gritar y el imponer la palabra, el placer de hacerse oír, el canto, todas las funciones que tienen que ver no solamente con la voz fónica (la que escuchamos), sino también con la voz áfona: silencios que hablan. La voz no es el mugido animal. La laringe es una columna y las cuerdas vocales son un esfínter que escanden la columna de aire, produciendo un corte en ella. Si ustedes ven el funcionamiento de las cuerdas vocales humanas, van a verlo. 

Entonces, hay pulsiones que tienen más que ver con la necesidad y pulsiones que tienen más que ver con el deseo al Otro y del Otro y el armado de la pulsión que arma un carácter (por ejemplo, un carácter espectacular), que ya veremos de qué depende.

Freud dice que las pulsiones se elaboran en fantasía, o también -dice Freud- la fantasía es la elaboración psíquica de la pulsión. La pulsión como montante tiene 4 elementos: 

- Fuerza constante, 
La fuente: los agujeros del cuerpo que conectan con el mundo. Boca, ano, borde de los párpados, orejas. El único orificio que no se puede cerrar es la oreja, por lo cual hay que tener mucho cuidado con lo que se dice, porque no hay forma de librarse de la palabra. Son orificios del cuerpo trabajados por el significante. Si ven a un psicótico, van a ver que la boca no tiene tensión. Se babea, la expresión es bizarra. La mirada perdida, que es indicio de gravedad en el niño. Un niño que es mirado con deseo acomoda la mirada a la mirada de la madre. Ahí hay un indicio de desconexión grave. Los párpados son esfínteres que se acomodan a la mirada. 
- El objeto. Es lo más lábil de la pulsión, porque cualquier cosa puede servir para que la pulsión dé su vuelta. La satisfacción hallada siempre es menor que la satisfacción esperada, por eso siempre queda un resto que hace que se siga moviendo. 
- El fin es la satisfacción, que siempre es menor que la esperada.

De estos 4 elementos se arma el primer cuerpo del niño, que es el cuerpo pulsional. Freud decía que la pulsión está en el límite de lo psíquico y lo somático. Es decir, todavía no es enteramente psíquica. Cuando haga la división entre ello e inconsciente, va a decir que el ello es pulsional. Y ello no es lo mismo que inconsciente. En los seminarios de la lógica del fantasma y el acto analítico, van a ver como Lacan pone en puntas distintas de un gráfico e inconsciente.

A lo que Freud va a llamar psíquico es a la elaboración en fantasía de la pulsión. A la vez, este montaje de 4 se da en los destinos de la pulsión: 

- La transformación en lo contrario.
- La vuelta contra sí mismo, que ya exige el segundo cuerpo, que es el cuerpo narcisista y imprescindible para constituir una fantasía, que es la unidad del cuerpo. El cuerpo pulsional son rebanadas de pulsión, es lo primero que siente el bebé: trayectos pulsionales desordenados. El cuerpo narcisista es uno: uno se ve como lo vieron, cosa que no siempre se da esta devolución de qué somos para el Otro. El odio y el amor tiene que ver como la pulsión enviste o no inviste lo que en el espejo del Otro no entra, que es esa parte de uno que el Otro no puede reflejar. Una parte de uno siempre es ajeno para el Otro. El Otro, en el mejor de los casos, acepta lo que en uno no se adapta a las imágenes que el Otro le propone.
- La sublimación, de la que hoy no vamos a hablar, que es la capacidad de darle a la pulsión una satisfacción que no sea corporal. 

Este primer ingreso de la pulsión es ya sexualidad infantil. No depende de la genitalidad, sino del contacto con el Otro, si en el Otro vibra que el niño no es solamente un objeto de goce, sino que resalta lo que le falta a la madre. Es decir, si es coronado o no con el brillo fálico que Freud llamó His majesty, the Baby, su majestad el bebé.

¿Qué es la elaboración en fantasía? Por empezar, Lacan habla de fantasma. Cualquier francés entiende que hablar de fantasme es hablar de fantasía. Fue traducido al castellano homofónicamente como fantasma, pero sepan que en francés es fantasía. En francés está también la palabra fantaisie, pero fantasma se usa para una construcción permanente del sujeto. En cambio, faintaisie puede usarse para dónde uno quiere ir este verano de vacaciones. 

El fantasma es la escena donde el sujeto se responde una pregunta crucial: ¿Qué quiere el Otro de mí? Por lo cual, poder armar un fantasma implica que el sujeto se orientó con esa respuesta, que necesita de la interrogación del niño y de un adulto que aguante la interrogación del niño. El niño no le dice “Mamá, ¿qué querés vos de mí?”, pero le va a preguntar por qué hace esto, por qué va a tal lugar, por qué no viene el tío, etc. Y preguntas más incómodas todavía. El niño, avalado para preguntar, en la primera edípica se contesta, en su fantasma, una elaboración de su mundo pulsional. Se trata de una respuesta subjetiva a qué se fue para el Otro, válida únicamente para ese niño. cada niño viene a ocupar un lugar distinto en el deseo, aún de la misma madre. 

