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miércoles, 22 de diciembre de 2021

Los homicidios según la segunda tópica freudiana

Los homicidios pueden clasificarse de acuerdo a la segunda tópica freudiana: ello, yo, superyó y la realidad, que para Freud podía considerarse una cuarta instancia.

En cuanto a los crímenes del ello, allí encontraremos los homicidios pasionales, muchas veces motivados por los celos y la envidia. Un ejemplo clásico es el de las hermanas Papin, en lo que fue conocido como la matanza de Le Mans.

Los crímenes del yo, por su parte, tienen que ver con la autoconservación y el interés. Este chiste de Quino nos da un ejemplo de ello, aunque diariamente podemos encontrarlos en las noticias policiales.

Los crímenes del superyó son los que Freud aborda en los que delinquen por sentimiento de culpa. Recordemos que mientras la culpa es un afecto consciente, lo que es inconsciente es la necesidad de castigo.

Finalmente, encontramos los crímenes que tienen que ver con el mundo exterior. Aquí encontramos los crímenes altruistas, que pueden ser por amor a la patria ó a la religión.

viernes, 18 de junio de 2021

La Trama (relato de Borges)

Para que su horror sea perfecto, César, acosado al pie de la estatua por los impacientes puñales de sus amigos, descubre entre las caras y los aceros la de Marco Bruto, su protegido, acaso su hijo, y ya no se defiende y exclama: 
Shakespeare y Quevedo recogen el patético grito.
Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías; diecinueve siglos después, en el sur de la provincia de Buenos Aires, un gaucho es agredido por otros gauchos y, al caer, reconoce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvención y lenta sorpresa (estas palabras hay que oírlas, no leerlas): 
¡Pero, che! 
Lo matan y no sabe que muere para que se repita una escena.
Jorge Luis Borges.


lunes, 22 de febrero de 2021

Clínica victimológica en casos de violencia conyugal: prevención del suicidio y homicidio

Hablamos de violencia conyugal cuando las personas son sometidas a relaciones con desequilibrio de poder y características traumáticas. Los dinamismos paradojales de la victimización: apego, dependencia, síndrome de Estocolmo, indefensión aprendida, negación o culpa son obstáculos a vencer para lograr la cooperación de la víctima en su propio rescate.

Cuando trabajamos en el campo de la Violencia Familiar una de las primeras intervenciones es evaluar la seguridad de la víctima efectuando un diagnóstico de riesgo. En cualquier contexto de violencia existe un peligro potencial de muerte a prever y atender en la emergencia, focalizándolo primero en la víctima, luego en otros destinatarios posibles. Los homicidios ocurridos en cuadros de Violencia Conyugal abarcan un 25% a 30% del total de homicidios en la población.

Caben cuatro posibilidades de desenlace considerando sólo a los integrantes de la pareja:

  1. Quien ejerce habitualmente los abusos culmina un episodio de violencia con el homicidio, a veces no intencional, otras premeditado, de su víctima habitual. Con alta frecuencia dicho suceso es seguido por el suicidio del victimario, sobre todo si hay antecedentes de adicciones, depresión, etc.

  2. La víctima, habitual receptora de violencia, comete homicidio matando a su victimario habitual, transformándose en victimaria: a) en defensa propia invirtiendo el desequilibrio de poder; b) en el cuero de una situación límite de amenaza anticipándose al agresor; c) en una extralimitación al pretender evadir el ataque; d) en una situación crítica, en la cual – desde la perspectiva de la víctima (visión de túnel) – cree que su única salida es matar. Este caso es considerado “Crimen de liberación o liberador” pues lo comete alguien atrapado en una situación tal que le consta que su muerte puede ser inminente y/o que las amenazas de muerte involucran también a quienes está obligada a proteger.

  3. Suicidio de la víctima habitual, al creer que no tiene alternativas.

  4. Dejarse matar sin defenderse o pedir la muerte, cuando la víctima habitual ha llegado al límite de su resistencia y sólo pretende que “todo termine”.

Muchos profesionales de la salud y/o funcionarios judiciales tienden a minimizar o desestimar este riesgo, ya sea por bloqueos defensivos, desconocimiento o prejuicios diversos. La educación y/o posición social del victimario y su condición de esposo y padre de familia activan una disonancia cognitiva en el observador ya que favorecen el descreimiento por no poder asociar tal imagen insospechable con un comportamiento delictivo en privado o con el extremo al que puede llegar tal conducta, por ejemplo, cuando ocurre una denuncia o una separación.

La diferencia en el porcentaje de homicidios y suicidios masculinos y femeninos se aclara entonces por factores de socialización de género, cognitivos, psicodinámicos e interaccionales, que tienen que ver con el significado emocional diferencial que estos procesos tienen para un hombre y para una mujer. 

La OMS corroboró en sus investigaciones que el maltrato crónico que recibe una mujer disminuye su expectativa de vida hasta en 10 años, según la gravedad, predisponiendo a la enfermedad y al deterioro integral psicofísico.

El objetivo del que ejerce violencia es anular el conflicto y controlar a la mujer por la vía del maltrato devenido técnica de dominación. Esto genera una situación paradojal: si la víctima no tiene recursos internos para rebelarse queda “apegada” al victimario, tratando de hacer méritos para no ser agredida, anhelando los momentos de calma intermitente del ciclo de la violencia. La violencia del victimario depende de la atribución de significado a lo que percibe en el comportamiento de la víctima, de acuerdo a dinamismos internos tales como el proceso de rumiación, el monólogo interior, la cognición repetitiva, etc. La víctima también atribuye significados, justificando lo que el otro hace, motivada por el apego traumático reforzado por el síndrome de Estocolmo, como fenómeno defensivo que la lleva a proteger al agresor. Tales atribuciones se estructuraron y aprendieron en el curso de experiencias de maltrato, miedo y enojo crónicos, vividas en las primeras etapas de la vida, ocasionadas por el abandono, el rechazo, la humillación y los castigos de parte de figuras significativas con el rol de cuidadores. Lo paradojal incluye el desarrollo del anhelo de dependencia respecto de esas figuras frustrantes y su proyección en la pareja, considerada como sujeto ideal para restaurar y satisfacer las carencias arcaicas almacenadas.

La violencia ejercida por ciclos, la intermitencia, lo súbito del maltrato y el poder mayor de una de las partes, genera un vínculo traumático que mantiene atrapada a la víctima, la cual no puede romper este dinamismo una vez instalado en la relación. Se refuerza el fenómeno de la indefensión aprendida: la persona por más que lo intenta no logra evitar el maltrato, siente que ha perdido el control de su vida, no puede manifestar sus sentimientos ni pedir ayuda, se anestesia emocionalmente para poder sobrevivir y deja de hacer esfuerzos entregándose a lo que venga. El síndrome de Estocolmo se caracteriza por el apego dependiente y la identificación defensiva que desarrolla la víctima cuando su vida depende del victimario. Ello aclara, en parte, la justificación y defensa, la negativa a denunciar o retiro de denuncia que suele hacer la víctima llevada por sentimientos de culpa, deslealtad y traición, los cuales bloquean el recuerdo de los ataques sufridos, favoreciendo la retractación y/o minimización de los hechos. Estos fenómenos constituyen un estado de esclavitud psicológica que priva a un ser humano de la capacidad y/o voluntad aptar para romper este tipo de relaciones: lavado de cerebro, control mental, inducción de culpa, alternancia de premios y castigos, reducción a la servidumbre, supresión de la autonomía e individualidad, menoscabo y sustitución de identidad mediante apodos denigrantes.

La violencia unidireccional se establece a partir de, y favorecida por el entrenamiento de ambos originado en las experiencias vividas en sus familias de origen. Tales situaciones se imprimen en su personalidad como necesidades afectivas insatisfechas y como tendencia a depender de otro. Según las socializaciones genéricas, las heridas emocionales tienden a: 1) ser reprimidas por los hombres y la sobrecompensación de su inseguridad se realiza a través de conductas violentas con las cuales reclaman atención, adquieren protagonismo, someten o castigas a sus parejas; 2) ser expresadas por las mujeres como conductas de sumisión, tolerancia y justificación del maltrato proveniente de sus parejas, dado su temor a quedar solas, incompletas y desamparadas emocionalmente.

Riesgo de homicidio cometido por la víctima actual:

  • Grado e intensidad de la violencia recibida.

  • Amenaza extrema para la propia vida.

  • Capacidad de respuesta luego de una victimización prolongada.

  • Amenaza para la vida de terceros de quienes se siente responsable.

  • Experiencias previas de intento de homicidio contra ella.

  • Reiteración de situaciones límite.

  • Aislamiento, encierro y/o cautiverio bajo vigilancia.

  • Violencia sexual continua.

  • Fisuras en la dependencia emocional.

  • Intensidad de la vivencia de desamparo frente a pedidos de ayuda que no recibieron la respuesta adecuada de parte de la familia, amigos, profesionales, instituciones, etc.

  • Sentimientos de estar expuesta al peligro sin percibir una salida.

  • Conciencia de soledad y aislamiento por la carencia de una red o sostén social.

  • Estado de shock y efectos de estrés postraumático

Riesgo de homicidio perpetrado por el victimario habitual:

  • Historial de violencia en la familia de origen.

  • Grado y modalidad del maltrato recibido en la familia de origen.

  • Abuso sexual recibido o no en la familia.

  • Características predominantes y tipo de personalidad abusiva.

  • Grado de expectativas elevadas y poco realistas respecto de la pareja.

  • Existencia de antecedentes criminales.

  • Antecedentes o existencia de adicciones al alcohol y/o sustancias.

  • Desempleo, crisis financiera, desprestigio laboral.

  • Antecedentes de violencia en parejas anteriores.

  • Frecuencia de la violencia ejercida en la relación.

  • Grado de actitudes celosas, controladoras, posesivas e inquisidoras.

  • Grado de capacidad de represalia.

  • Capacidad de destrucción de objetos.

  • Amenazas de muerte reiteradas.

  • Amenazas de muerte extendidas a hijos/as y/u otros.

  • Expansión de los episodios de violencia a espacios públicos.

  • Extensión de la conducta violenta a otras personas.

  • Posesión de armas.

  • Dormir con las armas al alcance de la mano.

  • Portar armar reglamentarias por motivos profesionales.

  • Intentos de homicidio previos.

  • Antecedentes de haber provocado aborto por golpes.

  • Ideación suicida.

  • Estado de salud psicofísica.

  • Depresión cíclica.

  • Rechazo o separación iniciada por la pareja.

El hecho de que la víctima consulte o pida ayuda no significa que esté en condiciones de recibirla y llevarla a la práctica. Sin embargo, no hay que confrontar ni derrumbar esta estructura defensiva pues le ha servido para sobrevivir en el caos familiar. Significa que la víctima colabora, poco y relativamente, en función del grado de daño acumulado y la rigidez de sus creencias como para flexibilizarse ante las alternativas que se le presentan. El recibir maltrato, como estilo de vida instituido, anula la capacidad de reacción autoprotectora, condiciona la adaptación a las reglas de juego del poder ajeno y desactiva la alarma frente al riesgo transformado en ingrediente común y rutinario durante años. La víctima es sujeto activo de estrategias de supervivencia constantes.

En los casos de violencia se contraindica el abordaje de: a) terapias familiares y/o de pareja en cuadros de violencia conyugal; b) modelos que busquen sólo causas inconscientes, culpabilicen, intimiden, la pongan en un mismo nivel de responsabilidad que el victimario; c) profesionales improvisados, no especializados.