Que se haya formado un fantasma implica que el sujeto ha tenido la oportunidad de contestarse qué fue para el Otro. Que el paciente tenga que atravesar el fantasma para que recupere sus pulsiones y no quede fijado en una, de acuerdo. Pero para poder atrevesar una puerta, tiene que primero haber una puerta. Entonces, primero tenemos que verificar que haya fantasma. Hay muchas curas en las que no hay un fantasma. Hay fracasos definitivos, como en la psicosis, donde la pulsión no está bien montada. Hay esbozos de pulsión, porque no se encontró bien la falta en el Otro. Entonces, sería absurdo llevar un análisis fantasmático allí donde no lo hay. También hay neurosis graves donde el fantasma tiende a desarmarse con mucha facilidad. 

La construcción de un sujeto de su fantasma y su reconstrucción en análisis en transferencia, indican en qué estructura clínica estamos y eso nos lleva a dirigir la cura de una u otra manera. 

Voy a apoyarme en el hombre de las ratas para ver cómo contesta y arma su fantasma Paul Lawrence, un neurótico obsesivo intenso. Paul Laurence va a ver a Freud porque se siente un ser despreciable, un deudor, una persona sin ética, sin moral, un gusano y demás autorreproches. Freud le dice sus honorarios y él le dice que lo tiene que consultar con su madre.

Paul había ido con un amigo, quien le dijo que él no era un ser despreciable, que era una persona honrada, bondadosa y eso lo calmó un rato. Al otro día, seguía pensando que era un ser abominable, despreciable, etc.

Freud va lentamente preguntando por qué se siente así. Entonces cuenta que haciendo el servicio militar pierde las lentes y que al no querer detener al regimiento para que las busquen, decide telegrafiar a su óptico en Viena para que le envíe un nuevo par de lentes. Le llega el nuevo par que valían 3,80 coronas. A la vez, cuenta que había un capitán checo que era particularmente cruel, inclinado a los castigos corporales y a la severidad extrema. Recuerden lo que hablábamos de la analidas. Este capital cuenta que en el Oriente había un tormento que se les hacía a los prisioneros de guerra, que era particularmente espantoso y que no quería comentar. Freud le dice que podía no contárselo, pero que entonces él no lo podía analizar. El castigo consistía en adosar un recipiente al ano del prisionero y pasarle ratas que iban carcomiendo su intestino. Freud comenta que en la cara de Paul Laurence se notaba un asco mezclado con voluptuosidad.

A la vez, el teniente cruel le dice que tiene que devolver 3,80 coronas al teniente A por las lentes e inmediatamente se le alza el mandamiento “Tú debes devolver 3,80 al teniente A”. Él se sentía un ser inmundo, un deudor, una persona que no saldaba sus deudas porque no había devuelto al teniente A las 3,80 coronas. En el historial aparece toda una vuelta para que el teniente B le pagara al teniente A y él se siente aliviado, porque el mandamiento era “Tú debes devolver las 3,80 coronas” y luego se descubre que él había pedido un certificado para que en haras de su salud mental el teniente A aceptara las 3,80 coronas. Cuando se dio cuenta que Freud no iba a hacerle ese certificado, Freud le dice que él sabía que no era al teniente A que había que devolverle las 3,80 coronas. ¿Quién había pagado las 3,80 coronas? La empleada del correo, que confiaba en el honor de un oficial y por eso adelantó el dinero.

Freud le dice que él siempre supo que le tenía que dar el dinero a la señorita del correo. Ahí empieza el típico devenir del neurótico. La neurosis no es un mal destino, pero hay neurosis con un padecer de más y después está el infortunio corriente. La vida no es fácil, pero el Hombre de las Ratas sufría de más. Freud hace una referencia a los mandatos de los reyes absolutos y él se pregunta por qué ese mandato tenía esa naturaleza. El rey y el capitán rey no pueden equivocarse. Eso es a lo que Freud va a llamar la religión del padre. Se trata de un padre -o a cualquiera que el sujeto ponga en ese lugar- al que no se puede cuestionar. Freud se pone a ver qué asocia el hombre de las ratas con esto.

Aparece una historia del padre del hombre de las ratas. Él también había hecho el servicio militar y al parecer los soldados juntaban dinero y el padre tomó el dinero y se lo jugó. En alemán, Spiel-ratten es juego. Raaten es plazos. 

Lo que los analistas lacanianos llamamos asociaciones significantes, condensación y desplazamiento significantes, Freud los llama asociaciones externas. No valen por ser homofónicas y juego de palabras, sino porque van al núcleo de la vida esencial del sujeto. Digo esto porque en los congresos se hacen muchos juegos de palabras sobre cualquier material homofónico que no tiene nada que ver con el decir del sujeto ni con sus objetos de fijación. Los objetos de fijación son los objetos de pulsión que se fijan en el fantasma, donde el sujeto se responde qué fue para el Otro. Entonces, Raten, raaten y spiel-ratten van a ser asociaciones externas, porque son simplemente por el sonido, pero que remiten a una historia: las deudas del padre. Resulta que para no quedar en el bochorno absoluto que era en esa época ser un oficial que no saldaba sus deudas, un amigo le presta el monto para pagar la deuda, pero el padre jamás lo devolvió. Aparece, en el hombre de las ratas, una historia con el dinero y la voracidad por el dinero que tenía el padre.