El trabajo grupal de víctimas con la coordinación de un equipo capacitado instala un tiempo y espacio diferentes: la víctima es protagonista y destinataria central de estímulos de valoración y protección. Ello establece una sintonía con sus arcaicas carencias insatisfechas, permitiéndole una gradual comodidad, empatía y confianza. La fuerza constructiva de tal posibilidad de anidación emocional comienza a contrarrestar la creencia de la víctima en la omnipotencia de su victimario y empieza a nutrirla con la sensación de su propio poder emergente.

Desde una intervención clínico-victimológica en la urgencia se pretende conocer a fondo la situación de la víctima, procurar los recursos más convenientes para la desvictimización y recuperación como persona de pleno derecho en su conciencia y en su ejercicio, con la mayor eficacia en la menor cantidad de tiempo posible. Se trata de iniciar la prevención y reversión tanto de la posibilidad de homicidio físico expeditivo, como del proceso de homicidio simbólico constituido por el maltrato crónico, ya que destruye la identidad y anula las capacidades en base a lentas agonías que deterioran la salud y disminuyen la expectativa de vida.

Los objetivos que orientan el proceso son:

  • Proporcionar apoyo, información y esclarecimiento en un ámbito de calma, seguridad y sostén afectivo.

  • Diagnosticar el potencial homicidio-suicidio del victimario y de la víctima, de acuerdo al listado de factores de riesgo.

  • Sondear las alternativas de desactivación buscando las posibles soluciones, tanto simultáneas como por etapas, a nivel físico, emocional y de seguridad externa, detectando los recursos que funcionan y los que no funcionan en su entorno inmediato y mediato.

  • Establecer pasos graduales, concretos y realistas, construyendo un mapa de recursos y alternativas, acompañados de un convenio mutuo de acciones a seguir.

  • Construir enlaces con diversas fuentes de asistencia, acompañamiento y protección dentro-fuera de la familia y otros posibles entornos institucionales, implementando el uso del teléfono y/o la presencia rotativa o por turnos de personas con roles de testigo y resguardo.

  • Registrar de forma exhaustiva la historia de violencia, con asentamiento literal de los mensajes que tengan que ver con amenazas, intimidaciones, acciones destructivas, etc. y de la escalada de episodios relevantes. Dicho protocolo tiene valor de documento legal sobre cuya base se podrán efectuar denuncias, presentaciones judiciales, informes, peritajes, etc.

El abordaje de la clínica victimológica implica una fuerte carga emocional que encuentra alivio en la cooperación dada en el seno de un equipo interdisciplinario, entrenado e integrado desde lo teórico-práctico y lo afectivo, como factores equilibrantes del peso de las responsabilidades que asume.

Fuente: Graciela B. Ferreira “Clínica victimológica en casos de violencia conyugal: prevención del suicidio/homicidio”

martes, 28 de julio de 2020

La violencia psicológica contra las mujeres: ¿Cómo detectarla?

La violencia física y la violencia psicológica están vinculadas: ningún hombre se pone a pegarle a su pareja de un día para otro sin motivo aparente, en una crisis de locura momentánea. La mayoría de los cónyuges violentos prepara primero el terreno aterrorizando a su compañera. La violencia física no se produce sin que haya habido antes violencia psicológica. Muchas víctimas afirman que es la forma de abuso más difícil de soportar en el marco de la vida en pareja.
Se habla de violencia psicológica cuando una persona adopta una serie de actitudes y palabras destinadas a denigrar o negar la manera de ser de otra persona. Estas palabras o estos gestos tienen por objetivo desestabilizar o herir al otro. En la violencia psicológica no se trata de un desliz puntual, sino de una forma de relacionarse. Es negar al otro y considerarlo como un objeto. Estos modos de proceder están destinados a someter al otro, a controlarlo y mantener el poder.

Las victimas afirman que el terror se inicia con una mirada despectiva, una palabra humillante, un tono amenazador. Se trata de incomodar a la otra persona, crear una tensión, aterrarla, para demostrar bien el poder que uno tiene.
La violencia no es patrimonio exclusivo de los hombres; las mujeres, cuando recurren a ella, se valen más fácilmente de la violencia psicológica o la manipulación perversa. Ante una situación de violencia, hombres y mujeres no dan las mismas explicaciones. Los hombres tienden a justificar sus deslices dando explicaciones externas; mientras que las mujeres, ante las mismas maniobras, esgrimen una explicación interna (“él no sabe expresar sus sentimientos”)
Los insultos de los hombres a las mujeres son muy estereotipados, de naturaleza sexual la mayor parte de las veces. Rara vez se profieren en público, ya que los agresores intentan preservar una buena imagen de sí mismos. Cuando los ataques se hacen en público, adoptan una forma irónica para granjearse la aprobación de los testigos.
Los primeros ataques verbales son sutiles y difíciles de detectar. Van aumentando gradualmente hasta que la mujer los considera normales. En el nivel vocal, para aterrorizar a su compañera, algunos hombres subirán el tono y gritarán; otros, por el contrario, pondrán una voz suave, amenazadora.
Comportamientos con los que se articula la violencia psicológica:
  • El control: se sitúa primero en el registro de la posesión. Consiste en vigilar a alguien de un modo malévolo, con la idea de dominarlo y mandarlo. Se quiere controlar todo para imponer el modo en que deben hacerse las cosas.
  • El aislamiento: para que la violencia pueda perpetuarse, es preciso ir aislando progresivamente a la mujer de su familia, que no tenga vida social. Al aislar a su mujer, el hombre procura que su vida se centre únicamente en él. Con frecuencia, las mujeres afirman sentirse prisioneras. Transcurrido un tiempo, puede suceder que sea la mujer quien se aísle, para estar tranquila, al no soportar más la presión que ejerce su marido ante la idea de un posible encuentro. Las personas del entorno son objeto de una verdadera manipulación para inducirles a aceptar la descalificación del otro miembro de la pareja. Mediante insinuaciones o mentiras, también es posible poner a la mujer en contra de sus allegados. El aislamiento es, al mismo tiempo, causa y consecuencia del maltrato.
  • Los celos patológicos: sospecha constante, etc. Lo que este cónyuge no soporta es la alteridad de la mujer. Quiere poseerla totalmente y le exige una presencia continua y exclusiva. Estos celos patológicos no están basados en ningún elemento de realidad, sino que provienen de una tensión interna que trata de aplacar de esa manera. Aunque su mujer se someta, siempre sentirá una insatisfacción, ya que ella sigue siendo “otra” y, para él, esto resulta insoportable. A partir de aquí, lloverán los reproches, habrá una búsqueda de pruebas, extorsión para extraer confesiones, amenazas, y, después, llegado el caso, violencia física. Los celos pueden afectar al pasado de la mujer y, en este caso, el hombre no deja dar vueltas a acontecimientos sobre los que no tienen ningún control porque pertenecen al pasado.
  • El acoso: repitiendo hasta la saciedad un mensaje a alguien se consigue saturar sus capacidades críticas y su juicio, y se logra que acepte cualquier cosa. La otra estrategia consiste en vigilar a la persona, seguirla por la calle, acosarla por teléfono, etc. Esta forma de violencia se produce con mayor frecuencia tras una separación.
  • La denigración: se trata de atacar la autoestima de la persona, demostrarle que no vale nada, que no tiene ningún valor. Se expresa en actitudes desdeñosas y palabras hirientes, frases despectivas, observaciones desagradables. Denigrar sus capacidades intelectuales; negar sus ideas o emociones; criticar su físico; también es atacar a su familia, a sus amigos, sus valores mediante críticas sistemáticas. La descalificación puede realizarse mediante palabras que parecen sinceras y correctas. Se trata de manipular a la mujer sin que sea consciente de ello, atacar su autoestima, inducirle a perder confianza en sí misma. Los ataques son distintos en función del sexo: los hombres atacan más el rol materno de la mujer, sus capacidades domésticas o sus cualidades como amante, algo que se corresponde con el estereotipo social de la mujer; los ataques de las mujeres apuntan, con buena lógica, a los estereotipos masculinos.
  • Las humillaciones: a menudo poseen un contenido sexual. Propician el nacimiento de una sensación de vergüenza, lo que constituye un obstáculo suplementario para hablar del tema y recibir ayuda. Las violencias psicológicas, la denigración sistemática, los insultos, provocan una ruptura de la identidad, un desmoronamiento interior.
  • Los actos de intimidación: cuando una persona se desahoga con sus objetos, el otro miembro de la pareja puede interpretarlo como una forma de violencia controlada. A pesar de todo, se trata de una violencia indirecta. El mensaje que quiere transmitirse al otro es: “¡Mirá mi fuerza! ¡Mirá lo que puedo hacer(te)!”. El objetivo de estos comportamientos es suscitar miedo en el otro.
  • La indiferencia ante las demandas afectivas: es mostrarse insensible y desatento ante el compañero y hacer alarde de rechazo o desprecio. Es ignorar sus necesidades, sus sentimientos o crear a propósito una situación de carencia y frustración para mantener al otro sumido en la inseguridad.
  • Las amenazas: pueden sugerirse represalias con los allegados. La anticipación de un golpe provoca tanto daño en el psiquismo como el golpe que se asesta de verdad y esto se ve intensificado por la incertidumbre en la que se mantiene a la persona con respecto a la realidad de las amenazas. El chantaje con el suicidio constituye una violencia sumamente grave, ya que propicia que el compañero cargue con la responsabilidad de la violencia. 
Lo que constituye la violencia es la repetición y la duración en el tiempo, así como la asimetría en los intercambios. En este tipo de relación basada en la violencia psicológica quien es violento pone en el punto de mira las emociones del compañero o, más concretamente, sus debilidades emocionales.
La violencia psicológica constituye un proceso que tiene por objetivo establecer o mantener una dominación sobre el compañero. Se empieza por el control sistemático del otro; después llegan los celos y el acoso para, finalmente, acabar en humillaciones y denigración. Todo eso para engrandecerse, a costa de rebajar al otro. La repetición y el carácter humillante de estas situaciones pueden provocar un verdadero desgaste mental e incluso inducir a la persona al suicidio. Las amenazas y los actos destinados a aterrorizar al otro constituyen la última etapa antes de la agresión física. Pero en este estadio no se ve nada; en cambio, cuando existe violencia física, elementos exteriores (certificados médicos, testigos oculares, etc) demuestran la veracidad de la violencia.
Diferentes situaciones de violencia:
  • Las agresiones físicas: la mayor parte de las veces, la violencia física sólo aparece cuando la mujer se resiste a la violencia psicológica. El hombre no ha conseguido controlar lo suficiente a una compañera demasiado independiente. Cuando se recurre a la policía o las asociaciones, se hace normalmente tras una agresión física. Cuando las agresiones físicas no son frecuentes, las mujeres rara vez se sienten víctimas. Para ellas, los golpes aislados siempre tienen una explicación lógica. Pero en realidad surgen cuando hay una imposibilidad de hablar sobre un problema, cuando no se consigue pensar y expresar el malestar mediante palabras. Cuando la violencia física no parece intencionada, la mujer no siempre la reconoce como tal. Cuando no se denuncian, siempre se produce una escalada de la intensidad y la frecuencia. Después basta con evocar la primera agresión mediante amenazas o un gesto para que, según el principio del reflejo condicionado, la memoria reactive el incidente en la víctima y la induzca a someterse de nuevo. La violencia física incluye un amplio abanico de malos tratos que pueden ir desde un simple empujón hasta el homicidio. Por medio de los golpes, se pretende marcar el cuerpo, causar una fractura en el envoltorio corporal de la mujer y provocar así la caída de la última barrera de resistencia para poseerla por completo. Es la huella que permite leer en el cuerpo la aceptación de la sumisión. Este tipo de violencia también puede expresarse de forma indirecta torturando a un animal familiar o maltratando al hijo de otro matrimonio… aunque los golpes no se hayan propinado de verdad, la mujer experimenta el sufrimiento en su cuerpo y está comprobado que presentan un estado de salud claramente menos bueno que las demás mujeres y consumen muchos más medicamentos.