Aparece también, relacionado a deberle algo a una mujer, otra historia, que tiene que ver con los valores del siglo XIX. El padre del hombre de las ratas le había prometido casamiento a la hija de un carnicero. Es decir, clase media baja. En ese siglo, prometer casamiento era casarse. Como se dice, no se jodía con eso. Pero la familia Rubenski había adoptado a una pariente lejana (la madre del hombre de las ratas) a la que le había entregado la dote matrimonial. Y al padre del hombre de las ratas le prometieron un puesto en la empresa de los Rubenski que le aseguraba un muy buen pasar económico para el resto de la vida. El padre deja plantada a la hija del carnicero y se casa con su prima, que era la madre del hombre de las ratas, protegida de los Rubenski. En alemán, Hielratten es casamiento. 

Entonces, hielratten, raaten y spiel-ratten, tienen que ver todas con agachadas del padre y la cosa de la analidad del padre con el dinero de acumularlo y dominar. A la vez, el hombre de las ratas, como neurótico obsesivo, cumple al pie de la letra el mandamiento de ser como el padre a ser como el padre (deudor) y a no ser como el padre, un tipo que salda sus deudas. 

Aparece otra historia: cada vez que se le da una cifra cualquiera, como los honorarios de Freud, el hombre de las ratas hace una ecuación: tantas ratas, tantos florines. Él no sabe explicar por qué lo hace, pero le parece absurda y completamente loca. Freud empieza a construir el fantasma fundamental del hombre de las ratas: si el padre se casa por dinero con la prima protegida por los Rubenski, él nace de un pacto anal. La prima le va a dar a él florines y el padre le va a dar a la prima hijitos, que a en alemán a los bebés se les dice ratitas. Tantas ratas, tantos florines es la fórmula en donde él se responde que es una rata intercambiada por un florín. Él está preso, digámoslo preso, en el culo del padre. Está oprimido.

En tantas ratas, tantos florines, va a aparecer lo que Freud ubica como una de las protofantasías. Hay 3 protofantasías que siempre se contestan en el fantasma fundamental del sujeto. 

La escena primaria. No es tanto cómo es el coito de los padres. El niño puede tener curiosidad por el coito de los padres, pero lo que se pregunta el niño es de qué pacto nací yo. ¿Del amor, del cálculo, de la conveniencia, de la casualidad, del azar? 

Escena de seducción. Se trata de qué objeto fui para el Otro. En este caso, una rata intercambiada por un florín. 

El fantasma de castración. Cómo dejé de serlo. Y como dejar de serlo es también un fantasma, porque el fantasma es ya una escena, no una realidad. Si uno lo puede representar (tiene siempre un marco visual donde uno se ve en esa situación), el fantasma fundamental contesta a las 3 protofantasías de Freud. 

Freud tiene la delicadeza de marcar cómo el hombre de las ratas encuentra en “tantas ratas, tantos florines” la fórmula a la que le debe su vida. Con lo cual, no la puede desoír.

Aparece el tema que el hombre de las ratas no se está recibiendo de abogado. Espera y espera para doctorarse, amparándose en la enfermedad. Freud dice que la enfermedad le sirve para no recibirse. Él no se recibía porque estaba enamorado de una tal Gisela. Sus padres no estaban de acuerdo con ella y le ofrecían casarse con una prima Rubenski. Es decir, se encontraba en la misma situación que su padre. Él ya había declarado el amor a Gisela y los padres le decían que no. Gisela le aseguraba que no iba a ser un pacto de ratas por florines. A la vez, muy al estilo neurótico, le dice a Freud que Gisela ha sido operada de los ovarios y es estéril. Freud le pregunta si le sacaron uno o dos ovarios, porque se puede tener hijos con un solo ovarios. Y bien al estilo neurótico, porque la letra está difuminada y el analista corta por el borde de la letra, él le dice que no sabe. Freud le hace ver que no puede estar seguro de que ella sea estéril.

¿Cuál es la posición inconsciente del hombre de las ratas? Amando a Gisela se asegura que no haya ratitas ni florines. Pero a la vez no se decide a desafiar a la voluntas de la familia, casándose con Gisela. Entonces no se recibe, porque mientras no se reciba no tiene que decidirse con quién casarse. La inhibición de recibirse va hacia si ir o no más allá del padre ideal, de la religión del padre, no del padre real. Se trata no solo del padre que prohíbe cosas (no te casarás con Gisela), sino que también prescribe cosas, como elegir a la mujer que le guste y que no sea del círculo endogámico. 