  • La violencia sexual: recubre un espectro muy amplio que  va desde el acoso sexual hasta la explotación sexual, pasando por la violación conyugal. puede consistir en obligar a alguien a realizar actividades sexuales peligrosas o degradantes, escenificaciones desagradables, pero la mayor parte de las veces se trata simplemente de obligar a una persona a mantener una relación sexual no deseada, ya sea mediante una sugerencia o una amenaza. Una relación sexual no deseada suele permanecer silenciada porque forma parte del “deber conyugal”. Este tipo de violencia no tiene nada que ver con el deseo, para un hombre es simplemente una manera de decir “Me perteneces”. Esta violencia de dominación y avasallamiento puede afectar a un hombre en una pareja homosexual o heterosexual; los daños que provoca son de la misma categoría: se “feminiza” al hombre. Cuando las mujeres tratan de denunciarlo al exterior, les suele costar hacerse oir ya que, para muchos, son masoquistas por naturaleza. Sabemos que el masoquismo consiste en obtener placer al someterse en un juego sexual. Puede suceder que un hombre imponga, por la fuerza y el chantaje, este tipo de prácticas a una mujer que no lo desea en absoluto. En este caso, ella se encuentra en una posición de esclava sexual. La violencia sexual puede proseguir incluso después de la separación con amenazas y acoso.
  • La presión económica: el caso más clásico es el temor a las dificultades materiales, consecuencia de su dependencia económica, impide a las mujeres abandonar a un cónyuge violento. La presión económica se ejerce de un modo distinto según los entornos, pero en todos los casos se trata de arrebatar a la mujer su autonomía. Esta dependencia puede existir, sea cual sea el nivel de ingresos familiares y, en algunos casos, puede suceder que el hombre oculte la presión económica a la que está sometida la mujer en la vida cotidiana con algún regalo caro de vez en cuando. El hombre puede intentar convencer a su mujer para que abandone su actividad profesional o sus estudios.
  • El homicidio del cónyuge: es una de las causas principales de mortalidad femenina. En el crimen llamado “pasional” se excusa al criminal por el carácter imprevisible de su acto, pero, además, suele invocarse con frecuencia la contribución de la víctima a la génesis del crimen. Asesinar al cónyuge puede ser un acto impulsivo cometido con un trasfondo de repetidas violencias y celos. En este caso, la degradación de la relación ha alcanzado tal paroxismo que el miembro violento de la pareja no soporta al otro. También puede suceder que el fallecimiento sólo sea un desliz en un contexto de violencia física habitual. El asesinato del cónyuge suele producirse con mayor frecuencia durante una separación. El homicidio se corresponde con una toma de conciencia de la insoportable alteridad del otro. Puede ocurrir que el asesinato haya sido más o menos premeditado. El pensamiento obsesivo “Si me deja, no la va a tener ningún otro hombre” invade al sujeto hasta tal punto que no puede considerar otra solución que no sea el asesinato, aunque pueda resultar perjudicial para sí mismo. El asesinato de la compañera constituye un acto de dominación extrema.
¿Violencia cíclica o violencia perversa?
Violencia cíclica: la violencia se va asestando progresivamente en la pareja, al principio mediante tensión y hostilidad. El primer episodio violento suele producirse durante el embarazo o en los momentos inmediatamente posteriores al parto. El niño que va a nacer se percibe como un intruso que retirará al hombre la atención de su compañera y éste puede tener miedo de verse excluído.
El ciclo de la violencia se desarrolla en cuatro fases y de manera repetitiva; y en cada etapa el peligro aumenta:
  1. Fase de tensión: de irritabilidad del hombre, relacionada, según él, con preocupaciones o dificultades de la vida cotidiana. La violencia no se expresa de modo directo. La compañera al sentir la tensión, se bloquea, se esfuerza por ser amable, calmar la agresión para rebajar la tensión. El hombre tiende a responsabilizar a la mujer de las frustraciones y el estrés que hay en su vida.
  2. Fase de agresión: el hombre da la impresión de perder el control de sí mismo. Se producen, entonces, gritos, insultos, amenazas; también puede romper objetos antes de agredirla físicamente. La violencia física se inicia de modo progresivo. No es extraño que en esta fase el hombre desee mantener relaciones sexuales, para marcar mejor su dominación. Los hombres suelen hablar del estallido de violencia como de un alivio, una liberación de energía negativa acumulada.
  3. Fase de disculpas: el hombre trata de anular o minimizar su comportamiento. Es cierto que estas explosiones de violencia van seguidas de remordimientos, pero el hombre trata de desembarazarse de ellos buscando una explicación que pueda liberarle del sentimiento de culpa. Lo más fácil es responsabilizar a su compañera; ella le ha provocado. O justificar su comportamiento con motivos externos. La función de esta fase es culpabilizar a la mujer y propiciar que olvide su ira. El hombre pide perdón, jura que no se repetirá, que irá al psicólogo. Si la mujer finalmente logra marcharse, se pondrá en contacto con un allegado para convencerla de que vuelva. En ese momento, el hombre es sincero, aunque eso no quiere decir que no lo repita. Con demasiada frecuencia, las mujeres se creen a ciegas las hermosas promesas hechas durante esta fase y conceden rápidamente el perdón.
  4. Fase de reconciliación o fase de luna de miel: el hombre adopta una actitud agradable y, de repente, se muestra atento y solícito. En ocasiones, esta fase se interpreta como una manipulación perversa para controlar mejor a la mujer. En realidad, en ese preciso momento, los hombres son sinceros, ya que sienten pánico ante la idea de haber ido demasiado lejos y que su mujer los abandone. El miedo al abandono es lo que produce este cambio puntual y ese mismo miedo es el que, más tarde, les conducirá a recuperar el control de su mujer. Las mujeres piensan que van a curar a ese hombre herido y que, con amor, cambiará. Por desgracia, esto no hace más que incrementar su umbral de tolerancia a la agresión. En esta fase la mujer retira la denuncia.
En el hombre violento se produce una especie de adicción a este comportamiento, no sabe calmarse si no es recurriendo a la violencia. Cuando se inicia el ciclo, sólo puede interrumpirlo el propio hombre. Ante la violencia verbal, las mujeres intentan explicarse o tranquilizar a su compañero. Ante las agresiones físicas, intentan huir o refugiarse en otra habitación. Para ellas es una cuestión de supervivencia.
Violencia perversa: se caracteriza por una hostilidad constante e insidiosa. Desde el exterior, parece que todo marcha con normalidad. Al principio, la mujer está deslumbrada por un hombre seductor y brillante. Pero la tranquilidad no tarda en verse perturbada por el miedo que se insinúa en su estado de ánimo, que va transformándose en angustia de modo progresivo. Mediante pequeños ataques verbales, miradas de desprecio y, sobre todo, una fría distancia, parece que le reprocha algo, pero ella no sabe qué es. Después los ataques se multiplican: frases mordaces delante de testigos o en privado, críticas malévolas sobre todo lo que hace o dice. Sin motivo, la violencia para a un estadio superior. Los golpes bajos y los insultos se multiplican. La violencia perversa es un puro concentrado de violencia. Este movimiento mortífero continúa incluso sin la presencia de quien lo ha iniciado, y no se detiene nunca, ni siquiera cuando la mujer ha decidido abandonar a su cónyuge violento.

miércoles, 22 de julio de 2020

Técnica de perfilación de pedófilos y pederastas

Las parafilias son patrones sexuales poco habituales que incrementan la excitación y a los que el sujeto se siente atraído de forma permanente, ya sea hacia la forma de objetos de obtención de placer y no como simples variantes durante el acto sexual (definición de Roy Hazelwood). Es decir, si esta variante no está, no se puede conseguir el climax ni la excitación. Existen combinaciones infinitas. 

Roy Hazelwood dice que una persona puede excitarse con:
• Objetos: fetichismo, necrofilia. Los casos de sumisión química también enyran en este grupo: se trata de mantener relaciones con personas inanimadas.
• Personas de cualquier condición o edad.
• Animales: zoofilia, bestialismo.

El pedófilo es un sujeto que se excita sexualmente con menores de edad, pero que no siempre pasa al acto. 
El pederasta es un pedófilo que pasa al acto y lo abusó de diversas maneras.

En las parafilias, se puede obtener placer de distinto modo:
Sentido de la vista: voyeurismo, exhibicionismo.
• Sentido del oído: escatología telefónica, sado-masoquismo (que es consensuado, a diferencia del sadismo criminal, no consensuado).
• Sentido del olfato: copropfilia y urofilia.
• Controlado aire a los bronquios del partenaire o para sí mismo en asfixia autoerótica, con ataduras: bondage, sexo no consensuado, etc. Puede dar lugar a muertes por rotura del hueso ioides, inhibición vagal o anoxia.
• Sentido del tacto: froteurismo.
• Fijando la atencion en un solo lugar del cuerpo: parcialismo. Por ejemplo, los pies o las manos.

El sujeto que consume la mal llamada pornografía infantil (material de explotación sexual infantil) tiene una dirección al voyeurismo, porque lo que acumula son imáganes de abuso a menores para mirar. Muchos se quedan en este punto y no pasan al acto.

  La pedofilia implica la atracción sexual por niños menores de 13 años. 
  Entre los 13 y los 15 años, se denomina hebefilia. 

En cuanto a la criminogénesis de la pedofilia, no hay nada comprobado científicamente.
1- Primarios: consumen material de explotación sexual infantil.
2- Secundarios: son sujetos adictos a la pornografía en general. La pedofilia aquí es una variante más, pero pueden consumir otra clase de material como la zoofilia.

Algunos pedófilos se ofenden al ser llamados pederastas se denominan virtuosos. Otros los definen como pedófilos abstinentes, que no pasan al acto. También se habla de pederastia online (Antonio A. Pueyo, Prevenpsi, 2019), que contribuyen a la explotación sexual infantil. Las redes de pedofilia funcionan como un club del trueque, donde hay intercambios de material.

El acto pederástico también puede ser producto de una enfermedad mental y hacer al autor inimputable. Ej: Demencia fronto-temporal (Facundo Manes, INECO, 2019). Esto es muy diferente al sujeto que pasa al acto porque tiene deseo de hacerlo y es responsable por sus actos.

El intercambio de este tipo de material comenzó a fines de los años '70 y comienzo de los '80, con algo que se llamó la Paedophile Information Exchange.
Se trataba de una agrupación de pederastas y pedófilos que se hacían llamar "amantes de los niños" y se presentaron ante la sociedad inglesa como sujetos que abogaban por los derechos de los menores. En un inicio, la gente los aceptó pensando que se trataban de derechos como a no ser golpeados, abusados, o a tener educación. Se asociaron con otras minorías como las feministas, minorías homosexuales y fueron tomados en cuenta. Cuando se supo que lo que verdaderamente buscaban era una ley que permitiera que los niños dieran consentimiento el sexo con los adultos a partir de los 5 años, todas las demás minorías se desprendieron de ellos.

En la dirección que aparece en el logo solían intercambiar fotografías, tips, cuentos e historias de relaciones sexuales con menores.