Puedo en situación vital de elegir, habiéndose recibido de abogado, con quién se iba a casar, el hombre de las ratas posterga la decisión y hace toda la historia de los 3,80 coronas que le debería a una mujer. ¿Va a decidir lo mismo que el padre y a repetir un matrimonio que repita ratas por floriones?

El hombre de las ratas cuenta que su sexualidad infantil fue muy profusa y que a él le encantaba ver a sus niñeras desnudas, bañándose, tocándose. Cuenta que le gustaba masturbarse desde muy pequeño y que el padre le prohibía satisfacerse. O sea, que el padre violaba todas las normas y le prohibía una satisfacción bastante habitual en un niño. Por lo cual, no pudiendo avanzar en sentido de su deseo, él retrocede en lo que Freud va a llamar regresión: habiendo conocido la etapa fálica y la diferencia de los sexos, vuelve a una fijación anal. Esto no implica el tormento de las ratas y el ano, sino una obediencia ciega a la palabra del padre, el rey, el capitán cruel.

Lo que va a destrabar el análisis es la fijación. La regresión es a una etapa de demanda del Otro, recuerden que la pulsión anal tiene que ver con la demanda educativa del Otro, salir de una obediencia acrítica del padre. Poder diferenciar qué valores son respetables de lo que le ha transmitido el padre y cuáles valores emite el propio síntoma complicado del padre. 

El hombre de las ratas va a salir de las obsesiones. Comenta que era muy religioso de chico y que empieza a no creer. Pero al mejor estilo neurótico, su Dios personal era un padre al que no podía cuestionar. Con lo cual, quedaba atornillado a la obediencia de mandamientos de un padre idealizado. Cuanto más idealizado es un padre, un jefe, una pareja, un líder, es que es más obvio que no funciona. Alguien que funciona no necesita ser exaltado a los cielos. Y la lectura a la letra que hace Freud es lo que al sujeto le va a llegar. Si es una verdadera letra, señala el objeto de pulsión que fue elegido para ser elaborado psíquicamente en fantasía. No cualquier juego de palabras es una interpretación.

Lacan dice que la interpretación gira sobre la homofonía, la gramática y la lógica. La homofonía es lo que llamamos asociaciones externas, como ratten, raaten, spiel-ratten, etc. Son eficaces porque le llegan por la vía asociativa propia del paciente. La gramática es la gramática de la pulsión: comer, dejarse comer, hacerse comer. Cagar, ser cagado, hacerse cagar. Hay movimientos de gramática pulsional y la interpretación va a conmover al sujeto si apunta no solo a la homofonía, sino que está tejida a la gramática pulsional. La lógica del fantasma, que es la lógica del inconsciente a la que Lacan le dedica un seminario entero, es cómo hacer con ese fantasma que a la vez orientó al sujeto en el pacto de sus padres. Se trata de un fantasma que le dio una respuesta de qué era en el deseo de sus padres, aunque no pueda descifrarla en sus propios medios. 

Lo que él va a poder hacer en análisis es la construcción del fantasma. En el caso de neurosis obsesiva que vimos, el fantasma ya está. El hombre de las ratas avanzaba fálicamente con su pulsión de ver sobre las mujeres. Regresa a una obediencia y a un acatamiento y a la voluptuosidad y lo vive en transferencia. En varios momentos de la cura, él le dice “Si, mi capitán”. Es decir, transfiere en Freud la figura de ese mandamiento. El hombre de las ratas salda su deuda con la mujer de correos, se recibe de abogado y nunca sabemos qué pasó después. La Primera Guerra lo convocó como primer teniente de reserva y murió en ella. No sabremos qué fue de su pulsión escópica, por ejemplo, ya que en el historial aparece que muchas veces él mira a las mujeres. Tuvo que regresar a la anal porque estaba prohibido por su padre. 

Cuando él se masturbaba frente al espejo, ya de adulto, a las 12 de la noche se paraba frente al espejo desnudo, tomaba su pene y en desafío se masturbaba. Entonces, pensaba que le iba a pasar algo al padre o a Gisela. Entonces, estaba a la vez el deseo de muerte del padre y de penetrar a Gisela. Para sorpresa de Freud, él se entera que el padre ya estaba muerto. O sea, el hombre de las ratas desafiaba a su padre muerte. Para explicarlo, el hombre de las ratas decía que le pasaría algo en la eternidad… En la que decía que no creía. En realidad, sí se trata de matar al padre, en el sentido de poder salirse de un mandamiento insensato. En el caso del hombre de las ratas y de lo más patológico de la neurosis, que es el padecer de más, es que los analistas tratamos de aliviar. Tratamos de que el sujeto pueda encontrar sus fuentes pulsionales originales y que no quede fijado al objeto, en este caso, al objeto anal del pacto en el que él nació, que lo fijaba a un objeto que no era el original. Si ustedes ven la neurosis infantil, van a ver la cuestión escópica y justamente lo que él había perdido eran las lentes. 

Se trata de un caso muy transparente en el que se ve cómo opera la regresión a objetos de la demanda, habiendo el sujeto ya entrado a objetos del deseo. Porque se encuentra porque debería haber matado al padre, no haciendo un desafío de patotero, sino viendo la insensatez y pudiendo decir “Soy hijo de un padre con limitaciones” y haciendo una crítica del personaje paterno y materno. Recordemos que la madre también aceptó ese pacto. 

¿Qué pasa con la pulsión con aquel que ha atravesado el fantasma fundamental? Retoma sus pulsiones y sus intereses infantiles con una orientación que la da el marco del fantasma, pero liberándose de las fijaciones, que Freud llama fijaciones patológicas. Son fijaciones que lo obligan, por ejemplo, a estar fijado a una rata que entra por el culo. Es la escena del capitán cruel. Es una escena en la que está atrapado y se va a liberar en un análisis, pudiendo colocar con los impulsos de la infancia -los originales que él tenía- con los que él se va a sentir mejor en la vida. 

Pregunta: Cuando hablaste de las protofantasías, las pensaste como una pregunta fantasmática.
S.A.: La escena primaria: cómo se unieron mis padres, no solo en el coito, sino qué los unió. La de la seducción, qué objeto fui para el otro. La seducción no es solamente sexual genital, sino qué objeto fui para el otro. Y la tercera protofantasía es de castración. El fantasma de “Mi padre me pega”, es mi padre me prohíbe ser ese objeto seducido. Es función del análisis que no ser el objeto de la madre no venga de una prohibición del golpes, sino de una ley que uno internalice. Es decir, hacer del padre una posición inconsciente, como dice Lacan, y no un capitán cruel. Estas 3 protofantasías van a quedar anudadas en lo que Lacan va a llamar fantasma fundamental. Todo esto que vimos se hace en el marco de la transferencia y no sin ella.

Pregunta: Vos diferenciaste lo que pasaba en la psicosis.
S.A.: Recordemos los parámetros de la psicosis: Freud va a decir en Pérdida de la realidad en la neurosis en el la psicosis que en la neurosis, cuando el sujeto tiene un problema, se refugia en su fantasía. La libido vuelve al fantasma. En la psicosis no, se pierde la realidad. Por eso Lacan va a decir que el fantasma hace banda de Moebius con la realidad. El fantasma hace que cada uno vea la realidad de forma distinta, porque cada uno ve la realidad organizada por su propio fantasma.

En la psicosis no hay ese organizador. Pero para definir psicosis, vemos que en Una cuestión preliminar para todo tratamiento posible de la psicosis, Lacan dice que se necesita de la foclusión del nombre del padre más la imposibilidad de poder hacer frente a la aparición de un padre en lo real. ¿Qué es la aparición de un padre en lo real en relación a la posición simbólica del sujeto? Por ejemplo, en el caso del hombre de las ratas, sería el mismo elegir una mujer, recibirse de abogado, pagar o pagar sus deudas. Como es neurótico, se refugia en una inhibición: no se recibe, posterga, pero la pasa mal. El psicótico, no tiene los recursos de la inhibición, el síntoma y la angustia, que tejen la trama del padre faltante. Por eso los analistas jamás atacan de frente a la inhibición, el síntoma y la angustia, porque sabe que el sujeto los necesita para algo. Esa es una diferencia con el resto de las demás psicoterapias. No queremos hacer una cosa breve que le saque el síntoma al sujeto, sino que tenemos que averiguar por qué y para que necesitó inhibición, síntoma o angustia y para que luego pueda prescindir de ellos.

En la psicosis, decíamos, no estan estos recursos de la neurosis. En el desencadenamiento, las cuerdas de lo simbólico, lo real y lo imaginario se separan. 

- Lo simbólico aparece en lo real como alucinación auditiva y el delirio elabora la alucinación auditiva. 
- Lo real se desencadena con un goce que se le supone al Otro absoluto. Los psiquiatras anteriores a Freud hablaban de empuje a la mujer. Es a La mujer sin tachar, a un goce supuestamente todo. El Otro lo goza porque lo persigue o erotómanamente.
- Lo imaginario se desencadena con la pérdida del cuerpo: despersonalización, fenómenos de transparencia, hipocondría delirante (certeza de tener un órgano podrido, que no anda, etc).

El delirio es el intento de armar un fantasma. En Schreber, él cose sus cuerdas con un delirio de ser la mujer de Dios que va a dar origen a una nueva humanidad. Él, de pasar de ser el objeto de la maldad divina, representado por Flechsig (el doctor que lo curó en su primer hipocondría delirante y en su primera internación) y la mujer de Schreber tenía la foto de Flechsig en la mesa de luz. Flechsig se transforma, en el delirio, en el emisario de Dios que primer lo goza, lo tortura, lo convierte en un cadáver leproso y luego Schreber acepta: soy la mujer de Dios, para tener a los hombrecillos hechos a la ligera, los hijos de Dios. 