Para lo que es la técnica de perfilación criminal, lo que buscamos analizar son las cuestiones que tienen que ver con la parte práctiva del actor de un hecho delictivo. Una de ellas es el modus operando (MO) que hace que una persona pueda llevar a cabo un hecho delictivo o cualquier otro tipo de acto (por ejemplo, cocinar una pizza)

El M.O. tiene tres objetivos: 
Ocultar la identidad para escapar del delito. Cuando el autor de un hecho no oculta su identidad, hay algo que está fallando y que tiene que ver con la firma, con la necesidad psicológica.
Comisión del delito
Función intrumental


El modus operandi de la PIE del Reino Unido era ocultar su identidad a través del logo donde decían amar a los niños. Cometían el delito a través del sistema postal. Esto cambió con las nuevas tecnologías, como internet. Por ejemplo, aquí hay un rastrillaje que hicieron Richard Amores y Pierluigi Paganini, que son hackers especializados en la Deep Web:


Estos sitios utilizan la palabra "Lolita", una definición muy antigua para definir a una púber muy joven. A veces, en las imágenes el pederasta está con la cara cubierta. Esto es para proteger el modus operandi. Con el TOR, el pederasta protege su IP para tener un escape efectivo. 

En criminalística se utilizan diversos métodos para identificar al actor:  huellas plantares, dactiloscopía, radiología forense, huelas zapatos, biometría de la voz, patrones de las orejas, biometría facial, señas particulares como lunares, nevos, tatuajes o cicatrices, la lengua, el ADN, la caligrafía forense, la antropología forense y la odontología forense. También está le queiloscopía, que es la identificación por la forma de los labios.


La firma es la huella psicológica que deja una persona a la hora de atacar. Aquí entran gustos, preferencias y fantasías del actor.
• Innecesaria para la comisión del delito.
• Necesaria emocional y psicológicamente.
• Patrón no criminal expresado en el acto criminal. Hay una continuidad y una consistencia en lo que es la conducta del día a día de un sujeto y lo que deja expresado en el acto criminal. Ej: llevarse cosas de la víctima que no tienen un sentido económico, dejar a la víctima en una posición determinada, etc.
• Función expresiva.

Tipologías del pederasta

En los sujetos que pasan al acto y tienen relaciones sexuales con menores o abusan de ellas, vemos que su motivación puede ser de dos tipos:


El pederasta exclusivo dedica su vida a esto, tiende a ser más cauteloso. El ocasional tiene una versatilidad criminal. Los trastornos que puede tener el pederasta ocasional puede ser el T. antisocial de la personalidad, un psicópata, que tiene esta habilidad de tener una vida común y corriente y pasar desapercibido. También puede tener trastorno narcisista de la personalidad. Este último trastorno comparte algunos puntos con la psicopatía, como el egocentrismo, la insensibilidad, la superficialidad en los vínculos, la manipulación. El TNP lo que tiene es una hipersensibilidad con los vínculos y ve como un enemigo a quien no lo valora. Acá aparecen cuestiones que tienen que ver con la paranoia y la mirada del otro. Aparecen también trastornos esquizoides, en los ocasionales.

En los pederastas exclusivos, aparece una necesidad psicosexual real y realmente están enamorados de los niños. Su motivación principal no es el poder ni la ira, sino netamente sexual. Pueden coleccionar material temático relacionado con el sadismo criminal y el voyeurismo, que es ilegal y acumulan y coleccionan para masturbarse.

El pederasta ocasional suele actuar más por impulso, mientras que el pederasta exclusivo lo hace más por reiteración, porque se estanca en eso. El pederasta ocasional privilegia el riesgo; el pederasta exclusivo privilegia su necesidad psicológica.

Intrafamiliares Vs. Círculos de pedofilia. La diferencia entre uno y otro es que los círculos de pedofilia abarcan agresores y víctimas múltiples. Puede ser un solo agresor con múltiples víctimas, por ejemplo, el caso del Padre Grassi. El caso de Jeffrey Epstein es también un círculo de pedofilia.

El M.O. está relacionado a lo que tiene que ver con la actividad pedófila, el material y las víctimas. Hay tres estadíos o tres tipos de sujeto: 
Solitario. Descarga y distribuye lo que va acumulando. 
En transición. Comparte con muy pocas personas el material que tiene y su secreto. Están en trasición al círculo mayor de la pedofilia, que es el sindicato de pedófilos.
Sindicado: utilizan símbolos de reconocimiento, palabras, con buena organización y reclutamiento de víctimas. El FBI dio a conocer unos símbolos desde hace 10 años, que ya no están a la vista porque se han dado a conocer. Son símbolos que suelen estar camuflados, escondidos y pasan desapercibidos. Hoy en dia utilizan palabras claves que utilizan las iniciales C - P (child porn), por ejemplo, Caldo de Pollo.

Caso práctico de perfilación
Vamos a ver un caso de ataque sexual pederástico. Por respeto a la dignidad de la víctima, se ha reemplazado la fotografía del cadáver del menor (recostado en la mesa de Morgani) por un dibujo del mismo.

Referencias:

(1) Mano y antebrazo faltantes por roedores que se lo comieron. El brazo no podía ser estirado cuando llegó a la morgue porque todavía estaba en estado de rigor mortis. Por eso, el antebrazo está doblado.

El cadáver, aparentemente, tiene buen estado de nutrición y no tiene lesiones previas. Carece de caracteres sexuales secundarios, por ejemplo, de vello público. Era un niño de alrededor de 8 años, menor de 12.

(2) Estigmas ungueales en el vientre. Es decir, las uñas le fueron clavadas para poder accederlo analmente. Esta lesión tenía infiltración hemática, es decir, la víctima estaba viva cuando se las produjeron y por eso se ven rojas. Cuando las lesiones carecen de vitalidad, no hay infiltración hemática.  