O sea, el delirio es un remiendo mal hecho a una ruptura del tejido psíquico. De hecho, con ese delirio, escrito por Schreber mismo en sus memorias para mostrarle al tribunal que él no era peligroso para terceros ni pasa sí mismo y lograr salir de la internación para usar su dinero. Él usa ese dinero para publicar “Memorias de un enfermo nervioso”, interesado por mostrarle al mundo que él era la mujer de Dios. Él termina amigándose al Dios oscuro. 

En la psicosis, el analista no discute el delirio por ser justamente un remiendo a la ruptura del tejido psíquico. Por eso Lacan va a decir que el analista es el secretario del alienado. Por ejemplo, actualmente yo tengo una paciente cuyo delirio es que hablan de ella en los bares y le dicen “Hacé tal cosa”. En general, tiene que ver con el dinero o el sexo. Yo simplemente le digo que no hay que escuchar a todo el mundo, que a la gente le gusta hablar. No hay que tocar que no hablan de ella, porque esa megalomanía sufriente que ella tiene, que no la deja estar tranquila en un bar, es una forma de decir “Acá estoy, soy tan importante que todo el mundo habla de mi”. Entonces, el secretario del alienado es el que va tratando que no desencadene. Uno no puede discutir el delirio.

En Introducción al narcisismo Freud dice que el delirio es un intento de curación. Freud es muy respetuoso con los fenómenos patológicos, porque sabe que son el modo que el sujeto se sostiene en la existencia. La fórmula de Lacan, que a mi me parece muy justa, es hacerse secretario del alienado. En la psicosis el delirio viene al lugar del fantasma en la neurosis. Obviamente, no es lo mismo tener un fantasma que pensar realmente que la gente habla de uno en las mesas de los restaurantes, todas las veces y siempre. Todos los delirios son distintas maneras de coser el agujero en la trama.

Pregunta: ¿Cómo es eso de la mirada y el tono muscular en la psicosis?
S.A.: En general las psicosis desencadenan después de la adolescencia. Las hebefrenias a los 13-14, la esquizofrenia simple a los 15-16 y la esquizofrenia paranoide a los 17-19. Las paranoias, en la adultez. Los ciclos maníacos depresivos, después de la adolescencia. Cuanto antes desencadenen, peor, porque el sujeto tiene menos recursos. 

En la infancia se ven a los chicos no fijando la mirada, babeándose, sin tono muscular. Los analistas leemos el aspecto de la persona, sin juzgarla. Que esté aseada, elegante en sus términos para sus gustos, que no esté bizarramente presentada, es un discurso sin palabras. Cómo una persona se presenta, su cuerpo es un cuerpo erógeno. Una persona puede estar sana biológicamente y tener mal conformado el cuerpo pulsional y narcisista. El cuerpo erógeno es la combinación de ambos y del cual los analistas nos ocupamos. Suele haber cambios en el cuerpo erógeno a lo largo del anñalisis, que se ven a simple vista.

Entonces, tono muscular, tono de los esfínteres, mirada, arreglo y demás nos dice algo. Hay gente que uno la ve y se da cuenta de que está mal. 

Pregunta: Los casos de neurosis graves donde los fantasmas se desarmaban con facilidad, ¿cómo los pensás?
S.A.: Si no se arma el fantasma, domina una pulsión acéfala, que no tiene cabeza. Lo que se llaman impulsiones, por ejemplo comer de más o no comer nada, o vivir moviéndose, gente que consume cosas sin límites. Las impulsiones son pulsiones que no encontraron como organizarse, porque no hay un fantasma que las organice. Todo lo que es pulsionalmente desatado no está organizado pulsionalmente. Los chicos, decía Freud, son perversos polimorfos hasta que ellos organicen un mundo fantasmático. Se forma un esbozo de fantasma en la primera vuelta edípica y la culminación en la segunda vuelta edípica. 

Hay pacientes que no siendo psicóticos, organizaron su fantasma de manera muy frágil. Ante ciertas alternativas de la vida, que en la vida abundan, entran en impulsión. Por ejemplo, comer nada, como el caso de la anorexia vera. La anorexia vera es el cuadro donde el único recurso para restarse al Otro es no comer. Ahí tenemos la pulsión oral e irse del Otro hasta morirse. Son pacientes que hacen lío, y el libro que escribí es una especie de trabajo de estos pacientes que nadie quería tomar.

Lacan va a decir que toda pulsión es de muerte porque toda pulsión sola viola el principio del placer. En un punto, hay que inhibir a la pulsión para que no lleve a la muerte biológica. En estos pacientes donde el paciente se mueve sin orientación fantasmática, en el borde de la fantasía, no paran. Son peligrosos y vengativamente los analistas los declararon inanalizables. En este caso no se trata de atravesar, sino de construir un fantasma inacabado. 

Pregunta: ¿Hay relación entre la inhibición y el fantasma? ¿Qué podés decir de la procratinación? 
S.A.: Vale el caso por caso. En la procrastinación del hombre de las ratas es una inhibición con un fantasma claro que había que atravesar para que él no siguiera siendo una rata intercambiada por un florín. La inhibición de procrastinar de ser abogado era para protegerse de una elección que no tenía elementos. Él no había nunca pensado lo que ya sabía, como dice Freud. Él ya sabía todo, pero no sabía lo que significaba. 

En un análisis, uno piensa lo que ya sabía. Uno nunca piensa las consecuencias de lo que sabe ni como lo elaboró. En general, la procrastinación obsesiva responde a no querer someterse a un fantasma, por ejemplo “tantas ratas, tantos florines”. En otros casos, como en las psicosis, no querer tener relaciones sexuales puede ser una elección para no desencadenar. Eso ya no es una inhibición, sino temor al desencadenamiento. Ambos casos hay que respetarlos, aunque son distintos. En el caso de la inhibición neurótica, puede ser levantada; en otros casos, mejor así. Cada caso es particular y un diagnóstico estructural no está mal para dirigir una cura.

Pregunta: ¿Y las adicciones?
S.A.: También son caso por caso. Las adicciones son epifenómenos de cualquier estructura. La adicción complica cualquier estructura, pero es epifenómeno y no indica estructura.

miércoles, 28 de agosto de 2019

De una adicción a otra.

Resumen: El trabajo revisa la noción de fijación freudiana para localizar el elemento en común entre el sin número de adicciones existentes en la actualidad. Palabras clave: psicoanálisis, adicciones, fijación, goce  

La propuesta para este texto es abordar el concepto de la Fixierung freudiana y de sus lazos con las adicciones.

La fijación a una fase libidinal fue una de las acepciones del término «Fixierung» en Freud (Freud, 1905). En psicoanálisis, el término fijación caracteriza el modo de apego de la libido a la organización de las fases de la evolución según la teoría de la sexualidad infantil en los Tres ensayos para una teoría sexual. Es en este texto donde evoca la fijación oral, anal y fálica.

La fijación testimonia del peso del pasado (regresión) y de la dificultad para despegarse de él. Este término está más presente en la primera tópica, y en la segunda es citado en las fases de regresión de la cura psicoanalítica. Este concepto remite a la predominancia de un tipo de satisfacción, que podemos transpolar a cierto tipo de goce.

En su texto sobre los complejos familiares de 1938, Jacques Lacan evoca los impasses en el complejo de destete: «el destete es un traumatismo psíquico cuyos efectos individuales, anorexias mentales, toxicomanías orales, neurosis gástricas, revelan sus causas al psicoanálisis» (Lacan, 1984, p. 27&34). ¿No es acaso en Lacan una manera de abordar la fijación oral? Allí hace referencia al «envenenamiento lento de toxicomanías orales» y la anorexia mental como un regreso a la madre a través de la muerte. Una manera de evocar ciertas formas clínicas con una pendiente mortífera.


Desplazamientos: de una addicción a otra

En ciertos casos, la constancia del objeto de adicción puede verificarse en el consumo compulsivo de un solo tipo de substancia («mi droga»). Sin embargo, actualmente en la clínica se constata que los sujetos adictos consumen varias substancias en sus trayectorias adictivas, aunque una de ellas pueda tener el lugar principal.

En otros casos, la constancia puede referirse a un modo particular de consumo: inyectarse en las venas, fumar o inhalar, beber o el sniff.

En la Europa de los años 80, la toxicomanía heroinómana ocupó un lugar central en la escena de la toxicomanía endovenosa. Posteriormente, los consumos fueron cambiando y extendiéndose a otras substancias como la cocaína inhalada a partir de los años 90, y, a partir de los años 2000, la expansión de las nuevas drogas de síntesis.

En ciertas situaciones clínicas, un sujeto adicto deja de consumir una substancia de la que era dependiente y los terapeutas que trabajan con él pueden pensar que el tratamiento ha sido eficaz. Pero, al poco tiempo, se comprueba que, luego de haber dejado el alcohol, el sujeto prosigue su adicción de otra manera: con otra substancia, con el uso compulsivo de tranquilizantes o con otra adicción.

La adicción se ha desplazado de un objeto a otro, el tratamiento pudo favorecer un cambio, pero la modali- dad adictiva persiste de otra manera. Se podrá poner a prueba si esta nueva adicción es menos autodestructiva o no, pues puede implicar algún tipo de desplazamiento en los riesgos y en el tipo de satisfacción y de goce, lo cual es a analizar caso por caso.

En el caso de los tratamientos de substitución con heroína sintética, los pacientes tratados en estos centros entran en un dispositivo médico de consumo regulado; refieren que el efecto mismo de la substancia es mu- cho menos intenso pese a una mayor pureza que la droga de la calle: no es el mismo goce, algo se ha perdido (Feldman, 2014, p. 41-44).


Las nuevas adicciones

En su editorial de la revista “La cause freudienne” sobre la experiencia de los adictos, Marie Hélène Brousse afirma que el significante «adicción está en boca de todos, brilla en el discurso contemporáneo, reemplaza pasión o hábito y es síntoma del imperativo de goce» (Brousse, 2014, pp. 5-6). Ernesto Sinatra, con su teorización acerca de la toxicomanía «generalizada», nos acerca también a esta «multiplicación de los cocteles infinitos de drogas ofrecidos al consumidor» (Sinatra, 2010, p. 13-14).