(3) Equimosis (hematoma): la víctima fue puesta boca abajo, en decúbito ventral y esto podría haber sido una rodilla que lo presionó para que la víctima no pudiera pararse. Es decir, una fuerza física orientada al control para atacar a la víctima.

El cadáver tenía una mancha verde en el abdomen, que aparece cuando el cadáver está a punto de empezar la fase de putrefacción cadavérica. Cuando alguien muere, ocurren distintos fenómenos naturales hasta su reducción. Al morir, la persona se deshidrata y en los ojos pueden observarse el signo de Stenon Louis. Luego, empieza a perder temperatura y aparecen las livideces cadavéricas: unas manchas propias del livor mortis. Si el cuerpo está apoyado más de 6 hras sobre una superficie, al levantarlo aparece una copia en negativo de la trama de la superficie donde estuvo: es la sangre que decanta por fuerza de la gravedad y se asienta en las partes declives. Cuando el cuerpo pierde temperatura aparece el rigor mortis. 

Si la muerte es violenta, aparece el espasmo, que ocurre antes de una muerte violenta. Este no es el caso.

Cuando aparece la mancha verde abdominal, nos habla de la fase cromática, donde el cuerpo pierde el color natural que tiene y se vuelve pálido. En la zona del abdomen están los intestino, con todas las bacterias naturales que antes tenía y que ahora comienzan a abrirse paso por el cuerpo. De verde se va poniendo negro. Luego vienen los fenómenos mediatos, como el período de putrefacción efisematosa, luego pasa el período licuativo, donde se licúan las partes blandas del cuerpo. Finalmente, la reducción esquelética.

Escala de Knight: Tomando como parámetro un ambiente de 16° C,
• Cuando el cuerpo está caliente y flácido, tiene menos de 3 horas. 
• Cuando el cuerpo está caliente y rígido, tiene de 3 a 8 horas.
• Cuando el cuerpo está frío y rígido, tiene entre 8 a 36 horas
• Cuando está frío y flácido, más de 36 horas.
En climas fríos estos tiempos se se retrasa más; en cambio en los climas cálidos se acelera.


Relevamiento del caso
Cadáver masculino con signos compatibles de lucha, ataque sexual y asfixia mecánica. Buen estado de nutrición. Hallado desnudo en decúbito dorsal ventral sobre terreno baldío próximo a un barrio de recursos socioeconómicos bajos. Mano y antebrazo izquierdo faltantes, con bordes compatibles con impronta de roedores. Presencia de materia fecal humana en la espalda. Presencia de mancha verde abdominal. Temperatura ambiente 9° C. El cuerpo no fue reclamado. El rostro de la víctima no figura en los archivos de menores denunciados como perdidos. Ausencia de señas particulares y lesiones de vieja data. Ausencia de semen o líquido seminal. Presencia de vello púbico masculino localizado en zona anal. Desgarro.


Análisis del caso
Con la foto y los datos que tenemos, podemos determinar:

• El método de ataque: fuerza orientada al control. La víctima trata de salir y el actor intenta apretarla hacia sí mismo para poder accederla analmente. Por eso presenta los estigmas ungueales, las uñas clavadas en la víctima por la fuerza contraria.

Esto descarta sumisión química ni anestesia previa de Brouadel (es cuando el actor golpea a la víctima para atontarla y la víctima queda inerte e indefensa). Por los datos, no nos consta el engaño.

• En relación al modus operandi, es decir, el método necesario para la comisión del delito, tenemos las lesiones necesarias para controlar a la víctima para poder accederla analmente. Son las lesiones que vimos en la foto y que podríamos probar en un expediente: 
- Excoriaciones
- Equimosis
- Estigmas ungueales

No nos consta herida de arma blanca. Si las tuviera, tendría que ver con la firma por su contenido expresivo, puesto que una herida de arma blanca no es necesario para el abuso. Si aparecieran, nos haría pensar en un contenido emocional.

Lesiones de la firma: Asfixia. Excitarse con las heces (coprofilia), pues se encontró materia fecal en el cuerpo, que tiene un contenido emocional y sexual. Pederastia. 

No consta fetichismo, ni acceso carnal post-mortem.

Criterios de elección de la víctima. El actor elige con algún criterio a la víctima y nos importa saber cuál fue. Estamos hablando de una víctima bien alimentada, sin desnutrición propia de los niños de la calle. Es probable que este niño viviera con alguien y el hecho de que nadie lo reclamara aumenta las posibilidades de que aquella persona que el agresor fuera un familiar cercano.

La víctima tenía una temperatura ambiental de 9° C, lo que retardó la mancha abdominal que ya estaba, es decir, pasó mucho más tiempo del normal y el cronotánato diagnóstico o la data de muerte es mucho más larga. 

"Vulnerabilidad" podría ser si fuera un menor que vive en la calle. "Oportunidad" podría llegar a ser también, pero el niño debería haber sido reclamado en alguna morgue o Missing Children. Es extraño que un niño bien alimentado que desaparece no haya nadie reclamándolo.

Precauciones del actor. La víctima estaba a la vista, en un baldío cercano a un lugar habitable, así que no había mucha precaución. 

La víctima apareció desnuda y en este caso fue una precaución, pero a veces tiene un sentido sexual. Las ropas fueron ocultadas porque podrían tener algún tipo de fluído, líquido o polvo que los hacen particulares de algún sitio como una panadería, un taller, etc. La ropa del menor puede arrastrar materiales que conduzcan a un lugar cercano a ese lugar de abandono del cadáver. Esto es parte del M. O.

El actor usó preservativo, aunque en el cuerpo apareció un vello púbico.

La perfilación es una técnica, no una ciencia, que tiene métodos y procedimientos que no son fáciles de llevar a cabo. Los materiales con los que se trabaja son fuertes.

Fuente: Curso "Técnica de perfilación de pedófilos y pederastas" viernes 3 de julio de 2020.