En la clínica se verifica una nueva presentación de sujetos que se apropian de este significante y consultan por «adicciones sin substancia»: juego patológico, ciberadicciones, adicciones sexuales (hypersexuality), compras compulsivas, workaholics, dependencias «afectivas». Es el campo que las recientes lecciones del TyA denomina las adixiones.

¿Cuál es el punto en común de estas modalidades tan diversas? El goce repetitivo es el punto en común que reúne modalidades tan diversas con la queja de pérdida de control y el componente compulsivo. En todas ellas se verifica un efecto en el cuerpo a través de la sensación de goce que procuran: el efecto de anticipación y excitación (craving), la tensión que precede a la práctica seguida de la sensación de descarga. El cuerpo participa de manera diferente pues no es comparable una inyección endovenosa con una máquina tragamonedas. Pero sí hay una fijación a una modalidad adictiva que remite a un circuito de goce y a la compulsión de repetición. Hay, entonces, una substancia gozante (substance jouissante), aunque se las denomine adicciones «sin substancia». Jacques-Alain Miller recuerda que «el goce repetitivo, el goce de la adicción es lo que Lacan denomina el sinthome, correlativo de la adicción» (Miller, 2011, clase del 23 de marzo).

La función subjetiva para cada sujeto es lo que permitirá precisar lo singular de esa práctica y la construcción del caso. Esta clínica del caso por caso es lo que permite no caer en la generalización de un tratamiento uniforme para todos. La clínica podrá avanzar a partir de los significantes que cada sujeto aporta a la propuesta del analista de trabajar a partir de su palabra. En sujetos que consultan por una misma modalidad adictiva, la función puede ser muy diferente.


Un caso

Mr. L consulta por una «adicción a las imágenes pornográficas». Directivo de una empresa, se siente desbor-dado por la compulsión a mirar imágenes homosexuales, no sólo en los momentos libres, sino también en su lugar de trabajo, durante las pausas, en el baño o incluso mientras conduce su vehículo. La pérdida de control en la visión cada vez más intensa de esas imágenes lo impulsa a consultar y viene con una pregunta: ¿por qué esa fijación?

Desde hace años, ha hecho una elección homosexual y vive con su pareja, aunque no tiene relaciones con la frecuencia que desearía; se siente atraído por su partenaire. A través del trabajo en sesión rememora algunos detalles familiares: su hermano mayor, con trastornos psíquicos severos, se masturbaba en su presencia. El hecho de hablar de esta contingencia no tuvo un efecto resolutivo, pero sí aportó al sujeto, a través del trabajo asociativo, la posibilidad de abordar cierta fijación a un goce que lo invade, y de reconocer ciertos significantes que pudieron participar de la elección de las imágenes. Este trabajo asociativo trae una mirada sobre sus prácticas y la compulsión repetitiva a ese tipo goce. El esfuerzo por hablar e interrogarse le aportó cierto alivio y la atenuación del desborde pulsional. Al mismo tiempo, develar cierto sentido no es resolutivo de este tipo de compulsión. Como lo señala J.-A. Miller: «a diferencia del síntoma, el sinthome no es correlativo de una revelación, sino de una constatación» y está por fuera del saber y del sentido, dificultad mayor en esta clínica (6).

Queda otro punto central: ¿qué tipo de goce procuran esas imágenes, acceder y realizar fantasmas inconscientes, una satisfacción escópica a través la mirada? La pulsión escópica tiene sus puntos de fijación y un desborde pulsional. Son cuestiones a elucidar.

Como S. Freud lo señala en La interpretación de los sueños, siempre habrá un resto imposible de interpretar, «un punto oscuro» (Freud, 1987, p. 446), y ese resto de real por fuera del sentido está presente en la clínica de las adicciones.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS BROUSSE, M. H. “L’expérience des addicts ou le surmoi dans tous ses états”, en Revue La cause du désir, N° 88, Navarin Éditeur, 2014, pp. 5-6. FELDMAN, N. “Les lieux de la drogue: l’expérience suisse”, en Revue La cause du désir, N°88, Navarin Éditeur, 2014, pp. 41-44. FREUD, S. “L’interprétation des rêves”, chapitre VII, Presses universitaires de France, 1987, p. 446. FREUD, S. “Los tres ensayos para una teoría sexual” (1905), en Obras completas, tomo II, Biblioteca Nueva, 1981, pp. 1169-1271. LACAN, J. “Les complexes familiaux”, Navarin Éditeur, 1984. MILLER, J.-A. “L’être et l’Un”, inédito, 2011. SINATRA, E. “¿Todo sobre las drogas?”, Grama Ediciones, 2010, p. 13-14

Fuente; Feldman, Nelson "De una adicción a otra", p. 73 - Revista PHARMAKON digital.